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Dr. Luis A Varela P.

Lic. Enfermería
Resumen clase 17/03/2021.
Alzheimer

La enfermedad de Alzheimer, es una enfermedad neurológica encuadrada en el grupo de


las neurodegenerativas (son las que producen degeneración de las células esenciales
del sistema nervioso, las neuronas). Es la enfermedad que más frecuentemente causa
demencia senil (pérdida de facultades mentales en el anciano).
Alzheimer y edad

La enfermedad de Alzheimer tiene un pico de aparición (incidencia) creciente a partir de


los 70 años de edad. Es relativamente rara por debajo de los 65 años, (aunque hay casos
descritos con inicio), excepcionalmente atípico, en la juventud. El hecho de que afecte
más a ancianos es que ha alcanzado la etapa del envejecimiento. No todos los
ancianos sufren Alzheimer, ni la enfermedad de Alzheimer ocurre solamente en
ancianos. El hecho de que haya enfermedades con una diana etaria preferencial no es
algo raro: hay enfermedades que solamente ocurren en la edad infantil, algunas que
ocurren con la madurez.
Fisiopatología
La enfermedad de Alzheimer produce una degeneración neuronal que afecta
principalmente a neuronas altamente especializadas encargadas de realizar las funciones
que más nos caracterizan como seres humanos.

Los síntomas.

Los síntomas de la enfermedad de Alzheimer suponen la pérdida progresiva de las


funciones propias del cerebro y que nos permiten la relación con el medio, denominadas
conjunto funciones cognitivas (literalmente, “funciones del pensamiento”) e incluyen entre
otras:
1. Memoria.
2. Orientación (visual y temporal); atención y planificación.
3. Lenguaje
Además la capacidad emocional y conductual tales como la motivación, ánimo,
percepción de la realidad y sueño. Los síntomas se desarrollan de manera gradual y
progresiva.
En un gran número de personas afectadas de la enfermedad de Alzheimer, los primeros
síntomas ocurren en relación con su capacidad para memorizar cosas nuevas. Esta
función cognitiva se denomina memoria episódica o autobiográfica. La persona no es
capaz de recordar hechos recientes y además no se incrementa sustancialmente su
capacidad para recordar si le ayudamos con pistas o ponemos el hecho a recordar dentro
de un contexto. Es esta incapacidad para utilizar claves es la que se afecta más
selectivamente en la enfermedad de Alzheimer, mientras que en el envejecimiento, esta
capacidad de valernos del contexto está preservada.
A estos síntomas de memoria, se suele asociar cierto cambio de carácter predominando
la apatía.

Posteriormente se van sumando síntomas tales como:


1. Desorientación en tiempo.
2. Incapacidad para dibujar y copiar figuras.
3. Incapacidad para denominar objetos comunes.
4. Discapacidad para discriminar bien cosas o personas, delirios, alucinaciones y
agitación.
5. Finalmente, se afectan las funciones más básicas del ser humano, tales como la
motora y las propias de regulación de nuestros órganos internos.

Este proceso evolutivo de síntomas se suele ir sumando de manera gradual en una media
que se estima entre 5 a 15 años.
1. Cambios en la memoria
2. Dificultad para resolver problemas
3. Dificultad para realizar tareas habituales
4. Desorientación en tiempo y lugar
5. Dificultad para relacionar objetos
6. Problemas en el lenguaje oral y escrito
7. Colocar objetos fuera de su lugar habitual
8. Falta de juicio para tomar decisiones
9. Pérdida de iniciativa
10. Cambios en la personalidad
Las tres fases del Alzheimer
Fase 1: Duración de la enfermedad de 1 a 3 años:

Esta primera etapa tiene una duración aproximada de 3 años y en ella se observa un


paulatino deterioro en la memoria episódica, especialmente. La persona olvida
eventos recientes, no importa que hayan pasado 10, 15 o 20 minutos de un hecho
determinado. Puede no recordar que ya comió u olvidar la conversación que tuvo con su
hijo minutos antes. Asimismo, la percepción de su medio ambiente se ve disminuida, lo
mismo que la memoria en cuanto al tiempo y el espacio se ve afectada.

