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Infancias en la narrativa vital de adultas mayores con un desarrollo cumbre de la

generatividad.
Andrés Urrutia, Gastón Moisset de Espanés, Elena Guzmán & Virginia Dottori

Resumen: En el presente trabajo se estudia cuáles fueron las condiciones de crianza, la


Palabras clave: importancia de las figuras de identificación y las experiencias infantiles que son pilares de la
generatividad y identidad de mujeres adultas mayores que tuvieron y mantienen una adultez vital, potente y
madurez; comprometidas con el desarrollo y el bienestar de otras personas. A través del análisis de
atmósfera contenido realizado en las entrevistas sobre historias de vidas de quince adultas mayores nos
generativa; hemos focalizado en las características de las atmósferas infantiles en las que se produjo el
desarrollo óptimo; desarrollo y que posibilitaron una expansión generativa en la adultez. Se establece la importancia
emociones de los procesos de identificación con figuras adultas que combinaron cuidados amorosos con
positivas; intervenciones firmes y responsables en un marco de libertad y sentido. En síntesis, el artículo
identificaciones repasa algunos aspectos referidos a las buenas prácticas de crianza, las condiciones óptimas del
tempranas desarrollo infantil y las emociones que acompañan este tránsito y que facilitan y promueven el
desarrollo de personas adultas comprometidas con el amor hacia las nuevas generaciones,
expansivas en sus trabajos y satisfechas con el recorrido vital transitado.

Índice

1. Introducción
2. Generatividad: transformación del amor recibido.
3. Objetivos del trabajo
3.1 Metodología
4. La adultez en la narrativa vital: expansión generativa.
5. La infancia en la narrativa vital: una atmósfera generativa.
5.1 Adjetivación condensada y positiva sobre la infancia
5.2 Amor y protección
5.3 Libertad y alegría
5.4 Expansión lúdica
5.5 Los personajes significativos de la infancia
6. Conclusiones
Agradecimientos
Referencias
Autores
1. Introducción

Durante las últimas dos décadas el concepto de generatividad presentado por


Erik ERIKSON en los años 50 ha sido el centro de un creciente interés de
numerosos investigadores (AN & COONEY 2006; PRATT & ARNOLD 2006). La
generatividad se constituye en un concepto clave para comprender lo que sería
un proceso de desarrollo adulto saludable y una meta posible del mismo.

ERIKSON (1971) plantea el desarrollo del ser humano como un recorrido en el


cual los aspectos biológicos, psicológicos y socioculturales interactúan
constantemente. Llegado al mundo en un estado de indefensión y de total
necesidad de otro que lo sostenga, el ser humano atraviesa una serie de
períodos críticos o crisis vitales que promueven una progresiva síntesis del yo, la
instancia encargada de la unificación y organización de la experiencia. Cada
período crítico implica vulnerabilidad pero a su vez una incrementada
potencialidad. Cierta armonía entre la maduración biológica e influencias
amorosas y educativas del medio promoverían el progresivo desarrollo del ser
humano desde el estado de indefensión inicial de la infancia hasta una adultez
generativa, una adultez en la cual el ser humano está preparado para ser ahora
quien sostiene y regenera el ciclo de la vida. Un adulto capaz no sólo de criar a
su progenie, sembrar y cultivar fortalezas psicológicas, sino también en transmitir
valores que sostienen a la comunidad de pertenencia y, en términos ideales, a la
especie humana.

En líneas de investigación de corte cuantitativo se han hallado múltiples


evidencias de la relación de la generatividad y otras variables psicológicas. Se
han encontrado correlaciones positivas de la generatividad con salud percibida,
satisfacción vital, satisfacción familiar, participación social y negativas con
neuroticismo y depresión (McADAMS, HART & MARUNA 1998; HART,
McADAMS, HIRSCH & BAUER 2001). Dichas evidencias nos permiten sostener
que la generatividad es un buen criterio de madurez y ajuste psicológico en la
adultez.

En un artículo previo (URRUTIA, CORNACHIONE, MOISSET DE ESPANÉS,


FERRAGUT & GUZMAN 2009) se trabajó con las narraciones de historias de
vida de 15 mujeres adultas mayores que habían tenido un desarrollo notable de
la generatividad. En dicho artículo se puso en evidencia que los esfuerzos
generativos se integran en la narración vital. Se desarrollaron aspectos centrales
de dichas narrativas: la preocupación por los otros se expresa desde épocas
tempranas del desarrollo en la niñez, se consolida en la adultez llegando a cotas
cumbres y presenta a posteriori una continuidad en la vejez. El trabajo nos llevó a
concluir que la necesidad de ser necesitado y de trascender en el intercambio
con los otros es una necesidad estructurante a lo largo de todo el ciclo vital, con
sus matices según las edades.
El presente artículo es una continuidad del anterior. Al abordar la narrativa de las
mismas adultas mayores que han tenido un desarrollo cumbre de la
generatividad, hacemos foco no sólo en la adultez y sus características sino
también en la trayectoria infantil que nos narran. Atender a la atmósfera en el que
se produjo el desarrollo, determinar los actores principales y analizar el tipo y
calidad de sus acciones se transforma en una manera regia para tratar de
comprender qué variables pueden haber contribuido a un desarrollo cumbre de la
generatividad en la adultez.

2. La generatividad: transformación del amor recibido.

ERIKSON (1971) identifica a la necesidad de ser necesitado como un eje central


para la comprensión de la persona adulta. En este sentido las expresiones de
cuidado y atención hacia otros más frágiles y jóvenes no serían sólo una
expresión de amor y altruismo, sino también una expresión necesaria de la
potencia de un yo fuerte, sano y competente. En este sentido nos desarrollamos
con el germen del cuidado, el cual brotaría como resultado de la necesidad de
trascender en los otros y de alguna manera su realización como meta
significativa del desarrollo adulto tendría un sentido de realización personal. Sin
embargo está potencia no nos está dada innatamente. Nuestros padres, madres
y adultos significativos que nos acompañaron en la niñez, supieron o no,
transmitirnos cierta confianza en la especie, cierto amor por la vida propia y la de
nuestros semejantes y además colaboraron a consolidar la autonomía, iniciativa y
laboriosidad que se requieren para amar, cuidar y guiar a otras personas. Ciertos
tipos de cuidados y ejemplos favorecerían la satisfacción de esta necesidad de
ser necesitados y se desarrollaría así la generatividad como una expresión de
plenitud y madurez en la adultez.

Toda la teoría de ERIKSON se sustenta en que el desarrollo se asienta en


síntesis progresivas del yo y éstas resultan en fortalezas yoicas que amplifican
nuestra potencia y nos permiten un progresivo enriquecimiento personal. La
confianza básica, la autonomía, la iniciativa, la laboriosidad, la identidad yoica y
la capacidad de amar y ser amado, son fortalezas que anteceden a la
consolidación de la generatividad. Sin embargo sabemos (URRUTIA et al. 2009)
que expresiones tempranas de la generatividad conviven con el desarrollo de las
distintas crisis infantiles, las cuales se conjugan en la adultez dándole un sentido
a las responsabilidades de los adultos y contribuyendo estos esfuerzos a una
continuidad de la generatividad en la vejez. Sabemos también que muchos
adultos sufren de cierta falta de “creencia en la especie” o de cierta confianza
básica que les impide avocarse en las múltiples tareas generativas que nos
depara la adultez.

En este trabajo buscamos determinar qué acciones desarrollan los adultos y


cómo se ejercitan las funciones paternas o maternas de tal modo que esta
potencia sea transmitida a la otra generación, posibilitando así el desarrollo de
personas adultas generativas, capaces de transmitir la confianza en la especie,
con la certeza y seguridad de que esa era su misión en la adultez dándole así
sentido a la vida que vivieron.

Si las expresiones de cuidado y amor han sido dadas y recibidas, tal como la
leche materna que se incorpora y se transforma en energía vital, estos esfuerzos
habrían generado una reserva de potencial amatorio, que será transmitida a la
otra generación. En este sentido nos interesa determinar qué aspectos de esta
transmisión intergeneracional se han consolidado en las personas y aún perduran
en sus narraciones vitales. Asimismo, sabemos que las identificaciones se
producen con las personas amadas, y este proceso permite apropiarnos de las
mejores características de estos modelos, transformándolas y realizando una
síntesis muy personal de estos legados. En este sentido buscamos determinar
cuáles son las características genéricas de un buen ejercicio de la generatividad,
a tal punto que trascienden a las otras generaciones y perduran en el tiempo
transformándose en valores que sustentan una ética del cuidado y da cierto
sentido, orden y significado al ciclo de la vida.

3. Objetivos del trabajo

En el presente trabajo a través del análisis de entrevistas y el contenido


manifiesto presente en los textos se buscará:

1. Poner de relieve la importancia de los actos generativos en la adultez


como formas de realización adulta.
2. Describir y analizar la narración que sobre los años de infancia realizan
mujeres que han evidenciado un desarrollo cumbre de la generatividad.
3. Identificar condiciones favorables del desarrollo que inciden en una
equilibrada madurez generativa posterior.
4. Establecer la importancia de los procesos de identificación con figuras
parentales que han impactado en la identidad adulta y sobreviven en las
narraciones vitales de mujeres altamente generativas.

3.1 Metodología.

Tal como se explicitara en la introducción, el presente artículo constituye una


continuación de un trabajo previo (URRUTIA et al. 2009). En dicho trabajo se
desarrolla con detalles la herramienta empleada, la muestra y sus características
y el análisis de contenido realizado a los productos narrativos.

En forma sintética informamos aquí que la entrevista utilizada corresponde al


modelo de Dan McADAMS (McADAMS & BOWMAN 2001) que se estructura en
función de ocho apartados generales en donde a la persona se le solicita que
haga de narrador de su propia vida (pasada, presente y futura); se indaga
también sobre eventos específicos, influencias, desafíos vitales, ideologías
personales y temas centrales. La entrevista propone una tarea psíquica de
revisión de vida y reminiscencia. La historia personal recordada se expresa en
contenidos manifiestos integrados al yo y que constituyen emergentes del
autoconcepto e identidad de las personas.

La muestra intencional estuvo constituida por 15 mujeres mayores de cincuenta y


cinco años que, a criterio de tres jueces expertos, tuvieron una vida con notables
cotas generativas. Al momento de la investigación se desempeñaban como
voluntarias en una organización civil centrada en la promoción del bienestar
psicológico y social de personas mayores (Centro de Promoción del Adulto Mayor
– Córdoba, Argentina).

Las entrevistas fueron grabadas y transcriptas para su posterior análisis; tuvieron


una duración promedio de 120 minutos. El análisis se realizó atendiendo a dos
ejes principales: relato sobre la vida adulta y la infancia. Respecto a la vida
adulta, se seleccionaron todas aquellas expresiones verbales que daban cuenta
de deseos, demandas, compromisos y conductas relacionadas con la
generatividad. Y con respecto al relato de la infancia, se atendieron a las
adjetivaciones sobre tal período, las principales experiencias afectivas
mencionadas y los actores significativos en el relato.

Las entrevistas se caracterizan porque expresan una vida adulta de notable


expansión generativa. Posteriormente nos centramos en los relatos sobre la
infancia. Dicha infancia se caracteriza por haber transcurrido en lo que
denominamos una “atmósfera generativa”. Respecto a dicha atmósfera hemos
hallado y describiremos las siguientes categorías: adjetivación condensada y
positiva de la infancia, amor y protección, libertad y alegría, expansión lúdica y
educativa, personajes significativos irradiantes en la infancia.

