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Redescubriendo Una Historia Jurídica:: Una Nueva Narrativa Sobre Los Orígenes Del Consejo de Estado Entre 1886 y 1914
Redescubriendo Una Historia Jurídica:: Una Nueva Narrativa Sobre Los Orígenes Del Consejo de Estado Entre 1886 y 1914
Redescubriendo Una Historia Jurídica:: Una Nueva Narrativa Sobre Los Orígenes Del Consejo de Estado Entre 1886 y 1914
TABLA DE CONTENIDOS.
1. Introducción ...............................................................................................4
8. Bibliografía. ................................................................................................51
4
1. Introducción
histórica del origen del Consejo de Estado entre 1886 y 1904, dividiendo el periodo en tres
momentos puntuales. Vale señalar que esta división responde no sólo al contexto histórico
que se observa en estos tres sub periodos sino también a la manera en que cambiaba la
institución jurídica en cada uno de estos momentos. Finalmente, se presentarán algunas
conclusiones respecto a la manera en que se utilizan las reconstrucciones históricas y a lo
que se puede extraer de la nueva narrativa planteada sobre el origen del Consejo de Estado
entre 1886 y 1914. Estas conclusiones inevitablemente tratarán un tema fundamental que es
la politización de las instituciones jurídicas y las dificultades que esto genera para la
legitimación y autonomía de éstas. En este sentido la hipótesis que se propone es que las
reconstrucciones históricas tradicionales no explican satisfactoriamente el surgimiento del
Consejo de Estado y por ello es necesario presentar una nueva hipótesis que contemple
otros elementos complementarios como por ejemplo la influencia de los movimientos
políticos de este momento histórico.
Tal como se explicó anteriormente la institución jurídica que será objeto de la investigación
es el Consejo de Estado colombiano, pero más allá que estudiar la institución como tal, lo
que se pretende es estudiar los discursos que rodean el surgimiento de esta institución en un
periodo particular de la historia nacional que se extiende entre 1886 y 1914. Se hace
necesario explicar por qué se elige esta institución particular en este periodo preciso, que no
es necesariamente el primer momento de creación de la institución jurídica en Colombia.
El primer origen del Consejo de Estado en Colombia se puede ubicar a comienzos del siglo
XIX, en el año de 1832 (Goméz Naranjo, 1934), pero algunos autores e inclusive el mismo
Consejo de Estado, en su propia reconstrucción histórica ubica su origen en el Congreso de
Angostura en 1817 (Consejo Superior de la Judicatura de Colombia, 2002). Sin embargo,
en este primer momento de su historia el Consejo de Estado no tenía las características de
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Así pues, aunque al parecer este primer Consejo de Estado o de Gobierno poco tenía que
ver con el Consejo de Estado actual, es fundamental rescatar para los objetivos de la
presente investigación de este primer periodo la cercanía que tenía la institución con el
poder ejecutivo. Desde estos inicios surge la idea de una relación intrínseca entre el
Consejo de Estado y el poder ejecutivo, pero el tipo de relación existente no es
necesariamente claro. En consonancia con este debate en la Convención de Ocaña de 1828,
ya se esbozaba una primera disputa entre los movimientos políticos de la época, donde
algunos planteaban que de crearse el Consejo de Estado, éste debía actuar exclusivamente
como órgano consultivo a servicio del ejecutivo, y otros, fundamentalmente los partidarios
del General Santander, creían que si bien el Consejo tendría facultades consultivas también
debía tener ciertas funciones que de alguna medida permitían controlar las acciones del
ejecutivo, o quizás extender los poderes de esta rama del poder público (Goméz Naranjo,
1934). El debate concluyó con la victoria de los santanderistas que dieron más poder al
Consejo como órgano de control al ejecutivo. Sin embargo, aun con la característica de
órgano de control, fue el Consejo de Estado el que propuso a Bolívar asumir la posición de
dictador al día siguiente de la conspiración en su contra, y en contraprestación en el artículo
tercero del Decreto que establecía la dictadura, el Libertador otorgó al Consejo de Estado la
capacidad de ser la única institución que podría cuestionar las medidas adoptadas por la
dictadura, en consonancia con las exigencias y opiniones del bien público (Goméz Naranjo,
1934). Se puede identificar entonces que para diferentes políticos de la época el Consejo de
Estado era una institución relacionada con un poder ejecutivo centralista fuerte, pues con
sus acciones favorecía esta rama del poder público, así las facultades que se le otorgaran
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parecieran más a las de un organismo de control. Quizás es por ello que durante las
Constituciones radicales del siglo XIX, que se apartaban de la necesidad de un poder
ejecutivo centralizado, no se volvió a mencionar la institución ni se argumentó la necesidad
de restablecerla.
Fue sólo a finales del siglo XIX que se reabrió la discusión respecto a la necesidad de
restablecer el Consejo de Estado en Colombia, y en la Constitución de 1886 finalmente se
tomó la decisión de restaurar la institución dentro del sistema jurídico colombiano. Sin
embargo, fue en este momento histórico que se determinó que el Consejo de Estado dejaría
de ser exclusivamente un órgano consultivo, y se decidió que sería también un cuerpo
jurisdiccional convirtiéndolo en el Tribunal Supremo de lo Contencioso Administrativo.
Así pues, es a partir de 1886, el Consejo de Estado adquiere funciones y competencias
similares a las que tiene en la actualidad, y por ello es este el periodo que será objeto de la
presente investigación. Empero, tal como se advirtió, no debe obviarse que desde sus
orígenes esta institución jurídica había sido ampliamente relacionada con el poder
ejecutivo1, hecho que será fundamental para entender los cambios que se producirán en el
periodo que es objeto del presente estudio, donde uno de los debates más presentes en la
política era el centralismo y el presidencialismo.
Tras señalar la institución que será objeto de estudio justificando por qué se realizará una
reconstrucción histórica de un periodo específico de la historia colombiana, es necesario
1
Esta relación con el ejecutivo se justifica no sólo por los comentarios en discursos de distinguidos personajes políticos
de la época como son los señores Antonio José Cadavid, Hernando Holguín y Caro en Goméz Naranjo (1934), sino
también por lo encontrado en la bibliografía tradicional que relata los orígenes del Consejo de Estado como (Cajiao
Vejarano, 1944 y Rodríguez Rodríguez, Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM: Biblioteca Jurídica Virtual, 2005)
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Sin embargo, son justamente este tipo de lecturas de la historia del Consejo de Estado las
que esta investigación pretende controvertir. Siempre que la mayoría de estos trabajos no se
preocupan por cuestionar los elementos subyacentes a la implementación de la institución
jurídica. Implementación que lejos de ser evidente, lógica o necesaria tiene diversas
cualidades que la hacen particular. Si se adopta la tesis de la necesidad del Consejo de
Estado como Tribunal de cierre de la de jurisdicción contencioso administrativa, no es
posible explicar el debate que se presentó cuando se restableció el Consejo de Estado en
1986, sin existir siquiera un sistema jurídico dualista en Colombia. Si por el contrario se
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Pero en realidad, lo que sucede es que al ser lecturas hegemónicas desconocen la manera en
que se fundamentan en un discurso tradicional. Así pues, son lecturas que no reconocen que
todo análisis historiográfico, tal como lo advirtieron los padres de la escuela de los
annales2, sólo puede encontrar una verdad histórica, que como toda verdad en general, es
una verdad relativa y por lo tanto todo progreso del conocimiento histórico, como todo
progreso real, no es un progreso simple, lineal, acumulativo e irreversible, sino más bien un
progreso complejo, lleno de saltos y de retrocesos, de múltiples líneas y ensayos y sólo
ascendente desde la perspectiva más global de su curva última y más general (Aguirre,
1999). En esta medida, lo que se torna evidente es que la tradicional percepción de una
historia lineal de la evolución de una institución jurídica, no es tan acertada y no explica la
totalidad del fenómeno histórico.
