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Sinopsis
Advertencia
Prefacio
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Sobre J.L. Beck
Sobre S. Rena
En el momento en que nuestras miradas se conectaron, sentí el cambio en el
aire.
El crepitar del fuego encendiéndose entre nosotros.
Era oscuro, peligroso y reservado.
Entró en mi vida como una tormenta, destrozando todo lo que creía, todo lo
que creía saber.
Con su sonrisa traviesa, su aspecto imponente y su comportamiento seductor,
debería haber huido lo más lejos de él.
Pero fui estúpida. Me atrapó en su red. Pensé que estaba a salvo con él.
A salvo en sus brazos, a salvo de un pasado que se negaba a dejarme ir.
Resulta que Christian Russo era el pasado del que estaba huyendo, y mi primer
error fue pensar que podría escapar de él.

Dark Lies Duet: Libro Uno.


Este es un oscuro romance de acosadores y mafiosos. Contiene temas para
adultos, y material que puede ser desencadenante para algunos lectores.
Todo el mundo tiene una adicción.
Siân Giuliani es la mía.
Christian
La oscuridad es una constante que nunca morirá.
Muchos tienen miedo de ella y de las cosas que acechan en su interior.
Pero, de nuevo, muchos no son yo.
Me encanta vivir en las sombras, la corrupción, incluso la inmortalidad de
todo ello. Sólo disfruto de dos cosas más que la oscuridad: el miedo que evoco en
los demás y Siân Giuliani.
Ella es el producto de mi obsesión, y su miedo es lo que más alimenta mi
alma. Es una droga, una adicción de la que nunca me libraré. Así que entenderás por
qué la observo.
Ahí está, alejándose del campus con una amiga. No se parece en nada a lo que
era antes, nada a la primera vez que la vi. Su piel sigue siendo tan suave como la
seda y sin manchas, pero ahora es un tono más oscuro, su tez aceitunada es un regalo
del sol de Florida.
Su pelo es diferente, más largo, y teñido de nuevo a su marrón natural. Me
gusta que tenga el pelo más oscuro. Le sienta mejor que el rubio que llevaba antes.
Desde donde estoy sentado, aparcado en un Ferrari tan negro como mi alma,
puedo ver el tono de rojo que pinta sus labios, y eso también me gusta. Mi polla se
estremece al pensar en ella rodeando mi pene con esa bonita boca. Es una fantasía
interminable, en realidad, una que hace tiempo que debería hacerse realidad.
Normalmente, todo lo que hago es mirar, pero esta noche, eso cambiara.
Esta noche, cumpliré la promesa que le hice hace tantos años y le haré saber
que he vuelto.
Me pertenece, me la prometieron de niño y estaba destinada a ser mi esposa
en cuanto alcanzara la mayoría de edad. La primera vez que vi su cara, éramos niños.
Ella tenía diez años y yo catorce. La dulce e inocente niña que no tenía ni idea de la
vida que estaba destinada a vivir.
Los Russo y los Giuliani son dos de las familias más despiadadas de Italia.
Nacimos para odiarnos, malditos por una rivalidad ancestral llevada a cabo por
nuestros padres, una enemistad que se aplastó con la promesa de una alianza. Para
poner fin a la guerra entre nuestras familias y fortalecer sus territorios, Giuliani me
regaló a su única hija con la promesa de un heredero. Juntos, debíamos reinar sobre
Italia, poniendo fin a la disputa de toda la vida con nuestro vínculo.
Entonces supe que éramos diferentes. A diferencia de mí, ella era pura y ajena
al mundo que la rodeaba. Yo fui criado como el hijo de mi padre, expuesto a la
sangre, la carnicería y el asesinato desde muy temprano. Cuando cumplí quince años,
ya había quitado una vida, y a los diecisiete descubrí mi necesidad de observar.
Antes de que tuviéramos la oportunidad de conocernos, al menos como se
suponía, me la arrancaron. Marco incumplió nuestro trato, negándome lo que era
mío. Mi padre es un hombre codicioso, y no se toma bien los contratos rotos. Aprendí
otra valiosa lección esa noche. Cada alianza viene con secretos. Y los esqueletos
enterrados bajo el pacto que hicieron nuestras familias resultaron ser los peores de
todos.
Marco nunca lo vio venir, nunca olió el engaño que se fraguaba delante de sus
narices. El refrán dice que hay que tener a los amigos cerca y a los enemigos más
cerca. Bueno, ¿qué hace uno cuando el amigo es el enemigo? ¿O cuando la mujer
que amas te condena a muerte y vende a tu hija al mejor postor?
Dio su último aliento para salvar a su preciosa hija. Durante años, la busqué
hasta que la encontré, hace cinco años, en su vigésimo cumpleaños. Lejos de Italia,
en un pequeño pueblo de la región noreste de Estados Unidos, es donde la descubrí,
protegida y escondida en uno de los lugares menos probables.
Durante meses, la examine, y justo cuando nos estábamos conociendo, mi
padre me llamó a casa, arrastrándome lejos de ella con sus órdenes. Irme era lo
último que quería hacer. Al fin y al cabo, había gastado tiempo y muchos recursos
intentando encontrarla. Pero si mi padre se enteraba de dónde estaba y de lo que
hacía, o de que Siân Giuliani estaba realmente viva, las cosas se habrían torcido...
rápidamente.
No podía tener eso. Mi padre no podía saber que seguía viva porque le hice
creer que había muerto en aquel incendio con su familia. También me emociona
desafiarlo cada vez que puedo. Ella es mía, y la reclamaré bajo mis propios términos.
Sí, podría haberla tomado hace cinco años, y ese era el plan inicial, pero
¿dónde está la diversión de terminar la persecución tan pronto? Me gusta cazar,
observar, y saber que puedo poner su mundo patas arriba en un abrir y cerrar de ojos
hace que la espera sea aún más deliciosa. Pero también me hipnotizó, y cuanto más
la seguía, más aprendía sobre ella. Rápidamente me di cuenta de que para tenerla
como quería, tenía que ganarme su confianza.
Así que, aunque quise llevarla esa primera vez, no lo hice. Volví a Italia como
me pidió mi padre, pero no sin antes hacer un voto a ella que pienso cumplir. Ella
será para siempre mi topolina1, y nos volveremos a encontrar.
Cuando pienso en ello, me hierve la sangre, pero lo alejo. Ya no importa
porque estoy aquí. Esa es la ventaja de tener contactos en todo el mundo. Cuando
volví a Italia, la perdí de vista durante un tiempo, pero el dinero ayuda mucho a
conseguir lo que uno quiere.
Y por Siân, pagaría cualquier maldito precio
Cuando mi chico la encontró, sonreí por primera vez en mi vida. Se había
mudado y cambiado de nombre. Para aquel entonces, llevaba otro nombre, algo
sencillo que se mezclaba con el resto de las mujeres de su pueblo. Pero hoy ha
recuperado su nombre, Siân, sólo que ahora ha elegido Danforth como apellido.
Siân y su amiga se acercan, lo que me permite ver mejor su cara. Está tan
jodidamente guapa como hace tiempo. No es que esperara algo diferente. Siempre
ha sido hermosa. No soy el único que lo nota. Mis manos se cierran en un puño
cuando un grupo de chicos se gira para mirar su culo. A diferencia de su amiga, que
parece disfrutar de la atención, Siân se rodea de brazos y se concentra en su teléfono.
Se me dibuja una sonrisa en los labios.
—Esa es mi chica —murmuro para mí.

1
En español, ratoncita o ratita.
Me queda claro, por su encorvamiento de hombros y su expresión sombría,
que preferiría estar en cualquier sitio menos aquí. Las dos no podrían ser más
diferentes. Siân es más reservada y tranquila. Cuando la conocí por última vez, era
muy reservada. Ni en un millón de años se la vería muerta en un lugar como éste.
Pero supongo que cuando empiezas de nuevo y tratas de borrar la vida de la
que has huido, cambias todo de ti mismo. Excepto las personas como nosotros, las
personas que nacen en un mundo de caos, al final aprendemos que nos seguirá a
todas partes. Está en nuestro ADN, y cuanto antes acepte uno que el destino es
inevitable, desbloqueará su potencial.
Desaparece en el bar tras su amiga, y las puertas amortiguan el volumen de la
música cuando se cierran. Hay un gran ventanal en la parte delantera, pero pronto,
una fila rodea el edificio, bloqueando mi vista. He pasado demasiado tiempo sin
verla, y que me cuelguen si sigo un minuto más.
Salgo del coche y dejo que la puerta se cierre de golpe después de guardarme
la pistola en la cintura bajo la camisa. Me pongo la chaqueta de cuero como
precaución adicional. Es probable que esta noche no surja la necesidad de usar mi
arma, pero no voy a ningún sitio sin ella.
Cruzando la calle, me dirijo a la primera fila, ignorando todos los desplantes
de los que esperan para entrar en el bar. El portero no duda en aceptar el billete de
cien dólares que le tiendo y se aparta para dejarme entrar. Inmediatamente, me
encuentro con el hedor de los cigarrillos y el alcohol. Hay mucho ruido al otro lado
del umbral, la música ahoga las voces de todos los que me rodean. Una espesa nube
de humo se adhiere al techo cubierto de alquitrán por años de acumulación de tabaco.
Taburetes baratos y sin respaldo se alinean en una única barra en el lado izquierdo
de la sala, justo al lado de la entrada. Las paredes, de color oscuro, están adornadas
con viejos marcos de fotos, carteles de cerveza y otros materiales publicitarios
antiguos.
El local está lleno. El bar está repleto de cuerpos que se balancean mientras la
gente baila, conversa y se entrega a sus bebidas. No es un lugar en el que hubiera
imaginado a Siân. No es de las que se van de fiesta, y en el pasado se quedaba sola.
La busco en la sala y un momento después la encuentro en la barra. Trata de
hacer un gesto ineficaz al camarero, y su frustración aumenta con cada segundo que
pasa.
Sigo mi mirada por su cuerpo, dejando que se detenga en la curva de su culo.
La vida la ha tratado bien. Siân se gira y veo su cara. Al igual que en el coche, mi
polla se agita al verla. Sus ojos verdes apuntan en mi dirección, pero es más bien
como si mirara a través de mí. Entonces hace un mohín y vuelve a centrar su atención
en la barra.
Mi espina dorsal se estremece de anticipación, y mis pies se mueven hacia ella
por sí solos. Y así, el destino ha hablado, y por primera vez, mi topolina sabrá mi
nombre, y al final de esto, lo gritará.
Siân
El olor a humo, sudor y licor impregna el aire, llenando mis fosas nasales y
arremolinándose en lo más profundo de mis pulmones con cada respiración que
hago. Kyla está a mi lado en el bar lleno de gente. Es el último lugar en el que
preferiría estar esta noche, pero Kyla ha insistido.
—¿Cuándo dijeron Josh y Taj que iban a venir otra vez? —me grita al oído,
haciendo que mi tímpano vibre. La música retumba a nuestro alrededor, lo que hace
imposible que me escuche a mí misma, y mucho menos que oiga lo que dicen los
demás.
Saco el teléfono del bolsillo de mis vaqueros con un gruñido. La tela del
vaquero se me pega como una segunda piel. Preferiría estar en casa con mi cómodo
pantalón de chándal leyendo un libro y bebiendo una copa de vino, pero... en lugar
de eso, estoy aquí. La pantalla de mi teléfono se ilumina y miro la hora.
Tarde. Llega jodidamente tarde. Me gustaría poder decir que esto no es algo
recurrente, pero se siente así.
—Llegan tarde. Diez minutos para ser exactos —le grito al oído y vuelvo a
meter el teléfono en mi bolsillo.
Kyla asiente y rodea con sus labios pintados de rosa la botella de cerveza que
ha pedido hace un par de minutos. Estoy bebiendo agua porque el alcohol te inhibe,
y soy la persona menos arriesgada que conozco por más de una razón.
—Si Josh no estuviera tan bueno, lo dejaría plantado y elegiría a otro. Hay
muchos candidatos dignos en este bar esta noche.
Esa es Kyla. Divertida, despreocupada, y siempre buscando su próximo ligue.
Lo opuesto a mí en todos los sentidos.
—Es fácil para ti decirlo. Josh no es tu novio. —Intento no sonar tan
insatisfecha como me siento, pero si soy sincera, las cosas no tienen buena pinta
desde hace tiempo.
Hemos tenido problemas, y no creo que ninguno de los dos quiera admitirlo,
pero nos estamos distanciando. Comenzó como algo meramente físico. Nunca tuve
la intención de dejar que mis sentimientos se involucraran, pero empecé a
preocuparme por Taj. Le di mi virginidad incluso cuando sabía que no debía. Era mi
profesor, y yo trabajaba a sus órdenes como ayudante de profesor.
Moralmente, estábamos cruzando una línea, pero la moral no significaba una
mierda para mí. La vida es demasiado corta para preocuparse por lo que otros
piensan que está bien o mal. Me gané la nota que obtuve, independientemente de si
le chupé la polla.
Ese no es mi principal problema. No, mi problema radica en la inquietante
sensación que me persigue allá donde voy. Desde que llegué a Estados Unidos, he
estado huyendo de una sombra imaginaria de la que nunca puedo escapar ni ver. Lo
único que sé es que si dejo que esa sombra me atrape, todos los que quiero o me
importan morirán.
Sucedió una vez, y no dejaré que vuelva a suceder.
Por eso nunca dejé que nada se volviera serio. Las relaciones son un no-ir
porque eventualmente, la gente termina herida por mi culpa. O eso o tener que
desaparecer en la oscuridad sin decir una palabra.
Nunca querría que eso me pasara a mí, así que decido no hacerlo a los demás.
Sin embargo, Taj no es como los demás, lo que me llevó a mi situación actual.
Inclinándome hacia el lado de Kyla, le digo:
—Sabes que no puedo romper con Taj si estás intentando ligarte a su mejor
amigo. Hará que las cosas se compliquen.
—Estás pensando demasiado en esto. Si quieres terminar con él, díselo. ¿Qué
va a decir él?
—No es lo que va a decir. Es lo que pasa después de que hayamos terminado
las cosas y que sigas saliendo con Josh, ese es el problema.
Kyla da un largo trago a su botella de cerveza. Sus ojos grises se encuentran
con los míos y mi irritación hacia ella aumenta. ¿Quizás estoy celosa de lo
despreocupada que puede ser? O tal vez sea el hecho de que no esté corriendo por
su vida, vigilando siempre por encima de su hombro para que un sádico acosador la
encuentre.
El impulso de decirle que me voy en este mismo instante se sienta en el borde
de mi lengua, pero algo me detiene.
No, no es algo...
—Ambas sabemos que no me quedo con un chico el tiempo suficiente para
que se convierta en algo serio. Tendremos sexo un par de veces y luego, como dos
adultos, seguiremos adelante.
Sacudo la cabeza.
—Has ignorado completamente el hecho de que...
Me interrumpe, presionando su dedo en mis labios.
—Oye —refunfuño, dispuesta a apartar su mano.
Es entonces cuando me doy cuenta de que parece haber entrado en trance. Su
mirada es amplia, y hay un brillo lujurioso en sus ojos. Es una mirada que nunca
había visto antes. Me recuerda a un conejo en una trampa, esperando que su
depredador se abalance sobre ella.
—Dulce madre de la perla. Si el diablo real fuera un humano, este hombre se
parecería a él.
Apenas oigo las palabras que dice por el fuerte golpe de la música.
Con la curiosidad de ver de quién habla, me pongo de puntillas y miro hacia
la entrada. Parece que toda la sala mira en la misma dirección y al mismo hombre
que nosotras.
En cuanto mi mirada se posa en él, siento el intenso impulso de apartar la
vista. El aire de mis pulmones se vuelve pesado, y me parece que estoy respirando
aire a través de una pajita. ¿Quién es este hombre y por qué tiene un efecto tan
extraño sobre mí?
Un escalofrío me recorre la espina dorsal y, aunque siento la necesidad de
apartar la mirada, no puedo. No puedo dejar de mirar a ese hombre. Trago saliva por
el nudo que se me forma en la garganta y trato de no mostrar interés. Pero es difícil
hacerlo cuando el hombre parece haber salido de la portada de una maldita revista.
Incluso en la penumbra del bar, puedo ver sus penetrantes ojos azules. Se
centran en mí, rodeando mi garganta como un puño de carne. Mis ojos se mueven
por su pelo rubio rebelde y por su cuerpo. Su piel es del color de las almendras
tostadas. Sus vaqueros son ajustados y se adaptan a su cuerpo perfectamente
esculpido.
Su camiseta blanca se ajusta como un guante a sus anchos hombros, y puedo
distinguir las líneas de sus músculos bajo la tela. Se me hace agua la boca y me
relamo involuntariamente. Ha combinado todo su conjunto con una chaqueta de
cuero y un par de botas negras.
—No es el diablo. Es el villano de todos los cuentos de hadas que se han
contado —me digo más a mí misma que a Kyla, a quien encuentro todavía a mi
espalda cuando me doy la vuelta para mirarla.
Una sonrisa se dibuja en su rostro.
—Bueno, ese villano se dirige hacia ti, cariño. Es tu momento de brillar.
Pongo los ojos en blanco, tratando de ocultar las turbulentas olas de excitación
que se agitan en mi vientre. Sigo saliendo con Taj, y el Sr. Alto, Moreno y Guapo es
lo último que necesito en mi vida.
Un segundo después, el aire que me rodea cambia. Se me erizan los pelos de
la nuca y me obligo a respirar. Oh, Dios. Ni siquiera conozco a este hombre, ¿por
qué tiene este extraño efecto sobre mí? Mejor aún, ¿por qué no he corrido al baño
de mujeres para escapar? Esta no soy yo. Yo no me arriesgo. No hablo con hombres
extraños que sólo he visto al otro lado de la habitación.
Estoy a segundos de salir corriendo, pero el pánico finalmente llega a mi
cerebro cuando siento el calor de su cuerpo rozando el mío.
—Señoritas. —La profunda voz del hombre misterioso llega a mi interior y
se arremolina como el humo. Mi boca se ha secado de repente, mi lengua es un
órgano inútil.
—Hola, me llamo Kyla y ella es Siân —nos presenta Kyla, por supuesto, a las
dos con una sonrisa deslumbrante.
Tengo miedo de moverme, y mucho menos de respirar, pero, de alguna
manera, hago fuerza para sonreír.
No sé si hay palabras para describir lo guapo que es este hombre. Su pelo
rubio brilla a la luz. Está un poco despeinado, de manera que parece que se ha pasado
los dedos por él. Los lados están cortados un poco más cortos, y los mechones de la
parte superior tienen la longitud de un dedo.
Sus rasgos son duros y ásperos pero varoniles, con un filo. Sus pómulos son
altos y su barbilla es angulosa y tan afilada como una hoja de afeitar. Todo en él dice
que soy malo, y lo sé. Normalmente, esa es la primera señal que necesito para darme
la vuelta y alejarme, pero admito que este hombre me intriga.
Sus labios llenos y muy besables se curvan en una sonrisa. Es la sonrisa de un
depredador si alguna vez vi una.
—Es un placer conocerlas, señoritas. Soy Christian.
Puedo ver las ruedas en la cabeza de Kyla girando. Ella va a tratar de tenderme
una trampa. Mierda. Abro la boca para decir algo, de lo que aún no estoy segura,
pero ella se me adelanta.
—Me disculpo, Christian, pero necesito usar el baño de mujeres. ¿Quizás
puedas hacerle compañía a mi mejor amiga mientras estoy fuera?
No me doy cuenta de que le estoy gruñendo hasta que noto que Christian me
mira. Joder.
—Puedo ir contigo —le digo a Kyla.
Sonríe como la bruja que es.
—No, no. Hazle compañía a nuestro nuevo amigo. Ya vuelvo.
Seguro que lo hará. La última vez que hizo esto, tuve que buscar por todo el
bar para encontrarla. Observo con ansiedad cómo se aleja, lanzando dagas de mis
ojos. Ella pagará por esto.
—¿Por qué tengo la sensación de que no te gusta estar a solas con alguien que
no conoces? —La pregunta de Christian desvía mi atención de Kyla.
Me giro hacia él, haciendo lo posible por no parecer intimidada por su
presencia. Me encojo de hombros.
—¿No es de una mujer inteligente estar un bar con su mejor amiga?
Los olores del bar persisten a mi alrededor, pero el embriagador aroma de
Christian los supera. Huele a especias, a clavo, a peligro y a pecado. Estúpidamente,
quiero inclinarme y olerlo más profundamente, pero eso sería extraño, ¿no?
—Si, para una mujer que busca a alguien para ligar, que es lo que
definitivamente busca tu amiga. Tú, sin embargo...
Su respuesta me tiene a la defensiva.
—Sí, ¿yo qué estoy buscando?
Se encoge de hombros sin responder. El aire chisporrotea a nuestro alrededor
y puedo sentir que la atracción crece. Me digo a mí misma que todo es por su imagen,
pero incluso después de haberlo conocido, la sensación es más profunda que eso. El
camarero se acerca y le pide un bourbon. Un momento después, le ponen delante un
vaso de cristal con líquido marrón. Observo cómo agita el bourbon en el vaso antes
de dar un trago al alcohol. Ni siquiera se inmuta, y observo su garganta mientras
traga, sus músculos se flexionan, atrayéndome.
—Creo que estas buscando diversión.
Mis cejas se arrugan en señal de confusión.
—¿Buscando diversión? ¿Qué quieres decir? Ya me estoy divirtiendo.
Se ríe, y es del tipo profundo y gutural que te hace sentir un cosquilleo en
todos los mejores lugares.
—Si esta es tu idea de diversión, entonces no quiero ver cuál es tu idea de
descanso y relajación.
Arrugo la nariz ante él.
—¿Estás insinuando que no soy divertida?
Da otro trago a su bebida y deja el vaso vacío sobre la barra.
Admito que estoy un poco enfadada por su suposición, pero no lo demuestro,
o al menos creo que no lo hago. El espacio que nos separa no es más que de un pie,
y sin embargo, de alguna manera, él se acerca, su gigantesco cuerpo invadiendo el
mío. Debe de medir un metro ochenta o más, y comparado con mi estatura de
1.60cm, debo de parecer una enana debajo de él. Alargo el cuello hacia atrás para
seguir mirándole.
Se apiada de mí y se inclina. Su aliento huele a canela y a bourbon dulce. Mis
ojos se detienen en sus labios durante tanto tiempo que puedo imaginarlo
besándome. ¿Me besaría con fuerza, consumiéndome desde fuera hacia dentro, o su
beso sería tan suave como una pluma? Mi concentración se interrumpe cuando sus
labios comienzan a moverse.
—Estoy insinuando que... eres precavida. No pareces del tipo que se arriesga.
Pareces... —Su mirada me recorre, y puedo sentirla quemando un mapa de carreteras
sobre mi piel—. Temerosa.
Mis mejillas se calientan. Estoy nerviosa o quizás avergonzada. Sí, esto último
es. Este hombre que no conozco, del que no sé nada, acaba de insultarme.
—¿Temerosa? —La palabra sale en un chillido.
Christian sonríe, y yo le arrancaría esa sonrisa de la cara si tuviera los
suficientes ovarios. Este hombre es intimidante, engreído y honesto, y no me gusta.
Sobre todo porque puede leerme como nadie, y eso es aterrador cuando no es más
que un extraño.
Su mano surge de la nada, y un pequeño grito se me escapa cuando las yemas
de sus dedos entran en contacto con mi mejilla al apartar un par de mechones de pelo
de mi cara. Sus dedos son callosos y me imagino que me tocan en lugares en los que
no tengo derecho a pensar cuando un extraño me toca, especialmente uno que podría
ser peligroso.
—No lo digo en plan gilipollas. Sólo quiero decir que pareces del tipo
temerosa. Nunca vas a ningún sitio sola, y definitivamente no hablas con un extraño
en un bar.
Me relamo los labios.
—No te equivocas. No suelo hablar con desconocidos. De hecho, ni siquiera
me gusta ir a los bares, pero mi amiga me arrastra cada vez que va. Siempre está
parloteando sobre la necesidad de salir de casa, ser social y conocer gente.
—No se equivoca. Es bueno salir, y es aún mejor correr riesgos. Nunca se
sabe cuándo pueden llevar a algo increíble.
Tengo la sensación de que está reflexionando sobre conocerlo.
—¿Te refieres a conocerte a ti?
Mis ojos captan la forma en que su lengua sale sobre su labio inferior. Los
dedos de mis pies se enroscan dentro de mis zapatillas. Siento que el aire se vuelve
más caliente a nuestro alrededor.
—Bueno, por supuesto, sí. Conocerme será lo mejor de tu noche. Lo prometo.
Su actitud arrogante me hace sonreír y pongo los ojos en blanco.
—Eres muy arrogante.
—Eres muy hermosa. ¿Te lo han dicho alguna vez?
No puedo creer que esté teniendo una conversación con un completo
desconocido en medio de un bar lleno de gente, y que me esté llamando hermosa.
Me recuerda una vez más que esta no soy yo. No soy esta persona.
—Una o dos veces. —Hago una pausa, y mi ansiedad se dispara—. Dime,
¿qué es lo que te ha traído a este lado del bar? Seguramente, no soy la única mujer
hermosa aquí.
Algo familiar parpadea en sus ojos azules, pero no puedo precisar la mirada
en mi mente.
—No estoy seguro. Sólo vi tu cara y me sentí atraído por ti. ¿Tal vez sea el
destino?
—No creo en el destino —le digo, la honestidad me desborda.
Levanta una ceja.
—¿De verdad? ¿En qué crees?
—Creo que si está destinado a ser, entonces será. Todos encuentra un camino
en la vida.
—Eso me parece bastante cercano al destino. —El sarcasmo en su voz es
inconfundible.
Como no le respondo, continúa:
—Bueno, yo creo, Siân, que si quieres algo con suficiente intensidad, harás
todo lo humanamente posible para conseguirlo. A veces puedes mentir, hacer un
trueque o incluso robar para conseguirlo. Incluso puede que lo tomes si es algo que
deseas lo suficiente.
Siento que nuestra conversación va en otra dirección. La advertencia parpadea
con fuerza en mi mente. No debería cruzar la línea, no debería arriesgarme así, sin
conocer a este hombre, pero tal vez tenga razón. Tal vez sea el momento de vivir un
poco. He pasado los últimos quince años atrapada en una burbuja de preocupaciones.
¿Qué daño puede hacer una noche de riesgo y diversión?
Mi mirada pasa por delante de él y se dirige a la entrada del otro lado de la
habitación. Me doy cuenta entonces de que Taj aún no está aquí. Temerosa. Estás
temerosa. Un hombre que ni siquiera me conoce puede ver lo lamentable y encerrada
que estoy en mi cabeza. Lo preocupada e insegura que estoy.
¿Qué tengo que temer? Han pasado cinco años. Vuelvo a prestar atención a
Christian y me mira fijamente. Espera, no a mí, sino a través de mí.
—¿Qué es lo que quieres, Christian? —Su nombre rueda por mi lengua con
lujuria.
Se inclina hacia mí, sus labios casi rozan los míos. Está tan cerca que juro que
puedo sentir los latidos de su corazón bajo su camisa. Está dentro de mí, en mi
cabeza, bajo mi piel, invadiendo mis sentidos.
Su voz es un susurro cuando habla, tan bajo que no sé si lo escucho bien.
—A ti.
Me muerdo la lengua, y es entonces cuando Kyla reaparece, acercándose a
nosotros con una sonrisa en la cara. Christian retrocede un paso ante su reaparición,
y yo aspiro con fuerza mis pulmones, sin saber que estaba conteniendo la respiración.
—¿Interrumpo algo? —pregunta, cogiendo su cerveza de la barra.
Me limpio las palmas de las manos, ahora sudadas, en la parte delantera de
mis vaqueros.
—No, claro que no. Sólo estábamos hablando. —Más bien compartiendo un
momento inexplicable. No sé qué tiene este tipo, pero me siento conectada a él de
una manera que nunca he sentido con nadie.
—Oh, mira, Taj y Josh por fin han aparecido —anuncia Kyla, con los ojos
brillantes, lo que hace que tanto Christian como yo dirijamos nuestra atención a la
entrada.
Veo fácilmente a Taj y a Josh. Ambos están de pie escaneado la multitud,
sobresaliendo como un par de pulgares doloridos. Debe estar emocionada por ver a
Josh.
No es un bar lujoso, pero Taj podría haberse cambiado al menos de su atuendo
de profesor. Me trago mi frustración cuando empiezan a acercarse a nosotros. Al
apartar mi atención de ellos, vuelvo a mirar a Christian. Su mirada está dirigida a
Taj. Es fría, y sus rasgos están marcados por el desdén. Debe de notar mi mirada,
porque se desprende de ella y me mira, con una sonrisa macabra en los labios.
—Creo que es hora de irme, pero ha sido un placer conocerte, Siân. Tal vez
nos veamos por ahí.
Asiento con la cabeza, sorprendida por su brusca salida.
Se aleja y casi choca los hombros con Taj al salir. Esta extraña frialdad llena
el espacio que me rodea donde el misterioso hombre estaba hace unos momentos.
Taj se acerca con una mirada de confusión en su apuesto rostro.
—¿Ese tipo te dio estaba molestando? —Su tono se vuelve protector.
Sacudo la cabeza.
—No. Ni siquiera lo conozco. —Aunque parecía que me conocía.
—De acuerdo —responde y me envuelve en un abrazo. Su abrazo es cálido y
su aroma a colonia limpia me llena las fosas nasales, pero no es lo que quiero. Es
seguridad. Estoy a salvo y, por alguna razón, sé que las palabras de ese desconocido
se quedarán conmigo el resto de la noche—. Me disculpo por llegar tarde. Surgieron
algunas cosas en la universidad, y tuve que quedarme hasta tarde para terminar de
calificar los trabajos.
—Está bien —miento.
No está bien. Nada está bien. Todo en Taj es seguro, desde su pelo castaño
rojizo hasta sus ojos verdes pálidos. Es un profesor con un buen trabajo y un corazón
de oro, pero no es lo que quiero. Nada de esto es lo que quiero... él no es lo que
quiero.
—Oye, ¿estás bien? —Taj me coge por las mejillas, obligando a mi mirada a
encontrarse con la suya.
Miro fijamente sus ojos verdes. Hay una sonrisa en su cara, una sonrisa puesta
ahí por mí.
—Estoy bien. Todo está bien. Vamos a tomar unas copas y disfrutemos el
resto de la noche juntos. —Me obligo a sonreír y a seguir sus movimientos.
Todo lo que puedo pensar es que todo no está bien, pero lo estará pronto.
Christian
Segura es la forma en que la describí, pero es aburrida más bien. Ha pasado
una semana desde que me acerqué a ella en el bar, y algo me dice que hablar conmigo
ha sido lo más animado que ha hecho. De hecho, estoy jodidamente seguro de ello.
Cuando me fui esa noche, hice lo que mejor sé hacer: mirar. Me senté fuera,
esperando pacientemente a que se fuera. Para mi sorpresa, estaba sola. En el poco
tiempo que pasé con ella, nunca mencionó tener un hombre, pero por la forma en
que se puso tensa cuando Kyla le informó de que los tipos que estaban esperando
habían llegado, sumé dos y dos. Eso y la amplia sonrisa que le dedicó el único chico
me dijeron que era su novio. Si era Josh o Taj, eso aún está por determinar. No me
quedé el tiempo suficiente para averiguar quién era ninguno de los dos. Pero
apostaría cualquier cantidad a que el que me topé al salir era él, la mirada de asco en
su cara era una indicación.
Probablemente fue lo mejor que dejara el bar, porque si hubiera estado con
ella, lo habría matado delante de ella. Entonces mi plan se habría deshecho antes de
empezar. Y no hay nada que odie más que un plan arruinado, eso y saber que otro
imbécil está pasando tiempo con mi mujer. Pero el destino se alineó, así que no tuve
que asesinar a nadie.
La seguí de cerca esa noche, manteniéndome lo suficientemente lejos como
para que no me notara en el lado opuesto de la calle. El paseo hasta la pequeña casa
que comparte con Kyla está a sólo unas manzanas del campus y del bar. Y lo sé
porque la he vigilado lo suficiente como para observar que Kyla entraba en la casa
con su propia llave.
Durante el camino, no pude evitar notar lo nerviosa que estaba Siân, mirando
por encima de su hombro de vez en cuando con los brazos envueltos fuertemente
alrededor de su cuerpo.
También puede agradecérmelo.
Mi pobre topolina, tan pequeña y asustada en este mundo tan grande y malo.
Al sádico que hay en mí le encanta. La idea no debería provocar una sonrisa en mis
labios, pero lo hace. La mansedumbre, el miedo constante y el deseo de huir, es
como música para mi alma. Si no tuviera planes para los dos, la habría perseguido y
le habría recordado los pequeños juegos que solíamos jugar antes de tener que
dejarla.
En cambio, esperé a que desapareciera en su casa y observé cómo se encendía
la luz en el piso de arriba. Y desde entonces he seguido observando todos los días.
La ventana de su dormitorio se ve perfectamente desde la farola de enfrente. Por
desgracia, sólo se ve su silueta porque mantiene las persianas cerradas. Me pregunté
cuántos chicos del barrio se habrán excitado con su sombra desnuda.
Intenta pasar desapercibida, pero cuando lo intentas te hace más visible. Los
que viven su vida abiertamente no son los que la gente quiere. Es el tipo tímido el
que más intriga a la gente. Sus personalidades reservadas son las que más hablan.
Aunque vayan de puntillas por la vida, nunca serán capaces de esconderse.
La rutina de Siân es la misma: la cafetería, la escuela, la casa y alguna que
otra salida nocturna con Kyla. Seguro y aburrido.
Decidí darle más tiempo y permitirle disfrutar de lo que queda de esta patética
existencia que ha elegido. Además, me dio el espacio que necesitaba para averiguar
todo lo que pudiera sobre esta nueva versión de ella. Ese tiempo se ha acabado, y
hoy empezamos la segunda fase de mi plan.
Hacer que se enamore de mí.
Y eso me trae aquí, la cafetería. Un lugar que, de otro modo, nunca pisaría.
La avalancha de voces, el fuerte zumbido de los equipos de elaboración de cerveza,
la gente tecleando en sus ordenadores y los olores: posos de café amargo, especias y
leche humeante. Lo odio todo. Pero estoy aquí por Siân. Ella es la razón de todo.
—¿Qué puedo ofrecerle? —pregunta la pequeña barista.
Sonríe y recorre mi cuerpo con la mirada. Hay un brillo en sus ojos, uno al
que estoy acostumbrado. La lujuria, la necesidad... todos son iguales, cegados por su
libido y un rostro atractivo.
—¿Qué es lo que hay? —pregunto. No es que me importe, pero la apariencia
es importante si quiero que esto salga bien.
—Bueno —canta, y desde mi periferia, noto que cambia de un pie a otro—.
Supongo que depende de lo que quieras. —Se inclina hacia mí y me señala el pecho,
llamando mi atención sobre el escote extremadamente bajo de su camisa de
uniforme.
Aquí estamos, otra chica mostrando todas las señales de que está buscando
echar un polvo. Sería una mentira si dijera que no tiene unos buenos pechos, pero
sigo sin inmutarme por sus descarados intentos. Sólo hay una mujer para mí, y está
lejos de ser ella.
Para avanzar, elijo lo primero que veo en el menú.
—Tomaré un capuchino.
Me hace el pedido, le pago en efectivo y me quito de en medio a la persona
que está detrás de mí. Me acomodo en una cabina en la esquina más alejada. Según
el reloj de la pared detrás de la caja registradora, Siân llegará en cualquier momento.
Como si fuera una señal, veo la parte superior de su pequeña cabeza marrón
por encima de la valla cuando dobla la esquina. Con la cabeza gacha, camina con el
bolso colgando de un hombro, la mochila colgando del otro y la atención puesta en
su teléfono.
Un momento después, entra en la ruidosa cafetería y se mezcla con los demás
clientes. En lugar de hacer cola como todos los demás, se dirige directamente al
mostrador de recogida, y pronto me doy cuenta de que su bebida ya la está esperando.
Dejo mi asiento y atravieso la sala. El suelo está pegajoso, la música suena a
través de los altavoces superiores y, afortunadamente, la tienda está ocupada. Me
planto justo detrás de ella, me paso los dedos por el pelo y saco el molde de cera del
bolsillo trasero. Siân sigue conversando con la barista, completamente ajena a mi
presencia.
Se revuelve el pelo y ofrece a la chica que está detrás del mostrador una
sonrisa sombría.
—Gracias, Angela. Menos mal que hoy he pedido con antelación. —Hace una
pequeña charla.
Gracias a su bolso bien abierto, puedo sacar fácilmente sus llaves de la bolsa.
Esa es otra cosa que he notado en ella. Aunque parece ser muy cuidadosa consigo
misma, no lo es tanto con sus pertenencias. Cada vez que la he observado, no se ha
molestado en asegurar su bolso. Si alguien quisiera asaltarla, no tendría ningún
problema en hacerlo.
Angela habla de lo ocupados que han estado mientras Siân finge estar
interesada. Se deja llevar por la corriente para parecer tan normal como todos los
que la rodean. Una parte de mí quiere sentir un poco de tristeza porque todavía no
se ha dado cuenta de que la gente como nosotros no puede ser normal. Pero aparto
los pensamientos y le robo la llave de su casa con el molde. Pero Siân vuelve a
ponerse en marcha antes de que ponga su llavero en su sitio.
—Gracias, Angela. Te dejaré volver al trabajo y te veré mañana. —Siân
asiente y levanta su copa hacia la mujer.
—Mierda —murmuro para mis adentros. Si no actúo rápido, lo más probable
es que descubra que sus llaves no están donde se supone que están.
Pensando en mis pies, hago lo único que puedo hacer y tropiezo con ella,
quitándole la taza de la mano a propósito. El líquido caliente salpica el suelo y las
puntas de mis botas.
—Maldita sea —maldice Siân.
Inmediatamente coge servilletas del dispensador de la encimera y se pone en
cuclillas para limpiar el desastre que he hecho. Está tan concentrada en el derrame
que deja las bolsas a su lado.
—Lo siento mucho —admito. Recogiendo un puñado de servilletas, me uno
a ella en el suelo, usando mi cuerpo para proteger su vista—. No debería haber tenido
tanta prisa.
Siân no levanta la vista. Su única preocupación es su bebida arruinada. Sin
perderla de vista, aprovecho el momento para devolver las llaves a su sitio. Con la
mano en las rodillas, estiro el cuello, fingiendo que reconozco quién es ella por
primera vez.
—Bueno, esto es una agradable sorpresa —digo juguetonamente.
—¿De verdad? Bonita sorpresa. Amigo, tiraste la bebida de mi mano —me
desprecia, pero aún no se ha tomado un momento para mirarme.
—Y ahora voy a ofrecerte a comprar otro.
Cuando las palabras salen de mi boca, el camarero me llama por mi nombre.
—Tengo un capuchino para Christian.
Eso llama la atención de Siân porque levanta la cabeza y se le escapa un jadeo
en cuanto me ve. Nos ponemos de pie al mismo tiempo, y yo le quito las servilletas
húmedas. Nuestros dedos se tocan, y ella se echa hacia atrás, luego fuerza su
columna vertebral. Vuelve a fingir, intenta hacerse menos pequeña y nerviosa en mi
presencia.
Me deshago de la basura sin dejar de mirarla. Sus ojos me siguen mientras me
muevo para aceptar la bebida que pedí y que honestamente había olvidado. Cuando
vuelvo a mirarla, los ojos verdes de Siân están ligeramente dilatados, como aquella
noche en el bar. Tiene una reacción ante mí, una que intuyo que la incomoda.
Aunque no porque no le guste. No, no es eso en absoluto.
Su respiración se acelera y sus mejillas adquieren un ligero tono rosado porque
está cautivada. Me he introducido en sus pensamientos, el recuerdo de nuestro breve
tiempo juntos se ha agitado en su interior. Mis palabras son lo único en lo que puede
pensar.
Una cosa que se me da bien es leer a la gente, y Siân no es una excepción. Se
ve claramente en la forma en que se mueve, apenas se aleja para no ser tan evidente.
Cómo sus ojos se posan en todo menos en lo que tiene delante. La sutil respiración
entrecortada cuando estoy cerca. La forma en que su cuerpo se tensó al mencionar a
los dos hombres que vinieron a conocerla a ella y a Kyla. Y en la forma en que casi
se desmorona sólo por estar junto a mí. Esta vida que ha elegido vivir la está
asfixiando, y en el fondo, ha estado esperando a alguien como yo.
Esa red de seguridad que ha construido a su alrededor se desmoronó en el
momento en que respiramos el mismo aire rancio y lleno de humo.
—Christian —murmura al cabo de un rato mientras reclamo mi bebida del
mostrador.
Me giro y la veo recogiendo sus cosas del suelo. Deja caer la barbilla sobre su
pecho y se coloca un mechón de pelo detrás de la oreja.
Me acerco a ella y sonrío.
—Así que tengo un efecto sobre ti. Recordar mi nombre es la primera señal
de que vamos por buen camino. —Aprieto el capuchino y me humedezco los labios,
incapaz de mantener a raya mi sonrisa juguetona.
Siân sigue el camino de mi lengua y su respiración se convierte en breves y
superficiales bocanadas de aire. Se le dibuja una sonrisa en los labios, pero la rechaza
y se lleva el labio inferior entre los dientes. Tengo ganas de acercarme y pasar la
yema de mi pulgar por sus labios carnosos.
Pero no lo hago. Es un juego largo, y ya me estoy divirtiendo demasiado.
Cuando la reclame, y me refiero a reclamar cada centímetro, ella lo rogará.
—De verdad —dice después de un rato—. ¿Y qué camino es ese?
Me acerco para que no tenga más remedio que mirarme. Dios, se ve tan
jodidamente sexy desde este ángulo. Es menuda, probablemente mide unos pocos
centímetros por encima del metro y medio, pero no es tan baja como para que besarla
sea un problema.
Su maquillaje ligero y natural es perfecto con su tez aceitunada. Y sus ojos
verdes brillantes y sus labios muy besables son lo más destacado de sus rasgos.
Habría sido una pena que los hubiera cubierto con un montón de maquillaje.
—El que nos pone juntos —me burlo y estiro la mano para pasarle el pelo por
detrás de la oreja, y como la otra noche, se sonroja.
Siân asiente y desvía la mirada antes de volver a mirarme. Es un débil intento
de disimular su reacción ante mí.
—Cierto. El destino, ¿cómo podría haberlo olvidado? —añade con sarcasmo.
—Exactamente —Me detengo un momento, dejando que mi mirada recorra
su cuerpo, registrando cada centímetro de ella en la memoria—. Déjame invitarte a
otro café. Hice que derramaras el tuyo, y basándome en lo agotada que pareces, diría
que lo necesitas. Además, parece que te he estropeado la camisa.
—¿Agotada? ¿Qué significa eso?
Así, así, chica. Ella es de temperamento fácil. Es bueno saberlo.
—Justo lo que parece.
Siân pone los ojos en blanco y observa la gran mancha en el dobladillo de su
blusa. Sus hombros se desploman y se le escapa un suave jadeo. Mi polla se
estremece al oír su gemido bajo y cercano.
—Maldita sea. Ni siquiera me di cuenta al principio. Pero... —Ella suspira—
. Estará bien. Es sólo una camisa.
—Oh, vamos. Déjame reponer la bebida y comprarte una camisa nueva. Tiene
que haber una tienda por aquí, ¿no?
—No —resopla ella—. No pasa nada. Ya llego tarde a clase.
—Bueno, entonces, toma. —Le tiendo mi capuchino—. Toma el mío. Y
aceptaré que me invites otro, o a algo mejor.
Siân se queda mirando la bebida que tengo en la mano y niega con la cabeza,
a pesar de que obviamente quiere aceptarla.
—No puedo aceptar tu café.
—Insisto —la insisto agarrando su mano y obligándola a rodear la taza con
los dedos.
Una descarga de electricidad se extiende desde mis dedos por todo el brazo, y
los pelos en su camino se ponen de punta. El resto de mi cuerpo parece cobrar vida
también: mi corazón se acelera, mi respiración se entrecorta por un momento y mi
virilidad se estremece, pero se calma en cuanto ella se aleja. Durante años me he
preguntado qué se sentiría al tocar su piel, y es todo lo que había imaginado. Flexible
y demasiado delicada para mí.
—Entonces, ¿qué vas a tomar? —digo después de parpadear para aclarar mis
pensamientos.
—Está bien, de verdad. Ni siquiera me gustaba.
Sus cejas se juntaron, la confusión se hizo presente en su rostro.
—Entonces, ¿por qué lo compraste?
Me encojo de hombros.
—Supongo que me apetecía arriesgarme.
Capta la referencia a nuestra conversación de la otra noche y suelta una risa
baja.
—Así es, Señor que se arriesga.
—¿Y has tomado alguno últimamente?
Siân no responde, pero sus ojos y su lenguaje corporal lo delatan.
—Todavía te aferras a esos chalecos salvavidas, ¿eh? Puedes soltarlo, amor.
No dejaré que te ahogues.
—Me arriesgo.
—¿Sí?
—Sí. Lo hago —afirma con valentía, pero el temblor de su voz cuenta otra
historia.
—Nombra uno. —Cuando ella no ofrece una respuesta, continúo—: Estoy
esperando. —Cruzando los brazos sobre mi pecho, y me inclino un poco más hacia
ella.
Su respiración vuelve a cambiar, pero no se aleja como espero que lo haga.
—Eres arrogante. ¿Lo sabes?
—De hecho, lo sé. Es uno de mis mejores rasgos, ¿no crees? Y todavía estoy
esperando escuchar sobre esos riesgos que has estado tomando. Cuéntame todo sobre
tu lado atrevido.
—¿Quién dijo que tenía uno?
—Tú. Justo ahora que decías que te habías arriesgado. Además, todos tenemos
uno.
Ella resopla y se mueve de una pierna a otra.
—Bien. No lo he hecho. ¿Contento ahora? —finge estar molesta.
Pero he leído bien su pequeño espectáculo. Está más que intrigada, y muy
pronto, tomaré lo que es mío por derecho. A ella.
—No —digo un segundo después.
—Entonces, Christian, no sé qué decirte. Pero gracias por el café. Tengo que
irme. —Siân intenta rodearme, su respiración se entrecorta cuando le paso un brazo
por la cintura para evitar que se aleje.
Establecemos contacto visual, ninguno de los dos dice una palabra. Su cara
está cerca de la mía. Tiene los labios entreabiertos y los ojos vidriosos; todos los
signos de atracción se asoman en su bonita cara. Podría besarla ahora mismo, y ese
lado temerario que tanto se esfuerza por mantener a raya me lo permitiría.
Pero no ahora. Todavía no está preparada.
Siân interrumpe el momento y mira su mano, con el ceño fruncido. Saca algo
pegado en la taza. Es un papel delgado y doblado, y cuando lo abre, hay un número
de teléfono garabateado bajo el nombre de Angela.
Sus ojos se abren de par en par, y juro que noto una punzada de celos, pero
los aparta.
—Parece que alguien está interesado en ti —dice.
Tomo el trozo de papel, lo cierro en un puño y veo cómo la invade un suspiro
de alivio.
—Estoy bien.
—¿No quieres llamarla? Es bonita y muy dulce.
No respondo. En su lugar, sólo la miro fijamente, disfrutando de la forma en
que sus mejillas se calientan por la conversación. No quiere que llame a esta mujer
más de lo que yo mismo quiero. Es una mentirosa y una muy mala.
—Sabes lo que quiero —le susurro al oído mientras le clavo los dedos en el
costado. Debe de haber olvidado que sigue en mis brazos, porque se estremece
cuando lo hago.
Siân se moja los labios, pero no rompe nuestro abrazo.
—¿Quién dijo que estaba disponible?
Sonrío y la imito, lamiéndome el labio inferior, y luego le acaricio la mejilla.
—Y te dije que a veces tienes que tomar lo que quieres. Sin importar lo que
pase.
Traga tan fuerte que lo oigo por encima de la música y las conversaciones que
nos rodean. Me alejo un poco y le tiendo la mano, y ella la mira con curiosidad.
—Tu teléfono —respondo antes de que pueda hacer la pregunta.
—¿Por qué?
—¿No puedo sacar provecho de ese pago sin tu número?
Ella no se mueve.
—No lo sé, Christian. Tengo...
Sabiendo ya lo que va a decir a continuación, la corto. Que le den a su novio.
Ella me pertenece, y pronto se dará cuenta de ello.
Inclino un poco la cabeza y respiro.
—Estamos corriendo riegos, ¿recuerdas?
Los hombros de Siân caen con su exhalación. Está contemplando mi petición,
su duda y su interés luchan por imponerse. Mientras piensa en todas las
consecuencias de aceptar lo que le pido, me tomo un momento para abrir la
aplicación que he utilizado en el pasado. Es un programa de clonación que facilita
lo que hago. Conocer los entresijos de las conversaciones de las víctimas potenciales
me mantiene un paso por delante de ellas y de cualquier mierda que pueda surgir.
—Oh, vamos, Siân. No es como si fuera un acosador loco. Arriésgate. No te
arrepentirás.
Exhala y busca en su bolso.
—¿Una taza de café? —pregunta para tranquilizarse.
—Empezaré con eso —Sonrío.
Siân inclina la cabeza y pone su teléfono en mi mano extendida.
—Ves. Y no ha muerto nadie.
Se encoge ante mi afirmación, pero se recompone. Con los dos teléfonos en
mis manos, los sostengo uno al lado del otro y pulso el botón para iniciar el proceso
de clonación. Un momento después, el software se completa, con letras verdes
parpadeantes que me devuelven: CLONACIÓN EXITOSA. Se me escapa una risa
siniestra, y necesito mucha fuerza de voluntad para contenerla. Entonces, programo
rápidamente mi número y me llamo a mí mismo desde su teléfono para mantener el
engaño.
Siân me ofrece una suave sonrisa.
—Adiós, Christian.
—Nos vemos por ahí.
Cuando sale de la tienda, la sigo, admirando el vaivén de sus caderas de
camino al campus. Mi teléfono vibra, rompiendo mi concentración. El nombre de
mi padre aparece en el identificador de llamadas y contesto sin saludar.
—¿Che cosa2?
Su voz resuena en mi oído, con un discurso casi inaudible. Está enfadado.
Aunque siempre lo está . Vine a América por una razón, y eso no implicaba encontrar
a Siân. Ella es simplemente un desvío no sancionado. Esta llamada, por muy
indeseada que sea, me recuerda el trabajo que me envió a hacer.
—Va bene —gruño—. Rilassare. Sara' gestito3. —Termino la llamada, sin
darle la oportunidad de réplicar.
Por ahora, haré lo que él quiere, y luego volveré por ese pago.

