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La expresión “pampa gringa”, especialmente su uso más reciente La fiesta del santo local es una
en la historiografía argentina, hace referencia al área sur de la provin- expresión de la sociabilidad que se
cia de Santa Fe, junto al sur cordobés y el norte bonaerense, zonas gestó en la pampa gringa. En la
procesión de la imagen venerada, al
valorizadas mayoritariamente por el aporte de inmigrantes ultrama-
igual que en los desfiles oficiales, se
rinos a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Tales trabajos realizaba la exhibición de la ciudad.
historiográficos, por lo general, subrayan el aspecto económico de (P. Grela, La Pampa, génesis de la
dicho proceso, al tiempo que también se han ocupado de los conflic- Colonia y Pueblo Chabás, Rosario,
tos sociales y políticos derivados de esa intensa experiencia moder- Pago de los Arroyos, 1983)
nizadora.1
Pero a nuestro juicio, tal vez no se ha prestado demasiada atención
al hecho de que construir una nueva sociedad en la pampa ha sido tam-
bién una experiencia de producción de sociabilidad, en la que se entre-
cruzaron variados horizontes de representaciones y se ordenaron en di-
ferentes proyectos tendientes a una vida social más rica, con todo un
nuevo mundo de instituciones y con códigos convencionales propios. Al
mismo tiempo, la introducción de un nuevo estilo civilizatorio aparejó
también la constitución y divulgación de nuevas maneras de la sensibi-
lidad privada.
Para bosquejar los rasgos de esta nueva sociabilidad que se gesta en
la pampa gringa, abordaremos, en primer lugar, las modalidades de or-
ganización de los emplazamientos urbanos. En segundo lugar, y ya en el
ámbito específico de la vida cultural urbana, veremos más de cerca al-
gunas de las prácticas que la componen, y finalizaremos nuestro recorri-
do con un inventario de las ceremonias que le están asociadas. Asimis-
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1853 24.100
1867 57.000
1876 82.585
1890 131.582 (aprox. actual)
mercaderías, en tanto, a corta distancia, se desarrolla un área de comer- La organización del espacio urbano
cios al por mayor y menor. terminó de definirse con la extensión
Por precaria que sea la estructura edilicia de los nuevos poblados, del ferrocarril. A través de las vías el
pueblo quedó dividido en dos partes.
contienen en germen el conjunto de instituciones que se espera crece-
Plano del Ferrocarril Oeste
rán más tarde armónicamente. Estas ciudades “sin historia” tienen, no Santafesino. (Grela, P., La Pampa,
obstante, un pasado que se encuentra fuera de ellas mismas, y quienes génesis de la colonia y Pueblo Chabás,
vienen a organizarlas y poblarlas comparten una serie de nociones res- Rosario, Pago de los Arroyos, 1983)
pecto de lo que deben llegar a ser. Es decir que si carecen de historia,
no se puede decir que carezcan de “futuro”, entendiendo por tal cosa
representaciones acerca de lo que se espera alcanzar con el paso del
tiempo. Sólo un ejemplo: la colonia Esperanza, con su prensa trilingüe
–en momentos en que en el resto de la provincia y en sus ciudades más
importantes apenas hay periódicos que sostengan una aparición regu-
lar–, muestra con claridad lo que queremos expresar: que los precarios
tejidos urbanos exhibían –o al menos intentaban hacerlo– cristaliza-
ciones que iban bastante más allá de lo esperable; un tanto artificiosa-
mente, trataban de dar la idea de una vida algo más rica que lo de era
en realidad.
Vemos así proliferar en las nuevas localidades, entre principios de si-
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glo y los años veinte, periódicos, revistas de distinto tipo, grupos artís-
ticos inclinados a la ópera o al teatro, grupos de iniciación a la literatu-
ra o de estudiosos de diversos temas que se reunían para formar biblio-
tecas. Comparadas con nuestra realidad, muchas de estas localidades te-
nían una vida social más intensa a principios del siglo XX que en la ac-
tualidad. Tales realizaciones parecen ser posibles por una representación
de lo que debía ser una vida urbana “elevada”, o simplemente “civiliza-
da”, y de las exigencias que ello imponía sobre lo cotidiano.
Si en el terreno edilicio es bastante difícil encontrar intervenciones
innovadoras, o que se aparten claramente de los cánones dominantes,
en el terreno de las realizaciones culturales esta apuntada característica
serial de la producción de vida urbana y cultural alcanza a ofrecer, al
menos durante un tiempo, una serie de muestras más heterogéneas en
cuanto a iniciativas de una sociedad civil que sabe que sólo cuenta
consigo misma.
