Está en la página 1de 39

TEMA 9:

LA EMOCIÓN

2. CONCEPTO DE EMOCIÓN
La emoción es un proceso psicológico adaptativo, que tiene la finalidad de reclutar y
coordinar al resto de los procesos psicológicos. Las emociones cumplen unas funciones, estas
son:
a. La función adaptativa, puesta de manifiesto por Darwin. Argumentó que la
emoción sirve para facilitar la conducta apropiada. La función más importante
es la de preparar al organismo para que ejecute una conducta exigida por las
condiciones ambientales y dirija la conducta a un objetivo.
b. La función social, se basa en la expresión verbal y no verbal de las emociones
lo cual permite a las demás personas predecir el comportamiento que vamos a
desarrollar. La expresión de las emociones puede considerarse una serie de
estímulos discriminativos que facilitan la realización de conductas sociales.
c. La función motivacional, no se limita al hecho de que en toda conducta
motivada se producen reacciones emocionales, sino que una emoción puede
determinar la aparición de la propia conducta motivada. La conducta motivada
produce una reacción emocional y la emoción facilita la aparición de unas
conductas motivadas.

2.1 Definición de emoción

Aunque tradicionalmente y en sentido estricto “emoción” se refiere también a “mover”,


pero en esta ocasión con connotaciones espaciales, más tarde recibirá la consideración de
movimiento en un sentido físico, social y político, hasta llegar a la actualidad, momento en el
que el término emoción, según define el diccionario de la Lengua Española, es “un estado de
ánimo caracterizado por una conmoción orgánica consiguiente a impresiones de los sentidos,
ideas o recuerdos, la cual produce fenómenos viscerales que percibe el sujeto emocionado, y
con frecuencia se traduce en gestos, actitudes u otras formas de expresión”.
Para la psicología, emoción es un constructo que se usa para describir o explicar las
reacciones del organismo caracterizadas por:

1
 Cambios en la actividad fisiológica
 Interpretación subjetiva de tales cambios fisiológicos
 Preparación para la acción o movilización de comportamiento
 Expresión emocional o exteriorización de todo este complejo
Una conceptualización parsimoniosa, global, que intenta integrar todos los aspectos de la
“emoción” y que la delimita frente a los restantes procesos psicológicos, nos define a ésta
como el campo de estudio de un “proceso desencadenado por la valoración cognitiva de una
situación que produce una alteración en la activación del organismo”.
Esta forma de definir la emoción exige que delimitemos los elementos contenidos dentro
de la misma, es decir, la valoración cognitiva y la activación del organismo, que es el objeto
central del siguiente epígrafe dedicado al proceso emocional.

2. EL PROCESO EMOCIONAL
Hay dos elementos básicos que configuran el proceso emocional: la valoración cognitiva
de una situación y la alteración en la activación del organismo.
El proceso se desencadena por la percepción de cambios en las condiciones externas o
internas de la persona, que actúan como situación desencadenante (situación externa e
interna) y que son objeto de una primera valoración cognitiva (evaluación valorativa). Ésta
actúa como filtro descartando las cosas que son significativas y analizando las que tienen
relevancia emocional. Esta discriminación de la situación depende de la experiencia individual.
Como consecuencia de la evaluación tiene consecuencia la activación emocional, que se
compone de una experiencia subjetiva o sentimiento, una expresión corporal o comunicación
no verbal del estado emocional, una tendencia a la acción o un afrontamiento y unos cambios
en la actividad fisiológica que son el soporte fisiológico para la realización de todas las
actividades anteriores. Las manifestaciones externas de la emoción o los efectos observables
de la misma son fruto de una segunda valoración cognitiva o segundo filtro que tamiza las
mismas. El aprendizaje y la cultura hacen que las manifestaciones emocionales se vean
sensiblemente modificadas; de esta manera, las experiencias subjetivas que podemos
observar y medir mediante autoinformes pueden ser, por ejemplo, una exageración o una
minimización.
Lo mismo ocurre con lo que observamos mediante la comunicación no verbal,
extremadamente florida en los niños y a medida que vamos socializando disminuye hasta ser
escasa en los adultos.
Como con la observación de la conducta motora o manifiesta, ya que, por ejemplo, muchas
veces la propia conducta va encaminada a que los demás no puedan apreciar nuestro estado
emocional.

2
En el sesgo de las propias respuestas fisiológicas. Así pues, este segundo filtro adapta
la respuesta emocional a las normas sociales y a nuestra experiencia previa.

3.1 La evaluación valorativa

Evaluación valorativa: Primer filtro en la valoración cognitiva emocional.


El proceso de evaluación-valoración actúa como primer filtro en el desencadenamiento
emocional. Este filtro cumple un doble papel:

- SITUACIÓN EN FUNCIÓN DE CARACTERÍSTICAS AFECTIVAS


- SITUACIÓN EN FUNCIÓN DE SU SIGNIFICACIÓN

La diferencia que establece SCHERER entre el estado afectivo subjetivo y el proceso de


valoración cognitiva de estímulos, está fundamentada en la diferencia que existe en sus
mecanismos de regulación.
El estado afectivo subjetivo estaría regulado por el sistema de registro. El proceso de
valoración cognitiva lo estaría por el sistema de información. Tienen funciones distintas. El
primero permite evaluar el ambiente, el segundo lleva a cabo la reflexión y el registro.
Damasio y LeDoux, nos proponen un primer nivel o evaluación de situación, que se realiza
con un bajo nivel de conciencia y de manera preorganizada, en función de determinadas

3
configuraciones estimulares de las situaciones (características afectivas).
Segundo nivel de análisis, la valoración de la situación, que se realiza con un mayor nivel
de conciencia en función de la significación afectiva (significación), proponiendo circuitos o
vías neuronales de procedimientos diferenciados.
El primero de los circuitos (gráfico izquierdo de la figura 9.2) describe la vía rápida en la
que las características afectivas de la situación son detectadas por la amígdala (A) en el
sistema límbico, quien a su vez activa la respuesta emocional, compuesta de respuestas
internas, musculares, autonómicas, y activando mediante los núcleos neurotransmisores el
hipotálamo (H), respuestas bioquímicas que se liberan al torrente sanguíneo.
La segunda vía implica un procesamiento más lento, pero con una mayor capacidad de
análisis (gráfico figura 9.2); en él intervienen las lorzas frontales (CF) y, por tanto, todos los
recursos cognitivos, los cuales actúan sobre la amígdala produciendo de esta otra manera la
respuesta emocional. Estos circuitos no son alternativos, sino que actúan
complementariamente, ampliando la eficacia y el espectro de acción de las emociones.

El primer componente o evaluación afectiva de la situación se articularía, según


Scherer, en función de 2 parámetros de la estimulación:

o La novedad de la situación, es decir, se determina si se han producido cambios


en el patrón estimular externo o interno, particularmente si aparece una
situación nueva o esperada (sorpresividad, familiaridad y predecibilidad).

o El agrado intrínseco, es decir, una determinación de si una situación es


agradable, incluyendo tendencias de acercamiento, o desagradable, incluyendo
tendencias de evitación/huida; basado tanto en rasgos innatos como en
asociaciones aprendidas previamente.
La valoración de la situación implica la significación individual en función de la
experiencia particular de cada persona y, por tanto, es la responsable de que las situaciones

4
que emocionan a una persona difieran de las que emocionan a otra. Los parámetros de la
valoración de la situación se corresponden, también según Scherer:

La valoración de la significación, en la que se valora si la situación es relevante para las metas


importantes o necesidades de la persona (relevancia), si las consecuencias de la situación son
consistentes o discordantes con las metas esperadas o planes de acción de la persona (resultados),
si esperaba la situación y sus consecuencias antes de que realmente pasara (expectativa), si la
situación es conducente u obstructiva para alcanzar las metas respectivas o satisfacer las
necesidades pertinentes (tendencia) y, por último, si la situación requiere una intervención
urgente por nuestra parte (urgencia).

o Valoración del afrontamiento, se determina quién es responsable de la situación


(agente) y la causalidad del evento (motivo). El potencial de respuesta que ante
tal situación dispone la persona y, particularmente, el grado de control que
puede ejercer sobre la situación (control), capacidad de cambiar o evitar las
consecuencias a través de lucha o huida (poder/capacidad), y el potencial para
ajustarse a las consecuencias finales mediante reestructuración interior (ajuste).
o Las normas que determinan si la situación, particularmente la acción que se va
a realizar para afrontar la situación es conforme a las normas sociales,
convenciones culturales, o expectativas de otras personas significativas o
importantes emocionalmente para nosotros (normas externas), y si es
consistente con normas interiorizadas o con las normas que forman parte de su
autoimagen (normas interiores).

En el cuadro 9.1 se recogen los diferentes que pueden intervenir en el procesamiento


de las emociones, aunque algunas emociones tienen una menor elaboración que otras y, por
tanto, no necesariamente incluyen todos estos elementos.

Un fenómeno importante, que se sucede a esta forma de procesamiento emocional, es


el reajuste de las emociones a nuevas condiciones adaptativas o demandas del entorno y, al
mismo tiempo, es también responsable de que las emociones pierdan en un determinado
momento su carácter adaptativo y se tornen perjudiciales para la salud.