2
¿Qué?
3
Muy bien. Relájate. Ya se resolverá.
Siân
No puedo dejar de revisar mi teléfono, esperando que la hora en la pantalla
esté mintiendo. ¡Joder! Llego tarde. No sólo un poco tarde, sino muy tarde. Me
enorgullece ser puntual. La puntualidad es importante para mí, pero me quedé
atrapada con el misterioso Christian en la cafetería. Mi camisa está manchada de
café y estoy estresada. Voy a estar hecha polvo todo el día.
Mis zapatos golpean el hormigón mientras subo los escalones del edificio. Taj
se va a enfadar. Apuesto a que ahora mismo tiene una vena abultada en el cuello.
Sé que debería tomármelo más en serio, pero nunca he llegado tarde. A
diferencia de él, que ha llegado tarde y me ha ignorado cada vez que ha podido. Al
correr por el pasillo con el bolso colgado del hombro y sosteniendo el café que
debería haber tirado al entrar, casi me tropiezo, pero de alguna manera me mantengo
en pie. Dios, soy un desastre.
Cuando llego a la puerta del aula, me detengo, con el pecho agitado.
Respirando tranquilamente, miro a través del cristal de la puerta.
Maldita sea.
La clase está llena y Taj ya ha empezado su lección. Mientras estoy aquí, Taj
se acerca y nuestras miradas chocan. Sus ojos verdes pálido son tormentosos, e
incluso desde esta distancia, puedo ver la irritación grabada en sus rasgos.
Taj se toma muy en serio la puntualidad de sus alumnos, tanto que cierra la
puerta con llave en cuanto empieza la clase. Si no estás dentro de la clase a tiempo,
no entras. Sin embargo, lo curioso es que no tiene el mismo compromiso para todo
lo demás en su vida, como cuando me pide una cita, a la que casi siempre llega tarde.
Me quedo parada pensando si debo llamar a la puerta. Ya me ha visto, pero
aún no se dirige a la puerta. Pasa otro segundo, luego otro. Sus labios se mueven
mientras habla a la clase, y luego se dirige hacia la puerta.
Mi corazón se acelera mientras él camina hacia mí y, por primera vez en
mucho tiempo, siento la adrenalina en mis venas. No he sentido nada parecido
desde...
Abre la puerta con el ceño fruncido. Mirando por encima de su hombro, cierra
la puerta tras de sí y sale al pasillo, obligándome a dar un paso atrás.
—Siento llegar tarde. Tuve un pequeño problema en la cafetería y entonces...
—Todo eso me suena a excusas, Siân. Se supone que tienes que dar ejemplo.
Este es tu maldito trabajo. Llegar tarde es inexcusable.
Me regaña como si fuera un niño, y no me gusta, ni un carajo.
Suspiré.
—Llevo menos de diez minutos de retraso, Taj. Relájate.
El labio de Taj se curva, y el caballero al que estoy tan acostumbrada se
derrite, revelando algo frío y feo.
—¿Sabes qué? Vete a casa.
Parpadeo, repentinamente confundida.
—Mira, lo siento. No he llegado tarde intencionadamente.
Sacude la cabeza.
—Vete a casa, Siân. —La frialdad de su voz me hace temblar, y me quedo
mirándole fijamente, preguntándome si le he oído bien.
—Yo...
—Vete. A casa —grita y se da la vuelta, dándome la espalda.
Antes de que pueda pronunciar otra palabra, vuelve a entrar en el aula, y el
portazo me hace vibrar.
¿Qué demonios acaba de pasar?
Una avalancha de ira y tristeza me envuelve, pero sobre todo me doy cuenta
de lo incompatibles que somos. Si Taj me quisiera tanto como dice, no reaccionaría
de forma tan enfadada por algo tan pequeño.
¿Tal vez sólo está estresado? No, esa no es una razón suficiente para que me
trate tan mal. He notado cada día más que se convierte en un hombre que ya no
reconozco.
Simplemente estoy ocupando el lugar de su novia perfecta, que nunca se pasa
de la raya.
Enfadada, me doy la vuelta y me voy por el pasillo. Salgo del edificio y me
quedo fuera, en las escaleras, mirando al patio. ¿Desde cuándo soy tan fácil de
convencer? No, no sólo en una blandengue... En alguien temerosa. Soy temerosa.
Las palabras de Christian “el hombre del bar” resuenan en mí. No tomo riesgos, y
nunca me salgo de la línea. Soy la chica perfecta, que la pisotean y estoy cansada de
ello.
La frustración me recorre y atravieso el patio y vuelvo a la casa. Debería
volver al aula y regañar a Taj, pero en el fondo sé que no me serviría de nada. Ambos
estamos enfadados, y cualquier palabra dicha en este momento haría más daño que
otra cosa. Pase lo que pase, tengo que acabar con esto antes de que se salga de
control. Taj es mi jefe, y al final del día, me gustaría seguir siendo amigos, si eso es
posible. Esto ha durado mucho más de lo que debería.
El paseo es lo suficientemente largo como para que se me pase el enfado.
Cuando llego a la casa, veo que el coche de Kyla no está.
Subo a mi vehículo y me apoyo en el volante. Tenía que trabajar toda la
mañana y hasta la tarde antes de pasar tiempo con mi cuidadora, Cynthia. Ella ha
estado en mi vida desde el principio y es la única familia que tengo aquí en Estados
Unidos, la única que me queda, si soy sincera. Hago todo lo posible por cenar con
ella dos veces al mes, sólo para ver cómo están las cosas y ponerme al día. Se merece
más de lo que puedo darle por mantenerme a salvo y cuidarme todos estos años.
Arranco el coche y salgo del aparcamiento. No quiero aparecer en casa de
Cynthia de mal humor, así que marco el número de Kyla. Será más fácil
desahogarme con ella sobre Taj que con Cynthia. Es como una madre para mí y,
además, Cynthia no se fía de nadie, así que su opinión está sesgada.
Cuando salgo a la carretera, Kyla por fin contesta al teléfono.
—Hola —dice en voz baja como si acabara de correr.
—¡Hola! —suspiro, tratando de ocultar mi enfado. Sin embargo, no tiene
sentido intentarlo. Kyla ha estado a mi lado durante años. Si alguien puede notar
cuando estoy enfadado, es ella.
—¿Qué pasa?
—Todo —gruño—. Si necesitaba una prueba de que Taj y yo no deberíamos
seguir juntos, hoy la tengo.
—Oh Dios, ¿qué ha pasado?
Salgo a la autopista para dirigirme a los suburbios donde vive Cynthia.
—Esta mañana he tenido un pequeño percance en la cafetería, así que he
llegado diez minutos tarde a clase. Me ha echado la bronca y me ha dicho que me
vaya.
Hay una larga pausa, tan larga que me pregunto si me ha colgado. Entonces
se aclara la garganta y dice:
—Hmm, eso no suena a él. ¿Quieres que hable con él?
En algún lugar de mi mente, se enciende una bandera roja. Confío en Kyla,
pero no quiero que se involucre en mi relación con Taj.
—No, él mismo puede pensar en lo que hizo y en cómo me trató y luego puede
disculparse por actuar como un niño pequeño. No le hice nada y me trató como una
mierda.
—¿Tal vez está estresado? —Kyla intenta intervenir, pero se siente como si
estuviera dando la cara por él, y eso es irritante como el infierno.
¿Es mi amiga o la suya?
—Estresado o no, no tenía que decirme que me fuera. No tenía que ser un
imbécil. Era como si fuera una persona diferente. —Sacudo la cabeza y me concentro
en conducir para evitar tener un accidente de coche. Es lo último que necesito.
—Sí, estoy de acuerdo... Tal vez sea mejor terminar las cosas antes de que
empeoren. —Su respuesta sale de la nada, pero no es realmente sorprendente. Le
dije que quería romper con Taj antes, pero nunca me presionó para que lo hiciera.
Ahora, parece que lo está haciendo.
—Aunque hiera mis sentimientos, no quiero herirle.
Taj fue mi primer novio serio y el hombre al que le di mi virginidad. Él guarda
muchas de mis primeras veces y dejarlo ir se siente como si estuviera dejando ir
algunas de las mejores partes de mí, pero no soy estúpida. Ya hemos superado la
raya.
Era sólo cuestión de tiempo que empezáramos a desmoronarnos.
—Sé que no... pero a veces es para mejor. —Hace una pausa—. Mira, hablaré
contigo más tarde. Tengo una cita para comer con Josh.
—El almuerzo no es hasta dentro de un rato, pero está bien. —Intento no sonar
irritada, pero no puedo evitarlo. Necesito desahogarme con Kyla. Si no, volveré a la
universidad, arrancaré a Taj de la clase y lo mandaré a la mierda.
—Oye, lo siento, nena. Estaré en casa esta noche, y puedes desahogarte hasta
que tu corazón esté contento.
—De acuerdo. —Suspiro.
Aprieto la tecla de fin de la llamada en el volante y aprieto los dientes, sumida
en mis propios pensamientos hasta que llego a los suburbios. Normalmente, Cynthia
y yo cenamos, pero estoy segura de que le gustará pasar el día juntas, ya que hace
tiempo que no podemos hacerlo. Entre las clases y mi trabajo como ayudante de Taj,
por no hablar de todas las noches extra que Kyla me obliga a salir, he abandonado
sin querer el trato que hicimos Cynthia y yo. Acerco el coche a la acera, lo aparco y
apago el motor.
Cojo el bolso y el teléfono. Me dispongo a salir del coche cuando se me erizan
los pelos de la nuca. Mis ojos observan la carretera frente a mí y las casas que
bordean la calle, pero no veo nada sospechoso. Sin embargo, tengo la sensación de
que alguien me observa. ¿Estoy siendo paranoica? Me esfuerzo por salir del coche.
He vivido toda mi vida con miedo... ¿cuándo dejará de ser así? ¿Cuándo dejaré de
sentir estos brotes aleatorios de paranoia? Sólo quiero vivir una vida normal y feliz.
¿Es demasiado pedir?
Cierro la puerta del coche y mi teléfono vibra en mi mano. Me sobresalto y
miro hacia abajo para ver el nombre de Christian en la pantalla, junto con un mensaje
suyo.
Christian: Sólo quería que supieras que estabas muy guapa esta mañana y
que no olvides que está bien correr riesgos.
¿Guapa? Mis mejillas se calientan a la temperatura del sol. El misterioso
Christian se ha colado en mi subconsciente. ¿Cómo es posible que un desconocido
pueda mirarme y ver que me estoy ahogando, pero las personas más cercanas a mí
no? Vuelvo a leerme el texto y, estúpidamente, sonrío. Me desconcierta, pero al
mismo tiempo me centra.
Es lo que necesito. Sé que si no asumo el riesgo, nunca veré ninguna
recompensa. Sin embargo, no sé cómo hacerlo. No sé cómo salir del miedo en el que
vivo. Taj es mi red de seguridad y permanecer dentro de mi burbuja es lo que me ha
mantenido a salvo durante estos dos últimos años. ¿Y si cometo un error y me
encuentra? Suspiro tan fuerte que estoy segura de que los vecinos pueden oírme.
Enderezo mi columna vertebral y recuerdo todo lo que he soportado y lo lejos
que he llegado. Todo va a salir bien. Necesito estar a salvo, al menos por ahora.
Christian tiene razón, pero al mismo tiempo se equivoca. La seguridad me
mantiene viva. Él nunca podría saber el peligro que puede suponer para mí correr un
riesgo.
En cuanto llego al último escalón de la escalera, Cynthia abre la puerta. Sus
ojos son brillantes y alegres mientras una sonrisa se dibuja en sus labios. Nunca hay
un momento en el que no se alegre de verme. El amor y la compasión que ha tenido
a lo largo de los años la convierten en algo más que mi tutora. A mis ojos, es como
una madre, que siempre se asegura de protegerme y amarme.
—Siân, estás tan preciosa como siempre. Parece que ha pasado una eternidad
desde la última vez que te vi —me susurra al oído mientras me abraza con fuerza.
Sus abrazos son los mejores, como una manta calentita y un cacao caliente en el
momento en que entras del frío.
Apartándome, murmuro:
—No ha pasado tanto tiempo. Tú también estás preciosa. —Y lo está. Está
prácticamente resplandeciente.
—Basta, vas a hacer que me ruborice. Entremos y tomemos un poco de sopa.
Incluso he hecho pan para acompañarla.
Mi estómago, por supuesto, elige este momento para gruñir, y estallamos en
carcajadas. Entramos juntas en la casa, y Cynthia cierra la puerta tras nosotros y se
dirige directamente a la cocina. Su casa tiene un concepto abierto, con la sala de
estar y el comedor mezclados entre sí. Cada vez que entro en esta casa, me siento
protegida. Siento que nada puede tocarme, probablemente porque sé que Cynthia no
dejará que me pase nada.
No cuando todo lo que tenemos es la una la otra.
—¿Está todo bien? —me pregunta, percibiendo el cambio en mis emociones
mientras se prepara para servir la sopa.
—Sí. Estoy bien. Sólo pensaba en lo agradecida que estoy de tenerte. Hemos
pasado por muchas cosas juntas. Siempre quiero que sepas lo mucho que te aprecio.
Se detiene en medio del cazo y me mira.
—Significas el mundo para mí, Siân. Todo lo que tenemos es la una la otra, y
no hay nada que no haría para ayudarte. Lo sabes.
Con todo lo que está pasando y la paranoia que he tenido, esto es justo el
recordatorio que necesitaba.
—Lo hago, y nunca lo he dudado. Sólo echo de menos pasar tiempo contigo,
eso es todo. He estado muy ocupada con la escuela y el trabajo, y no hay suficientes
horas en el día. —Ahora parece que me estoy quejando.
Cynthia sólo sonríe.
—Bueno, pero ahora podemos, ¿no? Así que comamos, veamos una película
y disfrutemos de la compañía de la otra. —Sólo puedo sonreír y tomar el plato de
sopa que me ofrece. Es mucho más que mi cuidadora. Es mi familia.
Christian
El sonido de mis neumáticos chirría sobre el pavimento mientras azoto mi
Ferrari 458 Italia frente al almacén abandonado. Una hilera de enormes estructuras
en ruinas, envueltas en musgo y enredaderas, me miran fijamente. Estamos en un
pequeño pueblo a una hora de South Beach. Lo que una vez fue un próspero puerto
pesquero ahora sólo es un recuerdo olvidado de edificios envejecidos que sirve de
lugar de acampada para los sin techo, los drogadictos y... bueno, nosotros. Es el lugar
perfecto para nuestro tipo de trabajo. Es un lugar tranquilo y alejado de los caminos
trillados, y cuando hacemos negocios, los residentes habituales saben que deben
mantenerse alejados. A menudo, son contratados para vigilar el lugar.
Sólo he estado aquí una vez, antes de que mi chico encontrara a Siân en
Florida. Este lugar está en peores condiciones que entonces. La basura y los
escombros cubren el terreno, y el olor a orina impregna el aire. Incluso desde el
asiento del conductor, con las ventanillas subidas, puedo olerlo.
Al salir del coche, cojo los guantes de cuero negro que hacen juego con mi
chaqueta. Aunque hoy dejo la chaqueta. Con la mano envuelta en mi Glock, cierro
la puerta de golpe, me meto la pistola y los guantes en la cintura y avanzo. Me han
estado esperando y, a juzgar por el enfado que desprende mi padre por teléfono, las
cosas no van bien.
Había un plan, y alguien la ha cagado estrepitosamente. Mantengo la calma y
subo con un gran paso las tres escaleras que llevan a la plataforma. La puerta del
almacén es pesada y cruje cuando la abro. El silencio al otro lado es espeluznante.
El aire está viciado y en medio del espacio abierto hay una vieja mesa de metal
oxidado, una sola silla y una furgoneta de carga negra.
Tony, el hombre de confianza de mi padre en South Beach, está al lado de la
parte trasera del vehículo, mirando al distribuidor. Los dos hombres me miran: Tony
por encima del hombro y Armon estira el cuello para mirar alrededor de Tony.
Los rusos se dedican a un poco de todo. Pero las armas y las chicas son
nuestras especialidades, bueno, las armas son mi especialidad. Mi padre puede tener
lo que viene con el manejo de las mujeres. Yo paso de eso. La violencia es más mi
velocidad, y las armas son la mejor manera de imponerla.
Suministramos a toda la Costa Este y a la mayor parte de Italia. A Tony se le
encargó cerrar el trato con nuestro nuevo contacto, Armon Trentino, un matón
callejero de bajo nivel que se unió al ejército. Las viejas costumbres son difíciles de
cambiar, y el viejo Armon pronto se dio cuenta de que vender armas de grado militar
pagaba muy bien, una tonelada de mierda mejor que el gobierno de los Estados
Unidos.
—¿Dónde demonios has estado? —Tony me ladra.
Lo miro fijamente con la mandíbula apretada y las manos cerradas en un puño.
Tony endereza la columna y me hace un rápido gesto de disculpa. Conoce mi
carácter mejor que nadie, así que debería haber sabido que no debía cuestionarme.
Puede que trabaje para mi padre, pero yo soy el que manda. Las cosas suceden bajo
mi palabra, y nadie quiere hacerme enojar.
Las cosas son mejores cuando soy feliz, o mi interpretación de ello. Si me
enfado, la gente muere, y hoy no tengo ganas de matar a nadie. Es un desastre, y la
limpieza puede ser un dolor de culo.
—Armon.
—Christian, hombre, escucha...
Levanto un dedo para silenciarlo.
—Shh —Continúo, sin detenerme hasta que estoy a medio metro de Tony.
Armon se queda callado. Es inteligente. Está claro que sabe lo suficiente como para
no presionarme. —¿Qué es eso que he oído sobre un problema con nuestro envío?
—pregunto, con un tono uniforme.
Cuanto más me adentro en la habitación, más rancio se vuelve el aire
circundante. El crepúsculo cubre cada centímetro del lugar, y las paredes están
desprovistas de una pintura gris desconchada y mugrienta que alguna vez fue un tono
de blanco.
Me pongo los guantes de uno en uno y miro fijamente a ambos hombres. Tony
sabe a dónde va esto, y Armon también. El sudor marca la cara del traficante. Sabe
que ha metido la pata, y su instinto de huir o luchar se impone, pero está acorralado.
No tiene dónde ir, y es exactamente como me gusta.
—Habla —digo una vez que tengo los guantes puestos.
—Como le decía a Tony, hubo una confusión.
—Hm —Asiento con la cabeza—. Continúa.
Armon se encoge de hombros, con los ojos llenos de miedo.
—No tengo todas las armas.
Con las cejas levantadas y los labios fruncidos, asiento una vez más.
—Ves que esto es un problema, ¿verdad?
—Estaba fuera de mi control, Christian.
Miro por encima del hombro a Tony, que me da un encogimiento de hombros
de desaprobación.
—Eso no me sirve.
—No había nada que pudiera hacer —protesta.
—Claro que sí. Pagamos el depósito, y era tu trabajo entregarlo. Ahora, estaba
en medio de algo bastante importante, algo que tuve que dejar de lado para estar aquí
con gente como tú. ¿Y me dices que no puedes hacer nada? —Pregunto mientras lo
rodeo. Alcanzo mi pistola, quito el seguro.
—¿Qué tal si dejo el...?
Bang.
El sonido de mi pistola resuena en las paredes, haciendo eco alrededor de
nosotros.
—Argh —grita Armon, sus gritos salen gaseosos y empapados de su dolor.
—¡Mierda! —Tony grita, mis acciones le pillan desprevenido también.
El cuerpo de Armon cae donde está y se agarra la rodilla, el color se le escapa
junto con su sangre. Largos hilos de sangre se filtran por las yemas de sus dedos, y
el sudor que cubría su frente es ahora un chorro que fluye por su cara.
Ahora, de nuevo frente a él, me cierro sobre su débil excusa. Observando sus
rasgos y las líneas de agonía escritas en su cara, agarro mi arma con más fuerza y
me arrodillo. Con la respiración entrecortada, Armon retrocede, pero
inmediatamente se desploma cuando toda la energía que tiene abandona su cuerpo.
Observo la sangre durante un segundo, mientras se acumula en el suelo a su
alrededor. Sus gritos son cada vez más fuertes y su voz me hace vibrar los tímpanos.
Cuando vuelvo a mirar a Tony, sacude la cabeza. Ya debería estar acostumbrado a
mi forma de trabajar: un hombre como yo se alimenta del dolor ajeno. ¿Qué
esperaba? Si tengo que intervenir y ocuparme de algo que él debería haber hecho, la
sangre siempre se derramará.
—Entonces, ¿qué dices, Armon? ¿Somos amigos o no? —Apoyo los codos
en las rodillas, dejando que la mano que sostiene mi Glock cuelgue libremente entre
mis piernas.
Me mira fijamente, y la saliva le sale de la boca cuando habla.
—¿Me estás tomando el pelo? —gruñe.
Levanto el cuello para mirar a Tony.
—¿Parece que estoy bromeando? —Vuelvo a dirigir mi atención a Armon y
uso el cañón del arma para rascarme la sien.
—En absoluto —proclama Tony detrás de mí.
Sonrío y agito mi pistola hacia Armon. Se estremece y yo suelto una
carcajada. Es fuerte y vibra en el espacio. Demonios, incluso me da escalofríos.
—¿Cómo piensas arreglar esto? —pregunto.
Se queja.
—Lo arreglaré, hombre, lo juro. Solo llévame a un médico —suplica Armon.
—Tony se encargará de que te traten.
Armon suelta un suspiro.
—Gracias, Christian. Te prometo que...
—Después de arreglar este problema.
Su piel palidece ante mis palabras.
—Vamos hombre. No voy a lograrlo. Creo que has golpeado un arter...
Bang.
Otro disparo en su rodilla buena. Debido a la cercanía, las salpicaduras de
sangre aterrizan en mi mejilla y en las puntas de mis botas. Los gritos de Armon
siguen creciendo, ahogando todo lo que me rodea. La adrenalina aumenta en mi
pecho, como cada vez que mis víctimas gritan.
—Maldito Jesucristo. Va a tener que caminar si quieres las armas, Christian
—declara Tony.
—Sus manos aún funcionan. A menos que no me diga lo que quiero oír en los
próximos cinco segundos. El que no camine será el menor de sus preocupaciones.
Armon abre la boca para hablar, pero lo único que sale es un fuerte jadeo. El
charco que lo rodea aumenta, la sangre se congela por el clima.
Hmm, tal vez sí le di a una arteria.
Finalmente, consigue reunir sus palabras a pesar de lo débil que se está
volviendo.
—B-bien. Yo sólo... dame un poco de tiempo.
Me chupo los dientes e inclino la cabeza.
—Tuviste tiempo, Armon. El trato era... —Me detengo en seco, distraído por
el zumbido de mi teléfono en el bolsillo trasero. Lo saco, pero no reconozco
inmediatamente el número. No es hasta que abro el mensaje que me doy cuenta de
que es la aplicación y el contexto por sí solo me dice de quién se trata. Taj. El puto
imbécil -corrección- con el que se está viendo Siân.
Taj: Hey bebé...
Veo rojo. Todo lo que me rodea se desvanece, sustituido por el carmesí. Esas
dos simples palabras rebotan contra mí, burlándose de mí, alimentando la parte de
mí que tanto me cuesta mantener enterrada a su alrededor. Pero esto, esta mierda de
hombre que llama a mi mujer, bebé. ¿Quién diablos se cree que es? Ella me
pertenece, y cualquiera que se interponga en mi camino será tratado.
—Christian —grita Tony, pero su voz es apenas audible.
Lo único en lo que puedo concentrarme es en mi teléfono y en el olor a sangre
y suciedad en el aire.
—Christian. Cosa stai facendo4? —grita Tony.
Aparece otro texto en la pantalla y me hierve la sangre. Agarro el aparato con
tanta fuerza que me duelen los nudillos.
Taj: Siento haberte hablado así. No debí haberte gritado.
Esos tres puntitos bailan en la parte inferior, mostrando que Siân se está
preparando para enviarle una respuesta. Por mucho que quiera saber lo que tiene que
decir, lo único que tengo en mente son sus palabras. ¿Qué demonios quiere decir que
no debí haberte gritado? La paciencia nunca ha sido una virtud mía, y si la aplicación
fuera una configuración de dos vías, acabaría con esta mierda ahora mismo.
Nadie grita a la mujer que me pertenece. Lo he dejado estar porque todo forma
parte de mi plan, pero ahora, lo quiero muerto. Un gruñido burbujea en mi garganta,
mi ira se convierte en pura rabia. Rabia que sigue creciendo cuando llega otro
mensaje.
Siân: Hoy te has portado como un imbécil, y no me lo merezco.
Si por mí fuera, esto estaría hecho esta noche. Pero hay más en juego aquí, un
imperio y el heredero que su padre me prometió hace tantos años. Si actúo ahora,
ella me temerá, y aunque la idea de eso me alimenta igualmente, necesito más de
ella. Y la única manera de tenerlo, de estar con ella como he querido desde que supe
que estaba destinada a ser mía, es ser paciente. Ella tiene que amarme, lo que
significa que tengo que jugar con calma. El siguiente paso es alejarla de él, aunque
eso signifique hacerlo desaparecer.
Taj: Lo sé, cariño. Te quiero. ¿No me quieres tú también?
—Hijo de puta —rujo en voz alta. Eres más inteligente que eso, Siân. No
caigas en eso. Desde muy temprano, domino el arte de la manipulación, incluso las
formas más sutiles pasan por encima de los demás. Como ahora, su mensaje está
impregnado de ello. Hay más detrás de esas palabras, siempre lo hay, y yo lo sabría
mejor que nadie.

