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Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
III
7
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
8
ÍNDICE
I Introducción ............................................................................................................................ 11
9
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
10
I. INTRODUCCIÓN
1
Esta introducción ha sido redactada a partir de los trabajos: “Fundamentos de la ciencia
Ética” de Dr. Doménech Mele (IESE, Barcelona, 1995) y “El cansancio de ser honrado (dis-
cernimiento cristiano sobre el oficio de empresario)” de F. Luis Carlos Bernal op (Montevi-
deo: ACDE, 1999), y “La difícil tarea de descubrir valores” Publicado por Roberto M. Estévez
en el libro “Comportamiento Humano y Valores”, Tucumán: Editorial UNSTA, noviembre
de 2004.
11
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
Es sabido que toda elección implica una renuncia (hay alternativas in-
compatibles). Decidir es sacrificar cosas valiosas para lograr otras aún más
valiosas. La decisión (racional) necesita de criterios, y en caso de conflicto,
hay que buscar algún criterio definitivo para juzgar qué es lo mejor. Hemos
de seguir el criterio que consideramos más apropiado, pero sabemos también
que nuestro juicio puede estar equivocado.
Es cierto que cada cual organiza su vida de acuerdo a “sus” valores. De
acuerdo a aquello que le vale la pena, que esos son los valores, dicho en len-
guaje coloquial. Nos son valiosos aunque nos sea, a veces, penoso mantenerlos.
Una vida que pretenda ser humana sin valores, carente de realidades
que valgan la pena, es una aventura difícil, es un querer vivir y no poder. Es
una “vida asfixiada”. Los valores ejercen el servicio de dar sentido a la vida
personal. Sin ellos, la vida sin sentido, está cruda, desabrida y estéril. Vivir ya
no es entonces la dichosa posibilidad de hacerse a sí mismo guiado de un
proyecto personal, elaborado con creatividad y esfuerzo. Vivir se ha converti-
do en frustración y pesadumbre. Por eso, descubrir valores es una tarea per-
sonal irrenunciable.
Pero los valores no se compran ni se venden, no se enseñan ni se apren-
den, sino que se descubren. El valor es aquello que remedia y satisface nues-
tras necesidades y cuida nuestra vida menesterosa y frágil. La relación diná-
mica entre necesidad y valor es semejante a la existente entre pregunta y res-
puesta, entre la sed y el agua, el hambre y el pan.
No se puede hacer la vida sin respuestas, sin agua y sin pan. Por lo cual,
lo humano es que cada uno determine su propia escala de valores para ac-
tuar. Sin embargo, también es humano que esa escala pueda ser incorrecta:
alimento o bebida no adecuada a nuestra necesidad.
Curiosamente, éste es un “ocultamiento que se oculta” en el problema
que nos ocupa. No se percibe con claridad la doble y no contradictoria verdad
que esconde la elección alemana de 1933, el nazismo de Heidegger, el estali-
nismo de Sartre, o el apoyo de Michael Foucault a la revolución del Ayatolah
Khomeini: somos libres para decidir qué vamos a hacer, pero como indivi-
duos y como culturas, no somos libres para hacer bueno lo que elijamos.
La Edad Moderna se inició con la inversión de la importancia relativa
de la voluntad y la inteligencia. La inteligencia, el conocimiento, pasó a ser lo
imperfecto en el hombre. La voluntad se considera espontánea e indepen-
diente de la inteligencia; por tanto, funciona como una fuerza arbitraria.
Si la voluntad se mueve de suyo sin esperar a la razón, lo hegemónico
es la voluntad y la inteligencia es pasiva: la inteligencia refleja como un espe-
jo el mundo, pero no es lo activo en el hombre. Por consiguiente, lo pensado
12
Introducción
como reflejo del mundo es la posibilidad del mundo, no su realidad2 , por ello
dedicaremos un apartado particular a la utopía.
La voluntad puesta como lo primero en el hombre es productiva más
allá del sujeto humano. El voluntarismo confunde el querer con el ser, disuel-
ve el ser en el querer ser y nos deja valores sin referencia necesaria a la ver-
dad, y por tanto, sin orden ni jerarquía de bien.
En tal sentido, es interesante la apreciación de Arnold Toynbee en El
Mundo y el Occidente, donde sostiene que:
Cuando un rayo de cultura, en su recorrido, es difractado en
sus bandas componentes: tecnología, religión, política, arte, esto a
causa de la resistencia de un organismo social extranjero sobre el
que choca, su ‘banda tecnológica’ es capaz de penetrar más de
prisa y más profundamente que su banda religiosa. Y esta ley se
puede formular en términos más generales. Podemos decir que el
poder de penetración de una banda de radiación cultural, por lo general
está en razón inversa al valor cultural de esta banda. Una banda trivial
ofrece menos resistencia en el organismo social asaltado que la
que levanta una banda crucial, porque la banda trivial no amena-
za causar tan violenta o tan dolorosa perturbación en el modo de
vida tradicional del organismo asaltado.
Eso ha sucedido con la valoración de la tecnología y del consumo. La
ola que los arrastra viene acompañada por desastrosas repercusiones
tipificadas por la idea popular de los desastres ecológicos, la polución y el
riesgo de la guerra. Todo el planeta, de algún modo, está involucrado en la
crisis de civilización euro americana (que se está extendiendo por todo el mun-
do hasta hacerlo uno solo y partícipe -por primera vez en la historia- de una
sola historia común a todos los hombres). Europa no es un continente
netamente determinado en términos geográficos, sino más bien es un concep-
to cultural e histórico, que continúa extendiéndose por el mundo.
Consideramos valioso intentar discernir y ordenar algunas notas de la
cosmovisión actual porque, como sostiene Toynbee:
2
En este tema seguimos la exposición “Antropología” realizada por el Profesor Leonardo Polo
en un seminario para el PAD de la Universidad de Piura, el libro «La Existencia Cosificada»
de Ibáñez Langlois, Pamplona: EUNSA, Pamplona, y el ensayo de Roberto Estévez, «El Hom-
bre que hay en los Hombres», UNSTA, Tucumán, 1983, en «Comportamiento Humano y
valores», Editorial UNSTA, 2ª, 2005.
13
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
14
II. LA CONCIENCIA DE LA CRISIS
Hay épocas en las que una generación íntegra queda así atrapada
entre dos eras, dos formas de vida, y en consecuencia, pierde toda
facultad de entenderse a sí misma y no tiene ninguna pauta, nin-
guna seguridad, ningún simple ascenso.
Herman Hesse, El lobo estepario.
3
Michael Maffesoli, “Estamos ante el retorno de las tribus”, La Nación, Buenos Aires, 31 de
agosto de 2005, p. 10.
15
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
La Edad Media,
(... ) no fue el período de oscurantismo que muchos pretenden.
El medioevo fue el momento de las catedrales, la universidad, las
corporaciones. Aún no existían las grandes instituciones que son
los Estados-nación. Únicamente existía el Santo Imperio Romano,
que sólo eran pequeñas baronías, enfrentadas unas con otras. Tri-
bus en el fondo. Y, sin embargo, había una auténtica unidad euro-
pea, sin el molde de los Estados-nación. El ajuste entre todas esas
pequeñas entidades produjo la organización posterior.4
«En el siglo XIII, cuando el mundo europeo, casi de la noche a
la mañana, hizo de la nueva ciudad su centro, se produjo una de
estas transformaciones con el surgimiento de los gremios como
nuevos grupos sociales dominantes, con el renacer del comercio
entre grandes distancias, con el Gótico, esa nueva arquitectura
eminentemente urbana, es más, casi exclusivamente burguesa, con
la nueva p8intura creada en Siena; con la vueltaa Aristóteles como
fuente primigenia de sabiduría; con las universidades urbanas
sustituyendo, como centros de cultura, a los monasterios en su
aislamiento rural, con las nuevas órdenes urbanas, los dominicos
y los franciscanos, surgiendo como portadores de religión, saber
y espiritualidad y, al cabo de unas pocas décadas, con el paso del
latín a las lenguas vernáculas y con la creación por parte del Dante,
de la literatura europea»5.
Todos se concebían parte de una unidad espiritual a la cual se llamaba
“Cristiandad”; la discusión política de occidente era si primaba el Emperador o
el Pontífice, como resabio romano donde el Emperador era Pontífice Máximo. El
Renacimiento nos habla de que eso ya no es atractivo, las entidades políticas se
perciben como desunidas pero no vuelven a estructurar un imperio continental,
sino que se reagrupan como los estudiantes en las Universidades, por natio, se-
gún donde habían nacido: naciones. Finalmente el imperio se revela definitiva-
mente incapaz de resolver los problemas de la ruptura religiosa y desaparece,
aun como ideal.
La Revolución Industrial es de algún modo parte del Renacimiento; libe-
ró fuerzas materiales, como epifenómeno de una autonomía espiritual anterior.
Esto produjo en algunos estados un progreso material, externo, basado en los
conocimientos de las ciencias naturales, en los inventos de la técnica y en la
4
Michael Maffesoli, Ibídem.
5
Peter Drücker, «La sociedad pors capitalista» (1992), Ed. Sudamericana, Bs. As., 1999, p. 9.
16
La conciencia de la crisis
17
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
6
En su obra “El hombre en la actualidad” (“Der mensch in der Gegenwart”, München-Basel,
1955) trad., José Pérez Riesco, Madrid: Ed. Gredos, 2ª, 1979, pp. 10-11.
18
La conciencia de la crisis
masas (1926). En el mismo año que vieron luz los Cuadernos de la Cárcel de
Gransci y Simone Weil escribía sobre La gravedad y la Gracia y sus Reflexiones
sobre la causa de la libertad (1934).
Aushwitz fue el ocaso de un mundo, de una cultura, de una civiliza-
ción, un proceso de desintegración en el que todo debió ser otra vez objeto de
problema. Como lo sostiene Steiner7 , las dos guerras mundiales fueron gue-
rras civiles de la cultura europea. Arrastraron a todo el planeta, fueron gue-
rras continentales interrumpidas por un armisticio desgraciado. Fue Europa
la que desgarró a Europa. El holocausto, el fascismo, el estalinismo incluso,
tienen raíces muy profundas en la civilización europea. Tras la matanza glo-
bal de setenta millones de personas, de Madrid a Odessa, de Oslo a Palermo,
Europa queda cansada del mundo. “Es un absurdo que, sin embargo, puede
tener un significado psicológico muy grave, como si hubiera un exceso de
Historia. Los fantasmas son una carga terriblemente pesada”.
Sartre, Beauvoir, y Camus representan una Ética de la Rebelión, y tanto
Horkheimer como Adorno, la dialéctica de la Ilustración y el eclipse de la
razón. En 1946, casi al mismo tiempo en que Horkheimer y Adorno daban a la
luz la Dialéctica de la ilustración, J.P. Sartre escribe una obra que iba a ser con-
siderada como el manifiesto de la filosofía moral del siglo XX. Su título es
ya una afirmación: L´existencialisme est un humanisme. A esas alturas de su
vida (1905-1980) Sartre había publicado ya varias de sus obras más conocidas:
literarias (La náusea, 1938; El muro, 1939; Las moscas, 1943; A puerta cerrada,
1945, la primera parte de Los caminos de la libertad, 1945) y filosóficas (El ser y la
nada. Ensayo de ontología fenomenológica, 1943), y había fundado la revista que
le dio fama: Les temps modernes.
En La Náusea, J.P. Sartre había afirmado que los humanistas se equivoca-
ban y se había burlado también de cierto tipo de humanismo. Ahora, en El
existencialismo es un humanismo, Sartre distingue: hay un humanismo entendido
como teoría abstracta que toma al hombre como fin y como valor superior. Es
un humanismo cerrado sobre sí mismo y que, en el siglo XX, acaba conducien-
do al fascismo. Pero hay otro sentido de “humanismo”: el hombre está constan-
temente fuera de sí mismo, eso es lo que hace existir al hombre. El humanismo
existencialista postula el vínculo de la trascendencia, como constitutiva del hom-
bre (una trascendencia sin trascendente) y de la subjetividad humana.
Hay un punto que Sartre compartía con algunos de los autores que nos
han ocupado hasta ahora (en particular con Simone Weil, con Gramsci, y con
7
Steiner “El cansancio de la vieja Europa” en el suplemento cultural de La Nación, Buenos
Aires, 20 de junio de 2004, p. 2 y 27 de junio de 2004, p. 3.
19
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
20
La conciencia de la crisis
Michael Maffesoli8 habla más bien de saturación de los valores que mar-
caron los siglos XVII, XVIII, XIX, hasta los años 50 o 60 del siglo XX, con los
que Europa “contaminó al resto del mundo”, desconfianza del futuro, del
progreso, y de la razón; acentuación del presente, de lo ecológico, del senti-
miento y de la emoción.
La expresión “posmodernidad”, que ha ganado la calle para sintetizar
la etapa final de este desarrollo, expresa en sí misma un después de algo que
no ha desaparecido del todo, pero también borra de un plumazo una supues-
ta Edad (contemporánea) sobre cuya existencia nos habían hablado y escrito
durante casi doscientos años. No ha cambiado el hombre en tanto hombre,
sino en tanto el hombre es también la visión que el hombre tiene de sí mismo
y de la totalidad de los objetos con los que se relaciona (naturaleza y cultura).
«Nuestro tiempo, es otra vez un períodod de transforma-
ción; pero esta vez no se limita a la sociedad y a la historia occi-
dentales. Es más, uno de los cambios fundamentales es que ya no
existe una historia «occidental» o, de hecho, una civilizción mun-
dial, aunque ambas estén «occidentalizadas».
...Todavía estamos claramente en medio de esta transfor-
mación; si nos dejamos guiar por la histoira, no se completará
hasta el 2010 o el 2020, pero el paisaj político, económico, social y
moral del mundo ha cambiado ya.»9
La línea divisoria histórica se ha desvanecido ante la amplitud y grave-
dad de los atentados contra la vida, que siguen marcando la historia de la
humanidad. Hay amenazas que proceden de la naturaleza misma y que se
agravan por la desidia culpable y la negligencia de los hombres que, no pocas
veces, podrían remediarlas. Otras, sin embargo, son fruto de situaciones de
violencia, odio, intereses contrapuestos, que inducen a los hombres a agredir-
se entre sí con homicidios, guerras, matanzas y genocidios.
¿Cómo no pensar también en la violencia contra la vida de millones de
seres humanos, especialmente niños, forzados a la miseria, a la desnutrición y
al hambre, a causa de una inicua distribución de las riquezas entre los pue-
blos y las clases sociales? ¿O en la violencia derivada, incluso antes que de las
guerras, de un comercio escandaloso de armas, que favorece la espiral de tan-
tos conflictos armados que ensangrientan el mundo? ¿O en la siembra de
muerte que se realiza con el temerario desajuste de los equilibrios ecológicos,
8
“Estamos en la era de los nómades y las tribus”, La Nación, 31 de agosto de 2005, Buenos
Aires, pp. 1 y 10.
9
Peter Drücker, «La sociedad pos capitalista» (1992), Ed. Sudamericana, Bs. As. 1999, p. 11.
21
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
10
Ver Anexo al final del capítulo página 53.
22
La conciencia de la crisis
gando a perjudicar y alterar, a nivel mundial, las relaciones entre los pueblos
y los Estados11 .
1. LA CRISIS GLOBAL
11
Evangelium Vitae, Carta Encíclica del Sumo Pontífice Juan Pablo II sobre el valor y el carácter
inviolable de la vida humana. 25 de mayo de 1995.
12
En definitiva, luego de la Segunda Guerra Mundial un haz de una nueva cultura impactó
sobre las llamadas culturas nacionales y (siguiendo una analogía con la física) “se difractó”
en sus elementos componentes, siendo el tecnológico el más trivial y por ello el de más fácil
penetración. Los siguientes fueron las modas, sin advertir que las modas constituyen verda-
deros modos de ser y por tanto arrastran modos de sentir y valorar, en tanto que una visión
de las cosas desde la perspectiva del bien.
13
Cuando Adam Smith busca la clave de “La riqueza de las naciones”, explica que la abundancia
creciente nace de la competencia en un mercado libre. La especialización permite vender cada
día más y mejores bienes, que luego intercambia con otros vendedores igualmente creativos.
Cada día hay, por consiguiente más y mejores bienes para intercambiar y cuanto más amplias
sean las dimensiones del mercado libre, mayor será la riqueza económicamente considerada
de las naciones que participan en él, pero no necesariamente su desarrollo.
14
Llegamos ahora a un período de ruptura desde la continuidad. Es la “sensibilidad
postmoderna”, con su desencanto de la razón, desconfianza de la verdad y de los fines. Para
entender esta sustitución de la post modernidad hay tres palabras emblemáticas: Auschwitz
- Iroshima - Vietnam. En una síntesis apretada, ellas representan el desencanto de la razón,
la desconfianza de la verdad y de los fines.
23
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
25
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
15
Beatriz Muñoz Seca, “Ética, gestión de operaciones empresariales y globalización: Prácticas
actuales en las operaciones de gestión: Aspectos económicos, sociales y éticos”, X Coloquio
Internacional de Ética Empresarial y Económica, IESE, Barcelona, 9 y 10 de noviembre de
2000.
16
“Nacemos indefensos. Tan pronto como llegamos a ser plenamente conscientes descubri-
mos la soledad. Necesitamos de los demás, física, emocional e intelectualmente; los necesi-
tamos si hemos de ser capaces de conocer lo que sea, aún a nosotros mismos.” C. S. Lewis,
Los cuatro amores, Buenos Aires: Editorial Universitaria, 1988, 10.
26
La conciencia de la crisis
17
Peter Drücker, «La sociedad poscapitalista» (1992), Ed. Sudamericana, Bs. As., 1999, p. 12.
18
José Ortega y Gasset, Los terrores del año mil, crítica de una leyenda, Madrid: tipografía de El
Liberal, 1909.
27
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
19
En 1996 escribió un libro, traducido al año siguiente al castellano, donde desarrolla estas
tesis: El choque de las civilizaciones, Buenos Aires: Paidós.
28
La conciencia de la crisis
29
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
30
La conciencia de la crisis
20
En el Capítulo General Electivo de la Orden de Predicadores en Providence, 2001, se crea-
ron dos comisiones para explorar los retos a que se enfrenta la misión de la Orden Domini-
cana en el mundo contemporáneo. Ambas comisiones, una de habla inglesa y la otra de
habla francesa han estado constituidas por miembros representantes de todas las latitudes
del mundo, con experiencia en los más diferentes contextos religiosos, razón por la cual
aprovechamos sus conclusiones en este punto.
21
Tratado que consagró la unidad religiosa de los pueblos (en el interior de un territorio
«nacional»)según sea la religión de su rey.
31
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
visiones entre los pueblos y puede llevar al odio y a la violencia. Más aún, en
nombre de esta ideología algunos “se toman el derecho de imponer sobre
otros sus concepción propia de lo verdadero y de lo bueno”.
Pero éste no es sólo un fenómeno islámico, como respuesta a la erosión
de la fe, algunos cristianos (incluyendo católicos22 ) adoptan actitudes que eli-
minan el espacio para la discusión y buscan seguridad bajo la protección de
una parte de su tradición teológica. Esta actitud se aproxima a formas de
fundamentalismo religioso.
En líneas generales puede observarse un proceso compensatorio fun-
dado en la propia naturaleza del hombre. El primer momento de seculariza-
ción de la “modernización” ha sido sucedido por una alborada religiosa en
toda la “Aldea Global”. Pero se trata de un proceso que es ambiguo, en todas
las religiones, generando paralelamente movimientos de diálogo y coopera-
ción, con movimientos “integristas”, “fundamentalistas”, combativos y aún
combatientes.
En la década del setenta, un fenómeno erróneamente calificado como
un resurgimiento de los nacionalismos comienza a producir crisis de estabili-
dad política y económica con el surgimiento de polos de poder cuya única
razón de unidad era la defensa de un interés propio, no alineado al conflicto
ideológico de la guerra fría. Pero treinta años después se descubre que la in-
terpretación “nacionalista” de este fenómeno no era válida, estaba centrada
en la experiencia europea.
En la realidad se estaban disolviendo las lealtades nacionales, en un
proceso de “mundialización”, no contradictorio con la reafirmación de las
identidades culturales. Nuestro espacio geográfico es hoy una “Aldea Glo-
bal” con guetos transversales a los territorios nacionales, crecientes en núme-
ro y diferenciación.
Las administraciones estatales han perdido en buena medida la capaci-
dad de controlar la corriente de dinero que entra y sale de su país y cada vez
tienen mayor dificultad en controlar los movimientos de ideas, tecnología,
bienes, armas y personas. Huntington sostiene en su libro (1996) que “media
docena de jóvenes podrían perfectamente vestir vaqueros, beber Coca-Cola,
escuchar rap y, entre inclinación e inclinación hacia La Meca, montar una
bomba para hacer estallar un avión estadounidense de pasajeros”.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 (y todo lo que ha seguido
después), no tienen justificación posible, los autores e instigadores han come-
22
Hay que recordar cuando S.S. Pablo VI explicaba que evangelizar no era “latinizar”.
32
La conciencia de la crisis
tido una gran injusticia. Han destruido vidas y sueños individuales, han es-
pantado a la gente inocente de todas las culturas, pero aunque tengan conse-
cuencias en la economía mundial, no han modificado sustancialmente el pro-
ceso de globalización que se venía viviendo.
Las personas han abierto los ojos sobre la ilusión del fin de la historia
(que se había extendido en el período 1989 – 1992, desde la caída del muro de
Berlín hasta la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). No
se ha producido la posibilidad propuesta por Fukuyama del final “de la histo-
ria como tal: esto es, el punto final de la evolución ideológica del género huma-
no y la universalización de la democracia liberal occidental como forma de go-
bierno definitiva”, en cambio, han continuado reapareciendo las diferencias
La utopía del fin de la historia fue útil por cuanto permitió que las per-
sonas vieran como posible lo imposible y se impulsaran procesos de paz so-
bre conflictos centenarios, pero contenía el engreimiento provinciano que sos-
tiene que la “civilización euro americana” era entonces la civilización única
del mundo.
Esto consolidó la expansión económica de Europa y Estados Unidos
que se estaba produciendo con la “Nueva Economía” como representativa de
los cambios producidos por las “fuerzas profundas” de la postmodernidad y
globalización cultural.
Sin embargo, ocultó la realidad de otras fuerzas igualmente profundas
desde el punto de vista cultural que la prolongada bipolaridad de la guerra
fría venía reprimiendo. La racionalidad de las ideologías fue la última fuerza
represora de procesos emocionales de “enraizamiento” cultural profundo.
Luego del tratado de Westfalia de 1648 que los consagrara, los estados
de perfiles perfectamente definidos desde el punto de vista de la soberanía
política se fueron debilitando, dando lugar a un orden internacional variado
y complejo, con niveles de autoridad diferentes y jerárquicos (de jerarquía
basada en criterios no homogéneos) que sólo reconoce semejanza con el co-
mienzo del período medieval.
Aunque los gobernantes europeos hayan aprobado un proyecto de Cons-
titución continental (rechazado por los pueblos) en cuyo preámbulo no se
mencionan las raíces cristianas de Europa, la civilización que prosperó a ori-
llas del atlántico Norte sigue siendo reconocida por sus orígenes cristianos y
no tiene fuera de esa identidad recursos para dialogar con otra civilización
demográficamente en expansión. La separación entre religión y política es
solamente poscristiana.
Por otra parte, a diferencia del fin de la Edad Media, donde Europa era
modernista en tanto que América se transformaba en Medieval, el proceso cul-
tural actual se reproduce contemporáneamente en la geografía global, siendo
33
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
penetradas todas las culturas por las que durante la Guerra Fría se llamaron
“tecnologías de libertad”, la expansión de los medios de comunicación sociales.
Sin embargo, esta civilización que compite con otras por su identidad y a
la par las penetra de su identidad, no está anclada en sí misma, sufriendo una
negación de sus raíces y un extrañamiento de sus obligaciones comparable a la
Roma imperial. En un artículo reciente23 Mario Vargas Llosa defiende, desde
Londres, la incorporación de Turquía a la Unión Europea en nombre de los
“ideales posmodernos” y la utilidad de tal acto para trasmitir estos ideales a los
estados islámicos más refractarios, sin darse cuenta de que reproduce el razo-
namiento por el cual un patricio romano, en la etapa decadente, prefería incor-
porar tropas auxiliares bárbaras para su defensa 24 , antes que a sus hijos, en las
Marcas del imperio: “La omisión de la influencia cristiana en la Constitución de
la unión Europea, por otro lado, va a facilitar la incorporación de ésta a Tur-
quía… No es necesario destacar la importancia que tendría para el mundo
islámico, y, muy especialmente, para el conformado por los países árabes, el
ejemplo de una Turquía capaz de conciliar sin traumas la fe en el Corán y la
cultura democrática, es decir, de un país musulmán que haya conseguido, como
la Europa cristiana, seguir aquel proceso de secularización que hace posible el
arraigo de la libertad en un país”.
