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Desde los primeros días de vida, los bebés recién nacidos muestran preferencia por el
habla de sus cuidadores en comparación con los sonidos o ruidos del entorno. También
sabemos que los bebés reconocen la voz específica de la madre desde los primeros
días de vida, es decir, les resulta familiar y la saben distinguir de otras voces similares
del entorno.
El habla, ya sea de la madre o de otra persona, tiene una función muy importante para
ellos y les tranquiliza cuando se encuentran nerviosos o alterados. El habla de los
cuidadores transmite una información básica sobre las propiedades rítmicas y
melódicas de la lengua materna, es decir, las propiedades relacionadas con cómo suena
su lengua.
Para diferenciar lenguas más próximas entre sí, como por ejemplo el catalán y el
castellano, necesitarán un poco más de tiempo que les permita acumular mayor
información sobre las características sonoras de su lengua materna. Entre el cuarto y
quinto mes de vida ya podrán mostrar esta capacidad de diferenciación, basada esta vez
en propiedades más sutiles de la lengua también relacionadas con el ritmo, la entonación
o incluso con la frecuencia y la distribución de los sonidos específicos que caracterizan
la lengua materna.
Los bebés también utilizan la información de la cara del
hablante para reconocer la lengua materna
Además de la información auditiva, los bebés utilizan información visual para el
aprendizaje del lenguaje. A partir de los cuatro meses, sabemos que usan la información
visual para diferenciar lenguas entre sí, fijándose principalmente en el movimiento de
los labios, los cambios y el grado de apertura de la boca, la posición y el movimiento de
la lengua del hablante.
De esta manera, antes de los seis meses de vida, los bebés muestran sorpresa, ya sea
riéndose o mirando extrañados al adulto, si éstos utilizan una lengua con un ritmo y una
entonación muy distinta a la de su lengua habitual. Esto nos indica que ya han aprendido
a identificar la lengua habitual del cuidador y se extrañan cuando éste usa otra lengua,
no nativa, con un ritmo y una entonación muy distintos.
Consejo
Los niños se quedan embelesados cuando les cantan. Esta práctica, ¿es
beneficiosa para el aprendizaje del lenguaje?
Ver consejo >
Desde el nacimiento, los bebés, a medida que oyen hablar a su alrededor, irán
adquiriendo gradualmente un conocimiento más preciso sobre cómo “suena” la
lengua de su entorno, su lengua materna.
A medida que van acumulando experiencia, a partir del sexto mes se producen cambios
en la manera de percibir los sonidos del lenguaje.
El bebé cada vez percibe mejor las diferencias entre los sonidos del habla y descubre
qué combinaciones o secuencias de sonidos son las más frecuentes.
El contraste /r/-/l/ es un buen ejemplo. Inicialmente, todos los bebés pueden detectar
este contraste sonoro. Sin embargo, al acabar el primer año de vida solo mantendrán
esta capacidad aquellos bebés que fueron expuestos a lenguas en las que este contraste
existe y se usa para diferenciar palabras, como por ejemplo catalán y en castellano. Los
bebés expuestos a lenguas como, por ejemplo, el japonés, donde el contraste /r/-/l/ no
existe, perderán poco a poco esta capacidad.
Pero los bebés no solo descubren los sonidos de su lengua, sino que también aprenden
qué secuencias de sonidos son posibles y frecuentes en el habla de los adultos. Hay
estudios que demuestran que hacia los 9 meses el bebé muestra una preferencia
por palabras formadas por combinaciones de sonidos posibles en su lengua, como,
por ejemplo, “finta” en castellano y catalán, frente a combinaciones muy poco
frecuentes o imposibles de pronunciar como “fniat”.
Este hecho muestra que la exposición regular y continuada al habla del entorno permite
extraer un conocimiento cada vez más rico sobre las propiedades sonoras de la lengua.
Este conocimiento será básico para el aprendizaje del lenguaje, ya que ayudará a los
bebés a descubrir y a producir las primeras palabras.
