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2 EL SEXISMO
LINGÜÍSTICO EN EL
ÁMBITO LABORAL
Lenguaje no sexista para la igualdad de género
ÍNDICE
Resumen ............................................................................................................................... 32
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Lenguaje no sexista para la igualdad de género
Introducción y objetivos
En esta unidad profundizaremos en el lenguaje sexista, que se define como el uso del
lenguaje que utiliza exclusiva o mayoritariamente uno de los dos géneros,
habitualmente el masculino, para referirse a ambos.
Veremos cómo esta forma de lenguaje excluye sistemáticamente a uno de los dos
géneros y fomenta la discriminación, bien por los vocablos escogidos o bien por el
modo de estructurarlos. Sin embargo, cuando la discriminación se debe al fondo del
mensaje, es decir, a lo que se dice, y no tanto a cómo se dice, se incurre en sexismo
social.
Veremos los elementos que inciden en el lenguaje sexista laboral, los beneficios de
adoptar un lenguaje no sexista para la igualdad laboral, y cómo influyen los apelativos
profesionales en la identidad femenina.
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Lenguaje no sexista para la igualdad de género
Lo que no se nombra no existe. Las mujeres constituyen más del cincuenta por ciento
de la sociedad y, al igual que los varones, desarrollan su trabajo en diferentes
actividades. Esta mitad de la población no puede ser ignorada, ni nombrada como
una parte del grupo masculino.
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Lenguaje no sexista para la igualdad de género
Por ende, el lenguaje sexista es el uso discriminatorio del lenguaje por razón de sexo,
bien por los vocablos escogidos o bien por el modo de estructurarlos. Este es el
denominado sexismo lingüístico.
Sin embargo, en oraciones como “La precariedad laboral afecta más a las mujeres que
a los hombres” o “Las mujeres no saben conducir” se manifiesta el sexismo social, en
el primer caso relacionado con la estructura social que sigue subordinando a las
mujeres; en el segundo, relacionado con el sexismo de la persona que emite el
mensaje que recurre a los estereotipos sociales. No obstante, en ninguno de estos
dos casos se comete sexismo lingüístico porque no se oculta a las mujeres.
Para lograr este objetivo se recurre a fórmulas lingüísticas que den cuenta de la
presencia de ambos sexos, entre ellas, el lenguaje no sexista.
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Pero esta revolución no ha sido la única que ha tenido lugar en los últimos tiempos,
pues no olvidemos la revolución que las mujeres han protagonizado al conseguir, de
manera pausada y pacífica, derechos fundamentales que antes les estaban vetados.
Hábitos lingüísticos
Todo ello empieza a apreciarse, en mayor o menor medida, en todos los ámbitos de
la sociedad y si esta realidad no la visibilizamos a través del lenguaje y de las
imágenes, es como si no existiera, pero, al mismo tiempo, si la visibilizamos mal,
contribuimos a dar una imagen deformada de la realidad.
Lenguaje no sexista
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Lenguaje no sexista para la igualdad de género
Por otro lado, el lenguaje no sexista no busca tan solo tratar de forma simétrica a
mujeres y hombres a nivel lingüístico, sino ganar precisión y exactitud a nivel
cognitivo sin excluir ni invisibilizar a ninguno de los sexos.
Por ejemplo, en las frases “Los españoles somos líderes en donación de órganos”,
¿qué hay de las españolas, no son generosas?, y “Nosotros aplaudimos dicha medida”,
¿nosotras también?
“Es la respuesta de los médicos”. ¿Se han mantenido al margen las doctoras?
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Lenguaje no sexista para la igualdad de género
El español en sí no es una lengua sexista, pero sí lo pueden ser tanto las y los
hablantes como las y los oyentes, dependiendo de sus interpretaciones. No es
necesario tener mala intención para que una frase contenga una carga sexista. Siendo
completamente neutras, ciertas expresiones están inevitablemente asociadas, por
medio de una imagen mental, a uno u otro sexo.
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El lenguaje sexista es el uso discriminatorio del lenguaje por razón de sexo, bien por
los vocablos escogidos o bien por el modo de estructurarlos. Este es el denominado
sexismo lingüístico.