5
Este hecho lleva a diferenciar 2 tipos de emociones:

- Las emociones primarias o básicas, que usan principalmente la primera de las vías de
procesamiento y que serían más universales.
- Las emociones secundarias, usarían principalmente la segunda de las vías de
procesamiento y que serían más individuales.

Es especialmente el 2º componente de este filtro o filtro de significado el que hace que


determinadas personas desarrollen actitudes cognitivas emocionales o emociones secundarias
que favorecen la aparición de un tipo de respuesta emocional sobre otras.

Estas emociones secundarias funcionan reduciendo los umbrales necesarios para producir
un tipo de respuesta emocional concreto. De este modo, las emociones secundarias se
comportarían como estados de hipervigilancia, que permitirían un alto grado de exploración
del medio ambiente, pero al mismo tiempo conllevarían una atención selectiva y una
amplificación de determinadas informaciones del entorno, lo cual facilitará que se disparen
respuestas emocionales ante situaciones que, en caso contrario, serían consideradas como
neutras y no conllevarían respuesta emocional.

Por tanto, estas emociones secundarias producen una focalización de la atención hacia
ciertos estímulos considerados como relevantes, dando prioridad a su procesamiento y
prejuzgando el entorno, lo cual prima la aparición de un tipo de respuesta emocional frente a
otras.

De igual forma, estas emociones también producen sesgos en los procesos de aprendizaje,
que facilitan una mayor retención de hechos relacionados con la emoción implicada, que la que
se produce con otras situaciones emocionales de diferente tono.
- Sesgos en la activación de la memoria, que producen una recuperación selectiva de la
misma, caracterizada por el recuerdo de información asociada con la condición
emocional responsable de la actitud.
- Sesgos interpretativos, hacen que situaciones ambiguas sean procesadas dándoles una
significación emocional, que en el caso de no existir tal emoción secundaria raramente
se producirían.

Las emociones secundarias comparten muchos elementos comunes con las emociones
primarias (cuadro 9.2), especialmente en lo que se refiere al tono o la valencia hedónica, pero
tienen una duración temporal mayor; así, mientras que las emociones primarias son respuestas
puntuales y sus efectos son, fásicos; las secundarias son estados más mantenidos en el tiempo
y sus efectos son tónicos.

La especificidad de la reacción es alta en el caso de la emoción primaria y está producida


por unas situaciones bien definidas y discretas, frente a las secundarias, que tienen una
especificidad más baja o intermedia y que están producidas por unas situaciones contextuales.

6
El origen de las emociones primarias es inmediato en el tiempo y el espacio, el de las
secundarias es próximo, pero más vago.

Por último, y quizá la más importante de las diferencias, se encuentra en el umbral de


disparo, que se ve sensiblemente reducido en las emociones secundarias frente a las primarias.

El desarrollo de las emociones secundarias guarda una gran relación con las emociones
primarias.

3.2 La activación emocional

Sólo la activación que es fruto de un proceso de valoración cognitiva puede ser considerada
como emocional, es decir, una activación fisiológica causada por elementos biogénicos, sin
que medie un proceso de valoración, no es una emoción y, del mismo modo, una valoración
cognitiva de una situación sin activación tampoco es una emoción.

Como ya se ha expuesto, la respuesta emocional es de carácter multifactorial e implica


diversos efectos. Así, se produce una experiencia subjetiva, una expresión corporal, un
afrontamiento y un soporte fisiológico. En el cuadro 9.3 se presentan los principales efectos
que produce el produce de activación emocional y sus consecuencias.

7
La experiencia subjetiva se refiere a las sensaciones o sentimientos que produce la
respuesta emocional, cuya principal temática es el placer o displacer que se desprende de la
situación; aunque también la percepción de los cambios corporales y la sensación sobre el
grado de adecuación de la reacción emocional a la situación.
La experiencia subjetiva es un componente de la activación emocional controvertido
ya que, muchas veces, la cuestión importante es determinar si se trata de un estado de
sentimiento, de un tipo especial de proceso cognitivo o de una combinación de sentimiento y
cognición.
Hay que definir las relaciones entre emoción (sentimiento) y cognición (imágenes,
conceptos, memoria, procesamiento de la información en general). La representación de la
emoción es el sentimiento o, lo que es lo mismo, el sentimiento es la emoción subjetivamente
experimentada.
La expresión corporal se refiere a la comunicación y exteriorización de las emociones
mediante la expresión facial y otra serie de procesos de comunicación no verbal tales como
los cambios posturales o la entonación de la voz. Aunque los elementos que constituyen este
componente de la activación emocional podrían clasificarse dentro de la propia activación del
sistema nervioso autónomo y somático. Los efectos de interacción social que éstos tienen
hacen que tengan que ser considerados aparte, puesto que con todo ese conjunto de expresión
emocional se produce una comunicación no verbal que hace que las demás personas participen
e influyan en nuestras emociones. Así, la expresión emocional cumple la función de controlar
la conducta del receptor, ya que permite a éste anticipar las reacciones emocionales y adecuar
su comportamiento a tal situación.
El afrontamiento se refiere a los cambios comportamentales que producen las
emociones y que hacen que las personas se preparen para la acción, es decir, al conjunto de
esfuerzos cognitivos y conductuales, que están en un constante cambio para adaptarse a las
condiciones desencadenantes, y que se desarrollan para manejar las demandas, tanto internas
como externas, que son valoradas como excedentes o desbordantes para los recursos de la
persona (Lazarus y Folkman, 1984).
Es, por tanto, un proceso psicológico que se pone en marcha cuando en el entorno se
producen cambios deseados o no deseados y tiene como función dar respuesta a las demandas
externas e internas de la persona, manteniendo las situaciones deseadas e intentando eliminar
las no deseadas.
Por último, el soporte fisiológico se refiere a los cambios y alteraciones que se
producen en el sistema nervioso central, periférico y endocrino. Corresponde con lo que se
conoce como arousal e implica principalmente a la activación del sistema nervioso autónomo,
habitualmente por activación de la rama simpática, liberación de adrenalina al flujo

8
sanguíneo y, como consecuencia, alteraciones de la actividad cardiovascular, la respiración,
la tensión muscular, actividad gastrointestinal, circulación periférica y diversos tipos de
secreciones. Los cambios más estudiados se refieren a los sistemas somáticos y autónomo
(Cacioppo, Klein, Berntson y Hatfield, 1993).

3.3 El aprendizaje y la cultura

El segundo filtro que controla la manifestación de las emociones está basado en el


aprendizaje y la cultura y es el responsable del control emocional mediante la inhibición,
exacerbación o distorsión que pueda manifestar la respuesta emocional (Levenson, 1994).
Este filtro ha sido denominado de formas diversas a lo largo de la literatura antropológica, Levy
lo denominó “reglas regulativas”, para referirse a cómo se debe manifestar o expresar una
emoción como consecuencia de la influencia cultural en la persona, y Heider, “reglas de
despliegue” para referirse a este mismo proceso.
En cualquier caso, parece que parte del proceso de socialización y maduración incluye la
adquisición de un autocontrol y un control externo sobre cómo pueden manifestarse las
emociones para que se produzca un incremento en la manifestación emocional, o bien un
déficit en determinados componentes de la respuesta emocional.
Mediante el control emocional, la expresión corporal de las emociones adquiere un papel
funcional o social en lo que podemos observar mediante la comunicación no verbal. La
expresión de las emociones es en su origen una respuesta no instrumental, puesto que es
respondiente, es decir, se produce de forma involuntaria. Bajo los efectos del aprendizaje y la
cultura este papel puede alterarse adquiriendo un carácter instrumental, cuando con ello se
produce una función comunicativa de las emociones, acercándose en ese momento en su
funcionamiento al propio afrontamiento (Camras, 1994).
Cuando por alguna circunstancia el proceso de aprendizaje y culturización no puede
desarrollarse, el papel funcional no llega a establecerse, llegando incluso a perderse la propia
expresión emocional, como, por ejemplo, con las personas ciegas de nacimiento (Fernández-
Abascal y Chóliz, 2001).
En lo referente a la conducta motora que podemos observar como manifestación del
afrontamiento, el filtro del aprendizaje y la cultura también ejercen importantes
modificaciones, de tal manera que se produce un paso del afrontamiento automático u
original, propio y característico de cada una de las emociones primarias, a un afrontamiento
extendido, más cercano a una solución de problemas que a un patrón de conducta
automático. La base de este cambio está en que el afrontamiento no garantiza la solución de
la situación problemática que lo desencadenó; por tanto, todo afrontamiento tiene que
adaptarse a las condiciones del entorno en las que se desarrolla.

