Está en la página 1de 7

1

Capítulo 1
La creación de Dios

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. 2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las
tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”
(Génesis 1:1-2).

“Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. 4 Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las
tinieblas. 5 Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.

Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. 7 E hizo
Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que
estaban sobre la expansión. Y fue así. 8 Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la
mañana el día segundo. 9 Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en
un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. 10 Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas
llamó Mares. Y vio Dios que era bueno. 11 Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba
que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la
tierra. Y fue así. 12 Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza,
y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno. 13 Y fue la
tarde y la mañana el día tercero. 14 Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos
para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, 15 y sean
por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. 16 E hizo Dios las
dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para
que señorease en la noche; hizo también las estrellas. 17 Y las puso Dios en la expansión de los
cielos para alumbrar sobre la tierra, 18 y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz
de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. 19 Y fue la tarde y la mañana el día cuarto. 20 Dijo Dios:
Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de
los cielos. 21 Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las
aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno.
22 
Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y
multiplíquense las aves en la tierra. 23 Y fue la tarde y la mañana el día quinto. 24 Luego dijo Dios:
Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra
según su especie. Y fue así. 25 E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su
género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno
(6). 26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y
señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo
animal que se arrastra sobre la tierra. 27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo
creó; varón y hembra los creó. 28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la
tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las
bestias que se mueven sobre la tierra 29 Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da
semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para
comer. 30 Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra
sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así. 31 Y vio Dios todo
lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día
sexto. Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. 2 Y acabó Dios en el
día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. 3 Y bendijo Dios al
día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación. 4
Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios
hizo la tierra y los cielos, 5 y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del
campo antes que naciese; porque Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había
2

hombre para que labrase la tierra, 6 sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz
de la tierra” (Génesis 1:3-2:6).

“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y
fue el hombre un ser viviente. 8 Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al
hombre que había formado. 9 Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y
bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y
del mal. 10 Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos. 11 El
nombre del uno era Pisón; éste es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro; 12 y el oro
de aquella tierra es bueno; hay allí también bedelio y ónice. 13 El nombre del segundo río es Gihón;
éste es el que rodea toda la tierra de Cus. 14 Y el nombre del tercer río es Hidekel; éste es el que va
al oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Éufrates. 15 Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso
en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Génesis 2:7-15).

“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; 17 mas del
árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente
morirás” (Génesis 2:16-17).

“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. 19 Jehová
Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán
para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es
su nombre. 20 Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo;
mas para Adán no se halló ayuda idónea para él 21 Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo
sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. 22 Y de
la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. 23 Dijo entonces
Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona,  porque
del varón fue tomada. 24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su
mujer, y serán una sola carne. 25 Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se
avergonzaban” (Génesis 2:18-25).

“Tus manos me hicieron y me formaron; ¿Y luego te vuelves y me deshaces? 9 Acuérdate que como
a barro me diste forma; ¿Y en polvo me has de volver? 10 ¿No me vaciaste como leche, Y como
queso me cuajaste? 11 Me vestiste de piel y carne, Y me tejiste con huesos y nervios” (Job 10:8-11).

“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su
boca. 7 El junta como montón las aguas del mar; Él pone en depósitos los abismos. Tema a Jehová
toda la tierra; Teman delante de él todos los habitantes del mundo. 9 Porque él dijo, y fue hecho; Él
mandó, y existió” (Salmos 33:6-9).

“Cantad alegres a Dios. ... Servid a Jehová con alegría; venid ante su acatamiento con regocijo.
Reconoced que Jehová él es Dios: él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo
somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con reconocimiento, por sus atrios con
alabanza: alabadle, bendecid su nombre.” “Ensalzad a Jehová nuestro Dios, y encorvaos al monte
de su santidad; porque Jehová nuestro Dios es santo” (Salmos 100:1-4; 99:9).

“Desde el principio tú fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos” (Salmos 102:24).

“Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos. Por generación y generación es tu
verdad: tú afirmaste la tierra, y persevera. Por tu ordenación perseveran hasta hoy las cosas
creadas; porque todas ellas te sirven” (Salmos 119:89-91).
3

“Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque


formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. 15 No fue
encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la
tierra. 16 Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron
luego formadas, Sin faltar una de ellas” (Salmos 139:13-16).

“El cual hizo los cielos y la tierra, El mar, y todo lo que en ellos hay” (Salmos 146:6).

“Alabad a Jehová desde los cielos; Alabadle en las alturas. 2 alabadle, vosotros todos sus ángeles;
Alabadle, vosotros todos sus ejércitos. 3 Alabadle, sol y luna; Alabadle, vosotras todas, lucientes
estrellas. 4 Alabadle, cielos de los cielos, Y las aguas que están sobre los cielos. 5 Alaben el nombre
de Jehová; Porque él mandó, y fueron creados. 6 Los hizo ser eternamente y para siempre; Les
puso ley que no será quebrantada” (Salmos 148:1-6).

“¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el
polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados? 13 ¿Quién enseñó al
Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole? 14 ¿A quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién
le enseñó el camino del juicio, o le enseñó ciencia, o le mostró la senda de la prudencia? 15 He aquí
que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las
balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo. 16 Ni el Líbano
bastará para el fuego, ni todos sus animales para el sacrificio. 17 Como nada son todas las naciones
delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es. 18 ¿A
qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis? 19 El artífice prepara la imagen
de talla, el platero le extiende el oro y le funde cadenas de plata. 20 El pobre escoge, para ofrecerle,
madera que no se apolille; se busca un maestro sabio, que le haga una imagen de talla que no se
mueva. 21 ¿No sabéis? ¿No habéis oído? ¿Nunca os lo han dicho desde el principio? ¿No habéis
sido enseñados desde que la tierra se fundó? 22 El está sentado sobre el círculo de la tierra, cuyos
moradores son como langostas; él extiende los cielos como una cortina, los despliega como una
tienda para morar. 23 El convierte en nada a los poderosos, y a los que gobiernan la tierra hace
como cosa vana. 24 Como si nunca hubieran sido plantados, como si nunca hubieran sido
sembrados, como si nunca su tronco hubiera tenido raíz en la tierra; tan pronto como sopla en
ellos se secan, y el torbellino los lleva como hojarasca. 25 ¿A qué, pues, me haréis semejante o me
compararéis? dice el Santo. 26 Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él
saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su
fuerza, y el poder de su dominio. 27 ¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino está
escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio? 28 ¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno
es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su
entendimiento no hay quien lo alcance. 29 El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que
no tiene ningunas. 30 Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; 31 pero los
que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se
cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40:12-31).

“Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir;
mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos. 12 Yo hice la tierra, y creé sobre
ella al hombre. Yo, mis manos, extendieron los cielos, y a todo su ejército mandé” (Isaías 45:11-
12).
4

“Yo: que formo la luz y crío las tinieblas, ... yo Jehová que hago todo esto, ... yo hice la tierra, y crié
sobre ella al hombre. Yo, mis manos, extendieron los cielos, y a todo su ejército mandé.” “En
llamándolos yo, parecieron juntamente” (Isaías 45:6-12; 48:13).

“El que hizo la tierra con su poder, el que puso en orden el mundo con su saber, y extendió los
cielos con su sabiduría; 13 a su voz se produce muchedumbre de aguas en el cielo, y hace subir las
nubes de lo postrero de la tierra; hace los relámpagos con la lluvia, y saca el viento de sus
depósitos” (Jeremías 10:10-13).

“Él es el que hizo la tierra con su poder, el que afirmó el mundo con su sabiduría, y extendió los
cielos con su inteligencia. 16 A su voz se producen tumultos de aguas en los cielos, y hace subir las
nubes de lo último de la tierra; él hace relámpagos con la lluvia, y saca el viento de sus depósitos”
(Jeremías 51:15-16).

“Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y
todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los
ejércitos de los cielos te adoran” (Nehemías 9:6).

“Buscad al que hace las Pléyades y el Orión, y vuelve las tinieblas en mañana, y hace oscurecer el
día como noche; el que llama a las aguas del mar, y las derrama sobre la faz de la tierra; Jehová es
su nombre” (Amos 5:8).

“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no
habita en templos hechos por manos humanas, 25 ni es honrado por manos de hombres, como si
necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. 26 Y de una sangre
ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha
prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; 27 para que busquen a Dios, si en
alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de
nosotros. 28 Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios
poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos” (Hechos 17:24-28).

“Y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que
creó todas las cosas” (Efesios 3:9).

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los
profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de
todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen
misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo
efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la
Majestad en las alturas, 4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente
nombre que ellos” (Hebreos 1:1-4).

“Por la fe entendemos haber sido compuestos los siglos por la palabra de Dios, siendo hecho lo
que se ve, de lo que no se veía” (Hebreos 11:3).

“Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado
en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, 10 los veinticuatro ancianos se postran delante
del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus
coronas delante del trono, diciendo: 11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder;
porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Apocalipsis 4:9-11).
5

“Antes de la aparición del pecado había paz y gozo en todo el universo. Todo guardaba perfecta
armonía con la voluntad del Creador. El amor a Dios estaba por encima de todo, y el amor de unos
a otros era imparcial. Cristo el Verbo, el Unigénito de Dios, era uno con el Padre Eterno: uno en
naturaleza, en carácter y en designios; era el único ser en todo el universo que podía entrar en
todos los consejos y designios de Dios. Fue por intermedio de Cristo por quien el Padre efectuó la
creación de todos los seres celestiales. “Por él fueron creadas todas las cosas, en los cielos, ... ora
sean tronos, o dominios, o principados, o poderes” (Colosenses 1:16 (VM)); y todo el cielo rendía
homenaje tanto a Cristo como al Padre” (Elena G. de White - CS 547).

“La cruz de Cristo será la ciencia y el canto de los redimidos durante toda la eternidad. En el Cristo
glorificado, contemplarán al Cristo crucificado. Nunca olvidarán que Aquel cuyo poder creó los
mundos innumerables y los sostiene a través de la inmensidad del espacio, el Amado de Dios, la
Majestad del cielo, Aquel a quien los querubines y los serafines resplandecientes se deleitan en
adorar—se humilló para levantar al hombre caído; que llevó la culpa y el oprobio del pecado, y
sintió el ocultamiento del rostro de su Padre, hasta que la maldición de un mundo perdido
quebrantó su corazón y le arrancó la vida en la cruz del Calvario” (Elena G. de White - CS 709).

“La Biblia es la historia más instructiva que posean los hombres. Proviene directamente de
la fuente de verdad eterna, y una mano divina ha conservado su integridad y pureza a través
de los siglos. Ilumina el lejano pasado más remoto, donde las investigaciones humanas
procuran en vano penetrar. En la Palabra de Dios contemplamos el poder que estableció los
fundamentos de la tierra y que extendió los cielos. Únicamente en ella podemos hallar una
historia de nuestra raza que no esté contaminada por el prejuicio o el orgullo humanos. En
ella se registran las luchas, las derrotas y las victorias de los mayores hombres que el mundo
haya conocido jamás. En ella se desarrollan los grandes problemas del deber y del destino.
Se levanta la cortina que separa el mundo visible del mundo invisible, y presenciamos el
conflicto de las fuerzas encontradas del bien y del mal, desde la primera entrada del pecado
hasta el triunfo final de la rectitud y de la verdad; y todo ello no es sino una revelación del
carácter de Dios” (Elena G. de White - PP 647).

