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Cartas sobre la educación estética del hombre, F.

Schiller

CARTA VII

En esta carta Friedrich Schiller está refiriéndose a la creación y al artista en un sentido amplio,
que abarca el ámbito físico, político y moral.

El autor reconoce una forma de humanidad que es condición necesaria para el mejoramiento
moral del Estado y que no se encuentra en la edad presente. Señala que una humanidad mejor
debe fundar al Estado y no el Estado originar una humanidad mejor. Por lo tanto, para mejorar el
Estado, primero debe quedar superada la división interna del hombre, su naturaleza debe estar lo
suficientemente desarrollada para ser artista.

Superada la escisión del hombre interior (al conciliar sus fuerzas y restituir la esencia humana) la
naturaleza realiza un movimiento ascendente y puede convertirse en artista. Con la esencia
restituida es posible una humanidad mejorada moralmente y fundar en ella el Estado, asegurando
la realidad de la creación política llevada a cabo por la razón.

Es decir, con la integración de las fuerzas del hombre desaparece la escisión entre las
inclinaciones y el deber, y con la mejora moral de los individuos y su ennoblecimiento del
carácter se puede realizar mejoras en el ámbito político.

CARTA VIII

En la carta octava, Schiller afirma que no debe continuar el conflicto de las fuerzas ciegas en el
mundo político y que la ley social debe triunfar sobre el egoísmo hostil. La ley es descubierta y
proclamada por la razón; la voluntad y el sentimiento vivo tienen el deber de cumplirla.

La verdad, si ha de triunfar en su pugna con las fuerzas naturales, debe empezar por volverse una
fuerza y crear un impulso que la represente en el reino de los fenómenos, porque los impulsos
son la única fuerza motriz en el mundo sensible.

Schiller se pregunta de dónde procede el predominio de mentes oscurecidas y de prejuicios, a


pesar de todas las luces encendidas por la filosofía y la experiencia. Indica que el espíritu de
investigación libre arrojó los absurdos conceptos que impedían el acceso a la verdad y la razón se
purificó de los engaños de los sentidos. La filosofía, que primero los hizo apostatar de la
naturaleza, luego les pidió que regresen a ella. Se cuestiona entonces por qué siguen siendo
bárbaros, por qué hacen prevalecer la razón en detrimento de la sensibilidad. Schiller considera
que permanece el barbarismo y que para superarlo es necesario educar el sentimiento, guiándose
por la máxima sapere aude ("atrévete a saber", la osadía de ser sabio).
Hay que animarse a ser sabio sin renegar de la sensibilidad, porque es el corazón el que abre el
camino hacia el intelecto. La educación de la sensibilidad permite una mejor compresión de la
verdad y contribuye al perfeccionamiento del saber.

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