LABORAL

Y las agencias de
colocaciones, ¡para qué!
L
a contratación de personal puede convertirse en una experien- Gloria Arévalo Guerrero
cia amarga o infructuosa, por eso las tribulaciones de Tiburcio
resultan aleccionadoras para, en este caso, sí experimentar en
cabeza ajena los problemas para contratar personal.

Ilustración: Luis Pombo.

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Don Tiburcio y las agencias
de colocaciones
Yo soy Tiburcio Gómez y me dedico a la
fabricación de ropa, comencé como mu-
chos otros con un pequeño taller que
poco a poco fue creciendo y así comenza-
mos a fabricar uniformes que nos piden
las empresas, y también las escuelas.
Como decía, el negocio fue creciendo
poco a poco y también mis problemas; al
principio yo compraba la tela, supervisa-
ba la producción, tomaba los pedidos, los
entregaba, cobraba, etcétera. Pero llegó
el momento en que necesité una perso-
na que me ayudara, sobre todo, en la pe-
queña oficina que tuvimos que acondi-
cionar, y es ahí donde comenzaron mis
mayores problemas, ya que en principio
tenía que contratar una persona que su-
piera hacer cosas que yo no sabía hacer.
Cuando contrataba trabajadores para la
producción no tenía muchos problemas
porque yo sé hacer ese trabajo, pero de
oficina, qué voy a saber yo de oficinas y
de esas cosas, ya que siempre he traba-
jado, pero produciendo ropa, en oficinas
nada.
Voy a contar cómo resolví mi proble-
ma. Resulta que un día me encontré a
una vecina, que sí sabe de todas esas co-
sas, es muy inteligente y además ha es-
tudiado mucho, y platicando me dijo:
Hay agencias de colocación de trabajadores
que no te cobran, algunas otras te cobrarán sólo una
pequeña cuota limitada (hasta 10 salarios mínimos),
y otras que sí cobran más
—Qué tal don Tiburcio, ¿cómo ha es-
tado?
—Bien doña Camilita, de salud me
encuentro bien.
—¿Como le va con su changarro?
—Pues ahí sí he tenido algunos pro-
blemas.
—¿Qué tipo de problemas?, ya que
según recuerdo estaba funcionando muy
bien.
—Sí funciona muy bien, tanto, que
tuve que contratar una persona que me
ayudara con todos los líos de la oficina,
porque usted sabe que a mí me gusta
trabajar, y lo hago bien, pero esas co-
sas administrativas nomás no se me dan.
Eso de tomar pedidos, hacer facturas,
nóminas y muchas cosas que me pide el
contador, que nomás ya no podía.
—Pues eso está bien, así usted se de-
dica sólo a la producción, y le deja lo
demás a los que saben.
—Pues eso es lo que yo pensé, pero
fíjese que mi mujer me mandó a una
hija de su comadre, que según era se-
cretaria y además estaba estudiando
contabilidad, pero la verdad no sabía
ni contestar el teléfono, creo que yo lo
hacía mejor que ella. Se la pasaba todo
el tiempo leyendo sus revistas de esas
que traen puros chismes de los artis-
tas, y cuando le preguntaba quién había
llamado, no entendía ni lo que ella mis-
ma había escrito y ya se imaginará todo
lo demás, los clientes me llamaban para
quejarse de las facturas que les manda-
ba, además de faltas de ortografía, con-
fundía las ventas de un cliente con las
de otro. Me ocasionó tal desorden que no
quiero ni acordarme y además me mos-
tró documentos de sus supuestos estu-
dios que resultaron falsos.
—¿Y usted qué hizo?
—Pues nada, la tuve que despedir
y no duró ni un mes en el trabajo, afor-
tunadamente consulté con un amigo
que es abogado y me dijo que si me ha-
bía engañado con aptitudes o estudios
que en realidad no tenía podía despedir-
la sin ninguna responsabilidad, siempre
que fuera dentro de los treinta días si-
guientes a su contratación. Y así lo hice,
y de esa forma me liberé de pagarle una
indemnización, que hubiera sido terri-
ble, ya que ella fue la que me engañó al
contratarla.
—¿Pero ya contrató otra?
—Sí, pero también ya la despedí.
—¿Cómo que ya la despidió? ¿Qué
pasó?
—Pues fíjese que después de la expe-
riencia con la recomendada, decidí poner
un anuncio en el periódico buscando una
persona preparada y con experiencia.
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Si requiere más información del
Reglamento de Agencias de Colocación
de Trabajadores consulte en Internet
la página www.emprefiscal.com.mx y
busque el reglamento que fue publicado
el 3 de marzo de 2006 en el Diario Oficial
de la Federación.
—Eso debió funcionar mejor, su-
pongo.
—Pues no, yo solicité una persona
que además de contestar el teléfono su-
piera manejar la computadora, porque
me dicen que puedo recibir pedidos por
Internet, y como usted comprenderá yo
no sé manejar esas máquinas, así es que
buscaba alguien que sí supiera.
—¿Y qué pasó después?
—Contraté una señorita que me dijo
que sabía hacer todo eso, además, por
cierto, estaba de muy buen ver.
—Entonces la contrató por bonita.
—Bueno, eso le causa buena imagen
a los clientes, ¿no cree usted? Pero ade-
más de eso me dijo que estaba muy pre-
parada y que sabía todo el movimiento de
una oficina, así que la contraté.
—¿Pero entonces qué pasó?