4
¿Qué estás haciendo?
—¿Qué carajo? —Tony pregunta.
Armon, Tony, las armas, nada de eso importa en este momento. Los
desplantes de Tony y los gritos de Armon son ya un recuerdo lejano. Mi única
preocupación es la respuesta pendiente de Siân que pende de un hilo. Más puntos
seguidos de lo que parece la pausa más larga antes de que ella finalmente le
responda.
Siân: Lo sé. Pero eso no te excusa.
Taj: Tienes razón.
Taj: Lo siento.
Taj: ¿Me perdonas?
Los mensajes vienen seguidos, sin siquiera darle la oportunidad de responder.
Siân: No lo sé. Te has pasado de la raya.
Taj: Deja que te convenza. Te prometo que te compensaré 😉.
Otra pausa.
De pie en el centro de la habitación, siento los nervios a flor de piel, los puños
apretados alrededor de mi pistola y mi teléfono mientras la ira me consume. Mi
visión se nubla cuando su siguiente mensaje aparece en la pantalla y ya no puedo
pensar con claridad.
La rabia se convierte en furia, y lo único que sé es que quiero a alguien muerto.
Y sin una palabra ni un pensamiento más, giro sobre los tacones de mis botas y me
dirijo hacia el ahora pálido cuerpo de Armon. Sus ojos se abren de par en par al ver
mi arma y levanta una mano en mi dirección.
—Christian. —Sus palabras mueren en su lengua en el momento en que
aprieto el gatillo y le meto una bala en el cráneo.
Me doy la vuelta y me dirijo a la puerta antes de que su brazo pueda volver a
caer a su lado y el calor abandone su cuerpo sin vida.
Tony jadea, y luego viene una serie de blasfemias.
—Se supone que no debías matarlo. Maldito psicópata.
Sus palabras no significan nada para mí. Tony ha estado cerca de mí lo
suficiente como para saber que no me importa quién tiene que morir. Si alguien se
interpone en mi camino, entonces está muerto, y como no puedo llegar a Taj todavía,
esta noche esa persona fue Armon.
Lo miro fijamente por un momento. Ignorando su comentario, respondo:
—Toma las armas y limpia esta mierda.
Siân
Alguien podría pensar que disfruto yendo a los bares tan a menudo como los
frecuento, pero no es el caso. Después de llegar a casa tras pasar el día con Cynthia,
estaba agotada. Eso, unido a que estaba enfadada por la reacción de Taj a primera
hora del día, me hizo sentir aún peor.
En cuanto entré por la puerta, Kyla me bombardeó, rogándome que saliera
con ella a ver a Nova, un grupo local que tocaba el sábado en uno de los bares
universitarios de la calle. Estaba tan poco preparada mentalmente para su emboscada
que acepté. Luego me fui y me metí en la cama.
Taj sólo empeoró las cosas cuando me envió un mensaje de texto diciendo
que quería “compensarme”. Entendía perfectamente lo que eso significaba, y aún no
estaba preparada para verlo. Su disculpa por mensaje no parecía genuina, y sentí que
perdonarlo ahora mismo me convertiría en una estúpida.
Así que fue bueno que Kyla me invitara a salir.
Sin embargo, en este momento, me estoy arrepintiendo de haber elegido venir
aquí. El grupo ya ha tocado tres canciones y se prepara para hacer un descanso. Estoy
bebiendo un vaso de whisky. No me gusta mucho su sabor, pero disfruto de la
sensación de calor que crea en mi cuerpo mientras trago el líquido. Con el whisky
asentándose en mi estómago, saco mi teléfono del bolsillo.
No hay mensajes, y eso sólo me enfada más. Me está ignorando, y eso es
exasperante cuando es ella la que me ha invitado. Escribo un mensaje y le doy a
enviar antes de poder detenerme. Es el cuarto que envío, pero no me siento culpable.
No soy una amiga pegajosa. Simplemente, no me gusta que me dejen de lado.
Un camarero se acerca a la mesa.
—¿Puedo ofrecerle algo más?
—Tomaré otro whisky, por favor.
Asiente con la cabeza y se aleja. Mi teléfono emite un mensaje de texto y se
me revuelve el estómago. Más vale que haya pasado algo malo para que no esté aquí.
Mis dedos se ciernen sobre la pantalla de mi teléfono cuando veo que el
mensaje no es de Kyla, sino de Christian.
Christian: ¿Tienes algún plan para esta noche, hermosa?
Me relamo los labios y miro alrededor del bar. Una extraña mezcla de culpa
y excitación bulle en mi interior. No estoy haciendo nada malo si le devuelvo el
mensaje, ¿verdad?
Miro fijamente el texto, contemplando mi próximo movimiento. Me ha
llamado hermosa. Hay un regaño en el fondo de mi mente que me dice que debería
ser cautelosa.
Le contesté con un mensaje de texto.
Yo: ¿Hermosa?
Su respuesta es casi instantánea.
Christian: ¿Prefieres sexy? ¿Impresionante? ¿Preciosa? Ya que eres todo
eso y más.
No puedo evitar que la sonrisa aparezca en mis labios. Pasan los segundos y
entonces llega otro mensaje.
Christian: No me has contestado. ¿Tienes algún plan para esta noche?
Mis mejillas se calientan. Lo único que ha hecho es llamarme hermosa. Es
estúpido reaccionar a sus mensajes como si fuera una adolescente a la que nunca han
besado.
Yo: Sí. Estoy esperando a mi amiga para ver a la banda Nova. Está llegando
tarde.
No sé por qué le dije eso, pero le di a enviar el mensaje antes de poder
detenerme.
El camarero vuelve con mi whisky y, en cuanto deja la bebida, le doy un gran
trago. El licor me quema la garganta. ¿Qué me pasa? No hablo con tipos al azar, y
mucho menos coqueteo con ellos.
Estoy con Taj. Esto está mal, pero si está mal, ¿por qué se siente tan bien?
Mi teléfono suena y miro el mensaje.
Christian: Joder, nunca deberían dejarte esperar... Si yo estuviera allí....
No termina su texto y mi mente va a mil por hora.
¿Qué ha querido decir? Mi corazón late contra mi caja torácica y lo veo en
mi mente como si estuviera delante de mí. Pienso en nuestro casi beso de la noche
en que lo conocí.
Me muerdo el labio inferior y escribo mi respuesta.
Yo: ¿Qué harías?
Debe tener el teléfono en la mano porque las burbujas de su respuesta
aparecen en la pantalla enseguida.
Christian: Lo que quieras que haga.
Se me aprieta el estómago, y puedo sentir las mariposas en mi interior,
esperando a ser desatadas. ¿Quiero que me haga cosas? Estoy bastante segura de que
sí, pero también estoy confundida con Taj. Tomo otro trago y salgo del chat.
¿Qué digo a eso?
La banda vuelve a sonar y me quito de la cabeza los pensamientos sobre
Christian. Todavía no sé nada de Kyla, y me pregunto qué demonios está pasando
ahí. Casi he terminado mi segundo trago cuando me sobresalta una voz grave.
—Es una agradable sorpresa verte, Siân —la voz de Christian zumba en mis
oídos, y todo mi cuerpo se ilumina. De repente, tengo calor por todas partes.
Me pesa la lengua en la boca, pero de alguna manera, consigo hablar.
—Yo... —tartamudeo—. ¿Cómo me has encontrado? ¿Me estás acosando? —
Las preguntas salen como vómitos de palabras.
Sonríe con una gran sonrisa de dientes perfectamente blancos. Me recuerda al
viejo cuento del lobo que se comió a la abuelita con sus dientes de lobo. Este hombre
rezuma peligro, y me siento profundamente atraída por él. ¿Qué carajos me pasa?
Esta noche está endemoniadamente guapo, como cada vez que lo veo, y no
puedo apartar la mirada de él. Esta noche lleva sus habituales vaqueros azul oscuro,
pero en lugar de su camiseta blanca, lleva una camisa verde oscuro que resalta sus
ojos azules y su pelo rubio. La ha combinado con su chaqueta de cuero negra y sus
botas negras. Me obligo a tragar saliva y a apartar la mirada.
—No fue difícil encontrarte. Sólo busqué la gira de Nova y averigüé en qué
bar estaban tocando. Estaba cerca de todos modos, y como dije, una mujer como tú
nunca debería estar sola. Cualquier hombre extraño podría venir y hacerte daño. Si
fueras mía, no habría ninguna posibilidad de que estuvieras sola en este bar. —Sus
ojos brillan con algo violento, y me estremece la posesividad de su tono.
No quiero admitir lo mucho que me gusta, no en voz alta y definitivamente
no a mí misma.
—Pero no soy tuya —susurro.
Se sienta frente a mí y su sonrisa se vuelve lobuna.
—No, todavía no, pero nunca digas nunca, nena. Si quisiera que fueras mía,
no te equivoques, serías jodidamente mía.
Me zumba la cabeza y me sudan las palmas de las manos. No sé nada de este
hombre, pero me atrae como una polilla a la llama. ¿Tal vez sea una trampa? ¿Tal
vez sea un hombre malo? Todo mi cuerpo se tensa. Nos miramos fijamente durante
un momento y luego bebo un trago, tomando el resto del whisky antes de volver a
dejarlo en la mesa.
—Una mujer que bebe whisky... ¿es como si estuvieras hecha para ser mía?
—¿Siempre eres tan directo con las mujeres que conoces?
—Sólo las que me interesan —me guiña un ojo.
Me muerdo el interior de la mejilla y cambio de tema.
—¿En qué trabajas?
Un músculo salta en su mandíbula perfectamente esculpida.
—En ventas. Trabajo mucho para mi padre, así que siempre estoy viajando.
Ahora mismo estoy en la ciudad por negocios.
Asiento con la cabeza. De acuerdo, quizá no sea un loco que va a secuestrarme
y llevarme a una isla en medio de la nada.
—Si te preocupa que sea un acosador loco, no tienes nada de qué preocuparte.
Nunca te haría daño, Siân. Preferiría arrancarme el corazón antes que lastimar un
solo pelo de tu cuerpo.
La convicción en su voz dice que está diciendo la verdad, pero aun así, parece
extraño que me diga algo así.
—Lo siento, a veces soy un poco paranoica. No estaba pensando en eso. Es
sólo que... mi vida no ha sido fácil, y soy recelosa con la gente nueva. —Sacudo la
cabeza para alejar los sentimientos extraños. Nunca había sentido una atracción tan
intensa hacia alguien, así que tal vez sea eso.
Se acerca a la mesa. Su mano toca mi mejilla y el contacto de su piel con la
mía, me hace saltar chispas. Se me escapa un suave jadeo y le miro a los ojos.
—Entiendo lo que quieres decir, más de lo que nunca sabrás. Cuando perdí a
mi madre... —Su voz se vuelve dura, y puedo sentir su dolor. La angustia se filtra
sobre él como una esponja—. Sólo sé que no tienes nada de qué preocuparte
conmigo. Siempre te pondré en primer lugar, siempre... —Hay una finalidad en sus
palabras, y me confunde. Me siento más cerca de él, como si compartiera conmigo
una pequeña parte de lo que es.
—Cada vez que nuestros caminos se cruzan, me recuerdan los riesgos que no
corro... Me recuerdan lo temerosa que estoy. No quiero eso —susurro la confesión.
—Entonces no lo hagas —Desvía la mirada un momento, y el calor de sus
ojos azules me quema hasta la médula—. Sé que no eres feliz con él, sea quien sea.
Me doy cuenta. Te conozco desde hace poco tiempo, pero puedo ver que la felicidad
y la vida se te escapan.
Miro hacia otro lado. Sus palabras son como una bofetada en mi cara. Quiero
apartarme, pero él no me deja. Su otra mano agarra la mía y veo el contraste de
nuestras manos, lo diferentes que somos. Sus manos son callosas y ásperas, con
tatuajes oscuros. Las mías son pequeñas y limpias.
Es diferente. Esto está mal. ¿Pero lo está?
—No digo esto para molestarte. Siento una intensa atracción hacia ti, Siân.
No puedo explicarlo, pero cuando estoy en la misma habitación que tú, ardo. ¿Tú
también lo sientes?
Oh, Dios. Esto es demasiado. Es demasiado.
Sin embargo, no puedo mentirle. Su mirada es penetrante, y aunque dijera que
no, sé que sabría que estoy mintiendo.
—Lo siento. Profundo. Quemándome viva.
Me relamo los labios y siento la necesidad de acurrucarme contra su mano,
que sigue acunando mi mejilla.
—Ves, somos iguales —susurra, y mis ojos se dirigen a sus labios carnosos.
Tengo tantas ganas de besarle que casi me consume. Clavo las uñas en la mesa
de madera para detenerme.
—Tengo la sensación de que tienes miedo de vivir, de ser libre.
Probablemente porque la gente que te rodea siempre se va. Yo estaba así cuando
perdí a mi madre. Me sentía tan solo, como si el mundo estuviera en mi contra.
—¿Cómo...? —Busco a tientas las palabras para entender cómo lo consigue,
pero eso es todo lo que sale.
Sonríe.
—No sé cómo lo sé. Simplemente tengo esta sensación sobre ti. Vas por la
vida, haciendo logros. Y feliz por el programa de posgrado, pero incluso con tus
logros, falta algo, ¿no?
Las banderas rojas surgen en mi mente, pero las alejo. Ya ha dicho que no me
haría daño, y sé que es una estupidez, pero le creo.
—¿Cómo sabes que soy estudiante de posgrado?
Su mirada se ensombrece.
—Me empeño en aprender todo lo posible sobre la persona que me interesa.
—Entonces, ¿eres un acosador? —Sonrío.
—Si consideras hacer una pequeña búsqueda en las redes sociales, entonces
claro, soy un acosador. —Sonríe una vez más, pero la oscuridad en sus ojos persiste.
Quiero tocar esa oscuridad y envolverme en ella, aunque sea una sola vez.
Este hombre es como un virus para mí, devorando mi determinación, dejándome
vulnerable y agrietada de par en par. Debería odiarlo, estar aterrorizada por él y por
lo que podría significar, pero no lo estoy.
Me gusta. Me gusta la emoción que me produce, el calor que se extiende por
mis venas con su presencia, y la forma en que derriba mis muros sin permiso. Me
hace sentir, me hace ver más allá de mis mayores miedos. Tiene el poder de
consumirme, y lo más aterrador de todo es que quiero que lo haga. Quiero que me
trague y me escupa.
Estoy a punto de decir algo cuando la voz de Kyla rompe el silencio de la
radio en mi cerebro. En un instante, Christian se aparta, dejándome fría donde sus
manos me han tocado.
—Hola, ¿interrumpo algo? —pregunta, con las manos en la cadera mientras
se coloca a un lado de la mesa.
La mirada de Christian se dirige a ella y luego vuelve a mí. Siento que se aleja
de mí, y no me gusta. Una parte de mí desearía que Kyla nunca hubiera aparecido.
—Tierra llamando a Siân, ¿sigues conmigo? —No me gusta su tono, así que
le respondo con el mismo tono.
—Pues mira quién ha aparecido, y con más de una hora de retraso. Gracias
por avisar —replico.
—No parece que te moleste desde que el Sr. Alto, Oscuro y Guapo está aquí.
Seguro que te ha hecho compañía.
Pongo los ojos en blanco.
—No planeamos encontrarnos aquí. Vino a ver tocar a la banda.
La mirada de Kyla se dirige a Christian.
—Ah, ¿sí? En ese caso, ¿por qué no vas a buscarnos un par de copas?
¿Qué demonios? Eso es muy grosero.
Clavo a Kyla con el ceño fruncido.
—No tienes que hacer eso, Christian. Kyla está bromeando.
—No, no. —Se levanta de la mesa y se pone de pie. Es tan alto que tengo que
estirar el cuello para mirarlo—. Te debo un trago, ¿recuerdas?
—Sí, pero eso era café, no una bebida mixta de quince dólares.
Puedo sentir a Kyla mirándome fijamente. Sé que se está preguntando de qué
demonios estamos hablando y dónde lo vi por última vez. Pronto lo sabrá.
—Está bien. Puedes compensarme dejándome cobrar —Sus ojos brillan con
diversión—. Ahora, ¿qué debo pedir?
—Tomaré un Cosmopolitan —responde Kyla antes de que yo pueda hacerlo.
—Tomaré una cerveza —Realmente no debería tomar otra copa, pero la noche
aún es joven y quiero disfrutar. Christian se acerca a la barra sin decir nada más.
Con él fuera del alcance, Kyla se inclina hacia mí. Lleva un vestidito corto de
verano, una chaqueta vaquera y un par de tacones de tiras. A mi lado, parece una
diosa. Yo soy delgada, pero soy bajita donde ella tiene piernas de sobra.
—¿Qué demonios fue eso?
—Resumiendo, nos encontramos en la cafetería el otro día cuando Taj y yo
nos peleamos. Terminó derramando mi bebida sobre mí por accidente.
Kyla frunce los labios.
—Claro que sí.
—Lo digo en serio. Fue un accidente.
—Tal vez para ti, pero ese hombre te mira como si fueras un maldito buffet.
Sacudo la cabeza. Tal vez lo haga, y no estoy dispuesta a admitirlo. Sigo con
Taj, y soy muchas cosas, pero no soy infiel. Por muy enfadada que esté con él, nunca
haría algo así. Kyla parece distante esta noche, y no estoy segura de por qué. No dice
nada más, y las cosas son un poco incómodas una vez que Christian vuelve a la mesa
con nuestras bebidas, pero lo ignoro en su mayor parte. Kyla observa a Christian
como un halcón y él, a su vez, la mira a ella.
Es como si se estuvieran evaluando mutuamente.
Doy un sorbo a mi cerveza lentamente, disfrutando de ella y de la banda. Por
fin, una bonita noche de relajamiento. Todo eso se va a la mierda cuando veo a Taj
al otro lado de la barra. Entra, con una amplia sonrisa en la cara cuando nuestras
miradas chocan. Me saluda con la mano y lo único que puedo pensar es... ¿Qué
diablos?
Todo mi cuerpo se tensa, volviéndose tenso como un arco.
Christian nota enseguida el cambio en mi comportamiento y se inclina a mi
lado.
—¿Qué pasa?
Sigo mirando a Taj mientras se abre paso por la habitación. Christian debe de
estar pensando en el rompecabezas, porque no me presiona para que le responda.
Kyla rebota sobre las puntas de los pies, emocionada. La ira se enciende en mi
vientre. Todavía no estoy preparada para verlo.
En cuanto está a un brazo de distancia, se acerca y me abraza. Me siento rígida
en sus brazos, incapaz de corresponder al abrazo.
—Oh, no me digas que sigues enfadada —dice, apartándose para mirarme a
la cara.
Le doy un empujón.
—¿Qué si sigo enfadada? —Estoy dispuesta a estallar contra él—. ¿Cómo
sabías que estaba aquí?
Sus ojos se dirigen a Kyla y luego a mí.
—Uh, Kyla me dijo.
Cruzando los brazos sobre mi pecho, pregunto:
—Ah, sí, ¿y cuándo has hablado con Kyla para venir? —Todavía no le he
hablado de lo que pasó. No estoy preparada. Sin embargo, no me han dado la opción
de pregúntame si puede venir esta noche.
Se rasca la nuca.
—Oh, ya sabes, la escuela.
Mi enfado no hace más que aumentar por la despreocupación con la que actúa
ante la situación. Me hizo daño, y ahora de repente cree que puede decidir cuándo
nos vemos. Yo no lo creo. El peso de mi conversación con Christian de hace un rato
se asienta sobre mis hombros.
Como si supiera lo que estoy pensando, Christian desliza su corpulento cuerpo
entre Taj y yo. Sus enormes manos aparecen y las coloca sobre mis hombros. Le
miro a través de las pestañas. Me siento a la vez protegida y vulnerable entre sus
manos.
—Tío, ¿qué diablos? Esa es mi novia —grita Taj detrás de Christian.
Parece como si estuviéramos en nuestra propia burbuja personal, donde nadie
más puede alcanzarnos, pero esa no es la realidad de la situación. La realidad es que
no estamos solos, y si no consigo que Christian se vaya, va a haber una pelea. Puedo
sentirlo, olerlo como la lluvia.
Christian mira a Taj por encima del hombro y luego vuelve a mirarme a mí.
Hay una mirada enloquecedora en sus ojos azules, una rabia cruda que espera ser
desatada.
—Mira, estoy bien, Christian. Gracias por hacerme compañía... pero creo que
deberías irte.
Casi espero que gruña o me diga que no, pero me lanza una última mirada
penetrante antes de asentir con la cabeza. Se aleja, y con cada paso que da hacia
atrás, me siento un poco más perdida.
Taj aprovecha su ausencia como una oportunidad y se desliza a mi lado. Me
rodea con el brazo y me estrecha contra su costado de forma posesiva. Nunca ha
hecho un movimiento tan atrevido, pero supongo que se siente amenazado por
Christian.
—Sí, creo que es hora de que te vayas —instiga Taj, y le hago callar.
Christian está a menos de un metro y medio, pero puedo ver la oscuridad y la
rabia nadando justo debajo de él. Por muy misterioso y bello que sea, hay algo
increíblemente peligroso en él, y me asusta y me intriga a la vez.
Por suerte, no responde al estúpido comentario de Taj y se da la vuelta y sale
del bar sin decir una sola palabra. Una parte de mí desearía que se hubiera despedido,
pero por la expresión de su cara sé que la despedida habría implicado puños, sangre
y la policía.
Suelto un suspiro que ni siquiera sabía que estaba conteniendo y me doy
cuenta de que Taj me mira fijamente.
—¿Estás bien? —pregunto, aunque debería ser él quien me preguntara si estoy
bien.
—Estoy bien. Me pregunto si tú estás bien. Es la segunda vez que veo a ese
tipo contigo en el bar. ¿Pasa algo?
—No es posible que estés hablando en serio ahora, ¿verdad? —Estoy atónita.
Al darse cuenta de que ha cometido un error, se retracta.
—Mira, lo siento. Las cosas han estado tensas, y no me gusta la forma en que
se interpuso entre nosotros, como si pensara que iba a hacerte daño o algo así. El
tipo ni siquiera te conoce.
Esa es la cuestión... No tengo el valor de decirle que un hombre que apenas
me conoce ve más de mí que el hombre con el que he estado los dos últimos años.
Christian
El barrio está muerto. O tan muerto como puede estarlo para una ciudad
universitaria un sábado por la noche. Es perfecto, en realidad. Mientras el resto de
la ciudad se divierte, baila, sale de fiesta o hace cualquier cosa que haga que su
miserable existencia merezca la pena, yo estoy aquí, mezclado en las sombras y
manteniéndome alejado de las luces que pasan.
Esta noche está mojada, el sonido de los neumáticos sobre el hormigón me
sirve de banda sonora. Cruzo la calle a paso ligero, con cuidado de mantener la
cabeza baja, y cuando me aseguro de que nadie me observa, salto la valla del patio
de Siân y me dirijo a la parte trasera de la casa para tomar medidas de seguridad. En
toda la investigación que he hecho, he aprendido que la gente de este bloque es
demasiado confiable. No hay cámaras, ni siquiera esos timbres nuevos de los que la
mayoría de la gente habla maravillas.
Supongo que cuando vives en una comunidad muy unida en la que todo el
mundo se conoce, uno no tiene que temer por su seguridad. La gente se cuida entre
sí, y si yo fuera una persona normal con sentimientos normales, diría que eso debe
ser muy bonito. Pero vivo en un mundo en el que las vallas blancas no existen, y los
monstruos bajo la cama son reales. Y esos monstruos se parecen mucho a mí, y no
nos escondemos.
La parte trasera de la casa es muy diferente de la delantera. Está descuidada,
con hierba y maleza a gran altura. Las pocas escaleras que conducen al patio cerrado
están desgastadas y las tablas se levantan. Cuando intento abrir la puerta, no tardo
en darme cuenta de que está atascada, y hay que dar un fuerte tirón antes de que
ceda. Las telarañas y el olor a madera podrida indican lo desatendida que está.
Pensar en que Siân se quede aquí, en un lugar que carece del mantenimiento
adecuado, me enfurece. De donde venimos, ella es de la realeza, y una reina nunca
debería poner su cabeza en un lugar como este. Pero cuando has estado huyendo
tanto tiempo como ella, te las arreglas. Es más inteligente de esa manera cuando lo
piensas. Si quieres pasar desapercibido, entonces te escondes a plena vista. Te
instalas en un lugar que parezca habitado por un viejo ermitaño.
Introduzco la copia de la llave que había hecho en la cerradura y escucho cómo
hace clic. Es pura suerte que la llave funcione aquí atrás, teniendo en cuenta lo
descuidada que está esta zona, sé que también servirá para la puerta principal. La
mayoría de la gente es lo suficientemente inteligente como para usar cerraduras
diferentes. Está oscuro cuando entro por la cocina y, para mi sorpresa, hay un gato.
Está cerca del vestíbulo que da acceso al comedor, con el lomo posado mientras me
sisea.
Odio a los gatos.
Son escurridizos y huelen peor que el culo. Cierro la puerta detrás de mí y uso
mi teléfono para iluminar. A diferencia de la parte de atrás, la cocina está limpia,
con todo en su sitio. A medida que avanzo por la casa, observo lo que me rodea. El
comedor está decorado con una mesa para cuatro personas y frases adhesivas en la
pared. Estoy segura de que es obra de Kyla.
En todos los años que conozco a Siân, esto no es propio de ella. Hace cinco
años, cuando la vi, era un desastre. Por fuera y en público, parecía perfecta, hermosa
en todos los sentidos. Pero el lugar en el que ponía la cabeza estaba tan descuidado
como el patio trasero.
Paso por delante del gato enfadado, ignorando el manotazo que me da en las
botas. Las chicas todavía están fuera, disfrutando en el club. Tenía que salir de allí.
Si me hubiera quedado viendo a ese imbécil de Taj adular a mi mujer, habría hecho
algo que no podría retirar en plena pista de baile. No es que me importe, la violencia
es mi lenguaje de amor. Pero con Siân allí de pie, tuve que alejarme. Y ahora estoy
aquí, en la casa que comparte con su supuesta amiga.
Hay algo en Kyla que me desagrada. Su personalidad es la de una chica que
tiene cosas que ocultar. La forma en que se expone me dice que está compensando
algo. Lo que es, no estoy seguro todavía, pero planeo averiguarlo. Si va a estar cerca
de Siân, necesito saber todo lo que hay que saber sobre ella.
Entro en el largo vestíbulo que conduce a la puerta principal. En el centro hay
una mesa que alberga varios marcos de fotos. Me detengo un momento y los observo,
centrando mi atención en una de las chicas. Parecen más jóvenes y felices, y en la
imagen, ambas sostienen cajas: ¿el día de la mudanza, quizás? Al lado hay una foto
de Siân y Taj. Los brazos de él la rodean, pero, al igual que en sus apariciones
cotidianas, ella no es feliz.
Sonrío al pensar en eso, saber que ella no está satisfecha con él me tranquiliza,
en cierto modo. Me hace sentir cosas que nunca antes había sentido. Celos porque la
toca, orgullo por razones obvias, y tal vez incluso gratificación. Demuestra que
somos más parecidos de lo que pensaba. Cuando el mundo sonríe, nosotros
fruncimos el ceño. La vida es trágica, y las cartas que se nos reparten solidifican esa
lógica.
Coloco la foto de ella y Taj boca abajo y me dirijo a las escaleras. Están en el
lado opuesto del salón y crujen cuando las subo. En lo alto del rellano, arrastro la
mirada por ambos extremos del pasillo. Al igual que el resto de la casa, está
completamente negro, excepto por los pocos rayos que se cuelan por la ventana
desde la farola de fuera.
A la izquierda hay una habitación individual, y según la posición que suelo
adoptar desde el otro lado de la calle, la habitación de Siân está al otro lado del
pasillo. La curiosidad se apodera de mí y me dirijo a la izquierda, mirando por la
ventana antes de empujar la puerta. Al otro lado del marco de madera, todo está en
orden. La cama está hecha, no hay ni una sola basura a la vista.
El aroma almizclado de una colonia barata me llega. Me resulta familiar, pero
no sé de dónde lo conozco. En la pared sobre el colchón hay una imagen enmarcada
de Kyla. Tal y como esperaba, es egocéntrica. Me miran los ojos marrones pegados
al cuerpo expuesto de la amiga de Siân. Alargo el cuello para inspeccionar más la
imagen y me encojo de hombros. La única mujer desnuda que me interesa es Siân.
Sólo con pensarlo se me estremece la polla.
Cuando me giro para salir de la habitación, algo que brilla junto a la cama me
llama la atención. Lo recojo y le doy la vuelta para inspeccionarlo. Es un gemelo de
oro5 y muy caro. Al menos, quienquiera que se haya estado tirando no tiene sólo una

