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1.

Conflictos del ámbito afectivo


Es lógico que a lo largo del ciclo vital haya conflictos vinculados al nivel de desarrollo, por ej,
adolescencia es un momento en el desarrollo en el que hay una serie de conflictos que afectan
a la personalidad, a las relaciones con los demás sobre todo con los adultos. De acuerdo con el
temperamento, hay personas en las que la adolescencia les afecta más que a otros.

Los conflictos van asociados a los niveles madurativos y cambios madurativos, esos conflictos
están en relaciones con los adultos y con los iguales. Esos conflictos desaparecen, pero, en
todo caso, los niños necesitan una ayuda para solucionar esos conflictos. En general, esos
conflictos están relacionados con los vínculos (apego) y con la regulación y expresión de las
emociones.

i. Conflicto dependencia/independencia: se ve claramente en alguna ocasión en


la que los niños, junto con los padres, cruzan un paso de cebra y por todos los
medios el adulto quiere que le dé la mano, pero el niño no porque quiere ser
independiente. De igual manera, 10min más tarde y el niño corre. De repente
quiere sentarse en el regazo de la madre. No hay coherencia (en el parque no
hay peligro; sí lo hay al cruzar la calle). Unas veces supone un retroceso
queriendo ayuda y otras, retraso queriendo autonomía. Esto va ligado a un
proceso en la edad de 2-3 años: crisis de oposición (edad del no, negativismo).

Este proceso de crisis de oposición hace referencia a una ambivalencia de esta edad: por un
lado, quieren ser autónomos y por otra está detrás el apego, entonces, de igual manera que
quieren ser independientes quieren desarrollar conductas de apego. Este conflicto se resuelve
cuando supere este estadio, cuando se haga mayor, cuando madure, y lógicamente estos
conflictos generan algo positivo cuando maduran y se resuelven (supone un avance en el
desarrollo). Este conflicto relacionado con el apego supone tensiones con los adultos,
conductas asociadas con la autonomía, pero tb conductas regresivas.

¿Cómo deben actuar los padres? Deben satisfacer sus necesidades en cada momento, es decir,
intentar darle autonomía cuando se pueda y cuando no, no se le da: se le obliga a que sea
dependiente cuando sea necesario por seguridad y se le permitirá dependencia cuando tenga
conductas de apego. Cuando el niño pueda ser autónomo, DEBEMOS concederle esa
autonomía.

Supone un avance. A partir de los 2 años se trabajan mucho los hábitos sociales, de higiene,
vestido, alimentarios… por tanto, debemos conferirle autonomía. Cuando ese niño se ponga
terco, pero haya problemas de seguridad (cruzar la calle), evidentemente, debemos obligarle a
que nos dé la mano.

Es importante marcar las normas: por ej, en el parque es totalmente libre, pero en la calle
tiene que ajustarse a la norma que marque el adulto. Deben ser explicadas por el adulto y
entendidas por los niños.

¿Cuándo se supera este conflicto? Fundamentalmente a partir de los 4 años (va


desapareciendo la crisis de oposición y los niños son cada vez más maduros, autónomos,
independientes. Entonces se resuelve el conflicto de una manera positiva. Supone un avance
madurativo.
ii. Separación de figura de apego: se produce sistemáticamente cuando los niños
que han formalizado el apego se ven privados de esa figura de referencia. Por
diversos motivos (fallecimiento de la figura de apego, proceso de
escolarización -algo coyuntural, que dura poco tiempo, horas y en cuestión de
días asume que no supone una separación tal, solo supone un tiempo alejados
y asimilan que en la escuela van a tener otros apegos-). Esta pérdida del
apego, aunque sea momentánea, va a generar en el niño unas conductas
emocionales que son problemáticas. Por ej, conductas regresivas, conductas
somáticas (fisiológicas que producen situaciones psíquicas: afecta al sueño,
alimentación, estrés emocional…), reacciones emocionales (manifiestan esas
emociones que tienen sensaciones negativas), rechazo hacia los adultos
(aislamiento, huida…).

