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Asef Bayat
Introducción
Entre 1976 y los primeros años de 1990 tuvo lugar el desarrollo de una
serie de movilizaciones populares en las grandes ciudades de Irán, que no
recibieron suficiente atención por parte de los científicos que se perdieron en el
Big Bang de la Revolución. Se les restó importancia porque se los consideraba
insignificantes comparadas con la revolución, imagen universal por excelencia del
cambio social y, en parte, porque parecían ser prácticas corrientes de la vida
cotidiana. De hecho, el origen de estas actividades se remonta décadas antes,
aunque no fue hasta finales de los 80 y principios de los 90 que sus consecuencias
políticas comenzaron a salir a la superficie.
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“Un-civil Society: the politics of 'informal people'” (1997), Third World Quarterly, Vol. 18, Nº 1, pp
53-72. Traducción hecha por el Lic. Diego Gerardi para la Cátedra “Antropología, Territorio y
Sociedad”, Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca.
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marchaban a través de las calles de las grandes ciudades, las personas muy pobres
extendían su control sobre sus comunidades produciendo más suelo urbano bajo
un modelo de (mal)-desarrollo. Asimismo, inmediatamente después del período
posrevolucionario, muchas familias pobres decidieron aprovechar el colapso del
control policial para ocupar cientos de espacios vacíos como casas y bloques de
apartamentos a medio construir, rehabilitándolos como propiedades de ellos.
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iluminaron conectando cables a los principales postes eléctricos. Esta movilización
colectiva convirtió las aceras de las calles en vibrantes y coloridos lugares de
compras. Sin embargo, difícilmente las autoridades aceptarían esta contracultura
que representa un uso tan activo del espacio urbano, librando una constante
guerra contra los vendedores ambulantes. Muchos comerciantes cuyos costos y
ambiente de negocios favorable habían sido afectados por los vendedores
ambulantes, se unieron a las autoridades en la represión de éstos. El
enfrentamiento entre vendedores y Estado/Comerciantes representa un ejemplo
de la política callejera en la República Islámica, sobre el que volveré con más
detalle más adelante.
Este tipo de prácticas no son extraordinarias. Más bien, forman parte del
desarrollo diario en muchos centros urbanos del mundo. En oriente medio, El
Cairo contiene más de 100 comunidades "espontáneas" o manatiqal-ashwa’ yya,
que albergan a más de siete millones de personas que dividiendo tierras agrícolas
levantaron sus refugios ilegalmente. Por otro lado, los inmigrantes rurales y
habitantes de los barrios marginales han reclamado silenciosamente cementerios y
terrenos estatales/públicos en las afueras de la ciudad, creando comunidades en
gran medida autónomas. A través de su perseverancia, millones de habitantes de
los barrios marginales obligan a las autoridades a extender los servicios de sus
vecinos, o de lo contrario los obtienen ilegalmente. Por ejemplo, el uso ilegal de
agua corriente únicamente en el la ciudad egipcia de Alejandría, cuesta un
promedio de 3 millones de dólares por año. Los vendedores ambulantes se han
apoderado de muchas vías públicas para realizar sus negocios. Miles de pobres
egipcios subsisten gracias a las propinas que obtienen por estacionar vehículos en
las calles que controlan y organizan para conseguir el mayor espacio posible para
estacionamiento. A los ojos de las autoridades esto ha causado un gran "desorden"
urbano en el país. La política gubernamental de poner fin a tales prácticas ha sido
en gran medida un fracaso, ya que los pobres han tendido a responder con
resistencia sobre el terreno, batallas legales o simplemente con un silencioso
incumplimiento. Relatos sobre Maidan El-’Ataba, Sayyeda Zeynab, Boulaq El-
Dakrour, Suq El-Gom’a en Imbaba y la reubicación forzosa de los libreros de El-
Ezbakia atestiguan sólo unos pocos ejemplos de la política callejera en esta ciudad.
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Este mismo tipo de fenómenos ocurre en el entorno asiático. Por ejemplo, en las
ciudades de Corea del Sur, casi cualquier persona puede instalar un carrito de
mano sobre un área desocupada de la calle, pero una vez que se toma un lugar y se
establece el negocio, éste es virtualmente propiedad delos vendedores. En estos
entornos la recaudación de impuestos es nula y las prácticas regulatorias de las
empresas prácticamente imposible. El Outlet de Louis Vuitton en Pusan sólo pudo
evitar que un vendedor de carritos venda falsificaciones de sus bolsos frente a la
tienda comprando el lugar. Nike International y Ralph Lauren tuvieron problemas
similares.
