Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
pequeño
mapa
grande
con
Inscripción Nº 177.166
ISBN 978-956-16-0464-3
Diseño y diagramación
Olaya Fernández A.
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos
mecánicos, ópticos, químicos, eléctricos, electrónicos, fotográficos, incluidas las fotocopias, sin
autorización escrita de los editores.
Presentación ............................................................................................................................................... 9
I. Razones de un testimonio.................................................................................................................. 11
H
an pasado tres décadas desde que publicara mi primer libro sobre las
vinculaciones entre comunicación y las relaciones internacionales. Edi-
tado en México y Brasil con el sello de ILET, “La Información en el
Nuevo Orden Internacional” representó un esfuerzo colectivo para abrir la mirada
sobre lo que atisbábamos en el horizonte: la profunda transformación al interior
de nuestras sociedades y en el mundo, ligada a la revolución en las tecnologías de
la comunicación y al surgimiento de las redes digitales.
Hoy las fronteras no son lo que fueron. Las noticias sólo respiran simultanei-
dad. Las distancias se diluyen. La diplomacia ya no es exitosa si no sabe manejar
el escenario de “lo público”.
Y de eso trata este libro. De una experiencia con la mirada en el futuro.
Me impulsaron a escribirlo amigos como Eduardo Araya, Pedro Durán, Osvaldo
Rosales, Andrónico Luksic, Ivan Auger, José Miguel Puccio o Renato Hevia. A
ellos y a otros agradezco profundamente por su estímulo y sus comentarios. Por
cierto a Ricardo Lagos, ex presidente y amigo, por sus comentarios y a la vez por
el respeto a mi independencia para escribir sobre la experiencia vivida durante su
gobierno.
Mi agradecimiento a Jorge Barros y Editorial Pehuén por un trabajo minu-
cioso y de alto profesionalismo, tras el cual este libro sale al encuentro de sus lec-
tores. De todos ellos, unos en especial: los alumnos de la Academia Diplomática
10 Fernando Reyes Matta
“Andrés Bello”, hoy ya convertidos en diplomáticos del siglo XXI. Fui su profesor
de “Diplomacia Pública” entre 2005 y 2006, y con ellos pude desarrollar muchos
temas que han servido de base a los contenidos de este texto.
Los cambios en la diplomacia serán aún más fuertes cuando crucemos el
Bicentenario de nuestra independencia. Será necesario tener mucha flexibilidad
y agudeza, para actuar en un mundo crecientemente comunicado y con agendas
inevitablemente públicas.
diciembre 2008.
I. Razones de un testimonio
Detrás de aquello había una sola preocupación: un país pequeño y con eco-
nomía abierta no puede navegar contra las corrientes internacionales. Más aún
cuando en éstas se instala la “codicia”, como tan certeramente dijera la Presidenta
Michelle Bachelet en la ONU.
No siempre le fue fácil a la prensa entender, especialmente a los medios na-
cionales, los implícitos existentes cuando el Presidente Ricardo Lagos hablaba de
llevar adelante una política financiera anticíclica o de cómo se aplicaba la norma
del superávit estructural del uno por ciento.
En palabras fáciles, era seguir gastando en políticas sociales y de desarrollo
cuando el precio del cobre era bajo, pero saber mantener el mismo ritmo sin des-
bordarse cuando el precio fuera alto. Aplicar el concepto de superávit estructural
para acumular defensas. Aplicar políticas anticíclicas cuando la necesidad obliga
a aplicar paquetes de estímulos si hay amenazas de recesión, como consecuencia
de tormentas externas que no podemos controlar.
Y también estuvo aquello del encaje bancario para las inversiones exter-
nas, una regla heredada de los gobiernos anteriores como instrumento contra
la especulación y las inversiones “golondrinas”, muy criticado al comienzo,
pero al final reconocido como una protección valiosa por el influyente The
Economist.
Sería bueno mirar sin apasionamientos ni miopías todo lo planteado en ese
período. Fue un tiempo de siembra profunda, la cual hoy permite escuchar a un
empresario como Carlos Slim o un líder como José Luis Rodríguez Zapatero, de-
cir que Chile “hizo bien las cosas”. Una frase, que desde su perspectiva, también
dijeron Chirac o Bush en su momento.
Ahora, cuando la crisis lleva al gobierno de Estados Unidos a “nacionalizar”
varios bancos muy importantes, cuando se plantea la necesidad de dejar atrás
las instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y refundar el
sistema financiero, cuando se dice que esta globalización reclama normas claras
y resueltas entre todos los miembros de la comunidad internacional, cuando se
vuelve la mirada hacia nuevos actores en el desarrollo mundial como China e In-
dia, uno siente que Chile no ha estado mal en todo esto. Son temas muy presen-
tes en el discurso colocado por nuestro país en el escenario mundial al despertar
el siglo. Y lo hicimos a tiempo.
Se hizo, además, porque necesitamos vivir entendiendo al mundo e inser-
tándonos en él. En el 2007, ya con los datos precisos del sexenio anterior, pudo
16 Fernando Reyes Matta
dad aparecía como una acompañante persistente y cercana a los responsables del
quehacer internacional en el mundo.
Había dedicado parte de mi tiempo a profundizar en ello cuando el Presi-
dente Eduardo Frei me nombró embajador, a “dieciséis horas de diferencia con
Chile”. Mientras trabajaba para convertir a Nueva Zelanda en “país vecino”,
pensaba en los efectos para la diplomacia derivados de las expansiones de la co-
municación digital. Después del tiempo en La Moneda también lo he podido
hacer desde un escenario aún más desafiante, donde me nombró la Presidenta
Michelle Bachelet: embajador en China, un gigante que se propuso construir su
nueva imagen con los Juegos Olímpicos de Beijing y con la Exposición Universal
de Shanghai del 2010. Un país donde la imagen internacional, por múltiples
factores, es un tema esencial en su agenda.
Diplomacia pública es un concepto nuevo, aún en desarrollo incluso en los
países más avanzados. En esencia, reordena el instrumental comunicacional y
sus métodos, convirtiéndolo en factor central dentro de la política exterior de un
país. Es lo que nos propusimos entonces. Buscamos tener accesos preferenciales a
los editores claves de ciertos medios en el mundo. Nos propusimos ser capaces de
proponer temas, artículos, entrevistas, con anticipación o en respuesta oportuna
dentro de la coyuntura internacional.
Cada vez que alguien vino a ofrecernos publicar separatas o cuerpos especia-
les de promoción del país les dijimos que nosotros no creíamos en eso. Los publi-
reportajes no estaban en nuestra estrategia. Lo nuestro era trabajar para “crear el
acontecimiento”, y a la vez atender con profesionalismo a quienes nos buscaban
por sus intereses periodísticos. El Presidente Lagos fue un gran entusiasta de esta
forma de hacer diplomacia; él mismo dejó una huella de artículos personales
como pocos mandatarios lo han hecho en el mundo.
En el 2005, estando en el comedor de delegados de Naciones Unidas, divisé
a Karen Hughes, entonces recién nombrada Secretaria de Estado Adjunta para
Diplomacia Pública en el Departamento de Estado. En realidad, ella era, por
encima de todo, una persona de alta confianza del Presidente Bush desde sus
tiempos de gobernador en Texas. Me acerqué buscando conocer algo de su mira-
da para una tarea muy difícil, sobre todo tras la invasión en Irak. Cuando le dije
quién era y cuál era mi tarea, se produjo este diálogo:
—Que gusto conocerlo, ustedes lo han hecho muy bien...
—Bueno, tratamos de hacerlo lo mejor posible dentro de nuestros recursos...
18 Fernando Reyes Matta
mirada de futuro sobre las relaciones entre un lado y otro del Océano Pacífico, se
logró el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (P4) entre
Chile, Nueva Zelandia, Singapur y Brunei (ahora en perspectiva de ampliación
tras la cumbre de APEC en Lima), mientras se dejaban encaminadas las nego-
ciaciones con Japón, las cuales culminaría exitosamente la Presidenta Bachelet
al firmar ese tratado en el 2007. A éste pronto lo seguiría el TLC con Australia,
completándose así un puente transpacífico.
Todos estos tratados, además de abrir oportunidades para el comercio chileno
con diversos mercados, establecieron la vigencia de un concepto muy importante:
la protección. En otras palabras, los beneficios tarifarios ya existentes, quedaban
ratificados y protegidos por el texto suscrito. Y las tarifas y plazos definidos en el
acuerdo quedaban afianzados cualquiera fueran las circunstancias posteriores en
esos mercados. Ahora, cuando se anuncia un 2009 donde muchos pretenden le-
vantar la palabra proteccionismo, esa suma de tratados resulta muy importante.
Tuve el privilegio de ver como muchos líderes escuchaban al Presidente de
Chile con especial interés. En sus palabras aparecían visiones nuevas. Con solidez
intelectual, rechazó más de una vez los reduccionismos de quienes confundían
mercado con sociedad o consumidores con ciudadanos.
Por cierto, le dolían los fracasos. Muchas veces dijo que uno hacía política
exterior desde su región. Pero las cosas no se dieron siempre como hubiera que-
rido, especialmente con los países vecinos. Sabía que la palabra ¨integración¨
aparecía muy gastada, pero no dejó de trabajar por intentar nuevas formas de
cooperación y de acciones compartidas entre los países latinoamericanos.
Si me preguntan cuál fue la frase que más me dijo, sería ésta: “¿Y qué vamos
a decir aquí?”. No era poco como desafío, sobre todo cuando se recibía a un go-
bernante o se presentaba una oportunidad difícil sobre la cual pronunciarse.
A poco andar descubrí que desde la Cancillería se le preparaban dos ins-
trumentos para una visita: por un lado, la carpeta con muchos detalles sobre los
vínculos bilaterales (comercio, intercambios, posiciones comunes, candidaturas
mutuas a organismos internacionales, biografías y datos de la política del país);
por otro, los contenidos posibles para el discurso en el banquete u acto oficial.
Pero, ¿qué había dicho ese gobernante o personaje clave en días recientes
frente a tal o cual tema? ¿Cómo le había ido en otras visitas bilaterales antes de
llegar a Chile? Se trataba de contar con elementos para una conversación viva,
cercana, de intereses mutuos sobre la realidad internacional.
20 Fernando Reyes Matta
Ese fue uno de los primeros instrumentos nuevos de trabajo: una minuta de
dos a tres páginas con citas y referencias noticiosas recientes del personaje a recibir.
Luego vino el otro: las minutas con frases de apoyo para declaraciones a la
prensa. Aquí se trataba de hacer visible, con palabras precisas y frases concretas,
la esencia del diálogo con otro país. Si se recibía a Condolezza Rice, ¿cómo íba-
mos a calificar la relación al hablar con la prensa? como una relación “madura y
moderna, en un diálogo de respeto mutuo”. Si estabamos en Finlandia, ¿cuál era
la afirmación esencial? “Este es el modelo a seguir”. Si llegabamos a Rumania,
la respuesta venía de la cultura: “Aquí está un extremo de la latinidad, allá en el
extremo sur, allá en Chile, está el otro”.
Y si teníamos una situación de coyuntura, saber actuar sobre ella con la ur-
gencia del caso, para reforzar nuestras posiciones internacionales.
Un ejemplo a la mano: el 13 de diciembre de 2003 recibimos la visita del
Canciller de Rusia, Igor Ivanov. Por primera vez un responsable de las Relaciones
Exteriores de Rusia llegaba a Chile. Pero un hecho nuevo pasó ese día, ante lo
cual era evidente que debíamos decir algo si tendríamos a la prensa nacional e
internacional al frente: en Irak habían detenido a Saddam Hussein.
Discutimos rápidamente el tema, vimos que ello podía dar un marco para
reiterar nuestras posiciones sostenidas tras la invasión norteamericana a ese país.
Llegado el momento, el Presidente tenía el texto adecuado al frente y las agencias
internacionales lo citarían luego:
“Esperamos que esto sea clarificador en el escenario político de Irak.
Todos queremos que exista paz y no guerra, todos queremos que
exista un fortalecimiento y una restitución democrática en Irak. Y
para eso, la detención del ex dictador creo que genera las posibilidades
de avanzar en esa dirección...esperamos, claro, que él tenga un juicio
justo, como corresponde, probablemente lo que él no otorgó a su
gente. Pero sí creemos muy importante aprovechar esta oportunidad
para que lo que ocurrió hoy signifique el fin de una etapa en la
historia de Irak y el espacio indispensable, político, para poder
encontrar una solución a través de los organismos multilaterales,
en particular Naciones Unidas. Y, por cierto, que el pueblo iraquí
pueda elegir sus autoridades de una manera democrática y con un
claro respeto a lo que es su identidad cultural”.
País pequeño con mapa grande 21
C
ruzar hacia el 2000 fue para el mundo una cierta aventura. El temor
de la crisis digital estaba en todas partes. ¿Seguirían funcionando correc-
tamente los computadores cuya programación histórica reconocía los
años sólo marcando los dos últimos dígitos? ¿Qué pasaría al llegar al 01-01-00?
Aquella fórmula donde se dejaba de lado la referencia al mil novecientos, se había
aplicado primero en las grandes computadoras con un fuerte ahorro de memoria,
luego siguieron los computadores personales. Ahora lo que se temía era llegar al
2000 y encontrarse con una red mundial para la cual estábamos en 1900.
Con cierta histeria, en los medios de comunicación se colocaba el tema. Ese
31 de diciembre la televisión chilena dio gran cobertura a una conferencia de
prensa del Ministro de Planificación, Germán Quintana, quien confirmó todas
las medidas tomadas. Las preguntas de los periodistas eran inquietantes: ¿Funcio-
naría el sistema de aviones en el mundo? ¿Podrían continuar los bancos con sus
servicios? ¿Cómo operarían los sistemas de alarma y emergencia si algo pasaba?
Se venía el 2000.
Aunque era embajador en Nueva Zelanda, esos días me encontraba en Chile
y en la oficina del ministro. Entonces se me ocurrió que era posible tener una
26 Fernando Reyes Matta
respuesta. Eran las 12 del día en Santiago, pero ya los relojes marcaban las 4 de la
madrugada del 1º de enero en aquel país, al otro lado del Océano Pacífico y muy
cerca de la línea imaginaria que marca el cambio de fecha en el mundo. Invité
al periodista de TVN a un cajero cercano y frente a su cámara saqué mi tarjeta
del banco en Wellington y la coloqué en la ranura. ¿Se la tragaría o todo andaría
bien? unos segundos de espera y todo funcionó, allí estaba el dinero tras la opera-
ción hecha con un computador lejano, donde ya se caminaba por el mítico año.
Volví para contárselo a Quintana: “no hay problema, podemos entrar seguros
al 2000”. Me miró y dijo: “pero antes habrá que ganar la segunda vuelta”.
Y ahí estaba la esencia de nuestras inquietudes fundamentales. Por primera
vez se requería una segunda consulta electoral para decidir quién sería Presidente
de Chile. Todo indicaba que la Concertación terminaría por imponerse, pero era
una tarea de gran esfuerzo. Estaban claros los pasos a seguir: primero, ganar la
segunda vuelta con Ricardo Lagos y luego avanzar hacia el siglo XXI.
¿Qué significaba entrar al nuevo siglo desde un país relativamente pequeño en
el contexto internacional? Por una parte, saber que esa dimensión de tiempo ocu-
rriría sobre los nuevos mapas heredados del siglo XX. La transformación profunda
generada tras el fin de la Guerra Fría y el colapso de la Unión Soviética había dado
paso a un tiempo de turbulencias, de falta de certezas, más allá de los entusiasmos
de intelectuales como Francis Fukuyama en proclamar “el fin de la historia”.
Es cierto que desde la paz de Westfalia, en 1648, no se vivía en un mundo sin
equilibrio de poderes y con una superpotencia dominante. Pero también estábamos
en un mundo que parecía inventarse a sí mismo sobre la marcha. Emergían con-
flictos que habían estado sofocados bajo las confrontaciones ideológicas entre
Washington y Moscú. Y de nuevo podíamos ver cómo se levantaban banderas y ar-
mas para enfrentarse en nombre de etnias, religiones y visiones tribales de la historia.
La paradoja es que aquello ocurría mientras la comunicación digital se con-
vertía en una explosión de globalidad.
Sólo en 1994 se había puesto en marcha el protocolo de hipertexto que per-
mitiría el gran salto de Internet. Seis años después ya era posible leer muchos
diarios en su página web, escuchar las radios de lado a lado del mundo con cali-
dad local, poner en marcha un blog y ver la televisión en el computador. Era sólo
el comienzo de una transformación histórica. Por su parte, la llamada sociedad
civil —apoyándose en estos nuevos instrumentos de comunicación— avanzaba
en colocar una agenda de desarrollo social y de preocupación por la condición de
País pequeño con mapa grande 27
una oportunidad de confrontación como nunca antes a los detractores del sistema
mundial emergente.
Era evidente que las protestas de Seattle no iban a cambiar el devenir de las
conversaciones comerciales, pero obligarían a preguntarse dos veces por el senti-
do de esa transformación global que se venía con el nuevo siglo. Ya nadie podía
pensar que aquello le era ajeno. Los nuevos gobernantes tendrían que actuar y a
la vez buscar entender las causas y los efectos, los ciclos y las conexiones de este
nuevo tiempo planetario.
Así se venía el 2000 y allí debía entrar Chile. Tal vez por ello, demostrando
además un instinto para captar la atmósfera política, Joaquín Lavín emergió
no sólo como el postulante de la derecha y de los sectores proclives a Pinochet,
sino también como un candidato capaz de apropiarse de la palabra “cambio”.
Si la visión de cambio y de transformación de la sociedad había sido inherente
al lenguaje de la izquierda y las fuerzas progresistas, los estrategas de Lavín
habían logrado instalarse allí. Aquello podía ser calificado de oportunismo,
pero les estaba resultando.
Ricardo Lagos era el candidato de la Concertación de Partidos por la Demo-
cracia, entonces una coalición singular en el mundo, porque allí concurrían los
demócratas cristianos junto a los partidos ligados a las corrientes socialistas. Y
ello significaba representar los sueños y visiones de quienes habían sabido vencer
a Pinochet en el plebiscito de 1988.
La Concertación había demostrado que era capaz de gobernar a Chile, de
llevar adelante una transición lenta y difícil, pero conduciendo al país con un
sentido político superior en el cual lo fundamental era profundizar la democracia.
Todos sabían cuánto pesaba aún la Constitución heredada de Pinochet, a pesar de
las modificaciones incorporadas en 1989. Pero aún así no se dejaba de avanzar: y
ahí estaba la candidatura de Lagos como un ejemplo.
Por primera vez un político ligado a la izquierda tenía la posibilidad de lle-
gar a La Moneda. Los medios extranjeros querían verlo aún como el que había
levantado su dedo acusador directamente contra Pinochet en una entrevista en
televisión. La derecha trataba de remarcar que había sido embajador designado
por Salvador Allende para representar a Chile ante la Unión Soviética.
Pero en rigor Lagos estaba por cruzar hacia el 2000 trayendo a Chile un dis-
curso de progresismo moderno, una propuesta donde se diera “el crecimiento con
equidad”. O dicho desde otra perspectiva, donde el Estado fuera fuerte, el mer-
30 Fernando Reyes Matta
cado sólido y dinámico, con una sociedad donde las políticas públicas sembraran
oportunidades y buscaran eliminar la exclusión. Aquello se había convertido en
una inteligente promesa de su campaña: “Mañana será otro Chile”. La meta la
había descrito en una de las tantas entrevistas de entonces:
“¿De qué se trata? de construir un Chile moderno, de mente más abierta, de
miradas al futuro, de propuestas sólidas para intervenir en un escenario interna-
cional complejo como el que viene con el nuevo siglo.”
Sin embargo, al cruzar hacia el 2000 las evidencias de nuestras propias crisis,
divisiones y dolores del pasado estaban muy presentes: Augusto Pinochet seguía
detenido en Londres, aunque por poco. Mientras se acercaba la segunda vuelta
de la elección presidencial, las tratativas entre Londres y Santiago parecían haber
encontrado un camino de salida.
Todo era confidencial, pero en septiembre de 1999 la cumbre de la APEC en
Auckland, Nueva Zelanda, y una cita internacional paralela para tratar la situa-
ción de Timor Oriental, permitieron al canciller Juan Gabriel Valdés reunirse con
su par inglés Robin Cook.
“Curioso, mas está llamando el embajador inglés con insistencia, dice que
es urgente” le comenté a Valdés. “Yo sé para que es”, me dijo y la entrevista se
produjo.