Se relaciona con el síndrome del hospitalismo: la diferencia está en que la escolarización es


una separación momentánea (generado cuando los niños ya no vuelven a tener apego con el
adulto, se perpetúa en el tiempo, aquí es algo coyuntural, momentáneo. Si no lo fuera, sí se
desarrollaría es síndrome. Tiene 3 fases, que depende la duración de cada una de su
temperamento:

- Protesta: se ven claramente las consecuencias de la pérdida de apego, es cuando la


figura de apego desaparece. En el peor de los casos por un fallecimiento, separación
de los padres… esos primeros días son los peores: son cuando desarrollan las
conductas regresivas, manifiestan las emociones de sensaciones negativas, tienen
conductas somáticas (sueño, alimento, enfermedad). Se aíslan, rechazan a los
cuidadores porque son ajenos, desarrollan conductas huidizas (2-3 días o una semana,
semana y media…).
- Ambivalencia: fase intermedia en la que los niños empiezan a dejar de tener estas
conductas y poco a poco se adaptan y se acercan al adulto, incluso pueden rechazar al
cuidador si hay un apego inseguro, pero en todo caso, van aceptando a los
educadores. Depende mucho de su temperamento y el tipo de apego que tengan (los
niños ambivalentes son los que más sufren).
- Adaptación: no más de 15 días. Desaparecen estas conductas y los niños van forjando
otros vínculos de apego, se interesan por los iguales, se distraen con los juguetes…
empiezan a ver las posibilidades de la escuela y al mismo tiempo que abandonan estas
conductas (regresivas, somáticas) se adaptan poco a poco. No es lo mismo que sea por
escolarización que por un fallecimiento.

Las dos siguientes tienen que ver con el desarrollo emocional, expresión de las emociones.

iii. Celos infantiles: habitual durante la etapa infantil. No podemos comparar los
celos infantiles con los celos que pueden tener los adultos, son diferentes. En
el caso de los niños, los celos son una muestra de malestar emocional porque
consideran de manera real o de forma imaginaria que están siendo privados
de los afectos de las personas con las que han establecido el apego, es decir,
consideran que hay alguien, otra persona, que les está probando de parte del
afecto que antes se les brindaba a ellos. Esto produce un resentimiento
emocional, produce un sentimiento de desasosiego emocional.

Esta situación puede provocar en los niños conductas desadaptadas a su nivel madurativo: va a
plantear comportamientos conductas que no son los esperados. Ej: puede darse una situación
en la que empieza a romper cosas de una forma intencional para llamar la atención y mostrar
su enfado; puede mostrar conductas obsesivas con la persona que le produce el desasosiego
(conductas excesivas); conductas regresivas… lo que muestra con todas estas conductas es
envidia por esa persona que considera que la ha privado de ese afecto que antes tenía en
totalidad.

Causas:

- Reales: cuando nace un niño todo el mundo le presta atención (las visitas le
contemplan, los abuelos, tíos…). Es decir, ese niño ve una situación real: las atenciones
que antes recibía ahora las recibe el otro y por eso siente envidia y resquemor
emocional.
- Imaginarios: pueden dedicarle la misma atención, o más; los abuelos ignorar al recién
nacido… pero esa nueva persona ocupa un lugar.

Da igual que sean reales y tengan un fundamento o que sean imaginarios. Es fruto del
desarrollo madurativo: 2-5 años y luego van desapareciendo. Lo lógico es que con el tiempo
esos celos vayan desapareciendo. Lo lógico es que se niño establezca un apego con el hermano
y esos celos desaparezcan. No obstante, está muy relacionado con el temperamento y hay
niños más proclives a tener celos que otros. Si esto se mantiene en el tiempo, puede generar
problemas de personalidad (si un adulto es muy celoso, es un problema de personalidad, no
del nivel madurativo; los adultos debemos tener capacidades para controlar estas emociones).

