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Experiencia

de Oración

OBJETIVO: Despertar en nuestros hermanos la experiencia de descubrir la


presencia de Dios mediante la oración.

MÓDULOS DE FORMACIÓN BÁSICA RCC – PERÚ 2021


RELACIÓN CON DIOS
EXPERIENCIA DE ORACIÓN
PRESENTACIÓN
A nuestro buen Dios lo podemos conocer por diversos medios, sin embargo, no nos
acercamos a Él por sola iniciativa nuestra, nos acercamos a Él porque nos llamó
primero (Cfr. Jn. 15, 16). El ser humano se encuentra en una permanente búsqueda
del conocimiento de sí mismo, este camino es realizado de una mejor manera a
través del conocimiento de Dios, pues es Él quien nos revela nuestro ser interior y
es quien se revela a sí mismo. Esta experiencia implica todo un camino.
La oración es uno de los medios que Dios nos ha regalado para caminar en esta
experiencia que nos llevará a experimentar no solo el conocerlo, sino también el
conocernos a nosotros mismos y por consecuencia el conocer a mi hermano. La
oración es también la relación íntima que entablamos con Dios y a través de ella
nos abrimos a su amor, a esta experiencia maravillosa del amor de Dios, es por ello
que los Seminarios de Vida en el Espíritu inician con este primer anuncio
kerigmático: el amor de Dios.
Mediante este primer Módulo de Formación Integral Básica, queremos fortalecer
estas experiencias básicas que hemos vivido en un Seminario de Vida en el Espíritu,
deseamos crecer y profundizar en esta relación de amor. Si queremos clamar
¡Abbá! ¡Padre!, ¡Jesús es el Señor! o ¡Ven Espíritu Santo! no lo podríamos hacer si
no tenemos en nosotros su gracia que nos motiva a clamar. Es el mismo Espíritu de
nuestro Buen Dios que nos enseña a dar los primeros pasos de relación con él
mismo y desde nuestro interior (Cfr. Gal 4, 6). Qué mejor que poder contar con su
gracia, la cual nos enseñará a caminar y tener una vida de oración, dando pasos de
fe y conversión permanente.
Es por ello que este primer módulo contiene cuatro temas básicos: el primero nos
motivará a generar y mantener esta relación con Dios mediante la oración; el
segundo tema nos permitirá meditar y profundizar en la necesidad imperante de
mantenernos unidos a Dios, mediante una vida de oración; el tercer tema nos
fundamentará cómo nuestra Iglesia es la cuna que nos permite crecer y
fortalecernos en esta relación mediante una práctica de oración permanente y en
relación con todos los miembros que conforman el Cuerpo de Cristo: “Este don
indisociable de las palabras del Señor y del Espíritu Santo que les da vida en el
corazón de los creyentes ha sido recibido y vivido por la Iglesia desde los
comienzos…” (CEC 2767). Finalmente ahondar en lo que nos caracteriza y que es
propio de nuestra espiritualidad carismática, la oración de alabanza gozosa.
Mediante estos temas sencillos pero profundos, daremos nuestros primeros pasos
en la vida de fe o profundizaremos nuevamente en ellos, para recordar nuestras
fuentes y nuestra razón de ser y no olvidar que “La oración es la vida del corazón
nuevo. Debe animarnos en todo momento. Nosotros, sin embargo, olvidamos al que
es nuestra Vida y nuestro Todo. Por eso, los Padres espirituales, en la tradición del
Deuteronomio y de los profetas, insisten en la oración como un “recuerdo de Dios”,
un frecuente despertar la “memoria del corazón” (CEC 2697).
Querido hermano, que esta sea una experiencia que nos lleve a las aguas profundas
del amor de Dios, generando una relación más sólida y para toda nuestra vida, como
hijos de Dios y seguidores de Cristo Jesús nuestro Señor. Que el Santo Espíritu de
Dios nos asista en esta travesía.

Yannina Aguirre Guillén


Coordinadora Nacional RCC Perú.
INTRODUCCIÓN

Para empezar hemos querido traer a la memoria las palabras de Juan Pablo II, quien
refiriéndose a la Renovación Carismática Católica, nos dice: “En efecto, la
Renovación Carismática será auténtica y tendrá una verdadera fecundidad en la
Iglesia, no tanto en la medida en que suscite carismas extraordinarios,
cuanto si conduce al mayor número posible de fieles, en su vida cotidiana, a un
esfuerzo humilde, paciente y perseverante para conocer siempre mejor el
misterio de Cristo y dar testimonio de Él”1.

Estas palabras nos recuerdan que la autenticidad y la fecundidad de la RCC se


evidenciará, además del ejercicio de los carismas, en el esfuerzo permanente por
conocer más a la Persona de Jesucristo, y para conocerlo necesitamos
relacionarnos con él, por medio de la oración, de la Palabra de Dios, de los
Sacramentos, de la Comunidad y del Servicio. No hay otra forma.

¿Qué secretos, qué misterios encierra la oración? Pues vemos a lo largo de la


historia cómo hombres de Dios se han sumergido en ella tan profundamente,
viviendo no solo momentos de oración, sino buscando llevar una vida de oración,
como san Francisco de Asís, que pasaba toda una noche repitiendo solo una
palabra: “Padre, Padre, …”. Estamos convencidos de que una auténtica experiencia
de oración nos lleva ineludiblemente al encuentro con Cristo vivo y resucitado, y el
encuentro con Dios produce frutos de conversión y da verdadero sentido a la
existencia humana en el plano personal y comunitario, pues únicamente en
Jesucristo tienen consistencia todas las cosas (Cfr. Col 1, 17b).

La experiencia del bautismo en el Espíritu Santo es un don de Dios para nuestra


Iglesia, y todos aquellos que vivimos esta experiencia hemos renovado nuestras
gracias bautismales y, junto a ello, un renovado amor por la oración como
experiencia real del encuentro con Jesucristo vivo y resucitado. Así se suscitaron
los grupos de oración: por la necesidad de juntarse para orar, para alabar a Dios,
para invocar al Espíritu Santo y recibir sus dones y carismas, para escuchar la
Palabra de Dios, pero también para ser transformados a imagen de Jesucristo y vivir
en santidad. Así pues, la oración no solo debe experimentarse en el grupo de
oración, sino que más bien todo carismático debe iniciar y mantener una vida de
oración personal, la cual debe convertirse en el eje de su existencia.

En este módulo compartiremos los aspectos más fundamentales de la Oración,


como experiencia fundamental que da vida y acrecienta nuestra relación con Dios.
En el primer tema, veremos las disposiciones y obstáculos que se presentan, los
tipos de oración, lugares de oración y lo que no es una oración.
En el segundo tema reflexionaremos al respecto de la necesidad de la oración, la
perseverancia en ella y la oración en el Espíritu.
En el tercer tema veremos la oración en la Iglesia y en las Sagradas Escrituras.

1
JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica Cathechesi tradendae, n° 72
Finalmente, en el cuarto tema trataremos la oración carismática y los frutos de la
alabanza; la alabanza en el canto, así como la oración en lenguas y la adoración.

Nos ponemos a disposición del Espíritu Santo y pedimos nos dé la gracia de obrar
conforme a su voluntad y ser dóciles a todas sus inspiraciones para poder guiar y
orientar a nuestros hermanos en esta experiencia maravillosa de la oración.

MINISTERIO NACIONAL DE FORMACIÓN


TEMA 1

LA ORACIÓN

OBJETIVO: Dar a conocer la imperante necesidad de iniciar una relación con Dios
mediante la oración.

I. ORACIÓN, ENCUENTRO PERSONAL CON DIOS

Vivimos en un contexto de autosuficiencia y egoísmos, lo cual desfigura totalmente


a la persona hasta alejarla del deseo de orar. Pero al mismo tiempo es posible caer
en una tergiversación sobre el significado adecuado de la oración cristiana, de ahí
la importancia de interrogarse sobre la oración, ya que, al tener una definición
tergiversada de ella, se corre el riesgo de fundamentar la experiencia espiritual en
creencias ajenas a las que decimos profesar. Es por ello que la oración debe estar
dirigida por el Espíritu Santo, quien orienta el diálogo con Dios bajo su voluntad y
no la del yo individual del ser humano (Cfr. Rm 8,26-39); por eso, cuando se desea
orar es importante dejar que Dios tome la iniciativa o que nosotros clamemos al
Espíritu, que viene en nuestra ayuda.

Al dejar que Dios guíe la oración, la persona puede comprender que ella brota de lo
más profundo de su ser como un encuentro entre la creatura y el Creador, hasta el
punto de establecer un vínculo tan fuerte entre ambos que genera la comunión; de
esta manera, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada
hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba
como en la alegría (Santa Teresa del Niño Jesús, Manuscrit C, 25r: Manuscrists
autohiographiques [Paris 1992] p. 389-390). “La oración es la elevación del alma a
Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (San Juan Damasceno, Expositio
fidei, 68 [De fide orthodoxa 3, 24]).

“¿De dónde viene la oración del hombre? Cualquiera que sea el lenguaje de la
oración (gestos y palabras), el que ora es todo el hombre. Sin embargo, para
designar el lugar de donde brota la oración, las sagradas Escrituras hablan a
veces del alma o del espíritu, y con más frecuencia del corazón (más de mil
veces). Es el corazón el que ora. Si este está alejado de Dios, la expresión de la
oración es vana.”
CEC 2562
La oración en sí es ese encuentro personal, un encuentro directo con Dios. Es esa
necesidad de estar con tu Creador, lo cual hace que te desprendas de todo lo
terreno para llegar a valorar las cosas del cielo. Orar te abre una nueva perspectiva
para ver lo eterno sin menospreciar lo terreno, teniendo una experiencia del cielo en
la tierra y así decir como santa Teresita del Niño Jesús: “Quiero pasar mi cielo
haciendo el bien en la tierra”.

El misterio de Dios se hace accesible a través de Jesucristo en la historia universal


de salvación, ya que Él vino a nuestro encuentro, trayendo consigo la realidad
humana y divina al mismo tiempo, y facilitando la cercanía entre Dios y el hombre.
El padre Ignacio Larrañaga dijo que la oración es el encuentro de dos intimidades:
la intimidad de Dios que viene a nuestro encuentro y la intimidad del hombre que
acoge a esta, para responder de la mejor manera, siendo una respuesta a la
iniciativa divina (Cfr. CEC 2567).

Por consiguiente, la oración, al ser un encuentro personal con Dios, es un llamado


diferente para cada uno en medio de la homogeneidad de ser hijos de Dios, en tanto
el ser humano, desde su ser individual aporta con su oración íntima al sentido
comunitario de la vivencia espiritual; por ello, no se puede obligar a nadie para que
vaya por una misma ruta, porque el Espíritu es unidad en la pluralidad, mientras que
sí podemos motivar a que todos lleguen a la meta, que es vivir una experiencia
personal con Cristo resucitado.

II. DISPOSICIONES PARA ORAR


Muchas veces rezamos y no obtenemos nada, aunque Jesús había dicho “pedid y
se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá” (Mateo 7, 7). Pero esto
sucede porque no sabemos orar, mientras que, si aprendemos y nos disponemos,
tendremos resultados. Estamos invitados a poner de nuestra parte para que la
oración transforme nuestra vida, ya que ella es un arma poderosa que aleja al
maligno y hace que Dios ocupe todo nuestro ser hasta lograr un diálogo constante,
pero… ¿Cómo debemos orar? Pues bien, Jesús nos lo explica claramente:
1. Clamor. Desde lo profundo de nuestro corazón, gritando con todo nuestro
ser, como hizo el ciego de Jericó (Lc 18, 35-43).
2. Sinceridad. Con la humildad de reconocerse débiles y pecadores, explicado
en la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14).
3. Constancia. Con perseverancia, insistiendo continuamente en la oración,
como en la parábola del juez inicuo y la viuda importuna (Lc 18, 1-8). Una de
las características de esto es la insistencia, aun en medio de la noche, como
el amigo inoportuno (Lc 11, 5-8).
4. Sencillez. En secreto y sin alardear, como nos lo dice directamente Jesús:
la oración en secreto (Mt 6, 5-6).
5. Confiando. Con fe, porque lo que Dios dice se cumple, al igual que Pedro
pudo, cuando Cristo lo desafió a que camine sobre las aguas (Mt 14, 22-33).
6. Abandonándose. En la voluntad de Dios, deseando ante todo que se haga
lo que Dios quiera, como Jesús en Getsemaní (Mt 26, 36-46).

Además, conviene acompañar siempre la oración de la escucha de la Palabra de


Dios, donde Dios responde a nuestras plegarias con su Palabra. “Tu palabra Señor
es luz de mis pasos y antorcha de mi camino” (Sal 119,105).

III. OBSTÁCULOS DE LA ORACIÓN.


1. Físicos: cansancio, distracciones.
2. Psicológicos: pensamientos negativos (“no soy capaz”, “¿para qué voy a
rezar?”); traumas (no quiero mirar dentro mío, no quiero entrar en mí mismo);
ignorancia (“no sé”, “no conozco las cosas de Dios”, “no sé qué decir, qué
pensar”, “no sé nada de la Biblia”).
3. Espirituales: tedio (acedia), no tener esperanza, dudas, escrúpulos (“yo soy
muy pecador, Dios no me oye”), dudar de Dios, de su bondad o pensar que
no lo necesitamos, es una estrategia de distanciamiento del plan de Dios que
proviene del enemigo, pues él busca distanciarnos de Dios. Hay que buscar
la forma de superar estos obstáculos.
Jesucristo es el máximo modelo de oración. Hay muchos santos que nos
pueden dar diferentes métodos para seguir un camino de oración.
Por último, en este combate hay que hacer frente a lo que es sentido como
fracasos en la oración: desaliento ante la sequedad; tristeza de no
entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos “muchos bienes” (cfr Mc
10, 22); decepción por no ser escuchados, según nuestra propia voluntad;
herida de nuestro orgullo, que se endurece en nuestra indignidad de
pecadores; difícil aceptación de la gratuidad de la oración, etc. La conclusión
es siempre la misma: ¿Para qué orar? Es necesario luchar con humildad,
confianza y perseverancia, si se quieren vencer estos obstáculos (CEC
2728).

