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Documento de trabajo. Psicología Dinámica. 2009. Jorge Humberto Vanegas.

TEORIA DEL APEGO

Entendemos por Apego el vínculo afectivo que une una persona a otra específica, claramente
diferenciada y preferida, vivida como más fuerte y protectora, y que las mantiene unidas a lo largo
del tiempo. Un individuo puede estar vinculado a más de una persona, pero siempre se trata de un
número pequeño de personas, nunca a muchas.

El vínculo que une el bebé a su madre es un Apego, siendo esta unión una conducta de tipo
instintivo, surgida en el curso de la evolución de la especie, por su innegable valor de
supervivencia (en términos darwinianos), (Darwin, 1859, Dawkins, 1976, Bowlby, 1969/82). Para
poder mantener el Apego el individuo se encuentra dispuesto para el Comportamiento de Apego,
entendiéndose por esto, toda forma de conducta que tiene como resultado previsible el que un
individuo obtenga o se mantenga en proximidad de otro individuo claramente diferenciado,
preferido y protector.

Estas conductas, como toda conducta instintiva, se mediatizan a través de sistemas


comportamentales (Bowlby, 1969/82). La puesta en marcha de estos sistemas comportamentales
va acompañada de intensas emociones, que surgen durante la formación, el mantenimiento, la
ruptura o la renovación de un vínculo calificado como Apego.

Las consecuencias de las separaciones tempranas, ya sea temporarias como definitivas, sobre el
desarrollo de la personalidad se pueden observar, en el corto plazo, a través de cambios
inmediatos en la conducta de los chicos, que luego describiremos, o más tardíamente en el largo
plazo, a través de alteraciones emocionales que perturban definitivamente el funcionamiento de la
personalidad en los adultos.

Formas de Apego

• Los niños con estilos de apego seguro, son capaces de usar a sus cuidadores como una base
de seguridad cuando están angustiados. Ellos tienen cuidadores que son sensibles a sus
necesidades, por eso, tienen confianza que sus figuras de apego estarán disponibles, que
responderán y les ayudarán en la adversidad. En el dominio interpersonal, las personas con
apego seguro tienden a ser más cálidas, estables y con relaciones íntimas satisfactorias, y en el
dominio intrapersonal, tienden a ser más positivas, integradas y con perspectivas coherentes de sí
mismo.

• Los niños con estilos de apego evasivo, exhiben un aparente desinterés y desapego a la
presencia de sus cuidadores durante períodos de angustia. Estos niños tienen poca confianza en
que serán ayudados, poseen inseguridad hacia los demás, miedo a la intimidad y prefieren
mantenerse distanciados de los otros.

• Los niños con estilos de apego ansioso-ambivalente, responden a la separación con angustia
intensa y mezclan comportamientos de apego con expresiones de protesta, enojo y resistencia.
Debido a la inconsistencia en las habilidades emocionales de sus cuidadores, estos niños no
tienen expectativas de confianza respecto al acceso y respuesta de sus cuidadores.
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Fases de las separaciones temporarias

Bowlby (1969/82) y Robertson (1958) describieron una secuencia de tres fases en la conducta de
niños de entre quince y treinta meses de edad, criados por sus madres en forma exclusiva y que
por primera vez debían temporariamente separarse de ellas y pasar un periodo en una institución.

Fase 1: de Protesta
Fase 2: de Desesperación
Fase 3: de Desapego

Fase de protesta: La fase inicial de protesta se inicia a poco de partir la madre y dura desde unas
pocas horas hasta una semana aproximadamente. Durante esta fase el niño está ansioso,
nervioso, excitado, llora intensa, larga y fuertemente, golpea y sacude su cuna, busca a su madre,
tiene expectativas de que vuelva pronto, pregunta por ella y se niega a recibir ayuda o consuelo
de otras mujeres que se le acerquen, rechazándolas. Cuanto mejor la relación con su madre,
mayor el grado de ansiedad que el niño muestra en esta etapa, la ausencia de la etapa de
protesta es indicadora de una relación insatisfactoria previa con la madre.

Fase de desesperación: durante esta fase su excitación psicomotriz empieza a disminuir, llora con
menos intensidad en forma más monótona, está distante e inactivo y su conducta sugiere
desesperanza, empieza a dudar de que su madre vaya a volver.
Nada le interesa, no se conecta con el medio que lo rodea, y se pasea de acá para allá sin
objetivos, como sintiéndose profundamente deprimido.

