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“Porque a los que de antemano conoció, también los

predestinó a ser hechos CONFORME A LA IMAGEN DE SU


HIJO, para que Él sea el primogénito entre muchos
hermanos”. (Romanos 8:29).

Anécdota: Un maestro religioso oriental decía: "En este edificio hay


muchas ventanas. Por medio de cada ventana la luz entra. Cada ventana
pudiera decir "tengo la Luz", pero la verdad es que ninguna tiene toda la
luz, sino que cada una distribuye una parte de la luz para que entre todas
iluminen el salón.
Asimismo pues, las religiones proveen la luz. El budismo, la cristiandad,
el mahometismo; cada una proporciona algo de luz, pero ninguna debe
decir: Soy la luz.
Un cristiano que estaba en la sala escuchando le interrumpió y le dijo:
Perdone Señor, pero usted se equivoca. Cristo no es la ventana. Él es el
sol. El no refleja la luz, sino que de él procede la luz.
Solo hay un camino. "Yo soy la luz del mundo . . . " dijo El Señor.

Hemos sido llamados a ser esa ventana a la humanidad, de ese sol


resplandeciente como lo es Jesús.

¿Como llegar a serlo?

Nosotros, como los creyentes romanos a los que Pablo escribió,


estamos situados entre ese puente entre el llamamiento por el
Evangelio y la glorificación. Es decir, en el tiempo presente
estamos siendo santificados y moldeados por Dios a la imagen y
semejanza de Jesús como nuestro Modelo a seguir. Dios usa los
sufrimientos, tribulaciones, persecuciones y momentos difíciles
para pulir nuestro carácter y que sea cada día más como el de Su
Hijo, según la medida de gracia que Él nos concede y obra en
nosotros. Es un propósito que opera en nosotros a raíz de haber
sido llamados por el Evangelio de la gracia.

(Léase Hechos 20:24; Romanos 8:30).

Ahora bien, las Escrituras nos enseñan que sea en tiempos de paz
o tribulación, hemos de ser como Jesús en toda nuestra manera de
vivir. ¿Cómo pondremos en práctica la semejanza a Jesús a lo largo
de nuestra vida diaria?

En primer lugar, recordemos que sin Jesucristo nada podemos


hacer (Léase Juan 15:10); y que Dios dispone el querer como el
hacer (Léase Filipenses 2:13); y todo esto es únicamente apoyados
en el poder de la gracia del Señor (Léase 2 Corintios 12:9). Somos
hechos y creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las
cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas
(Léase Efesios 2:10). Él es quien nos moldea a través del Espíritu
Santo, de la oración y de la Palabra (Léase Romanos 12:1-2; Gálatas
5:22-23; 1 Tesalonicenses 3:10; 2 Tesalonicenses 3:5). Ya no
vivimos para nosotros, sino que Él vive en nosotros; puesto que
somos propiedad Suya (Léase Romanos 14:8; Gálatas 2:20). Esto
no implica que seremos ya perfectos en esta vida, pero sí que
seremos perfeccionados poco a poco para ser como Él.
En segundo lugar, las Escrituras nos dan directrices prácticas para
cada área de nuestra vida y todo emana de Su obra de salvación en
la cruz:

(1) Así como el Señor Jesucristo dio Su vida por sus amigos; en Su
gracia, hemos de poner nuestras vidas en servicio por los nuestros
(Léase Juan 15:13-14).

(2) Así como el Señor Jesucristo nos amó; en Su gracia, hemos de


amar a nuestros hermanos de la misma manera que Él nos ha
amado (Léase Juan 13:34-35; Efesios 5:2).

(3) Así como el Señor Jesucristo se dio a Sí mismo por nosotros


como ofrenda fragante y sacrificio a Dios; en Su gracia, hemos de
dar nuestras vidas como ofrendas de nosotros mismos a Dios y a
nuestros hermanos (Léase Efesios 5:2; Romanos 12:1-2).

(4) Así como el Señor Jesucristo se despojó de Sí mismo, tomando


forma de siervo, y se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz; en Su gracia, hemos de tener
actitud de siervos para con los demás en amor y en obediencia a
Dios (Léase Filipenses 2:5-11).

(5) Así como el Señor Jesucristo fue manso y humilde de corazón


para llevar nuestras cargas; en Su gracia, hemos de ser mansos y
humildes tal como Él (Léase Mateo 11:29).

(6) Así como el Señor Jesucristo por el gozo puesto delante de Él


soportó la cruz y menospreció la vergüenza, y está sentado a la
diestra de Dios; en Su gracia, así nosotros debemos despojarnos de
todo pecado que nos asedia y con gozo proseguir la carrera
cristiana; mientras le miramos a Él como el Autor y Consumador
de la fe (Léase Hebreos 12:1-2).

(7) Así como el Señor Jesucristo guardó los mandamientos de Su


Padre por amor a Él; si permanecemos en Cristo y en Su gracia;
guardaremos Sus mandamientos por amor a Él (Léase Juan 15:10).

(8) Así como el Señor Jesucristo, quien fue despreciado en la cruz,


pero Él no despreció a nadie; cuando padecía no amenazaba, y solo
encomendaba su causa a la justicia de Dios; en Su gracia, hemos de
imitar la conducta de nuestro Señor y ser pacientes si somos
afligidos (Léase 1 Pedro 2:21-23).

(9) Así como el Señor Jesucristo llevó nuestros pecados en Su


cuerpo sobre la cruz y por cuyas heridas fuimos sanados; en Su
gracia, así nosotros hemos de estar muertos al pecado y vivos para
la justicia (Léase 1 Pedro 2:24).

(10) Así como el Señor Jesucristo es la cabeza de la Iglesia y


Salvador de Su cuerpo; el marido es cabeza de la mujer. Por tanto,
en Su gracia, las mujeres casadas han de someterse a sus propios
maridos y respetarles de la misma manera que se someten al Señor
(Léase Efesios 5:22-24, 33).

(11) Así como el Señor Jesucristo amó a la iglesia y se dio a Sí mismo


por ella; en Su gracia, los maridos han de amar a sus esposas como
a sus propios cuerpos para santificarlas (Léase Efesios 5:25-33).
Hay más textos, no son los únicos. Esto demuestra que toda
nuestra conducta como creyentes deriva del poder del Evangelio
por el cual fuimos salvos por gracia (Léase Romanos 1:16; Efesios
2:5). Para este propósito hemos sido llamados, pues Cristo
también sufrió por nosotros, dejándonos ejemplo para seguir sus
pisadas; por tanto, hemos de caminar como Él anduvo (Léase 1
Pedro 2:21; 1 Juan 2:6). El discípulo no es más que su maestro, ni el
siervo más que su Señor; basta a los que son discípulos ser como
su maestro, y los siervos como su Señor (Léase Mateo 10:24-25).
Estas son las implicaciones y consecuencias del Evangelio que
predicamos a todo hombre para que crean y se arrepientan a fin de
que sean salvos (Léase Marcos 1:13-15).

¡Somos llamados a ser como Jesús!

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