IV. TIPOS DE ORACIÓN


1. Oración de alabanza
Es la oración que busca engrandecer a Dios por lo que Él es y no por lo
podemos pensar de Él. Es una de las oraciones que caracteriza a la
Renovación Carismática Católica, y lo vivimos en nuestros grupos de oración.
En ella se involucra todo el ser de la persona física y espiritual, ahí nuestra
alma se prepara para cumplir lo que decía Juan Bautista: es necesario que
él crezca y yo disminuya (Jn 3,30). Con la alabanza se estrecha nuestro amor
con el amor de Dios, cuyo fruto es el enamoramiento apasionado por Él. Es
una oración inspirada por el Espíritu Santo, que no tiene una guía
establecida, pues es una oración que brota del corazón enamorado de Dios.

“Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y


salmodiad en vuestro corazón al Señor” (Ef 5, 19; Col 3, 16). Como los
autores inspirados del Nuevo Testamento, las primeras comunidades
cristianas releen el libro de los Salmos cantando en él el Misterio de Cristo.
En la novedad del Espíritu, componen también himnos y cánticos a partir del
acontecimiento inaudito que Dios ha realizado en su Hijo: su encarnación, su
muerte vencedora de la muerte, su resurrección y su ascensión a su derecha
(cfr Flp 2, 6-11; Col 1, 15-20; Ef 5, 14; 1 Tm 3, 16; 6, 15-16; 2 Tm 2, 11-13).
De esta “maravilla” de toda la economía de la salvación, brota la doxología,
la alabanza a Dios (cfr Ef 1, 3-14; Rm 16, 25-27; Ef 3, 20-21; Judas 24-25;
cfr CEC 2641).

A través de la oración de alabanza nos unimos a la Iglesia triunfante, como


nos dice en el libro de Apocalipsis: Los profetas y los santos, todos los que
fueron degollados en la tierra por dar testimonio de Jesús (cfr Ap 18, 24), la
muchedumbre inmensa de los que, venidos de la gran tribulación, nos han
precedido en el Reino, cantan la alabanza de gloria de Aquel que se sienta
en el trono y del Cordero (cfr Ap 19, 1-8).

2. Oración de intercesión
Es la oración que aplaca el egoísmo, porque uno deja de pensar en sí mismo
y se pone en el papel del otro para clamar a Dios por sus necesidades (Flp
2, 4). No solo es una oración poderosa sino también es una oración que
busca purificarte, para poder presentar tu oración con un corazón puro
agradable a Dios. Además, da la gracia de la humildad, y por eso es muy
importante orar intercediendo por el pueblo de Dios.

La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca


con la oración de Jesús. Él es el único intercesor ante el Padre en favor de
todos los hombres, de los pecadores en particular (cfr Rm 8, 34; 1 Jn 2, 1; 1
Tm 2. 5-8). Es capaz de “salvar perfectamente a los que por Él se llegan a
Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7, 25). El
propio Espíritu Santo “intercede por nosotros [...] y su intercesión a favor de
los santos es según Dios” (Rm 8, 26-27). (CEC 2634)

3. Oración de petición
Para llevar a cabo esta oración es necesario saberse hijo de Dios para pedir
de la manera apropiada, sabiendo a quién nos dirigimos. No se trata de solo
pedir por algún interés; Jesús mismo no enseña a pedir de acuerdo a la
voluntad del Padre, y para ello es necesario tener una relación de amor con
Dios, una comunicación de un hijo con su Padre y solo esto lo puede lograr
el Espíritu Santo (cfr Rm 8, 15).

El vocabulario neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de


matices: pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar e
incluso “luchar en la oración” (cfr Rm 15, 30; Col 4, 12). Pero su forma más
habitual, por ser la más espontánea, es la petición: Mediante la oración de
petición mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios: por ser
criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras
adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores,
sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición
ya es un retorno hacia Él (CEC 2629).

4. Oración de bendición
Este tipo de oración parte de un encuentro personal con Dios: La oración de
bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios
bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquel que es la
fuente de toda bendición. (cfr CEC 2626).

El Catecismo de la Iglesia Católica (CEC 2627) nos enseña que hay dos
formas fundamentales de expresar la bendición.
● Nosotros le bendecimos por habernos bendecido (cfr Ef 1, 3-14; 2 Co
1, 3-7; 1 P 1, 3-9);
● Implora la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo,
desciende de junto al Padre (es Él quien nos bendice; cfr 2 Co 13, 13;
Rm 15, 5-6. 13; Ef 6, 23-24).

5. Oración de adoración
Es una de las oraciones más íntimas, donde nos reconocemos criaturas con
nuestro Creador. Es aquella oración en que le rendimos todo el honor y la
gloria con una actitud de postración, donde nos inunda el silencio y estamos
inmersos en Dios. Ahí se da lo que nos dice el santo Cura de Ars: “Él me mira
y yo lo miro”, y eso basta para sabernos amados por Él. Exalta la grandeza
del Señor que nos ha hecho (cfr Sal 95, 1-6) y la omnipotencia del Salvador
que nos libera del mal (cfr CEC 2628).

6. Oración de acción de gracias


Solo un corazón agradecido puede agradar a Dios, porque reconoce que todo
lo que tiene lo ha recibido como don de Dios.
El corazón del hombre, ante todo, se siente agradecido porque Cristo lo
rescató de la muerte eterna con su entrega en la cruz; por tanto, la muerte
ya no tiene autoridad sobre aquellos que acogen la salvación (cfr CEC 2637).

Al igual que en la oración de petición, todo acontecimiento y toda necesidad


pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias. Las cartas de san
Pablo comienzan y terminan frecuentemente con una acción de gracias, y
el Señor Jesús siempre está presente en ella. “En todo dad gracias, pues
esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1 Ts 5, 18). “Sed
perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col 4,
2). (CEC 2638)

V. MAESTROS Y LUGARES DE ORACIÓN

1. Servidores de la oración
La riqueza de nuestros grupos de oración es el poder reunirnos como en familia y
vivir de esa manera para poder sembrar en nuestro hogar la semilla de la oración
con pequeños detalles que irán creciendo hasta ser una Iglesia doméstica, donde
se vive y se crece en la fe. Por ello, es fundamental el pastoreo para así incentivar
la oración en familia, donde todos puedan tener un espacio de participación. El CEC
2685 nos dice: “La familia cristiana es el primer lugar de la educación en la oración.
Fundada en el sacramento del Matrimonio, es la “iglesia doméstica” donde los hijos
de Dios aprenden a orar “como Iglesia” y a perseverar en la oración. Particularmente
para los niños pequeños, la oración diaria familiar es el primer testimonio de la
memoria viva de la Iglesia que es despertada pacientemente por el Espíritu Santo.”
Ahora vemos por qué es importante perseverar en el grupo de oración. No se trata
de ir a varios grupos o a varias actividades, sino de ir creciendo en el lugar donde
Dios nos permitió conocerlo. En nuestros grupos de oración creceremos en la fe y
perseveraremos en la oración, porque ahí iremos aprendiendo mientras seamos
dóciles a nuestros hermanos mayores en la fe, que nos irán guiando paso a paso.
Grupos de oración, o “escuelas de oración”, son hoy uno de los signos y uno de
los acicates de la renovación de la oración en la Iglesia, a condición de beber en
las auténticas fuentes de la oración cristiana. La salvaguarda de la comunión es
señal de la verdadera oración en la Iglesia. (CEC 2689)

2. Lugares favorables para la oración


Sabemos que Dios está en todos lados. Donde vayamos, ahí estará él. Pero hay
lugares y momentos especiales en que no hay duda de su presencia, como veremos
a continuación:
La iglesia, casa de Dios, es el lugar propio de la oración litúrgica de la comunidad
parroquial. Es también el lugar privilegiado para la adoración de la presencia real de
Cristo en el Santísimo Sacramento.
La elección de un lugar favorable no es indiferente para la verdad de la oración:
— para la oración personal, el lugar favorable puede ser un “rincón de oración”, con
las Sagradas Escrituras e imágenes, para estar “en lo secreto” ante nuestro Padre
(cfr Mt 6, 6). En una familia cristiana, este tipo de pequeño oratorio favorece la
oración en común;
— en las regiones en que existen monasterios, una misión de estas comunidades
es favorecer la participación de los fieles en la Liturgia de las Horas y permitir la
soledad necesaria para una oración personal más intensa (cfr PC 7).
— las peregrinaciones evocan nuestro caminar por la tierra hacia el cielo. Son
tradicionalmente tiempos fuertes de renovación de la oración. Los santuarios son,
para los peregrinos en busca de fuentes vivas, lugares excepcionales para vivir “con
la Iglesia” las formas de la oración cristiana (cfr CEC 2691).

3. Perseverar en el amor

No hay nada mejor que un alma ejercitada en el orden y la disciplina de la oración.


Es una lucha que nos traerá grandes beneficios. Por ello, no dejes de ser constante,
aun en medio de la tribulación. Es importante rodearse de personas que tengan ese
mismo anhelo de ser discípulos de Jesús, pues ellas te acompañarán para
perseverar en este camino que nos conduce a la gloria de Dios.

“Orad constantemente” (1 Ts 5, 17), “dando gracias continuamente y por todo a Dios


Padre, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5, 20), “siempre en oración y
suplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e
intercediendo por todos los santos” (Ef 6, 18). “No nos ha sido prescrito trabajar,
vigilar y ayunar constantemente; pero sí tenemos una ley que nos manda orar sin
cesar” (Evagrio Pontico, Capita practica ad Anatolium, 49; cfr CEC 2742).

Orar es una necesidad vital: si no nos dejamos llevar por el Espíritu caemos en la
esclavitud del pecado (cfr Ga 5, 16-25). «Nada vale como la oración: hace posible
lo que es imposible, fácil lo que es difícil. Es imposible que el hombre que ora pueda
pecar» (San Juan Crisóstomo, De Anna, sermón 4, 5; cfr CEC 2744).

VI. DISTORSIÓN DE LA ORACIÓN CRISTIANA


En estos tiempos de globalización, entran en nuestro entorno nuevas filosofías e
ideologías que se muestran atractivas y nos venden un ambiente de relajación, de
tranquilidad, la paz interior, la energía, el “aura”, etc., y que no son fruto de una vida
de oración relacionada al encuentro con Jesucristo, sino todo lo contrario. La
meditación, dentro de esta cultura, sirve para alcanzar el estado de paz, de
equilibrio, de felicidad que se obtiene por medio de técnicas especiales, que
comprenden varias etapas de autosuperación, muchas veces guiadas por un
maestro espiritual.

La respuesta cristiana es muy clara. Así, el documento Orationis Formas, Carta a


los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana
(Congregación para la Doctrina de la Fe, 15/10/89), dice: «La oración cristiana es
siempre auténticamente personal individual y al mismo tiempo comunitaria; rehúye
técnicas impersonales o centradas en el yo, capaces de producir automatismos en
los cuales, quien la realiza, queda prisionero de un espiritualismo intimista, incapaz
de una apertura libre al Dios trascendente». La oración cristiana implica un éxodo
del yo del hombre hacia el Tú de Dios, orientada progresivamente a adquirir la virtud
del amor de Dios y no —como propone la Nueva Era—
una definición de Juan Damasceno: «La oración es la petición dirigida a Dios de
cosas convenientes». Es una elevación de la mente a Dios, que ayuda a mantener
viva la conexión interior del intelecto y la voluntad, con Dios y las verdades divinas,
impidiendo la dispersión interior.
En la oración, la persona habla a Dios en un diálogo confiado con el Padre, por
Cristo, en la comunión del Espíritu Santo, con el auxilio de la Gracia. Se medita
sobre la vida de Cristo, en su misterio pascual: pasión, muerte y resurrección.
La oración cristiana en el seguimiento del Señor. Asume el sufrimiento, el dolor
propio y ajeno. En cambio, las técnicas de meditación de la Nueva Era pretenden
liberar al alma espiritual del mundo fenoménico del tiempo, espacio y cambio; el mal
se identifica con el sufrimiento y las miserias de este mundo, debiendo ser
superadas e ignoradas en una vía de “liberación auténtica”, de talante individualista.
Cristo comunica su gracia en los sacramentos, se nos da a sí mismo y nos hace
partícipes de su naturaleza divina, como por ejemplo en la Eucaristía, centro y
culmen de la vida cristiana.
La Nueva Era considera que ciertos ejercicios físicos producen automáticamente
sensaciones de bienestar, distensión y quietud gratificante, como una suerte de
consolación del Espíritu Santo, lo cual constituye una equivocada intelección de la
tercera persona de la Santísima Trinidad.
En la Nueva Era no existe el concepto de pecado, sino más bien de conocimiento
imperfecto, y su remedio es la iluminación, que se logra por medio de determinadas
técnicas psicofísicas mediante la indagación de la interioridad.

