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Modulo 4 - Unlocked
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
CONTENIDO
. Competencias
. Introducción
5. EL NIÑO DE UN AÑO
ANEXO : Examen
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
COMPETENCIAS
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
INTRODUCCIÓN
Las transformaciones evolutivas que tienen lugar durante el primer año de vida exceden, en mucho, las
de cualquier otro período, si se excluyen las del período de gestación. “La pobre criatura recién nacida,
como un naúfrago en medio de las olas, yace desnuda sobre la tierra.” Pero en el breve lapso de un año,
el inerme bebé se yergue sobre sus dos pies y ya anda y explora y lo examina todo. Se ha convertido en
un individuo complejo, capaz de emociones diversas, de relámpagos de lucidez y de largos y tenaces
esfuerzos. Al año de edad, su personalidad y sus aptitudes diversificadas son el producto de una época
de crecimiento en extremo veloz.
Tan multiformes son estas transformaciones mentales, que resulta difícil apreciarlas en su correcta
proporción y perspectiva. Aunque sumamente rápido en la primera infancia, el proceso evolutivo no
difiere de aquellos de años ulteriores. Desde el punto de vista del proceso, el bebé avanza
psicológicamente con el mismo paso con que llegará más tarde a la niñez y a la juventud. Manifiesta, en
esencia, el mismo tipo de impulso, la misma selectiva capacidad para servirse de la experiencia y la
misma propensión a la abstracción y a la generalización, en su marcha de lo conocido a lo desconocido,
de lo familiar a lo nuevo.
Cuanto más minuciosamente se examina su conducta, más se asemeja ésta, en su dinámica, a las
elaboraciones de la mente madura. El desarrollo de la conducta vincula el incesante entretejerse de
patrones y de componentes de patrones. El organismo está continuamente haciendo cosas nuevas, pero
este “aprende” a hacerlas de una manera conocida, es decir, reincorporando en un nivel superior lo que
antes había recibido en otro inferior. La estructura de la mente se va configurando mediante una especie
de punto cruzado en espiral. Este proceso de reincorporación es el crecimiento mental. Los métodos de
crecimiento del bebé anticipan y estimulan, de este modo, los de los años ulteriores. El bebé es un
anticipo de su yo ulterior.
Las características del crecimiento mental en el niño del jardín de infancia y del parvulario son las de la
primera infancia.
Puesto que la velocidad inicial de maduración es relativamente tan grande, es natural que al primer año
de vida le correspondan cinco niveles de maduración. Estos planos señalan el período neonatal y cuatro
trimestres o cuartos, subdivididos sobre la base del mes lunar. Cinco planos adicionales hacen justicia,
de forma equivalente, a los cuatro años siguientes. Mediante el sumario de las características de la
conducta en estas edades nodales, es posible abarcar el curso del desarrollo de su continuidad
progresiva. En los sumarios se ha hecho referencia a los niveles cronológicos continuos a fin de
completar la definición y aguzar la perspectiva.
Los sumarios han sido escritos en un estilo un tanto informal, con el propósito de esbozar al niño en su
totalidad, y no fragmentos aislados de su conducta. Para hacer la comparación más fácil y exponer los
hilos conductores del desarrollo, cada caracterización trae una consideración por separado de los cuatro
campos principales de la conducta, a saber: 1) características motrices, 2) conducta adaptativa, 3)
lenguaje, y 4) conducta personal-social.
Esta disposición, como ya se dijo, permite la confrontación cruzada entre una edad y otra, en cualquiera
de los campos de la conducta que se elija. Se combinan, con ella, las ventajas de un doble examen
longitudinal y transversal. La caracterización total de los niveles cronológicos forma una figura
transversal. Pero cualquier campo dado de la conducta puede seguirse sucesivamente, de una edad a
otra, mediante una lectura selectiva. Puede suceder que el lector estudioso desee leer dos veces estos
sumarios: primero, siguiendo la guía cronológica, tal como se ha dispuesto en el texto; luego, por
campos de conducta, leyendo primero todas las secciones correspondientes a las características
motrices y luego las correspondientes a los otros tres campos.
El propósito principal de estos esquemáticos sumarios es brindar una visión panorámica de todo el
período preescolar, lo cual no impide, sin embargo, que los esquemas también puedan ser empleados
con propósitos prácticos y clínicos. Los sumarios se convierten así en puntos de referencia para estimar
la madurez de la conducta observada en niños de edad preescolar y niños atrasados, con un retraso
general o parcial en los niveles preescolares. Se puede llegar a una estimación aproximada por el simple
método de la mejor correspondencia. Una vez registrado el cuadro de la conducta de un niño dado, se
coteja con cualquiera de los esquemas cronológicos disponibles. Después de dos o más
confrontaciones, el examinador ya está en condiciones de establecer que esquema corresponde mejor,
total o parcialmente, al cuadro de la conducta estudiada. Sólo resta, después, realizar una estimulación
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
comparativa aproximada, que estará por arriba o por debajo de la edad nodal escogida como la más
apropiada.
Aunque sean una suma de hechos, estas reseñas son algo más que meros inventarios. Son
caracterizaciones de la madurez. Confiamos en que el lector podrá, con su ayuda, formarse una imagen
orgánica del niño como unidad viviente, aun cuando éste haya debido ser retratado como tipo un tanto
generalizado. A medida que la mente crece, más bien que de tamaño, cambia de forma; en su
configuración, siempre es personalista y orgánica. En la siguiente serie de esquemas no deben buscarse
incrementos lineales de una sola función intelectual, sino los modos progresivos de madurez. Tampoco
deben buscarse absolutos estáticos; en el crecimiento mental, nada es, todo deviene.
De todos los seres, es el hombre el que se encuentra más desvalido al nacer. En cierto sentido, podría
decirse que no ha nacido completamente hasta las cuatro semanas de vida. Es necesario este tiempo
para que pueda realizar un ajuste fisiológico activo con el medio posnatal. Aun así, todavía puede haber
signos de una organización algo precaria en su despertar caprichoso, sus reacciones sobresaltadas, y la
respiración irregular, así como también en sus estornudos, sofocaciones y propensión a la regurgitación
o vómito a la menor provocación.
Esta “inestabilidad” es relativamente normal a esta tierna edad, debido a que la red vegetativa del
sistema nervioso todavía no se halla completamente organizada.
Frecuentemente, el neonato parece hallarse en una especie de zona intermedia entre el sueño y la
vigilia. Está casi dormido. Parece como si el sueño fuese un modo de conducta en extremo complicado y
el ritmo del sueño y el de la vigilia necesitaran cierto tiempo para definirse claramente. Y en verdad,
crece tan rápido en todos los campos de la conducta, que de un día a otro ya aparecen variaciones y
fluctuaciones. Tampoco se ajusta a un programa fijo en sus actividades y deseos espontáneos, y
también se halla mal preparado para una rutina demasiada rígida.
Sin embargo, las características de la conducta del niño de cuatro semanas no son, de ningún modo,
caóticas o amorfas. Por el contrario, encajan perfectamente en una serie genética. El siguiente sumario
muestra claramente como los patrones de las cuatro semanas están evolutivamente relacionados, por un
lado, con los del período fetal, y por el otro, con los del bebé de dieciséis semanas.
Características motrices
A las cuatro semanas, cuando está despierto, el bebé yace sobre la espalda, por lo común con la cabeza
vuelta hacia un lado preferido. Sólo momentáneamente la coloca en su posición media. Casi
invariablemente tiene extendido el brazo del lado hacia el cual ha girado la cabeza. El otro brazo lo
flexiona, dejando descansar la mano sobre o cerca de la región céfalo-torácica. Esta combinación de
cabeza desviada, un brazo extendido y el otro flexionado es lo que se llama “actitud de reflejo-tónico-
cervical” (RTC) que domina la vigilia del bebé durante unas doce semanas.
A veces el bebé de cuatro semanas prorrumpe en reacciones bruscas, enderezando momentáneamente
la cabeza y extendiendo las cuatro extremidades. Otras veces agita el aire con movimientos de molinete,
más o menos simétricos, de los brazos. Pero la actitud asimétrica de RTC es la base de la mayor parte
de su conducta postural. Y en verdad, RTC es parte del plan fundamental del sistema total de
reacciones. Ya se había hecho parcialmente presente en el periodo prenatal, ayudando al feto a
acomodarse al contorno de la cavidad uterina. A las dieciséis semanas cede el lugar a modos de
conducta más simétricos, desempeñando el papel de una precondición para el crecimiento de estos
últimos modos.
Conducta adaptativa
Los músculos más activos y eficientes son, a las cuatro semanas, los de la boca y los de los ojos. El más
ligero toque en la región de la boca hará que se cierren los labios y luego se frunzan; la criatura también
hará con la cabeza ademán de buscar algo, especialmente si tiene hambre. Reflexivo, deliberado o
consciente, esto representa una forma de conducta adaptativa. La capacidad de mamar y de deglutir ya
la tenía aun antes del nacimiento.
El control sobre los doce pequeños músculos que mueven y fijan los globos de los ojos se va haciendo
mayor durante el periodo neonatal. Al bebé de cuatro semanas le complace permanecer con la vista
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inmóvil durante largos ratos, como en una especie de éxtasis. Ociosamente contempla, por separado, las
masas de grandes dimensiones, como las ventanas, los techos, las personas, etc.
