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La reinserción social y el acceso a la justicia: miradas desde el trabajo

Pablo E. Ordoñez1 y Tomas Puppio Zubiría2

“La gente cree que el proceso penal termina con la condena, y no es


verdad; la gente cree que la pena termina con la salida de la cárcel
y no es verdad; la gente cree que el ergástulo es la única pena
perpetua y no es verdad. La Pena, si no propiamente siempre, en
nueve de cada diez casos, no termina nunca. Quien ha pecado está
perdido. Cristo perdona, pero los Hombres no….” (Las Miserias del
Proceso Penal, Francesco Carnelutti).

1. Introducción
El presente trabajo pretende reflejar algunas discusiones en torno a las posibilidades de
acceso al ejercicio de derechos (acceso a la justicia) con las que cuentan aquellas personas
que han pasado por un establecimiento carcelario. Tanto en los casos de aquellas que han
sido condenadas y, por ende, poseen antecedentes penales (marca formal), como los casos de
aquellas que estuvieron en dicho lugar bajo el instituto de la prisión preventiva (marca
informal).
Desde esa finalidad, la actividad laboral rentada una vez recuperada la libertad
ambulatoria se presenta como una de las formas más efectivas para lograr la resocialización
de las personas que estuvieron privadas de libertad y, en consecuencia, poder volver a acceder
a la justicia en sentido amplio. Ello debido a que el poseer un trabajo en blanco provoca que
esa persona se incorpore a una manera –al menos formal- de ejercicio de derechos, a partir
de tener una obra social, aportes jubilatorios, aguinaldo, vacaciones rentadas y, de allí,
posibilidades económicas y sociales de velar por esos y otros derechos.
El inconveniente aparece cuando se evidencia la contradicción del fin de la reinserción
con las políticas públicas sostenidas y desplegadas por el mismo Estado en lo relativo a

1
Abogado (UBA), Especialista en Derecho Penal (Universidad Austral), Magister en Derecho Penal
(Universidad Austral), Doctorando (USAL), docente (UBA), funcionario de la Defensoría General de la
Nación.
2
Abogado (UBA), tesista en la Especialización en Magistratura (ESJ - UNLaM), Magíster en Sociología
jurídico penal (Universidad de Barcelona), Doctorando (USal), docente (UNPAZ/UBA/UNICEN), funcionario
de la Defensoría General de la Nación.
antecedentes penales y proporción de herramientas de inserción en el mercado de trabajo
durante la estadía en la cárcel. Así, quien egresa del ámbito penitenciario es visto desde una
perspectiva criminal por parte del Estado en un enfoque estrictamente criminológico,
político, cultural y no como un sujeto de derecho.
El egreso del establecimiento penitenciario aparece, en la praxis, acompañado de un
importante empobrecimiento y deterioro, lo que conlleva esa pobreza es, además, de recursos
intelectuales, sociales, redes de contención, circuitos de solidaridad. Asimismo, aparece
como un estado común salir con un estado de salud peor del que se ingresó a la prisión. De
modo que el paso por el ámbito penitenciario, o la condena, no se limita a privar de libertad;
sino que afecta e incide en el ejercicio de numerosos otros derechos. Entre ellos,
fundamentalmente, aquellos que se encuentran categorizados entre los derechos económicos,
sociales y culturales.
Como es sabido, en nuestros días, la cárcel es una institución reproductora de violencia
y degradación tanto de los derechos de las personas privadas de libertad como de los
trabajadores de la agencia penitenciaria dado que el modelo de nuestros días se caracteriza
por la violencia institucional, el hacinamiento y la superpoblación.
La agencia penitenciaria, en su conformación y organización, se caracteriza por una
fuerte incompatibilidad con el proceso democrático, con estructuras, mecanismos de gestión
y prácticas reflejas al ejército, donde se privilegia la imposición de órdenes y su obediencia
y donde la gestión de la seguridad como fin en sí mismo se impone por sobre el norte
constitucional que se centra en la reinserción social de la persona privada de su libertad.
Alrededor de estos puntos gira nuestro aporte con la pretensión de referenciar algunos
elementos que se ponen en juego en el momento post penitenciario de acceder a trabajos
formales y su vinculación con el acceso a la justicia. Para ello, se dará cuenta de aspectos
históricos, filosóficos, políticos y sociales, en prácticas y discursos que se presentan de
manera discriminatoria respecto de los sujetos aludidos.