Fase de desapego: En esta fase desaparece la excitación psicomotriz, el chico deja de llorar y
empieza nuevamente a interesarse por el medio que lo rodea, parece como si se estuviera
recuperando. Si está institucionalizado no rechaza a las enfermeras u otras personas
desconocidas a su cargo: acepta sus cuidados, la comida y los juguetes que le ofrecen y a veces
hasta sonríe y está más sociable. Pero cuando la madre viene a visitarlo se encuentra con un niño
cambiado, que parece haber perdido todo interés en ella, parece no reconocerla, se mantiene
indiferente, apático y distante. Sin embargo, periódicamente se observan sollozos, ataques de
agresividad, no desea compartir sus juguetes con los otros niños y los esconde para que no se los
quiten.

Si su estadía es suficientemente prolongada, poco a poco puede llegar a perder interés en las
personas e interesarse cada vez más en los objetos materiales, juguetes, caramelos y comida. Ya
no se lo ve más ansioso frente al cambio de enfermeras, idas y venidas de los padres, ya no hace
más caprichos, ya no le tiene más miedo a nadie, ni le importa nadie.

Las reacciones de los niños muestran la influencia que la separación de la madre tiene sobre ellos
y los mecanismos psicológicos defensivos que se movilizan para sobreponerse a la pérdida.

La duración e intensidad de cada una de las fases varía según el ambiente en el que el niño
transcurre su período de separación de la madre. Para el bebé es muy diferente si queda a
cuidado de un pariente conocido y en su propia casa que si es trasladado a una institución, un
hogar para niños, por ej., y lo mismo ocurre con la persona o personas destinadas a su cuidado:
resulta mucho más traumático para el niño no contar con una figura estable que lo cuide, tal como
sucede en los asilos.

El reencuentro posterior con la madre también muestra a un niño alterado emocionalmente y


afectado psicológicamente en su relación con la mamá. Reconciliarse con la mamá después de la
separación le llevará un tiempo que dependerá de la duración de la separación y de las
características del vínculo que previamente tenía con su madre.
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La vuelta a casa: Al reencontrarse con la madre por primera vez, después de un período de días o
semanas de alejamiento, todos los chicos muestran algún grado de desapego más o menos
duradero; en general en concordancia con la duración de la separación. Algunos no la reconocen,
otros se alejan, otros se muestran asustados o inexpresivos.

Después de esta primera etapa de desapego, viene una etapa en que los niños se muestran
marcadamente ambivalentes hacia sus padres: se muestran caprichosos, díscolos, exigentes,
pegotes, desobedientes, a veces desafiantes y hostiles y lloran amargamente cuando la madre se
va, muy atemorizados de que el abandono prolongado vuelva a repetirse, la reciben llorando y a
veces enojados por haber sido abandonados una vez más.

Las madres se encuentran con niños muy distintos de los que habían dejado en cuanto al carácter
se refiere. Esta fase puede durar largo tiempo: desde semanas hasta meses, dependiendo, en
gran medida, de la actitud de la madre y de su tolerancia a las demandas contradictorias de su
niño, y de su relación previa con él. Muchas veces ocurre que el niño parece completamente
recuperado y su conducta no muestra diferencias respecto de la de niños que no sufrieron
separaciones en la vida diaria, pero frente a situaciones fuera de lo habitual suelen mostrarse más
tímidos o ansiosos que el resto de los niños. En este sentido los efectos de las separaciones
tempranas pueden pasar desapercibidos o ser olvidados y volver a observarse sólo tiempo
después, a veces cuando el individuo ya es adulto.

Factores determinantes en la calidad del Apego

Infante: El temperamento del niño influencia la vinculación. Si un infante es difícil de calmar,


irritable o responde con dificultad, comparado con uno tranquilo, que pueda calmarse solo, se le
hará más difícil desarrollar un apego seguro. La habilidad del infante de participar en la interacción
materno-infante puede verse en riesgo debido a alguna condición médica, tales como ser
prematuro, defectos de nacimiento o enfermedad.

