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LENGUAJE INCLUSIVO:
¿PARA TODOS, TODAS Y TODES?
¿Qué implicancias en la práctica de lxs psicólogxs tendría la adopción del
lenguaje inclusivo de género1 (y/o no sexista)?
Objetivos generales:
● Indagar las posibles implicancias que tendría la adopción del lenguaje inclusivo
de género en la práctica del psicólogo.
Objetivos específicos:
● Investigar sobre las transformaciones del lenguaje a lo largo de la historia.
● Caracterizar lenguaje inclusivo de género y lenguaje no sexista.
● Explorar la relación existente entre la realidad social actual y el uso del lenguaje
inclusivo.
● Reflexionar en torno a la posible implicancia de la adopción del lenguaje inclusivo
en las prácticas de los psicólogos.
Introducción
La presente investigación surge en el marco de la relevancia que ha tomado
recientemente el lenguaje inclusivo de género. Este proceso se contextualiza a partir de
las múltiples transformaciones que acontecen en nuestra sociedad, a raíz de la creciente
visibilización de la diversidad de identidades de género.
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Nuria Varela (2005): La noción de género surge a partir de la idea de que lo femenino y lo masculino no
son hechos naturales o biológicos, sino construcciones culturales. Por género se entiende, como decía
Simone de Beauvoir, “lo que la humanidad ha hecho con la hembra humana”. Es decir, todas las normas,
obligaciones, comportamientos, pensamientos, capacidades y hasta carácter que se han exigido que
tuvieran las mujeres por ser biológicamente mujeres. Género no es sinónimo de sexo. (p. 181)
2
androcéntrico2. Esto impacta dando lugar a que el uso de las palabras y sus significados
coloquen al hombre en el centro del lenguaje.
Así mismo se pueden reconocer dos posturas antagónicas frente a la emergencia del
lenguaje inclusivo de género. Por un lado, quienes lo valoran positivamente y por el otro,
aquellos que lo descalifican. Es por ello que el presente trabajo, desde los postulados
del construccionismo social, fija por objetivo la construcción de una posición respecto
del lenguaje inclusivo, y las implicancias que tendría en el ejercicio profesional de los
psicólogos. Para cumplir con tal propósito, se realizará un breve recorrido histórico sobre
las transformaciones del lenguaje, planteándolo como constructor de realidad.
2
Nuria Varela (2005): el mundo se define en masculino, y el hombre se atribuye la representación de la
humanidad entera. Eso es el androcentrismo: considerar al hombre como medida de todas las cosas. El
androcentrismo ha distorsionado la realidad, ha deformado la ciencia y tiene graves consecuencias en la
vida cotidiana. (p. 175)
3
Nuria Varela (2005): es una forma de organización política, económica, religiosa y social, basada en la
idea de autoridad y liderazgo del varón, en el que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres
(p. 177)
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llegan incluso al nivel de los idiomas, lo que provoca la desaparición de algunas lenguas,
consideradas ya como muertas.
Las mencionadas transformaciones de la lengua han sido acompañadas por la Real
Academia Española (RAE). Haciendo un paréntesis a la exposición, y aunque poco
coincidamos con la RAE respecto de la incorporación del lenguaje inclusivo de género,
no podemos dejar de especificar que dicha Institución fue fundada con el propósito de
trabajar al servicio del idioma español, en el año 1713 en Madrid. Tal y como se explicita
en su página web, esta Academia “se ha dedicado a preservar -mediante sus
actividades, obras y publicaciones- el buen uso y la unidad de una lengua en
permanente evolución y expansión” (Real Academia Española, s.f). El diccionario
emitido por la RAE ha buscado incluir y abarcar las constantes modificaciones que ha
atravesado la lengua.
Ahora nos preguntamos ¿quiénes conforman esta academia? ¿Quién ha presidido por
siglos la dirección de dicha institución?
Indagando en profundidad la conformación de la Academia, en su cronología histórica
expuesta en su página web, podemos ver que quienes han tomado el puesto de
dirección a lo largo de tres siglos fueron treinta figuras masculinas. Por su parte, la
primera mujer académica que conforma parte del grupo aparece en 1978 mientras que
la primera mujer que ocupa el cargo de secretaría de la RAE fue elegida en 2017.