“Dios soporta pacientemente la perversidad de los hombres, dándoles amplia oportunidad para
arrepentirse; pero toma en cuenta todos sus ardides para resistir la autoridad de su justa y santa
ley. De vez en cuando la mano invisible que empuña el cetro del gobierno se extiende para
reprimir la iniquidad. Se da evidencia inequívoca de que el Creador del universo, el que es infinito
en sabiduría, amor y verdad, es el Gobernante supremo del cielo y de la tierra, cuyo poder nadie
puede desafiar impunemente” (Elena G. de White - PP 115).

“Cuando salió de las manos del Creador, la tierra era sumamente Hermosa… La hueste angélica
presenció la escena con deleite, y se regocijó en las maravillosas obras de Dios” (Elena G. de White
- PP 24).

"Con infinito amor y misericordia había sido trazado el plan de salvación y se le otorgó una vida de
prueba. La obra de la redención debía restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor, devolverlo
a la perfección con que había sido creado, promover el desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, a
fin de que se llevase a cabo el propósito divino de su creación. Este es el objeto de la educación, el
gran objeto de la vida” (Elena G. de White - La educación, pp. 15, 16).

“Así como el sábado, la semana se originó al tiempo de la creación, y fue conservada y transmitida
a nosotros a través de la historia bíblica. Dios mismo dio la primera semana como modelo de las
6

subsiguientes hasta el fin de los tiempos. Como las demás, consistió en siete días literales. Se
emplearon seis días en la obra de la creación; y en el séptimo, Dios reposó y luego bendijo ese día
y lo puso aparte como día de descanso para el hombre” (Elena G. de White - PP 102).

“El deber de adorar a Dios estriba en la circunstancia de que él es el Creador, y que a él es a quien
todos los demás seres deben su existencia. Y cada vez que la Biblia presenta el derecho de Jehová
a nuestra reverencia y adoración con preferencia a los dioses de los paganos, menciona las
pruebas de su poder creador. “Todos los dioses de los pueblos son ídolos; mas Jehová hizo los
cielos.” Salmos 96:5. “¿A quién pues me compararéis, para que yo sea como él? dice el Santo.
¡Levantad hacia arriba vuestros ojos, y ved! ¿Quién creó aquellos cuerpos celestes?” “Así dice
Jehová, Creador de los cielos (él solo es Dios), el que formó la tierra y la hizo; ... ¡Yo soy Jehová, y
no hay otro Dios!” Isaías 40:25, 26; 45:18 (VM). Dice el salmista: “Reconoced que Jehová él es
Dios: él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos.” “¡Venid, postrémonos, y encorvémonos;
arrodillémonos ante Jehová nuestro Hacedor!” Salmos 100:3; 95:6 (VM). Y los santos que adoran a
Dios en el cielo dan como razón del homenaje que le deben: “¡Digno eres tú, Señor nuestro y Dios
nuestro, de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas!” Apocalipsis
4:11 (VM). (Elena G. de White - CS 489-490).

“En el capítulo 14 del Apocalipsis se exhorta a los hombres a que adoren al Creador, y la profecía
expone a la vista una clase de personas que, como resultado del triple mensaje, guardan los
mandamientos de Dios. Uno de estos mandamientos señala directamente a Dios como Creador. El
cuarto precepto declara: “El séptimo día será Sábado a Jehová tu Dios: ... porque en seis días hizo
Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay; y en el día séptimo reposó;
por tanto Jehová bendijo el día del Sábado, y lo santificó.” Éxodo 20:10, 11 (V. Valera). Respecto al
sábado, el Señor dice además, que será una “señal... para que sepáis que yo soy Jehová vuestro
Dios.” (Ezequiel 20:20, Id.) Y la razón aducida es: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la
tierra, y en el séptimo día cesó, y reposó.” Éxodo 31:17 (Elena G. de White - CS 490).