Allí, junto con revisar la situación médica de Pinochet, se consideraron los
aspectos políticos de una situación compleja para el futuro de Chile. Por ello,
las perspectivas de un acuerdo tenían un implícito: si Pinochet regresaba a Chile
tendría que responder por sus actos ante los tribunales chilenos. Según los infor-
mes médicos, su salud mostraba indicadores preocupantes, aunque reservaba una
sorpresa para sus partidarios: su espectacular llegada, donde se levantó de su silla
de ruedas para saludar con su bastón en alto.
Lagos* no había eludido pronunciarse internacionalmente sobre el tema. En
la revista Foreign Policy (Spring, 1999), en autoría compartida con Heraldo Mu-
ñoz, tocó los alcances internacionales del tema y cómo la globalidad reclamaba
también desarrollar el derecho internacional. El texto, publicado posteriormente
en español en la revista Nueva Sociedad, concluía con este importante párrafo:
* Al leer los borradores de este libro, alguien me acotó: ¿cómo lo vas a tratar, como Presidente Lagos o como
Lagos, a secas? Contesté: con la investidura cuando sea pertinente o con el apellido, siempre referente de
una alta personalidad política, cuando así fluya. En ambos hay respeto.
País pequeño con mapa grande 31
L
o dijo más de una vez en sus conversaciones con la prensa internacional:
“en el mundo de hoy se compite con todo lo que se es”. Y la clave para
ello estaba en tener un “proyecto-país”. Una visión del conjunto a donde
se quiere llegar, un avanzar progresivamente mientras se busca hacer coincidir las
piezas del puzzle.
“¿Se imaginaron alguna vez que viviríamos en un mundo unipolar?”, pre-
guntó un día, mostrando un artículo en profundidad de Le Monde. Y de esa lec-
tura como de otras surgía la urgencia de absorver las verdades de un mundo aún
confuso, pero en el cual Chile debía construir una política exterior dinámica.
Eso significaba, por ejemplo, hacer visible la opción tomada por Chile con las
recetas del llamado Consenso de Washington. Aplicarlas era sólo una parte de la
ecuación, aquella que llevaba a una economía equilibrada y sana y Chile lo había
hecho bien. Se le consideraba “un buen alumno de la clase”. Pero estaba la otra par-
te, aquella ausente en las propuestas de ese consenso, la parte ligada a las políticas
públicas para reducir la pobreza, mejorar la atención de salud, extender la educa-
ción como derecho de todos, mejorar los equilibrios de género e incrementar los
espacios de cultura. Una ecuación para conformar un todo moderno y progresista.
Lagos venía tras un recorrido no habitual en los políticos chilenos. Venía
del mundo académico y de su trabajo en los organismos internacionales. Venía
34 Fernando Reyes Matta
de recorrer América Latina como ningún otro presidente chileno lo hizo antes
de ocupar su cargo. Venía también de una gran interacción con intelectuales y
políticos europeos.
Había estado en el centro de decisiones fundamentales en la reciente historia
latinoamericana, como fue asesorar la estructura administrativa panameña y sus
políticas de empleo al asumir el control del Canal de Panamá.
Allí llegó a presentar ante el gabinete en pleno, con cuadros y referencias,
la necesidad de impulsar una política que, si bien parecía un retroceso en los
beneficios que los empleados del Canal tenían con la autoridad norteamericana,
permitía al país ser capaz de manejar la vía interoceánica con sanidad económica
y eficiencia de largo plazo. Una noche, ya como presidente y en una de las tantas
escalas en el aeropuerto Tocumen, se lo dijo Marcos Torrijo, hoy Presidente
de Panamá e hijo del general Omar Torrijos, el estratega de la recuperación del
canal:
“Aquella fue una decisión muy correcta y ahora, ya con plena soberanía
panameña sobre el canal, podemos pensar en las ampliaciones y en
una segunda vía”.
Y como ello, existen registros de su presencia en otros momentos claves en
países como Honduras, Venezuela o Colombia. Estuvo diez años, entre 1975 y
1985, trabajando en distintos proyectos en el continente.
A la vez, Lagos era parte de una red de intelectuales latinoamericanos
siempre desafiados por entender los devenires del continente, sus compleji-
dades políticas y sociales, unido al esfuerzo por avizorar salidas democráticas
para el futuro.
También venía con un conocimiento profundo de Estados Unidos, porque
había vivido allí durante los tiempos de la lucha contra la segregación racial y
siguió siempre de cerca la evolución de esa sociedad hacia formas más abiertas y
tolerantes en su convivencia. De entonces venía su alto dominio del inglés, un
instrumento clave en sus diálogos directos con muchos líderes.
Siempre siguió el debate de las ideas en Estados Unidos, siempre leyó a sus
columnistas más conocidos y construyó relaciones de amistad con académicos y
empresarios del país. Conocía bien a los norteamericanos, rechazando lo recha-
zable, valorando sus aportes al desarrollo humano y dispuesto siempre al diálogo
franco con ellos sobre las relaciones interamericanas.
País pequeño con mapa grande 35
Por otra parte, había cultivado en Europa los vínculos con las fuentes de
pensamiento político desde las cuales se nutría un socialismo moderno y de cam-
bio. En particular, su diálogo con los socialistas españoles tras la caída del fran-
quismo había sido cercano y fecundo.
Posiblemente, la primera vez que los medios de comunicación chilenos habla-
ron de Ricardo Lagos fue con motivo de la publicación de su tesis “La Concentra-
ción del Poder Económico: su teoría y la realidad chilena”. El libro lo lanzó la Editorial
del Pacífico, en 1962. Para muchos fue una sorpresa escuchar a Luis Hernández
Parker, el más importante periodista político de la época con su programa “Tribuna
Política”, dedicar casi una emisión completa a comentar dicho texto.
Y aparece Cardoso
cual se agruparon intelectuales y académicos progresistas del país y desde allí inició
la tarea de pensar el Brasil del futuro y el diálogo de su país con América Latina.
Los puentes con la institución brasileña se tendieron rápidamente desde Chile.
Cuando todos esos intelectuales, políticos, periodistas y artistas brasileños
caminaban por Santiago nos parecía que su tragedia nunca tendría lugar en nues-
tra realidad. El error de apreciación fue grande. Tras el derrocamiento del go-
bierno de Salvador Allende, el diálogo de brasileños y chilenos debió darse en
las geografías más diversas y lejanas, mientras buscábamos ver en el horizonte el
reencuentro con la democracia.
A comienzo de los setenta, Ricardo Lagos fue designado Secretario General
de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, cuando ésta sólo
tenía sede en Santiago de Chile y a ella llegaban estudiantes y profesores de toda
América Latina, como también de Estados Unidos y Europa. Allí estaba, preci-
samente, cuando se produjo el golpe militar en Chile. En una entrevista con el
diario Clarín, de Buenos Aires, aún siendo candidato, recordó el momento y un
gesto de Cardoso.
“—¿Cómo vivió el 11 de septiembre del 73?
—En la Facultad Latinomericana de Ciencias Sociales de la cual era su
secretario general. Una de las primeras llamadas internacionales que recibí, el 13
de septiembre, fue del director del Centro Brasileño de Planeamiento, Fernando
Henrique Cardoso.
—¿Eran ya amigos?
—Sí, claro, éramos muy amigos en Chile, cuando él vivió su exilio en este
país. Y ahora puedo revelar que esa vez Fernando Henrique expresó su solidaridad
y me explicó que con los amigos de Centro habían recolectado dinero. Esos
recursos permitieron salvar la vida de muchos chilenos que se fueron primero a
Buenos Aires y de ahí se repartieron por el mundo.”
Como Lagos diría en una conferencia a mediados del 2006, cuando
FLACSO le otorgó un Doctorado Honoris Causa, hay veces en que “el Príncipe”
no quiere saber nada de los cientistas sociales porque estos cuestionan el statu
quo. Y más aún cuando llegan con el poder de las armas.
“Tuvimos a estudiantes y a profesores detenidos. También tuvimos un
conflicto difícil de entender, en tanto FLACSO tenía el status de organismo
internacional y, como tal, tuvimos que exigir a las nuevas autoridades unos
diplomas muy elegantes que decían que esta institución era extra territorial y
38 Fernando Reyes Matta
En medio de ese andar, siempre mantuvo una actitud: estar abierto a las
nuevas ideas y a imaginar futuro, pero sin olvidar a quienes pusieron las raíces.
En 2004, en los mismos días que tenía lugar en Santiago la conferencia de APEC,
entré a su despacho con una noticia que sabía le iba a importar.
“—Presidente, murió Celso Furtado. Murió en París.
Ese breve silencio de siempre, cuando algo le impactaba. Furtado había sido
un brillante economista brasileño que había iluminado los debates sobre Brasil y
América Latina a mediados del siglo.
—La última vez que lo ví fue en su departamento en París, en 1981. Yo
estaba haciendo una consultoría para la OECD. Era un departamento pequeño,
lleno de libros, donde tuvimos una conversación muy cordial. Estoy seguro que
yo hice más preguntas que entregar respuestas…Me gustaría escribir algo sobre
él”.
El artículo se publicó en un diario brasileño. Allí, en Folha do Sao Paulo,
bajo el título “Celso Furtado y la América Latina”, aquellas líneas dieron cuenta
de raíces esenciales en su pensamiento.
“Desde la Cepal, con Raúl Prebish, Aníbal Pinto y un grupo de
intelectuales de primera, Furtado contribuyó a gestar un proyecto
de importancia mayor, un proyecto con identidad y con sentido de
futuro. Con ellos aprendimos a preguntarnos sobre la interacción
entre el centro y la periferia, a comprender en profundidad
los significados de un concepto de desarrollo propio, de visión
estructural, y también a preguntarnos qué variables de la historia,
de la sociedad y de la cultura se instalaban en el espacio de lo
“económico” para modificarlo por dentro. Fueron ciertamente ideas
para un debate profundo. Hubo detractores, y en buena hora. Pero
nadie pudo calificar a Furtado como superficial. En Brasil, en Chile,
en Francia, en Estados Unidos y en muchos otros lugares del mundo
él fue escuchado con respeto y con admiración”.
De esas dimensiones, pero también de la necesidad de ir más allá de ellas,
Lagos había tenido tiempo de pensar y escribir cuando estuvo durante un año
como profesor visitante en la Universidad de Carolina del Norte.
40 Fernando Reyes Matta
Allí, en Chapel Hill, ocupó la William R. Kenan chair para Estudios Lati-
noamericanos. Participó en seminarios, incrementó sus diálogos con los intelec-
tuales de la región y comenzó lo que podría llamarse la larga caminata hacia la
recuperación democrática en América Latina y hacia el diseño de un pensamiento
político capaz de terminar con la dictadura en Chile.
Regresó a Chile en 1978, como funcionario del Programa Regional de Em-
pleo de la ONU, una posición que, a lo menos por un tiempo, le protegería de
la arbitrariedad dictatorial.
Fue casi a mitad de los ochenta que los chilenos le descubrieron como un
líder político de fuerte carácter enfrentando a Pinochet. Allí estaba un socialista
de nuevo cuño, atento a juntar fuerzas y no a dividir.
La Concertación logró el triunfo del NO frente a Pinochet y en marzo de
1990 Aylwin entró a La Moneda. Lagos perdió en su candidatura al Senado, pero
la democracia le trajo otras tareas. Trabajó haciendo sus aportes como ministro en
Educación y Obras Públicas. Allí se reflejaron sus afanes por sembrar más igual-
dad en el acceso al conocimiento y más desarrollo en las infraestructuras, con una
novedosa participación de los privados.
Pero en su ámbito más personal no había dejado de pensar, especialmente
durante la década de los noventa, en este mundo de cambios que se venía encima
tras el fin de la Guerra Fría y la caída del muro de Berlín. Lector infatigable de
The Economist, el International Herald Tribune, El País o Financial Times y de
los libros donde emergían las nuevas tesis sobre el mundo que se configuraba en
el avance hacia el siglo XXI. Y, por cierto, seguidor permanente de los ensayos
históricos sobre Chile.
Por esas y otras razones, se le eligió como uno de los 14 miembros de la
Comisión Progreso Global creada por la Internacional Socialista en su congreso
mundial en Nueva York, en 1996. La entidad conducida por Felipe González,
tenía la tarea de responder a las cuestiones que se habían planteado en aquella
cita:
“¿Qué ideas, programas e iniciativas políticas va a desarrollar la
Internacional Socialista ante una nueva era, la de la globalización,
con nuevos problemas, nuevos retos y posibilidades inéditas?”
Decíamos al comienzo: ¿de dónde viene el que viene? A las huellas del mun-
do académico y del profundo conocimiento de América Latina y de Estados Uni-
País pequeño con mapa grande 41
dos, cabe agregar esta otra experiencia: la interacción con el progresismo europeo
y la mirada desde la socialdemocracia.
Pero también en todo ese proceso iba señalando las diferencias de construir
respuestas desde el norte o desde el sur para los desafíos planteados por la globa-
lización.
En agosto de 1999 escribió una columna en la revista Nexos de México:
“Latinoamérica, otra Tercera vía”. Se refería a la de acá, la del sur, la cual requiere
más políticas públicas y no menos; requiere más Estado benefactor y no menos;
requiere empezar en buena parte a dar protección social y no a disminuirla por su
alto costo, como se debate en los países europeos bajo conducción social demó-
crata. Las coincidencias están en valorar el crecimiento económico para avanzar
en el desarrollo y en reconocer que la globalización debe hacerse con el ser huma-
no en el centro de ella.
País pequeño con mapa grande 43
desde el sur, teníamos miradas y visiones capaces de hacer un aporte a esta época
de cambios. A mitad de su mandato, en el parlamento rumano, lo diría con es-
pecial claridad:
“Son tiempos en los cuales las certezas no son muchas, salvo aquellas
enraizadas en los valores esenciales por los cuales estamos en la vida
política. Valores como luchar por crear sociedades más justas, por dar
al ser humano el espacio de la libertad y de la equidad, desde el cual
las oportunidades estén abiertas a todos y donde las imaginaciones
puedan desplegarse sin atadura... Somos países de tamaño pequeño
frente a otros, pero convencidos que nuestro futuro está marcado
por el ineludible desafío de movernos y actuar en un mundo global
que requerimos con tres características esenciales: más justo, más
compartido, más simétrico”.
“Uno hace política exterior desde su región”
E
n los días cercanos a marzo 2006, ya en los finales de su gobierno, el
Presidente Lagos recibió muchas peticiones de entrevistas. Era lógico. Ter-
minaba bien, con un fuerte respaldo en el país y con una imagen interna-
cional muy positiva. The New York Times, El País, Le Monde, fueron parte de la
secuencia, pero también algunos medios latinoamericanos de alta influencia.
Con estos últimos fue especialmente franco, para hablar de ilusiones, logros
y decepciones en su política hacia América Latina.
“El tema regional siempre ha sido de primera prioridad para mí. Pero, otra
cosa es qué sucede cuando hay una relación vecinal compleja, producto de la his-
toria” señaló, junto con lamentar que no se dieran los grandes avances con Bolivia
como pensó que podrían lograrse. Reconoció pasos muy importantes durante el
gobierno de Hugo Banzer, porque se habló de dónde y cómo podía instalarse un
espacio boliviano de producción y exportación del gas de ese país, y ambos co-
incidieron en abordar una agenda bilateral propia del siglo XXI, porque si eso lo
hacían bien sería más fácil resolver los problemas originados en el siglo XIX.
“Pero vino su enfermedad y falleció”, recordó entonces Lagos, quien fue el
único mandatario extranjero presente en el funeral de Banzer en 2002. Ese fue un
gesto mayor y una sorpresa para las autoridades bolivianas, incluso para el Presi-
46 Fernando Reyes Matta
del Pacífico. Chile reaccionó de inmediato ante un acto que se propuso la revisión
de límites ya fijados y con efectos directos sobre la soberanía marítima chilena. El
gobierno de Chile calificó la decisión peruana como “un acto unilateral sin efecto
jurídico internacional”. El Presidente Lagos convocó de urgencia al embajador de
Estados Unidos, por ser éste un país garante del Tratado de 1929, y al embajador
del Reino Unido, por estar a la cabeza de la Unión Europea en ese momento.
Hasta hoy el tema es fuente de controversia entre los dos países. Colocado en el
trance de defenderse, Chile usará de todos sus recursos jurídicos para demostrar
la validez de su posición. Aunque se diga que existe una agenda paralela positiva,
el diferendo no ayuda a la plena confianza entre ambos pueblos.
¿Y Argentina? por cierto, en aquellas entrevistas de cierre le preguntaron al
gobernante chileno cómo valoraba la relación con Argentina, ante lo cual Lagos
se cuidó de enfatizar que los vínculos con Argentina eran un todo, más allá del
gas, aunque teníamos muchas razones para reclamar.
Desde el comienzo de la crisis lo dijo: “no debemos gasificar la relación con
Argentina, es necesario entender los hechos en todos sus alcances.”. A Kirchner le
argumentó en una conversación a solas: “Chile no es parte del problema, es parte
de la solución” Ello no significaba dejar de reaccionar con mucha fuerza ante el
incumplimiento argentino en el abastecimiento de gas a Chile, pero al mismo
tiempo era necesario actuar con una perspectiva más amplia. Y repensar el tema
de la energía con toda la importancia que hoy sabemos tiene para la independen-
cia económica de un país.
Lagos había iniciado su gobierno buscando construir el mejor diálogo posible
con De la Rúa, quien había llegado a la Casa Rosada sólo tres meses antes que Lagos
a La Moneda. Había coincidencias políticas y conocían la matriz común de pensa-
mientos impulsados por el progresismo europeo. Cuando De la Rúa, Cardoso y La-
gos concurrieron a Berlín, en junio 2000, en la reunión de la Red de Gobernabilidad
Progresista, se les vio como un trío de proyecciones importantes en la región.
Por eso a Lagos le dolió e impresionó mucho la caída de De la Rúa en diciem-
bre 2001. En Montevideo —donde ya se había decidido suspender la cumbre se-
mestral de Mercosur— nos sentamos frente a un televisor y vimos, con consterna-
ción, cómo tras varios días de saqueos e ingobernabilidad, el mandatario argentino
renunciaba y salía en helicóptero desde el techo de la Casa Rosada.
Vinieron los días del desorden político total, con una cascada de presidentes
que duraban horas. Al fin se impuso Duhalde, por quien Lagos se jugó a fondo,
País pequeño con mapa grande 49
También fue una determinante que, en cierta forma, sacó un poco a Brasil de
su contundente “visión sudamericanista”, con la cual ha optado por moverse en
el continente. O, por lo menos, esa fue su estrategia principal hasta que llegó el
2008 y convocó a la cita continental, sin Estados Unidos y Canadá.
Tanto en Haití como en la Campaña Mundial contra el Hambre, Chile y
Brasil aparecieron con la mirada puesta en el siglo XXI. Desde sus respectivas en-
vergaduras colocaron agenda, como veremos más adelante cuando hablemos del
pensamiento del Presidente Lagos respecto de la globalización o de las políticas
impulsadas con otros países emergentes como China, India o Sudáfrica.
Y esa vez, después de Brasil, vino Venezuela. Lagos vivió con Chávez momen-
tos de alzas y bajas, especialmente por sus referencias a Bolivia. Pero, en verdad,
los problemas empezaron cuando en abril del 2002, Chávez fue sacado por 48
horas del poder.
El Presidente Lagos, pronto a hablar en San José, Costa Rica, en la inaugu-
ración del Grupo de Río del cual Chile había sido sede en el año anterior, pedía
datos e informaciones a medida que se acercaba la apertura. Con las noticias de
una confusa situación en la mano, decidió marcar una posición:
“Yo no podría concluir sin una referencia a los acontecimientos que
tienen lugar en la República de Venezuela, y que nos preocupan a
todos. Con el mayor respeto, no queremos la polarización en nues-
tros países. Es indispensable expresar preocupación porque allí se
respeten los cauces institucionales y los procedimientos democráti-
cos...Las soluciones de fuerza no están a la altura de América Latina
en este siglo XXI”. (La Nación,Costa Rica)
Tal vez porque al recuperar su puesto Chavez sintió que Chile no había es-
tado firme con él durante la crisis (unido a descoordinaciones que obligaron a
sacar pronto al embajador chileno en Caracas), a partir de allí las relaciones se
enfriaron. Hubo convivencia formal en la Cumbre Iberoamericana de República
Dominicana y en otras citas regionales, hasta que llegó la reunión del Grupo de
Río en el Cuzco, a fines de mayo del 2003.