El Padre Jacques Jomier, dominico dedicado al estudio y diálogo con el
Islam, sostiene que la visión de lo cristiano en el Islam supone tres principios
básicos:
• La única fuente verdadera que permite conocer el cristianismo es el Corán.
• Jesús se inserta en la historia religiosa del mundo tal como la describe el
Corán. Es decir, que no aporta en el plano propiamente dogmático nada
más que lo que habían aportado los profetas anteriores y nada más que lo
que aportaría más tarde Mahoma.
• Jesús es un profeta y por tanto es pura criatura, enviado por Dios a explicar
los principios del monoteísmo estricto y anunciar la venida de Mahoma.
Finalmente, como Dios ha prometido la victoria a los creyentes, está
obligado a hacer triunfar a sus enviados, como lo hizo con Noé, con Lot y con
Moisés, exterminando a sus enemigos. En consecuencia, como también pue-
de leerse en evangelios gnósticos, Jesús escapó de la crucifixión. Dios lo salvó
23
Mario Vargas Llosa, “Europa laica y creyente”, La Nación, Buenos Aires, 17 de julio de 2004,
p. 25.
24
El hombre vio cómo todo lo que creía de bueno y valioso se desmoronaba ante sus ojos por
la violencia de aquellos cuyo nombre ni conocía. Como su extraño lenguaje le sonaba a
balbuceos: “bar-bar”, los llamó Bárbaros.
34
La conciencia de la crisis
35
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
25
Conforme Tomás de Aquino, Suma de Teología, II-II, q. 64, a. 2, ad 3.
26
Jesús María Alemany, “Mecanismos de justificación de la violencia y cultura de la paz”.
Revista de Fomento Social 219 (2000), p. 422.
36
La conciencia de la crisis
¿En nombre de qué podemos afirmar que tal acto humano es bueno o
malo, tal conducta justa o injusta, tal comportamiento correcto o no? 27 ¿Sobre
qué, a fin de cuentas, se apoyan los valores y los principios éticos?
Una primera actitud nos invita a partir desde la “desilusión del mundo”,
que ve como definitivo el desmoronamiento de los pilares tradicionales de Dios
y la metafísica. Tal postura prefiere dejar abierta, es decir, sin respuesta, la pre-
gunta sobre los fundamentos, y favorecer nuevos consensos éticos. ¿En nombre
de qué? Para intentar responder a esta pregunta las generaciones que nos pre-
cedieron se apoyaron sobre dos fundamentos. El primero era religioso: Dios
manifestaba su voluntad en su ley (respuesta dada por las grandes religiones
monoteístas). El segundo era metafísico: los griegos (Aristóteles, los estoicos)
evocaban la naturaleza humana, con lo que ella suponía de consonancia armó-
nica entre el cosmos y la conciencia personal. Kant elegiría otra perspectiva,
también metafísica: fundó su ética sobre el bien, buscado en cuanto él mismo
(“Hacer el bien porque es el bien”) y percibido como un imperativo categórico.
Ahora bien, estos dos pilares se derrumbaron. La religión ya no repre-
senta una referencia común a las sociedades occidentales, a diferencia de cier-
tas sociedades islámicas. En cuanto a la metafísica, se ha desmoronado a par-
tir de la crisis de la razón ética, en el siglo XVII; y degeneró en tantas convic-
ciones como conciencias individuales hay.
La modernidad designa un modelo (en el sentido americano de pattern)
de sociedad que entra en vigor para extenderse como una “supercultura” que
recubre, eclipsa o vacía, las diversas culturas del planeta.
El modelo de la modernidad presenta cuatro principales características:
en primer lugar, una evolución perceptible, desde finales de la Edad Media e
influenciada por el nominalismo, del sujeto personal, que se afirma como la
realidad del primer mundo.
El mundo moderno se encuentra (...), cada vez más, copado
por la referencia al sujeto que es libertad, es decir, que sostiene
como principio del bien el control que el individuo ejerce sobre
25
Se pregunta Jean-Louis Bruguès OP, en su ensayo “La ética en un mundo desilusionado”
(publicado en la revista Humanitas Nº 1, de la Universidad Católica de Chile, 1996), que
seguimos en el planteo general de la primera parte de este punto.
37
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
28
Alain Touraine, Critique de la modernité, París: Fayard, 1992, 242.
29
D. Folscheid. Une éthique pour notre temps?, en Ethique: la vie en question, Nº 9, 1993/3.
38
La conciencia de la crisis
30
Paul Ricoeur, al presentar a la prensa su obra Lectures (París: Seuil, 1991-1994), en La Croix,
17-18 de noviembre de 1991.
31
Oaul Hazard, La Pensée europèenne au XVIIé, siécle de Montesquieu à Lessing. París: Bolvin et
Cie, 1946, T. I, pp. 61-64.
32
Friedrich Nietzche, Le Gal Savoir: Fragments posthumes (1981-1982), París: Gallimard, 1967,
pp. 343; 225.
39
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
40
La conciencia de la crisis
33
El País, Madrid, 22 de marzo de 2006, p. 10.
34
Ídem, p. 30.
35
Mario Vargas Llosa, «La señal de la cruz», La Nación, Bs. As., 6 de septiembre de 1995,
felicita a los jueces del Tribunal Constitucional de Alemania por haber fallado el retiro de la
totalidad de los crucifijos de las escuelas de Baviera ante el pedido de un padre cuyo hijo se
había sentido impresionado el primer día de clases por la presencia de un crucifijo en su
aula.
36
Gilles Lipovetski, L’ére du vide: Essais sur l’individualisme contemporain, París: Gallimard, 1983, p.
13.
41
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
mo” 37 . Por otra parte, crece la nostalgia por algunos valores morales, tales
como la responsabilidad, la honestidad, la tolerancia, los derechos del hom-
bre y la participación democrática en los actos públicos. Nuestra cultura ha
comenzado a preguntarse cómo dar a estos valores una base que les garantice
la credibilidad, la estabilidad, la permanencia.
En el orden individual, la síntesis operante es la distinción de Max Weber
entre dos enfoques éticos: la “ética de la convicción” y la “ética de la respon-
sabilidad”. La primera, como su nombre lo indica, hace referencia a las con-
vicciones personales del sujeto, y se articula en torno al tradicional binomio
bien/mal. Por ejemplo, yo puedo decir que tal acto es bueno para mí porque
lo juzgo fiel a mis convicciones, heredadas del medio social o forjadas en las
peripecias de la existencia individual. El segundo enfoque ético weberiano
hace referencia a la “ética de la responsabilidad”, cuyo campo es, ante todo, la
moral comunitaria. Esta ética señala las aplicaciones, para el grupo, de las
decisiones que pueda tomar un sujeto al ejercer sus responsabilidades. Así
puede suceder, como pasa a menudo, que el sujeto se encuentre ante un dile-
ma entre sus convicciones personales y sus responsabilidades sociales. 38
La historia reciente abunda en ejemplos famosos. En 1974, el Presidente
de República francesa explicaba que sus convicciones personales le hacían
ver el aborto como intolerable, pero que sus responsabilidades políticas le
imponían intentar circunscribir el mal social que representaba el aborto clan-
destino, por lo que promulga entonces la ley de despenalización de su ministra
de salud, Mme. Simone Weil, después de su aprobación por el Parlamento.
Colocado en las mismas circunstancias, quince años más tarde, en marzo de
1990, Balduino, rey belga, abdicó, a fin de no verse obligado a firmar la ley de
despenalización del aborto. El rey no creyó en la separación entre conviccio-
nes y responsabilidad, ni en su oposición dialéctica. Decidió con prudencia,
de acuerdo a sus principios y circunstancias, y acertó en una orientación fun-
damental al bien.
El supuesto imperante es que en una sociedad culturalmente abigarra-
da, donde se entrecruzan diferentes creencias a veces opuestas, los funda-
mentos religiosos y metafísicos ya no podrán ser más objeto de consenso so-
cial. Como escribe M. Horkheimer: “La razón humana ya no puede pronun-
ciarse sobre los fines”. ¿Cómo definir al hombre si su razón “atraviesa por un
eclipse”? Jürgen Habermas, ve en el lenguaje su característica más esencial: el
37
Ídem, Le Crépuscule du devoir: L’éthique indolore des nouveaux temps démocratiques, París:
Gallimard, 1992, p. 51.
38
Max Weber, Savant et le politique, París: Plon, 1959, 181 y ss. Y Economie et societé, París:
Plon,1971, T. I. pp. 585 y ss.
42
La conciencia de la crisis
39
Jürgen Habermas, Morae et communication: Conscience morale et activité communicationelle, Pa-
rís: Cerf, 1986, 114; 87.
40
John Rawls, Théorie de la justice, París: Seuil, 1987.
43
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
41
En La Croix, 26-27 de enero de 1992.
45
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
46
La conciencia de la crisis
Como es fácil prever, a esta crisis de las creencias y crisis del “átomo
humano” se agrega la crisis del poder; no es que escasee, al contrario, nunca
ha existido en tal dimensión; pero también es cierto que nunca antes ha esta-
do menos preparado el hombre para vérsela con él.
El reemplazo de una ética y una ascética del poder y su uso, por la esté-
tica del poder, es tal vez el peligro más grande en medio del cual vive la
humanidad. Es la nueva doctrina militar, su nueva logística y su nuevo arma-
mento, pero también la tremenda posibilidad de penetrar en el “átomo hu-
mano” irrumpiendo en lo más íntimo de su ser. La experiencia de haber torci-
do hombres en contra de su voluntad, variando fundamentalmente los cáno-
nes con que mide el bien y el mal y destruyendo el punto de apoyo que tiene
en sí mismo como persona.
Actualmente, el triple horizonte de las ciencias está constituido, en pri-
mer lugar, por la teoría del Todo, del principio del tiempo y del universo de
47
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
42
Steiner “El cansancio de la vieja Europa”, en el suplemento cultural de La Nación, Buenos
Aires, 20 de junio de 2004, p. 2, y 27 de junio de 2004, p. 3.
43
En tal sentido se pronuncia Mario Bunge, en Ser, saber, hacer, Buenos Aires: Paidos, 2003.
48
La conciencia de la crisis
49
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
Civilización tecnológica
la técnica es el valor
superior coordinador
Subsistema Subsistema
técnico Gobierno tecnocrático técnico
Estado totalitario
Cultura antagónica
de masas
Consumo Explotación
Hombre unidimensional
reducido a individuo
por el consumo de sus
propias dimensiones
51
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
52
ANEXO
10
El jurista, Karl Binding, y el psiquiatra, Alfred Hoche, escribieron un informe conjunto,
cuya primera edición data de 1920; la segunda, de 1922. El Dr. Binding, nacido en 1841 en
Francfort-an-Main, era un eminente profesor de derecho. La obra que dejó al morir en 1920
suscita todavía hoy un gran interés. El coautor, Alfred Hoche, nacido en 1865 en Wildenhain,
era profesor de Psiquiatría. Se dedicó a escribir al final de su vida y se suicidó en 1943. El
informe es consecuente con el clima intelectual de Alemania, donde se desarrollan, a partir
de la segunda mitad del siglo XIX, diferentes movimientos científicos que contribuyen al
surgimiento del nacionalsocialismo. Uno de los principales orígenes de estos movimientos
se encuentra en el positivismo, interpretando la teoría de la evolución expuesta en la obra
de Charles Darwin. Aplicada por Darwin a los seres vivos, la idea de la evolución es poco a
poco aplicada también a la sociedad. Ésta es comparada a un organismo, del cual el hombre
es reducido a ser sólo un miembro. En este contexto nace la idea según la cual el hombre
tiene una responsabilidad personal en la evolución. Toda acción que se oponga al principio
de la lucha por la vida y de la selección de los más aptos conduce inevitablemente a la
degeneración de la especie humana y, en consecuencia, a la de la cultura alemana. Para
luchar contra esta degeneración, y prevenirla, los “higienistas” de la raza alemana propo-
nían medidas destinadas al mejoramiento del patrimonio hereditario. Rápidamente, sus
proposiciones fueron transformadas en reivindicaciones eugénicas y raciales. En principio,
solamente aquellos que eran juzgados aptos tenían el derecho de reproducirse. Influenciados
por la «ciencia» de la raza, con su postulado sobre la superioridad de la raza nórdica, estos
“higienistas” o eugénicos limitaban su misión a la conservación del pueblo alemán. La exi-
gencia de Binding y Hoche es liberalizar la destrucción de una vida indigna de ser vivida.
Ellos también se otorgaban el derecho de juzgar el valor de un ser humano y de relativizar
su dignidad. Según el jurista Binding, el hombre es el soberano de su vida. De donde pro-
viene la legitimación moral y jurídica del suicidio, lo que, según Binding, conduce lógica-
mente a la liberalización de la eutanasia. Esta liberalización, debe, en primer lugar, aplicar-
se a la “eutanasia pura”, que reemplaza simplemente la causa de la muerte por otra; luego,
a la eutanasia de los enfermos incurables que piden con insistencia ser librados de sus sufri-
mientos, y finalmente, a la eutanasia de los deficientes mentales. La decisión de proceder a
la destrucción, tomada por un Comité de Liberalización, se funda en un deber legal de
compasión. La eventualidad de una decisión tomada por error, casi no preocupa a los auto-
res. Hay tanta gente que muere por error que una persona más o menos no pesa en el
balance. El psiquiatra Hoche, por su parte, desarrolla toda una argumentación dirigida prin-
cipalmente a justificar medicinalmente el homicidio de discapacitados mentales. Para ello
coloca a estos últimos en el mismo nivel que los animales. Según Hoche, los discapacitados
mentales no pueden consecuentemente atribuirse un derecho subjetivo a la vida. Hoche los
caracteriza sin dudar de “existencias-lastre y caparazones humanos vacíos”. La argumenta-
ción de Binding y Hoche tuvo un impacto considerable en el curso de la historia. La respon-
sabilidad directa de estos universitarios en la elaboración y puesta en ejecución de los pro-
gramas de exterminación de discapacitados, adultos y niños, no deja ninguna duda. De esta
53
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
54
III. M ARCO METODOLÓGICO
A. SISTEMA Y POLÍTICA
44
Giorgio La Pira, Para una arquitectura cristiana del estado, “Premisas de la política”, Buenos
Aires: Editorial Heroica, p 10.
55
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
45
Ver en el Anexo al final del capítulo, página 93.
46
Ver en el Anexo al final del capítulo, página 94.
47
El concepto de Misión está acabadamente reflejado en la obra del cardenal inglés John
Henry Newman, quien compuso esta oración para uso de aquellos que quieren alcanzar el
don de una misión personal en sus vidas, y que tituló « Depende de Ti»: «Dios me ha creado
para hacerle/algún servicio personal;/ me ha confiado un trabajo concreto/ que no lo ha
encomendado a los demás./Tengo una misión en la vida./Soy el eslabón de una cadena/
el lazo de unión entre individuos/ Dios no me envió al mundo para no ser nada./Cumpli-
ré lo que me ha mandado./Seré un ángel de paz./Por consiguiente, confiaré en Él/ Sea lo
que fuere, dondequiera que me hallare./Estoy cierto que no me ha de desechar./Si estoy
56
Marco metodológico
57
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
B. HOMBRE Y ORDENACIÓN
58
Marco metodológico
Descubro también que mi ser cotidiano va abriendo luz sobre ese enig-
ma, de un modo tal que comprendo los fines de mi ser como soy, o niego mi
propio ser en mi acción.
Aparece entonces la pregunta: ¿cómo soy yo mismo? y la respuesta,
siendo recibido, reconociendo que en el principio de mi existencia no hay una
decisión por mí mismo, de ser, y lo que es más importante, que tampoco está
en mí la decisión absoluta de no ser.
Alguien me ha dado, como ser y como hombre. Pero, se puede ser “Hom-
bre”, ¿o también me ha sido dado ser éste hombre, en éste lugar y en éste
tiempo?, donde mi interioridad ha de reconocer un orden y el orden de la
existencia.
Somos circunstanciados, y cada cual debe, desde este lugar y tiempo
colmar al máximo la medida de su existencia. No una existencia masificada
sino personal; y es aquí donde lo antropológico se reúne a lo político.
Aparece un cierto condicionante que me invita a la reflexión: yo no puedo
ser en abstracto. Por ello tiene sentido la pregunta recurrente de las voces de
nuestro tiempo. ¿Cuál es la naturaleza de la crisis? ¿Qué la causa? El ocaso de
Occidente (Spengler) o defensa de Occidente (Massis); crisis de la civilización
(Huitzinga) o Nueva Edad Media (Berdiaeff), crisis del capitalismo y de la
burguesía (Sombart, Max Weber, Fanfani); humanismo marxista o humanis-
mo integral (Maritain); valor del hombre (Bandini)50 ; en fin , toda la vasta y
compleja literatura de la crisis que, luego de un ingenuo abandono de dos
décadas retorna con nueva vitalidad ¿qué es sino la búsqueda de la
cosmovisión que se eclipsa o que asciende, y que con su ocultamiento o con
su amanecer provoca estas crisis de proporciones tan grandes? De la com-
prensión de nuestro aquí y ahora es a lo que trataremos de referirnos en estas
líneas.
La nueva síntesis del Renacimiento y las Reformas51 ha dado de sí todo
lo que podía en términos de bases y certezas, y el pensar posterior se ha vuel-
to angustioso. Ciertamente, es ocasión para decir algo sobre ese elemento del
que se ha hablado tanto en nuestro tiempo, la sensación de una amenaza por
la situación política, o por la misma evolución cultural y social52 . Más bien es
la angustia que no tiene motivo determinado, sino que surge de la situación
siempre dada de la existencia. La filosofía de las últimas décadas ve en ella la
autopercepción del ser finito en cuanto tal, que se siente acosado por la nada.
50
Seguimos aquí la visión de Giorgio La Pira, “Para una arquitectura cristiana del estado”,
Editorial Heroica, Buenos Aires, Premisas de la política, p 42.
51
Ver Maritain, Humanismo integral y Tres grandes reformadores.
52
Cfr. Guardini, El poder, Madrid: Ed. Guadarrama, 1963.
59
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
Es inseparable de la conciencia de ser, más aún, idéntica con ella; ser significa
estar en la angustia.
Pero la filosofía de la historia vivida y la cultura interriorizada, es la
respuesta a este radical humano. Si hoy no da respuesta se debe a su quiebre,
a la inarmónica conciencia del hombre de su activa participación en la infini-
tud de los cambios con los que convive. Ya no se puede decir como Espinosa,
que “las cosas son mudas”. Nos rodea un océano de contradicciones, que de-
nota una crisis global, de características planetarias; el futuro se encuentra
cortado. No alcanzamos a comprender el límite de los procesos de descompo-
sición y composición que presenciamos, y la aplicación de la racionalidad
atomizante de las ideologías, los economicismos, y la “especializacionitis” no
pasa de ser un ejercicio de muy limitados alcances explicativos.
Los cambios son religiosos, morales, políticos y económicos; pero no
parece entenderse su relación, porque no existe una sabiduría para relacio-
narlos. El racionalismo dividió las cosas en: cosas conocidas y cosas por cono-
cer; separó luego la verdad en: verdad de la fe y verdad de la razón; la reali-
dad, en hechos y valores, y finalmente, redujo el saber remanente a un cono-
cimiento histórico, empírico, positivo, desnuda noticia de los hechos, progre-
sivamente centrífugo por la fuerza de la perspectiva. Una civilización que
comenzó queriendo ser diseñada de una vez y para siempre, se deshizo en
nuestras manos por la fuerza inexorable de los hechos. Se nos presentan pa-
noramas generales, que son meras ordenaciones, de datos, detalles y jirones
de la realidad, insuficientes para revelarla en su necesidad.
A la tarea de pensar estos hechos y sobre todo la de repensar el futuro,
le falta un saber realista, capaz de tener una comprensión global de los acon-
tecimientos desde su ser íntimo. He aquí el punto de vista del que partiremos:
el de la cosmovisión que los domina.
Con la teoría cosmovisional intentaremos darle realce al fondo metafí-
sico sobre el que han sido dibujados los hechos, mostrar un instrumento que
nos permita, desde ese ínfimo punto que es uno mismo en su tiempo y lugar,
echar una mirada a la realidad en su conjunto. Ello es lo que nos quiere suge-
rir hoy en uno de sus sentidos amplios el término cultura, que se identifica
con lo que en el pasado llamaron cosmovisión: un modo de conocimiento
ordenado a la captación de lo real “en conjunto”, de modo valorativo, con
carácter de compromiso y a distancia de “perspectiva”.
La Cosmovisión procura captar el objeto como un todo y su objeto es el
todo; no va de los detalles al conjunto en que están integrados, sino de una
incipiente claridad en la captación del conjunto a una mayor nitidez, plenitud
y hondura de la misma. Es, al decir de Guardini, un progreso hacia dentro, y
su apoyo no son objetos como hitos, sino la “viviente pluri dimensionalidad del
ser y del conocer”. Diferenciándose así y claramente de los que tienden a ver la
60
Marco metodológico
53
Conforme a Daniel Bell, Contradicciones culturales del capitalismo, Madrid: Alianza, 1977. En
el caso de Parsons cabe acotar que distingue claramente tres sistemas: personalidad, cultura
y sociedad en un propio y rico marco teórico.
61
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
sino que vinculados a algo que las informa, que las unifica: “algo” de lo cual -
podríamos decir- surgen los principios que luego se aplican al operar sobre la
realidad. Ahora bien, el error está en considerar que esa unidad no tiene com-
puesto. El lúcido Daniel Bell -quien acuñó el término sociedad “post-indus-
trial”- percibe esta última realidad54 , pero no la primera, y con ello reduce ese
algo dominante a una serie de variables independientes.
Pero ¿qué es para nosotros eso que podríamos decir que, siendo com-
puesto, unifica la visión de lo real? Este “algo” que se comprueba detrás de
los hechos, las ideas y las instituciones de una misma época, es la “cosmovisión
imperante’’.
Cosmovisión significa literalmente visión del mundo. Ahora bien, con
la palabra “mundo” se entiende aquí el cosmos, la realidad total dentro de la
cual está incluido el hombre. La Cosmovisión no es Ciencia, ni Filosofía, ni
Teología. Es una mirada dirigida a la realidad en su conjunto. Apunta a la
comprensión de todo como realidad compleja y a lo complejo de las realida-
des singulares. Sinónimo, en la práctica, de Weltanschauung, visión del mun-
do, cosmovisión e imagen del mundo, términos que expresan una “visión”
global del conjunto del universo con la que el hombre intenta captar el senti-
do que éste tiene para él, no meramente desde una perspectiva teórica, sino
también vital, con el objetivo tácito o explícito de que le sirva como marco de
orientación de su acción práctica. Los elementos constitutivos de esta visión
son no sólo ideas, sino también y sobre todo creencias, juicios de valor, actitu-
des vitales y sentimientos55 .
La cosmovisión es así, la “visión total de la realidad, en la que el hom-
bre está incluido y de donde se deriva la escala de valores que da sentido a la
vida de la persona humana”56 . De ella no está ausente ningún aspecto del
hombre, de su obrar y de los entes que lo rodean. No es filosofía, porque no se
54
“Yo creo, en cambio, que el mejor modo de analizar la sociedad moderna es concebirla como
una difícil amalgama de tres ámbitos distintos, la estructura social, el orden político y la
cultura”. Daniel Bell, obra citada, p. 11.
55
La expresión, como Weltanschauung, la han usado ya autores como Kant, Schleiermacher y
Dilthey sobre todo, en la historia de la filosofía, pero ha sido la sociología, en especial por
obra de Max Weber, la que ha dado al término el significado de “sistema de creencias”
propio de un grupo social, noción que equivale a la de ideología. Las concepciones del
mundo plantean a la filosofía la evaluación de los aspectos de las creencias y actitudes vita-
les, sobre todo, que no son justificables racionalmente, puesto que su núcleo es, en definiti-
va, una fe irracional. Por ello se dice que no existen concepciones científicas del mundo,
pero sí que puede haber una ciencia de las concepciones del mundo. El marxismo pretendió
que la interpretación materialista y económica de la historia y del hombre fundiera en una
sola cosa ciencia, filosofía y concepción del mundo”. Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez
Riu: Diccionario de filosofía, Barcelona: Editorial Herder S.A.
