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Universidad de Antioquia
Medellín
Octubre 2015
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
Tabla de contenido
Presentación……………………………..………………………………………….……….4
La inteligencia social y la inteligencia emocional como teorías antecedentes para
comprender el concepto de competencia socioemocional.
María Alexandra Rendón Uribe, Olga Elena Cuadros Jiménez.……...…………..…7
Consideraciones acerca de las competencias socioemocionales.
María Alexandra Rendón Uribe………………………..…………………….…….26
Los estilos de enseñanza y su implicación en la educación socioemocional de los
estudiantes.
María Alexandra Rendón Uribe, Beatriz Elena Hernández Álvarez, Diana Cecilia
Monterrosa Chávez……...…………………………………………………………..……..52
Competencias socioemocionales y convivencia escolar.
María Alexandra Rendón Uribe, Amparo Holguín Higuita, Lina María Cano
Vásquez……………………………………………………..………………………….…99
Bullying escolar y regulación socioemocional.
Johanna Patricia Álvarez Pulgarín..….………………………...………………....140
Las mediaciones docentes ante los conflictos escolares y la educación socioemocional
Adriana María Ortiz Rodas………………………...…………………..…………158
2
LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
Índice de tablas
Tabla 1. Competencias socioemocionales………………………………………………….34
Tabla 2. Características de los Estilos de enseñanza tradicional y mediacional en función
de la educación socioemocional.…………………………………………………..………59
Tabla 3. Criterios e indicadores para la caracterización de los estilos de enseñanza
magistral y mediacional……………………………………………………………………68
Tabla 4. Población estudiantil que participó en la investigación…………………………73
Tabla 5. Problemas identificados relacionados con las competencias socioemocionales...78
Tabla 6. Proceso de formación docente………………………………………………….106
Tabla 7. Estructura de la propuesta didáctica………………………………..………….106
Tabla 8. Problemas de convivencia en las regiones de Antioquia……………………….112
Índice de figuras
Figura 1. Tipos de emociones……………………………………………………………30
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
Presentación
1
Pertegal-Felices, Mª Luisa; Castejón-Costa, Juan L. y Martínez Ruiz Mª Ángeles (2011). Competencias
socioemocionales en el desarrollo profesional del maestro. Educación XX1, vol. 14, núm. 2, 2011, pp.
237-260.
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
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Boyatzis, 2012) (también llamada inteligencia práctica), que actúa en el contexto de la vida
cotidiana aplicada a todos los frentes y áreas posibles de la vida de un sujeto.
De acuerdo con Sternberg (1997), la inteligencia es adaptativa y dirigida a la
comprensión de lo real y a la transformación del individuo y del medio. El autor en sus
investigaciones sobre la capacidad social del ser humano, ha establecido dos tipos de
inteligencia: inteligencia social e inteligencia práctica. Sobre la inteligencia social
Sternberg (1997) propuso cuatro enfoques para comprender el concepto de inteligencia
social:
El primero es el enfoque definitorio propuesto por Thorndike (en Sternberg,
1997), donde se define como el conjunto de habilidades para comprender a los otros
y de actuar y comportarse sensatamente en relación con los demás. Otros, como
Moss y Hunt (en Sternberg, 1997), la definieron como la habilidad para llevarse
bien con los demás. Aunque este enfoque facilita la comprensión de ciertos aspectos
de la inteligencia social, no está basado en investigaciones empíricas sino en
estudios teóricos, por lo que no representa evidencias contundentes para probar su
existencia.
Por ello se establece un segundo enfoque teórico implícito basado en
estudios con varios grupos de personas, entre especialistas y no expertos en el tema,
con relación a sus concepciones sobre la inteligencia social. De esta manera se ha
llegado a considerar que la inteligencia social comprende capacidades pro-sociales
como: aceptar a los demás por lo que son, admitir errores, mostrar interés por el
mundo en general, ser puntual en las citas, tener conciencia social, responder a las
necesidades de otros, brindar apoyo emocional, interesarse auténticamente por los
otros, tener habilidades de mando, saber cómo hacer las cosas, establecer objetivos,
convivir con facilidad, ser abierto a la gente, disfrutar de las actividades sociales y
del compromiso social, poseer autoeficacia (concepto que abarca el buen concepto
de sí mismo, tener identidad y valores y el tener una actitud positiva hacia la vida).
El tercer enfoque de carácter psicométrico propone la medición de la
inteligencia social mediante diversos test basados en situaciones sociales,
reconocimiento del estado mental del hablante, reconocimiento de caras y
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
perspectiva, Kosmitzki y John (1993, cit. en Contini, 2004), plantean que los componentes
centrales en las teorías implícitas de la inteligencia social son las variables cognitivas y
conductuales. Las primeras aluden a la posibilidad de realizar una representación de los
hechos, conocer pautas sociales, comprender a las personas y tener apertura hacia los
demás. Las variables conductuales incluyen, por su parte, la calidez interpersonal, la
habilidad para tratar con los demás y la adaptabilidad social.
Para Sternberg (1992) existen muchas evidencias que dejan entrever que estas
habilidades son estables o constantes de un sujeto a otro y de una situación a otra, y que van
más allá del concepto de inteligencia académica.
De otro lado, la inteligencia práctica es considerada por Sternberg (1992) como el
conjunto de habilidades de las cuales se sirve un sujeto para resolver problemas prácticos;
en este orden, la inteligencia práctica facilita un mejor ajuste del sujeto al entorno, ya sea
que éste se adapte al medio ambiente, o que lo modifique.
Visto así, la inteligencia social hace referencia a la percepción social, conocimiento
social, insight social, empatía, memoria social, adaptación social; la inteligencia práctica se
relaciona con la vivencia en la calle o con el sentido común; y la inteligencia académica
supone operaciones formales del pensamiento sobre temas generalmente ajenos a la
experiencia cotidiana del sujeto (Contini, 2004). Un ejemplo de cómo se articulan estos
elementos teóricos es cuando todos estos aspectos se ponen al servicio de la comprensión
de los fenómenos de interacción y convivencia entre pares, especialmente dentro del
contexto escolar. Allí puede establecerse un vínculo para comprender cómo es que aspectos
cognitivos, metacognitivos y emocionales dan forma a patrones de conducta y
funcionamiento social dentro del aula, llegando incluso a explicar de esta forma, los
problemas académicos de los estudiantes. En esa perspectiva, se entiende que cuando los
problemas académicos que requieren una intervención socio-emocional, tienden a ser
formulados por otros, y no por el propio sujeto, aunque están bien definidos, quedan por
fuera de la experiencia cotidiana, y al no estar complementados por datos completos para
su análisis, admiten una sola repuesta que generalmente da cuenta de un modelo normativo
vigente dentro del contexto escolar. En contraste, los problemas prácticos que están
directamente relacionados con la experiencia de la vida diaria, tienden a estar pobremente
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
formulados, y aunque son de interés personal, no siempre contienen todos los datos para su
solución pero admiten múltiple solución (Contini, 2004).
Basándose en algunas investigaciones, Sternberg (1992) formuló que el
funcionamiento o realización con éxito de muchas de las tareas del mundo real, implica un
conocimiento tácito de una clase de información que nunca se enseña explícitamente, es
decir, se adquiere por cuenta propia, por la experiencia individual más que por la
instrucción (Rendón, 2009). El conocimiento tácito, entonces, representa un intento de
evaluar las habilidades que se ponen en juego en contextos específicos, lo que puede ser
considerado una cualidad implícita de la inteligencia práctica. Una característica del
conocimiento tácito es que tiende a no ser verbalizado formalmente, por ello toma la forma
de un “saber cómo”, esto es, un conocimiento orientado hacia un uso en particular, en un
contexto específico, tal como la escuela, el trabajo o la vida en el hogar. Otra característica
del conocimiento tácito es su valor instrumental para el logro de metas en la vida diaria
(Contini, 2004).
Para Sternberg (1992, cit. en Rendón, 2009, p. 32-33), el conocimiento tácito es una
medida de inteligencia práctica y aunque éste es uno de los aspectos importantes para el
éxito profesional, existen otras habilidades para la actuación en el mundo real. Esta idea de
inteligencia práctica se sustenta en la experiencia de muchos ejecutivos, de hombres de
empresa y empleados, que basan su éxito en la comprensión de los detalles y aspectos
casuísticos de la ocupación. Al respecto se plantean ciertos tipos de conocimientos que son
fundamentales para el éxito tales como:
Dirigir a gente: saber cómo dirigir a otros en el trabajo, constituye una habilidad
de supervisión interpersonal. Dirigir tareas: conocimiento de cómo conducir las
tareas cotidianas en el trabajo.
Autodirección: saber cómo aprovechar al máximo las propias capacidades para
un buen desempeño en el trabajo. Dirigir la carrera: saber qué actividades
conducen al éxito profesional, la buena reputación en el ámbito laboral.
Las consideraciones sobre inteligencia social y práctica de Sternberg (1992) están
basadas en la medición de habilidades diferentes bajo enfoques como "la decodificación no
verbal" y "el conocimiento tácito", que aunque muy diferentes, son complementarias y le
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sirven al individuo para que sea emocionalmente equilibrado y tenga una actuación exitosa
en la vida social y laboral (Rendón, 2009).
Otra visión actual de la inteligencia es la de Daniel Goleman (1996), quien
retomando algunos elementos desarrollados por Gardner (1987, 1994), expone su propia
concepción de inteligencia (Inteligencia Emocional). Ambos consideran que el cociente
intelectual gira en torno a unas franjas de habilidades lingüísticas y lógico matemáticas,
pero su alcance no llega hasta la predicción del éxito profesional y menos del éxito en la
vida (Rendón, 2009). Goleman (1996, cit. en Rendón, 2009, p. 35) expresa que “en nuestra
vida existe una dicotomía entre una mente racional, que es la forma de comprensión que
conocemos como conciencia, y otro sistema de conocimiento impulsivo y poderoso, a veces
ilógico, que es la mente emocional”.
De acuerdo con Goleman (1996), numerosos sucesos de la vida diaria reflejan la
ineptitud emocional en el ámbito familiar y social, aspecto que no se ha logrado erradicar
pese a la variedad de esfuerzos que se han hecho en diversos campos de las ciencias
sociales, como la psicología, la sociología y la educación y a los innumerables estudios
donde se han hallado pruebas acerca de la relación existente entre las posturas éticas que se
asumen en la vida y las capacidades emocionales subyacentes. Al respecto, Goleman
(1996) plantea que suele haber un grupo de habilidades a las que él llama Inteligencia
Emocional que pueden enseñarse a los niños, jóvenes y adultos para que se valgan de ellas
en la mejor utilización del potencial intelectual (Rendón, 2009, p. 35).
Hasta este punto se ha querido mostrar que la inteligencia práctica, la social y la
emocional, tienen en común el hecho de que se focalizan en un conocimiento de tipo
declarativo y procesal, igualmente son flexibles y se centran en la solución de problemas
que admiten más de una interpretación.
De acuerdo con esta perspectiva, el núcleo de interacción (tanto interna como
externa) que contempla uno de los componentes de la inteligencia, se convierte en el pilar
conceptual para comprender el desempeño social de los sujetos, que a su vez se considera
componente estructural de la Competencia Socio-Emocional, eje central de esta
publicación.
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
Es por esta razón que se considera necesario analizar más en detalle la perspectiva
de la Inteligencia Emocional que toca más con los aspectos prácticos, aplicados y
contextuales, a fin de que sirvan como soporte para la comprensión de lo que en este
trabajo se entiende como competencia socio-emocional.
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
su mejoramiento. Los principios básicos de la IE establecen que hay una serie de aspectos
más allá de lo cognitivo e intelectual, que están del lado de lo emocional y lo social para
poder comprender de manera más adecuada el desarrollo personal de los individuos
(Goleman, 1997). Desde este modelo de inteligencia, las emociones se encuentran en el
centro de las aptitudes necesarias para vivir bien, porque de ellas dependen el empatizar
con el otro, interpretarlo e interpretarse a sí mismo. Reconocer la influencia que tienen las
teorías de la emocionalidad y su relación con la conducta social bajo el paraguas de la
inteligencia, tiene un amplio espectro de implicaciones para la vida cotidiana. Goleman
(1996) plantea por ejemplo los efectos en la salud, tanto mental como física que conllevan
los aspectos contemplados dentro de este modelo. Así, el autor considera que muchas
enfermedades modernas relacionadas con la alimentación y el manejo del estrés, se deben
al desconocimiento que se posee de las emociones y sentimientos propios. Igualmente
conductas externalizantes relacionadas con problemas de violencia y drogadicción
especialmente en la adolescencia, son derivados de la dificultad que se tiene para reconocer
cuándo una emoción es dominante y se resiste a la habilidad de autocontrol que pueden
ejercer las personas dentro de contextos conflictivos, a partir de la presión de pares.
Los ejemplos anteriores, y muchas otras experiencias que cotidianamente podrían
describirse, reflejan que no todas las personas actúan de manera similar frente estas
situaciones. Lo cual hace pensar que el nivel en el que se encuentran las “competencias” o
“cualidades” emocionales no es el mismo en todas las personas. Hay quienes poseen un
buen control de sus propias emociones, pero son incapaces de interpretar las de los demás,
y al contrario; hay personas que logran con facilidad ponerse en el lugar de los demás, pero
son incapaces de responder por sus propios estados emocionales en momentos de crisis,
consternación o confusión.
El nivel de competencia emocional de cada individuo, depende de los recursos
personales y sociales con los que ha contado a lo largo de su desarrollo para afrontar las
dificultades y obstáculos que se le presentan y cómo regula estos recursos, de acuerdo con
los principios y normas valóricas que rigen en su entorno. La vulnerabilidad a las
situaciones y acontecimientos críticos está ligada a que sean o no competentes
emocionalmente para afrontar de un modo efectivo las demandas y dificultades, para
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vida (Contini, 2004). Sin embargo, el conocimiento tácito no es suficiente para que el
sujeto tenga un desempeño exitoso; deben entrar en juego la motivación para el logro y
otros numerosos factores, por eso vemos personas exitosas en la escuela que presentan
dificultades en sus relaciones sociales, o de forma contraria, hay quienes fracasan en la
escuela, pero tienen éxito en el trabajo o en los vínculos sociales. Visto así, es importante
tener en cuenta todos estos elementos tanto a la hora de comprender el desempeño de un
sujeto, como de hacer intervenciones pedagógicas en contextos de la vida real. Además es
preciso tener claro que las habilidades académicas en las que la escolarización formal ha
puesto énfasis, tienen un valor y utilidad muy limitada en la resolución de problemas de la
vida diaria (Contini, 2004).
Ahora bien, existen otras implicaciones referidas a la Inteligencia Emocional. Para
Gallego, Alonso, Cruz y Lizama, (2000) la IE se haya vinculada a la capacidad lingüística.
En la medida en que una persona pueda expresarse a través de la palabra o por escrito, le va
a ser más fácil dar a entender sus emociones y va a poder debatir, persuadir con eficacia.
Esto nos remite a las consideraciones que desde Vygotski (1998) se han establecido
respecto al lenguaje como modulador del pensamiento, lo que determina la riqueza y forma
como cada persona ve el mundo. Pero las relaciones de la IE no se limitan al lenguaje,
también son claras las relaciones con procesos cognitivos como el pensamiento. En este
sentido, las emociones se pueden usar para facilitar el pensamiento. Esto incluye la
habilidad del sujeto para tener en cuenta los sentimientos cuando razona y resuelve
problemas, y determinar cómo las emociones pueden ser empleadas para la toma de
decisiones más efectivas. Petrides y Furnham (2007, cit. en Pena y Repetto, 2008) sostienen
que la Inteligencia Emocional se puede operacionalizar a través de indicadores que la
acercan a ser considerada como una capacidad cognitiva, mediada por otras estructuras
psicológicas como los rasgos de personalidad.