Entre los temas de la agenda estaba la situación de Colombia. Allí a puertas
cerradas, tras una exposición del Presidente Álvaro Uribe, se puso en discusión la
posibilidad de una intervención de Naciones Unidas para encontrar una salida a
la crisis. El texto de la declaración propuesta —que al final se aprobó— termina-
54 Fernando Reyes Matta
ba señalando que de no haber éxito, los demás países del continente a través del
Grupo de Río, la ONU y Colombia buscarían “otras alternativas de solución”.
En otras palabras, en el debate se planteó la posibilidad teórica de un proceso
que podría llevar a la intervención de una fuerza multinacional.
Lagos opinó que esa era la forma de tratar las crisis, por la vía multilateral, y
las regiones debían ser las primeras en asumir sus desafíos, o no quejarse después
porque otros llegaran a intervenir desde fuera. Chávez respondió:
Lagos, quién además venía de decirle “no” a Bush por su intervención en Irak al
margen de la ONU, se sintió tocado. El mandatario chileno, con la severidad que
se le conoce, entregó más argumentos, pero terminó diciendo, con fina ironía:
La primera reacción del líder venezolano fue pedir su avión para regresar a
Caracas, pero luego se calmó y el incidente pareció no haber trascendido a la
prensa. Sin embargo, pocos días después la revista Caretas, de Perú, lo entregaba
con todos sus detalles.
Pero la fase más crítica de los desencuentros se produjo cuando Chávez, en
noviembre del 2003, durante la Cumbre Iberoamericana, se apropió de los micró-
fonos en Santa Cruz y soltó su frase: “Bolivia tuvo mar y se lo quitaron”. Y poco
después, por si había dudas, agregó: “Sueño con bañarme en una playa boliviana”.
Carlos Mesa, quien acababa de asumir la presidencia de Bolivia tras las asona-
das populares que derribaron a Sánchez de Losada, sintió que había encontrado
un aliado para su etapa dura.
En una larga conversación de medianoche durante aquella cumbre, Lagos ha-
bía descubierto que Mesa venía con la reivindicación marítima como estandarte.
Y no estaba dispuesto a ceder.
Al día siguiente me dijo: “ven, te quiero contar lo que pasó anoche”, Mesa
había demostrado que no era débil en usar la historia, pero Lagos, por su parte,
País pequeño con mapa grande 55
E
n realidad, en la hora del balance, el puzzle podía ordenarse de otra
forma. Por ejemplo, ¿era posible analizar la política del gobierno del Pre-
sidente Lagos en América Latina mirando más allá de lo ocurrido con los
países inmediatos a la frontera? ¿Era posible colocar los hechos sin entrar a la eter-
na cuestión de si había dos o más izquierdas en el continente? ¿Cómo reordenar
los hechos tomando en cuenta el eje América Latina- globalización?
Sin duda la relación con los vecinos es muy determinante, pero el pensa-
miento del mandatario chileno siempre pareció colocarse en una perspectiva más
amplia. Uno tiene la impresión que trabajó con otro mapa en la cabeza, con la
obstinación —y a veces con más de una decepción— de ampliar el escenario de
los vínculos de la región latinoamericana y caribeña en dos dimensiones: por una
parte, con ella misma; por otra, con el mundo.
Entró al siglo XXI con esa perspectiva. La tarea se hizo a partir de una máxi-
ma: en el mundo sólo pesarán las regiones con identidad clara, con principios
sólidos y con propuestas imaginativas y modernas. Y con ella otra idea no menor
para Chile: uno hace política exterior desde su región.
Claro, la política exterior chilena se impulsó desde el ámbito geográfico la-
tinoamericano, pero con una fuerte práctica de “regionalismo abierto”. Y eso no
se comprendió del todo por parte del resto del vecindario, si no recordemos el
País pequeño con mapa grande 59
enojo de los brasileños y del propio Cardoso en diciembre del 2000 porque Lagos
y Clinton habían anunciado el inicio de negociaciones entre Estados Unidos y
Chile para llegar a un TLC.
“—Presidente, la cosa está difícil…Mire los titulares en Brasil: se
habla de la puñalada por la espalda de Chile al Mercosur. Están
sentidos” le dijimos en la víspera de la cumbre del acuerdo en
Florianópolis, Brasil.
Hubo que hacer operaciones profundas con la prensa brasileña —entrevistas
exclusivas y artículos con firma presidencial— para que los brasileños entendie-
ran que Chile no podía sumarse al Mercosur así como así, porque tenía arance-
les mucho más bajos que el arancel común de ese grupo y tenía una economía
abierta al mundo. Pero que ello no podía poner en duda lo esencial: la vocación
latinoamericana de Lagos.
Hoy, siguiendo la matriz de su visión latinoamericana y el contexto mundial, re-
sulta posible identificar siete núcleos de pensamiento, desde los cuales Lagos impul-
só determinadas acciones de la política exterior chilena en su relación con América
Latina y el Caribe. Alrededor de ellos se pueden ordenar diversas acciones. En todos,
de una u otra forma, está el afán de entregar respuestas coherentes de los latinoame-
ricanos ante los nuevos mapas de la globalización. Estos son esos siete puntos:
2. Si una región no actúa en su espacio para resolver por ella misma una crisis
de seguridad y de gobierno, son otros los que llegan de afuera a imponer el
orden.
El 5 febrero de 2004, estalló una rebelión armada al oeste de Haití la cual se
propagó a otras ciudades con rápido éxito, no pudiendo ser contenidas por las
fuerzas policiales haitianas que sólo contaban con un total de 5.000 miembros.
Poco a poco, los insurrectos se hicieron con el control de gran parte de la re-
gión septentrional del país. Pese a las gestiones diplomáticas, la oposición armada
amenazó con entrar en la capital.
A primeras horas del 29 de febrero, el presidente Jean Bertrand Aristide aban-
donó el país y en medio de la crisis, Boniface Alexandre, Presidente de la Corte
Suprema, juró el cargo de Presidente interino. Mientras tanto, el Consejo de
Seguridad —del cual Chile seguía siendo miembro por segundo año— debatía
la petición planteada por el Representante de Haití en la ONU y aprobaba la
resolución 1529 en que autorizaba el despliegue de la Fuerza Multinacional Pro-
visional (FMP). El Secretario General, como otras veces, pidió apoyo a los países
miembros.
Lo que nadie esperaba era que Chile reaccionara con rapidez y gran profesio-
nalismo. En setenta horas, un contingente de 300 soldados chilenos ya estaba en
Puerto Príncipe.
“Así es como debemos hacer las cosas, porque si nos quedamos inmóviles no
nos quejemos después que sean otros los que llegan a arreglar los problemas que
no asumimos nosotros” comentaría el mandatario a unos periodistas, tras los
primeros meses de presencia en el país caribeño. Tenía en mente lo que pasó a
los europeos en Kosovo. Por cierto, había otro significado político: si Chile había
dicho “no” a la invasión en Irak al margen de la ONU, decía “sí” a la misión de
paz de la ONU en Haití.
Pronto prosperó la coordinación con Brasil, Argentina, Perú y otros países y
nació la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minushta).
El 20 de julio de 2004 fue un día excepcionalmente intenso, tras haber estado el
día anterior en la Casa Blanca, en una visita de trabajo con Bush y su equipo. En
la mañana concurrió por seis horas a la sede de la ONU, para cumplir la rigurosa
62 Fernando Reyes Matta
agenda preparada por el embajador Heraldo Muñoz. Se reunió con Kofi Annan
y el recién designado representante para Haití, Juan Gabriel Valdés. Entre una
reunión y otra habló con la prensa.
“La palabra que regula nuestras tareas en Naciones Unidas es
“coherencia”. Creemos en las instituciones multilaterales, nos parece
central el rol de Naciones Unidas y es a partir de esa decisión que
Chile tomó una participación muy activa en la situación en Haití”,
registró la agencia EFE.
En la tarde viajó a Jamaica, para intentar convencer al Primer Ministro Per-
cival Patterson, hombre clave en la comunidad del Caribe, que el CARICOM
dejara atrás sus primeras posiciones tras la caída de Aristide y se sumara al difícil
proyecto de organizar las elecciones en Haití y poner en marcha el país. Tarea
compleja, en una nación donde el 70 por ciento son analfabetos.
En la noche aterrizó en Haití, convirtiéndose en el primer presidente en visi-
tar la isla tras la crisis.
Al día siguiente visitó a las tropas chilenas, en un encuentro, sin duda, muy
emocionante. Era segunda vez que vivía una situación como esa: antes, en el
2000, había estado con la unidad chilena de helicópteros del Ejército, en el lejano
Timor Oriental. Por cierto, en Cabo Haitiano, habló a la formación tras recibir
su saludo:
“He sentido orgullo al escuchar las expresiones del trabajo de ustedes
aquí en Haití. Ustedes están acá porque su presencia indica el
compromiso de Chile con el sistema multilateral. Chile participará
de un proceso cada vez más global en el siglo XXI y eso implica
responsabilidades para cada uno de nuestros países; ustedes son la
avanzada que hace posible expresar, de una manera concreta, nuestra
responsabilidad”
Sin duda, la operación de paz ha enseñado mucho a la región. La iniciativa y
la conducción latinoamericana han permitido también algunos apoyos de países
más lejanos. Por cierto, más de una vez han existido voces preguntando cuándo
termina la tarea. Pregunta difícil, si las condiciones de gobernabilidad no termi-
nan de asentarse en Haití.
País pequeño con mapa grande 63
3. La integración sólo puede llevarse adelante superando las retóricas del pasado
y levantando proyectos donde las urgencias de hoy encuentren respuestas
políticas sólidas y modernas.
Uno de los sueños del Presidente Lagos fue haber colocado a Chile como
parte de un Mercosur con ganas de ser sujeto político, una entidad que fuera
mucho más allá de su origen como acuerdo arancelario. Era la región inmediata
desde la cual Chile podía agrandar su presencia internacional. Lo había dicho en
forma categórica en su primer discurso internacional como Presidente de Chile,
al hablar en el Congreso de la Argentina, en mayo de 2000. ¿Qué significaba
aquello? tener coordinación de políticas macroeconómicas, tener mecanismos de
solución de controversias, tener coordinaciones políticas y de desarrollo social.
En suma, querer pesar como región.
Y del mismo modo se planteó con el Grupo de Río: asumirlo como lo que
decía su nombre oficial, un mecanismo de coordinación política. Ya no convoca-
do sólo para el rescate de la democracia y la libertad ciudadana, como fueron sus
primeros quince años, sino para ir más allá, a un diálogo sólido con otras regiones
del mundo con una agenda concreta en la mano, una agenda de siglo XXI.
Pero eso requería tener un perfil claro. Construir una identidad donde, más
allá de sus diferencias, se viera que esta región sabía caminar con agenda común.
Así lo esperaban en Europa o en cualquier otra parte donde se tuviera interés por
mantener un diálogo con estos países.
“Tengo la convicción que la identidad ha ido más allá de lo que
nuestra acción puede representar. Aquella, la identidad, es fuerte y
atractiva para otras regiones del orbe que desean llegar a acuerdos con
este conglomerado. Se ve al Mercosur como un proyecto novedoso
con grandes posibilidades. La acción, sin embargo, ha ido más lenta
y sin el realismo que tal vez debiéramos colocar en nuestras metas”,
dijo Lagos al intervenir en la cita de los diez años del Mercosur.
Más de un hecho insólito demostró la irracionalidad con la cual se socavaba
muchas veces el discurso por la integración. Más de una vez quedaron preguntas
64 Fernando Reyes Matta
flotando. ¿El Anillo Energético quedó en suspenso sólo porque los técnicos pe-
ruanos estimaron que las reservas de gas en Camisea no eran suficientes o porque
la clave de la red estaba en construir un oleoducto entre Pisco, en el sur del Perú,
y Tocopilla? ¿Y por qué los primeros buses traídos desde Brasil para el Transantia-
go tuvieron que pagar un permiso especial para cruzar por Argentina? Y, por cier-
to, como ejemplo mayor de una actitud contraria a una integración con visión de
siglo XXI, quedaría ahí la demanda planteada por el presidente boliviano Carlos
Mesa, dispuesto a entregar gas a Argentina, pero exigiendo que ni una gota de ese
gas podía derivar a Chile.
Sin embargo, los encuentros regionales no dejaron de ser persistentes y —aun-
que fuera dificultoso— Lagos buscó allí colocar raíces de una integración moderna
y concreta. Entre el 4 de noviembre y el 17 de diciembre de 2004 tuvieron lugar la
cumbre del Grupo de Río, la cumbre de la Comunidad Sudamericana para definir
su programa de trabajo, y la cumbre semestral del Mercosur.
Porque eran casi los mismos actores, en esas semanas se configuró un tejido
especial de convergencias entre los diversos procesos de integración. En la cita
de Mercosur, en la hermosa Ouro Preto, Lagos se jugó a fondo para demostrar
que había espacio para el trabajo conjunto, más allá de ser miembro asociado o
miembro pleno de la entidad.
Y propuso cinco programas de acción.
“Creo que tenemos cinco áreas —al igual que lo fueron las del carbón y el
acero en los orígenes de la Unión Europea— que podrían ser los caminos de la
consolidación regional de cómo se ve al Mercosur desde fuera. Ellas son:
• Los programas de infraestructura y construcción de carreteras definidos en la
iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional de América del
Sur, IIRSA.
• El desarrollo de proyectos energéticos donde concurran los recursos de los
diversos países de la región,(ya se hablaba de un Anillo Energético).
• El análisis de las diversas modalidades de financiamiento y la coordinación de
las entidades financieras involucradas, (un sistema capaz de discriminar entre
gasto en infraestructura y gasto corriente, como lo tienen los europeos).
• Un programa para avanzar hacia una agenda digital común para todos los
países de la región.
• La coordinación en programas de ciencia y tecnología ligados, especialmente,
al mejoramiento de la calidad exportadora del Mercosur.”
País pequeño con mapa grande 65
pensamiento en ese discurso, se entiende mucho más por qué levantó la candida-
tura de José Miguel Insulza para Secretario General de la OEA.
“Aquí podemos coordinar un papel decisivo en materia de política
exterior frente a muchos temas. ¿Qué nos impide abordar en este
foro, con países como Estados Unidos y Canadá, temas como el de las
finanzas internacionales, la seguridad hemisférica, o la generación y
expansión de bienes públicos globales? ¿Cómo abordamos los temas
culturales que tienen que ver con la esencia de nuestros países?”
remarcó, colocando agenda.
También esas preguntas las colocó antes la prensa internacional, a medida
que se acercaba la elección ordinaria de abril 2004. Por cierto, las preguntas fue-
ron constantes durante la visita a Costa Rica, para la reunión del Grupo de Río.
Y se lo dijo al propio Presidente Miguel Ángel Rodríguez, cuando este pidió el
apoyo de Chile para su candidatura.
Nadie imaginaba que al asumir su cargo, Rodríguez apenas duraría un mes en
sus funciones. Había tomado posesión el 15 de septiembre y su renuncia se hacía
efectiva el 15 de octubre. Dos días después estaba en la cárcel.
Las circunstancias precipitaron un hecho nuevo. Había elecciones otra vez
en la OEA, convocadas para abril 2005. Francisco Flores, de El Salvador, levantó
su candidatura con apoyo de Estados Unidos. Lo inesperado fue que el canciller
mexicano Luis Ernesto Derbez y el ministro José Miguel Insulza, emergieron casi
al mismo tiempo como candidatos. Sin duda, aquello produjo ruido entre México
y Chile, pero los fuertes vínculos llevarían más adelante a superar el hecho. El mo-
mento era de competencia y de argumentos fuertes. Allí Lagos remarcó su tesis:
“Lo que nos interesa desde el punto de vista país y a las naciones de
América, es una Organización de Estados Americanos fortalecida,
que juegue un rol fundamental en lo que son los grandes temas con-
temporáneos. Todos los grandes conglomerados tienen mecanismos
de entendimiento entre ellos. Estados Unidos y Europa, cuando tie-
nen grandes temas, los discuten en el seno de la OTAN…O cuando
Estados Unidos tiene temas a discutir con sus socios del sudeste
asiático lo hace en la sede de ASEAN. Nosotros tenemos que hacer
de la OEA la instancia donde los latinoamericanos discutamos estos
País pequeño con mapa grande 67
5. América Latina puede ser capaz de tener una agenda distinta de aquella
impulsada por el llamado Consenso de Washington, una agenda a favor de la
cohesión social.
Desde antes de asumir su cargo, el Presidente Lagos venía hablando de cohe-
sión social. Un concepto que él colocaba en el debate sabiendo que no siempre le
entenderían. Sí, se trataba de las clásicas políticas de desarrollo, pero impulsadas
desde el crecimiento económico llevado adelante con políticas macroeconómicas
serias y donde la participación de sectores privados no estaba excluida. Salud,
educación, vivienda, protección en la vejez, certezas, en definitiva. Y, como el
mismo lo dijo una vez en un seminario del PNUD —citando el ensayo “En lugar
del miedo” del político y luchador británico Aunerin Bevan—, “una sociedad
donde haya ausencia de temor”.
“No se puede andar por el mundo promoviendo la economía de
su país y al mismo tiempo no tener políticas públicas a favor de los
más postergados. La cohesión es algo que los amigos europeos han
68 Fernando Reyes Matta
seguir adelante con las negociaciones del ALCA, pero con mucha
flexibilidad y, sobre todo, favoreciendo el desarrollo económico y
social de los países pobres y las economías chicas”.
Por los subsidios agrícolas, las compras gubernamentales y otros rubros, las
negociaciones se congelaron. Y la voluntad política de seguir adelante también.
Pero quedó en evidencia que, desde cualquier ángulo que se buscara revivir ese u
otro acuerdo, el tema clave era tener una estrategia para la diversidad.
Así se lo señalaron en el CARICOM, cuando concurrió como el único invi-
tado latinoamericano a los 30 años de ese acuerdo de integración del Caribe, esos
países requieren soluciones distintas para aceptar un tratado de libre comercio
porque viven en gran medida de los ingresos aduaneros. En la cita bilateral con
Bush y su equipo, el 2005 en Mar del Plata, Lagos hizo ver la necesidad de asumir
las asimetrías existentes en la región. Dijo que era necesario pensar en un Fondo
de Transición para los países pequeños que pasaban de una economía protegida a
una economía abierta. Luego habló a la prensa:
“Creo que es muy difícil poder plantear acuerdos de libre comercio
cuando tenemos una asimetría que va a favor del que tiene más y no
del que tiene menos. Cuando yo he planteado algunas soluciones
asimétricas es precisamente en el sentido contrario (se refería a la
propuesta de Tratado Comercial hecha por Chile a Bolivia, con
arancel cero para aquel país)…Así se hicieron los grandes procesos
de integración en Europa, con transferencia de recursos de las
economías más desarrolladas a las menos desarrolladas”
Es el dato de la realidad continental. Diversidad por las opciones políticas,
por economías más abiertas o más cerradas, por dimensiones geográficas mayores
o menores, por riquezas naturales y recursos básicos diversos. Y eso reclama cons-
truir respuestas distintas según sean los efectos.
ciones a unos US$1.000 millones. El Fondo tuvo una fuerte pérdida de influen-
cia en la región.
Sin embargo, los anacronismos globales persisten y la incapacidad de actuar
frente a crisis como la desatada este 2008 por las dobles hipotecas sin control, así
lo demuestra.
¿Es lógico que ahora, ya en el siglo XXI y a seis décadas de la creación de
tales entidades, siga vigente ese entendimiento por el cual el elegido para el Ban-
co Mundial sea quien proponga el presidente de Estados Unidos y el cargo de
director general del FMI le corresponda a quien nominen los principales países
de Europa Occidental?, preguntaba Lagos en un artículo escrito cuando Rato
renunció al FMI. Y allí agregó:
“Nosotros en América latina sabemos muy bien cuán duras han
sido algunas de las decisiones de estas entidades. Queremos, sin
embargo, que ellas existan porque un orden multilateral es lo que más
conviene a países como los nuestros. Pero en ese orden multilateral
queremos que se nos escuche. Y allí, a su vez, emerge nuestra propia
responsabilidad. Sólo tendremos peso en las decisiones y diseños
de la nueva estructura internacional si construimos una voz común
y de consenso. Las reformas de los organismos de Bretton Wood
siguen siendo tarea pendiente, pero América Latina hoy sabe mucho
más cómo pararse ante ellos.”