En la persona empieza a surgir una típica desorientación de lo que lo rodea, no


reconociendo bien el lugar donde está. Así, es muy común que la persona no recuerde
cómo llegar a las: tiendas que siempre ha frecuentado, saber dónde está el banco, al que
siempre ha ido; qué dirección tomar para ir a la iglesia, a la que asiste todos los
domingos; o bien, qué camino tomar para regresar y llegar de vuelta a casa. Otros
ejemplos son el no recordar la fecha, ni el día ni el mes en que vive, no saber la hora que
es o creer que, aunque es de mañana, para él ya es de noche o viceversa.
Del mismo modo surgen otros detalles como son una disminución en la concentración
y una fatiga cada vez más notoria. Se presentan cambios de humor y síntomas de
depresión con apatía, pérdida de iniciativa y falta de interés. Junto a ello, a la persona se
le comienza a notar inquieta, mostrando agitación y ansiedad. Estos últimos síntomas, es
muy común que ocurran al atardecer o durante la noche. Por otra parte, el lenguaje, las
habilidades motoras y la percepción son conservadas. El paciente es capaz de
mantener una conversación, comprende bien y utiliza los aspectos sociales de la
comunicación (gestos, entonación, expresión y actitudes) en forma aún dentro de lo
normal.

Fase 2: Duración de la enfermedad de 2 a 10 años

En esta segunda etapa, todos los aspectos de la memoria empiezan progresivamente


a fallar. Este estadio tiene una duración aproximada de 3 años, durante el cual se
producen importantes alteraciones de la función cerebral con aparición de síntomas más
preocupantes o que llaman más la atención. Comienzan a surgir problemas de lenguaje
(afasia), funciones aprendidas (apraxia) y reconocimiento (agnosia).
A la persona le cuesta trabajo hablar, expresarse y darse a entender. Dice unas
palabras por otras, La apraxia se refiere a las dificultades que presenta para llevar a cabo
funciones aprendidas. La persona no puede ni sabe cómo vestirse, no sabe utilizar los
cubiertos. La agnosia consiste en una pérdida de la capacidad para poder reconocer a
las personas con las que convive, aunque esta pérdida no es total, pues de cierto modo
aún reconoce ambientes familiares y conserva la orientación personal (sabe su nombre,
edad, lugar de nacimiento), sus desaciertos son cada vez más frecuentes.
Por otra parte, se torna descuidado en su higiene personal. Ya no se arregla como
antes, la pulcritud que todos admiraban; se le nota sucio y descuidado, les da por no
quererse bañar o decir que ya lo hicieron, enojándose cuando se les recrimina.
Aparecen algunos rasgos de tipo psicótico. Imagina que ve gente la cual no existe,
escucha ruidos que nadie oye o piensa y cree firmemente que alguien va a llegar por él.
Empieza a preguntar por personas que ya murieron (su papá, su mamá, su hermano) y
todas estas imágenes que pasan por su mente, realmente le inquietan. Asimismo,
el embotamiento o represión de emociones, aunadas a una apatía cada vez mayor,
empiezan a hacerse cada vez más evidentes.
La dependencia con respecto a un cuidador es cada vez mayor. Las aficiones que
tenía, las actividades sociales, de ocio y de recreo pierden totalmente su valor,
mostrándose aburrido, flojo, apático o somnoliento.
La persona empieza a hacer actos repetitivos rayando en lo obsesivo. Vagabundea,
recorre la casa por todas partes, ordena la ropa o los papeles varias veces al día, su
mirada cambia. En esta etapa, resulta obvio que la capacidad para el pensamiento
abstracto y la habilidad para llevar a cabo operaciones de cálculo desaparecen por
completo. No pueden realizar las más sencillas operaciones, aunque sí, tal vez, recitar de
memoria las tablas de multiplicar.