Esto genera:

- Resentimiento emocional: tristeza, ira, agresividad (romper cosas, relación que tiene
con el hermano de achuchones para demostrar que lo quiere mucho, aunque en
realidad quiere que desaparezca).
- Aislamiento: siente frustración. Los adultos en este caso deben desarrollar algún tipo
de procedimiento para que se aminoren esos celos y desaparezcan intervenir.

Conductas de los niños asociadas a los celos:

- Inestabilidad emocional: afecta a su día a día (cambios de humor, de conductas sin


justificación, conductas regresivas).
- Conductas desadaptadas (a la situación normal, hace cosas que antes no hacía: romper
cosas, gritar, llorar, manifestar que está triste y no le quiere nadie).
- Conductas agresivas: tanto con los adultos como con el nuevo hermano y muestran
una afectuosidad excesiva.
- Infelicidad (incremento del llano, manifestaciones de tristeza, enfado,
verbalizaciones…).

Siempre pensamos que es del mayor hacia el menor, pero hay casos al revés y esto es peor
porque el mayor se aprovecha para hacerle rabiar al menor. Si son de la misma edad, ocurre lo
mismo: en el caso de mellizos puede haber uno que se cele del otro, aunque sean de la misma
edad (al tener los mismos años, van a generar más conflictos todavía que tendrán que
resolver). En todo caso, el adulto debe tolerar y entender esas situaciones, comprender que es
algo propio del nivel madurativo.
iv. Miedos infantiles: ejemplo de desequilibrio emocional. El miedo es una
emoción que produce un sentimiento negativo y un mecanismo de defensa
porque te pone en alerta en caso de peligro. Se produce como respuesta a un
estímulo que puede ser peligroso. No debemos confundir miedo con fobia: la
fobia es un tipo de miedo irreflexivo, exacerbado, irracional, que no tiene
justificación. Estas fobias, aunque afectan a pocas personas, son muy lesivas.
Implica un tratamiento psiquiátrico y conlleva muchas respuestas fisiológicas,
a nivel motor/corporal. Muchas veces se emplea esta palabra de una manera
inadecuada. Son muy peligrosas para la gente que las padecen y, aunque son
escasas en porcentaje, son muy variadas y lesivas para el día a día.

Los niños, salvo excepciones, lo que tienen son miedos y adaptativos y universales: es muy
habitual que en una determinada edad se tenga miedo a los perros y, además, ese miedo no se
corresponde con el estímulo (un perro que ladra más provoca más miedo, aunque sea
pequeño).

El primero de los miedos es el que se desarrolla a los 6m: a las alturas (fase de reptación y
empiezan a gatear, algo que hacen con soltura a partir de los 7-8m). Si empiezan a gatear, no
están inmóviles en un sitio, se mueven y se pueden caer. La naturaleza nos brinda un “código
genético” que nos hace estar alerta ante peligros del nivel del suelo.

El siguiente miedo que aparece (7-8m): separación, miedo a perder el apego, la protección.

Luego, con 8m, aparece el miedo ante los extraños: aun siendo adultos, en determinados
momentos, nos puede producir respeto y un cierto miedo. Los niños lo tienen inserto en su
código.

12-30m: continúan con los mismos miedos (no duran 1m), de hecho, el miedo a las alturas se
sigue teniendo de adulto (miedo a alturas, separación -que puede permanecer a lo largo de
nuestra vida-…).

3-6años: miedo ante los animales: dado que no tienen experiencias con ellos y los ven como a
un extraño y mucho más si producen un ruido escandaloso; miedo a los ruidos.

Con más de 3-6años, que ya tienen una relación más cercana con el entorno, empiezan a tener
miedos más “abstractos”: miedo a la oscuridad, a determinados protagonistas de cuentos
(brujas, fantasmas, ogros...). Esto se da en todas las culturas y desde el exterior se potencia ese
miedo. Es una mezcla entre la realidad y la fantasía y, en resumen, es un miedo a lo
desconocido.