Desde esta perspectiva, se considera que las emociones afectan al sistema cognitivo
y la IE puede constituirse en un factor moderador de los mecanismos a través de los cuales
se afrontan situaciones de tensión social. De esta manera la IE se convierte en factor
protector para evitar o minimizar conductas violentas o agresivas que generen desajuste
emocional (Extremera y Fernández –Berrocal, 2002b; Mestre, Guil y Segovia, 2007, cit. en
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melancolía, o ser capaz de aliviar la ansiedad de otro sujeto (Mayer, Caruso & Salovey,
1999).
Contini (2004) expresa que en general existen tres factores específicos relacionados
con la IE, estos son: la percepción, la comprensión y el manejo de las emociones.
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indicando la percepción individual y grupal de las habilidades, lo que aporta una evaluación
más ecológica.
De acuerdo con los anteriores aportes, para la teoría de la IE las relaciones del
sujeto consigo mismo y con los demás, están basadas en los juicios representacionales, los
cuales resultan fundamentales, ya que remiten al desempeño del sujeto en el contexto
intrapersonal e interpersonal, y dentro del orden cultural-social y, mientras más complejo es
el sistema social, más esencial resulta la flexibilidad representacional (Goleman, 1996).
Para establecer este nivel de desempeño, es que nos proponemos profundizar en el
concepto de Competencia Socioemocional, pues permite que cada persona identifique y
cuestione las circunstancias de su contexto de manera que ponga en acción todo su
potencial emocional y social.
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Ya desde tiempo atrás se han definido las siguientes emociones básicas en el ser
humano: la ira, la tristeza o aflicción, el temor o miedo, el placer, el amor, la sorpresa, el
disgusto, la vergüenza, la alegría y el asco. Cada una de ellas es expresada facialmente de
manera distinta, por lo que pueden ser fácilmente interpretadas, determinando el tipo de
interacción social que es requerida. Éstas no son las únicas emociones sino que son los
núcleos centrales de grupos o familias de emociones que se unen según su similitud, pero
cada emoción tiene dimensiones o matices diferentes.
El grupo de emociones básicas descrito por Paul Ekman (cit. en Goleman, 1996, p.
332) ha sido retomado por numerosos investigadores para el desarrollo de programas de
entrenamiento emocional o social, entre ellos se encuentra el programa de competencia
social de la Universidad de Yale, en el que se pretendía que a partir del reconocimiento de
las emociones en las expresiones faciales, los jóvenes aprendieran a afrontar los mensajes
que se reciben a cada momento durante las continuas interacciones personales; se planteó
en esta experiencia que el hecho de vincular un nombre a un sentimiento, identificar y
asociar su expresión, aunque parezca un acto fácil, es algo totalmente ausente en aquellos
jóvenes agresivos, que malinterpretan los mensajes que son neutrales y ven hostilidad en
expresiones que no la tienen; así mismo, a las personas con trastornos alimentarios como
bulimia y anorexia les es difícil distinguir entre la angustia y la ansiedad (Goleman, 1996).
Como dato curioso y sin la intención de ahondar en ello, Paul Ekman (1992, cit. en
Vivas, Gallego y González, 2006) afirmó que dichas emociones básicas no son aprendidas
sino innatas y que se revelan mediante expresiones faciales que son reconocidas por
personas de distintas culturas e incluso se evidencian en las expresiones faciales de
personas ciegas congénitas, lo cual les otorga un carácter universal. Desde esta perspectiva,
las emociones básicas están grabadas en los circuitos nerviosos y en los genes.
También, Vivas, Gallego y González (2006), afirman: “Investigaciones más
recientes comienzan a perfilar una nueva mirada al mundo emocional y proporcionan
evidencias con respecto al importante papel que han jugado las emociones en la génesis de
las capacidades mentales más elevadas como la inteligencia, el sentido de la moralidad y de
sí mismo” (p. 18).
Existen sin embargo, otras posturas que plantean la existencia de todo un espectro
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Pese a esta consideración general del concepto, la CSE está muy ligada a la cultura
en la medida en que permite al sujeto adoptar un repertorio de habilidades para ser ejercidas
en situaciones diversas bajo parámetros consensuados por la sociedad. Sin embargo, la
persona que es catalogada como competente socioemocionalmente en un país oriental,
puede no serlo en occidente. Así mismo, los criterios de evaluación de la CSE se modifican
considerablemente según la cultura. La validez social de la CSE significa básicamente que
los comportamientos seleccionados como “comportamientos objetivo” son auténticamente
importantes en el medio social del individuo, por ejemplo, si para las personas que rodean a
un individuo es importante el contacto ocular, es necesario entrar a evaluar ese
comportamiento que sería socialmente válido. En función de esto, una persona se entiende
como competente si se encuentra en capacidad de transformar una situación o contexto
social, empleando la información emocional que posee de manera activa. Ser competente
socioemocionalmente debería ser el estado ideal, materializado en conductas de respeto,
justicia, ecuanimidad, empatía, tolerancia, actitud de escucha frente al otro, entre otras.
La CSE entonces, implica las acciones o actuaciones sociales y emocionales que se
llevan a cabo con un determinado fin en concordancia con las demandas o exigencias del
contexto, por ello involucra diferentes elementos y recursos necesarios para poder alcanzar
el fin propuesto; esto significa que como toda competencia es dinámica; además, no
constituye una condición implantada desde el nacimiento, sino que es gracias a la familia y
a la escuela como se puede desarrollar.
En la CSE se combinan componentes cognitivos, afectivos y conductuales, es decir,
implica la relación entre el pensamiento (habilidades cognitivas), el sentimiento (una
concepción de sí mismo y del otro) y la conducta (López de Dicastillo, 2004 y Trianes, De
La Morena y Muñoz, 1999). Estos componentes se evidencian en desempeños coherentes
valorados por la sociedad y favorecen a su vez el conocimiento del sí mismo, la regulación
emocional, la eficacia, la adaptación y la aceptación de los otros como prerrequisitos que
permiten el bienestar; de acuerdo con esto se puede afirmar que la CSE es un indicador de
salud mental.
En este orden, la CSE está fundamentada no solo en las habilidades sociales, sino
también en otros aspectos de tipo afectivo-motivacional, cognitivo y relacional del sujeto,
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Competencia personal
Conciencia de sí mismo (autoconciencia)
Autoconciencia Emocional: Implica conocer nuestros recursos, nuestras capacidades
y nuestras limitaciones internas, lo cual permite reflexionar y ser capaz de aprender de la
experiencia. Es la posibilidad de reconocer el modo en que nuestras emociones afectan a
nuestras acciones y la capacidad de utilizar nuestros valores como guía en el proceso de
toma de decisiones. Implica el conocimiento de sí mismo, y se convierte en la base para
interpretar a los otros y a las situaciones y permite armonizar nuestras decisiones con
nuestros valores más profundos.
La base de todo proceso de control emocional está en este autoconocimiento, pues
procura una atención progresiva a los propios estados internos, lo cual es el punto de
partida para abrir el camino hacia la armonía emocional. Este conocimiento autorreflexivo
posibilita que la mente observe, investigue y reconozca su propia emocional, en un acto que
podría equipararse con la metacognición.
La conciencia de las emociones es la competencia fundamental sobre la que se
construyen las demás, como el autocontrol emocional, por ejemplo.
De acuerdo con Reppeto y Pena (2010), la clave de la autoconciencia, reside en la
“toma de conciencia” de las propias emociones, saber cuáles son nuestras emociones se
convierte en la clave para cualquier proceso de desenvolvimiento personal, y “para
gestionar nuestras emociones y las de los que nos rodean, sentir empatía con ellos, ser
capaz de motivarnos a nosotros mismos y a los demás y, sobre todo, mejorar nuestra
asertividad y colaborar más eficazmente con los otros” (p.88).
Puede discutirse acerca de la naturaleza y la finalidad de las emociones, lo que no se
puede discutir es el hecho de que las emociones existen y nos afectan. Cuando se desconoce
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
este panorama emocional se tiende a una serie de fracasos en los intercambios sociales, por
ello el poder de transformación personal se sustenta básicamente en ese autoconocimiento
(Goleman, 1996).
A través del conocimiento de nuestras emociones, y del proceso que siguen nuestros
pensamientos (metacognición), podemos llegar a darnos cuenta de la diferencia que existe
entre “sentir una emoción” y ser consciente de lo que se está sintiendo o verse arrastrado
por ella. La autoconciencia exige un conocimiento íntimo y exacto de nosotros mismos y de
las emociones. Asimismo, requiere la comprensión y la predicción de nuestras reacciones
emocionales ante las situaciones. El desarrollo de la conciencia emocional supone la
alfabetización emocional, es decir poseer un vocabulario adecuado y suficiente para definir
o describir lo que se está sintiendo. Igualmente implica el desarrollo de la atención
consciente para distinguir lo que estamos sintiendo.
Autovaloración: Es el juicio positivo de nuestra capacidad de actuar. Proporciona
seguridad y es la condición para toda actuación sobresaliente porque implica poseer la
suficiente convicción para afrontar las dificultades que se presentan; desempeñarse de
forma eficaz; asumir desafíos y afrontar tareas a pesar de las críticas, la incertidumbre y las
presiones. La autovaloración está relacionada con la confianza y la posibilidad de ejercer
dominio y control sobre el mismo cuerpo, las emociones y el mundo y con la sensación de
que las probabilidades de fracaso son mínimas ante las tareas propuestas. De igual forma, la
valoración de sí mismo, exige actuar con persistencia para lograr lo que se desea.
Autogestión
Autocontrol emocional: denominado también autodominio, implica el control sobre
la propia actuación y la capacidad de modular y dominar las propias acciones de maneras
acordes a la edad; una sensación de control interno, consiste además en la habilidad para
moderar o manejar nuestra propia reacción emocional ante situaciones intensas, ya sean
positivas o negativas. Implica una coherencia entre juicio y acción, entre pensamiento y
conducta. El autocontrol significa gobernar adecuadamente los sentimientos impulsivos y
las emociones conflictivas, gestionar apropiadamente los impulsos, permanecer
equilibrados, positivos e imperturbables aún en los momentos más críticos, pensar con
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emocional. Ello implica también las predicciones del individuo sobre las consecuencias de
la conducta. El control de los impulsos genera como consecuencia general, una mayor
competencia en el plano social, pues permite incrementar la eficacia, aumentar la confianza
en sí mismo y enfrentar con mayor capacidad las frustraciones de la vida (Shapiro, 1997).
Integridad valorativa: las preferencias o los valores positivos o negativos que se
tengan frente a ciertas situaciones, personas o cosas, son los que determinarán las actitudes
que se asuman y, por ende, la forma de relacionarse con ellas de manera asertiva o no. Si
bien los valores son asumidos o acogidos por la influencia del medio social, es la misma
persona la que establece los principios de valor y actúa de acuerdo con ellos. Lo anterior,
implica un acuerdo entre el juicio y la acción, y conductas estables y voluntarias con
carácter moral.
Autonomía: Supone un proceso crítico para manejar el ambiente en el que se adopta
un rol activo, para seleccionar en qué espacios participar y decidir qué hacer. Se relaciona
con la autodeterminación y la autodirección de la personalidad frente a variadas
situaciones, para lo cual el individuo debe tener conciencia de sí mismo. En este sentido el
desempeño social no es solo influido por el exterior, sino que es proactivo, él sujeto actúa y
transforma conscientemente las situaciones regulando las propias acciones. Implica un uso
responsable de la libertad, balancear los requerimientos de cohesión grupal con los propios.
La habilidad de autocontrol permite promover la autonomía de la voluntad y una mayor
coherencia de la acción personal. En efecto, autonomía y autocontrol son componentes
básicos para lograr un alto rendimiento en las relaciones de los grupos, y de estos con las
comunidades a las cuales pertenecen.
Adaptabilidad emocional: Se refiere a la forma en que el sujeto percibe, piensa,
interpreta y experimenta el mundo. Cada individuo interpreta el mundo según posea los
elementos adecuados para hacerlo, por tanto, habrá algunos que tendrán más elementos
para comprender determinadas situaciones. Significa la aceptación de la propia experiencia
emocional, la cual por razones obvias debe ser culturalmente aceptada, pero ante todo estar
de acuerdo con las creencias del individuo. En esencia, se demuestra adaptabilidad cuando
se vive de acuerdo con los propios valores morales y con una teoría personal sobre las
emociones (Bisquerra, 2003).
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
Competencia social
Conciencia social
Empatía: Es la capacidad de comprender los sentimientos, motivos y
preocupaciones de los demás; conduce a un sentido de compenetración e intimidad con el
otro (Goleman, 1996). Se refiere a acoger el punto de vista del otro y la capacidad de
adoptar la perspectiva necesaria en las relaciones entre personas. Afirman Reppeto y Pena
(2010) que la primera definición de empatía aparece en 1920 por parte de Titchener, quien
utiliza el término para referirse a una especie de imitación física del malestar del otro, que
evoca el mismo sentimiento en uno mismo. A diferencia de la palabra simpatía que
etimológicamente hace referencia a sentir con, el constructo empatía habla de sentir desde
dentro del otro (Repetto, 1977, cit. en Reppeto y Pena, 2010, p. 88).
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(Goleman, 1996).
Conciencia de grupo, trabajo en equipo y colaboración: se refiere a la capacidad de
equilibrar las propias necesidades con las de los demás en una actividad grupal (Goleman,
1996). Un equipo es un conjunto de personas que se necesitan mutuamente para actuar.
Todos los equipos son grupos, pero no todos los grupos son verdaderos equipos. El grupo
ejerce una poderosa influencia sobre el individuo, y contribuye al crecimiento y desarrollo
de su propia identidad. Pero la noción de equipo implica el aprovechamiento del talento
colectivo, producido por cada persona en su ínter actuación con los demás. El trabajo en
equipo es un proceso en espiral, cuya eficacia depende y contribuye al desarrollo personal
de sus miembros (Reppeto y Pena, 2010). Esta competencia se constituye en lo opuesto al
aislamiento social, la despersonalización o el individualismo, es decir, se refiere a la
cooperatividad y a la habilidad para coordinar acciones con una red de personas.
Habilidades sociales: Para Gallego (2008), las habilidades sociales se encuentran
muy mediatizadas por las ideas y creencias respecto a la situación y a la actuación propia de
los demás; están determinadas por el contexto social, cultural y la situación concreta y
específica en que tienen lugar, y están dirigidas a la obtención de reforzamientos sociales
tanto externos como internos o personales (autor refuerzo, autoestima); así mismo implican
una interacción recíproca, lo cual, de acuerdo con Extremera y Fernández-Berrocal (2004,
cit. en Reppeto y Pena, 2010), hace más probable que la persona que desarrolla unas
interacciones sociales adecuadas, reciba un buen trato de los demás. Así mismo, son
conductas manifiestas, estrategias y formas de actuación aprendidas y que se revelan en
situaciones de relación interpersonal, incluyendo comportamientos verbales y no verbales,
específicos y discretos.
Por mucho tiempo el concepto de habilidad implicó la posibilidad para realizar algo,
lo cual determinó que se le concediera mayor importancia a la dimensión observable de
estas habilidades, pero las habilidades sociales también han sido consideradas desde la
perspectiva de su eficacia ante una situación, es decir, sus consecuencias. Desde esta
perspectiva, Linehan (1984, cit. en Caballo, 1988) señala que puede haber tres tipos de
consecuencias:
a) La eficacia para lograr los objetivos de la respuesta (eficacia de los objetivos), b)
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Dice además Gallego (2008), que las habilidades sociales se organizan en distintos
niveles de complejidad que mantienen una cierta jerarquía, cuyas estructuras se desarrollan
desde un nivel molar (por ejemplo: habilidades de interacción social), hasta llegar a uno
molecular (por ejemplo: mantener contacto ocular), habiendo pasando por niveles
intermedios (por ejemplo: decir “no”).