4. Adultez en la narrativa vital: expansión generativa.

En el siguiente apartado hemos seleccionado las expresiones de nuestras


entrevistadas que mejor reflejan su relato sobre la vida adulta: una experiencia de
expansión generativa. Observaremos como de manera coincidente las
entrevistadas narran que se embarcaron desde sus años de adultez joven en
tareas desafiantes: las tareas ligadas al amor y el trabajo. La salida del hogar, la
constitución de una familia y el cuidado de la generación joven se combinan con
una dedicación a tareas profesionales relacionadas con el cuidado o educación
de otros. Otra característica hallada en la narración es que tales tareas no son
consideradas agobiantes, las personas no se han sentido desbordadas por ellas,
descubren sus fortalezas y de hecho se transforman en logros y realizaciones
que tiñen al período de aspectos positivos y placenteros. Ahora mayores, las
mujeres entrevistadas degustan los frutos de todos estos empeños en su relación
con las generaciones más jóvenes. Paulatinamente se construye la imagen de
adultos que han tenido una vitalidad tal que les permite no sólo sostener su
propia vida, sino brindar una plusvalía de vitalidad a otros. “Irradiar sin
empobrecerse es algo de lo que sólo son capaces los seres que poseen un
corazón libre y abierto” (DOLTO 1979, p. 152).

En la mayoría de las narraciones, la salida exogámica se realiza en la juventud, e


independientemente de cómo evolucionaron las relaciones conyugales, los inicios
de las mismas son narrados con agrado, como un ejercicio de iniciación en la
vida adulta, el cual no está exento de trabajo y sacrificio pero a la vez es
recordado como feliz o esperanzador.

Señora AS.: “... yo me recibí casi a los diecisiete años de profesora, empecé con
cátedras... seguí trabajando hasta después de casada... bueno entonces entramos en
la etapa de la juventud propiamente porque yo a pesar de que me casé a los
veinticuatro, seguí trabajando, seguí en la acción católica, en el grupo...”.

“... yo he amado el voluntariado siempre porque he podido, porque me he sentido con


capacidad y de alguna manera creo que, este... que he dado mucho, y he recibido
mucho...”.

En la adultez las personas entrevistadas dan muestras en sus narraciones de


haber vivido las tareas propias de la generatividad con un real compromiso y
placer. En muchas de las secuencias de las narraciones las expresiones de
trabajo, cuidado, guía y acompañamiento a las otras generaciones no reflejan
agobio o cansancio, sino que, por el contrario son expresiones de realización
personal. Estamos hablando de personas maduras, que fueron capaces de llegar
al máximo potencial de su desarrollo adulto y que en este tránsito transmitieron y
recrearon pautas saludables de crianza, las cuales les permitieron expresar su
inmenso caudal de amor y cuidados. Estamos seguros que no se trata de
teorizaciones sobre aquello que recibieron y luego supieron dar a las otras
generaciones. Por el contrario, cuando hablan de su propia generatividad, -
maternidad o trabajo- denotan ciertas certezas generativas que se pusieron en
acto frente al desafío de desarrollo que implica involucrarse en la promoción y
bienestar de seres queridos como hijos o alumnos.

Señora SP.: “... tuve tres embarazos seguidos, es decir que en los cuatro años tuve los
tres hijos y eso fue lo más importante, el nacimiento de mis hijos que fue un cambio, un
cambio en la familia, pero ya estábamos instalados, ya mi marido trabajando y yo a
partir de allí fui mamá, mamá para todo”.

Como se evidencia en las narraciones, los hechos generativos como la


maternidad representan una expresión de máxima realización, algo para lo cual
las personas, sin saberlo, se venían preparando. Este punto culmine del
desarrollo implica también una realización central en sus vidas, una promesa
cumplida, un anhelo realizado a la vez que involucra un nuevo desafío para su
desarrollo. En todos los casos, y si bien no es objeto de este artículo, la transición
del hogar familiar, hasta la constitución de la propia familia implicó la elección y el
amor por una pareja, por un socio generativo, que acompañó los primeros años
de la vida adulta.

Señora P.: “Tuve un lindo matrimonio, una linda familia, se casaron los hijos, volví a
reiniciar el camino solos con mi esposo y bueno tuvimos que madurar los dos, volver a
relacionarse sin los chicos no es fácil...”.

En la selección de las expresiones de las entrevistadas hemos escogido, realizar


un contrapunto entre los recuerdos de los inicios de la expansión generativa
(maternidad, trabajo inicial, crianza, etcétera) y los frutos o las realizaciones que
quedaron como resultado de esta etapa. Esta decisión de mostrar presente y
pasado de las entrevistadas obedece a la necesidad de mostrar la continuidad en
el cuidado de la progenie, que además de representar una larga tarea durante la
adultez, implica la cosecha de los frutos del esfuerzo generativo, cuando los hijos
ya no están en el hogar. Lejos de existir un anhelo o una nostalgia por el trabajo
realizado se disfruta la autonomía de los hijos adultos y se da un amor post-
narcisista en el encuentro de los nietos, relación que implica amor y afecto pero no
incluye las responsabilidades, obligaciones y tensiones propias de la crianza de los
hijos.

Señora AA.:“Salí adelante, y mis hijos ya son grandes, ya soy abuela y ya me jubilé, es
otra etapa que estoy disfrutando, también haciendo las cosas que me gustaban, porque
laburaba y no tenía tiempo. Crié dos hijos que son muy buenos y estoy recogiendo los
frutos”.
“... ahora estoy en una etapa gratificante, porque estoy disfrutando de todo lo que me
esforcé en hacer, para salir adelante. Y bueno en la docencia tuve muchas
satisfacciones, me jubilé hace tres años y fue muy lindo, porque me dediqué de lleno a
los niños preescolares y allí también pude trabajar con la música que es lo que más me
gusta”.

Señora M.: “ejercer el papel no de madre pero si de abuela con esa criatura fue la
misma cosa, ella, inmadura, cómoda... ella se iba ahí y es de noche... yo la atendía a la
nena, la atendía a ella, atendía a la escuela, fue realmente mucho... una tarea bastante
ardua pero feliz...”.

Es importante señalar que en todas las narraciones las adjetivaciones con las que
se califica la etapa de la adultez son positivas. Las expresiones están cargadas de
placer, disfrute, y satisfacción. En las narraciones analizadas palabras como
felicidad, alegría, gusto, dedicación y construcción, aluden a significaciones que
siempre acompañan a las expresiones de trabajo, responsabilidad y esfuerzo.
Podría decirse que si bien las entrevistadas narran estas acciones vinculadas a la
crianza como importantes y significativas en sus vidas, siempre tiñen las
narraciones con expresiones que denotan realizaciones personales positivas y
satisfacción con los logros alcanzados. En ningún caso aparece la crianza de los
hijos, la educación de los niños o el cuidado de los enfermos como tareas
agobiantes, desgastantes, rutinarias o pesadas. Muy por el contrario en muchas
expresiones además de reflejarse la satisfacción por la tarea cumplida o la
realización del deseo, las entrevistadas manifiestan un anhelo de continuidad; es
decir desean a sus hijos realizaciones similares a aquellas que ellas tuvieron la
oportunidad de vivir.

Señora ASA.: “Después de casada, esa etapa me encantó, porque a mí me encanta la


vida en familia; es lo que hasta el día de hoy, lo que más disfruto. Así que mi familia
podría ser yo con mis padres y ésta, la familia, porque son mis hijos y yo la construí, es
en la que yo encuentro todo porque nos gusta estar, todos, estamos juntos, mi marido
me acompaña... y me gustaría que mis hijos tengan la familia como la que tuve yo”.

Todas las mujeres entrevistadas eligieron profesiones fuertemente vinculadas a la


generatividad. Maestras, enfermeras, religiosas pudieron conciliar las demandas y
deseos vinculados a la maternidad, en el caso que tuvieron hijos, con los
requerimientos de la vida laboral.
En las narraciones se percibe cierta armonía entre expresiones que denotan el
placer por la realización de deseos personales, con otras fortalezas necesarias
para ejercer responsabilidades adultas, tales como la voluntad, la iniciativa y la
confianza. Estas expresiones denotan adquisiciones tempranas del desarrollo y es
notorio como las mismas han acompañado la consolidación de metas de la
adultez.

Señora L.: “... hacerte cargo de los otros cuando vienen los hijos, entonces viene la
etapa de la responsabilidad para mí, tuve tres hijos, los crié sanos gracias a Dios, con
los problemas que uno tiene con la crianza de los hijos, alguna enfermedad, con algún
problema, pero no demasiado profundos, sin demasiados problemas económicos,
empecé a trabajar a ver lo que era la realización profesional que me subyugó siempre
porque fue un poco… la realización profesional me dio voluntad, ímpetu para seguir
trabajando…”.
Señora Y.: “Como que me tocaron responsabilidades, tenía libertad para todo, como
que tenía que madrugar y hacerme cargo de todo ahí, ahí termino mi magisterio, pero
yo estaba haciendo lo que quería, quería ser maestra y no me importaba cuanto me
costara”;
“Ahí me dediqué a dar clases muchísimo, después me fui a San Francisco, tenía otro
grado, siempre estudiando con mucho sacrificio, pero siempre dedicada a mis chicos,
después me casé...”.
Señora G.: “...yo ya estaba dando clases en La Plata, un pueblo en Banfield, fue una
etapa felicísima en mi vida porque me tocó un colegio con un director fantástico y con
toda gente de pueblo fantástica, en mi vida no me puedo quejar de las cosas que me
fueron pasando porque fue un modelo de vida tan bien, con cosas, pero era entrar al
colegio y estar todo el mundo riéndose, después yo me sentí muy cómoda en esa
escuela que la amé y la sigo amando, creo que fue la mejor que tuve en mi vida...”.

“Y bueno, después en esa etapa, yo logro sobrellevar un poco todo esto, con mis
alumnos, con mi trabajo, con mi gente entonces yo ya está, trabajé mucho, incluso hice
un libro con una compañera, cumplí con todo, planté un árbol, cumplí con todas las
cosas y bueno dije que yo ya me quiero ir de la docencia y me jubilé en la provincia,
pero me quedo una horas y me quedé para ayudar a los chicos, hasta que se
recibieran”.
En todos los casos y como lo sostiene la teoría, las inclinaciones por el cuidado y
guía de las otras generaciones no se concentra sólo en la familia, sino que estos
intereses son más amplios, involucrándose las entrevistadas en la docencia, en el
amor por la educación, la salud, el crecimiento o el desarrollo de otros niños. En
este sentido las personas escogidas para este estudio mantuvieron a lo largo de su
vida adulta responsabilidades laborales vinculadas a la dirección, jefatura,
organización y guía de instituciones educativas o relacionadas a la salud. También
las entrevistadas reflejan iniciativa, amor y fundamentalmente, compromiso en las
elecciones vocacionales y las tareas laborales desempeñadas. No aparecen en
sus relatos expresiones de aburrimiento, hastío, cansancio o desinterés por el
trabajo, sino que por el contrario, identifican los ambientes laborales que
transitaron y las tareas que desarrollaron como interesantes, desafiantes,
subyugantes y en muchos casos como ámbitos alegres. Podría decirse que
además de la vida familiar las entrevistadas hicieron de sus trabajos un ámbito de
expansión yoica, lugar de crecimiento personal, espacio de interacciones
enriquecedoras. En ningún caso aparecen las motivaciones económicas, de
desarrollo de carrera o ascenso, como factores de interés o gravitantes; por el
contrario lo que identifican como central en sus tareas ha sido la posibilidad de
promover el desarrollo y el cuidado de otras personas.
Señora B.: “...era una escuela revolucionaria, muy buena y todos me decían por favor
te vas a volver loca, no sabés lo que es esa escuela; pero estaba mi vida de familia en
esa escuela con mis dos hijos, y me incorporé a la escuela Gabriela Mistral, donde
pasé unos años hermosísimos… tuve que estudiar mucho, y mi marido me ayudaba,
nos levantábamos temprano, estudiábamos… éramos halagadas en nuestros trabajos,
nos estimulaban y era una escuela de avanzada y bueno ahí pasé unos años
hermosos y termine ahí como vice directora”.