La fe cristiana enseña, en cambio, la realidad del pecado. El Magisterio de la Iglesia


es muy claro al respecto: «El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la
conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a
causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y
atenta contra la solidaridad humana». (cfr CEC 1849)

CONCLUSIÓN
La oración es un acto de amor, una respuesta ante la llamada de Dios, que busca
encontrar en el hombre la generosidad y la entrega como creatura a su Creador. Es
el retorno a la casa del Padre, como en la parábola del hijo pródigo.
No hay mejor retorno a los brazos de Dios que empezando con una corta y sincera
oración.
ACTIVIDAD PROPUESTA
Comparte con tus hermanos:
1. ¿Oras? ¿Cómo realizas tu oración personal?
2. ¿Qué dificultades tienes para entablar una vida de oración?

TAREA
Teniendo en cuenta que F es falso y V es verdadero, indique cuál es la respuesta
correcta, sin olvidar que las letras explicadas (FV) indican en la respuesta el
calificativo de cada enunciado (a, b, c, d), pero en el orden que se encuentran.
1. Evalúa los enunciados siguientes y marca la alternativa correcta.
a. La oración debe ser guiada de acuerdo a cómo te sientes.
b. La oración no es en un tiempo preciso, solo es cuando tú lo deseas.
c. En la oración, el Espíritu Santo es el que orienta el diálogo con Dios.
d. Cuando ores, es importante que tomes la iniciativa para decir todo lo
que quieres expresar a Dios.

a) VFVF b) VVFF c) VFFV d) FFVF

2. Marca la alternativa correcta. Debemos orar con:


a. Sinceridad, sencillez, abandono
b. Confiando en nosotros mismos
c. Dominio de sí mismo, templanza, autoestima
d. Con los diez mandamientos, los sacramentos

a) VVFV b) FVFV c) VFFF d) VVVF

3. Marca la alternativa correcta. Son tipos de oración:


a. Fe, intercesión, meditación,
b. Amor, dedicación, bendición
c. Alabanza, intercesión, adoración
d. Cantos, gritos de júbilo, arengas

b) VFFF b) FVVF c) VFVF d) FFVF


4. Marca la alternativa correcta. Para crecer en la vida de fe hay que:
a. Estudiar mucho y promocionarse para enseñar a los más sencillos.
b. Orar y pedir a Dios que nos guíe para crecer sin necesidad de otros.
c. Participar de grupo en grupo para conocer nuevas experiencias y para
enseñarles cómo hacer las cosas bien.
d. Perseverar en el grupo de oración y ser dóciles a nuestros hermanos,
que nos guiarán en la fe paso a paso.
a) FFFV b) VFFV c) FVVV d) VVFV

5. Marca la alternativa correcta.


a. La globalización entra en nuestro entorno con nuevas filosofías e
ideologías que se muestran atractivas y nos venden un ambiente de
relajación, de tranquilidad, la paz interior, la energía, el aura, etc., que
no son fruto de una vida de oración relacionada al encuentro con
Jesucristo, sino todo lo contrario.
b. La oración cristiana es siempre auténticamente personal individual y
al mismo tiempo comunitaria; rehúye técnicas impersonales o
centradas en el yo.
c. No existe el concepto de pecado en la Nueva Era, sino más bien de
conocimiento imperfecto, y su remedio es la iluminación, que se logra
por medio de determinadas técnicas psicofísicas mediante la
indagación de la interioridad.
d. La oración cristiana en el seguimiento del Señor. Asume el sufrimiento,
el dolor propio y ajeno. En cambio, las técnicas de meditación de la
Nueva Era pretenden liberar al alma espiritual del mundo fenoménico
del tiempo, espacio y cambio; el mal se identifica con el sufrimiento y
las miserias de este mundo.

c) VFVF b) FVVF c) VFFF d) VVVF e) VVVV


Bibliografía
1. Catecismo de la Iglesia Católica CEC
2. https://www.cursocatolico.com/la-vida-del-cristiano/la-oracion/
3. Contenido original «La Oración», accesible en:
«https://www.cursocatolico.com/la-vida-del-cristiano/la-oracion/». Propiedad
de Curso Católico «www.cursocatolico.com», bajo la licencia CC by-nc-nd
4.0.
4. Ferro Terrén, José Ignacio, La oración cristiana y la Nueva Era, Sapientia
Vol. LXIX, Fasc. 234, 2013.
http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/oracion-cristiana-
nueva-era.pdf
TEMA 2

VIDA DE ORACIÓN

OBJETIVO: Dar a conocer la imperante necesidad de iniciar y mantener una vida


de oración.
I. SIN ORACIÓN NO HAY VIDA
Después de haber conocido lo que es la oración, sus características y las diversas
formas de oración, es conveniente que todo lo aprendido no solo quede en el campo
del conocimiento, sino más bien sea parte de la experiencia y la vida cotidiana. En
este sentido, debemos considerar aquí que la oración debe convertirse en una
necesidad irrenunciable en nuestra vida, tanto como el aire que respiramos para
seguir viviendo. Precisamente, la oración nos abre el camino para vivir cada día un
nuevo bautismo en el Espíritu Santo.
«Quien reza se salva, quien no reza se condena», nos enseña san Alfonso María
de Ligorio, doctor de la Iglesia, santo patrón de los moralistas, fundador de la
congregación de los Redentoristas.
Uno, como humano, puede caer. Somos pecadores, pero si uno reza, va a
reaccionar e irá a confesarse; pero quien no reza, su conciencia poco a poco se va
anestesiando, se va endureciendo y ya no reacciona porque se complace en el
pecado, y quien se complace en el pecado está ya en camino de condenación.

II. ¿CÓMO DEBEMOS ANHELAR A DIOS?


Cierta vez, un monje del desierto, al ser preguntado por su discípulo ¿cómo
podemos anhelar a Dios?, ¿cómo nosotros debemos aspirar a Dios?, ¿cómo
nosotros podemos tener necesidad de Dios?, este llevó al discípulo a un río y ambos
se introdujeron en él. Inicialmente se mojaron los pies y, mientras más se
internaban, el agua les llegó hasta las rodillas, a la cintura, luego al pecho… casi les
cubría los hombros, en ese instante el maestro cogió la cabeza del discípulo y lo
sumergió en el agua. Naturalmente, luego de unos segundos el discípulo quiso salir
del agua para respirar, pero el maestro lo sujetaba con fuerza, y el discípulo
desesperado seguía haciendo esfuerzos denodados para salir del agua. Pero el
maestro con mucha más fuerza que antes le seguía sujetando firmemente la
cabeza, impidiendo que el discípulo pueda levantar la cabeza para respirar. Al pasar
así más de un minuto, el discípulo, ya casi sin aire, hace un último intento para sacar
la cabeza del agua y se impulsa con toda su fuerza, y esta vez el maestro lo suelta
y le permite respirar. El discípulo respiró todo el aire circundante y volvió a la vida,
por decirlo así. Una vez fuera del río el maestro le preguntó: “¿Con cuánta fuerza,
con cuánta gana, con cuánta necesidad, con cuánto anhelo, deseabas salir del
agua?”. El discípulo respondió: “Con todas mis fuerzas, con todas mis ganas, como
que, si no salía me moría”.
Entonces el maestro le dijo al discípulo: “Pues bien, con todas esas ganas, con todo
ese ímpetu, con todas esas fuerzas, con esa tremenda necesidad que tenías de
respirar aire para seguir viviendo, así, de esa manera, tú debes anhelar a Dios”. Así
como sin el aire no podemos vivir, pues sin Dios tampoco podemos vivir en orden a
la vida eterna. Y precisamente en la oración es donde nos alimentamos, donde nos
nutrimos, donde respiramos a Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos.
La oración es una necesidad vital del alma, como es vital para el cuerpo la necesidad
de respirar. “Es necesario acordarse de Dios más a menudo que de respirar” (San
Gregorio Nacianceno, or. theol. 1, 4).
La experiencia y ejemplo de los santos, de las almas profundamente espirituales,
es un testimonio formidable, activo, vital de la necesidad de la oración para llegar a
la santidad. Decía san Vicente de Paul: “No Hay ciertamente cosa más útil que la
oración. Por lo que debemos concebir grande estima y amor de ella y poner toda
diligencia para hacerla bien”.

III. ¿POR QUÉ LA ORACIÓN ES DE NECESIDAD VITAL?

1. Porque vida y oración son inseparables, son una unidad. Esto se


observa en la vida de Jesús, que fue un hombre de oración continua e
intensa junto al Padre. San Juan nos recuerda lo que Jesús dijo: «Padre
justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido […] Yo les he dado
a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con
que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos» (17,25-26). «Para que
todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean
uno en nosotros, …» (17,21). Jesús necesitaba desentrañar los secretos de
su corazón con su Padre, y por ello los evangelios narran que pasaba mucho
tiempo en oración. Cuando terminaba su quehacer diario, se retira en
soledad a comunicarse con su Padre (Cfr Mc 1,35; 6,46; 14, 32.35.39; Mt
14,23; 26,36; Lc 6,12; 9,28).

En los momentos claves de su vida, se sumergía en oración durante largas


horas. Podemos ver cómo en la noche más importante de su vida en orden
a nuestra salvación, Jesús nuestro Señor fue al Huerto de Getsemaní (Cfr.
Lc 22, 39-46) y se puso a orar de rodillas, abriendo su corazón al Padre y
pasó allí largas horas de agonía en presencia de su Padre, hasta que por fin
pudo reposar en sus brazos e incólume continuar con la obra salvífica y su
entrega cruenta por amor a cada uno de nosotros. Así, en la oración podemos
abandonarnos en los brazos misericordiosos de Dios Padre, podemos
desentrañar los secretos de nuestro corazón, cuando nos sentimos
cansados, atribulados, cuando estamos pasando por la prueba, y sentimos
que se nos acaban las fuerzas. En la oración escuchamos las palabras de
Jesús que nos dice: “Vengan a mí todos los que están fatigados y
sobrecargados, y yo les daré descanso” (Mt 11, 28)
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: «El tentador hace todo lo posible
por separar al hombre de la oración, de la unión con su Dios. Se ora como
se vive, porque se vive como se ora. El que no quiere actuar habitualmente
según el Espíritu de Cristo, tampoco podrá orar habitualmente en su
Nombre» (CEC 2725).
El Papa Francisco, en su homilía del 16 de febrero del 2016 explica esto:
«Dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo
rezas; porque mostrándome cómo rezas, aprenderé a descubrir el Dios que
vives y, mostrándome cómo vives, aprenderé a creer en el Dios al que
rezas», porque nuestra vida habla de la oración y la oración habla de nuestra
vida. A rezar se aprende, como aprendemos a caminar, a hablar, a escuchar.
La escuela de la oración es la escuela de la vida y en la escuela de la vida
es donde vamos haciendo la escuela de la oración.

2. Porque es una recomendación divina. Nuestro Señor Jesucristo nos dice


que es preciso «…orar en todo tiempo y no desfallecer» (cfr Lc 18,1).
Asimismo, aquí debemos entender que orar en todo tiempo implica orar toda
la vida y con perseverancia. Si Dios nos lo manda es porque podemos llegar
a ser personas de oración. “Dios no manda imposibles; y al mandarnos una
cosa, nos avisa que hagamos lo que podamos y pidamos lo que no podamos
y nos ayuda para que podamos” (S. Agustín, De natura et gratia c.43 n.50:
ML 44,271 y D804).

3. Porque separados de Dios nada podemos hacer. Jesús nos dice


«…separados de mí no podéis hacer nada» (Cfr Jn 15,5). Pues somos
tremendamente necesitados y no podemos hacer nada si no lo hacemos con
el Señor. Es necesario entonces clamar y pedir el auxilio de Dios en cada
momento de nuestra vida. Por lo tanto, no podemos vivir la vida sin orar.
Orar es entrar en la presencia de Dios, es percibir el amor de Dios, sentir
que hay un Dios que camina conmigo de noche y de día. Es sentir que
cuando estoy atravesando un momento duro, allí está Dios para levantarme,
para ayudarme y para hacerme descubrir la fuerza de su amor. Orar es
levantar cada día los ojos y reconocer la majestad, la grandeza de Dios, pero
también reconocer nuestra pequeñez, nuestra necesidad de fortaleza para
vencer las tentaciones y así recibir el auxilio que sólo nos viene de Dios.

“Alzo mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi auxilio?


Mi auxilio viene de Yahvé, que hizo el cielo y la tierra” (Sal 121,1-2).

4. Porque debemos ser santos. Pedro, en su primera epístola, nos dice:


«Sean santos porque yo soy santo» (1Pe 1,15-16), y una de las formas de
llegar a la santidad es la configuración con Jesucristo, es decir nuestra
cristificación: «Reproducir en nosotros los mismos sentimientos de Cristo
Jesús» (Flp 2,5), y es el Espíritu Santo quien va conformándonos con la
imagen de Jesucristo en nuestra vida, y esto se hace también por medio de
la oración. Dios, como el divino alfarero, va formándonos según la imagen
de Jesucristo. Para santa Teresa de Ávila, maestra de la vida espiritual, la
oración es el todo. Según ella, el alma que no hace oración está perdida y
jamás llegará a la santidad.