9
Los procesos de afrontamiento extendidos así desarrollados tienden a
sobregeneralizarse, es decir, todo afrontamiento que ha sido utilizado con éxito en la
resolución de una situación emocional tiende a ser usado con persistencia después de
desaparecer el problema que originó su movilización e incluso se mantiene ante nuevas
situaciones en las que no es funcional su utilización. Si un afrontamiento fracasa, la
sobregeneralización puede llevar a dejar de utilizarlo ante situaciones frente a los que sí sería
funcional su uso, pudiendo llegar incluso a generar situaciones de .
Por este hecho, su tendencia a la sobregeneralización, por lo que se desarrollan los “estilos
de afrontamiento”, es decir, formas personales características de afrontamiento.
Las dimensiones a lo largo de las cuales se desarrollan estas formas de afrontamiento
extendido son, en primer lugar, el método usado en el afrontamiento, dentro del cual
tendríamos:
- los estilos de afrontamiento activo, que movilizan esfuerzos para la solución de la situación.
- los estilos pasivos, que se basan en inhibir toda actuación.
- los estilos de evitación, que intentan evitar o huir de la situación o de sus consecuencias.
(Fernández-Abascal, 1997)
En segundo lugar, tenemos la focalización del afrontamiento, que da lugar a los estilos
de afrontamiento dirigidos al problema, que intentan controlar las condiciones responsables
del problema; los afrontamientos dirigidos a la respuesta emocional, que pretenden controlar
la propia respuesta emocional, y los afrontamientos enfocados a modificar la evaluación
inicial de la situación, que focalizan el esfuerzo en obtener más información para analizar con
más profundidad la situación. Por último, tenemos el tipo de actividad movilizada en el
afrontamiento, que puede ser actividad cognitiva o actividad conductual.
En el cuadro 9.4 se recogen las estrategias concretas de afrontamiento, fruto de la
combinación de los diferentes estilos de afrontamiento posibles.

10
Por último, en referencia al soporte fisiológico que podemos observar mediante el
registro de respuestas fisiológicas, se pensó durante mucho tiempo que éste se modificaría de
igual manera y sentido que los sesgos que hemos visto, los cuales se producen en las otras
manifestaciones emocionales. Así, se llega a desarrollar el concepto de especificidades
individuales de respuesta, que hace referencia a formas características y personales en la
activación fisiológica emocional, una especie de estilo o patrón de respuesta propio de cada
persona. Los estudios recientes de Marwitz y Stemmler (1998) ponen de manifiesto la
debilidad de este concepto, ya que la especificidad individual de respuesta aparece tan sólo
en un 33% de las personas y, además, su estabilidad temporal sólo afecta a un 15% de las
mismas. La mayoría de los datos existentes señalan que esta actividad depende más de la
intensidad emocional y del tipo de afrontamiento movilizado, que de la propia emoción o los
sesgos a ella asociados. Parece ser el componente de la respuesta emocional menos afectado
por el filtro del aprendizaje y la cultura.

4.TIPOS DE EMOCIONES
Hay que diferenciar las emociones primarias y las secundarias.

Las emociones primarias parecen poseer una alta carga genética, en el sentido que
presentan respuestas emocionales preorganizadas, que, aunque son modelados por el
aprendizaje y la experiencia, están presentes en todas las personas y culturas, mientras que las
emociones secundarias, aunque emanan de las primarias, se deben en mayor grado al
desarrollo individual y sus respuestas difieren ampliamente de unas personas a otras. Las
emociones primarias poseen constancia en el afrontamiento, es decir, la movilización para la
acción que produce la propia forma emocional, en cambio en las emociones secundarias no se
presenta una forma característica de afrontamiento.

Otra de las características que diferencia las emociones primarias de las secundarias es
que las primarias poseen una forma de “expresión facial” específica y que ésta sea reconocida
a lo largo de diferentes culturas, es decir, que su expresión tenga un carácter universal,
mientras que las secundarias carecen de tal característica.

Una segunda forma de clasificación de las emociones proviene del tono hedónico que
generan. Así, podemos hablar de emociones con tono hedónico negativo, positivo e incluso
neutro. Las emociones negativas son aquellas que implican sentimientos desagradables,
valoración de la situación como dañina y la movilización de muchos recursos para su
afrontamiento como son el miedo, la ira, la tristeza y el asco. Las emociones positivas son
aquellas son aquellas que implican sentimientos agradables, valoración de la situación como

11
beneficiosa y con una duración muy corta y movilizan escasos recursos para su afrontamiento,
como es la felicidad. Las emociones neutras son las que no pueden considerarse como ni
positivas ni negativas y tienen como finalidad el facilitar la aparición de posteriores estados
emocionales. Además, sus características definitorias son una mezcla de los demás tipos de
emociones, como es la sorpresa.

4.1 Emociones primarias

Utilizan primordialmente la primera de las vías de procesamiento emocional y cuya


respuesta es más universal, aunque no por eso carente de estereotipias personales.
4.1.1 EL MIEDO

El miedo es una emoción primaria negativa producida por un peligro presente e


inminente, por lo que se encuentra muy ligada a la situación estimular que la genera. Hay que
saber diferenciarlo de la ansiedad, emoción secundaria que hace referencia a la anticipación
de un peligro futuro, que es indefinible e imprevisible, siendo sus desencadenantes, más vagos,
imprecisos y menos comprensibles que los del miedo. La intensidad de la respuesta emocional
de miedo depende de la incertidumbre sobre los resultados.

Los principales desencadenantes del miedo son la percepción de daño o de peligro,


tanto de carácter físico como psicológico. Mediante el procedimiento de condicionamiento
clásico, estímulos originalmente neutros, que se asocian repetidamente con señales de daño
real, terminan por producir una respuesta condicionada que es también una respuesta
emocional de miedo, y aunque estos estímulos condicionados carezcan objetivamente de
peligro, se convierten en nuevos desencadenantes de miedo específicos de cada persona. Es
un proceso que en muchas ocasiones se presenta como adaptativo y garante de la
supervivencia, pero que, en otras ocasiones es el responsable de producir reacciones de miedo
ante situaciones sin significación, lo que da lugar a las fobias que son miedos irracionales y
persistentes.

El miedo es producido por todos aquellos acontecimientos que son interpretados como
amenaza en los procesos de valoración afectiva y ante los que se da una ausencia de
estrategias de afrontamiento adecuadas en el proceso de valoración de la situación.

El procesamiento cognitivo del miedo se inicia ante una situación que sucede con
rapidez, que se presenta de una forma muy abrupta e inesperada. Antes esta situación la
persona produce una valoración en la que estima tener una baja capacidad de control y de

12
control y de predicción futura de la situación. Además, el suceso desencadenante es también
valorado como muy desagradable y se estima que afecta de manera muy importante al
bienestar físico de la persona. En lo que se refiere a la valoración de la posibilidad de afrontar
la situación, se aprecia que el agente causante de la misma es otra persona o una circunstancia
de carácter natural y, en tal situación, la persona valora que tiene muy poca capacidad para
afrontar el suceso, ya que se escapa de su control. Se estima que no es posible adaptarse a las
consecuencias y sufrimiento que generaría tal acontecimiento.

En el cuadro 9.5 se recogen de forma resumida las principales características del


miedo, relativas a las condiciones desencadenantes y al procesamiento cognitivo de la
emoción.

En lo que se refiere a los efectos subjetivos, el miedo es una de las emociones más
intensas y desagradables. Genera aprensión, desasosiego y malestar. Su característica
principal es la sensación de tensión nerviosa, preocupación y recelo por la propia seguridad
o por la salud, habitualmente acompañada por la sensación de pérdida de control. Otro de sus
efectos subjetivos más típicos es la sensación de una cierta tendencia a la acción evitativa.

La expresión facial del miedo se caracteriza por elevación y contracción de las cejas,
y tensión en los labios (figura 9.6).

13
Los principales efectos fisiológicos del miedo se producen sobre el sistema nervioso
autónomo, en forma de respuestas puntuales o fásicas, y se concentran en importantes
elevaciones de la frecuencia cardíaca, las mayores de todas cuantas se producen en respuesta
a una situación emocional; de la presión arterial sistólica y diastólica, también de una gran
magnitud; de la salida cardiaca; de la fuerza de contracción del corazón; de la conductancia
de la piel que es un indicador de descargas de la rama simpática del sistema nervioso
autónomo, con incrementos tanto en su nivel general como en el nº de fluctuaciones
espontáneas. Reducciones muy marcadas en el volumen sanguíneo y la temperatura
periférica, como indicadores de una importante vasoconstricción, lo que es especialmente
evidente en la palidez de la cara, produciendo la típica reacción del miedo de quedarse
“helado” o “frío”. Se producen efectos sobre el sistema somático tales como elevaciones
fásicas en la tensión muscular, que generalmente afecta a todo el cuerpo, y aumentos de la
frecuencia respiratoria, que son acompañados de reducciones en su amplitud, es decir, se
produce una respiración superficial e irregular. Todo ello favorece en un primer instante la
sensación de “paralización” o “agarrotamiento”, y seguidamente proporciona el tono
muscular adecuado para iniciar una huida o evitación de la situación desencadenante.

