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INTRODUCCIÓN

Es labor de nuestra Iglesia y sus cabezas el ser vigilantes de la realidad de las


vocaciones presbiterales, especialmente con el pasar de los años pues esto
permite marcar la hoja de ruta de la formación de los futuros pastores de la Iglesia
católica atendiendo por una parte, diversos fragmentos de la palabra de Dios en la
que se resalta el llamado de los sacerdotes como sucesores de la labor pastoral
de Jesucristo quien encomendó dicho trabajo a sus apóstoles y a quienes le
representaran en el ministerio sacerdotal.

En los siguientes capítulos se desglosa como dicha labor toma su impulso


principal de la propia fe y de la fuerza dada por el santo Espíritu de Dios, pese a
las crisis, que a lo largo de los tiempos, pueden suscitarse en torno a los llamados
a la vida consagrada.

La Iglesia, como siempre, ha estado envuelta en el propio evolucionar de los


pueblos por lo que se ve obligada a responder a las exigencias de los tiempos de
acuerdo a los cambios que estos vayan suscitando, (los cada vez más cambiantes
modos de pensar en la sociedad, y muchas veces inclusive el creciente abismo
entre la fe y razón), centrando su diagnóstico en las realidades eclesiales y
culturales.

Su santidad, para ese entonces, San Juan Pablo II, centra su mensaje al finalizar
dicho sínodo, en la responsabilidad del impulso de la vocación, que recae
principalmente sobre los Obispos y los sacerdotes formadores, ya que al ser los
guías de los futuros hombres consagrados a Dios y gracias al contacto directo con
el pueblo, que al fin y al cabo es el “público objetivo” de los futuros “padres”,
pueden marcar el norte de lo que se quiere del aspirante al sacerdocio, teniendo
como afirmación clara que el resultado de la obra es por gracia de Dios y el
esfuerzo es para gloria de Dios.

RESUMEN CAPÍTULO I

La afirmación que ha de ser el centro del caminar de los hombres consagrados a


Dios, está en la misma palabra de Dios en el libro de Hebreos capítulo 4, versículo
15 en donde se deja claramente establecida la humanidad como una característica
del hombre consagrado a Dios. El sacerdote, pese a los cambios que se susciten
en los tiempos, seguirá teniendo como norte una vida centrada en el llamado al
servicio de los hermanos pero una vida que responda a un llamado particular
hecho al individuo, entendiendo el contexto en el que se vive, los desafíos a los
cuales se está sometido, las fortalezas y debilidades que tiene como hombre que
es y ¿qué quiere y necesita la Iglesia de los hombres de Dios hoy en día?

El panorama mundial al que hoy en día debe enfrentarse la Iglesia es complejo y a


la vez es de oportunidades; por un lado persiste una ansiedad por la consecución
de la justicia, la paz en el mundo y la defensa a la vida en el planeta, además de la
necesidad del hombre de sentirse protegidos por Dios por lo que los métodos de
evangelización se han transformado en respuesta a las necesidades e intereses
de los grupos objetivos. Por otro lado, la contraparte nos establece el eterno
combate entre la ciencia y la fe, en el que el hombre parece darle más cabida a la
racionalidad y a una cerrazón del corazón y de la experiencia espiritual, llenando
ciertos vacíos particulares con placeres materiales o del mundo. En el sentido
colectivo, el hombre también se encuentra con una serie de elementos que actúan
contrario al llamado de Dios, dándole mayor peso a teorías que le alejan e
inclusive le hacen sentirse pleno y sin necesitar de Dios en su vida, elementos que
se ven alimentados por un bombardeo exagerado de la visión secular de los
medios de comunicación y el establecimiento de pensamientos más liberales en la
psicología colectiva en temas de familia, sexualidad, relaciones e inclusive
creencias, esto sumado al abandono de la feligresía ante una baja existencia de
sacerdotes por distintas causas.

OPINIÓN CAPITULO 1:

Mi reflexión personal en este primer capítulo quise centrarla en el encuentro del


joven con la decisión de asumir el camino del sacerdocio, ya que este es desde mi
punto de vista el momento clave del “enamoramiento” al llamado. Si bien es cierto
que el joven se va a topar con la encrucijada de una decisión que le llama a
decidirse entre el camino de llenar la vida con lo material o lo espiritual
dependiendo de su experiencia de vida en fe, en familia y de formación, también la
imagen que la Iglesia le “vende” al colectivo, será factor determinante para ratificar
o definitivamente descartar la inquietud del llamado a la vida consagrada, de ahí
que los esfuerzos que los propios pastores hacen desde sus asambleas,
testimonios personales de vida y otros servicios a través de los cuales evangelizan
se convierten en el “producto en venta”, al cual el joven tendrá como referencia al
comenzar a considerar sus posibilidades de vida.