5. Porque debemos descubrir la voluntad de Dios para nuestra vida. Y eso


se logra mediante la oración. «Porque solo yo sé los planes que tengo para
ustedes, oráculo del Señor, planes de prosperidad y no de desgracia, pues
les daré un porvenir lleno de esperanza» (Jr 29,11). Pues en la oración
pedimos al Señor que abra nuestros ojos y oídos espirituales para escuchar
su voz. La oración no es tanto para pedir que Dios haga lo que nosotros
queremos, sino más bien para hacer nosotros lo que Dios quiere en nuestra
vida. La oración más poderosa es la que consigue que yo haga lo que Dios
quiere.
La oración cristiana es, en último término, una oración en el Espíritu Santo:
en el Espíritu del Padre y del Hijo (Cfr Rm 8, 26-27; 16,15). Dejarse guiar por
él es abandonarse en la voluntad del Padre, objetivo definitivo de la oración
de Jesús, y ser llevado a la experiencia más profunda de la oración.

6. Porque debemos ser dóciles al Espíritu Santo. Solo a través de la oración


vamos haciéndonos más sensibles y más dóciles a las inspiraciones del
Espíritu Santo, abiertos a los dones y carismas que nos regala. Vamos
permitiendo al divino Santificador que vaya haciendo su obra en nuestra
vida. Es más, es el mismo Espíritu Santo quien conduce nuestra oración. Si
vivimos en el Espíritu, debemos dejarnos conducir por el Espíritu Santo. Así,
iniciamos y continuamos un camino de conversión permanente.
7. Porque solo en Jesucristo encontramos nuestra realización plena. El
hombre en Jesucristo encuentra su realización plena y verdadera, pues en
Cristo fueron creadas todas las cosas, y solo en Cristo y en nadie más, el
hombre encuentra su plenitud (Cfr. Col 1,16.19). La oración nos va
descubriendo el misterio de Jesucristo y nos va uniendo progresivamente
con Dios Padre, como lo vivió el mismo Jesús. Sin embargo, esta unión con
el Padre no le impedía estar unido a sus hermanos: Jesús, en medio de su
íntima unión, vivía en continua atención a la gente: predicaba, consolaba,
sanaba. El afirmó: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en
abundancia” (Jn 10, 10b). La oración nos capacita para servir a nuestros
hermanos.

IV. NECESITAMOS PERSEVERAR EN LA VIDA DE ORACIÓN


El Señor nos llama a una vida de oración porque es la fuente de una infinidad de
bienes para nosotros. Nos transforma íntimamente, nos santifica, nos sana, nos
permite conocer y amar a Dios, nos hace fervorosos y generosos en el amor al
prójimo. Es pues vital perseverar en la vida de oración. “Quien persevere en el
ejercicio de la oración, por muchos pecados y caídas, y por más que el demonio de
mil modos le tiente, tenga por cierto que el Señor, tarde o temprano, le sacará del
peligro y conducirá al puerto de la salvación”, decía santa Teresa de Ávila.

Para perseverar en la oración, son necesarios dos elementos: primero, tener


confianza en nuestro Señor y segundo, dejarse conducir por el Espíritu Santo, con
mucha humildad.

1. Tener confianza en nuestro Señor. Él llama a todos a tener esta relación


de amistad y amor con Él. Él es el Buen Pastor, que conduce sus ovejas a
los eternos collados, para que se apacienten con la Palabra divina. De lo alto
de estas colinas mana la fuente de agua viva de la que le habla a la
samaritana, pecadora: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te
dice: Dame de beber, tú le habrás pedido a él, y él te habría dado agua viva"
(Jn 4, 10). Y en Jerusalén un día de fiesta, Jesús puesto en pie, gritó: “Si
alguno tiene sed, que venga a mí y beberá el que cree en mí, como dice la
Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva”. Esto lo decía refiriéndose
al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él" (Jn 7, 38-39a).
El Espíritu Santo que nos ha sido enviado, que se nos da con la virtud de la
caridad en el bautismo sacramental, ha sido reavivado en nuestras vidas por
el bautismo en el Espíritu, y se nos ha dado por guía interior y consolador, a
fin de que nos haga penetrar y gustar el sentido íntimo del Evangelio: "El
Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, se lo
enseñara todo y les recodará todo lo que yo les he dicho" (Jn.14, 26).

Este regalo aconteció con los apóstoles el día de Pentecostés, y en nosotros,


aunque de distinto modo, el día de nuestra confirmación. San Juan escribe a
todos los fieles, en su primera epístola, 2, 20-27: “Y en cuanto a ustedes, la
unción que de él han recibido permanece en ustedes y no necesitan que
nadie los enseñe”.
San Pablo dice asimismo (Rm 5, 5): “El amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. El Espíritu
Santo reside pues en todos los justos, en todos los cristianos en estado de
gracia.

Mas no lo hace para permanecer ocioso, sino para obrar. El Espíritu Santo
dinamiza nuestra vida espiritual, y su enseñanza nos la da mediante los siete
dones, que son disposiciones infusas permanentes que aseguran nuestra
docilidad para con Él y mediante gracias temporales como son los carismas.
Tales disposiciones aumentan y se refuerzan por la caridad. Si no
escuchamos con mayor atención las santas inspiraciones del Espíritu Santo,
significa que nos escuchamos más a nosotros mismos y que no tenemos
ferviente deseo que reine totalmente en nosotros. Por tanto, para perseverar
en la oración hemos de poner absoluta confianza en nuestro Señor Jesucristo
y en el divino Espíritu que nos envió.

2. Dejarse conducir por el Espíritu Santo, por el camino que él mismo nos ha
marcado. Existe indudablemente la vía común e indispensable, que es la de
la humildad y de la conformidad en la voluntad de Dios, pues todos debemos
orar al menos como el publicano. El buen Pastor conduce a sus ovejas como
lo juzga conveniente. Guía a unas por el camino de las parábolas, a otras por
vía del razonamiento, por medio de la alabanza, y a las de más allá, a través
del misterio de la fe, les da la intuición inmediata, la amplia vista de conjunto
que son patrimonio de la sabiduría. A veces deja a algunos, durante largo
trecho, en pasos dificultosos y cubiertos de maleza, para hacerlas fuertes y
aguerridas. La misma Santa Teresa, a lo largo de muchos años vivió una
gran aridez, tiempo en el que tuvo que valerse de un libro de oraciones para
meditar, y la meditación le parecía eterna.

Es necesario, dejarse guiar por el Espíritu Santo en el camino que Dios nos
señala; y aunque la sequedad se prolongue, debemos comprender que ésta
no proviene de la tibieza, mientras no nos dejemos llevar por el deleite de las
cosas terrenas y dure en nosotros el anhelo del crecimiento espiritual.
Por el contrario, tales arideces son muy útiles, así como el fuego seca la
madera antes de encenderla. Son necesarias para secar y rebajar nuestra
sensibilidad viva en exceso, fogosa, exuberante y alborotada, para que se
calme y guarde docilidad al Espíritu; para que en nosotros se acreciente un
intenso y puro amor de caridad, por sobre las emociones pasajeras.

V. ORACIÓN EN EL ESPÍRITU
Es muy importante también considerar como una gracia de crecimiento espiritual, la
oración en el Espíritu, la oración o canto en lenguas, que va introduciéndonos, por
decirlo así, en el corazón misericordioso de Dios, ya que el mismo Espíritu ora por
nosotros con sonidos inefables. Asimismo, también es muy útil para luchar contra
las tentaciones y vencer las dificultades que se presenten en el camino. De todos
los carismas, el don de lenguas es aquel que más nos aprovecha en el crecimiento
espiritual.

El objetivo de la oración es el encuentro con Cristo vivo y resucitado, encontrarse


verdaderamente con quien sabemos nos ama. Y el Espíritu Santo está dispuesto a
llevarnos en ese propósito por el camino que más conviene a nuestra naturaleza, a
nuestro temperamento y a nuestra historia. Debemos ser muy dóciles a sus
inspiraciones e ir descubriendo cuál es la forma de oración que más nos ayuda en
nuestro crecimiento espiritual. En la profundidad de la oración, en el silencio de
nuestro interior, en la contemplación, en el gozo de percibir su presencia viva de
Padre amoroso, uno se siente en sus brazos, mejor que en ningún lugar del mundo.
Todo pierde valor, pero a la vez todo adquiere sentido. En este punto, en el fondo
de nuestro ser se produce nuestra transformación, y el Espíritu Santo va haciendo
su obra santificadora en nuestras vidas.

Por esto todo carismático que aspire a la santidad debe tener una vida de oración
personal, un tiempo exclusivo en donde se encuentre a solas cada día con el amor
de los amores. No hay otra forma. La oración es lo único que nos mantiene unidos
a Dios. Si no hay oración, no hay nada.
Una persona de oración es capaz de todo. Un momento de oración puede darnos
mayores luces que diez años de estudio. Un día preguntó santo Tomás a san
Buenaventura en qué libros había adquirido tanta sabiduría. Y este, mostrándole un
crucifijo, respondió: “Aquí es donde he aprendido todo cuanto sé”.

La acción santificadora del Espíritu Santo nos hace hijos de Dios en Cristo Jesús y
nos conduce a experimentar su gracia en todo nuestro ser. Nos introduce en el
misterio y el conocimiento de Jesús, Hijo de Dios, y derrama su amor en nuestros
corazones.
Es de este modo como se va produciendo, por la acción del Espíritu, la
transformación íntima en Cristo, tanto de manera personal como comunitaria. (Esto
ocurre en cada una de las reuniones del grupo de oración: se pide al Espíritu Santo
una unción especial, intensa, transformante. El Espíritu Santo jamás termina de
invadirnos con su gracia. Siempre hay en nosotros zonas oscuras que su influjo no
ha tocado aún o que no ha profundizado su acción en ellas).

Es pues necesario resaltar aquí la importancia que tienen nuestros grupos de


oración en nuestra santificación, ya que ellos nos llevan a un encuentro personal
con Jesús, a un crecimiento en la intimidad con Él, y a una manifestación
comunitaria de la acción vivificadora del Espíritu Santo en nuestras vidas.

Frases de santos respecto a la oración

“¡Oh Trinidad eterna! Tú eres un mar sin fondo en el que, cuanto más me hundo,
más te encuentro; y cuanto más te encuentro, más te busco todavía. De ti jamás se
puede decir: ¡basta! El alma que se sacia en tus profundidades, te desea sin cesar,
porque siempre está hambrienta de ti, Trinidad eterna; siempre está deseosa de ver
tu luz en tu luz” (Santa Catalina de Siena, Diálogos, 2).
“Las almas que no tienen el ejercicio de la oración son como cuerpo paralítico y
estropeado, el cual, aunque tiene manos y pues no puede servirse de ellos. Por lo
que, dejar la oración, me aparece lo mismo que perder el buen camino; pues siendo
la oración la puerta por donde salen todas las gracias que de Dios nos vienen,
cerrada ésta no sé cómo nos irá” (Santa Teresa).
“Una onza de oración hecha en medio de la desolación, pesa más delante de Dios
que cien libras, cuando está acompañada de consuelos interiores” (San Francisco
de Sales).
“Dios, tú mi Dios, yo te busco, mi ser tiene sed de ti,
por ti languidece mi cuerpo, como erial agotado, sin agua” (Sal 63,1).
ACTIVIDADES PROPUESTAS
1. Encontrar cuál es la forma de oración que más conviene según las
características particulares de cada uno, y plantear un camino de oración
permanente. Confirmar la hora, el tiempo, el lugar y la forma de oración
personal.
2. Realizar una investigación de la reflexión de santo Tomás de Aquino, en la
cual afirma que, según la Palabra de Dios, hay una oración que cumpliendo
ciertas condiciones obtiene lo que pide con toda seguridad.

TAREA

1. Evalúa los enunciados siguientes y marca la alternativa correcta.


I. La oración debe convertirse en una necesidad irrenunciable en
nuestra vida.
II. La oración no es del todo necesaria en nuestra vida.
III. La oración debe hacerse cuando uno tenga tiempo.
IV. Mantener una vida de oración es posible con la ayuda del Espíritu
Santo.

a) VFVF b) VVFF c) VFFV d) FVFV

2. «Quien reza se salva, quien no reza se condena», nos enseña san Alfonso
María de Ligorio. Evalúa las siguientes expresiones y marca la alternativa
correcta:
I. La oración te salva, aunque llevemos una vida de pecado
II. Lo importante es portarse bien más que la oración
III. La oración nos ayuda a vencer el pecado
IV. Quien vive en el pecado está ya en camino de condenación

a) FFVV b) VVFF c) VFFV d) FVFV

3. “Es necesario acordarse de Dios más a menudo que de respirar” (san


Gregorio Nacianceno). Evalúa la siguientes expresiones y marca la
alternativa correcta:
I. Sin la oración no se puede vivir en orden a la vida eterna.
II. La oración es a la vida sobrenatural lo que el alimento para la vida
material.
III. Debemos anhelar a Dios con todas las fuerzas de nuestra alma.
IV. Con la oración voy conociendo cada día más a Dios.
a) FFVV b) VVVV c) VFFV d) FVFV

4. ¿Por qué la oración es de necesidad vital?


