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SALA CONSTITUCIONAL

MAGISTRADO-PONENTE: JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO

El 6 de marzo de 2001, el Juzgado Superior en lo Civil, Mercantil, del Tránsito y del


Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Barinas, declaró sin lugar la acción de amparo
constitucional ejercida por el ciudadano JOSÉ MANUEL BERRIOS SUÁREZ, titular de la cédula
de identidad N° 10.555.077, asistido por la abogada ADONAY SOLÍS MEJÍAS, inscrita en el
Inpreabogado bajo el N° 37.417, en contra de la sentencia dictada el 8 de enero de 2001, por el
Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo Civil y Mercantil de la Circunscripción Judicial del
Estado Barinas.

El 26 de marzo de 2001, se dio cuenta en esta Sala del recibo del expediente, en virtud
de la apelación pura y simple realizada por el ciudadano José Manuel Berrios, de conformidad
con el artículo 35 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, y
se designó como ponente al Magistrado que, con tal carácter suscribe la presente decisión.

DE LA ACCIÓN DE AMPARO

Los hechos y fundamentos que dieron lugar a la interposición de la acción de amparo,


fueron los siguientes:

Que, en el juicio que por desalojo siguieron los ciudadanos Celestino Rivera Fernández e
Irene Rocío Guzmán Rodríguez en contra del ciudadano José Manuel Berrios Suárez ante el
Juzgado Segundo del Municipio Barinas de la Circunscripción Judicial del Estado Barinas, y del
cual conoció en alzada el Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo Civil y Mercantil de la
misma Circunscripción Judicial, se dictó sentencia que declaró la procedencia del desalojo, y se
habrían cometido violaciones a las garantías y derechos constitucionales del debido proceso,
derecho a la defensa, derecho de petición y derecho del trabajo del accionante, hoy apelante.
Que, el tribunal accionado “...incurre en ofensivo y grosero abuso de poder, al decidir
con arreglo a excepciones no alegadas ni probadas por la parte actora y suplirle de oficio
defensas que no opuso. Efectivamente, como ha quedado demostrado, la actora demandó el
desalojo de UNA CASA PARA HABITACIÓN FAMILIAR, Y NO DE UN LOCAL COMERCIAL, pero la
juez de alzada considera, que tal circunstancia carece de importancia y que da lo mismo que la
actora hubiese solicitado el desalojo del Taj-Mahal, del Palacio Federal Legislativo o de la Plaza
Bolívar de Barinas, pues ello fue un ‘simple error material’ y que en realidad lo que siempre
quiso la actora fue el desalojo de mi local comercial...”. Así, argumenta que la decisión dictada
por el juez de primera instancia que conoció en alzada la apelación “...no es óbice para que el
juez, sacando elementos de convicción fuera de autos y supliendo defensas no esgrimidas,
concluya cuál fue la intención de la actora al proponer su demanda y transfiera los efectos de la
sentencia sobre un bien que no fue objeto del juicio, con lo que me violó la garantía del debido
proceso...”.

Que, “...si me hubiese demandado para el desalojo de mi local comercial, hubiese nacido
para mi la necesidad de probar que no poseo dicho local en calidad de arrendatario, sino que
lo poseo desde hace más de veinte años de manera legítima, pero al no haber sido ese el objeto
de la demanda incoada en mi contra, no nacía para mí tal carga procesal...”.

Que, es por ello que con la sentencia accionada se le viola su derecho al trabajo, por
cuanto se le cerraría la única fuente de trabajo con la que cuenta, por lo tanto, solicita sea
anulada la decisión del 8 de enero de 2001 emanada del Juzgado Segundo de Primera Instancia
en lo Civil y Mercantil de la Circunscripción Judicial del Estado Barinas, y se reponga el juicio al
estado de dictar nueva sentencia de fondo.

DE LA DECISIÓN APELADA

La decisión del 6 de marzo de 2001, emanada del Juzgado Superior en lo Civil,


Mercantil, del Tránsito y del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Barinas,
que declaró sin lugar la acción de amparo constitucional, se fundamentó en las
siguientes consideraciones:

