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2. Cuestiones textuales
Síntesis del apartado con el mismo título, que aparece en el capítulo 6: Aspectos
formales en la redacción detrabajos científicos, del libro: PANTOJA VALLEJO,
Antonio (Coord.). Manual básico para la realización de tesinas, tesis y trabajos de
investigación. Editorial EOS: Madrid, 2009. pp. 159-162).
[Esta síntesis ha sido realizada respetando la elaboración del autor del texto original.
Todos los derechos cedidos a FUNIBER]
Mientras se compone un texto hay que utilizar una serie de estrategias que no siempre
se poseen. Si el investigador tiene un buen dominio del código escrito, no habrá ninguna
dificultad en la redacción del texto resultado de la investigación.
Pero, a veces, un investigador, que no tiene por qué ser un especialista en filología, no
dispone de todos aquellos conocimientos necesarios para llevar a buen término su
trabajo: duda acerca de algunas cuestiones ortográficas, no sabe qué vocablo utilizar en
una determinada frase, o cómo enlazar los párrafos. Y eso no debe preocupar en exceso
cuando el investigador es consciente de sus dudas y de sus carencias en materia
lingüística, pues no es muy frecuente que cualquier escritor, incluso el especialista,
posea todos los conocimientos de lengua española. No hay problema cuando esta
impericia se reconoce, pues en ese caso se está en condiciones inmejorables para
solucionarla y la mejor forma de hacerlo es la consulta de los manuales adecuados:
diccionarios, gramáticas, enciclopedias y los actuales medios informáticos que facilitan
la rápida consulta de cualquier duda que pueda surgir. El resultado final será, con toda
seguridad, un texto bien elaborado, sin equívocos ni errores ortográficos o gramaticales.
Para la consulta de estos manuales tendremos que dominar según Cassany (1988, p.
109) algunas microhabilidades complementarias a las que este investigador llama
estrategias de apoyo, pues no forman parte del proceso de composición básico, ya que
un escritor puede elaborar su texto sin tener que recurrir a ninguna de estas habilidades.
El texto de un trabajo de investigación, sea cual sea su objetivo final, debe ser claro,
recoger lo que el investigador quiere trasmitir y estar bien redactado. Es indudable que
la buena gramática y la escritura reflexiva harán más fácil la lectura de la tesis, la
memoria de investigación o el artículo.
De lo anterior se deduce que cualquier investigador, sea de la especialidad que sea, debe
atender muy especialmente a su forma de redactar, su ortografía, la organización
textual, es decir, a su escritura.
Intentaremos solucionar aquí algunas de las dudas e inseguridades que plantea la lengua
a un hablante, a un escritor y, en especial, a los investigadores e investigadoras cuando
les llega la hora de redactar sus trabajos: memoria de grado, de licenciatura y tesis. Por
razones obvias, solamente vamos a tratar en esta ocasión algunas cuestiones que puedan
resultar difíciles o, cuanto menos, dudosas. No podemos en el espacio que se nos ha
asignado hacer un compendio de los errores más comunes en nuestra escritura,
recopilación que, por otra parte, nunca sería completa. Sí se va a dar cuenta de todos
aquellos errores encontrados en los trabajos que se nos han ido presentando a lo largo de
años como profesora de tercer ciclo y como miembro de tribunales que juzgan este tipo
de trabajos.
Una obra, y, por tanto, una tesis, una memoria de investigación, un artículo científico, se
puede dividir en tomos, partes o secciones en las que se incluyen determinadas
porciones del texto.
Los tomos son los volúmenes en que se divide una obra. La división, conceptual, no es
arbitraria sino que debe responder a una ordenación intelectual. En una tesis puede
haber varios tomos, el primero con el cuerpo del trabajo, un segundo tomo con los
anexos y un tercero con el material fotográfico, por ejemplo.
Las partes son los distintos elementos en que se divide una obra o trabajo. Cada una de
ellas suele estar compuesta por un determinado número de secciones o divisiones
internas que, a su vez, acogen a los capítulos, que suelen llevar título propio.
2.2.2. Párrafos
Tal vez el investigador novel pueda y deba inspirarse en las recomendaciones e incluso
trucos que nos da Cassany (1999, pp. 82-93) para estructurar los párrafos, pero aquí
bástenos con hacer unas leves consideraciones. El párrafo, en especial en los textos
breves, se convierte en el único responsable de la estructura global del texto. Se habla
de párrafos de introducción, de conclusión, de resumen, de ejemplos, etc. Un párrafo no
tiene una extensión determinada pues varía según el tipo de texto, el tamaño del soporte,
o la época histórica. Según recomendación de Cassany, cada página debe tener entre
tres y ocho párrafos, aunque reconoce que resulta peligroso reducir una recomendación
a cifras absolutas.
2.2.3. Frase
Si se repasan los manuales de redacción que hay en el mercado, y hay muchos, podemos
comprobar que la mayoría recomienda una extensión de entre 20 y 30 palabras por
frase. Hay que tener en cuenta que, en su mayoría, son manuales dedicados
expresamente al estilo de los periódicos o medios de comunicación (El País, El Mundo,
ABC, Canal Sur, Agencia EFE y tantos más) y que, por tanto, pretenden conseguir en
sus redactores o locutores un estilo suelto, ágil, cercano. Otra cosa es, en efecto, el estilo
de un escrito académico, que va dirigido a un lector versado y, por consiguiente, no
requiere de la inmediatez que exigen los medios de comunicación.
Pero, en general, en un texto académico también, cuanto más limpio y sencillo sea el
escrito, más fácil resultará la comprensión. En consideración a lo anterior, deberemos
evitar las cláusulas largas y el estilo confuso y en ello insisten muchos de los estudiosos
de la escritura (Cassany, 2007, pp. 97-104). Las frases muy complicadas, de abundantes
incisos, cortan el fluir natural del pensamiento y hacen enrevesado y menos
comprensible el resultado. Aunque la longitud de las oraciones no está sujeta a normas
rígidas y dependa en gran parte del propio estilo del escritor, en frases muy largas será
más fácil cometer “alguna discordancia sintáctica” que en las cortas (Garachana, 2000,
pp. 196-204). Una frase gana en claridad si se elimina todo lo superfluo y accesorio. Al
menos, debemos intentar que los incisos aporten una información útil pues, en caso
contrario, pueden estorbar y hacer confusa la lectura. Para conseguir un estilo limpio y
comprensible, un investigador, cualquier escritor, debe ponerse en el papel del lector y
comprobar si la lectura resulta clara e inteligible. Si no lo es, la siguiente fase consistirá
en podar y eliminar todos aquellos añadidos, la hojarasca innecesaria, que han
complicado el hilo conductor convirtiéndolo en un galimatías imposible de entender.