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Hipólito Escolar Sobrino
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LA TABLETA CUNEIFORME
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El libro y la cultura mesopotámicos fueron utilizados por otros pueblos del
Oriente próximo, entre los que destacan los hititas, el primer pueblo indoeuropeo que
entró en la historia por haber sido el primero en adoptar la escritura. Se establecieron
en Asia Menor hacia el año 2000 y llegaron a constituir una de las grandes potencias
mundiales a mediados del milenio segundo. Una información amplia facilitaron las
excavaciones hechas, a partir de 1916, a unos cien kilómetros de Ankara, en el solar
de Hatusas, la capital del reino, que proporcionaron unas diez mil tabletas
cuneiformes.
Las tabletas encontradas muestran su dependencia cultural de Mesopotamia, así
como la organización del Estado, las creencias religiosas, sus avatares históricos y los
diversos pueblos con lenguas diferentes incorporados a su imperio. Hay textos en
hitita, en hurrita, en acadio, muy abundantes porque en él sostenían las relaciones
exteriores, y en sumerio. Contienen documentos históricos, entre los que destacan las
biografías de los soberanos, escritas en primera persona, como si el autor fuera el
propio rey, y en las que se utilizan, buscando mayor animación y verosimilitud, el
estilo directo y los diálogos. Usaron principalmente la escritura cuneiforme, pero
también otra jeroglífica, llamada así, a pesar de no ser realmente una escritura
sacerdotal, porque los caracteres son figuras fácilmente reconocibles, partes de seres
vivos y variados objetos. Los textos aparecen grabados en piedra en Anatolia y norte
de Siria.
Los escribas, de muchos de los cuales se conoce el nombre, gozaron de gran
influencia y poder. El gran escriba era el primer ministro y la persona más importante
del reino, después del rey, la reina y el príncipe heredero. Recibían una cuidada
educación, debían dominar varias lenguas y los sistemas de escritura. No tuvieron el
genio creador de otros pueblos ni debieron sentirse atraídos por la ciencia y su
literatura es una literatura secundaria, salvo su aportación al género histórico.
También utilizaron la tableta cuneiforme y estuvieron influidos por la cultura
mesopotámica varias ciudades próximas a la costa, como Alepo, Cades, Biblos, Tiro,
Ugarit y Ebla. Ésta, a unos cien quilómetros al norte de Alepo, fue una ciudad
populosa, que vivía principalmente del comercio y en su biblioteca han aparecido
recientemente 17 000 fragmentos de tabletas, entre los cuales hay algunos en
sumerio, cuyo contenido son documentos económicos, administrativos, legales,
históricos, religiosos y lingüísticos, como diccionarios y silabarios.
Descubierta en la tercera década de este siglo, Ugarit, se encuentra en Siria frente
a la isla de Chipre, que había sido destruida alrededor de 1200, quizá por los Pueblos
del Mar, y no fue reconstruida. Las tabletas de arcilla con escritura cuneiforme
encontradas muestran que había escuelas de escribas en las que se enseñaba el
sumerio, el acadio, el hitita y el hurrita. Usaron ocasionalmente un sistema alfabético
en el que las letras se representaban por signos cuneiformes.
Corta fue la duración, aunque extensas las fronteras, del imperio formado por los
persas aqueménidas, entre los siglos sexto y cuarto, famoso por las Guerras Médicas,
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que terminó conquistado por Alejandro Magno. Para gobernar sus extensos territorios
contaron con una organización burocrática basada en la documentación escrita.
Utilizaron las lenguas y sistemas de escritura de los territorios sometidos, aunque
dieron preferencia a la lengua y escritura arameas, muy difundidas en el primer
milenio. En sus archivos utilizaron rollos de pieles, perdidos en la actualidad. Para las
inscripciones monumentales crearon un sistema propio con caracteres cuneiformes, a
base de cuarentaiún signos. Uno sirve para indicar la separación de las palabras y
cuatro son ideogramas. Los restantes son signos fonéticos.