Consejo
El proceso de especialización en los sonidos del lenguaje se da de manera
natural, simplemente estando expuestos al lenguaje. De todas maneras, ¿de qué
manera el habla dirigida a los bebés puede contribuir a este proceso?
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Identificación de palabras
“El desarrollo de la percepción del habla consiste, básicamente, en aprender
a identificar palabras, más que cadenas de fonemas”.
Jusczyk, 2000
Identificación de palabras
Los adultos hablamos de forma fluida, sin marcar claramente dónde empieza y termina
cada palabra. Por tanto, una de las tareas perceptivas a las que se enfrentan los niños en
los inicios de la adquisición del lenguaje es la de descubrir posibles palabras, es decir,
darse cuenta de que determinadas secuencias de sílabas siempre van seguidas y
forman unidades. Estas unidades, extraídas del habla que los niños oyen a su
alrededor, son las primeras formas de palabra que muy pronto podrán ser asociadas a
objetos, personas o situaciones. Este proceso, llamado “segmentación del habla”, se
inicia de forma gradual alrededor del sexto o séptimo mes. Poco a poco, en este segundo
semestre de vida, el niño irá descubriendo posibles palabras, desde algunas muy
habituales, como el propio nombre, hasta otras que pueden no ser tan frecuentes o estar
formadas por una secuencia más larga de sílabas. Sabemos que esta capacidad para
“segmentar” el habla y extraer posibles palabras es básica para la construcción del
primer vocabulario.
Con todo, poco a poco los niños van aprendiendo y conformando un primer léxico
receptivo, es decir, un conjunto de palabras y conceptos que saben relacionar, aunque
aún no sean capaces de producirlos. Tanto la segmentación del habla como el
mecanismo básico de asociación palabra-objeto constituyen dos procesos claves para la
construcción del vocabulario.
Consejo
Exponer a los niños a la lengua del entorno es básico para que aprendan a hablar.
¿De qué manera se expresan los adultos cuando se dirigen a los niños?
Ver consejo >
Comprensión de palabras
“El aprendizaje de palabras es un hito en el camino hacia el desarrollo de
una capacidad exclusivamente humana”.
Werker & Yeung, 2005
Comprensión de palabras
Antes de empezar a hablar, alrededor del duodécimo mes de vida, los niños han
alcanzado un nivel de comprensión de un buen número de palabras y expresiones. Este
abanico de términos conocidos se denomina “léxico o vocabulario receptivo”.
Es aproximadamente a partir del sexto mes de vida cuando los niños comienzan a
desarrollar este léxico receptivo. La comprensión de palabras se inicia lentamente entre
los 6 y los 9 meses, centrada en un pequeño número de nombres concretos. Una de las
primeras palabras que suelen reconocer primero es su propio nombre. También
incorporan la comprensión de palabras muy cercanas y familiares, como “mamá” o
“papá”, el nombre de su juguete preferido, objetos propios como el biberón, así como
partes del cuerpo y expresiones utilizadas en rutinas sociales o de juego, como el “cu-
cú”.
Algunos niños pueden llegar, hacia los 12 meses, a tener hasta 50 palabras diferentes en
su léxico receptivo. Comprobar este conocimiento es sencillo, solo hay que ver si el
niño reacciona adecuadamente, responde o realiza una determinada acción después de
una pregunta o demanda de un adulto, sin más indicación que no sea el lenguaje.
A medida que los niños se van haciendo más grandes, obviamente su vocabulario
receptivo se incrementa, pero es a partir de los 13-14 meses cuando se produce una
importante aceleración en su crecimiento. Sin embargo, es importante destacar que
cada niño sigue su propio patrón temporal de desarrollo y los ritmos de aprendizaje
varían mucho de un niño a otro. Generalmente, los niños que muestran una alta
comprensión lingüística (es decir, un vocabulario receptivo más alto) también suelen
producir antes sus primeras palabras, aunque no siempre es así.
Consejo
Los niños entienden palabras antes de producirlas. ¿Cómo podemos saber lo que
entiende nuestro hijo?