La principal acción fundamental para el afrontamiento del miedo es la facilitación de


respuestas de escape o evitación de la situación peligrosa. En cualquier caso, la respuesta
funcional intenta fomentar la protección de la persona. El miedo es la reacción emocional más
relevante en los procedimientos de reforzamiento negativo, ya que facilita el aprendizaje de
nuevas respuestas que apartan a la persona del peligro. Si la reacción llega a ser excesiva, la
eficacia disminuye, ya que la relación entre activación y rendimiento mantiene la forma de “U”
invertida (Yerkes y Dodson, 1908), lo que hace que al sobrepasarse un nivel óptimo de

14
activación se produzca un “bloqueo” emocional y un entorpecimiento de la acción. Por último,
el miedo puede desembocar en ataques de pánico que son condiciones extremas de bloqueo
o de miedo profundo, que se muestran acompañadas de una actividad fisiológica inusual que
implica hiperventilación, temblores, mareos y taquicardias, así como sentimientos altamente
catastrofistas y de pérdida total del control de la situación.

En el cuadro 9.6 se presenta un resumen de los principales efectos causados por el


miedo, relativos a los efectos subjetivos, fisiológicos y funcionales o de afrontamiento.
4.1.2 LA IRA

La ira es una reacción emocional caracterizada por la irritación, furia o gran enfado,
causada por la indignación y el enojo de sentir vulnerados nuestros derechos. Izrad describe
la ira como una respuesta emocional primaria, que se presenta cuando un organismo se ve
bloqueado en la consecución de una meta o en la satisfacción de una necesidad. Dada la
relación sistemática entre las reacciones de ira y las situaciones en las que se produce una
transgresión o violación de los dominios personales y de las reglas sociales, se la ha
considerado como una emoción “moral”. Se trata de una emoción que se produce ante
situaciones de rotura de compromisos, promesas, expectativas, reglas de conducta y todo lo
relacionado con la libertad personal. La ira es un sentimiento displacentero que genera un
impulso apremiante por hacer algo que elimine o dañe al agente que lo ha causado. Esta
marcada característica de preparación para la acción de la ira hace que posea un importante
componente motivacional. La ira, juntamente con el miedo, las dos emociones más intensas
o “pasionales”, al tiempo que es potencialmente la más peligrosa, ya que su propósito
funcional es el destruir las barreras del entorno. Es una emoción muy explosiva que en
situaciones extremas puede generar reacciones de odio y violencia, tanto verbal como física
(Fernandez-Abascal y Martín, 1994).

Los desencadenantes más habituales se refieren a situaciones en que somos heridos,


engañados o traicionados. Las situaciones desencadenantes tienen que ver con el ejercicio de
un control físico o psicológico en contra de nuestra voluntad, con ser testigos de abusos que
cometen otras personas, con intrusión de extraños en nuestros intereses con la degradación
personal, con la traición de la confianza, con la frustración de una motivación.

La ira se desencadena ante situaciones que son valoradas como injustas o que atentan
a los valores morales y la libertad personal, situaciones que ejercen un control externo o
coacción sobre nuestro comportamiento, personas que nos proporcionan abusos verbales o
físicos, y situaciones en las que consideramos que se producen tratamientos injustos y el
bloqueo de metas (Hoshmand y Austin, 1987).

15
También pueden actuar como desencadenantes de la ira la estimulación como ocurre
ante una situación de inmovilidad o la restricción física o piscológica.

El procesamiento cognitivo de la ira se inicia ante desencadenantes que se presentan


con una alta novedad, es decir, que aparecen súbitamente y de modo inesperado. El grado de
familiaridad con la situación desencadenante es bajo y el grado de control del mismo es,
asimismo, también bajo. Los acontecimientos desencadenantes desorganizan los planes de la
persona de una forma importante.

En lo que se refiere a la valoración de la posibilidad de afrontar la situación, se considera


que el agente causante de la misma es otra persona y que el motivo causante de la misma es
la mala intención. En tales condiciones, la capacidad para afrontarlo y, además, que podría
convivir con la situación y adaptarse a las consecuencias. Por último, se estima que todo lo
sucedido no está de acuerdo ni se ajusta con las normas socialmente adaptables.

En el cuadro 9.7 se presenta el resumen de los desencadenantes de la ira, así como los
principales elementos de su procesamiento.

La ira produce efectos subjetivos o sentimientos de irritación, enojo, furia y rabia.


También va acompañada de obnubilación, incapacidad o dificultad para la ejecución eficaz de
los procesos cognitivos. La ira a su vez produce una sensación de energía o impulsividad, de
necesidad subjetiva de actuar física o verbalmente de forma intensa e inmediata, para
solucionar de forma activa la situación problemática. Se experimenta como una experiencia
aversiva, desagradable e intensa. Y se la relaciona con la impaciencia por actuar.

La expresión facial se caracteriza por unas cejas bajas y contraídas, párpado inferior
tenso, mirada prominente y labios tensos o en además de gritar (gráfico del cuadro 9.8).

16
Los principales efectos fisiológicos de la ira se producen sobre el sistema nervioso
autónomo y se concretan en importantes elevaciones de la frecuencia cardíaca; de la presión
arterial sistólica y diastólica; de la salida cardíaca, aunque en menor grado que el visto en el
caso del miedo; y de la fuerza de contracción del corazón.

En lo que refiere a los efectos producidos sobre el sistema somático, aparecen


elevaciones en la tensión muscular general y aumentos de la frecuencia respiratoria, sin que
se manifiesten cambios en la amplitud.

La ira también produce aumentos de las secreciones hormonales, especialmente en la


de adrenalina, lo que proporciona un incremento de la energía y posibilita el acometer
acciones energéticas. Se produce una elevación en la actividad neuronal, caracterizada por
una elevada y persistente tasa de descarga neuronal.

Al respecto del afrontamiento, la ira sirve a una variedad de funciones adaptativas,


incluyendo la organización y regulación de procesos internos, psicológicos y fisiológicos,
relacionados con la autodefensa, así como para la regulación de conductas sociales e
interpersonales.

La ira produce una importante movilización de energía para las reacciones de


autodefensa o de ataque, caracterizadas por un alto vigor, fuerza y resistencia. Su principal
afrontamiento es, un impulso para atacar; sin embargo, es preciso aclarar que no toda
agresión es una respuesta de ira, sino que la agresión puede servir a razones instrumentales.

La finalidad funcional es la eliminación de los obstáculos que impiden la consecución


de los objetivos deseados y que generan frustración. La ira no siempre concluye en agresión,
al menos sirve para inhibir las reacciones indeseables de otras personas e incluso evitar una
situación de enfrentamiento. Cuando no se consigue reducir los niveles de ira, se pueden
producir reacciones de descarga emocional.

El afrontamiento de la ira no necesariamente es la reacción airada enfocada a resolver


la situación desencadenante de la respuesta emocional, sino que la gran presión social que se
realiza sobre los comportamientos agresivos hace que se potencien otros afrontamientos
alternativos como son la “ira hacia dentro”, la “ira hacia fuera” o el “control de la ira”:

17
 El afrontamiento “ira hacia dentro” se refiere a movilizar las acciones no para
solucionar el problema que ha causado la emoción, sino a la supresión de la propia
emoción; el resultado es que la persona se irrita consigo misma y no con la verdadera
causa de la respuesta emocional.
 El afrontamiento “ira hacia fuera” es el efecto contrario al anterior, y se refiere a
expresar la ira hacia otras personas y objetos del entorno que pensamos responsables
de la situación, es decir, de nuevo el afrontamiento se focaliza en la emoción y no en
la resolución de la situación o problema que la causó.
 El afrontamiento “control de la ira”, se refiere a los intentos de controlar los aspectos
relativos a la expresión de la ira, es decir, el afrontamiento se focaliza a que las demás
personas no perciban su estado emocional (Spielberg, 1999).

En el cuadro 9.8 se presentan los principales efectos causados por la ira, en referencia a
los efectos subjetivos, fisiológicos y funcionales o de afrontamiento.

4.1.3 LA TRISTEZA

Es una emoción que se produce en respuesta a sucesos que son considerados como no
placenteros y que denota pesadamente o melancolía. La tristeza es una forma de displacer
que se produce ante la pérdida de un deseo apremiante, deseo que se sabe que es imposible
de satisfacer. Se considera una de las emociones displacentera pero existe una variabilidad
cultural que hace que incluso en algunas culturas no posean palabras para definirla. La tristeza
es realmente un estado de ánimo más que una emoción aguda. Smith y Lazarus (1993)
piensan que la gente a menudo utiliza el término triste de forma indiferenciada para describir
sus reacciones emocionales ante una variedad de circunstancias dañinas. La respuesta

18
emocional de tristeza es distinta del miedo por ser una respuesta a un suceso que ya se ha
pasado, está asociada muchas veces al llanto.

Los desencadenantes de la tristeza son la separación física o psicológica, la pérdida o


el fracaso; la decepción; las situaciones de indecisión, tales como la ausencia de predicción o
de control. La tristeza aparece después de una experiencia en la que se genera el miedo,
debido a que la tristeza es proceso oponente del pánico y actividad frenética. También se
produce por la ausencia de actividades reforzadas, conductas adaptativas y ante el dolor
crónico.