Esa mirada más sólida es la que Argentina, Brasil y México deben llevar a la
mesa del G20. Ya hubo una primera aproximación en la cita de noviembre del
2008 en Washington, pero el desafío mayor quedó planteado para los debates a
largo plazo, ya con la instalación de Barak Obama en la Casa Blanca.
Pero siempre hubo que tratar de colocar esas ideas en medio de situaciones
coyunturales que, como es comprensible, inquietaban especialmente a los medios
de comunicación. Era aquí donde la “diplomacia pública” requería de una estra-
tegia central: instalar desde las preguntas cargadas de inmediatez la perspectiva
de largo alcance.
En las semanas previas a marzo del 2006, preparando un día las entrevistas de
prensa para dos importantes medios mexicanos, afloró esa cierta decepción del man-
datario por lo que éste sentía a veces como una lenta marcha de América Latina tras el
2000. Los periodistas querían “la clase magistral”, la visión donde se hicieran visibles
los cambios y las tensiones mayores, según la percepción del presidente que partía.
“¿Cuál es el gran cambio que podemos mostrar después de estos seis años?
¿Tenemos un Mercosur distinto, tenemos un Grupo de Río con influencia? ¿Te-
nemos un diálogo entusiasmante con Europa? ”, me preguntó con cierta moles-
tia.
Caminaba alrededor de su escritorio. Fue una conversación intensa. De allí,
precisamente, comenzaron a surgir las aproximaciones a los siete núcleos de
análisis descritos anteriormente. Pero hubo más.
“Presidente, usted en este período estuvo en la transmisión del mando donde
asumió Lula, acaba de estar en la toma de posesión de Evo Morales y ahora en
este 11 de marzo entregará la presidencia a Michelle Bachelet. Ahí hay un sím-
bolo” le dijimos.
Meditó un rato y luego remarcó:
“Cierto, cuando un dirigente sindical, un líder indígena y una mujer
llegan a la Presidencia de la República, algo hemos avanzado en la
democracia latinoamericana”.
Y esa fue una de sus afirmaciones centrales en las entrevistas de esos días. Así
surgió una imagen, una idea- fuerza, que muchas veces después hemos visto en
comentarios y entrevistas de otros líderes latinoamericanos.
Globalización sí, pero justa y humana
E
l 5 de septiembre de 2003 el diario El País, de España, publicó un artículo
del Presidente Lagos con un título quizás algo hermético para los lectores
medios: “Bienes públicos y ciudadanía: ¿cómo dar el salto?”
Su alcance fue suficientemente impactante como para verlo reproducido po-
cos días después en su versión francesa, en Le Monde. Allí estaban, ahora en
artículo de opinión, los argumentos que había presentado dos meses antes en
la Cumbre de Líderes Progresistas. En esa ocasión, junto al ex Presidente Bill
Clinton y al Primer Ministro de Canadá, Jean Chretien, más Jack Straw y Pascal
Lamy, como comentaristas especiales, había descrito los fundamentos que Chile
tenía para mirar con inquietud la globalización en marcha y al mismo tiempo, la
urgencia de traer al siglo XXI el concepto de “bienes públicos globales”.
En Londres había marcado la importancia de las “políticas públicas” en el
espacio nacional, porque son ellas las que recomponen los desequilibrios de una
sociedad cuando sólo rige el mercado.
“Si tenemos crecimiento, se requieren políticas públicas para que ese
crecimiento llegue a los muchos que tienen muy poco. Si no lo hacemos
estamos en el camino equivocado y en el plazo no existirá cohesión
social y con ello vamos al fracaso. Eso creo que es lo que les pasó a la
mayoría de los países de América Latina” señaló en esa ocasión.
76 Fernando Reyes Matta
Y luego, hablaría con la prensa, como también lo había hecho Lula, ambos las
dos voces claves en el mensaje “desde el sur”. Se multiplicaron los comentarios de
aquellas intervenciones por toda América Latina. En Uruguay, la Radio36 (par-
tidaria del Frente Amplio y por eso interesante de ver como colocaba los hechos)
dijo en parte de su reportaje:
El Presidente socialista chileno Ricardo Lagos, realizó también una contribu-
ción “ideológica” en esta cumbre sobre la “gobernabilidad progresista”.Desde la
práctica del poder, el socialista chileno llamó a las cosas por su nombre y le expli-
có al resto de los mandatarios lo que significa ser progresista desde los países del
Tercer Mundo y después de las salidas de las dictaduras. Hablando en perfecto
inglés, Lagos explicó que la estabilidad chilena es algo más que el cumplimiento
del Consenso de Washington, que es insuficiente. “La globalización debe ser para
todos y no para pocos, por que ahora es para pocos” recalcó Lagos.
Con el servicio latinoamericano de la BBC, el diálogo se dio así:
—¿Qué significa para Chile y para América Latina la “tercera vía”?
—Gobiernos que tienen una orientación en donde lo esencial es cómo ha-
cemos que el crecimiento económico llegue a todos los sectores, cuáles son las
medidas de política pública para que eso sea así, en educación, en salud, etc.
El mercado es muy eficiente para poder resolver un conjunto de temas, pero
el mercado no va a resolver temas sociales de nuestros países. Una cosa es tener
cuentas fiscales sólidas, políticas monetarias serias, determinadas empresas que
pueden privatizarse, acuerdos de libre comercio como los que tenemos con Eu-
ropa, Estados Unidos o con países del Asia. Otra cosa es asegurar que todo esto
que conduce al crecimiento, llegue a los que más lo necesitan. Eso requiere de
políticas públicas. Para eso usted también puede usar el mecanismo del mercado.
Si a eso lo llaman “tercera vía”, bienvenido sea.
Esto de los bienes públicos tenía su historia. En 1954, el economista norte-
americano y Premio Nobel, Paul Samuelson, había lanzado su teoría de los bie-
nes públicos en unos textos que se convirtieron en clásicos. Allí se definía como
tales a aquellos bienes sobre los cuales ninguna persona tiene derechos exclusivos
de consumo (no exclusividad) y al ser consumidos por una persona no impide
que otra también pueda hacerlo (no rivalidad). Dicho en otras palabras, yo tengo
acceso, pero otros también. Y, además, si yo tomo mi parte no significa que ese
bien disminuya y se deje de dar a otro.
El ejemplo más obvio es educación, pero con ello los servicios de salud, de
justicia, de transporte, de limpieza comunal y urbanismo, de medio ambiente, de
País pequeño con mapa grande 77
Desempolvar a Samuelson
Fue este un trabajo colectivo editado por Inge Kaul, Isabelle Grunberg y
Marc A. Stern, donde se llamó a introducir un cambio de gran magnitud en las
políticas públicas y, en especial, en las relaciones exteriores de los países.
El texto —entre cuyos autores figuraron Amartya Sen, laureado con el Pre-
mio Nobel de Economía en 1998, Joseph Stiglitz, entonces economista principal
del Banco Mundial, Jeffrey Sachs, del Instituto de Harvard para el Desarrollo
Internacional— surgió en la víspera de la cita del entonces G-7 (a punto de con-
vertirse en G-8 con la incorporación de Rusia) en Colonia, Alemania. Y, entre
otras propuestas, ya venía sosteniendo la necesidad de ampliar el grupo de países
participantes, si se quería entrar a debatir en serio la nueva agenda que estaba
transformando al mundo.
Con esas ideas el Presidente Lagos había llegado a La Moneda, convencido de
que ellas debían marcar un centro en la política exterior de Chile. Si queríamos
asumir en sus verdaderas dimensiones los desafíos del siglo XXI, se requería no sólo
impulsar políticas públicas en Chile y los países vecinos, sino también llevar adelante
con vehemencia el concepto de políticas públicas en el espacio de la globalización.
Muchas de las tareas y los avances de un país como Chile, abierto al mundo,
podían verse alteradas por lo que el mandatario insistentemente llamaba “globali-
zación sin reglas”. Y todo iba a la par con un proceso de creciente apertura, donde
Chile estaba negociando acuerdos comerciales con Estados Unidos, con la Unión
Europea y otros actores del sistema económico mundial.
café antes de salir hacia el aeropuerto para seguir viaje a Londres, Lagos le dijo a
Guterres: “el mundo ya no volverá a ser igual”
Al día siguiente se encontró con Tony Blair. Sobre el escritorio de éste estaba
esa edición única, fuera de toda su línea, del conservador diario The Times. La
primera y última página las cubría una sola gran foto con este titular: “La guerra
llegó a América”.
Tras reunión con Tony Blair, el Presidente Lagos indicó que cabía esperar
“una respuesta común a lo ocurrido ayer por parte de los gobernantes de los
países de todo el mundo”. Contó que Blair había tenido una conversación con el
Presidente Bush, mientras él lo había hecho con el Presidente Cardoso, de Brasil.
La idea de la acción concertada ya estaba presente a la salida de Downing Street
10, la residencia del gobernante británico:
“Hemos coincidido en que hoy tenemos un mundo diferente y en
la necesidad de generar una agenda común, para colaborar entre
todos los países en combatir este nuevo tipo de terrorismo que ha
emergido en el mundo”
Pocos días después, Lagos decía que aquel brutal atentado había creado una
“gran coalición”. En noviembre de 2001, aún con el estupor por el atentado terro-
rista en el aire —pero también cuando Chile se había atrevido a colocar un bono
soberano en Nueva York por 650 millones de dólares y le había ido muy bien en su
demostración de no quedarse inactivo tras el shock mundial—, un conglomerado
de emisoras internacionales (Radio Netherland, Radio Exterior de España, Radio
Francia Internacional y Radio Cooperativa, de Chile) le pidieron una entrevista co-
lectiva al Presidente de Chile. Allí éste hizo pública una tesis, la cual venía de plan-
tear en Shanghai ante los líderes de APEC: la crisis podía ser una oportunidad:
—Después del atentado al Pentágono y las Torres Gemelas en los Estados Uni-
dos, el mundo ya no es el mismo. No cabe duda. ¿Cómo se ordena internamente
Chile frente a esta nueva realidad que se nos presenta, presidente Lagos?
—En un doble sentido. Primero, formando parte de esa gran coalición que se
ha gestado de China a Rusia, de Rusia a Estados Unidos, de Estados Unidos a los
países europeos para decir NO al terrorismo. Pero también nos parece que como
toda gran coalición en la historia, ese NO tiene que ser seguido con un signo posi-
tivo. El NO al terrorismo es porque queremos seguridad. Si queremos seguridad, la
seguridad no es sólo la ausencia de actos terroristas, es también algo más que eso. Es
seguridad para no tener hambre, seguridad para tener educación, para tener salud.
País pequeño con mapa grande 81
Es decir, creo que esta gran coalición debería plantearse objetivos suficientemente
ambiciosos, como fueron aquellos propuestos al finalizar la Primera o la Segunda
Guerra Mundial. Me parece, en consecuencia, que precisamente porque el mundo
no va a ser nunca igual, tenemos que plantearnos este nuevo tipo de metas”.
En octubre de 2002, de visita oficial en Rusia, reforzaría este enfoque. Pero
allí lo haría con la connotación lógica que los rusos podían entender más, desde
su propia historia. La audiencia estaba formada por destacados profesores de la
Universidad de Lomonosov, donde le otorgaban el doctorado honoris causa.
Si uno piensa sobre la institucionalidad actual, aquella que emergió después
de esa otra gran coalición, la gran coalición para combatir el nazismo y el fascis-
mo; esa gran coalición en la cual Rusia jugó un rol tan fundamental; esa gran coa-
lición en la cual ustedes aquí en Moscú y en San Petersburgo enfrentaron desde
tan cerca a aquellos que querían erradicar determinadas normas de convivencia
civilizada; esa gran coalición dio origen a la Carta de Naciones Unidas —la Carta
de San Francisc y esa gran coalición reflejó las demandas del mundo después de
la II Guerra Mundial.
Hoy día se busca un equilibrio para resolver los grandes temas de la huma-
nidad, es un otro equilibrio. Entendemos que no basta sólo con el equilibrio
político de naciones que se expresa en la carta. Se requiere también un equilibrio
de las distintas naciones para abordar todos estos temas que son centrales en los
desafíos de hoy.
Entre los problemas evidentes que la globalización estaba dejando como hue-
llas, estaba el incremento de la brecha entre países ricos y países pobres. O, para
decirlo sin abstracciones, de seres humanos ricos y seres humanos pobres en el
mundo. Los viejos debates del desarrollo debían ser colocados en los nuevos esce-
narios globales. Ya no bastaba con aquel 0,7 por ciento de ayuda de países ricos
a países pobres (pocas veces cumplido) para hablar de políticas de desarrollo en
el mundo del siglo XXI.
La mejor ocasión internacional para exponer esos temas llegó antes de aquel
viaje a Rusia, a fines de marzo 2002, con la Conferencia Mundial de Financia-
miento para el Desarrollo, realizada en Monterrey, México. La cita había sido
convocada mucho antes de los atentados a las Torres Gemelas, pero ahora su
impacto flotaba en el ambiente: el mundo había cambiado.
Para América Latina había un tema principal: la crisis en Argentina, para la cual
ese país buscaba aún fórmulas de salida, siempre muy afectadas por el gasto fiscal
tan autónomo en las provincias argentinas. Fox y Lagos se reunieron en un desa-
82 Fernando Reyes Matta
yuno de trabajo, junto con sus cancilleres Soledad Alvear y Jorge Castañeda, para
ver cómo aterrizaban el tema en la conferencia. Pero, al mismo tiempo, querían le-
vantar la voz para intervenir en los debates estratégicos dentro de la nueva situación
mundial. Pocos minutos tenía el presidente chileno, para decir muchas cosas.
Lo primero fue marcar enfáticamente que había países para los cuales la ayuda
al desarrollo era muy importante, a veces esencial. Pero había otros, como Chile,
México, Brasil o la propia Argentina, donde lo fundamental estaba en el acceso a
los mercados. Países que buscaban, para su desarrollo, un comercio con normas
claras y sin barreras artificiales, como eran los subsidios agrícolas de los europeos
o las leyes antidumping de los norteamericanos. El alegato del Presidente Lagos
fue con datos en la mano:
“Un estudio reciente señala que si se levantaran las barreras
comerciales, los países en desarrollo generarían una ganancia
potencial de 130 mil millones de dólares, más del doble que los 50
mil que nos hemos propuesto tener para la Cumbre del Milenio.
Esa es la magnitud de la transferencia de la que estamos hablando. Y
eso tiene que ver, en consecuencia, con acceso a mercados.”
Pero también estaba lo otro: ver formas nuevas para financiar los requeri-
mientos del desarrollo. Como lo destacaron CNN y TV Azteca en reportajes
especiales desde la Conferencia, el presidente chileno planteó la posibilidad de
dar un nuevo uso a los llamados Derechos Especiales de Giro. Aquellos se habían
creado en 1969, en el FMI, siendo una unidad monetaria artificial definida en
función de una canasta de monedas, hoy integrada por el dólar, el euro, la libra
esterlina y el yen janponés. Lo concreto que es una especie de reserva contable,
pero que podría tener nuevas aplicaciones.
“Creo que debiéramos seguir avanzando en la posibilidad de explorar
que estos derechos especiales de giro y esos recursos que se crean,
que no implican transferencia de un país a otro, se puedan destinar
al financiamiento de bienes públicos. Cómo compatibilizamos, por
ejemplo, los derechos de propiedad intelectual para los laboratorios
que quieren combatir el Sida u otras enfermedades con el acceso a
bienes genéricos en nuestros propios laboratorios.
¿Pueden los derechos especiales de giro pagar por el derecho de
propiedad intelectual, de manera que en determinados países
País pequeño con mapa grande 83
Lagos sabía que podía dialogar con personalidades mundiales sobre estos te-
mas, las cuales, a su vez, registraban con alto interés las conversaciones con el
mandatario chileno, más allá del acuerdo que pudieran tener. A veces era con el
sociólogo francés Alain Touraine, para quién la globalización no es algo nuevo y
viene de siglos. Lagos siempre le respondía que lo nuevo estaba en la simultanei-
dad y allí era donde había que lograr accesos igualitarios. En otras, el diálogo era
con Joseph Stiglitz, crítico de la globalización y Premio Nobel de Economía.
“Muchos dicen que Chile siguió el Consenso de Washington. Yo le pregunté
esto a Ricardo Lagos y él me dijo: ‘No, Chile fue exitoso justamente porque no si-
guió la receta del FMI’. Por supuesto, Chile aceptó algunos aspectos de las reformas
neoliberales, pero fundamentalmente los mezcló con sus propias políticas”, recordó
Stiglitz en una entrevista concedida a La Nación, de Chile, a comienzos de 2007.
Todas esas vivencias, las anteriores y posteriores, son determinantes para en-
tender la conclusión adoptada por el Presidente Lagos en aquel septiembre de
2003: había llegado el momento de expresar sus preocupaciones de fondo sobre
la globalización y la urgencia de los bienes públicos globales desde un medio de
influencia internacional. Entregar un artículo principal, para hablar desde el sur,
desde América Latina. Así se sustentó aquella página en El País.
Una vez más, Lagos optó por hacer la entrada al tema desde la lógica histórica.
En más de una ocasión había comentado que los cambios a los cuales nos tocaba
asistir eran de época, de paso de un tiempo histórico a otro. Y cuando eso ocurre,
hay reglas y normativas que se dejan atrás, para generar otras capaces de dar insti-
tucionalidad y coherencia a los tiempos emergentes. Por ahí comenzó el artículo:
“Hace 500 años un gran debate conmocionó a Europa cuando
los Estados feudales pasaron a ser parte de Estados-naciones y fue
necesario establecer ciertas reglas: sólo el Estado podría acuñar
monedas, estar a cargo de las relaciones exteriores y tener una política
de defensa. Aquello fue un cambio mayor, un salto histórico. Y
luego vino la revolución industrial y obligó al mundo a repensarlo
todo, a ver crecer las ciudades, a recibir el impacto del ferrocarril, a
conocer de profundos cambios económicos y sociales.
Cuando hoy la globalización comienza a cruzar las esferas de la
política, de la economía, de la sociedad y de la cultura, cuando esa
realidad nos convoca a caminar por el siglo XXI con instituciones
88 Fernando Reyes Matta
dad que tenía un país relativamente pequeño como Chile de normas multilatera-
les para enfrentar la globalización. Y para ello usó el ejemplo de lo que ocurría en
Punta Arenas con el deterioro en la capa de ozono. Tiempo después lo recordaría
en algunas entrevistas de prensa y en una significativa conferencia ofrecida en la
sede de la Fundación Friedrich Ebert, en Berlín.
“En el extremo sur de Chile, allá en Punta Arenas, como resultado
de las emisiones de gas en el hemisferio norte, la capa de ozono
se hace cada vez más delgada y cuando los jóvenes tienen recreo
en el colegio, si van al patio y hace sol tienen que protegerse con
algo. Porque los rayos solares atacan de una manera distinta cuando
cambia la capa de ozono. Y el hoyo de la capa de ozono se está
expandiendo. ¿A quién le reclamo por lo que ocurre en Punta Arenas?
¿A qué instancia voy? Y, como les dije a los amigos norteamericanos,
ustedes tienen todo el derecho a decir que no les gusta el Acuerdo
de Kioto, pero díganme entonces donde voy yo a reclamar por mis
ciudadanos de Punta Arenas si lo que ocurre aquí no depende de
mí, depende de un acuerdo global.”
Y ese sería el espíritu de las cartas que dirigió a cada uno de los líderes del G8
poco antes de dejar el gobierno. Tras promulgar la ley de Protección a la Capa de
Ozono, con la cual Chile se comprometería a cumplir el ordenamiento internacio-
nal sobre la materia, anunció el envío de esas misivas para llamar a los líderes mun-
diales a un debate franco y directo sobre el calentamiento global y sus efectos en el
mundo. “Mañana será demasiado tarde. Por lo tanto, este país del sur del mundo le
dice a las potencias económicas del norte que el momento para actuar es ahora”.
Varias de las respuestas las recibiría ya como ex presidente, justo antes de
iniciar sus tareas como representante especial del Secretario General de la ONU
en los temas del cambio climático.
Pero allá en Berlín, una vez más, había recordado a Nelson Mandela. Afuera
caía la nieve, pero la memoria le llevó hacia el líder sudafricano porque éste, tal
vez sin saberlo, le regaló al Presidente Lagos una frase que éste citaría muchas
veces. A comienzos del 2004, preparando el viaje a Sudáfrica, la encontramos
en uno de los discursos del líder africano: “la globalización es como el invierno,
sabemos que viene y hay que preparase para ella”. Y, entonces, Lagos se refugió
en esas palabras, para decir lo suyo:
90 Fernando Reyes Matta
N
unca pretendió decir otra cosa. Lagos reconoció siempre que era ag-
nóstico o, como dijo en un par de entrevistas, “no tengo el don de la
fe”.