56
Enrique Sampay, Introducción a la teoría del Estado, Buenos Aires: Omeba, p. 355.
62
Marco metodológico
57
Traemos el término “circuminserción” de la teología, en que se utiliza para designar la
mutua coexistencia de las tres divinas personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, la cual consis-
te en que cada una de ellas esté en las otras dos. Ahora bien, aplicado al análisis cosmovisional,
se debe tener en cuenta que no se refiere a los entes, sino a la concepción que de ese ente
impera.
63
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
Este ver la realidad en su conjunto es tal vez un método apto para com-
prender el hoy de un hombre escindido por múltiples demandas, que mantie-
ne en sí la vocación a la reconciliación, a la restauración de una añorada ar-
monía.
Esta ordenación cuadrangular que se presenta a nuestra experiencia
cotidiana, ha sido ya vista en la historia de la filosofía, sea si se clasifica el
saber, como en Aristóteles: en ética, o conjunto de conocimientos relativos al
hombre; la física, relativos al universo físico; en la política, el orden de los
hombres, y la metafísica, a Dios (orden seguido por Platón, Cicerón, Agustín
y Tomás); o si la idea, en su desarrollo, sale de sí y se vuelve naturaleza, vuel-
ve a sí y se torna espíritu subjetivo, y si por último sale de sí, volviéndose
Estado e Historia.
Estos elementos se disponen según una relación de solidaridad y jerar-
quía, con una ordenada dependencia del primer principio, verticalizada por
las ideas de la historia y de la cultura.
58
Ver en Anexo al final del capítulo, p. 95.
64
Marco metodológico
59
Max Weber, The sociology of Religion, traducción de Ephreia Fischoff Beacom Press, Boston,
1963, XXXVI - XXXVIII.
65
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
consideraba que la respuesta sólo podía ser una decisión personal, al mismo
tiempo arbitraria e incondicional. Considerando la naturaleza de las religio-
nes políticas del siglo XX, y las pretensiones de “los posesos” de tener verda-
des definitivas, la dificultad real no es planteamiento de alternativas, sino la
cuestión de quién es Dios y quién es el mal” 60 .
La cuestión de la última de las mediaciones. El mismo ya fue planteado
por Alexis de Tocqueville en los simples términos que siguen: “A mi llegada
a los Estados Unidos, lo primero que llamó mi atención fue el aspecto religio-
so del país”. A medida que se prolongaba mi presencia, observaba yo las gran-
des consecuencias políticas que nacían de estos nuevos hechos” 61 .
La consecuencia fundamental que surge de la relación entre la concep-
ción del elemento polar y la visión de la comunidad es la concepción media-
dora de la autoridad. Esto, puede ser visto en la ideología del derecho divino
de los reyes, en el materialismo comunista, en el paganismo nacionalsocialista,
y también en la concepción de la “sociedad sin padres” donde, al negarse la
mediación familiar, se niegan posibilidades religiosas y la autoridad se queda
sin fundamento; la concepción de lo familiar y lo religioso se ha vuelto -en
virtud de la ideología de la emancipación- su propia ausencia; no sólo no
existe, sino que no puede existir.
Recapitulando, al hablar del esquema cosmovisional nos hemos referi-
do a sus cuatro elementos polares:
El yo.
Los otros hombres.
Las cosas fuera del sujeto.
El principio coordinador.
Y a las cinco mediaciones:
La visión de la alteridad.
La visión del arte.
La visión de lo económico.
La visión de lo religioso.
La visión de la autoridad62 .
60
Daniel Bell, “Contradicciones culturales del Capitalismo”, Madrid: Alianza editorial, p. 163.
61
Alexis de Tocqueville, «La Democracia en América, con un examen de la democracia en los
Estados Unidos y en Suiza», Madrid: Imprenta de Dn. José Trujillo hijo, 1854, p. 231.
62
Pareciera existir una sexta mediación dentro del conjunto, relativa a la relación entre la
concepción del elemento polar “principio superior coordinador” y la visión de las “cosas
fuera del sujeto”, tal mediación sería en la cosmovisión católica el concepto de Creaturidad.
Ahora bien, se plantean entonces dos problemas: En primer lugar ¿Es esa mediación exclu-
siva de la cosmovisión mencionada o no? en segundo lugar ¿Dada la riqueza del “concepto
de Creaturidad”, no es aplicable con mayor propiedad a toda cosmovisión, salvo el “princi-
pio superior coordinador”? Por ahora solo puedo plantear el problema y no considero acer-
66
Marco metodológico
unidad
multiplicidad
don
miseria
misericordia mérito
lo idea de la autoridad
religioso Historia
autoconciencia
administración
producción
captación
creado
producido
cosas fuera del sujeto
tado darle aún una respuesta concluyente, aun cuando la importancia del concepto de auto-
nomía, en la visión actual del mundo y de la vida pareciera marcar la existencia de esta
mediación y su no exclusividad católica.
67
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
63
Teodoro Haecker, «Virgilio Padre de Occidente», 1, Colección Sol y Luna, Madrid: EPESA,
1945, p. 33.
64
José Manuel Ibáñez Langlois, “Introducción a la Antropología filosófica, EUNSA, 2o,
Pamplona, 1980, pp. 61-63.
68
Marco metodológico
65
“Aún no estoy, en rigor, del todo resuelto a publicarla, los gustos de los hombres son tan
dispares, sus juicios tan arbitrarios, sus espíritus, tan poco inclinados a la gratitud, y su
discernimiento tan turbio, que antes parecen entenderse con quienes se ríen y despreocu-
pan, que con quienes se empeñan en producir algo útil o grato para aquellos mismos seres”.
Tomás Moro, “Utopía”.
66
Lic. Mauro Segret, “La politicidad de las Bases”, Revista REALIDAD POLÍTICA, año 1,
nov.-dic. 1978, p. 25.
69
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
67
Alvin Toffler, “La Tercer Ola”, Plaza y Janes SA”, 4°, Madrid, abril de 1981, p. 30.
70
Marco metodológico
a. La ideología68
68
Bibliografía ampliatoria:
José Adriano Pérez, La ideología y su valoración epistemológica, revista «Franciscanum», Nro.
70, enero-abril 1982, Bogotá, pp. 5 a 17.
Rafael Gómez Pérez, Las ideologías y su forma de dominio, revista «Mundo Cristiano», Nro
174, diciembre de 1977, pp. 59 a 66.
Althusser y otros Polémica sobre el marxismo y humanismo, Ed. Siglo Veintiuno, México,
1979, 5to, p. 177 ss.
71
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
Louis Althusser, Ideología y aparatos ideológicos del estado, Ed. Comuneros, Bogotá, 1970, p.
13.
Theodor Geiger, Ideología y verdad, Amorrortu Editores, Bs. As., 1972, p. 23.
Jurgen Habermas, La técnica y la ciencia como ideología en «Eco» (XXII), Librería Bucholz
Editores, Bogotá (febrero 197 1) p. 13.
María Luisa Rivara de Luesta, Filosofía e ideología en Latinoamérica, revista «Análisis», Nro.
32, julio-diciembre de 1980, pp. 33 a 57.
Jairo Muñoz, Presupuesto para un tratamiento teórico de la ideología en la investigación social,
revista «Franciscanum» Nro. 70, enero-abril 1982, Bogotá, pp. 18, a 40.
Raymond Aaron, El Opio de los Intelectuales, Siglo XX, Bs. As., 196 7.
Theodor W. Adorno, Teoría Estética, Ed. Orbis S.A., Bs. As., 1984, pp. 17, 208, 297, 305.
Karl Manheim, Ideología y Utopía, Aguilar, Madrid 1958.
Augusto del Noce, La Agonía de la Sociedad Opulenta, EUNSA Pamplona, 1979, pp. 207, a
227.
Enrique Díaz Araujo, Prometeo desencadenado o la ideología moderna, Idearium, año III Nro
3, diciembre de 1977, Mendoza, pp. 199 a 260.
María José Cantista de Fonseca, Ideologías Contemporáneas, sus reflejos en la mentalidad
del hombre de hoy, Documento Of 21 1, ICE, Pamplona, marzo 1976.
Gonzalo Fernández de la Mora, El crepúsculo de las Ideologías, Ed. Andina, 4to, Bs. As.
1970.
Julien Freund, La esencia de lo político, pp. 526 a 554.
72
Marco metodológico
69
Roger Vekemans, s.j., Doctrina, ideología y política, revista «Mensaje«, Nro. 120, julio de
1963, Santiago de Chile, pp. 3 a 14.
70
Julien Freund, La esencia de lo político, Ed. Nacional, Madrid, 1 96 1, p. 517.
73
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
71
Klaus Georg Riegel, «Ideología«, en el «Diccionario de Ciencia Política», Alianza Ed. Ma-
drid, 1980, pp. 319 a 325. Para todo este punto nos hemos apoyado en el «Diccionario de
Filosofía« de Revista Moru.
74
Marco metodológico
72
Sobre el particular, nos permitiremos aclarar que la concepción católica de la persona «el
alma, inmaterial, es, con todo, la forma de un cuerpo, materia organizada. El alma está así
unida sustancialmente al cuerpo por la misma naturaleza de su propia esencia. En el alma
misma hay que buscar la razón de ser de su cuerpo, no es apta para subsistir en estado
separado, aunque su naturaleza espiritual le posibilite una supervivencia, una vez existe y
reclama, ontológicamente para existir y psicológicamente para actuar, la
conjunciónsustancia con su cuerpo. La materia es, pues, en esta unión hilemórfica, un bien
y una fuente de bienes, y no la consecuencia de una pretendida caída. El hombre no es,
por consiguiente, un ser «mixto« cuyas virtudes, intelectuales o morales, participarán a la
vez de la sustancia espiritual y de la sustancia corporal que lo constituye. Está totalmente
unificado... Este compuesto humano, única realidad concreta y completa, es, pues, en su
totalidad, único sujeto de todas sus operaciones, incluso de las más espirituales. No es
sólo el alma la que piensa, ni el cuerpo sólo el que siente, sino el hombre es el que piensa,
quiere, ama, siente, obra, trabaja «. (m.d. Chenu, «Corporalidad y temporalidad» en El
Evangelio en el tiempo«, Ed. Estela, Barcelona, 1966, p. 418.
75
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
77
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
73
Así, R. Aaron en El fin de la era ideológica, (1955), O. Brunner en La era ideológica, (1956), D.
Bell en El fin de las ideologías (1960) y D. McRae en Ideología y Sociedad (1961).
74
Vale la pena recordar lo escrito por Ray Bradbury en Fahrenheit 451, (Minotauro, 6to, mayo
de 1973, Buenos Aires, p. 78 y p. 94): «¿Comprende ahora por qué los libros eran temidos
y odiados? Revelaban poros en la cara de la vida. La gente sólo quería ver rostros de cera,
sin vello, inexpresivos...Conocerá usted la leyenda de Hércules y Anteo, el luchador gi-
gante, de fuerza increíble mientras pisase la tierra. Pero cuando Hércules, abrazándolo, lo
alzó en el aire, pereció fácilmente. Si no hay algo en esa leyenda que se refiere a nosotros,
nuestra ciudad, nuestro tiempo, entonces estoy loco»; y más adelante, con relación a la
dificultad para el ocio que devuelva a la realidad: «Horas libres, sí, pero tiempo para pen-
sar? Cuando no conducen a ciento cincuenta kilómetros por hora, se entretienen en algún
juego, o en una sala, donde no es posible discutir con el televisor, de cuatro paredes». Y en
otra parte, refiriéndose a la razón interior de la evasión: «Váyase a su casa -dijo Montag
mirando a la mujer serenamente-. Váyase a su casa y piense en su primer marido, divor-
ciado, y en su segundo marido, muerto en un automóvil, y en su tercer marido, que se
pegó un tiro. Váyase a su casa y piense en su docena de abortos. Váyase a su casa y piense
en sus malditas operaciones cesáreas, también, y en sus hijos, que la odian. Váyase a su
casa y piense cómo pasó todo eso, qué hizo usted para que no se repitiera».
78
Marco metodológico
les ofrecen para dar sentido a tales estructuras imperantes y anónimas74 . Ante
tal situación, las ideologías se convierten en modelos intercambiables para la
necesaria justificación -ya que no puede haber interpretación- de la acción
de la cual se es espectador75 , ofreciendo conexiones e interpretaciones
metódicas y adecuadas a la logicidad reinante.
b. El mito 76
75
Sobre esta actitud vale recordar a Manuel Vázquez Montalbán en su prólogo a 1984 de
George Orwell (Círculo de lectores, Buenos Aires, 1983, p. VII). «No está prohibido leer en
la actualidad, pero el «leer» está condicionado por la organización de la vida y por las
intenciones de la industria de la cultura, sea de mercado libre, sea estatal. La cultura en
1983, y supongo que en 1984, está organizada para alienar porque tiene como fetiche la
mercancía en Occidente o la cápsula de verdad oficial en los países socialistas... Orwell
temía ese mundo en el que toda la verdad estuviera depositada en el Ministerio de la
Verdad, pero poco podía imaginar que en 1984 para conseguir la alienación de las masas
bastara con controlar sus necesidades y motivaciones, bastara con fomentar su conciencia
consumidora.
76
Bibliografía ampliatoria:
Gabriel Ferrer, Mitos y Planteamiento Filosófico, revista Universitas, Nro. 69, Buenos Aires,
pp. 11 a 36. Roberto M. Estévez, Reflexiones en torno a la epopeya de Gilgamesh, revista
Universitas, Nro. 58, Buenos Aires, p. 28 a 39.
Manuel García Pelayo, Los mitos políticos, Alianza, U. 274 Madrid, 1981, pp. 32 a 390.
Manuel García Pelayo, Del mito y de la razón, en el pensamiento político, Revista de Occidente,
Madrid, 1968.
Eric Voegelin, Ciencia política y gnosticismo, Rialp. Libro de boiswo, Nro. 64, Madrid.
Eric Voegelin, Los movimientos de masas gnósticos como sucedáneos de la religión, Rialp. Ma-
drid, 1966.
José María Cabodevilla, Feria de Utopías, estudio sobre la felicidad humana, BAC, Madrid, 1974,
pp. 251 a 275.
79
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
77
Hugo Nario ha escrito un excelente artículo en la revista «Todo es Historia», (Nro. 204,
Buenos Aires, abril de 1984, pp. 60 a 74), titulado Mesianismo en la Pampa, donde a partir de
una exposición de la situación histórica general y política, encuadra los mitos de Moreyra,
Fierro y Tata Dios. Este último caso es especialmente interesante, por cuanto se refiere a
Gerónimo de Solané, un curandero radicado en una estancia vecina a Tandil, quien apa-
rentemente inspiró a medio centenar de gauchos armados de lanza y con divisa punzó,
que el 1ero. de enero de 1872 entraron al galope por las calles de Tandil. Los gauchos, al
grito de «¡Viva la religión!», «¡Mueran los gringos y los masones!», asaltaron el juzgado de
Paz, se apoderaron de armas de fuego, mataron a un italiano, tres ingleses y veintisiete
vascos...Ya presos, declararon que lo hacían en nombre de Tata Dios, enviado del Cielo
para conducir la guerra santa contra los extranjeros, «proteger y hacer la felicidad de los
argentinos uniéndolos a todos, y que para ello era necesario matar a todos los extranje-
ros».
80
Marco metodológico
78
m.d. Chenu, «Liberación política y mesianismo religioso», en El Evangelio en el Tiempo, Ed.
Estela, Barcelona, 1966, pp. 581 a 591.
La interpretación de Alfred Metraux, es aplicable sin embargo a los grupos débiles y de-
rrotados, que necesitan sacar fuerza de la oposición al poder misterioso y a los propósitos
siniestros de sus enemigos, o justificar su impotencia por su mitificación bajo el arquetipo
satánico.
81
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
79
Incluimos la referencia al problema de la «legítima autonomía del orden temporal», por
cuanto pareciera ser que los «Mesianismos políticos» son siempre poscristianos; y se pre-
sentan como una respuesta desajustada al problema de si desarrollo y escatología deben ir
separados o unidos y más aún, en caso de que deban ir unidos, pueden ir distinguidos o
sólo pueden marchar mezclados.
80
«Que considera -según la conceptualización Manuel García Pelayo- expresión de poderes
animados, aunque controlables a través del rito, y las cualidades necesarias para el ejerci-
cio de un cargo público como manifestación de una sustancia misteriosa, en última instan-
cia, santa». (Los mitos políticos, Alianza, Madrid, 1981, p.16.).
81
Sobre este particular, conviene leer la explicación de Philipp Lersch -(El hombre en la actua-
lidad, Gredos, 20, Madrid, 1979, pp. 68 a 75) sobre la relación entre la organización raciona-
lista de la existencia y los que él llama «fenómenos compensatorios».
82
Marco metodológico
83
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
c. La Utopía82
82
Bibliografía ampliatoria:
Frank E. Manuel (comp.), Utopías y Pensamiento Utópico, Espasa Calpe, Madrid, 1982.
Etienne Gilson, Las metamorfosis de la ciudad de Dios, Rialp, Madrid, 1965.
Robert Spaemann, Crítica. de las Utopías Políticas, EUNSA, Pamplona, 1980.
Francisco Moreno, El cine de ciencia-ficción, revista «Razón y Fe», T.208, nº 1002, noviem-
bre de 1983, Madrid, p. 275 a 288.
N. Cohn, En pos del milenio, Barcelona 1972.
D. Desanti, Los socialistas utópicos, Barcelona, 1973.
H. Infield, Utopía y Experimento, Bs. As., 1959.
A. L. Morton, Las utopías socialistas, Barcelona, 1970.
84
Marco metodológico
83
En este punto seguimos la exposición “Antropología”, realizada por el Profesor Leonardo
Polo en un seminario para el PAD de la Universidad de Piura, el libro “La Existencia
Cosificada”, de Ibáñez Langlois, EUNSA, Pamplona, y el ensayo de Roberto M. Estévez “El
Hombre que hay en los Hombres”, UNSTA, Tucumán, 1983, publicado en “Comportamien-
to Humano y valores”, Editorial UNSTA, 2º, 2005.
84
Esta noción está vinculada a la idea de uno mismo como lo dado: el don, el talento; la apor-
tación que acompaña una misión única e irrepetible.
85
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
85
Tomás Moro (Thomas More), (1478-1535): Humanista inglés, nacido en Londres, discípulo
y amigo de Erasmo; jurista y magistrado, ocupó el cargo de canciller de Inglaterra y se
opuso al divorcio de Enrique VIII con Catalina de Aragón, negándose a reconocer al rey
como jefe de la iglesia anglicana, por lo que fue condenado a muerte. Es conocido sobre todo
por ser autor de Utopía (1516), obra que da nombre al género literario, y cuyo título entero
es Sobre la mejor condición del estado y sobre la nueva isla Utopía. Con el nombre de “uto-
pía”, del griego “ningún lugar”, o “no hay tal lugar”, según la traducción de Quevedo, se
han designado todas las descripciones de ciudades o estados ideales que se realizan con
finalidades éticas y críticas, o también todo diseño, hecho desde una ideología político-
social determinada, de una forma de vida social futura, que se presenta como un modelo.
Fuente: Editorial Herder S.A., Barcelona. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez
Riu.
86
Ver en Anexo al final del capítulo, p. 95.
86
Marco metodológico
87
Ver en Anexo al final del capítulo, p. 96.
88
Ver en Anexo al final del capítulo, p. 96.
87
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
89
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
89
Ver en Anexo al final del capítulo, p. 97.
90
Marco metodológico
4. POSIBILIDADES METODOLÓGICAS
91
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
92
ANEXO
45
La política como saber práctico admite dos lecturas; la primera es de la ciencia política como
filosofía política, cuyo objeto es la esencia y naturaleza de la comunidad política, su fin, su
objeto y sus propiedades (Francisco Arias Pellerano, Notas sobre la concepción del mundo y
política, 2°, Buenos Aires: EUDEBA, 1979, 14), comprendiendo -por analogía- una ontología
política, una gnoseología política y una política normativa. Esta verdadera ciencia en el
sentido clásico, es auxiliada en su conocimiento de los principios por otra que sólo lo es en
sentido moderno: la teoría del Estado, que quiere alcanzar la realidad aquí y ahora del
“status” político concreto, histórico a que pertenece el investigador -pero que existe fuera de
él y con independencia de su pensamiento-. En virtud de la observación empírica del aspec-
to externo del Estado, constituido por los actos humanos, para inteligir en ellos el conoci-
miento de sus notas específicas dadas en la unidad de una estructura original e irrepetible,
que conforma los aspectos existenciales de la realidad de un Estado concreto (Arturo Enri-
que Sampay, Introducción a la Teoría del Estado, 2º, Buenos Aires: Ed Omeba, 1964, 291). Inte-
grando de este modo el conocimiento de los hechos (sociología política), con el de las ideas
(historia de las ideas políticas), y con el de las instituciones (derecho político).
93
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
b. juicio
c. mandato
IV. INFORMA -
CIÓN Y HECHOS Y SITUACIONES
PERCEPCIÓN
DE LA
REALIDAD
46
Para ello se procura aprovechar el aporte de la teoría general de los sistemas (esta tarea fue
acometida por el Dr. Alfonso Santiago, Profesor Emérito en el Instituto de Ciencias Políticas
y Relaciones Internacionales, de la Pontificia Universidad Católica Argentina, quien ha for-
mulado el “Esquema de Acción» que utilizaremos como base para nuestro encuadre de la
visión sistemática) desde supuestos realistas; comprendiendo al sistema como «ordenamiento
didáctico del conocimiento» de la acción política en cuanto a fines y medios políticos. “Di-
cho conocimiento posibilitará al político saber en qué medida podrá actuar sobre una reali-
dad, bien sea modificándola bien sea manteniéndola”.
En un planteo político público:
94
Anexo
58
“El modo tradicional, desde luego ha sido la religión, como medio transmundano de com-
prender el propio yo, la propia gente, la propia historia y el propio lugar en el esquema de
las cosas. En el desarrollo y en la diferenciación de la sociedad moderna -llamamos a este
proceso “secularización”- el mundo social de la religión se comprimió. Cada vez más, la
religión se convirtió en una creencia personal que podía ser aceptada o rechazada, no como
destino, sino como cuestión voluntaria racional o no (…) El trabajo cuando es una vocación,
consiste en una traducción de la religión a un vínculo mundano, una prueba, por el esfuer-
zo personal, de la propia «bondad y valor». Esto no sólo era la concepción protestante, sino
también la de hombres como Tolstoy o Aleph Daled Goldon (el teórico de Kibbutz), quienes
temían la corrupción de una vida lujosa”. El puritano y el Kibbutznik desean trabajar en
algo «vocacional» nosotros sentimos que trabajamos porque nos vemos forzados a ello, o
que el trabajo mismo se ha rutinizado o rebajado. Como escribió Max Weber, en las melan-
cólicas Ob.cit. p.s finales de “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”: “Cuando la
realización de la vocación no puede ser relacionada directamente con los valores espiritua-
les y culturales supremos, o cuando, por otro lado, no necesita ser experimentada simple-
mente como una acumulación económica, el individuo abandona gradualmente el intento
de justificación. Las tendencias al lujo reemplazan a las tendencias ascéticas, la forma
hedonística de vida ahoga la vocación (…) Para el hombre moderno y cosmopolita, la cul-
tura ha reemplazado a la religión y al trabajo como medio de autorrealización o como justi-
ficación -una justificación estética- de la vida, pero detrás de este cambio, esencialmente de
la religión.
(…) El segundo momento es ese acto en el que el hombre va hacia la naturaleza y la capta
”No anula esa separación de que se habla, sino que sólo es posible a partir de ella(…) En
este acto, el hombre considera su objeto, lo comprende, lo valora, le da forma. El animal no
entiende ni valora ni da forma, sino que se orienta, siente lo beneficioso o perjudicial y lo
toma o lo elude. Tal acción tiene pleno sentido, pero su sentido no está por el animal, sino
que se desarrolla armónicamente en él, como sentido de la naturaleza. En el hombre, la
realización del sentido procede de iniciativa personal, del conocimiento y la decisión, cosas
posibles solamente porque existe una instancia que crea un distanciamiento; el espíritu guió
a la cultura; está la extraordinaria transformación de la conciencia, particularmente en los
significados de la conducta expresiva en la sociedad humana”. Daniel Bell, Las contradiccio-
nes culturales del capitalismo, Madrid: Alianza, 1971, pp. 151-152.
