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Introducción
Esta hipótesis a su vez ha estado inspirada en los trabajos del Grupo de Historia
de las Prácticas Pedagógicas, no solo por los avances que se han desarrollado
hasta el momento en los diferentes períodos de nuestra historia, desde la colonia
hasta nuestros días, sino por el utillaje conceptual-metodológico que el grupo ha
ido construyendo a lo largo de más de 20 años.
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evangelización, la moral y la fe religiosas. Podríamos decir que esta sería una
primera forma de existencia de la educación en occidente, si hacemos abstracción
de la cultura antigua, que sería otra cosa radicalmente diferente. La segunda
entonces sería la llamada época del Estado Docente donde la escuela fue la
institución en torno a la cuál se organizó lo que para entonces se entendía por
educación.
De la genealogía y la arqueología
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Por supuesto que no será este el lugar donde traigamos el debate internacional que el mismo Foucault inició
en vida y que después de su muerte ha continuado sobre el significado de una u otra categoría y sobre las
posibilidades de entenderlas como un enfoque metodológico, como una teoría o como una caja de
herramientas. La bibliografía al respecto es muy amplia, pero quizás uno de los más lúcidos análisis al
respecto, a mi juicio no superado aún, es el de G. Deleuze: Foucault. Paidos Studio. Barcelona, 1987.
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En el esfuerzo por postrar las huellas que dan cuenta de esta época, el grupo ha sido prolífico.
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El grupo de alguna manera también ha dado cuenta de la historia de las prácticas pedagógicas de la segunda
mitad del siglo XX, pero lo que he querido aportar es una hipótesis para leer dichas prácticas, la hipótesis de
la Sociedad Educadora, allí es donde propongo la discusión.
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Si la arqueología identifica las huellas, es decir la forma de existencia de unas
prácticas, la genealogía identifica las condiciones que las hicieron posible, es decir
sus condiciones de existencia.
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Este concepto tan caro para Foucault se ha utilizado acá para mostrar las huellas
que dejarían ver el proceso de emergencia de la sociedad educadora. La idea ha
sido mostrar cómo en el momento en que irrumpe cada una de ellas representa
una novedad. Un acontecimiento no sería entonces lo que acontece, sino mucho
más que eso, sería la expresión de un cambio de época, algo que marcaría un
hito, algo extraordinario que, justamente, rompería con aquello que simplemente
estaba aconteciendo de manera rutinaria y aceptada.
De esa manera se han querido mostrar todas las huellas identificadas en el texto.
Podrían ser más, por supuesto, pero lo cierto es que las elegidas tienen esa
característica, la de ser hechos novedosos para un momento histórico dado.
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Las huellas que pondrían en evidencia la emergencia de la sociedad educadora no
conservan siempre la misma dirección en el tiempo. Cada una de ellas, al entrar
en relación entre sí, cambian su significado, se transforman en algo diferente,
quedan como poseídas por un sentido distinto. Pero esto no lo controla la historia,
porque ella está despojada en sí misma de un solo sentido, de una teleología. La
historia solamente es ocupada y jalonada por fuerzas que la proyectan en
múltiples direcciones.
“La década del 80 fue llamada por los analistas la década perdida del desarrollo, basados en lo
que señalaban las estadísticas macroeconómicas. Esto hizo que se volviera la mirada sobre el
sistema educativo para interrogarlo sobre sus aportes a ese esquivo desarrollo. Apoyados en este
diagnóstico, se emprendió uno de los cambios estructurales más drásticas que halla tenido el
Estado en sus años de existencia. Según sus defensores, el modelo desarrollista de Estado,
montado desde los años cincuenta, había fracasado frente a su tarea de administrar el aparato
educativo. La alternativa sería compartir las responsabilidades frente a la modernización y el
desarrollo. El mercado debía ser quien definiera las posibilidades económicas de financiación de la
educación, dejando al Estado aquellas áreas que el mercado abandonara por su poca
competitividad, pero que se consideraran en todo caso estratégicas.”
En el estudio veíamos como la otra huella relacionada con las reformas educativas
promovidas desde el estado, también estaba incentivando el aumento de la
participación ciudadana en la toma de decisiones sobre los destinos de la
educación. Allí se señalaba al respecto que:
“Con la intención de desentenderse de sus responsabilidades, o no, en todo caso las políticas
educativas (agenciadas por esas reformas) tienden a crear instancias amplias de deliberación y
decisión: consejos nacionales de educación con representación plural sujeta a consensos
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nacionales, consejos educativos locales, autonomía de los establecimientos, juntas administrativas
de los centros con participación de padres de familia y actores comunitarios, etc. Los nuevos
actores deben participar incluso en la definición de los contenidos y de los métodos, promoviendo
una pedagogía que considera la participación de alumnos, padres y profesores como un aspecto
central del sistema educativo. Se trata, en última instancia, de consolidar consensos amplios sobre
los contenidos centrales de las políticas y las estrategias para lograrlas.”