2. Acceso a la justicia: algunas referencias teóricas.


Cuando nos referimos al acceso a la justicia hablamos, tal como lo establece la
Convención Americana de Derechos Humanos en sus artículos 8 y 25 y el art. XVIII de la
Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, de una garantía fundamental.
Tal garantía, del derecho de igualdad, es configurada en la medida que los Estados
deben asegurar que todos los ciudadanos tengan igualdad de oportunidades, y hagan efectivos
su derecho sin discriminación alguna.
Como tal, un derecho que permite hacer efectivos otros derechos que han sido
vulnerados o que deben ser reconocidos a quienes acuden ante el sistema de justicia para
solucionar sus conflictos jurídicos. Así, se tiene dicho que la posesión de derechos no tiene
significado sin los mecanismos para su reivindicación3 y, del mismo modo, sin la posibilidad
de reclamo cuando el derecho es negado desde el mismo ordenamiento.
En este sentido, el acceso a la justicia se presenta como algo más que la posibilidad de
presentar un recurso judicial. Esta garantía consiste en el derecho de las personas a obtener
una respuesta satisfactoria a sus necesidades jurídicas4.
Desde esta perspectiva, debemos entender al acceso a la justicia en definición que se
expande a medida que las prácticas y representaciones de operadores y usuarios del sistema
de justicia y sujetas y sujetos de derecho tienen respecto de sus necesidades. Por ello, su
entendimiento tiende a desprenderse de la mirada formalista que consistía en el derecho a
poder acceder a un juez para resolver conflictos de afectaciones a derechos. Es decir, se
amplía la perspectiva respecto del acceso a la justicia como acceso a la jurisdicción.
Así, un sistema de patrocinio jurídico gratuito –por ejemplo- no resulta suficiente para
dar cuenta de los procesos de amplificación de acceso a derechos sociales que ha habido en
los primeros años del Siglo XXI. Ello así, toda vez que gran cantidad de las afectaciones a
derechos que se relevan o surgen por consulta se pueden resolver de manera más efectiva y
eficiente mediante gestiones no judiciales.
Entonces, si para definir el Acceso a la Justicia se toma el punto de vista del sujeto
afectado o que desea reclamar su derecho, se debe incluir allí el acceso a los mecanismos
para hacer efectivos sus derechos más allá de la intervención judicial (antes y después). De
modo que deviene relevante la aparición y participación de poderes del Estado que
sobrepasen a los de patrocinio jurídico. Así, las posibilidades de reinserción social se
vislumbran de manera más concreta, en las gestiones y prácticas que se podrían desplegar
tendientes a la eliminación de barreras y obstáculos informales de ejercicio de derechos (al

3
Cappelletti y Garth, Acceso a la Justicia, Fondo de Cultura Económica, México, 1978, p.8.
4
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Manual de políticas públicas para el acceso a la justicia,
Instituto Talcahuano, Buenos Aires, 2005, p. 7.
trabajo, por ejemplo).
De allí se desprende que la cuestión relativa a acceder a la jurisdicción como forma de
proteger o garantizar un derecho se encuentra íntimamente ligada al problema, más amplio,
de “hacer efectivo un derecho”; y, por lo tanto, a la incorporación de estrategias para la
efectivización de ese derecho en ámbitos no judiciales. De tal manera, se entiende que la
discusión en torno al acceso a la justicia –de sectores vulnerables como la población que ha
sido encarcelada-, gira alrededor de las posibilidades de ejercicio de derechos de manera
efectiva. Ello no implica, necesariamente, el acceso a la jurisdicción sino los medios para
satisfacer necesidades jurídicas 5.
Por su parte, la Defensoría General de la Nación nos brinda una noción que permite
plasmar estas ideas de acceso a la justicia, al entenderlo como la posibilidad de las personas,
en igualdad de condiciones, de reclamar y hacer valer sus derechos, y eliminar cualquier
situación de desigualdad, discriminación, violencia, mal trato o abuso que estén sufriendo6.
Ello desde la base de considerar que el derecho en cuestión se constituye en un indicador de
la vigencia y consolidación de las instituciones democráticas en un Estado de Derecho 7.
Del mismo modo, la efectividad del acceso a la justicia aparece como indicador de la
amplitud de la ciudadanía, en tanto eficacia de derechos reconocidos por el sistema jurídico
y la consecuente posibilidad de su reclamo o defensa 8. Tal efectividad puede no concretarse
a partir de obstáculos simbólicos, objetivos, subjetivos y, también, formales. Estos últimos
se plasman en normas que se traducen en dificultades en la posibilidad de acceso a la justicia,
generando categorías de personas con derechos diferenciados.
De manera que, si bien la reinserción social aparece como la finalidad que legitima la
existencia de la institución carcelaria, existen elementos normativos –formales- que operan
como obstáculo de acceso a la justicia y, por ende, de ejercicio efectivo de derechos.
Ahora bien, tal finalidad se torna difusa en el marco de un Estado nación que, en