Que, “...el artículo 506 del Código de Procedimiento Civil establece a las partes, la carga
de probar sus respectivas afirmaciones de hecho; por lo que no es correcto el alegato del
quejoso según el cual asegura que no nacía para él la carga procesal de probar que no poseía el
local en calidad de arrendatario, sino en la condición de poseedor por más de veinte años de
manera legítima...”. Así, sostiene que “...al juez de amparo no le es dado el tener que examinar
los elementos de juicio de la instancia, sólo debe examinar si la sentencia por sí misma viola en
forma directa algún derecho o garantía constitucional del quejoso puesto que al permitirse que
el juez de amparo excepcionalmente reexaminara el caso y nuevamente juzgara sobre los
elementos controvertidos de la acción o sobre la legalidad de la sentencia, constituiría el
establecimiento de una tercera instancia...”.
En lo concerniente a la violación del derecho constitucional de petición, considera el a
quo que dicho derecho encierra dos condiciones: la primera, referente a la oportunidad de la
respuesta “...es decir, el tiempo máximo en el que la respuesta debe ser pronunciada de
acuerdo con la ley para que dicha respuesta produzca sus efectos y no más allá del momento
debido”, y la segunda, referente a la adecuación de la respuesta al contenido de la solicitud.
Señala que, “en este sentido, la respuesta debe ser congruente respecto a lo solicitado; si se
pide el desalojo, la respuesta debe acordar o negar el desalojo, pero en ningún caso podrá
referirse a la reivindicación, ni a la resolución del contrato ni a la restitución de la posesión, por
ejemplo. De modo que, la condición de ‘adecuada’ respuesta, no está relacionada con los
motivos de la misma, ni con el proceso intelectual que operó en el funcionario para producir tal
respuesta, ni con el acuerdo o negación de la misma sino en la congruencia entre lo pedido y lo
resuelto”. Por ello, estimó el a quo que el presunto agraviante no vulneró dicho derecho.

Asimismo, consideró el a quo que el presunto agraviante actuó dentro del ejercicio de la
competencia objetiva que le ha sido conferida por ley para conocer y decidir en apelación de
una sentencia dictada por una primera instancia.

Finalmente, señala el a quo que “la presunta agraviante declaró como un hecho
probado en juicio, que el inmueble al que se refiere el libelo, respecto del que efectivamente
ocupa el demandado, son uno mismo y a esta conclusión debe entendérsele como un resultado
de la actividad de juzgar, independientemente del uso que el juez haga en su sentencia de
expresiones técnicamente inadecuadas. Por ello, esta juzgadora considera que específicamente
la actividad realizada por la juez de alzada está enmarcada dentro de las atribuciones de juzgar
y que no constituye abuso de poder alguno y en consecuencia, dicha actuación no es lesiva de
los derechos constitucionales invocados por el quejoso...”.

CONSIDERACIONES PARA DECIDIR

En primer lugar, esta Sala debe determinar su competencia para conocer del presente
caso; y al efecto, al ser una apelación respecto de una sentencia dictada por un Juzgado
Superior, en primera instancia constitucional, esta Sala, ratificando los criterios expuestos en
las sentencias del 20 de enero de 2000 (casos: Emery Mata y Domingo Ramírez Monja); 14 de
marzo de 2000 (caso: Elecentro); y 8 de diciembre de 2000 (caso: Yoslena Chanchamire), se
considera competente para conocer del caso de autos, y así se declara.

Declarado lo anterior, pasa esta Sala a decidir, y al efecto ratifica una vez más, el criterio
jurisprudencial reiterado, mediante el cual se establece que la acción de amparo
constitucional, no puede ser utilizada para plantear nuevamente ante el tribunal constitucional
el asunto que ya fue resuelto mediante sentencia definitivamente firme, por lo que dicha
acción no opera como una tercera instancia.
Asimismo, en sentencia del 27 de julio de 2000 (Caso: Segucorp), la cual ha sido criterio
jurisprudencial reiterado, se señaló que:

“Para que el amparo proceda, es necesario que exista una infracción por acción
u omisión a una norma constitucional, sea esta realizada mediante desconocimiento,
mala praxis, o errada interpretación de normas legales o sub-legales, siempre que ella
enerve el goce y ejercicio pleno de un derecho constitucional.

Ahora bien, hay que distinguir entre la incorrecta aplicación de una norma, su
omisión, o los errores en su interpretación, que se refieren a su actividad y
entendimiento, de la infracción de un derecho o garantía constitucional. Estos no se
ven -en principio- vulnerados, porque la norma deja de aplicarse, se aplica mal o se
interpreta erradamente. Estos vicios, por sí mismos, no constituyen infracción
constitucional alguna, y es del ámbito del juzgamiento de los jueces, corregir los
quebrantamientos señalados, los cuales pueden producir nulidades o ser declarados sin
lugar. Cuando estos vicios se refieren a las normas de instrumentación del derecho
constitucional, en principio los derechos fundamentales no quedan enervados. La
forma como interpretan la Ley el Juez o la Administración o su subsiguiente aplicación,
puede ser errada u omisiva, pero necesariamente ello no va a dejar lesionado un
derecho o una garantía constitucional, ni va a vaciar su contenido, haciéndolo
nugatorio. Por ejemplo, en un proceso puede surgir el quebrantamiento de normas
procesales, pero ello no quiere decir que una parte ha quedado indefensa, si puede
pedir su corrección dentro de él. La Administración puede tomar erradamente una
decisión sobre unos bienes, pero esto no significa que le prive al dueño el derecho de
propiedad. Se tratará de una restricción ilegal que originará acciones del perjudicado,
pero no la de amparo, al no quedar cercenado el derecho de propiedad del dueño.