86
Erasmo de Rótterdam, Desiderio (1467-1536): nombre con el que es conocido el humanista
holandés, cuyo nombre de pila era Geert Geertsz, “Gerardo hijo de Gerardo”, nacido en
Rótterdam, llamado “príncipe de los humanistas”. Estudió en Deventer con los hermanos
de la Vida Común y luego en París. Tras realizar viajes por toda Europa, sobre todo por
Inglaterra, Italia y los Países Bajos, entablando amistad con los humanistas y, particular-
mente con Tomás Moro, se estableció definitivamente -sin contar los seis años que enseñó
en Friburgo de Brisgovia- en Basilea (1519), donde inicia una polémica con los protestantes
sobre su manera de entender cómo había de plantearse la reforma de la Iglesia y, muy en
especial, con Lutero -que le pide, sin éxito, que se adhiera a la reforma protestante-, por sus
teorías contrarias a la libertad del hombre; contra Lutero escribe su Diatriba sobre el libre
95
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
albedrío, publicada en 1524. Hombre del Renacimiento, publica obras de los clásicos, así
como una edición crítica, bilingüe, del Nuevo Testamento, Novum Instrumentum, de enorme
difusión; una crítica contra los que se oponen a la cultura clásica, Antibarbarorum liber (1494),
y una colección de proverbios clásicos, Adagiorum collectanea (1500). La sabiduría que en-
cuentra en la antigüedad no es sólo una fuente constante de inspiración en sus obras de
concepción humanista, sino también modelo de renovación: en 1532 revisa los «Coloquios
familiares», ejercicios de latín aparecidos en 1496, De civilitate morum puerilium (1526), un
tratado de urbanidad, y Declamatio de pueris statim ac liberaliter instituendis (1529), sobre la
educación de los niños. Su humanismo filosófico pertenece a lo que se conoce como huma-
nismo cristiano del Renacimiento: el humanismo más propio de los países nórdicos, en el
que el centro de atención es el hombre, que de la cultura grecorromana, enraizado en las
corrientes místicas de aquellos países. Erasmo conoce la denominada “devotio moderna”,
cuyos promotores más significtivos eran los Hermanos de la Vida Común (con los que tam-
bién estudió Lutero), y cuya obra estandarte era “Imitación de Cristo”, vulgarmente conoci-
da como “el Kempis”. Las obras más célebres del erasmismo cristiano son Institutio Principis
Christiani (1516), Institutio Christiani Matrimonii (1526), Vidua Christiana (1529) y, sobre todo,
Enchyridion Militis Christiani (1503). La obra más divulgada de Erasmo es, no obstante, Elo-
gio de la locura (o Encomio de la Moría), que escribe en el espacio de una semana durante su
segunda estancia en Inglaterra, en casa de Tomás Moro, a quien le dedica esta sátira sobre la
locura humana. Fuente: Editorial Herder S.A., Barcelona. Autores: Jordi Cortés Morató y
Antoni Martínez Riu.
87
Campanella, Tommaso (1568-1639): uno de los últimos filósofos del período renacentista
italiano. Natural de Stilo, Calabria, en Italia, a los quince años ingresa en la orden de los
dominicos y, tras cursar los estudios propios de su orden, se interesa en su juventud por la
astrología, la magia, la filosofía de Bernardino Telesio y las aventuras a las que su tempera-
mento ensoñador y reformador le aboca: tras publicar su primera obra, La filosofía demostra-
da por los sentidos (1591), es procesado por herejía y magia y, al ser liberado, en lugar de
volver al convento, se dirige a Padua, donde conoce a Galileo, sobre quien escribirá más
tarde una Apología pro Galileo (1616); sufre aquí otro proceso (1592), y dos más en Roma
(1596 y 1597), donde es encarcelado. En 1599 conspira, con ayuda de los turcos, para promo-
ver un levantamiento en Calabria contra los españoles, en el que es descubierto y por el que
es condenado a cadena perpetua en Nápoles. En prisión, en la que permanece 27 años,
escribe La ciudad del Sol (que no publica hasta 1623), obra de carácter utópico que se une al
grupo de utopías renacentistas -la Utopía de Tomás Moro y la Nueva Atlántida de Francis
Bacon-, Sobre el sentido de las cosas (1604) y El ateísmo derrotado (1605), además de libros sobre
medicina y astrología. Liberado en 1626, es trasladado a Roma; el papa Urbano VIII le pro-
tege y le aconseja marchar a Francia. Antes que lo hiciera, Descartes expone al comienzo de
su sistema la necesidad de la duda; distingue entre conocimiento innato (notitia innata) y
conocimiento adquirido (notitia illata). Esta distinción le lleva a hablar de que “conocer es
ser”: el conocimiento innato se identifica con el ser de quien conoce, “es ser”; el adquirido es
una manera de incorporar “ser ajeno”. El conocer revela la estructura de las cosas y éstas se
muestran como potencia, saber y amor (las tres “primalidades” del ser): todas las cosas,
materiales y espirituales, incluido Dios mismo, son potencia de ser, saben que son y aman el
propio ser. En lo creado, sin embargo, están también presentes las “primalidades del no
ser”: la impotencia, la insapiencia y el odio. Se reafirma así el panpsiquismo, o el pansensismo,
de Telesio, o la animación universal, de quien toma también la visión hermético-platónica
del universo y la utilidad y el sentido de la magia natural. En las obras políticas aparecen las
máximas ambiciones reformadoras de Campanella: defiende una monarquía universal bajo
la tutela del papa, y así lo propone en La monarquía del Mesías (1633). En La ciudad del Sol
propone una visión utópica del estado al estilo de la República de Platón. Fuente: Editorial
Herder S.A., Barcelona. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu
88
Bacon, Francis (1561-1626): principal filósofo inglés del Renacimiento, padre del empirismo
moderno y gran promotor de la idea de que el saber es útil para la vida práctica. Nació en
Londres, ingresó en la Universidad de Cambridge a los 12 años e, hijo como era del Lord de
la reina Isabel, se preparó para la vida política estudiando jurisprudencia en el Gray’s Inn
96
Anexo
de Londres. En 1584 fue elegido miembro de la Cámara de los Comunes y luego, en 1613, ya
con Jacobo I, Lord Canciller. En 1618 fue nombrado barón de Verulam y posteriormente
vizconde de Saint Albans. Su notable carrera política se vio interrumpida cuando, acusado
de corrupción, en 1621, ante la Cámara de los Lores, fue declarado culpable y encerrado por
un corto período de tiempo en la Torre de Londres, quedando excluido de la vida pública y
muriendo sin ser rehabilitado. A pesar de su actividad política halló tiempo para la intelec-
tual, por la que principalmente la historia le recuerda. Tras numerosas obras de crítica de la
tradición filosófica clásica, medieval y hasta la renacentista de su tiempo, proyecta una obra
enciclopédica, a la que da el nombre de Instauratio Magna [La gran restauración, que divide
en seis partes, de las que el Novum Organum (publicado en 1620) es su parte segunda, mien-
tras que De dignitate et augmentis scientiarum [La dignidad y el progreso de las ciencias]
(1623), su parte primera, y su Historia naturalis et experimentalis ad condendam philosophiam
sive phenomena universi [Historia natural y experimental para construir la filosofía o los fenó-
menos del universo], (1622-1623), corresponde a la parte tercera. En 1627, junto con Sylva
sylvarum or a natural history [Selva de las selvas, o historia natural], o apuntes sobre expe-
riencias hechas, su secretario William Rawley, publica New Atlantis [Nueva Atlántida], uto-
pía social, en la que presenta una sociedad organizada por y para la investigación científica
y la técnica. El gran mérito de Bacon, en los temas que nos ocupan, es haber previsto la
posibilidad de transformar la sociedad mediante las aplicaciones de la ciencia y la técnica.
Para ello, entrevió la necesidad de una reforma del saber de su época, consistente en una
reorientación de la ciencia hacia la naturaleza y hacia los hechos, y el recurso a una metodo-
logía adecuada, no basada en la lógica aristotélica. Este nuevo método es el que expone en
su Novum Organum, obra que pretende ocupar el lugar otorgado hasta entonces a la lógica
aristotélica, u Organon. Su nueva lógica tiene dos partes: la destructiva, que consiste en la
doctrina de los ídolos. y la constructiva, que expone las reglas del nuevo método, al que
denomina interpretación de la naturaleza. Los ídolos son los errores o prejuicios, que hay
que evitar cuando se hace ciencia, y que emanan de la naturaleza humana (tribu), de la
naturaleza del individuo (caverna), de la comunicación entre humanos (foro) y de la excesi-
va servitud a las teorías tradicionales (teatro). La parte constructiva de la lógica es la expo-
sición de la teoría de la inducción baconiana, o método baconiano. Éste no consiste en una
simple recogida de datos, sino en una observación cuidadosa y completa de los hechos, que
llama “historia natural y experimental”, realizada según tablas de presencia, ausencia y
comparación o grados. La inducción baconiana supone de hecho la obtención de hipótesis o
conjeturas por eliminación, las cuales somete de nuevo a otras pruebas. Algunos autores
han visto en la inducción baconiana elementos del posterior método hipotético-deductivo,
pero otros la consideran un método científicamente inerte. La gran fama de Bacon, que la
historia le ha otorgado como profeta o heraldo de la revolución científica o de una nueva
metodología científica, que la futura Royal Society habría puesto en práctica, se debe al
hecho de haber mantenido la creencia en que el hombre, como sujeto colectivo, podía llegar
a conocer y dominar la naturaleza mediante la ciencia y la técnica. Según la interpretación
de P. Rossi, en 1957, Bacon no hizo más que modificar de forma significativa la creencia
renacentista, de tradición hermética, en la magia natural como medio de dominar la natura-
leza. La metodología de la ciencia moderna achaca a Bacon la escasa importancia otorgada
a la hipótesis científica y la excesiva importancia dada a la recolección de datos. Fuente:
Editorial Herder S.A., Barcelona. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
89
Marx, Karl (1818-1883): revolucionario, filósofo, economista, historiador y periodista ale-
mán. Nació en Tréveris, en el seno de una familia judía conversa de tradición liberal y de
posición económica desahogada. Estudió derecho e historia en las universidades de Bonn y
Berlín. Pero, bajo la influencia del pensamiento de Hegel, se dedicó de lleno al estudio de la
filosofía. Se relacionó con el círculo de los filósofos pertenecientes a la llamada izquierda
hegeliana. En 1841 se doctoró en Jena, con una tesis sobre Las diferencias en la filosofía de la
naturaleza de Demócrito y Epicuro, obra en la que ya se manifiesta su orientación materialista.
Durante esta época Marx y, en general, todo el círculo de los hegelianos de izquierda, estu-
vieron muy influenciados por Feuerbach, aunque posteriormente Marx, que apreciaba la
crítica feuerbachiana de Hegel. criticó lo que él consideró las insuficiencias de este autor.
97
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
Las dificultades que las autoridades políticas pusieron al desarrollo de la actividad docente
de los hegelianos de izquierda, provocaron el abandono de la enseñanza universitaria de
varios de ellos, lo que hizo desistir a Marx de dedicarse a la carrera académica, y empezó a
dedicarse al periodismo. Formó parte como redactor, y más tarde (1842-1843) como direc-
tor, de la “Gaceta Renana”, periódico radical de Colonia, en el que publicó numerosos artí-
culos defendiendo el sufragio universal, la libertad de expresión frente al Estado, e intere-
sándose por los conflictos sociales. Este periódico fue clausurado en marzo de 1843. Su labor
periodística, según él mismo confiesa, le condujo a una comprensión concreta de la realidad
social, y preparó el camino hacia la radicalización de sus posiciones políticas. En 1843, ante
esta situación política que le impedía desarrollar cualquier labor académica y periodística,
marchó de Alemania y se trasladó a París, donde residió hasta 1845. Entre tanto, se había
casado, aunque con la oposición de la familia de ella, con su amiga de la infancia, Jenny von
Westphalen, joven aristócrata de su Tréveris natal. En París, fundó los Anales Franco-Ale-
manes junto con Arnold Ruge, revista de la que solamente se editó un número. Trabó amis-
tad con el poeta Heine, conoció al que posteriormente sería su gran amigo F. Engels, y
profundizó su crítica a la filosofía de Hegel escribiendo la Crítica de la filosofía del derecho de
Hegel (1844). En los Anales también publicó un estudio sobre la situación de los judíos: la
cuestión judía. Durante este período parisiense, Marx trabó un conocimiento más profundo
de los ideales democráticos de los saint-simonianos y con el socialismo de Proudhon, y fue
radicalizando sus posturas políticas. Si bien comparte con Hegel y sus discípulos la denun-
cia de la escisión entre sociedad civil y sociedad política, critica a Hegel su concepción idea-
lista y reaccionaria del Estado, y critica las posiciones de los hegelianos de izquierda, a los
que considera como meramente liberales. Considera que no basta con una profundización
de la democracia, sino que es preciso un cambio radical emancipatorio: la humanidad, que
ha sido dominada por el Estado alienante, debe reapropiarse a sí misma. Ahí es donde
incide su análisis de la alienación y la inversión de los planteamientos hegelianos. Marx
mantendrá durante toda su vida un profundo respeto por la altura intelectual de Hegel y
por su concepción de la dialéctica, aunque le acusa de cometer errores fundamentales y de
invertir la dialéctica. Por otra parte, aunque valora el análisis efectuado por Feuerbach de la
alienación religiosa, le critica por creer en una naturaleza humana, o esencia inmutable y
ahistórica de la humanidad. Por ello, considera que esta crítica aún no es “radical”, es decir,
no va a la “raíz”. Según Marx la raíz de toda alienación es la alienación económica, origina-
da por las condiciones materiales de existencia de la humanidad. En la etapa parisina Marx
también descubre la economía política inglesa (Smith, Ricardo, Mill) y critica a los econo-
mistas “vulgares” de la escuela liberal francesa, lo que le lleva a romper con Proudhon y con
los socialistas franceses, a los que tacha de utópicos y pequeños burgueses. De esta época
datan sus estudios recogidos en los Manuscritos de política y economía, conocidos también
como Manuscritos de París (1844), en los que profundiza el estudio de la alienación y afirma
que la propiedad privada es la expresión del trabajo alienado. Formula la necesidad de
avanzar hacia una sociedad comunista que, a diferencia de los ideales de los que él califica
como comunistas utópicos y groseros, conserva en sí misma los logros civilizatorios y cultu-
rales de toda la historia de la humanidad. Con ello retoma la tesis hegeliana de la Aufhebung
o superación entendida como proceso dialéctico de la negación de la negación. También
escribe las Tesis sobre Feuerbach y, junto con Engels, escribe La sagrada familia, que es un
ataque crítico filosófico a los jóvenes hegelianos y un ajuste de cuentas con su propio pasado
filosófico. Ambos autores critican los aspectos ideológicos del hegelianismo y de la antro-
pología feuerbachiana y, en lugar de conceptualizar las relaciones humanas a partir de la
noción metafísica de esencia humana, adoptan el punto de vista teórico-económico de las
relaciones sociales, a la vez que ofrecen un primer esbozo del materialismo histórico. En
1845, después de ser expulsado de París, se instala en Bruselas, de donde también será
expulsado en 1848. En esta ciudad Marx desarrolla actividades organizativas de núcleos
obreros y emprende una febril actividad revolucionaria. La formulación del esbozo de las
tesis básicas del materialismo histórico tal como se halla en La ideología alemana, así como
aquella ruptura con su anterior trayectoria filosófica, permiten distinguir entre un “joven
Marx”, aún excesivamente influido por la filosofía clásica alemana y de carácter humanista,
98
Anexo
y el Marx maduro, es decir, el Marx que ya ha desarrollado plenamente sus tesis rompiendo
con su pasado filosófico idealista y desemboca en un estudio científico de la sociedad. Este
paso ha sido calificado por algunos pensadores marxistas estructuralistas, como Althusser,
por ejemplo, como una ruptura epistemológica en el pensamiento marxista. Por otra parte,
si con La ideología alemana rompió con su pasado hegeliano, en 1847 también concreta su
crítica a Proudhon en su libro Miseria de la filosofía (1847), respuesta a la Filosofía de la mise-
ria de este autor, obra en la que ya aparece la teoría económica marxista del valor-trabajo, y
que Marx había ido desarrollando en otros textos menores. En 1848, junto con Engels, escri-
be el famoso Manifiesto del partido comunista, encargado por la Liga de los comunistas. En
este texto famosísimo, Marx y Engels crean las bases de su concepción comunista basada en
la lucha de clases, que, según ellos, es un fenómeno social realmente existente y que actúa
como motor de la historia. Pero lejos de proponer un modelo utópico o descripción de una
hipotética sociedad comunista, Marx y Engels solamente exponen las causas de la explota-
ción de la clase obrera, a la que, en la sociedad capitalista, consideran como el auténtico
sujeto de la historia. Para terminar no sólo con la explotación, sino con toda la historia
basada en la propiedad privada y fuente de la enajenación, propugnan la necesidad de la
toma del poder político por parte del proletariado, a fin de ir extinguiendo progresivamente
el Estado. Con ocasión del amplio movimiento revolucionario que se dio en buena parte de
Europa, Marx vuelve a Alemania y funda, con Engels, “La Nueva Gaceta Renana” (Neue
Rheinische Zeitung), pero el fracaso de la revolución comportará su expulsión de este país.
Se refugia en Francia, de donde también será expulsado, y en 1849 se instalará en Londres,
donde vivirá el resto de sus días. Su período londinense estará siempre marcado por una
situación económica muy precaria, que no será ajena a la muerte de cinco de sus hijos (sólo
llegaron a la edad adulta tres hijas de Marx, una de ellas ilegítima). Vetado todo trabajo
para él, sólo podrá subsistir gracias a la generosa ayuda de Engels y a los artículos que
manda a diversos periódicos de izquierda, especialmente al New York Tribune, y a otros,
como el Free Press, Das Volk, o People’s Paper. En su estancia en Londres, además de su
actividad política revolucionaria, se dedicará a una incansable labor de estudio e investiga-
ción. En la biblioteca del British Museum profundizó sus conocimientos de economía, de-
mografía, matemáticas, historia de las civilizaciones, estadística, y aprendió diversos idio-
mas para poder trabajar con los textos originales. A través de sus artículos, muchos de los
cuales publicó en la Politische-Oeconomie Revue (refundación de la Neue Reinische Zeitug),
desarrolla una actividad de análisis social y político de la sociedad de su época, iniciando
con ello un camino de investigación del presente que representa una importante novedad
en la forma de estudiar la historia y la sociedad. De estos análisis surgirán obras como La
lucha de clases en Francia (1850), El 18 brumario de Luis Bonaparte (1852) y, más adelante, La
guerra civil en Francia (1871), donde analiza la experiencia de la Comuna de París. En 1859
publica la Contribución a la crítica de la economía política, texto en el que ya están las bases
principales de la que será su magna obra, El Capital. La Contribución está precedida de un
famoso prefacio en el cual Marx mismo hace un breve repaso de su trayectoria intelectual y
una especie de resumen de algunas de sus ideas capitales. Mientras tanto, va acumulando
materiales teóricos y redactando borradores para la redacción definitiva de su magna obra
(los textos preparatorios de El Capital, conocidos como los Grundrisse). En 1864 funda y
preside la Asociación Internacional de Trabajadores, conocida como Primera Internacional,
que posteriormente se escindirá en dos grandes corrientes: la de inspiración marxista y la
de inspiración anarquista, capitaneada por Bakunin. En 1867, publicará el primer volumen
de El Capital. Los volúmenes segundo y tercero los publicará póstumamente Engels, y los
materiales para la redacción del volumen cuarto los publicará Kautsky posteriormente. En
la Crítica al programa de Gotha, escrito en 1875, atacó a Ferdinand Lassalle, y defendió la tesis
de la dictadura del proletariado como forma transitoria que debe adoptar el Estado antes de
superar plenamente la sociedad capitalista y acceder al comunismo. La misma biografía de
Marx nos indica que su actividad política revolucionaria es indisoluble de su pensamiento,
y viceversa. En este sentido es un autor inclasificable con criterios académicos. No es ni un
filósofo, ni un economista, ni un historiador, ni un sociólogo, sino que es todas esas cosas a
la vez, por lo cual ninguna de sus teorías puede ser entendida aisladamente y de manera
99
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
independiente de esta voluntad revolucionaria. Por otra parte, y puesto que su obra ha
tenido una inmensa trascendencia, es difícil entender su pensamiento al margen de los re-
sultados a los que posteriormente condujeron determinadas interpretaciones y elaboracio-
nes de sus concepciones. El mismo Marx se defendía de una interpretación “escolástica” de
su pensamiento, razón por la cual él mismo decía de sí mismo que no era “marxista”, indi-
cando con ello que no podía clasificarse, esquematizarse ni, mucho menos, dogmatizarse su
pensamiento, que él siempre entendió como fundamentalmente crítico. El pensamiento de
Marx, junto con el de Nietzsche y el de Freud (los tres maestros de la sospecha, según Ricoeur),
es uno de los polos de referencia fundamentales del pensamiento y de los movimientos
sociales del siglo XX. Fuente: Editorial Herder S.A., Barcelona. Autores: Jordi Cortés Morató
y Antoni Martínez Riu.
100
IV. L A COSMOVISIÓN ACTUAL
90
Ver Anexo al final del capítulo, p. 147.
91
Ver Anexo al final del capítulo, p. 147.
92
Ver Anexo al final del capítulo, p. 148.
101
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
103
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
104
La cosmovisión actual
105
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
106
La cosmovisión actual
los Estados, sino quizá también en la misma técnica moderna como principio
superior, simple, soberano, de todo cuestionamiento.
La naciente civilización es sin duda la civilización del conocimiento, de
la ciencia y de la técnica, por ello arrastra su ambigüedad. La misma, consis-
tente en primer término en que las fuerzas que se dominan gracias a la técnica
pueden ser usadas para construir el bien o para destruir. Es, por lo tanto, una
ambigüedad del hombre. Sin embargo su Concepción como potencia pura,
ser no dividido, principio primero e intrínseco, traslada la ambigüedad del
problema del uso de la técnica al del espíritu humano.
Tal “espíritu técnico” consiste en “considerar como el más alto valor humano
y de la vida sacar el mayor provecho de las fuerzas y de los elementos de la naturaleza;
en fijarse como finalidad, con preferencia a todas las otras actividades humanas, los
métodos técnicamente posibles de producción mecánica y en ver en esto la perfección
de la cultura y de la felicidad terrena” 93 .
En definitiva, el riesgo que la técnica hace correr a la cultura es el de
crear en el hombre un errado sentido de autosuficiencia, como si tuviera en
sus manos la posibilidad de realizar todos sus sueños y deseos sin tener que
someterse a ningún límite moral: ni cultural, ni natural.
El despliegue técnico se ha convertido en patrón especulativo y espiri-
tual. La satisfacción por el dominio del mundo, reduce la realidad, la vida, la
plenitud del hombre, hasta el nivel de una intrascendencia intra mundana.
Por este camino el desarrollo científico-tecnológico de la época moderna pa-
rece culminar la lógica de la “muerte de Dios” en la “muerte del hombre”.
La técnica está sometida a la valoración moral de sí y de los fines que le
vienen, no es sino un instrumento, valorable moralmente en sí, pero cuyo
valor último depende del buen o mal servicio que presta a los fines que se le
fijan. Es por eso que el problema actual no está primariamente en la técnica,
sino en su asfixiante valoración, en su supuesta soberanía, en base a la cual la
actividad del mundo sensible es transformada en ídolo con pretensión de
absoluto y se renuncia al proceso consciente de los fines.
Esto es de un modo tal que lo que el hombre ve en lo que lo rodea es el
lugar y el objeto de una tarea de transformación en la que se agota lo real. Las
cosas, “como en el circo, van saltando cada vez más de prisa a través de todos
los aros que les tienden, y montan en bicicleta, y por su misma docilidad para
obedecer hipnotizan al domador más de lo que ellas son subyugadas por él” 94 ;
93
Pío XII, Radiomensaje de Navidad de 1953. nº 7.
94
Hans ürs von Balthasar, El problema de Dios en el hombre actual, Ed. Guadarrama, 2º, Madrid,
1966, p. 99.
107
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
siendo así, el hombre no puede poner en juego su intelecto para ver los fines,
lo verdadero, permaneciendo entonces hipnotizado en el razonamiento
discursivo sobre los medios.
Como la técnica ha dejado de justificarse por su utilidad para una fina-
lidad intelectualmente establecida, se dirige a la voluntad de voluntad, al
dominio; al control de los elementos de la naturaleza y sobre todo de la exis-
tencia humana; en definitiva, al poder. Un poder mecanizado, “anónimo”,
que es decir sin fines; automatizado, que es decir con una movilización preté-
rita indiferente respecto a lo ético actual.