“Todas estas reformas están en marcha y aún, casi diez años después, muchas de ellas no han
podido resolver los asuntos de la eficiencia administrativa y la racionalidad del gasto, tal como se lo
propusieran. En parte puede ser por la ambigüedad en relación con las responsabilidades del
Estado central. El afán por descentralizar y delegar responsabilidades no les ha permitido
fortalecer profesionalmente los cuadros administrativos ni los esquemas organizativos y de
planeación, que en todo caso se están necesitando, tanto en el nivel central como en el provincial.
Por el contrario estas estructuras se están debilitando. La tendencia a acudir a la cooperación
internacional, como lo veremos más adelante, esta dejando al Estado sin expertos y sin esquemas
organizativos propios, capaces de responder a los retos cada vez más exigentes. Las nóminas
paralelas parecen estar supliendo las tareas que deberían ser orgánicamente asumidas por las
instancias correspondientes del Estado.
Las políticas en muchos casos siguen siendo de gobierno, obedeciendo a los intereses
coyunturales de una u otra administración. Si la tendencia de las reformas es a desconcentrar
responsabilidades, no se ven los esfuerzos por consolidar un nuevo sistema que reemplace al viejo
aparato central. Definitivamente, parece que no se confiara plenamente en la capacidad operativa
y técnica de los aparatos regionales.”
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El saber se constituye más allá de los bordes de la epistemología.
Para nuestro caso, la verdades que se van instituyendo y que van a dar lugar a
cambios significativos en el saber pedagógico que justificaba la existencia del
Estado Docente, surgen por fuera de los márgenes mismos de la pedagogía,
entendida como doctrina o como un cuerpo cerrado de conocimientos acerca de
algún objeto en particular.
Las tres nuevas verdades que se habrían instituido como resultado de procesos
externos a la pedagogía misma, y que estarían en condiciones de reconfigurar el
saber pedagógico, serían: La educación es un derecho, la educación ya no es un
asunto exclusivo de la infancia y la escuela no es el único lugar que educa.
1. La educación es un Derecho.
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Es lo mismo que el grupo planteara a propósito del cambio de concepción de la
educación a finales del siglo XVIII, cuando dejó de ser un asunto propio de la
caridad cristiana o de la doctrina o la fe, para convertirse en un asunto de interés
público, esto es, del Estado, según la acepción que tenía en la época. Allí la
acción educativa no evolucionó de una concepción religiosa a otra laica, sino que
rompió, se separó de sus formas de existencia anteriores, para inventar otras
completamente distintas que pertenecerían a otro orden.
“Entendida como derecho, la educación sería un asunto que le compete fundamentalmente a los
sujetos sociales; el servicio regula el funcionamiento de las instituciones, pero el derecho de alguna
manera de lo que habla hoy en día es de aquello que los sujetos sociales construyen, aquello
desde donde se le puede dar sentido, entre otras cosas a los proyectos sociales de las
comunidades.
Regular el derecho a la educación significaría crear las condiciones para que los sujetos definan
colectivamente el proyecto educativo de nación que se quiere para un país. La definición de la
educación como derecho le está diciendo a los sujetos que lo ejerzan, que se organicen para
decidir lo que quieren acerca de su propia educación. Es la nación la que debe dotarse de un
proyecto educativo; cuando decimos la nación son las comunidades organizadas socialmente:
comunidades territoriales, comunidades de intereses, gremios profesionales; otra cosa es el
servicio que se presta; el servicio debería regularse y prestarse una vez que el derecho social a la
educación esté definido.
Creemos que una lectura de las reformas educativas de nuestros países, hecha desde estas
premisas, nos daría para encontrar en ellas huellas de esta tendencia.”
Lo que el trabajo también muestra es que han venido surgiendo nuevos saberes
que están desmontando las premisas sobre las cuales descansaba la sicología
infantil e incluso la antropología educativa que se habían constituido en el
supuesto de que este tipo de aprendizajes era indispensable en el proceso de
hominización. Están surgiendo nuevas teorías acerca de lo que significaba ser
hombre o mujer de manera que hoy ya no se separan claramente las etapas de
crecimiento, los primeros años de vida, del resto, para configurar lo que antes se
conocía como infancia. Se está desmontando el supuesto de que los aprendizajes
eran posibles solamente en los primeros años, porque en ellos se fijaban mejor
que en la adultez. Ser niño, desde entonces, era ser escolar, fundamentalmente,
casi exclusivamente, pero hoy ya está intervenido de muchas otras maneras, el
niños es hoy un sujeto de derechos. Hoy ya no se plantea que lo que se enseña
en la primera infancia es determinante para el resto de la vida, bajo la premisa de
que el mundo cambia cada vez más rápidamente.