5
Estos gemelos tienen forma pentagonal. Se trata de una joya de lujo ya que además de que tiene una
gran cantidad de oro lleva engastados por todo el par de gemelos diamantes y rubies de gran calidad y
brillo.
colonia de mierda. Con una última mirada, cierro el puño en torno al gemelo y salgo
al pasillo mientras cierro la puerta tras de mí.
La luz de un coche que pasa por el pasillo se enciende, pero la ignoro en mi
camino hacia el otro extremo del pasillo. Paso el baño a la derecha y luego un
armario de ropa blanca a la izquierda antes de detenerme al final. Respirando
profundamente, empujo la puerta para abrirla, y las bisagras gritan al hacerlo. En mi
mente, estoy dibujando un mapa de su casa, señalando cada giro y cada crujido en
las tablas del suelo.
A diferencia del resto de la casa, esta habitación está desordenada, y sé que es
aquí donde vive Siân. La ropa está esparcida por el suelo y su perfume impregna el
aire. Su tocador está desordenado y no hay ningún cuadro en la pared. En un rincón
hay contenedores, y aparte de la cama en el centro de la habitación, parece que aquí
se aloja alguien que nunca se ha instalado.
Eso no me sorprende. Siempre está huyendo, aunque, según lo que mi chico
descubrió sobre ella, este es el mayor tiempo que ha permanecido en un lugar. No
por mucho tiempo. Pronto me saldré con la mía, y ella volverá conmigo a Italia.
Me adentro en el espacio y paso las manos por la cómoda, luego me detengo
frente a ella y abro un cajón. Metiendo la mano dentro, encuentro un par de bragas
negras de encaje, y las sostengo con mis dedos índice, levantando las comisuras de
la boca al pensar en ella usándolas. Las dejo en su sitio y cierro el cajón, y luego
empujo la superficie para dirigirme a las bolsas. Cuando me asomo al interior de la
superior, descubro que está llena de más ropa, y entre un par de vaqueros y la pared
del contenedor sobresale una bolsa de plástico. Al sacarla de su sitio, me doy cuenta
de que se trata de sus documentos importantes.
Varios pasaportes, documentos de identidad falsos y certificados de
nacimiento falsificados son algunos de los objetos que hay aquí. Inclino la barbilla,
impresionado por lo ingeniosa que tiene que ser para tener todo esto. A lo largo de
los años ha tenido muchos nombres, más de los que pensaba. Fairchild, Myers, el
nombre por el que la conocí, Maynard y el actual Danforth. Sin embargo, un
pasaporte me llama la atención en particular. Se remonta a cuando era una niña, con
su apellido grabado en las páginas: Siân Giuliani. Paso el dedo por las páginas y noto
que hay algo pegado entre ellas.
Retiro suavemente la imagen de un rostro que no he visto en quince años. Es
Marco Giuliani y junto a él está su mujer, y en sus brazos, arropada cariñosamente
entre ellos, está Siân. Enseguida veo que es la viva imagen de su madre. Mientras
sigo observando la foto, me invade una sensación de déjà vu. Sé cuándo fue tomada.
Esta fue la noche en que todo su mundo cambió, la víspera en que perdió a todos sus
seres queridos, la noche en que se escapó.
Toda Italia creía que había muerto junto con sus padres, pero yo sabía que no
era así, y dediqué años a encontrarla.
—Staremo insieme per sempre questa volta topolina,6 —le digo a la
habitación vacía.
Inspirando profundamente, vuelvo a poner todo en su sitio y sigo mirando a
mi alrededor. Junto a su cama, en la mesita auxiliar, hay un cuaderno negro.
Intrigado, lo cojo y lo hojeo. Es un diario y me llama la atención mi nombre escrito
a mano. Según la fecha, es la noche en que me acerqué a ella en el bar. Empiezo a
leer, pero el sonido de una puerta que se cierra en el piso de abajo me distrae.
—Mierda —murmuro y me inclino tranquilamente de puntillas hacia el
pasillo.
Una luz parpadea sobre la sombra de dos personas contra la pared, cerca de la
escalera, y un momento después se oye la voz de un hombre.
—Estás preciosa esta noche, Siân.
Maldito Taj.
Aprieto los dientes y fuerzo mi ira. Lo único que importa ahora es que no me
descubran. Lo primero que veo es la parte superior de su cabeza cuando sube las
escaleras con él. Para que no me vean, me meto en su habitación y, justo cuando
entran en la puerta, me precipito al baño, escondiéndome detrás de la puerta.
Un segundo después, uno de ellos enciende la lámpara junto a la cama. A
través de la rendija entre las bisagras, los miro fijamente. Están en medio de la
habitación, y las manos de él recorren cada centímetro de su cuerpo. Me hierve la
sangre cuando se inclina para besarla, pero mantengo la compostura.
—Gracias por perdonarme —dice, pero Siân no parece tan interesada.
En lugar de responder, lo mira fijamente y le abre agresivamente la camisa,
con los botones volando en todas direcciones. Veo su respiración entrecortada y la

6
Esta vez estaremos juntos para siempre, ratoncito.
lujuria que se acumula en sus ojos. Todo el tiempo estoy de pie en su baño, con la
frustración al rojo vivo nublando mi visión. Pero es cuando ella lo empuja sobre el
colchón, y el viento de su caída envía el aroma de la colonia por toda la habitación,
cuando la pieza cae en su sitio. Recordando el gemelo de la habitación de Kyla,
rebusco en mi bolsillo mientras estrecho la vista en sus muñecas, y efectivamente,
le falta uno de los suyos.
—Lo mataré —prometo en un susurro.
Siân
Taj se deja caer de nuevo en la cama y yo me despojo de mi ropa. Quiero que
las cosas sean diferentes esta noche, que algo se encienda y me recuerde por qué
seguimos juntos. Me desprendo de los vaqueros negros que llevo puestos por las
caderas y las piernas, y me los quito de una patada cuando me llegan a los tobillos.
A continuación, me quito la camiseta y pronto me encuentro ante él sin más ropa
que el sujetador y las bragas.
Se lame los labios seductoramente y sonríe. Me aprieta el estómago y me quito
rápidamente las bragas y el sujetador, tirándolos al suelo con el resto de la ropa.
Estoy lista para que esto termine, y aún no ha empezado.
Lentamente, me subo a la cama. Taj se apoya en sus brazos y sus ojos recorren
mi piel como si nunca hubiera visto algo tan hermoso.
—Joder, eres preciosa, Siân. No te merezco. De verdad que no.
Quiero decirle que es la verdad, pero en lugar de eso aprieto los labios. Me
detengo al llegar a él y aprieto esos mismos labios contra los suyos. En cuanto
nuestros labios se tocan, mi cerebro se desconecta de mi cuerpo.
La lengua de Taj presiona la costura de mi boca, suplicando que entre, y yo
me abro para él. Nuestras lenguas chocan y se arremolinan. Espero que la chispa, el
calor, me invada. Debería sentir algo, cualquier cosa, pero no es así.
No siento nada. Es impactante y confuso.
Profundizando el beso, enreda su mano en mi pelo y nuestros cuerpos chocan.
Rodamos y nos mueve para que yo esté tumbada debajo de él. Me besa un momento
más antes de separarse, con el pecho agitado. Sus pupilas están dilatadas y presiona
su frente contra la mía mientras me mira fijamente a los ojos. Me muerdo el labio
inferior y observo cómo se aparta de la cama y se arranca la camisa medio
destrozada. Cuando se lleva la mano al cinturón, me muevo, apartando sus manos
de un manotazo. Estoy esperando un chispazo de calor, una ráfaga de excitación,
pero no hay nada más que un dolor sordo que resuena en mi pecho.
Le desabrocho el cinturón rápidamente y le bajo los pantalones por las piernas,
junto con los bóxers. Taj no es atlético ni está bien dotado, pero sale a correr a
menudo y eso se nota en los tonificados músculos de sus piernas. Arrastro mi mirada
por su cuerpo mientras él se quita los pantalones de una patada. Como una leona, me
abalanzo sobre él y le rodeo el cuello con los brazos antes de pegar mi boca a la
suya.
Le beso con rabia, con la necesidad de sentir más, mucho más. Nos
convertimos en una red de miembros enredados al caer de nuevo contra el colchón,
y una vez más, me encuentro bajo el cuerpo de Taj. Se cubre sobre mí, con su dura
polla presionando contra mi muslo.
Mi corazón retumba en mis oídos y mi respiración se acelera, pero no es por
Taj. Es por él. Por Christian. Dejo que mis ojos se cierren y puedo verlo tan claro
como el día en mi mente. Imagino que es él quien está aquí conmigo y no Taj.
Sus dedos se cuelan entre mis muslos, separan mis pliegues y se hunden
profundamente.
—Eres tan hermosa, Siân. Quiero ver si es posible que estés más guapa
cuando te corras en mi mano y luego en mi polla.
—Oh, Dios. —Es todo lo que puedo sacar como respuesta.
Está en todas partes. En el aire que respiro, bajo mi piel y dentro de mi mente.
Se está adueñando de mí como sólo él puede hacerlo, y no quiero que deje de
hacerlo. Quiero darle las llaves de mi corazón y de mi cuerpo y no recuperarlas
nunca. Su aliento caliente se abanica contra mi pecho, y entonces siento sus labios
en mi piel como una marca de fuego. Jadeo y mis caderas se levantan por el placer
que me recorre.
Su olor a madera me rodea, llenando mis pulmones con cada respiración que
hago. Puedo saborearlo en mis labios y sentirlo bajo mi piel.
Me saca de la fantasía cuando Taj me rodea la garganta con una mano y la
aprieta suavemente. Nunca ha hecho algo tan erótico, y su tacto capta mi atención.
Mis ojos se dirigen a los suyos, y él me agarra por la cadera con la otra mano
antes de hundirse en mi interior de un solo empujón. Me arde el corazón y apenas
puedo contener una mueca de dolor por la intrusión.
—Joder, qué apretada estás, Siân —dice Taj con sus dientes blancos y rectos
mientras me mira. No me da ni un momento para adaptarme a él y empieza a empujar
con fuerza y rapidez. No me duele, pero no estoy tan excitada como debería.
Tengo claro, incluso mientras lo miro, observando cómo sus rasgos se
retuercen de pura felicidad mientras la toma egoístamente de mí, que esto ya no
funcionará. Estoy cansada de no estar satisfecha, cansada de no sentir la chispa.
—¿Lo sientes? ¿Lo bien que estamos juntos? ¿Lo bien que encajamos? —Él
gruñe.
Mi mente se tambalea y me dejo hundir en mi mente. Me vuelvo casi
insensible, dejando que use mi cuerpo, cosa que hace. Me folla, presionándome
profundamente contra el colchón con su cuerpo. Me agarra con fuerza. Sus
movimientos se vuelven más rápidos, bruscos, y sé que está a punto de correrse.
Me obligo a gemir su nombre, la única palabra que sale en un ronco susurro.
Es un susurro sin vida y silencioso. Se estremece contra mí, con sus caderas
apretadas contra las mías mientras se vacía dentro de mí.
Dejo escapar un suspiro, sabiendo que se ha acabado.
Tanto física como mentalmente. Pensé que tal vez si tuviéramos sexo, si me
besara, si conectáramos íntimamente las cosas serían diferentes, pero está claro no.
Si quisiera a Taj, no habría imaginado a Christian. Taj se aparta, con el pecho
agitado. Sus labios me rozan la frente, y me cuesta todo lo que hay dentro de mí no
apartarme de él. Sé que tengo que acabar con él ahora, pero no estoy segura de cómo
o cuándo voy a hacerlo.
Al moverse entre mis piernas, la conexión entre nuestros cuerpos se rompe.
Lo único que se oye son nuestras duras respiraciones llenando la habitación.
Incluso mientras estoy tumbada en el colchón con mi novio delante, mis
pensamientos siguen estando en Christian.
En mi mente, él es todo lo que puedo sentir, todo lo que puedo ver. Sé que
está mal, y que no tiene sentido, pero me siento atraída por él. No puedo dejar de
pensar en él. Es casi patético.
Ojalá fuera Christian quien me trajera a casa esta noche, porque hasta yo sé
que no me habría dejado tan insatisfecha. Claro que no he venido, pero eso no
importa.
No voy a decírselo a Taj. Esperaré hasta que se vaya y luego terminaré el
trabajo yo misma. Mirando fijamente la parte de atrás de su cabeza, sé que pase lo
que pase, voy a tener que acabar con esto.
Ninguno de nosotros merece seguir así.
Christian
¿Es así como es para ella, con lo que se ha conformado? Un polvo mediocre
de un tipo mediocre en esta ridícula excusa de vida que ha elegido. Ser tocada por
un hijo de puta sin idea de cómo leer su cuerpo. Entregarse a un hombre hecho una
perra, que tiene algo más que el dulce coño de Siân en su mente.
Aprieto la mano alrededor del gemelo, con las uñas clavadas en mis palmas.
¿Ella lo sabe? ¿Cuánto tiempo lleva follándose a su mejor amiga en sus narices?
Por eso tenía que encontrarla. Por eso me necesita. Para protegerla y darle la
atención que merece. Para hacerle ver que el destino es lo único que importa. Fue
mía hace mucho tiempo, y saber, ver con mis propios ojos que otra persona la ha
tocado, se la ha follado, enciende un fuego en lo más profundo de mi ser.
Taj se quita de encima, con una sonrisa en la cara. Mientras se acerca al borde
de la cama para vestirse, Siân se recuesta perezosamente contra la almohada, con la
incertidumbre y la insatisfacción escritas en las líneas de su expresión.
No se corrió. Lo sabía por la forma en que gemía su nombre, débil, sin
entusiasmo y sin vida. Pero viendo la forma en que ella miraba la parte posterior de
su cabeza, su rostro vacío de la felicidad que suele seguir a un buen polvo, es fuerte
y claro.
Y este lamentable hijo de puta ni siquiera se da cuenta. Sin embargo, se
comporta como si fuera un trabajo bien hecho. Tiene que irse antes de que pierda
toda la compostura y lo destripe como me he estado muriendo por hacerlo desde el
momento en que supe que existía.
Pero en lugar de eso, se toma su tiempo arrastrando su ropa de vuelta a su
cuerpo.
—Vaya —Sostiene su camisa frente a él, inspeccionándola—. Nunca te había
visto así —Se detiene en los espacios donde solían estar los botones—. Tan agresiva.
Me ha gustado. Quizá deberíamos pelear más a menudo —dice y la mira por encima
del hombro.
Siân le dedica una sonrisa falsa, y me doy cuenta de que lo hace a menudo.
La primera noche en el bar y de nuevo esta noche en el club. Ella no lo ama, y es
evidente para cualquiera que tenga ojos que está aburrida de él. Sin embargo, no ha
terminado con él, ¿por qué?
Le toca juguetonamente la pierna extendida, y su sonrisa se vuelve aún más
falsa. Y de nuevo, este bastardo ensimismado no ve la incomodidad que se hace
evidente en sus rasgos. Su opresión se lee alto y claro. Incluso yo, un hombre sin
sentimientos, puedo verlo.
—¿Estás bien? —le pregunta cuando ella no responde.
Apenas asiente.
Te está mintiendo, idiota.
—Bien —bromea y se sube la camisa estropeada por los hombros—. ¿Me
acompañas a la puerta?
Siân se incorpora y coge la camiseta que descansaba en el fondo de su colchón
cuando entré. La sábana con la que intentaba cubrirse cae alrededor de su cintura y
se pasa la camiseta de gran tamaño por la cabeza. No puedo evitar admirar su torso
desnudo, sus pechos llenos a la vista.
Se levanta de la cama y los dos desaparecen de la vista. Un segundo después,
salgo sigilosamente del cuarto de baño, asomándome por la esquina para asegurarme
de que no me descubran. No hay moros en la costa. Oigo la puerta abierta y la voz
de Siân subiendo las escaleras.
—Te llamaré más tarde —promete Taj.
—Bien. Que pases una buena noche —El sonido de las bisagras de la puerta
sigue a continuación.
—Espera —interrumpe—. ¿No vas a besarme?
—Sí. Lo siento —murmura.
—Siân. No sigues enfadada después de lo que acabamos de hacer, ¿verdad?
Pensé que ya estábamos bien.
Algo cruje bajo mi bota, distrayéndome de su respuesta. Miro un recibo
arrugado. Lo recojo y rápidamente le arrebato el bolígrafo que está junto a su diario
en la mesita de noche. Con una última mirada a la habitación, me deslizo
silenciosamente hacia la salida para esconderme en el pasillo hasta que pueda
escabullirme por la entrada trasera de la casa.
Pero cuando llego al umbral, Siân ya está en lo alto de la escalera y rodeando
la barandilla hacia su habitación. Por suerte, su mirada apunta al suelo. Si no, me
vería.
—Mierda —murmuro en voz baja y corro hacia su armario, cerrándolo justo
cuando ella entra en el dormitorio.
Miro a través de las rendijas, esperando a que entre en el baño principal. El
corazón me late en los oídos y la adrenalina corre por mis venas. Siân enciende la
luz y se quita la camisa de gran tamaño al mismo tiempo.
La piel lisa, sin manchas, de color marfil, llama mi atención y me muerdo el
labio inferior. Mi polla se estremece al ver su pequeño pero redondo culo. Qué
mierda tan asquerosa, pienso para mis adentros. No sabe qué hacer con ella, cómo
marcar su cuerpo para que lo sienta incluso cuando estén separados. Ese dulce culo
suyo quedaría marcado con las huellas de mis palmas, rojas y crudas de un buen rato.
Me relamo los labios cuando ella se mete en la ducha. Siân entra en la bañera
y arrastra la cortina de ducha transparente para cerrarla. El vapor se acumula y
empaña el plástico. Pero la veo de todos modos. Sigo el rastro del chorro de agua
sobre su piel, sus pechos y su vientre plano.
No puede saber lo hermosa que es, lo perfecta que es. Si lo supiera, le exigiría
más esta noche. Ella había tomado su placer de él en lugar de dejarlo ir sin terminar
el trabajo.
Siân sumerge la cabeza bajo el agua, y su cabeza cae hacia atrás. Veo que su
cuerpo se relaja y un cambio repentino en su respiración. No es hasta que veo que
sus manos se acercan a sus pechos cuando me doy cuenta de que está excitada. No
estoy seguro de por qué. No puede ser por ese imbécil. No, no es eso. Él no merece
ser el sujeto de cualquier fantasía que se esté construyendo en su mente.
Se aprieta las tetas y se concentra en los pezones. Se me hace agua la boca
con el deseo de poder sustituir sus manos por mi lengua. Seguro que sabe tan bien
como huele. El deseo de tocarla es fuerte, pero me las arreglo para no irrumpir,
apartar las cortinas y tomar su coño con la boca.
En lugar de eso, acecho en las sombras de su armario, palmeando mi polla a
través de los vaqueros. Y cuando baja la cara a su pecho y admiro la forma en que
su lengua recorre sus pezones, suelto un siseo.
Una sonrisa se dibuja en mis labios, una sensación de intriga se apodera de
mí. Es diferente a puerta cerrada. La forma en que maneja a Taj y lo empuja sobre
el colchón y la forma en que se da un festín a sí misma me lo dicen. En persona,
correcta y aburrida, pero cuando nadie la ve, cuando el deseo la llama, es más salvaje.
Sabe lo que hay que hacer para llegar al límite, aunque haya tenido demasiado miedo
de mostrárselo al mundo.
Pero la veo, y me gusta esta versión de ella.
Arrastra una mano por su frente y entre sus piernas. Mi espalda se encoge, y
mi propia mano se mueve por sí sola, frotando mi erección, y luego liberando mi
cremallera. Ella mueve los dedos sobre su sexo mientras la otra mano sigue
masajeando su pecho.
Cuando su cabeza se echa hacia atrás, saco mi polla a de los calzoncillos y le
doy una larga caricia. Estoy tan duro como una piedra, con la punta llena de pre-
semen, la cabeza furiosa y hambrienta de ella. Ni siquiera recuerdo la última vez que
me mojé la polla. Todo lo que sé es que si no salgo de aquí, estaré obligado a cogerla
duro y rápido. Pero no me muevo. No puedo. Ni siquiera si quisiera, porque los
sonidos de sus suaves gritos me inmovilizan, encerrándome en el lugar.
Siân apoya un pie en el borde de la bañera y se inclina hacia su coño. Imagino
su aspecto de cerca. Ya he visto que está desnuda, y sólo puedo suponer que está
empapada y apretada. Imagino lo duro e hinchado que está su clítoris y me imagino
saboreándolo.
—Joder —gruño por lo bajo en mi garganta y agarro mi polla con más fuerza.
Me acaricio a mí mismo, lentamente al principio, en sintonía con su ritmo,
follándome a mí mismo mientras ella termina el trabajo que Taj no era lo
suficientemente hombre para manejar. El calor inunda mi cuerpo y, de repente, este
pequeño armario de mierda es demasiado pequeño. Es asfixiante, pero lo soporto si
significa que puedo correrme con ella.
La deseo tanto que no puedo pensar con claridad. Se me cierran los ojos, pero
los abro a la fuerza para no perderme ni un momento de su espectáculo, uno que ella
ni siquiera es consciente de que está montando. Eso me excita aún más. Estar aquí,
masturbándome sin que lo sepa. La posibilidad de que me descubra es emocionante.
—Ahh —murmuro en voz baja—. E ve topolina, fatti venire.7
—Mm —gime ella, su voz apenas un pelo más fuerte que el chorro de agua—
. Christian.
Me quedo paralizado un momento, sin saber si la he oído bien.
—Christ-mm —empieza a murmurar mi nombre de nuevo, pero es ahogado
por otro gemido.
—Mierda —siseo y bombeo mi puño sobre mi eje con fuerza.
Nos visualizo juntos, perdiéndome como si fuera real, como si pudiera sentirla
y ella pudiera sentirme.
Estamos carne con carne rodeados de vapor. Sus pechos desnudos son suaves
contra mi pecho duro, su culo es gordo y firme en mi agarre. Suelta un suspiro de
necesidad cuando mi longitud presiona sus muslos. Con sus ojos, me suplica que la
reclame. Sus labios son suaves cuando la beso. Los restos de las bebidas que ha
tomado esta noche aún están en su lengua.
—Quiero que me cojas, Christian.
—Piacere mio8 —susurro contra sus labios.
Su respiración se entrecorta cuando la recojo entre mis brazos y le clavo las
uñas en el culo mientras la sostengo. La empujo contra la pared y su espalda se
arquea por el frío de las baldosas a pesar del calor que nos rodea. Mi polla se
acomoda debajo de ella, el calor de su valle es demasiado tentador. Me rodea con
sus brazos mientras la levanto, permitiendo que mi polla encuentre su entrada.
Siân jadea cuando me deslizo dentro de ella, y mis pelotas se tensan por el
ajuste. Tan perfecto, tan caliente, y todo mío. Impaciente y necesitada, se mueve
entre mis brazos, tomando lo que desea. Y yo la dejo. Por un momento, me quedo