Su campo visual se halla delimitado por la actitud postural de RTC. Por consiguiente, no hace caso de un
anillo suspendido en el plano medio; pero si se desplaza el anillo lentamente dentro de su campo visual,
lo sigue con un movimiento combinado de ojos y cabeza, a través de un pequeño arco de menos de 90°.
A las dieciséis semanas “ase” el anillo prestamente con los músculos de los ojos, que trabajan ahora con
mayor independencia de la cabeza en la persecución del objeto en movimiento.
Sin embargo, la capacidad de “asir” de los ojos supera, a las cuatro semanas, la de las manos. La
aprehensión ocular precede a la prensión manual. Por lo general, ambas manos se encuentran cerradas
(aun estando abiertos los ojos). No hay ademán de asir las cosas. Y sin embargo, la formación de
patrones de presión ya está muy adelantada, pues si tocamos la mano del niño (con el mango de un
sonajero) aumenta la actividad del brazo y la mano se cierra o se abre.
Lenguaje
El niño de cuatro semanas presta gran atención a los sonidos. Si se hace sonar una campanilla mientras
se encuentra ocupado con su actividad postural, ésta cesa enseguida. Se trata aquí de un patrón de
conducta significativo, una especie de fijación auditiva o “contemplación” del sonido. Con el tiempo, la
percepción del sonido se volverá discriminadora para las cosas: oirá el ruido de pasos y lo comprenderá.
Y un poco más tarde todavía, escuchará y comprenderá el sonido de las palabras.
Salvo para el llanto, casi no efectúa articulación ninguna. El carácter y la intensidad del llanto varían
según las causas y circunstancias. Sus vocalizaciones son pobres y faltas de expresión, pero mira y
produce ruiditos guturales, precursores del balbuceo.
Conducta personal-social
A las cuatro semanas el niño fija la vista transitoriamente en el rostro que se inclina dentro de su campo
visual. Su actividad facial puede ablandarse y aun iluminarse ante el contacto social, pero una mirada
breve y atenta es el principal signo de reacción “social”. Puede realizar, también, una respuesta
comparable a la voz humana. Tiende a calmarse cuando lo alzan, y lo mismo si está calentito y bien
arropado. Probablemente experimente una oscura sensación de seguridad al ser sostenido por una
mano firme y tranquila. Este tipo de repuesta táctil y sensación de protección debe asentarse como un
precoz elemento genético de valor social.
RASGOS EVOLUTIVOS
El comportamiento del niño ofrece siempre rasgos evolutivos: tiene un pasado y está encaminado al
futuro. Las características del comportamiento de las cuatro semanas se hacen más significativas si
echamos una mirada atrás, en dirección a sus comienzos y luego adelante, hacia el nivel de las dieciséis
semanas.
Gran parte de la conducta del recién nacido (del nacimiento a las cuatro semanas) recuerda los primeros
estados fetales. El recién nacido no se encuentra completamente preparado para las exigencias de la
vida posnatal; de aquí sus ineptitudes fisiológicas. La respiración puede ser irregular y la
termorregulación poco firme. El control y dirección del peristaltismo y deglución son precarios. Se
sobresalta, llora, estornuda, al más leve estimulo. Sus umbrales son bajos e inconstantes.
Por tales razones su comportamiento parece vacilante e incompleto. No es capaz de la sostenida
adecuación postural que supone una duradera atención. La tensión motriz es parcial, fugaz y migratoria.
Su vigilia aún no se diferencia claramente del sueño, y los ritmos de actividad y reposo están
pobremente deslindados, muchas de sus actividades parecen esporádicas.
El organismo se fatiga rápidamente debido a su falta de madurez y al enorme esfuerzo que debe realizar
para lograr las correlaciones de y entre sus vísceras y mecanismos sensorio-motrices. Llanto,
somnolencia, irritabilidad, malhumor, reflejan las dificultades infantiles. De ahí que el recién nacido
aprecie tanto el bienestar, suave y tibio, de sus envolturas y mantas que reviven en él hábitos de la vida
fetal.
Algunos de sus comportamientos rememoran los orígenes de la especie. Hace bruscos movimientos y
contrae los puños en forma que recuerda la presión y pendulación arbórea.
Durante ocho semanas conserva los dedos fuertemente apretados en las horas de vigilia, solamente
cuando se hace mayor comienza a relajarlos, pero todavía a las doce semanas están los doce dedos
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laxamente flexionados. Entre dieciséis y veinte semanas asistimos al comienzo de un nuevo tipo de
prensión, prensión verdadera, autodirigida, bajo el control visual y táctil.
La presión surge de la postura. Implica una focalización de la misma y una coordinación de ojos y
manos.
El reflejo tónico-cervical, actitud de las más constantes en las doce primeras semanas de la vida
posnatal, prepara, literalmente, el camino de la prensión.
Durante gran parte de su vida de vigilia el niño de cuatro semanas descansa en una actitud que recuerda
a la de un esgrimista: cabeza girada hacia un costado, un brazo extendido en la misma dirección, y el
otro tónicamente flexionado a la altura del hombro. Esta actitud promueve y canaliza la fijación visual
sobre la mano extendida. Por etapas graduales conduce a la inspección de la mano, a la activa
aproximación de ella a un objeto, y a la manipulación de dicho objeto.
A las cuatro semanas el niño deja caer, casi inmediatamente el sonajero que se le coloca en la palma de
la mano, en tanto que a las ocho semanas lo retiene durante un rato y a las doce semanas lo sostiene y
mira. A las dieciséis semanas lo observa prolongadamente y a las veinte semanas puede realizar una
aproximación bimanual y asirlo bajo el control de la mirada.
El reflejo-tónico-cervical demuestra, con ello, no constituir una actitud estereotipada sino una suerte de
matriz, de armazón, para el crecimiento de los modos de conducta.
Los progresos del control óculo-motriz y postural se revelan en la amplitud y agudeza de la atención. A
las cuatro semanas atiende mediante una reacción total de su cuerpo. Responde al sonido de la
campanilla con una reducción general de la actividad. Escucha pasivamente. Análogamente, el
estómago lleno atrae también su atención. Presenta una gran limitación en la posibilidad de expresar
estados de humor y las necesidades específicas, si es que en verdad los tiene. Su conducta expresiva,
como su comportamiento sensorio-perceptivo, presenta un carácter generalizado. Pero, a medida que
madura, sus respuestas se hacen cada vez más selectivas. El semblante impasible de las cuatro
semanas desaparece. La expresión se hace más vivaz y hacia las ocho semanas contempla el mundo
que le rodea en forma más directa y discriminadora. Sus ojos pueden tocar un objeto, al igual que la
mano del examinador.
También su conducta social se hace más discriminadora. A las cuatro semanas reacciona a un estímulo
social mediante reducción general de la actividad corporal. A las ocho semanas su cara se anima, a las
doce semanas puede emitir sonidos en respuesta al estímulo y a las dieciséis semanas inicia la relación
social. Estas señales registran el crecimiento personal-social y una progresiva organización neuro-motriz.
Aun cuando el recién nacido exhibe características que recuerdan al feto, la mayor parte de la conducta
de un niño de cuatro semanas tiene referencias ulteriores: se dirige a cierta meta. Se organiza y elabora
tan rápidamente que a las dieciséis semanas aparece introduciéndose en el medio. Así, en el nivel de
madurez inmediato-dieciséis semanas-disfruta cuando lo alzan y puede observar el mundo en que se
está introduciendo. El proceso de adaptación cultural-social ha comenzado.
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Figura 4. Los ojos siguen al aro hacia el plano medio. Figura 5. La mano se cierra al contacto.
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Figura 10. Suspendido en posición ventral, la cabeza Figura 11. Rotación de la cabeza, arrodillamiento,
cuelga. movimiento de arrastre.
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A las cuatro semanas de edad el período neonatal está llegando a su fin. Con cada nueva semana el
niño avanza mas profundamente en el medio doméstico. A las dieciséis semanas ya comienza a
evadirse gradualmente del abrigado contorno de su cuna. Sus períodos de vigilia son más largos y mejor
definidos. Incluso puede alborotar en demanda de atención social. Los rasgos de individualidad se tornan
más evidentes y surgen los primeros conflictos originados por presiones excesivas o inoportunas del
medio. Su incorporación cultural ya está muy avanzada.
Las transiciones evolutivas rara vez son repentinas. Las dieciséis semanas marcan, sin embargo, un
punto decisivo en el desarrollo. Ellas inauguran un período de rápida organización cortical con las
consiguientes transformaciones y con nuevas correlaciones de la conducta sensorio-motriz,
especialmente de la coordinación de reacciones oculares y manuales.
Características motrices
El RTC empieza a perder su preponderancia. La cabeza, más móvil, ocupa con más frecuencia el plano
medio. Y lo mismo brazos y manos, ya que sus movimientos se encuentran, en gran parte,
correlacionados con la posición de la cabeza y los ojos e incluso bajo su control.
Los seis pares de músculos fototrópicos de los ojos han progresado enormemente en las últimas doce
semanas, debido a una creciente red de conexiones neurales. Pequeños como son, empiezan a ser
obedecidos, sin embargo, por los músculos mucho mayores de la postura y la prensión. En
consecuencia, un anillo colgado delante de la vista del niño determina un movimiento general de
acercamiento incipiente, en el que están comprendidos la cabeza, los hombros y los brazos.