Depende mucho del temperamento: habrá niños muy miedosos y habrá otros que no lo sean
tanto; unos responden de una forma exagerada a los E del exterior (le temen a “todo) y otros
no se inmutarán frente a esos E.

Desaparecen los miedos cuando el niño va madurando y cuando vaya teniendo experiencias (el
miedo a los perros se acabará viendo continuamente perros y se dará cuenta que analizando al
perro sabes si debes tener miedo o no). Estas experiencias hacen que se vayan perdiendo
estos miedos y después, esas experiencias, hacen que los niños consideren que los fantasmas
son una fantasía (al igual que brujas y monstruos).

¿Cómo se manifiestan los miedos?


No solo cuando está el E presente, sino tb en ausencia del E y fundamentalmente con estados
de ansiedad que se perpetúan fundamentalmente en los sueños (Freud): en los sueños aflora
el subconsciente, lo que nos preocupa, lo que nos produce inseguridad. Los niños, por tanto,
les van a producir esos sueños 2 manifestaciones:

- Pesadillas: todos tenemos pesadillas, en algunos casos recurrentes. Pueden estar


relacionadas con miedos infantiles. Muchas veces soñamos cosas absurdas, que
cuando despertamos nos parecen algo absurdo, pero alguna explicación tiene. En el
momento del sueño, el cerebro está trabajando continuamente y la mayoría no los
recordamos.

Las pesadillas son sueños largos y claros que genera una gran ansiedad e inseguridad
emocional (miedo, pánico). Son una representación mental de lo que ocurre en la realidad o
puede ocurrir y esas pesadillas se recuerdan. Cada vez que tengan más contacto con los
peligros a los que temen, tendrán más pesadillas.

En el segundo ciclo (3-6años) es cuando más se repiten las pesadillas (más E peligrosos
perciben, TV…). Por eso, será en torno a los 4años cuando más pesadillas van a tener. Si no
queremos que las tengan, debemos alejarles de esos E (regular el uso de la TV, ver con qué E
tienen contacto en la vida diaria, qué miedos les podemos pasar nosotros…). Es mejor
controlar esos E inadecuados.

Se puede deber tb porque haya ocurrido algo en el ámbito familias (separación, fallecimiento,
pérdida de apego, maltrato…). Esto provoca algo muy habitual: comprobar todo antes de
dormir o querer dormir en la habitación de sus padres. Esto provoca falta de sueño, mal
descanso, estrés… Pero a partir de los 6años, van aminorando (no desapareciendo, pues los
adultos seguimos teniendo pesadillas).

- Terrores nocturnos: excepción en niños. Poco frecuentes. Si tienen terrores nocturnos


debemos encontrar las causas y acudir a personas especializadas (psiquiatra y
psicólogos): hay que encontrar la causa. Suele ser por una situación traumática. Las
causas son reales y las manifestaciones son mucho más graves: exceso de llanto,
gritos, acciones motrices compulsivas. No se recuerdan posteriormente: no debemos
despertarles.

v. Intervención educativa
PERDIDA DE FIGURA DE APEGO:

Hay que hacer un plan para el periodo de adaptación basado en un objetivo único: que los
niños de adapten. No deben aprender nada, no nos basamos en aprendizajes, sino en
adaptación. Si preparamos un plan para que se adapten, las actividades deben ser
encaminadas a la adaptación (lúdicas, basadas en juego para que se vayan integrando poco a
poco, potenciar los lazos afectivos con los educadores, atención individualizada, participación
de las familias para que las vean más…). Todo encaminado a que en esas 3 semanas se vayan
adaptando.

Lo más habitual es que las escuelas planifiquen el periodo de adaptación (sept) aunque un niño
puede aparecer en feb (lo haremos igualmente como con todos).
En un divorcio, es importante que los niños no se consideren los causantes de esa separación
(a veces se le muestra como culpable). Es importante que los niños no perciban esos conflictos,
que esa situación es “normalizada”, que, en todo caso, hay que explicarles esa situación y
sobre todo que los niños vayan manteniendo la estabilidad (sistemas rotativos son totalmente
contraproducentes: no pueden estar como si fuera una tienda de campaña, de un domicilio a
otro, deben tener su habitación y su espacio). Hay que mantener la estabilidad de los niños.
Deben mantener el contacto con ambos padres y es importante que haya una relación
adecuada entre los padres y no usen al niño para hacerse daño. Dentro de lo posible, deben
ver una situación normalizada.

