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La composición escrita I

1. La composición de textos escritos. El proceso de


escritura
Síntesis del apartado con el mismo título, que aparece en el capítulo 6: Aspectos
formales en la redacción de trabajos científicos, del libro: PANTOJA VALLEJO,
Antonio (Coord.). Manual básico para la realización de tesinas, tesis y trabajos de
investigación. Editorial EOS: Madrid, 2009. pp. 155-159).
[Esta síntesis ha sido realizada respetando la elaboración del autor del texto original.
Todos los derechos cedidos a FUNIBER]

Cuando un investigador joven intenta por vez primera escribir los resultados de una
investigación, se enfrenta con ese miedo al papel en blanco que ha asaltado a todo
escritor ante su primera página. “Ante el reto de poner por escrito lo que debe decir, la
angustia se apodera de él: considera que escribir es muy difícil” (Martínez de Sousa,
2007, p. 117).

Es indudable que lo fundamental en un escrito científico es la materia que se quiere


comunicar, pero, también es verdad, que sin un orden expositivo es imposible una
comunicación adecuada. Al comienzo de todo escrito de investigación, el autor tiene
entre manos una gran cantidad de material en bruto, “una nebulosa informe” (Martínez
de Sousa, 2007, p. 118). Pero, mediante el estudio y la escritura, culminaremos el
trabajo.

Cassany (1999, pp. 13-17) considera que escribir es “ser capaz de expresar información
de forma coherente y correcta para que la entiendan otras personas” a la vez que asegura
que “Hay tantas maneras de escribir como escritores y escritoras. No se pueden dar
recetas válidas para todos, […]. Cada uno tiene que desarrollar su propia técnica de
escritura”.

[…]

Un investigador que quiera reflejar de una manera precisa los resultados de su trabajo
debe actuar como los escritores expertos que poseen una amplia gama de estrategias o
microhabilidades para expresar de forma inteligible sus ideas: hacen esquemas, escriben
borradores previos, releen, etc. Es indudable que no se puede actuar de forma
espontánea. Hay que generar las ideas, enriquecerlas y traducirlas a un código escrito, y
no uno cualquiera, sino aquel que tenga en cuenta a los futuros lectores del trabajo.

La escritura de un trabajo académico, como cualquier otro tipo de escrito, depende


únicamente del emisor, quien realiza, a veces de forma inconsciente, tres subprocesos:
planificación, escritura y revisión. Para que la tarea sea eficaz, estos subprocesos deben
hacerse conscientes. Son varias las tareas que implican cada uno de ellos.

1.1. Planificación
Este subproceso, previo a la escritura, puede realizarse en cualquier momento de la
ejecución del trabajo. Durante la planificación, los escritores se forman una
representación mental de las informaciones que tendrá el texto final. No hay todavía un
esquema completo. Surgen en esta fase una serie de cuestiones:

a) ¿Qué quiero escribir y con qué finalidad?


La respuesta determinará una estructura textual concreta. La información que va
a transmitirse está en la memoria del investigador, pero también en la
bibliografía, los libros y artículos; en la charla con profesores, en fichas, etc., y
se recupera de diferente manera.
Esta primera parte se ha denominado generación de ideas, y resulta de gran
dificultad pues a veces los principiantes no saben recuperar y reunir la
información, por lo que recurren a la simple asociación de ideas.
b) ¿A quién va dirigido el texto?
En la comunicación escrita el receptor está ausente por lo que no podemos dar
por supuesta ninguna información; además, hay escritos que, a medida que se
realizan, requieren hacer referencia a la situación y contexto en que se origina la
información para poder entender lo que se comunica.
c) c ¿Cómo lo voy a decir? ¿Qué estructura debo utilizar? ¿Cómo debo
organizar la información para que el texto sea más eficaz? ¿Qué orden debo
seguir? (González Las, 1999, pp. 71-73).

