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NOMBRE DE LA OBRA: La ultima cena.

(1492-1498)

ARTISTA: Leonardo Da Vinci.

DIMENSIONES: Esta pintura mural mide 4,6 metros de alto y 8,8 metros de largo.

UBICACIÓN ACTUAL: Se encuentra en el convento de Santa María delle Grazie, en Milán.

TEMA: Arte cristiano religioso.

ANALISIS: Esta obra fue realizada por la técnica del óleo en yeso, tempera, brea y masilla.
Es la más famosa de la época del Alto Renacimiento, además, una de las más famosas del
arte cristiano religioso. La ultima cena muestra una de las escenas de los últimos días de la
vida de Jesús. Leonardo da Vinci quiso plasmar en esta pintura la reacción de cada uno de
los 12 discípulos cuando Jesús anuncia que uno de ellos lo iba a traicionar.

La Última Cena ha sufrido inundaciones, guerras, bombas, malas restauraciones e incluso


una mutilación (la de las piernas de Jesucristo, para abrir una nueva puerta en el
refectorio¹). Al decidir que la técnica del fresco no iba con él, porque limitaba mucho la
gama de colores y no permitía hacer retoques a posteriores, se inventó una técnica nueva
que fue un desastre, mientras que en el fresco la pintura queda incrustada o “tatuada” en la
pared, la técnica de Leonardo era como un maquillaje que empezó a desprenderse a los
pocos años.

La Última Cena fue una auténtica revolución pictórica. Todos estaban como locos con la
obra de Leonardo. Nunca habían visto un “fresco” tan realista, con unos colores tan
brillantes y unas figuras tan vivas (claro, porque no era un fresco, sino una pintura al óleo).

En vez de hacer una obra que invite al reposo, Leonardo representa el momento más tenso
de la velada: cuando Cristo les dice a sus discípulos que uno de ellos va a traicionarlo. La
obra es puro drama, un muestrario de aspavientos² y gestos dinámicos que contrastan con
la calma zen de Jesucristo, sentado en el medio sin inmutarse después de haber dicho que
lo traicionarían. Las expresiones de los apóstoles no pueden ser más significativas.
Podemos saber perfectamente, por sus rostros y la postura de las manos, lo que está
pensando o diciendo cada uno de ellos.

PUNTO DE FUGA: Se encuentra justo en el centro de la cabeza de Jesús.


LINEAS DE PERSPECTIVA: En color rojo.
LINEA DE HORIZONTE: En azul.

COLOR: Composición simétrica que realza la figura de Cristo. Se usa de forma equilibrada,
sobre todo en los dos básicos (azul y rojo), que se distribuyen por el cuadro haciendo pareja
con el lado contrario. Esta alternancia termina en la figura de Cristo, dividida en dos zonas
cromáticas que resumen todo el cuadro.
El resto de la pintura está ocupado por tonos terrosos neutros que eliminan distracciones y
concentran la mirada en la acción.

LUZ: Hay dos focos de luz en la obra. Uno viene desde el exterior, a la izquierda del
espectador, su función es iluminar la escena y sus personajes suavemente, sin crear un
claroscuro excesivo ni expresivo. En el fondo, tras las tres ventanas abiertas, proviene otra
luz, esta vez exterior y azulada. Esta doble disposición de luces tendrá un amplio eco en
autores posteriores, como Tiziano o el propio Velázquez en sus Meninas.

ESPACIO: Leonardo utiliza en la obra tres formas de conseguir un espacio tridimensional.


Por una parte las paredes y el techo crean líneas de fuga a través de los tapices y
casetones que nos llevan hacia la pared del fondo (perspectiva lineal).
Por otra parte, busca una definición del espacio a través de la nitidez de los perfiles (más
cuanto más cerca) que contrastan con el fondo azulado y borroso del paisaje tras las
ventanas. (Perspectiva aérea).
Además de lo dicho, en todo el lienzo se recurre a la alternancia rítmica de zonas claras y
oscuras en profundidad que consiguen crear la impresión tridimensional.
Leonardo creo esta obra tridimensional e intentó unificarla con la arquitectura real del
refectorio. Trato de conseguir una simulación de continuidad en la zona pintada que se
cubre con la misma techumbre que la real, sigue el ritmo de las paredes repitiendo sus
mismos motivos e incluso es iluminada desde el mismo lado (la izquierda) que la sala real.
De esta manera se consigue unificar escena con realidad, acercando el tema al espectador
que se siente incluido en el mismo espacio.

Leonardo utiliza tres tipos de perspectiva en La Última Cena: la perspectiva lineal, con el
punto de fuga situado justo en el centro, en la cabeza de Jesucristo, la perspectiva aérea,
que difumina los elementos del paisaje y los tiñe de azul claro a medida que se alejan, y
la perspectiva jerárquica, en la que los personajes son más o menos grandes dependiendo
de su importancia.