I. Jesús mismo nos pide «…orar en todo tiempo y no desfallecer» (Cfr
Lc 18,1).
II. Porque Jesús mismo era un hombre de oración.
III. Porque la oración no nos une con Dios.
IV. Porque Jesús mismo nos dijo: “Vengan a mí todos los que están
fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso” (Mt 11, 28).

a) FFVV b) VVVV c) VVFV d) FVFV

5. «El tentador hace todo lo posible por separar al hombre de la oración, de la


unión con su Dios. Se ora como se vive, porque se vive como se ora. El que
no quiere actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo, tampoco podrá
orar habitualmente en su Nombre» (CEC 2725).
I. Al enemigo no le importa si oramos o no oramos.
II. El Espíritu de Cristo es el Espíritu de Dios.
III. La oración une a Dios con el hombre.
IV. Para orar en nombre de Jesús no es necesario pedir el Espíritu
Santo.

a) FVVF b) VVVV c) VVFV d) FVFV

6. Si vivimos en el Espíritu, debemos dejarnos conducir por el Espíritu Santo.


I. Por medio de la oración vamos haciéndonos más sensibles y más
dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo, recibimos dones y
carismas.
II. Es el Espíritu Santo el que nos hace santos.
III. Es el mismo Espíritu Santo quien viene en nuestro auxilio en la
oración.
IV. No necesitamos al Espíritu Santo para orar.

a) VVVF b) VVVV c) VVFV d) FVFV


7. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,
10b).
a. Solo en Cristo todo hombre puede encontrar su felicidad.
b. La verdadera vida en abundancia solo la puede dar Cristo.
c. Es posible vivir a espaldas de Cristo.
d. La oración nos va descubriendo el misterio de Cristo.
a) VVVF b) VVVV c) VVFV d) FVFV e) VFFV

8. “Quien persevere en el ejercicio de la oración, por muchos pecados y


caídas, y por más que el demonio de mil modos le tiente, tenga por cierto
que el Señor, tarde o temprano, le sacará del peligro y conducirá al puerto
de la salvación”, decía santa Teresa de Ávila. Podemos afirmar:

I. La oración es fuente de infinidad de bienes para nosotros.


II. La oración nos santifica.
III. Dios nos transforma íntimamente en la oración.
IV. Dios tiene misericordia de los que acuden a él.

a) VVVF b) VVVV c) VFVV d) FVFV

9. Al respecto de la oración:

I. Es necesarios dejarse guiar por el Espíritu Santo.


II. Todo carismático que aspire a la santidad, debe cultivar una vida de
oración.
III. Nuestra oración debe ser abierta a los carismas.
IV. Una persona de oración es capaz de todo.

a) VVVF b) VVVV c) VVFV d) FVFV e) VFFV

10. Evalúa los siguientes enunciados:

I. Nuestros grupos de oración no son importantes en nuestra


santificación.
II. Nuestros grupos de oración nos llevan a un encuentro con Jesús.
III. Por la oración el Espíritu Santo va haciendo su obra santificadora
en nuestras vidas.
IV. No es necesario ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo.

a) FVVF b) VVVV c) VVFV d) FVFV


BIBLIOGRAFÍA
1. Biblia de Jerusalén Latinoamericana. Desclée De Brouwer, 2013.
2. Ignacio Larrañaga, Muéstrame Tu rostro. Ediciones Paulinas, Santiago de
Chile. Pág. 20, 1979.
3. R. Garrigou Lagrange, Las tres edades de la vida interior. Ediciones Palabra,
Madrid, 1988.
4. Antonio Royo Marín, Teología de la Perfección Cristiana. BAC, Madrid, 1994.
5. Benigno Juanes, Oración Personal. Santo domingo, 1997.
6. Karl Rahner, S.J., De la necesidad y don de la oración. Ediciones Mensajero,
Bilbao, 2004.
7. Jacques Philippe, Tiempo para Dios. Guía para la vida de oración. Patmos,
14° edición.2009.

………………………….
TEMA 3

LA ORACIÓN EN LA IGLESIA

OBJETIVO: Dar a conocer que el Pueblo de Dios nace y se fortalece en la oración.


La comunidad de los cristianos (Iglesia) nace en la oración. Los Hechos de los
Apóstoles narran que mientras los primeros cristianos (María, los apóstoles, los
discípulos y las mujeres que seguían a Jesús) estaban en el Cenáculo a la espera
del Espíritu Santo prometido por Jesús, “todos con un mismo corazón, eran asiduos
a la oración” (Hch 1,14).

Todos los grandes momentos de la comunidad (Iglesia) eran preparados con la


oración. La comunidad, antes de elegir un nuevo apóstol que ocupara el lugar de
Judas, se recogió en oración: “Oh Señor tú que conoces los corazones de todos,
haznos saber a cuál has elegido para continuar la misión de apóstol” (Hch 1,24).
También, cuando se ordenó a los primeros siete diáconos, la comunidad presentó
ante los apóstoles a los siete hombres y los apóstoles, habiendo hecho oración, les
impusieron las manos y los ordenaron diáconos (Hch 6,6).
Cuando Pablo y Bernabé tuvieron que partir al primer viaje misionero, los apóstoles
“después de haber ayunado y rezado, les impusieron las manos y los hicieron partir”
(Hch 13,3).
Vemos de esta manera cómo la oración es de vital importancia en la comunidad de
los primeros cristianos.

Hermanos: hay una unidad inseparable entre la oración y la vida. La vida nos lleva
a la oración y la oración nos lleva a la vida. La verdadera oración cristiana nos
compromete con la vida y con los hermanos. Por eso, cuando un cristiano ora, ora
toda la Iglesia, ya que ora unido a la cabeza que es Cristo y a los otros miembros
que forman la Iglesia. Es reconfortante pensar que aun cuando uno ora en la
soledad de su habitación, en lo alto de la montaña o solo junto al Sagrario, es toda
la Iglesia la que ora con uno; mi voz dirigida al Padre, se hace voz de toda la Iglesia.

LA ORACIÓN EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS

I. La oración en el Antiguo Testamento


La historia del pueblo de Israel también es historia de orantes. Generaciones de
creyentes han encontrado aliento en personas como Abraham, Moisés, Elías,
Jeremías, Isaías, Ana, Esther, David, Salomón. Ellos eran modelos de oración
para toda circunstancia.

En el Antiguo Testamento se presentan ejemplos y situaciones de oración, que


incluyen textos en los que es posible “aprender” a orar. Por ejemplo, los Salmos
desde el principio fueron oraciones pensadas para que también otras personas
pudieran hacerlas suyas orando, siendo esta la razón por la que se empezaron
a recopilarse.

Por razones de espacio, es imposible presentar aquí los numerosos pasajes


bíblicos que hablan de oración o en los que se reproducen oraciones, por lo que
a modo de ejemplo hemos seleccionado algunos personajes y algunos textos.

1. Moisés: intercesor, cantor, amigo íntimo de Dios


Moisés es valorado como intercesor, dejando claro que el profeta es quien
intercede por su pueblo, es quien fundamentalmente “da la cara” por él, por lo
que Moisés se constituyó como modelo de los profetas. Aquí trataremos tres
escenas importantes en las que interviene Moisés:

a. La guerra de los amalecitas. Moisés reza con “los brazos levantados”, pues
como la batalla se alarga, Aaron y Jur le sostienen los brazos. La victoria de
Israel se atribuye a la oración de Moisés (Éxodo 17,8-16).
La interpretación cristiana ve en Moisés una prefiguración de Jesucristo. Justino
interpreta la oración de Moisés como efecto anticipado de la muerte de Cristo
en la cruz2.
Hermanos, la victoria no solo se consigue ejercitando la autodisciplina,
sino intensificando la relación con Dios. Moisés y su oración intensa fue
entendido como ilustración del vínculo íntimo entre oración y actividad; sin
oración, el apostolado, la misión es superficial, es vacío.

b. Moisés intercede por Miriam. Después de que Mirian contrajera la lepra a


causa de la rebelión contra su hermano (cfr. Nm 12,13).

c. Moisés intercede por el pueblo de modo especial. A raíz del escándalo


del becerro de oro. “Me postré, pues, ante Yahveh estuve postrado cuarenta
días y cuarenta noches, porque Yahveh había hablado de destruiros. Supliqué
a Yahveh y dije: “Señor Yahveh, no destruyas a tu pueblo, tu heredad, que tú
rescataste con tu grandeza y que sacaste de Egipto con mano fuerte”” (Dt 9,25-
26). Además, Moisés vincula su suerte a la del pueblo: “Te ruego que perdones
su pecado. Si no, bórrame del libro donde tienes inscritos a los tuyos” (Ex 32,32).

En el Antiguo Testamento, Moisés también es considerado “cantor”. En el


capítulo 15 del libro del Éxodo figura el primer canto que se recoge en la Biblia,
acompañado con instrumentos y danzas, y este es considerado como un modelo
para la oración comunitaria de acción de gracias, unida a la oración suplicante
de Moisés.

A Moisés, por su oración y su condición especial de modelo de todos los profetas,


el Antiguo Testamento lo considera “amigo de Dios”, pues habla con Dios y Dios

2
Justino, Diálogo con Trifón 90.4.
habla con él: “Como un hombre habla con un amigo”, con notable confianza (Ex
33,11).

2. Daniel: predilecto para Dios


Daniel destaca la fidelidad a la ley mosaica de los tres jóvenes en medio de un
ambiente pagano de la corte babilónica. También, hace notar que Dios tiene
especial protección a quienes le son fieles en las circunstancias adversas. La
vida de estos jóvenes se desarrolla en tiempos de Nabucodonosor.

El libro de Daniel da especial testimonio de la oración regular (tres veces al día),


incluso en contra de la prohibición por parte del Estado. Asimismo, transmite
varios textos oracionales, tres de los cuales tienen un lugar fijo en la oración
litúrgica de las horas y son:

a. Daniel 3,26-45. La confesión de culpa se presenta unida a la súplica de


redención: “Tú Señor, eres el único Dios, glorioso en toda la tierra” (v.45). Se
canta en las laudes del martes de la semana IV.

b. Daniel 3,52-56. Alabanza que se canta cada dos domingos en las laudes
matutinas del domingo II y IV: “Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres,
alabado y exaltado eternamente. Bendito sea tu santo y glorioso Nombre,
cantado y exaltado eternamente. Bendito seas en el templo de tu santa gloria,
cantado y alabado eternamente. Bendito seas en el trono de tu reino, cantado y
glorificado eternamente. Bendito seas tú, que sondeas los abismos, que te
sientas sobre querubines, alabado y ensalzado eternamente. Bendito seas en
el firmamento del cielo, alabado y glorificado eternamente”.

c. Daniel 3,57-90. Alabanza a la creación entera, pasando desde los ángeles,


las estrellas, las fuerzas de la creación inanimada, los elementos de la tierra, los
animales y los seres humanos: “…bendecir al Señor, ensalzarlo por siempre”.
Canto en las laudes del domingo I y III.
Daniel, al terminar su oración, escucha de boca del arcángel Gabriel que es
“predilecto para Dios” (Dn 9,23). La persona orante es, pues, deseada y querida
por Dios, valiosa para Él.

3. Ana y Ester, mujeres de oración


Entre las mujeres orantes del Antiguo Testamento mencionaremos solo a dos:
Ana, la madre de Samuel, y la reina Ester.

a. De Ana tenemos dos oraciones. La primera es una súplica fervorosa para


que se le conceda un descendiente varón, asociada a la promesa de
“consagrarlo para el Señor” (1Sm 1,10-13). Esta oración es solo señalada, pues
no se puede reproducir de forma literal: “Ana oraba para sí; movía sus labios,
pero no se oía su voz”. La interioridad de esta oración era insólita al punto que
el sacerdote Elí “creyó que estaba ebria”.
La segunda es la alabanza de Ana a Dios por el hijo concedido (1Sm 2,1-10).
Se trata de la oración más larga de una mujer en la Biblia hebrea. Ana no solo
reconoce el haber sido escuchada en su necesidad concreta, sino que además
reconoce la singularidad de Dios: “Yahveh levanta del polvo al desvalido y de la
mugre saca al pobre para que pueda sentarse con los grandes y ocupar un lugar
de privilegio. Yahveh ha hecho los pilares de la tierra y sobre ellos ha puesto el
universo”. Esta alabanza, por su forma y contenido, se asemeja con la oración
del Magníficat de María, y se canta en el oficio matutino del miércoles de la
semana II.

b. La oración de la reina Ester. Es una oración de petición en una situación de


peligro de extinción. Ester representa al pueblo de Israel humillado, que no tiene
más defensor que a Yahveh: “¡Oh Señor, nuestro rey, tú eres el Único! Ven,
pues, en mi socorro, que estoy sola y no tengo otra ayuda sino a ti, ahora que
mi vida está en peligro […] ¡Acuérdate Señor, déjate ver por nosotros, ahora que
sufrimos! Y a mí dame valor, Rey de los dioses, tú que estás sobre toda
autoridad. Pon en mi boca palabras armoniosas cuando encare al león, y haz
que su corazón odie al que nos persigue para que muera con todos sus
secuaces. Sálvanos con tu mano y ven a socorrerme, que estoy sola, pues yo
no tengo a nadie más que a ti. Tú que conoces todo lo que pasa […] Oh Dios,
que superas a todos en poder, escucha la voz de estos desesperados; líbranos
de las manos de los malos, y a mí quítame el miedo que me embarga” (Ester 4).

En la espiritualidad cristiana, Ester es vista como prefiguración de la virgen


María, quien puso no solo su oración, sino su vida entera al servicio de la
salvación que viene de Dios.