Lazarus (1973, cit. en Gismero, 2000, p. 15), divide la dimensión conductual en
cuatro capacidades básicas principales a saber: la capacidad de decir no, la capacidad de
pedir favores y hacer peticiones, la capacidad de expresar sentimientos positivos y
negativos y la capacidad de iniciar, continuar y acabar conversaciones. Estas capacidades se
pueden expresar en respuestas como: hacer cumplidos, aceptar cumplidos, hacer peticiones,
expresar amor, agrado y afecto, iniciar y mantener conversaciones, defender los propios
derechos, rechazar peticiones, expresar opiniones personales incluido el desacuerdo,
expresión justificada de la ira, el desagrado o el disgusto, petición de cambio de conducta
del otro, disculparse o admitir ignorancia, manejo de las críticas.
La dimensión personal ha sido enfatizada gracias al interés cada vez más marcado
de la psicología y la educación, en los factores cognitivos para la evaluación y el
tratamiento de las habilidades sociales. Dentro de los factores cognitivos que influyen en el
adecuado desempeño social de un sujeto se encuentran las percepciones, las actitudes o
expectativas erróneas, e incluso el tipo de ideas o pensamientos le pueden hacer más o
menos inhibido a la hora de afrontar de manera asertiva una situación determinada.
Las habilidades sociales por ser consecuencia del aprendizaje social, pueden
perderse en cualquier momento, ya sea por falta de uso, perturbaciones cognitivas,
deprivación afectiva, o períodos de aislamiento, como es el caso de las minorías étnicas por
la discriminación y falta de aceptación social de que son víctimas.
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
causa aflicción, choque, confrontación, ruptura, alarma o amenaza entre aquellas personas a
las que afecta. Es por ello que esta competencia e refiere al paso de un estado emotivo
doloroso, producido por deseos o intereses opuestos y contradictorios, hacia un estado de
bienestar y tranquilidad por parte de todos los implicados previamente en la situación
conflictiva (Reppeto y Pena, 2010).
Liderazgo e Influencia: Capacidad y deseo de producir un impacto, actuando
consecuentemente con persistencia parta lograrlo. Se encuentra relacionada con una
sensación de competencia, de ser eficaz. Incluye los esfuerzos para la iniciación y la
coordinación de una red de personas. Puede ser fácilmente observada en los juegos de
patio, en los niños que asumen la iniciativa y el que decide quiénes jugarán.
Comunicación asertiva: Es la capacidad para establecer un canal adecuado en donde
el mensaje emocional llegue en forma correcta y sea percibido por la otra persona de
manera que surta efecto. La comunicación tiene entonces dos formas de establecerse: a
través de lo verbal y a través de lo no verbal (o corporal).
Esta capacidad comunicativa es altamente compleja, pues involucra no solo la
forma en la que se expresan los mensajes, sino también la intuición del momento adecuado
para hacerlo. En síntesis, la comunicación asertiva además de que requiere de la habilidad
de percibir el cómo y el cuándo de una manifestación emocional (Goleman, 1996), está
relacionada con una sensación de confianza y compromiso con los demás y con el deseo de
intercambiar verbalmente ideas, sentimientos y conceptos.
De esta forma, la expresión directa de los sentimientos, la defensa de los derechos
personales y el respeto por los derechos de los demás, propios de la comunicación asertiva,
implican comprender que las otras personas tienen puntos de vista e intereses diferentes a
los propios. Desde el enfoque cognitivo-conductual, la asertividad es susceptible de ser
aprendida y modificada, y es una conducta que presenta una dimensión cognitiva, otra
emocional y otra motora (verbal y no-verbal). La asertividad en general es sumamente
relevante en los contextos interpersonales. De acuerdo con Reppeto y Pena (2010),
El constructo fue propuesto en primer lugar por Wolpe (1958) y posteriormente por
Alberti y Emmons (1970), quienes lo entienden como: -el comportamiento que fomenta la
igualdad en las relaciones humanas, permitiéndonos actuar en defensa de los intereses
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se ha hecho alusión) y de aprendizaje socioemocional (con las siglas SEL en inglés), el cual
se refiere,
“al proceso de la adquisición de competencias básicas para reconocer y
manejar las emociones, establecer y lograr metas positivas, apreciar las perspectivas
de los demás, establecer y mantener relaciones positivas, tomar decisiones
responsables y manejar constructivamente situaciones interpersonales” (Durlak,
Weissberg, Dymnicki, Taylor y Schellinger, 2011).
Desde diversas investigaciones se ha demostrado que los alumnos con mejor
desempeño académico poseen mejores niveles de competencias socio-emocionales,
contrario a ello un rendimiento académico deficiente se relaciona con ciertos estados
depresivos y baja adaptación social (Aluja y Blanch, 2004 y Pena y Repetto, 2008, cit. en
Reppetto y Pena, 2010). Así mismo, hay múltiples pruebas de que la aplicación de
programas para el desarrollo de estas competencias favorecen no sólo el proceso de
aprendizaje y el éxito académico de los alumnos, sino que también favorecen la integración
social de los mismos y disminuyen la aparición de fenómenos como el absentismo, el
abandono escolar, la violencia y el bullying o matoneo (López y Salovey, 2004, cit. en
Reppeto y Pena, 2010).
Más allá de la inteligencia académica, el desarrollo de las competencias socio-
emocionales se constituye en una salida al problema del fracaso escolar entendida como la
incapacidad del individuo para alcanzar los objetivos propuestos por un sistema educativo o
institución escolar (García, 2001, cit. en Reppeto y Pena, 2010). De hecho, algunos
estudiosos del tema afirman que una buena salud mental ejerce un efecto mediador en el
rendimiento medio escolar de los estudiantes, es decir, alumnos con más competencias
socio-emocionales presentan mayor equilibrio, mejores habilidades cognitivas y mejor
rendimiento académico (Fernández Berrocal, Extremera y Ramos, 2003, cit. en Reppeto y
Pena, 2010). “Fernández-Berrocal y Extremera (2002) abordan la cuestión del cociente
intelectual como un mal predictor de éxito en la vida, ya que la inteligencia académica no
es suficiente para alcanzar el éxito profesional, a la vez que tampoco garantiza la
satisfacción en el mundo de las relaciones personales” (Reppeto y Pena, 2010, p. 87).
Pese a esta ineludible relación, es necesario reconocer que la influencia de los
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relevancia especial tanto para el ámbito educativo (Weissberg y Greenberg, 1998), como
para el empresarial y de manera especial son las instituciones educativas las llamadas a
favorecer esta formación.
En conclusión se pudiera decir que existen amplias evidencias acerca de la
relevancia de la formación en competencias socio-emocionales y de la necesidad de
diseñar, aplicar y evaluar programas de intervención sobre las habilidades y/o competencias
de la IE, los cuales se deben orientar desde la práctica y el entrenamiento, pero un elemento
clave es el maestro, pues los datos indican que los docentes son conscientes de la necesidad
de incluir la educación emocional en las aulas pero que no han recibido la formación e
instrucción necesaria para llevarla a cabo con éxito (Pena y Reppeto, 2008).
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5
Profesora Facultad de Educación, Universidad de Antioquia. Contacto: alexa.rendom01@gmail.com
6
Docente Municipio de Caucasia y profesora de la Universidad de Antioquia sede Bajo Cauca. Contacto:
beatrizhernandez7623@hotmail.com
7
Estudiante de Psicóloga, Universidad de Antioquia sede Bajo Cauca. Contacto:
diana.monterrosa@udea.edu.co
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En esta perspectiva, es ideal que los sujetos encargados del proceso de formación de
las nuevas generaciones, propendan por transmitirles los valores y actitudes sociales que
impulsen su desarrollo autónomo. Pero asumir este rol es lo que más dificultad trae a los
adultos en la familia y la escuela, pues en ocasiones, sin hacerlo de forma consciente, hacen
uso del autoritarismo más que de la autoridad y lanzan juicios de atribución causal externa
que ponen al niño que se está formando en una posición ambivalente de no tener control ni
posibilidad de opinar sobre aquello que le compete, y además, observar las conductas de
desresponsabilización por parte de sus padres y profesores, en un acto de modelamiento,
que desde la perspectiva del aprendizaje social de Albert Bandura, no facilita el tránsito
hacia el desarrollo de la CSE.
En realidad, quien es competente sociemocionalmente, tiene la llave del éxito. Sin
embargo, los maestros siguen poniendo el énfasis en aprender nuevas teorías y siguen
abordando su capacitación desde el punto de vista intelectual, dejando de lado en su
formación, el aprendizaje y mejoramiento de sus cualidades emocionales, lo que impide
que se las puedan brindar a sus alumnos.
En este sentido, cuando se emprenden estudios como este, es preciso verificar si en
la cotidianidad se vivencian prácticas de reconocimiento del otro, establecimiento de
acuerdos y proyectos comunes, y si se conciben los conflictos como posibilidades de
transformación en el marco de lo que sería una convivencia democrática.
Es claro que desde las prácticas pedagógicas y desde los estilos de enseñanza de los
docentes se debe promover la mediación y el intercambio entre colectivos y la convivencia
entre ciudadanos con identidades y con demandas diversas. Ello supone una
responsabilidad ciudadana de parte del docente, evidenciada en la inclusión y la aplicación,
en sus prácticas pedagógicas, de conceptos como democracia, dignidad humana, libertad,
respeto por los derechos humanos, tolerancia, justicia social, solidaridad, responsabilidad,
lealtad, cooperación, participación y desarrollo espiritual, moral, cultural, mental y físico.
En este sentido, y para que el profesor pueda propiciar la formación de sujetos
autónomos se requiere que alcance los elementos emocionales y sociales básicos, condición
sin la cual no es posible que los maestros mejoren sus capacidades como enseñantes y que
los procesos de enseñanza y aprendizaje sean efectivos en cualquiera de las áreas del
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currículo. Por ello, es preciso prestar una atención especial al profesorado, como primer
destinatario de la educación socioemocional, ya que a partir de él, se contribuye al
desarrollo emocional de los estudiantes. Coincidimos con Marín et al (2006) cuando
reclaman la importancia de una educación socioafectiva de los maestros, y un cambio en la
perspectiva de valorar prioritariamente las categorías del “saber” y del “saber hacer”.
Al respecto Dávalos (2011) hace un llamado a reflexionar sobre el estilo docente, y
acerca de tres caminos o alternativas que se tienen para influir en la formación de actitudes
de los alumnos: la presentación de modelos de identificación, la selección y valoración de
la información que proporciona, y el empleo de los incentivos necesarios para el logro de
un aprendizaje formativo. Indica el autor que:
La personalidad del profesor, su afectividad e implicación respecto del
alumno constituyen un verdadero factor mediador para el aprendizaje. Este estilo de
ejercer la función docente sólo se puede concretar con: convicción, coherencia en
sus actitudes y formas de acción, confianza, respeto. Para ello, este estilo deberá
basarse en una serie de capacidades: diálogo y comunicación (empatía) flexibilidad
apertura mental, orientación potenciadora (indagación, interiorización), capacidad
de crítica constructiva, un estilo docente que promueva el estilo personal autónomo
y asesorado, que implique dificultad y esfuerzo. Todo ello deberá contemplarse a la
hora de reflexionar acerca de la formación docente, y considerar especialmente, la
influencia que en los futuros profesionales de la educación, ejercen los estilos
educativos de los docentes encargados de este proceso (Dávalos, 2011, s.p.).
Así mismo Birrueta (2006) menciona que los docentes deberían analizar
constantemente sus estilos de enseñanza y adecuarlos a los constantes cambios socio-
culturales con la finalidad de contribuir a la formación cívica y ética de sus estudiantes.
Por otra parte, retomando a Sureda y Colom (2002), el constante malestar que
experimentan los docentes dadas las difíciles condiciones socioculturales de las
comunidades con las cuales trabajan, queda reflejado en los niveles de estrés, insatisfacción
y ausencia de estrategias para poder abordar de forma adecuada los problemas que
acontecen en el contexto escolar. Por tanto, junto a los conocimientos científicos, es preciso
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estilos de educar y sus efectos en el comportamiento de los niños. El autor aclara que los
fines de la educación se manifiestan en comportamientos observables del educador, los
cuales son transferibles al estudiante.
Los primeros resultados para determinar los estilos educativos mostraron dos
dimensiones fundamentales del acontecer educativo, caracterizadas por dos opuestos:
Dedicación (calor, cariño) - rechazo Control – autonomía
Stapf (1972, cit. en Weber, 1976), planteó que la autonomía significa que los
docentes casi no vigilan al niño, él puede hacer lo que quiera, mientras que control significa
educar mediante un comportamiento autoritario, ejerciendo influencia absoluta sobre el
niño y sus actividades.
Si bien no es nuestro interés profundizar sobre los resultados de este estudio, se
retoma como un referente importante pues intentó probar que una educación exitosa,
consiste en que los educadores logren que los educandos muestren ciertos comportamientos
deseados.
En relación con el papel del maestro y de sus estilos de enseñanza, son de
suma importancia los estudios sobre las dimensiones comunicativa y del ser como
criterios relevantes a la hora de analizar los estilos de los docentes, pero no son
variables asumidas de forma generalizada por las investigaciones reportadas, pues
exigen análisis más rigurosos o exhaustivos. En esta misma línea, se alude a
aspectos como la motivación y la implicación de los alumnos en los procesos de
enseñanza- aprendizaje, así como también a la interrelación social con el alumnado
(Núñez del Rio, M. C. y Fontana , M. (2009), Cano, Garton, y Raven (1992),
Grasha (1996), Zhang y Sternberg (2002), Martínez (2009), López (1996), Sicilia y
Delgado ( 2002), Álvarez (2004), De la Fuente; Salvador y De la Fuente Arias.
(1992), Carreras, Guil y Mestre (1999), Bennett (1979), Arce y Estrella (1998),
Gardié (1994), De León (2005) (cit. en Rendón, 2015, p. 239).
Ahora bien, en el recorrido por la literatura existente sobre estilos de enseñanza, se
encuentran básicamente dos formas de aproximación y de relación entre educador y
educando, en cada una de ellas se establecen formas particulares de interacción y se
propician ciertas actitudes y comportamientos de tipo socioemocional en los estudiantes, las
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posible las situaciones ambiguas en la vida y educación inicial y básica, pero poco útiles
en el trabajo. Moldea comportamientos a en secundaria, donde se apunta más hacia
través del refuerzo. La principal aspectos instruccionales y técnicos.
característica de este estilo es la incapacidad o Los vínculos entre docente y
del docente para compartir el control, por estudiantes: Hay una buena escucha y
tanto, es él quien marca el camino y tiende a convivencia, se da un clima social amistoso
dar las orientaciones y lecciones; expone sus donde predomina el reconocimiento y el
propias ideas y rechaza cuestionamientos a elogio, y un ambiente donde la crítica es
su autoridad y conocimientos. constructiva y objetiva. El clima de clase en
o Los vínculos entre docente y función del conocimiento: El ambiente
estudiantes: Su relación con el estudiante es democrático para la participación y
vertical, no hay una interacción y diversidad de opiniones fomenta la
retroalimentación con él. Este estilo se basa responsabilidad. El docente fomenta la
en la suposición de que el buen profesor es creatividad y la conciencia crítica; el
aquél que mantiene una buena relación aprendizaje está orientado a resolver los
personal con los estudiantes. El estilo de problemas vitales; el docente es un guía y un
enseñanza se refiere a los profesores que facilitador que utiliza el diálogo como
deciden todo el proceso y permanecen camino a la conciencia.
distantes a los estudiantes.
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reglas y normas dentro de las cuales los estudiantes deben no sólo comportarse sino
también regular el conocimiento que este les transmite.
El docente estipula las condiciones mediante las cuales los estudiantes aprenden, y
las sugerencias que hace apuntan más al deseo del mismo que al del educando. Por ende, la
comunicación también es poca.