5
ACIJ, 2013, “Sectores populares, Derechos y Acceso a la Justicia. Un estudio de necesidades legales
insatisfechas”, en http://acij.org.ar/wp-content/uploads/2014/06/Informe-Sectores-populares-derechos-y-
acceso-a-la-justicia.pdf
6
De acuerdo al Convenio de Cooperación que crea el Equipo de Trabajo de la Defensoría General de la Nación
en los Centros de Acceso a la Justicia del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.
7
Gutiérrez, et. al., “El trabajo de acceso a la justicia”, en Revista del Ministerio Público de la Defensa de la
Nación, 2017, p.83 y sgtes.
8
Begala, S., “El reconocimiento diferencia do de derechos: primer obstáculo al acceso a la justicia de las
personas migrantes”, en Revista Derecho y Ciencias Sociales. Abril 2012. N° 6 (Acceso a la Justicia). Pgs. 3-
24. ISSN 1852-2971, Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica, FCJyS, UNLP.
contexto de globalización posfordista, avanza en la regulación reduccionista de derechos
sociales y laborales y la privatización de las instancias de garantía de tales derechos, el
debilitamiento del Estado social y un consecuente retorno de la represión de la población
desempleada9. De la mano de una racionalidad económica del modelo neoliberal, que supone
sujetos autónomos y racionales con alternativas de mercado en tanto consumidores de bienes
y servicios; el Estado se ha constituido en garante de un tipo de seguridad, o en un Estado de
seguridad 10 . Este Estado opera contra un enemigo, el económicamente más útil (para
revalidar sus definiciones de ciudadanía), entre otros, el pobre, los desempleados, los
inmigrantes. La lucha de este Estado avanza contra aquellos que ponen en riesgo los únicos
bienes que pueden ser asegurados por él mismo para la rentabilidad del mercado, como la
integridad física y la circulación de dinero 11.
De allí que, normativamente el producto de procesos de criminalización de un
neoliberalismo posfordista, aparece como obstáculo de acceso a la justicia en tanto
imposibilita a un sector de la sociedad de acceder a la posibilidad de contar con un empleo
que, de acuerdo a la organización social moderna, provea de recursos (económicos, sociales)
para desplegar su vida cotidiana.

3. El acceso a la justicia como elemento de reinserción social.


El acceso a la justicia puede ser entendido como la posibilidad de llegar a órganos de
la administración de justicia, pero también como hacer valer derechos e intereses, conseguir
una tutela efectiva y una pronta respuesta frente a determinados reclamos12.
De allí que el problema de acceso a la justicia ha sido vinculado con desigualdades
sociales, económicas y políticas; ya que factores de pobreza se constituyen en una minusvalía
frente a las posibilidades de incoar instancias de los aparatos judiciales. De ese modo, ejercer
derechos como el de la reinserción social se ve obstaculizado por niveles de pobreza y
ausencia de los nuevos vínculos sociales que provoca la obtención de un trabajo formal a la