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Precisamente debido a esta movilización, en gran medida silenciosa y libre, el foco
de la noción de "sociedad civil" tiende a ignorar el amplio conjunto de actividades
sociales híbridas y a menudo no institucionalizadas que han conquistado la política
urbana en muchos países en desarrollo. Claramente hay más de una
conceptualización de "sociedad civil". La literatura existente revela la tremenda
diversidad de percepciones no sólo entre las variantes clásicas y las
contemporáneas, sino también hacia dentro de estas últimas. Sin embargo, todas
parecen estar de acuerdo en que las prácticas asociativas constituyen un elemento
integral de la "sociedad civil", y que esta última es particularmente privilegiada por
sobre otras formas de expresión social. Sin pretender degradar el valor de la
"civilidad", mi punto es que el reduccionismo de los debates sobre la "sociedad
civil" excluyen e incluso desprecian modos de lucha y expresión que en sociedades
como las de Oriente Medio, son más comunes y eficaces que las instituciones
convencionales por fuera del Estado. Por lo tanto, mi objetivo en este artículo es
examinar la dinámica de este activismo libre que tiende a caracterizar la política de
la "gente informal", de los privados de derechos. Adoptando una distancia relativa
tanto de James Scott como de sus críticas, quiero mostrar cómo estas prácticas
ordinarias y a menudo silenciosas por parte de la personas ordinarias, generan
cambios sociales significativos.
Debates actuales
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de los pobres a la mera supervivencia dentro del contexto cotidiano, a menudo a
costa de los demás o de ellos mismos. Como Escobar sugiere, el lenguaje de
“estrategias de supervivencia” puede contribuir a sostener una imagen de los
pobres como víctimas. Así para contrarrestar el desempleo o aumento de precios
se dice que a menudo que recurren al robo, la mendicidad, la prostitución o la
reorientación de sus patrones de consumo. El trabajo de Scott también es
importante desde otro ángulo. Hasta hace poco la preocupación predominante de
los académicos, tanto de izquierda como de derecha, se centró en la “amenaza
política” de los pobres al orden existente. Estaban preocupados por la cuestión de
si los pobres constituían una fuerza desestabilizadora, ignorando así la dinámica
de su micro-existencia y política cotidiana. Por otro lado, muchos de estos autores
todavía ven la política de los pobres en términos de una dicotomía
revolucionaria/pasiva. Este paradigma reduce la posibilidad de ver el problema
desde una perspectiva diferente. No me refiero a adoptar un enfoque centrista,
sino una perspectiva completamente nueva. Las "formas cotidianas de resistencia"
ciertamente contribuyó a cambiarlos términos del debate. Sin embargo, el “modo
brechtiano de lucha y resistencia de clases” de Scott es inadecuado para explicar la
dinámica que tienen las actividades de los pobres urbanos en el Tercer Mundo. Si
bien es innegable que las la supervivencia constituye la principal preocupación de
los marginados urbanos, también se esfuerzan por avanzar y mejorar sus vidas
aunque sea con calma y tranquilidad. Sus luchas no son meramente defensivas o
una "resistencia cotidiana" contra las invasiones de los grupos "superordenados".
Tampoco están simplemente escondidos o son simplemente silenciosos y a
menudo individualistas. A mi entender, las luchas de los pobres urbanos también
son subrepticiamente ofensivas, es decir, los grupos privados de derechos
imponen una gran moderación a los privilegios de los grupos dominantes,
asignando segmentos de sus oportunidades de vida (incluidos el capital, los bienes
sociales, las oportunidades, la autonomía y por lo tanto el poder) para ellos
mismos. Esto tiende a implicarlos en un ambiente colectivo, abierto y muy audible.