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¿CÓMO SE EXPRESA?
Primeros sonidos
“La evidencia sugiere que los primeros protosonidos tienen un papel
especial en el desarrollo del lenguaje y la evolución, puesto que son los
primeros sonidos que no se vinculan de forma fija a determinadas funciones
y, por lo tanto, representan un avance hacia la flexibilidad que requiere el
lenguaje”.
Oller, Buder, Ramsdell, Warlaumont, Chorna & Bakeman, 2013
Primeros sonidos
Durante las primeras semanas de vida, los bebés expresan su sensación de hambre o de
incomodidad mediante gemidos y llantos. Alrededor del segundo mes de vida,
comienzan a producir sus primeras risas, ligadas a la expresión de emociones positivas.
Los sonidos emitidos hasta aproximadamente los dos meses de vida, en el periodo
llamado “de fonación”, tienen muy poca semejanza con el habla de los adultos. Se trata
fundamentalmente de sonidos vegetativos que acompañan la respiración o la deglución.
Se trata de sonidos involuntarios, como la tos, los estornudos o los eructos, y no están
relacionados con el desarrollo del lenguaje.
Entre el segundo y tercer mes comienzan a aparecer de forma gradual un nuevo tipo de
sonidos, a menudo llamados proto-sonidos, que serán especialmente relevantes porque
ya están más relacionados con la adquisición del habla. Se trata de unas primeras
vocalizaciones que los bebés no controlan todavía con precisión. Son sonidos casi
vocálicos, muy cercanos a vocales como la [a] o también la [o] o la [u], y que se
producen en la zona posterior de la boca mientras la lengua se aproxima el paladar
blando, por lo que el resultado son emisiones que suenan como “gggaaaa” o “ggguuuu”.
Un poco más adelante, hacia el cuarto o quinto mes, los niños parecen explorar sus
posibilidades de fonación y a menudo emiten sonidos vocálicos largos, jugando con
cambios de intensidad y entonación. Pueden producir chillidos, gritos agudos o graves
y vibraciones con los labios o la lengua. Es el periodo de expansión de las emisiones
vocales.
Hacia el final de este primer periodo, entre el quinto y el sexto mes, ya están muy cerca
de poder producir lo que los adultos identificamos como una sílaba, pero todavía no
controlan bien ni la duración ni la precisión de la articulación y por eso no podemos
hablar de balbuceo propiamente dicho. Estas producciones casi silábicas las practican
mientras exploran los movimientos de los labios y la lengua, pero también aparecen
durante los intercambios cara a cara con los adultos.
Los bebés entrelazan lenguaje y emoción desde el
nacimiento.
Los gestos faciales de los bebés nos indican que aprenden con mucha facilidad a imitar
las expresiones emocionales de las caras de los adultos. Además, utilizan sonidos
tempranos para expresar esas emociones. Las emociones negativas, como el miedo o la
incomodidad, se asocian con los llantos. Las positivas, relacionadas con el placer, se
asocian con las risas. A esta edad los bebés también son capaces de imitar algunos
movimientos faciales, como sacar la lengua o abrir la boca.
Con la aparición de los proto-sonidos, los bebés comienzan el camino que los llevará
hasta la producción de las sílabas características del balbuceo canónico, ya en el
segundo semestre de vida. Estos sonidos tempranos representan los pilares sobre los que
se podrán construir estructuras más complejas que permitirán a los bebés expresar
diferentes estados emocionales. Así aparece la intencionalidad temprana, una
característica esencial de la comunicación que constituye la base del desarrollo posterior
del lenguaje.
Por otra parte, se ha descubierto que las melodías de los primeros llantos de los recién
nacidos ya pueden mostrar características de entonación propias de la lengua de su
entorno. Por ejemplo, se ha estudiado el llanto de bebés franceses y alemanes y se ha
visto que difiere en aspectos prosódicos o de entonación que son propios de cada una de
estas dos lenguas.