Señora S.: “... se había inaugurado el hospital infantil en el año 68 y me fui a vivir...
mejor dicho cambié, cambié de trabajo del hospital de niños pase al hospital infantil, en
una cosa nueva, en la cual éramos un grupo de gente que nos conocíamos todos, muy
jóvenes y que proyectamos y programamos todo un hospital, cosa que
profesionalmente me pareció muy bueno e importante, y para mí fue importante... con
una concepción todo mucho más moderna ... recién en esa época se comenzaba a
hablar de atención primaria... todo eso lo organizamos nosotros... y teníamos ehh...
trabajamos mucho en esa oportunidad y nos sentíamos muy cómodos...”.
Señora Bea.: “Haber trabajado en un hospital público por primera vez, yo obtuve mi
primer título de enfermería, y contrariamente a lo que colegas piensan, empecé en un
hospital público, donde la pobreza, la promiscuidad, y las carencias están por encima
de todo no es que yo viví en otro mundo, en otra burbuja, realmente no conocía eso...
...yo sabía que si a esa madre, yo no le daba una mamadera que yo le sacaba al
hospital, porque eso no se lo tienen que dar, una mamadera con leche, ese día no
comía, y si no tuviera el pecho para dar, no sé un mate cocido, esa era una realidad
muy dura; conviví muchos años con eso y endurece mucho, sobretodo lo mal repartido,
la mala equidad, pero bueno eso es algo que tuve que aprender con los años, muchos
tienen poco y otros tanto”.

Es notorio, además, que en las narraciones se evidencia que los desafíos de


adultez no fueron fáciles. Las entrevistadas se caracterizan por haber sido
personas fuertes y vitales, con iniciativa, la suficiente como para encarar empresas
laborales y sociales que para otros hubieran sido demasiado exigentes, novedosas
o poco placenteras. Este ímpetu emprendedor que se desprende de las
narraciones de la vida adulta refleja, como mencionamos anteriormente, una
consolidada amalgama entre virtudes del yo que les permitieron una adultez
productiva y con claro sentido de seguridad y confianza en las empresas que
acometían y en la posibilidad de desarrollar exitosamente estas tareas. Esta
progresiva confirmación sobre sus capacidades y logros es además un eje que fue
organizando y dando sentido al self. Cada crisis transitada, cada tarea lograda y
los frutos de los esfuerzos puestos en la búsqueda del logro de aquello que se
anhelaba, ha sido una confirmación de ciertas fortalezas que estando latentes
aparecieron al servicio de los objetos amados y de las tareas que fueron
investidas.
Señora CV.: “... logre así algunos cambios y por sobre todas las cosas he logrado
hacer, yo creo que es una, o lo más importante de mi vida es que yo siempre hice lo
que quise... lo que medianamente me propuse lo fui logrando... a veces con gran
esfuerzo...”.

“... o sea... ese para mí fue un gran logro te digo, los concursos... fue un gran logro a
nivel personal... o sea... te digo... fue un objetivo que yo me puse y fueron objetivos que
cumplí pero con gran esfuerzo... o sea... yo te diría que nadie me lo regaló, lo obtuve
así, con un tesón y una responsabilidad y un... esto quiero hacer y no es fácil...”.

Como síntesis del sentido que las mismas entrevistadas le dan a los esfuerzos y
trabajos generativos podemos decir que la expresión generativa resulta en un
ejercicio de reciprocidad amorosa que se cumple en la medida que el adulto es
capaz de amar a otro semejante más frágil y más necesitado. Se completa así un
círculo virtuoso o una cadena transgeneracional de cuidados. Haber sido amado y
haber logrado que los frutos de ese amor se arraigaran en el self, permite que
estas tempranas investiduras se transformen en potencia y luego en compromiso y
en acto generativo. Este proceso de desarrollo implica ciertas ritualizaciones
amorosas que los padres pueden brindar a los hijos, si éstos son reconocidos
como cachorros de la especie, que necesitan de cuidados y amor para
transformarse en semejantes. Este proceso humanizante que se desarrolla tras la
recepción y apropiación de los gestos de amor recibidos, son el vehículo para que
los niños incorporen y se identifiquen con esas figuras de amor, sintiendo en la
adultez, como correspondencia, esa misma necesidad de ser necesitados,
conformando lo que ERIKSON (1971) identifica como el efecto emocional que
implica un separación trascendida y a la vez una distinción confirmada.
Señora D.: “Esto yo lo hago por amor, si no lo hago por amor yo no lo hago. Brindar
algo a la sociedad como voluntaria. El objetivo sería devolver lo que me ha dado la vida
en parte a gente que lo necesita”.
5. Infancia en la Narrativa vital: Una atmósfera Generativa.

En esta sección nos interesa hacer foco en la infancia tal como es narrada por
mujeres mayores que, tal como se ha podido apreciar en el apartado anterior,
han tenido un desarrollo notable de las capacidades generativas a lo largo de su
vida. Tal preocupación se fundamenta en la intención de analizar y determinar
factores que hayan podido ser predisponentes o promotores del posterior
desarrollo cumbre de la generatividad en la adultez.

No hay dudas de la capacidad de dar de estas mujeres, además también se


confirma que en la realización de las acciones generativas, las historias reflejan
altos niveles de satisfacción a la vez que sensaciones y emociones positivas
derivadas tanto de la realización de sus deseos generativos como de la
gratificación que las relaciones establecidas producen.

Ahora bien, nos interesa en este trabajo poder determinar en qué condiciones de
infancia y qué acciones desarrollaron otros adultos para consolidar esta
capacidad de cuidado que les es propia a las entrevistadas.

Como característica global del relato de las entrevistadas podríamos decir que
las infancias narradas nos transmiten lo que hemos denominado una “atmósfera
generativa”.

Utilizamos el término “atmósfera” para hacer referencia a un todo complejo en el


cual el personaje de nuestra historia respira, vive y se desarrolla. Incluye al
espacio físico y temporal que constituye el escenario en el cual fluyen el afecto y
el cuidado. Es en este marco en el cual los sujetos se constituyeron y vivieron
diferentes experiencias de expansión y descubrimiento, especialmente lúdicas y
de aprendizajes. Este escenario infantil está poblado de otros personajes
significativos que aparecerán en escena como proveedores de afecto, en una
especial combinación de comprensión y firmeza. La calificación de “generativa” la
empleamos para hacer referencia a un lugar cuidadoso, contenedor, amigable y
promotor del desarrollo.

La Atmósfera Generativa es la característica general de la narración que sobre su


infancia realizan las personas adultas con desarrollo notable de la generatividad.
Dentro de esta característica general desarrollaremos las siguientes categorías:

5.1 Adjetivación condensada y positiva de la infancia como período vital.


5.2 Amor y protección
5.3 Libertad y Alegría
5.4 Expansión lúdica
5.5 Los personajes significativos de la infancia.
Si bien esta atmósfera que caracteriza a las narraciones de las infancias de las
personas generativas es desglosada en estos componentes principales como
ejes centrales de las escenas infantiles, el discurso es indivisible y además sus
significaciones toman sentido cuando concatenamos estas unidades de análisis y
las preservamos de cualquier segmentación analítica.

Teóricamente, interesa destacar qué función tienen las acciones de los


personajes principales para el desarrollo y fundamentalmente en qué sentido las
adjetivaciones utilizadas son expresiones de la conservación y reserva de las
experiencias de los años infantiles.

5.1 Adjetivación condensada y positiva de la infancia.

Una característica que consideramos importante y a destacar es que


prácticamente todas las entrevistadas condensan en uno o dos adjetivos
calificativos la experiencia de su vida infantil, y dichas calificaciones son
positivas. McADAMS, DIAMOND, De St AUBIN & MANSFIELD (1997) sostienen
que una infancia afortunada sería un predictor de una fuerte expansión del yo en
la adultez y un fuerte involucramiento en el cuidado de las generaciones más
jóvenes. Las adjetivaciones en la caracterización de la infancia son contundentes,
no dan espacio a dudas sobre un bienestar vivido y adquirido como un tesoro
infantil. Podría hablarse de cierta capacidad de reserva afectiva y emocional que
se atesora en la infancia, es una potencia infantil que tendrá su actuación cuando
la madurez adulta y las necesidades de los otros aparezcan en forma de
demanda generativa.

Como ejemplos hemos escogido expresiones claras en las que se puede apreciar
que la infancia es significada como una etapa fantástica, linda, luminosa,
hermosa, etc.

Señora L.: “Viví una niñez y una juventud que para mí fueron fantásticas, en términos
de cómo yo me sentía…”.

Señora M.: “…una etapa luminosa hasta los once años…”.

Señora Y.: “Mi infancia la más hermosa y la más simple creo yo…”; “…fue una linda
infancia…”.

Señora D.: “…para mí fue linda…”.

Señora G.: “…comenzaría por mi infancia, una infancia completamente feliz…”.

Señora P.: “Tuve una infancia felicísima…”.

Señora S.: “diría bueno que tuve una infancia yo diría buena...”.
Señora AA.: “era todo muy lindo la verdad que sí”.

Señora AS.: “…la infancia, muy gozosa, muy dichosa...”.

Señora B.: “… los años más felices, los 6 años más felices…”.

5.2 Amor y protección en la génesis de fortalezas básicas.

A la hora de precisar en una expresión que adjetive un período de la vida, una


acción infantil, personas o situaciones, el adjetivo condensa ciertas emociones,
estados anímicos o valoraciones que ponen de manifiesto la calidad de lo vivido y
expresan de una manera sintética una evaluación subjetiva de aquello que se
está caracterizando.

Creemos que las personas muy generativas tienen en su construcción narrativa


infantil ciertas expresiones que hablan de las potencias infantiles que son
necesarias para llegar a una expresión adulta cargada de amor y cuidado hacia
los otros.

En el sentido de la expresión generativa, es difícil conceptualizar y reproducir en


la adultez aquello que no se anhela o no se ha vivido. Si las experiencias
infantiles son motores de las potencias o inhibiciones adultas, éstas se
expresarán en la narrativa, entendiendo que son sentidos y significados de lo
vivido y que están presentes e integrados en la narración del adulto.

Si tomamos las creaciones discursivas de personas mayores generativas,


esperamos que la visión retrospectiva de lo vivido sea una expresión de aquello
que se puso en acto en la adultez o de las condiciones generadas que lo facilitan.

Para llegar a la generatividad se espera que los adultos hayan consolidado


vínculos amorosos, tengan un fuerte sentido de identidad y hayan consolidado
virtudes del yo tales como la confianza básica, la autonomía y voluntad, la
iniciativa, y la laboriosidad. Para facilitar la comprensión del desarrollo adulto
interesa conocer no sólo cuáles son las fortalezas previas que deben
consolidarse, sino también que condiciones propician este desarrollo y cuáles las
inhiben o dificultan.

En las narraciones analizadas se evidencia la constitución y consolidación de


fortalezas del yo, las virtudes del desarrollo en el sentido de ERIKSON y las
condiciones generadas por los adultos que facilitaron dicho desarrollo. En
términos más específicos, surge con claridad la experiencia de un lugar amoroso
y cuidadoso que posibilitó el surgimiento de un sentimiento de seguridad personal
(en términos de WINNICOTT 2006) o de confianza básica (en términos de
ERIKSON 1971).
“El medio es el que permite que cada niño crezca, pues, si no es confiable el
crecimiento personal no puede tener lugar, o bien resulta distorsionado. (…) por el
hecho de estar presentes, confiables y congruentes, proporcionamos una estabilidad
que no es rígida, sino viva y humana, y eso hace que el niño se sienta seguro y
pueda crecer. Este es el tipo de relación que puede absorber e imitar” (WINNICOTT
2006, p. 48).

“El firme establecimiento de patrones perdurables para la solución del conflicto


nuclear de la confianza básica versus las desconfianza básica en la mera existencia
constituye la primera tarea del yo, y por ende, en primer lugar, una tarea para el
cuidado materno. (…) Las madres crean en sus hijos un sentimiento de confianza
mediante ese tipo de manejo que en su cualidad combina el cuidado sensible de las
necesidades individuales del niño y un firme sentido de confiabilidad personal. (…)
Esto crea en el niño la base para un sentimiento de identidad que más tarde
combinará un sentimiento de ser “aceptable”, de ser uno mismo y de convertirse en
lo que la otra gente confía en que uno llegará a ser” (ERIKSON 2008, p.224).