2
Esta escuela de la historiografía se preocupó por desafiar las reconstrucciones tradicionales positivistas a comienzo del
siglo XX, y propuso que el historiador al enfrentarse con el estudio de un periodo reconociera en primera instancia que él
como sujeto afectaba profundamente los resultados de la reconstrucción histórica. Modificó entonces la historiografía
tradicional, superando la historiografía positivista (donde las reconstrucciones históricas eran indudablemente
parcializadas) y logró que los historiadores entendieran el papel central que juegan a la hora de realizar las
reconstrucciones históricas que indudablemente no son del todo objetivas e imparciales, sin que ello sea necesariamente
negativo. Para mayor información ver Carlos Antonio Aguirre “La Escuela de los Annales. Ayer, hoy y mañana”
(Aguirre, 1999).
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Lo que se propone entonces es realizar una nueva reconstrucción histórica de los orígenes
del Consejo de Estado, que utilice la historia como herramienta metodológica para “llenar
los conceptos”. Así, esta metodología no hará uso de esta ciencia como simple instrumento
legitimador, sino que intentará explicar los procesos que subyacen el surgimiento de las
instituciones jurídicas. Una reconstrucción histórica que se pregunte e intente llenar de
información esos vacios, para encontrar otros discursos o narrativas que han sido olvidados
o despreciados, de modo que se puedan entender los debates que rodean el surgimiento del
Consejo de Estado, que con las reconstrucciones históricas de hoy no pueden ser
explicados. Pero así mismo, una reconstrucción histórica que reconoce que no existe una
relación pura, aséptica e incontaminada entre el historiador y su materia prima, y que
reconoce que el trabajo histórico llevará siempre y necesariamente la marca de los
múltiples sesgos de sus constructores (Aguirre, 1999).
Por ello, se admite que existe un sesgo a la reconstrucción que se pretende realizar, pero
justamente ese sesgo es la intención que tiene la presente investigación en dejar a un lado
las lecturas tradicionales y resaltar otros discursos o narrativas que han sido obviados, todo
lo anterior con miras a formular una nueva propuesta que presente otra verdad (así sea tan
relativa como la que puede arrojar una reconstrucción tradicional) sobre los orígenes del
Consejo de Estado, y los debates políticos que se presentaron durante la creación de esta
institución jurídica. Así lo que se pretende hacer evidente en la reconstrucción es aquello
que precisamente las reconstrucciones tradicionales ocultan; que es el contenido político
que inevitablemente rodea el surgimiento de esta entidad. En este sentido el objetivo de la
investigación justamente es presentar una narrativa distinta que reconoce el contexto
político e histórico del momento, que quizás es más adecuada para explicar el origen del
Consejo de Estado colombiano a diferencia de las narrativas que son tradicionalmente
presentadas por la academia.
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Uno de los grandes retos a la hora de enfrentarse a los conceptos jurídicos es entender las
diferentes narrativas que subyacen las instituciones de modo que se pueda revisar las
reconstrucciones legales. Los sistemas legales tienen características que hacen que los
diferentes operadores generen unas ideas y narrativas que responden a las necesidades de
mismo sistema. Es así como se genera una “conciencia legal”, en los términos de Duncan
Kennedy (1975 ), que puede ser definida como una manera en que los operadores entienden
las diferentes reglas, argumentos y teorías propios del funcionamiento del sistema,
respondiendo a los objetivos e ideales del mismo. Así, lo que sucede es que los diferentes
operadores no se detienen a indagar sobre los contenidos o el funcionamiento de los
elementos dentro del sistema, sino que por el contrario los conflictos o dudas que puedan
surgir respecto a estos elementos se resuelven sin mayores dificultades, acudiendo a
estructuras de pensamiento social y de acción del mismo sistema. Se genera una
“conciencia” que evita cuestionar constantemente aquello que compone el sistema y por
ello los operadores hacen uso del mismo sin preguntarse realmente qué es aquello que
subyace a las diferentes reglas, argumentos y teorías jurídicas. Para explicar mejor este tipo
de “acción sistémica”, en los términos de Kennedy (1975), es útil presentar un ejemplo
sencillo. Un ciudadano X desea votar en las elecciones para la alcaldía de su ciudad. Tiene
su cédula debidamente registrada en el puesto de votación, pero cuando se acerca para
ejercer su derecho al voto, le es impedido de manera arbitraria por uno de los jurados de
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votación. Ante esta situación el ciudadano X alega que se le está vulnerando su derecho y
cuando el jurado de votación le pregunta de dónde surge este derecho, él naturalmente
alega que es un derecho consagrado en la Constitución Política y que como ciudadano éste
no puede ser restringido su derecho a ejercerlo. Este ejemplo, por trivial que pueda parecer
ilustra claramente la manera en que el sistema jurídico es autosuficiente y acude a él mismo
para legitimarse. El ciudadano X argumentó que siendo ciudadano podía ejercer su derecho,
y que este se encontraba consagrado en la Constitución Política, pero en ningún momento
se cuestiona su derecho al voto. Surge en él una conciencia que le permite argumentar con
base en premisas que surgen de subsistemas del sistema jurídico, y no se pregunta siquiera
por qué tiene derecho a votar, o por qué nadie puede impedirle este derecho sin una justa
causa. En todo su actuar se apoya en axiomas que proporciona el sistema mismo, sin
cuestionarlo en ningún momento. Así el sistema acude a subsistemas dentro del mismo que
hacen que éste se mantenga estructurado y no genere problemas de incongruencia que lo
deslegitimen (Kennedy, 1975).
Según Kennedy (1975) esa capacidad de generar una conciencia en los operadores del
sistema, para que no sea necesario acudir a otros mecanismos para solucionar conflictos, es
una característica de los sistemas jurídicos que genera diversos efectos. En primera
instancia, hace que para los practicantes legales el proceso de operacionalización sea un
proceso mecánico que no es analizado o cuestionado. En segunda instancia, la “conciencia
legal” hace que los operadores del sistema adquieran gran importancia e influencia en la
vida social, de modo que sus determinaciones repercuten constantemente en el
ordenamiento de la comunidad. Por lo anterior, el sistema jurídico internaliza en la
conciencia de los individuos (sean o no operadores legales) diferentes reglas, argumentos,
teorías y decisiones sin tener que argumentar o justificar aquello que subyace a éstas,
ocultando las verdaderas razones que las justifican o las motivan.