De esta manera, comienza un intercambio bidireccional cada vez más complejo entre
adultos y bebés que sirve como motivación para que estos refuercen sus habilidades
comunicativas. A medida que las vocalizaciones se tornan más variadas y frecuentes,
los sonidos tempranos característicos de los primeros meses de vida también van
disminuyendo.
Consejo
Las interacciones cara a cara y con un objeto son fundamentales para que los
niños aprendan que los adultos son seres intencionales. ¿Qué actividades
facilitan este aprendizaje?
Ver consejo >
Oller, D.K., Buder, E.H., Ramsdell, H.L., Warlaumont, A.S., Chorna, L. & Bakeman,
R. (2013). Functional flexibility of infant vocalization and the emergence of
language. PNAS, 110,(16), 6318-6323
Durante las primeras semanas de vida, los bebés expresan su sensación de hambre o de
incomodidad mediante gemidos y llantos. Alrededor del segundo mes de vida,
comienzan a producir sus primeras risas, ligadas a la expresión de emociones positivas.
Los sonidos emitidos hasta aproximadamente los dos meses de vida, en el periodo
llamado “de fonación”, tienen muy poca semejanza con el habla de los adultos. Se trata
fundamentalmente de sonidos vegetativos que acompañan la respiración o la deglución.
Se trata de sonidos involuntarios, como la tos, los estornudos o los eructos, y no están
relacionados con el desarrollo del lenguaje.
Entre el segundo y tercer mes comienzan a aparecer de forma gradual un nuevo tipo de
sonidos, a menudo llamados proto-sonidos, que serán especialmente relevantes porque
ya están más relacionados con la adquisición del habla. Se trata de unas primeras
vocalizaciones que los bebés no controlan todavía con precisión. Son sonidos casi
vocálicos, muy cercanos a vocales como la [a] o también la [o] o la [u], y que se
producen en la zona posterior de la boca mientras la lengua se aproxima el paladar
blando, por lo que el resultado son emisiones que suenan como “gggaaaa” o “ggguuuu”.
Un poco más adelante, hacia el cuarto o quinto mes, los niños parecen explorar sus
posibilidades de fonación y a menudo emiten sonidos vocálicos largos, jugando con
cambios de intensidad y entonación. Pueden producir chillidos, gritos agudos o graves
y vibraciones con los labios o la lengua. Es el periodo de expansión de las emisiones
vocales.
Hacia el final de este primer periodo, entre el quinto y el sexto mes, ya están muy cerca
de poder producir lo que los adultos identificamos como una sílaba, pero todavía no
controlan bien ni la duración ni la precisión de la articulación y por eso no podemos
hablar de balbuceo propiamente dicho. Estas producciones casi silábicas las practican
mientras exploran los movimientos de los labios y la lengua, pero también aparecen
durante los intercambios cara a cara con los adultos.
Con la aparición de los proto-sonidos, los bebés comienzan el camino que los llevará
hasta la producción de las sílabas características del balbuceo canónico, ya en el
segundo semestre de vida. Estos sonidos tempranos representan los pilares sobre los que
se podrán construir estructuras más complejas que permitirán a los bebés expresar
diferentes estados emocionales. Así aparece la intencionalidad temprana, una
característica esencial de la comunicación que constituye la base del desarrollo posterior
del lenguaje.
Por otra parte, se ha descubierto que las melodías de los primeros llantos de los recién
nacidos ya pueden mostrar características de entonación propias de la lengua de su
entorno. Por ejemplo, se ha estudiado el llanto de bebés franceses y alemanes y se ha
visto que difiere en aspectos prosódicos o de entonación que son propios de cada una de
estas dos lenguas.
De esta manera, comienza un intercambio bidireccional cada vez más complejo entre
adultos y bebés que sirve como motivación para que estos refuercen sus habilidades
comunicativas. A medida que las vocalizaciones se tornan más variadas y frecuentes,
los sonidos tempranos característicos de los primeros meses de vida también van
disminuyendo.
Consejo
Las interacciones cara a cara y con un objeto son fundamentales para que los
niños aprendan que los adultos son seres intencionales. ¿Qué actividades
facilitan este aprendizaje?