Las expresiones más frecuentes tienen que ver con la presencia del amor, la
contención, la unidad y son expresiones de mucha intensidad evidenciadas
especialmente con giros que implican exaltación de ánimo positivo, alegría,
felicidad. Además las expresiones siempre refieren acciones vinculadas a la
protección, la contención y el cariño. Se destacan en negrilla las expresiones
textuales que son centrales para el análisis realizado:

Señora L.: “Mi infancia fue más que satisfactoria, porque fui feliz, y porque vivía en un
hogar que a pesar de todo estaba unido, había mucho amor, mucha contención, a
todo el grupo familiar, mis padres eran emigrados de Italia y no he tenido tíos, abuelos,
entonces para mí hablar de la familia es hablar de mi grupo primario, y hermanos”.

Señora ASA.: “… fui única hija, me tocaron los mejores padres y me emociona, no
porque esté triste, es de alegría simplemente, porque yo considero que soy una
agraciada porque son todos regalos. Bueno me tocaron unos padres geniales, muy
cariñosos, acogedores, en fin todo lo que uno puede esperar de un papá y de una
mamá. Estaban siempre en los momentos que los necesité y lo que rescato de ellos, a
pesar de ser hija única, supieron transmitirme los valores importantes de la vida,
reconocer los valores en las cosas por más que sean simples”;
“… mi madre como buena ecónoma y ama de casa me enseñó eso de cuidar, y mi
padre también…”.

Como se evidencia en los discursos, las adjetivaciones permiten inferir que existe
una certeza en las entrevistadas sobre los modos en que los padres y familia
favorecieron el desarrollo de las fortalezas yoicas propias de la infancia. No
aparecen dudas o vacilaciones respecto de las funciones de protección y cobijo
recibido. Los protagonistas centrales de estas narraciones son las figuras
parentales, y estas figuras están visualizadas como personas capaces de dar
cobijo, amor, afecto y contención. Estas funciones de protección y cuidado se
complementan con características infantiles propias de inocencia, debilidad o
fragilidad.
Señora S.: “... porque yo a mi mamá la quería mucho, yo a mi mamá la quería
mucho... eh… según mis hermanos... bueno, según mi hermana más bien como más
chica ella lo veía, cada uno tiene una visión distinta de cómo... ella era muy, digamos,
mi papá la protegía mucho... porque tuvo problemas... eh... de convulsiones cuando
era chiquita…”;
“y... y de alguna manera yo me acuerdo que mi mamá me protegía en ciertas y
determinadas cosas como diciendo: bueno, ya basta, no la carguemos tanto de
responsabilidades porque es la mayor, porque es sana… porque... pero también
digamos como que ser buena era como el sello; vos eras buena, entonces ibas a
lograr el cielo, el amor de todo el mundo...”.

Señora SP.: “Bueno, empezaré por mi niñez, la imagen que yo tengo es que he sido
super tímida, hija de papas grandes, yo nací cuando mi mamá tenía cuarenta y mi
papá tenía cuarenta y tres. Muy protegida, tenía una hermana menor, dos años menor
y fuimos muy consentidas…”.

Señora AS.: “… ellos me cuidaron hasta el extremo de proveer, de proveer…”.

Señora AA.: “…con un padre y una madre muy dedicados a nosotros; con otro
hermano mayor, somos dos, con una madre progresista en donde quería que
lográramos todo lo que nos gustaba, lo que nos interesaba, era música, a mí me dejo
la impronta de la música y es lo que más me gusta y estudié música con ella, y ella
estudió música con su mamá…”.

La narrativa trasluce amor, protección y cuidados que se constituyen, al decir de


WINNICOTT (2006) en las “circunstancias satisfactorias” que permiten desarrollar
un sentimiento de seguridad y abre las puertas al comienzo de una vida personal
e individual cada vez más rica.

“El niño que ha conocido la seguridad en esa temprana infancia comienza a abrigar
la expectativa de que no “le fallarán”. Frustraciones, sí, eso es inevitable, pero que le
fallen, eso no” (WINNICOTT 2006, p. 49).

El desarrollo presentará numerosos desafíos, pero ya se ha instalado el puntal de


la personalidad vital, los cimientos son sólidos. Como mencionábamos al inicio
del apartado, existe la certeza de que ciertas tareas han sido bien realizadas por
los progenitores. Cuando nos referimos a estas certezas, estamos retomando
expresiones tales como mucha protección y amor, y esta seguridad o confianza
en que no les fallarán, no sólo que no se pone en duda, sino que se constituyeron
en el sedimento y los nutrientes de sus propios actos generativos. Lo que
observamos en estos casos es cierta continuidad amatoria, se ama con facilidad,
se cuida con destreza, porque así fuimos amados, y en esta continuidad
intergeneracional, la vida tiene un sentido trascendente, lejos de la
autoconservación y más próximo a la esperanza y a la realización de una meta
del desarrollo, estar apto para ser necesitado.
5.3 Libertad y alegría.

Las experiencias del primer año de vida se constituyen en la reserva para


afrontar la riesgosa tarea de la exploración del mundo. La tarea tutelar de los
padres se ve realmente exigida, pues ahora un celoso cuidado puede ser
contraproducente a las nuevas tendencias surgidas de seguridad y confianza.

“Las circunstancias favorables en las etapas tempranas conducen a un sentimiento


de seguridad, y éste, al autocontrol que, cuando se constituye en un hecho, hace
que la seguridad impuesta sea un insulto” (WINNICOTT 2006, p. 51).

Tanto la libertad como la alegría son conceptos que no han tenido una larga
trayectoria de estudio desde la psicología en general, y desde la psicología del
desarrollo en particular. Recientemente y desde abordajes de la psicología positiva
se han sistematizado algunos aportes filosóficos y psicológicos sobre estos
conceptos o conceptos relacionados (GANCEDO 2008; PAEZ, BILBAO &
JAVALOY 2008).

En el sentido estricto del término libertad, ésta apelaría a la posibilidad de tomar


decisiones de manera responsable y en el más cabal de los sentidos implica la no
obligatoriedad o sujeción a imposiciones o deseos ajenos. El término libertad se
opone en todos los casos a la esclavitud o sumisión del sujeto respecto del deseo
del otro, y cuando hablamos del desarrollo infantil la expresión “criar en libertad”
nos remite a facilitar desde la niñez la autonomía y la toma de decisión. Claro está
que tampoco se trata de descuidar o abandonar; tutelar implicará educar en el
cuidado con ciertos riesgos que constituyen riesgos no sólo para el niño sino
también para cualquier miembro de la especie. En este sentido así como la
confianza básica se puede desarrollar en un ambiente de cobijo y protección, al
desarrollo de la autonomía y de la iniciativa como fortalezas yoicas infantiles, le
corresponden las acciones complementarias por parte de los progenitores
adjetivadas por la libertad y la responsabilidad que ésta conlleva para los niños.

La tarea generativa por lo tanto se debería amoldar al nuevo escenario surgido tras
la consolidación de la confianza.

“la tarea incluye satisfacer las necesidades cambiantes del individuo en crecimiento,
no sólo en el sentido de satisfacer los instintos sino también en el de estar presente
para recibir esa contribución que constituye un rasgo vital de la vida humana. Y,
además, significa también aceptar el estallido de desafío que implica el desligarse y
el regreso a la dependencia que alterna con la actitud desafiante” (WINNICOTT
2006, p. 119).

Las expresiones de las entrevistadas dan cuenta de que se ha consolidado una


experiencia subjetiva de libertad en su vida infantil, ligada a una ganancia de
placer y acompañada de una progresiva construcción del sentido de
responsabilidad personal de las acciones.
Señora AA.: “…en bicicleta hasta tarde podías andar por las calles… eran todas de
tierra, estábamos en bicicleta y a caballo y venía una chica a buscarnos que era más
grande y nos llevaba… qué sé yo… me encantaba era una infancia muy libre en un
pueblo, tenía mucha libertad; al único lugar que no nos dejaban ir solos era al río por
el peligro, pero eso era lo más lindo, andar en bicicleta, nos íbamos horas, y de más
grandes nuestros padres no sabían pero íbamos hasta la ruta, por la orillita íbamos.
Nuestros padres no sabían, pero no pasaba nunca nada porque no era peligroso,
andábamos mucho con mi hermano era todo muy lindo la verdad que sí...”.

Señora M.: “…mis padres que han sido bastante, eh... han sido bastante eh... han sido
bastante, para la edad que les tocó criarnos, modernos eran... no coartaban tanto la
libertad, por lo menos a mí por lo que era enfermita primero y después bueno... eh...
no nos exigían demasiado por ejemplo la escuela, yo iba bien porque, que se yo, era
responsable y estudiaba y hacía los deberes, no he sido una lumbrera pero tampoco
nunca me llevé materias, ni esas cosas…”.

Señora G.: “…era una infancia donde podíamos hacer de todo, donde teníamos
bicicletas, en mi casa no había una situación económica, digamos pobre, sino al
contrario, normal de clase media. Nunca nos faltó nada, éramos mi hermano y yo, y
también ayudaban mis abuelos, así que nunca nos faltó nada, siempre teníamos todo,
pero siempre te hacían ver los valores, esto cuesta, esto es asá, eso de cumplir con la
obligación de la escuela totalmente, tal es así que mi mamá no nos dejaba faltar, salvo
que tuviéramos fiebre, entonces nos poníamos picante, salía a correr para transpirar y
agarrar calor, pero ni con eso tuve la suerte de poder faltar, y la responsabilidad era de
mi mamá, mi papá era muy trabajador”.

Françoise DOLTO tuvo una amplia experiencia clínica con niños en donde pudo
observar las tensiones entre los impulsos del desarrollo infantil con aspectos
inmaduros de los adultos tutelares.

“Cuando el hijo llega a la edad de tomar iniciativas –aunque no supongan ningún


peligro para él- ciertos padres y ciertas madres no toleran esta libertad de iniciativa. Su
autoridad sobre todos los actos y gestos del hijo aprisiona literalmente a éste en una
red de prohibiciones impuestas a su libertad de conducta y culpabilizan al niño que se
arriesga a violarlas. (…) De hecho, estos padres que prohíben a sus hijos los placeres
propios de su edad culpabilizan todo placer y cualquier experiencia de libertad”
(DOLTO 1979, p. 99).

Tanto en las construcciones narrativas de las personas entrevistadas sobre su


infancia como en expresiones de la vida adulta de sus padres el tono de las
experiencias vividas está marcado por el bienestar y la alegría.

Señora ASA.: “… desde la infancia mis padres me supieron transmitir esa libertad para
que yo la pudiera vivir realmente. Yo le pondría alegría, lo que se transmitía, los
aprendizajes, siempre, siempre estamos aprendiendo, hasta el día de hoy…”.
ERIKSON & ERIKSON (2000) sostienen que en la infancia, la niñez temprana, la
edad del juego y la edad escolar se consolidarán la esperanza, la voluntad, la
finalidad y la competencia como características egosintónicas o fortalezas del yo.
En términos de adquisiciones del desarrollo puede sintetizarse que triunfaron la
confianza básica, la autonomía, la iniciativa y la laboriosidad por sobre la
desconfianza, la vergüenza y la duda, la culpa y la inferioridad. Ahora bien según
las caracterizaciones de los recuerdos infantiles de las personas muy generativas
se desprende que las características que favorecieron esta consolidación de las
fortalezas yoicas son: un ambiente de cobijo y contenedor, evocado por las
personas como contundentes expresiones de cuidado, amor y protección. En este
sentido podría decirse que las características que deben acompañar las
ritualizaciones numinosas y judicativas son el amor y la protección lo que
complementaría el desarrollo de la confianza básica.

En este mismo sentido la caracterización de infancia feliz, generada en un


ambiente de alegría y libertad, facilitaría el desarrollo de la autonomía y la iniciativa.
Esta vinculación teórica entre el desarrollo infantil y las acciones complementarias
que realizan las figuras parentales se asienta en que en todas las narraciones de
las personas mayores se consolidaron estas fortalezas y las mismas se
constituyeron en los cimientos sobre los cuales se asentó la identidad adulta y la
generatividad se desarrolló expansivamente. Como síntesis de esta
complementariedad podemos tomar las palabras de la señora P.