No obstante, aparecen también algunas experiencias fuera de lo co-
mún. La más llamativa parece ser la de Juan Pescio, quien intentó al lado
de la Colonia Candelaria –actual ciudad de Casilda–, una fundación ori-
ginal: “Nueva Roma”, tal el nombre del sitio que hoy es un barrio de la
mencionada ciudad.4 En septiembre de 1900, Pescio considerará tan com-
pletos sus planes de la “Nueva Roma”, que hasta invitará al papa León
XIII, “prisionero de Roma”, a trasladarse hacia esta nueva urbanización.
La invitación es en realidad una ironía, porque Juan Pescio conside-
ra que la “vieja” Roma debería imitar a la “Nueva Roma”, reino de la li-
bertad y del anticlericalismo, en donde el 20 de septiembre de 1900 se
conmemora el trigésimo aniversario del ingreso de las tropas italianas a
la “vieja” Roma. Esta impostura alcanza su máxima expresión en el si-
guiente diálogo recitado por dos niñas, una simbolizando a la “vieja”
Roma y otra, a la “Nueva Roma”. También participaba del diálogo su
autor, igualmente fundador de la “Nueva Roma”:
“Roma (madre): Hija, reconozco que el sentimiento italiano no ha
degenerado en ti, y que tu creador, señor Juan Pescio, supo infundirte sa-
nas doctrinas. ¡A ti la palma... y que ella te sea presagio de gloria! ¡Y a
tu fundador, mi gratitud por su amor patrio!
”Nueva Roma (hija): Madre, orgullosa acepto la palma con que pre-
mias mis humildes sentimientos, y te juro que sabré conservarla pura,
siendo para mí un amuleto contra las funestas intrigas del Partido Ne-
gro. En estas lejanas regiones del Plata, en esta gloriosa República Ar-
gentina que es mi patria nativa y a la sombra de los sagrados colores
blanco y azul, mostraré al universo que sé conservar bien y difundir me-
jor las ideas de libertad que me han sido enseñadas.
”Juan Pescio: ¡Oh, Magna Roma!, la gratitud es para mí premio más
LA PAMPA GRINGA, INVENCIÓN DE UNA SOCIABILIDAD EUROPEA EN EL DESIERTO 165
sagrado que mi vida. A su vez juro que jamás los puros y nobles senti-
mientos de mi adorada ‘Nueva Roma’ serán manchados por la podre-
dumbre del clericalismo. ¡Viva Italia, España, Colombo y la República
Argentina, mi segunda patria!”.
“Nueva Roma” no fue un proyecto exitoso, al menos en el sentido
grandioso con que lo imaginara su autor, y a pocos años de su funda-
ción fue unida a su vecino más desarrollado, Casilda; pero durante cer-
ca de una década, Pescio dedicó una parte de su fortuna a convencer a
autoridades locales, corresponsales extranjeros y a los propios habitan-
tes que comenzaban a poblar su urbanización, de que el suelo america-
no podría ser buen receptor de este ideario, capaz de albergar una serie
de construcciones que rivalizaran con la magnificencia de la ciudad pa-
pal. En tal sentido, Pescio lanzó una serie de suscripciones de lotes de
tierras ubicados en posiciones centrales dentro de los planos de “Nue-
va Roma” con el objeto de financiar un gigantesco edificio destinado a
rememorar la gesta de Colón. Estaría emplazado en el centro de la nue- El proyecto de Juan Pescio es una de
va colonia, conformado por una torre cónica consistente en una serie de las representaciones de la utopía
pisos encolumnados que se elevarían hasta los 250 metros sobre una urbana. El gigantesco complejo, con el
planta circular que en la base alcanzaría los 125 metros de diámetro. fin de rememorar la gesta de Colón,
sería sede de un sinnúmero de
“El número de columnas que constituirán el monumento será de 8584, actividades.
de 55 metros de alto y cinco metros de diámetro cada una, siendo cons- Juan Pescio junto a su proyecto. (A.
truida de hierras seccionales, machihembrados el uno con el otro y de Ascolani, Nueva Roma. El frustrado
un metro de alto.” El gigantesco complejo sería ocupado por un sinnú- pueblo de Juan Pescio, Casilda, Platino,
mero de actividades culturales, teatros, exposiciones, casas de comer- 1991)
cio, actividades recreativas, música, observatorio astronómico, etcéte-
ra. El remate de la torre estaría compuesto por una esfera metálica de
18 metros de diámetro, sobre la que se colocaría una estatua de Colón
de 9 metros de altura.