Ver consejo >
Los bebés comienzan a balbucear a partir de los seis o siete meses, cuando son capaces
de producir una vocal y combinarla con una consonante, generando sílabas, como
hacemos los adultos. Este es un hito importante en el desarrollo del habla, por el cual se
dejan atrás las producciones anteriores donde predominaban las vocales largas de
diferentes calidades, así como la imprecisión de las primeras emisiones casi silábicas
del quinto o sexto mes de vida. Ahora el bebé ya controla mejor la fonación y la
articulación y puede producir sílabas combinando una vocal con una consonante nasal
([m, n]) o oclusiva ([p, t, k, b, d, g]). Puede producir sílabas aisladas, con una
duración bien ajustada, pero a menudo las duplican para formar elementos como
[mama], [dada] o [baba] e, incluso, cadenas silábicas más largas, del tipo [babababa].
Ese es el motivo por el que solemos identificar esos primeros balbuceos con las palabras
“papa” o “mama”, pero no debemos olvidar que en ese momento esas producciones aún
no tienen el significado que tendrán unos meses más tarde. Poco a poco, el repertorio de
sonidos y las combinaciones ‘consonante + vocal’ se irá ampliando, pero el bebé aún no
utiliza todos los sonidos que emplean los adultos, llegando algunos de ellos a aparecer
mucho más tarde, como es el caso del sonido [ñ](en palabras tales como “araña”).
Este hecho nos indica que la aparición del balbuceo está muy relacionada con la
percepción. Diversos estudios científicos nos indican que cuando los niños producen
una sílaba canónica, por ejemplo [da], también prefieren oír palabras que contienen esta
misma sílaba, como [dame].
En todo caso, como requisito previo para empezar a balbucear, los bebés necesitan,
desde las primeras semanas de vida, oír cómo los adultos hablan en su entorno y, al
mismo tiempo, oír también cómo les hablan directamente. Solo de esta manera pueden
aprender a asociar los sonidos que oyen con los movimientos articulatorios del aparato
fonador.
Por otro lado, los bebés que empiezan a producir balbuceos silábicos más tarde también
empiezan a hablar más tarde. Esto nos indica que una etapa activa de balbuceo es
imprescindible como paso previo para aprender a hablar.
Consejo
Los niños producen sonidos como “ba-ba-ba-ba”. ¿Qué estrategia pueden utilizar
los adultos para dotar de significado a estos sonidos?
Ver consejo >
Balbuceo comunicativo
“La práctica del balbuceo proporciona al niño los recursos esenciales para la
identificación y la formación de las primeras palabras”
Vihman, DePaolis & Keren-Portnoy, 2009
Balbuceo comunicativo
Por otro lado, los balbuceos comunicativos más variados ya empiezan a reflejar
las características fonológicas y prosódicas específicas de la lengua materna que los
bebés están adquiriendo.
Entre los nueve y los diez meses también aparecen otras capacidades fundamentales
para el desarrollo lingüístico y cognitivo. Una de ellas es la comunicación con gestos,
que se observa generalmente a partir de los diez u once meses de vida, cuando los bebés
empiezan a señalar diferentes referentes (objetos o acontecimientos) de su entorno.
La otra capacidad que surge durante estos meses es la de relacionar las producciones
orales (primeras formas de palabra o simples vocalizaciones) con objetos o eventos. Los
bebés comienzan a entender que las vocalizaciones o los gestos se refieren a algo que
hay en el contexto comunicativo.
Primeras palabras
“El conocimiento de la lengua que los bebés adquieren tiene continuidad
con el conocimiento que irán construyendo a lo largo de toda su vida
mientras vayan utilizando esta lengua”
Swingley, 2009
Primeras palabras
A partir de los 10 meses de vida los niños empiezan a hacer producciones verbales que
los adultos pueden reconocer como palabras de la lengua del entorno. Las primeras
palabras tienen ciertas características fonéticas de las palabras adultas, lo cual nos
permite reconocerlas. Sin embargo, no suelen producirse del todo correctamente.
