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Estas adaptaciones se manifiestan en una serie de hallazgos clínicos:

1. Bradicardia sinusal: Es la disminución de la frecuencia cardíaca (Fc <60 lpm) generalmente


esta bradicardia se ve asociada a un pulso amplio e irregular (arritmia sinusal). En deportistas de
fondos cómo los ciclistas es frecuente encontrar una bradicardia sinusal moderada de 40 a 50 lpm
y más raro menos de 40 lpm.

2. Desplazamiento lateral del latido de la punta en la palpación precordial (es el mayor signo
de crecimiento del ventrículo izquierdo)

3. Soplo sistólico eyectivo de grado I, en la auscultación cardíaca. Según las publicaciones


aparecen entre un 50-80% de los deportistas.

4. Alteraciones electrocardiográficas:

1. Onda-P de mayor amplitud y mellada.

2. El intervalo PR pude aparecer alargado, aumentando la prevalencia de bloqueos A-V de 1o


y 2o grado tipo Wenckebach.

3. Ensanchamiento del complejo QRS

4. Alteraciones de la reporalizacion en forma de elevación del segmento ST y del punto J,


ondas T altas y picudas en precordiales.

5. El aumento en el volumen de las cavidades y de los espesores parietales del corazón


entrenado es el fenómeno más determinante en el aumento del gasto cardíaco.

6. Mejora de la función diastólica, por una mejora de la distensibilidad miocárdica del


deportista de Esta adaptación consigue aumentar el volumen de llenado ventricular.

7. Mejora de la perfusión miocárdica, es decir que existe un aumento el flujo sanguíneo


coronario y la permeabilidad capilar.

8. Mejora del metabolismo miocárdico: disminuye la demanda energética y mejora la


capacidad de utilizar la glucosa cómo fuente energética.
9.
16.
El corazón de atleta
El entrenamiento regular induce en el corazón cambios estructurales adaptativos dirigidos a
mejorar el rendimiento cardiovascular durante el ejercicio. Esta adaptación puede llevar a un
aumento de la masa cardiaca de hasta el 20%.
A estos cambios estructurales adaptativos se les llama corazón de atleta y son cambios reversibles
que desaparecen tras abandonar o reducir la actividad deportiva y no se ha demostrado que por sí
solos aumenten el riesgo de muerte súbita en ausencia de otras enfermedades cardiológicas.
Dicho de otra forma, el deporte en sí mismo no es causa de muerte súbita, aunque sí puede -y de
hecho es el factor desencadenante de muerte o eventos cardiacos graves cuando se padece
alguna cardiopatía.
No todos los atletas desarrollan el mismo grado de adaptaciones estructurales ante el mismo
volumen e intensidad de entrenamiento. Los factores genéticos tienen mucho que ver en esto.
De ahí que un gran reto para los cardiólogos y médicos del deporte sea saber diferenciar la
adaptación fisiológica o “buena” al deporte de la adaptación patológica o potencialmente peligrosa.
También hay que ser capaz de diferenciar de enfermedades primarias del corazón que nada tienen
que ver con la práctica deportiva.

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