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Pontificia Universidad Católica de Chile

Fonoaudiología
Psicolingüística Evolutiva

Lectura 15
Desarrollo fonético-fonológico
Percepción prelingüística

1. Introducción.
A lo largo del presente curso de psicolingüística evolutiva se ha descrito de manera general cómo los
infantes adquieren conocimientos y habilidades de nivel discursivo (pragmático), morfosintáctico
(gramatical) y léxico (semántico conceptual). En la presente lectura se describe el desarrollo de la
dimensión sonora del lenguaje, es decir, los conocimientos que permiten a los infantes comprender y
producir los sonidos del habla.
El proceso de adquisición fonético-fonológico se divide en dos grandes conductas, percepción y
producción y, a su vez, cada una de ellas se divide en dos etapas: en primer lugar, la etapa
prelingüística y precomunicativa, es decir, la adquisición de sonidos antes de que los bebés emitan la
primera palabra reconocible dicha con intención comunicativa y, en segundo lugar, la etapa
lingüística y comunicativa, cuando los infantes ya son capaces de usar palabras para comunicarse
intencionalmente.

2. Desarrollo de la percepción fonética.

2.1. Segmentación del flujo del habla.


El habla humana se presenta normalmente como un flujo ininterrumpido de sonidos, una cadena
hablada. Sabemos que a partir del sexto mes de gestación y hasta el sexto mes después del nacimiento
el aprendizaje lingüístico de los neonatos es principalmente suprasegmental, es decir, los bebés se
especializan en reconocer los suprasegmentos de la lengua materna que perciben en su entorno. Los
suprasegmentos son elementos prosódicos que acompañan a los sonidos del habla, rasgos como la
entonación, la intensidad, el ritmo y la duración de los sonidos. Uno de los hallazgos más interesantes
a este respecto son los experimentos que demuestran la capacidad de los bebés para reconocer el ritmo
del habla materna.
Sin embargo, paralelamente al aprendizaje prosódico, los bebés comienzan a partir del tercer y cuarto
mes después del nacimiento a procesar también los segmentos que forman las palabras: los sonidos
(vocales, consonantes). El punto cúlmine de este proceso se alcanza entre los 6 y 8 meses momento
en el cual los bebés se convierten en especialistas para el procesamiento de los sonidos del habla.
Naturalmente, entre los 6 y 8 meses desde el nacimiento, los bebés no son capaces de reconocer el
significado semántico de las palabras que perciben, ni de inferir la intención comunicativa con que
los adultos las producen, debido a que no han desarrollado la Intencionalidad Conjunta (que se inicia
a los 9 meses).
Entre los 6 y 8 meses de edad los bebés se vuelven especialistas en:

2.1.1. Reconocer todo tipo de sonidos del habla.


Durante este periodo los bebés son capaces de percibir variaciones fonéticas sutiles, incluso de
sonidos con características ajenas a las del habla materna. Esta etapa se conoce como etapa de
“expansión fonética”. Numerosos experimentos basados en la medición de tasa de succión y giro
preferente de la cabeza (o de la mirada) muestran que los bebés perciben variaciones fonéticas que,
incluso, personas adultas no son capaces de percibir. Esta etapa de expansión fonética constituye un
precursor para el aprendizaje de más de un idioma. Los bebés que son expuestos a más de una lengua
durante esta etapa pueden llegar a adquirir dos o más sistemas fonológicos distintos (bebés bilingües).
Esta habilidad de los bebés se basa en la capacidad de realizar cálculos estadísticos respecto de los
sonidos que perciben. Estos cálculos les permiten elaborar patrones de sonidos de los sonidos que
perciben. Después de los 8 meses de edad comienza a decaer esta capacidad de reconocimiento de
todo tipo de sonidos: el bebé se especializa solo en los sonidos que tienen valor fonológico en su
lengua materna (comienza a mostrarse indiferente a la varianza fonética). Para mayor detalle de esta
habilidad, se sugiere ver el video de Patricia Kuhl sobre la “Genialidad Lingüística de los bebés”.

2.1.2. Capacidad de segmentación de palabras.


Los bebés durante este periodo son capaces de reconocer los límites entre una palabra y otra, aún
cuando la cadena hablada no contenga señales explícitas entre las palabras, es decir, aún cuando el
hablante no realice pausas entre ellas. A continuación se describen cuatro situaciones que demuestran
esta habilidad y las pistas a las que recurren para realizar esta segmentación.

a) Distribución de cadenas de sonidos.


La habilidad de cálculo estadístico de los bebés no solo es con respecto a los rasgos fonéticos de los
sonidos aislados, sino también con respecto a la distribución de los sonidos en sílabas y en cadenas
de sílabas. Se han realizado experimentos que miden la tasa de succión de bebés cuando los sonidos
presentan algún patrón distributivo (de encadenamiento) o bien bajo ningún patrón. Por ejemplo, los
sonidos “i”, “o”, “a”, “t”, “g”, “k” se presentaron a bebés bajo dos grupos de pseudopalabras; Grupo
1: “togaki” y “gikota”, Grupo 2: “tigako” y “gakoti”. El experimento arrojó el siguiente resultado: los
bebés muestran preferencia por el Grupo 2, pues reconocen que los sonidos se ajustan a un patrón
distributivo, cuestión que en el Grupo 1 parece no existir. En el Grupo 1 los sonidos se juntan de
manera aleatoria (azarosa); en el Grupo 2 hay un patrón, una constante distributiva. Lo interesante es
que los bebés se manifiestan sensibles a esta distribución, la cual probablemente utilizan para
reconocer palabras en la cadena hablada. Por ejemplo, la secuencia distributiva “-rano” puede marcar
el límite de palabras como “ti-rano”, “ve-rano”, etc. Es probable que esta preferencia hacia patrones
distributivos esté determinada por restricciones de la memoria operativa o de trabajo. La memoria
prefiere los patrones distributivos porque son más fáciles de manipular, almacenar y recuperar.