En torno a estas cuestiones indagadas nos preguntamos… ¿es inocuo que en el trabajo
llevado a cabo por la RAE haya gran predominio de varones? ¿Tendrá algún tipo de
relación la regla gramatical del genérico masculino con que, quienes estuvieron al
mando siempre de esta institución fueron y son hombres? ¿Es casual que nuestra
lengua invisibilice, no mencionando, a las mujeres y a las identidades disidentes? No
nos atrevemos a cuestionar la trayectoria ni el valor de esta institución sino que son
interrogantes que nos planteamos.
de “él” para referirse a “él y ella” u “hombre” por “humanidad”, por lo que se ha
dado la idea de que las mujeres literalmente no existen o no son relevantes para
el tema en cuestión. Igualmente, el lenguaje utilizado para referirse a las
profesiones u ocupaciones denotan discriminación de género ya sea que dicha
profesión implique un grado de prestigio y poder o subordinación. Por ejemplo,
presidente, gerente, médico, sirvienta, ama de casa, maestra, entre otros. (p. 6).
Sin embargo, hace ya un tiempo la lengua está siendo puesta en tela de juicio. Alrededor
de los años 90 comenzaron a tomar relevancia en América Latina ciertos movimientos
que cuestionan esta lógica patriarcal. El colectivo LGBTIQ+ y el colectivo feminista, a
partir de sus manifestaciones, han logrado ciertas conquistas, como lo son la Ley de
Protección Integral de las Mujeres 26.485 y la Ley de Identidad de Género 26.743, que
vienen acompañando ciertos cambios a nivel socio-cultural (aunque con muchas
resistencias).
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Nuria Varela (2005): El sexismo se define como “el conjunto de todos y cada uno de los métodos
empleados en el seno del patriarcado para poder mantener en situación de inferioridad, subordinación y
explotación al sexo dominado: el femenino. El sexismo abarca todos los ámbitos de la vida y las relaciones
humanas. (p. 180)
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Posteriormente, empieza a pensarse que utilizar las palabras de esta forma continuaba
la lógica binaria, excluyendo a las personas con identidades disidentes del discurso.
Comenzaron a aparecer alternativas: el uso del “@” o de la “x”, consideradas neutrales,
en lugar de la “o”, pero ambas, aunque fueron muy difundidas, tuvieron la misma
complicación: la imposibilidad de ser pronunciadas. Así es como, poco a poco, comienza
a postularse la “e” como signo que llega en reemplazo de la “o”.
No nos resulta llamativo ya que a lo largo de los años, en las diferentes ediciones de
sus diccionarios, esta Institución fija como norma gramatical el uso genérico del
masculino (Real Academia Española, 2009, p. 8). De esta manera, “los padres” pueden
significar “padre y madre”; “hijo” puede significar “hijo” o “hija”; “hijos” puede significar
“hijos e hijas”, pero el femenino no engloba a ambos géneros: “hija” no puede significar
“hijo”. De la mano de Diana Maffia (2012), podemos pensar al respecto que “el no poder
del femenino en el lenguaje, refleja y perpetúa, condiciona y estructura, el no poder
representativo de las mujeres en la cultura” (p. 4).
Han sido expuestas a lo largo de este capítulo las dos posturas que existen en relación
al lenguaje inclusivo; de las cuales una está fundamentada por la RAE, y otra, por los
colectivos feministas y LGBTIQ+. Así mismo, la historia del lenguaje inclusivo en el país
aún no está terminada, y al parecer su resolución se encuentra muy lejos. El hecho de
que actualmente no exista consenso entre las múltiples respuestas, implica para los
profesionales del ámbito de la Psicología un dilema ético ante el cual es necesario
asumir una posición debidamente fundamentada.