Aunque las piernas y los pies se encuentran en situación muy subsidiaria, ya existen anticipos de sus
futuros deberes.
Cuando se sostiene al niño en la posición erguida, extiende las piernas reiteradamente, soportando una
fracción de su peso.
La musculatura del tronco se halla en vías de organización. Le complace sentarse apoyado en la
almohada y levantar la cabeza, que ya no necesita sostén. Le gusta mirar adaptativamente a su
alrededor. Digamos de paso que éste es un buen ejemplo de cómo un solo rasgo de la conducta (control
de la cabeza) puede tener una doble significación. Motriz y adaptativa.
Conducta adaptativa
El RTC, ahora en vías de desaparición, sirvió, durante su primacía, para canalizar los pasajes de la
atención visual. Por etapas graduales llevó, de una fijación difusa y fugaz sobre el brazo extendido, a la
prolongada inspección de la mano. A las dieciséis semanas el niño mira atentamente su sonajero.
Las manos pronto estarán listas (gracias a la incesante formación de patrones de las redes naturales)
para asir el sonajero ante el estimulo visual; Aun ahora su mano libre se acerca al sonajero como si
estuviera atareada en su manipulación.
Comparada con su primitiva contemplación de la ventana a las cuatro semanas, su capacidad perceptual
ha progresado prodigiosamente. Si se tiene al niño en la falda, lanza ojeadas periódicas a un cubo
situado delante de él, sobre la mesa, puede distinguir, incluso, una bolita de 8 mm de diámetro. No sólo
dedica miradas de preferencia a su propia mano, sino también a la mano protectora del adulto.
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Lenguaje
El bebé de dieciséis semanas barbulla, cloquea, runrunea, hace gorgoritos y ríe. Estos son los productos
fundamentales del aparato oral y respiratorio que permitirán, finalmente, el habla articulada. En el variado
juego vocal que caracteriza a los meses subsiguientes se harán presentes otros usos mas refinados de
este aparato.
A las dieciséis semanas, sin embargo, el bebé no se halla completamente engolfado en sus primitivas
vocalizaciones. Al oír un ruido familiar, gira la cabeza, pero es aún más significativa la atención que
presta a la voz humana.
Conducta personal-social
El rostro, las manos y la voz de la madre se hallan ya dentro de la perspectiva del niño de dieciséis
semanas. “Reconoce” a la madre y a otros familiares que lo atienden, con múltiples manifestaciones
inarticuladas pero correspondientes a otros tantos patrones bien precisos, establecidos a través de la
alimentación, el baño, el vestido y las expresiones de cariño. Es capaz de sonreír vivamente al contacto
social y de ponerse serio a la vista de un extraño.
Le encanta la posición sedente. Sus ojos se iluminan, el pulso se torna mas fuerte y se acelera la
respiración cuando pasa de la posición supina horizontal a la perpendicular sedente. Su goce sobrepasa,
probablemente, la satisfacción de un triunfo atlético cuando consigue dominar casi completamente el
equilibrio de la cabeza. Esto es más que una reorientación física: es una nueva reorientación social. Un
año después le aguarda un nuevo ensanchamiento de su horizonte: su dominio alcanzará también a las
piernas, y entonces podrá penetrar mucho más profundamente en el medio social.
RASGOS EVOLUTIVOS
Las dieciséis semanas señalan una curva en el camino. El niño ha ido creciendo desde el fondo de su
cuna protectora. En los tres próximos meses hará progresos sorprendentes. De la posición “sentada con
sostén” avanzara las primeras etapas de “sentarse solo”.Agarrará y manipulará; vocalizará versátilmente
y mostrará una creciente capacidad para distraerse solo mediante el juego. La transición evolutiva de las
dieciséis semanas a las veintiocho semanas es ininterrumpida, pero no súbita.
Las dieciséis semanas anuncian un período de rápida organización cortical, que conduce a una firme
transformación de los modos de conducta sensorio-motrices, particularmente en lo que se refiere a la
coordinación óculo-motriz. El sistema motor visual ha hecho ya enormes progresos: la criatura de
dieciséis semanas puede no solo seguir con la vista su propia mano, sino fijarla sobre la del examinador
y de manera discontinua, sobre una bolita de 8 mm de diámetro ubicada en la mesa de examen, dentro
de su radio de visión.
El bebé es capaz de “alcanzar” algo con la vista antes de que pueda hacerlo con la mano, lo cual, por
otra parte, está de acuerdo con el sentido cefalo-caudal del desarrollo neuro-motriz. La bolita es tan
pequeña que su visión resulta difícil y aparece con retraso. Pero cuando sobre la mesa se coloca el
cubo, que tiene mayor volumen, los errabundos ojos del niño se posan en él inmediatamente y sus
miembros entran en acción tomando contacto con el cubo. Esto es prensión en marcha.
El poder estimulante del cubo (2,5 cm de lado)es intermedio entre la bolita y la taza. De donde resulta
una pendiente evolutiva que tiene cierto valor diagnóstico: a las doce semanas toca una taza; a las
dieciséis semanas toca un cubo; a las veintiocho semanas toca una bolita. Podemos considerar la cruda
actividad de los brazos, a las dieciséis semanas, como el fondo embriológico del que van a surgir formas
mas refinadas de aproximarse a un objeto, asirlo y manejarlo. Mirar, buscar, asir y manipular constituyen
sucesiones evolutivas: una emerge de la otra.
El niño de dieciséis semanas es muy pequeño, limitado en su capacidad de contacto, pero más por
imperfección de su equipo motor que por crudeza de su impulso dinámico. El contraer los dedos y cerrar
el puño, conductas tan prominentes en el período inmediato al nacimiento, no han desaparecido aún y
sus manos no están completamente abiertas. Siguen adheridas, muy próximas al pecho. Continúa bajo
las limitaciones de simetría impuestas a esta edad por la posición mediana de la cabeza. En
consecuencia, lleva sus manos, una contra otra en actitud de plegaria, y las ocupa en un juego de dedos,
actividad que tiene, simplemente, significación, exploradora. Aparece la presión primitiva: ropas y mantas
son agarradas con los dedos y llevadas, tiradas, encima de la cara. La madre puede atribuir intención al
hecho; el examinador aprecia sus implicaciones neuro-motrices.
Incidentalmente, la simétrica posición de los brazos sobre el pecho aproxima las manos a la boca. Y
como la boca, siendo una especie de órgano de prensión, tiene sus propios derechos, a menudo chupa
los dedos o el puño. Esta clase de succión tiene una simple significación sensorio-motriz y evolutiva.
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Figura 8. La mirada va de la mano al cubo, mueve los brazos. Figura 9. Observa la bolita.
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Características motrices
A las veintiocho semanas el niño se halla, cronológica y evolutivamente, en una etapa intermedia en el
camino hacia el completo dominio de la posición erguida. A las cincuenta y seis semanas podrá pararse
perfectamente sin ayuda, a las veintiocho semanas se sienta sin ayuda, a las veintiocho semanas se
sienta sin ayuda, pudiendo mantener erguido el tronco, quizá hasta un minuto entero.
Perfeccionado el equilibrio sedente, su iniciativa prensoria ante los objetos se vuelve menos bilateral. Si
tiene un cubo a la vista, se inclina prestamente sobre él y lo toma con la mano inclinada, participando el
pulgar en la operación. Luego lo pasa de una mano a la otra, una y otra vez. Esta alternación de una
mano por vez señala una significativa conquista motriz sobre la bilateralidad de las dieciséis semanas.
La acomodación ocular se halla más avanzada que la manual. Puede percibir una cuerda, pero es
incapaz de tirar de ella; sigue una bolita con la vista, pero cuando quiere asirla coloca la mano
torpemente encima de ella y por lo general no consigue tomarla.
Conducta adaptativa
Aunque todavía marchan los ojos en la delantera, ojos y manos funcionan en estrecha interacción,
reforzándose y guiándose mutuamente. Mientras que el niño de dieciséis semanas se dedica a la
inspección de los alrededores, el de veintiocho inspecciona objetos. Y si el objeto se encuentra dentro de
su radio de acción, generalmente va a parar a sus atareadas manos. En el trimestre anterior su cabeza
se había vuelto cada vez más activa; en éste le toca el turno a las manos. No bien ve un cubo, se
apodera de él; tienta los bordes y superficies, al tiempo que lo aprieta; se lo lleva a la boca, donde
nuevamente experimenta sus cualidades; se lo saca; lo mira al tiempo que se lo saca; lo hace girar
mientras lo mira, y mira mientras lo hace girar; vuelve a llevárselo a la boca; lo pasa a la otra mano; lo
golpea, lo palpa con la mano libre; vuelve a cambiarlo de mano y nuevamente a la boca; lo deja caer, lo
recoge, lo lleva a la boca, y así sucesivamente, comenzando y recomenzando el ciclo con ligeras
variantes; todo, en el tiempo necesario para leer este párrafo.
La conducta manipuladora-perceptual es de gran actividad a las veintiocho semanas. No se trata de una
recepción pasiva. Es adaptatividad dinámica combinada con búsqueda utilitaria. Si así lo quiere el lector,
es inteligencia.