Señora P.: “Tuve una infancia felicísima, en una casa enorme, con cuatro hermanos
hace un montón de años atrás. Una adolescencia muy linda, no tuve problemas, y no
creo que haya sido distinta de la mayoría de mis compañeras y amigas. Es decir, pase
la etapa de una primaria hermosa, una secundaria sin ningún problemas, hasta que
llegó el momento de decidirme y allí se terminaría el capítulo de la niñez y la
adolescencia protegida…”.

5.4 Expansión lúdica.

El comportamiento lúdico es prototípico de los seres humanos en el estado de


infancia y es esperable en el proceso de desarrollo saludable. De hecho, los
psicólogos clínicos que trabajan con niños atienden a la capacidad lúdica tanto
para realizar los diagnósticos como los pronósticos. La incapacidad de jugar es
considerada un indicador de patología.

Desde la perspectiva de ERIKSON (2008) el juego es la expresión de una


necesidad yoica de domeñar distintas dimensiones vitales, “en especial aquellas
en que el individuo encuentra que su sí mismo, su cuerpo y rol social son
incompletos y rezagados”. A través del juego se logra una sínstesis yoica, una
sensación de dominio de las coordenadas espacio-temporales en una realidad que
está a mitad de camino entre la fantasía y el mundo real.
“Parafraseando a Freud, hemos llamado al juego el camino real para la comprensión
de los esfuerzos que el yo infantil realiza con el fin de lograr una síntesis” (ERIKSON
2008, p. 188).

“Crecer significa estar dividido en partes distintas que se mueven según ritmos
distintos. Un niño que crece tiene dificultades para dominar su cuerpo larguirucho así
como su mente dividida. Quiere ser bueno, aunque sólo sea por una cuestión de
eficacia, y siempre comprueba que ha sido malo. Quiere rebelarse y comprueba que,
casi contra su voluntad, ha cedido. A medida que su perspectiva temporal le permite
vislumbrar la cercana adultez, se ve actuando como un niño” (ERIKSON 2008, p. 190).

Según el mencionado autor hay un movimiento desde el juego autocósmico,


pasando por el juego de la microesfera y finalmente el juego de la macroesfera. El
autocósmico hace referencia al juego centrado en el propio cuerpo y su paulatino
conocimiento y dominio; la microesfera corresponde al mundo de juguetes y
objetos susceptibles de ser manipulados, con el correspondiente aprendizaje de
que el mundo y las cosas tienen sus propias leyes; finalmente, la macroesfera
corresponde al mundo compartido con otros y el aprendizaje de qué contenidos
pueden compartirse con los otros y cuáles no. La progresión de la microesfera a la
macroesfera no es lineal sino espiralada. Al decir de ERIKSON, durante mucho
tiempo el juego solitario seguirá siendo un refugio y un espacio para la reparación
de emociones lesionadas en los períodos de “tormentas en los mares sociales”.

“El adulto que juega pasa a otra realidad; el niño que juega avanza hacia nuevas
etapas de dominio. Propongo la teoría de que el juego del niño es la forma infantil de la
capacidad humana de manejar la experiencia mediante la creación de situaciones
modelo y para dominar la realidad mediante el experimento y el planeamiento”
(ERIKSON 2008, p. 200).

En los relatos sobre la infancia de nuestras entrevistadas se evidencian


sistemáticamente, como era de esperar, sus capacidades y despliegues lúdicos.

Señora G.: “…nuestra niñez era el estar todo el tiempo jugando, prácticamente, por
supuesto teníamos nuestras horas de escuela”.

Señora Y.: “Cuando estábamos en la casa de campo, que nos la pasábamos jugando,
es él recuerdo más temprano, éramos muy chicas, estoy con mi hermana más chica y
por supuesto con mis padres también, y hacíamos casitas de barro, teníamos una taza
con arroz, teníamos casi todo allí”.

El análisis complementario de las acciones (realizadas y recibidas) marca una


pauta de intercambio social fundamental en los primeros períodos de la vida. Estas
interacciones siempre están inscriptas en una atmósfera y en un escenario abierto,
inclusivo, en el cual los niños juegan, descubren y disfrutan. No aparecen
recuerdos dolorosos o vergonzantes. En todos los casos los mayores acompañan
y sostienen las condiciones favorables para los juegos infantiles y facilitan el
encuentro.

Señora P.: “…éramos muy protegidos; éramos más inocentes, los chicos de ahora son
distintos. Pero nosotros vivíamos en una casa muy grande, muy grande, mi papá tenía
una panadería, teníamos una huerta, una parte donde estaba la panadería, otra parte
donde estaban los animales, así que teníamos una cuadra larga, media cuadra para
jugar cuatro hermanas, amigos y jugábamos dentro de casa.
La escuela fue muy linda, porque ya habían ido mis tres hermanas a la primaria, las
maestras eran amigas de casa, mis padres estaban en la cooperativa, era un colegio
muy pobre, fue muy linda”.

En el siguiente extracto se puede apreciar el descubrimiento e interacción de los


niños con la naturaleza y con otros niños de su comunidad. En estas secciones de
las narraciones los recuerdos están cargados de un protagonismo infantil en el cual
las acciones más comunes se asocian al jugar, vivir, disfrutar, ayudar, reunir.

Señora Y.: “Mi infancia la más hermosa y la más simple creo yo, viví en el campo, vivía
con mis padres en una estancia que no era muy grande, donde mis padres
sembraban, teníamos muchas plantas frutales... Pasaba un arroyito abajo a treinta
metros, ¿qué era lo importante para nosotros? que jugábamos muchísimo, pasando el
arroyito había una barranca y había también plantas frutales…”;
“Después a partir de tercer grado nos vinimos a Cura Brochero para terminar la
primaria, ahí fue una época hermosa porque nos juntábamos chicas de toda la
provincia, que esperábamos toda la semana, y mis padres llevaban frutos de la tierra,
maíz molido, pelones, pasas de la higuera y animales. Ellos pasaban y nos hacían la
limpieza de la ropa, de la cabeza y de todo, el lunes volvíamos al colegio y cuando
íbamos ahí era hermosísimo porque jugábamos a la pelota, a todo, cosa que en el
campo no podíamos, porque estábamos lejos unos de otros, más que todo se
trabajaba, vivíamos del trabajo, pero también jugábamos, pero no con la compañía de
tantos chicos”.

Señora S.: “... otros recuerdos que tengo de la infancia, bueno, a mí me gustaba
mucho disfrazarme, jugar a disfrazarme, con una amiga que vivía en la misma
cuadra... y entonces nos íbamos... En mi casa había un sótano... que tenía unos
baúles grandes... y en esos baúles había cosas que habían sido de mi abuela o la
ropa que mi mamá sacaba del verano para el invierno o del invierno para el verano...
entonces nosotras nos disfrazábamos con eso…”.

Señora CV.: “… la escuela era toda nuestra, el patio tenía árboles y me acuerdo que
eh... yo entonces jugaba mucho con mi hermano y con los amigos de mi hermano
entre los cuales estaba el que había sido mi novio… pero ya no era... y hacíamos las
casitas en los árboles... y entonces ellos jugaban al ejercito pero yo era la cocinera del
ejercito... y eso lo hacíamos todo el verano, entonces sí jugábamos mucho... él tenía
tres años más que yo... y sus amigos eran mis amigos... a mí me gustaba jugar…”.

El despliegue lúdico se realiza en un contexto espacial que no es significado


como amenazador, agresivo o ajeno. No surge la violencia, ni el miedo a los
espacios, ni el temor de ser lastimado o herido. Por el contrario, se recuerda el
entorno como hospitalario y favorecedor de la inclusión de los niños
acompañados por los adultos. En dicha atmósfera encontramos que tanto el
tiempo, como el espacio y los personajes adquieren sentidos cuidadosos,
amigables, cariñosos y contenedores.

Señora M.: “…una etapa luminosa hasta los once años que viví con los negritos,
pero con la gente pobre, gente que a mí me dio una libertad que yo no conocía,
porque allá, donde yo vivía, vivía en la calle buenos aires, el tranvía pasaba, las
veredas tenían un metro y medio, el tranvía pasaba ahí, ahí estaba la vía y a mí no
me dejaban asomar la nariz a la puerta si no era de la mano de algún mayor... en
cambio ahí yo salía a la calle, y bueno, era todo, todo una libertad que hasta
entonces no conocía... es como que, fue una etapa luminosa... pero fui feliz acá...
¿por qué? Porque me fui a vivir a una calle de tierra, al frente de mi casa había
ranchitos y había, cosa rara nosotros no podíamos creer, había conventillos...”;

“pero yo era feliz, porque tenía un patio adelante, patio atrás... y ahí empecé a vivir,
realmente viví una infancia de juegos”;

“…una escena... puede haber sido una escena que bailaba, bailaba clásico sin haber
ido... bailaba en el festival y no tenía más que una chica que hacía como de profesora,
entonces me gustaba, porque mi mamá me hacía el tutú y yo bailaba... mal habré
bailado... pero me gustaba, y participaba de festivales... pero no... no sé... la vida
familiar...”

Señora AA.: “…ahí había otro chalet que vivían un matrimonio mayor y tres hijas
mujeres que me adoraban y mi papá me pasaba por encima de ligustro y yo me
acuerdo del perfume de las florcitas. Me encantaba cuando mi papá me levantaba y
me pasaba y yo no volvía hasta la tarde, porque me adoraban en esa casa. Yo me
disfrazaba, me prestaban las tres mujeres grandes solteras en ese entonces, me
prestaban los tacos, me acuerdo del olor que salía del placar donde estaban los
zapatos de tantas mujeres, me encantaba el olor de los zapatos; me dejaban hacer lo
que yo quisiera porque yo era la mimada de esa casa. Todavía no tenían nietos, eso
fue muy lindo hasta los cuatro años me acuerdo bastante, la primer muñeca Marilú la
tenía una nena de al frente y me la prestaba un ratito nomás, tener una Marilú era todo
un acontecimiento”.

En esta sección hemos puesto de relieve cómo la narrativa integra los esfuerzos
vitales infantiles a través del juego. Las entrevistadas narran experiencias lúdicas
que dan cuenta del disfrute en la relación con su medio, los otros y en la
anticipación de roles adultos. En resumen, las adultas mayores que tuvieron un
desarrollo cumbre de la generatividad en la adultez se recuerdan como niñas que
disfrutaban del juego como modo privilegiado de contacto con el mundo en los
años de infancia.

5.5 Los Personajes significativos de la infancia.


En las secciones anteriores nuestro foco se puso en las sensaciones y en las
acciones que las entrevistadas recuerdan de sus años de infancia; se hicieron
evidentes las adjetivaciones globales netamente positivas sobre el período, se lo
catalogó como un momento vital en que primaban sensaciones de amor y
contención en combinación con libertad e incipiente responsabilidad. A su vez se
hizo evidente que las acciones más recordadas de la infancia se ligaban a lo
lúdico.

En esta sección el foco se ubica en los personajes significativos en los relatos


sobre la infancia. Y sin dudas, como se deja traslucir en las secciones previas,
los personajes centrales han sido, en la generalidad de los casos, ambos padres.
Han sido ellos los que brindaron amor y cobijo logrando la sedimentación de la
confianza básica. También se menciona a los padres como personajes que
aseguraron una libertad en el marco del cuidado tutelar.

No es necesario insistir en el rol central que los padres toman en la narrativa de


la infancia de nuestras entrevistadas. Podemos afirmar que son en gran medida,
con sus actos y cuidados, los arquitectos de la atmósfera generativa.

Señora Y.: “…mis padres eran unas personas muy trabajadoras, muy creyentes, nos
inculcaron esa fe, yo no sé si podré inculcárselo a mis hijas. Nuestro día amanecía con
mi papá, mamá buscaba a los animales porque teníamos la leche ahí… y mientras él
se levantaba, prendía el fuego, era fuego de leña, ponía la pava y era allí que nos
llamaba a arrimar los animales. Cuando volvíamos el agua ya había hervido y mi
mamá nos esperaba con el mate y nosotros tomábamos mate con ellos. Recuerdo que
se generaba un momento de encuentro mientras nos terminábamos de levantar, en el
umbral de la villa principal, había un escalón y nos sentábamos en el umbral, había un
escalón más abajo y ahí nos terminábamos de sentar”.