La composición de la obra es un prodigio. Para organizar visualmente todo este caos de


hombres alterados y conseguir un cierto reposo óptico, separa a los discípulos en grupos
simétricos de tres en tres y encierra a Jesucristo en un triángulo perfecto, la forma
geométrica más estable que existe. Para dignificar su figura y evitar tener que pintarle un
halo, lo coloca dentro del rectángulo de la ventana, con un arco semicircular. La cabeza y
las manos de Cristo coinciden con los vértices del triángulo. La mano derecha se dirige
hacia un vaso de vino y con la derecha señala un panecillo, una forma discreta y elegante
de hacer referencia a la eucaristía.
Uno de los aspectos que más llamaron la atención de sus contemporáneos fue el realismo
con que Leonardo había pintado los objetos de la mesa. Hasta ese momento, el menú de la
Última Cena siempre había sido bastante sobrio, a base de pan, vino y como mucho un
cordero. Pero Leonardo era vegetariano y los monjes de Santa Marie delle Grazie tampoco
comían carne, así que decidió cambiar la carta y ponerles pescado. Y no un pescado
cualquiera, sino un manjar al alcance de muy pocos bolsillos: trozos de anguila con rodajas
de naranja. Hoy en día, apenas queda nada de este magnífico bodegón que casi tenemos
que imaginar: la transparencia de los vasos de vidrio, los panecillos crujientes, los platos de
metal que reflejaban los colores de las túnicas… Aunque todavía son visibles los pliegues
del mantel, bordado en azul y con nudos en las esquinas.

La mayor parte de los apóstoles tienen algún elemento que permite diferenciarlos. Los tres
situados a la derecha de Cristo son Juan, Pedro y Judas. A los dos primeros, se les
distingue por la edad, uno joven y otro viejo. Pedro está tocando el hombro de Juan y le
dice algo al oído, un gesto que sigue al pie de la letra el texto de uno de los
evangelios: “Simón Pedro le hizo señal, diciéndole: Pregúntale de quién habla” (Juan
13:24). Pedro lleva en la mano el cuchillo con el que posteriormente, en el Monte de los
Olivos, cortará la oreja a Malco. Y la hoja de este cuchillo apunta hacia Bartolomé, el
discípulo que está en el extremo izquierdo de la mesa, que muchos años después moriría
desollado. Tanto Pedro como su hermano Andrés eran pescadores, por eso Leonardo
coloca frente a ellos una bandeja llena de peces. A diferencia de otros artistas, no deja
a Judas marginado, colocándole al otro lado de la mesa, algo que no tendría sentido porque
aún no se sabe quién es el traidor y esta separación le delataría. Pero como oculta un
secreto turbio, le pinta con el rostro en sombras. Sujeta una bolsa con dinero, que pueden
ser las treinta monedas de plata que cobró como recompensa por entregar a Cristo, pero
que también puede hacer referencia a que Judas era el tesorero del grupo. Al echar su
cuerpo hacia atrás, vuelca con el codo sin querer un salero que hay sobre la mesa. A la
izquierda de Jesucristo, podemos ver al descreído Tomás, que después de la resurrección
meterá ese dedo que tiene levantado en las llagas de su maestro. A su lado está Santiago
el Mayor y justo después Felipe, cuya mano derecha es exactamente igual que la de La
dama del armiño, lo que demuestra que de vez en cuando Leonardo reutilizaba algunas de
sus plantillas.
Es cierto que no nos queda mucho de esta gran obra, pero lo poco que se conserva de ella
es de auténtica reverencia.

¹ REFECTORIO: Sala en conventos, monasterios y ciertos colegios que se utiliza como comedor común.
² ASPAVIENTOS: Demostración excesiva o exagerada de sensaciones o sentimientos.
NOMBRE DE LA OBRA: Escuela de Atenas (1509-1510)

ARTISTA: Rafael Sanzio.

DIMENSIONES:de casi 8 metros de largo y 5 metros de alto.

UBICACIÓN ACTUAL: Sala de la Signatura del Vaticano, Roma, Italia.

TECNICA: Fresco.

TEMA: La celebración de la filosofía, madre de todas las ciencias, así como en la celebración
del pensamiento científico y el reconocimiento a los aportes de los pensadores (filósofos,
matemáticos, geómetras, etc.) de la antigüedad.