Fase 3: Duración de la enfermedad de 8 a 12 años


En esta tercera y última etapa, se presenta una amplia y marcada afectación de todas y
cada una de las facultades intelectuales. Los síntomas cerebrales se agravan,
acentuándose la rigidez muscular así como la resistencia al cambio postural. Pueden
aparecer temblores y crisis epilépticas.
El paciente de Alzheimer no reconoce a sus familiares e incluso puede no reconocer
su propio rostro en el espejo. La personalidad que siempre acompañó a la persona,
cambia en gran medida. Se muestran profundamente apáticos, perdiendo las capacidades
automáticas adquiridas como la de lavarse, vestirse, andar o comer, y presentan
una cierta pérdida de respuesta al dolor.

Fases del Alzheimer: estudios

En las llamadas formas típicas o clásicas, el comienzo de la enfermedad se da en un


50% en torno a una edad de 65 años. No obstante, en estudios comunitarios se ha
observado que el porcentaje de los casos con inicio por debajo de los 75 años es menor
del 2%, comparada con el 20-40% cuando se inicia a los 85 años.
Fases del Alzheimer: secuencias

La secuencia en la que se sucede la pérdida de funciones cognitivas, el deterioro de


la personalidad, el comportamiento psicótico y la agitación, son útiles en el
establecimiento del diagnóstico. Existen escalas que son empleadas para poder
determinar la fase donde se encuentra el paciente y, de esa manera, optar a
determinadas terapias y ayudas en el ámbito social.
Fases del Alzheimer: primeros signos

De una forma simple, el deterioro de la memoria reciente constituye el primer signo y


el más predominante. Típicamente, los pacientes no constatan este hecho, y es
precisamente la falta de conciencia del problema lo característico. Los trastornos del
lenguaje, las alteraciones de la percepción visual se observan posteriormente, y
pueden verse acompañados de apatía, irritabilidad y otros cambios de comportamiento.
De forma más explícita, a nivel del lenguaje, se pueden apreciar problemas para
encontrar las palabras, a menudo solventados mediante circunloquios o rodeos.
La desorientación espacial contribuye a que el paciente se muestre reacio a salir del
entorno familiar. La autonomía del enfermo se ve mermada día a día, ya que es incapaz
de administrar sus bienes, mostrándose agresivo en ambientes no familiares, de forma
secundaria a la desconfianza creciente tanto en sí mismo como en los demás. Se puede
llegar a la paranoia, así como a experiencias alucinatorias.

En la etapa final, que generalmente acontece a los 5/10 años del inicio, se ha producido
un severo deterioro de la vida física y mental. El paciente es incapaz de velar por sus
necesidades básicas (aseo, comida, vestido), siendo incontinente. La capacidad de
movimiento, que se mantiene relativamente indemne hasta etapas avanzadas, se ve
igualmente afectada, mostrando lentitud y rigidez. Llegado a este punto, el enfermo suele
fallecer debido a complicaciones infecciosas, generalmente del aparato respiratorio.
 

Tratamiento

Antes de comenzar a hablar de medicamentos es necesario aclarar lo que significa un


tratamiento curativo y un tratamiento sintomático:

Un tratamiento curativo es aquel que devuelve al individuo al estado que presentaba


antes del inicio de la enfermedad. El ejemplo clásico son los antibióticos para las
infecciones.

Un tratamiento sintomático es aquel que alivia los síntomas o incluso los hace
desaparecer aunque la enfermedad siga ahí. Un ejemplo sería los antiinflamatorios para
el dolor de la artrosis de rodilla.
Dicho esto, si nos centramos en la EA, a día de hoy no existe ningún tratamiento curativo.
Existen fármacos y tratamientos no farmacológicos, que han demostrado enlentecer la
progresión de la enfermedad, aunque no son capaces de revertirla.

Recomendaciones para el paciente con Alzheimer.


1. No pierda la tranquilidad. La conducta del paciente no responde a una lógica, sino que
el deterioro de su estado mental le ha convertido en una persona enferma. Por eso, no
hay que enfadarse ni presionarle, por ejemplo, obligándole a comer determinados
alimentos.