Pero más allá de esa perspectiva personal, siempre remarcó su responsabilidad
de estadista en el ámbito de lo religioso. Hablaba desde Chile y por los chilenos,
para expresar el compromiso del país con la tolerancia y el respeto mutuo entre los
distintos credos religiosos. Uno podía advertir cómo su palabra, cuando hablaba en
este campo, buscaba dar cuenta de un consenso mayoritario en el sentir del país.
“Creo interpretar a los 15 millones de chilenos al decir que hemos recibido
con gran pesar la noticia de su muerte, pero Juan Pablo II no se aleja de nosotros.
Su nombre se hizo parte de nuestra memoria, su pensamiento será una inspira-
ción siempre presente para construir un Chile más justo y, entre todos, un mun-
do más en paz”, dijo en abril de 2005, tras el fallecimiento del Sumo Pontífice.
Al mismo tiempo, fue asentándose en su pensamiento la certeza que en este
ámbito había algo singular que Chile podía entregar al mundo: el testimonio de
la convivencia entre los diversos credos. Esta idea la fue afinando y presentando
ante líderes muy disímiles a medida que avanzaba su Gobierno. Un día, comen-
tando el Te Deum de Fiestas Patrias, le dijo a un corresponsal extranjero:
94 Fernando Reyes Matta
Creencias y culturas
Más allá de sus visiones personales, el mandatario se instalaba con gran sol-
tura en este ámbito de lo religioso desde la dimensión de la cultura y desde un
principio básico de respeto a la diversidad cultural. Muchas veces le ví quedarse
en silencio y con asombro al contemplar cuánto ha podido hacer el ser humano
movido por sus creencias.
Al visitar el Parlamento Europeo, en octubre de 2005, se produjo un vacío
de una hora en el programa, por ajustes con la próxima actividad. Estábamos en
Estrasburgo. Con entusiasmo dijo “vamos a la plaza, tenemos tiempo para visitar
la catedral”.
Y allí estaba la fachada magnífica, monumento gótico iniciado en el siglo XII
y terminado casi a la mitad del siglo XV, en 1440. Desde el exterior, asombra la
verticalidad del templo y su torre muy elevada. “Fue la más alta, hasta que se hizo
la catedral de Colonia”, señaló Lagos. Ya en el interior recordó la famosa clase
magistral que dictaba cada año el historiador Jaime Eyzaguirre, describiendo la
catedral gótica para explicar desde esa dimensión arquitectónica y espiritual el
sentido profundo de la Alta Edad Media. Le comentó a los periodistas que le
acompañaban:
País pequeño con mapa grande 95
Y, por cierto, estaban los párrafos referidos a las manos diferentes, de las que
había comentado el presidente chileno frente al cuadro.
“Cuanto más contemplo, más claro veo que Rembrandt quiso hacer
algo diferente al pintar a Dios como un sabio y anciano padre de
familia. Todo empezó con las manos. Es algo diferente la una de la
otra. La izquierda, sobre el hombro del hijo, es fuerte y musculosa. Los
dedos están separados y cubren gran parte del hombro y de la espalda
del hijo. Veo cierta presión, sobre todo en el pulgar. Esta mano no
sólo toca sino que también sostiene con su fuerza. Aunque la mano
izquierda toca al hijo con gran ternura, no deja de tener firmeza.
Muy diferente es la mano derecha. Esta mano no sujeta ni sostiene.
Es fina, suave y muy tierna. Los dedos están cerrados y son muy
elegantes. Se apoyan tiernamente sobre el hombro del hijo menor.
Quiere acariciar, mimar, consolar y confortar. Es la mano de una
madre…En cuanto me di cuenta de que las dos manos eran diferentes,
se abrió ante mí todo un mundo nuevo de significados. El Padre no es
sólo el gran patriarca. Es madre y padre. Toca a su hijo con una mano
masculina y otra femenina. Él sostiene y ella acaricia.”
Seguramente, lo que más atrajo a Lagos de aquel libro era la profundidad a
la que Nouwen había llegado entregándose a la observación de una gran obra, al
mismo tiempo que se interrogaba por el sentido de su vida como sacerdote y de
su compromiso con los postergados.
El pensamiento de Nouwen y el cuadro de Rembrand estarían presentes en
sus palabras al despedir al cardenal Juan Francisco Fresno. Quién desde su bon-
dad había impulsado el Acuerdo Nacional, esa primera piedra que finalmente
condujo a la recuperación de la democracia, había muerto a mediados de de
octubre del 2004. A metros de su féretro, colocado en el suelo sobre la Plaza de
Armas de Santiago, el Presidente Lagos recordó aquel cuadro del Ermitage.
“A ratos pienso que su figura, su figura alta, su gesto bondadoso, son tan si-
milares a aquellos de ese padre que, con sus brazos abiertos, acoge al hijo pródigo
en el cuadro de Rembrandt. Allí, en sus brazos abiertos, monseñor Fresno quiso
abarcarnos a todos, a los que pensábamos tan distinto unos de otros, porque
entendía que el regreso de ese hijo pródigo que era Chile, sólo era posible con la
concurrencia y voluntad de todos”
País pequeño con mapa grande 97
Pero también entre las respuestas estaba una definición sobre las relaciones
con la Iglesia chilena y cómo desde allí se debía entender su visita al Vaticano.
Algo poco conocido es que las conversaciones con el Cardenal Errázuriz tuvieron
lugar en diversas oportunidades durante su gobierno, tanto en la casa del Presi-
dente como en la del propio purpurado chileno.
“Ello ocurre (la visita) porque nuestras relaciones son normales,
como lo son con la Iglesia chilena, en un mundo que reclama
mucha fraternidad y mucha entrega a las mejores causas a favor
de los humildes y los postergados, un mundo donde los pobres,
aquellos que no pueden esperar, ven que la globalización toca la
puerta de otros, pero pasa muy lejos de la suya. Como dijo el Papa
Juan Pablo II al llegar el nuevo milenio, la humanidad comienza
esta nueva etapa de su historia con muchas heridas abiertas. Y es ahí
donde cada nación busca en las raíces de su cultura, en aquellos que
son sus sentimientos compartidos, la fuerza para avanzar ante los
nuevos desafíos. En Chile, la Iglesia, desde antes de la República, ha
sido un actor clave en la constitución de la identidad nacional”.
Cuando faltaban diez minutos para las 11 de la mañana de aquel día de mayo,
el Presidente Lagos y su reducida comitiva llegaron hasta el Patio San Dámaso de
la ciudad del Vaticano, para iniciar la visita oficial al Papa Juan Pablo II. En el lu-
gar, la guardia suiza pontificia le rindió honores e interpretó el himno nacional de
Chile. Aquel momento estaba cargado de solemnidad, como lo estaría también la
entrevista a solas en la Biblioteca Vaticana. Tras veinte minutos de ese encuentro
entre el Sumo Pontífice y el presidente chileno, ingresaron el presidente del Sena-
do, Andrés Zaldívar, y el presidente de la Corte Suprema, Mario Garrido, más la
Canciller, Soledad Alvear. Ahí estaban los tres poderes del Estado, era el nivel en
el cual Lagos había querido la visita.
Cuando ya la comitiva se encontraba en los aposentos papales, apareció cruzan-
do el gran patio el Cardenal Jorge Medina, que públicamente se había pronunciado
contrario a la visita. Junto con Pablo Orozco esperábamos el fin de la audiencia.
“—Cardenal, buenos días; somos chilenos.
—¿Y qué hacen por acá?
—Venimos con el Presidente Lagos, ¿usted no se cruzó con él?
—No, no…yo estaba en otra cosa. Gusto de verlos”.
País pequeño con mapa grande 101
Se alejó con una sonrisa hacia el exterior. No imaginamos que en sus próxi-
mos pasos aparecería provocando un ruido inesperado en torno a la visita, al cru-
zar frente a las cámaras y a los periodistas chilenos que esperaban al mandatario;
pero su gesto no pasó de eso: ruido.
Lagos habló en la Plaza de San Pedro para dar cuenta de los contenidos de esa
jornada, la cual también incluyó un diálogo con el entonces Secretario de Estado
de la Santa Sede, Cardenal Angelo Sodano.
“Hemos pasado revista a lo que ha sido la evolución de Chile desde
su visita. Quince años atrás el Santo Padre estuvo en Chile y planteó
la necesidad de reconciliación y paz. También entonces hizo un
llamado muy fuerte a todos nosotros diciendo: los pobres no pueden
esperar. Hoy le he contado de nuestros avances, de por qué Chile
tiene mayor reconciliación y cómo hemos logrado tener un mayor
nivel de paz. Y, más importante, le hemos señalado que esa norma
de los pobres no pueden esperar, la estamos cumpliendo.”
Y dio cuenta de cómo se había reducido a la mitad la pobreza respecto de
la que había en 1990, como también del recuerdo que había hecho del Padre
Hurtado, señalando el deseo de los chilenos en ver pronto cumplida su canoni-
zación.
Pero la dimensión de fondo de su intervención pareció estar en la manera
como interpretaba aquella visita, en tanto una vivencia concreta de la cultura del
diálogo. Si el Papa había entregado en Asís un testimonio de la más alta trascen-
dencia para el devenir global del siglo XXI, lo que Lagos deseaba era aterrizar esa
visión en la marcha de Chile hacia su propio destino. Estas fueron sus palabras en
aquella declaración a la prensa:
“Constatamos hoy lo que planteó el Papa hace cuatro meses cuando
fue a Asís y habló de la necesidad de una cultura del diálogo. Es en el
marco de esa cultura del diálogo —esa que enriquece la diversidad—
donde se encuentran los que piensan distinto. Lo que hizo él en Asís
fue un tremendo esfuerzo para abrir la Iglesia a otros diálogos, a otras
visiones, a otros mundos…Lo que estamos haciendo en Chile es
también propender a una cultura del diálogo que nos permita tener
un país más integrado, más fecundo, más fuerte, pero también más
102 Fernando Reyes Matta
El desafío de la tolerancia
En realidad, aquel año de 2005 había dado espacio en muchos sentidos a pen-
sar y expresar una posición más sólida respecto a los temas de diálogo, tolerancia
y convivencia de culturas y religiones en el mundo del siglo XXI. El Presidente
Lagos había vivido una caminata conceptual y valórica que, tras cruzar el mile-
nio y constatar el impacto de la intolerancia terrorista, obligaba a ser claro y a
País pequeño con mapa grande 103
Si uno recordaba lo que había dicho en Turquía ocho meses antes, podía ad-
vertir el fondo que había tras esas palabras: “La importancia de Turquía no está
sólo dada por la estabilidad que ofrece a la región, sino porque es un puntal en la
lucha contra el terrorismo y el fundamentalismo, así como un importante eje del
diálogo entre civilizaciones” dijo entonces Lagos junto al Presidente turco.
Como en tantas otras ocasiones de esos años fundacionales, le correspondió
ser el primer Presidente chileno que visitaba la nación euroasiática. Por ello, y
recordando el hermoso monumento a Ataturk —el fundador de la Turquía mo-
derna y secular— en Santiago, recalcó que “el diálogo de ambos países, pese a la
distancia que los separa, puede ser útil para resolver los problemas del siglo XXI”.
País pequeño con mapa grande 107
A
la mitad de su gobierno, el Presidente Lagos hizo una afirmación en el
diario español El País, reproducida luego en medios chilenos, algo sor-
prendente para algunos: “Ser de izquierda hoy es darle a todo el mundo
la posibilidad de ser un Bill Gates”.
Detrás de la frase había un concepto relacionado con los medios de produc-
ción y la evolución experimentada por éstos.
En el siglo XIX y buena parte del siglo XX se consideró que los medios
básicos de producción eran el capital, los recursos naturales y la mano de obra.
Pero con la llegada del siglo XXI se hizo evidente que el medio de producción
por excelencia es el conocimiento. Y ello significa, para países como Chile, tener
estrategias nacionales para “profundizar y captar el saber”, a la vez que alcanzar
niveles de educación donde esa relación con el saber sea amplia y de calidad.
Cuando Ricardo Lagos dirigió su primer mensaje presidencial al país el 21 de
mayo del 2000, sólo habían pasado seis años desde la transformación de Internet
en una fuerza nueva de comunicación para el mundo.
En 1994 emergió el concepto “triple w” (world wide web) y el británico Tim
Berners-Lee impactó a la comunidad científica mundial al entregar los funda-
País pequeño con mapa grande 111
Con ello Chile pasó a ser parte de redes exclusivamente dedicadas a investiga-
ción y desarrollo tecnológico, con un alto estándar de velocidad de conexión, que
en la práctica implicó ganar un acceso privilegiado a las fuentes de información,
y una verdadera revolución en el uso de recursos informáticos para investigación
y docencia. En ese marco, Lagos remarcó el sentido en el cual se debía entender
ese nuevo paso.
“He querido participar esta mañana con ustedes, porque creo que
son los países que hacen ciencia los que están preparados para avanzar
hacia el desarrollo con bases sólidas y estables. No basta, como
algunos dicen, con importar la ciencia. La ciencia tiene que crearse
y desarrollarse en cada uno de los países. Debemos entender que el
liderazgo científico y tecnológico va de la mano con el crecimiento
económico, particularmente en la realidad del mundo de hoy. Durante
décadas, el crecimiento económico se basó en la explotación de riquezas
naturales. Está bien, en buena hora, pero en el largo plazo esto es
insostenible. En el largo plazo, sabemos que el crecimiento se va a basar
en el conocimiento y en la capacidad de generación de nuevas fuentes
de conocimiento. Por ello hoy, con esta nueva herramienta, podemos
tener otras capacidades para poder pensar en el Chile del futuro.”
Casi tres meses después visitaba durante la mañana a Bill Gates en sus oficinas
de Microsoft, en Seattle; en la tarde del mismo día llegaba al sur de San Francisco,
para reunirse con Larry Ellison, de Oracle. Dos personalidades mundiales, de muy
difícil diálogo entre sí, pero ambas abiertas en un mismo día a escuchar las ideas de
ese gobernante que venía del sur para debatir proyectos de futuro. Pero había una
dimensión que sólo percibí tras un diálogo con un periodista del San José Mercury.
“—¿Y de aquí se van a Washington?
—No, no vamos a Washington.
—¿Cómo? ¿Lagos vino a Estados Unidos y no irá a un encuentro con Bush?
—No, tal vez el mundo ha cambiado. Vinimos primero a ver a Gates y a
Ellison”.
En esa visita, quizás más que en ninguna otra, Lagos llegó junto a una dele-
gación del más amplio espectro político y empresarial nacional. Y el sentido de su
viaje lo explicó en una video-conferencia simultánea con diversas universidades
del país. Tal vez allí, en ese diálogo con Antofagasta, con Valparaíso, con Santia-
116 Fernando Reyes Matta
go, Valdivia y otras ciudades sostenido desde los centros de la revolución digital,
estuvo uno de los momentos fundacionales del Chile del siglo XXI.
Del viaje a Silicon Valley, como se le llamó, salió también el proyecto de tener
en ese sector de California una oficina de Chile. Esta quedó abierta en marzo del
2001, al mismo tiempo que se garantizaba la expansión del proyecto Enlace a todas
las escuelas de Chile y la Fundación Bill y Melinda Gates (el brazo de cooperación
al desarrollo del multimillonario digital) concretaba su donación de siete millones
de dólares para colocar Internet en 300 bibliotecas públicas del país.
Allí, cerca de la ciudad de San José, entre una y otra visita a las corporaciones
del sector informático, se gestó por teléfono con el Presidente Bill Clinton el
anuncio de iniciar las negociaciones para un Tratado de Libre Comercio entre
Chile y Estados Unidos, sin fast track de por medio.
¿Con quién habla tanto por teléfono? —preguntó alguien de la delegación
cuando, al llegar a la puerta de la corporación donde le esperaban para mostrarle
satélites y redes de cable submarino, se quedó varios minutos en el interior del
auto. Hablaba con Clinton.
Por cierto, hubo una ovación cuando el Presidente Lagos, en medio del dis-
curso durante el almuerzo ofrecido por empresarios chilenos y norteamericanos,
dio a conocer la noticia. Entre los presentes estaban varios de los cuales echarían
a andar, posteriormente, la Fundación País Digital.
Tras el almuerzo, se inició el encuentro previamente acordado con Carly
Fiorina, por entonces la poderosa CEO de Compaq y un año después también
CEO de Hewlett-Packard. Aquella sería la primera conversación de dos personas,
una desde el ámbito empresarial y la otra desde el ámbito político, que en tres
ocasiones coincidieron para hablar de las estrategias del desarrollo digital en el
mundo, en América Latina y en Chile.
Había una alta sintonía entre ambos porque si Lagos es un hombre con la
Historia como referente para ver los procesos, Carly Fiorina no se quedaba atrás.
Después de todo, se graduó con honores en Historia y Filosofía Medieval, en la
Universidad de Stanford, antes de entrar al mundo empresarial. Hablar del Re-
nacimiento y de cómo lo digital nos lleva ahora hacia otro renacimiento fue un
eje de sus conversaciones.
A fines de julio del 2004 se reunieron por última vez en La Moneda, donde
la ejecutiva llegó al día siguiente de vivir un desaire en la Casa Rosada, en Buenos
Aires. La audiencia fue larga y animada, tras lo cual se le ofreció un almuerzo en
su honor. Entre otros allí estaba el entonces senador Alejandro Foxley y el Mi-
País pequeño con mapa grande 117
Una de sus decisiones fue abrir en Irlanda una embajada de Chile, para seguir de
cerca este proceso y alentar los vínculos tecnológicos entre ambos países.
Dinamarca también sembró lo suyo en los fundamentos de ese pensamiento
abierto al futuro. Y ello sería especialmente significativo a la hora de discutirse el
royalty a la minería del cobre.
“No quedan minas de cobre en Finlandia, pero Finlandia hoy día le
vende los bienes de capital a todo el mundo que quiera sacar cobre.
Les quedó el know how, les quedó la tecnología, y con ello Finlandia
sigue siendo Finlandia. Es distinto ¿verdad?
¿Y qué hace Dinamarca con su gas? veinte por ciento de las utilidades,
nada de 2%, 3%, no, 20% a un fondo sólo para investigación. Y el
año 2012 ese 20% se transforma en 20% de la propiedad. Y, por lo
tanto, ¿qué es lo que estoy diciendo? Si acá vamos a tener 100, 120,150
—dependiendo el precio del cobre— millones de dólares, no es para
gastarnos los 150 en un año. Pero sí el producto de eso, y al año siguiente
tendremos 300 y al subsiguiente 400, al año subsiguiente 500, y lo
que podemos hacer es utilizar, entonces, el producto de eso —repito,
es un fondo que crece—, el producto de eso tiene que ir a ciencia y
tecnología. Los gobiernos tienen que pensar en largo plazo. Ni un peso
de esto, ni un peso se va a utilizar antes del 2006. Mi obligación es
pensar lo que viene después. Esa es la obligación de un país.”
Ese categórico análisis fue parte de su discurso en mayo del 2004, cuando se
dieron a conocer los resultados de los proyectos presentados al Fondo Nacional
de Desarrollo Científico y Tecnológico. En la selección había una cuota impor-
tante de investigadores menores de 35 años y que por primera vez recibían ese
respaldo. Fue dos días antes de su penúltimo mensaje presidencial. Para quienes
le habíamos seguido en el extranjero y en Chile en el desarrollo de esa política,
estuvo claro que allí hablaría con singular franqueza.
“Lo que hemos hecho como comunidad científica es tremendamente
importante, pero en el mundo de hoy no basta con tener investigadores
de excelencia, no basta con tener más y mejores laboratorios. Es necesario
un cambio más profundo, que tiene que ver prácticamente con un
cambio de mentalidad. Y aquí nos falta por avanzar, quiero ser bien
122 Fernando Reyes Matta
D
espués de visitar Argentina y Brasil, el Presidente Lagos quiso que su
tercera visita en la región fuera a Uruguay. Llegó allí en noviembre del
2000 sabiendo que los lazos eran fuertes entre dos países con mucha
hermandad, pero también porque en lo personal siempre le ha tenido mucha ad-
miración a “la República Oriental”, a su cultura y a su gente. Y, por cierto, ello se
refuerza con su esposa Luisa, la cual vivió su adolescencia en aquel país cuando su
padre, el destacado doctor Hernán Durán, cumplió allí una misión de la OMS.