Lenguaje
A las veintiocho semanas el bebé chilla y parlotea. A las dieciséis, runruneaba, y a las cuatro ¡apenas
emitía sonidos guturales! Ha habido considerable progreso desde aquellos ruiditos neonatales emitidos
por una garganta usada casi exclusivamente con fines alimentarios.
A esta altura, el bebé ha entablado una cantidad de relaciones sociales con ciertas personas, especificas
del medio, con sus expresiones faciales, ademanes y actitudes posturales, y con los acontecimientos de
la rutina doméstica. Ha incorporado a su propio sistema psicomotor, determinadas respuestas bajo la
forma de predisposiciones motorizadas en correspondencia con estos acontecimientos y con las
personas y objetos con ellos relacionados. Pero, por el momento, los acontecimientos prácticos, los
objetos físicos y los tonos e inflexiones de la voz le interesan más que las palabras. Sin embargo, toda
esta experiencia práctica es requisito previo para la comprensión de las palabras. De hecho, ya es
comprensión; es decir, comprensión en el plano del criterio práctico.
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Conducta personal-social
A las veintiocho semanas el bebé es relativamente reservado, por las razones que ya se han sugerido.
Habiendo adquirido tan notable dominio de ojos, cabeza, boca, brazos y manos, no dispone de mucho
tiempo para los espectadores. Experimenta un intenso placer en el ejercicio de sus flamantes facultades
neuromotrices. Es capaz de utilizar largo rato un solo juguete, de forma extravertida. Si fuera sociable,
remitiría excesivamente su actividad sobre los demás, en tanto que así, con esta mayor independencia,
se halla en mejores condiciones para consolidar y correlacionar sus conquistas evolutivas. Por esta
autosuficiencia nos recuerda, en cierto modo, al niño de dieciocho meses, sumamente afecto, también, a
sus propios recursos. La diferencia más ostensible en estos dos niveles cronológicos es de orden
postural: veintiocho semanas es sedente; dieciocho meses es ambulatorio; pero a los dos les preocupa
mucho la iniciativa privada, por sólidas razones evolutivas.
Esto no significa, sin embargo, que a las veintiocho semanas busque el aislamiento. A esta edad el niño
está continuamente aprendiendo el contenido social elemental de los sucesos domésticos, bien que
principalmente en función del valor que ellos entrañan para él.
Pero esto lo hace socialmente prudente, pues sus contactos con los demás se saturan de expectativa y
conformidad. Antes de extenderse a reciprocidades sociales más complicadas, necesita establecer
previamente las bases de una experiencia concreta. Todavía carece de un fundamento suficientemente
sólido para prestar gran atención a las palabras. No le interesa demasiado que los extraños sean
extraños, mientras no defrauden sus expectativas normales. Pero no puede malgastarse, precisamente
ahora, en explorar el medio social. Por el momento tiene asuntos de mas importancia entre manos. Es
para llenar las necesidades evolutivas por lo que debe mantener esta especie de reserva. Al menos por
un tiempo.
RASGOS EVOLUTIVOS
Uno de los principales objetivos del desarrollo infantil lo constituye la posición erecta. La criatura de
veintiocho semanas está, cronológica y evolutivamente, a mitad del camino que conduce a ese fin.
Justamente comienza a sentarse solo, manteniendo erecto el tronco por breves momentos. Deberá
duplicar la edad, vale decir, alcanzar las cincuenta y seis semanas, para permanecer de pie sin ayuda.
Cuando se coloca al niño de veintiocho semanas en la posición supina, expresa su urgencia por
sentarse, levantando la cabeza del plano de la plataforma sobre la cual reposa. Es esta una tendencia
hondamente arraigada.
Colocado en posición vertical, sostenido por el tronco, sus piernas mantienen gran parte del peso del
cuerpo. Sin embargo, el control de las manos está mucho más adelantado que el de los pies, Si se ubica
al niño, asegurado, frente a la mesa de examen, se deleita ejercitando sus nuevos poderes de
manipulación. A las dieciséis semanas permanecerá sentado, con rígida simetría bilateral; ahora, en
cambio, el tronco es más flexible y puede efectuar un más vehemente esfuerzo unilateral hacia delante
en la tentativa de alcanzar un objeto, por ejemplo, una campanilla de mano. Los hombros, el codo, la
muñeca son más ágiles. Está superando la primitiva fase de simetría bilateral. No solamente puede
realizar una aproximación unimanual a la campanilla, sino que la transfiere de una mano a la otra con
sorprendente pericia.
Este movimiento de vaivén posee un doble carácter: simétrico y asimétrico. La naturaleza está creando
una muy complicada textura neuromotriz y planea la urdimbre de esta simetría funcional especializada
que conocemos bajo el nombre de dextrismo o zurdería. El niño de dieciséis semanas era ambidextro; a
las cuarenta semanas será unidextro; a las veintiocho semanas es “biunidextro”.De aquí su propensión
para transferir y retransferir y volver a transferir los objetos de una mano a la otra. Es uno de los más
típicos modos de conducta.
Este mismo tipo de acción alternante en el niño de treinta y dos semanas produce traslación circular
cuando se le coloca boca abajo. Dotado de movimientos alternativos, flexiona y extiende sus brazos
sucesivamente, siendo causa de que el tronco gire. (Más tarde, cuando sus brazos estén dotados
nuevamente y por algún tiempo de movimientos bilaterales en posición prona, retrocederá o se arrastrará
hacia delante boca abajo.) Al presente sus piernas no están suficientemente desarrolladas para gatear.
El niño de veintiocho semanas está muy adelantado con respecto al de dieciséis semanas en lo que se
refiere a modos de prensión, si bien sus ojos continúan siendo mas hábiles que sus dedos. Gracias a
esta adaptación ocular puede, perceptualmente, asir una cinta cuando aún es incapaz de tomarla con
los dedos. Igualmente puede conceder una mantenida atención ocular a la bolita, pero coloca su mano
encima crudamente, y por lo general es incapaz de agarrarla. La prensión pronta y precisa de la bolita la
adquiere alrededor de las cuarenta semanas, debido a la especialización de los dedos del lado radial:
pulgar e índice. También es esta una especie de asimetría funcional basada en la individualización
19
El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
evolutiva. Es muy interesante notar que esta más avanzada simetría se encuentra ya esbozada hacia las
veintiocho semanas. En efecto, aun cuando el niño de veintiocho semanas agarra el cubo con un
movimiento de prensión de toda la mano, mas que de los dedos, lo hace con el lado radial de la mano.
Esta prensión radial anuncia la oposición del pulgar. Detal manera, como frecuentemente ocurre, los
actuales modos de conducta se encuentran plenos de implicaciones del comportamiento futuro. Solo
raramente la conducta del niño trae reminiscencias del pasado.
Aun cuando los ojos continúan en la dirección, ojos y manos funcionan en estrecha interacción, cada una
reforzando y guiando al otro. Es así, que mientras a las dieciséis semanas el niño es mas dado a
inspeccionar el contorno, a las veintiocho semanas prefiere dedicarse a los objetos. Y si ellos están
dentro de su zona de alcance, generalmente caen en sus manos movedizas. En el trimestre anterior, la
cabeza se hizo versátil; lo mismo les ocurre a las manos en el actual. Tan pronto como ve un cubo, lo
agarra; lo aprieta, percibiendo superficies y aristas; lo lleva a la boca; donde experimenta otras
cualidades; lo retira, observándolo mientras hace tal cosa; sigue mirándolo, le da la vuelta; lo vuelve a la
boca, de donde otra vez lo retira para inspeccionarlo; nuevamente lo lleva a la boca; lo pasa de una
mano a la otra; golpea con él; lo toca con la mano libre, lo transfiere, lo muerde, lo tira, lo alza, vuelve a
introducirlo en la boca, repitiendo con algunas variaciones este juego tanto o más tiempo que el
necesario para escribir estas líneas.
La conducta perceptivo-manipuladora del niño de veintiocho semanas es extraordinariamente activa. No
es una recepción pasiva, sino adaptabilidad dinámica fusionada con explotación. .Podría llamársela, si se
desea, inteligencia.
La conducta vocal esta llena de referencias al futuro. Sirve poco a los propósitos sociales inmediatos,
pero mucho, en cambio, a los fines neurológicos. En las vocalizaciones espontáneas el niño produce
sonidos de vocales, consonantes, sílabas y aún diptongos que, a su debido tiempo, se verán sucedidos
por expresiones articuladas. Cuando llora aun aparecen los sonidos m-m-m.
Aunque todavía verbalmente inarticulado, ya es, desde el punto de vista social, bastante sabio. Conoce
lo que ocurre a su alrededor, en la casa. Expresa avidez e impaciencia cuando ve a su madre prepararle
la comida. Muestra familiaridad y anticipación en las tareas rutinarias del hogar. Reconoce la presencia
de extraños y los tolera si no le desagradan visiblemente.
Se sabe contener y puede entretenerse solo durante períodos considerables. Hace mucho que
abandonó el jugar con las manos, característico de las dieciséis semanas; juega, en cambio, con sus
pies, lo cual representa el final de la progresión céfalo-caudal y es parte del proceso de
autodescubrimiento. Sabe refrenarse y se satisface con sus propios invenciones. Está dotado de gran
autosuficiencia, lo que le hace parecer un producto mas o menos terminado.
Al mismo tiempo comienza a establecer clara
distinción entre sí y los demás. De hecho, está
colocando las bases de una percepción más
socializada.