4. Oración con los Salmos en la Iglesia


Los Salmos se compusieron para ser rezados y cantados, no para ser leídos. Al
ser cantados en clima de oración emanan toda la riqueza que encierran. Los
Salmos son la voz del Espíritu en nosotros, porque “no sabemos orar como
conviene” (Rm 8,26), no sabemos qué decir, nos falta inspiración. Pero “el
Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad” e inspira nuestra oración. En los
Salmos, Dios pone en nuestros labios las palabras que le gustaría escuchar de
nosotros, porque sabe que esas palabras nos ayudarán, porque en los Salmos
sale a la luz todo cuanto vive la persona humana: las alegrías, las necesidades,
los miedos, las pasiones; pero todo queda puesto ante de Dios.3 “Rezar con los
Salmos es rezar a Dios con las palabras de Dios” 4.
El libro de los Salmos o el Salterio, como también es llamado, es quizás el libro
más importante del Antiguo Testamento, y es el libro más utilizado en la liturgia
de la Iglesia. Los que acuden diariamente a la Eucaristía y rezan la liturgia de las
horas, rezan al menos seis salmos diarios. Y en los monasterios se rezan por lo
menos 20 salmos diarios. Ningún otro libro de la Biblia se lee todos los días, pues
hasta los Evangelios se leen solo en la Eucaristía.

3
Manuel Martín Moreno – Orar con los Salmos – 2011.
4
G.-D. Mailhiot, El libro de os Salmos – Madrid 2005.
También podemos decir5 que:
a. Jesús es protagonista de los salmos. La tradición enseña y atestigua que
los salmos son un medio excelente para revestirse de Cristo (cfr. Rm 13,14)6.
b. Jesús es cantor de los salmos. San Agustín llama a Jesús “admirable
cantor de los salmos”, porque en ellos encontró una fuente de inspiración
para expresar sus vivencias profundas o para aclarar los sucesos de su
ministerio.
c. Los Salmos era el libro de oración de María. San Lucas presenta el
Magníficat de María como un popurrí de textos de los Salmos. María estaba
tan compenetrada con ellos que, cuando oraba, le brotaba espontáneamente
retazos de los salmos.

¿Cómo orar un salmo? Ejemplo, Salmo 27 (26) 1-6:

“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?


El Señor es la defensa de mi vida ¿Quién me hará temblar?
Cuando los malos se lanzan sobre mí para comer mi carne,
ellos, mis enemigos y contrarios, tropiezan y mueren.
Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla,
si me declaran la guerra me siento tranquilo.
Solo una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo.
Él me protegerá en su tienda el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca,
y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda haré sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor”.

Este salmo tiene 14 versos, pero para nuestro objetivo solo hemos
considerado los seis primeros. En él encontramos cuatro imágenes como:
a. Imagen guerrera: enemigos, ejércitos acampando, declarando la guerra.
En este contexto el Señor es salvación, es defensa, es refugio, nos da
seguridad.
b. Imagen de hospedaje: perseguidos, pedimos refugio en la tienda del
Señor y él nos acoge y nos cobija.
c. Imagen de lugar de culto: la tienda no solo sirve de escondite, sino de
lugar donde se pueden ofrecer sacrificios, cantos y salmodiar.
d. Imagen del abandono: abandonarse y confiar en el Señor.

Observamos que este salmo tiene una serie de jaculatorias breves, que
podemos memorizarlas y utilizarlas en nuestras oraciones diarias. Aquí te
dejamos algunas:

5
Manuel Martín Moreno – Orar con los Salmos – 2011.
6
P. Beauchamp – Los Salmos día y noche – Madrid 1980. Pag 36
d. El Señor es mi luz y mi salvación. ¿A quién temeré?
e. El Señor es la defensa de mi vida. ¿Quién me hará temblar?
f. Mis enemigos y contrarios, tropezarán y caerán.
g. Si me declaran la guerra, estoy tranquilo, mi corazón no tiembla,
h. Señor, solo pido habitar en tu casa y gozar de tu dulzura.

II. La oración en el Nuevo Testamento

1. Jesús como orante


El papa Francisco dice: “Jesús es, sobre todo, el orante. En cada paso de su vida,
es el Espíritu Santo quien lo guía en su actuar. Antes de tomar decisiones
importantes, Jesús ora, dialoga con el Padre”7.

La oración de Jesús está enraizada en:

a. La oración del pueblo de Israel, del que procede como Mesías prometido
(Is 11,1). Jesús nace y crece inmerso en la fe y en la práctica religiosa del
pueblo de Israel: entró en la sinagoga un sábado (Lc 4,16); se presentó en el
templo (Lc 2,21-39); el episodio de Jesús en el templo a los 12 años en el que
participa por primera vez en el culto a Dios bajo su propia responsabilidad,
implica también que asume la responsabilidad de cumplir con la Torá. Su
vocación está vinculada con el templo como “casa de mi padre, lugar de
oración” (Lc 19,46).

b. La oración de relación con su Padre, por quien ha sido enviado.


La vida de Jesús es oración, es continuo diálogo con su Padre, no solo en
situaciones puntuales como su bautismo en el Jordán, antes de llamar a los
doce o durante la transfiguración; ni solo de conformidad con la práctica
religiosa. Los evangelistas dicen que la oración de Jesús era un diálogo
permanente con el Padre, de profundidad interior, que en ciertas ocasiones se
hace audible como:

⮚ La acción de gracias y alabanza al Padre: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo
y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios… y se las has
revelado a los sencillos” (Mt 11,25).
⮚ La bendición de los niños (Mc 10,16).
⮚ La petición por sus discípulos, por Pedro (Lc 22,32), por los verdugos (Lc
23,34).
⮚ El grito de socorro en Getsemaní (Mc 14,34).
⮚ La oración de entrega (Lc 23,46).
⮚ La oración sacerdotal (Jn 17).

2. Jesús como maestro de oración

7
Catequesis del 9-01-2019.
Las parábolas y otras enseñanzas de Jesús, nos refieren el modo correcto de
orar, la actitud interior con que hay que hacerlo y el contenido que debe tener
nuestra oración.

a. ¿Qué hay que pedir? Lo que se puede y debe pedir se sintetiza en el


Padrenuestro, cuyas peticiones tienen paralelo con las enseñanzas de Jesús.

➢ Buscar ante todo el reino de Dios, lo demás vendrá por añadidura (Mt 6,33).
➢ Vuestro Padre celestial ya sabe que las necesitas (Mt 6,32ss).
➢ Cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quien se lo pida (Lc
11,13).
➢ Jesús exhorta “Velad y orad para que podáis hacer frente a la prueba” (Mc
14,38).
➢ Antes de orar perdona, si tienes algo contra alguien, para que tu Padre
celestial perdone tus culpas (Mc 11,25).
➢ Oren por quienes los persiguen (Mt 5,44): el amor al prójimo como la máxima
expresión de amor.

b. La actitud correcta delante de Dios


➢ Respeto y honestidad. En Mt 6,5-7 se habla de dos formas erradas de orar
(el exceso de palabras y los espectáculos) que contrarían la dignidad de Dios.
“Tú, ora a tu Padre en lo secreto de tu habitación y él te escuchará”.
➢ Para que la oración sea honesta, auténtica, debe proceder no solo de la
inteligencia, la voluntad o la afectividad, sino de lo profundo del corazón, allí
donde experimentamos nuestras miserias y angustias: “Desde lo profundo, a
ti grito, Señor” (Sal 129).

➢ Humildad. Al orar, debes ser consciente de quién es Dios y quién eres tú. A
Dios no lo podemos impresionar con logros religiosos (Lc 18,9ss, el fariseo y
el publicano en el templo). Esta humildad debe estar asociada a una
confianza plena en Dios.

➢ Perseverar con desbordante confianza. Mostrada en la parábola de la


cananea (Mt 15,21-27) o la del amigo suplicante (Lc 11,5-8) a quien no le
vale una negativa. Jesús nos exhorta: “Pidan y se les dará, busquen y
hallarán, llamen a la puerta y les abrirán. Porque todo el que pide recibe, el
que busca halla y al que llame a la puerta, se le abrirá” (Lc 11,9-10).

➢ La certeza de ser escuchados. Jesús nos anima a pedir sin desconfiar. “Si
dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir alguna cosa, mi Padre
Celestial se lo concederá” (Mt 18,19).
“Todo lo que pidan en la oración, crean que ya lo han recibido y lo obtendrán”
(Mc 11,24).
“Todo lo que pidan en mi Nombre lo haré, de manera que el Padre sea
glorificado en su Hijo. Y también haré lo que me pidan invocando mi Nombre”
(Jn 14,13-14).
3. La oración en la Iglesia primitiva
La gran oración de toda comunidad cristiana (Iglesia) es la “fracción del pan”.
Plinio, gobernador romano en Bitinia en el año 111, le escribe al emperador
Trajano, explicándole cómo son los cristianos: “Tienen la costumbre de
reunirse en días fijos, antes de amanecer y cantar en coros alternos unos
himnos en honor de Cristo”. Además de hacerlo en comunidad, los cristianos
rezan individualmente. Dicen la oración que les enseñó Jesús, el
Padrenuestro (la Didaché, alrededor del año 150, anima a rezarlo tres veces
al día). También rezan los Salmos. Repiten la oración de la Virgen que
aparece en el evangelio de Lucas: “Mi alma engrandece al Señor…”8.

III. La misión primordial de la Iglesia es enseñar a orar


La Iglesia es “Madre y Maestra”, maestra de oración que continúa la labor de
Jesús orante que enseña a orar a sus discípulos. La Iglesia, entre otras misiones,
tiene la misión de enseñar a orar, por lo que necesita maestros de oración para
que el Señor enseñe a orar a través de ellos.
La oración es un diálogo de amor entre el orante y Dios, que hace crecer la fe, la
esperanza y la caridad.
El amor en el corazón de la Iglesia es alimentado por la oración a través de la
acción del Espíritu Santo; y la Iglesia orante expresa su amor a Dios a través del
amor a los hermanos. Pero para que brote este amor de Dios que nace de la
oración, se necesita una pastoral de la oración organizada, donde el arte de orar
llegue al máximo de personas.
Oremos, hermanos, para que esta pastoral de la oración se implemente en
nuestra Iglesia, y nosotros la forjemos en nuestros grupos de oración.

BIBLIOGRAFÍA:
1. Biblia de Jerusalén Latinoamericana. Desclée De Brouwer, 2013.
2. Terecio Bosco, El cristianismo en 50 lecciones, Chile 2000.
3. Catecismo de la Iglesia Católica – 1993.
4. Lázaro Albar Marín, Camino de oración.
5. Manuel Martín Moreno, Orar con los Salmos, San Pablo, Madrid 2007.

8
Teresio Bosco, El Cristianismo en 50 lecciones. Chile 2000, pp. 216-217.
ACTIVIDADES PROPUESTAS:
1. Comentar la oración de Ester.
2. En el grupo dialogar sobre el Padrenuestro.
3. Elije un salmo y haz una oración novedosa para tu Señor.

TAREA:
1. ¿La Iglesia nace en la oración o la oración nace en la Iglesia?

2. ¿La vida nos lleva a la oración o la oración nos lleva a la vida?

3. ¿Quiénes son los modelos de oración en el AT?

4. ¿Cuántas veces al día oraba Daniel?

5. En la oración de alabanza de Ana, ¿qué características se resalta?

6. ¿Por qué se dice que Jesús es maestro de oración?

7. Estas citas bíblicas: Mateo 18,19; Marcos 11,24; y Juan 14,13-14, ¿a qué
actitud del orante corresponden?
TEMA 4

LA ORACIÓN CARISMÁTICA

OBJETIVO: Dar a conocer la oración de alabanza como fuente de nuestra


espiritualidad carismática.

I. ORACIÓN DE ALABANZA

La alabanza es la oración dominante en los grupos carismáticos, no como


esfuerzo humano propio de renovación, sino mucho más: como una
manifestación espontánea del Espíritu, como un torrente que brota del corazón
como de una fuente. Realmente el Espíritu Santo es un espíritu de alabanza.
Donde el Espíritu se manifiesta, la alabanza brota, envuelve, enaltece y crea un
clima de unión con Dios.9

Según el diccionario, alabar significa elogiar, piropear, celebrar con palabras. Se


alaba a un artista por su talento; se alaba a un buen estudiante por la calidad de
su trabajo.
Pero a Dios no se le alaba del mismo modo en que se alaba a un ser humano.
Una alabanza sincera a una persona es para ayudarla a fortalecer su valía en lo
bueno y motivarla a acciones aún mejores. O quizás para convencer a otros de
sus virtudes a fin de que le tributen simpatía y estima10.

En cambio, la alabanza a Dios brota de una alegría abrumadora por el bien, por
el asombro ante su «grandeza», ante sus maravillas.
“La oración de alabanza es totalmente desinteresada, se dirige a Dios; canta
para ÉL y le da gloria no sólo por lo que ha hecho, sino por lo que ÉL es” (CEC
2639). La oración de alabanza elogia, enaltece, celebra, adora la grandeza de
Dios.

En la alabanza participa todo nuestro ser: todo nuestro cuerpo, espíritu,


inteligencia, voluntad, sentimientos, gestos, alegría, imaginación. Con cantos,
danzas, levantando las manos y usando instrumentos musicales, etc., ya que es
el Espíritu Santo quien nos invita a utilizar los recursos que estén a nuestro
alcance, para que la alabanza sea alegre, creativa, sublime, envolvente11.
Fíjate en el Salmo 150: “Alábenlo al son de trompetas, con arpa y cítara, con
timbales y danzas, …”; y el Salmo 149 dice: “En coros alaben su nombre, …
tengan en sus labios la alabanza del Señor, … cántenle un cántico nuevo”.