Eso lo sabían los uruguayos. Pero no esperaban que al ser recibido en el Parla-
mento, Lagos rescatara a Ingmar Bergman, el director de cine sueco, para referirse
a ellos y su modo especial de ser.
“Llego a un país de una dimensión cultural profunda. Una vez,
en una entrevista, le preguntaron a Ingmar Bergman qué país le
gustaría visitar en el mundo, donde no hubiera estado. Uruguay,
dijo. ¿Uruguay? le preguntaron, con sorpresa. Sí, Uruguay, porque
es el único país donde mis películas provocan muchas críticas, con
debates profundos, y son un éxito de taquilla”
Aquello era verdad. En marzo de 1952, se presentó “Juventud divino tesoro”,
una de las primeras películas de Bergman en el Festival de Punta del Este, y poco
126 Fernando Reyes Matta
por aquella sentencia. Tras ver los antecedentes, la Comisión colocó, en enero de
1999, una demanda ante dicha Corte contra el Estado de Chile.
La Corte Interamericana, desde Costa Rica donde está su sede, pidió infor-
mes a juristas como Juan Agustín Figueroa, Francisco Cumplido, José Luis Cea
y José Zalaquett, para conocer los fundamentos y contextos de la decisión de la
Corte Suprema de Chile, de las posibles reformas a la Constitución donde se
incorporaba la eliminación de la censura y la situación de los derechos humanos
sobre libertad de expresión en Chile. Los abogados conservadores quisieron tam-
bién ser parte en el juicio, pero la Corte de San José fue clara: el tema era entre
los demandantes y el Estado de Chile.
Es cierto que en abril de 1997 el gobierno del Presidente Eduardo Frei ha-
bía enviado la reforma constitucional a la Cámara de Diputados para terminar
con la censura fílmica y se había aprobado en esa rama del Parlamento. Pero
nada había pasado en el Senado, donde el gobierno del Presidente Lagos trata-
ba de reunir los votos para aprobarla. Fue lo que se pudo informar a la Corte
hemisférica antes de su resolución.
Con cierta vergüenza, el Presidente Lagos y la mayoría de los chilenos de-
bieron conocer la sentencia dictada por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos en el caso “Última Tentación de Cristo” (Olmedo Bustos y Otros vs.
Chile) el 5 de febrero de 2001. El texto, tras un largo análisis, dictaminó que no
se habían violado aspectos relacionados con la libertad de conciencia, pero sí con
la libertad de expresión. El acápite principal fue contundente:
“4. (La Corte) decide que el Estado (de Chile) debe modificar
su ordenamiento jurídico interno, en un plazo razonable, con el
fin de suprimir la censura previa para permitir la exhibición de la
película “La Última Tentación de Cristo”, y debe rendir a la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, dentro de un plazo de seis
meses a partir de la notificación de la presente Sentencia, un informe
sobre las medidas tomadas a ese respecto”.
El tiempo requerido fue mayor, pero al fin se pudo promulgar la tan esperada
ley en aquel diciembre de 2002. Lo que quedaba atrás no eran sólo los tiempos de
la censura cinematográfica, sino también algo tan duro para la imagen de Chile,
como haber sido llevado a una corte internacional por violación de los derechos
humanos, en ese caso la libertad de expresión.
País pequeño con mapa grande 131
tuvieron lugar cuatro veces al año, con la participación de los más prestigiosos
cantantes líricos y orquestas del país, como la Orquesta Sinfónica de Chile, la
Orquesta Filarmónica de Chile, la Orquesta de Cámara de Chile, la Orquesta
Clásica de la Universidad de Santiago, la Orquesta de Cámara de la Universidad
Católica de Santiago, entre otras.
Las Conferencias Presidenciales de Humanidades, en tanto, fueron inaugura-
das el año 2002 con la intervención del filósofo español Fernando Savater acerca
de “Necesidad de la filosofía en un mundo globalizado”. Por invitación del Presi-
dente Lagos, el Programa reunió a destacados pensadores contemporáneos, tanto
nacionales como extranjeros, haciendo de la sede de gobierno un lugar donde
también era posible hacer un alto para desplegar la reflexión crítica de alto nivel
y el análisis de diversas visiones de la sociedad contemporánea. Siguiendo a Sava-
ter, allí estuvieron José Saramago, Mario Vargas Llosa, Gianni Vattimo, Carlos
Fuentes, Manuel Castells y Jorge Edwards, entre otros.
De todos ellos, quién no ocultó sus emociones fue Carlos Fuentes. El mexi-
cano sentía que su chilenidad también se le venía a flor de piel, mientras recorría
Santiago. Tenía razones personales, como muchas veces lo dijo y escribió en
diarios mexicanos y europeos.
“Mi relación con la República de Chile es intensa, entrañable e
inevitable. Crecí y estudié en Santiago entre mis once y mis quince
años. En el Boletín del Instituto Nacional publiqué mis primeros
escritos. Formé con otros jóvenes de mi generación amistades
perdurables. Educado, durante mi niñez, en escuelas de Washington
y la ciudad de México, a horcajadas entre el inglés y el castellano,
mi pleno ingreso a la lengua española tuvo lugar en Chile y asoció
para siempre en mi ánimo la palabra y la política…Mis amigos, mis
estudios, mi pasión inseparable por la vida pública y la vida literaria
se confirmaron para siempre en Chile. Desde entonces, he seguido
con pasión, jubilosa a veces, otras dolorosa, los acontecimientos de
esa segunda patria mía, raíz de mi palabra y de mi conciencia”.
En la invitación a cada uno de aquellos nombres, portadores de su palabra
singular y de su mirada distinta, había un afán: decirles que Chile quería ser otro.
Lagos sentía que el diálogo con cada uno de aquellos escritores, filósofos o inte-
lectuales diversos, Chile hacía una siembra en favor de su identidad. El desafío
País pequeño con mapa grande 133
estaba en fortalecer “el alma” del país y proyectarla, para ir al encuentro de otras
identidades culturales. En octubre del 2002, en el magnífico escenario del Museo
Surab Tseretelli, en Moscú, había colocado el concepto con especial fuerza.
“¿Cuánto hemos aprendido allá en Chile de lo que es el alma de
Rusia a través de sus escritores? ¿Cuánto a través de La Guerra y
la Paz? ¿Cuánto a través de Dostoievski? ¿Cuánto a través de Ana
Karenina? ¿Cuánto a través de las creaciones de sus músicos? Y,
seguramente, ustedes algo han aprendido de lo que es Chile a través
de Pablo Neruda y Gabriela Mistral.”
La caminata por el siglo XXI nos obligaría a reiterar una y otra vez la perte-
nencia de Neruda y la Mistral a Chile; a estar siempre atentos de subrayar —en
medio de tanta vertiginosidad contemporánea —su origen y la geografía donde
habían comenzado el camino.
No eran los únicos por cierto. Pero había uno en especial —porque a veces se
le miraba como lejano o él mismo lo remarcaba— que Lagos no quería dejar en
la distancia: Matta. Era como decirle, no se olvide que cuando se abrió la primera
galería de arte en el centro de Santiago se hizo con sus trabajos y usted estuvo. O
cuando los muchachos de las Brigada Ramona Parra trajeron otro colorido y otra
estética a los muros de Chile, inspirados en las utopías de entonces, usted estuvo
y salió a pintar con ellos por los barrios populares. Lagos sabía que, en el fondo,
en la intimidad, aquel que había llegado a ser figura mundial del surrealismo
tenía un cable a tierra con Chile.
Desde su llegada a La Moneda el Presidente Lagos sabía que tenía una cita
con Neruda. Le esperaría en el 2004, con cien años, con el Premio Nobel y una
poesía transformada en patrimonio universal.
Por eso, un par de años antes se creó la Comisión Asesora Presidencial Cen-
tenario Pablo Neruda, encabezada por Javier Luis Egaña. Poco a poco se fueron
entregando ideas para un programa capaz de entusiasmar a Chile en torno de su
poeta, pero también de abrazar el mundo. A la vez, se constituyó el Comité de
Honor Internacional, encabezado por Ernesto Sabato. Y se puso en marcha el
proyecto “Neruda en el corazón”, que terminaría por agrupar a artistas de España
y América Latina en torno de su poesía, para producir canciones y un espectáculo
transmitido por televisión internacional desde Barcelona.
Pasaron muchas cosas para recordar a Neruda. Desde la plástica a la música, des-
de la poesía al cine, desde el ensayo al documental. Pero la caminata venía de antes.
Ya en agosto de 2000, en la conmemoración de los cincuenta años de la pu-
blicación del “Canto General”, fue evidente el peso que Neruda tendría en los
años de Lagos en La Moneda. Se iniciaba un nuevo siglo, Neruda abría la puerta,
el mandatario lo subrayaba:
138 Fernando Reyes Matta
español, y Julieta Venegas, Jorge Drexler, Adriana Varela y Pablo Milanés, por
el lado latinoamericano. Casi todos ellos, más el actor Julio Jung interpretando a
Neruda, habían dado forma, el 4 de julio y en el marco del Foro de las Culturas
en Barcelona, a un espectáculo del mismo nombre, que había repletado el Palau
Saint Jordi.
Lagos sabía del concierto porque un mes antes, en una breve pasada por el
Foro de las Culturas durante la visita oficial a España, recibió de Ana Belén y
Víctor Manuel una presentación de lo que iba a ser el espectáculo y parte de un
video de canciones ya grabado. Oír a la bella cantante española en su versión para
las “Tonadas de Manuel Rodríguez”, conmocionó al Presidente chileno y no lo
ocultó cuando improvisó unas palabras:
“Mientras veía esto, el regalo que ustedes hacen en este Foro, no podía
menos que recordar cuando Neruda le canta a Bolívar y termina
diciendo que Bolívar miraba el cuartel del Quinto Regimiento, y le
pregunta a Bolívar: “¿Eres o no eres, o quién eres?”. Y según Neruda,
Bolívar, mirando el cuartel del Quinto Regimiento, responde:
“despierto cada cien años, cuando despierta el pueblo”. El poeta que
cantó en el siglo XX nace ahora aquí, también colgado al mar como
estaba allá en el sur del mundo, desde esa otra esquina del mar, para
volver a soñar como hacemos la poesía del siglo XXI…”
También entre los homenajeados por la medalla del Centenario Pablo
Neruda estuvieron el ex ministro francés de Cultura, Jack Lang, la representante
literaria Carmen Balcells y el editor de la obra de Neruda en Estados Unidos,
Ilan Stavans. Más lejos, en una ceremonia celebrada en Beijing, el Ministro de
Relaciones Exteriores y poeta Li Zhaoxing recibía con orgullo la distinción,
mientras agradecía el gesto del gobierno chileno recitando unos versos de “Alturas
de Machu Pichu”, en chino.
En Santiago, aquel 12 de julio se inició con la inauguración frente al Palacio
de la Moneda de una instalación artística singular: un corazón realizado con
cuatro toneladas de manzanas rojas, en medio de las cuales se leía el nombre del
poeta. La obra fue dirigida por el pintor chileno-español José Balmes, uno de
aquellos que siendo un niño había llegado en el Winnipeg, el barco fletado por
Neruda para traer los exiliados españoles a Chile. El Presidente Lagos, autorida-
des y poetas nacionales y extranjeros inauguraron la obra ante la prensa.
País pequeño con mapa grande 141
aquello, ahí estaba la continuidad democrática del país, aquella definida por los
ciudadanos en las urnas. Y luego Fox agregaría:
“Hoy Chile y México son en América Latina un ejemplo de
vanguardia económica, política y de compromiso con la cultura.
Son un ejemplo de amistad entre dos pueblos hermanos…Estoy
seguro de que durante los próximos años, nuestros dos países
continuarán de la mano, luchando por una América Latina unida,
en donde impere el progreso y no la desigualdad, la tolerancia y no
la discriminación, la justicia y no la arbitrariedad. El arte y la cultura
nos permiten comprender mejor nuestra condición humana, como
habitantes de un cuerpo y testigos privilegiados del misterio de la
vida y del cosmos”.
Un par de años después, ya en Beijing, uno no podía dejar de sentir que ese
espíritu impregnaba los grandes proyectos culturales de Chile en el exterior. En
el año de los Juegos Olímpicos en China, se presentaba en el Museo Capital, el
más grande y moderno de Beijing, la exposición “Mapuches, semilla de Chile”.
Tres meses estuvo allí la muestra, con la platería, los tejidos, los objetos de su vida
cotidiana, de sus cantos y de su religión. Entre los miles de visitantes, un niño
escolar chino dejó estampada una frase en el libro de comentarios, buena síntesis
del camino a recorrer en la tarea cultural de Chile en el siglo XXI.:
“A esta hora los chilenos duermen porque Chile está al otro lado
del mundo. Pero aquí está despierto y la distancia no importa. Hoy
hemos aprendido mucho sobre Chile y su gente. Gracias”.
El pasado y el futuro:
esa interacción ineludible
A
comienzos de noviembre de 2004 tuvo lugar una cita más del Grupo
de Río, precisamente, en Río de Janeiro. Cuando lo supo el alcalde de la
ciudad, César Maia, quién vivió años de exilio en Chile, le dijo al Presi-
dente Lagos que quería entregarle las llaves de la ciudad e inaugurar una plaza que
llevara el nombre de Pablo Neruda, con motivo de los cien años del nacimiento
del poeta. Así se hizo, pero al final de la ceremonia le regaló un libro con fotos
inéditas del funeral de Neruda, preparado por un reportero gráfico brasileño y
quién había guardado aquellas imágenes por décadas.
“Uno dice cómo es posible que treinta y un años después aparecen todavía
estas imágenes desconocidas del pasado. El pasado siempre vuelve de la manera
más impensada, y es importante que la sociedad lo asuma con todo el realismo”,
comentó Lagos en una conversación con el diario La Tercera, realizada en el avión
de regreso. El periodista no supo cuán profundo era el alcance de sus palabras.
Pocos días después, exactamente el 10 de noviembre, el mandatario recibiría el
Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura.
Como dijeron las agencias informativas al mundo, el informe recogió los “dramá-
ticos testimonios de las víctimas de la tortura bajo el régimen militar del ex dic-
tador Augusto Pinochet”. Al mismo tiempo remarcaron que el Presidente Lagos
País pequeño con mapa grande 145
El mismo país que pocos días antes era noticia internacional por la entrega del
Informe Valech, lo era ahora por el debate sobre el comercio internacional, los
desafíos globales pendientes y las proyecciones de la cuenca del Pacífico: “una
comunidad, nuestro futuro”.
Eran días llenos de simbología. Y los signos parecían desplegarse desde cual-
quier lado, incluso de hechos casi anecdóticos, pero en verdad trascendentes. Por
ejemplo, la suspensión de la cena de Estado con el Presidente Bush. En el mismo
lugar donde se había ofrecido una cena en honor de los Presidentes de China, Hu
Jintao, y de Rusia, Vladimir Putin, no pudo efectuarse aquella programada con el
Presidente de Estados Unidos, George Bush. Eran 300 invitados, con representa-
ción de los tres poderes del Estado, del mundo empresarial, académico y político.
Pero el personal de seguridad norteamericano pidió que todos los invitados pasa-
ran bajo el detector de metales para ingresar al banquete oficial.
Fue el propio Presidente quién se negó a ello. “Cómo voy a tratar como
sospechosos a quienes yo invito a la casa de Gobierno”, comentó Lagos a sus cer-
canos. Finalmente, la cena fue de 16 personas, estaban el Presidente del Senado y
de la Corte Suprema, además del mandatario y algunos ministros. Fue cordial y
distendida, pero sin concesiones. Había un tema de dignidad de por medio.
Y cuando se fueron George Bush, Vladimir Putin, Hu Jintao, Helen Clark,
Vicente Fox y los demás, el mandatario chileno decidió irse a su casa de descanso
en Caleu. Pero no iba a descansar, le esperaba el Informe.
Allí estaban los testimonios recogidos en 110 localidades de Chile y algunos
lugares en el exterior. Treinta y cinco mil chilenos se habían acercado a la Comi-
sión para contar su caso, su dolor a veces escondido hasta de sus familiares más
cercanos. De ellos la Comisión calificó a 28.000 de los declarantes como presos
políticos o torturados y dejó para un análisis posterior al resto. Pero el tema no
eran los números, eran los hechos, lo que allí se contaba por primera vez.
¿Cómo vivió el Presidente Lagos aquellos momentos? ¿Cuánta conmoción le
atravesó en esa circunstancia? Era el primer lector de unas páginas donde se había
instalado el horror.
“La primera vez que leí el informe hubo un momento en que no pude
seguir. Era tan fuerte que tuve que salir a respirar. Estaba con mi esposa
en Caleu. Me fui a caminar por unos cerros. Regresé y seguí leyendo.
Más que indignación, me asaltaba la pregunta de cómo podía ocurrir
País pequeño con mapa grande 147
En la columna publicada por The Christian Science Monitor este viernes, La-
gos señala que “cuando la gente de otros países piensa en Chile, a veces lo asocian
a terremoto. Efectivamente, de vez en cuando, Chile es remecido por algún sis-
mo. Pero allí hay ahora también otro tipo de terremoto, que afecta el alma del
país, la verdadera esencia de su ser. Y cuando eso sucede, también sentimos los
ojos del mundo sobre nosotros”.
En su texto, Lagos explicó a los lectores estadounidenses algunos detalles
sobre el informe que dio a conocer el domingo 28 de noviembre y que reveló por
primera vez a los chilenos “la verdad acerca de la responsabilidad del Estado por
torturas” durante el régimen militar entre 1973 y 1990.
“Es una verdad que previamente sólo se había sospechado, que algunos ha-
bían negado y sobre la que otros habían permanecido en silencio”, señala.
“Creo que no sería una exageración describir esta experiencia como única en
el mundo”, señala sobre el informe, a través del que Chile “fue capaz, luego de
tres décadas, de enfrentar un oscuro capítulo de su historia, un profundo abismo
de sufrimiento y tormento”.
“¿Por qué tomamos este difícil desafío? porque, al final, cada sociedad tiene
que encontrar la senda donde la verdad se encuentra con la historia”, agregó el
Presidente, quien afirmó que nuestro país, “por supuesto, no es el único en su-
frir un capítulo de sufrimiento. No fue hace mucho que Europa, a la que ahora
vemos como un modelo en el respeto a los derechos humanos y la libertad indi-
vidual, se sumió en un período donde los derechos de millones de civiles fueron
amplia y terriblemente violados”.
“La historia nos muestra que otros países que sufrieron este tipo de experien-
cias sanaron las heridas de su pasado y construyeron un presente de libertad y
prosperidad, algunas con más éxito que otras. En ninguna de ellas los recuerdos
fueron borrados; por el contrario, fueron convertidos en una parte de una visión
común del pasado. Y para las nuevas generaciones, el desafío es preservar el res-
pecto a los derechos humanos como una parte de su herencia social”, añadió en
el texto.
Poco tiempo después, una copia del Informe llegaría a las manos de cada uno
de los afectados, con una carta personal del Presidente. Un día, tras regresar de una
salida a provincias, comentó: “he vivido algo muy fuerte y emocionante; se me
acercó un hombre ya de edad y me dijo: mire, yo soy el número tanto, aquí está mi
verdad, aquí está lo que dije; gracias Presidente, ahora creo que estoy en paz”.
150 Fernando Reyes Matta
Haber llegado a este punto tenía un recorrido previo. Todos recuerdan aque-
llas afirmaciones iniciales, al comienzo de su gobierno: “no vengo para adminis-
trar nostalgias” y “la justicia la hacen los tribunales”.
Eran dos conceptos con los cuales salía al paso de las insistentes preguntas
sobre la caminata que este socialista del siglo XXI haría para enfrentarse a la im-
punidad de quienes habían violado los derechos humanos. En marzo del 2000,
a pocos días de asumir el gobierno, el corresponsal de Liberation, de Francia, le
colocó el tema.
—¿Es posible juzgar a Augusto Pinochet en Chile?
—Debe ser posible juzgar a cualquier ciudadano. El papel de un presidente es
permitir que los tribunales funcionen libremente, sin presión alguna.
—¿Su juicio le parece una condición sine qua non para la consolidación de
la democracia chilena?
—Durante los años de la dictadura en Chile los derechos humanos fueron
violados y quedan muchos problemas sin resolver, como el de los desaparecidos.
Por consiguiente, todo lo que nos permita avanzar nos ayuda a reconciliarnos y a
mirar hacia el futuro. Ahora bien, que este proceso tenga que pasar por el juicio a
tal o cual persona es algo que tienen que decidir los tribunales, no yo.