Cuidador: Las conductas del cuidador pueden afectar negativamente la vinculación. Padres que
critican, rechazan e interfieren, tienden a tener hijos que evitan la intimidad emocional. Padres
abusivos tienden a tener hijos que, al sentirse incómodos con la intimidad, se retraen. Es posible
que la madre del niño no sea sensible a su hijo debido por ejemplo a depresión, abuso de
sustancias, porque se sienta abrumada por problemas personales, u otros factores que puedan
interferir con su habilidad de ser consistente y nutriente con el niño.

El ambiente: Un impedimento importante a la formación de un apego saludable, es el miedo. Si


un infante se siente angustiado por un dolor, amenaza de daño o un ambiente caótico, se le hará
difícil participar, aún en una relación amorosa. Infantes o niños que viven en ambientes de
violencia doméstica, refugios, violencia comunal o en zonas de guerra, son vulnerables a
desarrollar problemas de apego.

Acoplamiento: El “acoplamiento” entre los temperamentos y capacidades del infante y la madre


es crucial. Algunos cuidadores pueden sentirse muy bien con un infante tranquilo, pero sentirse
abrumados por uno irritable. El proceso de prestar atención, leer las señales no verbales, y
responder a las mismas en forma apropiada, es esencial para mantener experiencias de
vinculación que resulten en apegos seguros. A veces el estilo de comunicación y respuestas con
que la madre está familiarizada, por sus otros hijos, puede ser que no se ajusten a su nuevo bebé.
La frustración mutua de estar fuera de sincronización puede afectar negativamente la vinculación.
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DEFICIENCIAS DEL APEGO

No podemos dejar pasar desapercibido que el fracaso en el proceso de apego causa cierto cuadro
clínico.
Podemos estipular que clase de falla, que grado de deficiencia y bajo que circunstancias se dio.
Además, existen diferencias en los niños – diferencias en actividad y pasividad, diferencias en la
persistencia de búsqueda del objeto y diferencias en el estilo de reactividad -. Uno podría
protestar y ponerse molesto. Otro puede revelarse con poca protesta y consolarse chupando
dedo o meciéndose. El contexto ambiental es también muy significativo con respecto a la
totalidad del cuadro clínico. ¿Fue el ambiente manifiestamente frustrante y/u hostil, o fue
relativamente benigno? ¿Fue un ambiente esencialmente abandónico, o fue violento?

A pesar de la variedad de cuadros clínicos que emergen como resultado de estas diferencias
importantes, ciertos principios básicos con respecto al desarrollo de las relaciones objetales y la
organización del Yo prevalecerán. Problemas y fallas en el apego, desórdenes en el apego, o
separación defensiva estarán en primer lugar en el tratamiento, al igual que el objetivo total de
reestructuración con respecto a las relaciones objetales y en particular al Yo.

No son consideradas aquí las deficiencias de apego que están asociadas a un defecto del
organismo, tal como los déficit cognitivos severos asociados con el autismo infantil temprano
(Rutter 1975).

La patología del apego puede ser pensada en las siguientes formas, cada una tiene sus propias
repercusiones con respecto al desarrollo subsecuente

1. Deficiencia para construir el apego ab initio. (Desde el principio)(Althea Horner)


Deprivación (D. Winnicott)
2. Desorden del apego temprano
3. Apegos múltiples y desintegrados
4. Apego a través de un falso self
5. Separación defensiva

DEFICIENCIA DE APEGO AB INITIO:

La carencia de afecto durante los dos o tres primeros años de vida tiene como resultado un
deterioro en la capacidad para desarrollar vínculos de apego, por lo tanto, deja como
consecuencia la deficiencia para establecer vínculos posteriormente.

Los apegos se desarrollan normalmente durante los primeros dieciocho meses de vida y, como
Rutter señala, una crianza institucional durante los primeros dos o tres años de vida es la situación
particular más probable asociada con el deterioro de la formación del vínculo. Estos niños son
incapaces de seguir las normas, demuestran una falta de capacidad para experimentar culpa y
demuestran una indiscriminada amistad con un excesivo anhelo de afecto aunque incapaces de
tener relaciones duraderas.