“Otro recuerdo era el de estar con mis padres, de estar juntos, de charlar un ratito;
como mi papá era labriego y araba la tierra, iba yo más adelante y sembraba y más
tarde venía mi hermana y nos servía el mate cocido para que tomáramos allí. Esos
momentos me gusta recordar cuando nos sentábamos con él, a charlar un ratito
mientras descansábamos, tomábamos mate cocido, yo creo que eso ha influido en mi
vida de como soy, porque a pesar de que mi padre no leía ni escribía, a pesar de ello
él tenía una cualidad para contestarte cosas tan sabias, tan profundas, que te duran
para toda la vida y para cada momento”.

Señora L.: “Viví una niñez y una juventud que para mí fueron fantásticas, en
términos de cómo yo me sentía. No viví en un medio que fuera muy propicio para
que pueda decir hay muchas realizaciones, todo muy sacrificado. Pertenezco a una
familia muy humilde donde hacernos estudiar significó… éramos 4 hermanos,
hacernos estudiar significó todo un sacrificio para ellos y de algún modo yo esas
cosas las vivía pero no me producían ningún impacto, no me interesaba, viví feliz,
porque si bien en la casa faltaron muchas cosas materiales pero hubo mucho amor”.

Señora BEA.: “… mucha gratitud, hacia mi papá… (…) mi padre vino el día de mi
cumpleaños con una bicicleta, y yo le di gracias, hasta el día que se murió, y no se
murió hace mucho fue hace 10 años, pero es algo que se lo agradecí hasta entonces,
es algo que todavía no lo he podido olvidar, esa cuestión que viniera con la bicicleta a
mi casa porque venía por un rato son las cosas lindas que recuerdo. Y me he puesto a
pensar si le ha costado mucho conseguir el dinero, si tuvo que pedir prestados, si hizo
sacrificios, es algo que nunca se lo pregunté pero bueno, es algo que recuerdo con
cariño hacia él, y bueno es una y una, por ahí me enojo que me haya dejado en el
colegio y por ahí me acuerdo y me alegro de que me haya regalado la bicicleta”.

Sin desconocer el rol central de los padres y su incidencia en la constitución de la


atmósfera generativa, otros personajes adultos también contribuyen en la misma.

En algunos casos los abuelos ocupan un rol significativo en el recuerdo del período
infantil. Eso ocurre principalmente cuando, por distintos motivos, han tenido que
cumplir con roles parentales y tareas generativas. Los abuelos se transforman en
proveedores de cobijo, protección y cuidados.

Señora G.: “…comenzaría por mi infancia, una infancia completamente feliz viviendo
con mis padres y abuelos, mis abuelos maternos, y de allí hubo dos influencias muy
grandes, mi abuela que es extremadamente jovial y alegre … y mi madre”.

Señora CV.: “…yo tenía un hermano... tenía, un hermano que tenía tres años más que
yo, y vivíamos en una enorme casa donde estaban mis abuelos que fueron los que me
empezaron a criar porque cuando yo nací mi madre tuvo algo que entonces… decían
que era fiebre reumática, lo cierto que a mí me crió, me criaron mis abuelos al punto
que yo era la única nieta que les decía mamá y papá…”.

No obstante, y para no sembrar confusión, podríamos afirmar que son los padres
los que tienen un rol central en la consolidación de la atmósfera generativa en tanto
que los abuelos, en caso de estar presentes en la narrativa, tienen un rol más bien
periférico o de apoyo, constituyéndose en adultos significativos en los casos de
ausencia de los padres o bien cuándo éstos no cumplían satisfactoriamente sus
funciones generativas.

Con respecto a los compañeros generacionales, los hermanos aparecen con


bastante fuerza en los recuerdos infantiles de las personas mayores muy
generativas. A veces los hermanos se presentan como compañeros de juego y
diversión. En las narraciones no se evidencian evocaciones vinculadas a celos,
rivalidades o competencia entre los niños de la misma familia. Si bien existen
evidencias narrativas sobre distinción y diferencias entre los hermanos, estas no se
transformaron en rivalidades. Por el contrario en más de una narración los
hermanos se transforman tempranamente en objetos de amor y del cuidado
infantil. En otros casos los hermanos mayores son recordados también en sus
características más protectoras y cuidadosas. En general se observa una clara
reciprocidad en las expresiones de preocupación o cuidado por el otro.

Señora D.: “…tengo muchos recuerdos, estaba con mis hermanos siempre porque
estábamos en el campo y con el mayor, especialmente, él me había hecho a mí una
especie de… en aquella época no existía lo que hoy tenemos de coches, en aquella
época había unos coches de bebé pero eran más grandes, y más duros y el jugando
me hizo un coche muy lindo hecho con maderas, eso a mí me hacía muy feliz ahí
mismo me hizo la cunita, y me la pintó… Este es uno de los momentos más
significativos”.

Señora AS.: “…yo te contaba mi infancia, yo vine después de diez años de no haber
más que dos varones en la familia, así que puedes imaginar el mimo que significó de
parte de mi mamá, de mi papá y de mis hermanos esa presencia mía... que te la
expliqué recién con esta anécdota mía, un muchacho adolescente que se dedicaba un
poco a estar con su hermana menor y que incitaba a la lectura, la lectura por ejemplo
de las cosas que leía el, era gran lector, admirador de Kant, racionalista al máximo...
pero bueno, marcó una infancia muy linda, muy ventajoso desde ese aspecto…”.

Señora AA.: “…que yo lo esperaba a mi hermano cuando venía de la escuela detrás


de esos portones con rejitas tejidas, así todo enrejaditos, porque me encantaba verlo
volver de la escuela, yo tengo esa imagen muy linda y muy clara…”.

Retomando el rol central de los padres en la construcción de la atmósfera


generativa, nos interesa destacar que las funciones generativas ejercidas por los
adultos fueron percibidas como relevantes, centrales y fuertes. Los recuerdos de
estas personas mayores tienen nitidez y los padres son representados como
figuras singularmente importantes. Sus características personales, sus cualidades
han tenido una impronta que les da continuidad más allá de su muerte. Los padres
son puestos en el lugar de figuras dignas de ser imitadas o personas que
instalaron expectativas de funcionamiento que se desean satisfacer. Dichas
expectativas no se viven como exigencias impropias y su cumplimiento implica la
satisfacción de metas e ideales propios.

Los padres siempre aparecen con una presencia intensa y afectuosa. Tienen tanto
padres como madres un fuerte protagonismo en los recuerdos infantiles. Los
padres no están connotados como figuras a temer, ni tampoco como presencias
lejanas, contrariamente, los recuerdos están cargados de significados positivos.
Las figuras parentales parecen haber signado una potencia adulta a través de las
acciones de cuidado, gestos de amor y compañía en la infancia de las personas
entrevistadas. En todos los casos de las narrativas analizadas, los padres se
constituyeron en figuras de amor, las primeras idealizaciones infantiles, se
transformaron en figuras de identificación y en la adultez se convirtieron en
ejemplos de vida.

Señora ASA.: “… los viajes con mis padres, las vacaciones, siempre viajábamos,
hacíamos viajes largos íbamos a ver la familia…”;

“Mi papá era bárbaro, genial, divino, hermoso, mi mamá también, así que también
esos viajes los recuerdo mucho, los olores de mi mamá en la cocina, de comida, que
le gustaba mucho cocinar, cuando yo venía del colegio…”.

Señora L.: “me criaron unos padres italianos, yo diría que apenas alfabetizados, pero
que tenían una profunda admiración por el conocimiento, no por aquello de “mi hijo el
doctor” que tanto lo mencionan, sino que admiraban la gente que sabía, conocía, ellos
no tuvieron la oportunidad, eran campesinos, no tuvieron la posibilidad de formarse,
entonces todo lo que fuera formación le dieron una importancia muy grande...”.
Señora Y.: “Mi padre, sobre todas las cosas, uno de los sacerdotes y la rectora que
tuve en el colegio desde que entré a trabajar, fueron distintas personas que fueron
importantes en el desarrollo de mi vida profesional. A nivel de persona han sido mi
padre y mi mamá, ambos en su sencillez, en su calidez, han sido muy importantes
para mí”;

“…pero todo eso tuvo la base en mis padres, creo que ellos son los que sembraron la
simiente y los que me enseñaron a discernir en los pocos años que estuve con ellos”.

Señora G.: “…comenzaría por mi infancia, una infancia completamente feliz viviendo
con mis padres y abuelos, mis abuelos maternos, y de allí hubo dos influencias muy
grandes, mi abuela que es extremadamente jovial y alegre, casada con mi abuelo
severo, español, esa gente machista, el macho y mi papá totalmente jovial, totalmente
alegre, yo diría que muy chiquilín, tal vez inmaduro, uno va pensando, pero
extremadamente bueno y mi mamá una persona excepcional, que creo que influyo
mucho en mi vida, muchísimo, sumamente inteligente y ella tuvo parálisis infantil al
año de nacer(…) totalmente opuesta a mi papá, muy sería, muy inteligente, de hablar
poco, y nos dominaba con la mirada, tanto a mi hermano como a mí”.

En los procesos inconscientes de identificación se introyectan características de las


personas queridas. Es importante especificar que no hablamos sólo de vínculos
biológicos: estamos refiriéndonos a figuras de amor, adultos significativos en la
vida de los niños, con los cuales se identificaron y que son capaces de cumplir
eficazmente las funciones paternas y maternas. En este proceso los recuerdos de
los padres evidencian la función humanizante del amor recibido. Denotan que
ciertas características de los progenitores han sido apropiadas, transformadas y se
instauran en la narrativa vital de las entrevistadas como características propias que
en la adultez forman parte de su identidad y de los recursos yoicos. Dichos
recursos permiten en la adultez sostener la vitalidad necesaria para brindar
cuidados y además se transformaron en valores morales que consolidan una ética
centrada en la generosidad y en la capacidad de ayudar y promover el bienestar.

Cuando nos referimos al proceso de identificación, sostenemos que el amor


recibido por padres y madres se constituyó en el vehículo a través del cual la
subjetividad se funda en el deseo inconsciente de ser y parecerse, es decir
transformarse y apropiarse de las potencias y fuerzas del ser amado.

En este sentido coincidimos con la definición de Silvia BLEICHMAR (1995) cuando


sostiene lo siguiente sobre la identificación:

“... es un proceso por el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad o atributo de
otro y se transforma total o parcialmente, y además no alude a la constitución del
inconciente sino del yo en tanto órgano libidinal atravesado por la presencia del
semejante en la instalación de sus contenidos representacionales” (BLEICHMAR
1995).

Además del equilibrio entre el amor y la firmeza, entre la contención y la libertad, lo


que se evidenció en todas las narraciones de personas altamente generativas es la
presencia constante de estas figuras con características personales propias de
personas generativas. Figuras que, más allá de su vínculo (padres o abuelos)
tenían las capacidades de cuidar y guiar. Sus ejemplos continuaron en la otra
generación permaneciendo casi intangibles en los recuerdos de las entrevistadas
más allá de la gran cantidad de años de su fallecimiento. Las entrevistadas se
apropiaron de esas cualidades generativas, las conservaron como un tesoro
infantil, permanecieron en potencia y se pusieron en acción en su vida adulta y a lo
largo de su madurez. Así, valores pro-generativos, como el amor, la piedad, la
compasión, se acuñaron en la niñez y permanecen en la memoria de las personas
generativas, como recuerdos reveladores de la importancia de estas fortalezas.

Coincidiendo con Karen HORNEY (1961) encontramos que existe una fuerte
vinculación en la transmisión intergeneracional de fortalezas vinculadas a la
generatividad. En el intercambio complementario de fragilidad y dependencia de
los niños, con las capacidades y acciones de cuidado y protección, se sientan las
bases de un desarrollo generativo. Entre la tensión de la libertad y la
dependencia, de la creciente necesidad de autonomía y los permisos necesarios
para ejercerla, aparecen como frutos de ese encuentro la capacidad de
responsabilizarse de uno mismo y de otros más frágiles o necesitados. De estas
interacciones propias del desarrollo sano, las personas se van transformando y
en alguna medida pareciéndose a aquellos que fueron capaces de ayudarlos,
para finalmente poner en potencia esa reserva infantil, en una creación original
que sintetiza deseos de cuidados, de realización personal y la responsabilidad
intrínseca que conlleva la capacidad de cuidar a otros.