9
FRASER, N. (2008), De la disciplina a la flexibilización. Releyendo a Foucault a la sombra de la
globalización, en “Escalas de Justicia”, Barcelona: Herder.
10
BOHM, M. L. (2013); Políticas de seguridad y neoliberalismo, en FERNÁNDEZ STEINKO, A. (comp.),
“Delincuencia, finanzas y globalización”; Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, p.315.
11
Ibídem, p.319.
12
Casal, et. al., Derechos Humanos, Equidad y Acceso a la Justicia. Editorial Texto. Venezuela, Caracas 2005,
p. 115.
salida de la cárcel, que conllevan mayores niveles de indefensión y, por ello, menores
posibilidades de acceso a la justicia.
Por ello, se vislumbra que el acceso a la justicia se presenta obstaculizado por distintos
tipos de desigualdad; entre las que destaca la desigualdad de índole estructural. Desigualdad
que se encuentra estrechamente vinculada al acceso al trabajo una vez recuperada la libertad
ambulatoria.
Queda evidenciado que si bien la finalidad legítimamente perseguida por el Estado
mediante las penas de privación de la libertad aparece como la reinserción social, esto se
contradice directamente con las políticas públicas sostenidas y desplegadas por el mismo
Estado en lo relativo a antecedentes penales y proporción de herramientas de inserción en el
mercado de trabajo.
La reinserción social –o tengamos que hablar ya de reintegración social- entendida
como derecho, supone la posibilidad de hacerse valer y, por ello, de ser tutelada. Tutela que
debe desplegarse, para garantizar el ejercicio de ese derecho, en atención al vínculo que
registra con la desigualdad estructural. Cuyo principal elemento generador, desde la
Modernidad, aparece como la carencia de trabajo. Circunstancia que implica un circuito de
falta de posibilidades en el ejercicio de otros derechos y, en consecuencia, de hacerlos valer
o tutelarles. Lo que produce marginación, y mayores niveles de vulnerabilidad, que
repercuten en la opacidad del derecho; reproduciendo el circuito. Tal circuito se agrava en
los sectores que ya han sido o se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad, como
aquellos sobre los que ha recaído un paso por la cárcel. Este circuito, que entonces forma
parte del entramado legal y sistémico de las sociedades contemporáneas, contraría los fines
mismos de la existencia legítima de la institución carcelaria.
De esto se desprende que la cárcel aparece como destino de aquellos sectores de la
sociedad excluidos, como dispositivo de esa exclusión social, que perpetra y reproduce
obstáculos para el ejercicio de derechos. Esto parece redundar en la contradicción que expone
este trabajo, la de pretender reinsertar a las personas que estuvieron privadas de su libertad
pero generar obstáculos normativos –entre otros- para tal finalidad.
En este sentido, se buscan herramientas para dejar de pensar a la igualdad ante la ley
desde una mirada individualista y, por ello, comenzar a entenderla desde una perspectiva de
grupos o colectiva.
Esta mirada importa, por un lado, pensar al Estado como el único actor del que emergen
políticas públicas y, por otro, considerar que existen valores que aparecen como universales
y sirven de fundamento a la manera que se realiza el test de razonabilidad y a la conformación
o no de categorías sospechosas 13 . Esta mirada de la igualdad supone atender ya no a la
irrazonabilidad del criterio escogido para efectuar la distinción, sino el objetivo de evitar la
constitución de grupos sometidos, excluidos y sojuzgados por otros grupos 14. Así se señala
la insuficiencia de la idea de igualdad como no arbitrariedad que subyace a aquella mirada
de tinte individualista.
En esta dirección, el artículo 16 de la Constitución Nacional 15 se nos presenta para ser
interpretado y, por ello, importa diversas posibilidades de entender la igualdad ante la ley.
El vocablo igualdad puede ser entendido de múltiples maneras, ya que se constituye en
objeto de lucha por la construcción del sentido. Objeto de lucha al igual que el vocablo todos
al que el discurso jurídico alude, que debemos leerlo como significante vacío, que deriva en
multiplicidad de significados. Entre ellos se han propuesto diversas fórmulas como
predicados del sujeto “igualdad”: de bienestar, de bienes sociales primarios, de utilidad, de
recursos, de capacidades, de acceso a las ventajas. Sin perjuicio de ello, ninguna ha
conseguido genérica aceptación, probablemente porque no puede excluirse ninguna de las
múltiples dimensiones materiales o simbólicas de la igualdad sin correr el riesgo de negarla
y desnaturalizarla16.
En tal dirección, alcanzar a ese abstracto “todos” importa pensar en, al menos, dos
sentidos distintos de la igualdad. Por un lado, en el de igualdad formal que a priori se condice
con la perspectiva formalista del derecho, con un posicionamiento positivista en lo
epistemológico y con un acceso a la justicia de igual carácter formal. Con esto se pretende
significar que el acceso a la justicia como mera enunciación desde la que un “todos” podría

13
Estos problemas se vinculan con aquellos que se le señalan a la mirada del derecho de R. Dworkin, en cuyos
trabajos pareciera deslindarse la intención de entender universales algunos valores que serán principios y
directrices integrantes del derecho. De esta manera, la igualdad ante la ley tendría aquellos alcances que sean
considerados (por los jueces) como universales en una formación social. Ello implica desentenderse de la
manera en que prejuicios, valores y posiciones epistemológicas influyen en las percepciones del mundo de los
sujetos, entre ellos los jueces.
14
SABA, R. (2004), (Des)igualdad estructural, en Jorge Amaya (ed.), “Visiones de la Constitución, 1853-
2004”, Buenos Aires, UCES, p.501.
15
El cual establece que: “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay
en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los
empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas”.
16
CÁRCOVA, C. (2009), Las teorías jurídicas post positivistas, Buenos Aires, Lexis-Nexis, p. 42.
ser sujeto de derechos, importa una mirada formal de la igualdad. Ello guarda relación con
la manera en que se postulan derechos, diseñan y ejecutan políticas públicas en torno a la
diferencia. La relación entre igualdad y diferencia marca el ritmo de acceso de sujetos al
ejercicio de derechos.
Ya desde el auge de la modernidad, las nociones de igualdad junto con la libertad y
ciudadanía aparecen como principios emancipatorios de la vida social. Por ello, la
desigualdad y la exclusión deben ser presentadas como excepciones del proceso social que
no reconoce su legitimidad 17. La gestión que la modernidad ha dado a la desigualdad y a la
exclusión, como fenómenos económico, cultural y social –respectivamente-, ha guardado
relación con el universalismo. Entendido, este, como caracterización esencialista que puede
operar negando diferencias o absolutizándolas.
El universalismo, como dispositivo ideológico de la lucha contra la desigualdad y la
exclusión, en su versión antidiferencialista ha operado por la descaracterización de las
diferencias y, por ello, reproducción de las jerarquías que engendran. El universalismo
diferencialista lo ha hecho en la negación de las jerarquías que organizan la multiplicidad de
las diferencias 18.
Desde allí, se ha pensado al sistema de desigualdad a partir de cierto esencialismo de
la igualdad. Mientras que el sistema de exclusión ha residido en un esencialismo acerca de la
diferencia, generalmente sobre la cientifización de la normalidad. De modo que se ha
desatendido la multiplicidad de posibilidades de llenar de contenido tales significantes. No
se han abordado las prácticas sociales, ideologías y actitudes que combinan la desigualdad
con la exclusión, teóricamente, y menos aún desde la formulación de políticas públicas.
Ahora bien, si hablamos de igualdad debemos referirnos a cómo los debates a su
alrededor influyen en el alcance de los derechos. Especialmente, en los derechos sociales que
importan las acciones positivas referidas. En cuanto derecho prestacional, el derecho a la
tutela judicial se presenta como fundamental, en tanto que posibilita al ejercicio del resto.
Estos derechos, los económicos, sociales y culturales están dirigidos al ser humano en su
condición social, no ya como individuo –destinatario de los llamados derechos civiles y