El procesamiento cognitivo de la tristeza se produce ante situaciones que carecen de


sorpresividad y tiene una baja familiaridad para la persona. Se produce una valoración de la
situación como importante para las relaciones y el orden. Antes de que se desencadenara la
emoción ya se esperaban las consecuencias. En lo que se refiere a la valoración de la posibilidad
de afrontar la situación, el motivo causante de la misma se entiende que es una negligencia.
Por tanto, la persona valora que tiene muy bajo control sobre las consecuencias y que no tiene
capacidad para afrontarlas. Se presenta una cierta capacidad para adaptarse a las
consecuencias producidas por la situación desencadenante. En el cuadro 9.9 se ven las
principales características referentes a los desencadenantes principales características
referentes a los desencadenantes y a los puntos de valoración en el proceso cognitivo.

Los efectos subjetivos de la tristeza se caracterizan por sentimientos de desánimo,


melancolía, desaliento y pérdida de energía. Se focaliza la atención en las consecuencias de la
situación en el ámbito interno. Es una aflicción o pena que da lugar a estados de desconsuelo,
pesimismo y desesperación que desencadenan sentimientos de autocompasión. La tristeza
puede inducir a un proceso cognitivo característico de depresión.

19
La expresión facial se configura por un descenso en la comisura de los labios, que
pueden llegar a estar temblorosos, y descenso de la parte exterior de las cejas (gráfico en el
cuadro 9.10).

Los principales efectos fisiológicos de la tristeza se producen sobre el sistema nervioso


autónomo y se concretan en moderadas elevaciones de la frecuencia cardíaca, ligeros
aumentos de la presión arterial tanto sistólica como diastólica (cambios comparables a los
producidos por la alegría), incrementos en la resistencia vascular, elevaciones de la
conductancia de la piel (con incrementos en el nivel mayores de los que se producen con el
miedo, ira o asco) y reducciones en la salida cardiaca, el volumen sanguíneo y moderados
descensos de la temperatura periférica (vasoconstricción).

También se producen efectos sobre el sistema somático como elevaciones en la


tensión muscular general y cambios en la amplitud de la respiración sin alteraciones en su
frecuencia. Y una elevación en la actividad neurológica, que se mantiene de forma prolongada.
En la revisión de investigaciones sobre la psicofisiología de las emociones realizada por
Cacioppo, Klein, Berntson y Hatfield (1993), los datos de la comparación entre pares de
emociones mostraron diferencias en frecuencia cardiaca entre tristeza y asco en el 83,3% de
las comparaciones, siendo la frecuencia cardiaca más alta en la tristeza que en el asco; también
encontraron una frecuencia cardiaca más alta para tristeza comparada con la sorpresa en el
60% de las comparaciones.

Los efectos de estos cambios fisiológicos son los de una disminución de la energía y el
entusiasmo por todo tipo de actividades, y cuanto más se incrementa la tristeza, y se
enlentece el metabolismo corporal, más nos acercamos a la depresión.

La mayor parte de los trabajos sobre el afrontamiento de la tristeza parecen indicar


que su característica es la de reducir todo tipo de actividades, ya que está asociada con una
reducción de la capacidad de atención, por lo que esta emoción se contempla no causada por
otro agente, y, por tanto, la atención se focaliza hacia dentro. De esta forma se previene el que
se produzcan traumas y facilita la restauración de energía.

Cunningham (1988) considera que la tristeza tiene la función de fomentar el


autoexamen constructivo, y para ello se produciría la disminución en el ritmo de actividad, lo
que permite a la persona la valoración de otros aspectos de la vida, a los que antes de la
pérdida no se les prestaba especial atención.

20
Otra de las funciones de la tristeza es la de actuar como una llamada de ayuda, ya que
ésta despierta simpatía y la atención de los demás. Asimismo, cumple la función de cohesión
con otras personas, especialmente con aquellos que se encuentran en la misma situación
(Averill, 1979). Comunicación a los demás de que no se encuentra bien y ello puede generar
ayuda de otras personas, apaciguamiento de reacciones de agresión, empatía o
comportamientos altruistas).

En el cuadro 9.10 se resumen los efectos subjetivos, expresivos, fisiológicos y


funcionales de la tristeza.

4.1.4 EL ASCO

Es la respuesta emocional causada por la repugnancia que se tiene a alguna cosa o por
una impresión desagradable causada por algo. Es una emoción compleja, que implica una
respuesta de rechazo de un objeto deteriorado, de un acontecimiento psicológico o de valores
morales repugnantes. El asco es una de las reacciones emocionales en las que las sensaciones
fisiológicas son más patentes. La mayoría de las reacciones de asco se generan por
condicionamiento interoceptivo. Está relacionado con trastornos del comportamiento, tales
como la anorexia y la bulimia.

Los desencadenantes del asco son los estímulos desagradables, fundamentalmente los
químicos, los potencialmente peligrosos o los molestos. También producen reacciones de asco
toda una gama sensorial de estímulos condicionados aversivamente, mientras que los
estímulos incondicionados suelen ser olfativos o gustativos.

El procesamiento cognitivo del asco se produce ante desencadenantes de una baja


familiaridad y con un bajo nivel de predictibilidad. El suceso es valorado como muy
desagradable. Y todo el proceso es considerado como importante para el bienestar de la

21
persona. La probabilidad de las consecuencias se esperaba ya antes de que el suceso ocurriera.
En lo referente al afrontamiento se produce un grado medio de urgencia para afrontar el
suceso y las consecuencias del mismo. En lo que tiene que ver con la valoración de la
posibilidad de afrontar las condiciones que se ha producido el asco, se estima que no es posible
adaptarse a sus consecuencias, y se busca el rechazo del objeto o situación desencadenante.

Véase el cuadro 9.11 las principales características del asco, relativas a los
desencadenantes y el procesamiento cognitivo.

Los efectos subjetivos del asco se caracterizan por la necesidad de evitar o alejarse del
estímulo desencadenante. Si el estímelo es oloroso o gustativo, aparecen habitualmente
sensaciones gastrointestinales desagradables, como las náuseas.

La expresión facial del asco implica la elevación del labio superior y arrugas en la nariz,
elevación de las mejillas arrugando los párpados inferiores (véase cuadro 9.12).

Los principales efectos fisiológicos del asco son una muy moderada elevación de la
frecuencia cardiaca, del nivel de la conductancia de la piel y ciertas reducciones en el volumen
sanguíneo y en la temperatura periférica.

Se producen efectos sobre el sistema somático tales como elevaciones en la tensión


muscular general, elevación en la frecuencia respiratoria y aumento de la reactividad
gastrointestinales.

El afrontamiento del asco es el rechazo del objeto o situación desencadenante de la


emoción. Para ello se produce la generación de respuestas de escape o evitación de
situaciones desagradables o potencialmente dañinas para la salud. Los estímulos suelen estar
relacionados con la ingesta, de forma que la cualidad fundamental es olfativa u olorosa, si

22
bien los estímulos condicionados pueden asociarse a cualquier modalidad perceptiva; o
también puede producirse ante cualquier otro tipo de estimulación que no tenga por qué
estar relacionada con problemas gastrointestinales.

El asco tiene una finalidad funcional que es el potenciar los hábitos saludables,
higiénicos y adaptativos.

En el cuadro 9.12 se resumen los efectos relativos al asco, incluyendo los subjetivos, de
expresión facial, fisiológicos y el afrontamiento.

4.1.5 LA FELICIDAD

La felicidad es el estado de ánimo que se complace en la posesión de algún bien. La


felicidad es la forma en que se evalúa la vida como un conjunto, o los aspectos más
significativos de la misma, tales como la familia o el trabajo, y que tiene un amplio impacto en
la vida en todo su conjunto. No es fugaz, como el placer, sino que mantiene una relativa
estabilidad temporal, aunque, como marca la ley de asimetría hedónica, el mantenimiento
en el tiempo no es la característica principal de las emociones positivas. La felicidad facilita la
empatía, lo que favorece la aparición de conductas altruistas. Asimismo, favorece el
rendimiento cognitivo, la solución de problemas, la creatividad, el aprendizaje y la
memorización, aunque es una reacción paradójica, ya que los estados muy intensos de alegría
pueden enlentecer la ejecución e incluso pasar por alto algún elemento importante en solución
de problemas y pueden interferir con el pensamiento creativo.

Los desencadenantes de la felicidad son los éxitos o logros, la consecución de los


objetivos que se pretenden. También se produce por la congruencia entre lo que se desea y lo
que se posee, entre las expectativas y las condiciones actuales, y en la comparación con las
demás personas.

23
El procesamiento cognitivo de la felicidad tiene su inicio con una situación de muy baja
sorpresividad y con un cierto grado de control. El agrado intrínseco de la misma es muy alto.
Las expectativas de que las consecuencias realmente pasarían eran muy altas.

Moviliza una escasísima necesidad de afrontamiento. En lo que se refiere a la


valoración de la posibilidad de afrontar la situación, el motivo causante de la misma se
entiende que es la intención propia o de otras personas. En esas condiciones, la persona valora
muy altamente la posibilidad de vivir en tal situación.

En el cuadro 9.13 se recogen las características de la felicidad, indicando sus


desencadenantes y proceso de valoración cognitiva.