En la frase “todo lo que nos permita avanzar nos ayuda a reconciliarnos” esta-
ba la clave de lo que vendría. El camino que no pasaba por los tribunales era aquel
de ayudar a construir la verdad, de demostrar lo ocurrido en Chile. Entregar un
testimonio contundente, capaz de cambiar los referentes sociales en cuyo marco
debían actuar los tribunales, desde su propia autonomía.
En esa estrategia se había inscrito la propuesta “No hay mañana sin ayer”, en
el 2003. Allí estaba la base del histórico Informe Valech del 2004.
Aquel planteamiento había tomado su tiempo. Tras consultas con diversos
sectores y también con organizaciones de derechos humanos, el 12 de agosto de
2003, el Presidente Lagos se había dirigido al país. Esencialmente, había señalado
que su gobierno no se haría cargo “de ninguna propuesta que signifique esta-
blecer un punto final en los procesos”. Remarcó que aquello era “moralmente
inaceptable” y jurídicamente inaplicable.
Pero sí tenía la idea de crear condiciones para que la verdad aflorara. Por eso
dijo: “Hay circunstancias en las cuales personas subordinadas han operado bajo
País pequeño con mapa grande 151
temor a la represalia que podía significar poner en riesgo sus propias vidas, o en
estado de ignorancia insuperable, y no han sido capaces de atender cabalmente a
las consecuencias de sus actos. Si estas personas están dispuestas a cooperar con
la verdad y la justicia, parecería lógico considerar una penalidad menor o incluso
nula para ellos, una vez establecida la verdad.”
Hubo propuestas para que todos los juicios pasaran de los tribunales militares
a la justicia penal. Del mismo modo, se planteó demandar del Poder Judicial el
nombramiento de jueces con dedicación exclusiva, la acumulación de los proce-
sos en una sola mano y la posibilidad de que quienes ya estuvieran condenados
pudieran entregar antecedentes sobre otros hechos de los cuales tuvieran cono-
cimiento.
Desde aquel momento se puso en marcha un andar distinto de Chile hacia
sus verdades. Fue emocionante una jornada en el Centro de Estudios Públicos,
cuando invitaron al abogado José Zalaquett —figura distinguida en la defensa de
los derechos humanos— para explicar los alcances de los planteamientos hechos
por el Presidente Lagos al país.
Emocionante porque la presentación del escritor y director del CEP, Arturo
Fontaine Talavera, rescató un poema de Óscar Hahn. Como dijo, “un poema
duro, pero que tiene que ver con el tema que nos ocupa y al cual José ha dedicado
buena parte de su vida”. Y, entonces, leyó un trozo del poema “Hueso”.
Curiosa es la persistencia del hueso
Su obstinación en luchar contra el polvo
Su resistencia a convertirse en ceniza
La carne es pusilánime,
Recurre al bisturí, a ungüentos y a otras máscaras
que tan sólo maquillan el rostro de la muerte
Tarde o temprano será polvo la carne
Castillo de cenizas barridas por el viento
Un día la picota que excava la tierra choca con algo duro
No es roca ni diamante,
es una tibia, un fémur, unas cuantas costillas,
una mandíbula que alguna vez habló y ahora vuelve a hablar.
Empezó un debate contundente en el país. Por cierto, desde los grupos liga-
dos a la defensa de los derechos humanos y a las agrupaciones de familiares de
los detenidos desaparecidos y ejecutados, emergieron voces que pedían más. A
152 Fernando Reyes Matta
veces se hacía dificil hacer comprender cuán importante era trabajar por hacer
profundo el camino de la verdad, porque éste era esencial para ayudar a cerrar las
heridas. Y determinar nuevas condiciones en el trabajo de la justicia.
Con todo, se habían dado avances importantes como el propio Zalaquett lo
señalaría en esa ocasión. Allí en el CEP fue claro: “En Chile, contrariamente a
lo que se piensa en el exterior, incluso por personas medianamente informadas,
ha habido más justicia que en ningún otro país en una situación comparable. En
Chile, cerca de 40 personas han cumplido condena por violaciones de los dere-
chos humanos y cerca de 250 están todavía sometidas a la justicia, en una u otra
condición procesal”.
Sí, había una nueva atmósfera en Chile en ese 2003. Por eso también, cuan-
do llegó septiembre y se aproximaron los treinta años del golpe, empezó un afán
inesperado, especialmente en la televisión, por mostrar aquello que nunca antes
habían visto los chilenos. Apareció la entrevista de Roberto Rosellini al Presiden-
te Allende, se vió el bombardeo de La Moneda en imágenes no mostradas an-
teriormente, hubo reportajes que las nuevas generaciones miraban con asombro.
Allí estaba la historia oculta, allí estaba la memoria con su obstinación per-
manente por emerger. Se abrieron nuevas puertas hacia la verdad. Por eso, fue
importante que volviera a abrirse la puerta de Morandé 80: un símbolo del Chile
republicano que había sido clausurada por la dictadura.
Porque era momento de símbolos profundos, también llegaron periodistas de
alta influencia a hablar con el Presidente Lagos. Entre ellos Ernesto Ekaizer, uno
de los editores claves de El País y seguidor profundo de la realidad chilena. Sus
preguntas no sólo buscaron en lo conmemorativo, sino también en las contradic-
ciones. Parte de lo publicado el 10 de septiembre de 2003 fue este diálogo:
—Lo determinante en su historia política fue su participación en la campaña
del no en el plebiscito convocado por el general Pinochet, el 5 de octubre de
1988.
—Los chilenos están muy preocupados con los 30 años del Once porque en
el fondo han visto la otra cara de la historia. Pero lo interesante es que se produce
cuando se van a cumplir en pocos días 15 años del no. El primero tiene más que
País pequeño con mapa grande 153
ver con el pasado, el segundo con el futuro, pero no se puede construir bien el
futuro sin conocer bien el pasado. Y en eso estamos.
—¿Qué dinámica explica la inmersión en el Once que se vive en el país?
—Mientras usted diga “no hay detenidos-desaparecidos, no es cierto que
hubo torturados”, y siga en esa línea de negación, hay una mitad que dice que es
cierto, otra mitad que no. Pero cuando repentinamente usted ve una televisión,
periódicos que dan cuenta de lo que pasó, señores que se arrepienten y te dicen
“sí, yo torturé”... En ese momento, tiene lugar la situación en la que estamos: se
explica por qué se produjeron los acontecimientos. Hay un revival de las discu-
siones sobre las causas. Cuando la televisión retransmite las escenas del bombar-
deo de La Moneda hace 30 años, que no se habían visto nunca, eso produce un
impacto enorme. El 50% de la población de Chile o no había nacido en 1973 o
tenía cuatro o cinco años, por lo que no tenía noción de lo que sucedía. La mitad
de Chile ha estado viendo en las últimas semanas algo que nunca había podido
ver antes.
—Este revival de la virulencia en los discursos, ¿no se podía haber evitado si
entre los socios de la coalición gubernamental se hubieran planteado los home-
najes de manera consensuada?
—Estoy muy sorprendido porque, en efecto, yo era partidario de ese consen-
so. Los socialistas y demócrata-cristianos venimos trabajando juntos desde 1981
o 1982. Hoy existe consenso sobre el “nunca más” a los hechos que ocurrieron en
Chile. Si esto es así, el regreso a las causas de lo que se generó nos toca a todos.
Lo que hemos pretendido hacer como Gobierno no es, como se ha dicho, un
acto de homenaje a un presidente. Lo que tenemos que reivindicar es el fin de un
período y la necesidad de reestablecer un sistema republicano y democrático de
gobierno orientado al futuro. Y en estos 30 años hemos hecho un largo recorrido
para llegar a ello. El que podamos hablar de estas cosas habla de un país que es
capaz de recuperarse”.
La ceremonia de aquel 11 de septiembre en el Patio de los Naranjos fue
emocionante. Hubo muchos que por primera vez volvían a pisar La Moneda. Ja-
vier Luis Egaña había puesto toda su capacidad de organizador para que aquello
fuera perfecto. “La Cantata de los Derechos Humanos”, la misma que se había
cantado y recitado en 1978 en la Catedral Metropolitana, en un acto lleno de
rebeldía frente al régimen militar, era interpretada ahora en la sede del Gobierno
de Chile.
154 Fernando Reyes Matta
También allí cerca, en un muro del segundo piso, próximo al lugar donde
Allende se había inmolado, acababa de develarse una placa conmemorativa. Esta
se incrustaba en los centenarios ladrillos puestos al aire, con la imagen de Allende
y una reproducción en grande de la medalla emitida por la Casa de Moneda al
inicio del aquel gobierno.
A un salón de audiencias del Ministerio del Interior, por iniciativa del minis-
tro José Miguel Insulza, se le dió el nombre del ex presidente socialista, a la vez
que dos cuadros de fuerte realismo pasaron a impactar desde entonces al visitan-
te: en uno Allende saluda desde un balcón de La Moneda con un pañuelo en alto;
en el otro, el mismo balcón aparece destruido y un enorme boquete recuerda la
violencia del ataque a la sede del gobierno.
Y el acto más simbólico de todos había sido la reapertura de la puerta de Mo-
randé 80. Aquella había sido la entrada y salida por donde muchos mandatarios y
políticos accedían de manera no oficial a la casa de Gobierno. La puerta por don-
de habían sacado el cadáver de Allende. En la remodelación, bajo la orientación
de Pinochet, se había suprimido aquella entrada. La democracia la recuperaba
como un símbolo de las puertas por abrir.
Era lógico preguntarse: ¿qué estamos viviendo? para El Mundo, diario espa-
ñol de centro derecha, esta era la situación: “Mientras el ejemplo de Allende, de
optar por la muerte en aras de la dignidad de su cargo de presidente y en defensa
del orden institucional, se instala en las nuevas generaciones de chilenos, la figura
de quien lo derrocó, Augusto Pinochet, se eclipsa, empujada por el tiempo y el
juicio público a su régimen.”
Pero en ese 11 de septiembre, el Presidente Lagos quería que el mundo cono-
ciera cómo este país miraba su pasado, para saber caminar mejor hacia el futuro.
Por eso decidió escribir de su puño y letra un artículo para ser publicado ese día
en un periódico de alcance mundial. Tomamos los contactos y hubo interés de
inmediato. Su texto fue dado a conocer en el Internacional Herald Tribune.
Tres ideas cruzaban el titular elegido por el periódico. Chile 30 years later: The
legacy of a crushed dream: ‘Never again’ (Chile 30 años después: la herencia de un
sueño aplastado: “nunca más”)
Primero, el mandatario se refirió a la concurrencia de esas dos tragedias de
impacto internacional, marcadas para siempre en el calendario bajo el día 11 de
septiembre. Si el mundo aún vivía el tremendo impacto del ataque a las Torres
Gemelas en el 2001, había otro “once” allá lejos, en Chile, donde un edificio
País pequeño con mapa grande 155
Por todo ello, por ese nuevo aire que se respiraba en el país, —como lo había
definido Sebastian Brett, representante de Human Rights Watch en Chile, en
declaraciones a periodistas norteamericanos— el tradicional encuentro de fin de
año del Presidente con los embajadores extranjeros y representantes de organis-
mos internacionales, fue en ese 2004 una circunstancia para afirmaciones más
allá de lo protocolar. Les dijo el mandatario:
“Cada país, según sus circunstancias, busca construir la coherencia
entre lo ineludible de la historia ya vivida y la búsqueda de espacio
para los sueños del futuro. Ustedes aquí han sido testigos de un
momento esencial en nuestra convivencia, marcado por el afán de
no negar el pasado, de abrir espacio a la verdad y mirar con nuevas
esperanzas el futuro.”
De visita en Chile, en junio del 2005, el ex Presidente Clinton conversó largo
con el Presidente Lagos en La Moneda. Este le explicó lo hecho y el carácter del
Informe Valech.
“Esto no ha ocurrido en ninguna parte. Ni en Sudáfrica ni en ningún otro
lado que yo conozca” dijo Clinton. Y agregó que en Chile se había dado un paso
muy profundo, muy ético, capaz de dar peso y estatura a este país en la nueva
realidad internacional emergente.
Pero hubo algo más. Lo incitó a que toda esta experiencia y lo conversa-
do tantas veces por ambos en los encuentros de la Gobernabilidad Progresista,
se plasmaran en un libro en inglés. De allí salió el proyecto que culminaría en
Londres con la publicación de un libro con prólogo de Tony Blair: “The 21st
Century: a view from the South”
No siempre los chilenos supieron cómo, desde esa dimensión ética de la política,
el Presidente Lagos también elevaba la voz cuando se trataba de denunciar lo que ocu-
rría con figuras emblemáticas en la lucha por los derechos humanos en el mundo.
Cuando visitó la Corte Interamericana de Derechos Humanos en San José de
Costa Rica, por el 2002, poco antes de pronunciar su discurso se dio vuelta hacia
quienes le acompañábamos.
158 Fernando Reyes Matta
Pero, por cierto, desde el mundo también había una pregunta recurrente hacia
Chile: ¿Y qué pasa con Pinochet? al comienzo era un tema presente en todas las
entrevistas. Poco a poco, en tanto se avanzaba en la búsqueda de la verdad y el
país cambiaba, la inquietud periodística internacional dejó de buscar reacciones al
tema en La Moneda y se volcó a seguir los sucesivos procesos en los tribunales.
En torno del gobierno uno sentía que la mirada exterior era otra: esencial-
mente, ¿cómo lo había hecho Chile? Revistas lejanas como Asia Inc. o altamente
influyentes como The Banker, se referían al “modelo chileno”. Aunque el Pre-
sidente no aceptaba con comodidad el concepto, reconocía que el interés era
creciente para ver cómo “las piezas del puzzle” iban ajustándose en el panorama
nacional, teniendo como meta mayor la cohesión social.
También querían hablar de cómo evolucionaba América Latina y en esa pers-
pectiva, por cierto, de la posibilidad —cada vez más clara en el horizonte— de
tener una mujer como Presidenta de Chile. Se sentía que aquello era un tremen-
do cambio cultural en el país y en el continente.
El peso político de Pinochet se reducía progresivamente a una mínima expre-
sión. Tras las contundentes pruebas acumuladas por el juez Juan Guzmán —hijo
del poeta y Premio Nacional Juan Guzmán Cruchaga, un juez que inicialmente
fue partidario del golpe militar y luego, tocado a fondo por las evidencias de una
política de torturas y violaciones extremas impulsadas por el régimen de Pino-
chet— la Corte Suprema le había privado de su fuero y se le había declarado reo.
Inicialmente, frente a las acusaciones planteadas el 2003, sus defensores ale-
garon demencia subcortical leve e incapacidad de responder ante los tribunales.
Pero el propio Pinochet los dejó sin argumento al conceder una entrevista a un
canal de televisión de Miami.
Como dijeron diversas publicaciones de prensa en el continente, Pinochet
dijo no tener por qué pedir disculpas por lo que pasó durante su gobierno y que
son sus opositores quienes debían pedirle perdón. “Perdón de qué. Se olvidaron
de que son ellos los que tienen que pedirme perdón a mí, por los atentados que
sufrí contra mi vida”, afirmó Pinochet.
En una frase inédita, Pinochet culpó a algunos de sus subalternos de los “ex-
cesos” cometidos durante su régimen, a quienes definió como “gente que no se
controla, subalternos, que actúan y que ahora se quedan callados”.
162 Fernando Reyes Matta
negativo para el país…Es algo que me duele, pensé que no era así...
Creo que también ha sido una sorpresa para muchos, incluido sus
propios partidarios”.
El 10 de marzo de 2006, en la víspera de dejar el gobierno, Lagos pudo
leer en el diario The New York Times un reportaje sobre el fin de la Llama de
la libertad, del denominado Altar de la Patria y de cómo aquello —incluido
el traslado de los restos del general Bernando O’Higgins— se había hecho sin
grandes complejidades, dentro de ceremonias que hablaban de un nuevo aire
cultural en el país. El mismo ambiente, decía la nota, se sentía en La Moneda
abierta a los visitantes. Frente al palacio de gobierno ahora se desplegaba la
Plaza de la Civilidad.
Dentro de tantas simbologías, donde pasado y futuro parecían mejorar las
empatías de los tiempos en la conciencia colectiva del país, ocurrían hechos me-
nores, pero no exentos de trascendencia.
En una radio, juvenil y roquera, la Rock and Pop, se había hecho una votación
de los personajes más destacados del país en ese año. Ganó Lagos y le pregunta-
ron en una entrevista en otra emisora, Radio Cooperativa, sobre el significado de
aquello. Sin embargo, antes de contestar se dió este contrapunto:
—Pero, ¿sabe usted quién salió segundo en la Rock and Pop, según me dijo
el ministro Secretario General de Gobierno?
—Claro,Cheyre.
—Cheyre. Entonces, algo ha pasado en Chile, en que a ese mundo juvenil
que usted menciona, le preguntan, ¿quién es el personaje del año? Ellos dicen
“Lagos”. ¿Y el segundo? ¿Quién llega segundo en una elección entre ellos? Es
Cheyre. Lo encuentro muy notable, muy notable porque refleja también los cam-
bios que se han producido en este país.
Lagos había demostrado que un hombre de izquierda podía gobernar Chile y
podía hacerlo colocando al país en un alto nivel de prestigio internacional.
Pero tal vez también nos había hecho entender los alcances mayores de aque-
lla cita de Norberto Bobbio, el filósofo político italiano tan profundamente es-
tudiado por Agustín Squella, asesor cultural del gobierno, una cita rescatada de
diversas formas por el Presidente en sus diálogos con la prensa, pero esencialmen-
te con este contenido:
“En la democracia las cabezas no se cortan, se cuentan”.
IV. De puño y letra
1
Estos son segmentos del discurso del Presidente Ricardo Lagos en la localidad de Dalcahue, X Región, el 26
de agosto del 2004. Lo hemos elegido porque es un ejemplo concreto de cómo el gobernante sabía explicar,
pedagógicamente, la interacción entre la realidad de un pueblo de Chile y el mundo.
cuando todos tenemos la leche, la procesamos y la convertimos en queso, esa
leche convertida en queso, aquí de Chiloé, hoy día se exporta a México. ¿Acaso
pensamos antes que la leche que sale de nuestros campos, con nuestros pastos,
va a terminar en queso que se vende en México? Eso es porque fuimos capaces
de pasar del “yo” al “nosotros”. Ningún pequeño agricultor, con su campo, con
sus pocos litros de leche, va a poder convertirlos en queso y mandarlos a México.
Entonces, si les va bien es porque pasaron del “yo” al “nosotros”.
¿Qué es cultivar el mar, sino pasar también del “yo” al “nosotros”? ¿Y cómo
se organizan los pescadores, cómo se organizan los algueros para pasar del “yo” al
“nosotros”? Pues, la firma de un convenio como este es uno de los caminos por
los que, entre todos los chilenos, pasamos del “yo” al “nosotros”. Y eso también
ocurre para los países.
Si estamos vendiendo queso a México, es porque tenemos con México un
acuerdo de libre comercio, lo que quiere decir que podemos exportar sin pagar
impuestos para que este queso de Chiloé entre a ese país. Para tener mejores
acuerdos en el comercio del mundo, los distintos países tenemos que pasar del
“yo” al “nosotros”, y asociarnos.
Por eso, en noviembre vamos a recibir a los presidentes de los principales paí-
ses del Pacífico: de Canadá, Estados Unidos, México, Perú, Japón, China, Aus-
tralia, Nueva Zelanda, Indonesia. Y si lo hacemos bien, así como ahora hay queso
que va de aquí a México, también podremos pensar que vaya al otro lado del
Pacífico. ¿Por qué no, si lo hacemos de buena calidad? Y nuestras algas, ¿adónde
se exportan? al otro lado del Pacífico, a los países del Asia.
Todo empieza a tener sentido. Así, cuando decimos “hagamos este proyecto
con la Fundación, y aprendamos a cultivar el mar”, después tenemos que apren-
der a comercializar el producto, lo que implica que necesitamos acuerdos con el
mundo para ir a venderlo a los distintos países. En otras palabras, lo que se hizo
en el campo con la leche, es lo que hoy nos proponemos hacer en el mar con las
algas y con los cultivos. Y si eso lo hacemos y lo hacemos bien, si nos conectamos
con el mundo y aprendemos a comerciar, entonces este país se va a atrever a en-
trar a un mundo que es más difícil, más complejo, pero es el mundo que nos tocó
vivir. Y lo hará con buen pie.