Por otro lado, además de buscar concesiones del Estado, sus luchas individuales y
silenciosas, predominantemente por acción directa, también buscan cambios
significativos en sus propias vidas. Yendo así más allá de "afectar marginalmente
las diversas formas de explotación que enfrentan los campesinos". Por otro lado, la
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adhesión de Scott a la teoría de la elección racional pasa por alto la complejidad de
motivos detrás de este tipo de lucha, donde se mezclan elementos morales con
cálculos racionales. Pueden entonces analizarse estas prácticas en términos de
"movimientos sociales" urbanos, considerados como movimientos organizados y
de base territorial de los pobres urbanos del Tercer mundo que luchan por una
"transformación social" (según Castells), la “emancipación” (Schuurman y van
Naerssen), o una alternativa a la tiranía de la modernidad (en la percepción de
Friedmann). Las similitudes parecen ser bastante sorprendentes: ambos son
urbanos y luchan por objetivos análogos como la vivienda, la construcción
comunitaria, el consumo colectivo, el reconocimiento oficial de sus ganancias, etc.
Sin embargo difieren entre sí en muchos aspectos. En primer lugar, mientras que
los movimientos sociales en general representan una tendencia duradera y en
mayor o menor medida de acción colectiva organizada en busca del cambio social,
las actividades que describo presentan fuertes elementos de espontaneidad,
individualismo ycompetencia intergrupal. Además ponen mayor énfasis sobre la
acción que sobre el significado, o en términos de Castells el "significado urbano".
Además, aunque estas prácticas ordinarias se parecen tanto a las "nuevas" como a
los viejos movimientos sociales, en términos de vaguedad en el control o un
liderazgo inexistente, ideologías diversas o incoherentes con una falta total de un
organización estructurada, difieren significativamente de ambos. Los movimientos
sociales "primitivos" explorados por Eric Hobsbawm, a menudo fueron
"generados" o “movilizados” por distintos líderes carismáticos. Mientras que el
tipo de activismos que describo en su mayoría, aunque no del todo, son
autogenerados. Por otro lado, mientras que se dice que los "nuevos" movimientos
sociales se centran en gran medida en la identidad y el significado, nuestros
contendientes parecen preocuparse principalmente por la acción. Por lo tanto,
estas usurpaciones cotidianas pueden considerarse en un sentido metafórico como
representaciones de un "movimiento en sí mismo", convirtiéndose en un
movimiento social per se siempre y cuando los actores tomen conciencia de sus
acciones articulando sus objetivos, métodos y justificaciones. Sin embargo, si
llegaran a asumir estas características perderían su carácter de invasión silenciosa.
En otras palabras, estas desesperadasprácticas cotidianas dan cuenta de acciones
distintivas con sus lógicas y dinámicas particulares.
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La silenciosa invasión de lo ordinario
El tipo de luchas que aquí describo puede caracterizarse mejor como "una
invasión silenciosa de lo ordinario”. Un silencioso, paciente, prolongado y
omnipresente avance de la gente común, sobre los ricos y poderosos para
sobrevivir a las dificultades y mejorar sus vidas. Se caracterizan por ser
silenciosos, atomizados y por una movilización prolongada con una acción
colectiva episódica. Una lucha abierta y permanente. Lucha sin un liderazgo, una
ideología o una clara organización estructurada. Que produce ganancias
significativas para los actores, colocándolos eventualmente como un contrapunto
frente al Estado. Al iniciar cambios "moleculares" graduales, los pobres a largo
plazo “modifican progresivamente la composición preexistente de fuerzas y por lo
tanto se constituyen en la matriz de nuevos cambios”. Pero a diferencia de los
“revolucionarios pasivos” de Gramsci, los grupos privados de derechos no
despliegan sus acciones como actos políticos conscientes, sino que más bien son
impulsados por la fuerza de la necesidad: la necesidad de sobrevivir y tener una
vida digna. Por lo tanto, la noción de "necesidad" y la búsqueda de dignidad
justifican sus luchas como formas "morales", “naturales” y “lógicas” de sobrevivir y
avanzar en sus vidas. La “revolución pasiva” de Gramsci apunta en última instancia
al poder estatal. Sin embargo quiero destacar que esa invasión silenciosa, aunque
podría adquirir indirectamente implicancias políticas generalizadas, conlleva
cambios que los actores consideran significativos para ellos mismos sin la
intención de socavar la autoridad política. Incluso, estas prácticas simples y
cotidianas seguramente pasarán al ámbito de la política. Sus protagonistas
participan en una acción colectiva, y ven a sus acciones y a sí mismos como
"políticos", sólo cuando se enfrentan a quienes amenazan sus logros. Por eso un
atributo clave de estos movimientos es que si bien los avances se realizan
silenciosa, individual y gradualmente, la defensa de sus conquistas siempre es
colectiva y audible.