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Pero el gran problema al que se enfrenta el investigador con esta manera de operacionalizar
conceptos propia de los sistemas jurídicos, es que algunas veces las diferentes ideologías
políticas se apropian de la Ley para legitimarse y por ello llenan con sus contenidos los
conceptos jurídicos en consonancia con sus necesidades (Horwitz, 1987). Así lo que sucede
es que con el fin de la legitimación se crean narrativas jurídicas que identifican verdades
que justifican la implementación de ciertas instituciones. En el mismo sentido Aletta
Norval (2000) señala que las ideologías tienen la capacidad de socavar los constructos
sociales de modo que estos se adaptan a las ideologías, llenándose de contenido político
conceptos que antes estaban vacios. Entonces, para Norval (2000) es necesario entender
que los conceptos que se pueden extraer gracias a una reconstrucción histórica son
finalmente constructos que son el producto de la competencia de fuerzas políticas que les
han dado contenido. Al definir el contenido del concepto lo que se logra es limitar su
significado, de modo que el concepto ha sido adaptado respondiendo a las necesidades de la
ideología. Un ejemplo que ilustra lo anterior es la manera como se ha llenado de contenido
el concepto de soberanía nacional en diferentes momentos históricos. Es a partir de la
soberanía nacional que se desarrollan las diferentes revoluciones que llevaron a la
consolidación de los diferentes Estados. La soberanía nacional fue adoptada por
revolucionarios burgueses del siglo XVII y XVIII (ingleses, estadounidenses y franceses)
para superar el modelo absolutista. Sin embargo, también fue adoptada por movimientos
nacionalistas que concluyeron con movimientos colonialistas, o inclusive con el
surgimiento de la Alemania Nazi y la Rusia de Stalin (Negri y Hardt, 2001; 123-135). Sin
embargo, es evidente que cada uno de estos grupos comprendía de manera muy diferente
aquello que constituía la soberanía nacional. Cada vez que el concepto era utilizado como
legitimador se llenaba de contenido, el cual sin lugar a dudas respondía a las necesidades
del Estado que estaba por consolidarse. Por ello, para entender un concepto será necesario
estudiar que es aquello que se oculta detrás del mismo y le da significado.
14
Ahora bien, en lo que tiene relación con el uso de la historia por el Derecho, Robert Gordon
(1984) advierte que tradicionalmente ésta ha servido como herramienta conservadora que
impide las modificaciones del statu quo apelando a la continuidad o la tradición. Así la
historia en el Derecho, en su uso tradicional, presenta narrativas, suponiendo que existe un
proceso natural de evolución en las sociedades que explica los cambios o flujos naturales
del sistema jurídico. Por ello la adopción de instituciones jurídicas, se justifica por estos
flujos naturales del sistema que responde a las realidades de la sociedad. Se propone
entonces que para superar esta visión dominante de la manera de usar la historia por el
Derecho, se tiene que identificar los deseos e intereses que se ocultan detrás de los procesos
sociales que son objeto de estudio. En este sentido Gordon (1984) coincide con Norval
(2000) y Horwitz (1987) en la necesidad de observar los contenidos de las instituciones
jurídicas, por la práctica común de llenar de ideología sus contenidos, para evitar que las
reconstrucciones históricas sean, como tradicionalmente han sido conservadoras y acríticas.
En consonancia con lo anterior, para el caso de los conceptos y las instituciones jurídicas es
necesario realizar reconstrucciones que permitan identificar todos estos elementos
ideológicos que llenan de contenido el concepto o la institución. Coincidiendo con Gordon
(1984), González (2007) señala que las tradicionales reconstrucciones históricas se
concentran fundamentalmente en la historia como herramienta por medio de la cual se
puede encontrar la verdad y por ello estos trabajos han sido utilizados para mostrar cómo
ciertas categorías o soluciones jurídicas han estado siempre presentes en sociedades
consideradas como “civilizadas”. Lo que desconocen es que esas categorías o soluciones
surgen de conceptos llenos de contenidos políticos que han sido interiorizados en la
“conciencia jurídica” de los operadores ocultando esos contenidos. Así pues, lo que sucede
es que se legitiman las instituciones jurídicas gracias a esas verdades que surgen
naturalmente gracias al uso de la historia. Otro aspecto fundamental es entender, como lo
advierten Horwitz o Norval, que los conceptos que se pueden encontrar gracias a una
reconstrucción histórica, usualmente acallan narrativas distintas del proceso de adopción de
15
estas instituciones jurídicas. Es por esto que las tradicionales reconstrucciones deben ser
revaluadas pues desde estas perspectivas tradicionales la historia se presenta como una
forma neutral para describir lo que realmente pasó (sin que esto sea necesariamente cierto)
o como una forma de impedir el cambio dentro de las sociedades (González, 2007).
Por ello, para los objetivos de este trabajo, será necesario entender que las razones reales o
justificaciones lógicas que explican por qué el Consejo de Estado se adoptó en el sistema
jurídico colombiano no son suficientes para explicar el proceso en que se consolidó la
institución jurídica a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Por el contrario,
detrás de expresiones de académicos colombianos como “la necesidad de la adopción del
Consejo de Estado” o “la evolución lógica de un sistema dualista” o de eminentes políticos
como José María Samper que señaló en el siglo XIX “la conveniencia de crear un Consejo
de Estado, entidad respetabilísima y fecunda (...) como elemento de buen gobierno y
administración legal prudente” (Goméz Naranjo, 1934) se esconden contenidos políticos
que son las razones que en realidad explican por qué se adoptó la institución jurídica. Se
propone pues, contar una nueva narrativa, que no acalle esos contenidos políticos detrás de
la adopción del Consejo de Estado en el sistema jurídico colombiano. Por ello para
proceder con la presente investigación es necesario contextualizar el momento político que
se vivía en el periodo estudiado para entender cuáles eran las ideologías presentes, y cómo
éstas llenaron de contenido político la adopción de la institución jurídica. Adopción que
hoy se enseña por la doctrina tradicional como un proceso neutral libre de todo tipo de
contenidos políticos que era evidente, lógica y necesaria para el desarrollo del sistema
jurídico colombiano.
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El periodo que abarca el estudio y comprende el final de siglo XIX y el comienzo del siglo
XX fue un momento particularmente importante en la historia colombiana. No sólo durante
este periodo se dan eventos tan significativos para el país como la entrada en vigor de la
Constitución de 1886, la pérdida de Panamá, la Guerra de los Mil Días, o el despegue de la
economía cafetera (Palacios, 2002 ) sino que también se presentan significativas reformas
en la estructura del Estado como el cambio del federalismo al centralismo, el
establecimiento de un modelo presidencialista o la institución del principio de
representación garantizada de la minoría. Estas múltiples reformas y la coyuntura política
del momento será fundamental en el desarrollo del Consejo de Estado durante los años que
abarca el estudio.