b) Fonotaxis.
Una vez que los bebés aprenden a procesar patrones distributivos de sonidos comienzan a desarrollar
un nuevo aprendizaje: la fonotaxis de la lengua. La fonotaxis es el dominio de conocimiento sobre
las restricciones a la combinación de sonidos en palabras. Como los bebés aprenden precozmente a
reconocer patrones distributivos es natural que, a consecuencia de ello, aprendan a reconocer cuáles
son combinaciones inaceptables. Por ejemplo, la combinación de los sonidos “dl” es inaceptable en
el interior de palabras: no hay palabras que contengan esta combinación (a diferencia de “dr”, que sí
es muy productiva en palabras). Pues bien, dado que hay una restricción fonotáctica para “dl” al
interior de palabra, cuando “d” y “l” ocurren en la cadena hablada el bebé puede inferir que hay dos
palabras , aunque en el habla no se realice una pausa entre ambas; por ejemplo, “ciudad linda”. Existe
evidencia experimental de que los bebés prelingüísticos son sensibles a la fonotáctica de su lengua
materna y que emplean ese conocimiento para segmentar mentalmente la cadena hablada en palabras.
c) Frecuencia de cadenas de sonidos (palabras).
Las palabras son cadenas de sonidos. Pues bien, la evidencia experimental muestra que los bebés son
sensibles no solo a la distribución de los sonidos, sino que, además, a la frecuencia con que aparecen
las cadenas de sonidos en el habla. Se han realizado experimentos usando series de oraciones en que
aparece, por ejemplo, la cadena de sonidos correspondiente a la palabra “pote” ocupando distintas
posiciones sintácticas en distintos enunciados. La cadena “pote” es la única que se repite, es decir, es
la cadena con más alta frecuencia en la serie. Después que el bebé ha escuchado estas oraciones, se
presentan cadenas de sonidos aislados entre las que aparece la palabra “pote” y en las que aparece
cadenas nuevas (“auto, por ejemplo). Los bebés muestran preferencia hacia la cadena conocida por
sobre otras que no aparecieron en las oraciones percibidas previamente. De este modo se ha
establecido que los bebés emplean la frecuencia como un indicador de los límites de las palabras en
los enunciados que escuchan.

d) La prosodia.
Los bebés prelingüísticos, que son extremadamente hábiles en el reconocimiento de los rasgos
prosódicos, utilizan estas claves como fuente de información para segmentar la cadena hablada que
perciben. Por ejemplo, los bebés utilizan sus conocimientos de la sílaba y del acento de intensidad
para realizar inferencias acerca del límite de las palabras. Las palabras del español son
predominantemente graves, es decir, el acento de intensidad recae en la penúltima sílaba.
Considerando que el maternés tiende a emplear palabras breves, las palabras que con mayor
frecuencia percibe el bebé serán bisilábicas (dos sílabas) y graves (“agua”, “silla”, “ropa”, “cuna”,
“linda”, etc.). Pues bien, el bebé detecta que la primera sílaba es la que lleva la intensidad y realiza la
inferencia de que esa sílaba es el límite inicial de la palabra. Existe evidencia experimental que
demuestra la preferencia de los bebés por este tipo de palabras en desmedro de las bisilábicas en que
el acento de intensidad es agudo.

3. Conclusiones.
La evidencia psicolingüística obtenida mediante diseños experimentales muestra que la adquisición
de los segmentos del habla (vocales, consonantes y sílabas) se inicia en los meses posteriores al
nacimiento y alcanza su punto cúlmine entre los 6 y 8 meses (etapa de expansión fonética). Este
proceso de aprendizaje se debe a capacidades complejas de cálculo estadístico de los sonidos que le
permiten elaborar patrones recurrentes y a la vez, estar abiertos a la percepción estímulos fonéticos
novedosos y que vuelven al bebé apto para percibir más de una lengua.
La capacidad de los bebés para segmentar el flujo del habla no solo recae sobre los segmentos
fonéticos, sino también sobre palabras, aun cuando no conocen el significado ni la intención de ellas.
Las fuentes de las que los bebés extraen pistas para realizar la segmentación son diversas e implican
múltiples habilidades de cálculo distributivo, cálculo de frecuencia y abstracción de reglas
fonotácticas.
La perspectiva presentada muestra la adquisición de sonidos como un proceso en que el bebé se
comporta como un ente activo. Toda la evidencia experimental apunta a la conclusión de que la mente
del bebé sí realiza operaciones activas de aprendizaje sobre el habla que percibe de su entorno. Tales
operaciones le permiten extraer pautas de conocimiento acerca de su lengua materna. Este enfoque
pone en entredicho la tesis chomskiana acerca de que el lenguaje sea un módulo de conocimiento
innato que se despliega autónomamente sin mediar interacción entre la mente del bebé y el ambiente.
Es decir, el desarrollo del lenguaje ocurre no como un proceso de maduración biológica individual y
descontextualizado (nature), sino como un proceso de aprendizaje situado en un marco social e
interaccional (nurture).

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