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ruido, a menudolenta e imperceptiblemente, tan perseverantes como los
movimientos de las tortugas en una colonia remota. A menudo evitan de manera
deliberada el esfuerzo colectivo, las operaciones a gran escala, la conmoción y la
visibilidad. A veces los ocupantes ilegales impiden por ejemplo que otros se les
unan en áreas específicas, o los vendedores disuaden a sus pares de instalarse en la
misma vecindad. Muchos incluso dudan en compartir información sobre sus
estrategias con grupos similares. Sin embargo, como estos individuos
aparentemente desesperados y las familias siguen caminos similares, su cantidad
las transforma en una potencial fuerza social. Esta compleja mezcla de
individualismo y colectivismo es el resultado tanto de la posición social de sus
actores comode la "estructura de oportunidades" disponible para ellos en los
términos de Tarrow. Los agentes más comunes involucrados en estos silenciosos
movimientos de invasión comprenden una diversidad de grupos sociales en gran
medida "flotantes": inmigrantes, refugiados, desempleados, ocupantes ilegales,
vendedores ambulantes y otros grupos marginados. Los inmigrantes rurales
invaden las ciudades y sus comodidades, los refugiados y los inmigrantes
internacionales los estados anfitriones y sus provisiones, los ocupantes ilegales las
tierras públicas y privadas o las casas, y los vendedores ambulantes los costos de
oportunidad de las empresas, como también el espacio público tanto en su faceta
física como social: aceras, intersecciones, parques, etc. Lo que lleva a estos grupos
a este modo de lucha es, en primer lugar, el impulso inicial de un modo de vida
alternativo que les exige cambiar puestos de trabajo, lugares y prioridades. En
segundo lugar, la falta de un mecanismo institucional a través del cual puedan
expresar sus quejas colectivamente y resolver sus problemas.
Este último punto explica parcialmente por qué las luchas de estos grupos
subalternos a menudo toman la forma de un repertorio silencioso de acciones
directas e individuales, antes que protestas colectivas. A diferencia de grupos como
los trabajadores organizados o los estudiantes, los desempleados, emigrantes,
refugiados o vendedores ambulantes son grupos en flujo. Se trata de individuos
estructuralmente atomizados que operan fuera de las instituciones formales de
fábricas, escuelas y asociaciones. Por lo tanto carecen de capacidades
institucionales para ejercer presión, ya que también carecen de un poder
organizativo de disrupción -en el sentido de "retirada de una contribución central
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de la que otros dependen y que por lo tanto, es “un recurso ideal para ejercer
poder sobre los de otros”. Por supuesto que pueden participar de manifestaciones
callejeras o disturbios, pero sólo cuando estos métodos gocen de un grado
razonable de legitimidad y cuando son movilizados por líderes externos. Bajo
algunas circunstancias excepcionales, las apropiaciones de tierras pueden estar
dirigidas por grupos de izquierda, o los desempleadosy vendedores ambulantes
pueden ser invitados a formar parte de sindicatos. Esto sucede principalmenteen
períodos relativamente democráticos, cuando los partidos políticos intentarán
movilizar a los pobres a cambio de su apoyo electoral. De esta forma se
organizaron los desempleados en el Irán pos-revolucionario, las trabajadoras
independientes en Bombay, las amas de casa en la Inglaterra de posguerra y los
vendedores ambulantes en Lima. Sin embargo, ante la ausencia de libertades
electorales los contendientes tienden a permanecerinstitucionalmente impotentes,
ya que la mayoría de las veces la movilización por la formulación de demandas es
reprimida. Pero esta falta de poder institucional es compensada por la versatilidad
de los pobres a la hora de tomar "acción directa", ya sea colectivao individual,
precipitada o gradual, que a largo plazo podría evolucionar haciauna vida local más
autorregulada/autónoma. En consecuencia, en lugar de protestar estos grupos se
dirigen directamente a la satisfacción de sus necesidades por sí mismos, aunque
sea de forma individual y discreta. En resumen, la suya no es una política de
protesta, sino de reparación y lucha por resultados inmediatos en gran medida por
medio de la acción individual directa.