Normalmente faltan sílabas, como cuando un niño pronuncia [táta] cuando quiere decir
“zapato”. O también se sustituyen sonidos, como por ejemplo cuando un niño pronuncia
[páta] cuando quiere decir “pasta”. Primero, el niño aprende a imitar partes de las
palabras que dice el adulto, hasta que poco a poco comienza a hacérselas propias y a
utilizarlas de manera espontánea.
Estas primeras palabras suelen ser palabras cotidianas o familiares, referidas a personas,
juguetes o alimentos. Por lo tanto, están vinculadas al entorno más cercano de los niños
y tienen una función referencial, es decir, les sirven para informar, expresar o pedir
cosas. También pueden tener una función de interacción social, como cuando dicen
“hola” o “adiós”.
Antes de la construcción del léxico, los niños han adquirido la siguiente serie de
habilidades previas importantes: entienden las intenciones, se expresan mediante el
balbuceo, señalan con el dedo, siguen las miradas de los adultos y son capaces de
compartir un interés visual con los demás.
Además, la habilidad de producir palabras se desarrolla bastante más tarde que otras
habilidades como la segmentación del habla y la asociación entre una forma de palabra
y un referente.
Consejo
Las primeras palabras constituyen un gran acontecimiento en casa. ¿Qué
podemos hacer si no queda claro a qué se refiere?
Ver consejo >
¿CÓMO SE COMUNICA?
Primeras interacciones
“Las primeras habilidades lingüísticas en el niño se construyen sobre la base
que proporciona la comunicación prelingüística”.
Tomasello, Carpenter & Liszkowski, 2007
Primeras interacciones comunicativas
Asimismo, durante los dos primeros meses de vida, los bebés se muestran poco activos
delante de las interacciones sociales. Sus formas de comunicación hasta el momento son
muy rudimentarias, y se expresan mediante lloros, gemidos, sonidos vegetativos y
algunos gestos faciales, bien sea motivados por la búsqueda de confort o por la
disminución de la sensación de hambre. A pesar de que muestran cierto interés por
los estímulos sociales, necesitan tiempo para desarrollar sus habilidades comunicativas.
Alrededor de la sexta y la octava semana de vida, aparecen las primeras sonrisas y, con
ellas, la capacidad de intercambiar emociones y interactuar durante más tiempo cara a
cara con los adultos.
Consejo
Los adultos juegan un papel central en la construcción de las primeras
interacciones comunicativas con los bebés. ¿De qué manera pueden
favorecerlas?
Ver consejo >
Atención conjunta
“La atención conjunta no es simplemente que dos personas estén mirando
el mismo objeto a la vez. Tampoco es que una persona esté observando a
otra mientras ésta explora un objeto, ni tampoco es cuando el niño alterna
su atención entre dos fenómenos (una persona y un objeto) con igual
interés”.
Tomasello, 1995
Primeras interacciones comunicativas
Entre el sexto mes y el año de vida, los bebés desarrollan la habilidad de coordinar su
atención con la de un interlocutor en relación a un objeto o un evento de su
entorno. A este fenómeno, central en el desarrollo de los bebés, se le denomina
“atención conjunta”, y suele ocurrir sobre todo en situaciones lúdicas con los cuidadores
como, por ejemplo, mirando un cuento, construyendo una torre, jugando a encontrar un
objeto escondido o haciendo ver que comemos o bebemos.
Para que los bebés sean capaces de mostrar patrones de atención conjunta, los
investigadores han señalado que deben producirse una serie de requisitos. Por un lado,
los bebés deben ser capaces de seguir la mirada de los adultos hacia el objeto al que se
están refiriendo, y a la vez saber indicar ellos mismos la orientación hacia los objetos; es
decir, deben saber modificar el foco de la atención de los adultos hacia otro objeto o
evento interesante para ellos.