9
Alirio José Pedrini, Aprenda a participar en Grupos carismáticos.
10
Cf. Tomas de Aquino, Summa Teológica II, II q. 91 a.1.
11
Alirio José Pedrini, Aprenda a participar en Grupos Carismáticos. pág. 26.
Todo esto debe brotar naturalmente de la creatividad del corazón que ama y
quiere alabar a Dios. Sin la inspiración del corazón estas manifestaciones
externas no tienen valor. Pero cuando expresan el fluir del corazón, se
transforman en expresión valiosa de oración y de comunión con Dios12.

1. MOTIVOS PARA ALABAR A DIOS.


Los motivos que tienes para alabar y glorificar a Dios son tres:

a. Alabar a Dios por lo que Él es


Contemplando a la persona de Dios, sus cualidades y sus atributos, haz
tus elogios. Alábalo por ser Dios y no criatura, alábalo porque es Padre,
creador, salvador, santificador, poderoso, bueno, misericordioso,
providente, paciente, fiel, omnipresente, amante, amable, santo,
omnisciente, etc.
Toma cada uno de estos atributos y elógialo, engrandécelo, exáltalo. Por
ejemplo, puedes tomar para tu alabanza la bondad y ternura de Dios:
- Ensálzalo por ser bueno, porque tienes razones concretas para afirmar
su bondad y su ternura.
- Habla, canta, aplaude su bondad, levanta las manos y ensalza su
dulzura, su amabilidad…

Así puedes continuar. Toma cada uno de los atributos y cualidades de


Dios, y haz de ellas motivo de tu alabanza, de tu elogio, y enaltece a
nuestro Dios Eterno, vivo y verdadero.

b. Alabar a Dios por lo que Él hizo, hace y hará


Mira, observa y contempla las maravillosas obras de Dios y, fascinado,
gozoso y alegre, haz el elogio merecido a Dios. Alábalo y ensálzalo por la
creación: el sol, la luna, el mar, el aire, los vientos, los árboles, los
alimentos, por el día y la noche, por las medicinas, la electricidad, los
combustibles, las piedras; por todo, pues todo viene de Él, cuanto ves y
conoces, vino, viene y seguirá viniendo de las manos generosas de Dios.
“Todo viene de Dios, por él acontece y volverá a él. A él sea la gloria por
siempre. ¡Amén!” (Rm 11,36).

c. Alabar a Dios por lo que Él hizo y hace en ti, en tu vida


Hermano, hermana: mírate, observa la maravilla que eres, eres hechura
de Dios a su imagen y semejanza… Cuántas maravillas ha hecho en ti.
Alaba a Dios por el don de la vida, por tu salud, tu economía, por tu
cuerpo, tus ojos, tus oídos, tu sexo, tu corazón. Exáltalo y enaltécelo por
tu familia, por tus padres, hermanos, hijos, esposo, esposa, amigos.
Elógialo y da vítores de júbilo por tus talentos y capacidades intelectuales,
emocionales y físicas. En fin, alábalo por cuanto eres y posees.

2. CARACTERÍSTICAS DE LA ORACIÓN DE ALABANZA

12
Idem.
a. Es la oración más antigua, y la que jamás se acabará. Es tan antigua
como la creación, pues fuimos creados para la alabanza de la grandeza
de Dios. Después del pecado, “somos rescatados para la alabanza de su
gloria” (Ef 1,13-14).

b. La alabanza es carismática
- Presencia actuante del Espíritu Santo.
- Despliegue de dones y carismas.
- Nueva efusión del Espíritu Santo.

c. La alabanza es oración poderosa. La alabanza despierta en Dios su


amor poderoso y eficaz obrando sobre ti. Dios, al amarte tanto, realiza
algo concreto en tu vida para tu bien. Por la alabanza atraes sobre ti el
amor actuante de Dios.

d. La alabanza es bíblica. Todos los grandes personajes bíblicos nos


legaron grandes gestos e himnos de alabanza que se encuentran en la
Escritura. Como los de Abraham, Moisés (Ex 15,1-13), David (1Cr 29,10-
13), el canto de Ana en Isaías; los himnos de Daniel (Dn 3), de Tobías y
otros. En el Nuevo Testamento, el himno del Magníficat de nuestra
Señora, el Benedictus de Zacarías, etc. y hacemos una especial
referencia a los Salmos13.

e. La alabanza es litúrgica. La liturgia por sí misma tiene como objetivo


llevar al pueblo a la alabanza a Dios. La Eucaristía por sí misma es el
mayor gesto de alabanza de Jesús a su Padre y nuestro Padre. En la
misa, el Gloria es el gran himno de alabanza a Dios por parte del pueblo
reunido ahí.

f. La alabanza es trinitaria. Alabamos y adoramos a las tres personas


divinas que son un solo Dios. Nosotros vamos al Padre, por el Hijo en el
Espíritu Santo. Alabas al Hijo porque te ha revelado al Padre por gracia
del Espíritu Santo.

g. La alabanza no es oración mental. Es oración audible, espontánea, que


nace del corazón y se expresa con la boca. Expresemos cuánto amamos
a Dios para nuestro bien y el de la asamblea.

h. La alabanza debe envolver la vida total del cristiano. Alabar no es, ni


debe ser, solo un modo de oración. Debe ser un estilo de vida, un modo
total de vivir cada día, cada instante, en comunión y alabanza a Dios.
Basta saber que Él nos mira, nos ama, nos sostiene. Recordemos que
fuimos elegidos de antemano para ser sus hijos adoptivos mediante
Jesucristo, para alabanza de su gloria (Cfr Ef 1,5-6). El que alaba cada
día se apasiona más y más por su Dios.

13
Alirio José Pedrini, Aprenda a participar en Grupos carismáticos.
i. La alabanza tiene gestos o signos visibles. Se alaba a Dios con todo
el cuerpo, con todo el ser, y levanto mis manos y danzo alegre como
David. “Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote” (Salmo
63,5).

3. FRUTOS DE LA ORACIÓN DE ALABANZA

a. La alabanza atrae e intensifica la presencia de Dios. El Espíritu Santo


nos sumerge en la presencia de Dios, en su amor, su misericordia, su poder
(Rm 8,26-27).

b. La alabanza provoca sanación interior e ilumina. Alabar a Dios por su


grandeza, por lo que Él es, por lo que hace, implica absoluta confianza y
seguridad en Él y en su obrar; por lo tanto, sana psicológica y
espiritualmente.
Asimismo, la alabanza nos abre a la acción del Espíritu Santo, quien nos
ilumina e introduce a su conocimiento, a su sabiduría, a su paz.

c. La alabanza libera. La alabanza atrae sobre ti el poder liberador de Dios,


para liberarte de cualquier poder esclavizante que tuvieras. Y cuando la
comunidad ora en fe y amor, se alivian y desaparecen nuestras cargas,
opresiones, y se produce en nosotros un ambiente de paz y sosiego, en
medio de las tribulaciones, quedando el alma y el espíritu fortalecidos.

d. La alabanza es fuente de gozo, alegría y optimismo. “Dichoso el pueblo


que sabe alabarte y que avanza a la luz de tu faz, Señor, tu Nombre es su
alegría todo el día y lo ensalza tu justicia” (Salmo 89,16-17). Cuando alabas
a Dios verás surgir en ti la alegría y el optimismo de vivir, de trabajar, de ser
útil, de servir, de comprometerte. La alabanza nos abre los ojos para el lado
bueno del mundo, de las personas, de la vida. Personas pesimistas y
sufridas, cuando alaban con perseverancia, perciben alivio, gozo y aumento
de su fe, su alegría y optimismo.

e. La alabanza nos hace avanzar en el compromiso con los demás, nos


hace crecer en caridad fraternal. La alabanza auténtica confronta nuestra
vida, con nosotros mismos, y con nuestra relación con los demás (Hb 12,13-
14): “Enderecen los caminos tortuosos por donde han de pasar, para que el
cojo no se pierda y más bien se mejore. Procuren estar en paz con todos y
progresen en santidad, pues sin ella nadie verá al Señor”.

f. La alabanza nos aparta de las obras de la carne. No solo trata de


apartarnos de las obras de la carne (Gal 5,19-21), sino que nos permite
revestirnos de Cristo, de sus sentimientos, de sus motivaciones, de su visión
de las cosas y de su amor para con los demás.
Sería lamentable pensar que la alabanza termina en prodigar nuestro
reconocimiento a su amor y grandeza del Señor, sin que estas se irradien
hacia los demás.

g. La alabanza nos santifica y nos da la “vivencia” de Cristo en la


Eucaristía. Jesús dice al Padre: “Yo te he glorificado en la tierra, llevando a
cabo la obra que me encomendaste realizar” (Jn 17,4). No hay duda de que
la vida, muerte y resurrección de Jesús ha sido el mayor acto de glorificación
y alabanza al Padre. Por tanto, solo en unión con Cristo podemos nosotros
ser alabanza a Dios. La alabanza, por su propia naturaleza como obra del
Espíritu Santo, nos lanza a imitar a Jesús y hacia la Eucaristía. La Eucaristía
es comulgar con Cristo, es participar de su amor y su fidelidad, es lavar los
pies a los hermanos, es entregarnos como alimento, es derramar nuestra
sangre, es crear comunidad de alianza, es morir a nuestro hombre viejo, es
dejarnos transformar en Cristo, es ser otro Cristo.

h. La alabanza engendra el amor de Dios. La alabanza suscita, despierta,


provoca el amor de Dios en todo tu ser. A medida que alabas a Dios por sus
cualidades, obras y gestos de amor, quedas fascinado por la maravilla de
su persona y sus obras. Pasas a admirarlo y a amarlo cada vez más y más;
empiezas a sentirte amado por Él y te dejas amar por Él sin miedo ni
restricciones14.

4. FORMAS DE ALABANZA
a. Alabanza personal (individual)
b. Alabanza colectiva (comunitaria)
c. Alabanza por el “orar en lenguas”
d. Alabanza por el “canto en lenguas”

a. ALABANZA PERSONAL
Es la alabanza espontánea que una sola persona hace en voz alta
mientras los demás escuchan y se unen interiormente a la oración. El
carácter personal no significa privado, sino comunitario pero expresado
por una sola persona a la que se adhieren todas las demás en el silencio
de sus corazones. En esta alabanza personal, cada participante abre su
corazón y lo entrega no solo al Señor, sino también a todos los hermanos
que forman parte de la comunidad (Cuerpo de Cristo). La confianza de
participar en voz alta con sencillez y espontaneidad, nace gracias al
Espíritu Santo que nos concede la gracia de sentirnos hijos de Dios y
poder decirle: ¡Abba, Padre!

Hay quienes piensan que deben hacer sus oraciones en voz alta; otros,
piensan que deben reservarse para lo secreto de ellos mismos. Al Señor
le agradan ambas formas. Sin embargo, no debemos olvidar que los
grupos de oración son reuniones comunitarias, y que es esencial la

14
Alirio José Pedrini, Aprenda a participar en Grupos carismáticos.
participación activa de cada uno de sus miembros, a cuya oración se unen
los demás.

b. ALABANZA COLECTIVA
Es la alabanza de todo el grupo que exalta, elogia, enaltece a Dios de
modos diversos, pudiendo ser en “lenguas” o en el silencio íntimo. Lo que
unifica al grupo es la intención de alabar (no de pedir), sin que esto
cohíba, sino unifique y armonice la diversidad de tonos y formas.
En estas oraciones colectivas hay quienes se sienten movidos a
recogerse interiormente en la alabanza, obviamente unidos a los demás.
Ello es algo que se debe respetar, mientras no se aíslen interiormente del
grupo de orantes que alaba.

Esta alabanza colectiva resulta un tanto difícil para algunos, porque la


creen ficticia o emocional (aun para los que lleven mucho tiempo en los
grupos de oración). Pensamos que, si se sabe conducir la oración de
alabanza con madurez y es suscitada a su debido tiempo, bajo la guía del
Espíritu, puede convertirse en una oración poderosa, eficaz y profunda
para el bien de la comunidad orante. En todo caso, es conveniente usarla
discretamente y estar atentos a la guía del Espíritu y a la necesidad de la
asamblea.

c. ALABANZA POR EL ORAR EN LENGUAS15


Vale aclarar que, cuando hablamos de la oración en lenguas, estamos
hablando específicamente de la glosolalia, ya que la xenoglosia aplica
para hablar en lenguas y dar mensaje en lenguas o dialectos que existen
o ya existieron.
Por tanto, empecemos analizando lo que es y no es la oración en lenguas.

Lo que no es orar en lenguas Lo que es orar en lenguas


 No responde a un estado de trance. ✔ Es un lenguaje no conceptual.
 No responde a un estado de éxtasis. ✔ Es un lenguaje que se parece a
 No responde a un estado las lenguas conceptuales.
emocional. ✔ Es un lenguaje para la oración.
 No es para dar un espectáculo16. ✔ Se puede crecer en este don.
 No es un medio de comunicación17.

● Orar en lenguas no es un don imprescindible, pero es muy útil para el


crecimiento espiritual y, según muchos comentarios, es la puerta más amplia
para entrar al mundo de los carismas, ya que esta oración es un abandono
total en las manos de Dios. Pero tampoco es la única puerta18.

15
Benigno Juanes S.J., Orar en lenguas.
16
Diego Jaramillo, El Carisma de las lenguas en la Historia de la Iglesia.
17
Ídem.
18
ídem.
La alabanza en lenguas es la forma de alabar por excelencia, por más
que esta afirmación resulte exagerada, pues es el mismo Espíritu el que
alaba a Dios de un modo especial: lo alaba en nosotros y con nosotros19.