Los objetivos
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profundo deseo de vivir una vida informal, de administrar sus propios asuntos sin
involucrar a las autoridades u otras instituciones formales modernas. Esto no
significa que la tradición guía sus vidas, más bien da cuenta que las instituciones
modernas en cierto sentido, reproducen las relaciones "tradicionales" de las
personas como soluciones hacia los problemas que estas instituciones generan. En
muchas comunidades "informales" de las ciudades del Tercer Mundo, la gente
confía en sus propias normas locales y "tradicionales" del desarrollo de sus
actividades diarias. Ya sea estableciendo contratos (por ejemploel matrimonio),
organizando su localidad o resolviendo disputas locales. En cierto modo se ven
obligados a ejercer control sobre su vida laboral, regulando su tiempo y
coordinandosu espacio. Se cansan de los procedimientos formales que rigen su
tiempo, obligaciones y compromisos. Son reacios a aceptar la disciplina impuesta
al pagar impuestos y facturas, aparecer en público de determinadas maneras ymás
ampliamente en la práctica de la vida cotidiana. Esta desconfianza hacia el Estado y
las instituciones modernas ha despertado dos reacciones contrapuestas. Algunos
sociólogos (en particular los seguidores de la escuela de Chicago) ypolíticos,
desestiman a los pobres urbanos considerándolos como "marginales", proscritos y
criminales. Y a sus comunidades como bastiones del "parroquialismo rural" y del
"tradicionalismo".Sugieren que ésta "desviaciónsólo puede corregirse integrando
nuevamente al Estado y la Sociedada estas personas. En resumen,
“modernizándolos”. Otros, en particular Janice Perlman y Castells, han atacado con
vehemencia la premisa de la "marginalidad"argumentando que lejos de ser
marginales, todas estas personas están bien integradas. A pesar de sus diferencias,
estas perspectivas rivales comparten un supuesto importante.Ambos suponen que
el "hombre ideal" es el hombre bien adaptado y bien integrado. En definitiva, el
“hombre moderno”. El hecho es que estos hombres y mujeres no son ni
"marginales" (es decir, esencialmente tradicionales y aislados) ni plenamente
integrados. Más bien, su pobreza y vulnerabilidad los impulsan a buscar autonomía
del Estado y de las instituciones modernas. Tienden a abstenerse de recurrir a la
policía y otras oficinas gubernamentales, sobre todo por el fracaso de las
burocracias e instituciones "modernas" a la hora de cumplir con ellos. Estas
instituciones imponen el tipo de disciplina (en términos de regulación de su
tiempo, comportamiento y apariencia) que muchos simplemente no pueden
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permitirse o que no desean cumplir. Sólo los muy pobres pueden favorecer la
integración ya que, al menos en términos inmediatos, les da más de lo que
necesitan. De lo contrario muchos habitantes de barrios marginales y aquellos
reubicados de estos lugares tienden a vivir en zonas ilegales. En parte porque
parecen estar libres de la vigilancia y control social moderno para comunicarse
fácilmente, aparecer en público y practicar su cultura. Mientras que los pobres
tienden a rechazar esta faceta restrictiva de la modernidad, acogen con agrado su
dimensión liberadora. Así, aunque los ocupantes ilegales quieren iluminar sus
casas con electricidad, utilizan tuberías para abastecer de agua y ven televisión en
color, no quieren pagar facturas sujetas a estrictas regulaciones burocráticas, por
el contrario anhelan flexibilidad y negociación. De modo similar, el trabajo de
subsistencia en la calle a pesar de su bajo estatus, baja seguridad y otros costos,
permiten que las personas puedan liberarse de las relaciones de disciplina y
control de las instituciones de trabajo modernas. Aunque un tanto romantizada, la
caracterización de John Friedman sobre los barrios brasileños como una especie de
barrios "posmodernistas" apunta a formas de vida alternativas que los pobres
tienden a seguir. Desde su mirada, el énfasis de los barrios en la economía moral, la
confianza, la cooperación, la producción de valores de uso, la autonomía local y la
autorregulación en cierto modo desafían los principios modernos del valor de
cambio, la burocracia y el Estado.
Convirtiéndose en política
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actores continúen con sus avances cotidianos sin verse confrontados seriamente
por ninguna autoridad, desarrollan sus acciones como una práctica cotidiana
común. Cuando sus beneficios se ven amenazados, toman conciencia de sus
acciones y el valor de sus beneficios, defendiéndolos colectiva y audiblemente. Más
adelante explicaré la lógica de la transición desde la acción individual a la colectiva.