Niños que viven en condiciones de institucionalización

La institucionalización como efecto de separación y ruptura del vínculo primario, y la consecuente


carencia de relaciones estables no es un factor causal directo del riesgo, sino que son diversas las
variables que se deben considerar a la hora de evaluar estos efectos. Es decir, más que la
institucionalización per se (que en sí ya es una condición de cierto riesgo) lo que provoca el daño
son determinadas variables y características que poseen los centros, los que determinan en
mayor o menor medida la vulnerabilidad y el daño.
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De las principales variables que las investigaciones han demostrado que influyen en el riesgo de
la institucionalización, se encuentran (Maclean, 2003; Ames, 1997; Gunnar, 2001; Zeanah et al.,
2005):

• Tiempo de institucionalización: esta es una de las principales variables que suele aparecer
como significativa a la hora de evaluar los efectos de la institucionalización en el desarrollo. Es
decir, que a mayor tiempo de institucionalización, más daño, más permanente y más irreversible.

• Recursos físicos del centro: esta variable se refiere a las condiciones físicas en las que viven
los niños institucionalizados, en relación al espacio físico, calidad de las camas, calidad y cantidad
de juguetes, disponibilidad de espacios abiertos, etc. Esta es una variable que suele tener ciertas
influencias en el desarrollo cognitivo del niño.

• Calidad del apego de las cuidadoras: la calidad del vínculo que las cuidadoras desarrollan con
los niños es un factor decisivo a la hora de evaluar los efectos de la institucionalización. Es decir,
que si las cuidadoras suelen ser muy poco o demasiado responsivas, afectivas, estimuladoras,
influye sobremanera en el modo como los niños se vincularán con ellas, pero también y sobre
todo, en el modo como se desarrollará el futuro vínculo con los padres adoptivos.

Deprivación Y Tendencia Antisocial

Comprende un período inicial de desarrollo personal satisfactorio y una falla ulterior del ambiente
facilitador, que el niño siente aunque no la aprecie intelectualmente. El niño puede conocer esta
secuencia de hechos: "Me iba bastante bien; después, no pude seguir desarrollándome. Sucedió
cuando vivía en... y tenía... años, y ocurrió un cambio".

Un niño que es deprivado experimenta primero una ansiedad impensable y luego se reorganiza
gradualmente, hasta alcanzar un estado completamente neutral; obedece porque no es lo
bastante fuerte como para hacer otra cosa. Ese estado puede ser muy satisfactorio desde el punto
de vista de los que lo tienen a su cargo. Luego, por alguna razón, surge la esperanza, lo que
significa que el niño, sin tener conciencia de lo que ocurre, se siente impulsado a retroceder a una
época anterior a la de la deprivación, y a anular, por lo tanto, el temor a la ansiedad o confusión
impensable que experimentó antes de que se organizara el estado neutral.

En su definición más simple, la tendencia antisocial es un intento de plantear un reclamo. Cuando


se otorga lo reclamado la tendencia antisocial cede, pero cuando ello no ocurre, el reclamo se
intensifica y adquiere un estatus patológico. En psicopatología, el reclamo es una negación de que
se perdió el derecho a plantear reclamos. En la conducta antisocial, el niño se ve impulsado a
remediar la falla olvidada y a obligar a la familia y la sociedad a hacer otro tanto. Winnicott plantea
que la conducta antisocial corresponde a un momento de esperanza en un niño que en otras
circunstancias se siente desesperanzado. La tendencia antisocial nace de una deprivación; la
finalidad del acto antisocial es remediar el efecto de la deprivación negándola. La dificultad que
surge en la situación real tiene dos aspectos:

1) El niño ignora cuál fue la deprivación original.


2) La sociedad no está dispuesta a tener en cuenta el elemento positivo de la actividad antisocial,
que es la esperanza, en parte porque le molesta verse agraviada o dañada (lo cual es muy
natural), pero también porque no es consciente de este punto importante de la teoría.

Debe hacerse hincapié en que la tendencia antisocial está fundada en una deprivación y no en
una privación. Esta última produce otro resultado: si la ración básica de ambiente facilitador es
deficiente, se distorsiona el proceso de maduración y el resultado no es un defecto en el carácter,
sino en la personalidad.
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DESORDEN DE APEGOS TEMPRANOS

Este síndrome se refiere al desorden o distorsión del proceso de apego. Las separaciones y/o
inconstancias de la figura maternante conlleva la interrupción del proceso de apego. Si no es
corregido, puede estar inevitablemente reflejado en la calidad del desarrollo de las subsecuentes
relaciones objetales. Rutter (1974) afirma que “gran parte de los niños (no todos) muestran una
reacción inmediata de aguda angustia y llanto (el período de “protesta”) ante la separación
temprana, seguida por desdicha y apatía (la fase de desesperación). Luego parece haber una
etapa en la que el niño se ve aparentemente contento y parece perder interés en sus padres
(desapego).

