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La primera es ¿cómo valorás este festival de poesía, como poeta, como gestor literario.

Qué te
parece que significa para los poetas locales este espacio, cómo se construye desde ahí, etc?

Y segundo ¿cuáles creés que serían los espacios que deberían propiciarse tanto desde la
autogestión como con el apoyo del estado para para incentivar digamos para despertar esa
curiosidad por la literatura en los jóvenes, las niñas?

Lo primero y fundamental es decir que son espacios valiosos. Hacen posible el encuentro entre
escritores, visibilizan la producción de autores emergentes, generan vínculos entre ellos y de ellos
con la comunidad y ponen en valor el trabajo de las y los trabajadores de la escritura.

En lo personal, me brinda la posibilidad de compartir poemas nuevos que son como indagaciones
litoraleñas en torno a la memoria de mi mamá, proyecto emparentado al que hice hace 20 años
desde letras de tango con la memoria de mi viejo. Me permite, por ende, duelar, ir cerrando ciclos,
poéticos y personales. Y en especial, una alegría y un honor leer al lado de Alicia Genovese que,
además de una escritora brillantes, es una de las personas con las que me formé gracias a un taller
del FNA.

En otro plano, soy un convencido de que los Festivales como la Feria misma, o los concursos, son
instancias finales de un proceso que las sostiene. Dicho de otro modo: las ferias son tanto más
valiosas, cuanto más profundo y extenso sea el trabajo que se haya venido realizado en formación
de lectores, de editoriales, talleres de escritura, espacios de crítica, entre otros.

Los esfuerzos volcados a estas iniciativas (económicos, pero también creativos, políticos,
comunicativos) deberían ser constantes, en todo el territorio y como mínimo iguales a los que se
vuelcan al evento de exposición.

Y es sencillo tantear si esto se está logrando o no simplemente paseando por la Feria o por su
grilla: si lo que más nos seduce son los libros o espectáculos de autores consagrados, material de
sellos nacionales o internacionales, referentes que visitan el evento; y las y los autores regionales
tienen espacio de menor visibilidad respecto de aquellos; producciones que resultan menos
atractivas; en ese caso: siguen siendo espacios valiosos, pero mucho menos de lo que podrían -y
quizás: de lo que deberían- ser.
***

Yo creo que el Estado ya sabe cómo. Esta gestión -que inició en 2008 y a la que aún con sus
distintas presidencias, percibo como una continuidad- tuvo hasta experiencias valiosas: redes
provinciales de talleres literarios, de promotores socioculturales, escritores en las escuelas,
capacitación para que docentes desarrollen talleres en el aula, talleres de fanzines para jóvenes,
de lectura y escritura en cárceles y barrios del Gran Resistencia. Hay incluso un espacio de
formación de público para artes escénicas, debería pensarse uno de formación de lectores, pero el
camino está bien señalado.

Ocurre que, para que esas iniciativas den frutos y se puedan ver y disfrutar, deben realizarse de
manera sistemática, constante, en todo el territorio, y en articulación con otras carteras, y las que
enumero son acciones que -sea por recursos o por voluntad- se interrumpieron o se realizaron de
manera esporádica.

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La poesía es política desde su concepción. Ya el hecho de reservarse un tiempo en medio de la


vorágine, de la crueldad de los días, un tiempo para mirarse y para mirarnos, desde la
vulnerabilidad, desde la emoción, escribir desde ahí y ofrecerlo a las y los demás, para mí es
político. Pocas cosas tan políticas como compartir la ternura.

Nos enfrentamos hoy a un escenario de expansión global de las derechas, tanto dentro como
fuera de los partidos tradicionales, en el que cada vez va a ser más difícil pero también más
necesario juntarse, cuestionarse, “dibujarnos de nuevo” como quisiera Fracchia.

Me aburre la poesía explícitamente panfletaria o aleccionadora, aún cuando esté de acuerdo con
sus posiciones. Parafraseando a Cortázar diría que los revolucionarios en lo político suelen ser muy
poco revolucionarios en lo poético.

Y en ese contexto, me parece que la salida es desde la poesía, desde la empatía, desde la ternura.
Me parece que la salida está, como hermosamente dijera Calvino cerrando Las Ciudad invisibles,
en encontrar qué cosa en medio del infierno no es infierno y hacerle lugar y darle espacio. Creo y
espero que eventos como éste puedan ser parte de esa tarea.

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