La muerte de una figura de apego: no se puede ocultar: hay que informarles de una manera
sencilla, pero tb con la verdad (no podemos crear una historia). Debemos mantener su
estabilidad emocional y que sigan manteniendo referentes de apego, y puedan sustituir esa
figura que hayan perdido por otra/s (resiliencia). Es una situación traumática para un niño y,
por tanto, necesita más que nunca una figura de apego que le ayude a superar esa crisis de
apego. Tendrá muchas preguntas; utilizando un lenguaje adecuado, debemos responderles a
todas ellas.

CELOS:

- anticipación: decirle que va a tener un nuevo hermano.


- participar en los preparativos: que elija la cuna, el color de las paredes (ve que el
nuevo bebe es una construcción de la familia y él participa).
- participar en los cuidados: ayudar mientras lo bañan (dando el jabón, poniendo el
patito).
- no quitarle protagonismo: las atenciones que antes tenía tienen que mantenerse de
una manera individual.
- destacar lo positivo de tener un hermano: ser el mayor, el hermano se parezca a él
(aunque no sea cierto), darle importancia a que, como es el mayor, va a jugar con él, le
va a enseñar cosas… Que se sienta protagonista y haya un equilibrio entre hermanos.

MIEDOS:

Ante las fobias debe intervenir el psiquiatra infantil.

Ante miedos: primero ha de comprender y analizar el miedo y qué le produce miedo y por qué.
Entender el miedo del niño y no utilizar su miedo para ridiculizarle (eres un miedica, un gallina,
una nenaza). El niño debe comprender que todo el mundo tiene miedos, pero hay que intentar
controlarlos.

El contacto con el estímulo puede ser contraproducente, es decir, si voy por la calle y veo a un
perro, intento acercar al niño (es un error muy grande ya que no perderá el miedo y adquirirá
aún más). Deben ver que el miedo es generalizado, todo el mundo tiene miedo y todos
debemos hablar de ello (¿y tú a qué tienes miedo?). Debemos ayudarle a afrontar sus miedos
(es mejor cambiar al niño de mano cuando se acerca un perro y explicarle que el perro no
muerde y vaya normalizando que la mayor parte de los perros no hacen ningún daño y no hay
que temerles).

Los miedos se transmiten, puesto que son emociones (las emociones de los adultos se
transmiten a los hijos ya que somos modelos emocionales): el niño reproduce ese modelo que
le ofrecemos como adulto. Debemos utilizar la risa ante el miedo, ante el E (“¡ridículus!).
No debemos ridiculizar al niño a través de sus miedos ni recordarle que es un miedoso, pues
entrará dentro de su autoconcepto.

PESADILLAS Y TERRORES NOCTURNOS:

- Pesadillas: escuchar lo que nos cuenta, su miedo, qué es lo que le provoca esa
pesadilla, tranquilizarle. No incidir en demasía (no recordar la pesadilla
continuamente). Si transmitimos la pesadilla en palabras, nos ayuda a recibir la ayuda
y comprensión del adulto, ya que le restaremos importancia.
- Terrores nocturnos: apoyo especializado. Debemos detectar su causa y eliminarla. No
podemos despertarles (traeremos el terror a la realidad, van a descubrir el terror),
profundizaríamos en el terror y haríamos que llegara a la realidad, pues ellos no son
conscientes y no se iban a acordar. Lo que debemos hacer es acompañarle, aunque
esté dormido (siente la seguridad y protección). Si son recurrentes, debemos buscar
ayuda especializada y hacer un análisis detallado (hace referencia a una situación que
puede ser traumática, no a un miedo).

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