Por una parte, el sexismo lingüístico léxico alude a la discriminación que surge
debido al uso de las palabras. Dentro del sexismo léxico encontramos:
• Chistes y refranes que patentan el sexismo. Por ejemplo, “la mujer en casa y
con la pata quebrada”.
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Algunos ejemplos están en expresiones como “Los nómadas se trasladaban con sus
enseres, mujeres y niños” o “La gente se deja influir más por sus mujeres que por las
encuestas”. Para esta forma de sexismo, lo femenino es considerado una
subcategoría, mientras que lo masculino se representa como lo universal, lo neutro.
Para detectar el sexismo lingüístico con facilidad y rapidez, se puede emplear la regla
de la inversión que consiste en sustituir la palabra dudosa por su correspondiente
género opuesto. Es decir, poniendo a las mujeres en el lugar de los hombres, y
viceversa. Si la frase resulta inadecuada, es que el enunciado es sexista y, por lo tanto,
hay que hacer un esfuerzo por hacerla más inclusiva.
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El tuteo, cada día más extendido tanto en el ámbito político como en los medios de
comunicación o las organizaciones, hace más directas las relaciones y facilita la
inclusión de expresiones que sustituyen palabras discriminatorias. Por ejemplo,
“Únete al equipo” es una forma más abierta y positiva de reclutar personal que
“Seleccionamos vendedores”. Sin embargo, en otras lenguas como la francesa,
resulta muy difícil sortear los tratamientos con tanta holgura.
2.1. Introducción
En un mundo cada vez más preocupado por conseguir la igualdad existen abundantes
elementos que atestiguan que esta no se ha producido en el ámbito laboral:
• La brecha salarial.
• El techo de cristal.
• El acoso sexual…
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La respuesta a esta pregunta viene dada por la función que cumple el lenguaje en la
desigualdad.
Juega, por tanto, un papel muy relevante en la visión que tenemos de los seres
humanos, mujeres u hombres: es fundamental a la hora de conceptualizar a unas y
otros, contribuye a mantener los estereotipos sobre la idoneidad de hombres y
mujeres en ciertas tareas y sirve para asentar las viejas creencias de que ellas son “el
segundo sueldo del hogar” o no están capacitadas para ciertos puestos.
El lenguaje sexista está, por ello, íntimamente unido a la falta de equiparación de las
actividades, salarios y valoraciones de hombres y mujeres.
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• Se asigna uno u otro sexo a las categorías profesionales: “En nuestras tiendas,
los reponedores y las cajeras cobran el mismo sueldo” (¿no hay reponedoras
ni cajeros?).
Forma parte de la herencia recibida tras siglos de patriarcado. Para que se consolide
la incipiente transformación de nuestra sociedad se hace fundamental un cambio en
el lenguaje.
Vamos a explicar este punto utilizando casos de sexismo implícito, con usos
genéricos del masculino y ocultación del femenino.
Esto ocurre, también, con fotos e ilustraciones, por ejemplo, de profesiones. En este
sentido, al igual que en el lenguaje escrito podemos usar la duplicidad (ellas y ellos)
para garantizar la igualdad, las fotos también permiten soluciones de otro tipo, ya
que fotografiar a hombres y mujeres a la vez realizando juntos una determinada
actividad, pública o privada nos mostrará una realidad plural, sin añadir ninguna
dificultad a la expresión.
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Van relacionados con una hostilidad encubierta y el ambiente laboral debería ser un
ambiente libre de hostilidad. Cualquier mujer se siente amenazada por quienes
realizan comentarios sexistas, incluso cuando no van dirigidos a ella.
Tienen un efecto desmoralizador. Por una parte, cuando los comentarios sexistas se
utilizan para atacar o mostrarse condescendiente con una integrante del grupo, el
resto de las mujeres del equipo se sienten también devaluadas y relegadas, por lo
que su compromiso con el trabajo disminuirá.
Por otra parte, las investigaciones han demostrado que los comentarios sexistas
crean un ambiente en el que las mujeres temen confirmar el estereotipo que trasluce
el comentario. Este miedo, conocido como “la amenaza del estereotipo” tiene como
consecuencia que las mujeres rindan menos y no promocionen.