7
Así es, ratoncita, hazte venir.
8
Mi placer.
quieto, equilibrándola con las palmas de las manos para mantenerla en su sitio y
abierta para mí, permitiéndole hacer lo que quiera conmigo. El agua se derrama
sobre nosotros, nublando mi visión y aumentando la experiencia. Está mojada por
todas partes y eso me vuelve loco.
Siento que su coño se aprieta alrededor de mi polla, y no puedo contenerme.
Empujo hacia arriba, encontrándome con su empuje, y follándola como si la vida
de ambos dependiera de ello. Con la boca abierta y los ojos cerrados, la cabeza de
Siân cae contra la pared mientras la penetro.
Sus gemidos salen entrecortados por su fuerte respiración, y sus pechos se
agitan con cada empuje. Inclino el cuello para meterme un pezón en la boca, y mis
movimientos aumentan cuando ella me clava las uñas en los hombros.
—Oh, Dios. Christian —susurra lo suficientemente alto como para que yo lo
oiga.
El sonido de mi nombre en sus labios vuelve a sacarme de mi fantasía,
obligándome a volver a la realidad, y es igual de caliente. Igual de real.
Me concentro en Siân, el éxtasis de su rostro llama a la bestia que hay en mí.
Tiene la espalda encorvada, la boca abierta y los ojos cerrados mientras cabalga
sobre sus dedos. Está a punto de correrse. Lo sé porque ya puedo ver cómo le
flaquean las piernas. Un escalofrío me recorre la espina dorsal mientras mi semilla
pide ser derramada.
Cogiendo una camisa de una percha, suelto el bolígrafo y el recibo que había
olvidado y sujeto la camisa con una mano mientras sigo golpeando mi carne. Me
pongo más duro, la punta de mi polla palpita en busca de una liberación. Pero no
puedo soltarla todavía, no hasta que ella lo haga. Una y otra vez, aprieto mi pene,
conteniendo un gemido, casi perdiendo el equilibrio, y justo cuando creo que no
puedo aguantar más, nos juntamos.
—Oh, oh, joder —grita, su cuerpo se agita por el clímax.
Mis hombros se desploman por la respiración contenida y la miro fijamente a
través de mis pestañas. Agotado y saciado, me limpio con su camisa y la tiro al suelo.
Recordando el bolígrafo y el papel que se me cayeron, abro la puerta un poco para
usar la iluminación del baño y la única lámpara. Recojo los dos cuando los encuentro
y me escabullo del armario.
Siân se recompone y se enjabona. Me quedo un segundo más, prometiendo en
silencio que algún día la haré gritar mi nombre de verdad. Cuando me alejo, miro
las bragas que llevaba justo antes de entregarse a ese inútil. Rápidamente las cojo,
me las llevo a la nariz y aspiro su dulce aroma. Un aroma desperdiciado por un
hombre que no la merece. Me meto la ropa interior en el bolsillo y salgo a hurtadillas
de su habitación y bajo las escaleras.
Su gato está en el fondo, siseándome como antes, pero cuando me acerco,
retrocede. Doblo la esquina y me detengo frente a la consola que alberga los cuadros.
Miro fijamente la imagen de ella y Kyla, mi sangre hierve de nuevo al recordar el
engaño de las dos personas que se supone que la cuidan. Supongo que, después de
todo, tenía razón. Una chica como Kyla siempre tiene algo que ocultar.
La puerta de un coche se cierra de golpe desde el exterior, y suena cerca. Un
segundo después, la voz de Kyla viaja al interior, y decido apartar todo. Ya llegará
el momento de ocuparme de ella, pero por ahora, lo dejaré estar. Me doy prisa y uso
el bolígrafo y el recibo para garabatear una nota, la meto debajo del marco de la foto
y salgo corriendo hacia la puerta trasera. Salgo cuando Kyla abre la puerta principal
y enciende las luces. La veo quitarse los zapatos y llevarlos a la cocina. Bastarían
unos míseros segundos para acabar con ella ahora mismo y hacerla pagar por haber
traicionado a mi topolina.
Siân
¿Es posible ser adicto a una persona? Estoy sentada en el rincón de la cocina,
mirando mi teléfono con una estúpida sonrisa en los labios que no desaparece.
Estoy segura de que parezco una loca, sonriendo a la nada, pero no es a la
nada. Es alguien. Me envía mensajes cada mañana y cada noche. Se toma el tiempo
de preguntarme cómo estoy a lo largo del día, y aunque sé que es inofensivo y que
sólo somos amigos, también sé que podría ser más. Una parte de mí desea que sea
más, pero todavía estoy con Taj, y no puede suceder.
La puerta principal cruje al abrirse y trato de borrar la sonrisa de mi cara antes
de que Kyla entre en la cocina, pero eso es imposible cuando un segundo después
llega otro mensaje de Christian.
Christian: Vamos a cobrar ese algo pronto, así que puedo llevarte a una cita
apropiada.
Sonrío, la sensación de pesadez en mis pulmones se levanta cuando le hablo,
y no puedo evitar escribir una respuesta descarada. Es un débil intento de coqueteo,
pero lo intento.
Yo: ¿O qué?
Levanto la vista justo cuando Kyla entra en la cocina, dirigiéndose
directamente a la nevera. Tiene el pecho agitado y le caen gotas de sudor por la cara.
Christian: No tienes ni idea de hasta dónde llegaré para conseguir lo que
quiero, cariño. No me tientes.
La mera idea de verle perder el control... me da escalofríos. Siento que el
misterioso Christian es mucho más de lo que se ve a simple vista, y quiero abrirlo y
descubrir todos sus secretos.
—¿Quién te hace sonreír? —Kyla interrumpe mis pensamientos.
Mis mejillas se calientan y tropiezo con mis palabras por un momento.
—Yo... no estoy sonriendo.
Kyla pone los ojos en blanco y retira el tapón del agua, dando un par de tragos
a la botella antes de limpiarse la boca con el dorso de la mano.
—¿Quieres decirme que el hecho de que tus labios estén curvados a los lados
no es sonreír? Luego me dirás que no estás contenta cuando cualquiera desde una
milla de distancia podría ver la mirada de cachorro en tus ojos.
Mierda, ¿realmente parezco tan feliz?
—Cielos, ¿cuándo se convirtió en un crimen ser feliz?
—No es un crimen, pero por otra parte, nunca te he visto sonreír como lo estás
haciendo ahora.
Quiero decirle que todo tiene que ver con Christian, pero decido no hacerlo.
Algo me dice que no aprobaría que nos enviáramos mensajes de texto como lo
estamos haciendo.
—Bueno, no pasa nada. Sólo estoy feliz.
—¿Tú y Taj finalmente resolvieron las cosas?
Asiento con la cabeza y mi teléfono recibe un mensaje de Christian que
ignoro.
—Las cosas están bien entre nosotros. Es decir, podrían estar mejor, pero ya
no nos peleamos, y él se ha disculpado —Me encojo de hombros y Kyla se bebe el
resto del agua.
Se apoya en el mostrador.
—Entonces, ¿se ha disculpado? Por lo que parecía, estabas muy enfadada.
¿Ocurre algo más? Soy tu mejor amiga. Puedes contarme todo, Siân.
Debería apoyarme más en Kyla y desahogarme con ella, pero últimamente
tengo la sensación de que no me escucha, no importa lo que le diga. Pero quizás
estoy proyectando esos pensamientos en mí misma. Es mi mejor amiga y siempre ha
estado aquí para mí.
—Honestamente, él ha sido diferente, y ya no coincidimos en las cosas. Siento
que nos estamos distanciando, y no estoy segura de cómo detenerlo —Frunzo el
ceño.
—Bueno, no hay nada que puedan hacer si ya no se aman.
—Ninguno de nosotros ha dicho nunca que no nos amemos, sólo que...
Mi teléfono vuelve a sonar y me distraigo con el sonido, sabiendo que es un
mensaje de Christian. Maldita sea, ese hombre es insistente.
Christian: Será mejor que te lo pienses dos veces antes de ignorarme. Ya te
he dicho que no me tientes.
Christian: Dame tu dirección. Estaré allí en cinco minutos, y te mostraré lo
que pasa cuando juegas con fuego.
No puedo evitar soltar una pequeña risita por ese último mensaje. De repente,
Kyla me quita el teléfono de las manos. Durante un breve segundo, el pánico inunda
mis venas, pero me doy cuenta de que no tengo nada que ocultar. Ella mira la pantalla
y sonríe.
—¿De quién es este mensaje? —Ella inclina la cabeza hacia un lado,
examinando la pantalla más a fondo—. ¿Cristian? ¿El tipo del bar? ¿Él es el que te
hace sonreír?
—Sí, él es el que me hace sonreír —confieso y le quito el teléfono de las
manos.
Da un paso atrás del mostrador y coloca las manos en las caderas.
—Siento que me estás ocultando algo. No sabía que habían intercambiado
números. Cuánto tiempo llevan ablando, y mejor aún... —Ella mueve las cejas hacia
mí—. ¿De qué han estado hablando?
Me río.
—Eso lo sabré yo y tú nunca lo sabrás.
—Oh, Dios mío.
—¿Qué? —pregunto, preocupada por la seriedad de su voz. Estábamos
bromeando y riendo, y ahora se pone seria de repente. ¿Me he perdido algo?
Una lenta sonrisa aparece en sus labios.
—Te gusta, ¿verdad?
Mi cara se convierte en una furiosa bola de fuego.
—No... quiero decir... —Maldita sea. Negarlo no va a mejorar las cosas. Kyla
presionará y escarbará hasta conseguir la respuesta que quiere.
Su sonrisa se hace aún más grande, si es que eso es posible. Joder, no puedo
mentir, no cuando mi cara ya dice la verdad.
—Bien, sí, me gusta.
—¡Lo sabía! —grita—. Sabía que te gustaba. Lo sé, y para que lo sepas, me
alegro por ti, y hagas lo que hagas, estaré aquí para ti.
El significado de sus palabras me devuelve a la realidad. Todavía tengo
asuntos pendientes con Taj. No debería acercarme a Christian, pero, como una
polilla atraída por la llama, no puedo evitarlo. La tentación es demasiado grande. Me
hace sentir cosas que nunca he sentido.
Como si pudiera sentir la alegría que me abandona, Kyla interviene.
—No te sientas mal por hablar con otro chico. No estás haciendo nada malo,
Siân.
Asiento con la cabeza, aunque no lo sienta así.
—Voy a darme una ducha rápida, y luego quizá podamos comer juntas o algo
así —añade.
—Sí, eso sería genial. Siento que ha pasado una eternidad desde que tuvimos
un día de chicas.
—Gah, lo sé. La vida adulta, la escuela y el drama del novio están arruinando
todo.
Nos echamos a reír y Kyla sale de la cocina para darse una ducha. Cojo el
teléfono y empiezo a contestar a Christian, diciéndole que nunca podrá enseñarme
lo que pasa cuando juego con fuego, cuando Kyla vuelve a entrar en la cocina con
el ceño fruncido.
—¿Has movido los cuadros del vestíbulo? —Es una pregunta al azar, pero la
forma en que Kyla me mira me dice que está haciendo una pregunta seria.
—No, ¿por qué habría de hacerlo?
—No lo sé, pero las fotos se movieron.
Sacudo la cabeza.
—¿Estás segura?
En la frente de Kyla se forman pliegues de frustración y me doy cuenta de que
se está enfadando.
—Sí, estoy segura. Ya sabes lo analista que soy para que las cosas estén en su
sitio. Si tú no lo has movido y yo no lo he movido, entonces ¿por qué está movido?
Su voz se hace más fuerte a medida que habla, y tengo que evitar poner los
ojos en blanco. Kyla puede ser, bueno, un poco exagerada a veces.
—Mira, tal vez uno de nosotros golpeó la mesa. No es un gran problema.
—Sí, no estoy segura de que sea eso lo que ha movido las fotos, pero supongo
que lo aceptaremos, ya que no hay otra explicación —Se da la vuelta y sale de la
cocina antes de que pueda reunir una respuesta a su arrebato.
Todavía estoy aturdida por su arrebato verbal cuando vuelve a la cocina con
un papel blanco arrugado en la mano.
—¿Qué demonios es esto? —pregunta, empujándolo hacia mí.
Le quito el papel de la mano, desconcertada por su actitud.
—¿Qué demonios te pasa? —pregunto un momento antes de mirarlo.
En cuanto veo las palabras, se me hunde el corazón en el estómago.
Sei Mio 9está garabateado con tinta negra en el papel, y mis manos tiemblan
mientras miro fijamente las palabras, leyéndolas para mí. Eres mía.
El pánico aflora como una olla de agua que hierve.

9
Eres mía.
No era yo la que estaba paranoica la otra noche. Realmente me estaban
observando. Oh, Dios.
—¿Dónde... dónde has encontrado esto? —Intento ocultar el miedo que
siento, pero el temblor de mi voz me delata.
—En el vestíbulo, en la mesa donde están los cuadros. Te dije que los habían
movido.
Mi cerebro hace un cortocircuito y sé que tengo que irme. Tengo que ir a ver
a Cynthia y decirle que es hora de volver a correr. No quiero asustar a Kyla, pero no
puedo decirle lo que está pasando. Yo... sólo necesito irme, necesito salir de aquí e
idear un plan.
Después de todo este tiempo, vuelve a perseguirme. ¿Y si nunca se fue? ¿Y si
ha estado esperando el momento perfecto para mostrarse? Los malos pensamientos
llegan lentamente y tengo que detenerlos antes de ahogarme en ellos. Me alejo de la
mesa y paso por delante de Kyla, que está de pie frente a mí como una estatua.
—¿A dónde vas? ¿Es esto una especie de broma? Ya sabes lo obsesivo que
soy. Si estás intentando joderme, Siân, dilo ya —dice, siguiéndome. Cojo mi bolso
y meto la mano dentro para coger las llaves.
El corazón me retumba en el pecho y una oleada de vértigo me golpea. Todo
lo que hice fue para nada. Todo. Todas las mudanzas, los cambios de nombre, los
amigos perdidos. Todos los años han sido desperdiciados, ¿y para qué? ¿Para que
me encuentre de nuevo?
Una mano se posa en mi hombro y salto. Un grito se me atasca en la garganta
y me doy la vuelta, dándome cuenta de que solo es Kyla. Mierda. Estaba tan absorta
en mis pensamientos que olvidé que estaba aquí. Me mira como si fuera un animal
salvaje listo para atacar.
—Siento tener que irme. Tengo que ir a ver a Cynthia —tartamudeo.
La nariz de Kyla se arruga, y puedo ver cómo aumenta su enfado.
—No puedes irte sin decirme qué demonios está pasando.
La miro fijamente, rogándole que lo entienda. Es mi mejor amiga, y no he
dejado de darme cuenta de que la he puesto en peligro por asociación, pero necesito
resolver las cosas antes de decirle nada.
—Te lo explicaré todo más tarde. Lo siento —Me doy la vuelta y salgo por la
puerta antes de que diga nada más.
Puedo sentir sus ojos sobre mí mientras me alejo, y me siento fatal porque, de
nuevo, las cosas se desmoronan. Me ha encontrado, me ha encontrado, joder, y
aunque lo último que quiero hacer es huir, ¿qué otra opción tengo? Subo al coche y
meto la llave en el contacto. El motor ruge y me alejo del bordillo, corriendo por la
calle. Tengo la sensación de haber metido el cerebro en una batidora. Sólo puedo
pensar en correr, en desaparecer en la noche antes de que me atrape.
Cynthia va a estar devastada. Agarro el volante con más fuerza. Oh, Dios,
Cynthia, ha dado tanto de su vida para mantenerme a salvo. Ha hecho sacrificio tras
sacrificio y ha perdido años con su familia sólo para ser mi familia. Por fin hemos
conseguido algo de paz y hemos construido una apariencia de vida aquí. Se ha
comprado una casa, se ha hecho amiga de la mujer de la calle de abajo e incluso se
ha unido a un club de punto. Y ahora todo ha sido para nada. Vamos a tener que
mudarnos de nuevo, cambiar de nombre y dejar atrás todo lo que tenemos aquí, y lo
odio, joder. Ella se merece algo mucho mejor, pero ¿qué otra cosa se podría hacer?
Aprieto los dientes, intentando pensar si puede haber otra manera, pero la
única otra opción es enfrentarse a este hombre de frente. Una imagen de Christian
aparece en mi mente, y lo veo diciéndome que retome el control. Lo veo diciéndome
que me defienda y que no deje que mi acosador dicte mi vida. ¿Soy lo
suficientemente fuerte para hacerlo?
Me meto en la interestatal, la velocidad del coche sube cada vez más. Mi
corazón se acelera y vuelvo a sentirme paranoica.
Miro continuamente por encima del hombro y por el espejo retrovisor. Por
suerte, no pasa nada y, tras un breve trayecto, salgo y me adentro en los suburbios
de las afueras de la ciudad.
Cuando llego a la casa de Cynthia, estoy temblando. Aparco el coche y me
obligo a subir la escalera. El miedo y la ira me recorren. Todo esto es culpa mía. Si
hubiera sido más cuidadosa o más segura, tal vez no me habría encontrado de nuevo.
Golpeo la pesada puerta de madera y, un segundo después, se abre. Los ojos
de Cynthia son grandes, y su mirada me dice que sabe que ha ocurrido algo terrible.
—¿Qué pasa, cariño? Parece que has visto un fantasma.
El corazón se me hunde en el estómago.
—Nos ha encontrado. Había una nota. En la casa que compartimos Kyla y yo.
Ha vuelto. Nos ha encontrado de nuevo—. No se puede ocultar la devastación en mi
voz. Me estoy hundiendo en lo más profundo de mi ser.
La frente de Cynthia se arruga y me agarra por el brazo, tirando de mí hacia
el interior antes de cerrar la puerta de golpe y con llave. Doy unos pasos tambaleantes
hacia el sofá. Todo mi mundo está al revés.
—Bien, primero, tienes que calmarte.
—¿Calmarme? —Mi voz se quiebra—. ¿Cómo puedo calmarme cuando
siento que lo he fastidiado todo? Si no fuera por mí, este hombre no estaría detrás de
nosotras. No estaríamos saltando de ciudad y cambiando de nombre cada dos por
tres.
Cynthia es la persona más cercana a una madre que tengo, y nunca querría
arriesgarme a que le hicieran daño. Ella entiende mis miedos y mi ira mejor que
nadie porque ha estado conmigo en todo. Es la única constante en mi vida y no puedo
dejar que le pase nada. No puedo ser egoísta porque no sólo está en riesgo mi vida.
Sintiendo lo cerca que estoy del límite, se sienta a mi lado en el sofá y me
pone la mano en la rodilla. Su cercanía me reconforta, pero no extingue los temores
que se repiten en mi mente.
—Era sólo una nota, ¿verdad?
—Sí, una nota que dice Sei Mio. ¿Por qué dejaría una nota que dice que eres
mía?
Sus ojos verdes, que imitan los míos, se vuelven suaves.
—No estoy segura, pero creo que debemos pensar en esto antes de tomar
cualquier decisión precipitada. ¿Hubo alguna sospecha de robo? ¿Tal vez sea una
nota vieja que se cayó de uno de tus bolsos? Hemos trabajado duro para tener la vida
que tenemos ahora. No quiero tirarlo a la basura por un error de comunicación o algo
que pueda sacarse de contexto.
—Yo tampoco quiero eso. Por eso tú te vas a quedar y yo me voy a ir, sola.
La probabilidad de que eso ocurra es escasa. Es una quimera. El hombre es
implacable en asegurarse de que veo que está detrás de mí. Quiere mi miedo y mis
lágrimas. Me quiere asustada y débil, pero no soy la niña que era la última vez que
entró en mi vida. No soy la misma en absoluto, y quizás necesito darme cuenta de
eso. Antes, necesitaba a Cynthia. Ella era “es todo lo que tengo”. Pero ahora es el
momento de pensar en ella.
Cynthia me mira fijamente un momento mientras el peso de mis palabras se
asienta a su alrededor. Veo el cambio en su comportamiento, la resistencia a mi
sugerencia escrita en su rostro. Me quiere y separarse no es algo que vaya a tomar a
la ligera.
—Eso no va a pasar, Siân. Puedes quitarte eso de la cabeza ahora mismo. Si
tenemos que irnos, nos iremos juntas. Lo mismo de siempre.
—¿No estás cansada? —pregunto, mis hombros se desploman con mi pesada
exhalación.
Cynthia me mira fijamente, y no sé si es porque no tiene respuesta o porque
tengo razón. Está cansada. Las dos lo estamos. La diferencia es que, sea quien sea el
acosador, no la quiere.
Por fin puede ser libre. Cynthia me ha criado, me ha mostrado lo que significa
ser una mujer y me ha enseñado a sobrevivir. Su sacrificio ha sido hecho. Ahora es
mi turno de cuidar de ella.
—Tú misma lo has dicho, Cyn. Tienes una vida aquí. Has hecho amigos y has
comprado esta hermosa casa. Tu sacrificio ha terminado.
Cynthia se aleja de mí con los hombros levantados alrededor de las orejas. Me
acerco y le pongo una mano en el hombro.
—Dime ¿no eres feliz?
No habla, apenas se mueve.
—Has cuidado de mí, me has enseñado a desenvolverme en este mundo y lo
has dado todo en nombre de mi seguridad. Ahora es mi turno. No podría vivir
conmigo misma si te pasara algo.
—No —Cynthia sacude la cabeza en rápida sucesión.
—Te quiero. Y si te hacen daño, moriré. Necesito hacer esto. Necesito que me
dejes ir —Aspiro una bocanada de aire en mis pulmones.
Cynthia se enfrenta a mí.
—No, Siân. No lo permitiré.
—¿Quieres irte? —pregunto.
Deja caer la barbilla sobre el pecho.
—Exactamente. Sé lo mucho que te preocupas por mí, Cynthia. Eres la única
madre que he tenido. Has dado mucho de tu vida y has corrido conmigo cada vez
que hemos sentido el peligro. Eres la persona más desinteresada que conozco. Pero
él no está detrás de ti. Por favor. Necesito hacer esto por ti. Deja que me encargue
de esto a mi manera.
Cynthia lanza su mano al aire, dejándola descansar a su lado.
—¿Y qué es eso? Permitir que te capture. No, Siân. Puedes olvidarlo.
—Cyn...
—No —dice ella—. Sí. Te quiero. Siempre lo haré. Pero si crees que te voy a
dejar pasar por todo esto sola, no lo haré.
—Cyn...
—Estoy hablando.
Trago saliva. Sólo ha habido otras dos veces en las que se ha puesto firme, e
incluso entonces, sabía que no debía desafiarla. Cuando va en serio, va en serio.
—Si tenemos que huir, lo haremos juntas. Pero ahora mismo, creo que hay
que contactar con la policía. Sólo entonces decidiremos. Tú eres lo más importante
para mí, Siân. Y aunque entiendo a dónde querías llegar con ese pequeño discurso,
nunca sucederá.
Suspiro, queriendo ceder, pero sé que no tengo opción.
—De acuerdo —digo derrotada.
—Esto es lo que vamos a hacer. Llamar a la policía, hacer un informe y dejar
que investiguen. Si tenemos que huir, lo haremos. Has pasado por mucho, Siân, pero
eso no significa que nos haya encontrado. Si lo hubiera hecho, lo habríamos sabido
hace mucho tiempo.
—Tal vez tengas razón. Tal vez no sea nada. Pero preferiría dejarte al margen.
—No digo que si las cosas se ponen peligrosas, no vayamos a desaparecer,
pero creo que podríamos estar corriendo antes de caminar. Tienes que llamar a la
policía y hacer que vengan a la casa. Pueden buscar huellas dactilares y ver si alguien
ha entrado en la casa.
—¡Sí! En cuanto llegue a casa, les llamaré —Salto del sofá, dispuesta a poner
en marcha esta nueva idea—. Voy a ir ahora, y llamaré a Taj de camino para que me
encuentre allí.
—Bien, y llámame si hay alguna novedad.
Asiento con la cabeza y la envuelvo en un fuerte abrazo. Se está haciendo
mayor y la idea de que le ocurra algo me duele en el corazón. A mis ojos, es mi
madre, e iré hasta el fin del mundo para protegerla, como ella ha hecho por mí.
—Te avisaré cuando llegue a casa —le digo, soltándola.
Nos miramos fijamente durante un largo rato y luego me acompaña hasta la
puerta. Se queda en los escalones de la entrada, observándome hasta que llego al
coche. Está oscureciendo y me aterra quedarme sola, sabiendo que ese loco me
persigue una vez más. Pero de todos modos cojo el teléfono y llamo a Taj. La línea
suena y suena sin respuesta. Llamo cuatro veces más antes de rendirme, con mi rabia
y mi dolor dirigidos a otra persona.
¿Por qué cuando lo necesito nunca está ahí para mí? No debería sorprenderme.
Incluso en este caso, Taj no es el hombre al que debería acudir.
Christian
—¿Serán sólo ustedes dos? —Jennifer, la encargada del alquiler, pregunta
mientras nos acompaña por el ático.
—¿Quién? —Tony suelta y señala con su pulgar entre él y yo—. ¿Este imbécil
y yo?
Me burlo y vuelvo a mirar el teléfono que tengo en la mano.
—No —digo con voz inexpresiva—. Sólo yo.
Desde mi periferia, noto que Jennifer asiente con la cabeza y continúa
recorriendo las características del salón. Sin embargo, mi subconsciente está en otra
parte. Abro mi aplicación de mensajería. Han pasado horas desde mi último mensaje
a Siân y aún no ha respondido. Después de verla llegar al orgasmo la otra noche, es
lo único en lo que puedo pensar. Su hermoso rostro y sus dulces gritos siguen
repitiéndose en mi mente. Mi polla palpita ahora mismo sólo con imaginarlo.
—Perché siamo anche qui?10 —Tony se precipita hacia mí y me susurra.
Con la mirada fija en mi teléfono, mis cejas se fruncen y suelto un suspiro,
luego dejo caer los hombros mientras cambio al programa de clonación. Una luz
brillante resplandece cuando la colorida aplicación cobra vida y su hilo de texto se
carga en la pantalla. Deslizo el dedo hacia arriba y mi atención se desvía de la
persistencia de Tony.

