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Luis Freire
En tal virtud, según Criado y Barreiro (2013) el patrimonio puede entenderse como
huellas de la memoria y el olvido. De forma más amplia, ampliando la definición, esta
huella estaría formada por: un conjunto de actividades humanas y sus restos,
intencionales y no intencionales, materiales (o tangibles) e inmateriales (o imaginarios),
que representan procesos históricos y sociales que de ellos derivan su significado y que
a la vez se resignifican al introducir conceptos nuevos para procesos de
patrimonialización. Esta definición incluye sobre todo entidades materiales e ideas que
son valoradas socialmente como bienes tradicionales al hacer referencia al patrimonio
como objeto de trabajo, se lo formula en un sentido epistemológico, es decir, en lo que
se da a conocer, independientemente de su corporeidad o incorporeidad y su condición
de producto o proceso, y ya sea en el contexto en el que fueron creados, o en otro
distinto.
Para Criado y Barreiro (2013) este enfoque significa que ahora hay un legado, pero no
siempre ha estado ahí; antes había otras cosas que aún no eran herencia. Como tal, el
patrimonio existe sólo ahora. Y es que el patrimonio, tal como lo significan las
humanidades y las ciencias sociales, aunque no sólo ellas, es un fenómeno moderno.
Para que se produzca el proceso de herencia, apreciación social de una determinada
entidad primaria, que se convierte así en objeto de herencia, deben producirse una serie
de fenómenos culturales como la memoria colectiva, lazos identitarios, creación de un
sentido de lugar, que no son especialmente modernas. Pero la forma en que estos
fenómenos se formalizan a nivel de discurso y práctica es moderna. Esto ocurre, porque
la patrimonialización está asociada al deseo de conservar lo dado, a partir de una
conciencia de cambio social y pérdida colectiva característicamente moderna.
Para Criado y Barreiro (2013) todo esto tiene importantes consecuencias para el
patrimonio, ya que justifica y hace inevitable la ruptura del presente con el pasado, la
división entre el origen del patrimonio y el presente, la división del contexto de
producción del patrimonio y el contexto del patrimonio, aprecio y estima que lo
convierte en un legado. Podría decirse que ahí reside el ‘pecado original’ del patrimonio
(aunque esta frase conlleva una connotación de culpa y voluntariedad que no puede ser
impugnada en el pasado en nombre del presente), ya que esta distinción establece que el
patrimonio es en gran medida un vacío significante que puede llenarse con cualquier
cosa y así manipularse para encajar cosas que tienen menos que ver con el contexto de
su formación que con el contexto en el que se usan y valoran. Después de todo, esto es
reificación.
Por consiguiente Ortiz (2012) manifiesta que los objetos juegan un papel importante en
la retención de la memoria. Los recuerdos, las fotografías, las imágenes y los sonidos
juegan un papel importante en la disertación cultural de la memoria. Los objetos y la
memoria interactúan necesariamente durante su desaparición. Cosas similares suceden a
nivel colectivo de las naciones: cuanto más rápido crece un país y más se desarrolla
económicamente, más probable es que el patrimonio material e inmaterial de su historia
se debilite severamente, y al mismo tiempo la memoria colectiva se convierte en la más
importante y necesaria, aunque no es suficiente por sí sola. El llamado progreso, con su
lógica de cambio y transformación, casi inevitablemente se lleva piezas enteras del
entorno cultural construido lentamente. La materialidad de los objetos nos da
información sobre el contenido cultural que ha quedado escrito en los objetos a lo largo
del tiempo. Los objetos hablan de culturas y civilizaciones; usos y costumbres;
creencias y rituales.
Esto conlleva a concluir, que las demandas de las comunidades que viven con
propiedades registradas también son cada vez más activas, ya sea exigiendo mayor
transparencia e información sobre las obras e intervenciones en el sitio, o solicitando
espacios de negociación antes de actuar. Las experiencias en la generación de
reconocimiento de valores son limitadas, junto con el desarrollo comunitario, el
patrimonio, ignorando quizás las valiosas experiencias inglesa, canadiense y australiana.
Un sistema de protección efectivo funciona de manera preventiva, con la mayor
cobertura legal, de acuerdo con los recursos sociales, económicos y culturales, y
determina científicamente las prioridades y los mecanismos de seguimiento. Ya en el
preámbulo de la Convención se planteó que ese es su objetivo primordial, un “sistema
de conservación eficaz” y no la promoción del turismo del país en base a sus bienes
patrimoniales.
Esto demuestra que los planes de manejo no pueden limitarse a acciones preventivas o
correctivas de naturaleza material o ambiental. Las acciones de las empresas que
conviven con el bien son causa de nuevas decadencias hereditarias. Muchas de estas
actividades exceden la competencia de los órganos responsables del patrimonio natural
y cultural, por lo que es necesario crear espacios de negociación y una cultura de
responsabilidad compartida entre las autoridades municipales, estatales o nacionales
responsables de la planificación urbana y el desarrollo de infraestructura o programas,
entre otros. Es necesario introducir una política general que tenga como objetivo dar al
patrimonio cultural y natural un papel en la vida comunitaria e incluir la protección de
este patrimonio en los programas generales de planificación. El patrimonio tiene sentido
si es parte de la vida colectiva de la comunidad, no solo la imagen de algunos
funcionarios o de algunas empresas
Bibliografía