ANALISIS: Rafael optó por reflejar a los más conocidos sabios de la Antigüedad, encabezados
por Platón y Aristóteles en el centro de la obra. Los libros que portan ambos no son aleatorios:
reflejan su filosofía y forma de entender el mundo. Platón sostiene el “Timeo”, haciendo
referencia así al Mundo de las Ideas y el origen del cosmos, mientras que Aristóteles hace lo
propio con su libro sobre la “Ética”, pilar fundamental de su pensamiento, señalando hacia la
tierra y, en definitiva, hacia la realidad humana.
Platón, con la túnica roja y Aristóteles, con la túnica azul, son dos de los personajes principales
de la composición. Para conseguirlo, Rafael optó por dirigir hacia ellos las líneas de la
perspectiva.

El marco arquitectónico elegido para cerrar la composición responde al gusto de la época. No


debemos olvidar que estamos ante uno de los períodos más destacados de la historia del arte:
el Renacimiento y, dentro de él, el llamado “Cinquecento”. Rafael no era ajeno al nuevo estilo y
sin duda tuvo en cuenta las novedades del momento introducidas por el maestro Bramante.
Tampoco son aleatorias las esculturas que custodian y se alzan sobre el resto de personajes a
nuestra derecha e izquierda: Apolo y Palas Atenea; protectores por antonomasia del
“Pensamiento” y las “Artes”.

Una de las facetas más curiosas e importantes de este fresco es la estrecha relación que existe
entre los filósofos y los artistas contemporáneos a Rafael. Y es que el de Urbino, lejos de
“imaginarse” los rostros de todos ellos, optó por retratar a algunos personajes destacados del
momento. Así, la cara de Platón es el retrato de Leonardo da Vinci, Heráclito (en el centro
recostado sobre su brazo) "es" el mismísimo Miguel Ángel y Euclides, agachado a nuestra
derecha, Bramante, mientras que el propio Rafael se autorretrata con su habitual túnica blanca
junto a la columna de la derecha, entre los astrólogos. A parte de todos ellos, parecen otros
muchos ilustres pensadores de la Antigüedad, tales como Ptolomeo, Diógenes,
Pitágoras (abajo a la izquierda, personificando la aritmétrica y la música y rodeado por un grupo
de personas que le escuchan atentamente) o Protágoras, este último aislado (podemos verlo a
nuestra derecha, con barba blanca y túnica negra y una bola del mundo a sus pies),
precisamente porque fue rechazado por la sociedad al defender que el “hombre es la medida
de todas las cosas”. El personaje que está semi-tumbado en el centro con una túnica azul cielo
es Diógenes el Cínico, conocido por renegar de las posesiones terrenales y las convenciones
sociales, de ahí que esté tumbado de cualquier manera. Alejandro Magno, alumno de
Atistóteles y a su vez uno de los máximos estrategas militares de la historia, también tiene un
hueco en esta composición. Curiosamente, Rafael no optó por representar a ningún pensador
contemporáneo por considerarlos meros "seguidores" de los antiguos.
La relación que existe entre los sabios de la Antigüedad y los artistas del Renacimiento va más
allá de lo anecdótico, podemos darnos cuenta de que Rafael no sólo está ensalzando y
dignificando el pensamiento clásico durante el Renacimiento, sino que a la vez está dignificando
y dotando de valor la figura de los artistas de la época al compararlos de tú a tú con los grandes
pensadores y filósofos del mundo antiguo.

Es en definitiva una clara revalorización del arte, un paso al frente, incluso una evolución en la
escala social ya que se pone de manifiesto que los artistas deben dejar de ser artesanos para
ser tratados tal y como realmente son: intelectuales, eruditos, cultos y, en definitiva, sabios.

Plásticamente, la obra es ejemplo claro de la correcta aplicación de la perspectiva y la


expresión del ideal artístico del Renacimiento, creando un efecto dinámico excepcional donde
se combina la "fría" arquitectura con la acogedora "humanidad" de los representados.

A pesar de vivir tan sólo 37 años, Rafael Sanzio, natural de Urbino, supo entender de forma
excepcional el ambiente sociocultural de su época; de ahí que muchos lo conozcan como "El
Divino". En este caso, optó por plasmar la escena siguiendo una suave pincelada y una
armonía cromática que casan perfectamente con esa idea de armonía que el artista quería
transmitir al espectador. Sin embargo, a pesar de parecer una obra sencilla, estamos ante
un ejemplo de maestría y destreza artística, pues para realizarla tuvo que estudiar previamente
y de forma minuciosa todas y cada una de las proporciones, actitudes y distribuciones de las
figuras. Rafael conjugaba a la perfección un talante afable con un maravilloso talento, lo cual le
sirvió para hacerse cargo de alguno de los trabajos más destacados del momento.

Rafael se trasladó a Florencia en 1504, época en la que prestaría especial atención a los
estudios anatómicos de Miguel Ángel y el sfumato, el claroscuro y la distribución de las figuras
en el espacio de Leonardo da Vinci, consiguiendo composiciones tan majestuosas,
espectaculares y dinámicas como es el caso de "La Escuela de Atenas".

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