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“Todos llamados, todos promotores de una cultura vocacional”

Una idea errónea que tenemos acerca de la vocación es pensar que la vocación solo es para
los sacerdotes y religiosas, y no es así, la vocación forma parte de la vida misma de la
Iglesia, de su esencia, de su naturaleza.
Partamos desde la etimología de la palabra: Vocación, viene del vocablo latino vocare, que
significa llamado de. Entenderemos entonces la vocación como el llamado de Dios hace al
hombre (humanidad).
Sabías que… la vocación es una acontecimiento misterioso en el cual el hombre,
dialogando con Dios, adquiere conciencia de una misión situada históricamente y se
compromete en una respuesta concreta.

Esto nos da la capacidad de universalizar este llamado, esta vocación y de considerar los
siguientes niveles
 La primera vocación, el primer llamado al que Dios nos llama es a la VIDA: Dios
nos llama a existir, nos invita a participar a la vida como don gratuito que Dios nos
da.
 El segundo llamado de Dios, es el llamado a la VIDA CRISTIANA: mediante la
participación de los sacramentos de iniciación cristina.
o Dios nos llama a ser sus hijos por medio del Bautismo.
o Dios nos llama a ser uno con Él por medio de la Eucaristía.
o Dios nos llama a ser su discípulo por medio de la Confirmación y a través de
apostolados: liturgia, catequesis, coro, monaguillos, ministros
extraordinarios, pastoral social, etc.
 El tercer llamado de Dios es un llamado ESPECÍFICO, de servicio en 4 estilos de
vida: Vida matrimonial, Vida célibe, Vida religios@ y Sacerdocio ministerial.
 El último llamado que Dios nos hace es a la VIDA ETERNA: así como nos ha
llamado a la existencia, también nos llama a participar de la vida eterna, de la vida
de Dios.
Una vez que hemos entendido la vocación desde su etimología y hemos visto los diferentes
niveles o llamados que recibimos a lo largo de toda nuestra vida, veo necesario considerar
ahora el significado de la palabra Iglesia y ver su relación en clave vocacional.
Viene del latín eclesia (reunión del pueblo) y vocablo en griego ekklesía (reunión o
asamblea convocada). Con esto podemos entender a la Iglesia como la comunidad de
convocados, la comunidad de llamados a participar de la experiencia de fe, de relación con
Dios. Teniendo claro esta esencia de la Iglesia, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos,
que todos tenemos vocación en diferentes niveles, porque somos una Iglesia de llamados,
convocados por Dios.
Ahora bien, además de niveles, también la vocación cuenta con tres elementos
fundamentales que nos facilitan entender esta dimensión de nuestra vida:
 El primer elemento es la Llamada: que viene de Dios, es Él que nos mira, nos elige
y nos invita. Dicha llamada la realiza a través de personas, experiencias, situaciones,
clima de oración, etc.
 El segundo es la Respuesta: es la que el hombre, libre y consiente le da al Señor: sí
Señor, yo quiero seguirte, acepto tu invitación, tu plan que tienes preparado para mí.
 El tercero es la Misión: es el apostolado, el servicio concreto del cual Dios nos hace
participe para seguir extendiendo el Reino de Dios.
Es de suma importancia hacer la diferencia que existe entre profesión y vocación. La
profesión se ha de entender como el empleo o trabajo que alguien realiza y por el cual tiene
derecho a una remuneración, mientras que la vocación es un llamado de Dios, un estilo de
vida y consagración. Mientras que la profesión se entiende desde la dimensión del saber
hacer, la vocación se entiende desde la dimensión del saber SER. Se complementan pero no
son iguales.
Todo anteriormente mencionado nos permite hacernos consientes que todos somos
llamados por Dios para ser felices en las diferentes etapas de nuestra vida, en los diferentes
niveles de la vocación y en los distintos modos de servicio dentro de la Iglesia. Quitar la
falsa idea que la vocación solo es para algunos, nos permitirá vivir mejor nuestra condición
de hijos de Dios, atentos a su voz y respondiendo con generosidad.
Actualmente la institución eclesial se encuentra en crisis vocacional, debido a que tenemos
tantos ruidos, tantas preocupaciones, tantos distractores que se nos hace difícil escuchar la
voz de Dios. Vivimos alejados de Dios y nos mostramos menos comprometidos con su
misión. La falta de testimonio de buenos sacerdotes, de santos matrimonios, de
comprometidos religos@s y laicos, provocan que muchos jóvenes se desanimen al
momento de elegir su vocación específica.
Te quiero invitar a que hagas la siguiente check list. Pon una palomita en la respuesta que
creas conveniente:
Si tienes 4 ó 5 palomitas, quiere decir que cuentas con la experiencia de Dios necesaria para
convertirte en un promotor vocacional. Todos deberíamos ser promotores vocacionales,
compartir nuestra vida de fe, nuestro testimonio vocacional como bautizados, como
discípulos, como matrimonios, como religio@s, como célibes, como laicos comprometido,
para que, de esa manera motiváramos a otros a realizar una verdadera opción de vida en los
diferentes niveles de la vocación, y juntos así poder facilitar la tan anhelada primavera
vocacional que nuestra iglesia y arquidiócesis necesita.

Hermanos, los invito a que juntos generemos una verdadera cultura vocacional en nuestras
familias, parroquias, capillas, copmunidades, escuelas y sociedad, para que el Señor nos
siga llamando, nos siga convocando a participar de su misión: seguir edificando su Reino
aquí en la tierra.

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