Por ahora basta con señalar que los numerosos disturbios antigubernamentales
por parte de ocupantes ilegales, vendedores ambulantes y otros grupos
marginados señalan la importancia de la resistencia colectiva entre estos pobres
atomizados. La lucha de los actores no consiste en obtener un beneficio, sino en
defender y promover los logros obtenidos. En tales coyunturas, los contendientes
pueden llegar incluso a dar cierta estructura a sus actividades creando redes,
cooperando o iniciando organizaciones más estructuradas. Esta organización tiene
por objeto mantener, consolidar y ampliar los logros alcanzados.
Política callejera
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este nivel, lo que convierte a la actividad callejera en política es la participación
activa o el uso participativo (en contraposición a pasivo) del espacio público. Así el
uso de la calle, aceras, cruces, terrenos urbanos, espacios de reunión y de
expresión públicade la cultura se convierten todos en lugares de contestación.
Estos sitios cada vez se constituyen más como dominio del poder estatal que
regula su uso, haciéndolos"ordenados". El Estado espera que los usuarios operen
pasivamente de acuerdo con las reglas que ha establecido. Cualquier uso activo y
participativo desafía el control de la autoridad y a aquellos grupos sociales que se
benefician de dicho orden. Este estilo de vida "callejero" y las actividades que
comprende no son una novedad. Pueden apreciarse en la Europa de los siglos XVI y
XVIII, y más recientemente en el Medio Oriente urbano. Sin embargo no implicaban
una "política callejera". Lo que los convierte en políticos son ciertas características
novedosas: a diferencia del pasado, cuando las comunidades locales disfrutaban de
una gran autonomía y autorregulación, ahora están bajo gobiernos centralizados
que controlan la calle y la vida local. El segundo elemento en la configuración de la
política callejera es el funcionamiento entre las personas que utilizan el espacio
público de lo que he llamado red pasiva. Cualquier acto político colectivo
(movilización) requiere cierto grado de organización, comunicación e interrelación
entre actores. La mayoría de las veces, esta se conforma deliberadamente ya sea
formal o informalmente. Así okupas, desempleados o inmigrantes del mismo lugar
de origen podrán establecer asociaciones formales con comunicaciones constantes
y reuniones periódicas. O pueden en cambio desarrollar contactos informales entre
ellos. Por ejemplo, los vendedores dentro de una misma calle pueden reunirse ad
hoc para discutir sus problemas o simplemente socializar. Tanto en los casos
formales como en los informales, los participantes tendrían entre ellos una red
activa en el sentido de que se vuelven conocidos unos con otros, hablan, se
encuentran e interactúan conscientemente entre ellos. Sin embargo, a diferencia de
cómo percibe Tilly una organización, con una fuerte cohesión e importantes
comunicaciones interpersonales, las redes no son necesariamente activas. La
"calle" como lugar público posee esta característica intrínseca,haciendo posible
que las personas se movilicen sin tener una red activa. La movilización se lleva a
cabo a través de “redes pasivas”, la comunicación instantáneaentre individuos
atomizados que se establece por el reconocimiento tácito de suidentidad común y
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está mediada a través del espacio. Una mujer que entra a un grupo dominado por
hombres nota instantáneamente que hay otra mujer entre los hombres, los
vendedoresen la calle se fijan en los demás aunque nunca se hablen.A diferencia
delos huelguistas fiscales dispersos, una red pasiva existe entre las mujeres de una
fiesta o los vendedores ambulantes de una determinada localidad, los inquilinos de
un ayuntamiento, los inmigrantes ilegales de un país, huelguistas de impuestos, las
mujeres en una fiesta dominada por hombres, vendedores ambulantes o los
espectadores de un partido de fútbol. Todosrepresentan individuos atomizados
que, en un cierto nivel, tienen un estatus similar y una identidad de intereses entre
sí (ver Figura 2). Para Bourdieu, cada uno de estos representa un "grupo teórico"
que se vuelve "real" sólo cuando son"representados".¿Pero cómo? Esto no lo
aborda. En su trabajo este aspecto fundamentaldel grupo, la red, no es considerado
o se da por sentado. El hecho es que estos "individuos yuxtapuestos",
potencialmente pueden actuar juntos. Pero actuar juntos requiere un medio o red
para establecer su comunicación. Los inmigrantes ilegales o los huelguistas fiscales
no pueden resistir la acción estatal a menos que comiencen a organizarse
deliberadamente, ya que ningún medio les brinda esta posibilidad como la hace el
espacio (ver Figura 3). Los Inquilinos, espectadores, vendedores, okupas y mujeres
descriptos anteriormente aunque no se conozcan, podrán actuar colectivamente
porque el espacio común les permite reconocer sus intereses comunes e identidad
(ver Figura 4), es decir, les permite desarrollar una red pasiva.
