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No hay que pensar en la lechuga como un alimento que solo sirve para adelgazar.
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“La lechuga es un vegetal muy ligero que aporta 17 kilocalorías por 100
gramos. El principal componente de la lechuga es el agua (un 95%), lo
que la hace ideal para el verano, y tiene un bajo contenido energético
dada su escasa cantidad de hidratos de carbono, proteínas y grasas”,
explica Eva Campoy, del Departamento de Dietética de la Sociedad
Española de Técnicos Superiores Sanitarios (SETSS).
Las hojas de color verde intenso de una lechuga son las más ricas
en vitaminas y minerales. Por eso, la iceberg sería la más pobre a nivel
nutricional.
Variedades más consumidas en España
La lechuga parece ser que tiene su origen en los países del sur de
Europa (hace más de 2.000 años) y durante la época romana se fue
extendiendo al resto del continente. Hoy en día, el principal productor de
este alimento es China.
Relajante
Campoy recuerda que “la lechuga se utilizó como muchas plantas con
fines medicinales. Su uso cocido, para preparar cremas y purés, nos
permite aprovecharnos de sus propiedades relajantes, al tiempo que
mejoramos su digestión, porque la cocción hace su celulosa más
digestiva”.
Saciante
En este sentido, Aparici explica que “la lechuga es un alimento muy bajo
en calorías, por lo tanto, la cantidad a consumir no está marcada. Sí es
cierto que se debería combinar con otros alimentos para así obtener
un plato saludable y nutritivo, como por ejemplo en una ensalada de
arroz con atún, maíz, tomate, pepino y zanahoria”.
“Para animar a un niño a consumir algún tipo de alimento nunca hay que
obligarle, siempre hay que presentárselo de forma que resulte atractiva
para él. Por ejemplo, una ensalada con lechuga se la podemos
presentar simulando que es una mariposa multicolor, combinando
todos los ingredientes de forma que parezca un cuadro”, añade Aparici.
Campoy añade que “si crees que la lechuga te produce gases, una forma
de consumirla sería cocinarla ya que aumentarías su digestibilidad.
Podemos priorizar la variedad hoja de roble verde o roja para tomarla
en crudo”.
Riesgos de comer lechuga sin lavar y cómo
limpiarla
Campoy explica que “el consumo de lechuga sin lavar puede
provocar infecciones como la toxoplasmosis, la más común, peligrosa
sobre todo para mujeres embarazadas, niños, ancianos y personas con
sus defensas bajas, pudiendo producir dolor de cabeza, inflamación de
ganglios y fiebre. Nos puede producir también diarrea, vómitos, náuseas
y dolor abdominal. Dependiendo de la procedencia de esa lechuga, en
muchas ocasiones puede contener bacterias, toxinas, gérmenes,
pesticidas y restos de agroquímicos”.
La experta de la SETSS cuenta que “la lechuga se debe lavar con agua,
bajo el grifo y le podemos poner unas gotitas de lejía (apta para uso
alimentario) y después enjuagar bien. Posteriormente, hay que secar
bien las hojas. Para ello, existen en el mercado unos envases
centrifugadores que son perfectos para eliminar el agua de la lechuga o
también podemos ponerlas en un envase con papel de cocina para que
absorba el exceso de agua”.
Para Campoy, “lo mejor para conservar las lechugas una vez que las
tenemos en casa es guardándolas enteras, en el frigorífico en la zona
menos fría e intentaremos que las hojas no toquen las paredes. De esta
forma, podremos conservarlas bien entre tres y cinco días, y mejor si las
ponemos dentro de una bolsa”.