17
SANTOS, B. de S. (2003), Desigualdad, exclusión y globalización: hacia la construcción multicultural de
la igualdad y la diferencia, en “La caída del Angelus Novus. Ensayos para una nueva Teoría Social y una Nueva
Práctica Política”, Bogotá: Ilsa/Universidad Nacional de Colombia, p.126.
18
Ídem, p.130.
políticos-19. Estos derechos aparecen como derechos de igualdad material o sustancial que
no serán defendidos frente a discriminación, sino que deben gozar de un régimen jurídico
diferenciado o desigual en atención a alguna desigualdad de hecho que pretende ser limitada
o superada.
De esta manera, la igualdad, puede ser entendida como la posibilidad de
reconocimiento de un derecho prestacional, en la que la labor desde órganos judiciales y/o
jurisdiccionales (vgr. la que es objeto de estudio en este trabajo) se concreta en una política
social que suple al legislador. De allí, la relevancia de pensar qué miradas de la igualdad se
posibilitan en torno a cómo se conjugan los antecedentes penales con las posibilidades de
ejercicio de derecho al trabajo, y las implicancias que tienen en el acceso a la justicia.
Resultan, entonces, en crisis los preceptos de la Modernidad que se verifican en las
formas de legitimación de las instituciones como la cárcel. Sin embargo, frente a prácticas
propias de las sociedades posteriores a la caída del Estado de bienestar, mediante las que la
cárcel se ha constituido en un elemento de construcción de subjetividades excluidas,
sintetizadas en la idea de “cárcel depósito”, el principio moderno de reinserción social
aparece como un límite –cual contención zaffaroniana- a los procesos de exclusión social.

4. El trabajo como elemento de acceso a la justicia.


Si pensamos en el principio de reinserción o reintegración social como límite a los
procesos de exclusión social, aparece la necesidad de referirnos al trabajo como elemento
fundante de las posibilidades de des-excluir a los sujetos atravesados por la cárcel. Sujetos
que quizás ya se encontraban excluidos de la sociedad, previo a pasar por la cárcel.
La referencia a la cárcel supone la reflexión en torno a que “Las cárceles albergan un
gran número de jóvenes que cometieron mayoritariamente delitos patrimoniales de baja
cuantía. Estos jóvenes provienen de entornos sociales que denotan descomposición familiar
y fallas institucionales en la detección temprana de conductas antisociales”20.
Desde esa finalidad, la actividad laboral una vez recuperada la libertad ambulatoria se

19
PIETRO SANCHÍS, L. (2001), Los derechos sociales y el principio de igualdad sustancial, en Carbonell, et.
al., “Derechos Sociales y Derecho de las Minorías”, México DF: Editorial Porrúa y Universidad Nacional
Autónoma de México, p.23.
20
CONSTANZO, L., “Inclusión social, probation y política criminal democrática: Una conjugación posible”
en Ministerio Público de la Defensa (ed.), Algunas propuestas para el ejercicio de la defensa durante la
ejecución de la pena, Buenos Aires, MPD, p. 171-207.
presenta, en el discurso moderno que sostienen las teorías re de la pena, como uno de los
elementos de mayor relevancia para la reintegración social. Ello debido a que el poseer un
trabajo en blanco provoca que esa persona se incorpore a una manera –al menos formal- de
ejercicio de derechos (vgr. de la seguridad social, y otros derechos económicos, sociales y
culturales).
El inconveniente aparece cuando se evidencia la contradicción del fin de la reintegración
social con las políticas públicas sostenidas y desplegadas por el mismo Estado en lo relativo
a antecedentes penales y proporción de herramientas de inserción en el mercado de trabajo
durante la estadía en la cárcel. Así, quien egresa del ámbito penitenciario es ubicado por parte
del Estado desde enfoque estrictamente criminológico, político, cultural y no como un sujeto
de derecho.
Esto desde la perspectiva de que la prisión “asigna roles negativos (posiciones de
liderato internas) y fija los roles desviados (se le exige asumir su papel y comportarse
conforme a él durante años), no solo por el personal sino también por el resto de los presos.
Estas son características negativas no coyunturales de las prisiones (que pueden ser más o
menos superpobladas y limpias), sino estructurales de la institución. Por más que se quiera
no se pueden eliminar y producen estos efectos, que en conjunto y técnicamente se llaman
prisionización”21.
Se destaca que desde la década del 90 existe una tendencia sostenida de crecimiento,
y, en el lapso correspondiente al año 2006-2016 el incremento fue de un 41%. Existiendo una
leve preeminencia de personas condenadas (51%) por sobre las procesadas o auto
equiparable.
Dentro de este universo, se advierte una preponderancia de varones jóvenes argentinos
con un bajo nivel de escolarización. El 96% de los detenidos al 31 de diciembre de 2016 eran
varones, el 94% eran argentinos, el 69% tenía estudios primarios o inferiores al momento de
ingresar al establecimiento y el 61% tenía menos de 35 años edad.
A su vez, el 79% de los detenidos no participaron en un programa de capacitación
laboral. En relación con las actividades educativas, el 48% no accedió a ninguna de ellas,
mientras que el 44% lo hicieron en el marco de un programa de educación formal y el 8% en