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Figura 2. Sin red. Individuos atomizados con una posición común.
Figura 3. Red activa. Individuos con posiciones similares reunidos por un intento
deliberado: asociaciones con una red activa.
Lo que media entre una red pasiva y la acción es una amenaza común. Una vez que
estos individuos atomizados se enfrentan a una amenaza a sus beneficios, esta red
pasiva se transforma espontáneamente en una red activa y en acción colectiva. De
este modo, la amenaza de desalojo reúne inmediatamente a muchos ocupantes
ilegales, incluso si no se conocen. Asimismo, los seguidores de equipos rivales en
un partido de fútbol suelen unirse para enfrentarse a la policía en las calles. Esto
no se debe simplemente a una "acción de masas" psicológicamente inducida o
"irracional", sino a un hecho sociológico de reconocimiento de intereses y
comunicación latente.
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Los individuos ya organizados también pueden intentar extender su red (pasiva o
activa) hacia aquellos que no sean sus miembros inmediatos. Los estudiantes,
trabajadores fabriles, las asociaciones de mujeres que se manifiestan en las calles
por ejemplo, pueden hacerlo con el fin de dar a conocer su causa y ganar
solidaridad. El acto mismo de manifestación en medios públicosintentando
establecer comunicación con aquellos que son desconocidos para los
manifestantes, pero que podrían estar sujetos a condiciones similares a las de ellos,
pretende activar esta comunicación pasiva para extender la acción colectiva. Hay
que destacar que el pasaje de una red pasiva, hacia una red activa y a la acción
colectiva nunca es un hecho. Está sujeto a la misma complejidad y factores
similares que el movimiento de una red conscientemente organizada para la
movilización. Factores como las crisis de legitimidad del Estado, la división dentro
de las elites gobernantes, la ruptura del control social y el acceso a los recursos
pueden facilitar la acción colectiva. A su vez, la amenaza de la "represión", la
división intergrupal y el cumplimiento temporal probablemente obstaculicen la
movilización. La cuestión aquí no es que una amenaza de desalojar a un grupo de
ocupantes ilegales pueda o no necesariamente conducir a su resistencia colectiva.
Los sindicatos también pueden ceder ante una amenaza de despido. El punto más
bien es mostrar cómo los grupos de individuos atomizados, sin redes ni
organizaciones activas pueden (y de lo hacen) participar instantáneamente en
acciones colectivas. Se trata del resultado de la operación de redes pasivas entre
ellos. Esta posibilidad no planificada, desestructurada e instantánea de acción
grupal convierte a la calle en un lugar altamente volátil, conflictivo y por ende
político. Detrás del "peligro" político de la calles, se esconde esta operación de
"redes pasivas" que las calles representan como espacio público por excelencia. No
es de extrañar que cada gobierno impopular preste tanta atención a controlarlas.
Mientraslos estados pueden restringir las manifestaciones organizadas
deliberadamente,a menudo son incapaces de privar a la población de la calle
trabajar, conducir o caminar. En definitiva, de la vida en la calle. Cuanto más
abierto y visible sea el lugar público, y cuanto más amplia sea la operación de las
redes pasivas, más amplia será laposibilidad de acción colectiva. Las redes pasivas
representan un elemento inherente de vida callejera y clandestina. Aseguran la
cooperación instantánea de los actores individuales una vez que sienten
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amenazado su bienestar. Sin este concepto de "redes pasivas", a muchos les resulta
difícil encontrarle sentido a las “sorprendentes”, “inesperadas” y espontáneas
movilizaciones masivas en entornos urbanos. Esta dialéctica de la acción individual
y colectiva (la posibilidad de resistencia colectiva) junto con la justificación moral
de la invasión individual, pueden explicar la resiliencia de los desposeídos a la hora
de afrontar susluchaspor la supervivencia y mejores condiciones.