La máquina es de una naturaleza distinta del instrumento, ya que la
máquina es “autómata”, materia capaz de responder fundamentalmente sólo
al acto que le da movimiento o lo extingue. Las demás “obediencias” son sólo
consecuencias del primer acto. La máquina es la primera creación del hombre
que ofrece una analogía próxima con la creación divina, es una expresión de
la voluntad que teóricamente puede prolongarse casi indefinidamente. Hay
de este modo algo en el mecanismo que lo separa crecientemente del instru-
mento y de la instrumentalidad, ya no toma prestada temporalmente una
lógica sino que la adopta mientras dure su organización.
La perfección del instrumento radica en que el producto de su interven-
ción es, sin embargo, todo lo humano que es posible. La perfección del auto-
matismo consiste en hacerse cada vez más independiente. El automatismo no
es el genuino movimiento autónomo que Dios infundió a la materia (el átomo
por ejemplo), sino algo más pobre: el automovimiento organizado por el hom-
breenlam ateriapreviam entedispuestaparadeterm inados fines hum anos 95
.
Esto último se ha perfeccionado con la tecnología mecánica-electrónica
y puede aún sorprendernos más con la cibernética-biológica.
La máquina viene a liberarnos del trabajo; pero el trabajo tiene un sen-
tido nos hace autores del mundo y nos da autoría/autoridad. El trabajo es un
medio para lograr una vida buena corporal, afectiva y espiritual, como coinci-
den varias creencias religiosas; en última instancia, la santificación. Pero el
trabajo se ha separado primero de la obra, y luego el hombre del trabajo.
Esto se ve en las brutales tareas repetitivas que en poco perfeccionan a
quien las realiza -lo cual hace perder al trabajo su sentido primario- y lo único
que le queda al hombre es la remuneración material (el único trabajo ha pasa-
do a ser el que se intercambia por una remuneración económica), que lo so-
mete a una dialéctica en la cual trabaja para ganar dinero y gana dinero para
95
Teodoro Haecker, Qué es el hombre, Ed. Guadarrama, 2º, Madrid, 1966.
108
La cosmovisión actual
La persona humana fue creada como una totalidad abierta hacia la ple-
nitud, que no es satisfecha sino cuando se encuentra con el bien total. Esta
antropología no puede ser reconocida en una cosmovisión materialista, que
parte de una visión secularizada de la historia. Sin embargo, es cada día más
admisible que se reconozca lo fáctico de una “ansiedad espiritual” que sólo
puede ser materialmente satisfecha desde analogías impropias de la búsque-
da espiritual.
Son ciertamente las espiritualidades no religiosas, pero como marco se
nos propone pues una civilización del consumo regida por valores hedonistas
y tecnológicos. Se han convertido los deseos en necesidades, las cuales nunca
pueden ser saciadas, pues el deseo deja siempre un débito a cubrir que es
renovado por la obsolescencia planificada y ensanchado por la publicidad.
El deseo de ser que internaliza como respuesta el parecer se canaliza en
el deseo descontrolado por “ tener más”. Ahoga al hombre en un inmanentismo
que le imposibilita elevar su espíritu por encima del ciclo de producción y
consumo; es el materialismo casi perfecto. Considera la dimensión espiritual
del hombre para (pudiendo darle un sucedáneo a su sed de absoluto) elimi-
nar sus consecuencias no deseadas.
Como en otros tiempos y culturas, el centro de la sociedad presente, no
es el ágora ni el templo, es sencillamente la plaza del mercado. Esto ha sucedi-
do y es razonable, por cuanto el mercado siempre ha sido respuesta a múlti-
ples dimensiones humanas, entre ellas la que llamamos de “lo público”.
En el mercado integrado hay una dimensión trascendente; pero el mer-
cado actual es desintegrado, no es lo público, es la publicidad de lo intrascen-
dente, la felicidad como objeto de consumo. El dinero no es ya para acumu-
larlo, es para facilitar la compra y venta de la felicidad.
Se ha descubierto un “término medio” entre el santo y el idólatra: es el
consumidor. “Ver es tener”, dice la publicidad de una tarjeta de crédito. Toda
109
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
3. EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL
96
S.S. Juan Pablo II, Discurso inaugural de la III Conferencia del Episcopado Latinoamerica-
no, Puebla, México, 28 de enero de 1979.
97
Orden de Predicadores, Actas del Capítulo General de Providence, 2001, nº 100.
111
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
98
En este punto seguimos la contribución del Padre Jean Vernet OP, El nuevo paisaje religioso en
los comienzos del Nuevo Milenio, en la Conferencia dada durante la asamblea general del
IEOP, abril 2002, en Ávila.
112
La cosmovisión actual
99
Durante 10 años y más de 150 episodios de «South Park», nunca tuvieron ningún tipo de
problemas en sus burlas sobre los cristianos, los musulmanes, los mormones y los judios,
hasta que hicieron un episodio no grato a la Cienciología «Los creadores de South Park
contra la cienciología», El País, 22 de marzo de 2006, Madrid, p. 41.
113
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
rismo y el ocultismo, siendo sus temas muy parecidos: espera de una nueva
época del mundo, anunciada por la ley de los ciclos cósmicos; reencarnación
y ley del karma; naturaleza divina de la conciencia interior, considerada como
una chispa de lo divino-cósmico; concepción del hombre que deja un gran
lugar al cuerpo sutil, etéreo, astral; concepción del mundo que incluye la pre-
sencia de ángeles y espíritus mágicamente manipuleables.
La Nueva Era se presenta entonces ex profeso como una utopía bastan-
te imprecisa en la que cada uno puede proyectar sus propias aspiraciones
religiosas. La Nueva Era propone la supra-religión mundial de la Era de Acua-
rio, que desplazaría la Era de Piscis que está acabando, empujándola poco a
poco para acelerar su caída.
Los Movimientos son muchos y los personajes se presentan como los
nuevos Mesías del segundo advenimiento de Cristo: tanto en la Teosofía, pa-
sando por los “Pioneros de la Nueva Era” del reverendo Moon, como en
Ishvara, Maitreya, Hamsah Manarah, es difícil separar lo genuino del oportu-
nismo. Lo mismo pasa con los múltiples grupos de “nuevas terapias” y de
“desarrollo del potencial humano”.
Es de notar que la aparición a escala planetaria de una sensibilidad reli-
giosa pagana, que podría ser calificada como “nueva religión mundial”. Tal
tipo de sensibilidad religiosa reviste además muchos aspectos de la sempiter-
na gnosis.
Las sectas, hoy, no representan sino la punta emergente de un iceberg y
el elemento revelador de un conjunto infinitamente más grande: la “nueva
religiosidad”, una especie de micro cultura de gran espectro. Este anárquico
retorno de las formas primarias de inquietud religiosa es un “signo de los
tiempos” que interroga la sociedad y las Iglesias. En una cosmovisión
consumista, ahogada, reprimida, la religión vuelve al galope. No como me-
diación con el absoluto porque no lo admite su entidad (la técnica), pero sí
como introspección y expresión de la sociabilidad. El hombre sigue allí.
Esta selva multiforme de doctrinas (espiritualidad no religiosa, paga-
nismo y gnosis) parece consumir más oxígeno espiritual del que produce. La
espiritualidad está de vuelta, especialmente bajo la forma de una búsqueda
de sabiduría y de sentido. Es un fenómeno de sociedad bastante reciente, pero
crea un nuevo paisaje religioso que se instala con la intención de perdurar.
Tal fenómeno permite comprender mejor nuestra época, caracterizada por un
retorno vigoroso de los cuestionamientos metafísicos: ¿de dónde venimos?,
¿hacia dónde vamos?, ¿qué bornes nos permitirán balizar nuestra existencia?
El fracaso de los grandes sistemas ideológicos, la insatisfacción ligada al ma-
terialismo cotidiano, cierto vacío dejado por las instituciones políticas, inca-
paces de dar razones de actuar y de esperar, y la ausencia de consenso sobre
las grandes cuestiones éticas han cavado un foso en el corazón del hombre
114
La cosmovisión actual
del siglo XXI, abriendo al mismo tiempo un espacio para la búsqueda espiri-
tual e incluso que ya no es exclusivamente religiosa y se encuentra centrada
sobre la pregunta ¿cómo hago para que la vida valga la pena de ser vivida?:
¿Cómo vivir? Es la pregunta fundamental, puesto que ella contiene to-
das las demás. Es la cuestión de la “vida buena”, como decían los Griegos, es
la cuestión de la sabiduría. Los Antiguos tenían la suya, que nosotros no po-
dríamos simplemente reproducir. ¿Qué estamos buscando? Una espirituali-
dad para nuestro tiempo, una sabiduría para después los Modernos. ¿Cuál es
nuestro problema? Puede ser sintetizado en una sola pregunta: ¿qué sabidu-
ría después de la religión y más allá de la moral? Pues la religión es un asunto
de creencia privada y la moral es sobre todo negativa. Esta última define las
condiciones de la vida común, y no el sentido o el precio de esta vida. Se trata
entonces de saber si la vida merece la pena de ser vivida, y cómo. Ninguno de
nosotros está seguro de su respuesta. Pero estamos seguros de la pertinencia
de la pregunta.
Las vías gnósticas propuestas por múltiples movimientos en la órbita
de la renovación del Esoterismo occidental ofrecen caminos de sabiduría à
través de la “iluminación interior”. La llamada a la trascendencia se juega aquí
en el registro de una mística de la inmanencia. Ésta se funda sobre una aspira-
ción a lo sagrado que se despliega a partir del hombre mismo y del misterio
de su libertad, a través de una reflexión profunda sobre el sentido de nuestra
acción y de nuestra presencia en el mundo. Tal necesidad de lo sagrado es
concebida entonces como una función tan natural como el amor o el pensa-
miento, que ligaría cada ser humano de una manera única a un Absoluto, un
Absoluto que lo sobrepasaría, pero que al mismo tiempo estaría en él. Y aquí
cada uno haría su propio camino. He aquí por qué, en esta perspectiva, habría
entonces tantos caminos como hombres vivos y diferentes existen y re-ligiones
como hombres, porque re-ligarían al hombre con él mismo. La experiencia
mística que se busca es entonces una experiencia muy personal, subjetiva,
ciertamente de “sabor religioso”, pero que dejaría de lado la mediación de
toda religión que se presentase exclusivamente como camino a lo divino. A lo
sumo, en la perspectiva de una gnosis moderna, se opondrán los “espiritua-
les” (aquellos que siguen un camino místico personal y libre) a los “religio-
sos” (percibidos como alienados en una estructura institucionalizada).
Una búsqueda espiritual de este estilo permitiría al hombre reconciliar-
se con su ser profundo y con los demás, y al mismo tiempo podría llegar a
constituirse como una terapia. Tal aventura se centrará sobre las profundida-
des del yo, más allá de la agitación efímera de lo cotidiano, y a través del
camino de la meditación occidental, pero también por medio del zen, del yoga
o del sufismo. O por la simple exploración de la conciencia, gracias a las técni-
cas de “desarrollo del potencial humano” (de las psicotécnicas renovadas).
115
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
medad, muerte), que parece aún más injusto puesto que golpea a seres ino-
centes (y por lo tanto no responsables). Y de este contexto nace el sentimiento
de sentirse extraño a un mundo que no puede ser la patria verdadera. Debe
entonces existir “otro sitio”, “otro lugar”, y es este “otro lugar” que hay que
buscar.
Si los gnósticos de los primeros siglos de la era cristiana ya reacciona-
ban ante su mundo de esta manera, no hay por qué extrañarse de que en estos
comienzos del siglo XXI, y ante el espectáculo que ofrece la actualidad, mu-
cha gente tenga ganas de buscar una espiritualidad “en otro sitio”: en otro
sitio que en las respuestas tradicionalmente dadas; en otro sitio que en la
militancia, como si la contribución al mejoramiento de las cosas fuese ridícula
e ineficaz en relación a la amplitud de los problemas; en otro sitio que en las
religiones y espiritualidades establecidas, y en particular fuera de las distin-
tas Iglesias cristianas, como si sus palabras y sus prácticas apareciesen como
cada vez más alejadas con respecto a las preguntas que se hacen los varones y
las mujeres de hoy. Y de una manera general, en otro sitio que en los grandes
discursos y las grandes instituciones. La gnosis es el llamado a la interioridad
de cada uno, más recurrido en la cinematografía y literatura de gran consumo
de las tres últimas décadas.
A esta altura, el sujeto tiene necesidad de alguien que sea capaz de indi-
carle la ruta y de trazarle el camino a seguir; de alguien que pueda conducirlo
hacia la experiencia de la iluminación. El sujeto buscará entonces a los “sa-
bios”, los “guías” que saben, los que ya han seguido la ruta antes que él. Éstos
son para él el testimonio vivo de que esta experiencia es posible y de que, al
mismo tiempo, serán capaces de indicarle las etapas, los métodos y las técni-
cas. Y de hecho la ayuda se detendrá aquí, pues los “guías” no pueden hacer
nada más: cada uno se encuentra limitado a ser su propio salvador, buscando
su propio Maestro interior, un plomero que lleva a dos años de iluminado,
nunca una monja que lleva veinte años de batalla en el desierto.
Se ha oído hablar de supermercado de lo religioso y de lo místico. Esto
es verdad por lo que concierne a la abundancia de los productos que se ofre-
cen, pero también respecto a la manera en que son presentados: expuestos
simplemente delante de nuestros ojos, como mercancía, sobre los estantes. Y
es tarea de cada uno prepararse un menú como mejor le convenga.
El buscador se encuentra solo en su ruta. Esta imagen del buscador so-
litario corresponde muy bien a la imagen que muchos se hacen sobre el pro-
ceso espiritual, en el cual no se sabrían sentir ligados por la pertenencia a
algún grupo o Iglesia. Y de hecho, se escucha decir unánimemente: todos los
caminos valen lo mismo, puesto que todos conducen hacia un mismo fin. En
consecuencia, toda espiritualidad vale lo mismo, toda espiritualidad da igual.
El gnóstico las acepta a todas, rechazando al mismo tiempo aquellas que es-
117
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
tén reguladas por alguna institución. Sin embargo, para el gnóstico no se trata
tanto de buscar “en otro lado” sino “dentro” de uno mismo, es decir, en lo
más profundo del ser interior. Para él, la luz no puede venir de una palabra
revelada, sino solamente desde las profundidades del yo, que es donde ella se
oculta. Chispa divina que, una vez alcanzada, es capaz de aportar la luz y la
certeza definitiva a aquel que está en búsqueda. Dicho de otra manera, su
larga búsqueda debe finalizar por reconocerse en Dios, emanado de Dios,
formando parte del mismo ser de Dios, al igual que el Cosmos, y con vocación
de dioses y de diosas.
Esto explicaría el corazón de la experiencia gnóstica, concebida como
iluminación interior y no como conversión hacia Otro, como en las tres místi-
cas abrahámicas (la hebrea, la cristiana y la islámica), el místico gnóstico no
busca una conversión sino la iluminación salvadora, y esto para escapar a la
angustia. La iluminación es también “conocimiento total”, considerado como
infinitamente superior a la fe y a la razón. La salvación no es una gracia sino
un derecho natural. La conversión de la que trata la mística cristiana es
secularizada en “retorno de la mirada interior”; y la revelación del Verbo,
según el lenguaje teológico, en “despertar” de la conciencia.
La “realización personal” es el objetivo de esta espiritualidad. Esto se
expresa en las palabras: paz, armonía, serenidad. ¿Cómo llegar a alcanzarlas?
Por medio de una iniciación. Una iniciación cuyo objetivo es hacer de un ser
que posee en germen las capacidades requeridas, un hombre “realizado” que
haya adquirido el conocimiento liberador. Y esto gracias a un trabajo sobre sí
mismo y a la recepción de una influencia espiritual transmitida por los ritos
de la herencia primordial. El maestro besará en la boca a la discípula, o sopla-
rá en su boca como Dios lo hizo en el muñeco de barro del Génesis, o el su-
puesto niño Jesús con las palomas de barro de los apócrifos.
Luego, el varón y la mujer como una nostalgia de su personalidad
desintegrada, rondan psicoterapeutas, gurús y profetas que proliferan por
doquier. Es que cuando la racionalización se torna intolerable, necesita como
todo ser vivo, cualquiera sea el desarreglo en su constitución natural, una
compensación de modo tal que su naturaleza encuentre caminos para aque-
llos que la ordenación racionalista de la existencia ha reprimido, o la intros-
pección racionalista transmutado en cadáver. Surgen los fenómenos
compensatorios y así vemos cómo el hombre que se “emancipa” de lo fami-
liar se esclaviza a modas, “tribus” y sectas; y quien no busca ni encuentra el
milagro donde realmente está, va a buscarlo en aquelarres.
Las mistificaciones, supersticiones y ocultismos han venido a conver-
tirse para el hombre racionalista en el sustituto de la religión; y éste alterna
vivencias, logrando refugio en un privatismo patológico que vacía el amor
que aún posee, pero que no sirve para sustraerlo a esta otra cara de los hábitos
118
La cosmovisión actual
119
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
120
Causa de Disvalor Valor real
extrañamiento, Valor Causa Caracterización del que se del que se
ESTEREOTIPO respecto a la quiere extraña
Primario Característica
GENERALIZADOR
interioridad escapar
consumista
a Desinterés Utilidad Pobreza Sólo trabajo indi- Aburrimiento Ocio/con-
interior vidual: ACTIVO templació
La cosmovisión actual
activista
social: ACTIVISTA
pasotista
b
trascendencia, se transpone su religiosidad a lo inmanente o intrascendente
El hombre no puede ser radicalmente no-religioso; pero al negarle su
121
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
100
Hans ürs von Balthasar, “El problema de Dios en el hombre actual”, Ed. Guadarrama, Madrid,
1966, p. 288.
122
La cosmovisión actual
101
José María Cabodevilla, “Feria de utopías. Estudio sobre la felicidad humana”, BAC 359, 1°,
Madrid, 1977, p. 132.
102
Michael Maffesoli, “Estamos ante el retorno de las tribus”, La Nación, Buenos Aires, 31 de
agosto de 2005, p. 10.
123
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
103
Ver Anexo al final del capítulo, p. 151.
104
Ver Anexo al final del capítulo, p. 153.
125
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
105
Ver Anexo al final del capítulo, p. 153.
106
Daniel Bell, “El advenimiento de la sociedad postindustrial”, Alianza Editorial, Madrid 1976,
pp. 98-99.
107
Taylor F.W., “Principies and methods of scientific management”, New York: Harper and Row,
1911. Edición en castellano: Principios de la administración científica. Buenos Aires: El Ate-
neo, 1979; y Taylor F.W. Management científico. Barcelona: Okos Tau, 1970.
108
Fayol H., Administration industrielle et genérale. París: Dunod, 1916. Edición en castellano:
Administración general e industrial. Buenos Aires: El Ateneo, 1961.
126
La cosmovisión actual
109
McGregor D. The human side of enterprise. New York: McGraw-Hill, 1960. Edición en castella-
no: El aspecto humano de las empresas. México: Diana, 1969.
110
Vázquez I. Empresa e individuo. Barcelona: EADA Gestión, 1989.
127
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
nas están formadas por la herencia, la infancia y la juventud, cuando son adul-
tas, no cambian, necesitan que se las estimule, se las empuje o se las arrastre.
Es sorprendente constatar cómo un siglo después y a pesar de los múl-
tiples y enriquecedores desarrollos de la teoría de la Dirección, estos criterios
siguen subyacentes en mucho de la organización de la acción privada en la
sociedad, dando como resultado una gestión basada en el autoritarismo, una
estrategia y un esquema directivo. La toma de decisiones y la resolución de
los problemas corresponde a la Dirección; de los trabajadores únicamente se
espera la ejecución correcta de las tareas asignadas.
Por otra parte, la burocracia es la prevalencia de los sistemas racionales,
formales y cerrados. “La administración burocrática significa el ejercicio del con-
trol basado en los conocimientos, y este rasgo la hace específicamente racional” 111 .
Las principales características del modelo burocrático son112 : una orga-
nización continua de funciones delimitadas por normas; las reglas y procedi-
mientos regulan el trabajo con el objeto de normalizar las operaciones, reco-
ger las experiencias pasadas y permitir la igualdad de trato; un ámbito especí-
fico de competencias, las funciones diferenciadas y la autoridad para desem-
peñarlas dan lugar a la especialización del trabajo y a la especificación de las
responsabilidades; las reglas que gobiernan un departamento pueden ser nor-
mas técnicas, la selección y promoción del personal, las conductas formales e
impersonales, la separación entre propiedad y administración, la existencia
del principio de jerarquía; la organización es independiente de la persona que
en un momento dado ocupa un puesto de mando; los actos, decisiones y re-
glas administrativas se formulan por escrito, de manera que quede constan-
cia de ellos.
En la burocracia destacan las ventajas113 de: eficiencia con respecto a los
objetivos de la jerarquía formal, racionalidad, precisión en la definición del
cargo y del trabajo, rapidez en las decisiones, uniformidad de reglas y proce-
dimientos que favorecen la estandarización y reducen los costes y errores,
seguridad y capacidad en el funcionamiento de la organización.
111
Weber M. The theory of social and economic organization. New York: Oxford University Press,
1947.
112
Weber M. The theory of social and economic organization. New York: Oxford University Press,
1947, y Huse E.F., Bowdicht J.L., Behavior in organizations: a systems a Ob.cit. p.roach to
managing. Reading, Mass: Addison-WessIey. Edición en castellano: El comportamiento hu-
mano en la organización. Bilbao: Deusto, 1988. Renau Piqueras J.J., Administración de empresas.
Una visión actual. Madrid, Pirámide, 1985.
113
Menguzzato M., Renau J.J., La dirección estratégica de la empresa. Un enfoque innovador del
management. Barcelona: Ariel, 1991.
128
La cosmovisión actual
114
Mintzberg H. The structuring of organizations. (A synthesis of the research). Englewood Cliffs,
N.J.: Prentice Hall, 1979. Edición en castellano: La estructuración de las organizaciones. Barce-
lona: Ariel, 1988.
115
March J.M., Simon H.A., Organizationis. New York: Wiley, 1958. Edición en castellano: Teo-
ría de la organización. Barcelona: Ariel, 1987.
116
Para una presentación más completa de este tema, ver: Roberto Estévez Comportamiento
Humano y Valores, Editorial UNSTA, 2, San Miguel de Tucumán, 2005, capítulo 17.
117
Augusto del Noce, Agonía de la Sociedad Opulenta, EUNSA, Pamplona, 1979, p. 107.
118
Ver Anexo al final del capítulo, p. 154.
129
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
119
Ver Anexo al final del capítulo, p. 155.
130
La cosmovisión actual
120
Daniel Bell, op. Cit., p. 420
121
Katrin Bennhold, «La escuela del poder», La Nación, Bs. As., 21 de mayo de 2006.
131
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
han llegado mejor que nadie por el estudio intensivo de una pequeña franja
del saber.
En otras palabras, la felicidad se encuentra en una Isla a la que no tienen
acceso más que las oligarquías. En la Isla hay un castillo, en el castillo hay una
gran sala con una biblioteca muy nutrida. En la biblioteca hay, entre mil mi-
llares de libros, un libro, que consta de mil páginas, hay una página. En dicha
página se explica muy documentadamente en qué consiste la felicidad. Des-
de luego, tenemos la vehemente sospecha de que en tal página, encontrada
por fin en las postrimerías de la vida, se nos dirá que la vida feliz es justamen-
te esa que nosotros hemos vivido; y que se enseña y reenseña en el sistema
educativo formal.
El régimen no sólo es aplicable en mi territorio, sino que se registra una
peligrosa concepción de la “solidaridad internacional”, que va enmascaran-
do una teoría de la “obligación de intervenir los asuntos internos de otros
Estados” de humillantes consecuencias.
“Se someten las comunidades nacionales a decisiones de un nuevo poder, la
tecnocracia. Una especie de ingeniería social puede controlar los espacios de libertad
de individuos e instituciones, con el riesgo de reducirlos a meros elementos de cálcu-
lo”. (Documento de Puebla, n o 315).
Hay un hecho cierto que es la muerte de las ideologías tradicionales,
que se leyó desde la identificación de las ideologías con lo político. “Lo políti-
co” es natural al hombre, las ideologías son instrumentos culturales de la ac-
ción política de la misma categoría que el mito y análogas a la utopía. La
situación que se registra no puede ser entonces el fin de la política, sino la
muerte de las ideologías conocidas que han terminado su vida útil y las cua-
les serán suplantadas por otras.
