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EL GUAGUA AUCA

En la mitología ecuatoriana, se dice que el Guagua Auca es un demonio creado por el


alma de un niño que nació y murió sin llegar a ser bautizado. Su espectro tétrico se
presenta ante los borrachines que pisan las calles a altas noches de la noche,
asustándoles con un terrible chillido incesante que desespera hasta a la persona más
cuerda.

Los incautos beodos buscan desesperados el origen del chillido hasta que encuentran
de donde aparece. Lo primero que ven es una escena triste, un pobre niño recién
nacido que debe haber sido abandonado por su madre y que lo ha envuelto en una
manta a ver si alguien se hace cargo de él. ¿Quién dejaría a un pobre bebé
abandonado ahí?

Los borrachos, en una muestra de compasión, lo cogen para cuidarlo.


Pero lo cierto es que los pobres son ellos, tan bebidos que están que no van con
precaución. Horas más tarde se dan cuenta del error que han cometido, viendo cómo
el bebé cambia totalmente de fisionomía y el supuesto niño se convierte en un
demonio, protagonista de la peor pesadilla que se os pueda venir a la cabeza.

Dicen que no son pocos los hombres que, tras una noche de juerga ebria, han sido
encontrados muertos y con espumarajos en la boca, víctimas de su encuentra con el
Guagua Auca.
LOS ORÍGENES DE LOS CAÑARIS

Los cañaris eran una etnia que vivía en las actuales provincias de Azuay y de Cañar.
Se cree que su nombre tiene relación con la idea de creer ser descendientes de la
culebra y la guacamaya, dos figuras que tienen importante relevancia en la
cosmovisión de este pueblo y del Ecuador moderno.

Según cuenta la leyenda, en aquellas tierras la diosa Pachamama mandó un diluvio


que cubrió hasta la cima de la montaña más alta. Todo fue destruido a su paso, y solo
dos hermanos sobrevivieron quienes a duras penas consiguieran llegar a una cima
que todavía no estaba cubierta de agua. Tenían la esperanza de que en algún
momento el nivel del agua bajaría, y decidieron esperar ahí.
Pero el agua no bajaba, y no tenían forma humana de conseguir comida con lo que en
cuestión de días empezaron a desfallecer. Pero para su fortuna, y justo cuando
estaban a punto de morir por hambre, los hermanos descubrieron una cueva en la que
había comida. Volvieron al día siguiente y volvió a aparecer comida, como si por arte
de magia se tratara.

No entendían qué era lo que pasaba hasta que un día se dieron cuenta de que dos
mujeres con forma de guacamaya eran las que les dejaban ahí alimentos diariamente.
La belleza de sus plumas y sus siluetas femeninas enamoraron a los dos hermanos,
cuyo amor fue correspondido y con ellas tuvieron muchos hijos. De esos hijos nacerían
otros hijos, quienes serían los primeros pobladores del Cañar.
LA DONCELLA DE PUMAPUNGO

Pumapungo era el destino de descanso preferido por los emperadores


incas. Localizado en la actual Cuenca, en la provincia de Azuay, este lugar estaba
impresionantemente decorado y hoy en día es posible deleitarse con los restos que
todavía quedan del asentamiento, un lugar en el que se dice que se encontraba una
fuente sagrada de uso exclusivo para el emperador.
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Pero la leyenda no se centra en la fuente del inca, sino de sus doncellas. Atendido por
unas mujeres llamadas las Vírgenes del Sol, estas eran criadas desde pequeñas en
distintas artes y habilidades que usaban para entretener a sus emperadores. Una de
estas Vírgenes exclusivas para el emperador incaico se llama Nina, bella y delicada
mujer.

Aunque estaba prohibido para las Vírgenes del Sol que vivían en Pumapungo, Nina
acabó enamorándose de uno de los sacerdotes del templo. Este amor era mutuo,
haciendo que este par se reuniera en las noches de Luna Llena en los jardines del
lugar, mirando las estrellas y disfrutando de la brisa nocturna que, como ruido de
fondo, daba ambiente a la pasión de los dos amantes.

Pero su secreto no duró mucho. Cuando se enteró el emperador, lleno de ira y cólera,
mandó matar al sacerdote como castigo, pero no así a Nina. Nina no fue ejecutada,
pero tampoco fue informada del hecho. De hecho, el emperador inca ordenó que no se
le dijera nada de lo que había sucedido, que siguiera creyendo que su amor estaba
vivo.
La tristemente ignorante Nina seguía acudiendo al lugar que antes era el nido de amor
de ella y su amante. Iba y volvía a ir, pero su amante no acudía a sus encuentros. Un
día, tras llevar ya varios intentos sin éxito, murió de pena al no volver a ver a su
amante. La leyenda cuenta que ella sigue ahí, que en las mismas noches de Luna
Llena que disfrutó del amor de su amante se manifiesta y su lamento se puede
escuchar en las ruinas del lugar.
LA VELETA DE LA CATEDRAL DE QUITO

En tiempos coloniales, Quito era el lugar de residencia de un poderoso caballero lleno


de riquezas, pero que también estaba lleno de orgullo y prepotencia. No tenía reparo
alguno en insultar o menospreciar a todo aquel que se cruzase por su camino, pues se
sentí el hombre más importante del mundo.