“Pero, como cualquier otro organismo vivo, el individuo humano necesita condiciones
favorables para su transformación “de alcornoque en roble”; necesita una atmósfera
cordial para darle una sensación de seguridad interior, y la fuerza íntima necesaria
que le permita tener pensamientos y sentimientos propios, y poder expresarse.
Necesita la buena voluntad de los demás, no sólo para que le ayuden en sus
muchas necesidades, sino para que le guíen y le animen para que se convierta en
un individuo maduro y fecundo. También necesita una sana fricción con los deseos y
voluntades de los demás. Si de este modo puede crecer con los demás en el amor y
en la competencia, también podrá crecer de acuerdo con su verdadero yo”
(HORNEY 1961, p. 14).

6. Conclusiones

A partir del análisis de los relatos de las vidas de personas mayores aparece con
fuerza que se trata de personas sumamente potentes y comprometidas con el
cuidado de sí mismas y de los otros, que han desplegado su máximo potencial
psíquico e interpersonal. Estas narraciones denotan plenitud, salud en la
realización personal y fundamentalmente una alta satisfacción con las vidas que
supieron construir. En este sentido podrían tomarse estas vidas como
paradigmas del buen vivir, de una adultez responsable y comprometida con la
sociedad que las sostiene, y también como ejemplos de un proceso de
envejecimiento satisfactorio y vital. Precisamente por estas características es que
fueron escogidas para este estudio estas personas y no otras.

Creemos entonces que del análisis retrospectivo puede indagarse qué se hizo
bien en su desarrollo temprano; y lo que es más importante, no sólo qué hicieron
bien sus padres y adultos cercanos en la niñez, sino qué ambientes y qué
condiciones del desarrollo infantil posibilitaron una destacada expansión en la
vida adulta y una vejez fructífera e integrada. Es decir, escogimos personas que
han realizado aportes valiosos para el desarrollo de la sociedad, personas
preocupadas en generar mejores condiciones de vida para sí mismas, para sus
hijos y para las personas en general. Podemos asegurar, por las narraciones
analizadas y por las vidas vividas que son personas con una gran capacidad de
amar, de trabajar y de cuidar. También cabría sostener que son personas
queridas en su entorno y que disfrutan a lo largo de su desarrollo vital de un alto
reconocimiento y gratitud de las personas cercanas: hijos, sobrinos, nietos,
amigos.

Como ya se desarrolló en este artículo y otros, existen evidencias descriptivas


sobre las características de la generatividad, sus componentes, los estilos y la
importancia que tiene el ejercicio de esta función para el desarrollo adulto
(McADAMS & DE ST AUBIN 1992; McADAMS, DE ST AUBIN & LOGAN 1993;
McADAMS 2001; KOTRE 1984, KOTRE 1999, KOTRE & KOTRE 1998;
BRADLEY 1997). Por otro lado autores señeros sobre psicología infantil, tales
como WINNICOTT (2006), DOLTO (1979; 1999; 2004), y el mismo ERIKSON
(1971, 2000, 2008) estudiaron y sentaron las bases sobre la importancia del
desarrollo infantil sano y también sobre diferentes tipos de sufrimientos psíquicos,
desajustes emocionales y trastornos de conducta. Se ha escrito mucho sobre el
maltrato y el abuso infantil, sobre las acciones de descuido y negligencia en la
crianza de los niños, como así también sobre estos y otros tipos de
padecimientos psicológicos en los adultos.

En este trabajo hemos tratado de indagar qué cuidados, qué acciones


complementarias desarrollan padres, madres y adultos para promover un sano
desarrollo infantil y persisten en el tiempo al estar incorporadas en las
narraciones de las personas. Buscamos a través del análisis indagar sobre
ciertos pilares centrales de su integridad psíquica y social. En este trabajo, a
través de un cuidadoso análisis de las narraciones vitales de personas mayores
tratamos de acercar alguna evidencia sobre cuáles han sido los factores
facilitadores tempranos de una existencia adulta plena y productiva.

Tanto ERIKSON como WINNICOTT y DOLTO establecen ciertos desafíos del


desarrollo infantil. Nos advierten que “si todo va bien” se lograrán potencias
infantiles, como la confianza, la autonomía, la voluntad y la laborisidad que serán
recursos psíquicos indispensables para un ejercicio pleno de los derechos y
responsabilidades adultas. Con este artículo hemos querido indagar sobre esas
condiciones que favorecen “que todo vaya bien”, muchos años después que se
plantearon. Con el análisis de las entrevistas de gente mayor hemos vuelto a los
inicios del desarrollo y podemos sostener que ciertas condiciones, muy
seguramente, facilitarán que todo vaya bien.

En este sentido nos parece que el estudio del envejecimiento desde una
perspectiva retrospectiva es una herramienta útil para definir aspectos vinculados
a la salud y el desarrollo de fortalezas a lo largo de diferentes momentos del
curso vital. Además de poder inferir sobre las consolidaciones infantiles que se
encuentran conservadas en la vejez, podemos a través del análisis cualitativo de
los relatos identificar qué aspectos relacionales se transformaron en
representaciones psíquicas estables, que forman parte del self y que están en la
base de una expresión positiva de sus potencias. Es decir, nos interesó
determinar en qué medida las relaciones afectivas tempranas, especialmente el
amor y los cuidados recibidos por parte de las madres y los padres, se
convirtieron en figuras de identificación, más que modelos a seguir, en tanto
estos ejemplos se recrearon en la adultez con recursos psicológicos propios. Así
la generatividad en la adultez aparecerá como una larga construcción del
desarrollo, que se asienta en la niñez como una preocupación por el dolor y el
padecimiento de los otros (URRUTIA et al. 2009), se construye en torno a
modelos de identificación de adultos firmes y cuidadosos y se transmite a la otra
generación bajo la certeza de haber sido amado.

En este mismo sentido creemos, siguiendo a Donald WINNICOTT, que:

“Siempre es la relación viva entre las personas lo que permite el verdadero


crecimiento, el cual gradualmente, con el correr del tiempo, hace que el niño o el
adolescente adquiera un sentido adulto de la responsabilidad, sobre todo en lo
concerniente a proporcionar seguridad a los niños de la nueva generación”
(WINNICOTT 2006, p. 50).

Primeramente creemos que la confianza básica, entendida como cierta seguridad


que acompañará los desafíos de toda la vida, se desarrolla tempranamente y
está presente siempre una certeza de haber sido amado, cobijado y protegido.
Los sentimientos de amparo y la recepción de un cuidado cálido y amoroso son
requerimientos indispensables para que esta confianza se desarrolle en la niñez,
se sostenga en la adultez y se conserve en la vejez. Estas condiciones nos
tienen que ser dadas, las recibimos como el mejor complemento a nuestras
tempranas condiciones de fragilidad y vulnerabilidad.

Ahora bien, en qué condiciones se da ese amor que constituye y consolida la


confianza básica. Sostenemos que esta capacidad irradiante de madres y padres
generativos construye un espacio en el cual los niños pueden desarrollar su
autonomía y libertad sin percibir peligro o temor.
Esta acción de padres y madres es de mayúscula importancia. El complemento
entre las funciones nutricias y la instauración de un ley justa a través del amor y
no mediada por la arbitrariedad de la imposición, supone que esta combinación
será duradera en la vida de los individuos y además será extendida a otras
generaciones, tal como lo relatan las personas mayores, como si se tratara de la
dinastía de ciertos reyes justos y buenos. A decir de ERIKSON “no sólo tendrán
normas para guiar mediante la prohibición y el permiso, sino que también deben
estar capacitados para inculcar al niño la convicción profunda y casi somática de
que lo que está haciendo tiene sentido” (ERIKSON 1971, p. 85).

En este mismo sentido sostenemos que cuando se ha sido educado, amado y


criado de manera justa y amorosa, las adversidades que suceden en la vida, se
toman como desafíos, sin que ellas se constituyan en una amenaza a la
integridad del yo. Tal es la importancia de estos procesos de identificación con
las figuras adultas; tan duraderos son sus efectos en las vidas de las personas,
que forman parte de su identidad adulta y se constituyen en pilares de la
integridad yoica aún en la vejez.

En este punto creemos que las expresiones de los adultos generativos


trascienden a los gestos de amor instaurando un clima en el cual se favorecen
interacciones independientes y libertarias que permiten a los niños salir del seno
protegido de sus hogares para lanzarse a descubrir el mundo de la manera más
segura posible: jugando y encontrándose con otros niños. En estos hogares de
puertas abiertas, donde era posible salir y volver, sin la angustia o la culpa que
supone el abandono, se establecieron ambientes generativos.

La atmósfera generativa facilita la libre expresión, el encuentro, el juego y la


autonomía necesaria para despegarse, crecer en libertad y desarrollar, en la
adultez, las máximas potencias de las que estamos dotados.

“Lo que nos interesa realmente es la actitud ambiental que responde a las
necesidades del individuo en cualquier momento dado. En otras palabras, es un
tema bastante similar al del cuidado materno, que se modifica según la edad del niño
y que satisface la temprana dependencia de aquél, así como sus esfuerzos por
alcanzar la independencia. Esta segunda manera de considerar la vida puede
resultar particularmente adecuada para el estudio del desarrollo sano y,
precisamente, en este momento nos proponemos estudiar la salud” (WINNICOTT
2006, p. 118).

Creemos que la base de una adultez centrada en el cuidado de sí mismo y de los


otros y, por otra, la base de una vejez plena e integra, psíquica y socialmente,
está dada por este acoplamiento temprano entre las necesidades infantiles del
desarrollo y las capacidades de padres y madres cuidadosas de respetarlas y
promoverlas. El sentido de la responsabilidad de la vida adulta, el compromiso
con el mundo y las generaciones más jóvenes, la salud y el sentido que le
otorgan a sus existencias, está fuertemente ligado a las certezas adquiridas en la
niñez que pudo desarrollarse en un ambiente que, lejos de percibirse como
amenazante o violento, se recuerda como alegre, divertido, desafiante y
protector. Los recuerdos de las personas mayores condensan muchas de estas
características. Citamos a continuación una evocación de la señora ASA, que
ejemplifica muy claramente, las condiciones imperantes de esta atmósfera
generativa, que favoreció el desarrollo de sus potencias más exquisitas: el amor,
la confianza, el cuidado y la perseverancia.

Señora ASA (hablando de su niñez).: “¿Y porqué linda?, fue porque siempre estuve en
contacto con la naturaleza, siempre acompañada por ellos, todos los aprendizajes,
compartíamos siempre en familia. Cerca de fin de año, todas las fiestas familiares, los
primos, los amigos, el colegio, los juegos en la calle con amigos, los de la cuadra. Y
vuelvo otra vez, padres geniales, porque a pesar de ser única hija, tuve libertad para
elegir lo que quiero, salía con mis amigos…”.

De esta interacción complementaria entre eficaces acciones de los progenitores y


necesidades infantiles, la relación entre libertad “dada” y autonomía
“conseguida”, es quizás, luego de la consolidación de la confianza, la relación
más subjetivante. En este sentido, nos parece que la conquista del sí mismo, la
consolidación de la voluntad, como resultante del trabajo que supone apropiarse
de la confianza otorgada y del dominio del mundo, son dos pilares centrales que
consolidados en la infancia, suponen una adultez segura y responsable.

La libertad es un componente destacado de la atmósfera generativa. Las


narraciones de las entrevistadas resaltan su rol y su asociación con experiencias
infantiles que han sido placenteras. La experiencia subjetiva de libertad en la
infancia se complementa con la certeza de progresiva construcción por parte del
yo de las fortalezas asociadas a la autonomía e iniciativa.