Orar en lenguas es una gracia del Espíritu Santo, en la que nuestra


adhesión a Dios se expresa con sílabas o palabras que no corresponden
a conceptos, pero sirven de vehículo al deseo del corazón orante. Por
eso, el que ora no entiende intelectualmente lo que dice, pero sabe que
sus labios expresan su movimiento interno hacia Dios. El Espíritu Santo
utiliza nuestra capacidad fonética para orar en nosotros y con nosotros,
más allá de nuestra debilidad, alabando a Dios en una nueva profundidad
de amor inexpresable.

En 1 Corintios capítulo 14, san Pablo nos dice: “El que habla en lenguas
no habla a los hombres sino a Dios” (v2). Se trata, pues, de una expresión
liberada de los artificios de una lengua construida por los hombres. Por
tanto, orar en lenguas no tiene significado alguno en las lenguas
conocidas. Quien ora en lenguas conserva su conciencia, pero
intelectualmente no comprende lo que dice, y tampoco lo entienden las
personas que lo rodean. El Espíritu hace elocuente nuestra lengua. San
Pablo agradece a Dios por tener ese don (v. 18) y solicita no “impedir
hablar lenguas” (v. 39b).

Todo cristiano posee potencialmente los dones del Espíritu Santo, desde
su bautismo en la que recibe la gracia de Dios, pero se requiere una
liberación, una entrega amorosa al Señor para que estos empiecen a
manifestarse y a actuar.

➢ Actitudes y condiciones para orar en lenguas

Actitudes Condiciones
✔ Humildad y sencillez “infantil” ✔ Creer en el don.
de fe. ✔ Pedir el don.
✔ Profunda oración. ✔ Orar en fe.
✔ Deseo sincero de alabanza ✔ Buscar apoyo en los hermanos con
profunda. experiencia en el ejercicio del don.
✔ Entregarse al Espíritu Santo.

● Hay casos en que las primeras experiencias pueden ir acompañadas de una


liberación muy grande, expresada con lágrimas o risas, ya que es una oración
que nace del corazón y no de la mente; pero estas manifestaciones exigen

19
Benigno Juanes S.J., Elementos fundamentales de los grupos de oración.
control y discernimiento, ya que nuestro Dios es un Dios de paz y no de
confusión20.
● La oración en lenguas o glosolalia produce paz y sosiego al creyente y a la
comunidad.
● La principal preocupación no debe ser el sonido emitido sino la alabanza en
sí. Orar en lenguas es entrar en una atmósfera de alabanza al Señor,
superando actitudes de desconfianza, duda, ironías o burlas. Ello no implica
que se deba omitir la prudencia y el buen gusto.21

➢ En la práctica
La oración en lenguas es la oración del Espíritu, ya que ella consiste
fundamentalmente en prestarle al Señor, en un ambiente de fe, todo
nuestro ser, de ahí que requiera ponerse en la presencia de Dios, centrar
en Él todos nuestros sentidos, pero con deseo sincero de alabarlo. De
esta manera, podemos expresar lo que el Espíritu Santo coloca en lo más
profundo del ser, con el fin de abandonante en la oración y que sea Dios
quien permita las manifestaciones que Él desee.

Son signos de alabanza al Padre en el Espíritu de Jesús. Al inicio es poco


más que un balbuceo infantil, que puede juzgarse como algo artificial.

La alabanza en lenguas es conviene utilizarla en nuestra oración diaria,


ya que a medida que se persevera, se progresa hasta llegar a convertirse
en un lenguaje fluido, que brota de nuestro interior sin dificultad.
Pero también debemos entender que no toda emisión de sílabas es don
de lenguas, pues se requiere la acción del Espíritu Santo que iremos
detectando por la manifestación de paz, sosiego y comunión con el Señor.

La base de este método es la fe expectante (Jn 2,7-10; Lc 17,12-18; Mt


14,22-31). Aquí los interesados darán el primer paso, orando sin mirar el
riesgo de que quizá no suceda nada y confiando enteramente en la
bondad de Dios y en su deseo de actuar, pues Dios es libre en sus dones.

➢ Cómo discernir este don


Discernir el don significa verificar su autenticidad. En este caso, verificar
si la oración en lenguas es auténtica, si es signo de la presencia divina,
de la acción del Espíritu Santo. La oración en lenguas tiene que ser
discernida como cualquier otro don del Espíritu. En la oración conceptual
las palabras tienen un significado y son evaluadas en cuanto a su
mensaje, pero la oración en lenguas carece de conceptos.

Solo existe un criterio para discernir la autenticidad o la falsedad de la


oración en lenguas. El Señor nos lo dice: “Por sus frutos los conoceréis”

20
Diego Jaramillo, El Carisma de las lenguas en la Historia de la Iglesia.
21
Ídem.
(Mt 7,16-18). Esta oración tiene que producir los frutos del Espíritu,
porque es Él quien actúa en ella.

Esto supone un uso regular y frecuente de este don, no que la hayamos


hecho solo un tiempo. La oración asidua, la lectura de la Palabra, la vida
sacramental, el cambio moral de nuestra vida, los frutos del Espíritu que
van madurando a lo largo de nuestra entrega a la oración y sobre todo la
caridad, testificarán que el don que poseemos es auténtico.

➢ Beneficios de la oración en lenguas22

- Es un don benéfico, pues beneficia a la persona y a la comunidad.


- Tiene un valor de liberación sicológica. La glosolalia libera a la
persona de sus inhibiciones, frente a los hombres y a Dios mismo; de
su respeto humano y de su temor a dirigirse a Aquel que sobrepasa
toda expresión.
- Reconstruye la personalidad entera. La acción del Espíritu Santo
penetra en lo más profundo de nuestro ser: sobrenatural, sicológico y
físico con su acción sanadora y vivificante.
- Tiene acción santificadora, porque la glorificación del Señor mediante
la oración en lenguas se transforma en acción santificadora, ya que todo
acto de Jesús en nosotros a través del Espíritu es conducirnos al Padre,
“pues Él quiere que todos los hombres se salven” (1Tim 2,4).
- Es un arma de guerra contra Satanás y contra nuestras pasiones,
porque es una oración de paz. La paz del Señor está ya establecida, y
en la oración la activamos contra todo lo que no es paz (Sal 83).

d. ALABANZA POR EL CANTO EN LENGUAS23


El don de orar en lenguas no se limita al empleo del lenguaje no
conceptual, sino que va hasta el modo de expresar la alabanza con el
canto en lenguas. La diferencia es que esta es una oración en lenguas
con ritmo, no hablado, sino de expresión musical, de notas que se
suceden.

San Juan Crisóstomo, refiriéndose al canto en lenguas, dijo: “Se permite


cantar salmos sin palabras, siempre que la mente resuene en su interior.
Porque no cantamos para los hombres, sino para Dios, que puede
escuchar aún a nuestros corazones y penetrar en lo secreto de nuestra
alma”.

No se trata de una melodía compuesta ni ensayada. Es una irrupción


espontánea y libre que está a disposición de la persona el cantar o
callarse, pero que impulsa discretamente a alabar a Dios.

22
Benigno Juanes S.J., Orar en lenguas.
23
Ídem.
Cada persona canta con su voz peculiar, hermosa o no; bien timbrada u
opaca, cada cual en su ritmo propio. En esta variedad de voces y
melodías, el canto alcanza una moderación de tono rítmico y uniforme tan
bien logrado que impresiona la calidad melódica, toda vez que la acción
del Espíritu Santo se une a la hermosura de la voz humana. El ambiente
inicial se transforma, percibiendo una paz interior, suave y fuerte a la vez.
Solamente la experiencia vivencial puede hacernos comprender esta
realidad totalmente auténtica humana y espiritual.

Es frecuente que los mismos que tienen el don de orar en lenguas, tengan
también el don de cantar en lenguas. Pero puede ser también que
personas que poseen el canto en lenguas no tengan el don de orar en
lenguas. Dios es libre en su actuar.

En ocasiones, durante las reuniones del grupo de oración varias personas


prorrumpen en canto, como si un maestro invisible hubiera dado la señal
de inicio. Puede ser iniciado por una persona de la asamblea a la que le
siguen otras. El canto en lenguas tiene un puesto principal como
expresión de alabanza, de amor y adoración, pero de un amor y alabanza
intensa. Aquí se percibe casi tangiblemente la actuación real y misteriosa
del Espíritu Santo al sentirse uno interiormente impulsado con más fuerza
a alabar al Señor y a manifestárselo del modo más bello.
En el canto en lenguas participa todo el ser de la persona, y pareciera que
no hay en nosotros un solo átomo, una sola célula, que no esté alabando
al Señor.

II. LA ADORACIÓN
“La adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su
Creador. Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho (cfr Sal 95,1-6) y la
omnipotencia del Salvador que nos libra del mal. Es la acción de humillar el
espíritu ante el «Rey de la gloria» (sal 24,9-10) y el silencio respetuoso en
presencia de Dios siempre mayor (San Agustín Sal 62.16)” (CEC 2628).

“Adorar a Dios es reconocerlo como Dios, como Creador y Salvador, Señor y


Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso” (CEC 2096).

La adoración surge en el orante cuando se ha sentido tocado por el amor de


Dios, por su grandeza, por su bondad… Ante esta experiencia solo desea estar
en silencio contemplativo delante de Él.

A Dios y solo a Él se le adora, como lo dice Jesús: «Apártate de mí Satanás,


porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y solo a Él darás culto» (Mt 4,10).
Además, esta adoración ha de hacerse en espíritu y en verdad: «Dios es Espíritu
y los que adoran, deben adorar en espíritu y en verdad» (Jn 4,24).
«Adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absoluta, la «nada de la
criatura», que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarlo y
humillarse a sí mismo, como hace María en el Magníficat, confesando con
gratitud que Él ha hecho grandes cosas y que su nombre es Santo (cfr Lc 1,46-
49). La adoración del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo,
de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo» (CEC 2097).

Características de la adoración
➢ La humildad profunda de sentirnos pobres ante el Señor de nuestra vida.
➢ El silencio contemplativo donde sobran las palabras y el corazón solo sabe
de amor.
➢ La expresión corporal, ya sea de rodillas, postrado en tierra o inclinado, etc.

Adalbert G. Hamman al respecto decía: “El que está adorando cae de rodillas
diciendo: «Eres tú Señor, y no yo quien tiene el poder; eres Tú y no yo quien lo
ha creado todo. Por eso resuena tu acción hasta lo más hondo de mi ser creado.
Tú estás entronizado y reinas en lo más hondo de mí. Reconozco libremente que
lo invades todo en mí»”.24

Y Maximiliano Calvo dice: “La adoración ha hecho «morir de amor» a los santos
y a los místicos, y en ella se han forjado los hombres de oración”.25

CONCLUSIONES

1. Los servidores deben elaborar enseñanzas concretas sobre la alabanza por


medio de la Biblia y formar a los participantes para emplear salmos e himnos,
tanto para la oración personal como para la oración en grupo.

2. Los servidores deben reflexionar sobre las realidades de la alabanza y


asimilarlas para luego ponerlas en práctica en los grupos de oración,
haciendo que los participantes adquieran el hábito de alabar a Dios en sus
vidas y no solamente en las reuniones del grupo de oración.

3. Los servidores deben ser los maestros que planeen, programen y enseñen
el qué, el cómo y el cuándo de la alabanza, formando a los participantes de
sus grupos de oración para que sean corazones que transmitan y contagien
alabanzas a Dios.

4. Es vital que los participantes de los grupos de oración sepan que:


- Deben ir a la oración comunitaria enriquecidos por la oración personal.
- Sepan que van a transmitir y no solo a recibir.
- Sepan que van a compartir, repartir, comunicar aquello que han
recogido, madurado y recibido en la oración personal diaria.

24
Adalbert G. Hamman, Compendio de oración cristiana. Valencia, 1990.
25
Maximiliano Calvo, La oración al alcance de todos. CCS, Madrid, 1995.
- Sepan los participantes que NO deben ir a la reunión del grupo de
oración solo para recibir y abastecerse.
- Sepan que en la reunión de oración todos deben transmitir para que
todos puedan recibir.

5. Podemos decir que “adorar, alabar, exaltar y glorificar a Dios” no hace más
divino a Dios, pero nos transforma y nos renueva, nos cambia la vida, nos
hace más humanos, para la gloria de Dios.
ACTIVIDAD PROPUESTA
1. Leer y comentar cómo es la oración de alabanza de la Virgen María en el
Magníficat (Lc 1, 46-55).

TAREA
1. ¿Por qué se dice que la oración de alabanza es el centro de la espiritualidad
en la RCC?
2. ¿Cómo es la oración de alabanza en tu grupo de oración?
3. ¿Cuál es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su
Creador?
4. ¿Por qué es importante orar en lenguas?
5. ¿Qué no es la oración de alabanza en lenguas?
6. ¿Cuándo surge el canto en lenguas en el grupo de oración?

BIBLIOGRAFÍA
1. Biblia de Jerusalén – Nueva Edición. Desclée de Brouwer. Bilbao, 2009.
2. Catecismo de la Iglesia Católica (CEC). 2000
3. Benigno Juanes, S.J. Orar en Lenguas.
4. Elementos Fundamentales de los Grupos de Oración. Benigno Juanes S.J.
5. Diego Jaramillo. El Carisma de las Lenguas en la Historia de la Iglesia.
6. Alirio José Pedrini, Aprenda a participar en Grupos carismáticos. San Pablo.
Brasil, 2012.

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