Por su parte en el “saber ser” el docente magistral, apunta a que el docente sostenga
una imagen autoritaria y dominante, poseedor del saber y determinista. Por tanto,
desconoce los intereses del estudiante, las alternativas y puntos de vista que éste pueda
tener, dejando por fuera el carácter humano del proceso educativo. Se limita sólo a abordar
el contenido que se estipula en su currículo, rechazando cualquier idea de cambio o
alteración del orden del mismo. Existe desinterés por la calidad de lo que enseña, y la
relación con el estudiante es completamente vertical, puesto que el docente es el que toma
las decisiones, dejando sin autonomía a quienes se forman.
En cuanto al “Saber hacer” del estilo mediacional se encuentra que este es diferente,
en tanto el docente asume un rol de facilitador, orientador y asesor que acompaña al
estudiante en su proceso de aprendizaje, motivando a que éste pueda tener mayor
accesibilidad a los conocimientos que adquiere, a través de una actitud crítica, analítica y
reflexiva. Se le da mucha importancia a los valores, los derechos y la valoración personal;
incluso más que el trabajo académico. Los profesores pretenden combinar el interés por la
enseñanza con su inquietud por las necesidades de los estudiantes. Se evalúa, pero no con el
fin de determinar el rendimiento académico, si no el desarrollo de capacidades y actitudes
aprendidas.
En este sentido el “saber ser” del docente mediacional, posibilita que tenga una
actitud crítica del currículo que maneja, lo cual permite que incorpore las ideas de los
estudiantes. Del mismo modo facilita la interacción y la comunicación, entre el educador y
el educando.
En el estilo mediacional el proceso de socialización ocupa un lugar preponderante,
por cuanto en este proceso se van formando lenta pero decisivamente las creencias
pedagógicas, las ideas y teorías sobre una sociedad abierta y pluralista y sobre un tipo de
ser humano reflexivo y ético. Las actividades de aprendizaje mediado, aluden
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Estilos de enseñanza
De acuerdo con la literatura son varios los criterios o dimensiones que se deben
tener en cuenta a la hora de estudiar e identificar los estilos de enseñanza. En esta
investigación se tuvieron en cuenta los siguientes: Acción personal, / Interacción alumno-
docente - Concepción de aprendizaje - Planificación/Control del proceso / - Manejo del
contenido/Formas de organización/ Métodos de enseñanza/ - Papel del maestro y del
estudiante - Objetivos y metas de la educación/evaluación.
Tabla 3. Criterios e indicadores para la caracterización de los estilos de enseñanza
magistral y mediacional
Criterios para la Indicador para el Indicador para el estilo
caracterización de los estilos estilo magistral mediacional
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Resultados
En este capítulo se presentarán algunas reflexiones derivadas de los instrumentos
aplicados tratando de dar respuesta a la pregunta por la relación entre los estilos de
enseñanza de los docentes y la forma como se orienta la educación de la competencia
socioemocional en las instituciones seleccionadas. En otras publicaciones derivadas de esta
investigación se han presentado los resultados de tipo cuantitativo.
En cuanto a los estilos de enseñanza de los docentes de educación media del
municipio de Caucasia
Con la aplicación del cuestionario de estilos de enseñanza se obtuvo que un mayor
porcentaje de docentes se calificó en el nivel Magistral Bajo, en comparación con las
valoraciones de los estudiantes, quienes por el contrario, los calificaron como Alto en el
estilo magistral, lo que indica que los estudiantes percibieron más tradicionales y
magistrales a sus docentes de lo que ellos se consideraron.
El estilo magistral se caracteriza por un ejercicio elevado de liderazgo, explicación
de conceptos o de procedimientos, exposiciones por parte del profesor, preguntas sobre lo
explicado; sobre este asunto de las preguntas, resulta interesante constatar cómo dentro del
criterio Organización del ambiente/Control del proceso / (saber hacer/didáctico), un 35% de
los estudiantes piensa que sus docentes atienden sus inquietudes solo en los momentos que
considera indicados, y el 42% de los estudiantes afirma que sus docentes siempre prefieren
el silencio y escucha atenta durante sus clases (I21). Lo anterior deja ver que aún es
necesario que un buen número de docentes hagan uso de la pregunta como antesala al
desarrollo de las sesiones o como elemento regulador de los aprendizajes y de
retroalimentación.
Al respecto vale la pena mencionar que desde los postulados piagetianos se ha
venido tomando conciencia acerca del rol que debe asumir el maestro; para este
autor y sus seguidores, la planificación de la enseñanza debe ser abierta y flexible, dar
cabida al ensayo y al error, a los comportamientos espontáneos y no previstos, ello implica
plantearles a los estudiantes conflictos cognoscitivos a través de preguntas estratégicas,
condiciones novedosas, que provoquen discrepancias en sus esquemas mentales, en otras
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personalizada los procesos académicos. “También es función del maestro, evaluar los
procesos del aprendizaje (los modos de actuar, de pensar, de sentir del educando), antes que
los productos del mismo” (Dávalos, 2011).
Desde esta perspectiva resulta importante destacar que en el estilo mediacional el
ítem (i19) fue el aspecto mejor evaluado en el criterio relacionado con el Aprendizaje; tanto
estudiantes como docentes reconocen que se motiva el trabajo cooperativo y grupal para el
aprendizaje, dato sumamente importante pues los grupos de aprendizaje cooperativo se
basan en una interdependencia positiva entre los miembros del grupo. En el aprendizaje
cooperativo hay una clara responsabilidad individual y se proporciona retroalimentación
con los demás miembros del grupo. Las metas son estructuradas para que los estudiantes
necesiten de todos los miembros del grupo: los objetivos personales se alcanzan si los
demás consiguen alcanzar los suyos (Dávalos, 2011).
Por otro lado, se mostraba en los resultados del Criterio Papel del Maestro y del
Estudiante (saber pedagógico) que para el Estilo Magistral, una mayor proporción de
Docentes (74%) afirma que exige de sus estudiantes el cumplimiento de normas
establecidas por la institución (i12), mientras que el 60% de los estudiantes afirma que
siempre se da. Si bien el cumplimiento de las normas es lo que nos hace seres sociales y
nos permite la posibilidad de regularnos, no podemos olvidar que una de las funciones
primordiales de la educación es la autonomía, entendida como la capacidad para evaluar
críticamente los mensajes sociales, culturales relativos a normas sociales y
comportamientos personales. “Esto tiene sentido de cara a no adoptar los comportamientos
estereotipados propios de la sociedad irreflexiva y acrítica. La autonomía debe ayudar a
avanzar hacia una sociedad más consciente, libre, autónoma y responsable” (Bisquerra, s.f)
Si tenemos en cuenta que la enseñanza no es neutra, sino que cada uno hace una
personalización al asumir un estilo de ser docente, ello supone una cierta concepción de la
normatividad en dicho quehacer, e implica una particular incidencia en el estilo de
aprendizaje del alumno. El clima que se genera en la clase, la evaluación que plantea, el
método que se usa, pueden ser ejemplo de esas normas y valores que el docente desea
transmitir, pues la presentación de valores es inseparable de su labor.
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En todo proceso educativo se brinda una orientación, pero no todos los docentes
están prestos desde su estilo a ayudar a la persona del alumno, con el fin de que desarrolle
diversas competencias socioemocionales. Como ya se mencionaba antes, existen tres
caminos o alternativas que se tienen para influir en la formación de actitudes de los
alumnos: la presentación de modelos de identificación, la selección y valoración de la
información que proporciona, y el empleo de los incentivos necesarios para el logro de un
aprendizaje formativo (Dávalos, 2011).
La función docente y su estilo deben tener en consideración, la convicción,
coherencia en sus actitudes y formas de acción, confianza, respeto, diálogo y comunicación
capacidad de crítica constructiva para potenciar la formación autónoma de los estudiantes.
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de situaciones grupales son ejemplos del problema. Además de lo anterior, los estudiantes
consideran que en clase los docentes no promueven la participación de éstos en la
construcción del conocimiento.
Al respecto se hace necesario mencionar, que el problema de comunicación siendo
el más común en las instituciones, aparece asociado a otros, como lo es la falta de valores
como el respeto. Dicha relación está dada debido a que los espacios en los cuales se debería
propiciar interacción y encuentro de subjetividades, está siendo destinado a las situaciones
conflictivas, donde se generan peleas, pleitos, riñas, malos tratos, golpes y demás formas de
agresión física y verbal directa.
Mediante la comunicación, el ser humano, expresa sus sentimientos e ideas, se
relaciona con los demás, construye conocimiento y fortalece lazos de amistad; gracias a
ella, es posible también la construcción del tejido social. Por ello se constituye un aspecto
importante dentro del ámbito de las competencias socioemocionales.
Algunas de las respuestas a los interrogantes sobre los problemas de convivencia y
los conflictos que se presentan en las instituciones educativas, aluden al maltrato físico y
verbal, la discriminación, la rivalidad, la competencia, la violencia, las burlas, los insultos,
etc. Lo grave es que este tipo de comportamientos a veces se naturalizan, es decir se
asumen como normales tanto para los mismos estudiantes involucrados en la situación de
agresión, como para los demás compañeros que evidencian, callan y aprueban, reforzando
dicha problemática.
Este tipo de conflictos implica a víctimas, agresores y observadores, de modo que se
vuelve un asunto que trasciende lo individual, convirtiéndose en una problemática social,
que afecta directamente las relaciones interpersonales, la convivencia, la comunicación y el
cultivo de valores, entre otros aspectos.
Resulta importante resaltar, que los estudiantes refieren también en sus respuestas a
la falta de estrategias de afrontamiento de problemas; las dificultades superan muchas veces
su capacidad de resiliencia y terminan por rendirse ante las adversidades, y no reconocer
sus propias habilidades. Además de lo anterior, nos encontramos con problemas
emocionales graves que como no son resueltos adecuadamente, son acumuladas por cada
sujeto, debido a que no encuentran los espacios y oportunidades adecuadas para ello. Se
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debe reconocer que los estudiantes con los cuales se realizó esta investigación, se
encuentran en la etapa de la adolescencia, una etapa vital fundamental y crítica en la que se
presentan múltiples cambios a nivel emocional, de la construcción de la identidad, la
autonomía, la libertad y la personalidad; esto determina mayor consideración en las
conclusiones que se extraigan de la investigación y los procedimientos posteriores.
Los estudiantes manifiestan además que la metodología de los docentes muchas
veces resulta rígida, repetitiva, y no permite que expresen libremente asuntos de tipo
personal, y de construcción de lazos sociales, lo cual les permitiría afrontar las situaciones
antes descritas.
Según esto entonces, resulta de vital importancia la afiliación, la amistad y las
relaciones sociales con los otros, además de los valores y el reconocimiento de las propias
capacidades, todo ello como parte del crecimiento personal y psicológico del ser humano;
lograr esto no es una tarea fácil, pero para ello es importante que en las instituciones se
preste la debida atención a las problemáticas sociales y emocionales que presentan los
estudiantes, tanto como a lo académico.
Así mismo es importante comprender que muchos de los problemas que los
estudiantes presentan en las instituciones, son el reflejo de lo que sucede en el núcleo
familiar; es por esto que resulta también importante en la solución de problemáticas tales
como la que estamos tratando, que sea vinculada la familia.
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sociales, pues comúnmente los jóvenes se sienten poco escuchados, vulnerados y hasta
ignorados por sus educadores.
En cuanto a las prácticas que permiten la educación socioemocional en estas
instituciones, se destacan el compromiso institucional, los aportes de profesionales como la
psicóloga, y las charlas o actividades grupales que buscan crear buena relación entre los
compañeros. En general con los instrumentos aplicados (entrevista y encuesta grupal)
se puede decir que hay varias formas de educar la competencia socioemocional:
1. Acciones directas con los estudiantes cuando hay situaciones conflictivas:
Acuerdos, compromisos, conciliaciones, consejos, mediación, acercamiento, apoyo,
ayuda, acompañamiento del director de grupo.
2. Debido proceso cuando hay conflictos de tipo socioemocional o de convivencia
que lo ameriten: remisión a Consejo académico, Coordinador de convivencia, comité de
convivencia, Rector, coordinador, Policía.
3. Acciones del docente que promueven la educación socioemocional: buen
trato, ejemplo, diálogo como estrategia de formación permanente, atención, escucha,
orientación, guía
4. Acciones con las familias: Escuela de padres, reuniones con padres,
acompañamiento de padres, Reuniones generales, conferencias, llamado a los padres de
familia
5. Actividades institucionales de formación: Formaciones grupales, formaciones
generales para tomar correctivos, fortalecer valores, proyectos constantes, actividades
culturales, integraciones, charlas, salidas, lecturas reflexivas, proyecto de vida
6. Intervención de Psicóloga o psico–orientadora
Pese a estas respuestas, los participantes se quedan cortos en la descripción de
estrategias que fomentan la educación socioemocional ya que la mayor parte de las
respuestas se concentran en los aspectos débiles y por mejorar.
En cuanto al tratamiento de los problemas, las instituciones en su mayoría actúan a
través de los docentes y de sus estilos educativos con la intención de fomentar las
relaciones entre los estudiantes, el compañerismo y la sana interacción dentro del espacio
escolar.
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ciudadanas, conocer y ejercer sus deberes y derechos y actuar conforme a normas éticas en
un clima de paz. En este sentido, es posible hablar de una relación entre educar las
competencias socioemocionales y formar en competencias ciudadanas. En ambos casos la
tarea es facilitar un proceso de cambio en el desempeño personal que favorezca las
estructuras sociales. Formar para la ciudadanía bajo el criterio de las competencias
socioemocionales conduce a conformar una sociedad progresista y más justa, en la que los
individuos buscarán mejores formas de convivencia, desarrollarán un espíritu crítico y se
inclinarán al bien social. Ello implica que desde la institución educativa se le exija a los
educandos que asuman sus responsabilidades ciudadanas y se les prepare para que pueda
atender a sus deberes personales y comunitarios.
Teniendo en cuenta el trabajo sobre competencias ciudadanas que se viene
realizando en la educación básica y secundaria por parte del Ministerio de Educación, se
considera importante que en todos los ámbitos y niveles educativos se propicie la
formación de ciudadanos de manera integral, es decir, seres humanos competentes tanto en
la parte cognitiva, como práctica y social (MEN, 2004). De acuerdo con Rodríguez, Ruiz y
Guerra, (2007, p. 148) “un ciudadano competente es una persona que posee dichas
competencias y que en cierto momento es capaz de utilizarlas para la resolución de
conflictos o simplemente para llevar una convivencia pacífica en determinado grupo
social”. Pero para el ejercicio de la ciudadanía proponen Rodríguez, Ruiz y Guerra, (2007,
p. 145-146), que no solo se requiere poseer conocimientos, sino desarrollar las siguientes
habilidades que ayuden al individuo a tener buenas relaciones con los demás integrantes de
su comunidad.
Comunicarse generando diálogos argumentados (competencia comunicativa).
Participar en procesos de organización y movilización ciudadana (competencia
integradora).
Ponerse en los zapatos del otro (competencia cognitiva).
Sentir y comprender los problemas que sufren los otros (competencia
emocional).
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autocontrol por parte de los estudiantes. El estudiante debe apreciar que puede
transformarlas, criticarlas y edificarlas. Si el estudiante experimenta que tiene una
participación en la construcción de los parámetros que van a regir su propia actuación y
experiencia, se logrará una pertenencia social activa y un desempeño autodirigido, lo cual
supone conciencia y un crecimiento personal, así como el tránsito de la heteronomía hacia
la autonomía y a la vez el desarrollo y potenciación de la inteligencia social, logros que se
ponen en juego no solo en el espacio escolar, sino también en la vida cotidiana. Estos
beneficios también favorecen a los demás en la medida en que se comienza a demandar el
cumplimiento de las normas y se genera una dinámica en la que los estudiantes asumen
gradualmente la propia regulación y autorregulación de su comportamiento (González,
1999). Visto así, si el estudiante tiene un concepto o idea propia de cuáles son las normas
que sustentan una convivencia pacífica, entenderá más fácil qué es lo que debe hacer para
lograrlo.