Se presenta entonces un ARO al que está atado un Figura 3. Toma, en un movimiento de barrido,
trozo de CINTA O PIOLÍN. La cinta está dirigida la bolita.
oblicuamente hacia la derecha, pero dentro de la
zona del alcance del niño. Hace esfuerzos por
alcanzar el aro, golpea y araña la mesa y finalmente
ve la cinta; entonces cesan sus esfuerzos o alborotos.
Se retira la mesa de examen y el niño es acostado
boca arriba. En posición SUPINA la postura es
simétrica, con las piernas levantadas, en extensión o
semiextensión. Levanta la cabeza (fig. 6), como
esforzándose por no sentarse. No es muy tolerante
con la posición supina y puede ser necesario que
ésta, así como las tres situaciones siguientes, deben
ser reducidas u omitidas.
21
El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
Figura 8. Se esfuerza para alcanzar algo, empleando Figura 9. Permanece sentado, momentáneamente,
solo una mano. apoyándose sobre las manos.
22
El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
Características motrices
Las cuarenta semanas marcan el comienzo del último cuarto del primer año. Las avanzadas más
distantes del centro del organismo empiezan a ser incorporadas al sistema nervioso en expansión: punta
de la lengua, yemas de los dedos y dedos del pie. En el primer cuarto, la boca y los ojos; en el segundo
cuarto, la cabeza, el cuello y los hombros; en el tercer cuarto, las piernas, los dedos y los pies: he ahí el
orden general de avance de la maduración neuromotriz y de la emancipación funcional.
Las piernas ya sostienen el peso total del cuerpo, pero el equilibrio independiente no llegará hasta
finalizar el año. El equilibrio en la posición sedente, sin embargo, es perfectamente dominado. Estando
sentado, el niño puede volverse de costado, inclinarse en ángulos variables y recobrar el equilibrio. Tan
pronto pasa de la posición sedente a la inclinada, como de la inclinación a la sedente. Hallándose
inclinado, retrocede, se balancea o gatea.
La prensión ostenta nuevos refinamientos; el pulgar e índice revelan una movilidad y extensión
especializadas para hurguetear, revolver y arrancar. La yema del pulgar está en oposición con la del
índice.
Conducta adaptativa
Lenguaje
La expansión a distancia de la red neuromotriz comienza a incorporar tanto los músculos accesorios del
habla como los de la masticación. En realidad, estos músculos coinciden en una medida muy
significativa. La creciente destreza de labios y lengua y de la musculatura para la masticación y la
deglución, combinada con su facultad imitativa, favorece la vocalización articulada. No debe
sorprendernos que las palabras surjan de una matriz de conducta alimentaria, exactamente del mismo
modo en que el “ blu-blu ” hace su aparición aun cuando su boca está ocupada con alimentos. El “blu-
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
blu” consiste en un barboteo audible producido por una activación de la lengua, comprimida entre los
labios . La protrusión de la lengua es otra de sus actividades que tiene implicaciones fonéticas.
El bebé de cuarenta semanas, lejos de ser reservado, demuestra cierta sensibilidad para las impresiones
sociales. Tiende a imitar ademanes, gestos y sonidos. Responde a su nombre, y hasta “entiende” el ¡no,
no! Aunque completamente incapacitado para una verdadera comprensión del significado de las
palabras, su interés social es tan grande que inevitablemente lo lleva al lenguaje. Además, ya posee una
o dos “palabras” en su vocabulario articulado.
Conducta personal-social
El bebé de cuarenta semanas ya está perfectamente asentado en la rutina de la vida cotidiana. Duerme
toda la noche, hace dos siestas y se toma tres o cuatro biberones al día. Ya está acostumbrado a
algunos sólidos y acepta otros nuevos si se le introducen con tacto. Come las galletitas por sí mismo y él
se sostiene el biberón.
Ahora le queda un margen de energías para los contactos sociales, y aunque es capaz de jugar una hora
entera o más sin compañía, le gusta tener gente a su alrededor. Y aun cuando hace adiós con la mano,
preferiría que la gente se quedara. Su reciente sensibilidad al medio social le permite aprender algunas
“gracias” infantiles, como dar palmadas. En la manipulación de los juguetes a veces modifica su
conducta bajo el estímulo de la demostración.
Sonríe ante su propia imagen ante el espejo, pero puede mostrar timidez ante un extraño, especialmente
si éste no respeta su conciencia y sensibilidad social. Esta misma capacidad de reconocer un extraño es,
por sí sola, un síntoma de mayor madurez social.
RASGOS EVOLUTIVOS
El índice comienza a señalar hacia delante a las cuarenta semanas. Este dedo, que toca, hurga, señala,
es-en sí mismo-señal de un importante avance en la maduración. Desde el punto de vista neuromotriz,
los modos de conducta se han hecho más refinados y discriminativos. En comparación muchas de las
reacciones del nivel de veintiocho semanas son masivas y crudas. El niño a las veintiocho semanas
apenas puede tomar contacto con la bolita, y si lo hace es con un movimiento de toda la mano, en forma
de arrastre o barrido; el de cuarenta semanas la agarra prontamente y con la precisión de una pinza. A
las veintiocho semanas manotea la cinta, en tanto que a las cuarenta la toma con facilidad. Colocado
boca abajo, a las veintiocho semanas permanece en esa posición; a las cuarenta gatea. Mientras a las
cuarenta semanas permanece sentado prolongadamente, ello se consigue solo de manera precaria a las
veintiocho. Comparaciones que, empero, no se hacen para desacreditar al niño más joven. Sin embargo,
la comparación adquiere gravedad diagnostica si se refiere a un niño de cuarenta semanas que se
comporta al nivel de las veintiocho semanas. Por esta razón, siempre es satisfactorio ver que se
manifiesta el hurgar o señalar en el período de las cuarenta semanas de vida. Este modo testimonia que
las estaciones distales del sistema neuromotriz-punta de los dedos de las manos, punta de la lengua,
pies y dedos de los pies- están cumpliendo la maduración normal.
El niño de cuarenta semanas se para por sí solo, apoyándose en la empalizada de su parque, anticipo
de la locomoción erecta, aunque durante el resto del último trimestre del año continuará utilizando el
antiguo método de progresión cuadrupedal. Su gateo es una etapa en la serie progresiva que culmina
con la marcha bipedal.
Los crecientes refinamientos en la prensión están correlacionados con la mayor discriminación en el
manipuleo. Ellos anticipan, si es que realmente no contienen ya, un elevado interés por los objetos
pequeños. La miga en la bandeja de la silla alta, así como la bolita en la mesa del examen, provocan la
propensión a hurgar y palpar. Ahora los objetos pequeños pueden poseer mayor potencia estimulante
que los más grandes.
Cuando el examinador coloca la bolita al lado de la botella, crea dos estímulos opuestos: objeto grande
contra pequeño. A las treinta y seis semanas el niño se dedica primero a la botella, despreciando la
bolita; a las cuarenta semanas atiende antes a la bolita, y a las cincuenta y dos semanas intenta
introducirla en la botella. Esta sucesión madurativa refleja la ordenación y delicadeza del proceso
evolutivo: a) primero tiene prioridad el objeto más grande; b) luego la prioridad pasa al objeto pequeño; c)
por último, prevalece la combinación del objeto pequeño y el grande. El niño de un año fracasa,
generalmente, en su tentativa de introducir la bolita en la botella. Esto es debido, más que a la falta de
percepción de contenido y continente, a la inmadurez de la relajación prensora.
La percepción de esta relación entre contenido y continente ha estado largamente en preparación.
Nótese el crecimiento de los modos de conducta con respecto a la taza (continente) y al cubo
(contenido). El niño de veintiocho semanas apenas si tiene edad suficiente para esta prueba; su
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
respuesta sería, prácticamente, indiscriminada. A las treinta y dos semanas concede atención primero al
cubo, pero una vez que tiene uno de ellos en la mano dedica una bien definida mirada a la taza.
Evolutivamente ello anuncia una combinación de taza y cubo y, de hecho, es una combinación ocular. A
las treinta y seis semanas se transforma en una combinación manual, cuando lleva el cubo contra la
taza. Pero las capacidades combinatorias están limitadas a esto: no pondrá el cubo dentro de la taza, ni
alterará su conducta, aunque el examinador se lo ruegue con el gesto, la orden o el ejemplo.
Sin embargo, se trata de una clase de desobediencia temporal, evolutiva. A las cuarenta semanas el
niño mete la mano en la taza (después de que el examinador haya colocado dentro de ella el cubo) y
toca el cubo. Un mes más tarde sacará y volverá a introducir la mano dentro de la taza; conservando el
cubo fuertemente agarrado. A los doce meses agota la pauta, soltando voluntariamente el cubo dentro
de la taza. Ulteriores elaboraciones evolutivas de esta conducta continúan en el segundo año de la vida,
y las encontraremos más adelante.
Dicho brevemente, las cuarenta semanas constituyen un período profético. Con un inquisitivo índice, el
niño comienza a penetrar en la tercera dimensión, empieza a ser analítico. Su atención desglosa el
detalle singular, y el niño reacciona, mediante sucesión o combinación, a dos detalles u objetos. En
presencia de más de un objeto, manifiesta conocer que se trata de pluralidad; posee un oscuro sentido
de dualidad; de contenido y continente; de cúspide y base; de anverso y reverso.