10
¿Por qué estamos aquí?
—Christian —exclama y retrocede un poco cuando arrastro mis ojos a su
cara—. ¿Qué diablos te pasa?
—Nada —digo.
—Algo está pasando, y a tu padre no le va a gustar.
—¿Parece que me importa una mierda mi padre? —ladro.
Mi voz recorre el apartamento, sobresaltando a Jennifer, que jadea en la
distancia. Hago girar los hombros hacia atrás y miro por encima de su cabeza a
Jennifer.
—Todo lo que digo es que estás distraído —gime entre dientes—. Sacando a
Armon cuando aún lo necesitábamos. Nos tienes mirando putos lofts11 cuando
tenemos una reunión en tres horas. ¿Qué demonios pasa?
—¿Está todo bien, chicos? —Jennifer arrulla, pero hay un ligero temblor en
su tono. No la culpo en absoluto por ser cautelosa. Es una mujer sola en una
habitación con dos hombres sospechosos que no conoce.
—Creo que te olvidas de quién manda aquí —Me meto el teléfono en el
bolsillo trasero, me ajusto los pantalones en las caderas y vuelvo mi mirada hacia
él—. Si mi padre tiene un problema, yo me encargo. Ahora, si no te queda claro, me
quedaré por aquí un rato.
—Esto es sobre esa chica Giuliani, ¿no?
Lo miro fijamente, con la mandíbula apretada por la mención de Siân. Tiene
razón. Todo esto, mi estancia en la ciudad, este apartamento, incluso mi distracción,
es por Siân, por Siân. Tony no lo entendería porque no es así como suelo actuar.
Típicamente, cuando le pido que encuentre a alguien, están muertos poco después.
Sian es diferente. Siân es mi obsesión, y como cualquier otra droga, es adictiva.
—Jennifer —digo con severidad y camino alrededor de Tony—, gracias por
reunirte con nosotros. Sé que la oficina cierra temprano los domingos, pero tenía que
ver el lugar.
Sonríe y sus ojos se iluminan en cuanto me acerco a ella. Y cuando extiendo
la mano para apartar un mechón de pelo de su cara, su respiración se entrecorta.

11
Desván o galería es un gran espacio con pocas divisiones, grandes ventanas y muy luminoso.
—Por supuesto. Es un placer —Su sonrisa se amplía y se aleja, girando para
pasar la mano por la barra—. Entonces, ¿qué te parece el espacio? Esta cocina es
para morirse. Perfecta para que tu amiga cocine para ti. —Y ahí está, el inevitable
coqueteo—. Lo siento si estoy suponiendo. El papeleo que enviaste antes de llegar
no incluía ningún otro nombre.
Pero ella preguntó si Tony estaría aquí conmigo. Ella sabe la respuesta y sólo
está pescando lo que realmente le interesa. En el momento en que salí del Ferrari, vi
la lujuria en sus ojos desde la entrada de este ridículamente caro rascacielos.
Suelto una sonrisa baja y me dirijo a la cocina.
—En realidad, soy mucho mejor cocinero que mi novia —le digo por encima
del hombro y veo que la decepción la invade. Recorro la isla con la mirada—. ¿Esto
es mármol de verdad? —Golpeo la superficie.
Mentí, en parte. Siân es mía, pero aún no lo sabe.
—Sí, lo es. Todo en este apartamento es de alta gama, desde el fregadero
integrado en su isla, la cocina, la nevera, e incluso una ducha de última generación.
Se trata de un loft, por lo que la planta es abierta y conduce al balcón extendido. Pero
el dormitorio y el despacho están cerrados para proporcionar privacidad.
Jennifer describe todas las características mientras Tony habla por su teléfono,
mirando entre mi cuerpo y la vista de la ciudad. Pero de nuevo, mi mente divaga y
las imágenes del rostro inocente de Siân me inundan. Dondequiera que mire o me
mueva en este apartamento, me la imagino aquí y a mí haciendo de las suyas. Esta
encimera está a la altura perfecta para extenderla sobre ella y follarla hasta dejarla
sin sentido. En el centro del salón, sobre el flamante suelo de madera. Contra la
estantería empotrada que está justo al lado de la puerta principal. En todas partes.
Parpadeando para despejar mi mente, me reúno con los demás en el gran salón
abierto. Jennifer está de vuelta en la isla con una pila de papeles frente a ella.
—Entonces, ¿todavía quieres llamar a este lugar tu hogar? —pregunta con una
sonrisa suplicante.
Asiento con la cabeza y le dedico la sonrisa más grande y falsa que puedo.
—Es perfecto.
—Genial. Le diré, Sr. Russo, que esta ha sido la reserva de apartamentos más
fácil de la historia. Gracias a que su asistente me envió antes todos sus datos, pude
obtener la aprobación y hacer todo lo que necesitaba por este lado. Así que todo lo
que necesito de usted es un cheque de caja, un giro postal o un pago con tarjeta para
gestionar el depósito y el primer y último mes de alquiler, y ya tiene un nuevo hogar.
Me aclaro la garganta y, un segundo después, Tony se acerca a mí y me tiende
un sobre con el cheque de caja que le ordené conseguir antes de llegar. Lo agarra
con fuerza y me obliga a arrebatárselo. Jennifer nos mira de un lado a otro, con una
mirada de preocupación y curiosidad que vuelve a aparecer en sus rasgos. Pero,
como la mayoría de los humanos, su humor cambia cuando toma el cheque de mi
mano.
—El cheque es por los seis meses completos. Si necesita cualquier otra
información de verificación, puede ponerse en contacto con mi asistente y él le
conseguirá lo que necesita —anuncio con una fuerte palmada en la espalda de Tony.
Se estremece por el dolor y me mira fijamente, pero mantiene la compostura
frente a Jennifer.
—Vaya. Supongo que no bromeabas cuando decías que el dinero no era
problema.
Inclino la cabeza encogiéndome de hombros.
—¿Y los muebles?
—Estarán aquí e instalados en tres días, el miércoles.
Jennifer sonríe con los ojos cuando le ofrezco la mano.
—Un placer hacer negocios con usted, Sr. Russo.
—Por favor, llámame Christian.
Ella asiente.
—Claro que sí. Bueno, señores, ya he estado aquí bastante tiempo en un
domingo. Tengo un niño de cinco años que lleva una hora mandándome mensajes
para que lo recoja de casa de su abuela. Así que, yo diría que estamos bien aquí.
Tendré los muebles colocados y las llaves listas para ti el miércoles a mediodía, y si
no hay nada más que necesites... —Jennifer hace un gesto hacia la puerta,
animándonos silenciosamente a salir.
Salimos al luminoso vestíbulo y esperamos a que Jennifer cierre la puerta tras
nosotros. Normalmente, no nos quedamos en Estados Unidos el tiempo suficiente
como para alquilar una propiedad, pero mi padre tiene una sociedad ficticia creada
para ocasiones como ésta. Cuando haces el trabajo que hacemos, es importante estar
preparado. Nunca se sabe cuándo va a estallar la mierda, por lo que tenemos un plan
de contingencia para casi todos los escenarios.
Jennifer me guía de vuelta al ascensor cuando mi teléfono zumba en mi
bolsillo. Lo saco y veo un montón de mensajes rebotando en la pantalla. Es Siân, y
si su texto es una indicación, sé que ha encontrado mi nota. Una sonrisa se dibuja en
mis labios al leerlos.
Siân: ¿Dónde estás?
Siân: Te he llamado cuatro veces, Taj.
Aparecen tres puntos, mostrando que está escribiendo, pero luego
desaparecen.
Siân: Necesito que cojas el teléfono.
Taj: Ahora mismo no puedo...
Siân: ¿Dejaste una nota cuando te fuiste anoche?
Taj: ¿Qué? Mira, estoy muy ocupado.
Taj: ¿Puede esperar esto?
Siân: Contesta el teléfono.
Hay una breve pausa, y mis pasos se ralentizan con ella. No es hasta que Tony
me llama por mi nombre a unos metros de distancia que me doy cuenta de que me
he quedado absorbido en mi teléfono durante demasiado tiempo.
Taj: Te lo dije, no puedo hablar ahora mismo.
Siân: Necesito saber si dejaste una nota. Si no fuiste tú, entonces creo que
alguien estuvo en la casa.
Taj: Estuviste conmigo hasta que me fui. ¿Cómo podría haber dejado una
nota? ¿Quién estaba en la casa?
Taj: Te llamaré cuando termine aquí. Probablemente no sea nada.
¿Eso es todo?
Este pedazo de mierda nunca deja de sorprenderme. ¿Esta es la persona que
ha elegido para perder su tiempo y energía? Entregarse a la escoria, a un hijo de puta
que se toma a broma su seguridad. Y sí, entiendo lo irónico que es que me enfade
cuando soy yo quien la pone en peligro. Pero es el principio. Si lleva el título de ser
su hombre, entonces mantenerla a salvo, aunque vaya a fallar, debería ser su
prioridad.
El fuego se extiende por mis venas cuando me doy cuenta de que ella incluso
pensó en llamarlo. Todo en ella cambia en el momento en que él entra en una
habitación. Él la agota, la sujeta y opaca su brillo. Ella no es feliz con él, así que ¿por
qué no ha terminado con esto? Ahora me doy cuenta de que si quiero que esto
funcione, Taj tiene que irse.
Subimos al ascensor en el nivel del vestíbulo y nos despedimos de nuevo de
Jennifer. Una vez que estamos fuera, detengo a Tony con un agarre en su bíceps,
esperando hasta que Jennifer esté fuera del alcance del oído.
—¿Qué? —Frunce el ceño.
—Necesito manejar algo. No vas a ir conmigo —Me bajo de la acera, de
vuelta a mi coche.
—¿Y cómo diablos se supone que voy a llegar a la reunión? He venido aquí
contigo, ¿recuerdas? —argumenta.
Me encojo de hombros.
—Eres un hombre inteligente. Averígualo.
Tras marcar el número de Siân, desbloqueo el Ferrari y me pongo el altavoz
en la oreja.
—Questa è una stronzata, Christian12 —grita Tony desde el otro lado de la
calle.
Responde al primer timbre.
—Por fin —suelta sin saludar.
—¿Estabas esperando a que llamara? —Me burlo, dando mi mejor
espectáculo.
Suspira y tarda un segundo.