Para retener a las mujeres en las organizaciones hay que tenerlas en cuenta también
a nivel verbal. Y, de hecho, en los planes de igualdad de muchas empresas se hace
hincapié en el uso de lenguaje no sexista. Existen razones para esta medida.
Las mujeres han ido dando los pasos necesarios para abrirse camino en el mercado
laboral y en los ámbitos de dirección y lo han hecho formándose, preparándose,
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Sin embargo, la forma femenina carece de tal facultad y se usa de forma restrictiva
únicamente para referirse a mujeres. Por esa razón el masculino produce ambigüedad
(no se sabe si se refiere a los hombres solo o a mujeres y hombres) y,
frecuentemente, esconde la presencia femenina.
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Si son correctas todas estas investigaciones, las mujeres acaban teniendo una
cierta incertidumbre sobre su presencia y valor. El lenguaje, a menudo, refuerza la
ambigüedad de su presencia y acentúa la tendencia a excluirse.
Es aquí donde entraría en juego el poder invisible, el simbólico. Los estudios sobre el
poder señalan que el poder que se ejerce con más eficacia es el invisible, el que se
arraiga en estereotipos y símbolos, aquel del que no somos conscientes, ni de su
funcionamiento, ni de que se despliega a nuestro alrededor subrepticiamente.
Para ello deben ser nombradas y tenidas en cuenta, algo que no solo queda
establecido en las normativas y disposiciones internas, sino que debe mostrarse de
forma palpable en toda forma de comunicación institucional.
Frases como “Se recuerda a los trabajadores...” o “Los empleados que deseen...”
evocan en nuestras mentes imágenes de hombres.
Contrariamente, la idea que late tras el lenguaje inclusivo es permitir que las
mujeres pueblen los escritos y documentos de la empresa, del mismo modo que
pueblan los centros de trabajo.
Al principio puede no ser una tarea fácil, sin embargo, se trata de un objetivo
importante, sin coste, que muestra buena voluntad y genera buen ambiente en la
empresa.
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Se debería incluir el cuidado del lenguaje en todos los planes de igualdad y ser
consecuente con lo aprobado.
o El título de “señorita”.
El cambio en los usos verbales utilizados hasta ahora no asegura la igualdad, pero un
lenguaje no discriminatorio e inclusivo, es decir, un lenguaje no sexista, en el ámbito
laboral sirve:
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A las empresas para presentarse ante el mundo como marcas que se han tomado en
serio la igualdad en su plantilla y que han aceptado responsabilidad social.
A la sociedad para cambiar los estereotipos sobre lo que hacen o pueden hacer las
mujeres y los hombres, alentar la participación femenina en el mundo laboral,
reforzar las identidades laborales femeninas y otorgar visibilidad a las profesionales.
El lenguaje no sexista no sustituye tales medidas, sino que es un requisito que las
debe acompañar inexorablemente.
Durante siglos las mujeres no han podido ejercer muchas profesiones u oficios. Eso
ha podido contribuir a que nos cueste imaginar a mujeres en ciertas actividades o a
que a algunas mujeres les sea difícil asumir verbalmente las nuevas identidades
profesionales que adoptan con toda normalidad en su día a día.
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Nombrar a las mujeres con las formas femeninas de puestos, cargos, oficios y
profesiones está más ajustado a la situación real, promueve su identidad social y un
reconocimiento de la presencia femenina en el mundo laboral.
Cuando nos refiramos a una persona concreta, el nombre del puesto, cargo o el título
profesional debe utilizarse en su forma femenina si se trata de una mujer y en su
forma masculina si se trata de un hombre.
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Y esto es así aunque en algunos casos la forma femenina esté ya “ocupada” por artes,
técnicas, ciencias o saberes: el músico-la música, el técnico-la técnica, el informático-
la informática, el mecánico-la mecánica, el físico-la física, el químico-la química, etc.
La/el maniquí, la/el gurú, la/el militar, la/el auxiliar, la/el sumiller, la/el ujier, la/el
cónsul, la/el albañil, la/el botones, la/el mecenas, etc.
Sin embargo, a veces, la palabra ha desarrollado además una forma femenina, por lo
que contamos con dos formas posibles para mujeres: la edil(a), la juez(a), la
concejal(a), la fiscal(a), la capataz(a), etc.