21
ZAFFARONI, E.R., ALAGIA, A. y SLOKAR, A., Manual de derecho penal. Parte general, Buenos Aires:
Ediar, 2008.
uno que no presenta estas características. A su vez, respecto a los reincidentes se advierte la
existencia de 39.373 casos22.
Fincados sobre esa base de números fríos, resaltamos que el trabajo rentado dentro de
la cárcel fue siempre considerado fundamental en el proceso de transformación del sujeto
privado de libertad, tanto para ocupar su tiempo como para lograr una formación que le
permita un mejor y más fácil desarrollo social al momento de recuperar su libertad.
Durante la estadía en prisión, la actividad laboral desempeña en la persona detenida
una función como actividad estructuradora de la vida cotidiana, creando hábitos de
conductas, autodisciplina, puntualidad, responsabilidad, valoración del esfuerzo, autoestima,
etc. Que en muchos casos esas personas no lo habían vivido previo a ingresar a una prisión.
Un análisis interesante de destacar es el de Elsa Porta 23 dado que explica que “el
trabajo penitenciario debe procurar la capacitación laboral del interno para desempeñarse
en la vida libre (…) Deberá promoverse la organización de sistemas y programas de
formación y reconversión laboral, las que podrán realizase con la participación concertada
de las autoridades laborales, agrupaciones sindicales, empresarias y otras entidades
sociales vinculadas al trabajo y a la producción…”24.
Estas reflexiones invitan a vincular el trabajo intramuros, como elemento fundamental
de la finalidad de las penas privativas de la libertad, con las posibilidades de efectiva
reinserción social, mediante el trabajo post-penitenciario.
La finalidad de la existencia de las cárceles, al menos de acuerdo a la organización
jurídica de nuestro país, se encuentra legitimada únicamente en cumplimiento de aquella
premisa de reinserción social de los sujetos que por allí transitan. De modo que, se presenta
la necesidad de reflexionar en torno al involucramiento de actores que excedan a las fuerzas
de seguridad y a la idea de “cárcel depósito”, que ha llevado a su militarización. Tal como
perfectamente lo hace una de las autoras de uno de los textos del presente libro.
Si el efecto simbólico de dicho tipo de institución carcelaria es generar sujetos aislados,
dúctiles, desecho para la falta de productividad; entonces en el sentido que se le brinda a la
institución carcelaria se juega una disputa por la construcción social de las subjetividades con
proyectos de vida.

22
Para mayor ilustración ingresar a: http://datos.jus.gob.ar/dataset/sneep (Información cotejada el 16/07/18).
23
Autora de uno de los textos del presente libro.
24
Op. Cit., p. 61.
Pero la realidad carcelaria de nuestro país se presenta hoy en día lejos de los requisitos
necesarios para poder cumplir las funciones de resocialización. La discusión actual parece
dominada por dos polos: por un lado, un polo realista, y por el otro uno idealista.
En el primer caso, el reconocimiento científico de que la cárcel no puede resocializar
sino únicamente neutralizar, que la pena carcelaria para el delincuente no representa en lo
absoluto una oportunidad de reintegración en la sociedad sino un sufrimiento impuesto como
castigo. Renacen de este modo concepciones absolutas, retributivas de la pena o, entre las
teorías relativas, se confirma la de la prevención especial negativa 25.
En cuanto a la segunda opinión, para que deje de ser considerada como un idealismo
imposible de llevar a cabo, es fundamental mentalizar a toda la población de que la
reeducación, resocialización y reinserción de las personas presas evitaría en gran medida la
reincidencia y, en consecuencia, se desarrollaría una óptima convivencia en la comunidad
atravesada, por menos conflictos o por conflictos con menores niveles de violencia, o por
conflictos enfocados no desde la violencia subjetiva, sino desde las violencias estructural o
simbólica.
Pero sumado a ello, los factores que obstaculizan que la persona que recupera su
libertad ambulatoria pueda acceder a una actividad formal rentada provoca que no se cumpla
con el fin de la reinserción social y, por ende, que ella no acceda al usufructo de derechos y
a la posibilidad de su tutela. En definitiva, contar con un efectivo acceso a la justicia.
Al respecto, se ha dicho que resulta paradójico que el principal fundamento de negarle
un trabajo a un sujeto con antecedentes penales (marca formal de la que hablamos al
comienzo del texto) sea el temor a que recaiga en el delito y precisamente con esa conducta
se esté privando de una herramienta fundamental para lograr la reinserción.
En países con un índice de desocupación elevado como el nuestro, las personas con
antecedentes penales (y también las que meramente han pasado por la cárcel, marca informal
citada) ven mucho más limitadas sus posibilidades de acceso a un puesto laboral o deben
conformarse con aquellos precarios y temporales, aumentando aún más su condición de
vulnerabilidad y su imposibilidad de acceder a la justicia en un sentido amplio. Si bien el
Estado a través de sus políticas carcelarias puede haber hecho un esfuerzo para lograr la
adopción plena y regular de hábitos laborales, así como la necesaria capacitación, lo cierto