Para realizar una reconstrucción histórica del periodo, lo primero que debe señalarse es que
el proyecto radical liberal que había tenido su auge a partir de 1853 es finalmente derrotado
en la penúltima década del siglo XIX. Diversos factores son responsables de la derrota de la
república radical, sin embargo los excesos de las administraciones liberales en relación con
la iglesia, el federalismo a ultranza con importantes repercusiones en el orden público, y las
crecientes dudas a propósito del modelo económico pueden ser citados como los más
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importantes para la derrota de este proyecto político (Bushnell, 2006). Es así como en
respuesta al radicalismo nace el proyecto regenerador que llegaría al poder en 1880 con
Rafael Núñez. Sin embargo, no es sino hasta la victoria frente a la revuelta radical de 1885
que Núñez reúne los pretextos necesarios para iniciar la reforma política que daría origen a
la Constitución de 1886. Para algunos autores esta Constitución respondía a la necesidad
de la unificación nacional en todos los campos de la vida social, y por ello se presenta una
centralización política y legal que se contraponía al federalismo del periodo anterior (Nieto
Arteta, 1970). Quizás Nieto Arteta, es poco objetivo en la afirmación anterior pero lo que es
innegable es que se hallan por lo menos dos repercusiones tangibles del federalismo en la
vida cotidiana: primero, existen múltiples revueltas que ni el Gobierno central ni los estados
fueron capaces de controlar; y segundo, la variedad entre las legislaciones de cada estado
generaba dificultades en todos los ámbitos de la vida cotidiana y presentaba serias trabas a
la economía nacional. Por ello el modelo de la Regeneración veía en el centralismo un pilar
para el desarrollo del Estado. Ese centralismo le dio mayor acción al gobierno central y
permitió que éste controlara con mayor eficacia el orden público, unificara la legislación
nacional y acabara con trabas al comercio entre estados con medidas como la expedición
del papel moneda nacional (Torres Garcia, 1945). Pero la Regeneración y su centralismo
también generarían un problema de participación política de la oposición, peor aún que la
exclusión que se hizo a los conservadores durante la república radical (Bushnell, 2006;
206). A los liberales se les negó la posibilidad de ocupar cargos ejecutivos de cualquier
nivel, y este partido político sólo pudo elegir dos miembros de la Cámara de Representantes
entre 1896 y 1904, a pesar de que sin duda habría podido obtener más curules si las
elecciones se hubieran desarrollado de otra manera (Bushnell, 2006).
Se puede afirmar que si bien el proyecto regenerador fue beneficioso en diversos sentidos
en cierta medida incitó también dos hechos desafortunados que fueron la pérdida de
Panamá y la Guerra de los Mil Días. De este modo, sin ahondar mucho en el tema, estos
dos hechos pueden atribuirse a la imposibilidad de la oposición para participar en política,
18
todo en virtud a la exclusión que habían generado los conservadores (Martínez Carreño,
1999). Adicionalmente la innovación del papel moneda trajo consigo el periodo de las
grandes emisiones, fundamentalmente como mecanismo para financiar los requerimientos
del Ejecutivo, que tuvo considerables efectos negativos en la economía nacional (Torres
Garcia, 1945). Así, lo que se observa es que si bien en el periodo de la Regeneración el
centralismo intentó proporcionar soluciones a aquellos factores que habían ocasionado la
caída de la república radical, no resultó ser la solución esperada y de cierta manera ahondó
la crisis del Estado.
Gracias a estas dificultades del proyecto político y a los efectos que habían generado en el
contexto político y económico la opinión nacional la Guerra de los Mil Días y la pérdida de
Panamá, el país entró en una grave crisis que dejaba una única conclusión, el país no podía
ser gobernado en paz cuando uno de los dos partidos era totalmente excluido del poder y
estaba sujeto al acoso intermitente (Bushnell, 2006).
ejecutivo (Bushnell, 2006). Una de esas instituciones que incomodaban al ejecutivo sería
justamente el Consejo de Estado, abolido por el Acto Modificatorio de la Constitución de
1905, pero éste será un tema que se desarrollará posteriormente en otro capítulo (Goméz
Naranjo, 1934).
El cierre del Congreso y la abolición del Consejo de Estado, dejaba en evidencia que el
centralismo en Colombia le había dado a Reyes, un control desmesurado, generando un
desequilibrio entre el balance de los poderes públicos. Esto generaría reiteradas
inconformidades en diversos sectores de la sociedad, ya que el país no estaba acostumbrado
a admitir gobiernos autoritarios o dictaduras. Lo que en un principio había sido presentado
como un conjunto de medidas transitorias, pronto dejó de serlo y fue evidente para los
colombianos que las modificaciones que Reyes había introducido se convertían en
permanentes otorgando al General poderes absolutos e indefinidos (Correa Uribe, 1996).
Los primeros que expresaron su inconformismo con el gobierno de Reyes, fue la facción
histórica del conservatismo que alegaba que las violaciones del dictador a los principios
republicanos eran intolerables (Bergquist, 1981). Posteriormente se uniría a este reclamo el
resto de la clase política colombiana, incluyendo a los liberales, que en un principio habían
apoyado a Reyes fundamentalmente por las garantías que brindaba a la oposición política
(Palacios, 2003).
Otro producto de la Unión Republicana fue la reforma constitucional con que se inició el
periodo. Fue a través de esta reforma que se instituyeron los cambios que intentaban
remediar los factores que habían incidido en la caída del régimen anterior, como era
tradicional en la política colombiana. Fue allí donde se consagraron las diversas
modificaciones que edificaban el modelo político económico y social propuesto por la
Unión. A largo plazo esta reforma a la Carta tendría dos efectos fundamentales para la
institucionalidad colombiana. El primero, es que se fortaleció al presidente frente a la clase
21
política al ponerlo en relación más estrecha con los electorados. Esto se logró gracias a
diversas reformas como la reducción del periodo presidencial de seis a cuatro años, la
elección directa del presidente, la prohibición para la emisión descontrolada de papel
moneda nacional, la prohibición de la reelección inmediata y la abolición de la
vicepresidencia. El segundo efecto se produjo al introducir la designación directa o
indirecta de magistrados y jueces por parte de los cuerpos legislativos. Esta reforma,
encaminada también a restarle autoridad al presidente terminó politizando el poder judicial
y lo convirtió en botín partidista (Palacios, 2003). La politización del judicial se explica en
la medida en que la designación de magistrados y jueces se convirtió en favores políticos
que podían ser negociados. Por ello se retribuían favores políticos a través de
nombramientos. Pero otro efecto de esto es que la conformación de las altas Cortes
dependía de la disputa política que se había dado en el Congreso y ello afectaba
indirectamente los fallos de estos tribunales. Por ejemplo, cuando la mayoría del Congreso
era conservadora y este era el movimiento político dominante, los magistrados elegidos
eran inevitablemente cercanos al conservatismo y esta afinidad política se puede ver
reflejada en sus fallos3.
Basta para concluir esta contextualización histórica hacer referencia a un fenómeno que se
presentó durante este periodo histórico y fue el afán de introducir el republicanismo, muy
del estilo francés a la sociedad colombiana. Para ello es necesario explicar brevemente en
qué consiste este movimiento político. El republicanismo había surgido en Francia con
posterioridad a la Revolución de 1789, y consistía fundamentalmente en pasar la soberanía
del Rey y del reino a la República soberana, que es finalmente el Estado-nación (Chabot,
2001). Tal como lo explica Jean Luc Chabot (2001; 211-218), para realizar esta transición
3
Un ejemplo de esta politización judicial se retrata en el libro del Jorge González Jácome (2007) donde se propone el
surgimiento de la casación y la justicia en términos de la conveniencia para el proyecto político-ideológico del
movimiento regenerador.