Se perfila una ideología de la racionalidad absoluta que es desarrollada
por el sistema dominante e ideal de quienes se oponen al mismo; ambos creen
que la política de los principios, fines y participación se ha convertido en su-
perflua; sólo importan los procedimientos. La utopía que hoy impera en los
que gobiernan y en la oposición, es la utopía tecnocrática. Resulta superfluo
establecer un fin en la esfera pública, porque se suple con la lógica objetiva de los
medios. E1 funcionamiento del sistema de los medios el fin supremo”.
La racionalidad del mismo se reduce a definir la función sin buscar ra-
zón. Surge así un sistema donde la lógica de los hechos impulsa una lógica de
los medios que no dan lugar a decisiones políticas, sino sólo a dictámenes de
expertos. Se ha terminado el problema. ¿Por qué ha de haber diversidad de
opiniones? Evidentemente, quien se oponga al dictamen racional, objetivo y
final, ha de estar loco. La competencia de los técnicos ha hecho superfluo el
compromiso político. Es más, por una cuestión de economía de los medios, ha
de ser suprimido. Y como es de imaginar, el compromiso político sólo se su-
132
La cosmovisión actual
122
Víctor García Hox, Educación personalizada, RIALP, 5, Madrid, 1981, p. 44.
133
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
123
Augusto del Noce, Agonía de la Sociedad Opulenta, EUNSA, Madrid, 1979, pp. 146-147.
134
La cosmovisión actual
la más alta de las estimas posibles de sí mismo. Este tipo humano es sucedido
por el adulto “pasota”, es decir que habiendo pasado por todas las regiones
de su ser en forma polarizante (y con ello por «todos los tipos humanos posi-
bles»), “pasa” de cualquier estímulo exterior para dedicarse “a la propia vida”.
Estos dos tipos humanos se alternan en el “nuevo hombre burgués”
quien de revolucionario transita a quien tiene como modelo de vida al Dux de
Venecia. El Dux presidía la gran oligarquía del dinero venido por el mar y
hereditariamente afincado en grandes familias. Era el soberano elegido de
una ciudad, que va creando una organización mercantil más propia de lasci-
vos y codiciosos viejos, que de jóvenes generosos y enamorados. Lo caracteri-
zaba la imagen de lo que denominaremos el “Fausto Veneciano”: un mucha-
cho joven que vende al diablo su alma de veinte años por una vejez de sena-
dor, bajo una Constitución conservadora, inmutable, tranquila,
“
honorabilísima”, “vetustísima et amplísima”, que perpetua durante siglos
una vigorosa fidelidad al poder, un profundo respeto a las instituciones, un
prodigio de discreción en las ejecuciones capitales, un goce civilizado y egoís-
ta de vivir: “la mattina una mesetta, al pormereggio una bassetta, a mezza
notte una donetta”.
Ése era el programa de los senadores, y es “donetta” más, “mesetta”
menos, el programa de los políticos actuales que pretenden haber sustituido
el “gobierno de los hombres por la administración de las cosas”, quitándose
como el Dux, toda preocupación. El Dux no tenía más que pensar en un parti-
do el partido ‘’del orden”; con él, la mejor aduana de la Tierra, el primer ban-
co nacional del mundo, las estadísticas más perfectas, los técnicos mejor pre-
parados, el mejor sistema de moneda, pesas y medidas, los delatores más
despiertos, la prostitución más reglamentada y elegante, y la más diestra cla-
se de verdugos” 124 .
Ésta es la causa ejemplar del nuevo modelo social, los dos estadios se
complementan, porque mientras el pasota vigila el orden, el revolucionario,
en un bufonismo dramático (y hasta a veces macabro), entretiene a quienes le
están sometidos. Pero el hombre está cada vez más aislado, y ello nada tiene
que ver con el individualismo de principios del siglo XIX, por cuanto el
igualitarismo ha suprimido el culto a la individualidad como personalidad
para invitar a que los innumerables individuos solitarios se pierdan en “la
masa”, “la moda”. El modo de la cifra pobre en contactos y nula en relaciones.
Los contactos “no tienen ninguna fuerza enlazadora y constructiva, allí echa-
124
José María Cabodevilla, Feria de utopías. estudio sobre la felicidad humana, BAC 359, Madrid,
1977.
135
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
ría raíz el individuo y se haría capaz de resistencia. Sólo se conoce una rela-
ción, la de subordinación, sea a la moda o al líder carismático de moda, pero
sólo una y excluyente.
La tendencia totalitaria que, queramos reconocerlo o no, atraviesa nues-
tro mundo entero, presupone el individuo sin contactos, la pulverización de
la humanidad, como causa efecto a la vez; encontramos aquí la disolución del
matrimonio, el aflojamiento de la relación entre padres e hijos. El hecho de
que la esfera de la intimidad quede cada vez más destruida prolonga el fenó-
meno. Se puede abarcar con la mirada qué es lo que se arruinará con esto, por
todas partes se meten la publicidad y los medios, por todas partes se saca
fuera lo que debería permanecer resguardado. La existencia se transforma en
publicidad, y el problema es qué clase de persona surge de esto. En todo caso,
se puede decir que cada vez se masifica más y que es cada vez menos capaz
de oponer resistencia a las tendencias totalitarias125 .
Y el hombre es entonces tratado como un objeto, cada vez con mayor
naturalidad y aceptación. Desde la “verdad” estadística hasta la uniformidad
modal, pasando por la burocracia. Aclarémonos, esto no es una situación ex-
cepcional, por más que algunos lo justifiquen con guerras lejanas, es la forma
normal de gobierno por la administración. Es que esta nueva sociedad ha
desplazado todo ideal de “vida buena” por la realidad del consumo creciente
del bienestar.
125
Romano Guardini, «La cultura como obra y riesgo», Obras, Cristiandad, Madrid, 1981, pp.
144-145.
136
La cosmovisión actual
137
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
CULTURA TOTAL
Conflicto Creadores Tradición Elite tecnocrática
Real Renovación
Fragmento para
Transculturación
Administradores
138
La cosmovisión actual
8. CONSUMO Y UNIFORMACIÓN
139
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
límite es no tener límite», «tú puedes ser lo que quieras», he aquí las divisas
donde se busca el desquite de la mecanización de cada día.
Adecuándose de este modo el hombre a la antropología hosbeseana,
según la cual (El Leviatán), el hombre se caracteriza por un apetito que lo
lleva irracionalmente a realizar sus deseos, esto se traduce en la sociedad ac-
tual, en un nivel de vida cada vez mayor, que se hace palpable cuando más
desenfrenado sea el consumo (es por ello una psicología de la ostentación y
del despilfarro de recursos, y también de la envidia), porque “si el consumo
representa la competencia psicológica por el status, entonces podemos decir que la
sociedad burguesa es la institucionalización de la envidia” 1 2 6. Desde otra
perespectiva, dice Paulo Freire en su «pedagogía del oprimido» que el opri-
mido tiene al agresor dentro de sí, porque escucha su deseo de ser como de-
seo de parecer, y parecer es parecerse al tipo humano de quien lo oprime.
Se puede decir que esto es ajeno al modelo de las sociedades menos
desarrolladas, sin embargo sería un error, por cuanto las llamadas sociedades
postindustriales, son el modelo, la causa formal extrínseca universal de socie-
dad. Algunos prefirieron seguir el camino capitalista para asegurar un creci-
miento, mientras que otros optaron por el socialismo. Pero en definitiva, to-
dos buscaban lo mismo: el máximo aumento de la producción de bienes eco-
nómicos. La preeminencia de este propósito lleva incluso a relegar a un se-
gundo término los objetivos ideológicos. Lo que sucede es que se parte de la
premisa -sobre todo en el contexto euro americano- de que la calidad de vida,
la «vida buena» es «buena vida»: depende esencialmente de la cantidad de
bienes económicos de que se dispone.
La tendencia a la sociedad de conocimiento, integra hoy (sin que haya
necesidad en ello) componentes de envidia entre los hombres, envidia entre
los grupos y envidia entre las naciones (gastos de prestigio). Habiéndose re-
ducido la economía al consumo, esta actividad dominante y las demás que le
son subsidiarias han terminado por invadir toda la existencia y las valoracio-
nes objetivas.
La racionalización había producido ya una ruptura del orden jerárqui-
co de los valores fundamentals, y una conversión del modo en que se produ-
ce la valoración práctica. Es comprensible por tanto, que ante la homogenei-
dad de objetos, exista una medida universal para valorarlos. Éste es el papel
que le corresponde al dinero en la sociedad actual; es decir, de módulo gene-
ral de los valores útiles y prácticos en orden a la consecución de alternativas
finas consumibles.
110
Daniel Bell, “Las contradicciones culturales del capitalismo”, Alianza, Madrid, 1977, pp.
33-34.
140
La cosmovisión actual
Al tener su precio, tanto los objetos como las personas pierden su en-
canto y quedan transformados progresivamente en algo inerte y sin alma. El
ejemplo de la indemnización por daño moral, no es muy distinto del de la
obra de arte -cualitativamente única- cuya calidad se expresa en dinero; lo
cual significa simplemente que todo lo cualitativamente único, irrepetible
puede ser estandarizado por la cantidad y el número: un dólar es igual a cual-
quier otro dólar. Desde este punto de vista, la jurisprudencia de la Corte Su-
prema de Estados Unidos, al crear el «daño punitivo» en el caso «Ford
Pinto» parece haber tenido una mejor percepción del problema desde el
orden social.
La “Nueva Economía” es representativa de los cambios producidos por
las “fuerzas profundas” del fin de la modernidad y la globalización cultural.
Fueron estos cambios profundos los que posibilitaron la espectacular expan-
sión de Internet en la última década.
El conocimiento es la variable esencial que anima la dinámica de la nue-
va economía de redes (global) y de la información127 (soft). La naturaleza a
cultivar es la propia naturaleza del hombre (permanente y cultural a la vez).
Ella es la que hasta ahora se ha puesto en juego en cada etapa de aceleración
del cambio económico:
Desde 1700, la organización de tecnologías (en tanto que conocimiento
del hacer individualmente organizado), que se habían acumulado a lo largo
de doscientos años.
Desde 1750, la aplicación de los conocimientos tecnológicos a herra-
mientas, procesos y productos: la revolución industrial.
Desde 1880, la aplicación del conocimiento tecnológico al trabajo: la re-
volución de la productividad.
Desde 1945, la aplicación del conocimiento tecnológico a la propia ges-
tión del conocimiento tecnológico: la revolución de los gerentes.
Desde 1960, se produce la transmisión universal e instantánea de la in-
formación sin códigos lingüísticos: la revolución de la imagen.
Desde 1970, se produce la mundialización de la innovación tecnológica
y de los problemas mundiales por ella causados: Crisis de la energía, riesgo
de agotamiento de recursos, contaminación.
Desde 1980, se produce la mundialización de la competencia y del códi-
go lingüístico inglés: Crisis de competitividad.
127
Álvaro Turriago Hoyos, “Conocimiento, recurso esencial de la nueva economía: Considera-
ciones éticas”, X Coloquio Internacional de Ética Empresarial y Económica, Barcelona, 9 y
10 de noviembre de 2000.
141
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
128
George Orwell, en “1984”, al introducir como farsa social la permanente reescritura de la
historia, nos remite a una permanente actitud humana individual de modificar nuestros
conocimientos adaptando el juicio sobre nuestro pasado a nuestras experiencias actuales.
129
Al hablar de empobrecimiento nos referimos desde aspectos físicos como la capacidad de
percibir por todos los sentidos, hasta aspectos (jurídicos, no necesariamente legales) como
la posibilidad de confiar en el otro para toda la vida.
142
La cosmovisión actual
Nueva Economía
Global Soft
Individualismo Volátil
Innovación Desarrollable
Competitividad Transferible
130
Nicholas Negroponte en “Ser digital” compara al Estado–Nación con una “bolita de naftalina,
que pasa directamente del estado sólido al gaseoso”. Sostiene también que “hoy en día las
naciones tienen una dimensión equivocada. No son lo bastante pequeñas como para ser
locales y no son lo bastante grandes como para ser globales”.
143
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
131
Prof. Élida de Gueventter, ex directora del Departamento de Filosofía, Psicología y Ciencias
de la Educación del Instituto del Profesorado Joaquín V. González; miembro de la Acade-
mia Nacional de Educación.
132
Prof. Alberto Vázquez, director del Centro Pedagógico Pedro Arrupe, Río de Janeiro.
144
La cosmovisión actual
9. LAS COSAS
145
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
133
Gabriel Marcel, “Filosofía para un tiempo en crisis”, Guadarrama, Madrid, 1975, p. 17.
146
ANEXO
90
Joaquín de Fiore (1130-1202) Teólogo y filósofo calabrés. Monje cisterciense y fundador de
una nueva orden monástica en 1191, la orden de san Juan de la Flor. Su obra se caracteriza por
una fuerte visión profética que le conduce a formular una nueva concepción de la historia, que
competirá con la teoría de las dos ciudades agustiniana y, junto con dicha concepción, ejercerá
una gran influencia a lo largo de la Edad Media, siendo, a su vez, origen de numerosas uto-
pías y del movimiento joaquinista, conocido como la teoría del Evangelio Eterno. Su concep-
ción de la historia, de corte, parte de la consideración de la humanidad como una realidad
dinámica marcada por el tránsito del primer al segundo Testamento. Pero, así como el primer
Testamento es un anuncio del segundo, éste es el anuncio de un tercer estadio por venir: el del
tercer Testamento o edad del Espíritu Santo. A su vez, cada uno de estos tres estados aparece
como una analogía con las tres Personas de la Trinidad y con la evolución espiritual de la
humanidad: 1º) El primer Testamento, a través especialmente de Moisés, muestra la gloria del
Padre; 2º) el segundo, con Jesucristo, manifiesta la gloria del Hijo, 3º) y el tercero, anunciado
por Joaquín de Fiore, manifestará la gloria del Espíritu Santo. De esta manera, concibe la
historia como un ascenso en tres etapas: la edad del Padre fue la edad de la ley, gobernada por
la laboriosidad, el trabajo y el temor; la edad del Hijo ha sido la edad del Evangelio, goberna-
da por el estudio, la disciplina, la fe y la sumisión filial; la edad del Espíritu será la edad
gobernada por la contemplación, la esperanza, la alegría y la libertad, y se caracterizará por
una completa palingenesia. A la Iglesia jerárquica le sucederá una Iglesia más espiritualizada
basada en una religión espiritual interior. Esta concepción de la historia no cristo-céntrica,
sino trinitaria, originó el movimiento joaquinista de gran importancia en la historia medieval
y ejerció gran impacto en la rama más rigorista de la orden franciscana. Se trataba de un
movimiento renovador de corte religioso y político, arropado por una teología profético-
escatológica. A finales de la Edad Media, su influencia se deja sentir todavía en autores como
Dante o Savonarola, y en la teología y filosofía alemana. Ya en la época moderna, se ha seña-
lado la influencia de las especulaciones de Joaquín de Fiore en autores como Lessing, Schelling,
Fichte, Hegel, en la ley de los tres estadios (teológico, metafísico y científico) de Comte, y en
las tres etapas históricas fundamentales (comunismo primitivo, sociedad de clases y comunis-
mo final) que concibe el marxismo. Diccionario de filosofía. Fuente: Editorial Herder S.A.,
Barcelona. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
91
Ley fundamental del positivismo de Auguste Comte, según el cual las ciencias, la mente
humana y la humanidad en general -a la que Comte considera como un ser real- pasan por
tres fases sucesivas: el estado teológico o ficticio, cuando se buscan explicaciones absolutas
de las cosas recurriendo a principios y fuerzas sobrenaturales personales; el estado metafí-
sico o abstracto, cuando, sustituyendo lo sobrenatural por lo abstracto, se recurre a fuerzas,
causas o entidades ocultas; y el estado científico o positivo, cuando, tras reconocer la impo-
sibilidad de un saber absoluto, el hombre se conforma con saber las leyes de las cosas, esto
es, las relaciones existentes entre fenómenos. Al primer estado corresponden tres maneras
de filosofar: fetichismo, politeísmo y monoteísmo, y representan la teología o la infancia de
la humanidad; al segundo estado, el del predominio de las causas, o del conjunto de todas
ellas entendido como la naturaleza, corresponde una filosofía intermedia, la metafísica, y es
147
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
un período de transición, como una “enfermedad crónica” propia de la etapa que transcu-
rre, tanto para el individuo como para la humanidad, entre la infancia y la virilidad; al
tercer estado, la época definitiva a la que tienden las otras dos, corresponde la época de la
virilidad, la edad adulta del individuo y de la humanidad, cuyas características coinciden
con las de la civilización industrial. Esta fase histórica es también la meta para el individuo
y para la sociedad: el estado positivo final, que es el que desarrolla la filosofía positiva, la
“física social”, o sociología, la última de las ciencias y la que realiza la síntesis de todas ellas.
Fuente: Editorial Herder S.A., Barcelona. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez
Riu.
92
Hegel, Georg Wilhelm Friedrich (1770-1831): Filósofo idealista alemán; nació en Stuttgart y,
en 1788, se matriculó en el seminario teológico de Tubinga, donde permaneció cinco años y
tuvo como compañeros a Hölderlin y Schelling, con quienes celebró la llegada de la Revolu-
ción Francesa plantando el árbol de la libertad; junto con su amistad desplegaron un gran
entusiasmo por las ideas ilustradas, los clásicos griegos y la belleza de la antigüedad clásica
y las lecturas filosóficas, sobre todo de Rousseau y Kant. Acabados sus estudios, deja la
carrera eclesiástica y se dedica, igual que sus predecesores Fichte y Schelling, al oficio de
preceptor en Berna y Francfort. Simultáneamente estudia historia y economía, sin abando-
nar la teología, que ahora mira críticamente. De esta época, que algunos llaman período
místico panteísta, datan sus primeros escritos, publicados en 1907 (por H. Nohl), conocidos
como Escritos teológicos juveniles. En 1801, ingresa en la universidad de Jena, llamado por
Schelling; su habilitación como profesor lleva por título Dissertatio philosophica de orbitis
planetarum [Disertación filosófica sobre los orbes planetarios]. En esta defensa de la filoso-
fía, se permite el desliz apriorístico de declarar espacio vacío de planetas la región que
media entre Marte y Júpiter; casi simultáneamente se descubría la existencia de Ceres y más
tarde la de otros asteroides. Por las mismas fechas publica «Sobre las diferencias entre los
sistemas filosóficos de Fichte y Schelling», obra en la que defiende la originalidad filosófica
de Schelling. Junto con éste publica la revista “Kritisches Journal der Philosophie” [Diario crí-
tico de filosofía], en la que aparecen diversos escritos menores (Sobre la esencia de la crítica
filosófica; De qué manera el sentido común comprende la filosofía; Relación del escepticismo con la
filosofía; Fe y saber; Sobre las maneras de tratar científicamente del derecho natural). En 1802, expo-
ne su primera filosofía de la historia en El sistema de la moralidad social. Su primera gran obra,
Fenomenología del espíritu, aparece en 1807; la acaba, según cuenta él mismo, la noche ante-
rior a la batalla de Jena. Devastada la ciudad por las tropas napoleónicas, Hegel se traslada
a Bamberg, donde trabaja como redactor en un periódico; luego es nombrado director y
profesor del liceo de Nuremberg, y allí enseña filosofía, griego, literatura y matemáticas y se
casa en 1811 con María von Tucher; de esta unión, que al parecer fue feliz, nacen dos hijos,
Karl e Immanuel. En Nüremberg publica Ciencia de la lógica (1812-1816), y su fama crece
hasta ser llamado a la universidad de Heidelberg, donde publica Enciclopedia de las ciencias
filosóficas en compendio (1817, aunque la edición que se cita normalmente es de 1830). Final-
mente, el barón von Altestein, ministro de cultura, le nombra en 1817 profesor de la univer-
sidad de Berlín, en cuya cátedra alcanza la mayor celebridad. Sus clases gozaban de una
numerosa asistencia (hasta 200 alumnos, más altos funcionarios de los ministerios que veían
en él la filosofía oficial de Prusia). En Berlín publica su última obra importante: Principios
fundamentales de la filosofía del derecho (1921). Aparte de las cuatro obras principales mencio-
nadas y artículos y opúsculos menores, el resto de obras de Hegel, sobre todos los cursos de
lecciones, que preparaba minuciosamente, fue publicado, tras su muerte, por amigos y dis-
cípulos. Fue famoso y célebre hasta su muerte, ocurrida el 14 de noviembre de 1831, por
causa de una epidemia de cólera; se le enterró junto a Fichte. La filosofía de Hegel recibe el
nombre de “idealismo absoluto” y se caracteriza por ser una reflexión sobre la realidad
globalmente considerada, a la que da el nombre de absoluto, entendida como idea, natura-
leza y espíritu, que se desarrolla en el tiempo en un proceso que denomina “dialéctico”. De
la dialéctica debe decirse que describe tanto el modo de pensar como el de ser, porque, para
Hegel, no existe el ser por un lado y el pensar por otro: concepto y realidad son lo mismo.
Esta afirmación, ya hecha por Parménides, sólo cobra sentido en la perspectiva del idealis-
mo absoluto: el que parte del supuesto de que sólo el “todo”, o la totalidad, tiene sentido y
148
Anexo
149
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
autoconciencia. Sólo otra conciencia, y no un mero objeto, puede satisfacer este deseo de
conocerse como sujeto: sólo se es autoconciencia si se es reconocida como tal por otra con-
ciencia; con lo que deja de ser sujeto para convertirse en objeto, o mejor, sólo en esta nega-
ción de sí misma es (mediada por otra) verdadera autoconciencia. La dialéctica de “señorío
y servidumbre”, o “del señor y el siervo”, pone de relieve la naturaleza social del yo y aun
la naturaleza social del conocimiento: sólo en el otro está la verdad de uno mismo, como
sólo en el esclavo está la verdad del señor, y de la misma manera que el siervo se libera
tomando conciencia de la necesidad que de él tiene su señor, así también se libera el yo por
el pensamiento o por el concepto, porque sólo así deja de estar sometido a lo que es otro. Así
llega la conciencia -no sin antes pasar, como conciencia desventurada, por el trance de no
saber superar la contradicción de las dos conciencias- a convertirse en razón. La razón es la
conciencia que se reconcilia consigo misma, alcanzando así el convencimiento de que ella es
la realidad y, con esto, la certeza, encontrando su propio lugar en el mundo. A la razón
incumbe no sólo expresar la realidad a través del pensamiento sino también hacer que la
realidad devenga pensamiento, o realidad objetiva. Deja de ser espíritu subjetivo para con-
vertirse en espíritu objetivo.
2. Lógica: la teoría de la lógica hegeliana lleva por otro camino al mismo punto. La lógica es
doctrina de la idea y su objeto no es sino el pensamiento puro; pero pensar y ser son, para
Hegel, lo mismo. Las sucesivas determinaciones dialécticas de la idea llevarán hacia la natu-
raleza, idea exteriorizada y, luego, hacia el espíritu, idea que vuelve hacia sí misma. Las
categorías hegelianas del pensamiento, de las que depende el desarrollo de la idea, no son
como las kantianas meras condiciones a priori del conocer, o simplemente constitutivas del
objeto conocido; son creadoras del ser de la idea y, por lo mismo, de la realidad. También
aquí lo primero e inmediato, el ser, no constituye la verdadera realidad; la realidad sólo lo
es si es mediada, pensada, reflexionada. El ser, sin más, es la nada, y lo primero que se
aprecia positivamente en el ser es su devenir; ser es ser algo (cualidad, cantidad y medida),
y se es algo estando determinado, no siendo lo demás (omnis determinatio est negatio); es la
finitud y el cambio, que es una forma de relacionar todo con todo. El “soporte” de todas
estas apariencias finitas y mutuamente cambiantes de las cosas es la esencia: la define como
unidad de identidad y diferencia, fundamento (de la existencia) o razón de ser. Y como
verdadera apariencia, o fenómeno y, puesto que no hay diferencia alguna entre lo externo y
lo interno, porque es todo lo que hay, realidad efectiva. “Efectivo” es lo que actúa; la esencia
se manifiesta en la actuación, igual como se es, lo que se hace. Las cosas actúan a través de
la causalidad y de la acción recíproca. En algunas de las realidades la causalidad y la acción
recíproca son libres: son los sujetos, la subjetividad. En ellos, las cosas son conceptos, no
sólo susceptibles de ser considerados subjetivamente, como pura actividad del entendimiento,
como conceptos universales, particulares e individuales, juicios y razonamientos, sino tam-
bién objetivamente como mecanismo, quimismo y teleología: determinaciones que la cien-
cia hace de los fenómenos del mundo para identificarlo con nuestros conceptos y sentirlo
familiar. La teleología, la finalidad objetiva, hace presente -por fin- a la idea. “Idea” es, en
principio, la puesta en práctica de la posibilidad de las esencias que deben concebirse como
existentes. Porque es toda la realidad, es también el absoluto, aunque en proceso, y su fin es
convertirse en ser, esto es, en naturaleza.