Tanto era su desprecio por todo y por todos que, un día volviendo borracho a su lujosa
casa, se detuvo frente la majestuosa veleta en forma de gallo de la catedral de Quito.
Cualquier persona normal se hubiera quedado maravillada ante ese instrumento, pero
él, como no, no pudo evitar soltar barbaridades e insultos:

¡Ese gallo es patético! ¡Menuda broma de gallo! ¡Más que un gallo, parece un pavito
miedoso y ridículo!

Pobre y estúpido cretino porque, para sorpresa del maleducado caballero, el gallo
tomó vida y no le sentaron muy bien las palabras que le soltó. El ave se descolgó de la
veleta para atacarle ferozmente, sin piedad alguna. Las heridas que le hizo al
caballero tiñeron de rojo las caras y elegantes vestiduras de nuestro prepotente
protagonista.

A la mañana siguiente, el caballero despertó en su cama notando el escozor de todas


las marcas de picotazos y sangre coagulada por su cuerpo. Su memoria le fallaba, ¿a
caso fue verdad o producto de su borrachera? No lo recordaba muy bien, pero el daño
en su cuerpo era tan real como dura es una piedra.

Desde entonces se le bajaron un poco los humos y, además, no volvió a atreverse a


pasar por delante de la catedral de Quito.
LA PRINCESA TRISTE DE SANTA ANA

En lo que hoy se conoce como Guayaquil vivía un rey que tenía una gran riqueza en
sus fortalezas. Pese a ser muy rico, no pudo evitar que su hija cayera enferma de una
extraña enfermedad de la que no se encontraba cura.

Un día apareció ante el rey un hechicero, un hombre que se ofreció a curar la salud de
la princesa a cambio de todas las riquezas reales. El rey, a pesar de querer a su hija,
también quería la gran fortuna que poseía, así que le dijo que no. Como resultado de
su negativa, el hechicero se enfadó y lanzó una maldición sobre las tierras que
habitaba el rey, condenando a él y a su pueblo a la desaparición.

Siglos más tarde, con la llegada de los europeos, uno de los expedicionarios
españoles que escalaba uno de los cerros de la zona se encontró con una bella
princesa. La chica le dio dos opciones al joven conquistador: o tomar una hermosa
ciudad llena de oro o casarse con una esposa fiel y devota.

El joven conquistador optó por ser pragmático, escogiendo la ciudad de oro, decisión
que no alegró a la princesa. Enfadada, conjuró una maldición sobre él mientras que el
conquistador, aterrado, empezó a rezarle a la Virgen de Santa Ana para que lo salvara,
cosa que le concedió. Es por este motivo que el cerro donde fue fundada la ciudad de
Guayaquil fue bautizado con el nombre de Santa Ana.
EL DEMONIO DEL BARRANCO

Cuenta una leyenda ecuatoriana que hay un demonio que vive en los barrancos cerca
de los ríos. Su afición es buscar casas que hayan sido construidas en sus bordes,
para tirarlas sobre las aguas del río.

Una noche, el demonio se disfrazó de un apuesto hombre, de trato encantador y


rasgos atractivos que, con la intención de tumbar una casa con todos sus habitantes
dentro, hechizó la familia que ahí vivía para que fueran pronto a dormir.

Hipnotizó a todos, salvo a uno, un niño que logró ocultarse debajo de una silla y huyó
para pedir ayuda a un sacerdote. El cura llegó a tiempo, soltó unos rezos y salvó la
casa y a toda la familia de caer al río.
EL PACTO DE EMILIO ESTRADA CON EL DIABLO

Emilio Estrada fue presidente del consejo municipal de Guayaquil y presidente de la


república por pocos meses. Destacó por servir a su ciudad en el ámbito laboral y
privado.

Intentó servir a su país, pero, después de ganar la presidencia en las elecciones


presidenciales tuvo que declinar al verse muy afectado su estado de salud.

Pero la leyenda se ubica temporalmente en después de su muerte. Se dice que habría


vendido su alma al diablo, sin saber muy bien el por qué. Sea como sea, el presidente
ordenó construir un mausoleo de cobre para impedir que el Diablo se llevara su alma.

El Diablo, enfurecido por no poder satisfacer su pacto, mandó custodiar el mausoleo a


sus demonios y no dejar descansar al presidente Estrada.

Hay quienes dicen que han visto a un hombre elegantemente vestido dando paseos
cerca del mausoleo de Estrada.

