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La unidad curricular de Alfabetización académica se preocupa por hacer manifiestas las nuevas
maneras de leer, escribir y hablar en las diferentes disciplinas, considerando a estas prácticas,
como prácticas sociales necesarias para la comprensión lectora, la producción escrita de
manera autónoma y la capacidad de generar y construir nuevos conocimientos.
Este espacio curricular tiene como meta realizar prácticas continuas de lectoescritura para
reflexionar, modifica y superar las necesidades más recurrentes en las prácticas áulicas: cómo
elaborar buenas respuestas de examen, consultar fuentes en internet, exponer un tema
oralmente, abordar textos académicos, utilizar estrategias flexibles, entre otras.
Leer, escribir, pensar posibilitan comprender, razonar, decidir por uno mismo y sobre todo
escribir… escribir desde las emociones, saberes y experiencias propias con flexibilidad y
relativa autonomía. Leer y escribir entendidas como prácticas sociales posibilitan desarrollar
capacidades a través de un proceso de enseñanza y aprendizaje situado en el ámbito
académico, educativo.
Lenguaje y conocimiento
De aquí, se desprende que el lenguaje cumple una función de "andamiaje cognitivo" ya que es
primordial para la construcción del conocimiento, pues las representaciones que va creando
forman diversos discursos que se articulan a partir de conocimientos elaborados
socioconstructivistamente que se almacenan y se activan en diversos tipos contextos
comunicativos" (Parodi, 2008, pp. 22-23); por lo tanto, existe una interacción comunicativa con
otros sujetos y dentro de ciertos contextos, ámbitos, en los que es vital el uso de un discurso
basado en la terminología específica de cada ciencia, disciplina, profesión, actividad a los
efectos de ofrecer validez y estabilidad al conocimiento que se desea transmitir.
Escribir diferentes géneros discursivos
Ingresar a una carrera docente de una institución de Nivel Superior nos invita a vivenciar una
cantidad de nuevas situaciones. Además de las materias específicas de la carrera y de los
contenidos que en ellas se van a desarrollar, hay otros saberes… saberes relacionados con la
formación docente general, específicamente con Ciencias de la Educación; lo que significa que
enfrentamos con procesos de escritura muy elevados y exige el conocimiento y uso de otros
géneros discursivos, por ejemplo los programas de las materias, que nos permiten organizar
el desarrollo de cada espacio curricular; el género didáctico, entre los cuales se destacan: La
Oratoria, la Crónica y el Ensayo.
En el nivel superior se busca que el alumno haga una lectura interpretativa y crítica de los
textos que lo lleven al inicio de una investigación; surge así, otra necesidad para el alumno de
nivel superior: familiarizarse con las estrategias argumentativas, con las voces de los textos, y
conocer los diversos géneros discursivos para comprender y justificar cómo cada género
discursivo estructura el conocimiento a partir de prácticas lectoras y prácticas de escritura
que convergen e interactúan en un acto comunicativo determinado.
Esa revolución, el proletariado la iba a hacer contra la burguesía. Así como la burguesía había
hundido al feudalismo, el proletariado habría de hundir a la burguesía. Sin embargo, no pasó
así. Más bien, quien hundió al proletariado –aun no del todo pero en eso todavía está muy
empeñada- fue la burguesía capitalista. La misma que a partir del 1989, cuando cae el Muro de
Berlín y se establecen los 10 puntos del Consenso de Washington y se lanza la etapa
neoliberal, hace finalmente la revolución. Pero la revolución no consiste tanto en haber
derrotado al comunismo sino en alzar triunfalista el poder de los medios de comunicación.
Primera conclusión: no es que no haya habido una revolución en el siglo XX. Hubo una, y
triunfante. La hubo y la hizo la burguesía. Hablamos de la revolución comunicacional, la de la
técnica, la de glorificación de la tecnificación del mundo y de la comunicación entre los
hombres, y que tiene por finalidad colonizar la subjetividad de los sujetos.
La idea de Foucault en su trabajo Sujeto y verdad, es la de jugar con las dos palabras: sujeto-
sujetado. La palabra sujeto que hace referencia a la subjetividad y a la dignidad del sujeto libre,
esbozado en la filosofía sartreana en El ser y la nada y en Críticas de la razón dialéctica, dos
grandes obras filosóficas del siglo XX. Ese sujeto libre es hoy el objeto de la revolución
comunicacional. Se trata entonces de sofocarlo, de poner en él las ideas del poder. El poder
comunicacional tiene como finalidad la colonización de los sujetos: ¿Hay una verdad en este
mundo? ¿Existe la verdad? ¿Hay una verdad única? ¿Hay una verdad para todos?