25
BARATTA, A., Criminología Crítica y crítica del derecho penal, Siglo XXI editores, 1990, p.2.
es que a partir de que las personas recuperan la libertad, se encuentran en una desventaja
frente a las demás para obtener un trabajo en blanco 26, y por ende lejos de poder acceder a la
justicia.
Siempre con una mirada adaptada a la realidad que nos rodea. Esto es: no estamos
planteando que desaparezca la cárcel sino que se utilice para que las personas puedan
readaptarse a la sociedad (o, en algunos casos, tener por primera vez la oportunidad de
realmente insertarse en ella) utilizando el tiempo que pasen en prisión (ya sea que salgan
condenados o no) para aprender un oficio, trabajar dentro en una actividad que les sirva en
el durante para poder ayudar a su familia económicamente y en el post para salir, como
mencionamos, con un conocimiento sobre un trabajo específico y, de ser posible (cambio
legislativo mediante), con un trabajo en blanco.
Lo cual desarrollaremos a lo largo del presente libro gracias al aporte de diversos
autores que vendrán a desarrollar puntualmente las trabas impuestas a las personas con
pasado carcelario y a los textos de dos personas que pasaron por la prisión y nos cuentan su
realidad y la de sus allegados.

5. Reflexiones finales
Resulta sorprendente que la reinserción y reeducación de las personas condenadas se
presente como la finalidad de la prisión pero no se tengan en cuenta que hay presos adaptados
a la sociedad que no necesitan ser reinsertados (en estos casos se debería prestar mayor
atención a la reeducación para que no reincidiera) o que, por el contrario, hay presos que
nunca han estado incluidos en la sociedad que deberían contar con apoyos para conseguir
que se inserten.
En la estadía en prisión, una relación laboral que enseñe oficios útiles resulta
indispensable para conseguir una adaptación social satisfactoria, en miras de la finalidad
sobre la que la institución se legitima. Por ello, el trabajo en la cárcel regula, ordena y produce
efectos positivos –al menos desde el discurso moderno- para todo el conjunto y en
consecuencia debe trabajarse en mejorar las ofertas laborales concretas dentro de la prisión,
el aprendizaje de oficios que el mercado laboral fuera de la prisión reclama y su conexión

26
CARNEVALE, C.A., “Antecedentes penales y reinserción laboral en Argentina”, Universidad Nacional del
Sur, Tesis de Magister en derecho con orientación en derecho penal, Bahía Blanca, Bs. As., 2015, p. 28.
con el mundo exterior cuando tal persona recupera su libertad ambulatoria.
Sin embargo, la realidad –especialmente en las prácticas- se presenta ajena a los
preceptos establecidos internacionalmente; ya que los medios normativos con que se cuenta
para aquellos fines no se encuentran adecuados a la realidad carcelaria actual. Es decir, no
suele haber espacios adecuados para la realización laboral, ni existir medios materiales
adecuados, ni personal preparado para llevar a cabo la formación laboral.
Una posibilidad que se presenta, se vincula con una atención dentro y fuera de prisión
dependiente de la misma red de asistencia dado que se encuentra acreditado que los sujetos
que han podido conservar y mantener sus vínculos sociales y familiares tienen menos
problemas para su reinserción. Por desgracia, esta no es la situación habitual de las personas
encarceladas, ya que la mayoría de las personas presas se encuentra en situación de exclusión
económica, social, cultural, de vivienda, educativa y laboral. 27
Hoy nos encontramos con la situación en que el propio Estado no confía en el resultado
de sus cárceles al entorpecer la readaptación del sujeto a una sociedad que también desconfía
de las posibles mejores que el encarcelamiento pueda haber generado 28.
La finalidad de una reintegración del condenado en la sociedad no debe ser
abandonada, sino que debe ser reinterpretada y reconstruida sobre una base diferente.
Entendiendo que el trabajo en esa red de contención durante la estadía, y su continuación
cuando la persona egrese del establecimiento, va a resultar vital para que se logre reinsertar
y, en consecuencia, acceder a la justicia.
La inclusión laboral a favor de los egresados penales apareja una serie de tensiones de
distintos sectores sociales, pues por qué otorgarse trabajo a una persona que purgó una
condena cuando existen casos de personas desempleadas que no reciben subsidios, planes
sociales o algún tipo de ayuda del Estado. El argumento que contrarresta tales
cuestionamientos se circunscribe en la obligación constitucional de dignificar las condiciones
de los habitantes, que es extensible a todos los argentinos.
La persona que ingresa a la cárcel, el Estado le debería asegurar por lo menos un
derecho: que cuando salga tras haber cumplido su condena no salga peor de lo que entró y en
peores condiciones de desigualdad para llevar una vida digna en libertad. No podemos

