Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Introducción a la ética
Los términos de “moral” y de “ética” vienen de dos palabras, una latina y otra griega
(mores,en latín; hqoV, ethos, en griego). “Mores” alude más al perfil de las costumbres
de una sociedad. La moral así entendida implica un matiz sociologista y relativista;
depende de lo que dicen la sociedad y los usos. En cambio hqoV (ethos) significa
“carácter”, es decir, lo relativo al “ethos”, al carácter, a la personalidad, al perfil de
morada interior, vivencia interna. En este sentido la Etica a Nicómaco y todas las
éticas aristotélicas se podrían llamar, o traducir, con justicia y exactitud como “tratado
de carácter o personalidad” (Komar). Todo esto nos indica –de alguna manera–
diversos aspectos de lo que se denomina el objeto material de esta disciplina. Es
decir, una ciencia referente a las “costumbres” o de los actos del hombre. Pero aquí no
basta una definición por el objeto material. Es preciso saber bajo qué aspecto
conviene, en Moral, considerar esas costumbres y esos actos. Por eso es necesario
que nos ocupemos en determinar con la mayor precisión posible el objeto formal
propio y la naturaleza de la ética. Entendemos por objeto material, entonces, la
materia, el contenido de una determinada disciplina. Por objeto formal el aspecto
especial bajo el cual esa materia es considerada. Disciplinas con el mismo objeto
material pueden tener objetos formales absolutamente distintos. Ejemplo: anatomía y
sociología. Las dos estudian al hombre, pero mientras una investiga de qué forma está
constituido el individuo, qué órganos componen su cuerpo, cuál es su estructura, la
sociología lo estudia en cuanto relacionado con sus semejantes, sus comportamientos,
etc.
Finalmente y para clarificar la cuestión etimológica: ¿qué diferencia y relación hay
entre los conceptos ética y moral? Sencillamente, cuando hablamos de moral nos
referimos a determinadas acciones humanas o hechos morales y, cuando hablamos
de ética, a la ciencia que estudia las acciones morales humanas: la moral es objeto de
estudio de la ética, un tipo de conducta; la ética es una reflexión filosófica. Más
adelante será oportuna distinguir la Ética filosófica de la Teología Moral.
2. EL HECHO MORAL1
Pero ante todo, una introducción sobre el estudio de la Moral, y su relación con
distintas disciplinas, debe descansar sobre algo más que una mera construcción
abstracta, sino sobre hechos que el hombre claramente pueda identificar como
originados en realidades trascendentes a su materialidad. De allí que se puedan
enunciar aspectos que forman lo que podemos llamar el hecho moral:
a) Análisis de la conciencia moral: el hecho moral revela, si se lo analiza, todo un
complejo conjunto de elementos racionales (juicios), afectivos (sentimientos y
pasiones) y activos (voluntad).
Los juicios preceden y siguen al acto moral. Antes del acto, enuncian (en
dependencia del juicio universal y evidente de que hay que hacer el bien y evitar el
mal) que tal acto es bueno o malo, y debe o puede ser realizado o debe ser evitado.
Después del acto, la conciencia aprueba o reprocha, según que el acto realizado sea
considerado bueno o malo; ella evalúa en consecuencia el aumento o la disminución
1
Jolivet, Regis, Moral, tomo IV, Ediciones Carlos Lolhé, Buenos Aires, 1959, pág. 10 y sgtes.
del valor moral del agente y la recompensa o castigo merecidos por ese acto bueno o
malo; y enuncia la obligación de reparar el perjuicio causado al prójimo, o el derecho
de obtener para sí la satisfacción requerida por la justicia. Estos juicios se sirven,
según se puede ver, de múltiples nociones: nociones de bien y de mal, de deber y de
obligación, de responsabilidad, de mérito y de demérito, de sanción, de derecho y de
justicia.