12
Esto es una mierda, Christian.
—Oh, Christian. Lo siento, pensé que eras otra persona.
—Ouch —me hago el ofendido.
Ella no muerde el anzuelo.
—Christian. Es muy amable por tu parte llamar, pero ahora no es un buen
momento —Su voz es tensa, como si tuviera miedo y tratara desesperadamente de
mantener la compostura.
—Eso no suena muy bien —Me pongo al volante y dejo que la puerta se cierre
de golpe—. ¿Qué está pasando?
Siân suspira, seguido de una breve pausa.
—Nada —me dice, pero por su tono sé que no se cree lo que acaba de decir.
—Maravilloso —digo a mordiscos.
No habla. Los únicos sonidos que llegan a través de la línea son sus pesadas
respiraciones y un bajo estruendo de lo que supongo que es la radio.
—Puedo oírlo en tu voz. ¿Por qué no me dices qué te pasa? Tal vez pueda
ayudarte —prometo.
Otra respiración profunda.
—Estoy esperando a que llegue la policía.
Me acomodo en mi asiento y pongo mi mejor expresión falsa de sorpresa.
—¿Ha pasado algo?
—No lo sé. Pero... Creo que alguien estuvo en mi casa —admite, con su miedo
y frustración sonando fuerte y claro.
—¿Dónde estás? —Sé la respuesta, pero sólo necesito que me lo diga.
—Estoy en casa. Kyla y yo estamos esperando que llegue un oficial.
Arranco el coche.
—Voy de camino —exclamo, esforzándome más para darle la impresión de
que estoy preocupado.
—No. No. Christian, no tienes que hacer eso. Estoy bien, o lo estaré cuando
llegue Taj.
Aprieto los dientes al mencionar a ese imbécil, pero evito que mi ira se
desborde.
—Siân. Estoy aquí para ti. Te veré pronto.
Se oye un crujido al otro lado y me imagino que está asintiendo.
—De acuerdo —cede sin aliento.
Al terminar la llamada, aprieto el acelerador y salgo, pasando por el campus,
la cafetería y el bar donde me presenté por primera vez. Al girar a la izquierda en su
bloque, mi corazón bombea con fuerza en mi pecho, tan fuerte que puedo sentirlo y
oírlo en mi cráneo. Los coches de policía están aparcados torpemente en la entrada
y a lo largo de la calle, y las luces rojas y azules parpadeantes casi obstruyen mi
vista. Mis neumáticos chirrían cuando freno de golpe en el espacio que hay frente a
su casa.
Salgo del coche y llego al porche en un abrir y cerrar de ojos. La puerta
principal está abierta y en la entrada hay un agente, y cuando miro más allá de él,
otros dos están inspeccionando la casa. Un movimiento a mi derecha me avisa de
que un cuarto policía está registrando el terreno. Paso al interior, pero me niegan
inmediatamente la entrada.
—Whoa, whoa. No puedes entrar así —El oficial que habla con Siân me
impide entrar—. Señorita, ¿conoce a este hombre?
Tomo aire en mis pulmones y me esfuerzo por relajarme. Dejando de lado los
problemas de autoridad, lo último que necesito es montar una escena. Mi amiga
podría estar en peligro y yo soy el tipo cariñoso que sólo quiere asegurarse de que
este a salvo. Esa es la historia que quiero que se cuente, nada más y nada menos.
Siân asoma la cabeza por la puerta con sus brazos rodeados, su forma habitual
de defensa, por débil que sea. Sus rasgos se suavizan cuando establecemos contacto
visual, y eso me hace sentir algo. Se me aprieta el pecho al ver su cara de alivio. No
importa la emoción que me produce ser la razón de este miedo, causar su alivio se
siente igual de jodidamente bien. Doy y quito.
—Sí, oficial, es mi amigo —admite y se precipita hacia mí.
Un gruñido de fastidio se acumula en mis entrañas. Soy más que tu maldito
amigo, Topolina. Quiero gritarle esas palabras y castigarla hasta que lo acepte.
Siân me echa los brazos al cuello y me abraza. Lentamente le rodeo la cintura
con los brazos. Mi cuerpo tambalea al sentirla contra mí, y mi polla cobra vida solo
con un abrazo inocente. Su aroma me hace cosquillas en la nariz y clavo las uñas en
sus caderas.
Ella se retira y nos miramos por un momento. Ha estado llorando. Tiene los
ojos rojos e hinchados y las mejillas sonrojadas. Entonces miro sus labios y veo la
evidencia de que se los ha mordido. Están en carne viva y en la esquina hay una
pequeña gota de sangre.
Joder.
Quiero devorar su boca y lamerle la sangre. Me humedezco los labios, una
lamentable excusa para sustituir los suyos. Es la primera vez que la toco así, la
primera vez que estamos tan cerca, y maldita sea si no se siente jodidamente
increíble. Tan cálida y suave en mi poder, frágil e indefensa. Es diminuta comparada
conmigo, y me doy cuenta de ello cuando pienso en todas las formas en que podría
romperla. Más aún cuando pienso en lo feroz que podría ser cuando acepte lo que
realmente debe ser y se una a mí en el trono. Juntos en la oscuridad es donde debemos
estar.
Los herederos de dos dinastías viciosas.
—Gracias por venir —Se aparta y yo la atraigo de nuevo hacia mí.
Los ojos de Siân se abren de golpe, pero está algo más que sorprendida por
mis acciones. Una respuesta que no puedo precisar. Lo que sí tengo claro es que
quiere que la toque tanto como yo.
—Entra —indica después de un rato.
Me tomo un minuto para dejar que sus palabras se asienten antes de soltar mi
agarre de su cintura y seguirla dentro. Todas las luces de la casa están encendidas,
incluso las del piso superior. Miro al agente por encima del hombro y luego centro
mi atención en la mujer que está a unos metros. Se cierne sobre la mesa del pasillo
que da acceso a la cocina. El espacio donde están los cuadros. El policía desempolva
los marcos en busca de huellas, y tengo que ocultar la sonrisa que amenaza con
formarse.
Buena suerte, murmuro para mis adentros.
Llevo mucho tiempo en este juego. Si creen que he sido tan estúpido como
para dejar huellas. Pero tan pronto como el pensamiento cruza mi mente, mis ojos
se disparan a la parte superior de las escaleras. La camisa en la que vacié mi carga
mientras veía cómo se metía el dedo.
Mierda.
Con una inhalación, me vuelvo hacia Siân y le froto los brazos.
—¿Estás bien?
Ella asiente con los ojos cerrados.
—Sí.
Alargo el cuello y me encorvo para encontrar su mirada.
—¿Qué están diciendo?
Sacude la cabeza con los hombros encogidos.
—No lo saben. Hasta ahora, no hay ninguna señal de entrada forzada.
—¿Pero estás segura de que alguien estuvo aquí? ¿Cómo lo sabes?
Siân mira nerviosa a su alrededor y saca algo del bolsillo trasero. Miro la nota
que tiene en la mano, mis garabatos me devuelven la mirada. No lo ha entregado.
¿A qué juega? Me deshago de mis pensamientos y vuelvo a frotarle los brazos antes
de quitarle el trozo de papel.
—¿Qué es esto? —pregunto mientras miro fijamente entre ella y la página que
ahora tengo en la mano—. Sei Mio —Recito la palabra de la página.
Siân frunce el ceño.
—Lo siento. Es italiano.
Sus cejas se fruncen aún más.
—Estudié en el extranjero —miento para cubrirme.
Siân parpadea y sacude la cabeza.
—Sí. Dejaron esto junto a una foto de Taj y mía.
—¿De acuerdo?
—El cuadro estaba boca abajo cuando Kyla lo encontró —Se da la vuelta.
—¿Y eso significa...? —Me muevo para que sus ojos se centren en mí.
—Nunca tocamos esos cuadros. Llevamos casi tres años viviendo aquí y es la
primera vez que se mueve el cuadro. Incluso había huellas dactilares.
Mi columna vertebral se tensa.
—¿Pueden localizarlos?
Sacude la cabeza.
La atraigo hacia mí, acurrucando su cabeza en el hueco de mi cuello.
—¿Puedo usar tu baño? —pregunto mientras me inclino lo suficiente para leer
su expresión.
Siân levanta un brazo hacia la escalera.
—Primera puerta a la derecha.
—De acuerdo —Trago—. Mírame.
Lo hace.
—Estoy aquí, y no dejaré que nadie te haga daño.
Ella asiente.
El caso es que lo digo en serio. Su seguridad, incluso su felicidad, todo me
importa. Me alejo, negándome a permitir que las palabras de Tony se filtren. Tiene
razón. Estoy distraído. Esta noche, vamos a hacer un trato con una nueva conexión,
alguien relacionado con Armon que promete recoger el relevo que dejó el viejo
muchacho.
En cambio, estoy a horas de distancia, trabajando en una larga estafa para
conquistar a una mujer a la que se da por muerta desde hace casi dieciséis años.
Apartando la realidad de mi mente, subo los escalones de dos en dos, mirando detrás
de mí para asegurarme de que nadie me observa. No hay muros en la costa, así que
me dirijo a la parte de la casa donde está la habitación de Siân.
Con una mirada más a mi espalda, paso el umbral y me pongo de puntillas en
el armario. Utilizando mi teléfono como luz, busco en el suelo la camisa con la que
me corrí. Cuando la localizo, la recojo y la escondo en la cintura de mis pantalones
grises. Cruzo el suelo y salgo al pasillo, quedándome helado cuando me encuentro
con Kyla.
Sus cejas se juntan y aprieta la barandilla.
—¿Puedo ayudarte?
Me paso las palmas de las manos por los pantalones.
—Estaba usando el baño.
Kyla cruza un brazo sobre su hombro y luego gira para señalar la puerta que
está a un metro a mi izquierda.
Le dedico una sonrisa pellizcada y decido no discutir con ella. Kyla me mira
fijamente mientras la rodeo y vuelvo a bajar al salón. Siân está sentada en el sofá y
sus tristes ojos verdes se cruzan con los míos en cuanto me ven.
—¿Ya hay novedades? —pregunto y tomo asiento junto a ella mientras dejo
que mi mano se pose en su espalda.
Es sutil la forma en que reacciona, tan natural que apuesto a que ni siquiera se
da cuenta. Se siente cómoda conmigo. Lo noté la primera vez en el bar.
Probablemente ni siquiera se da cuenta de lo relajada que está conmigo y ni de lo
perfectos que somos juntos.
Aunque no por mucho tiempo. Este juego ha sido divertido, pero no sé cuánto
tiempo podré estar sin reclamarla.
—Nada todavía —Se encoge de hombros y le aprieto el hombro.
—¿Te traigo un poco de agua? —Me pongo de pie y miro a Kyla, que ahora
está de pie en la parte inferior de la escalera, su mirada ardiente en mí.
—¿Qué está haciendo aquí? —Oigo a Kyla preguntar a Siân.
Al entrar en la cocina, abro las puertas de un armario antes de encontrar la
alacena en el otro extremo. Siento que me miran, pero no me giro para ver de quién
se trata. Supongo que es su amiga. No es de extrañar que sospeche de mí cuando es
ella la que tiene algo que ocultar.
Saco dos vasos y los lleno de agua de la nevera. Un agente entra por la parte
de atrás, la puerta de rejilla se cierra de golpe. Miro a la policía, pero apenas se fija
en mí. Se adelanta a mí y la sigo hasta el salón. La agente se aparta de mi camino
cuando la esquivo y les paso las bebidas a Kyla y a Siân. Kyla mantiene su mirada
fija en mí y se inclina para susurrar al oído de Siân. Pero lo hace fatal, y yo la oigo
de todos modos.
—¿Cómo sabe él dónde está todo? —acusa Kyla.
Hago como que no escucho y me acomodo al lado de Siân.
—¿De qué estás hablando? —murmura Siân.
—¿Qué pasa entre ustedes dos? —Kyla inclina la barbilla en mi dirección y,
por el rabillo del ojo, veo que Siân me mira.
—Nada —afirma Siân.
Todos sabemos que está mintiendo. Incluso este oficial puede verlo. Nos ha
observado desde el mismo momento en que ella me abrazó.
—Sra. Danforth y Sra. Zimmerman. No hay señales de entrada forzada.
Ninguna de sus puertas o ventanas ha sido manipulada. Pero, ¿cuándo fue la última
vez que estuvieron en su patio trasero? —pregunta la agente.
Kyla y Siân se miran con el ceño fruncido.
—Nunca. No desde que nos mudamos.
—Hm. —La oficial garabatea en su cuaderno de notas.
Siân se desliza hacia el borde de su asiento y Kyla endereza su columna
vertebral.
—No. ¿Qué? —pregunta Siân.
—Es que las huellas van y vienen del porche y vuelven al patio delantero.
Un escalofrío recorre la columna vertebral de Siân.
—Entonces, ¿alguien entró? —Ella asiente rápidamente.
—Esa es la cuestión. No podemos encontrar una pizca de evidencia de que
alguien entró en su casa. Todas las cerraduras están intactas, y no hay nada que nos
diga lo contrario.
—Alguien estuvo aquí. Te lo prometo —grita Siân, con los ojos parpadeando
una y otra vez.
Kyla se inclina y susurra al oído de Siân.
—¿Enseñarles?
Soy capaz de distinguir sus palabras.
—¿Qué es lo que no nos dice? —suelta el primer oficial.
Siân gime y saca del bolsillo la nota que me ha enseñado. La policía la coge
y las dos la examinan con el ceño fruncido.
—¿Qué dice esto? —pregunta el policía masculino.
—No lo sabemos— interviene Kyla.
—Eres mía —traduce Siân, y todo el mundo se queda mirando el vacío de su
expresión. Ella baja la cabeza y empieza a juguetear con sus dedos—. Ya me han
acosado antes —admite, con el nerviosismo apoderándose de su cuerpo.
Kyla la mira fijamente mientras los policías esperan a que continúe, y yo tiro
de ella para evitar que diga más de lo que quiere. Nadie parece darse cuenta de lo
inquieta que se ha vuelto.
—Hace cinco años, cuando vivía en Filadelfia. Alguien me siguió y dejó una
nota así —Siân baja la cabeza.
—¿Atraparon a esta persona?
Ella les dice en silencio que no.
—De acuerdo. Vamos a llevar esto para su procesamiento, y si necesitamos
algo o tenemos información adicional, nos pondremos en contacto con usted.
Mantenga su teléfono encendido en caso de que tengamos preguntas.
—Por supuesto —Siân se sienta y toma un sorbo de agua.
—Bueno ya nos retiramos. Les estaremos enviando un oficial cada pocas
horas hasta que solucionemos esto —El policía masculino nos da la mano a todos.
Me pongo de pie para estar a su altura.
—Gracias, oficial —Extiendo un brazo, guiándolos hacia la puerta principal.
Por el rabillo del ojo, veo a las chicas de pie mientras me despido de la policía.
Cuando cierro la puerta y vuelvo a mirar a las chicas, la tensión reina en la
habitación.
—Gracias por estar aquí, Christian. No tenías que venir —dice Siân.
Me precipito hacia ella.
—¿Me estás tomando el pelo? —Mis dedos tiran de la tela de su camisa,
buscando el calor de su cuerpo. La acerco cuando mi tacto se posa sobre ella—.
Nunca tienes que preocuparte cuando estás conmigo. Estoy aquí —añado y aprieto
más mi agarre.
—Taj —Kyla se pone en pie de un salto.
Por suerte, la cara de Siân está enterrada en el pliegue de mi cuello. De lo
contrario, vería la inapropiada súplica de excitación en la cara de su mejor amiga
cuando entra su novio.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Taj, agitando una mano ante el abrazo
de Siân y el mío con el ceño fruncido.
—Taj —Siân se aparta de mí y se vuelve hacia su novio—. Estas acá.
Frunce el ceño, con el brazo todavía extendido hacia mí.
—¿Qué es todo esto?
—Nada. Me alegro de que hayas venido —Siân se aprieta contra él con una
mano en la mejilla para obligarle a concentrarse en ella.
Taj suspira, aunque sigue visiblemente molesto.
—¿Qué está pasando?
—La policía acaba de irse —interviene Kyla.
Taj no la mira, y sus hombros se desploman.
—No se forzó la entrada. Pero encontraron huellas en la parte de atrás —le
dice Siân.
—¿Y? —Kyla se desprende.
Siân gira el cuello.
—He sido acosada antes y...
Kyla interviene.
—Y nunca me lo dijo.
—Kyla, lo siento. Es que no sabía cómo decírtelo —se defiende Siân.
—¿Qué tal algo como hey, no te mudes conmigo porque alguien quiere
matarme?
Todos hablan por encima de los demás.
—¿Por qué dices eso? —grita Siân.
—¿De qué estás hablando? —Taj interviene.
—Sólo lo digo —Kyla se encoge de hombros.
Agarro a Siân por la cintura y la hago girar para que me mire.
—Oye. No dejes que te moleste...
—Quita tus malditas manos de ella —Taj me empuja, y yo tropiezo hacia
atrás.
Me abalanzo hacia delante con los dientes apretados mientras lo agarro por el
cuello y lo arrastro por la habitación, para luego estamparlo contra la pared más
cercana a la puerta. Siân y Kyla están a mi espalda, luchando por apartarme de Taj.
Lo miro con desprecio, desafiándolo a que parpadee en sentido contrario. He querido
acabar con su lamentable vida desde que lo conocí.
—Christian. Déjalo ir. ¿Qué estás haciendo? —Siân me tira del hombro.
Taj me mira con mi antebrazo enterrado en su garganta.
—Suéltame —grita.
—Te mataré, joder —susurro mientras nos separan—. ¿Me estás escuchando,
mierda? —ladro.
—¿Christian? —Siân grita.
Kyla se precipita al lado de Taj, comprobando que no está herido.
—¿Quién diablos es este tipo, Siân?
—Lo siento —Parpadeo y miro hacia abajo.
Ella cierra los ojos y asiente.
—Creo que deberías irte.
La miro fijamente, escudriñando su rostro para asegurarme de que realmente
lo desea. Con sus ojos, me suplica que me vaya. La atraigo hacia mí y la miro
fijamente a los ojos.
—Nunca tendrías que rogarme que estuviera aquí para ti —digo, y luego me
alejo.
Por el rabillo del ojo, veo que la cara de Siân se contorsiona en una expresión
de confusión. Pero no le doy importancia. En cambio, subo las escaleras de tres en
tres y me apresuro a ponerme al volante de mi coche. Tengo que salir de aquí o la
policía volverá por segunda vez esta noche y esta vez limpiará un cadáver.
Me alejo en la noche, odiando que Siân haya visto esa parte de mí. Mantener
esta farsa es importante. Necesito que confíe en mí si quiero que me acompañe
voluntariamente.
Siân
Las palabras de despedida de Christian me dejan confundida, y las guardo en
el fondo de mi mente para digerirlas más tarde. Me encuentro en la cocina con Kyla
y Taj, ambos con expresiones similares de desconcierto. La tensión es tan densa que
se podría cortar con un cuchillo.
—¿No me digas que no acabas de ver a ese tipo volverse loco con Taj? —
pregunta Kyla, rompiendo el silencio primero.
Suspiré.
—No digo que su comportamiento sea aceptable, pero sólo intentaba ayudar.
—¿Tratando de ayudar o tratando de follarte? —Taj interviene.
—Sólo somos amigos, Taj, y estaba preocupado. Además, no estabas aquí.
Quería asegurarse de que estaba bien. ¿Realmente hay algún daño en que alguien
intente ser un amigo?
Las facciones de Taj se tuercen y sus labios se convierten en un gruñido.
—¿Un amigo preocupado? Me acorraló y me dijo que me mataría. Eso no es
de un amigo preocupado. Eso es de un psicópata.
Inmediatamente, mis defensas suben. Christian no diría algo así. Taj solo está
celoso de que Christian estuviera aquí antes que él, asegurándose de que yo estuviera
bien. Miro a Kyla, cuyos ojos están puestos en Taj. Lo observa casi con cautela.
Mi pecho se agita mientras aspiro una bocanada de aire en mis pulmones.
—Creo que estás celoso.
—¿Celoso? —Taj hierve, dando un paso hacia mí—. ¿De qué hay que estar
celoso? Yo soy tu novio y él no, y sin embargo entró aquí como si lo fuera, y me
trató como si me estuviera entrometiendo en algo. Así que, dime, Siân, ¿interrumpí
algo?
Mi frustración hacia él y hacia toda la situación se multiplica por diez, y siento
que las paredes se cierran a mi alrededor. Aprieto los ojos y echo la cabeza hacia
atrás mientras me apoyo en la pared. El mundo da vueltas y parece que no puedo
hacer que se detenga.
Taj sigue soltando tonterías sobre Christian y sobre mí, pero no se da cuenta
de la razón por la que estaba aquí, y eso es lo que me hace estallar.
Apartándome de la pared, me acerco a él y lo miro a los ojos.
—¿Has venido aquí a pelearte conmigo o has venido como un novio
preocupado al que le importo una mierda? Porque ahora mismo, lo único que
escucho es cómo te preocupa que otro hombre haya estado aquí cuando lo que más
debería preocuparte es el hecho de que alguien haya entrado en nuestra casa.
Las palabras salen apresuradas y noto cómo se me calientan las mejillas. Casi
siempre soy del tipo tranquila y no conflictiva, pero estoy cansada de ser así para un
hombre que claramente no me quiere como yo creía.
El silencio llena el pequeño espacio casi al instante, y doy un paso atrás
mientras observo cómo sus rasgos se llenan de nuevas emociones. La ira, la tristeza
y el miedo parpadean en sus ojos. De acuerdo, quizá le importe una mierda, pero
obviamente no lo suficiente como para eclipsar sus propias necesidades egoístas.
La agonía llena sus rasgos.
—Mira, lo siento, Siân. No era mi intención arremeter contra ti. Es que...
Le corto ahí mismo porque no me interesa escuchar sus excusas.
—Admítelo, no te importo una mierda. Admítelo y ahórranos el problema a
los dos —gruño, con mi ira aumentando de nuevo. Necesito alejarme, pero estoy
muy enfadada. Enfadada porque reacciona así, enfadada porque me señala con el
dedo y actúa como si hubiera hecho algo malo cuando no es así.
¿No puede ver que ni siquiera estaba aquí por mí? Un intruso estaba en la
casa, y alguien trató de hacerme daño. No, por supuesto que no. Todo lo que ve es a
Christian reemplazándolo, aunque no lo sea.
—De acuerdo, no digamos cosas de las que ninguno de los dos se vaya a
arrepentir —Kyla se interpone entre nosotros, pero sus ojos se detienen en Taj
durante un momento demasiado largo antes de dirigirse a mí, y me pregunto a qué
demonios se debe eso. Antes de convencerme de que hay algo raro, me alejo de ese
pensamiento.
—No me arrepiento de nada de lo que he dicho. Todo es verdad. Le importa
más que Christian esté aquí que el hecho de que alguien haya entrado en nuestro
apartamento.
—El tipo es un maldito lunático, y no puedo creer que no lo veas. Me
amenazó.
Pongo los ojos en blanco.
—Lo que sea, Taj. Ya terminé de pelear contigo y he terminado con esta
conversación.
No pienso más en el tema. No puedo. No lo haré. A Taj no le importo, y eso
es una píldora difícil de tragar, pero que me aspen si le ruego que le importe una
mierda. Ni hoy, ni nunca.
Sin previo aviso, giro sobre mis talones y me apresuro a subir las escaleras.
Necesito tiempo y espacio, algo que no conseguiré estando en el salón discutiendo
con él.
—Vamos, Siân... Mira, lo siento. Hablemos de esto —grita Taj desde la
cocina.
Sus palabras llegan a mis oídos justo cuando llego a lo alto del rellano. Una
parte de mí quiere darse la vuelta e ir a hablar con él, pero sé que no es así. A Taj no
le importa, no como debería.
—Para, no tiene sentido ahora —Oigo a Kyla decir, su voz tranquila.
Claramente, no quiere que escuche lo que está diciendo. De lo contrario, hablaría
más fuerte—. Ella está enfadada, y tú también. Es mejor que se den un poco de
espacio.
No es normal que Taj escuche a nadie. Es del tipo que toma sus propias
decisiones, así que espero que la empuje y suba los escalones a toda prisa, pero
mientras contengo la respiración, anticipando su próximo movimiento, lo escucho
decir.
—Sí, tienes razón. Necesitamos algo de espacio y tiempo para digerir lo que
acaba de pasar —No es normal que Taj se deje convencer tan fácilmente, pero ignoro
la señal de alarma que parpadea en mi mente.
Estoy envuelta en mis emociones y me ahogo lentamente en ellas. Cuando
llego a mi habitación, cierro la puerta tras de mí y me tiro en la cama. Puedo sentir
las lágrimas formándose detrás de mis ojos, pero llorar es lo último que quiero hacer.
Un fuego furioso recorre mis venas. Quiero hacerle ver a Taj lo equivocado que
estaba esta noche, pero no puedo hacerle ver algo que no quiere ver. No ve que
debería preocuparse más por mí que por la presencia de Christian. No ve que lo único
importante para él debería ser yo.
Tal vez mi reacción sería diferente si fuera la primera vez, pero no lo es. Taj
me ha estado mostrando cada vez más que no le importo una mierda. Esta noche lo
demostró aún más. Taj no me quiere. Taj quiere controlarme, y yo me niego a estar
atrapada bajo su pulgar. Entierro mi cara en la almohada y grito, liberando todo el
dolor. Ya no soy nada para él, y está bien porque él tampoco es nada para mí.
Christian
Odio este maldito lugar, pero estar aquí es un mal necesario.
Florida es agradable cuando hace calor, pero llevo aquí casi un mes y ya lo he
superado. Llevo tres semanas y media en la ciudad y ha llovido o ha habido tormenta
el cincuenta y cinco por ciento del tiempo. El único beneficio de estos días lúgubres
es que permanece lo suficientemente oscuro como para que pueda pasar
desapercibido.
Después de estar a punto de golpear la cabeza de Taj contra la pared hace una
semana y de que Siân me pidiera que me fuera, mantuve las distancias. Leí en alguna
parte que la forma más fácil de hacer que alguien te eche de menos es ser lo último
en lo que piensa. Sabía que después de aparecer y estar ahí para ella, Siân conectaría
conmigo a un nivel más profundo. Que sería incapaz de negar ese impulso
persistente de tomar esos riesgos de los que hemos hablado. Conocerme, aprender
de verdad quién soy y entender lo que ella significa para mí sería el mayor riesgo de
todos. Y con la forma en que salí de allí, no podrá sacarme de su mente.
Pasar tantos días sin hablar con ella sólo contribuye a ello. ¿Quién soy yo?
Esa es la pregunta que seguramente se hace ella. Lo sé porque al menos una vez al
día me manda un mensaje de texto, y por fin le he respondido después de haberla
dejado como un fantasma, como lo llamarían los niños. En realidad, no es más que
una etapa del plan para conseguir lo que quiero: ella, y el legado que me prometieron.
Decir que ha sido duro sería quedarse corto. En las pocas semanas que he
pasado viéndola, mi obsesión ha crecido. Tony tenía razón, y odio esa mierda. Por
mucho que nos peleemos y nos hablemos mal, es la única persona que me controla.
Me enviaron aquí para asegurar las armas, y lo hicimos. Estar al lado de Siân
desbarató un poco el trato, pero lo compensé al día siguiente. Padre no estaba muy
contento conmigo por retrasar el proceso, pero nunca me importó demasiado lo que
pensara.
Volviendo a centrarme en el presente, paso el limpiaparabrisas el tiempo
suficiente para despejar la vista. Y justo en ese momento, la silueta alta y de
complexión media de Taj aparece en la esquina, con su cuerpo balanceándose
mientras el agua resbala por los tacones de sus zapatillas. El sonido de los coches
que pasan sobre el pavimento mojado es el único que oigo mientras me alejo del
bordillo y me arrastro varios metros detrás de él con los faros apagados.
Todas las noches, como un reloj, corre. A veces lo hace después de una
conferencia o una cena, pero siempre antes de irse a dormir. Algunas de esas carreras
nocturnas tienen lugar después de que haya terminado de follar con alguien que no
sea Siân. Mis sospechas sobre los dos eran acertadas, y no necesitaba ver a Kyla
saliendo a escondidas de su casa antes del amanecer para demostrarlo. Lo llevaba
escrito en la cara aquel día en el salón de su casa. El día en que dejé que mi ira se
apoderara de mí. Por no hablar del gemelo que encontré bajo su cama, un objeto al
que me aferré. En algún momento me será útil, pero aún no sé cuándo.
Taj no se percata de mi presencia de inmediato, ya que los auriculares que
lleva le impiden oír. Pero cuanto más avanzamos por la calle, algo le avisa de mi
presencia y mira por encima del hombro. El movimiento es rápido al principio, y
luego da una vuelta de campana, casi como si no se diera cuenta del viejo y
destartalado Chevy que circula lentamente detrás de él. Cuando acelera, me doy
cuenta de que me ha visto.
Sin embargo, es inteligente y mantiene un ritmo uniforme para no delatarse.
Llegamos al final de la larguísima manzana y, cuando dobla los arbustos
perfectamente recortados de la esquina, se asoma una vez más. Seguramente se le
pasan por la cabeza un millón de pensamientos, preguntándose si todo está en su
cabeza o si realmente lo estoy siguiendo. Obtiene su respuesta en el momento en que
llego a la curva, y entonces gira por una calle lateral, sin dejar de mirar detrás de él.
Lo sigo y me detengo en el centro de la calle. Taj detiene su carro, su pecho
se agita cuando la luz le da en un ángulo. La lluvia ha aumentado; las gotas caen
contra mi parabrisas con fuerza. Mira fijamente en mi dirección y maniobra con la
cabeza para ver mejor el vehículo. Me quedo quieto un momento, con una sonrisa
en la comisura de mis labios. Acelero el motor, cambio las marchas y hago girar los
neumáticos, lo que hace que el fuerte rugido del coche se extienda por el barrio. Taj
se estremece, pero se queda congelado en su sitio.
Esto es para lo que vivo. Aunque estoy a varios metros de distancia, todavía
puedo ver el miedo que se acumula en su pecho. La mirada incolora que lanza
mientras su cerebro intenta desesperadamente ponerse al día con su cuerpo. ¿Qué
debe hacer? ¿Correr o esperar?
Mi sonrisa se amplía y vuelvo a poner la marcha. Casi como si pudiera leerme
la mente, Taj se tambalea sobre sus pies y da varios pasos hacia atrás. Sus pies se
mueven más rápido de lo que su cerebro puede registrar, y se cae de culo. Con los
ojos muy abiertos, se arrastra hacia atrás sobre las manos, luego se desplaza y camina
a gatas hasta ponerse de nuevo en pie. Casi pierde el equilibrio, pero de algún modo
se repone lo suficiente como para salir a toda velocidad por la calle, mirando por
encima del hombro cada pocos segundos.
Sin embargo, hay un problema: vive en la dirección opuesta.
Atraviesa la calle, compitiendo con los caballos del viejo Chevy que le pedí
prestado a un drogadicto. Está cerca, demasiado cerca. Freno bruscamente y lo
esquivo por un pelo. Taj se queda paralizado durante un instante, mirando al interior
del coche, con el pecho agitado y los ojos llenos de inquietud. Si no fuera por las
gafas oscuras y la capucha que llevo, sabría quién está al volante. Y el temor que se
dibuja en sus facciones cuando se da cuenta de que aún no tiene ni idea de quién soy
se instala en mis entrañas, haciéndome sentir lleno.
Parpadea y parece recobrar el sentido común cuando se echa hacia atrás y se
dirige al este, hacia su casa. Se me escapa una risa, y rápidamente doy un giro de
180 grados para seguirle por otra calle lateral. Está corriendo por su vida, sus piernas
se mueven más rápido de lo que su cuerpo puede soportar. Taj vuelve a tropezar,
pero se mantiene en pie. Entonces sale disparado por un callejón y yo me detengo
en seco. Sale corriendo, con la evidencia de sus días como estrella del atletismo
sonando fuerte y claro.
Una vez que se pierde de vista, enciendo los faros, con una sonrisa en la cara
por el trabajo bien hecho que hice. No quería hacerle daño esta noche, sólo asustarlo,
y por lo que parece, lo he conseguido. Taj desaparece en el patio de un vecino y yo
me alejo en la otra dirección. Se ha escapado por ahora, pero aún no he terminado
con él.
Varias horas más tarde, me detengo frente a su casa de piedra rojiza, y el viejo
y destartalado coche chirría al detenerse. La lluvia ha disminuido, pero el suelo sigue
resbaladizo. Las persianas de Taj están abiertas y puedo ver directamente el interior.
Después de ser burlado y perseguido por un coche, uno pensaría que se aseguraría
dentro, incluso asegurándose de que quienquiera que sea el culpable no pueda
observarle.
Resoplo. La gente de esta ciudad es tan descuidada con su seguridad.
Apago el motor y echo un vistazo al barrio. Está tranquilo, pero es así todas
las noches. Aparte de Taj, la mayoría de los residentes son familias pequeñas o
medianas que están demasiado ocupadas con sus propias vidas como para
preocuparse por los demás. La pareja de al lado con su flamante bebé pasa más
tiempo discutiendo que observando su entorno. Y la familia del otro lado de la calle
está muy ocupada con las actividades extraescolares, ya que la madre se desvive por
acompañar a los niños al fútbol y al ballet, mientras el padre está ocupado con
alguien que no es su mujer.
Se aprende mucho de una persona por las cosas que se esfuerza por no decir
en voz alta. Y en la semana que he estado observando a Taj, he visto lo suficiente
como para saber que la gente de esta comunidad es tan lamentable como la falsa
existencia que Siân ha inventado.
Despejando mi mente, me concentro en Taj. Está en el teléfono, con la cara
retorcida por una mezcla de emociones. Esta noche lo he hecho enojar. Bien.
Desaparece en algún lugar de la casa y yo salgo del Chevy, asegurándome de no
dejar que la puerta se cierre con demasiada fuerza.
Me bajo la capucha sobre la cabeza, tan baja que la única parte visible de mi
cara es la boca y la barbilla. A diferencia de Siân, Taj tiene una de esas cámaras de
timbre que graban todo lo que pasa por delante. Me escabullo por el lado en el que
está aparcado su coche, me escabullo y salgo al porche cuando la luz del sensor de
movimiento que hay sobre su entrada se enciende. Vestido de negro, me sumerjo en
la oscuridad y me aprieto contra la pared de la casa. Al asomarme a la ventana, veo
que se asoma por la ventanilla lateral con el teléfono pegado a la oreja.
—No. No. Está bien. Se me ha encendido la luz lateral. Debe haber sido un
animal extraviado o algo así —le dice a quien está al teléfono.
La ventana está agrietada. Si no, no podría oírle. Por la mirada perpleja de su
rostro, supongo que ha estado explicando los acontecimientos de la noche.
—No, Kyla. ¿No crees que si supiera quién es, ya habría llamado a la policía?
Me hierve la sangre al mencionar su nombre.
—Hijo de puta —suelto.
Taj dirige su mirada a la ventana y tengo que apartar la cabeza para no ser
visto. Su sombra crece a medida que se acerca y mira hacia la noche. Me meto más
en el revestimiento de la casa, manteniéndome lo más quieto posible, y solo recupero
el aliento que no me había dado cuenta de que estaba reteniendo hasta que Taj
finalmente se retira.
Está caminando hacia la parte trasera de su casa cuando vuelvo a asomarme
por la ventana, con la rabia que aún me invade. Siân está en casa, peleando consigo
misma por lo que ha pasado, y él está entreteniendo a esa zorra. Tienen que irse, los
dos.
Siân se merece algo mejor que las dos personas que más le importan estén
constantemente traicionándola. Ella es perfecta, una diosa, y él está eligiendo la
basura en lugar de la reina que es. Si hubiera sido algo de una sola vez, tal vez podría
haberlo olvidado. Pero no ha sido sólo una vez. De hecho, sólo en las últimas dos
semanas, se ha tirado a esa zorra de Kyla más que a Siân. ¿Es por eso que es una
mierda cuando se trata de complacerla? ¿Está tan distraído follando con su mejor
amiga que se ha olvidado de cómo follar con ella? Y tiene la maldita audacia de
dictar de quién es amigo de ella, y con eso me refiero a mí.
Mi teléfono zumba en mi bolsillo y lo saco para ver un mensaje que llega a
través de la aplicación de clonación.
Siân: Creo que tenemos que hablar...
Echo los hombros hacia atrás y vuelvo a mirar por la ventana. Taj está en la
entrada de su cocina, llevando una botella de agua.
—Espera —le dice a Kyla y sostiene el dispositivo frente a él, luego se lleva
el teléfono a la boca—. Siân me está enviando un mensaje —Pone la botella sobre
la mesa del comedor y escribe un mensaje.
Veo cómo los tres puntitos bailan por mi pantalla antes de que su mensaje
llegue por fin.
Taj: Hola, cariño. Siento no haberte llamado después de mis ejercicios.
Siân está escribiendo.
Taj: Es que tengo muchas cosas que hacer. ¿Podemos hablar mañana?
Tras una breve pausa, responde.
Siân: Sí.
Siân: Por qué no.
—Hola —dice Taj al teléfono—. Estate aquí en quince minutos, o tendremos
que esperar hasta la semana que viene.
Me hierve la sangre, con las manos cerradas en un puño. ¿Qué ve ella en este
hijo de puta? Apenas llevo un mes y sé que no es para ella. La perra ni siquiera se
preocupa por su seguridad. Aspirando un poco, levanto el móvil y abro el chat de
Siân y mío.
Yo: Hola, preciosa. ¿Cuánto me has echado de menos?
Un coche pasa, robando mi atención, pero una fracción de segundo después,
mi plan se formula en mi mente. Todo el propósito de esta noche era meterse en su
piel, enseñarle que siempre estoy vigilando y mostrarle lo fácil que sería llegar a él.
Mi teléfono vuelve a vibrar, pero ahora no pienso en eso. Me meto el iPhone en el
bolsillo y salgo del porche, arrodillándome y esperando a ver si el sensor de
movimiento vuelve a llamar su atención.
Cuando no lo hace, me quito la navaja, los engranajes encajan en su sitio
mientras me acerco a su brillante Lexus azul. Al mirar por encima de mi hombro y
por la ventanilla, veo la parte superior de su cabeza, pero su conversación con Kyla
parece haber terminado. En su lugar, está en su teléfono y tirando el agua helada,
sacudiendo la condensación antes de desaparecer de la vista. Supongo que ahora está
sentado.
Con la punta de mi cuchilla, grabo grandes letras en el capó de su coche, una
sonrisa se dibuja en mi cara cuando termino.
Lei è mia. Ti ucciderò.13

13
Ella es mía. Te mataré.
Dando un paso atrás, admiro las palabras rayadas en mi lengua materna. Es
una promesa que pronto cumpliré. Con una última mirada a la ventanilla, clavo la
navaja en el neumático delantero del conductor y luego paso la hoja por la puerta,
arruinando la pintura. Cierro la navaja, la vuelvo a meter en el bolsillo y agarro mi
pistola. La cojo por el cañón, aprieto mi mano enguantada alrededor de ella y golpeo
la culata del arma contra su ventanilla trasera.
El sonido de los cristales al romperse llena el aire, seguido del sonido de la
alarma de su coche, llama la atención de Taj. Se apresura a acercarse a la ventana
mientras yo retrocedo entre los arbustos que hay al final de su camino. Para cuando
Taj logra salir, estoy de vuelta en el viejo Chevy que dejé fuera de la vista directa de
su cámara o de alguno de las de sus vecinos.
—¡Oye! —grita y se detiene corriendo en la acera.
Con la capucha todavía bajada, salgo a toda velocidad, asegurándome de mirar
en su dirección. Reconoce el coche de antes. Lo lleva escrito en la cara.
—¡Maldito imbécil! —sigue gritando en la parte trasera de mi coche.
Se me dibuja una sonrisa en la cara y me quito el guante con los dientes
mientras mantengo la otra mano en el volante. Saco el teléfono y leo por fin el
mensaje que me ha llegado hace un momento.
Siân: ¿Muy presumido?
—Oh, mia topolina, non ne hai idea14 —Me digo en voz alta y me alejo hacia
la noche.

14
Oh, mi ratoncita, no tienes ni idea.
Siân
Me paso una mano por la parte delantera de mi falda lápiz mientras leo el
programa de estudios que he elaborado para hoy. Llevo toda la mañana sintiendo
revolotear a las mariposas ansiosas dentro de mi vientre. Las cosas con Taj no van
mejor y, después de la otra noche, no espero que se resuelva hablando con él. Aun
así, sé que no puedo ignorar su presencia para siempre. Trabajamos juntos, e incluso
con lo enfadada y molesta que he estado con él, una parte de mí se niega a dejarlo
marchar. Me duele el corazón al pensarlo, aun sabiendo que no se preocupa por mí
como debería.
Suena mi móvil y lo cojo del escritorio. Mis labios se levantan a los lados en
cuanto veo aparecer en la pantalla el nombre de Christian con un mensaje suyo.
Christian: Te echo de menos. ¿Cuándo puedo verte?
Sé que no debería alegrarme tanto por un mensaje tan estúpido, pero Christian
me hace sentir viva. Me hace feliz, y se preocupa por mí. Se preocupa de verdad por
mí. Le envío un mensaje de respuesta rápida, dejando que se filtre un poco de mi
coquetería.
Yo: ¿Cuándo quieres volver a verme?
Pulso el botón de enviar y levanto la vista del teléfono cuando la puerta del
aula se abre de golpe. Taj entra en el aula con su bolsa de colgada en el hombro. Su
camisa de vestir está arrugada y desprendida de sus pantalones de vestir. Parece
desordenado y fuera de lugar, definitivamente no es el Taj que conozco.
Su mirada oscura me penetra, y espero el momento en que ese sentimiento en
mis entrañas explote, y vaya corriendo hacia él, sin querer nada más que estar lo más
cerca posible de él. Pero el momento nunca llega. De hecho, lo único que siento son
náuseas, miedo de lo que quiere hablar porque si tiene algo que ver con la otra noche,
ya sé que acabará en pelea.
Al acercarse, veo que tiene las cejas fruncidas, los ojos brillantes, una mirada
sucia permanente grabada en sus rasgos, y ahora es obvio que está molesto.
¡Genial! Arroja la bolsa sobre su escritorio y luego se abalanza sobre mí.
—Tenemos que hablar. Odio la forma en que terminamos las cosas la otra
noche, y no puedo soportar que pienses que no me importas una mierda.
Simplemente no es verdad.
Intento no poner los ojos en blanco. No le creo, ni por poco, pero no lo digo
en voz alta. Más que nada, no quiero pelear. Aquí no. Como no respondo de
inmediato, me agarra del brazo y mira por encima del hombro, comprobando su
entorno, antes de arrastrarme a su despacho. Hago una mueca al sentir la presión de
su agarre en mi brazo.
—¿Qué pasa? —pregunto, con voz áspera.
—Pensé que nunca lo preguntarías —Sus palabras destilan sarcasmo. Tengo
un comentario sarcástico en la punta de mi lengua, pero me contengo, esperando a
que continúe—. No me digas que no lo ves.
Mis cejas se fruncen.
—No lo entiendo, Taj. De verdad que no lo entiendo. No pasa nada con
Christian. Sólo somos amigos.
Una vena en su frente se abulta.
—¿Amigos? —Hincha el pecho—. Crees que se trata de que sea tu amigo —
Sacude la cabeza—. Por supuesto, pensarías que se trata de que estoy celoso de él.
Me quito su brazo de encima y cruzo los brazos sobre mi pecho.
—Tu reacción de la otra noche parecía de celos.
—No son celos, Siân. Es... —La frustración es un elemento permanente en su
rostro—. Es que todo estaba bien, y entonces aparece de la nada. De repente, nos
dejan notas a los dos y alguien graba palabras que no entiendo en el capó de mi
coche. ¿No puedes decirme que es una coincidencia? —Hace una pausa, y mis
defensas suben inmediatamente.
—Si estás tratando de decir que Christian hizo esto...
—Mírame, Siân. Mírame y dime que no tiene sentido. Él estaba peleando
conmigo. Te quiere a ti y quiere que me vaya. ¿No lo ves? —La angustia en su voz
me atraviesa. Oigo cada palabra que dice, pero todo lo que puedo ver son celos. Está
celoso, y eso es una mierda porque no le he dado ninguna razón para estarlo.
Sacudo la cabeza y doy un paso atrás.
—Sinceramente, no puedo creer que le estés acusando de daños a la propiedad
y atacándote porque estás celoso.
Taj se pasa los dedos por el pelo. Parece desquiciado y, si tuviera que adivinar,
no ha dormido bien, probablemente porque le preocupa que esté hablando con
Christian o saliendo con él. Mi ira hacia Taj aumenta y quiero escapar de esta
habitación y de él.
—¿Qué te hará creerme? —dice finalmente, rompiendo el silencio.
—Nada, porque sé que Christian no haría nada de lo que le acusas. Además,
no tienes ninguna prueba que lo vincule a esos hechos —Frunzo los labios y siseo,
la ira en mi interior alcanza nuevas cotas. Durante todo esto, él solo se ve como una
víctima, y no puedo soportarlo.
—Me han acosado durante años, escondiéndome de esta persona que está
empeñada en destruir mi vida. Necesito que me apoyes, que me abraces y me digas
que todo va a salir bien, pero estás más preocupado por Christian. Entiendo que
alguien haya dañado tu vehículo y te haya dejado una nota, pero ahora ya sabes lo
que se siente al ser yo —Estoy tan enfadada que ni siquiera soporto estar en la misma
habitación que él ahora mismo.
—No lo estás entendiendo, Siân —gruñe, subiendo la voz.
Mi nariz se arruga y doy un paso atrás hacia la puerta.
—No, tú no lo estás entendiendo, Taj, y esa es la mitad del problema aquí —
Me doy la vuelta y escapo del pequeño despacho antes de que pueda detenerme.
Cojo el teléfono de la mesa y veo que tengo una respuesta de Christian.
Estoy demasiado sumida en mis emociones para responder y, por suerte, los
alumnos se filtran en el aula, lo que hace imposible que Taj vuelva a empezar algo
conmigo. Nunca montaría una escena ni haría algo que le hiciera quedar mal.
Observo cómo se van filtrando más y más alumnos en el aula, y mi enfado se va
reduciendo poco a poco.
Cuando Taj sale por fin de su despacho, parece un poco más arreglado.
Aprieto los dientes e ignoro su presencia, decidiendo que sólo hablaré con él cuando
sea necesario. En cuanto termine la clase, me iré de aquí.