Y van apareciendo en nuestro país algunas formas femeninas que gozan ya de larga
vida en Hispanoamérica: lideresa, consulesa, etc.
La/el conserje, la/el pinche, la/el orfebre, la/el agente, la/el intérprete, etc.
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Y otros que han desarrollado otra forma femenina manteniendo también la común:
la jefa/jefe, la cliente/clienta, la gerente/gerenta, etc.
Suelen ser también comunes un subgrupo de los terminados en -e, los procedentes
de los participios de presente latinos que terminan en -ante o -ente: la/el cantante,
la/el dibujante, la/el estudiante.
También lo son muchos términos cuyo masculino termina en -a: guardia, policía,
guarda, guía, etc.
En esos pares ambos sexos realizan la misma actividad, pero el varón asume la
competencia profesional general al identificarse con el ser humano “universal” que la
realiza. La exclusión de la mujer de la universalidad viene dada por la
subcategorización, “mujer abogado”, mientras la identidad social del grupo de
“abogados” viene dada por su esencialidad masculina, las mujeres quedan fuera, en
una categoría subordinada.
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Por tanto, el sexismo supone la discriminación de un sexo por parte del otro.
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Puesto que se trata de documentos que van dirigidos a toda la población, habremos
de cuidar la expresión para que el mensaje sea claro y fácilmente entendible, y se
debe incluir realmente a mujeres y a hombres.
• Sexismo social:
• Sexismo lingüístico:
• Propuesta de cambio:
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• Por lo tanto, no hay que confundir sexismo social con sexismo lingüístico,
aunque tengan una relación entre sí. En el lenguaje administrativo la forma
más usual en la que se encuentra el sexismo lingüístico es a través de la
ocultación de las mujeres en el masculino genérico, tanto en su valor plural
como singular, en la designación de cargos y profesiones, y en la anteposición
del masculino al femenino.
• Por ejemplo:
Aunque hay algunos cambios que, poco a poco, se van produciendo, el lenguaje sigue
siendo sexista y no inclusivo.
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Las Administraciones poseen un marco normativo al respecto que tienen que cumplir.
Tanto a nivel europeo, como estatal, provincial y municipal existe una clara normativa
sobre la necesidad y obligatoriedad del uso de una comunicación inclusiva y no
sexista a nivel interno y externo en las Administraciones Públicas que es necesario
conocer y aplicar.
La forma que las personas tienen de expresarse y comunicarse muestra una manera
determinada de ver e interpretar la realidad, que se encuentra sesgada por diferentes
condicionamientos sociales, como pueden ser la edad, el sexo, la etnia, el estrato
social, la religión, etc.
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La Administración Pública debe administrar para todas las personas con el fin de que
la ciudadanía, compuesta por mujeres y hombres, se sienta representada en su
totalidad. Para conseguirlo se debe hacer un uso adecuado de la comunicación
administrativa.
Según la ONU, “El género es la forma en que todas las sociedades del mundo
determinan las funciones, actitudes, valores y relaciones que conciernen al hombre
y a la mujer”. A través de la socialización se han asignado, tanto al género masculino
como al femenino, rasgos diferentes.
Mientras que el sexo hace referencia a los aspectos biológicos que se derivan de las
diferencias sexuales, el género es una construcción sociocultural que determina lo
que se considera propiamente femenino y masculino en cada momento histórico.
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Esto significa que la Administración debe trabajar por la eliminación de todas las
formas de discriminación hacia las mujeres, lo cual engloba el sexismo presente en
los procesos de comunicación.
Advirtiendo que el empleo del género masculino para designar a las personas de
ambos sexos provoca (…) incertidumbre con respecto a las personas, hombres y
mujeres, de que se habla; Recomienda (…) que fomenten el empleo de un lenguaje
que refleje el principio de igualdad entre mujeres y hombres”.
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Resumen
El lenguaje sexista se define como el uso del lenguaje que utiliza exclusiva o
mayoritariamente uno de los dos géneros, habitualmente el masculino, para referirse
a ambos.
El sexismo lingüístico léxico alude a la discriminación que surge debido al uso de las
palabras, y el sexismo sintáctico, se refiere a la discriminación en la forma de construir
una frase, siempre bajo la perspectiva del varón.
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