En el lenguaje comienza la articulación. Socialmente, responde a una demostración; de aquí sus
pequeñas “gracias” de jardín de infancia y otros testimonios de educabilidad. Entre los doce y quince
meses se comprueba que tales anticipos de conducta discriminada alcanzan su plena realización.
Cuarenta semanas, por consiguiente, marcan una transición en lo que es casi una época, desde que
existen tantos nuevos y distintos modos de conducta emergiendo del complejo evolutivo. La posición
supina, tan aceptada durante el primer trimestre del año, es ahora escasamente soportable, excepto
durante el sueño. El niño de cuarenta semanas rápidamente escapa de la horizontal, rodando o
elevándose a la posición sentada. Su impulso a permanecer parado (con soporte) es irrefrenable. Toma
un nuevo interés social en el hogar y le agradan las breves salidas al exterior. Demuestra nuevo interés
en la palabra, tanto en condición de receptor como de productor. En la prensión, manipulación e
investigación ofrece señales significativas de un comportamiento discriminativo y elaborado. No
solamente está penetrando más hondamente en el círculo de la familia, sino que este mismo círculo lo
considera, cada vez más, como un miembro integrante del mismo. Ello constituye un nuevo testimonio
de importantes transformaciones psicológicas.
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
Toma la botella y la lleva a la boca. Si la bolita cae de Figura 3. Se aproxima a la bolita con el índice.
la botella, la mira, cuando está sobre la mesa, pero
continúa manejando la botella.
Figura 5. Agarra la bolita, prensión en pinza, Figura 6. Toma la campanilla por el mango.
tipo inferior.
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
5. EL NIÑO DE UN AÑO
Desde el punto de vista del desarrollo, el primer cumpleaños representa, más que una etapa culminante,
una etapa intermedia. El niño de un año todavía debe perfeccionar los patrones que hacen su aparición
en el cuadro de las cuarenta semanas y que no se definirán completamente hasta los quince meses.
El niño de quince meses puede adoptar la posición erguida sin ayuda; camina solo; puede poner una
pelota dentro de una caja, una bolita dentro de un frasco y construir una torre con dos cubos; garabatea
espontáneamente, habla en jerigonza, se expresa con ademanes, utiliza la cuchara y se pone las ropas
sencillas.
Es interesante destacar que el niño de un año está al borde de todas estas habilidades, las cuales se
hallan, por entonces, en una etapa intermedia o naciente.
Al año de edad podemos preguntarnos, a veces, si el bebé estará destinado a ser cuadrúpedo o bípedo;
pero si conservamos presentes las características de la conducta de un niño de quince meses, podremos
comprender mejor la siguiente descripción de su actuación y comportamiento. Hasta la locomoción en
cuatro pies demuestra ser una preparación para la postura erguida característica del hombre.
Características motrices
El niño de un año gatea y, por lo común, con gran presteza. Puede hacerlo sobre manos y rodillas o en
cuatro pies, a la manera plantígrada. Pero pese a su pericia en el gateo, no puede resistir el impulso de
levantarse sobre los pies, y una vez que ha adoptado la actitud plantígrada, ya casi está listo para
tenerse de pie por sus propios medios. Puede lograr pararse sin ayuda, pero ordinariamente no alcanza
un equilibrio estable hasta cuatro semanas después. Por ahora se desplaza de costado, agarrándose a
algún sostén; camina, sí, pero no sin apoyo. Sus modos de prensión se acercan a la destreza del adulto.
La prensión fina es hábil y precisa y casi posee ya la facultad de soltar las cosas voluntariamente. La
componente flexora o del asir de la prensión está ahora compensada por la componente extensora
inhibidora del soltar. Este control inhibitorio le permite soltar una pelota con ademán de lanzamiento.
Conducta adaptativa
El bebé de un año muestra una naciente apreciación de la forma y el número. En situación de prueba, y
frente a un agujero redondo y otro cuadrado, revela una perceptividad especial para el agujero redondo.
Es probable que introduzca un dedo o una varita en el agujero. Utilizando su flamante aptitud para soltar,
puede colocar un cubo dentro de un recipiente. Ya empieza a geometrizar el espacio, y es capaz de
poner un objeto sobre otro momentáneamente, forma ésta de orientación que presagia la construcción
de torres. Su orientación manual respecto de las relaciones espaciales también le permite, mediante la
adaptación de sus manipulaciones, sacar una bolita de un frasco, si bien torpemente. En la situación con
todos los cubos, coloca un cubo detrás del otro sobre la plataforma o la mesa. He ahí el rudimento
genético de la numeración.
Su conducta adaptativa refleja una nueva sensibilidad para los modelos imitativos. Aunque sólo acerca
el lápiz al papel, su respuesta adaptativa mejora mediante la demostración de un garabato. También
muestra progresos en el juego social con la pelota bajo el estímulo de dame – y- toma.
Lenguaje
El bebé de un año manifiesta un alto grado de reciprocidad social. Escucha las palabras con mayor
atención y repite las palabras familiares bajo la influencia de la repetición en imitación. Ya empieza,
incluso, a subordinar la acción a la palabra, entregando la pelota obedientemente a la orden: “Dámela”.
Es probable que haya agregado, también, dos o tres palabras más a su vocabulario o que trate de atraer
la atención, si no con palabras, por medio de toses o chillidos. Cuando se aproxima a su imagen en el
espejo lo hace sociablemente, acompañando a menudo el contacto social de vocalizaciones. Estas
vocalizaciones pronto desembocarán en una elocuente jerga y en la multiplicación del vocabulario
articulado.
El niño de un año goza de una importante posición social en el seno de la familia. Frecuentemente
ocupa, incluso, el propio centro del grupo. El bebé manifiesta una significativa tendencia a repetir las
acciones que le han sido festejadas. El mismo se complace tanto con esto como su auditorio. A través de
estas situaciones, comienza oscuramente a sentir su propia identidad, que habrá de convertirse, más
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
tarde, en el núcleo de creciente sentido de la personalidad. Por ahora es capaz de miedo, cólera, afecto,
celos, ansiedad y simpatía. También puede estar dotado de un sentido estético elemental. Reacciona
frente a la música. Le gustan los sonidos sueltos repetidos rítmicamente. Puede poseer un primitivo
sentido del humor, y así se ríe ante ruidos inesperados o incongruencias sorpresivas.
En cuanto a su conducta doméstica, se está volviendo algo más independiente. Se alimenta con sus
propios dedos, roza el plato con la cuchara y luego le pasa la lengua, y cuando está saciado lo expresa
con un ademán. Por lo general, mueve el intestino con regularidad y ayuda a vestirse.
Pero su comportamiento no es exclusivamente reservado. Frecuentemente adopta una actitud sociable,
y si es necesario recurre a las vocalizaciones u otros medios para atraer la atención sobre sí. Revela una
considerable perceptividad de las emociones de los demás y una creciente capacidad para influir sobre
estas emociones o adaptarse a ellas. Tal es el aspecto adaptativo del mecanismo personal- social de la
vida. Es índice tanto de inteligencia como de personalidad.
RASGOS EVOLUTIVOS
El período de las cuarenta semanas ha sido llamado profético. A esa edad, el niño, apoyándose en un
soporte, se tiene de pie; agarra fácilmente una cuerda; introduce su mano en la taza; realiza pruebas o
gestos de jardín de infancia respondiendo a indicaciones verbales, y muestra un creciente interés por los
detalles. Tales conductas no constituyen un punto final, sino señales de un nuevo comienzo: marcan la
iniciación de nuevos modos de conducta, que alcanzarán su pleno desarrollo a los quince meses.
Considérense los progresos efectuados por el niño de quince meses: puede alcanzar la posición erecta
sin ayuda; marchar solo; poner y sacar varios cubos de la taza; introducir la bolita en la botella; construir
una torre con dos cubos; hablar una jerga y comunicarse por gestos.
A los doce meses el niño está, justamente, en la frontera de tales habilidades. De manera figurada
podemos decir que las cuarenta semanas son incipientes, proféticas, los doce meses, formativos, de
transición, y los quince meses, de más completa organización de la conducta. A su vez, el niño de
dieciocho meses está todavía más adelantado, pero en cambio han aparecido nuevas incipientes
posibilidades que apuntan hacia los dos años y edades siguientes, Nos ayudará a comprender el equipo
de conducta que posee el niño de un año el concebirlo como una criatura de quince meses en formación.
A los quince meses el niño es, ciertamente, un bípedo. Prefiere caminar erecto, como un hombre,
habiendo abandonado el gateo como método ya viejo de progresión, pese a que todavía a los doce
meses era su predilecto. Sin embargo, no debemos mirar la locomoción cuadrupedal como atavismo: su
transformación evolutiva conduce a la marcha bipedal. Concordantemente, el niño gateador de doce y
trece meses tiende a hacerse plantígrado: extiende las piernas a nivel de las rodillas y apoya en el suelo
la planta de los pies, al igual que las palmas de las manos. Tal locomoción cuadrupedal prueba ser la
etapa final en el logro de la posición erecta: habiendo colocado ambas plantas de los pies sobre el suelo,
prontamente se tiene de pie. Cuando los pies se transforman en el punto de apoyo, las manos quedan
libres.