Como resulta obvio, los terrenos de “Nueva Roma” eran demasiado
baratos como para que su venta procurara los recursos para la construc-
ción de tal conjunto monumental (y cuya factibilidad técnica en la épo-
ca era cuando menos dudosa). Jamás llegaría a realizarse, y el destino
americano de la “Nueva Roma” sería bastante menos luminoso de lo que
su fundador imaginara. Pese a su carácter fallido, tal vez “Nueva Roma”
sea una muestra de lo que estas utopías urbanas aspiraban a desarrollar.
Para empezar, el lugar elegido por Pescio para su emplazamiento
no podría haber sido mejor. Sin sospechar que ello luego la condena-
ría a una subalternidad definitiva, “Nueva Roma” fue emplazada vecina
a Casilda, una de las colonias más dinámicas hacia los años 1880. En
parte, fueron las utilidades que esta colonia dejó a su propietario-admi-
nistrador, Carlos Casado del Alisal, las que le permitieron desarrollar un
sistema ferroviario que sería próspero y autónomo durante cerca de dos
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Un tejido de instituciones Un segundo aspecto a ser tenido en cuenta en este proceso de pro-
ducción de una sociedad “civilizada”, es el desarrollo de instituciones
adecuadas para producir la complejidad de la vida social que se espera
de estos núcleos urbanos. Como ya hemos dicho, el tipo de asentamien-
tos en estas localidades expande las posibilidades de una vida íntima. En
estas condiciones, donde el encuentro cara a cara de las personas no tie-
ne tantas oportunidades como el que produce naturalmente la densidad
de la vida cotidiana en las grandes urbes, es también necesario el desa-
rrollo de ámbitos de encuentro colectivo para la resolución común de di-
ferentes necesidades.
Las mismas deben atender, en primer lugar, a las funciones del (au-
to) gobierno local, a la organización de las instituciones de asistencia
mutual y educativas, donde se entrecruza lo “estatal” con lo privado, y
a la creación de asociaciones de distinto tipo con finalidades de promo-
ción sociocultural.
Tomemos por caso la localidad de Alcorta, famosa por el conflicto
agrícola de 1912. La línea férrea que une Villa Constitución con la Es-
tación Alcorta fue inaugurada en mayo de 1890. Dos años más tarde,
Juan Iturraspe solicitaba autorización al gobierno provincial para la fun-
dación del pueblo en sus tierras. El plano elevado a la Oficina Topográ-
fica preveía que los distintos lotes de tierra para labranza serían delimi-
tados por árboles, y que se destinaría una serie de terrenos a las funcio-
nes que indicaba la ley, esto es, al Lazareto en la manzana número 110;
en la manzana 3, los lotes D, E y F serían destinados a la escuela, y el
juzgado se ubicaría en otros tres lotes de la manzana número 13. El pro-
pietario obtenía una serie de exenciones impositivas, pero, sobre todo,
se beneficiaba con la venta de terrenos.
No bien se avanza en la organización del pueblo, se autoriza la pri-
mera Comisión de Fomento, en abril de 1895. Integrada por un presi-
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La promoción de instituciones
educativas respondió
predominantemente a la iniciativa
estatal. En Villa Casilda, la
organización escolar comenzó con la
fundación de la localidad.
Escuela Nº 242. (A. Galletti y A. Pérez,
Historia de un pueblo santafesino en
los años de entreguerras. Totoras [1914-
1943], Rosario, Fundación U.N.R.,
1995)
174 ESPACIOS Y LUGARES
tros de igual nacionalidad. También para las niñas de las familias acau-
daladas existía un colegio católico, aunque la enseñanza religiosa fuese
más bien excepción que regla en un medio cultural muy poco denso, y
evidentemente laicista.
La vida de las nuevas y precarias colectividades urbanas tenía tam- Un sistema ceremonial
bién sus espacios celebratorios y sus sitios de conmemoración. Primer
espacio público, la plaza de la localidad es el emplazamiento obligato-
rio de las ceremonias oficiales, que son básicamente de dos tipos: por
una parte, las conmemoraciones de la “argentinidad” –25 de Mayo y 9
de Julio–, y en segundo lugar, el festejo de la fundación local.
En la mayoría de los casos, un mástil permitiría el izamiento de la
bandera, luego de lo cual tendría lugar un “desfile”. Empezando por los
escolares, todas las personas con algún tipo de encuadramiento institu-
cional participaban de esta exhibición que la localidad se daba a sí mis-
ma. Las asociaciones étnicas, del trabajo y de productores se sucedían,
dándole así a la jornada variado carácter. Por una parte, ceremonia de
identificación nacional y reunión festiva de un día feriado. También, y
sobre todo, a partir del Centenario, manifestación de un compromiso ad-
quirido con esta tierra americana por parte de quienes eran recién llega-
dos, pero que imaginaban un futuro grandioso para la empresa personal
y colectiva en la que se hallaban inmersos.
