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“Educarse a uno mismo para luego poder educar a otros”. Una frase tan
amplia como profunda, que los educadores debemos tener muy en cuenta
a la hora de cumplir nuestro rol. Y como gracias a Di-s, el conocimiento y
la autodisciplina no tienen un fin concreto, las ganas por este aprender
magno debería estar siempre latente en nosotros.
Aunque el lema parezca ser muy conocido por los educadores actuales,
me veo obligado a enfatizar que “el alumno no es una nota”. La
calificación muy poco tiene que ver con su proceso de aprendizaje. No
tiene en cuenta aspectos que se relacionen con la comprensión y
razonamiento del alumno.
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Es muy probable que la percepción que el alumno tenga de sí mismo, esté
relacionada con las calificaciones. “Seguramente Ariel que es el mejor de
la clase, es más apreciado que yo por el maestro; ¿no viste cómo participa
en sus clases y siempre lo felicita?”.
Al tener una junta con esta mujer, ella les aclaró que para asumir como
maestra de ese aula en particular, necesitaba observar el curriculum de
los jovencitos. Por supuesto se lo proporcionaron. Donde ella leyó decía
algo así como:
Reubén 94
Levy 93
Alan 95
Shimón 92
Iosef 93
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Al leer la información, de pronto la maestra dijo: “No puedo, ¡no puedo
asumir ahora! Por favor denme un tiempo para prepararme bien
porque me enfrento a chicos muy inteligentes y no puedo fallar. Ya que
esperaron 1 año, esperen 1 mes más, nada pasará. Esa es mi condición.”
Como no les quedaba otra opción, desde ya aceptaron.
Con esta verdad concluyó esta historia muy real, de la cual aprendemos
que cuando miramos a nuestro compañero con un poco de amor, con un
poco de respeto, sin envidia, sin pensamientos extraños o retorcidos, sin
mirarle sus defectos sino sus virtudes, todo cambia. La naturaleza se
modifica y suceden hechos casi inexistentes de acuerdo a la realidad
(Publicación semanal “Para vos, Mamá!” Nº2).
Una de las maneras para acercarse a los alumnos podría ser ofreciéndole
algún pañuelo cuando la situación así lo requiera, levantándole algún útil
caído, arreglándole la ropa… pequeñas actitudes que se tornan enormes
modificantes de conductas.
“¿Por qué no quiere estudiar?, ¿qué pasa con este chico que nunca presta
atención en clase?, ¿no le importa nada?”, nos preguntamos a veces.
Claramente cada caso tendrá su motivo particular y específico. Puede que
tenga implicancias psicológicas, sociales y/o familiares.
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Pero otras tantas veces, los maestros somos parte de aquello. Textos
complejos, en blanco y negro, sin dibujos figurativos y con letra
pequeñísima, pretendemos que sean de gran utilidad en clase. Es cierto,
puede que el contenido sea excelente, de autores magníficos y brillantes,
pero si no están facilitados de manera clara, legible y atractiva, puede que
el alumno ni llegue a toparse con ellos. Ya el solo hecho de verlo, le
provocará repulsión. Recordemos que estudiar debe ser una práctica
placentera.
El Gaón Rabí Akivá Iguer ordenó a su hijo que utilizara papel muy fino,
tinta de buena calidad y una escritura clara para la impresión de su
libro, ya que sostenía que la belleza física del libro traería regocijo al
lector, aumentando su capacidad de estudio y concentración (“Bat
Mélej”, página 19).
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guantes y se puso a jugar con ellos. Los revoleaba por los aires. Nada
quería saber con estudiar.
En ese caso lo que hicimos fue pasar los mismos versículos del libro a
una hoja de computadora, con letra más legible y amigable.
Desmitificando el libro y posibilitando que se olvidara de él por unos
momentos.
Le expliqué a su padre que este tiempo de juego no había sido para nada
en vano. Ganamos confianza y la relación se estrechó aun más. A partir
de allí el vínculo fue totalmente distinto. Una inversión no solo para el
presente sin también hacia el futuro. Después de todo, no solamente
aprendimos contenidos sino también que el moré (maestro) también se
divierte y le gusta hacerlo. Que puede compartir algo en común con sus
alumnos. Es decir, es una persona como cualquier otra.