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El libro material mesopotámico, tuppu, estaba formado por tabletas o planchas
de arcilla, muy abundante en la región, mientras que escaseaban otros posibles
materiales como la piedra, la madera, el papiro y la piel. Solían ser planchas
rectangulares, aunque las había redondas y oblongas. Su longitud variable andaba por
los 20 cm. No obstante, algunos textos se grabaron en piedra y metales preciosos,
como el oro, o maleables, como el plomo. Aunque es posible que usaran pieles y
papiro, por su fragilidad no se han conservado restos. En la época asiria se usaron
tabletas de madera y marfil con bordes y un baño de cera interior para escribir encima
y borrar con facilidad. Unían varias de ellas lateralmente por medio de correas o
anillas, origen del cuaderno, la actual forma de libro.
Sobre la superficie humedecida de la tableta trazaban con un estilete los dibujos
lineales, que seguían un orden descendente, de arriba a abajo. Pronto apareció la
escritura cuneiforme, consistente en grupos de signos con rayas de forma de cuña
formando un cuadrado, que sustituían a los primitivos dibujos lineales y tenían una
función de ideogramas o fonogramas. El escriba imprimía los caracteres cuneiformes
en la superficie de la tableta con una caña de base triangular que luego inclinaba. Si
cometía un error, borraba el signo, dejando la superficie plana.
Cuando había llenado el anverso, continuaba escribiendo por el reverso. Al final
ponía el colofón, en el que figuraba el título de la obra, constituido por las palabras
iniciales, costumbre que se hizo milenaria y aún perdura en las encíclicas papales.
Podía añadir el nombre del propietario de la tableta y el del escriba e incluso
consignaba, si procedía de una copia, el estado del original más la indicación de que
el texto se había cotejado cuidadosamente. Acababa con la fecha y advertencias para
su conservación, así como maldiciones para los que las robaran, rompieran,
humedecieran o cambiaran el nombre del autor o propietario.
Las tabletas se endurecían, como los adobes, secándolas al sol. Sólo en casos
ocasionales, cuando el documento tenía importancia y para asegurar su pervivencia,
se cocían en un homo, como ladrillos, pero quedaba inutilizada la arcilla para nuevos
usos. También emplearon, en vez de las tabletas, figuras geométricas, como cilindros,
prismas o conos. Las inscripciones reales o de gran valor para la sociedad, se
grababan con los instrumentos apropiados en materiales duros, mármol o diorita. Por
una ironía del destino, el asalto y consiguiente destrucción de las ciudades abrasadas
por las llamas ha favorecido la conservación de las tabletas endurecidas por el
incendio, cuyo número se aproxima al millón y sigue creciendo por las excavaciones
que no cesan. Hay colecciones de tabletas en bastantes museos, especialmente en
Londres, París, Berlín, Estambul y Bagdad.
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pues terminaron siendo los depositarios del saber religioso y científico y ejerciendo
profesiones intelectuales, como el sacerdocio, la medicina, la magia, la ingeniería y la
docencia, e igualmente funciones burocráticas de administradores y secretarios.
A ellos se debe la configuración religiosa, política y administrativa de la sociedad
mesopotámica, cuya continuidad supieron mantener a través de varios milenios.
También a ellos les corresponde el mérito de la irradiación cultural mesopotámica
sobre los países limítrofes y el que las tabletas de arcilla y el sistema cuneiforme de
escritura fueran adoptados como forma del libro material por varios pueblos.
Para la formación de los escribas había escuelas, casas de las tabletas, en los
centros religiosos, donde los alumnos debían ejercitarse no sin castigos, en el manejo
de la caña, copiar deberes, aprender de memoria palabras, manejar tablas métricas,
resolver problemas matemáticos y hacer ejercicios de redacción en sumerio y en
acadio. El rey asirio Asurbanipal se mostraba orgulloso de haber recibido formación
de escriba. Fue un bibliófilo y a su biblioteca incorporó tabletas procedentes de
botines de expediciones militares y otras antiguas y valiosas que consiguió con
enviados especiales a los templos de viejas ciudades, como Nippur y Babilonia.