La ritualidad ceremonial tiene también la función de situar a cada
uno en su lugar, exhibiendo así un tipo de “orden social” tal vez más ne-
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La plaza, espacio público por
excelencia, era el emplazamiento
obligatorio de las ceremonias oficiales.
Particularmente a partir del
Centenario, en ellas se manifestaba el
compromiso asumido con la “nueva
tierra”.
Fiesta del Centenario. (A. Ascolani,
Nueva Roma. El frustrado pueblo de
Juan Pescio, Casilda, Platino, 1991)
cesario que en otras partes, por cuanto se trataba de una sociedad en mo-
vimiento acelerado, y donde esta exhibición de título y funciones permi-
tía un rápido y mutuo reconocimiento.12
En este sistema ceremonial, y aquí en una mayor relación con lo ín-
timo, las funciones religiosas tienen también un papel muy destacado.
Si hemos comentado las dificultades de estas pequeñas localidades para
darse una estructura mínima de funciones “estatales”, complicaciones
de naturaleza similar se aprecian tanto a la hora de asegurar lugares de
culto (católico) dignos, como de obtener la dotación de sacerdotes nece-
saria. A pesar de las opiniones políticas más o menos anticlericales de
muchos de quienes se integraron en la pampa gringa, por sus propios
orígenes culturales resultaba inimaginable una completa vida civil sin la
inclusión de las expresiones propias de la religiosidad y sin un sitio ade-
cuado de ceremonias.
En este sentido, tal vez fuera posible distinguir un anticlericalismo
de alcance político, acendrado en la tradición del pensamiento unitario
italiano y que tan entusiastamente se expresara, por ejemplo, en las con-
memoraciones del 20 de Septiembre de un sentimiento religioso que, re-
servado en el espacio privado, se mantiene igualmente fuerte. En el nue-
vo espacio social de la pampa gringa, es bastante obvio que, desde el
punto de vista político, la Iglesia (el “Partido Negro” mencionado por
Pescio) no era una presencia que pudiera infundir algún temor. En con-
secuencia, no sorprende que, siendo –como todo parece indicarlo– muy
fuerte el sentimiento religioso en el mundo privado, esta misma cultura
“laica” necesitara construir cuanto antes los espacios de la expresión de
esa religiosidad más privada.
LA PAMPA GRINGA, INVENCIÓN DE UNA SOCIABILIDAD EUROPEA EN EL DESIERTO 177
Fuera de las ceremonias de Teniendo edificio y cura párroco permanente, la iglesia se convertía
identificación colectiva, las de mayor también en sitio de conmemoración e identificación. Si las festividades
relevancia eran los entierros. En ellos, “laicas” son las de la conmemoración nacional o las de la fecha de la
la exhibición comunitaria se trastroca
fundación de la localidad, la fiestas religiosas son las propias del calen-
en solidaridad frente al dolor.
Sepelio en la vieja iglesia de Santa dario católico, pero muy especialmente la del santo a cuya devoción ha
Teresa. (A. Galletti y A. Pérez, sido consagrado el templo. La consagración del templo a un santo par-
Historia de un pueblo santafesino en ticular dependía de varios factores. A veces sus patrocinantes originarios
los años de entreguerras. Totoras decidían a quién estaría dedicado el sitio. Otras veces esto se decidía de
[1914-1943], Rosario, Fundación manera formal, adoptando al santo de la jornada consagratoria. Pero
U.N.R., 1995)
también eran las simpatías de los colonos residentes en el lugar, en diá-
logo con el párroco, las que muchas veces definían la advocación defi-
nitiva, permitiendo así una mejor continuidad con las prácticas religio-
sas más caras al grupo a que iban destinadas.
La fiesta del santo de la localidad, acompañada por la procesión de
la imagen venerada, es el complemento de las ceremonias laicas antes
mencionadas, al igual que la exhibición de la ciudad a sí misma de una
manera que no variaba demasiado de la del desfile oficial. Por supues-
to, aquí la precedencia es diferente, porque corresponde al párroco –en
ocasiones hasta el mismo obispo se puede hacer presente–; a continua-
ción se colocan los miembros de la cofradía del santo y toda la pobla-
LA PAMPA GRINGA, INVENCIÓN DE UNA SOCIABILIDAD EUROPEA EN EL DESIERTO 179
Notas
1. Cf. E. Gallo, La pampa gringa, Buenos Aires, Sudamericana, 1984.
10. P. Grela, Alcorta, génesis y evolución histórica, Rosario, Amalevi, 1982, p. 65.
15. A. Ascolani, Villa Casilda. Historia del optimismo urbanizador, Casilda, Platino,
1992.