Durante la Edad Media éso estaba claro: el revelador de la verdad era Dios, y la encargada de
diseminar la verdad del dios cristiano era la Iglesia Católica. La verdad era la que revelaba
Dios. Hoy, ante la persistente ausencia de ese dios medieval ¿dónde está la verdad? ¿Quién la
tiene?
Es complejo, pero no tanto. La verdad es una creación del poder, de quienes tienen más
medios para imponer su verdad como una verdad absoluta. Si yo en un país cualquiera soy
propietario o tengo intereses en diez diarios, veinte radios y cinco canales de televisión, con
esas armas, tengo muchas bocas de salida para emitir y amplificar mi verdad a través de esos
medios de comunicación.
A la mañana usted lee mi verdad porque yo soy el dueño de los diarios de la mañana. A la
tarde, escucha también mi verdad en las radios de mi propiedad. Yo tengo un monopolio
mediático, muchas bocas que emiten y repiten lo que a mí me interesa que sea emitido y
repetido. Es decir: los medios son la mediación -valga el juego de palabras- por la cual el
monopolio mediático impone la verdad. Y esa verdad favorece a sus intereses. Siempre. No
hay verdad que no esté al servicio de los intereses de aquel que quiere imponerla.
La existencia es una lucha de verdades. Hay una frase de Nietzsche, del cual soy adherente,
que dice: “No hay hechos, hay interpretaciones”. O sea: de cada hecho habrá tantas
interpretaciones como grupos interesados en interpretarlo que existan como verdad. Si yo
consigo dominar o tener la mayoría de los medios de comunicación, de cada hecho, de cada
suceso, voy a imponer mi opinión por sobre todos los demás, hasta llegar al triunfo total del
poder mediático: la creación del sentido común. El sentido común es la gran conquista del
poder. Es cuando todos repiten, muchas veces sin pensar lo que repiten, lo que al poder le
interesa que digan.
Cuando por ejemplo, Jean Baudrillard –filósofo francés- escribe “La Guerra del Golfo no ha
tenido lugar” es porque nosotros de la Guerra del Golfo sólo hemos visto fuegos artificiales.
¿Por qué? Porque el poder mediático nos mostró eso. Nos diagramaron, nos dibujaron, nos
penetraron, nos conquistaron la conciencia. La estrategia consiste en que el otro no piense sino
que todo lo que reciba de información sea pensada e interpretada por el poder. Este poder
mediático reside en el Imperio. Y ahí están Murdoch, la Disney, la News Corporation, Silvio
Berlusconi...
Ahora entramos en un tema complicado, que se resolvería con un poco de sentido común.
¿Existe el periodismo independiente? Partamos de la base obvia de que no hay organización
periodística que no sea una empresa. En consecuencia, el periodista que entra a trabajar en
ella, entra sabiendo de antemano para qué intereses va a trabajar. Cada empresa se constituye
con determinados capitales y con determinada ideología. Porque el dinero tiene ideología. El
dinero no es a-ideológico. Todos los que ponen dinero tienen una manera de pensar. Ahora,
salvo que alguien entre a trabajar en un medio clandestino, hecho en el sótano de alguna
abuela; cuando un periodista trabaja en una empresa de medios que tengan influencia decisiva
sobre la opinión pública, para poder formarla, deformarla, transformarla o aniquilarla, está
destinado a “obedecer” a los intereses que conforman esos medios. Ejemplo: cualquier
periodista que entre en un medio, habla primero con el director periodístico, que no es el dueño
de la empresa sino simplemente un tipo, una persona que hace una tarea burocrática muy bien
hecha, que tiene autoridad, gran experiencia profesional y demás virtudes.
Pero habitualmente el periodista empleado desconoce quiénes son los dueños de los medios y
no tiene relación con ellos. El periodista empleado se relaciona directamente con el director
periodístico quien le dice: “Acá se labura mucho, vas a estar bien, vos trabajá”. Imaginemos
que el periodista novato es asignado a la sección Espectáculos, para seguir con el ejemplo; el
jefe de redacción de Espectáculos le dice a su vez: “Andá a ver “Acariciame el traserito, Raúl”,
una obra culta que acaba de estrenarse en teatro “X”. El periodista pregunta: “¿Puedo ir a ver
también, Hamlet?”. El Jefe insiste: “No, andá a ver ésta y danos tu valiosa opinión”.