Los sentimientos morales suponen, antes del acto, la tendencia al bien y la repulsa
al mal, el respeto del deber y por tanto la simpatía y la admiración, la antipatía y el
menosprecio de la buena o mala conducta del prójimo. Después del acto, tiene la
conciencia sentimientos de alegría por el deber cumplido, o de tristeza e insatisfacción
por el deber violado. Esta insatisfacción de sí mismo manifiéstase de tres maneras: 1)
por la vergüenza en razón de la cobardía ante el deber y el consiguiente
debilitamiento. No debe confundirse con el pudor. La vergüenza se presenta cuando
algún defecto personal queda al descubierto frente a otra persona y pretendemos
volver a ocultarlo por tratarse de algo negativo. El pudor, por el contrario, intenta
mantener en privacidad aquellas cosas que la mirada de otro perturbarían, no por ser
algo malo, sino por ser honda y profundamente personales y privadas. Es decir: uno
siente vergüenza por haber sido descubierto en falta, pero experimenta pudor por
haber sido violentada su noble intimidad. 2) Por los remordimientos o reproches de la
conciencia por haber violado el orden que ella daba por bueno (cuando no ha habido
violación de un orden formal de la conciencia o también cuando el acto ha sido
involuntario, la conciencia experimenta, no remordimiento, sino pena o pesar). 3) Y en
fin, por el arrepentimiento, que supone la aceptación del castigo en reparación de la
falta, y la resolución de evitar el mal en lo venidero.
Los elementos activos consisten en los diferentes actos de voluntad que intervienen
en función del fin (voluntad eficaz de realizar tal fin), en función de los medios a elegir
(elección), y en función de la ejecución (el querer que pone en movimiento las
facultades necesarias).
En primer lugar precisemos lo dicho más arriba sobre el objeto material y el objeto
formal de la moral.
Objeto material: se han de distinguir los actos del hombre y los actos humanos. Los
actos del hombre son todos los actos, voluntarios o no, que realiza el hombre: digerir
es un “acto del hombre” lo mismo que razonar y amar. Los actos humanos son
aquellos que el hombre realiza por su voluntad libre: amar, razonar, pero no digerir.
Solamente a los actos humanos se aplica la Moral, es decir que no considera al
hombre sino en cuanto es dueño de sus actos. Todo lo que se encuentra fuera de los
dominios de la libertad, está también (directamente al menos), fuera del dominio de la
Moral.
Objeto formal: no basta sin embargo con asignar los actos humanos a la Moral,
porque esto no la distinguiría de la Psicología y de la Sociología que también
contemplan (aunque no exclusivamente) las actividades libres del hombre.
Lo que formalmente especifica a la Moral es que estudia los actos humanos desde
el punto de vista de la moralidad, es decir, desde el punto de vista de su conformidad o
no conformidad con la regla ideal de la conducta humana, o en general, desde el punto
de vista de su valor en relación con el Fin último del hombre.
La Psicología y la Sociología hacen abstracción de este punto de vista y consideran
las actividades humanas, no en sus condiciones de derecho, sino solamente en sus
condiciones de hecho y su constitución empírica.
Para obtener una buena definición de la Moral, hay que incluir en ella el objeto
formal de la ciencia moral y a la vez su carácter normativo y práctico. Decimos
entonces que la Moral o Ética es:
Por lo tanto, si la Ética considera filosóficamente los hechos morales, podemos definir
a la Ética como: la parte de la Filosofía que estudia el orden del obrar humano o
moralidad, con el fin de determinar la bondad o malicia de la actividad libre del hombre,
en orden a su fin último (moralidad comprende no sólo el orden moral, sino también el
acto moral).
Y si la Ética estudia el obrar humano, podemos agregar siguiendo a Aristóteles, que
el fin de la Ética, no sólo debe ser el estudio de la bondad, sino cómo “ser buenos” o
como ser virtuosos (seguidamente explicaremos que la Ética es verdaderamente una
ciencia “práctica” propiamente dicha).