Entre sus efectos subjetivos la felicidad puede incluir episodios de alegría, así como
otras emociones positivas tales como estar contento, pero la felicidad no puede ser igual que
cualquiera de ellas. La felicidad ni si quiera excluye momentos de lucha, desorden y dolor.

Genéricamente la felicidad es un estado placentero y deseable de sensación de


bienestar y tranquilidad, que produce aumentos en la autoestima y la autoconfianza,
incrementa las sensaciones de reposo y fomenta la disponibilidad para enfrentarse a nuevas
tareas.

La expresión facial se caracteriza por la elevación de las mejillas y de la comisura


exterior de los labios, así como por la formación de arrugas en la piel debajo del párpado
inferior (gráfico del cuadro 9.14).

Los principales efectos fisiológicos de la felicidad son una elevación de la frente


cardíaca, subidas moderadas de la presión arterial sistólica y diastólica, de la conductancia de
la piel y ciertas reducciones en el volumen sanguíneo y en la temperatura periférica.

24
Se producen efectos sobre el sistema somático tales como elevaciones en la tensión
muscular general y elevación en la frecuencia respiratoria. Se produce un aumento de
actividad en el hipotálamo, septum y núcleo amigdalino. Esta actividad cerebral inhibe los
sentimientos negativos y aumenta el caudal de energía disponible.

El afrontamiento que acompaña a la felicidad produce un incremento en la capacidad


para disfrutar de diferentes aspectos de la vida. Genera actitudes positivas hacia uno mismo y
los demás, favorece el altruismo y la empatía. Establece nexos y favorece las relaciones
interpersonales. Sensaciones de vigorosidad, competencia, trascendencia y libertad. Favorece
procesos cognitivos y de aprendizaje y flexibilidad mental.

En el cuadro 9.14 se presenta un resumen de los principales efectos causados por la


felicidad, relativos a los efectos subjetivos, expresivos, fisiológicos y de afrontamiento.

4.1.6 LA SORPRESA

Es una reacción causada por algo imprevisto o extraño. Como consecuencia de ello la
atención y la memoria de trabajo se dedican a procesar la estimulación responsable de la
reacción. Es la emoción más breve de todas cuantas hemos estudiado. Se trata de una reacción
emocional neutra, no cabe clasificarla como positiva o negativa, agradable o desagradable. Y
se produce de forma súbita ante una situación novedosa o extraña y desaparece con la misma
rapidez con que apareció. Además, suele convertirse también rápidamente en otra emoción,
la que sea congruente con la situación estimular desencadenante de la sorpresa. Juntamente
con la reacción emocional se produce un incremento general de la actividad cognitiva, lo que
permite identificar, analizar y valorar las condiciones desencadenantes de la misma.

Los principales desencadenantes de esta emoción son, en general, estímulos


novedosos, de una intensidad entre débil y, todo lo más, moderada; la aparición de

25
acontecimientos inesperados o fuera de contexto; aumentos bruscos de la intensidad en la
estimulación; la interrupción inesperada o corte de una actividad en curso.

El procesamiento cognitivo de la sorpresa tiene su inicio ante una situación o


acontecimiento que sucede con una alta rapidez o muy abruptamente. Ante esta situación la
persona valora tener una baja capacidad de control y muy baja capacidad de predicción.
Antes de que el suceso ocurriera no se esperaban las consecuencias que traería. Presenta un
alto grado de urgencia para afrontar tanto el suceso como sus consecuencias. En lo que se
refiere a la valoración de la posibilidad de afrontar la situación, el agente causante de la
sorpresa es otra persona o una circunstancia natural.

En el cuadro 9.15 se presentan las principales características de la sorpresa, relativas a


los desencadenantes y el procesamiento cognitivo.

El principal efecto subjetivo es de “mente en blanco”, ya que es una reacción afectiva


indefinida, aunque agradable. También puede producir sensaciones de incertidumbre por lo
que va a acontecer. Las situaciones que provocan la sorpresa se recuerdan no tan agradables
como la felicidad, pero mucho más agradables que emociones como el miedo, la ira o la
tristeza. La sorpresa es un estado transitorio que desaparece y se habitúa muy rápidamente.
Su duración viene determinada por el tiempo que tarda en aparecer la emoción posterior, a la
que facilita su movilización.

La expresión facial de la sorpresa implica la elevación de las cejas, que se disponen en


forma circular, párpados abiertos y boca abierta con caída de la mandíbula (véase gráfico del
cuadro 9.16).

Los principales efectos fisiológicos de la sorpresa son una desaceleración fásica de la


frecuencia cardíaca, una vasoconstricción periférica, pero, por el contrario, una vasodilatación
cefálica (que se habitúa muy rápidamente), y un aumento brusco y fásico de la conductancia
de la piel. En lo referente al sistema somático, se produce un aumento fásico del tono muscular

26
general y una interrupción puntual de la respiración, caracterizada por un cambio en la
frecuencia y amplitud de la respiración o por una inspiración breve y de corta latencia.
Asimismo, se produce una dilatación pupilar muy puntual en el tiempo. Por último, se produce
un incremento momentáneo de la actividad neuronal, detectable por una desincronización
habitualmente fásica de las zonas de proyección sensorial implicadas en la percepción de los
desencadenantes emocionales; sin embargo, si se produce una respuesta inespecífica o
prologada la desincronización se torna tónica e involucra a toda la corteza cerebral.

El afrontamiento de la sorpresa prepara para responder de forma afectiva a los


acontecimientos repentinos e inesperados. Para ello facilita procesos atencionales, las
conductas de exploración y el interés o curiosidad por situaciones novedosas (Berlyne, 1960).
Dirige los procesos cognitivos a la situación que se ha presentado (Reeve, 1994), facilita la
aparición de la reacción emocional y conductual apropiada ante situaciones novedosas y
elimina la actividad residual en el sistema nervioso central que pueda interferir con la reacción
apropiada ante las nuevas exigencias de la situación (Izard, 1991).

En el cuadro 9.16 se presenta un resumen de los principales efectos causados por la


sorpresa, relativos a los efectos subjetivos, expresivos, fisiológicos y funcionales o de
afrontamiento.

4.2 Emociones secundarias

Las emociones secundarias, que son las que utilizarían principalmente la segunda de las
vías de procesamiento, se desencadenan ante “estímulos adquiridos” por su significación para
la persona, todo lo cual implica la existencia de importantes diferencias individuales.

27
4.2.1 LA ANSIEDAD

La ansiedad es un estado de agitación, inquietud y zozobra, parecida a la producida


por el miedo, pero carente de un estímulo desencadenante concreto. La distinción entre
ansiedad y miedo podría concretarse en que la reacción del miedo se produce ante un peligro
real y la reacción es proporcionada a éste, mientras que la ansiedad es
desproporcionadamente intensa con relación a la supuesta peligrosidad del estímulo. La
ansiedad, como todas las emociones, es en principio un conjunto de procesos adaptativos,
reacciones defensivas innatas garantes de la supervivencia de las personas. A la ansiedad se
le ha llegado a denominar como ángel de la guarda (Echeburúa, Salaberría y Fernández-
Montalvo, 1998). No obstante, la ansiedad se encuentra tan relacionada con procesos
patológicos que se hace necesario recordar su origen y principal función de carácter
adaptativo. Es preciso hacer referencia a dos tipos de reacciones de ansiedad: la ansiedad
inespecífica, que no está asociada a estímulos determinados, y la ansiedad específica, que está
suscitada por un estímulo concreto que puede ser real o simbólico, pero que obviamente no
esté presente ni sea inminente, puesto que en ese caso la respuesta emocional sería de miedo.
La ansiedad es, a su vez, el componente patológico de los llamados trastornos por ansiedad,
los cuales están relacionados con una reacción de miedo desmedida e inapropiada; sin duda,
también es la reacción que produce la mayor cantidad de trastornos mentales, conductuales
y psicofisiológicos.
Los desencadenantes de la ansiedad son reacciones aprendidas de amenaza. El tipo
de estímulos que son capaces de evocar respuestas de ansiedad están en gran parte
determinados por características personales, existiendo notables diferencias individuales en
cuanto a los propios desencadenantes y a la propensión a manifestar reacciones de ansiedad
ante los diversos tipos de situaciones implicadas. Las expectativas de peligro median las
respuestas de ansiedad; así, ciertas condiciones actúan como señales anticipatorias de peligro.
Pueden generarse a partir de tres procesos de aprendizaje distintos: por medio de
condicionamiento clásico, por medio de aprendizaje observacional y mediante la transmisión
de información que contribuya a la aparición de expectativas de peligro; son los tres caminos
hacia el miedo de Rachman (1977). Cuando se produce la percepción de un estado de
regulación fisiológica alterado y se desconoce cuál es la causa que ha producido el mismo, esta
percepción se convierte en desencadenante de respuesta de ansiedad. En el caso de la
ansiedad patológica, el mero recuerdo de situaciones desagradables, el imaginar situaciones
amenazantes o simplemente pensar en el futuro con un cierto temor pueden resultar
desencadenantes típicos de estas reacciones, que se han convertido en no funcionales o
patológicas dada la inexistencia real de una amenaza frente a la que la respuesta de ansiedad
pretende defendernos.