Cuando ocurra esa reunión a la que van a asistir tantas personas tan im-
portantes de tantas partes del mundo, acuérdense de mí aquí en Dalcahue. Esa
reunión también se asocia con lo que pasa aquí. Porque si alguien dice que no es
posible lo que hemos dicho, pues estamos tan lejos de todo, ello es un error. Hoy
día estamos en el centro de todo, porque lo que antes nos parecía una lejanía, hoy
es parte de lo que somos...
Ahora, déjenme decirles, no da lo mismo quién gobierna, porque las políticas
que hacen unos y otros son distintas. Y déjenme decirles que hay que tener, sí,
hay que tener mucha mano firme cuando las cosas no salen como uno quiere
¿Por qué digo esto? porque a veces es bueno tener diferencias y que la gente tenga
claridad respecto de ellas.
Pero también necesitamos unidad de propósitos, unidad en la manera en
que todos los chilenos definimos cómo nos ordenamos. Y creo que en este país
lo que hemos definido los chilenos es que queremos, en primer lugar, vivir en
democracia y con respeto a los derechos humanos; en segundo lugar, queremos
un país que crezca, que se desarrolle; pero, tercero, queremos que ese crecimiento
y ese desarrollo lleguen a todas partes, a todos los sectores: queremos que haya
crecimiento en salud y en educación, crecimiento en empleo y en vivienda, y para
lograrlo necesitamos políticas adecuadas. Eso es lo que estamos haciendo.
Finalmente, queremos un país que sea fiel a sus tradiciones, a su cultura, a
lo que es. Por eso me gustó cuando usted le mandó un kultrún de regalo a mi se-
ñora, porque usted tiene orgullo de las tradiciones de su región. Eso forma parte
de un país.
Hace poco, el Presidente Lula, de Brasil, terminó una visita a Chile, y cuando
los presidentes van a un país, uno les hace un regalo. ¿Qué le regalé al Presidente
Lula? le regalé una de esas violas que fabrica un luthier de acá, de Putravé, porque
es expresión de los que hacen aquí en Chiloé ustedes, los chilotes. Le explicamos
que el recuerdo correspondía a una antigua tradición de esta parte del mundo. Y
eso también lo queremos conservar.
Queremos democracia, crecimieto; queremos que ese crecimiento se reparta
bien, y preservar nuestras tradiciones. Y, por último, queremos caminar por el
mundo con la frente en alto, como camina Chile. Y eso es lo que hemos he-
cho, a través de una política exterior clara y definida, coherente. Algunos, en un
momento, han estado asustados por nuestras decisiones, pero sabemos lo que
hacemos.
Por lo tanto, lo que yo les pido a ustedes es que nos continúen apoyando
como hasta ahora lo han hecho, porque ese apoyo es el que nos permite mantener
el rumbo de las tareas que estamos llevando a cabo y de las que nos esperan por
delante.
La urgencia de una agenda social
frente a la realidad global 1
H
América Latina enfrentan uno de los retos más difíciles
oy los países de
que han marcado su historia. Se trata, ni más ni menos, de encontrar
los espacios de nuestra acción y presencia en un mundo de globalidad
creciente, a la vez que renovamos el sentido y compromiso de la política y la de-
mocracia. Por eso, tal vez es necesario pensar en una nueva proclama a los pueblos
de este continente, la cual, enraizada en los valores de independencia y construc-
ción nacional de hace 200 años, nos convoque a una nueva gesta de inserción en
el mundo moderno a partir de un proyecto compartido capaz de generar socieda-
des más justas, cohesionadas socialmente y solidamente democráticas.
Al hablar en el Parlamento de Ecuador hace algunas semanas, dije que re-
ferirse a estos temas desde su capital ubicada en el equinoccio, en el centro del
planeta, era probablemente el mejor lugar para pensar los desafíos del mundo
global y su relación con las tareas cotidianas y concretas presentes en cada uno de
1
Este artículo se publicó originalmente en El Comercio, de Quito, el 22 de agosto de 2002. Luego fue
reproducido por otros diarios de la región, como también fue uno de los artículos claves —con una breve
introducción ad hoc— en los documentos para la prensa en la Cumbre Iberoamericana de ese año.
País pequeño con mapa grande 171
los países latinoamericanos. Desde los años 80, todos nuestros países, en mayor o
menor medida, hicieron suyo el así llamado “Consenso de Washington”. Refor-
mamos nuestras economías para lograr un marco macroeconómico equilibrado,
abrimos los mercados para aumentar la competitividad, reconocimos a un sector
privado eficaz y en expansión como el principal motor del progreso económico.
América Latina realizó notables esfuerzos, para incorporarse a las tendencias prin-
cipales del sistema internacional y aproximarse a la modernidad difundida por el
proceso globalizador.
Sin embargo, si bien nuestra región logró avances importantes, el balance de
hoy dista de ser positivo y una vez más la frustración asoma su rostro entre los
pueblos del continente. Ello se debe a que los cambios de las políticas económicas
no se han traducido en bienestar para gran parte de los ciudadanos y la desigual-
dad ha seguido reproduciéndose.
Este malestar económico y social se ha extendido en muchos de nuestros
países al campo político y amenaza la legitimidad de las democracias en el con-
tinente. Vemos que crece el desapego a las instituciones, a las organizaciones y
a los liderazgos. Aquí tenemos un reto mayor. Como resultado de dificultades
en el camino, los sistemas democráticos son percibidos por muchos de nuestros
conciudadanos como insuficientes para dar respuestas a las demandas de las ma-
yorías.
Creo que el problema puede resumirse en que las políticas económicas ba-
sadas en el Consenso de Washington no alcanzan por sí solas a resolver los de-
safíos de equidad y de igualdad de oportunidades, sin las cuales no es posible la
cohesión social. Esta cohesión social requiere de políticas públicas orientadas a
su consecución. Por lo tanto, ello exige poner la misma fuerza con la cual hemos
impulsado reformas económicas indispensables, en llevar adelante aquellas re-
formas sociales que brinden seguridad a la ciudadanía. La gente espera vivir con
más certezas en ámbitos como el trabajo, la salud, la educación y el acceso a la vi-
vienda, garantizando protección social mediante sistemas universales, solidarios,
eficientes e integrales.
Como todos sabemos, estas reformas no son fáciles de implementar. Ellas
provocan la resistencia de distintos intereses corporativos y, en muchos casos,
concitan el rechazo de los fundamentalistas del mercado. Ante ellos cabe hablar
con claridad: el mercado asigna recursos y asigna bien los recursos, pero actúa en
tanto somos consumidores. Esa es su dimensión, no otra. Ciudadanos y consu-
172 Fernando Reyes Matta
midores somos todos, pero los consumidores sólo participan según su bolsillo.
Los ciudadanos tenemos todos un voto y en ello se funda la igualdad democráti-
ca. Las sociedades deben articularse a partir de los ciudadanos, no de los consu-
midores. Ello está ligado directamente con la calidad del debate público y apunta
a construir democracias serias y responsables, que rechazan el populismo y la falta
de transparencia en el manejo de los asuntos públicos y saben decir “no” cuando
las prioridades y los recursos lo indican.
Lo que estamos viendo en la América Latina de hoy no es consecuencia de un
fracaso de la democracia ni lo es de determinados planteamientos económicos.
Pero sí debemos asumir que no hemos sido capaces de sostener con la misma
fuerza la necesidad de impulsar políticas económicas serias en paralelo a políticas
sociales impostergables. Esa es la única vía para superar los riesgos sociales ins-
talados entre nosotros a partir de la globalización, a la vez que dar calidad a la
democracia y cohesionar sociedades escindidas durante siglos.
Los cambios vividos en los años recientes nos convocan a entender los pro-
cesos de globalización en todas sus dimensiones. Hay quienes ven en ello sólo
los aspectos negativos, otros ven sobre todo sus oportunidades. La verdad es que
la globalización es un proceso irreversible y ambivalente que conlleva peligros y
posibilidades. La caída del Muro de Berlín fue una conquista importante de la
libertad, sin embargo no hizo caer el Muro entre ricos y pobres, entre alfabetos y
analfabetos, no hizo caer el muro entre los que tienen y no tienen acceso a opor-
tunidades de educación o de salud, esos muros existen, y esos muros plantean
desafíos frente a los cuales todos somos llamados a actuar. Lo anterior hace que
frente a la nueva realidad global, los países de América Latina debemos tener una
posición activa.
No queremos una globalización sin reglas porque en ese caso las reglas las
pondran los más fuertes. El mundo de hoy tiene reglas, pero muchas de ellas
marcadas por su origen tras la Segunda Guerra Mundial. Y esa realidad plantea
interrogantes: ¿Cuál es la carta de Naciones Unidas que necesitamos hoy? ¿Dón-
de se debate el futuro? ¿O se debate en el Grupo de los 8, y en ese caso, cuál es
nuestra voz ahí? ¿Qué ocurre con los acuerdos de Bretton Woods levantados para
reconstruir la Europa devastada por la guerra? ¿Y qué tiene que ver el mundo
económico de 1944, ese de Bretton Woods, con el mundo económico de 2002 a
escala planetaria? El Fondo Monetario Internacional surgió para cuidar los tipos
de cambio entre los países y promover su comercio. Hoy su rol es muy distinto
País pequeño con mapa grande 173
Pero, para poder hablar al mundo, tenemos que hacer bien nuestras tareas
aquí. Para ser escuchados afuera debemos tener la autoridad surgida de lo que
hemos hecho adentro. No es excusa, para no hacer las tareas en nuestra realidad,
levantar el índice contra un mundo que aún no está ordenado. Hay políticas
públicas que no podemos eludir si queremos hacer de América Latina un espacio
de democracia sólida y profunda. Desde esa vitalidad, y uniendo nuestras voces
en una voz potente, podremos impulsar —mediante mecanismos o iniciativas
multilaterales a escala regional o mundial— una agenda que ofrezca soluciones
globales a problemas también globales, que de una u otra forma ya se han instala-
do en medio de nuestros países, de nuestras ciudades y de nuestros muros.
Volver al rastro principal 1
H
15 siglos, el poeta Imru’al-Qays, probablemente en el poema más
ace
famoso en lengua árabe, se preguntó: ¿Qué queda para afirmarse cuan-
do el rastro está borrado? Los tiempos que vivimos parecen convocar a
la misma pregunta. ¿Dónde está el rastro y cómo podemos reencontrarlo?
La crisis vivida en estos días nos trae enseñanzas a todos. Lo primero es que
los quince miembros, los cinco permanentes y los diez elegidos en el Consejo de
Seguridad, no fuimos capaces de alcanzar un consenso para evitar una conflagra-
ción. Todos tenemos que asumir nuestra cuota de responsabilidad en ese fracaso,
porque duelen las consecuencias derivadas de ello. Pero al mismo tiempo, todos
debemos tener claridad sobre el sentido del esfuerzo hecho por algunos, conven-
cidos como estábamos de ver aún un espacio antes de pasar a las armas.
Los historiadores siempre han juzgado los resultados de la guerra por los éxi-
tos de la paz que le sigue. ¿Qué paz vamos a construir ahora? ¿Cómo hacer para
que sea duradera y sólida?
El escenario internacional es más que elocuente para sembrar la desazón. Hoy
vemos el terrorismo como un actor internacional; miles de millones de personas
1
Este artículo fue publicado en el diario El País, de España, el 22 de abril de 2003. Es decir, un mes después
de la invasión a Irak, la cual Chile se negó a respaldar en el Consejo de Seguridad por los antecedentes
existentes a esa fecha.
176 Fernando Reyes Matta
U
na de nuestras mayores obligaciones como país, junto con impulsar la
cohesión interna y profundizar nuestra democracia, es entender el mundo
de hoy. En él tenemos que actuar y en él se juega nuestro futuro.
La tarea no es fácil. Vemos una creciente contradicción entre dos corrientes
en la situación mundial: la globalización y el multilateralismo. La primera se está
fortaleciendo, la última está disminuyendo. Por eso, estamos preocupados por el
debilitamiento de los esfuerzos multilaterales en relación con casi todos los aspectos
de la agenda global.
En este marco, se hacen nítidos tres conceptos cuyo sentido apunta a la esencia
de la reflexión en la cual se sustenta nuestra política exterior. Aunque no nuevos,
esos conceptos adquieren una dimensión distinta ante los desafíos internacionales
del siglo XXI.
1
Este artículo del Presidente Lagos se publicó originalmente en el diario La Tercera, a mediados de 2003.
Constituyó una síntesis muy pedagógica de lo que postulaba su política exterior. En especial quizo marcar
aquí cómo el mundo global requería de un orden multilateral y cuán importante era ello para un país como
Chile.
País pequeño con mapa grande 179
I.
Primero, en el mundo de hoy los países participan con todo lo que son, lo
que han acumulado, lo que pueden mostrar. La presencia de un país no se cons-
truye sólo a través de sus tratados. También está determinada por lo que es en lo
político, en lo económico, en lo social, en lo cultural. Si Chile busca colocar sus
productos en el mundo porque ya el 65% de nuestro crecimiento depende de ello,
esa presencia no se sustenta sólo en la calidad de éstos, sino también en la fuerza de
los valores que compartimos. En el tiempo de la globalidad la identidad se constru-
ye conjugando todas esas facetas.
Por eso, cuando firmamos tratados de libre comercio y abrimos nuevas opor-
tunidades a nuestros productos, también lo hacemos para crear más empleo, más
protección social, más gasto en educación, más salud, más viviendas. Estos son los
bienes públicos que debemos garantizar a todos y es eso lo que produce la cohesión
social. Con ellos vamos por el mundo, que también nos pide cuidar el medio am-
biente y usar las tecnologías adecuadas.
Es todo ese conjunto el cual otorga un sello de calidad a un país y por todo eso
se nos califica y se nos pone nota. ¿Por qué nos parece que hemos tenido un logro
cuando resolvemos Ralco? porque no es un hecho ligado solamente a nuestra vida
interna, sino también a cómo se mira a Chile desde fuera.
II.
III.
C
uando el20 y 21 de noviembre próximo se reúnan en Chile los líderes
del Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico, APEC, será la
primera vez que esta Cumbre tenga lugar en América del Sur.
Es decir, en tres meses más los conductores de esta nueva ebullición de de-
sarrollo que se ha instalado alrededor del Océano Pacífico estarán más cerca de
nosotros, de esta región sur del planeta. Vendrán para vernos, para hablarnos de
sus políticas, para definir oportunidades. La cita oficial será en Chile, pero sus
ojos estarán mirando la región y varios de ellos irán al encuentro de nuestros
vecinos.
A Chile llegarán los mandatarios de las principales economías del globo como
Canadá, China, Estados Unidos, Japón y Rusia. Se les unirá un grupo de fuertes
economías emergentes como Corea, Tailandia, Malasia, Australia, Nueva Zelan-
da y Vietnam. Desde América Latina estarán México y Perú, que junto a Chile
y otras naciones conforman una entidad de 21 economías, como oficialmente se
llama en APEC a sus miembros.
1
Este artículo fue publicado en el diario Clarín, de Buenos Aires, el 30 agosto, 2004; posteriormente en Folha
do Sao Paulo, en su versión portuguesa. Su propósito, transmitir a los países vecinos que la cita de APEC
en Chile era también una oportunidad y un hecho significativo para toda América del Sur.
182 Fernando Reyes Matta
Marchas paralelas
Hace diez años, en 1994, nos incorporamos como miembros plenos de ese
foro cuya meta es impulsar el libre comercio como la gran oportunidad para
crecer y llevar más bienestar a su gente. Es una agrupación singular, donde se
País pequeño con mapa grande 183
avanza por consenso, la cual reúne a más de 2.500 millones de personas y casi el
50% del comercio mundial. En sus primeros 10 años ha generado cerca del 70%
del crecimiento económico global, lo cual la convierte en la región más dinámica
económicamente en todo el planeta.
Pero fue también hace diez años que en la Cumbre de Ouro Preto, de diciem-
bre de 1994, se aprobó el Protocolo Adicional por el cual se estableció la estructu-
ra institucional del Mercosur y se le dotó de personalidad jurídica internacional.
A ello se sumó Chile en octubre de 1996 como país asociado para trabajar
con entusiasmo en cada una de sus instancias. Hay obstáculos en el camino, pero
bien sabemos por otras experiencias que las dificultades en los proyectos de inte-
gración se solucionan con realismo, con planes concretos y con más integración.
Es desde esta marcha paralela desde la cual emerge nuestro entusiasmo por
ser un puente entre una y otra realidad económica. Cuando Argentina y Brasil
ven exigidas al máximo sus capacidades productivas de soja para enviar a China
y otros mercados asiáticos, saben que los “corredores biocéanicos” y los puertos
adecuados y eficientes para cruzar el Pacífico son esenciales en sus estrategias de
crecimiento. Y ese es un ejemplo, como muchos otros, también en el sentido del
Pacífico hacia el Atlántico.
No es un dato menor que en la víspera de este gran encuentro en Chile los
presidentes de Brasil y Argentina hayan visitado —con pocas semanas de dife-
rencia— a las autoridades de China. Y allí hayan hablado en términos de largo
plazo y hayan coincidido, como nosotros también lo creemos, que es esencial
dar fuerza a la nueva ronda de negociaciones multilaterales de comercio por su
impacto en el desarrollo en todo el mundo, pero especialmente para países como
los nuestros.
Lo que ocurra este año en APEC será muy determinante para los planes de la
entidad también para el futuro del comercio mundial. Queremos que la Organi-
zación Mundial de Comercio (OMC) avance, queremos un comercio más libre
y justo en el mundo y ese será un tema ineludible en los debates de este año en
Chile. Y en esas deliberaciones, la presencia del G-20 se ha convertido en actor
determinante.
Como bien se ha dicho, los avances en la OMC han sido consecuencia del
predominio de lo multipolar como marco de las negociaciones. Y en la marcha
hacia el acuerdo que buscamos para el comercio mundial del siglo XXI, el diálogo
entre entidades regionales será esencial.
The New York Times, Marzo 11, 2006
SANTIAGO, Chile, marzo 10.- Ricardo Lagos Escobar logró llegar por muy
poco a la presidencia hace seis años, ganando por apenas un pelo ligeramente más
de la mitad del voto en un desempate electoral sumamente reñido.
Con todo, el sábado pasado dejó el cargo de Presidente de Chile con tres
cuartas partes de la población diciendo que aprueban su desempeño, con base en
recientes sondeos de opinión.
Como el primer socialista que gobierna Chile desde que el General Augusto
Pinochet derrocó al entonces Presidente Salvador Allende en 1973, Lagos asumió
el cargo bajo una enorme carga histórica.
Sin embargo, mediante la combinación de cautelosas políticas sobre la econo-
mía con avances en la igualdad social y los derechos humanos, él ha dado origen
a un nivel de respeto que se extiende a lo largo de diferentes clases y generaciones,
desde conservadores empresarios hasta los seguidores del rock que le dieron una
ovación cuando se anunció su presencia en un concierto de la banda U2 en Chile,
hace dos semanas.
País pequeño con mapa grande 185
trada en vigencia del acuerdo con Washington, en 2004, las exportaciones chi-
lenas a los Estados Unidos aumentaron casi el 80 por ciento y las exportaciones
norteamericanas a Chile subieron el 90 por ciento.
Políticamente, hubo algunos momentos difíciles en relaciones con los Esta-
dos Unidos, el más duro cuando Chile era miembro del Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas en 2003 y se opuso a la invasión de Irak impulsada por la
administración Bush.
Pero él ganó el reconocimiento de Washington al año siguiente al tomar,
junto con Brasil, el mando de una misión latinoamericana pacificadora en Haití,
ahorrando a la administración Bush el costo político y militar de una participa-
ción directa, mientras sus fuerzas tenían sus manos metidas en Irak.
“Hemos tenido una relación excepcional con el Presidente Lagos, —dijo la
Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, a reporteros latinoamericanos en Was-
hington el jueves, justo antes de salir para la inauguración del gobierno de la
Presidenta Bachelet —pienso que él ha sido no solamente un gran presidente
para Chile, sino también una persona sabia y fuerte para la democracia y para las
economías libres en toda la región”.
En un continente donde el Presidente Hugo Chávez de Venezuela logra cap-
tar la mayor atención, el Presidente Lagos ha sido valioso para los Estados Unidos
porque él “incorpora la otra izquierda, la izquierda exitosa, “ dijo Arturo Valen-
zuela, quién fue director de asuntos latinoamericanos en el Consejo Nacional de
Seguridad durante la administración de Clinton.