Unido a lo anterior, la educación en valores también ocupa un lugar relevante en y
para la educación de las CSE, y desde ambas perspectivas se deben considerar tanto la
motivación y los intereses del individuo con la valoración y proyección social adecuada.
Entender la educación socioemocional vinculada a la educación en valores
como práctica social, le exige al docente conocer y valorar la realidad en que se
desenvuelve y comprender el significado de su labor en este contexto, además actuar con
autonomía, con sentido crítico y con creatividad. Con respecto al estudiante, el
maestro debe conocer a profundidad su desarrollo integral, sus motivaciones y
condiciones socioculturales, con el fin de que pueda organizar los procesos de enseñanza y
aprendizaje.
Es claro que el ser humano es un ser social, que para formarse necesita de la
presencia del otro, y además de una cantidad de vínculos afectivos y sistemas de
interacción. Pero cada uno piensa de forma diferente, y en esa particularidad se encuentra
con ese otro, con el cual confronta sus opiniones, dándose entonces cierta rivalidad o
enfrentamiento. Pero ello es precisamente sobre lo que debe tomarse conciencia para no
seguir repitiendo las mismas acciones y actitudes que generan conflicto y dificultades de
orden socioemocional.
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Profesora Facultad de Educación, Universidad de Antioquia. Contacto: alexa.rendom01@gmail.com
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Profesora Facultad de Educación, Universidad de Antioquia. Contacto: holamp02@gmail.com
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Profesora Facultad de Educación, Universidad de Antioquia. Contacto: linamcano@yahoo.com
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vencimiento de una de las partes. Ambas formas de afrontar los problemas son negativas en
el sentido que el acercamiento desde la violencia incrementa el lado más desagradable de
los conflictos y la pasividad puede hacer surgir una respuesta agresiva en el otro (Puig,
1995).
Estas formas de enfrentar los conflictos se alejan de la negociación y la
cooperación. La negociación implica acuerdo no colaboración a diferencia de la forma
cooperativa de resolución de conflictos. Sin embargo, existen situaciones de conflicto que
no permiten aplicar con facilidad las estrategias de negociación o de cooperación, ello
depende del contexto relacional y de convivencia que se cree.
Lo que parece claro es que en la base del conflicto puede estar la dificultad en la
comunicación. Con frecuencia se presentan expresiones que dificultan y cortan la
comunicación ya que no transmiten ni aceptación ni comprensión de la otra persona en
relación a lo que expresa, llevando implícito un juicio sobre ella y colocando en posición de
superioridad a quien escucha. Torrego, 2006, Cornelius y Fraire, 1996 y Torrego, 2000 (cit.
en Torrego, 2006), indican que expresiones como las amenazas, los insultos, las
descalificaciones, las interrupciones, las ironías representan un obstáculo para la
comunicación ya que son conllevan una actitud agresiva e impiden una comunicación
fluida y respetuosa.
De igual forma, las intervenciones que hacen otros para mediar en los conflictos,
aunque conlleven una buena intención, se pueden convertir en obstáculos sobre todo
cuando se hace uso de las interpretaciones e interrogatorios, e incluso los consejos pueden
resultar contraproducentes ya que rompen la simetría del diálogo (Torrego, 2006).
Así mismo, resultan de suma importancia los mensajes verbales y no verbales que
hacen parte del proceso comunicativo, tal como se veía en la descripción de las
competencias socioemocionales en el capítulo anterior. Las miradas, gestos, postura,
cercanía o distancia, volumen de la voz, entonación…, comprenden los mensajes no
verbales. La fuerza del mensaje no verbal aporta información que no puede ser controlada
conscientemente por el emisor; muchas veces los gestos dicen más que las palabras. Para
que la comunicación sea efectiva, debe existir congruencia entre el mensaje verbal y no
verbal, tal como se expresaba en el capítulo precedente. Algunos aspectos que refuerzan
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positivamente los mensajes no verbales y que contribuyen a una buena comunicación son:
los turnos de palabra como indicativo del equilibrio y simetría que subyace al diálogo; la
mirada como señal de interés, da pistas sobre intenciones y emociones, develando lo que
hay tras la palabra, los gestos, con la cara y con las manos, los cuales transmiten acogida,
aceptación o rechazo, agresión…; la posición en el espacio, da cuenta del grado de
intimidad entre las partes, el estatus, teniendo en cuenta la proximidad-distancia para no
invadir el territorio del otro; la postura abierta refleja seguridad, interés, confianza,
disposición…; el volumen y tono de voz por su parte, pueden aportar seguridad-
inseguridad, timidez-arrogancia. Junto con esto, los mensajes verbales en primera persona
aportan a la comunicación la responsabilidad del emisor acerca del mensaje que transmite
(Torrego, 2006).
En este orden, la comunicación asertiva como competencia socioemocional resulta
indispensable para la resolución de conflictos, pero es claro que las estrategias usadas no
siempre arrojan unos resultados acertados, en la mayoría de los casos se alcanzan a calmar
los ánimos, a crear un primer equilibrio de la situación, que permite que las partes como
mínimo accedan a la comunicación, a llegar a algunos acuerdos básicos a pesar de que las
partes aún se encuentran en confrontación. Las técnicas de resolución de conflictos son un
medio para darle una posible solución al conflicto, pero no se pueden esperar resultados
milagrosos, más bien se trata de una apertura a la comunicación, con la posibilidad de
desarrollar ciertas capacidades personales que predisponen al acuerdo y a la resolución
cooperativa de las situaciones de conflicto.
Ahora bien, la convivencia escolar, con todos los matices señalados en relación con
los conflictos y la violencia, “se configura como un tema que genera un alto grado de
malestar y preocupación docente, a lo que se añade el costo que supone que los centros
educativos no sean espacios preferentes de cohesión social” (Torrego, 2010, p. 253). De
acuerdo con los postulados de la UNESCO, el aprendizaje para la convivencia está
señalado como uno de los cuatro principios más importantes de la educación para el siglo
XXI (Kepowicz, s. f.). De acuerdo con esta mirada, la participación cívica en la
construcción de una convivencia favorecedora del aprendizaje consiste en la construcción
de los acuerdos entre los diferentes agentes sociales a partir de una gestión democrática y
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inteligencia social y emocional) y con la propuesta didáctica que debían aplicar luego con
los grupos elegidos de las instituciones educativas participantes. El proceso de formación
docente tuvo la siguiente estructura:
Tabla 6. Proceso de formación docente
Bloque 1 Presentación a las teorías de la Inteligencia Emocional y social.
Fundamentos de las Reflexión alrededor de las competencias socioemocionales y su
CSE educación en la escuela.
Bloque 2 Presentación de referentes sobre convivencia (ley 15 de marzo, ley
Convivencia y general, gobernación).
Bullying Lecturas alrededor de la convivencia escolar, las Violencias
escolares y Bullying
Bloque 3 Diagnóstico sobre convivencia.
Convivencia y
Bullying
Bloque 4 Presentación de referentes sobre el pensamiento y sus habilidades
pensamiento crítico El aprendizaje cooperativo como estrategia de trabajo para los
reflexivo y talleres de competencia socioemocional con los estudiantes.
aprendizaje
cooperativo
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Se indagó además por los lugares donde ocurren los problemas, la frecuencia, las
causas relacionadas con la familia, los estudiantes, los docentes, la institución y el
ambiente y el contexto, y los valores que se trasgreden.
Mi papel y el de los demás para la convivencia: acá se indaga por los protagonistas
y por quienes son los afectados con los problemas de convivencia.
Papel de la institución en función de la convivencia: se indaga por la participación
que se le da a los estudiantes en el tratamiento de los conflictos, las estrategias y
prácticas para prevenir o remediar los conflictos y los problemas de convivencia y
acerca de los valores que se fomentan.
Papel del docente en relación con la convivencia: se indagan por sus actitudes,
manejo de la norma y las relaciones interpersonales
Para identificar las prácticas educativas (institucionales, docentes y protocolos) que
se tienen en las instituciones participantes para dar respuesta a las problemáticas de
convivencia y que permiten la educación de la competencia socioemocional de los
estudiantes de las instituciones educativas, se aplicó un cuestionario de preguntas abiertas a
los estudiantes y a los docentes.
Para analizar la incidencia de la propuesta didáctica en la competencia
socioemocional, se aplicó una prueba de CSE tipo escala lickert. La información acopiada
se analizó mediante estadística descriptiva presentada en forma de tablas y gráficas. Como
componentes de la competencia socioemocional que fueron objeto de análisis de tuvo en
cuenta: Dentro de la conciencia de sí mismo (autoconciencia), autoconciencia emocional,
autovaloración. Como parte de la autogestión: autocontrol emocional, cambio para que
otros se sientan mejor, integridad valorativa, autonomía, adaptabilidad emocional,
motivación de logro. Dentro de la conciencia social, se tuvo en cuenta: empatía, conciencia
de grupo, trabajo en equipo y colaboración, habilidades prosociales y como parte de la
gestión de las relaciones: Manejo de los conflictos, liderazgo e Influencia y comunicación
asertiva
Se realizó además una triangulación de los resultados obtenidos con los diferentes
instrumentos e informantes, de modo que se pudiera responder con distintos alcances y
niveles de profundidad a los objetivos de la investigación.
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comprendido, resuelto hasta llegar a una determinada conciliación o negociación entre las
partes en pugna. En primer lugar se debe identificar el tipo de conflicto, si es individual o
grupal, para luego identificar los aspectos sobre los cuales es necesario intervenir.
El manejo del conflicto escolar requiere del uso y fomento de las competencias
socioemocionales, las cuales facultan el control emocional y la regulación de la propia
conducta. Los problemas en la convivencia surgen precisamente por la falta de competencia
socioemocional, fenómeno que remite por tanto a otros aspectos subyacentes como son las
habilidades sociales, la comunicación y la aceptación de sí mismo a través del otro.
Según información suministrada por estudiantes, la comunicación poco asertiva
entre las partes, es el punto nodal y causa de muchos otros problemas como las peleas,
pleitos, riñas, mal trato, golpes y demás formas de agresión verbal, directa como las burlas,
lo insultos, las rivalidades, los cuales se están naturalizando o considerando como normales
tanto por los mismos estudiantes involucrados en la situación de agresión, como para los
demás compañeros que evidencian, callan y aprueban, reforzando la problemática y en
ocasiones provocándola. Este tipo de comportamientos emerge cuando no es posible
dirigirse al otro con respeto y cuando no se han creado buenos vínculos en la comunicación.
Y como una cadena, se va asociando a otros problemas, como son la discriminación, el
acoso, el matoneo, o el conocido Bullying, conjunto de comportamientos agresivos tanto
físicos como verbales que se presentan entre los mismos estudiantes de forma repetitiva, el
cual aparece a veces de forma encubierta, como un asunto “privado”, personal y poco
visible para docentes y directivos, quienes pasan por alto, aquello que muchos estudiantes
padecen en silencio.
Aquí cabe recordar que una de las características de esta problemática, es que no es
solo un problema entre los protagonistas (Agresor y víctima), sino que trasciende lo
individual a lo social, y afecta directamente la convivencia, la comunicación, entre otros
aspectos. Pero sea cual sea la razón, este tipo de violencia escolar se cruza o se contrapone
con los valores humanos, como la tolerancia, el respeto, la responsabilidad, la honestidad,
el sentido de pertenencia, el compromiso, la igualdad, el compañerismo, entre muchos
otros.
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y una actitud agresiva de los docentes. Se afirma que falta de observación y capacidad de
respuesta de los docentes e instancias institucionales, frente a situaciones que afectan la
convivencia en la IE.
En algunas de las respuestas afirmaron que los docentes a veces no hacen nada, no
interfieren, se quedan callados o indiferentes frente a las situaciones de conflicto que
acontecen en las aulas de clase o fuera de ellas o simplemente hay ausencia de los maestros
en espacios por fuera del aula de clase. Es decir, no hay acompañamiento en horas de
descanso, luego no hay intervención oportuna y asertiva, no se sigue el conducto regular,
o el debido proceso o se realizan careos (llamado conjunto a las partes participantes en el
conflicto). Situación que lleva a que los conflictos sean mayores. Hay además
incumplimiento del Manual de Convivencia tanto por estudiantes como por algunos
profesores. De manera especial, aunque no generalizada se mencionaron que algunos
docentes incentivan la práctica de poner los apodos.
También se encontraron respuestas en las que relatan que no hay políticas claras
para que el docente de solución a ciertos casos a nivel personal y dentro del aula de clase.
Para los estudiantes, es recurrente que los remitan al coordinador de convivencia quien a
veces tiene poca claridad acerca del conducto regular o la ruta a seguir; así mismo
mencionan que hay carencia de personal idóneo para resolver situaciones
comportamentales.
Pero pese a que en el espacio escolar es necesario aplicar los manuales, a veces esta
estrategia no permite la participación de los estudiantes en la toma de control emocional,
aspecto indispensable para ser competente socioemocionalmente. Tal como se mencionaba
en el capítulo precedente, el manual no evita la presentación de conflictos, ni da solución a
los mismos, establece normas de carácter preventivo para evitar las dificultades y por tanto
es una herramienta de carácter legal para buscar alternativas de solución. Para el caso de la
prevención de los conflictos, no existe alternativa diferente a la educación que conlleve a la
modificación de conductas generadoras de conflictos, y que pueden ser foco de violencia
intra o extra escolar.
En esta línea, es de suma importancia la incorporación de las normas y la
construcción de los criterios morales, el papel del adulto y el control del autoritarismo
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
dentro del proceso de formación de la conciencia moral y de la autonomía (MEN, s.f, 6-7).
Ya se afirmaba en la investigación anterior que en los procesos educativos se debe
propender por la construcción compartida de normas claras, el empleo del razonamiento y
de las explicaciones verbales, lo cual ayudará a que los estudiantes se reconozcan como
actores que intervienen de manera activa en la vida escolar y familiar, aspecto que desde
todo punto de vista, es indispensable en el desarrollo de la CSE.
Los docentes mediante sus métodos y estilos de enseñanza, tienen una gran
responsabilidad en el proceso de educación integral de los educandos, ya que deben proveer
una orientación conducente al perfeccionamiento humano, donde la práctica de valores
cumpla un papel decisivo, al igual que la libertad, para el cumplimiento de
responsabilidades y corresponsabilidades educativas. Este tipo de formación exige la
formación en mecanismos de autocontrol, para sobreponerse a eventuales manipulaciones o
controles externos.
Ahora bien, la docencia es considerada una de las profesiones más estresantes,
porque implica interacciones sociales diarias en las que el docente tendrá que esforzarse por
regular, tanto sus propias emociones, como las de sus estudiantes, padres de familia y
compañeros de trabajo (Palomera, Berrocal y Brackett, 2008, 442). Sin embargo, proponen
estos autores, que los docentes experimentan más emociones negativas que positivas, lo
cual necesariamente se revierte en el proceso de enseñanza. Es por ello que las
competencias socioemocionales y su educación, debe ser asunto no solo de los procesos de
formación de las nuevas generaciones, sino también de los procesos de formación docente,
buscando con ello prevenir desajustes en la salud mental del profesorado, aspecto que de
cierta forma queda en evidencia cuando los estudiantes participantes de este estudio,
mencionaron que los docentes presentan problemas de manejo de la autoridad y de control
emocional.
Aunque desde el siglo pasado, muchos profesionales de la educación han adquirido
conciencia del papel que tienen los sentimientos en el desarrollo integral de sus estudiantes
y en su desempeño laboral cotidiano, no existen programas en los que se haya considerado
suficientemente, la formación socioemocional de los educadores, asunto necesario para su
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
propio desempeño personal, así como para su efectividad en los procesos de enseñanza y de
aprendizaje de sus estudiantes.