“Pero la suposición de que los acontecimientos de la primera semana requirieron miles y miles de
años, ataca directamente los fundamentos del cuarto mandamiento. Representa al Creador como
si estuviese ordenando a los hombres que observaran la semana de días literales en memoria de
largos e indefinidos períodos. Esto es distinto del método que él usa en su relación con sus
criaturas. Hace obscuro e indefinido lo que él ha hecho muy claro. Es incredulidad en la forma más
insidiosa y, por lo tanto, más peligrosa; su verdadero carácter está disfrazado de tal manera que la
sostienen y enseñan muchos que dicen creer en la Sagrada Escritura.
“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el espíritu de su
boca.... Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió.” Salmos 33:6, 9. La Sagrada Escritura no
reconoce largos períodos en los cuales la tierra fue saliendo lentamente del caos. Acerca de cada
día de la creación, las Santas Escrituras declaran que consistía en una tarde y una mañana, como
todos los demás días que siguieron desde entonces. Al fin de cada día se da el resultado de la obra
del Creador. Y al terminar la narración de la primera semana se dice: “Estos son los orígenes de los
cielos y de la tierra cuando fueron criados.” Génesis 2:4. Pero esto no implica que los días de la
creación fueron algo más que días literales. Cada día se llama un origen, porque Dios originó o
produjo en él una parte nueva de su obra” (Elena G. de White - PP 102-110).

"Dios es nuestro creador, benefactor, y preservador. El autor de todo bien, es capaz de realizar
el objetivo que tenía en la creación de los seres humanos... Cristo dio su vida para salvar al
pecador de la sentencia de muerte. Murió para que pudiéramos vivir. A quienes lo reciben les da
el poder que les permite separarse de lo que, a menos que ellos vuelvan a su lealtad, los colocará
donde serán condenados y castigados” (Elena G. de White - Manuscript Releases, tomo 9, p. 121).
7

“En la creación de la tierra, nada debió Dios a la materia preexistente. “Él dijo, y fué hecho; él
mandó, y existió.” Salmos 33:9. Todas las cosas, materiales o espirituales, surgieron ante el Señor
Jehová cuando él habló, y fueron creadas para su propio designio. Los cielos y todo su ejército, la
tierra y todo lo que hay en ella, surgieron a la existencia por el aliento de su boca” (Elena G. de
White - El ministerio de curación 322).

“Nuestra substancia no le era oculta cuando fuimos hechos en el misterio; sus ojos vieron nuestra
substancia por imperfecta que fuera, y en su libro todos nuestros miembros estaban anotados,
aun cuando ninguno de ellos existiera todavía” (Elena G. de White - El ministerio de curación 323).

“El mecanismo del cuerpo humano no puede ser comprendido por completo; presenta misterios
que confunden a los más inteligentes. No es por efecto de un mecanismo que, una vez puesto en
movimiento, prosigue su acción, como late el pulso y una respiración sigue a la otra. En Dios
vivimos, nos movemos y somos. El corazón que palpita, el pulso que late, cada nervio y músculo
del organismo vivo se mantienen en orden y actividad por el poder de un Dios siempre presente”
(Elena G. de White - El ministerio de curación 324-325).

“Mediante la recepción combinada del autor de la revelación de Dios en la historia —como


aparece en la Biblia—, y de la acción inspiradora del Espíritu Santo en la mente, es como la fe,
expresada como convicción de la existencia de Dios, se convierte en un hecho concreto en la
experiencia del cristiano. Las pruebas racionales de la existencia de Dios que se nos dan en la
naturaleza no producen tal convicción radical. La convicción de la existencia de Dios no se produce
por argumentos racionales sino por una relación personal con Dios. Esta relación la inicia Dios,
quien, a través de la acción personal del Espíritu Santo, usa la Escritura, la naturaleza y la historia
para revelarse a la mente y los afectos de los seres humanos. Somos conscientes de la existencia
de Dios, entonces, basados en su revelación personal en la Escritura y no en los argumentos
racionales (cf. Mat. 16:15-17). Dentro de este contexto la existencia de Dios se percibe,
generalmente, como misterio” (Fernando Canale – Dios en tres personas 15-16).

También podría gustarte