2. Háblale lentamente y dirigiéndote a él. Dirígete al enfermo por su nombre,


estableciendo contacto visual y hablándole suave y lentamente. Comunícale una sola idea
cada vez. También puedes recurrir al contacto físico, dándole la mano o tocándole, para
transmitirle seguridad.
3. Facilita que haga las tareas por sí mismo. El paciente tiene que continuar realizando
determinadas acciones domésticas por sí mismo, como afeitarse, peinarse o lavarse,
aunque las haga mal. Puedes acompañarle o servirle de guía, pero sin anticiparte ni
meterle prisa. También hay que permitirle que siga con alguna actividad concreta que le
guste. No obstante, ten en cuenta que las tareas sencillas que puedas encomendarle
seguramente requieran de más tiempo y esfuerzo de los que necesita una persona sana.
La paciencia es básica, especialmente en los momentos de su higiene diaria, cuando hay
que dejarle su tiempo y su intimidad.

4. Las rutinas te ayudan y le ayudan. Organizar la vida del enfermo de acuerdo a unas
rutinas. Las comidas, la higiene, las necesidades básicas o las actividades debemos
hacerlas siempre de la misma forma, a la misma hora y en el mismo lugar, componiendo
unos hábitos lo más parecido posible a los que existían antes de la enfermedad. Adaptar
el entorno, por ejemplo señalizando cada habitación con un dibujo o cartel identificativo.

5. A la hora de la comida: que sea siempre en un entorno tranquilo y sin distracciones.


Puedes situarte enfrente para que imite tus movimientos.

6. En la cocina: sustituir la cocina de gas por una vitrocerámica; usar vajilla y vasos
irrompibles; guardar en un lugar seguro los utensilios peligrosos.

7. En el baño: cambiar la bañera por ducha, con un asiento; quitar cerraduras; y guardar los
medicamentos bajo llave.

8. En el dormitorio: dejar una luz encendida cerca de la cama por la noche por si se
despierta y se desorienta; señalizar mediante dibujos el contenido de los cajones; retirar
objetos que puedan estorbar al andar; y tapar los espejos porque en estados avanzados
de la enfermedad pueden confundirle.

9. Planifica y toma decisiones con tiempo. Es recomendable adelantarse a posibles


situaciones para reaccionar a tiempo, por ejemplo, previniendo a los vecinos por si el
enfermo se pierde, o preparándole una pulsera con sus datos. Así mismo, el estado del
paciente obliga a las personas de su entorno a tomar decisiones importantes relativas al
bienestar, la economía o la vida en común.

10. Evita discutir o reñirle. No sirve de nada reñir o amenazar: mejor felicítale y dale ánimos
cuando haga las cosas bien. Así mismo, evita las discusiones, tengas o no razón; sólo
generan frustraciones para todos y la ansiedad puede perjudicar al enfermo. En la medida
de lo posible, también hay que intentar que el paciente no esté presente en discusiones
con otros miembros de la familia.
11. Sé tolerante ante su conducta. Una de las manifestaciones del Alzheimer son los
trastornos en el comportamiento del enfermo, de forma que a veces puede insultar o
reaccionar mal ante las personas de su entorno. El cuidador no debe asumir las
conductas incoherentes como un ataque, sino como un síntoma incontrolable y sin mala
intención.

12. Cuídate para cuidarle. Tómate tu tiempo y espacio para descansar, comer y dormir bien
y también para distraerte o disfrutar de alguna afición que te guste. Para cuidar de otra
persona correctamente es fundamental que tú te encuentres bien, tanto física como
psicológicamente.
13. Valora la conveniencia de asistir a un centro de día. Estos centros para personas con
diversos tipos de demencias están especializados y cuentan con personal cualificado que
trabaja con el paciente para fomentar su autonomía y retrasar el deterioro cognitivo. Si
bien en un primer momento el cambio en la rutina del enfermo puede provocar algún
trastorno, pasado un periodo de adaptación, las actividades de estos centros pueden
resultar muy beneficiosas, al tiempo que suponen también un descanso para el cuidador.

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