En este contexto, resulta de suma importancia aceptar y comprender que la relación
pedagógica es un acto conversacional e intersubjetivo, un encuentro de sujetos con diversos
estilos, historias y significados personales, con quienes se establecen acuerdos y normas de
convivencia a través del diálogo y la comprensión recíproca. Por ello, es razonable señalar,
que la convivencia humana es posible mediante un proceso de comunicación, en el que los
actores aprendan a superar los quiebres de las interacciones educativas y a restituir el
sentido de la convivencia en estudiantes y docentes.
En el caso de los valores, estos son considerados importantes para las instituciones
educativas, como ejes fundamentales en el desarrollo de habilidades ciudadanas y de
convivencia en la que reflejan su bagaje cultural e idiosincrático. Frente a esto, el respeto,
la tolerancia, la honestidad y la responsabilidad, son valores estimados de gran importancia
en las cuatro regiones en estudio; el diálogo y la conciliación son estrategias que junto al
Manual de convivencia, como a los pilares en los procesos de resolución de conflictos.
En todo caso y para atender las situaciones antes descritas, la regulación de la
convivencia desde las instituciones educativas implica que desde de planteamientos
educativos, se guíen las actuaciones para optimizar el clima donde se desarrollan los
procesos de enseñanza y aprendizaje, promover la convivencia pacífica y erradicar la
violencia (Torrego, 2010). Sin embargo, trabajar en pro de esta visión, exige ciertas
claridades sobre la convivencia y en ello intervienen las representaciones que se tengan al
respecto y por ello se indagó también al respecto.
Representaciones de los docentes sobre la convivencia
Para identificar las representaciones que se tienen sobre convivencia, se diseñó una
encuesta o cuestionario con preguntas abiertas que debía ser resuelta por los docentes. Las
preguntas y sus correspondientes respuestas y categorías resultantes fueron las siguientes:
En el análisis de las respuestas frente a lo que es conflicto (¿qué distinción puede
hacer entre conflicto, problema de convivencia y violencia?), se encontró que la mayor
parte de los docentes definen este término aludiendo a la diferencia entre partes, diferencia
de opinión, diferencia de intereses, malas interpretaciones, confrontaciones por puntos de
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
vista diversos, desacuerdos, no se gusta o no se está de acuerdo con otros, lo que ocasiona
que a veces algunos quieran imponer su actitud, ideas, formas de ser al otro; también se
alude a los términos dificultades y distanciamiento.
Pero de igual forma, llegan a reconocer que los conflictos hacen parte de la vida
diaria y que basta con estar en relación con los demás para que se produzca un conflicto, y
que también adquiera diversas formas de nombrarlo, ya sea del ámbito personal, familiar,
escolar, social o político, entre otros. Lo preocupante de los conflictos estriba en su
prolongación, con lo cual se complejiza de tal manera que puede pasar al acto, a la
violencia y con ella, mayor afectación de quienes en él intervienen.
De manera aislada se afirmó que hay poca distinción entre conflicto, problema de
convivencia o violencia, pero algunas tienen más profundidad, siendo el conflicto más
suave que la violencia. En general pareciera que para el colectivo, el conflicto es una
situación que se negocia y a la que se le busca solución inmediata.
Los conflictos forman parte de la convivencia. Las relaciones e interacciones están
orientadas por los distintos puntos de vista de las personas, además cada persona lleva
consigo sus experiencias y sus vivencias, que son únicas por el sentido y los significados
que les atribuyen, los cuales son desconocidos por los demás. Estas situaciones de
desconocimiento del otro y de sus diferencias, ponen en riesgo las relaciones interhumanas
al punto de convertirse en generadores de conflictos, luego, los conflictos como tales son
inevitables, pero bien tratados, constituyen una oportunidad de aprendizaje para sus
implicados.
En cuanto a lo que es problema de convivencia, según la información analizada
proveniente de los docentes, el problema va más allá de una simple diferencia, es una
dificultad, una manifestación negativa, disputa o desacuerdo que afecta las relaciones
(asunto reiterado en las respuestas). Manifiestan en otros apartados del análisis, que el
problema de convivencia se da cuando no se es capaz de compartir con el otro, cuando hay
diferencias de posición que no se resuelven, lo que lleva a realizar acciones o modelar
comportamientos inadecuados, de negatividad. También señalan que el problema de
convivencia no es necesariamente violento, sino que se da por la falta de diálogo, de
comunicación no asertiva, por la incapacidad para aceptar las opiniones del otro, las
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
transgresiones a una norma o acuerdo. En una de las respuestas, aluden a que el problema
de convivencia se presenta cuando las personas no se soportan y no buscan estrategias para
sanar sus heridas.
De otra parte, coinciden en afirmar que el problema de convivencia se presenta
como manifestación o exteriorización de un conflicto no resuelto, que no se ha atendido a
tiempo y adecuadamente, lo cual afecta el entorno, genera algún tipo de insatisfacción,
altera el sano desempeño y desarrollo dentro de un grupo o comunidad, por lo cual deja de
ser personal para convertirse en algo social o grupal. El hecho de pensar que un problema
personal pasa a ser social, es dejar de lado, que lo asumido como personal, es consecuencia
de lo social, luego cabrían interrogantes sobre lo que una institución educativa piensa de lo
social y lo personal en asuntos como los que acá se vienen tratando. Expresan además, que
el problema de convivencia es algo más serio que el conflicto y para resolverlo se hacen
necesarias terapias e intervenciones más profundas.
En términos del tiempo una de las respuestas aludió a que un problema de
convivencia es una situación que se da en un tiempo corto y a mediano plazo.
Respecto a lo que es violencia, en la mayoría de respuestas se encontró
coincidencia en afirmar que esta consiste en pasar al acto, a un hecho tangible o concreto,
en el que se recurre al maltrato, a la agresión física, verbal o psicológica; cuando un
conflicto o alguna situación se vuelve insoportable a veces la alternativa de algunos, es
solucionarlo por la fuerza, sin darle cabida a la comunicación o a la razón. Manifiestan en
la información suministrada, que la violencia es una forma inadecuada de solucionar un
conflicto e imponer su punto de vista, una reacción inadecuada o respuesta negativa que
puede ser peligrosa, por el daño que provoca al ser humano ante la violación de sus
derechos. La violencia obedece a la poca tolerancia y a las escasas alternativas de solución
que se pueden dar a los problemas. Y, ¿por qué no decirlo? A la negación del otro, cuando
se pierde el sentido de humanidad.
Ahora, frente a la distinción entre estos fenómenos (violencia, violencia escolar,
conflicto, conflicto escolar, convivencia, convivencia escolar). En la información obtenida
se encontró en mayor proporción de respuestas, que Violencia, conflictos y convivencia
pueden ser escolares, familiares y sociales, la diferencia reside en que lo escolar se refiere
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
al ambiente, espacio o institución escolar o comunidad educativa y por tanto los actores
cambian; según el análisis, en este punto dicen que en el medio escolar son más frecuentes
estos fenómenos, pues en la medida en que haya menos capacidad para entender al otro
desde sus diferencias, siempre habrán motivos para que se genere el conflicto. Expresan
también, que en la escuela se presentan a menudo problemas de convivencia, pero que ello
también es reflejo de las dificultades familiares.
Sobre "Violencia escolar”, dicen que ésta hace parte de la violencia en general, es
decir, que la escolar está contenida en la general; pero además señalan que la violencia
escolar es un poco diferente a la violencia de las calles, porque en la primera se puede
mediar y generalmente no es tan grave. Con esta diferencia, cabría preguntar entonces
¿dónde se gesta la violencia de la calle, si no es de la casa ni de la escuela? En renglones
anteriores parecen acordar que en la escuela se presentan problemas de convivencia, pero
que son reflejo de las dificultades de la familia. Sobre asunto viene otro interrogante ¿Qué
percepción tendrá la familia sobre la violencia escolar?
Continuando con este análisis, en lo referido a lo que entiende por una sana
convivencia y si esta debe ser igual en todas las instituciones y comunidades, las respuestas
se organizaron en dos grupos. En el primero, están las respuestas orientadas a decir que la
convivencia no es igual en las instituciones debido a las diferencias culturales, regionales,
del entorno, de las características familias y acuerdos de las comunidades educativas. Aquí
se advierte, que la convivencia debe ser revalorada con el contexto, las historias de vida y
que el proyecto de vida tiene incidencia en la convivencia, ya que dependiendo de las
condiciones culturales puede tomar ciertos matices, pues lo que es catalogado para un lugar
como sana convivencia puedo no serlo para otro. También se afirma que la convivencia es
diferente, en la medida en que todos los seres humanos tienen diversas formas de actuar y
de pensar, esto nos lleva a un desajuste emocional y falta de control y dominio de nuestros
impulsos y emociones, lo que afecta la convivencia.
En segundo lugar, están las expresiones que aluden al concepto de sana convivencia
en términos del respeto, la tolerancia y los derechos humanos y como condición para el
desarrollo y bienestar institucional. Desde esta postura se considera que la convivencia
debe ser igual, y que los derechos y los deberes son los mismos para todo ciudadano. En
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
este caso, la sana convivencia es la capacidad de vivir armónicamente entre los miembros
de una determinada comunidad, pero ello se logra respetando la singularidad de
instituciones y comunidades. Otro hallazgo en la información analizada alude a que cada
comunidad tiene sus propias características contextuales o situacionales, y que por lo tanto,
las dinámicas de relación son diferentes, dicen que en una sana convivencia se respetan los
derechos, hay tolerancia y se valoran las diferencias. La sana convivencia es un concepto
general, lo que es específico son los factores sobre los cuales se debe trabajar en cada
comunidad, los contextos son distintos, pero los valores éticos son para todos (respeto,
solidaridad, tolerancia, igualdad, justicia).
También exponen en sus respuestas, la necesidad de generar estrategias que
promuevan la sana convivencia teniendo en cuenta el contexto y las características
socioculturales del mismo y los actores que allí interactúan; la sana convivencia es la
posibilidad de acercarse al otro sin prejuicios, teniendo en cuenta que existen valores y
costumbres diferentes. Expresan además, que el conflicto siempre va a existir, debido a las
diferencias, solo hay que convivir con ellas, fomentar el respeto hacia las personas,
mediante prácticas de valores y principios, que posibiliten ambientes armoniosos.
Tal como se ha venido apreciando en la información recolectada, la convivencia
escolar la han considerado como un proceso dinámico y generado dentro de la institución
educativa, en la que se involucran todos sus miembros y que incide significativamente en el
desarrollo personal, socioafectivo e intelectual de los alumnos.
En las relaciones de convivencia se manifiestan, la personalidad del alumno, y las
experiencias sociales, así como la visión y la interpretación del entorno social en el que se
encuentra la institución educativa.
La totalidad de respuestas ofrecidas por docentes coinciden en afirmar, que sí
existen herramientas y mecanismos sociales para promover la convivencia, y que estas son
suministradas por las IES departamentales, municipales y entidades que brindan asesoría y
orientación, y de otras que son reguladas desde ambientes familiares y de interacción
social o comunitaria. En el ámbito institucional se destacan las leyes, los manuales de
convivencia, las conciliaciones, las mediaciones, los correctivos pedagógicos, la
participación democrática, los proyectos institucionales, las convivencias, los talleres, la
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de familia, además de que se hacen pactos de convivencia para resolver conflictos. En otro
caso se menciona que se lleva un debido proceso y que se tiene la sala de mediación escolar
y se aborda de manera pedagógica, antes que sancionatoria. En algunas ocasiones se
tramitan los conflictos y no se hace seguimiento a estos, se quedan en la sanción.
Por último, están las respuestas orientadas a promover la convivencia y atender los
conflictos a través del diálogo, la concertación y los conductos regulares. Para ambas
acciones se tienen el comité de convivencia, el proyecto de valores, el de la sexualidad, la
prevención de consumo de sustancias psicoactivas, mediación, seminarios, jornadas
culturales, el manual de convivencia.
La formación ética para la convivencia centrada en el diálogo y la participación de
los diferentes actores, se relaciona con el enfoque de la Inteligencia emocional y debe
comprender las competencias sociales, emocionales y comunicativas, como se exponía en
los capítulos anteriores, y, sobre todo, las habilidades de solución de conflictos de manera
asertiva y pacífica (Kepowicz, s. f).
Esta mirada de la convivencia se concentra en la legitimación del otro, la superación
de estereotipos y prejuicios que conducen a la intolerancia y a la discriminación social,
étnica y cultural (Luna e Hirmas, s. f, p. 2). Lo anterior se relaciona con la perspectiva de
los derechos y requiere entender que las normas se construyen en las relaciones
interpersonales, de una forma subjetiva, pero a la vez participativa y democrática. “Se
entiende por derecho como un conjunto de preceptos, principios y reglas a las que se
someten los seres humanos en toda relación civil. Los derechos están directamente
relacionados con las necesidades de los seres humanos, necesidades que en toda ocasión
están presentes pero que se transforman” (Paulín, Bertarelli, Sarachú, s. f, p. 5).
Se apreció también una tendencia general en la que se sostiene que tanto las normas
como los valores, son las bases esenciales, referentes vitales y pilares fundamentales para
que se dé una sana interacción y relaciones humanas. Sin normas todo sería un caos, son
las prácticas de los valores las que permiten el reconocimiento y aplicación de normas.
Con normas claras y valores sólidos manifiestos en las acciones, los problemas de
convivencia disminuyen, y se posibilitan los acuerdos para proteger derechos y
principios. Ambos rigen o regulan el comportamiento de las personas y ayudan al
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al despliegue de las facultades específicas del hombre y fomenta la vida. Negativo o malo
es todo lo que ahoga la vida y paraliza la disposición del hombre a obrar", de esta forma la
valoración es un complicado proceso en el que se “evalúa la significación de las cualidades
de objetos, procesos o fenómenos para la satisfacción de sus necesidades así como las de
otros” (Sánchez, 2006, p. 23). Por ello cuando se habla de valores se está haciendo
referencia
A la relación del ser humano con los demás, con él mismo y con las cosas, por lo
que, independientemente de la posición subjetiva u objetiva que se adopte a la hora de
analizarlos, resulta imposible realizar un abordaje de los mismos sin utilizar alguna
categoría psicológica y mucho menos posible será explicar la posición adoptada al tratar el
tema, para lo cual siempre habrá que hacer referencia a la subjetividad del ser humano”
(Sánchez, 2006, p. 2).
Así pues, los valores se expresan a través de conductas y comportamientos y se dan
en la relación entre la realidad objetiva y los componentes de la personalidad; “cuando se
habla de educar en valores, se deben considerar conocimientos, habilidades de valoración y
reflexiones de la actividad práctica, las cuales se deben dar como resultado de aprendizajes
conscientes y significativos en lo racional y lo emocional” (Rendón, 2012, p. 64).
Pero los valores no se enseñan y aprenden de igual modo que los conocimientos y
las habilidades; la educación en valores posee un carácter intencional, consciente y volitivo,
no solo por parte del educador, sino también del educando, quien debe estar dispuesto al
cambio de manera atenta (Herrera, 2009). La educación en los valores empieza por la
valoración de la propia persona y para ello es necesario que la persona sea vivida como
valor.
En la medida en que la persona se valora a sí misma aprende a valorar lo cotidiano,
lo simple y la expresión personal del ser humano, es decir, las obras y las acciones de los
demás y de la humanidad en su conjunto. Es en este camino que logramos descentrarnos y
descubrir al otro, esto es, salir de nosotros mismos, compartir y dar, comprender, ser fieles
e instaurar un ambiente de amor y de amistad; todo ello implica respeto, reconocimiento de
las diferencias y también búsqueda de lo común, asuntos que nos remiten a lo que ya
anteriormente se ha considerado bajo el concepto de competencias socioemocionales.