Por otro lado, los bebés deben saber respetar los turnos de palabra a la hora de
comunicarse con los adultos. Y, además, tienen que empezar a entender que las acciones
de los otros llevan asociadas unas intenciones que ellos pueden interpretar, e incluso
predecir, si la situación en la que se encuentran es conocida.
Por tanto, podemos afirmar que la atención conjunta se inicia cuando los bebés son
capaces de integrar dos maneras de actuar que antes existían por separado: por un
lado, la interacción social con los demás; y por otro, la acción que dirigían
hacia objetos o eventos.
Para que se puedan producir estas situaciones de atención conjunta, es necesario que el
bebé haya adquirido antes un interés por los objetos del entorno. Esto se suele dar
alrededor del sexto o séptimo mes de vida, periodo en el que los bebés abandonan el
hábito/comportamiento de fijarse sólo en su cuerpo para descubrir que el entorno
tiene otros elementos importantes para ellos.
A nivel motriz, durante el sexto y séptimo mes de vida, los bebés empiezan también a
sostenerse solos mientras están sentados, lo que les facilita manipular objetos y
también el intercambio de miradas entre estos nuevos elementos y los adultos. Además,
un poco más tarde, hacia los ocho meses, ya son capaces de gatear y, por tanto, de
interaccionar con su entorno desde diferentes puntos de vista.
Mientras se producen estos cambios, el papel de los adultos también es muy importante.
Los cuidadores pueden hacer comentarios del tipo: “¿qué es eso que tienes en las
manos?” O “¿hace ruido?” Así, hablando con los bebés y dirigiendo su atención hacia
los objetos y hacia el entorno, facilitan la atención conjunta.
Para que haya atención conjunta, los dos interlocutores deben estar pendientes del
centro de atención y participar activamente en la interacción. Por otro lado, los bebés
deben darse cuenta de que los adultos quieren compartir un centro de interés con ellos,
es decir, comprender que los adultos tienen la intención de transmitir
información sobre un objeto o evento externo. Por lo tanto, podemos decir que, a partir
de esta atención, los bebés descubren que los demás son agentes intencionales.
Consejo
La atención conjunta es un hito importante para el desarrollo de la comunicación
intencional. ¿Qué rutinas pueden favorecer este aprendizaje?
Ver consejo >
La intencionalidad
“El éxito de un acto comunicativo depende de si las intenciones del
hablante se interpretan adecuadamente por el oyente”.
Wetherby & Prizant, 1989.
La intencionalidad
Entre el octavo mes y el primer año de vida, los niños descubren que las acciones de los
adultos no son accidentales, sino que se deben a motivaciones y siguen propósitos y
objetivos. Es decir, que tiene intencionalidad. Esta capacidad para interpretar el
comportamiento intencional de los demás no aparece de repente, sino que se desarrolla
poco a poco. Esta habilidad mejora especialmente a partir de finales del primer año y
durante el segundo año de vida.
En una primera fase, los niños se dan cuenta de que pueden seguir objetivos con sus
acciones. Por ejemplo, saben que, si quieren conseguir que suene la música de un
juguete, deben presionar un botón determinado. O que obtienen la respuesta de sus
cuidadores cuando señalan a algún objeto situado lejos. Después, unos meses más tarde,
empezarán ya a inferir las intenciones y deseos de los otros, y, por ejemplo, podrán
distinguir si los adultos les están explicando algo o si les piden un objeto determinado.
A medida que los niños aprenden a evaluar las intenciones en las interacciones con los
otros, los intercambios comunicativos se tornan cada vez más efectivos. Así, poco a
poco empezarán a predecir los efectos tanto de sus actos, como de los demás.
Consejo
Las interacciones cara a cara y con un objeto son fundamentales para que los
niños aprendan que los adultos son seres intencionales. ¿Qué actividades
facilitan este aprendizaje?
Ver consejo >
Gesto de señalar
“El gesto ofrece una ventana a los significados y conceptos que los niños en
las primeras etapas del aprendizaje de la lengua todavía no son capaces de
transmitir con el habla”.