Pero cuando el tipo de vicio aludido deja sin aplicación o menoscaba un


derecho o garantía constitucional eliminándolo, y no puede ser corregido dentro de los
cauces normales, perjudicándose así la situación jurídica de alguien, se da uno de los
supuestos para que proceda el amparo, cuando de inmediato se hace necesario
restablecer la situación jurídica lesionada o amenazada de lesión. Si la inmediatez no
existe, no es necesario acudir a la vía del amparo, sino a la ordinaria, no porque el
amparo sea una vía extraordinaria, sino porque su supuesto de procedencia es la
urgencia en el restablecimiento de la situación o en el rechazo a la amenaza, y si tal
urgencia no existe, el amparo tampoco debe proceder.

Los errores de juzgamiento sobre la aplicabilidad o interpretación de las


normas legales, en principio no tienen por qué dejar sin contenido o contradecir una
norma constitucional, motivo por el cual ellos no pueden generar amparos. Lo que los
generan es cuando los errores efectivamente hagan nugatoria la Constitución, que la
infrinjan de una manera concreta y diáfana. Es decir, que el derecho o garantía
constitucional, en la forma preceptuada en la constitución, quede desconocido”.

Como ha quedado expresado en el fallo transcrito, los errores de juzgamiento no


pueden ser motivo para el ejercicio de la acción de amparo constitucional, salvo que
dicho error haga nugatoria la Constitución, infringiéndola de manera concreta y
diáfana.
Tal como se desprende de los hechos narrados en el presente caso, el accionante
lo que planteó fue su disconformidad con la interpretación que realizara el tribunal
presunto agraviante de normas de rango legal, y más que todo, por cuanto la decisión
atacada fue contraria a los planteamientos que él expusiera en esa instancia, por lo que a
través de la acción de amparo, se evidencia que el accionante pretende enervar la
actividad de juzgamiento que realizó el juez recurrido, más que imputarle de manera
directa las violaciones de derecho o garantía constitucional alguno.

Igualmente, esta Sala no encuentra violación alguna a los derechos


constitucionales alegados, específicamente, a los de la defensa y al debido proceso, toda
vez, que tal como consta en autos, el accionante estuvo presente en el proceso, participó
en él y tuvo acceso a sus actas, lo que demuestra -tal como lo consideró el a quo- que la
decisión objeto del amparo fue el resultado de un proceso judicial, en el cual le fueron
garantizados sus derechos al demandado, hoy apelante.

Por lo anterior, con vista a la jurisprudencia reiterada de este Máximo Tribunal,


y de los hechos narrados en el presente caso, esta Sala considera que la decisión del
Juzgado Superior en lo Civil, Mercantil, del Tránsito, del Trabajo y de Menores de la
Circunscripción Judicial del Estado Barinas, estuvo ajustada a derecho, y por lo tanto, la
acción de amparo ejercida era manifiestamente improcedente, y así se declara.

DECISIÓN

Por los razonamientos anteriores, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala


Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la Ley,
declara SIN LUGAR la apelación ejercida por el ciudadano JOSÉ MANUEL BERRIOS SUÁREZ,
asistido por la abogada ADONAY SOLÍS MEJÍAS, en contra de la decisión del 6 de marzo de
2001, dictada por el Juzgado Superior en lo Civil, Mercantil, del Tránsito, del Trabajo y de
Menores de la Circunscripción Judicial del Estado Barinas, que declarara sin lugar la acción de
amparo interpuesta por dicho ciudadano en contra de la decisión del 8 de enero de 2001,
dictada por el Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo Civil y Mercantil de la
Circunscripción Judicial del Estado Barinas. En consecuencia, se CONFIRMA el fallo apelado.

Publíquese y regístrese. Devuélvase el expediente. Cúmplase lo ordenado.

Dada, firmada y sellada, en el Salón de Audiencias del Tribunal Supremo de


Justicia, en Sala Constitucional, en Caracas, a los 25 días del mes de ABRIL de dos mil
dos. Años: 192º de la Independencia y 143º de la Federación.

Exp. 01-0593
JECR/

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