Para comenzar a responder a esta pregunta, nos resulta pertinente retomar a Ferdinand
de Saussure (1989), quien planteaba la lengua como un producto social de la facultad
del lenguaje, y, a la vez, un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el
cuerpo social para permitir el ejercicio de esa facultad en los individuos. La lengua es
una totalidad en sí y un principio de clasificación, es cosa adquirida y convencional; es
una convención y la naturaleza del signo en que se conviene es indiferente. Además es
una institución social y es un sistema de signos que expresa ideas (p. 27-31). En este
sentido, la lengua sólo puede existir en sociedad, como instrumento de comunicación
humana, modificándose por la presión de otras comunidades, en las cuales puede
expresarse de modos diferentes; o por coacción de necesidades diversas.
Por otra parte, en función del enfoque del construccionismo social, y retomando los
planteos de Ian Hacking (2001) reconocemos que gran parte de nuestra experiencia
vivida y del mundo que habitamos, han de ser considerados socialmente construidos.
Estas experiencias fueron producidas o conformadas por sucesos sociales, fuerzas, la
historia; los cuales podrían haber sido diferentes. De este modo, podemos decir que los
hechos no son naturales, sino que han sido socialmente construidos. (p. 25-27). Estas
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construcciones se dan dentro de un marco social, el cual opera como una matriz material
y simbólica que rodea a los hechos, los clasifica y les da existencia. (p. 32-33).
En este sentido, podemos decir que la vida cotidiana se presenta como una realidad
interpretada por los hombres, y con un sentido subjetivo para cada uno de ellos. El
lenguaje, objetivador por excelencia, da sentido al mundo objetivado, ordena los objetos,
les brinda un espacio y un tiempo. Marca coordenadas de la vida en sociedad y la llena
de objetos significativos. Es de este modo, que la realidad se nos plantea como
construida, en la medida en que se le atribuyen sentidos, con un alto nivel de
subjetividad. En esta construcción el lenguaje tiene un rol esencial.
Diana Maffia (2012) plantea que, a diferencia del autómata, el ser humano puede crear
con un lenguaje finito, infinitos sentidos: controlar el lenguaje es controlar la producción
de significados, los mundos posibles, nuestras intervenciones en la cultura y en la
construcción de lo social. Y por eso, las mujeres libramos una batalla para entrar
explícitamente en el lenguaje. (p. 6). Si bien coincidimos con la autora, en este punto
necesitamos aclarar que, en el presente trabajo no sólo consideraremos a las mujeres
en esta puja, sino también al colectivo LGBTIQ+, quienes también reclaman ser
representados en el lenguaje.
Por otra parte, Gastón Becerra (2011) retoma la propuesta de Judith Butler, y expresa
al respecto:
Por otra parte, la Fundación Húesped (s.f.) define a la orientación sexual de la siguiente
manera: “Es la atracción fìsica, emocional, erótica, afectiva y espiritual que sentimos
hacia otra persona. Esta atracción puede ser hacia personas del mismo género
(lesbiana o gay), el género opuesto (heterosexual), ambos géneros (bisexual) o a las
personas independientemente de su orientación sexual, identidad y/o expresión de
género (pansexual). A lo largo de la vida, es posible cambiar de orientación sexual”.
Si hablamos de derechos, no podemos dejar de hablar de las leyes que dan entidad a
demandas específicas, las reconocen, en cierto punto las validan, aunque no
necesariamente esto implique un cambio a nivel social. Los principios de Yogyakarta,
publicados en marzo del año 2007, reconocidos a nivel internacional, suponen ser la
base para la promulgación en nuestro país de la Ley de Identidad de Género 26.743 y
la Ley de Matrimonio Igualitario 26.618. Por otra parte, surge también la Ley de
11
Protección Integral de las Mujeres 26.485, que apunta a prevenir, sancionar y erradicar
toda forma de violencia contra las mujeres. Estas legislaciones que reconocen los
derechos a estos colectivos, y al mismo tiempo los visibiliza como sujetos de derecho;
igualmente, no logran que se produzca una total aceptación social, en cuanto que sigue
habiendo casos de violencia y discriminación tanto contra mujeres como contra
colectivos disidentes en diversos ámbitos.