Cuando preguntamos cuál puede ser el efecto del rompimiento del vínculo de apego debemos
considerar factores tales como la edad del niño, la calidad de la relación preexistente madre-niño,
la existencia de otros vínculos de apego tales como aquellos con el padre o hermanos, la
disposición de una figura de apego sustituta y la calidad de esa relación. Por ejemplo los niños
que hacen pocas relaciones sociales con los adultos y con los otros niños, que son socialmente
inhibidos, pocos comunicativos y agresivos, son propensos a estar más angustiados por la
experiencia de la separación. La separación puede ser menos dolorosa si el niño permanece en
un ambiente familiar.

La angustia puede ser menor si existe otra figura de apego, tal como un hermano; no importa que
éste sea demasiado joven para tomar el rol de protector. A corto plazo, la angustia sería menor si
hubo una buena relación madre-hijo antes de la separación y el estrés se reduce si existe una
figura de apego disponible para el niño a lo largo de la separación. En este caso se protege el
proceso del vínculo.

En resumen, existen factores que mitigan o intensificarán los efectos nocivos de la separación de
la figura de apego -usualmente la madre- durante el período vulnerable entre las edades de los
seis meses y los cuatro años. Estos factores deben ser tomados en consideración cuando
intentamos comprender y tratar el paciente adulto que tiene una historia de apego interrumpido.

APEGOS MULTIPLES Y NO INTEGRADOS

¿Dirigen los niños su conducta de apego hacia más de una persona? En caso de ser así, ¿Se
desarrollan estos apegos simultáneamente o uno precede siempre a los otros?. Y cuando existe
más de una figura de apego ¿Los trata el niño de forma semejante o muestra preferencia para uno
de ellos? Estas son preguntas que ayudan a entender cuando se ha dado está falla en el proceso
de apego.

Bowlby responde que la mayoría de los infantes dirigen su conducta de apego hacía más de una
figura durante el segundo año de vida: “Algunos menores eligen más de una figura de apego casi
tan pronto como comienzan la diferenciación; pero probablemente la mayoría comienzan a hacer
esto un poco más tarde”. En el momento en que un niño alcanza la edad de los doce meses, una
pluralidad de figuras de apego es probablemente la regla, aunque ellos no son tratados igual. Los
estudios muestran que las figuras de apego del niño pueden organizaren en orden jerárquico.

A partir de ese momento las diferentes figuras evocan diferentes patrones de conducta social, el
niño puede preferir una cuando está hambriento o aburrido y otra, por ejemplo un hermanito
mayor cuando está bien y desea jugar. El sujeto uno, sea este la madre o el padre u otras
personas de la familia, con quien se involucra diariamente en la interacción social con el niño y
responde a sus señales y aproximaciones, probablemente se convertirá en la principal figura de
apego. Bowlby distingue los compañeros de juego como figuras secundarias. El padre o un
hermano puede ser un compañero de juego, pero no será necesariamente una figura de apego.
El padre que juega con su niño cuando ésta de buen humor, pero que no responde
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completamente a sus necesidades sociales y emocionales, es factible que no se convierta en


figura de apego.

Es más probable que el niño que desarrolla un apego primario fuerte, dirija su conducta social
hacia otras figuras diferenciadas. Mientras un niño que no constituye un sólido apego es más
inseguro en su conducta social. Se puede afirmar que la necesidad de organización y evitar la
desorganización está involucrada aquí. Una vez se asegura la organización en una órbita
simbiótica, el niño puede moverse hacia otros vínculos posteriormente. De otra forma él debe
aferrarse definitivamente a esta.

Es posible que existan varias figuras de apego, aunque Bowlby destaca el concepto de
monotropía, entendido como el sesgo a tener una jerarquía de preferencias en la que existe un
Figura Central Principal de Apego.