O la definición tomista:2 “El objeto de la filosofía moral es la actividad humana en
cuanto está orientada al fin, o también el hombre en cuanto, de modo voluntario y libre,
actúa por un fin”.
Algo es claro, la noción de fin en las definiciones dadas y en los diversos sistemas
de Filosofía moral, es la cuestión central.
2
Santo Tomás, Suma de Teología, I II, q. 58, a. 1.
sociología.
La moral es una ciencia práctica. No se propone solamente conocer por conocer, sino
conocer para dirigir la acción. Esta relación a la dirección de la acción le es esencial. Por
esto, si bien es cierto que la moral como tal, es decir, como saber científico, no asegura
la dirección concreta, existencial, del acto que hay que realizar hic et nunc, lo cual
corresponde a la prudencia, sin embargo está orientada, desde lejos, a la realización
efectiva.
La moral es de modo especulativo. Esto significa que obra, como toda ciencia,
dando las razones de ser de la actividad moral y, por consiguiente, vinculando esta
actividad a lo que es principio y razón de ser en el orden moral, a saber, los fines y
particularmente el fin último, los valores, el bien, etc. Se llegará así a un saber
sistemático.
4. ÉTICA Y CIENCIAS
1. Ética y metafísica
La Ética desde Platón y Aristóteles se había fundamentado en la metafísica. Pero, a
partir del empirismo inglés y de Kant, todo cambió. No se podrá admitir una moral
metafísica. En Kant el fundamento de la moral será la conciencia, no la noción del ente
como bueno. La moral así entendida deja de estar subordinada a la Metafísica, no se
considera que el fin y el valor son aspectos del bien. ¿Qué responder a esto?: que,
contrariamente a lo afirmado por Kant, la Ética está basada en la Metafísica.
Lo primero que se debe decir es: el obrar es posterior al ser, el obrar sigue al ser,
“así como un ser es, así obra”. Así entendido es lógico decir que el obrar, el acto, el
bien, la ley, el valor, se entienden si se piensa en el concepto de ser que es un legado
de la Metafísica: la Ética se fundamenta en la Metafísica como el deber-ser se
fundamenta en el ser. Es un principio sin necesidad de demostración. La escolástica
tuvo en claro la subordinación de la Ética a la Metafísica, la bondad es propiedad del
ser, por eso es apetecido; todo ente es bueno, aún la voluntad de los hombres que
apetece el mal lo hace en función del bien, porque apetecen un bien aparente.
La unidad potencia-acto del ser finito supone el desarrollo del obrar, su perfección y
la actualización del ser: negar esto lleva, al menos, a una posición errónea del ser y
del obrar: porque la entidad actualizada es fundamento del valor entitativo del ser (ente
y bien son convertibles, intercambiables).
No se debe separar el valor que hay entre el plano especulativo y el práctico; entre el
ser y el deber-ser; entre la realidad y el valor: los valores, por ejemplo, pasan del deber-ser
al ser en la actividad de la persona.
En el obrar se dan también propiedades trascendentales: si en lenguaje de la
Metafísica se dice que todo ente por el solo hecho de ser es uno, bueno, verdadero y
bello, así también la perfección del obrar debe ser valorada: el cumplimiento de las
normas, la realización de valores, su verdad moral, se entiende en función del desarrollo
del ser.
Si el obrar del hombre se considera como desarrollo de su ser: el obrar humano
sigue al ser del hombre y la libertad del hombre es, al mismo tiempo, libertad moral. El
agnosticismo metafísico, que niega la libertad del hombre (determinismos), niega la
libertad moral.
Como persona (“sustancia individual de naturaleza racional”, definición –de hecho–
metafísica) el hombre es un ser en sí, pero también es un ser en desarrollo, “en
potencia” de perfección. Así constituida la persona y considerando su libertad, mueve
su voluntad, siendo el objeto de la voluntad el bien.