El periodista va a verla, y observa que es una basura. No hubiera querido ver lo que vio. Vuelve
a la redacción, se sienta frente a su computadora y escribe lo que le pareció la obra: “Una vez
más la banalidad y la grosería se han adueñado de una de las salas porteñas, y cunde el mal
gusto, sin talento, el autor no sabe escribir…” Cuando el jefe de Redacción la lee, va
empalideciendo y le dice: “¿Estás loco? Vos no sabés que “Acariciame el traserito, Raúl”, lo
produce este diario? Si lo produce el diario, no podés describirla así, por lo tanto si querés
seguir laburando en este diario hacés otra crítica o rajate, no podés decir ésto de una obra que
produce este diario, porque este diario quiere que a la obra le vaya bien, así los dueños ganan
más guita, y a lo mejor nos suben los sueldos a todos. Me pones nervioso con tu pretendida
libertad individual. Venís a tirar abajo una obra, sí, será una basura, pero la produce esta
empresa”. “Ok. Escribo otra cosa”, dice el muchacho. Escribe algo. Los lectores avispados, se
dan cuenta del negocio encubierto que esconde el diario y que trasciende sus páginas, pero la
mayoría, los que están “boludizados” por los medios, el 90 % más o menos de la sociedad, se
lo cree. Entonces un marido cualquiera le dice a su mujer: “Querida, mirá, acá hay una crítica
bárbara en este diario sobre la obra “Acariciame el traserito, Raúl”. ¿Vamos a verla?”
Entonces: ¿existe el periodismo independiente? No. Las que son independientes en este
mundo, son las empresas, pero no crean que cada empresa es a su vez independiente en sí
misma. Las empresas ya no existen. Existen los monopolios. El capitalismo del siglo XXI es un
capitalismo monopólico. El mercado libre tampoco existe porque es devorado por las grandes
empresas. No existe la libre competencia, porque ésta es eliminada en beneficio de la
concentración empresarial y la creación de oligopolios, hasta que el mercado queda reducido a
un grupo de cuatro o cinco grandes grupos que lo dominan por completo, que fijan precios, que
se ponen de acuerdo con la política que hay que adoptar, comparten hasta los títulos, y hasta
pueden llegar a aburrir a sus lectores sin que les importe demasiado.
Es horrible leer dos o tres diarios y ver en todos los canales de TV lo mismo. Cuando ésto
ocurre, puede ser contraproducente, porque se genera un efecto paradojal: empieza a
erosionarse la credibilidad de esos grandes medios monopólicos de comunicación.
Entonces: no existe el periodismo independiente ni tampoco las empresas independientes. Lo
que existen son los grandes grupos mediáticos. El señor Murdoch tiene el Canal Fox, el Times,
el New York Times y montones de negocios que todos desconocemos: no sabemos cuántas
acciones tiene en grupos mediáticos de la Argentina, pero no sería raro que tuviera el 51 %,
con lo cual conseguiría dominar también a esa empresa. Se dice además que Murdoch es
quien dirige a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), lo que indicaría que habría que
hacer algo con la SIP, porque si realmente la dirige Murdoch, nadie debería creer que la SIP
favorezca a los países de América del Sur.
Y para ejemplo tenemos el caso del doctor Raúl Zaffaroni, juez de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación, contra el cual se han lanzado los medios hegemónicos a aniquilar esa figura
eminentemente moral, nombrada es cierto por un determinado gobierno, pero una figura
autónoma, digna, coherente, defensor de los Derechos Humanos. Pero el objetivo de los
monopolios nacionales fue aniquilar a un tipo que está siempre tocando intereses.
Porque mientras uno no toque intereses lo van a dejar hablar y hasta le pueden financiar un
diario, pero cuando lo que uno hace fructifica, aviva a demasiadas personas, ahí la cosa se va
poniendo más compleja. No digo violenta, pero la financiación ya no va a venir: la empresa
líder que financiaba va a echar al sujeto que dice inconveniencias a través de su pluma ágil o
su micrófono y lo mandará a su casa. Aquí su libertad se terminó.
El periodismo libre que tenga alguna influencia importante en la sociedad, es parte siempre de
grandes empresas, donde no hay libertad del individuo. Lo que existe es la libertad de los
intereses de esas empresas. En consecuencia, los periodistas que no estén dispuestos a
expresar o al menos no atacar los intereses de quienes los contrata, van a permanecer.
Aquellos que se salgan de una línea divisoria claramente establecida desde el principio, se van
a tener que ir.
En cuanto a las empresas, tampoco siquiera sabemos cuáles son las independientes. Si bien
en algunos casos podemos saber quiénes son los dueños, desconocemos quiénes son los
dueños de los dueños de los dueños. Y esa es una cadena, en un mundo globalizado como
éste. No sabemos dónde está el dueño de un diario, quizá en Japón, en Islandia, en China;
charlaba hace poco con un alto funcionario de la empresa XEROX y me dijo algo que me
quedó grabado y que dejó como conclusión a este análisis: “Cualquier cosa que yo decida esta
noche, tendré que consultarla con un hombre que está en un país remoto, y que
probablemente ni siquiera sepa dónde queda la Argentina”.