22
y consolidar este tipo de Estado, lo que se hace es generar toda una cultura revolucionaria
que se exterioriza por los símbolos, las denominaciones, las fiestas y celebraciones de
modo que se gneera un culto a la República. Así lo que se logra es generar nuevos simbolos
en los que los ciudadanos sienten representada la República. Chabot (2001), expone como
por ejemplo, el Repúblicanismo francés, se preocupó por modificar los nombres de
instituciones y monumentos para que no fueran asímilados con el Ancien Régime, sino para
que se asimilaran a la nueva República. En Colombia, se puede observar que también
algunos sectores políticos (fundamentalmente las élites antioqueñas independientemente del
partído) intentaron presentar un proyecto civilizatorio y de cierta manera ese
republicanismo francés era el modelo que inspiró el esquema polítco que intentaban
implementar (Correa Uribe, 1996; 18). Este movimiento político en el que se puede
identificar una facción histórica del conservatismo, que proclamaban ante todo el respeto
por los derechos civiles y políticos y por ello se habían presentado a finales del siglo XIX
como opositores del movimiento regenerador que para ellos no permitía el desarrollo de la
República colombiana (Correa Uribe, 1996: 28-41). Pero estos republicanistas no sólo se
intentaron importar instituciones jurídicas largas, duraderas, visibles en la conciencia de los
ciudadanos del sistema jurídico francés, sino que también se importaron otros aspectos
simbólicos republicanos de contenido cultural, como por ejemplo la arquitectura, todo con
el afán de generar en la conciencia de los colombianos ese culto a la República del que
habla Chabot (2001). Este republicanismo alcanza su culmen durante la Unión Republicana
y con la reforma constitucional de 1910 introduce los principios republicanos que la
Constitución de 1886 no contemplaba4.
4
Por ejemplo tal como explica Chabot el elemento esencial del republicanismo es que la soberanía del Estado reside
justamente en el colectivo de la Nación (Chabot, 2001; 215), y por el contrario la Carta Política de 1886, no tiene en
cuenta el concepto de soberanía popular sino que en ella “la soberanía nacional es la alternativa a la autonomía de los
Estados federales, pero no el reconocimiento de la prerrogativa del individuo y la comunidad para el ejercicio del poder
(Galvis Ortiz, 1986; 226-227).
23
Esta breve contextualización del periodo histórico ilustra cuáles fueron los debates más
importantes que estuvieron vigentes al final del siglo XIX y comienzos del siglo XX en
Colombia. También señala cuáles son los regímenes que controlaron el poder político
durante este periodo de modo que se puede dividir en tres momentos históricos particulares
que son La Regeneración, el Quinquenio de Reyes y la Unión Republicana. Es en cada uno
de estos momentos históricos que se estudiará la evolución del Consejo de Estado
prestando especial atención a la manera como las diferentes ideologías dominantes de la
política nacional se apropian del contenido de la institución en cada uno de estos periodos.
24
composición sería fundamental para llevar a cabo los fines asignados. La Constitución en
su artículo 136, señalaba que lo integrarían siete individuos: el Vicepresidente de la
República, que lo presidía, y seis Vocales nombrados, dos por el Senado, dos por la Cámara
de Representantes y dos por el Presidente de la República. Así pues, con esta estructura el
Consejo de Estado se convertía en un foro de debate donde las el poder legislativo y el
ejecutivo se podían hacer presentes. Es por esto que la institución tenía un atractivo para las
diferentes posiciones políticas que se encontraban en disputa en la época, en especial
teniendo en cuenta que era una institución que estaba pensada para estar en constante
diálogo e interacción con el ejecutivo. No sobra mencionar, para darle más fuerza a la
anterior afirmación que tradicionalmente, los Consejos de Estado como cuerpos consultivos
se habían comportado como interlocutores del sistema jurídico con la capacidad de llamar
la atención a los jefes de gobierno (Consejo de Estado de Francia, Consejo de Estado de
Colombia y Consejo Superior de la Judicatura de Colombia, 1999). Por ello, para satisfacer
los fines regeneracionistas el Consejo, tenía entre sus miembros un número significativo de
consejeros cercanos al ejecutivo de modo que no era tan fácil que la institución
controvirtiera las actuaciones del jefe de Estado.
este sentido no podía ser usado por otras fuerzas políticas como contrapeso para el
presidencialismo que se pretendía establecer5.
Otra labor encomendada al Consejo de Estado era la de preparar los proyectos de Ley y los
códigos que debían presentarse a las Cámaras, lo mismo que la de proponer las reformas
convenientes en todos los ramos de la legislación. Como se señaló en la contextualización
histórica, uno de las tareas principales de la Regeneración era justamente unificar la
legislación nacional. Desde la perspectiva del proyecto regenerador asignar a esta
institución esta función era asegurarse que una institución cercana al poder central
propusiera la codificación necesaria para unificar la legislación nacional. En este aspecto, el
Consejo jugaba un papel programático, como primera instancia desde donde iban a surgir
las leyes necesarias para lograr unificación legislativa que tanto requería y añoraba la
Regeneración (Goméz Naranjo, 1934; 20)6.
5
Prueba de ello es que la ley 149 de 1888 determinó que los miembros del Consejo tenían derecho a concurrir a las
sesiones públicas de las Cámaras (del Congreso) pero no podían tomar parte en las discusiones sino aquellos de sus
miembros que hubieran sido designados por el Consejo mismo cuando la Cámara hubiese citado a la institución al debate.
Así mismo, en los artículos 98 y siguientes se señalaron las atribuciones del Consejo de acuerdo con la Constitución de
1886, determinando por ejemplo que los conceptos del Consejo no eran obligatorios para el Gobierno, excepto cuando se
trataba de la conmutación de la pena de muerte (Goméz Naranjo, 1934; 19-69).
6
Es importante señalar que para la Regeneración, la Ley funciona como instrumento para el ejercicio de poder del Estado,
y por esto que la Ley tiene tal importancia en el carácter filosófico de la Constitución de 1886, siempre que frente a la
sociedad establece posibilidades y límites cumpliendo una función pedagógica y, a su vez, muestra el carácter represivo
del poder del Estado (Galvis Ortiz, 1986; 215)
27
excepcionales para decidir las cuestiones administrativas que por su naturaleza se vuelven
contenciosas, y los conflictos surgidos entre las entidades y los empleados públicos y los
particulares. Para la Regeneración tenía especial interés en esta labor siempre que uno de
los rezagos que pretendía superar era el federalismo político y jurídico. Al intentar crear un
tribunal de cierre de una jurisdicción lo que se pretendía la Regeneración era dar vida a una
institución centralizada jerárquicamente superior, que tenía la posibilidad de revisar los
diferentes fallos judiciales que se daban en todas las regiones7. Con ello este movimiento
político lograba fundamentalmente dos objetivos cardinales. El primero era unificar la
jurisprudencia nacional, superando los estragos de un federalismo legal que tenía como
consecuencia una multiplicidad de sistemas jurídicos cada uno para cada estado federal. El
segundo consistía en hacer calar el proyecto regenerador protegiendo la finalidad política
que este defendía. Sin embargo, en el caso del Consejo de Estado existe una peculiaridad
que llama profundamente la atención, y es que justamente para este momento histórico el
sistema jurídico colombiano era todavía un sistema monista y por ello la jurisdicción
contencioso administrativa no existía. Así no se presentaba una división de competencias
entre los tribunales que permitiera el funcionamiento de dos jurisdicciones independientes y
diferentes dependiendo de la materia de los litigios. Posteriormente, la Ley 23 de 1886
desarrolló las funciones establecidas por la Constitución definiendo que el Consejo de
Estado no ejercería las labores de tribunal contencioso mientras no se creara expresamente
la jurisdicción contencioso administrativa. Con ello se corregía la incongruencia presentada
formalmente, pero sigue quedando en duda por qué es necesario un Consejo de Estado sin
un sistema dualista.