Creemos que la realización adulta tiene sus orígenes más certeros, no sólo en la
reserva de la acumulación del amor recibido, sino también en el empoderamiento
que supone tomar decisiones y riesgos en el marco de un entorno protector. La
certeza de que no nos dejarán caer, se transforma progresivamente en seguridad
en nosotros mismos, y esta nueva confianza puesta en nuestras competencias y
recursos, se da sólo en un marco que favorece la libertad y el crecimiento a una
distancia saludable de los propios padres.

Debemos destacar que se trata de una sensación de libertad construida en una


atmósfera que es intersubjetiva. No debe confundirse la libertad con la
indiferencia o, directamente, con el descuido. En las narraciones surgió la libertad
como un don entregado por padres a su vez contendores y amorosos.

Sólo un marco de esta “amorosa” libertad le permite al individuo aventurarse en


empresas y experiencias que le darán un real balance de sus potencias y
limitaciones. La libertad en el marco de la atmósfera generativa posibilitará que
las experiencias exitosas sedimenten una acrecentada seguridad personal. Y las
experiencias frustrantes, que todos necesariamente atravesamos en nuestro
desarrollo, promoverán realismo y prudencia.

Para finalizar sobre este concepto transcribimos las afirmaciones de WINNICOTT


y DOLTO:

“La libertad es un elemento esencial, algo que permite a las personas desarrollar lo
mejor que hay en ellas; sin embargo, debemos admitir que hay individuos que no
pueden vivir en libertad porque experimentan temor con respecto a sí mismos y al
mundo. (…) “sin duda, es un signo de crecimiento sano el que los niños comiencen a
disfrutar de la libertad que se les va otorgando gradualmente” (WINNICOTT 2006, p.
48).

“La trampa de la relación padres-hijo es no reconocer las verdaderas necesidades


del niño, de las que la libertad forma parte. (…) pero lo importante es que el niño se
sienta fuera de peligro, que sea autónomo lo más pronto posible. El niño tiene
necesidad de sentirse amado para hacerse seguro de sí en el espacio, cada día más
libremente, entregado a su exploración, a su experiencia personal y en sus
relaciones con los de su edad” (DOLTO 1999, p. 63).

Finalmente, sostenemos que la plenitud de las potencias infantiles se pone en


acción en la interacción social más desafiante y estimulante: el juego infantil. En
todas las narraciones pudimos confirmar que las interacciones infantiles también
eran expresiones de cuidado mutuo y ejercicios plenos de imitación, creatividad y
simbolización. Consideramos importante destacar que no aparecieron tampoco
en las narraciones de los juegos escenas de sometimiento, crueldad,
imposiciones descalificantes, ni violencia. Con la perspectiva que imponen los
años, las narraciones rescatan a los juegos infantiles como laboriosas actividades
de descubrimiento y búsqueda. La vecindad, la escuela y el barrio son espacios
en los que, nuevamente, fue posible desplegar y ejercitar las potencias infantiles
necesarias, como la iniciativa y la industriosidad.

Finalmente y tratando de sintetizar qué acciones de crianza complementan el


desarrollo de las fortalezas yoicas de la infancia, tomamos como matriz la
conceptualización de ERIKSON & ERIKSON (2000) del desarrollo epigenético.
Hemos realizado un recorte, tomando en la Tabla 1 sólo los estadios infantiles, ya
que este estudio se ha centrado en relatos de vida que daban cuenta de una
expansiva expresión generativa en la adultez y de un envejecimiento íntegro.
Tabla 1
Estadios del desarrollo infantil según Erikson y acciones complementarias
que fortalecen el desarrollo de las virtudes yoicas

Relaciones
Estadios Crisis psicosociales Virtudes Acciones complementarias
significativas

Infancia
Confianza básica vs. Persona
Esperanza
Desconfianza básica maternante Cobijo y protección
Amor y cuidado
Niñez Autonomía vs. Personas
Voluntad
temprana Vergüenza, duda parentales
Edad del
Iniciativa vs. Culpa Familia básica Finalidad
Juego
Libertad, alegría
Edad Industria vs. “vecindad,
Competencia
escolar Inferioridad escuela”

Consideramos estas dos últimas fortalezas del desarrollo conceptual de


ERIKSON –la generatividad y la integridad del yo-, como resultantes de un
crecimiento sano y maduro. Entonces, y conociendo las fortalezas infantiles que
le son previas, como la confianza, la autonomía, la iniciativa y la laboriosidad, nos
preguntamos cuáles son las acciones que los adultos deben poner en juego para
favorecer el desarrollo de esta características egosintónicas infantiles y
fortalecerlas. Así, en la primera infancia, y para que se consolide la confianza
básica y la autonomía, es indispensable la presencia de adultos que sean
capaces de proveer amor, cobijo y protección.

Podría afirmarse que, más allá de discusiones fugaces sobre las mejores pautas
de crianza o las cambiantes modas sobre cómo ejercer las funciones maternas y
paternas, si estas son lo suficientemente eficaces en prodigar amor y confianza, y
pueden los padres equilibrar sus propias tensiones, y estar más atentos a las
necesidades infantiles que a las propias, entonces la primera y más desafiante
empresa del cuidado habrá encontrado su cauce.

En este mismo sentido podríamos afirmar que, si por sobre las inseguridades y
temores que puede despertar la crianza y cuidado de un niño, triunfa la
seguridad, la comprensión y la firmeza, como ejes centrales de la interacción, se
consolidará un desarrollo seguro. Todo esfuerzo que resulte en el reconocimiento
de los niños como sujetos distintos al deseo propio y se transforme en
reconocimiento de las reales necesidades de abrigo y protección, será un
esfuerzo subjetivante con efectos duraderos y potentes, y que acompañará a la
persona a lo largo de su vida. Estas acciones eficazmente realizadas no son sólo
una respuesta a una demanda generativa que los niños imponen desde su
fragilidad e inmadurez. En un sentido más amplio, más allá de las dificultades y
desafíos propios del desarrollo de los adultos, éstos tendrían que ser capaces de
proteger sin anular, de cuidar sin agobiar.

Estos adultos capaces de amar y cuidar aseguran así su “inmortalidad simbólica”


ya que sus mejores cualidades generativas se transforman, se transmiten a la
generación siguiente y perduran en el tiempo. En este mismo sentido, si somos
capaces de generar una atmósfera de cuidado, en la cual rijan regirán pasiones
alegres, una ley justa y firme, y libertad, las fortalezas yoicas serán un resultado
de lo más esperable.

La apropiación de la libertad, como derecho y como ejercicio pleno de la


satisfacción de nuestros desafíos vitales, incluye en sí mismo el reconocimiento
del otro, también como sujeto libre y autónomo. Este desafío implica la confianza
en que, y ahora en gerundio, “todo está yendo bien”. Cuando los padres y
madres pueden ser más inclusivos, abriendo las puertas y posibilitando que otros
entren en el mundo de los niños, confían en que las primeras herramientas
ligadas al amor y al cuidado ya no son sólo potestad de sí mismos, sino que se
han constituido en una apropiación infantil. Así, el mundo en un sentido más
amplio, como el barrio, la escuela o el trabajo, será incorporado y transformado
en un lugar más seguro, menos amenazante y un escenario en el cual vale la
pena luchar.

Este sentido de apropiación del mundo, sumado a la confianza en sí mismo y en


las propias capacidades de trasformación son adquisiciones propias de adultos
que con voluntad, deseo y laboriosidad, son capaces de encausar y dar sentido a
sus vidas, y a la vez, sostener una reserva suficiente como para ayudar al
desarrollo de otras personas. Estos logros son tan centrales en el desarrollo
adulto que no terminan en la adultez, ni se agotan en el ejercicio siempre
desafiante de la crianza. En la vejez, continúan y se transforman sin perder
vitalidad. Así Donald WINNICOT sostiene:

“Los adultos maduros confieren vitalidad a lo que es antiguo, viejo y ortodoxo por el
hecho de recrearlo después de haberlo destruido. Así, los padres ascienden un
peldaño, y descienden otro, y se convierten en abuelos” (WINNICOTT 2006, p. 124).

En este trabajo hemos retratado las condiciones que acompañan germinalmente


el desarrollo de la generatividad en la adultez y en la vejez. Estamos seguros que
los deseos generativos se desarrollan tempranamente y tienen expresiones
infantiles básicas como la comprensión y preocupación por el otro. A la vez que
se acumula cierta reserva indispensable para poder amar y cuidar, las funciones
ejercidas por padres y madres son nodales para que esta capacidad se
desarrolle en la adultez. Queda como inquietud indagar sobre cuáles son las
acciones y ambientes que no sólo no favorecen una adultez generativa, sino que,
por el contrario la impiden. Creemos que de la indagación de narraciones vitales
de adultos menos competentes para amar y cuidar, se podrá echar luz sobre un
aspecto oscuro del desarrollo, las debilidades yoicas y los padecimientos más
neuróticos que están en el origen del sufrimiento psíquico, de la infelicidad
humana sin constituirse por ello en una patología del desarrollo.

Agradecimientos

Agradecemos a la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de


Córdoba por el aval y subsidio recibido para la realización de esta investigación.
Agradecemos también al Centro de Promoción del Adulto Mayor (CEPRAM) por
permitir la realización de la investigación y a sus voluntarias por facilitarnos su
tiempo y las valiosas narraciones sobre sus vidas. A la Licenciada Viviana
LENCINAS por su trabajo en la realización y trascripción de entrevistas. A Iza
MOISSET DE ESPANÉS por su colaboración en la revisión de la traducción de
los artículos.

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Autores

Andrés I. URRUTIA es Doctor en Psicología y Contacto:


Magíster en Gerontología Social. Profesor de
Psicología Evolutiva del Adulto y la Senectud, Dr. Andrés I. Urrutia
Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Cátedra de Psicología Evolutiva del Adulto y la
de Córdoba y Universidad Católica de Córdoba Senectud
(Argentina). Principales campos de interés: Facultad de Psicología, Universidad Nacional
investigación en envejecimiento positivo, de Córdoba
generatividad y sabiduría. Viamonte 76, Barrio General Paz
Córdoba, Argentina
Tel.: 0054-351-452 40 77
E-mail: urrutias@infovia.com.ar
Gastón MOISSET DE ESPANÉS es Licenciado en Contacto:
Psicología. Profesor de Psicología del Adulto y la
Senectud en la Universidad Católica de Córdoba y Lic. Gastón Moisset de Espanés
Profesor Adscripto en la Universidad Nacional de Cátedra de Psicología Evolutiva del Adulto y la
Córdoba (Argentina). Principales campos de Senectud
interés: teoría del desarrollo de Erik ERIKSON, Facultad de Psicología, Universidad Nacional
generatividad y envejecimiento saludable. de Córdoba
Jacinto Benavente 1921; Barrio Crisol
Córdoba, Argentina
Tel.: 0054-351-458 95 28
E-mail: gastonmoisset@hotmail.com

Elena R. GUZMÁN es Licenciada y Profesora en Contacto:


Psicología. Profesora Adscripta de Psicología
Evolutiva del Adulto y la Senectud, Facultad de Lic. Elena R. Guzmán
Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba Cátedra de Psicología Evolutiva del Adulto y la
(Argentina). Principales campos de interés: Senectud
envejecimiento y resiliencia en adultos mayores. Facultad de Psicología, Universidad Nacional
de Córdoba
Rivadavia 720 Dpto, D Barrio Centro
Córdoba, Argentina
Tel: 0054-0351-425 13 99
E-mail: elenarguzman@hotmail.com
Virginia DOTTORI es Licenciada y Profesora en Contacto:
Psicología. Profesora Adscripta de Psicología
Evolutiva del Adulto y la Senectud, Facultad de Lic. Virginia Dottori
Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba Cátedra de Psicología Evolutiva del Adulto y la
(Argentina). Principales campos de interés: Senectud
envejecimiento e integridad ante la muerte en Facultad de Psicología, Universidad Nacional
adultos mayores. de Córdoba
Rivadavia 720 Dpto, D Barrio Centro
Córdoba, Argentina
Tel: 0054-0351-497 40 07
E-mail: virginiadottori@hotmail.com

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