En la prensión, sin embargo, el niño de doce meses despliega una interesante mezcla de madurez e
inmadurez. Puede asir una bolita o cuerda con la misma facilidad y precisión que un adulto, pero
habiendo agarrado algo, es aún un bebé en su capacidad para soltar o relajar la prensión. Algunas veces
se adhiere a un objeto con una tenacidad que recuerda la del recién nacido, como si no pudiera controlar
voluntariamente la inhibición. Esto es particularmente cierto para los objetos pequeños. Así, encontramos
que hasta la edad de quince meses no puede relajar bastante bien los músculos de la mano y los dedos
como para introducir la bolita en la botella, aunque ya a los doce meses puede dejar caer un cubo dentro
de la taza. Un juego en el cual ejercita sus recién aparecidas posibilidades de relajamiento, lo constituye
la repetida extracción de cubos, uno a uno, de la taza. Su incansable y aparentemente irresponsable
acción de tirar objetos es, a los quince meses, una vigorosa expresión de la misma pero más
desarrollada potencia. Su habilidad, a los dieciocho meses, para colocar hasta diez cubos dentro de la
taza, en forma ordenada y con poca o ninguna ayuda, refleja el progreso que realiza la maduración.
La percepción de formas geométricas es incipiente al año. A esta edad el niño mira, selectivamente, la
cavidad redonda en el tablero, y a los trece meses inserta, imitativamente, el bloque redondo. A los
quince meses, en forma adaptativa, inserta correctamente el bloque, aun cuando el examinador haya
cambiado la posición de la cavidad haciendo girar el tablero. El deliberado balanceo del aro mediante el
hilo que lleva atado, sugiere la aparición del sentido de las relaciones de forma y espacio. De importancia
similar es el incipiente, aunque habitualmente ineficaz, esfuerzo para construir una torre.
También la percepción del número es incipiente a los doce meses. El manipuleo de los cubos, uno por
uno sucesivamente, es más que fortuito. Constituye una especie de seriación rudimentaria, el
antecedente genético y la base operativa del contar.
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
El niño de un año percibe cada vez mejor el ambiente físico así como el ambiente social. Una percepción
socializada lo conduce a la imitación. Responde al ejemplo; mira intencionadamente la expresión facial,
reacciona a la música y a los primitivos juegos ritmados, repite acciones riéndose, etc. Desde hace
tiempo es capaz de experimentar miedo, afecto, celos, ansiedad, simpatía, y estos rasgos se expresan
ahora claramente. Todo esto constituye señales que revelan la complejidad y también la individualidad
de su comportamiento personal- social.
A los quince meses mucho de su comportamiento refleja ya la influencia del grupo social. Su modo de
actuar tiene una expresión externa, referencia de no aislamiento. Muestra y ofrece juguetes a los
demás, hace manifestaciones verbales cuando recibe algo bueno, ayuda a dar la vuelta a las páginas de
un libro y comienza a reconocer dibujos; emplea una jerga, y ahora que sus manos están liberadas del
trabajo servil de la locomoción, empuja, tira, arrastra, transporta.
Figura 3. Suelta un cubo dentro de la taza. Figura 4. Entrega un juguete cuando se lo piden.
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
Figura 9. Ofrece la pelota sin soltarla. Figura 10. Aplica la pelota al espejo
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
Ante el ESPEJO observa, sonriente, su propia imagen, emitiendo sonidos vocales, inclinándose hacia
adelante y acariciando el vidrio. Acepta y retiene la pelota colocada en sus manos y la acerca a la
imagen del espejo (fig.10) (pelota) aplicándola contra el vidrio.
Su CONDUCTA POSTURAL incluye torsión en posición sentada; pasaje de la posición sentada a la del
gateo; tenerse de pie sosteniéndose de la barandilla; trasladarse apoyándose en esta y sentarse
nuevamente.
Puede caminar cuando se le sostiene con una sola mano (figs. 11 y 12).
Su LENGUAJE incluye dos “palabras” además de mamá y papá. Imita sonidos, responde a su nombre y
a la expresión “dame o alcánzame”.
Se INFORMA de que puede beber, al menos, un poco de leche de la taza: come solo una galletita.
Exhibe varias “gracias” de jardín de infancia, como dar palmoteos y hacer gestos de “adiós”. Coopera en
el vestido.
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El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
Una vez nacido, el niño debe luchar por su existencia. Con ayuda de la Naturaleza y de quienes lo
atienden, debe coordinar adecuadamente sus diferentes funciones fisiológicas, tales como respiración,
regulación de la temperatura, digestión, excreción, dormir y despertar. Mientras lleva a cabo estos
primeros ajustes vitales, el niño parece inseguro, inestable. Sus umbrales de reacción son bajos e
inconstantes. Se sobresalta, estornuda, se estremece, llora a la menor provocación. Su respiración y su
temperatura son irregulares. Incluso podrá equivocarse de dirección al tragar. Normalmente, capea las
tormentas de la adaptación y alcanza, en pocas semanas, una relativa estabilidad. Pero estas primeras
transiciones son tan abrumadoras, que sólo a las cuatro semanas podemos decir que el bebé ha nacido
totalmente.
No puede trazarse una línea de separación definida entre funciones “fisiológicas” y “psicológicas”. Las
satisfacciones, necesidades, intereses e impulsos de un bebé están determinados por las condiciones de
todo su organismo, incluyendo su metabolismo, la química de sus humores corporales y el tono de su
sistema muscular. Durante toda la infancia, gran parte de su conducta esta directamente relacionada con
las complejas funciones de alimentación, sueño y eliminación de modos de conducta alimentaria y
respiratoria- recombinación cuyo perfeccionamiento exigió, literalmente, millones de años a la especie
humana-. Las funciones vegetativas “inferiores” se incorporan así al creciente sistema de acción y
coloran las pautas emocionales y las tendencias temperamentales. El sistema nervioso autónomo que
rige estas funciones trabaja en estrecha unión con el sistema nervioso cerebroespinal, que rige la
sensación y el movimiento. El recién nacido posee ya el equipo básico para sentir, percibir y moverse. Su
crecimiento mental está ya bien encaminado.
Durante los cuatro años siguientes, los progresos del niño serán prodigiosos. Nunca volverá a adelantar
con igual velocidad. Esta cimentando la amplia base de una pirámide cuya elevación continuará en el
período de cinco a diez años. Durante la primera mitad de esta primera década, la criatura es,
fundamentalmente, un niño hogareño. Durante la segunda mitad, es tanto hogareño como escolar. En
rápida sucesión, pasa de la canasta a la cuna, a la silla alta y al parque; a la galería de la casa, a la
acera, el jardín de la infancia y al aula escolar; al primero, segundo, tercero y cuarto y quinto cursos. En
el sentido del crecimiento, es un viaje tan rápido como prolongado.
4 SEMANAS. El bebé de un mes ha dejado de ser un neófito en el arte elemental de vivir. Respira con
regularidad, el corazón ha calmado su ritmo, la temperatura de su cuerpo se ha estabilizado. Su tono
muscular es menos fluctuante que cierto tiempo atrás, cuando el bebé era solo un recién nacido. Tiene
ahora reservas de tono muscular. Recurre a ellas y responde con un atiesamiento motor cuando se le
toma en brazos. Esto le hace sentirse menos blando y más compacto. En virtud de su tono muscular
incrementado, ha aumentado su capacidad para afrontar los embates del destino.
Desde el nacimiento, sus reacciones se han configurado mejor. Duerme mas definidamente, se despierta
mas decisivamente. Abre los ojos totalmente y no cae tanto en una somnolencia superficial y ambigua.
Durante la vigilia, yace por lo general con la cabeza vuelta hacia un lado preferido. A menudo, extiende
el brazo de ese mismo lado, flexionando el otro a la altura del hombro, en una especie de posición de
esgrimista. De tiempo en tiempo, mantiene y activa esta postura en reflejo- tónico- cervical, como si se
tratara de un ejercicio evolutivo y en realidad lo es. La Naturaleza esta sentando las bases para la
coordinación de ojos y manos.
Dentro de unas pocas semanas, el niño comenzará a mirar siguiendo la dirección del brazo extendido y
divisará su mano. Pero aun ahora, ya puede ver y seguir brevemente con la vista un objeto en
movimiento que se agita ante sus ojos. Pero sus manos permanecen cerradas. Todavía no está listo
para aprehender.
Presta atención sólo en la medida en que se lo permite su capacidad. Esto se aplicará siempre, aun
después de cumplida la edad escolar. En la actualidad, atiende manifiestamente a las sensaciones de
bienestar gástrico que lo inundan después de una comida, y al sólido calor del baño. A veces se
inmoviliza con interés mientras contempla el rostro de la madre. Sus modos emocionales son muy
simples, a juzgar por la impasibilidad general de su semblante. Sin embargo, reacciona positivamente a
las comodidades y a las satisfacciones y negativamente a los dolores y privaciones. Llora. Escucha.
Ocasionalmente, emergen de la laringe sonidos guturales.
33
El desarrollo y la conducta del niño en su primer año de vida
En todas estas muestras de conducta vemos los principios del lenguaje, de la sociabilidad, de la
percepción, de la inteligencia, de la postura corporal, y aun de la locomoción. El sistema neuromotor se
está organizando deprisa. La mente está creciendo.