7
De manera similar lo había hecho al introducir el Recurso Extraordinario de Casación tal como lo señala Jorge González
Jácome en su libro “Entre la Ley la Constitución: Una introducción histórica a la función institucional de la Corte
Suprema de Justicia, 1886-1915”.
28
4.2 ¿Una explicación lógica? Conclusiones del periodo entre 1886 y 1904
Sin embargo, antes de concluir con este primer periodo de estudio es necesario rescatar un
hecho que se empezó a evidenciar en estos primeros años del resurgimiento del Consejo de
Estado. Aunque los centralistas habían tenido en cuenta que esta institución jurídica
generaba un nuevo espacio de diálogo con el ejecutivo al parecer no entendieron las
dimensiones de esta situación. Lo que terminó sucediendo fue que al generar este nuevo
foro de discusión se creó una situación de hecho donde otros poderes políticos podrían
restar autonomía y capacidad de acción al presidente de la república. Si bien es cierto que
existe una diferencia entre el centralismo político y los poderes presidenciales, el hecho de
30
disminuir los segundos en cierto sentido contraría el actor fundamental del centralismo
político que es finalmente el ejecutivo. Por ello se puede entender que terminó siendo un
hecho que contrarió a los regeneracionistas que favorecían el centralismo político. Éste será
un factor fundamental para entender la posterior evolución del Consejo de Estado en los
dos periodos que será estudiado, siempre que ese nuevo foro permitirá que otras fuerzas
ajenas al conservatismo regeneracionista intenten a través del Consejo de Estado, servir de
dique al poder presidencialista.
31
El proyecto regenerador había triunfado. Para 1904 la idea de un modelo político federalista
estaba desechada por las diferentes tendencias políticas colombianas. Existía además una
Constitución que instauraba un modelo centralista, con un ejecutivo fuerte a la cabeza. Se
había dado el proceso de unificación legislativa y jurisprudencial gracias a la codificación
de finales del siglo XIX colombiano y a la implementación de recursos como el de casación
que aseguraban una unificación jurisprudencial que se guiara por el modelo
regeneracionista y los principios que éste implementaba. Sin embargo, el país se encontraba
en una profunda crisis. El proyecto regenerador había sin duda alguna solucionado algunos
problemas de la sociedad colombiana, pero también había generado una exclusión política
que puede explicar fenómenos como la Guerra de los Mil Días y la pérdida de Panamá.
Estos dos hechos habían minado la confianza de los colombianos en el modelo
regeneracionista por cuanto las dimensiones de sus efectos eran demasiado considerables
para ser pasados por alto. Tal como se mencionó anteriormente la exclusión política al
parecer socavaba las posibilidades de alcanzar la paz en Colombia. Por ello, a partir de
1904 se empezó a generar una transición en las diferentes instituciones colombianas, y el
Consejo de Estado iba a ser una de las más afectadas por estos cambios institucionales.
32
Pero en este año la institución empieza a afrontar una crisis por cuanto su desempeño
empezaba a generar recelo entre diferentes instancias política dentro del gobierno, por
cuanto la institución parecía más cercana a la ideología republicana. Ideología republicana
que sin duda alguna era el mayor foco de oposición de reyes, y se expresaba
33
Habíamos oído también decir en las aulas, por boca de eminentes profesores,
que el Consejo de Estado es una institución necesaria en todo país regido por
principios centralistas, y que esa necesidad se hace más palmaria a medida que el
sistema unitario vaya extremándose, para establecer justo contrabalanceo a la
autoridad ejecutiva. Abriendo entonces la Constitución que estudiábamos, vimos
que el restablecimiento del Consejo de Estado obedecía a la doble mira de asesorar
al Gobierno en materias gravísimas y oponer un dique a la extralimitación de sus
funciones en ciertos puntos de interés general y aun de propio decoro. La
composición misma del Consejo de Estado lo ponía a cubierto de intrigas y
opresiones; las labores que se le encomendaban eran de la mayor importancia, y a
las cuales ni el Gobierno ni el Congreso podían dedicarse con provechosa
parsimonia; el dictamen decisivo en ciertos casos era una garantía de acierto en
asuntos trascendentales, y también un dique a las usurpaciones del poder en asuntos
fiscales y de orden público. Como cuerpo consultivo, era el mejor auxiliar para el
Gobierno, que podía dejar a su estudio la resolución de graves problemas en todos
los ramos de administración; la convocatoria del Congreso a sesiones
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Del anterior discurso, sin desconocer que el interlocutor tiene una posición parcializada, se
torna evidente que el Gobierno se mostraba incapaz de justificar la clausura del Consejo de
Estado, y que por lo menos éste desempeñaba a cabalidad las funciones que le habían sido
asignadas.
