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8.c.

La toma de decisiones
La toma de decisionse forma parte del proceso de evaluación. Es lo que le da
sentido al proceso. Recoger evidencias o datos, analizarlos y limitarse a
anotarlos en un registro convierte la evaluación en burocracia. Hay dos tipos de
decisiones que se pueden tomar: decisiones para regular el aprendizaje
(evaluación formativa) o para certificarlo (sumativa).

Los equipos docentes tienen asignadas ambas funciones por normativa, y para
ello se reúnen periódicamente en las juntas de evaluación. Según el momento del
aprendizaje en el que se produzca la reunión, las decisiones que se tomen serán
para regular o para certificar el aprendizaje.

8.c1. Toma de decisiones para la regulación

Estas decisiones son propias para tomar durante un curso escolar (en las juntas
trimestrales) y también a lo largo de una etapa o ciclo en el que hay unos
objetivos de aprendizaje comunes para toda la etapa o ciclo. Es decir, mientras el
alumno está aprendiendo algo consideramos que está en un proceso que es
regulable mediante la evaluación.

Teniendo en cuenta que el currículo se estructura en torno a competencias


comunes a las distintas asignaturas, cobra aún más sentido este planteamiento.
Sin embargo, con un enfoque únicamente de contenidos impartidos de manera
independiente en cada materia, el aprendizaje se convierte en una especie de
juego en el que hay que ir superando pantallas en cada trimestre.

Como no es posible trabajar las competencias de manera separada de los


contenidos, es necesario hacer un planteamiento flexible e interconectado entre
las materias, lo cual conlleva una evaluación colegiada. En el caso de que
hablemos de las competencias de comunicación, está claro que hay unos
contenidos explícitos que se trabajarán desde las materias lingüísticas, pero las
demás materias no pueden prescindir de las competencias de comunicación. Por
ejemplo, en el capítulo anterior, veíamos un extracto de informe de evaluación
referido a la competencia de comunicación. En él, se resumían las evidencias de
lo logrado por la alumna Laura, en concreto una exposición oral sobre los
ecosistemas y una redacción sobre los animales en peligro de extinción. Es decir,
desde las áreas científicas se ha trabajado también la competencia de
comunicación. Pues bien, las juntas de evaluación deben servir para que los
profesores pongan en común estas conexiones entre materias, valoren y analicen
conjuntamente los progresos de cada alumno y las dificultades que presentan, a
fin de proponer nuevas vías de trabajo, refuerzo, materiales, organización,
tutorización, etc.

Todas estas decisiones se enmarcan dentro del ámbito de actuación escolar —no
son recomendaciones de que vaya a clases particulares o de que estudie más— y
requieren cierta coordinación entre materias y profesores. Son decisiones
encaminadas a la regulación de los aprendizajes y deberían constituir la inmensa
mayoría de las decisiones que se toman en las juntas de evaluación. En otras
palabras, las decisiones de una junta de evaluación no son veredictos
inapelables, sino compromisos profesionales para la regulación de los
aprendizajes. Los alumnos están aprendiendo, hay cosas que ya han aprendido y
hay otras que todavía no. Y ahí entra la labor profesional de una junta de
evaluación: tomar las decisiones para que, a lo largo del curso escolar, ciclo o
etapa todos y cada uno de los alumnos lo puedan lograr.

En este enfoque, resulta muy efectivo incorporar la perspectiva y reflexión del


propio alumno, tal y como se ha explicado en el capítulo anterior, con alguna de
las estrategias de participación: entrevista personal, presentación en público o
autoinforme. De entre ellas, la presentación en público de los aprendizajes se
puede realizar ante el equipo docente (o una representación), por ejemplo, que
luego puede debatir o corroborar lo que el alumno ha presentado, aportando sus
propias sugerencias de mejora o nuevas vías de trabajo.

8.c.2 Toma de decisiones para la certificación

A lo largo de la escolarización, hay algunos hitos o momentos de paso


establecidos en los que es necesario validar los aprendizajes. Esto suele suceder
al final de las etapas o coincidiendo con los finales de curso, según cómo esté
estructurado el currículo en cada enseñanza (hay que distinguir la enseñanza
obligatoria de la postobligatoria o las enseñanzas artísticas y la formación
profesional). En cualquier caso, en las enseñanzas formales existen estos
momentos de paso y son las juntas de evaluación (los equipos docentes) las
responsables de estas certificaciones.

A menudo, el tiempo de estas reuniones se dedica a debatir si ciertos alumnos


deben o no repetir curso. La investigación¹⁷ nos dice de manera clara que es una
medida del todo ineficaz y contraproducente para el aprendizaje del alumnado, y
es, con frecuencia, la antesala de un abandono escolar. A nadie se le escapa, por
otro lado, el enorme efecto desmotivador que tiene para el alumno repetidor, que
suele traducirse en comportamientos disruptivos.

En las decisiones sobre la certificación se deben tener en cuenta los logros de los
alumnos según los criterios o estándares de evaluación, tal y como hemos
comentado anteriormente, además de las otras consideraciones que se
establezcan en las normativas respecto a la madurez, por ejemplo, la visión de
conjunto o las dificultades específicas de aprendizaje.

Cuanta más evaluación formativa se haya hecho durante el proceso, cuanto


mayores hayan sido los esfuerzos en enfocar las decisiones hacia la regulación y
cuanto más se haya involucrado al alumnado en su proceso de aprendizaje y
evaluación, más sencillo es este último paso, que se convierte, en realidad, en un
trámite. Por ello, nuestra principal recomendación en este punto es… ¡volver a
leer el libro!

Fuente: Morales M. y Fernández, J. (2022). La evaluación formativa. Estrategias


eficaces para regular el aprendizaje. Innovación Educativa.

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