Resumiendo, la Ética, si deja de lado la Metafísica, no puede establecer el obrar
moral que el hombre debe cumplir según sus actos humanos. Sustituir una moral con
un fundamento metafísico por otra autónoma dejaría de lado todo valor absoluto y nos
llevaría a una moral relativista y sin sentido último.
2. Ética y antropología
La Ética también se subordina a la antropología, porque si la Ética estudia la
moralidad de los actos humanos, la antropología tiene como objeto al hombre y se
pregunta por sus principios esenciales. La antropología filosófica como conocimiento
especulativo se une a la Ética como conocimiento práctico.
La consideración de los actos humanos (no actos del hombre) por parte de la Ética
supone el estudio previo de la estructura esencial de la actividad humana. Una
valoración de la conducta humana y su deber-ser se vincula con el concepto de
hombre que se tiene y las condiciones psicológicas de su actividad.
La concepción del hombre desde el punto de vista antropológico es sumamente
importante para la Ética: si el hombre fuera considerado como pura naturaleza instintiva, su
obrar moral no dependería de sus facultades de inteligencia y voluntad. Si, en cambio, la
persona es considerada un ser espiritual con sus facultades de inteligencia y voluntad, el
obrar humano no es puro instinto, por lo tanto es ordenable por la razón.
Lo esencial es entender que no puede haber una ética sin una antropología, pero no
es indiferente que sea cualquier antropología.
El psicologismo inglés, por ejemplo, ha tratado de reducir la moral a la psicología,
aunque no hay que confundir el psicologismo moral con el subjetivismo (los hedonistas
son subjetivistas, pero no, psicologistas). Lo mismo podemos decir del materialismo, que
reduce todo a la materia, movimiento conforme a las leyes físico-químicas, sin considerar
al espíritu, o su opuesto el espiritualismo que concibe al cuerpo como realidad
meramente accidental a la esencia humana. Ninguna de estas posiciones refleja la
realidad de lo que el hombre realmente es.
Todos estas filosofías tienen algo en común: una visión antropológica
reduccionista del hombre. A esto se opone una antropología que considera al hombre
en todos sus aspectos como ser viviente: esto es, como una unidad corpóreo-
espiritual. Sólo es posible un estudio de la moralidad del hombre allí donde el hombre
es visto como un todo, como un ser que se trasciende a sí mismo.
5. PARTES DE LA ÉTICA
5.3. Bioética
Desde aproximadamente la década de 1970 se ha ido desarrollando una nueva
disciplina, la bioética, neologismo inventado por el biólogo norteamericano van
Ressenlaer Potter. Ella se vincula principalmente con la ética médica. Estudia la
moralidad de la conducta humana en el campo de las ciencias de la vida. Incluye, por
supuesto, la ética médica tradicional y sus problemas morales clásicos: aborto,
esterilización, uso de drogas, derecho del enfermo a la verdad, secreto médico, etc.)
pero también debe abocarse a los problemas planteados por el desarrollo tecnológico
de las ciencias biológicas. Se interesa por los problemas del nacimiento, de la vida y
de la muerte a causa de los recientes progresos y de las posibilidades de la
investigación y de la terapéutica, por los problemas de ecología, etc.