Respecto al trámite del acto legislativo que terminó con el Consejo de Estado también se
evidencian particularidades. Para los conservadores regeneracionistas, que tenían aún
absoluta hegemonía en el Congreso, el desempeño de las funciones y la nueva situación en
la cual el Consejo se convertía en una traba para el ejecutivo era suficiente motivo para
justificar la clausura de la institución. Así pues, se llevó el proceso de reforma
constitucional en un foro dominado por regeneracionistas, de modo que se aseguraba la
primacía del modelo centralismo de estructura del Estado. La comisión donde se tramitó el
Acto reformatorio número 10, tenía sólo un miembro liberal que se mantuvo en silencio y
se abstuvo de votar cuando se aprobó la supresión de la institución jurídica por unanimidad
de votos. Así la posibilidad para que opositores del ejecutivo se pronunciaran y abogaran
por la subsistencia del Consejo como espacio para controlar al ejecutivo fue nula, y por
todo ello sin mayores argumentos que lo justificaran se dio fin al Consejo de Estado
durante el Quinquenio de Reyes. Así pues, este Acto Reformatorio número 10 permitiría
que Reyes adquiriera los poderes que requería para dar inicio al Quinquenio, y proclamarse
37
dictador contrariando a sus opositores republicanos, tal como lo señala Fernando Correa
Uribe:
5.3 El Consejo un inconveniente ejecutivo, conclusiones del periodo entre 1904 y 1909
Tras recopilar lo sucedido durante este periodo es posible llegar a algunas conclusiones. En
primer lugar se puede evidenciar que para 1904 el Consejo de Estado ya estaba realizando
todas las funciones que le habían sido encomendadas por la Constitución Política. Inclusive
finalmente había adquirido la condición de órgano jurisdiccional encargado de los temas
propios de la jurisdicción contencioso administrativa. Por lo anterior es posible afirmar que
era una institución jurídica que funcionaba de manera acertada, tal como lo habían señalado
autores que revisaron el periodo. Sin embargo, surge entonces en el seno del discurso
político del periodo una nueva intención de suprimir la institución jurídica. Es importante
señalar que este deseo surgía desde el ejecutivo que fue el que promovió la reforma
constitucional que llevaría a la clausura del Consejo. Así mismo, no se encuentran razones
distintas a la necesidad de reducir el gasto burocrático que puedan justificar el cierre del
Consejo en 1905, excepto quizás la que se ha propuesto a lo largo de este capítulo que es
que el Consejo se había convertido en una traba para el ejecutivo y por esto los centralistas
deseaban clausurarlo, pero además el Consejo era también una institución propia del
modelo republicano que los opositores de Reyes pretendían instaurar.Como ya se señaló en
la contextualización histórica los opositores de Reyes eran fundamentalmente republicanos
38
de los dos partidos políticos (varios conservadores históricos antioqueños) que intentaban
hacer calar los principios republicanos en el país, en contraposición al modelo ideológico
que el Quinquenio pretendía implementar (Correa Uribe, 1996; ).
Esta idea adquiere aún más fuerza si se tienen en cuenta algunos sucesos históricos que se
dieron en este momento. Reyes intentaba fortalecerse en el ejecutivo y eliminaba las
diferentes instituciones públicas siempre que se interpusieran a las necesidades del
ejecutivo. No en vano había dejado aparte al Congreso, y cada vez más bogaba por un
centralismo desaforado donde todas las funciones públicas recaían en una cabeza, el
ejecutivo. Eliminando el Consejo de Estado el presidente tenía entonces total autonomía
para decretar la turbación del orden público, y con ello disponía de la autoridad para recibir
poderes extraordinarios, tal como lo alegaron los señores Pombo y Guerra al comentar la
reforma constitucional (Goméz Naranjo, 1934). También adquiría control absoluto sobre la
capacidad para conmutar la pena de muerte. Al analizar estas dos potestades no puede
olvidarse que tan sólo dos meses antes de la expedición del Acto Reformatorio, el
presidente había sufrido un intento de asesinato. Así mismo, el presidente adquirió la
potestad para aprobar los tratados internacionales, y efectivamente durante el Quinquenio
se aprobaría el controvertido tratado que aprobaba la indemnización a Colombia por la
pérdida de Panamá sin que existiera un Consejo de Estado con la capacidad para
controvertirlo, aprobación que de generaría gran inconformismo y que conllevaría a la
caída de Rafael Reyes (Uribe Vargas, 1993; Capítulo XV).
impedimento para alcanzar estos objetivos, y una institución que respondía a los opositores
de la dictadura, de modo que se justificaba su clausura. Clausura que se alcanzó sin
mayores disputas o contradicciones por cuanto se aseguró que el trámite de la reforma
pasara siempre por foros donde el ejecutivo ejercía su poder e influencia suficientemente
para acallar otras voces.
40
8
Este proyecto de Ley se convertiría en la Ley 130 de 1910 que establecía la jurisdicción contencioso administrativa y
determinaba que a esta jurisdicción correspondería la revisión de los actos de las corporaciones o empleados
administrativos en ejercicio de sus de sus funciones o con el pretexto de ejercerlas, a petición del Ministerio Público, de
los ciudadanos en general, o de las personas que se crean vulneradas en sus derechos, en los casos y dentro de los límites
dispuestos por la misma Ley (Cajiao Vejarano, 1944 y Goméz Naranjo, 1934).
42
El Congreso de la República continuó con la discusión del proyecto de Ley pero finalmente
las objeciones presentadas por el Ejecutivo triunfaron y el proyecto de ley orgánica se vino
43
al piso. Sin embargo, el argumento del doctor Holguín y Caro caló en el legislativo, y en
1913 el doctor José Vicente Concha, conservador también contradictor del Quinquenio, y
miembro de la facción histórica del conservatismo que apoyaría la Unión Republicana
(Correa Uribe, 1996; 156), presentó el que luego sería el Acto legislativo que en 1914
reviviría definitivamente el Consejo de Estado. Este proyecto fue aprobado sin mayores
inconvenientes y sus ponentes los doctores Pedro Antonio Molina y Lácides Segovia, se
limitaron a expresar los mismos argumentos que Holguín y Caro había presentado en 1911,
inclusive citándolo textualmente durante el segundo debate de aprobación del Acto. Así
finalmente, renació el Consejo de Estado en el sistema jurídico colombiano, con las
características muy similares a las que hoy se le atribuyen.
Es peculiar que todos los políticos que abogaron por el renacer del Consejo de Estado
(fundamentalmente Antonio José Cadavid, Hernando Holguín y Caro y José Vicente
Concha) eran conservadores moderados o históricos que habían sido opositores de Reyes y
su Quinquenio, pero que también habían sido fervientes partidarios del Republicanismo
(Correa Uribe, 1996). Todos se destacaron por contribuir a la caída del dictador, y
particularmente Holguín y Caro y Concha hicieron parte de la Asamblea Constituyente de
1910, que según Ríos (2005) sería la que eliminaría los elementos autoritarios de la
44
Respecto al segundo argumento para la reinstalación del Consejo, se observa que en todos
los debates se arguyó que la ausencia del Consejo llevaba a que el Ejecutivo tomara gastos
innecesarios en contratos y asesorías jurídicas. Así pues, este argumento se puede tomar
desde dos perspectivas, primero se puede observar que detrás del restablecimiento de la
institución jurídica se esconde siempre la intención de atacar al ejecutivo. El segundo
enfoque parece apuntar al tema de la asignación de fondos y empleos en cabeza del
ejecutivo. Al respecto, no es particularmente atrevido apuntar que en un sistema político
como el colombiano tanto a comienzos del siglo XX como en la actualidad la asignación de
fondos y empleos siempre será una importante manera de hacer política, y por ello no es del
todo ilógico suponer que el ejecutivo se negara en un principio a restablecer el Consejo
pues no quería perder esa importante atribución. La anterior afirmación puede ser
controversial, pero el hecho de que el único tema que se debatió en la aprobación de los dos
proyectos (el de Ley orgánica de 1911 y el de Acto legislativo de 1914) fuera este quizás
deja entrever como causaba especial molestia el hecho de que el ejecutivo asignara
arbitrariamente esos empleos y esos fondos. No es el objeto de esta investigación estudiar si
esa asignación era más eficiente en cabeza del Ejecutivo que en los gastos que podría
generar mantener el Consejo de Estado, o si la realidad era la inversa tal como lo argüía
Holguín y Caro, sin embargo es evidente que este era un tema trascendental en el debate
45
sobre el restablecimiento del Consejo de Estado. Tema que de por sí poco se menciona en
las tradicionales reconstrucciones históricas sobre el origen del Consejo de Estado.
sistema estatuye, y que regula las condiciones en que esos órganos pueden disponer la
ejecución de medidas coactivas en situaciones particulares, recurriendo al monopolio de la
fuerza estatal (Nino, 2001), pero en ningún momento se le enseña que puede estar
íntimamente relacionado con fenómenos políticos, o permeado por distintas ideologías
como al parecer sucede en la realidad.