Otro factor influye incisivamente en el caminar de vida que asumirá el joven


candidato, y es la lupa bajo la cual somete sus decisiones, lo que comúnmente le
llamamos discernimiento. El discernimiento evangélico, que de acuerdo a la
exhortación apostólica es “la interpretación que nace a la luz y bajo la fuerza del
Evangelio”, nos permitirá descifrar la dirección que nos invita a seguir el Espíritu
Santo en cuanto a interrogantes que nos interpelan en nuestra vida.

RESUMEN CAPITULO II

El Sínodo de Obispos considera como aspecto de suma importancia en el estudio


de la situación de las vocaciones, la “identidad” del ministerio sacerdotal en cada
individuo, por cuanto, desde la propia experiencia, las crisis suscitadas en los
procesos de formación de futuros presbíteros parten del hecho que el aspirante e
inclusive algunos sacerdotes ya ordenados parecen no haber entendido el papel
central del llamado y desarrollo del servicio.

En la identidad sacerdotal, el hombre de Dios lleva impregnada la vida


comunitaria, ejemplificada en primera instancia en la comunión de las tres divinas
personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, sus proveedores de guía y dones, y
ratificado en el ejercicio de sus funciones como discípulo y servidor de una
jerarquía eclesiástica, una hermandad de sacerdotes y él como propio pastor de la
Iglesia. Sin embargo la figura de Jesucristo es aún más preponderante por varios
aspectos; el primero de ellos, fue a través de su sacrificio en la cruz, que Jesús
logró sellar la alianza entre el cielo y la tierra, ratificando a sus pastores como
portadores de la dignidad de ser hombres de Dios a través de un testimonio de un
Cristo vivo, entregado enteramente a la humanidad a través de la evangelización,
el servicio y el testimonio.

Siguiendo la línea de vida en común unión que nos plantea la exhortación, Se


destaca que Jesucristo, a través de su palabra, ratifica la intención de ser
mediador y salvador de todos los hombres, por medio de su intercesión y gracia
que inundan y transforman el corazón del hombre y queda claro que es solo a
través de Jesús que el presbítero puede lograr su labor de pescar hombres para el
reino de Dios.

OPINIÓN CAPITULO 2:
En este capítulo centro mi opinión en base a lo que ocurre en la actualidad con
falsos pastores y líderes, quienes centrados en un supuesto mandato de Jesús por
medio de su palabra, pretenden desconocer e inclusive señalar a las autoridades
eclesiásticas que en sí son las encargadas de propagar dicha palabra y de
defender el legado de Cristo Jesús en la tierra. La gravedad en la falta que pudiera
cometer un hombre consagrado a Dios reviste un grado tal no solo por el hecho en
sí, si no porque la relación entre hermanos unidos en una sola Iglesia sobrepasa
una relación normal de afectividad, todos están unidos de una “mutua
inmanencia”, de ahí que resulta incoherente llamarse seguidor o promotor de la
causa de Jesús pero situarse a las afueras de la Iglesia universal.

RESUMEN CAPITULO III:

En este tercer capítulo, su Santidad San Juan Pablo II centra su mensaje en la


acción del Espíritu Santo en la vida del hombre consagrado como principio y fin de
su existencia y de su servicio, siendo solo a través de la acción y los dones santos
que el presbítero se encamina hacia la vida en perfecta santidad.

El Espíritu Santo vive en acción sanadora en la vida del cristiano primero en el


bautismo, consecuentemente en cada uno de los sacramentos hasta inclusive el
Orden sacerdotal con el que el sacerdote se constituye cabeza y miembro de la
Iglesia para ser pastor de una masa y a la vez como hermano caminar en la
formación espiritual.

Al referirnos a la formación sacerdotal en un caminar nada corto ni fácil,


recordamos el llamado que se les ha hecho a los hombres de Dios de “darse”,
enteramente; No se trata solo de dar el tiempo personal, el esfuerzo, las
destrezas; se trata de sacrificar muchos gustos y apegos para unirse sin temor y
con amor absoluto al mejor trabajo del mundo al que ha sido llamado por el Señor.

Como portadores y guardianes de la Palabra de Dios, los sacerdotes han de


conocer profundamente y haber internalizado cada uno de los textos sagrados
habiéndolos comprendido “en clave de Dios”, para que los mismos y su propio
testimonio puedan dar frutos abundantes en medio de la siembra.

OPINIÓN CAPITULO III:

La libre voluntad del hombre a tomar el camino de Jesús y consagrarse, capta mi


atención en la opinión de este tercer capítulo, pues a libre albedrío y bajo su
propia voluntad es que el hombre debe asumir lo que implica la decisión de decirle
sí al Señor y considerar tomar el camino al sacerdocio. Aun cuando existen
factores múltiples de presión familiar o inclusive del propio entorno parroquial del
aspirante, la gracia del llamado sacerdotal es particular y muy personal por el
simple y maravilloso hecho que ¡somos infinitamente amados por Jesús!; y una
vez emprendido el camino de formación es a través de la oración y una profunda
relación con Jesús que podrán sostenerse en medio de dificultades y obstáculos.

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