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y narraciones de victorias militares de los reyes y conquistas de pueblos y ciudades,
así como listas de reyes, y material para la enseñanza, como silabarios, diccionarios y
gramáticas.
Esta gran cantidad de tabletas se ha debido a la existencia de archivos, en los que
se guardaban, al resguardo de la humedad, ordenadas en estanterías de madera y
también en cestas de mimbre y jarras. Conocemos muchos, entre otros los de Lagash,
70 000 fragmentos, Nínive, 30 000, Mari, 20 000 y Ebla casi la misma cantidad. Gran
sensación causó el hallazgo del código de Hammurabi, rey amorita entre los siglos
dieciocho y diecisiete, grabado en una estela de diorita negra encontrada en Susa,
capital del Elam, a donde había sido llevada como botín de guerra por los elamitas en
el siglo doce. No es el primer código, ni el último. En ellos se regulaban los derechos
y deberes de las personas, se anunciaban los castigos por las infracciones y se
protegía especialmente a los huérfanos y a las viudas.
Se conservan bastantes textos literarios, algunos mitológicos, como Enuma elis,
«Cuando en lo alto», que se recitaba en las ceremonias religiosas de Babilonia,
Descenso y retorno de Istar, explicación de la muerte en la naturaleza que llega con
el invierno y la resurrección que trae la primavera. También plegarias buscando la
protección de los dioses, entre las que destacan el himno dirigido a la diosa Istar y el
destinado al rey Shusin, que se recitaba anualmente con motivo de la boda real con
una sacerdotisa; lamentaciones, como las de un primitivo Job, víctima de todas las
desgracias; obras sapienciales, expresadas en proverbios, máximas, adagios, juegos
de palabras y paradojas, fábulas protagonizadas por animales y debates en los que dos
objetos o dos conceptos discuten sobre sus cualidades y los beneficios que producen.
Muy famoso es el Poema de Gilgamés, un rey sumerio de Uruk mitificado,
descubierto primeramente en la biblioteca del rey Asurbanipal, en el que se encontró
una descripción del Diluvio. Exalta la amistad, el amor y la aventura, pero también la
debilidad del hombre frente a los dioses y la inutilidad de la rebeldía contra el
destino.
Los mesopotámicos eran grandes observadores, estudiaban la repetición de los
fenómenos, los consignaban y llegaron a confeccionar amplios repertorios usados por
astrólogos, arúspices y magos. También recopilaron conocimientos médicos y
establecieron cuadros clínicos, diagnósticos y pronósticos, así como la terapéutica
adecuada, en la que se incluían los encantamientos del mago, equivalente al
psiquiatra, junto a los remedios propiamente médicos.
Avanzaron mucho en los conocimientos matemáticos, dieron a las cifras un valor
posicional y utilizaron la base sexagesimal, aunque conocieron y usaron en menor
grado la decimal. Dividieron el día en doce horas, no en veinticuatro, la hora en
sesenta minutos y el minuto teóricamente en sesenta segundos. Utilizaron tablas para
el cálculo rápido y colecciones de problemas, hechas con fines didácticos.
En su literatura faltan la poesía lírica profana, la dramática y la narrativa, así
como tratados teóricos y especulativos. No obstante, tuvo que haber una poesía lírica
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profana, recitada en los palacios reales y en las residencias de los nobles,
normalmente con acompañamiento musical. También debió de existir una poesía y
canción populares que entonarían los barqueros en los ríos, los camelleros en las
caravanas e incluso los campesinos labrando sus campos. Sin embargo, no fueron
transcritas. El pueblo podía disfrutar de las procesiones religiosas, aparatosas y
brillantes, que acompañaba con cantos. El libro escrito, como en todas las literaturas
primitivas, tenía una función ancilar porque el protagonismo le correspondió al libro
oral.
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