Con este objetivo en mente, es que a lo largo de esta investigación se ha intentado mostrar
que la historia del Consejo de Estado, es una historia donde se puede observar que la
institución y su consolidación en el sistema jurídico colombiano, está más relacionada a
factores políticos o del contexto histórico que a una necesidad del sistema jurídico. Se
presenta una historia que evidentemente muestra nuevas perspectivas diferentes a la
tradicional historia que se relata del origen del Consejo de Estado. Así, desafiando la
reconstrucción tradicional se presenta como durante un primer periodo la adopción de la
institución se puede explicar por el afán del movimiento regeneracionista de introducir sus
cambios en la sociedad a través de diferentes instituciones jurídicas como el Consejo de
Estado o la Corte Suprema de Justicia, asegurando fundamentalmente el centralismo
jurídico y la primacía de un régimen presidencialista, temas fundamentales para la
Regeneración. Pero esta institución pronto dejará de responder a las necesidades
ideológicas de la Regeneración contradiciendo este movimiento político y siendo entonces
adoptada por las facciones republicanas de los dos partidos políticos. Se presenta entonces
un segundo momento donde el Consejo de Estado parecía estar cumpliendo a cabalidad sus
funciones pero contradictoriamente se da nuevamente su clausura, posiblemente no por qué
la institución sea innecesaria sino por qué se convertía en un obstáculo para el ejecutivo,
que veía restringida su capacidad de actuar por las competencias atribuidas a la institución
jurídica. Un ejecutivo que veía en el Consejo de Estado no sólo una traba, sino que más
grave aún veía como se identificaba a la institución más con un contenido ideológico de sus
opositores que con el mismo régimen del Quinquenio. Finalmente, se reconstruye un tercer
periodo donde se observa como reabrir el Consejo, se convierte en un estandarte de una
48
facción histórica del conservatismo, que abogaba por los principios republicanos para la
cuál era fundamental restarle poder al ejecutivo y asegurar el desarrollo de los derechos
civiles y políticos en el país (Correa Uribe, 1996). Para lograr lo anterior este grupo
político tuvo dos tipos de acciones, primero limito el rango de acción del ejecutivo, y
segundo pretendió asegurar el desarrollo de esos derechos civiles y políticos mediante la
creación de instituciones republicanas. Respecto a las limitaciones del poder ejecutivo su
lucha tuvo dos perspectivas, primero atacó la posibilidad de éste para actuar sin mayores
restricciones y segundo limitó la capacidad de asignar recursos y empleos de manera
arbitraria. Así lo que es fundamental entender es que se quiere evidenciar que lejos de una
neutralidad, la decisión de restablecer la institución jurídica es finalmente una disputa
política, entre diferentes actores del momento que veían en la institución la posibilidad de
alcanzar sus objetivos, y no una cuestión de necesidad o lógica. El afán de los actores
políticos del periodo como Holguín y Caro o Concha, se entiende en la medida en que estos
se enfilaban en la facción histórica del conservatismo que entabló una ferviente lucha por el
restablecimiento de los principios republicanos en el país, y en esta medida cuando
finalmente el proyecto republicano triunfa y llega al poder la Unión Republicana, el
Consejo de Estado, vuelve al sistema jurídico colombiano como institución que pretende
perdurar, pero que adicionalmente, expresa en cierto sentido todos ese contenido ideológico
que genera un sentimiento nacional o quizás un culto a la República y al Estado nación, tal
como explica Chabot (2001) que sucedió en Francia con la revolución de 1789.
Surge entonces sólo una cuestión más por discutir a manera de conclusión de esta
investigación y es cuál debe ser la posición frente a la relación entre el Derecho y la
Política. Se ha mostrado que la supuesta neutralidad que se le atribuye al Derecho puede
como en el caso presentado ser falsa, y que finalmente existe un contenido político que
subyace a las instituciones jurídicas explicando su origen y funcionamiento. Lo que se
propone es exponer esa realidad que subyace las instituciones de modo que se entiendan
mejor en su contexto. Que la política permee el Derecho no es algo trágico o indeseable
siempre que finalmente no se puede entender un sistema jurídico abstracto o independiente
de la sociedad que pretende ordenar. Tradicionalmente se presenta una idea que supone que
la Política resta legitimidad y neutralidad al Derecho, pero lo que no se explica es que el
Derecho y los respectivos sistemas jurídicos responden a las necesidades de la sociedad y
por ello comparten el contenido ideológico presente en ésta. Así pues, tal vez sería más
deseable comprender todo aquello que subyace a las instituciones para entender mejor su
origen y funcionamiento. De este modo quizás los operadores del sistema jurídico podrían
comprender mejor el funcionamiento de éste. Así mismo, esta labor permite entender y
discutir esos argumentos vacíos que ocultan otras facetas del sistema jurídico detrás de
expresiones como lo obvio, lo necesario, lo lógico o lo evidente y que poco aportan a la
comprensión de los problemas que pueden subyacer a los debates que se dan en Derecho.
Finalmente, aceptar las inevitables relaciones entre el Derecho y la Política y hacer uso de
la historia para realizar reconstrucciones que no intenten ocultar esa realidad es más sincero
y permite develar características de las instituciones que de otro modo no se mostrarían y
explicar fenómenos que desde las reconstrucciones tradicionales son inexplicables. Por ello
50
se debería incorporar esta metodología a la hora de enseñar el Derecho siempre que las
historias que tradicionalmente se le enseñan al estudiante suelen obviar todas estas
realidades dejando un vacío en su formación como jurista. Vacío que finalmente le impide
comprender en su totalidad el sistema jurídico y sus instituciones y el funcionamiento de
éstas.
51
8. Bibliografía.
Libros:
Aguirre, C. A. (1999). La Escuela de los Annales. Ayer, hoy y mañana. Madrid: Literatura
y Ciencia S.L.
Kennedy, D. (1975 ). Legal Consciousness. En D. Kennedy, The Rise and Fall of Classical
Legal Thought (edición 1998) (págs. 7-36). Documento sin publicar disponible en
http://duncankennedy.net/documents/r%26f_clt/Chapter%201.%20Legal%20Consciousnes
s.pdf.
Lemaitre, E. (1981). Rafael Reyes: Biografía de un gran colombiano. Bogotá D.C.: Banco
de la República.
Martínez Carreño, A. (1999). La Guerra de los Mil Días: Testimonios de sus protagonistas.
Bogotá D.C.: Editorial Planeta.
53
Negri, T. y Hardt M. (2001). Imperio (Capitulo 2.2) . Bogotá D.C.: Desde Abajo.
Torres Garcia, G. (1945). Historia de la Moneda en Colombia. Bogotá D.C.: Imprenta del
Banco de la República.
Artículos Académicos:
Normas:
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