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que un segmento considerable de personas empleadas sean despedidas, sin una
perspectiva clara de impulsar la economía y crear empleos viables. A principios de
1990, durante la transición a una economía de mercado tanto en los países
latinoamericanos "en proceso de ajuste" y como en los de Medio Oriente, el empleo
formal cayó entre un 5% y un 15%. En África, el número de desempleados creció
un 10% por año durante la década de 1980. Mientras que la absorción de mano de
obra en el sector asalariado formal siguió disminuyendo. A principios de 1990 en
los países del Tercer Mundo el desempleo había aumentado dramáticamente. Así,
un gran número de las clases medias alguna vez acomodadas y educadas
(empleados gubernamentales y estudiantes), trabajadores del sector público y
segmentos del campesinado, han sido empujados a las filas de los pobres urbanos
en el trabajo y el mercado inmobiliario. La falta de voluntad e incapacidad del
Estado para ofrecer trabajo, protección y mejoras urbanas colocan a estas
personas en una posición colectiva similar, incluso si darles una identidad colectiva
como los desempleados, los ocupantes ilegales, los habitantes de barrios
marginales o trabajadores de la calle. En resumen los constituye como potenciales
"rebeldes de la calle". La falta de unentorno institucional deja a estos hombres y
mujeres luchando en sus hogares atomizados. Muchos países en desarrollo
parecen haber experimentado procesos similares.Lo que distingue la forma de
movilización dentro de estas naciones tiene que ver con las culturas e instituciones
políticas locales. La política represiva del Estado hace que la movilización
silenciosa y oculta de los individuos, sea una estrategia más viable que la protesta
abierta y colectiva. Bajo estas condiciones, la acción directa colectiva y abierta sólo
tiene lugar en casos excepcionales, en particular, cuando los Estados experimentan
crisis de legitimidad como la crisis revolucionaria de Irán durante 1979, la crisis de
Egipto tras la derrota de 1967 o Sudáfrica después de la caída del apartheid a
principios de 1990. Sin embargo, donde prevalece cierto grado de apertura
política, la competencia entre partidos políticos proporciona un respiro para la
acción colectiva de la gente común. Para ganar apoyo electoral y masivo, los grupos
políticos rivales movilizan a los pobres (como en India, México, Perú, Brasil y Chile
a principios de 1970). Es poco probable que esto suceda en sistemas autoritarios
donde ganar votos no es una preocupación del liderazgo político. Por lo tanto, esta
invasión tranquila es en gran medida una característica de los sistemas políticos no
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democráticos, así como de culturas donde las instituciones tradicionales sirven
como una alternativa a las asociaciones civiles y los movimientos sociales. Esto
puede explicar en parte por qué en la mayoría de los países del Medio Oriente,
donde predominan gobiernos autoritarios, y donde la familia y el parentesco son
fundamentales para el apoyo y la seguridad de las personas esta estrategia de
invasión silenciosa parece prevalecer. Mientras que en muchos países
latinoamericanos, donde alguna tradición y práctica de competencia política o
clientelismo político operan las movilizaciones tienden a asumir un carácter
colectivo, audible y asociativo. Invasiones de tierras urbanas, asociaciones urbanas
de pobres y el sindicalismo callejero parecen marcar una característica importante
de la política urbana en los países de esta región del mundo. Los Estados también
pueden influir sobre esta invasión silenciosa de otra manera. Este tipo de
movimientos suelen gestarse donde predomina la ineficiencia de la burocracia
estatal u organizaciones muy rígidas, particularmente del estado "mercantilista"
descriptas por De Soto. Ya que tales instituciones tienden a alentar a las personas a
buscar condiciones de vida y/o trabajo más informales y autónomas. Sin embargo,
la situación en entornos más eficientes y democráticos es bastante diferente.
Cuanto más democrático y eficiente sea el Estado, menos terreno habrá para la
expansión de movimientos autónomos, porque en tales circunstancias, los pobres
tienden a verse integrados en la estructura estatal y están inclinados a seguir las
normas establecidas, como a utilizar los medios e instituciones existentes para
mejorar su vidas por limitados que sean.
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