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
En este orden, los valores y la convivencia social exigen una personalidad donde
predomina la autodirección consciente del individuo y de sus potencialidades en forma
creadora, y donde se gesta un proyecto de vida realista, así como una participación en la
actividad social de acuerdo con los valores que la enmarcan. Por todo esto, educar para la
convivencia y educar en valores significa contribuir a la integración de la motivación y de
los intereses del individuo con la valoración y proyección social adecuada, los cuales se
constituyen en componentes de las competencias socioemocionales, que a su vez fomentan
la toma de decisiones discutidas y analizadas colectivamente, la asunción de
responsabilidades individuales y normas colectivas (Limón, 1994). Sobre las normas es
preciso decir que:
Una norma es una regla, un patrón de medida o una pauta de acción... Las
normas sociales son reglas de conducta que representan una definición cultural del
comportamiento socialmente deseable. Se trata del patrón según el cual
comparamos y juzgamos el comportamiento y a tenor del cual le otorgamos nuestra
aprobación o repulsa. Las normas expresan expectativas de roles, es decir, señalan
la manera en la que deben comportarse los miembros de una formación social frente
a los otros miembros (Urmeneta, 2009, p. 2).
De acuerdo con Urmeneta (2009), las normas conceden sentido al mundo social y a
las conductas humanas, y deben ser significativas y coherentes tanto a los ojos del propio
actor como para aquellos con quienes éste actúa, es decir, se constituyen en patrones por
medio de los cuales se modela la conducta humana dentro de los canales que la sociedad
considera como lo más conveniente. Al ser base de la identidad de una comunidad y el
soporte esencial de la sociedad, debe ser incorporada en la infancia Las normas nos
orientan y nos constriñen; esto permite una cierta regularidad y simplificar la vida
cotidiana, así como predecir y generar expectativas sobre la actuación de todos en la
sociedad. La norma resguarda la propiedad común, el beneficio de todos sobre el beneficio
particular, la transgresión de la norma por tanto, está asociada al interés personal, en lugar
del Bien Común o la colectividad (Urmeneta, 2009).
Desde el punto de vista educativo se hace indispensable, por tanto, crear espacios de
discusión en torno a las normas de convivencia que regirán la institución, los grupos y los
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
colectivo, pero es preciso aclarar que “la disciplina y normatividad escolar no podrán ser
consideradas como un fin en sí mismos, sino un medio para el desarrollo de la actividad
académica y para la consecución de los objetivos que la comunidad se proponga” (MEN, s.
f, p. 22). Por tanto, las normas y las leyes deben ganar su propia legitimidad y por ello, en
los procesos educativos se debe propender por la construcción compartida de normas
claras, o de un código de conductas a seguir, para promover la mejora personal y grupal.
(Sis, 2008). Esas normas de convivencia son los puntos de apoyo que hacen posible que en
un establecimiento educativo exista un buen clima escolar. Esto exige que todos los que
conviven en un salón de clases conozcan, acepten y practiquen unas normas de convivencia
y se esfuercen día a día por vivirlas y también exigirlas (Sis, 2008).
En esta línea, se evidenció que los docentes encuestados participantes de la
investigación, consideran que la disciplina son normas que se cumplen, se acatan y se
respetan, y en esa medida ayudan a una sana convivencia; la disciplina por ejemplo,
permite que se creen rutinas-constancia, marca las pautas para el buen desempeño, indica
organización y cada cosa a su tiempo y lugar, lo cual lleva a que la convivencia escolar
sea más dinámica y organizada.
Gran parte de la información suministrada por docentes, considera la disciplina
como algo muy importante, pues por medio de ella hacen un llamado al autocontrol, a las
buenas prácticas de comportamiento, a la armonía y a las buenas relaciones entre todos
los miembros de la comunidad educativa. La disciplina ayuda a las personas a crecer y
formarse, permite dar lo mejor de sí, esforzarse para alcanzar los propósitos y relacionarse
mejor con los demás; está relacionada con el fortalecimiento del carácter y la organización
de las estructuras del sujeto, por ende ayuda a vivir en comunidad, cuando no es
considerada únicamente como sancionadora sino como preventiva y cuando se basa en
prácticas de valores éticos. La disciplina ayuda a los estudiantes a que se contextualicen en
la realidad, y a entender que a través de esta, que se puede llegar a formar seres humanos
que contribuyan positivamente a la sociedad.
En línea de la disciplina, se encuentra que ésta ayuda al proceso académico, sin
disciplina no hay orden, sin orden no hay trabajo ni rendimiento y cumplimiento; en este
sentido, la disciplina es un código, acuerdo que posibilita el libre desarrollo de las
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LAS COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES EN EL CONTEXTO ESCOLAR
actividades, organización, respeto mutuo orden social que es parte de una organización en
un sistema. Acá la disciplina está asociada al cumplimiento de la norma, la responsabilidad,
la escucha, la puntualidad. De igual forma, surgió la concepción de disciplina en la que es
considerada como que todo acto incorrecto merece una sanción, una consecuencia, y ello
hace que la persona reflexione o piense antes de hacer algo reprochable; además se
encontró la expresión de que en un ambiente de disturbio donde pocos se esmeran por
alcanzar sus metas, es muy difícil que se vivencie la convivencia.
Otro aspecto que emergió del análisis de la información, fue el tema de los límites
en la mayoría de respuestas, entendidos como los acuerdos que se deben cumplir en un
grupo de personas o comunidades, por ello es posible hablar de límites en relación con la
convivencia, porque no se puede permitir que haya comportamientos y conductas que
afecten gravemente a toda una comunidad educativa.
Consecuente con lo anterior en lo referido a los límites, dicen que en la medida en
que se valora y se respeta al otro, se establecen límites en la interacción, lo cual faculta
para mantener relaciones armónicas y equilibradas. Visto así, los límites en materia de
convivencia son necesarios, y es posible hablar de límites aplicando el manual de
convivencia que al igual que los códigos morales, establecen límites para lograr que se
respeten los derechos de los demás, y ubican a la persona en su lugar, para que no
transgreda los derechos del otro. Mis derechos llegan hasta donde comienzan los derechos
de los demás, y eso es poner límite. Ir más allá de los límites es dar paso a la violencia, por
ello se debe partir del conocimiento y reconocimiento del otro y del trato que se brinde.
Otra de las expresiones encontradas al respecto, condiciona la existencia de los límites
diciendo que es posible tener límites siempre que se les explique a los estudiantes qué es
vivir sanamente y cómo compartir con el otro.
En oposición a lo anterior, otras respuestas dicen lo contrario, refriéndose al asunto
de los límites, esto es, que no se debe poner límites en lo relacionado con la convivencia.
Así mismo se encuentra la postura que lo corrobora diciendo que es difícil hablar de límites
porque las relaciones humanas son continuas e indeterminadas; lo que si ven necesario es
tener claras las estrategias, recomendaciones y demás cosas que contribuyan a mejorar la
convivencia, pues no existe un estado óptimo de convivencia, ni procesos terminados, cada
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día se construye. El ser humano es un ser social por naturaleza, pero debe tener en cuenta
las leyes, no salirse de ellas, y respetar la intimidad del otro, así es como se contribuye a la
convivencia. Aunque es un argumento que usan quienes plantean que no es posible hablar
de límites, se está validando el hecho de que existen normas y leyes que imponen límites a
las acciones. También agregan, que los límites los niegan o los autoriza la norma, la ley
115, la constitución nacional, la ley de infancia y adolescencia, la ley 162, y la resolución
1695.
Sobre la pregunta por la mediación, coinciden las respuestas en decir es el proceso
en el que las personas intervienen, facilitan, ayudan y apoyan (terceros diferentes a las
partes involucradas) en la búsqueda de alternativas de soluciones asertivas y positivas
frente a desacuerdos, un problema de convivencia o conflictos escolar. También lo
consideran como una estrategia pedagógica.
La mediación implica el diálogo y el manejo de una situación dada, partiendo de un
proceso de concertación y sensibilización expresa en las prácticas de valores, acuerdos y
negociación. El mediador debe tener posiciones claras y neutras, ser imparcial y tener
buenas relaciones interhumanas para lograr una buena labor, investiga con los mismos
protagonistas sobre lo sucedido, facilita compromisos, negociaciones, acuerdos, da
consejos, ayuda, orienta, permite, concilia y analiza los argumentos de las partes.
Considera además que es un espacio donde las partes en conflicto, puedan expresar sus
malestares a fin de motivar acuerdos en donde todos resulten ganadores. Aquí, es
fundamental que las partes puedan expresarse y logren acuerdos por medio del diálogo,
para ello, es importante contar con la capacidad de escuchar.
Respecto a la articulación de la convivencia con el currículo, se encontraron varios
argumentos que hablan de articular acciones internas y externas, el acatamiento a las
normas y leyes, ser más flexibles y abiertos a otras propuestas, trabajo colaborativo o en
equipo, y de la mano con la familia, implementar estrategias que favorezcan la canalización
de energías, mejoramiento de la autoestima, autorreflexión, manejo de emociones,
establecer acuerdos con los estudiantes, realizar actividades lúdicas, talleres, compartir
experiencias significativas sobre convivencia, diálogo pedagógico acerca de problemáticas.
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Docente Municipio de Medellín, estudiante Maestría en Educación, Universidad de Antioquia. Contacto:
johannapa@gmail.com
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que comprometan el bienestar de los individuos, las familias y las comunidades. (p.
5)
Este vasto concepto sobre violencia, deja claro que ésta no se limita exclusivamente
a los daños físicos o materiales sino que también contempla un posible daño psicológico.
Castellano y Castellano (2012) explican que “el término violencia denota hechos
tipificados como delito en muchas legislaciones. Homicidios, robos, violencia de género o
maltrato infantil se califican como crímenes violentos, crímenes contra las personas y sus
propiedades” (p. 681). Con esta idea, los autores confirman que el concepto de violencia
describe situaciones donde se producen –por así decirlo- agresiones y daños “mayores”,
incluidos los homicidios. No obstante, aunque violencia y homicidio sean términos bastante
“cercanos” no todos los actos violentos dejan como resultados pérdidas humanas; lo que
conduce a operacionalizar la violencia no sólo por la crueldad o el impacto del daño que se
produce -por ejemplo- en una masacre; sino también, por el tema de la intencionalidad o la
premeditación al hacerlo, probablemente, esto es lo que pudiera convertir un acto agresivo
(causal, no planeado) en una situación de violencia (dirigida, deliberada, planeada). Por su
parte Salas (2008) expresa que “al hablar de violencia, se hace referencia a algo o alguien
que está fuera de su estado natural, que obra con ímpetu o fuerza, y que se dirige a un
objetivo con la intención de forzarlo” (p. 332), lo que ratifica el factor de intencionalidad a
la hora de delimitar el significado sobre violencia.
El concepto de violencia suele relacionarse con una red amplia de conceptos como
agresión, maltrato, muerte y guerra; también con otras palabras como conflicto armado,
guerrilla, armas y secuestros (Salas 2008) o con términos de crueldad, homicidio,
terrorismo y crimen. Dentro de la polisemia del constructo cabe mencionar la clasificación
que se da de la misma; según la forma en que se manifiesta, la intencionalidad o motivación
que la genera, la proporcionalidad del daño producido, el lugar dónde ocurre o contra quién
va dirigida; estas variables han dado lugar a la pluralización del fenómeno al aludirse a la
violencia doméstica, violencia de género, violencia familiar, violencia de pareja, violencia
infantil, violencia política, violencia racial, violencia delincuencial, violencia escolar, entre
otras.
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Tanto la diversidad de sinónimos con los que cotidianamente se vincula los hechos
de violencia, como la clasificación que se hacen de este tipo de situaciones pueden
complejizar su delimitación conceptual. Al respecto Míguez (2008) apunta que “en el
campo teórico coexisten múltiples definiciones del término que deben ser exploradas,
buscando aquella postulación o combinación de las mismas que posea mayor capacidad
explicativa” (p. 16). No obstante, aunque no haya un consenso absoluto a la hora de definir
el fenómeno en cuestión se tiene unidad de criterio, en cuanto a que la violencia se
comprende como una situación propia de la condición humana, frente a la cual es necesaria
tener una amplia comprensión y sobretodo una actuación eficaz.
Al trasladar el concepto de violencia al escenario de la escuela, se está haciendo
alusión a aquellos hechos donde no se requiere que exista una situación de amenaza o unas
causas que justifiquen la aparición de esa conducta dañina hacia alguien, como ejemplo se
puede mencionar el bullying escolar, el cual se clasifica dentro de las violencias escolares
por considerarse una situación que desborda los conflictos que cotidianamente aparecen
entre los miembros de la comunidad educativa, los sobrepasa en tanto se manifiesta como
una forma de agresión intencional, donde el abuso de poder, la prolongación de las
agresiones en el tiempo y en algunos casos, el mantenimiento de la situación por parte de
quienes refuerzan las conductas hostiles que hacen que vayan en aumento; convierten al
bullying en una situación de violencia escolar que en ningún caso, surge como respuesta a
situación de peligro, por el contrario, se configura desde ataques no justificados donde el
victimario halla “razones” que -bien podrían o no- justificar su comportamiento hostil hacia
quien elige como blanco de sus abusos.
De acuerdo con lo anterior, el bullying debe entenderse como una violencia, dentro
del abanico de violencias, pero hay que tener presente que no todos los conflictos y
tensiones que a diario se generan en la escuela pueden considerarse como una situación de
bullying, es decir, pueden configurarse como agresiones esporádicas o conflictos
cotidianos, que no son sistemáticos o con persistencia en el tiempo. Ubieto (2011) con
respecto las violencias escolares afirma que “hablar de violencias escolares, en plural, ya
nos indica la diversidad de sus manifestaciones y sobre todo la diversidad de
significaciones y de usos sintomáticos por parte de los sujetos” (p. 23). La diversidad a la
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que hace referencia el autor está estrechamente ligada a las distintas formas de agresión y
manifestaciones de violencia entre estudiantes, que pueden ser verbales (insultos,
sobrenombres, amenazas), físicas (puños, patadas, pellizcos, golpes con armas u objetos,
daños a pertenencias) relacionales (rumores, ridiculización en público, exclusión social,
discriminación), psicológicas (menosprecio, intimidación, denigración, daño emocional,
amedrentamiento) y /o virtuales (hostigar, excluir, ridiculizar, insultar, humillar, expandir
rumores sobre una alguien a través de recursos tecnológicos ofrecidos por las tecnologías
de la información y la comunicación).
Al respecto, Elliot (2008) asegura que:
Cualquier tipo de violencia, sea física, verbal o psicológica, tiene efectos muy
perniciosos para el correcto desarrollo de los sujetos implicados y debe ser
intervenida tanto de forma preventiva (antes de que acontezca) como de forma
paliativa (una vez que ya ha acontecido o exista alto riesgo de que así suceda). (p.
23)
Desde una mirada educativa resulta pertinente identificar y potenciar aquellas
habilidades socioemocionales que se ponen en juego en el momento de hacerle frente al
bullying; con el fin de ponerlas en beneficio de una convivencia escolar próspera y
deseable, en procura del bienestar colectivo e individual de todos sus miembros.
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llamada agresión instrumental en la que no existe una percepción de amenaza u ofensa por
parte del otro, al parecer por un asunto se diversión u otro tipo de recompensas los
victimarios deciden comenzar una agresión hacia alguien percibido como débil o indefenso.
Chaux (2003) advierte que es “el uso de la agresión como un instrumento para conseguir un
objetivo, sea éste recursos, dominación, estatus social o algo más” (p. 49).