28
El procesamiento cognitivo de la ansiedad se produce habitualmente ante situaciones
que se presentan o tienen lugar lentamente y que, por tanto, son situaciones que pueden ser
previstas. Estas situaciones se valoran como muy importantes para el bienestar tanto físico
como psíquico de la persona. La probabilidad de que las consecuencias emocionales en que se
encuentra envuelto el sujeto pudieran suceder, eran esperadas antes de que el suceso ocurriera
y son a su vez valoradas como contrarias con las metas que pretende alcanzar la persona.

Se valora que ante situaciones así, es necesario un cierto grado de urgencia en actuar,
para hacer frente tanto al suceso como a las consecuencias que de él se derivan. En lo que se
refiere a la valoración de la posibilidad de afrontar la situación, se estima que el agente
causante de la misma es otra persona o una circunstancia de carácter natural. La persona valora
que tiene una escasa capacidad para poder vivir en tales situaciones y poder sobrellevar sus
consecuencias.

En el cuadro 9.17 se resumen las principales características de la ansiedad, en lo que se


refiere a los desencadenantes y a su procesamiento cognitivo.

La ansiedad produce efectos subjetivos de tensión, nerviosismo, malestar,


preocupación, aprensión e incluso puede llegar a sentimientos de pavor o pánico. Asimismo,
produce dificultadores para el mantenimiento de la atención y la concentración, juntamente
con pensamientos de tipo intrusivo.

Los principales efectos fisiológicos de la ansiedad tienen lugar mediados por el sistema
nervioso autónomo y se concretan en elevaciones de la frecuencia cardíaca; de la presión
arterial, afectando más a la sistólica que la diastólica; de la resistencia vascular. Produce
elevaciones de la conductancia de la piel, con incrementos en su nivel, en el nº de fluctuaciones
espontáneas y presentando una larga latencia de habituación. Reducciones en el volumen
sanguíneo, en la temperatura periférica y del flujo sanguíneo cerebral, redistribuyéndose el

29
flujo sanguíneo a las estructuras subcorticales. Produce también dilatación pupilar y aumento
en la sudoración.
En los efectos sobre el sistema somático produce elevaciones de la tensión muscular y
elevación de la frecuencia respiratoria, respiración rápida y entrecortada que pueden llegar a
la hiperventilación y un aumento de la actividad suprarrenal, lo que concreta en elevaciones en
la secreción de adrenalina y noradrenalina.

También causa aumentos en la secreción de glúcidos y lípidos al flujo sanguíneo.


Todos estos cambios en la actividad fisiológica pueden ser tan marcado que hacen que la
persona llegue a percibirlos, es decir, pueden producir sensaciones tales como taquicardias,
mareos, ruboración, tensión estomacal o sudoración. La percepción de tales alteraciones
fisiológicas se convierte a su vez en desencadenante de la propia ansiedad.

El afrontamiento de la ansiedad, como señal anticipatoria de una amenaza, produce un


estado de hipervigilancia que permite realizar un alto grado de exploración del medio
ambiente. La principal tendencia a la acción de la ansiedad es una propensión para atender
selectivamente o a amplificar las informaciones consideradas como amenazantes,
desatendiendo las condiciones estimulares consideradas como neutras. Por último, se produce
un estrechamiento de la atención cuando los estímulos relevantes comienzan a ser
procesados (Eysenck, 1991). En el cuadro 9.18 se recoge un resumen de los efectos subjetivos,
fisiológicos y funcionales o de afrontamiento que produce la ansiedad.

30
4.2.2 LA HOSTILIDAD

La hostilidad es una emoción que implica una actitud social de resentimiento


que conlleva respuestas verbales o motoras implícitas. Plutchik (1980) considera la
hostilidad como una mezcla de ira y disgusto, asociada con indignación, desprecio y
resentimiento y Saul (1976) como una fuerza motivante, ya sea impulso consciente o
inconsciente, que va dirigido a injuriar o destrozar un objeto acompañado con la
emoción de ira. La hostilidad es un sentimiento manteniendo en el tiempo, en el que
concurren el resentimiento, la indignación, la acritud y la animosidad. Es una actitud
cínica acerca de la naturaleza humana en general. Y en situaciones puntuales puede
llegar al rencor y la violencia, aunque lo más frecuente es que la hostilidad sea
expresada en modos muy sutiles, que no violen las normas sociales. La hostilidad
implica creencias negativas acerca de otras personas, así como la atribución de que su
comportamiento es antagónico o amenazador para nosotros.

La “atribución hostil” se refiere precisamente a la percepción de otras personas


como amenazantes y tienden a producir reacciones agresivas contra ellas.

Los desencadenantes de la hostilidad son la violencia física y el sufrir hostilidad


indirecta. La hostilidad se desencadena cuando percibimos o atribuimos en otras
personas, hacia nosotros o hacia personas queridas de nuestro entorno, actitudes de
irritabilidad, negativismo, resentimiento, recelo u sospecha. Podríamos decir que es
una emoción “contagiosa”, puesto que se desencadena cuando nos sentimos objeto
de la hostilidad de otras personas.

El procesamiento cognitivo de la hostilidad se produce ante situaciones que


suceden lentamente y ante las que se posee un cierto grado de predicción. El
acontecimiento desencadenante desorganiza los planes de la persona de forma
importante. Antes de que el suceso ocurriera ya se esperaban o conocían las
consecuencias que éste traería. El suceso obstruye los planes previstos por la persona.
Y, por último, presenta un relativo grado de urgencia para afrontar tanto el suceso
como sus consecuencias.

En cuanto a la valoración de la posibilidad de afrontar la situación, el motivo


causante de la misma se entiende que es la intención o la negligencia de otra persona.

31
En tales condiciones la persona valora que las consecuencias pueden ser controladas o
modificadas. Por tanto, se aprecia que se tiene un cierto grado de capacidad para
afrontar el suceso. Se estima que se posee una alta capacidad para adaptarse a la
situación. Se estima que lo sucedido no está de acuerdo con las normas sociales y
personales que podrían considerarse aceptables.

En el cuadro 9.19 se presentan de forma resumida las principales características


de la hostilidad, relativas a los desencadenantes y su procesamiento cognitivo.

Los efectos subjetivos de la hostilidad implican usualmente sensaciones


airadas. El componente afectivo incluye varios estados emocionales como el enojo, el
resentimiento, el disgusto o el desprecio.
Barefoot (1992) describe el componente subjetivo de la hostilidad como
sentimientos negativos hacia otros, y las atribuciones que producen estos
sentimientos hacen más probable que la conducta de los demás pueda ser interpretada
como antagonista o amenazante, y puede servir como justificante de la hostilidad que
se posee hacia las conductas antagonistas de otros.

Hace una distinción entre cinismo y atribuciones hostiles, cinismo serían “las
creencias negativas acerca de la naturaleza humana en general”, mientras que las

32
atribuciones hostiles las “creencias de que la conducta antagonista de otros está
dirigida específicamente hacia uno mismo”.

Los efectos fisiológicos de la hostilidad son similares a los de la ira, más


moderados en intensidad y, a cambio, más mantenidos en el tiempo y resistentes a la
habituación. Los principales cambios en el sistema nervioso autónomo se reflejan en
elevaciones de la frecuencia cardíaca, de la presión arterial tanto sistólica como
diastólica, del nivel de la conductancia de la piel y reducciones en el volumen sanguíneo
y temperatura periférica. Los efectos sobre el sistema somático se concretan en
elevaciones tónicas de la tensión muscular general y en aumentos de la frecuencia
respiratoria.
El afrontamiento de la hostilidad, como estado de humor negativo que es, se
caracteriza por expresiones de irritabilidad, pero la manifestación de la hostilidad no
se distingue de la ira ya que está muy relacionada con agresión. En el cuadro 9.20 se
presenta un resumen de los principales efectos que son causados por la hostilidad.

4.2.3 EL AMOR/CARIÑO

El amor es el afecto que sentimos por otra persona, animal, cosa o idea.
Fischer, Shaver y Carnochan distinguen dos clases de amor: el amor apasionado y el
de compañero. El amor apasionado, también llamado enamoramiento o amor
obsesivo, es una emoción muy intensa que se refiere a un estado de intenso anhelo
por la unión con otro. El “amor de compañero”, también llamado “amor verdadero”,
“cariño” o “amor conyugal”, es una emoción lejana, menos intensa, que combina

33
sentimientos de profundo cariño, compromiso e intimidad, y que puede definirse
como el afecto y la ternura que sentimos por aquellos con quienes vivimos.

Los investigadores interesados en el amor apasionado se han centrado en el


cariño de los niños (como el prototipo del posterior cariño apasionado), mientras que
los investigadores interesados en el amor de compañeros se han centrado en el cariño
parental (como el prototipo del amor de compañero).