El apego conduce a las relaciones objetales desde la simbiosis normal (Mahler 1968). Las
representaciones del objeto y las del sí-mismo son, en última instancia, derivadas de este estado
del desarrollo. Debemos preguntarnos cuál es el efecto de múltiples figuras de apego en este
proceso de la organización global. El resultado diferirá sin duda de un individuo a otro, y si este
resultado es sano o patológico dependerá del efecto que las múltiples figuras tienen en la
organización temprana de las representaciones del objeto y del sí-mismo y, por tanto, en el último
término de la organización. ¿Permite la situación de múltiples figuras el desarrollo de un self
cohesionado y de la constancia objetal?, ó ¿Fragmenta esta experiencia de tal forma que impide
el desarrollo?. Lo más probable es que no pueda haber una respuesta singular a estas preguntas
debido a los relativos aspectos idiosincrásicos de un niño en crecimiento. Sin embargo podemos
generalizar en términos de la relación integral entre apego y organización.

La existencia de múltiples figuras de apego en el pasado del niño no sirve para ampliar las
experiencias de una manera constructiva y del aumento de la fuerza del yo, sino que tiene el
efecto de interrumpir el desarrollo del sí-mismo.

Cuando el infante tiene diversos cuidadores que se van rotando en el cuidado repetida e
inconsistentemente, no es capaz de desarrollar modelos de apego específicos. Por ende, “muchos
cuidadores no es ningún cuidador”.

APEGO A TRAVÉS DE UN FALSO SELF.

Winnicott (1965) describe el sentido de sí-mismo del niño como real y separado que surge del
reconocimiento que la madre hace del infante como real y separado; es esta capacidad de
conocer al self como separado lo que conduce al desarrollo del símbolo. "Es una parte esencial de
mi teoría que el Self Verdadero no llega a ser una realidad viviente sino como resultado de
repetidos éxitos de la madre en conocer los gestos espontáneos del infante... Es el gesto del
infante... lo que se hace real, y la capacidad del infante de emplear un símbolo es el resultado" (p.
145). Para Winnicott, la capacidad de la madre de conocer, representar y devolverle al infante el
reflejo de la experiencia de éste es intrínseca a la capacidad del infante de representar y
simbolizar su propia vida interna. La madre provee los significados del niño que va conociendo y
representa su propia experiencia; el sentido del niño de la realidad subjetiva, así como su
capacidad de simbolizar, están vinculados a los efectos "mediatizadores" (Mitchell, 1988) de la
conciencia de la madre.

Winnicott (1965) describe un continuo de organización del falso self. Mientras más temprano se
ubica en el desarrollo, mayor es la patología y más severas sus complicaciones para el
tratamiento y sus efectos. La primera y la más temprana forma del falso self se relaciona
directamente con una anomalía del proceso de apego y es un efecto de total y profunda falla de
empatía de la persona con el rol de madre.
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Los cinco niveles:

1. El primer nivel se ubica en el más temprano lugar del desarrollo y se refiere a la más seria
alteración de la identidad. Esta es la situación en la que el falso self es tomado como
verdadero, pareciera que esta es la persona real. Puede haber un cierto grado de capacidad o
éxito, sin embargo en las relaciones que requieren la presencia y la disposición completa de
una persona, el falso self falla. En este extremo, el verdadero self está totalmente oculto. La
patología más severa del sí-mismo puede localizarse en las etapas más tempranas de las
relaciones objetales, tiempo en el cual la espontaneidad deja de ser un rasgo en la experiencia
de vida de un niño y en vez de ésta, el sí-mismo como reactor ante las graves fallas del
ambiente se vuelve central en el desarrollo del esquema propio.

2. Menos extremo es el caso en el que el falso self protege y defiende el verdadero self. El
individuo es consciente de un sí-mismo secreto al que es asignada una vida secreta. En la
situación de tratamiento, este paciente puede experimentar pánico ante la posibilidad de
descubrimiento del verdadero self por parte del terapeuta. Este descubrimiento, puede ser
experimentado agresivamente y por tanto conducir a la aniquilación del sí-mismo. Una
interpretación adecuada puede evocar una relación terapéutica negativa, siendo
experimentada como una violación de los límites y un asalto al sí-mismo verdadero (Horner
1973). Winnicott enfoca esta situación como el resultado de las inconsistencias del cuidado de
la madre. El niño es atraído y rechazado por la ambivalencia materna que se manifiesta en
aparente simpatía permitiendo la expresión del verdadero self del niño, seguida de fuertes
rechazos o invasión de la madre.