6. DISTINCIÓN ENTRE UNA FILOSOFÍA MORAL O ÉTICA NATURAL Y UNA
ÉTICA CRISTIANA O TEOLOGÍA MORAL
Ambas estudian el obrar humano en sus relaciones con los fines del hombre; pero la
primera lo hace a la luz de la razón dejada a sus propias fuerzas; la segunda, a la luz
de la Revelación sobrenatural. La filosofía moral y la teología moral se distinguen
principalmente por la diferencia de los fines que persiguen, de los principios de
conocimiento que utilizan, de las motivaciones que ponen en obra. El fin perseguido
por la ética natural está constituido por la perfección y la felicidad naturales del
hombre; el de la teología moral, por el de la bienaventuranza sobrenatural. Los
principios de conocimiento son respectivamente, como ya hemos dicho, la razón en su
ejercicio natural; la razón también, pero iluminada por la luz de la revelación, para la
teología moral. En cuanto a las motivaciones, la ética filosófica estudiará al hombre
concreto, al hombre de una naturaleza humana frágil y mortal, sin preguntarse
esencialmente sobre el origen de esa fragilidad y sobre si esta condición humana es la
normalidad del hombre. En cambio, gracias a la Revelación divina, la teología moral,
además de abocarse como la filosofía moral al estudio del hombre concreto,
completará y perfeccionará ese estudio teniendo presente que el actual estado del
hombre no es el que originalmente Dios pensó para él. “Tú no estás en el estado en
que Yo te creé”. “Por el pecado original cometido en los comienzos del tiempo humano
Tú [hombre] estás en un estado ‘anormal’ que puede y debe ser corregido, restaurado,
reparado, perfeccionado”. Paradójicamente esto hace que el cristianismo sea
esencialmente mucho más “optimista” que cualquier otra postura moral, ya que
considera que esa herida de la naturaleza humana puede ser curada por la gracia de
Cristo y llevada a alturas de santidad que han sido alcanzadas por miles y miles de
cristianos en la historia, pero que son inentendibles para los criterios de la modernidad.
Precisamente para el hombre moderno, esa herida originaria jamás ha existido, por lo
tanto sus análisis de las posibilidades morales humanas están radicalmente
equivocados al partir del convencimiento de que “la normal condición humana” es ésta
que se verifica a lo largo de la historia. El Catecismo de la Iglesia Católica señala este
tremendo error de perspectiva del hombre moderno al negar el pecado original.
“Sin el conocimiento que ésta [la Revelación divina] nos da de Dios no se puede
reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente
como un defecto de crecimiento, como una debilidad psicológica, un error, la
consecuencia necesaria de una estructura social inadecuada, etc.” (CatIC N°387).
“Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a
graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las
costumbres” (CatIC N°407).
Estas consideraciones indican ya que la moral filosófica tiene sus límites y sugiere los
servicios recíprocos que pueden prestarse la ética natural y la moral sobrenatural. La
ética filosófica debe permanecer incompleta y debe tomar conciencia de su
imperfección por medio de su confrontación con las exigencias de la moral cristiana. La
moral filosófica pide confluir en la segunda, así como la naturaleza humana encuentra
su perfección suprema en la gracia que la eleva sin destruirla. Por ello las implicancias
morales de la Ética Cristiana o Teología Moral de ninguna manera elimina las
enseñanzas de la Ética Natural, más bien las consolida y las integra.
7.1. El luteranismo
Según Lutero, y por razón de su peculiar idea sobre la naturaleza humana caída,
consecuencia del pecado original, es inconcebible y, por tanto, inaceptable la
existencia de un orden natural y, consecuentemente, de leyes morales naturales que
sirvan de punto de partida a una ética científica. En efecto, por la corrupción ontológica
total de dicha naturaleza, al cometer el hombre el pecado original, no puede surgir de
ella nada que sea normativo: “Lo intrínsecamente corrupto no puede ser norma de
nada”. Para el luteranismo y todas las corrientes situadas dentro de su influencia no
puede existir otra moral que la surgida de la Revelación (la cual, a su vez, solo
compromete la fe, único parámetro de verdad y rectitud luterano), principalmente en el
Nuevo Testamento. Esta concepción explica la muy frecuente desconfianza o
menosprecio de muchos autores de esta línea respecto de la capacidad de la razón
humana para alcanzar el conocimiento de la verdad y el cumplimiento del bien. Por
eso muchos autores católicos han caracterizado esta posición como la de un
“pesimismo antropológico”.