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“Con esto se están produciendo mutaciones muy importantes. La creencia de que los años de
escolarización son suficientes para ser competente socialmente, ya está completamente
desdibujada. Ya nadie puede aceptar que con la educación básica es suficiente para saber lo que
la sociedad exige. El concepto de educación permanente ya está aceptado como un hecho.”
Esta verdad se ha ido generalizando desde que surgieron las ciudades modernas.
No ha sido interés de la teoría descentrar la educación de la escuela, ha sido el
resultado de un proceso histórico cuya dinámica no estuvo relacionada con la
discusión pedagógica.
Lo cierto es que este hecho ha producido un saber nuevo sobre lo que se entiende
por pedagogía. Este fenómeno sacó la pedagogía de la escuela, obligándola a
producir otros discursos diferentes que la están transformando profundamente. En
el texto se recogía así este acontecimiento del saber:
“Con el crecimiento de las ciudades y la aparición de las metrópolis modernas, se han venido
horadando los imaginarios que sobre la educación habían generalizado los sistemas educativos
convencionales que surgieron antes del siglo XX. Desde hace apenas cincuenta años, nuestros
países son fundamentalmente urbanos, lo cual significa que han aparecido escenarios educativos
que no existían antes.”
“Nuevos escenarios en contextos fundamental y mayoritariamente urbanos donde se producen
múltiples tipos de aprendizajes tan o más eficaces que los que agenciaba la escuela. Los lugares
en donde nos socializamos, por donde circula el conocimiento, las verdades y los valores propios
de nuestra época, se han diversificado.”
“No será necesario aquí describir todos esos escenarios de los que hablamos. Basta con que
aceptemos que la función educativa se ha dispersado infinitamente; hasta las calles educan hoy,
dada la imensa cantidad de información que circula en ellas y la cantidad de códigos y símbolos
que portan. Esto para no hablar de los cientos de instituciones y programas que han asumido la
tarea de la educación no formal y que están presentes cotidianamente en nuestras grandes urbes.
Hablar hoy en día de ciudad es reconocerla como espacio para la socialización y la formación. Si
repasamos las proclamas de las llamadas ciudades educadoras, nos daremos cuenta que allí está
aconteciendo la emergencia de un nuevo paradigma educativo. Parte de este nuevo paradigma
nos dice que la escuela ya no es la única ni la principal responsable de la educación de los
ciudadanos de un país y que la infancia ya no es la única edad para aprender.”
Estos tres ejemplos nos muestran, pues, la manera como se ha ido produciendo
un saber nuevo por fuera de los márgenes mismos de la pedagogía. El concepto
de saber es entonces el único que nos ha podido permitir reconocer la manera
como la pedagogía ha existido y la forma como ha construido sus conceptos y sus
verdades.
Este enfoque nos permite entonces descifrar cómo están cambiando las
condiciones de posibilidad y las verdades sobre las que se había erigido el Estado
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Docente; si estas cambian, tendrían que estar dándose paso a la emergencia de
otras instituciones y de otras prácticas.
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Por ejemplo, se introdujo un discurso proveniente del sector productivo, que
hablaba de la tecnología educativa y la necesidad de capacitar el recurso humano
para poder desarrollarnos.
“En esta época (años 60 y 70) se le llamó a esto formación del recurso humano o del capital
humano. La institución escolar debía tecnificarse, por eso el proceso pedagógico tradicional que se
llevaba a cabo antes comenzó a cambiarse por otro llamado tecnología educativa. Fue la época en
que se creyó que el televisor podía reemplazar al maestro y que el aprendizaje se lograba de
manera individual a través de una guía que se llamó diseño instruccional.”
El libro apereció en 1968 como una excelente síntesis de todas las discusiones de
la época sobre lo que podía o no podía hacerse con la educación.
“Este libro fue concebido como documento básico para la Conferencia Internacional sobre la Crisis
Mundial de la Educación, que tuvo lugar en Williamsburg, Virginia, en octubre de 1967. La iniciativa
de esta conferencia partió del presidente Lyndon B. Johnson, pero, de hecho su organización y
dirección estaban en manos de particulares, dirigidas por el rector de la Universidad de Cornell.