Nos toparemos con poca resistencia del otro lado, ya que tenderemos a
buscar alguna opción que sea motivante para él.
Remarcar –de buena manera- que las reglas las imponemos nosotros,
sólo que a veces podremos dar variantes para elegir, pero siempre dentro
del marco y propuesta del docente; no más allá.
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Es importante aclarar que al poner un límite debemos estar convencidos
con eso que decidimos. ¿Cómo puedo transmitir una decisión a otro,
cuando aun no he sido yo quién se ha convencido primero de la misma?
Por eso es importante meditar mucho antes y no actuar desde la
impulsividad y nerviosismo. En casos de no percibir seguridad interna
para impartir una orden, es preferible “hacer la vista gorda” antes que
hablar.
Muchos padres esquivan reprochar a sus hijos por temor a que no los
quieran. Para no ser “los malos de la película”. Una mirada totalmente
egocéntrica y negativa que no hace más que traer peores consecuencias
hacia los hijos y la familia. “Yo no quiero quedarme mal como padre y
que no me quiera”, anteponiendo el “yo” antes que el “él”. ¿Y el hijo?, ¿su
educación?, ¿qué vale más?, ¿qué peso tiene cada componente en la
balanza?
Es más simple transmitir de una única manera, sin contemplar que las
necesidades, deseos e intereses entre los alumnos son tan distintos como
las estrellas que existen en el universo. “Motivar la motivación” para
lograr seres motivados. Centrarse en los alumnos y no en uno mismo. Ir
consensuando con ellos, demostrando nuestro sincero y puro interés por
el aprendizaje, su aprendizaje.
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Indiscutible es que este tipo de metodología requiere más dedicación,
tiempo e inversión por parte del docente, pero… ¿quién dijo que ser
maestro resulta ser una tarea sencilla?
“Bien, David está allí cerca de la puerta con las manos en los bolsillos -
seguramente no tiene vocación de atleta… Moshé, está jugando de
manera agresiva - debe ser indisciplinado… Ia’acov, está soñando o
analizando el movimiento de las nubes, supongo que no lo invitaron a
jugar…, pero en general: solamente hay niños jugando”.
“David está cerca de la puerta con las manos en los bolsillos, porque no
tiene sweater. Sus padres no tienen los medios para adquirirle ropa de
invierno. Moshé es agresivo, porque su maestro lo reprobó y se siente
frustrado. Ia’acov está abatido, porque su madre está enferma y carga
con la responsabilidad de su casa”.
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“Para ser maestro, debes conocer las necesidades y limitaciones de cada
niño a fin de brindarle la atención debida e intentar cubrir esas
necesidades.
Cada época tiene sus desafíos y los cambios suceden más con mayor
rapidez y de manera más solapada de lo que los percibimos. Hoy en día,
nos toca encarar este flagelo como objetivo central de nuestro esfuerzo
por educar una nueva generación que crea en la bondad y en la
generosidad, en lugar de ser miembros de un “ring” de peleas. Y si
perseveramos en este punto - todos juntos con la ayuda de D”s - espero
que triunfemos… (Rabino Daniel Oppenheimer)
Dentro del aula olvidarse del mundo finalista en el que estamos insertos,
en donde “éxito” es sinónimo tan solo de resultados a corto o inmediato
plazo.
Existen alumnos que “odian” estudiar porque saben que les cuesta
aprender, internalizar contenidos. Frente a la falta de tolerancia del
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docente, intentar preguntar les provocaría humillación (ni hablar de la
imagen que deja frente a sus compañeros algún tipo de descalificación del
maestro en clase).
Por eso hay que procurar no estipular metas difíciles de alcanzar por los
alumnos. Evaluar la capacidad que tienen y estableces fines en base a
aquello. No pretender objetivos inalcanzables que lo único que
provocarán será frustración y desgracia en los alumnos.
Tengamos cuidado con las decisiones que tomamos y con las palabras
que decimos. Enseñar no es tarea simple, no es para nada sencilla…
Alan Owsiany
http://www.alanconsultor.com.ar/