Cartmill, Demir & Goldin-Meadow, 2012
Gesto de señalar
Desde el octavo mes de vida, los niños pueden entender la función básica del gesto de
señalar que realizan los adultos como focalizador de un referente. También durante este
período, los niños desarrollan la capacidad de seguimiento de la mirada y la mirada
compartida, habilidades que serán fundamentales para que los niños aprendan a señalar.
Sin embargo, no será hasta un poco más tarde, concretamente a partir de los diez o doce
meses, que los niños mostrarán que son capaces de distinguir funciones comunicativas
concretas del gesto de señalar, como la función imperativa (los adultos le piden un
objeto) o la función declarativa (los adultos le muestran un objeto).
En la conversación con los niños, el gesto de señalar se suele emplear para dirigir la
atención de alguien hacia un referente, y se debe diferenciar de otros gestos
convencionales que sirven para referirse a significados más concretos, tales como mover
la mano para saludar o hacer un gesto que indique la forma de algo. Los niños
comienzan a señalar con toda la mano o con el dedo índice. Al principio los gestos
pueden ser poco evidentes pero pronto aprenden a coordinar la extensión del brazo y el
dedo índice con su interés visual. Se suele considerar que los niños señalan con
diferentes motivaciones. Pueden usarlo con intención declarativa, como diciendo “fíjate
en este objeto” o imperativa, como diciendo “dame este objeto” (ver Intencionalidad).
Utilizar el dedo o la mano para señalar constituye una habilidad comunicativa esencial
durante el primer año de vida que permite atraer la atención de una persona del entorno
hacia un referente de interés.
Los niños que señalan a más cosas diferentes suelen ser aquellos que tienen más
vocabulario unos meses más tarde. De hecho, diferentes estudios han demostrado que
aquellos objetos que señalan más a menudo coinciden con sus primeras palabras.
Los niños de 12 meses también empiezan a combinar los gestos y las vocalizaciones,
produciéndose, por ejemplo, el señalar hacia un objeto mientras se dice “dada” al
mismo tiempo. Parece que estas producciones combinadas tienen una función de
insistencia en situaciones en las que el niño quiere asegurarse de que el adulto mira
hacia el objeto de interés. La capacidad de producir el habla y el gesto de forma
simultánea con un mismo significado e intencionalidad para dirigir la atención del
adulto hacia un referente es un claro precursor del desarrollo del lenguaje.
El gesto de señalar constituye, pues, una habilidad referencial y universal que tiene una
gran influencia como precursor en el desarrollo del lenguaje, la adquisición del
vocabulario y la construcción gramatical.
Consejo
El gesto de señalar es uno de los primero indicios claros de comunicación
intencional. ¿Podemos fomentarlo, los adultos?
Seguimiento de la mirada
“La habilidad y la motivación por seguir la mirada del otro entre los diez y once meses
de edad, ofrece una ventaja en el juego del aprendizaje de palabras que se puede medir
a lo largo del segundo año de vida”.
A partir del tercer mes, la atención es ya mucho más flexible. El niño puede empezar a
alternar la mirada entre el adulto y un objeto que este le muestre. Sin embargo, no es
hasta aproximadamente los nueve meses que los niños son conscientes de que el foco de
la mirada del adulto conlleva una intención por parte del mismo. A partir de este
descubrimiento, los niños se dan cuenta de que, siguiendo las miradas de los adultos,
pueden compartir intereses y experiencias con ellos.
El adulto puede utilizar diversas estrategias para dirigir la atención del niño y favorecer
situaciones de atención conjunta. Puede señalar o mirar hacia un objeto diciendo “¡Oh,
mira! ¡Una marioneta!”. También, mediante la mirada puede provocar que el niño se
fije en un objeto. Sin embargo, la mayoría de veces que los adultos dirigen el foco de
atención con la mirada y un gesto de señalar también los acompañan con palabras.
Consejo
La atención conjunta es un hito importante para el desarrollo de la comunicación
intencional. ¿Qué rutinas pueden favorecer este aprendizaje?
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