La relación de amor puede implicar ambos tipos de reacción amorosa, el amor


apasionado y el de compañero (Hatfield y Rapson, 1993). Bartholomew (1990) ha
propuesto que los estilos de cariño de los adultos se encuentran dentro de uno de estos
cuatro patrones, dependiendo de su autoimagen (positiva o negativa) y de su imagen
de los otros (positiva o negativa): las personas que tienen una autoimagen positiva y
una imagen positiva de los otros serían capaces de tener cariño a otros; aquellos que
tienen una autoimagen negativa y una imagen negativa de los otros, podrían estar
temerosos de acercarse a otros, y aquellos que tienen una autoimagen positiva y una
imagen negativa de los otros, podrían rechazar o separase de los otros. La gente que
es dependiente e insegura es especialmente vulnerable al amor apasionado.

Los desencadenantes del amor son las valoraciones subjetivas de las personas
(actitudes). Una persona puede enamorarse por una serie de razones tales como la
soledad, necesidad sexual, la insatisfacción o por la mera necesidad de realizar
cambios, y entonces se puede despertar el interés por la novedad, el atractivo, la
proximidad, etc.; ante esto la más mínima respuesta que sugiera interés y agrado
generará en un breve período de tiempo toda la fantasía necesaria para precipitar el
enamoramiento.

El procesamiento cognitivo del amor se inicia ante una situación que suele
poseer una alta novedad o sorpresividad, pero con un cierto grado de predictibilidad.
El agrado intrínseco de la situación es muy alto.

El suceso se valora como relevante para el bienestar general y psicológico.


Antes de que el suceso ocurriera no se esperaban las consecuencias que traería. Y el
grado de urgencia en afrontar el suceso y sus consecuencias es muy bajo. En lo que se
refiere a la valoración de la posibilidad de afrontar la situación, el agente causante de

34
la misma se entiende que es otra persona y se valora la capacidad de ajuste a la
situación como muy alta. En el cuadro 9.21 pueden verse los desencadenantes y el
procesamiento del amor.

Los efectos subjetivos del amor, especialmente en el caso apasionado, son


sentimientos que están mezclados con otras experiencias emocionales intensas tales
como alegría, celos, soledad, tristeza, miedo e ira.
La mezcla emocional resultante tiene a menudo combinaciones explosivas, que
pueden producir unas experiencias/reacciones especialmente fuertes. Además, el
amor produce momentos de regocijo, sentimientos de ser aceptado y comprendido, o
de compartir un sentido de unión. También está asociado a sentimientos de seguridad,
de estar fuera de peligro y de trascendencia.
Se conoce muy poco de los efectos fisiológicos y de las bases biológicas del
amor. Recientemente se ha identificado una hormona, la oxitocina, que parece
promover vínculos afectuosos, cercanos e íntimos (Caldwell, Jirikowski, Greer y
Pedersen, 1989), así como conductas sexuales y reproductivas.
En el plano fisiológico el amor apasionado y el amor de compañero se
diferencian en sus patrones de respiración. Así, en el amor apasionado la respiración
es un patrón uniforme, que incrementa en frecuencia y amplitud dependiendo de la
intensidad del compromiso emocional, y la inspiración sucede a través de una relajada
abertura de la boca. Mientras que en el amor de compañero el patrón de respiración
es de baja frecuencia, con un ritmo uniforme y regular, con la boca semicerrada.

35
El afrontamiento del amor es la atracción, que se caracteriza por movilizar
estrategias de búsqueda y acercamiento al ser querido, cuando nos encontramos
alejados de él. El amor también predispone para compartir sentimientos de unión,
seguridad, sobreentendimiento y aceptación, cuando nos encontramos al lado del ser
amado.
En el amor pasional se movilizan conductas de regocijo y de actividad sexual,
que pueden llegar a generar momentos de ceguera pasional. Hay probablemente 2
razones principales de porqué el amor apasionado es a menudo semejante a una
experiencia abrumadora.
En primer lugar, porque el amor apasionado es una emoción muy gratificante y,
en segundo lugar, porque los sentimientos apasionados están mezclados con otras
experiencias emocionales básicas también muy intensas. En el cuadro 9.22 se presenta
un resumen de los principales efectos causados por el amor, relativos a los efectos
subjetivos, fisiológicos y funcionales o de afrontamiento.

4.2.4. EL HUMOR

El humor es la buena disposición en que uno se encuentra para hacer una cosa.
Típicamente, la respuesta de humor se refiere a la percepción de un estimulo como
divertido, la cual, a veces, también incluye respuestas abiertas tales como las sonrisas,
risas o carcajadas. Por otra parte, en el estudio de las emociones se utiliza el término
hilarante, que fue introducido como un constructo emocional dirigido a integrar la
variedad de respuestas que ocurren en los niveles conductuales, fisiológicos y de
variedad de respuestas que ocurren en los niveles conductuales, fisiológicos y de

36
experiencia emocional. (Hilarante significa que inspira alegría o mueve a la risa).

Los desencadenantes del humor pueden ser una gran variedad de estímulos y
normalmente está implicada en una situación (ambiente social) más o menos
compleja. Aunque el absurdo es una condición necesaria para el humor, no es
suficiente; el completo absurdo también puede llevar a un enigma y a una reacción
aversiva, y por ello se han propuesto variables tales como la resolución de lo absurdo,
la aceptación del absurdo como irresoluble absurdo, o lo “digno de confianza” del
contexto en que el absurdo es procesado. El alcohol y las drogas también afectan.

Por último, también intervienen una serie de factores organismicos que actúan
sobre el humor, entre los que se encuentran las variables fisiológicas como el grado
de activación del sistema nervioso simpático, el estado de salud o el agotamiento, los
cuales moderan la efectividad de los estímulos.

El procesamiento cognitivo del humor se inicia ante una situación o


acontecimiento que sucede con una rapidez alta o media y con un grado de
predictibilidad bajo. Es valorado como muy relevante para el estado general de
bienestar de la persona y de sus relaciones. Antes de que el suceso ocurriera ya se
esperaban las consecuencias que traería. Todo el suceso es valorado como ayuda para
seguir los planes de la persona.

Por último, presenta un bajo grado de urgencia en afrontar tanto el suceso como
sus consecuencias. En lo que se refiere a la valoración de la posibilidad de afrontar la
situación, el motivo causante de la misma se entiende que es la intención de la otra
persona y que se tiene capacidad de ajuste a la situación. En el cuadro 9.23 se presentan
las características del humor, en relación con los desencadenantes y al procesamiento
cognitivo.

37
Si la inducción de la situación hilarante tiene éxito, los efectos subjetivos
resultantes son natalmente placenteros, pero también la mayor parte de elicitadores de
esta emoción puede inducir estados no placenteros: el humor y las cosquillas pueden
llegar a ser aversivos. La experiencia de esta emoción está caracterizada por la
relajación.
La persona riendo ha sido descrita como abandonándose a las respuestas del
cuerpo y como estando en un estado desprotegido (Ruch, 1993).
Esta emoción, especialmente en sus manifestaciones más intensas, tiene varios
efectos fisiológicos, entre los que destacan la disrupción del patrón de respiración
normal y el descenso en la tasa de descarga neuronal.
Mientras que los músculos de la respiración durante la emoción están
normalmente pasivos, hay una expiración forzada durante la risa.
Durante la risa pueden observarse también cambios cardiovasculares
característicos de la misma, como una aceleración de la frecuencia cardíaca. Esos
cambios son más pronunciados que en otras respuestas emocionales, quizá
desencadenados por el alterado patrón de respiración.
La presión arterial, tanto sistólica como diastólica, también se ve incrementada
durante la risa y el volumen sanguíneo periférico también se modifica. La risa produce
cambios masivos en la actividad electrodérmica; sin embargo, estos cambios también
ocurren en situaciones divertidas cuando no se está riendo, lo que sugiere que estos
cambios no son debidos a los cambios en respiración. Durante la risa también se produce
la dilatación de la pupila.
Darwin describió la “luminosidad” de los ojos. El afloramiento de lágrimas es
otros de los fenómenos que puede ocurrir durante la risa.
El afrontamiento del humor está asociado con una reducción en la preparación
de patrones para responder al medio ambiente. Contrarresta las experiencias
emocionales negativas. Facilita la participación en actividades sociales, mediante el
contagio de sensaciones positivas. Intensifica la confianza de la persona y prepara al
organismo para que experimente placer sensorial.
El humor y la risa amortiguan el estrés, reducen el malestar o el dolor, y bajan
la tensión, es decir, son beneficiosos para la salud mental y física.

38
Dentro de los aspectos funcionales del humor se encuentra la influencia social.
La inducción de hilaridad puede ser moderada por una variedad de factores sociales,
efectividad del humor puede depender de quien cuenta el chiste y si gusta o no. La
acumulación de respuestas de hilaridad puede llevar a una elevación del humor alegre
de forma larga y duradera.
El uso con éxito del humor puede inducir una atmósfera relajada en el grupo.
La creencia de que el humor y la hilaridad son beneficiosos para los humanos está
documentada en refranes, proverbios y todo depósito de la sabiduría popular. Estos
potenciales beneficios para la salud también han sido mencionados en escritos
científicos. En el cuadro 9.24 se muestran los efectos causados por el humor, relativos
a los efectos subjetivos, fisiológicos y de afrontamiento.

39

También podría gustarte