Este hombre habla con los viandantes, conversa con quienes esperan el transporte
público e, incluso, se queja del tiempo junto con las personas mayores. Dicen que ese
hombre es el mismísimo ex presidente, que sale a
UMIÑA, LA DIOSA MANTEÑA

Umiña era la hija de una sacerdotisa y un sabio cacique de la región de Manta, en la


costa de Ecuador. La joven era muy reconocida en su pueblo por tener unos ojos
verdes color esmeralda, nada comunes entre los nativos del lugar.

Por desgracia, Umiña presenció con esos mismos ojos el asesinato de su madre y, al
cabo de poco tiempo después, como su padre moría en condiciones un tanto extrañas.
La fortuna no mejoró, puesto que Umiña acabó siendo también asesinada cruelmente
poco después, contando la historia que fue por orden de su madrastra, una bruja que
extrajo su corazón y que se cree que estuvo implicada en la muerte de su padre.

La leyenda dice que el corazón de Umiña se transformó en una hermosa y gran


esmeralda roja y que, al enterarse el pueblo de este milagro, todos los habitantes del
mismo se fueron ahí a venerar la piedra y construir templos en su honor. Dicen que
quienes tocaban la gema veían con gozo y esperanza como todas sus dolencias
sanaban.
ETSA Y EL DEMONIO IWIA

Iwia era un demonio que solía atormentar a la comunidad shuar en la selva. Un día,
este ser devoró a todos los miembros de una familia, a excepción de un pequeño niño
llamado Etsa a quien cogió y se lo llevó a su guarida, criándolo y haciéndole creer el
demonio que él era su padre.

Etsa creció y el demonio le encomendó la tarea de traerle pájaros para poderlos tomar
como postre. El niño cumplió con su misión, hasta que un día se dio cuenta de que ya
no quedaban más aves en el bosque, a excepción de una paloma llamada Yapankam
de la que se hizo amigo.

Esta le contó la historia real, lo que Iwia le había hecho a sus verdaderos padres y le
dijo que la manera de devolver las aves a la selva era introducir plumas en una
cerbatana y soplar. Y así lo hizo Etsa, quien también decidió matar al demonio como
venganza por lo que le hizo a sus padres y liberar a las aves de su yugo.
KUARTAM, EL SAPO

Esta es la historia de un cazador de la cultura shuar, quien se internó en el bosque.

Su esposa, muy preocupada la mujer, le había advertido que no se burlara del sonido
que emitiera un sapo en caso de que se lo encontrara.

Dio la casualidad que el cazador se encontró en su camino con el sapo quien hizo su
peculiar sonido, un croac del que el hombre no pudo evitar reírse e imitar en tono
jocoso. El humano se lo pasaba bien, pero el anfibio no tanto y, enfadado, el sapo se
convirtió en un puma que se comió parte del cuerpo del cazador.

La esposa, al enterarse de lo que había pasado, decidió tomar la justicia por su propia
mano y clamó venganza. Encontró al sapo y lo mató tumbando el árbol en el que se
encontraba. La mujer abrió al animal y pudo recuperar de su interior los restos de su
marido.
NUNKUI Y LA YUCA

Los shuar habían consumido todos los recursos de las tierras que habitaban. La
madre tierra Nunkui quería ayudarles pero, antes, tenía que comprobar si eran
merecedores de facilidades así que ofreció al pueblo a su hija como regalo,
advirtiéndoles que, si cuidaban de ella, les proveería de alimentos de todo tipo. En
cambio, si la maltrataban, el hambre volvería al poblado.

Los shuar aceptaron y vieron como la comida volvía a aparecer a raudales. Sin
embargo, los más jóvenes del poblado no respetaron las advertencias de Nunkui,
puesto que unos niños de la comunidad maltrataron a la niña. La madre tierra,
enfadada, se tragó todos los alimentos y es esta la explicación que dan los de la
comunidad para justificar por que la yuca tiene que ser buscada por debajo de la tierra.
Galápagos

Las islas Galápagos también tiene sus leyendas ecuatorianas; aquí puedes ver un
ejemplo de ello.
EL CRISTO DE LA AGONIA

Cuenta la historia que Miguel de Santiago un famoso pintor indio de la escuela Quiteña
hizo pintar a Jesús en Agonía hasta que cierto día hizo desnudar a uno de sus
alumnos y lo crucificó.
Mientras pintaba le preguntó al alumno sufres, y el le respondio no, cuando segado de
ira lo atravesó con una lanza y continuo con el cuadro, olvidando por completo el dolor
del que agonizaba mientras se decia Bien Miguel, maravilloso maestro, así.

Terminado el hermoso cuadro, desató al joven y esta cayo muerto, sorprendido por
que había hecho huyó del lugar con gran arrepentimiento.

Miguel de Santiago, quedó libre por la hermosura de su obra, pero esta fue la última,
ya que el dolor y su conciencia le impedían volver a pintar.

Esta obra y muchas mas de este famoso pintor de la época colonial son reales y se
encuentran en su mayoría en el museo de la iglesia de San Francisco (Quito) y en el
resto de los museos de la ciudad de Quito.

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