16 SEMANAS. A las dieciséis semanas, el sistema neuromotor se ha desarrollado de tal manera que el
niño ya no se contenta con estar de espaldas. Le agrada que le mantengan durante breves períodos en
posición sedente, de manera que pueda mirar al mundo de frente. En esa posición, puede mantener
erguida la cabeza. Ésta es la primera componente de la postura erguida que, un año mas tarde, le
permitirá caminar por si solo. El dominio de la cabeza y los ojos se produce antes que el dominio de los
pies.
El niño de dieciséis semanas ha adquirido un considerable dominio de los seis pares de músculos
fototrópicos que producen el movimiento de los ojos dentro de sus cuencas. Los ojos se focalizan sobre
la propia mano; se desplaza el foco hacia un objeto cercano; siguen la trayectoria de un juguete que
describe un arco de 180°. Los ojos del niño están adquiriendo vivacidad.
Hay algo profético en la manera en que la criatura de dieciséis semanas paladea la posición sedente.
Sus ojos brillan; el pulso se fortalece; la respiración se acelera y el niño sonríe a medida que se le
transfiere de la horizontal a la perpendicular. Es algo más que un triunfo atlético; es un ensanchamiento
del horizonte visual; es una reorientación social.
La conducta social tanto personal como interpersonal, se ha desarrollado en gran medida. Emite sonidos
con satisfacción personal; ríe entrecortadamente para sus adentros; ríe de viva voz. Antes, sonreía solo
como respuesta fisiológica; ahora, imita una sonrisa social. También sonríe como contestación y vocaliza
en ocasiones de acercamiento social.
Sus manos ya no están predominantemente cerradas. Se despliegan gradualmente y pronto estará en
condiciones de asir los objetos. Pero, en este momento, el bebé aprehende con los ojos. Inspecciona,
mira expectante; selecciona incluso pequeños pormenores de su ambiente visible. Asocia lo visual y lo
sonoro. “Se da cuenta” cuando oye y ve que le preparan la comida. Reacciona a algunas palabras clave.
Ésta seguirá siendo, siempre, la esencia de la sabiduría.
El niño de dieciséis semanas está, por lo general, bien adaptado, tanto al mundo de las cosas como al
mundo de las personas. Esto se debe, en parte, al hecho de obtener tanta satisfacción del libre uso de
sus ojos. Se irrita cuando no puede calmar su hambre visual; se apacigua cuando los estímulos oculares
y sociales se combinan para saciar su apetito de experiencia visual. Pero ya existen nuevas exigencias
en formación. Pronto deberá satisfacer tanto la avidez de sus manos como la de sus ojos.
28 SEMANAS. El hambre táctil sigue al hambre visual. O, mejor dicho, las dos se combinan ahora, pues
la criatura de veintiocho semanas tiende a manipular todo aquello que cae bajo su mirada y sus manos.
Acostado o sentado en su silla alta, debe tener algo que manejar y que llevar a la boca. Le gusta estar
sentado, pues está adquiriendo el control de los músculos del tronco- un paso más hacia la conquista de
la posición erguida.
Nótese con que concentrada atención ejercita sus crecientes poderes. Divisa sobre su bandeja de juegos
una pinza para colgar ropa. Instantáneamente la agarra, la lleva a los labios y a la lengua en busca de
impresiones táctiles; la golpea contra la bandeja para probar el sonido y el movimiento, la pasa de una
mano a la otra y la vuelve a la primera, como experiencia manipulatoria; la inspecciona haciéndola girar
entre las manos en busca de percepción visual. Tan ávida atención nace de las necesidades del
crecimiento. El juego del niño es trabajo y su trabajo es juego.
Tan absorbente es su autoactividad, que el niño puede entretenerse a solas durante largos períodos.
Pero puede sonreír a los espectadores y, por lo general, se muestra afable tanto con familiares como con
extraños. En verdad, puede decirse que presenta una amable unión de reserva y sociabilidad. Alterna
con facilidad las actividades autodirigidas con las de finalidad social. Escucha palabras pronunciadas por
otras personas; escucha también sus propias vocalizaciones.
A esta edad, las capacidades del niño guardan buen equilibrio. Sus modos de conducta y sus tendencias
están en foco. Se halla tan armoniosamente constituido que origina pocas perplejidades a quienes lo
atienden. Es un período- de corta duración- de “equilibrio” evolutivo. Habrá períodos similares en su
crecimiento ulterior; mas, tal como este, serán transitorios. El complejo crecimiento nunca se estabiliza
totalmente. Nuevos impulsos, nuevas tensiones de desarrollo producen desequilibrios que, a su vez, se
resuelven y son reemplazados por otras etapas temporales de relativo equilibrio.
El bebé de veintiocho semanas debe afrontar numerosos problemas nuevos de postura, locomoción,
manipulación y conducta personal- social, antes de llegar a la edad de cuarenta semanas. El curso del
verdadero desarrollo no puede ser siempre llano.
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40 SEMANAS. Los horizontes se ensanchan con cada adelanto de la madurez motriz. El niño de
cuarenta semanas puede gatear y esto amplía en gran medida el alcance de su iniciativa y de sus
experiencias. Empero, lo que no deja de ser significativo, mientras gatea tiende a mantener la cabeza
erguida y la mirada hacia el frente. Demuestra un especial interés por las superficies verticales, con
ayuda de las cuales puede ponerse de pie, pues la posición vertical constituye su meta evolutiva. Se está
aproximando a ella en el control motor grueso; puede sentarse por sí solo y puede permanecer de pie
con ayuda de algún apoyo.
También progresa el control motor fino. Colóquese un hilo sobre una mesa: lo tomará con una prensión
rápida, precisa, de pinzas. A las veintiocho semanas, golpea el hilo con la palma de la mano abierta. Si
ahora discierne mejor, es porque incontables millones de delicadas conexiones se han organizado
silenciosamente en su red de fibrillas neurales y musculares. La Naturaleza está perfeccionando,
especialmente, la sutileza de las yemas sensibles de sus dedos. Se halla dominado por una irresistible
propensión a hurtar y registrar y palpar con el dedo índice extendido.
Este es otro método para ensanchar el horizonte psicológico. Con su hurgueteo inquisitivo, el niño tiene
la tercera dimensión de profundidad. Descubre el secreto físico de continente y contenido. Colóquese un
cubo dentro de una taza; el niño mete la mano en la taza y palpa el cubo con los dedos. Su mundo
perceptual ya no es tan plano como antes.
Ya hace también penetraciones mas profundas en su ambiente social. Discierne mas claramente entre
familiares y extraños. Imita gestos, expresiones faciales y sonidos. Obedece al “¡No, no!”; hace eco al
“Da ,da”. Probablemente haya aprendido ya alguna monería. Pero si ya bate palmas con deleite de
todos, no se debe tanto a la enseñanza de sus mayores cuanto a su propia actitud evolutiva. A las
veintiocho semanas, era posible enseñarle este sencillo juego de parvulario.
12 MESES. Desde el nacimiento del bebé, la tierra ha contemplado una revolución alrededor del Sol –
edad cronológica: un año-. El niño puede ahora colocar un cubo dentro de una taza y volver a sacarlo-
edad evolutiva: un año-. El bebé tiene la edad de su conducta. Desde el punto de vista de la orientación
y de la educación, debe considerárselo en función del nivel de madurez de sus capacidades. Al año de
edad, por lo general puede hacer el periplo de su parque por sí solo; pero, para caminar, necesita la
ayuda directriz de una mano en la cual apoyarse.
Las habilidades motrices gruesas muestran mayor variación individual que la conducta motriz fina y que
la conducta adaptativa. Vuélvase a colocar el hilo sobre la mesa. Lo recoge utilizando hábilmente la
oposición de pulgar e índice y hace oscilar el objeto colgado de un extremo del hilo. Da muestra, así, de
que aumenta su percepción de las relaciones. Establece asociaciones. Sostiene en su mano un cubo y
pone otro en contacto con aquel, o bien coloca un cubo dentro de una caja, o lo deja en la palma de la
mano de la madre, tendida a la espera del gesto.
Librado a sus propios recursos con una docena de cubos, exhibe un modo de conducta muy instructivo.
Recoge un cubo y lo deja caer; recoge otro cubo y también lo deja caer; recoge un tercero y hace lo
mismo. Todo esto, en forma algo desordenada; mas según todos los cánones del desarrollo, este
manejo de los cubos, uno a uno, debe considerarse como el primer paso dentro de la pendiente de la
matemática. Se trata nada menos que de una numeración rudimentaria. Este notable modo de conducta
no es resultado de la imitación ni de la presión cultural, si bien es cierto que, llegado el momento, la
cultura le suministrará los módulos apropiados: 1, 2, 3, 4, 5... Con el tiempo, los rótulos serán verdaderos
símbolos y el niño asimilará los conceptos correspondientes, mas no todavía.
El niño de un año también saca conclusiones en las situaciones sociales. Le gusta tener un auditorio;
repite las acciones que provocan la risa de quienes le rodean; goza con toda clase de animados juegos
caseros. Esta reciprocidad social se basa en su creciente perceptividad emocional, la cual le permite leer
más exactamente las emociones de los demás.
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ANEXO
1. Explique brevemente las características motrices del niño en su primer año de vida.
7. ¿Qué representa el primer año de vida en un niño y qué habilidades desarrolla? ¿Cómo se
adapta al medio ambiente?
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