También se ha establecido que la persona que acosa reúne muchos rasgos de ser un
líder pero negativo, pues desafortunadamente, él se está identificando con una forma
violenta de interacción. Lo más grave de todo es que su comportamiento agresivo parece
traerle ventajas y cierto prestigio entre sus compañeros. Olweus (1998) explica que se da
“un componente de beneficio en la conducta del agresor pues a menudo obligan a sus
víctimas a que les den dinero, cigarrillos, cerveza y otras cosas de valor” (p.54)
Por su parte, Calvo (2007) expresa que “se puede esperar que el agresor continúe
con sus actos por las recompensas materiales y sociales que obtiene (…) y con sus ataques
debido a la influencia que ejercen los observadores” (p.4). Las implicaciones que se derivan
de esta situación explican uno de los criterios para que una conducta sea considerada como
acoso, la cual es la persistencia o prolongación en el tiempo.
En este sentido, la recompensa social que recibe el agresor está ligado a situaciones
como sentirse reconocido por otros, ganar atención, encontrar más amigos y liderar grupos
de personas que los respetan por su valentía o quizá les obedecen por miedo a llegar a ser
victimizados y sufrir abusos similares a los que suele observar. De esta forma, podría
inferirse que la sensación de “superioridad” y la gratificación que experimenta el agresor,
puede ser una de las razones por las que se le dificulte parar esta conducta abusiva;
renunciando a las recompensas inmediatas que recibe cada vez que oprime a otros.
Thorndike citado por Gómez, et al (2007) “afirma que una conducta recompensada tiende a
repetirse y una conducta no recompensada tiende a extinguirse” (p.172). Los autores
también aseguran que
Cualquier conducta violenta conlleva una descarga de una tensión: así que, en
primer lugar, para dejar de emitirla, el sujeto debe vivenciar que el bienestar por esa
descarga es menor que el malestar de las consecuencias de su conducta, si no fuese
así, tenderían a extinguirse (Gómez, et al, 2007, p.173).
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Ciertamente se reconoce que las conductas violentas son funcionales para quienes
las ejercen, pues les generan más satisfacciones que malestares y son mantenidas por las
recompensas de quienes las observan- espectadores – y de quienes las padecen –víctimas-.
Lo más delicado con esta situación según estos aportes, es que “las personas
valoramos más el placer a corto plazo o las recompensas inmediatas que las postergadas; y,
por desgracia, el bienestar por la descarga de la tensión es inmediato” (Gómez, et al, 2007,
p. 173), tal situación puede explicar por qué los victimarios que acosan solapadamente y
pasan desapercibidos frente a los adultos sin recibir ninguna reprimenda por sus acciones
intimidatorias, continúan haciéndolo y sólo hasta que sean confrontados o intervenidos con
estrategias antibullying, probablemente, sentirán la necesidad de detenerse. Dichas
estrategias deben estar basadas en el fortalecimiento de competencias socioemocionales del
agresor, con el fin de que sea capaz de desarrollar conductas sociales como la empatía, la
asertividad y al mismo tiempo, lograr la inhibición de respuestas impulsivas y la
postergación de sensaciones placenteras inmediatistas que encuentran lugar en el dolor de
otros.
Consecuencias derivadas de la problemática de bullying.
Los efectos que surgen de una problemática de victimización como ocurre en el
bullying, afecta no sólo a los actores directamente implicados, sino que trae consecuencias
nefastas en el ambiente escolar, las familias y la comunidad educativa en general. Fante
(2012) comenta al respecto que “las consecuencias del bullying afecta a todos los
involucrados, y pueden ser percibidas en corto, mediano y largo plazo.” (p. 39); Teruel
(2007) por su parte, apunta que es importante tener en cuenta a todas las partes implicadas
ya que “tanto el agresor como el acosado sufren, por tanto, ambos necesitan ser escuchados
y tratados” (p. 36). Así que, pensar en las graves consecuencias que trae consigo la
intimidación y el acoso escolar constituyen un motivo para impulsar estrategias de
prevención e intervención de la problemática. Los problemas que se presentan pueden ir
desde expresiones psicosomáticas hasta trastornos emocionales y psicológicos.
De acuerdo con los aportes de Arroyave (2012) entre las consecuencias más
impactantes, del acoso escolar para el caso de las víctimas, está la ideación e intento de
suicidio que se presenta tanto en víctimas como en acosadores. Se encuentra que los
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de lo amplio que puede resultar un análisis sobre las emociones y la conducta humana;
interesa en este momento, vincular el tema de la formación socioemocional -como eje
central- en la prevención y manejo del bullying en el contexto escolar.
Se parte del hecho que la adquisición y el dominio de las competencias
socioemocionales suponen bienestar y éxito en la esfera de lo personal y lo social, esto,
dado que se constituyen como conjunto de conocimientos, capacidades y actitudes
específicas que adquiere una persona a lo largo de toda su vida, para ser capaz de
identificar, manejar, regular y expresar de forma satisfactoria sus emociones; al mismo
tiempo que puede reconocer y comprender las circunstancias y las manifestaciones
emocionales de las personas con las que se relaciona cotidianamente12. Cabe afirmar que
la manifestación de las emociones guarda relación con la influencia que tiene la cultura
sobre el individuo; las experiencias familiares y educativas, las tradiciones y costumbres
sociales; de ahí que los componentes de la emoción que corresponden a lo cognitivo y a lo
comportamental, se vean influenciados por las características personales y contextuales con
las que se cuentan; por lo que claramente los procesos formativos entran a jugar un papel
determinante en ellas.
En este orden, el componente afectivo-emocional constituye un aspecto inseparable
de la formación de los individuos, el cual es delegado en gran medida a la escuela por parte
de la sociedad. Una de las razones que lo justifican es que las habilidades socioemocionales
previenen y reducen el riesgo de que un estudiante acuda a la violencia como una forma
“natural” de conseguir lo que quiere; de igual modo, cuando se cuenta con una competencia
socioemocional vasta, se logran minimizar las posibilidades de llegar a convertirse en
víctima en una situación de abuso; la formación socioemocional evita la aparición de
conductas pasivas, de indiferencia o de agresión frente a la resolución de los conflictos
entre compañeros; dando lugar a la puesta en marcha de las habilidades sociales, la empatía
y el diálogo asertivo. Dicha situación se ratifica con aportes que en el campo investigativo
han hecho distintos autores (Inglés, J.; Torregrosa, M. S.; García, J.; Martínez, M.;
Estévez, E.; Delgado, B., 2014, Garaigordobil y Oñederra, 2010, Cerezo, 2006, Zapata,
12
Definición propia de Competencia Socioemocional; basada en las contribuciones que en el área de la
inteligencia emocional han realizado autores como Peter y Salovey (1997) Goleman (1996) y Bisquerra
(2003).
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2012) quienes señalan que la inteligencia emocional –con sus diversos componentes- es un
predictor clave frente a la conducta agresiva.
En distintos escenarios educativos se ha comprobado que aquellos estudiantes
capaces de auto-controlar, moderar y gestionar sus propias emociones, y de poner su
universo emocional en beneficio de las relaciones intra e interpersonales, difícilmente se
verán involucrados en una situación de acoso o intimidación escolar ya sea como
victimarios, víctimas o testigos. Al respecto expresa Zapata (2012) que “cuando somos
emocionalmente educados podemos manejar situaciones emocionales difíciles que a
menudo llevarían a conductas agresivas y violentas” (p. 114). Para Calle, De Cleves y
Velásquez (2011) los bajos niveles de inteligencia emocional presentan mayores niveles de
impulsividad así como deficientes habilidades interpersonales y sociales, lo cual favorece el
desarrollo de variados comportamientos asociales (p. 103). Específicamente, Inglés, J.;
Torregrosa, M. S.; García, J.; Martínez, M.; Estévez, E.; Delgado, B., (2014) expresan que
al igual que en otros estudios, se constata que “los estudiantes con comportamientos
agresivos muestran deficiencias en autocontrol emocional y empatía” (p. 38).
Desafortunadamente en la escuela a diario surgen problemáticas y conflictos que
“mal manejados”, o peor aún, naturalizados, pueden escalar hacia agresiones de mayor
envergadura, comprometiendo la convivencia armónica y el éxito de los procesos de
enseñanza y de aprendizaje y dando paso al surgimiento de violencias tan complejas como
el bullying. Como ya se dijo, el bullying puede surgir sin un motivo que aparentemente lo
justifique; sin embargo, cuando la escuela se ocupa y le apuesta seriamente a la educación
emocional resulta menos probable que se gesten y se mantengan este tipo de abusos.
Específicamente habilidades como la conciencia emocional, el autoconocimiento, la
regulación de las emociones, la empatía, la comunicación asertiva, la autoestima, las
habilidades sociales, la cooperación, la autonomía personal y la capacidad de tomar
decisiones, serían aspectos de la competencia socioemocional esenciales a la hora de
hacerle frente al bullying escolar. Aunque no hayan “recetas” para esta tarea, es necesario
conocer e identificar los perfiles de los actores involucrados en una situación de bullying,
para que de esta forma se fortalezcan unas competencias concretas que eviten o disuelvan la
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capacidad para expresar opiniones, deseos y sentimientos en el momento indicado y con las
personas adecuadas; saber defender o protestar con argumentos y de manera respetuosa a
lo que se tiene derecho, poder decir “sí” o “no” cuando sea necesario, hacerle frente a la
presión de un grupo, negarse si es oportuno, poder decir ¡detente, no más!, ¡no estoy de
acuerdo con lo que haces! ante un caso de bullying. Con los testigos-cómplices-indiferentes
se debe crear conciencia del valor que tienen dentro de una situación de bullying, una
manera esencial de hacerlo es haciendo que tengan un conocimiento y manejo de su propio
mundo emocional, una vez logrado, es más fácil que puedan identificar emociones, estados
en ánimo en los demás, decidiéndose a actuar de forma oportuna. Quienes agreden
seguramente se sentirán confrontados frente a alguien que es capaz de poner límite a su
conducta de maltrato; una palabra adecuada, una expresión, un gesto, un comportamiento
asertivo pueden ser muy útiles a la hora de detener las bromas pesadas u otras situaciones
que desencadenan el acoso y la intimidación.
No cabe duda que la violencia escolar confronta y alarma, anteponiéndose como un
desafío sobre el que necesariamente la escuela debe dirigir su mirada. La formación en
competencias socioemocionales es una ruta próspera para apostarle a la prevención, la
mitigación y la solución de una gran parte de los problemas de interacción escolar, las
cuales radican entre otras cosas, en un asunto de autorregulación y autodirección de los
pensamientos, los sentimientos y los comportamientos, que siempre deberían estar en
función de una vida en sociedad, favorable a todos y cada uno de sus miembros.
Aprender a convivir ya no puede ser una tarea relegada a un segundo plano dentro
de las agendas escolares, hoy como nunca antes, los sistemas educativos deben privilegiar
la educación para las convivencias, de igual modo que se ha hecho con la educación de
otras competencias. Para erradicar el bullying y otras formas de violencia en los espacios
escolares, se requiere hacer un trabajo permanente de fortalecimiento de las competencias
socioemocionales, pues la convivencia es un asunto cotidiano y todos los días hay que
trabajar por ella.
Referencias bibliográficas
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Introducción
El presente capítulo tiene como antecedente el trabajo investigativo titulado
“Mediación Docente ante Situaciones de Conflicto”, el cual tuvo lugar en una institución
educativa de la ciudad de Medellín, entre el 2012 y el 2014. Esta iniciativa surgió de la
preocupación por el aumento de los problemas relacionales que se presentaban entre los
estudiantes y por las diferentes formas de intervención docente.
El estudio fue llevado a cabo bajo una Metodología cualitativa, de carácter
descriptivo, mediante la cual se analizaron las mediaciones del personal docente ante
los diferentes conflictos escolares. Entre los resultados obtenidos de esa experiencia
investigativa está la identificación de cuatro modalidades de Mediaciones docentes ante
situaciones de conflicto: Autoritaria, Normativa, Auxiliadora y Dialogante. Las dos últimas
fueron las más reconocidas por su efectividad en la resolución de conflictos según los
estudiantes y docentes que intervinieron en el estudio, señalando que su éxito radica en la
relación de cercanía y la calma con que los docentes actuaban e intervenían el conflicto;
dichas mediaciones (la auxiliadora y la dialogante) dan cuenta por un lado del control
emocional de los docentes y por otro la posibilidad de participación de los estudiantes para
darle salida al conflicto.
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Docente Municipio de Medellín, estudiante Maestría en Educación, profesora Facultad de Educación,
Universidad de Antioquia. Contacto: adrianamaria_ortiz@yahoo.es
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crean para posibilitar la comunicación entre las partes que están en desacuerdo y proveerlas
de una intervención oportuna y simbólica que conlleve a su resolución. Esta mirada surge
después de la segunda Guerra mundial como una alternativa a la violencia encaminada a la
resolución de conflictos (Karen Grover Duffy, cit. en Grisales y González, 2010). A
continuación se ampliará un poco lo que concierne a la mediación escolar.
14
En este capítulo no se profundizará en la definición de conflicto por cuanto ya ha sido tema de los capítulos
precedentes de esta obra.
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afectiva del estudiante más indefenso ante el conflicto, creando un clima y estado anímico
propicio para entrar en diálogo y en la resolución del conflicto como tal.
Este tipo de mediación docente corresponde al Paradigma Humanista que según
Hernández (1993), implica la promoción de aspectos importantes en la vida de los
estudiantes como las relaciones interpersonales y los valores en los escenarios educativos.
Desde esta perspectiva, el docente promueve relaciones basadas en el respeto y
reconocimiento del otro (estudiante) en una situación social en donde fluye la
comunicación, la expresión de emociones como parte esencial de la relación y del
crecimiento personal y social (Hernández, 1993).
La Mediación Dialogante, orientada a reflexionar, a argumentar y exponer sus
puntos de vista de forma respetuosa. Este tipo de mediación se relaciona con la Pedagogía
Dialogante de Merani (2002), desde donde se reconocen tres dimensiones que interactúan
y se integran para el desarrollo de los sujetos: La dimensión cognitiva, referida al desarrollo
del pensamiento; la dimensión socio afectiva, que alude al ser ético, que tiene
sentimientos, que se sensibiliza socialmente y que se responsabiliza de su proyecto de vida
personal; la tercera dimensión, es la Práxica, la de la acción. Esta Mediación está en
función de un individuo que “piensa, siente y actúa” (Wallon 1987, cit. en Merani, 2002).
Esta Mediación se caracteriza por reconocer a los seres humanos en su contexto
social, histórico y cultural y al estudiante como sujeto activo que construye sus ideas en
interacción con sus pares, familias, sociedad y documentos.
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conflicto. Por ejemplo, si el docente con su actuación y en la mediación que hace del
conflicto posibilita la compasión de las partes y la empatía de quienes intervienen en la
situación conflictiva, puede generar benevolencia ante el sufrimiento humano, lo cual se
constituye en una ganancia para un mejor desempeño socioemocional de los sujetos y la
formación de seres humanos tolerantes y compasivos (Nussbaum, cit. en Bula, s.f).
Lo anterior indica que experimentar algunas emociones como la compasión, el
miedo y la tristeza son expresiones necesarias a la hora de enfrentar situaciones
conflictivas, que pueden servir de herramienta a los estudiantes para la resolución de los
conflictos, en tanto se reconoce la humanidad propia y del otro, se identifica la diferencia y
se reconoce que las emociones pueden ser compartidas en situaciones contextuales
particulares desde el planteamiento de (Nussbaum, cit. en Bula, s.f).
En este orden, la mediación puede conducir a experimentar y reconocer las
emociones propias del conflicto y con ello se estarían fortaleciendo las competencias
emocionales y sociales como una alternativa para mejorar la convivencia escolar.
La educación en competencias emocionales, parte de los docentes, quienes primero
deben integrarlas a sus estilos de vida, para que se esta manera redunden en las
interacciones con los estudiantes, y en la promoción de la comunicación y la solución de los
conflictos de manera asertiva.
Desde los tipos de mediación que se han descrito, las mediaciones Auxiliadoras, se
constituyen en la formas de intervención más oportunas para la regulación de las emociones
y para el fortalecimiento de la convivencia en el ambiente escolar.
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