Además de los problemas de contenido del texto que hay que solucionar, también
debemos atender a las cuestiones pragmáticas y textuales. Después de resolver todas
estas dificultades, la información que se obtiene está generalmente desorganizada y
debe ordenarse. La organización de ideas es el subproceso que se encarga de estructurar
la información y decide el orden en que han de aparecer. Y para ello podemos utilizar
cuadros sinópticos, mapas conceptuales, esquemas, es decir, cualquier estrategia que
nos permita estructurar la información y facilite la posterior escritura del texto. Requiere
sucesivas revisiones y afecta al sentido del texto, a la coherencia.

Finalmente, es necesario formular los objetivos que dirigirán el proceso de la


composición del texto.

1.2. Redacción

Consiste en un conjunto de operaciones a través de las cuales, las ideas almacenadas


previamente, toman forma de texto escrito. Esta parte del proceso entraña una gran
complejidad, pues exige haber desarrollado ciertas habilidades para solventar los
problemas que se plantean en el acto de escribir: organización del contenido,
procedimientos sintácticos, elección de conectores y léxico adecuado, puntuación,
ortografía, etc. También en esta etapa se nos pueden plantear numerosos problemas
pragmáticos: intención, destinatario, estructura textual. Serán necesarias continuas
revisiones que nos harán retroceder a la operación anterior en numerosas ocasiones.

1.3. Revisión

La planificación y la revisión diferencian las producciones orales de las escritas. En las


producciones orales, debido a la inmediatez y espontaneidad, no hay tiempo de revisar;
en cambio, en las producciones escritas puede transcurrir un amplio lapso de tiempo
desde que se planifica hasta que se da por terminado el texto y, por esa razón, se debe
reflexionar y se puede rectificar lo que se crea conveniente (González Las, 1999, p. 72).
La revisión se realiza en cualquier momento de la actividad, no sólo al final, y puede
afectar incluso a la planificación de parte del texto o de todo él. Algunos escritores
revisan muy frecuentemente, cuando han escrito unas pocas frases, pero es más habitual
hacerlo después de haber redactado un grupo de oraciones, un párrafo o una página.
Esta estrategia ayuda al escritor a mantener el sentido global del texto.

Durante la revisión podemos evaluar los resultados y comprobar si se han conseguido


los objetivos propuestos. En este subproceso podemos identificar y resolver cualquier
dificultad; pero, lamentablemente, el hecho de detectar un problema no significa que se
sepa corregir. Para solucionarlo adecuadamente es preciso dominar determinadas
estrategias lingüísticas y mecánicas. Se ha demostrado que los buenos escritores dedican
más tiempo a la revisión de sus escritos y durante ese proceso son conscientes de los
lectores a quienes va destinado el texto; se preocupan de que comprendan su significado
y lo leen repetidas veces para detectar los fallos. Se ponen en el lugar del receptor, lo
que, además, les ayuda a resolver los problemas durante la revisión.

No es necesario siempre utilizar “un proceso de redacción lineal y ordenado, en el que


primero se planifique la estructura del texto, después se escriba un borrador, luego se
revise y se termine por hacer la versión final del escrito” (Cassany, 1988, pp. 106-107).
El proceso puede ser recursivo y cíclico: puede interrumpirse en cualquier punto para
empezar de nuevo. En el proceso lineal, la estructura planificada al principio se
mantiene hasta la finalización del escrito, no cambia nada, y durante el proceso no se
buscan ideas nuevas o, si aparecen, no se incorporan al texto. En el proceso recursivo la
estructura inicial se puede reformular a medida que surgen ideas nuevas, que
anteriormente se desconocían, y ahora, debido a nuevas lecturas o investigaciones, es
conveniente cambiar el planteamiento preliminar.

Hay que tener en cuenta siempre al destinatario del texto para así elegir el nivel de
lengua, el léxico y la complejidad de la expresión. Bien es verdad que en un escrito de
investigación – artículo, tesis, memoria de investigación, etc.- los posibles lectores van a
ser especialistas en la materia, a los que se les supone un elevado nivel lingüístico, pero,
pese a ello, se debe procurar sencillez y claridad. Una vez más, se debe atender un
consejo de Martínez de Sousa (2007b, p.117) quien recomienda evitar el excesivo
rebuscamiento y la oscuridad expresiva “los circunloquios no enriquecen el texto, más
bien lo empobrecen”.

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