Como presidente de dicha organización solicitó al Instituto Internacional de Planeamiento de la
Educación (establecido en París por la UNESCO en 1963) la preparación de un programa de
trabajo que constituyera la base intelectual de la conferencia”
Recoge por un lado la lógica del sector productivo cuando propone entender la
educación como una empresa y nos dice:
“La enseñanza es una industria de “trabajo intensivo”, que utiliza grandes cantidades de mano de
obra de alto nivel y alto costo. Al competir con industrias de menor trabajo intensivo cuya eficiencia
y productividad de trabajo están aumentando firmemente, la enseñanza continuará perdiendo su
carrera, paulatinamente, hasta que haga más para mejorar su propia eficiencia y la productividad
de los talentos humanos que emplea.”
De otra parte acude a la lógica de sistemas que a su vez provenía de otro tipo de
discusiones y de procesos sociales, al respecto decíamos:
“Al definir la educación como sistema, Coombs adopta nuevas categorías para leerla. De hecho
utiliza toda esta nueva terminología entre corchetes, consciente de que se trataba de una
transposición de conceptos de unas disciplinas a otra. Lo que quería era aportar una nueva caja de
herramientas para definir el nuevo problema. Así lo planteaba él: "(...) se requiere el uso de
conceptos y términos analíticos tomados de otros campos tales como la economía, la mecánica y
la sociología (...) El mundo de la educación, tal como lo vemos, se ha vuelto tan complejo y se halla
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en un estado tan grave que ningún vocabulario –ni siquiera el de la pedagogía- puede describirlo
completamente...” (pág. 5)”
“Además, en casi todas partes los sistemas se dividen internamente por el resurgimiento, en un
nuevo contexto, de los viejos argumentos acerca de quién decidirá sobre las varias materias en
discusión y dirá, en definitiva, la última palabra sobre la implantación y puesta en marcha de un
sistema educativo hacia sus objetivos. ¿Debe concederse la última palabra a los educadores o a la
sociedad? Si es a los educadores, ¿a cuáles? Si es a la sociedad, ¿a cuál de sus miembros? ¿Qué
voz pueden tener los estudiantes en el asunto y cómo deberían ejercer su privilegio?”
“Los hombres de Estado y sus asesores luchan tenazmente, en la actualidad, para crear mercados
comunes regionales a través de los cuales las mercancías económicas puedan circular en mayor
abundancia. Los sistemas educativos, sin embargo, ya tienen su propio mercado común y lo han
tenido durante mucho tiempo. Es un mercado mundial, y su “volumen de negocio” ha alcanzado
gran auge en los últimos veinte años –en medida, variedad y extensión geográfica. A pesar de ello,
poco provecho se ha sacado de sus beneficios potenciales. (...) virtualmente todos los sistemas de
educación forman parte integral de un sistema mundial de educación, y lo mismo puede decirse de
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la “comunidad intelectual” de cada país... Esto es verdad no sólo en teoría, sino que constituye una
palpitante realidad funcional. Cualquier sistema educativo que intente ponerse al margen de esta
comunidad mundial está destinado ciertamente a gangrenarse de igual modo que ocurriría con un
miembro humano en el que hubiera dejado de circular la sangre. Y los males de que adolezca el
sistema, la sociedad a la que pertenece los sufrirá también.”
“La escuela es la institución en la que se sienten de manera más palpable todos estos cambios. En
ella se vive cotidianamente este proceso. El magisterio y el alumnado, quizás sin tener plena
conciencia de ello, están sometidos a múltiples presiones que los hacen altamente vulnerables;
esto hace urgente la reflexión pausada, antes que el terrorismo ideológico. Los cambios que se
están produciendo nos dan tiempo para pensar, no podemos aceptar la premisa según la cual la
velocidad de los cambios nos exigen estar prestos a adaptarnos con la misma rapidez. Si damos
un paso a un lado del carrusel, por un momento, podremos descubrir que hacemos parte también
de los tiempos largos y que en ellos los cambios son más lentos; tal vez entonces podamos
respirar más tranquilos e incluso pautar nuestro propio ritmo.”
Políticamente este enfoque puede ser útil porque nos potencia, y nos potencia
porque nos libera del fatalismo, al comprender que si las cosas no han sido
siempre de la misma manera, pueden entonces cambiar. En ese sentido es una
herramienta política, porque da la confianza en que las cosas no son naturales e
inevitables, sino que al localizarlas e identificar la manera como surgen, en su
contexto específico, en sus mezquinos intereses puntuales y localizados,
comprendemos su fragilidad y asumimos que no tienen que ser de esa manera
indefectiblemente y que de hecho estamos incidiendo en el rumbo de los
acontecimientos.
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determinado, para luego conectarse con otras huellas y convertirse en un
acontecimiento con pretensiones de verdad.
“Las intensas e interesantes, aunque a veces dramáticas, discusiones que animan hoy en día el
debate sobre la educación, expresan de alguna manera las diversas tendencias que jalonan las
fuerzas en pugna por redefinir la tarea de la educación.”
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