3. Filosofía de la naturaleza: la “naturaleza” son las cosas y, para Hegel, la naturaleza es,
igual que para Schelling, algo así como la “Idea petrificada”; en realidad, su antítesis y
negación: en la naturaleza se aliena y exterioriza la Idea. Los tres momentos dialécticos de
esta exteriorización son el mundo mecánico, el mundo físico y el mundo orgánico. Caracte-
rísticas del primero son el espacio, el tiempo y el movimiento; características del mundo de
la física, la materia y de las cosas individualizadas, que, a través de los procesos químicos
interactúan mutuamente, siendo la vida resultado de estos procesos. En el mundo orgánico
la vida aparece en forma meramente objetivada en los organismos vegetales, mientras que
en los organismos animales aparece en forma de subjetividad. El sentido de la naturaleza
radica, precisamente, en que hace posible la aparición de la conciencia y el pensamiento y,
con ellos, la superación del reino de la necesidad por el de la libertad.
150
Anexo
4. Filosofía del espíritu: a diferencia de la filosofía de la naturaleza -la parte menos consis-
tente y menos desarrollada de la filosofía de Hegel-, la filosofía del espíritu constituye la
parte más acabada del sistema hegeliano y la noción de “espíritu”, la noción capital del
sistema. Su desarrollo constituye la tercera parte de la Enciclopedia, que reformula, por lo
menos parcialmente, lo expuesto en la Fenomenología. El espíritu en general es la tercera
forma de la idea, tras la forma pensamiento (propia de la Lógica) y la forma de naturaleza
física (propia de la filosofía de la naturaleza); su definición corresponde a la conciencia que
se tiene a sí misma por objeto (la autoconciencia) y es la forma plena del absoluto: lo descri-
be, en el prólogo de la Fenomenología, como lo que es verdaderamente real, lo verdadero, el
todo, y que se expresa como sujeto. La noción de espíritu la extrae Hegel del yo kantiano,
entendido como apercepción trascendental, y de la doctrina del yo creador de Fichte; no le
faltan, por otro lado, raíces teológicas al concepto, que Hegel cree usado por primera vez
con plenitud de sentido dentro del cristianismo en su referencia al Espíritu -“Sólo en el
cristianismo se revela Dios como Espíritu”- y el romanticismo alemán y su divinización de
la naturaleza (con clara influencia de Espinoza). También el espíritu se manifiesta en forma
dialéctica: el espíritu subjetivo es el sujeto individual consciente de sí mismo, esto es, el
hombre; el espíritu objetivo son las obras propias del espíritu subjetivo, y el espíritu absolu-
to, el conocimiento pleno que el espíritu tiene de sí mismo, a través del arte, la religión y la
filosofía. El espíritu subjetivo ha de ser, sucesivamente, alma, conciencia y espíritu, y su
conocimiento es, correlativamente, antropología, fenomenología y psicología. Libre como
es, da lugar a la exteriorización y determinación de su libertad en el mundo de la cultura, la
sociedad y la historia: espíritu objetivo, espíritu hecho realidad cultural, que no es más que
el despliegue de la libertad humana, en el ámbito del derecho, la moralidad (Moralität) y la
eticidad (Sittlichkeit), o ética social, que se manifiesta de forma concreta en la familia, la
sociedad civil y el Estado. La filosofía del Estado lleva a Hegel a una filosofía de la historia:
la historia, como despliegue del espíritu, no puede ser sino racional; el sujeto es el espíritu y
su objeto es el máximo desarrollo de la libertad. En la Filosofía del derecho desarrolla Hegel
en forma específica su filosofía del espíritu objetivo. El espíritu absoluto es el espíritu de
nuevo consciente de sí mismo, verdad final de todo el proceso dialéctico anterior: último
desarrollo de todas las fases anteriores de pensamiento, naturaleza, espíritu subjetivo y
espíritu objetivo. En su estado final, como resultado, el espíritu ya no actúa; contempla todo
el proceso cuyo resultado es él mismo, de una forma sensible a través del arte, de una forma
emotiva y representativa a través de la religión y, mediante conceptos, a través de la filoso-
fía. Tres maneras de aprehender el absoluto: como intuido, como representado y como pen-
sado en conceptos. De esto habla Hegel en la parte final de la Enciclopedia, pero de un
modo más extenso en sus lecciones sobre Estética, Filosofía de la religión e Historia de la
filosofía, respectivamente. Su idea de filosofía es forzosamente histórica, porque no es sino
desarrollo del espíritu que se piensa a sí mismo a lo largo del tiempo; filosofía e historia de
la filosofía son lo mismo. Del sistema de Hegel se desprende que la mejor interpretación de
la realidad es pensarla como idea (aspecto lógico) o espíritu (aspecto real), que se desarrolla
en fases distintas dialécticamente relacionadas, y cuyo resultado no es meramente el térmi-
no final, sino la totalidad del desarrollo. Lo real es espíritu y lo real es racional. El espíritu,
concepto clave del sistema, es autoconciencia, sujeto y objeto a la vez: el “yo” del hombre,
pero es también el yo universal, el “nosotros” de todos los tiempos que ha tomado concien-
cia de sí mismo en la íntima interacción de todas las conciencias, porque nada es más real y
verdadero que lo ínter subjetivo, lo que la conciencia universal ha pensado como ciencia,
moral, arte, religión o filosofía. Todo lo real es espiritual, porque todo es un momento del
desarrollo del espíritu, y el espíritu es lo absoluto, porque nada tiene sentido fuera de su
relación con el espíritu. Todo lo real es racional y a la inversa; por consiguiente, si no es
racional no es real. Fuente: Editorial Herder S.A., Barcelona. Autores: Jordi Cortés Morató y
Antoni Martínez Riu.
103
Saint-Simon, Claude Henri de Rouvroy, (1760-1825): Filósofo, historiador y político francés,
uno de los fundadores de la sociología moderna, creador del movimiento del saint-
simonismo, cuyo pensamiento influyó en el positivismo de Comte y en el socialismo fran-
cés. Su obra se enmarca en el tránsito entre la Ilustración y el positivismo, y aparece como
151
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
uno de los fundadores del socialismo utópico. Fue educado en las ideas ilustradas y proba-
blemente tuvo a d´Alembert como preceptor. Participó en el cuerpo expedicionario francés
que luchó en favor de la guerra de la independencia americana a las órdenes de Washington
y, posteriormente, apoyó la Revolución Francesa. La mayoría de sus primeras obras datan
de la época del Imperio Napoleónico, siendo la primera de ellas las Cartas de un habitante
de Ginebra a sus contemporáneos (1802), obra en la que ya señala las bases de su orienta-
ción posterior, a saber, que el progreso de la ciencia entraña un cambio radical de la vida
humana, una importante mutación social que surge a partir de la industria y es fruto de la
revolución científica. La reflexión de Saint-Simon se basa simultáneamente en los efectos de
la Revolución Francesa y en los de la Revolución Industrial. La revolución meramente polí-
tica no es suficiente para llevar a un nuevo orden más justo sino que es precisa una revolu-
ción económica, ya que con la aparición de la gran industria las bases de la sociedad han
cambiado sustancialmente. (A veces se ha señalado que esta tesis de la importancia capital
de la estructura económica es precursora de las ideas del materialismo histórico de Marx.).
En su Introducción a los trabajos científicos del siglo XIX (1808), Saint-Simon aboga por una
rehabilitación del papel del trabajo social que ha de conducir a un orden nuevo y a una
organización científica de la sociedad, basado en la ciencia, la industria y una nueva reli-
gión. Apela a los artistas e intelectuales para que pongan sus obras a actuar como proOb.cit.
p.adores y proOb.cit. p.andistas de este nuevo orden social, y apela a los grandes industria-
les y científicos como los dirigentes de este nuevo orden social positivo. Dicha tesis la elabo-
ró conjuntamente con A. Thierry en su obra Sobre la reorganización de la sociedad europea (1814).
Posteriormente publicó las revistas “La Industria” y “El organizador”. Durante un cierto tiem-
po (1817-1824) se le asoció como colaborador A. Comte, sobre quien ejerció una gran in-
fluencia, y con quien publicó Del sistema industrial (1820-22) y El catecismo de los industriales
(1823-24), aunque posteriormente se distanciarían. Ante los cambios introducidos por el
desarrollo de la ciencia y la industria, propugna la necesidad de una reorganización social
que acabe con los vestigios del ancien régime. Considera que la historia de la humanidad está
regida por dos fuerzas: la del hábito y la del cambio, que originan períodos críticos, en los
que se producen transformaciones y se efectúa la liquidación de las estructuras anquilosadas
en el pasado, y períodos orgánicos. La moderna sociedad industrial que sucede a las socie-
dades teológicas y militares necesita cambiar sus estructuras y dar lugar a un nuevo orden
social y económico capaz de realizar el conjunto de las virtudes humanas y permitir el pleno
desarrollo de todas las capacidades productivas de la humanidad gracias al gobierno de las
élites intelectuales. Esta nueva estructuración social no persigue un igualitarismo, que es
declarado por Saint-Simon como plenamente imposible e indeseable, sino que se debe basar
en una estructura en la cual los dirigentes han de ser los directores de fábricas, los científi-
cos, ingenieros y artistas que han de gobernar a la mayoría de productores. Pero esta estruc-
tura, originada por la necesidad del desarrollo de la producción, no ha de ser una nueva
forma de gobierno de las personas, sino una nueva forma de gobierno sobre las cosas. Pues-
to que considera imposible la nivelación de clases, considera también que la moral y los
sistemas de ideas han de ser distintos en cada nivel social. Así, los ingenieros e industriales
saben que todo está regido por el principio de gravitación, mientras que las clases populares
necesitan creer en Dios, que es una versión antropomorfizada y popularizada de aquél mis-
mo principio gravitatorio. Elaboró también un “nuevo cristianismo” (Nuevo cristianismo 1825,
obra que dejó inacabada) para sustituir a la vieja religión, inadecuada para los tiempos
modernos. En el nuevo cristianismo, el imperativo fundamental es la justicia social, su vir-
tud principal la fraternidad, y la Iglesia se sustituye por el Taller. Saint-Simon gozó de cierta
popularidad y, además de influir decisivamente sobre Comte y el inicio del positivismo,
tuvo muchos discípulos, entre los que destacaron Barthélemy Prosper Enfantin y Saint-
Amand Bazard, que desarrollaron las ideas de Saint-Simon dando lugar al movimiento
revolucionario conocido como saint-simonismo, que influyó sobre el desarrollo de las ideas
del socialismo francés. Sus obras están editadas en Oeuvres, 6 vols; Anthropos, París, 1966.
Además pueden consultarse: La psysiologie sociale, oeuvres choisies, PUF, París 1965, y Saint-
Simon, recueil de textes, PUF, París 1969. Editorial Herder S.A., Barcelona. Autores: Jordi
Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
152
Anexo
104
Durkheim, Émile (1858-1917): sociólogo francés positivista, nacido en Épinal, Alsacia, de
familia hebrea. Alumno de la École Normale Supérieure, de 1879 a 1882, fue primero profe-
sor de filosofía en liceos, pero se dedicó luego a la investigación sociológica como profesor
en la universidad de Burdeos (ayudante de cátedra) y la Sorbona (catedrático de ciencias de
la educación). En 1896 funda la revista “L´Année Sociologique”, que publica hasta 1913 (con
un total de 12 números) y que contribuye enormemente a la difusión de la sociología. Surgi-
do de la primera escuela sociológica posterior a August Comte, desarrolla ideas de éste y de
Saint Simon. También para él, la sociedad es un fenómeno normativo y por esencia moral, y
el objetivo de la sociología no puede ser otro que el intento de aportar soluciones de índole
moral que surgen en la sociedad. Por su enorme influjo sobre la sociología posterior, sobre
todo la francesa, es considerado el “padre de la sociología moderna”. Su tesis de doctorado,
De la división del trabajo social (1893), estudia las relaciones que vinculan al individuo con la
sociedad. En la sociedad arcaica, donde existe una solidaridad mecánica, las relaciones se
establecen entre individuos indiferenciados, que participan por igual de la misma “concien-
cia colectiva”; toda transgresión de la convivencia del grupo naturalmente cohesionado es
castigada automáticamente. En la sociedad moderna, que se caracteriza por la división del
trabajo y el desempeño de muchos roles diferenciados entre los individuos, con lo que se
rompe la uniformidad natural y se multiplican los intereses individuales, existe la solidari-
dad orgánica, problemática de por sí; el derecho y la moral son esencialmente necesarios
para evitar la anomía. En Las reglas del método sociológico (1895), obra de la que se dice que es
una versión sociológica del discurso del método cartesiano, estudia una de las nociones
fundamentales de su sociología: el hecho social y sus tres características fundamentales: 1)
exterioridad e independencia -la propia de la cultura en que vive el individuo respecto de
éste-, 2) coerción -o presión interiorizada del grupo sobre el individuo- y 3) generalidad -o
universalidad de la presión compartida por y sobre todos. En El suicidio (1897) estudia,
basándose en estadísticas y siguiendo las normas de su método sociológico, el suicidio como
hecho social, en cuanto hay que buscar su causa en una situación de anomia social, o estado
de pérdida de las ideas morales o de disminución de la conciencia colectiva, y no meramen-
te en fenómenos de tipo psicológico. En Las formas elementales de la vida religiosa (1912), inves-
tiga, tomando como punto de partida el sistema totémico de Australia como forma más
simple de religión, cuáles son los elementos fundamentales de toda religión. En este estu-
dio, la religión aparece como un producto de la sociedad o del “pensamiento colectivo”. El
positivismo de Durkheim se manifiesta no sólo en la orientación y la metodología científica
que otorga a la sociología, sino también en la reducción a fenómenos observables y
cuantificables de elementos sociales que tradicionalmente se han acogido a otras explicacio-
nes. En obras últimas de tema político, como El socialismo (1928, póstuma), contempla el
socialismo sindical como un medio de llegar a la autonomía e interdependencia de los indi-
viduos, situados entre la presión del grupo y la del Estado. Editorial Herder S.A., Barcelona.
Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
105
Engels, Friedrich (1820-1895): Filósofo marxista alemán, nacido en Barmen, (WuOb.cit. p.ertal,
cerca de Düsseldorf). Hijo de un empresario industrial y educado en una familia rígidamen-
te pietista, abandona sus ideas religiosas tras la lectura, a sus 19 años, de Vida de Jesús (1835),
de Strauss. Durante su servicio militar en Berlín, entra en contacto con la izquierda hegeliana;
La esencia del cristianismo (1841), de Feuerbach, lo orienta hacia el materialismo, y a través de
Moses Hess abraza el comunismo. En 1844 inicia en París su amistad con Marx, a quien
había conocido anteriormente en Colonia, y esta amistad supondrá un período de cuarenta
años de íntima colaboración, que abarca tanto aspectos intelectuales y políticos como de
ayuda económica. Tras una estancia de tres o cuatro años en Manchester, donde su padre
poseía fábricas textiles, publica en Leipzig La situación de la clase trabajadora en Inglaterra
(1845), considerada la primera obra de socialismo científico, y en ella describe con detalle el
resultado de la revolución industrial inglesa y las razones prácticas por las que considera
inevitable la llegada del socialismo. En colaboración con Marx escribe La Sagrada Familia o
Crítica de la Crítica Crítica: contra Bruno Bauer y compañía (1845), contra los jóvenes
hegelianos, La ideología alemana (escrita hacia 1846, pero que no se publica íntegramente
hasta 1932), contra la antropología de Feuerbach y la idea de individuo de Max Stirner, y el
153
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
Manifiesto del partido comunista (1848). Tras el fracaso de la revolución de 1849 en Alemania,
vuelve a Manchester para hacerse cargo, a partir de 1850, de la industria familiar y ayudar
económicamente a Marx, dedicado entonces por completo, en Londres, a la redacción de El
Capital. Abandonando la actividad industrial en 1869, se retira a Londres para entregarse
por completo a la vida política, a la escritura y a la dirección de la Segunda Internacional
(1889). Al morir Marx en 1883, prepara la edición de los volúmenes II (1885) y III (1894) de
El Capital, a partir de los manuscritos de Marx, y se dedica intensamente a la edición de
escritos suyos y a mantener relación epistolar con muchos intelectuales europeos. Aunque
es difícil separar en las obras escritas conjuntamente con Marx cuáles son las teorías de uno
y de otro, a Engels se le atribuye propiamente la paternidad del materialismo dialéctico,
esto es, la afirmación de que la materia, que es la única realidad, se desarrolla según las
leyes dialécticas, inevitables y necesarias, de unión y lucha de contrarios, de la conversión
de la cantidad en cualidad y de la negación de la negación. Engels ve en estas teorías una
manera de exponer que el marxismo es la concepción científica del mundo, y así las desarro-
lla en las obras de su último período: El origen de la familia y de la propiedad privada (1884),
obra en que aprovecha las teorías etnológicas y evolucionistas del americano L.H. Morgan
para presentar una confirmación del materialismo histórico, Anti-Dühring La revolución de
la ciencia según el señor Eugen Dühring (1878), Fuerbach y el final de la filosofía clásica (1888), y
sobre todo Dialéctica de la naturaleza (obra escrita ya en 1873, pero que no se publica hasta
1925). En sus últimas obras muestra interés por la ideología para contrarrestar una versión
excesivamente economicista de la relación entre infraestructura y superestructura. Editorial
Herder S.A., Barcelona. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
118
Lenin, Vladimir Ilitch Ulianov, l(1870-1924): Político revolucionario y pensador marxista
ruso. Nació en Simbirsk y murió en Gorki. Estudió derecho en San Petersburgo y ya desde
su época de estudiante estuvo fuertemente influenciado por el marxismo, especialmente
por la obra del marxista ruso Plekhánov. Se opuso a las doctrinas populistas y anarquistas
que dominaban entre la izquierda rusa, entre los que se contaba su propio hermano, que
preparó un atentado contra el Zar. Debido a sus ideas y actividades revolucionarias tuvo
que exiliarse, viviendo gran parte de su vida como refugiado político. En 1912 radicalizó las
tesis del partido socialista al que estaba afiliado y provocó una escisión que dio lugar al
partido comunista denominado bolchevique. Opuesto al parlamentarismo burgués, pro-
pugnaba la insurrección armada para llevar la clase obrera al poder. Dirigió desde el exilio
el movimiento revolucionario ruso, tanto a través del partido bolchevique, como a través de
su periódico “Iskra”, y fundó la Tercera Internacional. En 1917, en plena primera guerra
mundial, vuelve a Rusia y estalla la revolución que originó el nuevo Estado Soviético. Diri-
gió el gobierno del nuevo Estado hasta su muerte, y en documentos privados señaló el
peligro que representaba Stalin como gobernante. Desarrolló las tesis de Marx y Engels
aplicadas a la situación de un país atrasado como era Rusia, lo que conllevaba una interpre-
tación distinta a la elaborada por Marx, quien preveía la posibilidad de una revolución
proletaria en países altamente industrializados. Se opuso a las tesis de los que llamaba
revisionistas y, desde la perspectiva de la filosofía, estudió (en los Cuadernos filosóficos) las
raíces hegelianas del marxismo y las características de la dialéctica; defendió un acusado
realismo epistemológico y se opuso a las concepciones del empiriocriticismo de Mach y
Avenarius por considerar que la concepción convencionalista de la ciencia que estos autores
sostenían (es decir, la tesis según la cual la ciencia no es una descripción de lo real, sino una
convención expresada en un simbolismo) es una mistificación burguesa de la realidad (Ma-
terialismo y empiriocriticismo, 1909). Por la misma razón insistió en la lucha contra las
convicciones religiosas, siguiendo la tesis marxista que considera que “la religión es el opio
del pueblo”, razón por la que abogó por un ateísmo militante. También desarrolló el estudio
económico del capitalismo en su obra titulada El imperialismo, estadio superior del capitalismo,
(1916). Radicalizó las posturas de Marx, referentes a la dictadura del proletariado, y elaboró
la teoría del partido dirigente, concebido como instrumento de la revolución y vanguardia
de la clase obrera, tesis que expuso fundamentalmente en su obra titulada ¿Qué hacer? (1902),
así como la teoría del Estado y de la dictadura del proletariado que desarrolló en El Estado y
154
Anexo
la revolución (1917). Fuente: Editorial Herder S.A., Barcelona. Autores: Jordi Cortés Morató y
Antoni Martínez Riu.
119
Vico, Giambattista (1668-1744): Filósofo italiano, nacido en Nápoles, hijo de un librero. De-
bido, en parte al menos, a la tisis que padecía (se le llamó despectivamente «master
Tisicuzzus»), hizo por cuenta propia (se le llamó «autodidáscalo») gran parte de sus estu-
dios de filosofía y derecho. Retirado nueve años en el castillo de Vatolla, donde ejerció como
preceptor de los sobrinos del obispo de Ischia, aprovechó su tiempo y su mejoría de salud
para dedicarse a la lectura de los clásicos: Platón, Tácito, Bacon y Grocio. Ejerció durante un
tiempo la abogacía, fue profesor de retórica en la universidad de Nápoles e intentó en vano
acceder a la cátedra de derecho. En su Autobiografía (1728) describe cuán adversa le fue la
vida, y los diversos avatares que le llevaron a escribir la obra que le ha dado fama: Principios
de una nueva ciencia sobre la naturaleza de las naciones, para la cual se establecen los principios
de otro sistema del derecho natural de gentes, la llamada Scienza Nuova prima (1725). Su
desinterés y también su postura crítica ante la filosofía y la física de su tiempo, que fundaba
en una teoría del conocimiento anticartesiana, y que resumía con el lema verum ipsum factum,
lo indica el título mismo de esta obra: frente a la «ciencia nueva» de la naturaleza, propone
su «nueva ciencia», a la que él llama metafísica, pero que de hecho es la historia, no conside-
rada en su tiempo como ciencia. En una visión a la vez renacentista y providencialista,
considera la historia como el «mundo civil», o la sociedad civil, que transcurre por el cauce
que predetermina una «historia ideal eterna», que respeta, no obstante, la libertad humana.
Su concepción de la historia como un desarrollo dividido en tres edades, y su sentido evolu-
tivo de la misma, le relacionan con las posteriores visiones de la historia humana manteni-
das por Comte, Spencer y Hegel, a la vez que lo diferencia de ellos su optimismo renacentista
presente en los «cursos» y «recursos» de esta evolución, esto es, los acercamientos y los
alejamientos respecto del ideal, siempre sometida, no obstante, a la providencia que le otor-
ga su sentido último. Esta interpretación providencialista de la historia no logró interesar
demasiado a sus contemporáneos y, por ello, Vico fue un autor prácticamente desconocido,
hasta que, en el s. XIX, por influencia del romanticismo, se despertó el interés por su obra en
diversos países europeos. El idealista estético, Benedetto Croce, revalorizó su figura. Fuen-
te: Editorial Herder S.A., Barcelona. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
155
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
156
V. Tres puntos y un epílogo
1. EL HOMBRE
134
Este apartado ha sido redactado a partir de la exposición “Antropología”, realizada por el
Profesor Leonardo Polo en un seminario para el PAD de la Universidad de Piura, el libro La
Existencia Cosificada de Ibáñez Langlois, Pamplona: EUNSA, y el ensayo “El Hombre que
hay en los Hombres”, UNSTA, Tucumán, 1983, de Roberto M. Estévez. Editado por Roberto
Estévez, 2004. Publicado en Comportamiento Humano y valores, Editorial UNSTA, 2º, 2005.
157
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
159
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
ración misma. Cuando pienso, hay un cierto modo en que poseo lo que pien-
so; esto es, en tanto que lo mantengo en mí mismo. Si veo tengo lo visto. Estoy
dotado de una capacidad de poseer que recoge de fuera y mantiene delante,
en la misma medida en que la operación está teniendo lugar.
Para Aristóteles, el mundo se tiene más cuando se conoce que cuando
se actúa con las manos. Esta interioridad no se opone (antes al contrario) a
que la vida más perfecta se abra a todo, de tal manera que aquello a que se
abre es tenido por ella.