3. En relación a una mayor salud en el continuo de la organización del falso self, es el individuo
quien lo usa para buscar externamente condiciones en las cuales el verdadero sí-mismo
pueda entrar en su propio terreno. El falso self protege el sí-mismo verdadero de ataques y
sufrimientos. Los problemas de confianza básica, con temor no solo de ser herido sino
también de ser explotado, son relevantes para esta persona. Si el terapeuta muestra una
respuesta excesivamente positiva al falso self del paciente es probable que se haga una
hipótesis de que el verdadero self no sería tan bienvenido. Un ejemplo de esto es el
terapeuta que se complace prematuramente ante la buena marcha del paciente. La hipótesis
está hecha de manera que habría una desaprobación correspondiente con el sí-mismo
temeroso o dependiente de este paciente. La neutralidad analítica previene la representación
que va con tales hipótesis.

La evolución de este falso self se da más tarde en el proceso de desarrollo de las relaciones
objetales después de la diferenciación y la constitución del sentido del “yo soy”. El falso self
no es una parte integral de la representación del sí-mismo en este caso. Este es un rol
socialmente derivado, identidad desarrollada acorde a un ambiente que falla para mantener
espontáneamente el sí-mismo desdoblado, elaborado y con su autonomía.

Como tal, este se desarrolla después de la diferenciación pero antes de la constancia objetal,
en la subfase de acercamiento del proceso de separación e individuación. Es probable que
este tipo de paciente sea consciente de ser fraudulento en la convicción de que el fraude es el
precio del amor y aceptación.

4. Según Winnicott, más adelante en el desarrollo y en dirección a una mayor salud está el falso
self que se establece en la identificación. Existe un sentido establecido del “yo soy” pero la
elaboración del sí-mismo se vuelve rígido. Este proceso puede ser reforzado por el padre o
padres que optan por una gratificación excesivamente narcisística derivada del
comportamiento imitativo normal e identificatorio del niño, dejan de reforzar y mantener las
otras expresiones espontáneas del sí-mismo del niño.
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5. Finalmente, en la vida diaria de un individuo saludable, el falso self está representado por la
conducta social adaptativa, por la cortesía y por las conductas que son apropiadas a la
situación. Este individuo ha estado listo para aceptar los límites de la sociedad, sin embargo
sin experimentar amenaza o la pérdida del verdadero self.

Winnicott señala que para efectos del plan de tratamiento, el reconocimiento del falso self es
el aspecto más importante del diagnóstico.

SEPARACIÓN DEFENSIVA

Es el uso de la separación como protección de experiencias repetidas de desamparo o de la


deficiente calidad de las relaciones previas que podían ser por sí mismas determinantes de la
ansiedad que produce una separación defensiva.

El sujeto, avergonzado de su dependencia, siente rencor hacia quien tanto necesita. Se desprecia
a sí mismo y para calmar su sensación de fragilidad, desprecia altaneramente a aquél al que "ya
no necesita" en un alarde de autosuficiencia vengativa, a la manera de un triunfo maníaco.

Podríamos decir que la angustia tendrá entonces un componente depresivo -la culpa- y un
componente persecutorio -el miedo- que pueden reforzarse o aparecer en forma alternada, según
las características de la personalidad total.

Aquí aparece el sentimiento de soledad - a veces disfrazado bajo la apariencia de independencia-,


y la búsqueda desesperada de nuevos objetos acompañantes que aplaquen la angustia. Pero el
sujeto no puede evitar repetir este modelo de relación. El ciclo necesidad - idealización - desprecio
- angustia - soledad - búsqueda compulsiva de objetos, se realimenta nuevamente.

Referencias Bibliográficas

Este documento es de uso exclusivo para el trabajo en clase, está organizado con base en los
siguientes textos.

Garelli, Juan Carlos y Montuori, Eliana. (2002) Consideraciones sobre el enfoque de


la Teoría del Attachment acerca del vínculo afectivo materno-filial en la primera
infancia. Descargado de
http://www.geocities.com/Athens/Acropolis/3041/espaniol.html
HORNER, Althea. (1984).Object Relations and the Developing Ego in Therapy. Jasón
Aranson Inc. Northvale, New Jersey
Winnicott, Donald W. (1990) Deprivación y Delincuencia. Paidos. Argentina

Compilación realizada por:


Jorge Humberto Vanegas
Profesor Universidad de Antioquia

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