Hemos mencionado anteriormente que las leyes expresan enunciados normativos y dan
lugar al reconocimiento simbólico de alguna problemática en particular. Retomando
algunas de las legislaciones mencionadas, podemos ver que la Ley Nacional de
Identidad de Género (Ley nº 26.743, 2012) expresa, en su artículo 1º, que toda persona
tiene derecho al reconocimiento de su identidad de género, al libre desarrollo de su
persona conforme a su identidad de género, y a ser tratada de acuerdo con su identidad
de género, así como a ser identificada en función de la misma.
Por otra parte, la Ley Nacional de Protección Integral a las mujeres, Nº 26.485 (2009),
establece como objetivo promover y garantizar la eliminación de la discriminación entre
mujeres y varones en todos los órdenes de la vida, así como la remoción de patrones
socioculturales que promueven y sostienen la desigualdad de género y las relaciones
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de poder sobre las mujeres. Esta misma ley, en su artículo 5º, inciso 5, reconoce a la
violencia simbólica como un tipo de violencia que se produce a través de patrones
estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos, transmite y reproduce dominación,
desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación
de la mujer en la sociedad.
¿Por qué creemos importante tener en cuenta estas legislaciones? Pues las mismas
son de suma importancia porque apuntan a correr del foco al hombre como medida de
todas las cosas. Ese lenguaje, históricamente, basado en el androcentrismo expresa
relaciones de poder, donde ciertos sujetos son ponderados en detrimento de otros. En
este sentido, si el lenguaje reproduce la desigualdad de género, teniendo en cuenta que
el genérico masculino es el que engloba a la diversidad, ¿no se trata de una forma de
violencia simbólica? Para dar sustento a nuestra postura, retomaremos los planteos de
Diana Maffia (2012):
Contra esta violencia, los movimientos feministas y LGBTIQ+ alzan la voz, reclamando
por su invisibilización en el lenguaje, pues no se sienten representado a través del
mismo. Y si bien parte de la sociedad ofrece resistencia, otra parte, resalta el valor del
lenguaje inclusivo en tanto articulador simbólico entre la diversidad y la sociedad. Con
respecto a esto último podemos retomar algunos acontecimientos puntuales que se han
hecho virales tales como: grupos de estudiantes que diseñan el tradicional buzo de fin
de año utilizando la palabra “egresades” (Maximiliano Fernández, 2018).
Por otra parte, una nota de La Gaceta (2018), titulada “Canticuénticos apuesta a la
igualdad de género en su cuarto disco” trabaja como, un grupo de música infantil
proveniente de la provincia de Santa Fe, utiliza lenguaje inclusivo en su cuarto disco:
por ejemplo, “Juntes hay que jugar”, es como se titula una canción que trabaja con la
ruptura de los estereotipos de género. Los comentarios de la nota online resultan
interesantes, ya que expresan el rechazo a tener en cuenta esta forma lingüística de
expresarse.
Mientras tanto, la batalla por las palabras incorpora nuevos sujetos, nuevas
sujetas, y otras novedades subjetivas que se resuelven mejor en la gráfica que
en el lenguaje oral, pero cuya dificultad no debe hacernos desistir de buscar las
formas explícitas de la inclusividad. Son tiempos de incomodidades
gramaticales, exabruptos semánticos y reclamos airados por la palabra en
primera persona. Son tiempos de derechos humanos. Porque no habrá derechos
universales si no incluimos a los sujetos más diversos bajo las formas políticas
de la igualdad. (p. 7)
Tomás Ibañez Gracia plantea que el psicólogo contribuye a crear realidades. Es, de
algún modo, un intérprete que trabaja sobre interpretaciones y que, al hacer públicas
sus propias interpretaciones contribuye a crear realidades (lo quiera o no). El Psicólogo
es un hacedor lingüístico socialmente legitimado y, por lo tanto, un agente activo en la
producción simbólica de la realidad (Pairetti C., 2008, p. 3).
Nosotras, apropiándonos de lo que dice este autor, creemos que nuestro futuro rol como
psicólogas implica tomar posición política respecto de la sociedad, contribuyendo a que
se visibilice y respete la diversidad, y por otro lado, acompañar el empoderamiento de
los sectores oprimidos. Esta posición se encuentra fundamentada, además, en el
principio E de Responsabilidad Social del Código de Ética de la Fe.P.R.A. (2013), en el
que se establece que los Psicólogos ejercen su compromiso social través del estudio de
la realidad, y promueven y/o facilitan que se desarrollen leyes y políticas que apunten
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hacia las condiciones de bienestar y desarrollo del individuo y la comunidad (p. 4).