27
ALONSO GARCÏA, V., “Reinserción Social y Laboral con reclusos y ex reclusos”, Universidad de
Valladolid, Facultad de educación y trabajo social, 30 de junio de 2014, p.49.
28
CARNEVALE, C.A., op. cit., p.17.
pretender que la reinserción sea igual para todos, del mismo modo que no podemos pretender
que todos los internos la alcancen. La puesta en libertad conlleva una serie de obstáculos.
Por ejemplo, es importante que la persona cuando salga de la prisión pueda tener en
ese mismo momento sus pertenencias, su documentación, los certificados de los cursos que
realizó, los papeles que acreditan su condición de haber recuperado la libertad ambulatoria.
Para el caso de que durante su estadía en prisión haya realizado un tratamiento que sea
necesario que continúe luego es importante que previo a su salida ya se haya tramitado todo
como para que apenas recuperada su libertad lo pueda realizar extramuros.
Lo que planteamos dista de ser algo novedoso, hace más de medio siglo que están
delineados los objetivos de un organismo de asistencia post penitenciaria en cuanto a
reinserción y que evidencia la importancia del trabajo como anclaje inclusivo. Pero las
normas destinadas a favorecer la asistencia post penitenciaria se mueven sobre el eje
estrictamente carcelario; este reduccionismo programático auto infligido de las leyes de
ejecución penal y organismos periféricos comulga con una absoluta dispersión legislativa y
judicial que inhibió históricamente cualquier proyecto efectivo.
Ubicar al egresado penal como sujeto de derecho no implica sólo la participación en la
construcción de normas o el acceso a la justicia, sino que la verdadera construcción de
consenso en materia penal debe contar con su intervención activa en las formas o alternativas
punitivas (perspectiva crítica de la realidad) y particularmente en la ejecución de penas
(inclusión socio - laboral), pues estos ámbitos son los que se proyectan, afectan, determinan
o democratizan nuestra comunidad.
De tal manera, conseguir la reinserción y reeducación (o bien reintegrar socialmente a
los individuos) requiere de la aplicación de no sólo un tratamiento penitenciario, sino también
de una serie de decisiones legislativas tendientes a poner al recluso el máximo tiempo posible
en contacto con el exterior 29.
Todo lo cual entendemos que debe ser comprendido partiendo de la base de que del
mito y lo fantasioso se alimenta el imaginario popular sobre las cárceles. Fluctuamos en
nuestras ideas entre el hotel cinco estrellas y el infierno terrenal. Y las cárceles se llenan y
llenan de personas. Personas que requieren de una segunda oportunidad o una tercera o las
que sean necesarias. Pero oportunidades que les permitan realmente pararse de otro modo

29
CARNEVALE, C.A., op. cit., p. 24.
frente al mundo. Y que nos autoricen a todos a exigir con propiedad un cambio. En ese
terreno, incorporar perspectivas que pretendan desmarcarse de los caminos transitados por la
posmodernidad, otras racionalidades, se presenta como el desafío de nuestro tiempo.
Pensar en una racionalidad que se separa de la del liberalismo económico, jurídico y
político; la que había producido un sujeto como “ciudadano consumidor” o “ciudadano
empresario”. Este cambio en la formulación de políticas públicas, que se traduce en una
diferente expresión de derechos, específicamente en el de acceso a la justicia, implica una
racionalidad que producirá subjetividades diferenciadas. De allí que, incorporando nociones
invisibilizadas de la violencia30, se abordan las situaciones problemáticas con la complejidad
propia de las sociedades contemporáneas.
Pensar la violencia estructural como aquella discrepancia entre las condiciones de vida
potenciales y actuales, que provoca injusticia entre las relaciones sociales (Galtung, 1977) 31
hace pensar las posibilidades de enfoque en torno a la problemática carcelaria y post
carcelaria como política criminal, con implicancias en la forma en que se define quién es
ciudadano y quién no32.

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