Sin el pensamiento, la técnica es imposible; en definitiva, se organiza
un mundo práctico porque antes se conoce. Los hombres nos reunimos en
sociedad porque sabemos hablar, pero el hablar es una comunicación hacia
afuera que presupone el conocer. De esto podríamos concluir que el fin de
todas las actividades prácticas es el mejor ejercicio de las operaciones
inmanentes. Sorprendente conclusión, a primera vista, pero inevitable.
Todo lo que hacemos en este mundo tiene como fin entender y amar,
porque amar también es operación perfecta. Esto último los griegos no llega-
ron a verlo del todo, sino que es el cristianismo el que considera el amar como
actividad estrictamente vital y, por tanto, completa la fórmula griega.
Todo lo que hacemos, tiene sentido porque sirve para conocer y para
amar. El hombre es libre cuando establece esa relación de medio a fin. Claro
es que el saber puede ser aplicado; la ciencia tiene un aprovechamiento técni-
co; pero ese aprovechamiento, a su vez, reclama como rendimiento una nue-
va aptitud intelectual y un mejor amar. Sin ello, ese mundo técnico, que ya es
humano porque está hecho por el hombre, se vuelve inhumano. Una civiliza-
ción que no se da cuenta del problema construye un mundo tecnológico que
se escapa, precisamente, de las manos del hombre. Si la relación de medios a
fines se invierte, el homo faber se transforma en el aprendiz de brujo y apa-
rece precisamente el carácter trágico de la técnica que, al desposeerse de sen-
tido humano, se convierte en nuestro adversario. Se trata de exoorganismos
tecnológicos (un martillo no es más que un puño cerrado), pero si la tecnolo-
gía funciona automáticamente nos incorporamos a ella como productos su-
yos y no como agentes. No es otra en definitiva, la conclusión de la relación
entre “infraestructura” y “superestructura” que se saca del marxismo.
La posesión práctica es finita y, por su debilidad, sujeta a pérdidas y a
cambios. Nos ponemos o quitamos un vestido, entramos o salimos de la vi-
vienda. Esto implica las modas y los estilos, formas temporales o particulares
que matizan las configuraciones prácticas y su historicidad. La posesión in-
manente, por ser más intensa, no es cuestión de quita y pon y, aunque no
siempre se ejerce, deja rastro en la subjetividad, algo más que una moda o un
estilo. Ese rastro que siempre se sigue de la operación para el principio ejecu-
tor de ella, se llama virtud o, si empobrece mi libertad, vicio. La adicción es un
161
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
rastro dificilmente borrable por eso: una posesión inmanente que frustra la
realización de mi ser, en aquello que verdaderamente expresa la sociabilidad
constitutiva.
Las operaciones son para las virtudes que, en este sentido, son realmen-
te lo que perfecciona al hombre. La virtud es el punto en que el tener toma
contacto con el ser del hombre, la conjunción de lo dinámico con lo constitu-
cional. La virtud es permanente, supera la condición de ejercicio o no ejercicio
en que todavía están las operaciones inmanentes.
La virtud es una disposición estable, queda incorporada. Por eso se dice
que la virtud es una segunda naturaleza. Visto desde la virtud, el hombre es
el ser beneficiario de su propia actividad. Y también víctima, si su actividad
es equivocada (vicio). Aquí está la clave de la antropología trágica, que se
obscurece, se oculta a nuestra evidencia, si se absolutiza la razón. El hombre
no puede limitarse a perjudicar a los demás o a faltar a la verdad: lo impide
esa peculiar conexión por la que nuestros actos nos determinan. El que pade-
ce injusticia “lo pasa mal”, el que la comete “se hace malo”.
El sujeto humano es beneficiario por esa especie de rebote con el cual su
obrar se le incorpora en forma de virtud. Por lo tanto los objetivos egoístas, es
decir, que curvan al hombre sobre sí mismo, son contradictorios en el fondo.
El hombre alcanza su propio beneficio, no al proponérselo como una meta
lejana y distinta o externa (porque no lo es), sino como una añadidura debida
a la misma índole de su naturaleza posesiva.
Hay que admitir que el hombre es capaz de un actuar correcto que se
mide en términos de verdad y de aportación benéfica para otros; pero, en esa
misma medida también es capaz de mejorar. Ambos puntos son inseparables.
Por tanto, ni el egoísmo, ni el filantropismo, ni el virtuosismo son acertados,
porque son unilaterales. Lo social y la virtud son inseparables, pues el fin de
la convivencia es la bondad del vivir.
2. SU DESARROLLO MORAL
135
Este apartado ha sido escrito a partir de la exposición de Roberto Estévez en la IIº Conferen-
cia Argentina de Responsabilidad Social Empresaria, Tucumán, 18 de noviembre de 2004,
bajo el título: Responsabilidad Social Empresaria e Inteligencia Ética del Empresario.
162
Tres puntos y un epílogo
136
Esta interesante expresión surgió en la discusión de un grupo de empresarios y facilitadores
en el marco del 1º Programa de desarrollo de dirigencia empresarial (Prodiem) de la Asocia-
ción Cristiana Dirigentes de Empresa (ACDE), en septiembre de 2004. Sin embargo, con
posterioridad, he podido encontrar el libro de Robert Coles, The moral intelligence of children,
how to raise a moral child, Plume Books, enero de 1998.
163
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
137
Sobre este tema, ver Lynn Sharp Paine, Leadership, ethics, and organizacional integrity, Boston:
Irwin, 1996, y Leonardo Polo, Ética, una versión moderna de los clásicos, México: Universidad
Panamericana, 1993.
165
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
3. S US VALORES138
138
Conferencia dictada a estudiantes de postgrado de la Universidad Central de Bayamón,
Puerto Rico, el 21 de agosto de 2003, por Roberto M. Estévez. Publicado en el libro Compor-
tamiento Humano y Valores, Tucumán: Editorial UNSTA, noviembre de 2004.
139
Mariano Grondona, Las condiciones culturales del desarrollo, Buenos Aires: Ariel - Planeta, 1999.
Analizamos esta posición bajo el título: “Áreas para educar en valores la autoridad de las
organizaciones del siglo XXI, en el Congreso de la IAM, Madrid, diciembre de 1999.
167
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
140
Josef Pieper, “Creaturidad, Observaciones sobre los elementos de un concepto fundamen-
tal”, Revista Philoshopica, Santiago de Chile, ob.cit., pp. 35 - 53.
168
Tres puntos y un epílogo
Somos libres para elegir, pero no somos libres para hacer bueno lo que
elijamos... ya lo era antes de nuestra elección. En este sentido, hace tiempo,
me han impresionado las declaraciones de nuestro escritor, Ernesto Sábato141 :
Sé lo que me escriben los chicos, los adolescentes. ¿Qué hacer? ¿Adónde
vamos? Y de ahí viene el famoso asunto del fin de las ideologías, que ahora
están muertas, bien muertas, felizmente muertas. Pero eso no significa que tie-
ne que haber una crisis mundial. La sacralidad del hombre, el ser humano, que
no consiste simplemente en la palabra, consiste en que sus hijos no mueran de
hambre, en que no sean torturados por tener ideas parecidas a las de Cristo,
casi idénticas a las de Cristo. ¿Qué ideales? Iba a decirlos: siempre será bueno
que el hombre sea libre, siempre será bueno que no haya esclavos, siempre será
bueno que no haya pueblos oprimidos, siempre será bueno que no haya perse-
cuciones raciales, siempre será bueno que un chiquito no muera de hambre.
Es fácil sostener que los valores, activos culturales, juegan a favor del
progreso de cada ser humano. Pero puede ser mucho más polémico trasladar
esa afirmación al campo más extendido de una región, como en el caso de
América Latina. La objeción, particularmente compleja, es: ¿si un estado na-
cional es más desarrollado que otro, hay que concluir automáticamente que
su cultura o sus valores son superiores para el hombre? 142
En un trabajo anterior143 definimos la ética como el saber humano sobre
los fines, la disciplina que estudia al hombre en su denodada búsqueda del
bien (amor omnia vincit), es decir desde una perspectiva última de la vida, de
la felicidad. De ser así la interacción entre las condiciones objetivas (bien) y
lo que una determinada generación considera valioso (valores presentes o
inminentes) es la “causa pluri causal” del desarrollo.
Es la cultura y sus valores, más que la política, lo que determina el pro-
greso de las naciones y del ser humano en general144 . De allí que la cultura de
sus “líderes” sea clave a la hora de definir su posibilidad de desarrollo.
141
Jorge Sabato, “La corrupción, riesgo de la democracia”, Diario La Nación, 29 de noviembre de1992,
p. 2.
142
Germán Sopeña, “Los valores culturales, clave del progreso”, Diario La Nación, Buenos Aires,
26 de abril de 1999, p 9. En este sentido la polémica sobre los valores y el desarrollo, en
Argentina, se remonta a la primera mitad del siglo XIX, tanto por los juicios de Juan Bautista
Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento (sobre la inmigración como solución a la falta de
laboriosidad), como por las cartas de Tomás Manuel de Anchorena (sobre la no superiori-
dad –por razón religiosa– de los colonos del Norte de América).
143
“La Ética y las nuevas generaciones”, Ponencia en el Foro Distrital de los Rotary Clubs de la
Región Patagónica, sobre el “Servicio a través de la ocupación” realizado en el Rotary Club
de Cipolletti, Comahue, el 30 de noviembre de 1996. Publicado en Consudec, Año XXXIV, nº
811, Buenos Aires, 14 de mayo de 1997.
144
Conforme Samuel Huntington, Seminario “Valores culturales y progreso humano”, Acade-
mia de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard, abril de 1999.
169
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
El desarrollo siempre será el paso, para cada uno y para todos, de con-
diciones menos humanas a condiciones más humanas145 . Son condiciones
menos humanas: las carencias materiales de aquellos que están privados del
mínimo vital, y las carencias morales de aquellos a quienes mutila su egoís-
mo. Menos humanas: las estructuras opresivas, tanto si provienen del abuso
de las posesiones o del abuso del poder, de la explotación de los trabajadores
o de la injusticia en las transacciones. Más humanas: la superación de la mise-
ria en busca de lo necesario, la victoria sobre las penurias sociales, la amplia-
ción de los conocimientos, la adquisición de la cultura. También más huma-
nas: la consideración creciente de la dignidad del otro, el espíritu de austeri-
dad, la cooperación con vistas al bien común, la voluntad de paz. Más huma-
na todavía: el reconocimiento de los valores superiores y de Dios, que es su
fuente y su culminación.
Un análisis desapasionado de la historia reciente de América Latina
nos revela que también existen “valores regresivos”, apariencias de bien que,
por su oposición al bien del hombre, neutralizan el potencial de desarrollo de
un pueblo. Convendrá por ello distinguir entre los valores básicos del hom-
bre, intangibles al transcurso histórico, los valores instrumentales cuya utili-
dad depende de fines que los trascienden, y los valores distributivos cuya
significación es relativa al estado de desarrollo de una población. Es claro que
“lo progresista” y “lo regresivo” de un valor dependerá de su adecuación, o
no, al bien del hombre, en ese hombre, con su naturaleza, su ahora y su aquí.
De esto sabemos los argentinos.
Todo liderazgo se basa en valores socialmente reconocibles146 . La elimi-
nación fundamentalista de toda referencia a la verdad y a los bienes (es decir
a valores objetivos que preceden a la elección del sujeto, o no dependen de la
misma), es la nota negativa, la ausencia de este final de la modernidad que
devalúa toda facultad humana que no sea la voluntad auto referencial.
145
S.S. Pablo VI, Populorum Progresio, siguiendo a Louis Joseph Lebret OP, Dinámica concreta del
desarrollo, Herder, 1969
146
Este problema de los valores socialmente reconocibles puede encontrarse en las leyes nuevas
de 1573, bajo la presidencia de Juan de Ovando en el Consejo de Indias (fruto de la influencia
de Fray Bartolomé de Las Casas), donde se obliga a los misioneros a que «con mucha claridad
les comiencen a persuadir quieran entender las cosas de la santa fee católica y se las comiencen
a enseñar con mucha prudencia y discreción por el orden que está dicho, … usando de los
medios más suabes que pudieren para los aficionar a que las quieran deprender, para lo qual
no començarán reprehendiéndoles sus vicios ni idolatrías ni quitándoles las mugeres ni sus
ídolos porque no se escandalicen ni tomen enemistad con la doctrina cristiana, sino enseñensela
primero y después questen instruidos en ella los persuadan a que de su propia voluntad
dexen aquello que contrario a nuestra santa fe católica y doctrina evangélica ...»
170
Tres puntos y un epílogo
171
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
147
Los límites y las nuevas generación, reseña de los talleres: “Limites y Virtudes en la Educación
de Nuestros Hijos”, realizado en el Colegio Santo Domingo en la Sierra, Tandil, el 09.04.1997;
y en el Colegio Jesús Adolescente, Tres Arroyos, el 12.06.1997.
148
Werner Jaeger (Paideia).
172
Tres puntos y un epílogo
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Tres puntos y un epílogo
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Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
imagen para adquirir un rostro extraño; es como barro o arcilla en manos del
alfarero y se moldea según la semejanza del artista.
Sin embargo, el carácter peculiar de este “teocentrismo” debe ser seña-
lado, y para ello nos ayuda la expresión de Leonardo da Vinci, cuando en la
apertura del Renacimiento, explica que su humanismo no es la repetición de
los griegos. Afirma con relación a la escultura: “... En las cabezas antiguas
predomina un carácter uniforme: todas las diosas se parecen, son bellas con
igual belleza, jóvenes con idéntica juventud. Nuestras Madonas son perso-
nales y no un solo tipo y presentan rasgos variados. La antigüedad ha repre-
sentado la belleza del cuerpo de una manera insuperable. Pero desde que un
hombre murió en Oriente y el Occidente lo llora cada viernes, una belleza
nueva apareció con la nueva verdad. Un alma ha triunfado del mundo por su
sola belleza. Sólo se concebía la violencia de las pasiones o la serenidad de los
dioses: vino un Dios que llora y pasiones dulces. Gran maravilla de la que
surgió un arte nuevo que rivaliza con el antiguo”.
Leonardo comprendió con claridad el tema de una cultura donde lo
teocéntrico y lo antropocéntrico se unen, al descubrir su clave: lo primero que
se debe al hombre es la verdad sobre él mismo y esto sólo se esclarece en la
Encar-nación, plenitud del amor generador de todo.
Para Nietzsche, la verdad sobre Dios era la historia del desarrollo del
invento de Platón: el espíritu puro y del bien en sí. Y su destierro la historia
del alivio de una pesadilla contra la cual la humanidad luchó y venció. A raíz
de esa lucha hizo crecer -según el autor- y desarrollar una fuerza inmensa que
Feuerbach, en su manifiesto antihegeliano (Fundamento de la filosofía del porve-
nir), ya había sistematizado como “la nueva filosofía que hace del hombre el
objeto único y universal de la filosofía y por esto hace de la antropología (en-
tendida como humanismo sin creación) la ciencia universal”.
Esta reducción de la dignidad de la persona, no nos devuelve intacto al
humanismo griego, de tal modo que la filosofía de la muerte de Dios culmina
en la muerte de la persona. Jesús Arellano realiza un intento de diagnosticar
la angustia del hombre contemporáneo. No puede no haber angustia, cuan-
do las distintas naturalezas humanas hechas existencias y conviviendo en
sociedad, se sienten y se saben tratadas como una cosa: el trabajador en su
trabajo, la mujer en su cuerpo, el negro en la esclavitud de su color, el judío
en la estereotipación cultural de su pueblo, el hombre sometido a la
normatividad tecnológica cuyo sentido se le niega, cuya existencia simple-
mente se impone.
El hombre se lanza a conocer la tierra, el macrocosmos, las estrellas y la
vida, las partículas elementales y los ciclos de la naturaleza, pero permanece
él como un misterio para sí mismo. Al optar por una perspectiva reduccionista
del conocimiento, el hombre moldea su idea de sí según el paradigma de los
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Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
entes corpóreos, y elige mirarse como cosa. Esto, en un mundo en que las
cosas, como en el circo, van saltando cada vez más de prisa a través de todos
los aros que les tiendan; pero esa misma docilidad para obedecer hipnotiza al
domador más de lo que ellas son subyugadas por él.
No es la ciencia lo que ha destruido esta forma de civilización en sus
bases, sino la transformación de los medios en fines y de la tecnología en
valor dominante. Hemos visto cómo a partir de allí el hombre queda
desenraizado de la plenitud de lo real y sometido a una brutal dinámica de
consumo que termina por consumir en él su ser personal. De allí que la revo-
lución presente sea la más radical y de allí por qué no son como decíamos al
comenzar, hombrecillos maléficos quienes la realizan. Es una prolongación
de una tara en nuestra naturaleza que haciéndonos en el hoy ciegos para la
comprensión de nuestro ser, nos impele a realizar lo que ninguna revolución
política puede conseguir: “cambiar al hombre”, por la represión de su dimen-
sión trascendente.
Su ser es profanado por cuanto se pretende haber expulsado a Aquél de
quien es imagen y semejanza; ya no se encuentra Dios en el corazón de los
hombres, ni detrás del proyecto creador de las cosas.
Es entonces cuando el hombre, que “ha matado” a Dios, se descubre a sí
mismo como vacío de sentido, como lo entiende con claridad Jean Paul Sartre:
“No hay naturaleza humana, porque no puede haber existido un Dios que la haya
proyectado”. Exactamente, casi a modo de espejo el cristianismo afirma que
hay naturalza humana porque el creador es Dios: el Dios de la vida.
Se revitaliza una posición distinta: “yo soy para mí mismo lo dado” y
“Dios está en todas las cosas y lo está del modo más íntimo; aun cuando yo lo
rechazo, está en mí mismo, porque no puedo dejar de ser yo mismo, es decir,
imagen y semejanza de Dios”.
Esto supone una afirmación vital de la Creaturidad y la Encarnación,
que nos ayudará a reconocer en lo cotidiano, la evidente contradicción entre
el humanitarismo teóricamente profesado por la cultura dominante y el espí-
ritu de deshumanización prácticamente actuado.
El humanitarismo intrascendente ha permitido fundar una sociedad so-
bre el equilibrio de las contradicciones; por ello puede aceptarlo todo, nada le
resulta escandaloso, salvo el escándalo de Dios. El varón y la mujer actuales
padecen intensamente una situación paradójica: la carencia de la religión y la
añoranza de lo religioso. Las ideologías seculares explican, en parte, esta ca-
rencia, y cuestionan los viejos modelos de transmisión del mensaje de Cristo.
Siguen pendientes de respuesta muchas cuestiones planteadas por el pensa-
miento contemporáneo. En todas éstas está presente el interrogante sobre el
hombre y su futuro en esta etapa de muerte y nacimiento de una civilización.
El secularismo de la modernidad se transformó en laicismo combativo
180
Tres puntos y un epílogo
decimonónico y la lucha entre las ideologías del siglo veinte nos dejó la indi-
ferencia y la increencia (la Ciudad secular).
El diálogo entre las confesiones religiosas monoteístas puede servir como
correctivo crítico a las diversas presentaciones del hecho religioso cristiano y,
al mismo tiempo, supone un área prioritaria de la nueva evangelización.
Se ha comprendido que la aparente ausencia de decisión del liberalis-
mo era una decisión rica en consecuencias; y que la supuesta valoración de la
ciencia ha precipitado a la Humanidad en catástrofes cada vez más temibles.
Suena entonces la hora del mundo en que el amor al hermano una a cristianos
y no cristianos, al centro y a la periferia, como problema y como realidad.
Sobre todo en los jóvenes, quienes van a construir la sociedad del mañana y
se salvarán o perecerán con ella.
Los jóvenes podrán ser presencia y testimonio de un futuro de reconci-
liación y restauración de una relación rota, de un orden conculcado, de una
comunicación interrumpida que cuando se funda en el perdón es un acto
recreador. Tal creación transformadora y renovadora del perdón se forja en el
interior del hombre, no en sus estructuras externas.
Se necesita vivir la recreación de la reconciliación, no fríos gestos de
buena educación. La nueva generación, que ha rechazado aunque no supera-
do plenamente la desorientación contestataria, puede ofrecer algo nuevo, in-
sólito, original, al mundo presente; vivir la plenitud de su destino ontológico
en todas las dimensiones de su existencia: las familiares, las culturales, las
políticas, en una palabra, todas las dimensiones humanas.
De ser así podrá transformar la existencia actual desde sus fundamen-
tos. Sólo el hombre con un corazón reconciliado puede realizar en la verdad,
la justicia y el amor, la empresa de “recrear” la reconciliación en una nueva y
original síntesis civilizatoria.
Un último dato que desearía agregar, es que después del paso del cris-
tianismo, el hombre no puede ser verdaderamente pagano y por lo tanto el
supuesto paganismo de la idolatría de los bienes intrascendentes no sólo es
irreligioso, sino que también es anticristiano. Es imposible no recordar la pro-
fecía de Jacques Maritain: “Se anuncia un tiempo feliz, en el que el hombre
podrá morir por la sola causa de Dios: no por la nación, ni por la humanidad,
ni por la revolución, ni por el progreso, ni por la creencia, sino sólo por Dios”.
La sociedad del bienestar es la única capaz de llevar coherentemente
hacia sus extremos la deshumanización de la relación de alteridad, para lo
cual necesita destruir lo que ésta recibe de lo religioso, e incluso de lo “para
religioso” como son los mesianismos materialistas. Pues sólo así puede man-
tener los sentimientos compartidos y los lazos afectivos entre los hombres
superficiales y difusos, evitando, de este modo, que se dé entre los hombres
esa identificación y reciprocidad afectiva llamada «amistad» que, de alcanzar
181
Ethos y Polis: Notas sobre la cosmovisión actual
la caridad, lo destruiría. Decir, “que ‘Dios ha muerto’ es, en efecto decir que los
vínculos sociales se han roto y que la sociedad está muerta”149 y que, por lo tanto,
“no hay fronteras para el poder sobre el hombre”.
El origen de esto -volvemos a repetirlo-, es una larga tradición
secularizadora que se cristaliza en el juicio histórico desviado, sobre la su-
puesta madurez alcanzada por el hombre después de la segunda guerra mun-
dial y que trasladó el ateísmo de meta a punto de partida. Con el carácter de
presupuesto básico de la convivencia, necesario para una visión sincera de lo
humano y por ella, para la construcción de la sociedad perfecta. Esta “toleran-
te” visión que excluye lo religioso para evitar “los conflictos que durante si-
glos diezmaron a la humanidad”, pero a la vez, una intolerancia radical para
quien funda sus actos en valoraciones espirituales, la cual se convierte en
muchos países en franca persecución policial o cultural, de quien da testimo-
nio de la escandalosa Encarnación del Verbo. El mundo es menos pagano que
irreligioso, lo cual hace pensar también, en si este fuerte progreso de la forma
de existencia no cristiana con su liturgia propia, no hará ver aún con mayor
claridad lo que es ser cristiano, lo que es llevar la ley impresa en el corazón;
ayudando así a desechar elementos puramente circunstanciales, parecidos,
concesiones y hasta secularizaciones que han confundido a muchos cristia-
nos.
Es cierto que de este modo la religiosidad puede hacerse más rara, pero
también es cierto que como signo de la verdadera Fe, se hará más profunda.
En tal caso, la historia de la Salvación cobraría un sentido especial, más cris-
tiano, y al igual que la obediencia al Dios vivo, la total incondicionalidad al
plan de Dios en medio de “la creciente soledad del mundo futuro, soledad
precisamente en medio de las masas y dentro de las organizaciones”.
Si esto es así, Romano Guardini, con su libro “El fin de la Edad Moderna”
(1950), habrá sido el profeta de un nuevo tiempo, cuando dijo: “la soledad en
la fe será espantosa. El amor dejará de ser una actitud común (Mt. 24,12). Ni
será comprendido ni practicable. Se hará más valioso cuanto que pondrá en
contacto a un solitario con otro solitario. Será fortaleza del corazón proceden-
te de la relación directa con el amor de Dios. Tal vez suceda algo de aquello
que encierra en las palabras que nos dan la clave para comprender la predica-
ción de Jesús sobre la providencia, esto es, que para el hombre que hace la
voluntad de Dios sobre su reino su primera preocupación, las cosas cambian
de aspecto”.
149
Daniel Bell, obra citada, p. 51.
182
Tres puntos y un epílogo
150
Louis Depasse, Al asalto del Fitz Roy, Ed. Peuser, Bs. As., 1953, p. 11.
183
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VI. A PÉNDICE DE FUENTES
185
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