Siguiendo estos lineamientos, teniendo en cuenta las características de la sociedad, y
en pos de lograr una mayor inclusión, desde nuestro rol aportaríamos a la creación de
una realidad diferente, podríamos decir, diversa. Por este motivo, valoramos
positivamente la adopción del lenguaje inclusivo de género, entendiéndolo como un
lenguaje que contiene y abarca la diversidad.
Nos resulta tan ético como necesario tener en cuenta también otro de los principios del
Código de Ética de la Fe.P.R.A. (2013). El principio A, de Respeto por los Derechos y la
Dignidad de las personas, plantea que los Psicólogos se comprometen a hacer propios
los principios que establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y no
participarán en prácticas discriminatorias (p.3). Adherimos a este principio, defendiendo
el lenguaje inclusivo de género, dado que sin tal perspectiva el lenguaje puede resultar
violento en tanto, implícitamente, subordina bajo el masculino a los demás géneros
estableciendo una jerarquía notoria.
3.3.3.: los psicólogos deberán: ser prudentes frente a nociones que generen
discriminaciones y rotulaciones estigmatizantes, ser conscientes de sus
sistemas de creencias, valores, necesidades y limitaciones, y del efecto que
estos pueden tener en su práctica profesional. (p. 9).
En función de este inciso, podemos pensar que si el sistema de creencias que subyace
a nuestra lengua es patriarcal y androcéntrico, debemos ser conscientes a la hora de
utilizarlo, para no constituirnos como agentes reproductores de discriminación y de
estigmatización. En este sentido, creemos que el lenguaje inclusivo sería una
herramienta valiosa para el trabajo en el contexto de una sociedad diversa en cuanto a
los géneros.
A pesar de nuestra postura respecto del mismo, sabemos que existe cierta disputa
respecto de la utilización del lenguaje inclusivo. Como profesionales, este emergente
puede resultar un dilema ético, pero no podemos negar que el lenguaje inclusivo logra
visibilizar, a nivel simbólico, las luchas de género contra el sistema patriarcal. Así mismo,
reconocemos que nos genera una dificultad en la lecto-escritura, motivo por el cual no
utilizamos el lenguaje inclusivo a lo largo del desarrollo del trabajo, limitándonos a utilizar
la “x” en los títulos. Podemos preguntarnos: ¿se deberá a tantos años hablando el
lenguaje androcéntrico? ¿se trata de una falla a nivel gramatical del lenguaje inclusivo?
¿qué podemos hacer para volver más accesible el uso del mismo?
De esta manera, y de acuerdo a los ideales planteados por Rosa Luxemburgo, nos
proponemos velar “por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente
diferentes y totalmente libres”, lo que implica trabajar para crear sociedades más justas,
donde se respete la diversidad social, para conducirnos hacia un modelo de sociedad
libre. Y sabemos que en esta lucha, el lenguaje en tanto constructor simbólico de
realidad, será un instrumento fundamental.
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Bibliografía
Varela, Nuria (2005). La mirada feminista. En Feminismo para principiantes. (Cap. 6 pp
171 - 186). España: Eones B.
Becerra, G. (2011). Las propuestas de Ian Hacking y Judith Butler sobre lo socialmente
construido. El caso de la “juventud” en la mirada sociológica. Nómadas: revista de
Ciencias Sociales y Jurídicas, 32 (2011, 4). Pág. 45-61
Maffia, Diana (agosto, 2012). Hacia un lenguaje inclusivo ¿Es posible?. Jornadas de
actualización profesional sobre traducción, análisis del discurso, género y lenguaje
inclusivo Universidad de Belgrano 2 y 3 de agosto de 2012. Instituto Interdisciplinario de
Estudios de Género Universidad de Buenos Aires. Recuperado de
http://oficinavirtual.diputadossantafe.gov.ar/icap/Diana%20Maffia-
%20Lenguaje%20Inclusivo.pdf
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