—Que no sabía nada de lo que había
dicho, con decirle que no pudo ni prender
la computadora. Esa máquina que tuve que
comprar “dizque” para facilitar el trabajo,
quedó tal como me la entregaron porque
nadie sabe cómo hacerla funcionar.
—¿Y qué pasó con su empleada?
—La tuve que despedir también
porque no sabía lo que me había di-
cho, según ella había estudiado en quién
sabe qué universidad, pero nunca me
mostró documentos, no lo pudo compro-
bar, así que me quedé como al principio,
yo solo con todo ese trabajo.
—¿Y qué piensa hacer ahora?
—La verdad ya no sé qué hacer; como
se dará cuenta yo no sirvo para contratar
personal, con eso que yo no conozco nada
de cosas de administración, cómo voy a
saber contratar a una persona que sepa
hacer lo que yo no sé. ¿Cómo le hago un
examen si yo mismo no sé lo que debiera
saber la persona que necesito?
—Pues sí que tiene un verdadero pro-
blema. ¿No ha pensado en solicitar su per-
sonal a una agencia de colocación?
—¿Una qué…?
—Una agencia de colocación de tra-
bajadores.
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—¿No será lo mismo que con el pe-
riódico?
—No, en la agencia le pueden ayudar a
encontrar el personal que usted necesita.
—Pero en esos lugares engañan a la
gente, les cobran dinero por colocarlos y
luego sólo se van y los dejan peor que al
principio, sin trabajo y sin el dinero que
les cobraron.
—No es así, fíjese que esa activi-
dad está regulada y quienes quieran po-
ner una agencia de colocación debe tener
autorización para hacerlo, y cumplir con
determinados requisitos que están mar-
cados en el Reglamento de Agencias de
Colocación de Trabajadores.
—¿Y eso será muy caro?
—Hay agencias de colocación de tra-
bajadores que no le cobran, como las que
el propio gobierno maneja, algunas otras
le cobrarán sólo una pequeña cuota que
es con lo que ellos operan y le llaman
cuota de recuperación, que por cierto
está limitada, no pueden cobrar más de
10 salarios mínimos; y otras agencias que
sí cobran más, pero las cuotas también
están controladas porque las tienen que
informar al registrarse.
—Eso está bien, pero, ¿cómo le hago
para aplicar el examen ese que le dicen
psicométrico?
—En la misma agencia se lo aplican,
ellos le solicitarán también los documen-
tos que avalan los estudios que realiza-
ron, usted no tiene que hacerlo.
—Eso me gusta, porque como le de-
cía, yo no sé ni qué preguntarles. ¿Tam-
bién me podrán conseguir cortadores y
costureras?
—Claro, usted solicita los emplea-
dos que necesita y ellos se los consiguen,
a eso se dedican las agencias de colo-
cación.
—Pensaba que sólo podían conse-
guir empleados de alto nivel, como ejecu-
tivos.
El reglamento de Agencias de Colocación
de Trabajadores es aplicable en todo el
territorio nacional y es vigente desde
el 7 de marzo de 2006 y abroga al del
noviembre de 1982.
Las agencias de colocación deben
proporcionar semestralmente la
información sobre su participación
en el mercado de trabajo ante la STPS.
—No, ellos ponen en contacto a traba-
jadores que buscan empleo con las perso-
nas que los solicitan. Es más, las agencias
de colocación tienen prohibido hacer dis-
tinciones por capacidad económica, edad,
sexo, discapacidad o cualquier otra, deben
tratar a todos por igual y, de no hacerlo, les
pueden imponer una multa.
—¿Cómo sabe usted eso?
—Pues lo contempla el reglamento
que le decía.
—Y usted cree que van a ir buenos
trabajadores a esos lugares, pues si están
sin empleo no tendrán para pagar lo que
les cobren.
—A los trabajadores no les deben co-
brar absolutamente nada, según el regla-
mento a ellos no se les debe cobrar, en
dado caso serán quienes los contraten los
que paguen la cuota.
—Ya me convenció, voy a ir a buscar
la persona que necesito a esos lugares.
—Claro que sí y verá que consigue a
alguien capaz que le ayude en su oficina.
Y no se olvide del contrato de trabajo.
—¿Cómo que el contrato de trabajo?
Yo quiero una empleada para la oficina,
no un obrero.
—Los empleados de oficina también
son trabajadores y lo más conveniente
es que se elabore el contrato de trabajo
para que en él se señalen tanto las obli-
gaciones del trabajador como las suyas
como patrón.
—Ahora sí me lo pone difícil, ¿y ten-
dré que darlo de alta ante el Seguro So-
cial y todo eso?
—Claro que sí, ya que es trabajador y
tiene derecho a esas prestaciones.
—Me va a salir rete caro, yo pensé
que podía contratarlo sólo así.
—No, al ser trabajadores tienen dere-
cho a todo eso.
—Tiene razón, una vez que consiga a
la persona le pediré a mi contador que
haga todos los trámites.
Y así fue como acudí a las agencias
de colocación de trabajadores; yo sólo
les dije qué necesitaba y ellos se encar-
garon de conseguirlo. Ahora sólo me
preocupo por tratar con los clientes por-
que ya tengo empleados que me ayudan
en todo lo demás.
Nuestra autora:
Gloria Arévalo Guerrero es licenciada en contaduría y especialista
en materia fiscal por la UNAM. Consultora empresarial.