Cuando salgo corriendo al patio, está lloviendo. Es una llovizna lenta, pero
lluvia, al fin y al cabo. ¡Maldita sea! Miro por encima de mi hombro. La idea de
llamar a un Uber es tentadora, pero sólo estoy a unas manzanas de distancia, y no es
que esté lloviendo a cántaros. Saber que Taj se va a ir pronto me hace avanzar. No
quiero hablar con él en este momento. La brecha entre nosotros crece más y más
cada día, y no sé cómo volver a unirnos.
Empiezo mi camino a casa, sabiendo que no tengo otra opción que caminar,
ya que he dejado el coche en casa. Mientras camino, el cielo se oscurece,
convirtiéndose en un gris furioso para cuando salgo del campus. Sé que es sólo
cuestión de tiempo que las nubes se abran y me moje todo.
Aun así, muevo las piernas más deprisa, regañándome por llevar una falda
lápiz, una blusa blanca y unos zapatos de tacón, aunque sean de un tacón pequeño.
Lo más inteligente habría sido comprobar el tiempo antes de salir de casa, al menos
sin mi coche.
Mientras me apresuro, la lluvia cae, abofeteándome con enormes gotas. El
cielo nocturno me dificulta la visión y casi tropiezo con mis propios pies. ¡Maldita
sea! Suelto un suspiro, sin poder contenerme.
Es cuando casi me caigo y me apoyo en el exterior de un edificio de ladrillos
que oigo las pisadas de alguien detrás de mí. Me doy la vuelta y veo a un hombre a
menos de veinte metros, de pie en la acera. Su capucha le cubre la cara y va vestido
de negro. Es difícil distinguir mucho más con el cielo sombrío.
Aun así, se me erizan los pelos de la nuca, alertándome del peligro. No estoy
segura de si me sigue o no, pero no me quedaré para averiguarlo. En cuanto arranco
de nuevo, esta vez moviéndome un poco más rápido, oigo que los pasos del hombre
también se aceleran.
El pánico me impulsa a correr y mi adrenalina se dispara. Miro por encima
del hombro y todo mi cuerpo se estremece cuando veo al hombre corriendo detrás
de mí, a poca distancia. Giro por un callejón, y luego por otro, tratando de confundir
mi rastro, con la esperanza de que no me siga, sólo para quedarme paralizada por el
miedo cuando aparece al doblar la siguiente esquina.
Me tiemblan las manos y estoy empapada hasta los huesos, pero el miedo a
que ese misterioso hombre que podría ser mi acosador me siga me incita a seguir.
Sólo estoy a una manzana del apartamento, pero está demasiado lejos. Lo oigo
directamente detrás de mí, y un grito se aloja en mi garganta.
La esperanza me invade por dentro cuando veo el apartamento delante. Me
sobrepongo al miedo y subo los escalones corriendo, abriendo y cerrando la puerta
a duras penas. Al girar la cerradura, abro las persianas y me asomo al exterior para
ver si el hombre está ahí, en la calle, pero no hay nada, solo las rayas de la lluvia en
la ventana.
Dejando que las persianas se cierren, me giro, aprieto la espalda contra la
puerta y me relajo. Dejo escapar un suspiro que se convierte en un grito cuando Kyla
llega caminando por la esquina desde la cocina.
Su cara es una máscara de confusión.
—¿Estás bien?
Lo único que puedo hacer es asentir con la cabeza mientras la sangre de mis
venas se convierte en hielo. No estoy segura de qué demonios está pasando, pero sé
que no estoy bien. Nada está bien, y no sé si alguna vez lo estará.
Christian
No debería gustarme torturarla tanto como lo hago. Hay algo en el miedo que
desgarra cada fibra de su ser que me llama. Saber que puedo cazarla y reclamarla
cuando me apetezca hace que la persecución sea aún más divertida. Puede correr
hasta el fin del mundo, y yo seguiré esperándola en las sombras, recordándole que
es mía.
Siân, tan pura y modesta. Una mujer perdida en un mar de caos, un mundo de
oscuridad. Una mujer que debe ser follada como es debido. No puedo esperar a
romperla, a introducirla en el mundo del que su padre creía salvarla. Le dije una vez
que el destino es lo único que importa. Marco debería haber sabido que nunca podría
mantenerla realmente a salvo. Puede que no estuviera de acuerdo con el trato que su
amada hizo con mi padre a sus espaldas, pero seguía siendo un trato.
La gente me llamaría enfermo por alargar esto. Por burlarme de ella y hacer
que tenga que mirar por encima de su hombro a cada momento. Que se joda esa
gente. Todos tenemos un vicio, y aterrorizar a Siân sólo para ser la persona de la que
corre me alimenta. Habla a la parte más profunda de mi alma, la parte que he estado
tratando de mantener a raya mientras estaba en su presencia.
La dejé salir hace tres noches cuando la seguí a casa desde el colegio. La lluvia
mantuvo a todo el mundo dentro de casa, lo que me permitió pasar desapercibido
para todos, excepto para ella. Antes, cuando la observaba, mantenía las distancias y
sólo le hacía saber que estaba cerca con breves notas dejadas en lugares que sabía
que ella encontraría. Pero esta vez, anhelo más. Cada día que pasa, necesito estar
más cerca de ella, pero al mismo tiempo, necesito alimentar a la bestia maligna. Es
divertido, y ahora la obsesión está floreciendo.
Necesito olerla, tocarla, sentirla contra mí de nuevo. El único problema es que
todavía no puedo ser yo mismo con ella. Cuando está cerca, el Christian que conoce
no incluye las partes oscuras y sádicas de mí. Las partes de mi ser que le darán
pesadillas. La versión que la asustará en la dirección opuesta. No puedo tener eso.
Hasta ahora, sólo ha conocido a mi representante. El hombre guapo,
encantador y misterioso con un acento americano horriblemente falso. Casi me
delaté aquella noche en su casa cuando le recité mi nota. Sin embargo, ella no pareció
darse cuenta. Con todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor y toda la policía por
todas partes, mi despiste pasó por encima de ella con una mísera explicación.
Pensar en eso ahora me cabrea. No puede ser persuadida tan fácilmente. No
alguien de su talla, aunque no recuerde su legado familiar. Pero lo hace, y no me
gusta. Por supuesto, me beneficia a mí y a los planes que he trazado, pero eso no
viene al caso. Si se defendiera, exigiera más y responsabilizara a la gente que la
rodea, no habría forma de que nadie pudiera hacerle daño. No sin luchar primero. En
lugar de eso, se encierra en sí misma y hace el papel de esa chica indefensa, que
prefiere sofocarse en una existencia minúscula antes que hacer cualquier tipo de
ruido.
El ruido significaría que la gente la vería, la gente la oiría. Sería lo contrario
de lo que ella ha decidido ser. Temerosa. La palabra vuelve a sonar en mi cabeza,
como lo hizo hace tres días cuando me burlé de ella y la perseguí hasta su casa,
desapareciendo en el momento en que puso un pie dentro. Y tal como sabía que
haría, la envió directamente a mí. Siân me llamó una vez que se calmó, aunque evito
el tema, fingiendo que su única razón para llamar era escuchar mi voz.
Mi plan está funcionando y, con eso en mente, cojo el teléfono de la cocina
del lugar que estoy alquilando. Es pleno día, pero me tomo lo último de mi whisky
y recorro mis contactos hasta encontrar su número.
—¿Hola? —Su dulce voz sale en un susurro silencioso. Es baja, jadeante, y
se dispara directamente a mi polla.
Me pongo de pie, ajustando la entrepierna de mis pantalones negros, y dejo el
vaso ahora vacío sobre la superficie.
—Christian, ¿estás ahí? —pregunta Siân cuando no respondo.
Sólo la voz de esta maldita mujer me lleva un poco más al límite. Me sacudo
la ola de excitación y ruedo los hombros.
—Es hora de cobrar ese algo, hermosa.
La línea se queda en silencio durante un rato. El único sonido que emite es el
parloteo de los que están en el fondo.
—¿El gato te ha comido la lengua? —Me burlo.
—Um. No. Lo siento. Estoy en clase.
—Por siempre la estudiante —solté.
—¿Qué significa eso?
Mierda, murmuro cuando me doy cuenta de que he dicho eso en voz alta al
recordar que cuando la encontré hace cinco años también estaba estudiando. Y según
la información que Tony ha reunido sobre ella, sé que esta vez está estudiando una
maestría.
—Sólo que pareces estar siempre concentrada en la escuela. ¿Alguna vez sales
y te diviertes? Y antes de que me digas que sí, no me refiero a ir a un bar de mala
muerte en el que prefieres no estar.
Siân suspira, y juro que oigo cómo se forma una sonrisa en sus labios.
—¿Puedo ayudarte en algo, Christian?
—Sí. Estate fuera del campus en veinte minutos.
—¿Qué? No.
—Sí. Me debes algo, ¿recuerdas?
Más silencio. Esta vez oigo a quien supongo que es su profesora: una suave
voz femenina que habla de la desigualdad de las mujeres en el trabajo. Típica basura
feminista y, sinceramente, me sorprende que Siân esté interesada en una clase así.
Todo lo que ha expuesto no encaja con la imagen que tengo en mente de una mujer
verdaderamente feminista. Ahora, me hace preguntarme si todo es una fachada. En
el fondo, ¿hay algo más en su persona de lo que ha dejado entrever? No me
sorprendería, ya que es la hija de Marco Giuliani.
Siân deja escapar un resoplido.
—No puedo hacer eso.
—¿Por qué no? —Cruzando el gran espacio que es mi sala de estar, entro en
el dormitorio principal y me dirijo al vestidor para coger mis zapatos. Más charlas
llenan el aire muerto alrededor de nuestra llamada.
—Estoy en mitad de la clase —susurra, pero esta vez estoy seguro de que una
sonrisa se dibuja en sus labios.
—Pues sal —Me hundo en el colchón California King y meto los pies en los
zapatos.
—Christian. Yo... —Hace una pausa—. No debería.
La sequedad cubre mi boca, haciendo que me moje los labios mientras me
pongo de pie.
—No es suficiente.
—¿Eh?
—Voy a salir ahora.
—¿Christian? —dice mi nombre como una pregunta —retórica, pero una
pregunta—.
—¿No estás cansada de estar temerosa todo el tiempo? Haz algo que se salga
de lo normal. Vive un poco.
—¿La interrumpimos, Sra. Danforth? —exclama su profesor, y el resto de la
sala se queda quieta.
—Lo siento —Se oye un barrido en el otro extremo.
Está saliendo de clase. Sonrío al pensarlo y cierro la puerta tras de mí.
—Disculpe —Las palabras son apenas audibles. Un segundo después, sólo la
oigo a ella. No hay profesores, ni alumnos, sólo su voz resonando en el pasillo—.
Bien. Estaré frente al salón de negocios.
—Esa es mi chica. Estaré allí en quince minutos.
—Nos vemos entonces.
Termina la llamada y me dirijo al ascensor y bajo trece pisos hasta el garaje
donde está aparcado mi Ferrari.
Cuando llego al campus, Siân está de pie, frente al salón de negocios, tal como
dijo que estaría. Está nerviosa. Su postura es rígida y sujeta sus libros contra su pecho
mientras su mirada se desplaza. Pero lo que me pregunto es si me está buscando o si
está comprobando de que no la ven. Es pleno día y, según mi último relato de la
situación, sigue siendo técnicamente la mujer de otro hombre.
Pero está aquí a plena luz del día, esperando a que la recoja. Tal vez no es tan
inocente después de todo. Tal vez está cansada de la existencia sin vida que ha estado
viviendo.
Le paso el Ferrari por delante y bajo la ventanilla del carro. Ella se acurruca
hacia delante, con los libros aún pegados al pecho, y el más mínimo escote se asoma
por la parte superior de su blusa.
—Muy llamativo —señala sin moverse.
—¿Qué puedo decir? Me gustan las cosas bonitas. Entra.
Siân se endereza la columna vertebral y toma aire, con los hombros
encorvados. Estoy a punto de aparcar el coche y unirme a ella en la acera, pero
entonces se traga el miedo que pueda tener y da un paso hacia abajo con una última
mirada detrás de ella antes de subirse a mi lado. Mantiene la cabeza hacia delante,
pero sus ojos miran en mi dirección de vez en cuando. Y cuando extiendo la mano y
coloco mi palma sobre el dorso de la suya, jadea y finalmente me presta atención.
—No voy a matarte —digo juguetonamente.
Una sonrisa pinta sus labios, y algo extraño sucede en mi pecho. Una calidez
se extiende a través de mí, y ni siquiera podría empezar a explicar por qué. Yo no
siento cosas, nada parecido a esta mierda, pero con ella, sí. Fue lo mismo aquel día
en su porche cuando la tuve cerca de mí.
—Eso aún está en veremos —me devuelve, y noto que ya se está relajando.
—Confía en mí, estás a salvo conmigo —prometo.
—¿Cómo sabría eso? —Vuelve a sonreír.
Me río.
—Si no fuera así, ya estarías muerta.
Ella traga saliva y se acomoda en su asiento, su sonrisa se convierte
rápidamente en un ceño fruncido. Una sonrisa propia se dibuja en mis facciones y
aprieto el acelerador para alejarme del campus y dirigirme a la autopista.
Durante todo el trayecto, Siân se relaja un poco más con cada minuto que
pasa. Ninguno de los dos habla durante las dos horas que tardamos en llegar a nuestro
destino. El objetivo es conseguir que confíe en mí, obligarla a abrirse y aceptar que
quiere más de la vida. La forma más sencilla de hacerlo es darle una salida para que
sea libre y se vuelva un poco loca. Hoy le doy una muestra de cómo es la vida en mi
mundo, una realidad en la que colgarse del borde es a menudo mejor que cualquier
otra forma de placer, bueno, igual de buena.
Está mirando por la ventana mientras nos acercamos a la alta valla de alambre
de espino. Siân se incorpora y, con las cejas fruncidas, me mira.
—¿Dónde estamos? —pregunta, sin dejar de mirar entre yo y la escena que
hay más adelante.
—En la pista de carreras —El portón automático se abre y paso lentamente
por la entrada—. No te muevas. Vuelvo enseguida.
Tras aparcar a un lado, salgo del coche, me ajusto los pantalones a la cintura
y me acerco a la taquilla. Un hombre latino, bajo y fornido, sale a recibirme. He
llamado con antelación para asegurarme de que el aparcamiento estaba vacío, y más
vale que creas que me está costando. Pero cuando se trata de Siân, el dinero no
importa.
—Escucha, amigo —empieza, con su acento marcado—, podría meterme en
muchos problemas si mi jefe lo supiera.
No le presto atención y saco mi cartera del bolsillo trasero. Desde mi periferia,
veo que sus ojos se desorbitan mientras extraigo varios billetes grandes del montón
de dinero.
Se detiene en seco, con las palabras atascadas en la garganta. El hombre
extiende una mano, con un gesto tímido en el aire, como si no estuviera seguro de
poder coger el dinero o no. Se lame los labios y aspira una bocanada de aire, y luego
vuelve a mirarme.
—Toda la pista. Tres horas como máximo —Sostengo los billetes entre mis
dedos en su dirección.
Está salivando al ver el dinero, y no duda en reclamarlo.
—De acuerdo. Ya lo tienes. Sólo necesito tu DNI para archivarlo —añade sin
mirarme.
Dejo caer los hombros y miro detrás de mí para encontrar a Siân
observándome desde el coche. Entonces agarro otros doscientos y se los doy.
—Identificación.
Mis ojos recorren su figura, observando su aspecto. Es de mediana edad y, por
su acento, diría que es nuevo en el país. La suciedad bajo sus uñas y las bolsas bajo
sus ojos me indican que está sobrecargado de trabajo, y la caries de sus dientes es la
historia de un hombre que lucha por salir adelante. Entonces observo su placa de
identificación.
—Coge el dinero, Bruno —ordeno, con mi acento falso vacilando y mi lengua
italiana asomándose.
Bruno agarra el dinero y me da todas las instrucciones necesarias. Me ofrece
un coche de alquiler, pero lo rechazo y opto por ir a la pista en el Ferrari. Una vez
que terminamos, vuelvo al coche, el aire cálido de Florida me traga. Hoy no llueve.
Gracias a Dios. Pero también es uno de los días más agradables en cuanto a
temperatura.
Hago contacto visual con Siân, que mueve la cabeza para evitar que la
descubra mirándome. Demasiado tarde, topolina. El coche chilla cuando abro la
puerta del lado del conductor y vuelvo a hundirme tras el volante.
—¿Preparado para arriesgarte? —pregunto, pero realmente no espero que
responda. Ya sé la respuesta.
No. Aunque se muera por salir de su sofocante caparazón.
—¿Qué fue todo eso de allá? —pregunta en lugar de responderme—. Todo
ese dinero que le diste.
—He alquilado la pista por un día —digo con voz inexpresiva.
Los ojos de Siân se abren de par en par.
—Christian.
—Siân, vamos a resolver algo ahora mismo. Nunca cuestiones cómo gasto mi
dinero. Vales cada maldito centavo.
Traga saliva, con una sonrisa en los labios. Siân baja la mirada y lucha por
ocultar que se siente halagada. Supongo que nunca ha tenido un hombre que la trate
así, porque Taj no lo está haciendo.
Cambiando de marcha, arranco, maniobrando a través de la gran extensión de
campo hasta llegar a las vías. Las paredes laterales están acolchadas para mayor
seguridad. Como somos los únicos aquí hoy, la pista está vacía, excepto por un solo
trabajador que veo en la cabina de anuncios. Desde aquí, parece que somos lo más
alejado de su mente.
Detengo el coche, lo aparco y me acerco para desabrochar su cinturón de
seguridad. Siân me agarra la mano y me detiene, con una expresión de confusión.
—¿Qué estás haciendo?
Me inclino.
—Desabrochando tu cinturón de seguridad.
—¿Por qué?
—Haces muchas preguntas, preciosa —Mis ojos se posan en sus labios y noto
su respiración superficial. Está más que nerviosa. Está asustada, insegura y, si tuviera
que adivinar, un poco intrigada.
—Bueno, eso es porque no siempre tengo la costumbre de salir de la ciudad
con hombres extraños que conozco desde hace sólo un mes.
Me quedo callado un rato, pero sigo desabrochando su cinturón de seguridad.
Esta vez no me detiene, pero tampoco me suelta. De hecho, su dedo meñique recorre
las venas del dorso de mi mano.
—Fuera —digo una vez que he logrado mi cometido.
Su cabeza se mueve en rápida sucesión, el miedo a lo desconocido
arrastrándose en su rostro.
—No. ¿Por qué?
—Porque vas a conducir.
Me mira fijamente como si estuviera loco, y su espalda cae en el asiento.
Podría sentarme aquí y esperar a que se haga a la idea, pero nunca he sido tan
paciente. Este mes ha sido el más largo que he pasado sin tomar lo que quiero.
—¿De qué tienes miedo?
—Uh... morir —dice con las cejas alzadas.
Mi mandíbula hace un tic, y salgo del vehículo, dirigiéndome tranquilamente
hacia el otro lado. La veo observándome, sus ojos recorriendo mi cuerpo mientras
su mente y su cuerpo se traicionan. Con los ojos muy abiertos y los labios
entreabiertos, me mira. Sus seductores ojos verdes me hacen una súplica silenciosa,
y sus labios carnosos se burlan de mí.
Se ve tan jodidamente hermosa desde este ángulo, una mezcla de inquietud y
deseo que se mezcla en su rostro. Se inclina un poco hacia delante, y creo que ni
siquiera se da cuenta. Mi polla se estremece ante la idea de tenerla de rodillas con
mi polla metida en su pequeña y apretada garganta. Sólo por la imagen, ya se me
está engrosando detrás de la tela de mis pantalones.
No cedo a mi necesidad todavía porque cuando lo haga, quiero que me
suplique. Sólo entonces me la follaré como la bestia que soy.
Alargando la mano, le rozo un mechón de pelo detrás de la oreja, y su piel se
ruboriza, sus mejillas y su cuello se calientan visiblemente. El momento, por breve
que sea, es firme e intenso. No rompemos el contacto visual ni una sola vez, y me
obligo a no salir del coche y doblarla aquí mismo.
Siân se levanta sin instrucciones, su cuerpo roza el mío con suavidad. Y
cuando intenta separar un centímetro de nosotros, me apresuro a rodear su delgada
cintura con un brazo. Me duelen los dedos por sentir su piel, y ni siquiera intento
detenerme. Pero ella tampoco lo hace.
La cabeza de Siân cae ligeramente hacia atrás, con la boca abierta mientras le
aprisiono la cara entre las palmas de las manos. Mi abrazo es agresivo, con los dedos
clavados en su nuca mientras froto mi pulgar derecho sobre su mejilla. Deslizo mi
mirada sobre ella, observando de nuevo el cambio en su respiración y la lujuria que
se acumula tras sus ojos. Una parte de mí espera que se separe, pero no lo hace. A
pesar de lo fuerte que es mi agarre o de lo mucho que la atraigo contra mi pecho, lo
acepta, casi como si le gustara.
Y cuando inclino su cabeza hacia atrás y acerco mi boca a su cuello, suelta un
suave gemido de anticipación. Quiere mis labios sobre ella.
Señalando con la vista más allá de sus hombros el campo abierto, sonrío y le
susurro al oído:
—Es hora de divertirse. Ponte al volante —Me alejo, el orgullo me llena el
pecho cuando ella expulsa un soplo de aire decepcionado.
—¿Qué? Christian…
La agarro de la mano, la guío hasta el lado del conductor, la pongo al volante
y me arrodillo entre sus piernas. La falda que lleva se le sube un poco por el muslo
y, cuando pongo las palmas de las manos sobre su piel desnuda, casi jadea. Amasé
su carne, con el impulso primario de enterrar mi cara en su calor tirando de mi
control. Y si dejo que eso ocurra, la arruinaré, pero ahora no es el momento de
hacerlo. Pronto sabré cómo se siente el interior de su cuerpo. Sabré cómo se siente
cuando se corre en mi polla. Finalmente, sabrá mi nombre en su lengua mientras
follo su cuerpo como si fuera lo último que hiciera.
—¿Qué hemos dicho sobre asumir riesgos?
—No voy a conducir esta cosa —Señala el coche.
—Sí, lo harás —Con un último apretón de sus muslos, deslizo sus piernas en
su sitio y le abrocho el cinturón de seguridad—. Puedes manejar esto —la
tranquilizo.
Los hombros de Siân se hunden y exhala un suspiro. De nuevo en pie, me
dirijo al lado del pasajero y subo junto a ella.
—Voy a matarnos —dice, envolviendo el volante con sus dedos temblorosos.
Le tiemblan las manos, así que extiendo las mías sobre las suyas.
—Relájate. Este coche tiene las mejores características de seguridad, y la pista
está cargada de todo tipo de precauciones.
Siân se me queda mirando un momento, pero en lugar de protestar como
espero que lo haga, asiente.
—De acuerdo. ¿Qué tengo que hacer?
Una sonrisa amenaza con escaparse, pero la contengo.
—Ajusta el asiento. Haz todas las comprobaciones habituales: espejos, y
familiarízate con los cambios.
Ella traga, ajustando su asiento mientras hace todo lo que le he sugerido.
—De acuerdo —Me mira, con una expresión de incertidumbre.
La cojo de la mano, guiando su palma hacia la palanca de cambios. Siân toma
aire y espera a que le dé instrucciones. La observo atentamente, disfrutando del
cambio en su comportamiento. Hace un segundo, estaba asustada, pero parece que
en el momento en que rodea la palanca de cambios con su mano, se transforma en
otra persona.
Con la palma de la mano apoyada en la espalda de la suya, cambio la marcha.
—Pisa el acelerador.
Siân pisa el acelerador y despegamos, con los cuellos echados hacia atrás,
apretados contra el asiento. Ella se lanza a la pista de aterrizaje, haciendo girar el
Ferrari como si llevara toda la vida conduciendo una palanca de cambios. Con pocas
instrucciones, entra en la curva y el coche derrapa al hacerlo. Le dirijo una mirada y
me encuentro muy impresionado.
La chica que antes estaba asustada y nerviosa es reemplazada por una que ha
manejado un coche como este antes. Interesante. Supongo que no debería
sorprenderme, teniendo en cuenta quién es su padre. Si ella fue criada de una manera
cercana a la mía, entonces Marco le habría enseñado a manejar una palanca de
cambios.
Siân grita al llegar a la siguiente curva.
—Suavemente —insisto—. Eso es. Afloja el volante.
Ella toma la instrucción bien.
—Dios mío, Christian.
Mi pecho se agita al oír mi nombre en su lengua. La miro fijamente, luchando
contra todas las ganas que tengo de reclamarla.
—Eso es, preciosa.
Da tres vueltas a la pista.
—Mierda. Mierda. Christian. Voy demasiado rápido —grita por encima del
rugido del motor.
—Déjalo hacer, nena. No frenes de golpe. Suelta el acelerador.
El coche frena, pero Siân agarra el volante con fuerza.
—No ahogues la rueda. Deja que te guíe. Lo estás haciendo muy bien.
Se suelta del volante y se hace uno con el coche. A medida que la velocidad
se hace más manejable, consigue dominar mejor el vehículo.
—Ahí lo tienes. No dejes que se te escape.
Siân pisa el freno y desvía el Ferrari hacia un lado. Su respiración está
descontrolada y sus manos tiemblan por la adrenalina.
—Oh, Dios mío —Exhala un suspiro—. Ha sido una locura. No puedo dejar
de temblar.
Sonrío y cojo sus manos, las meto entre mis palmas y me las llevo a los labios.
Finalmente, sus nervios parecen calmarse, pero su pecho sigue agitándose. Y cuando
le doy un beso en cada uno de sus nudillos, su respiración se entrecorta y se vuelve
más entrecortada que hace un segundo.
—Lo has hecho bien —alabo, el reconocimiento le arranca una sutil sonrisa—
. Intenta respirar. Se siente bien, ¿no? Dejarse llevar y hacer algo imprudente.
Siân no habla mientras lucha por controlarse a sí misma; su respiración, su
mente, sus emociones. Se han vuelto locas, y puedo ver el caparazón agrietándose,
el leve indicio de disfrute que está trabajando doblemente para mantener a raya. Pero
entonces algo cambia. Hay un brillo en sus ojos, y su respiración ya no es herética,
sino trabajada, dolorosamente lenta y lujuriosamente cargada.
Y en un instante, se inclina sobre el asiento, ignorando el tirón del cinturón de
seguridad para llegar a mí. Siân choca sus labios con los míos, su cuerpo se funde
conmigo, su boca y sus manos están hambrientas de mi contacto. Pero en cuanto
nuestros labios se unen, se aparta, con los ojos muy abiertos y los hombros rígidos
por el pánico y el arrepentimiento.
—No debería haber hecho eso —Se sienta con la espalda apoyada en la puerta
y las manos extendidas frente a ella.
Me quedo en blanco.
Pensamientos puros y adulterados inundan mi conciencia, y sólo puedo pensar
en reclamarla y dejarla sucia y arruinada. En este momento, es un desafío recordar
por qué estoy aquí, por qué no la he tomado todavía.
Confianza.
Todo en nombre de ganar su confianza. Es por esa razón y sólo por esa razón
que he reprimido mis deseos más oscuros. Cuando lo que quiero hacer, lo que he
querido hacer es follarla.
Es difícil.
Crudo.
Y rápido.
Joder, se me pone dura sólo de pensar en ella, en ella. El modo en que huele,
el modo en que sabe. ¿Gime cuando le chupan el coño? ¿Se pone cachonda cuando
se la follan? ¿Llorará o rogará por más cuando le entierre la polla tan profundamente
que sabrá a mi semen?
Tuve una visión de su placer la noche que la observé mientras yacía allí
insatisfecha por esa mierda de hombre, Taj. Oh, pero ella sabe lo que le gusta. Mi
polla se agranda contra la parte inferior de mis calzoncillos, palpitando y suplicando
que la pruebe.
Sólo una.
Eso es todo lo que necesito por ahora.
Un lametón, una chupada, una caricia, cualquier cosa para frenar la
desesperación que se ha presentado en torno a tenerla. Pero aún no está preparada.
No, necesita más tiempo, necesito más tiempo. Sin embargo, si voy a conseguir que
se corra voluntariamente, no estoy dispuesto a forzarla. De hecho, me gustaría
hacerla hacer lo que yo diga cuando yo lo diga, incluyendo correrse en mi polla hasta
que no pueda ver bien.
Quiero arrasar con su bonito coñito. Mi coño. Un coño que me ha sido
prometido desde antes de que pensara en ser acariciado. Coño que carecía del
cuidado, la atención y la adoración adecuada.
Y, a pesar de todo lo que me he dicho ahora mismo, atravieso el espacio y la
arrastro hacia mí, sujetándola con una mano en la nuca. Una sensación de pesadez
se apodera de mi pecho y el calor se extiende por mi polla como un incendio. Está
hambriento de ella, y me prometo mentalmente que ya llegará su momento. La
probará y la destrozará para cualquier otro hombre.
Esta noche, sin embargo, se trata de ella y de satisfacer mi necesidad egoísta
de verla deshacerse. Siân empuja contra mi pecho cuando le meto la lengua en la
garganta, pero mi agarre no cede. Tanteo a ciegas hasta que encuentro el cierre de
su cinturón de seguridad y lo suelto, obligándola a sentarse en mi regazo con un
rápido movimiento.
—Mm —murmura contra mi boca—. Christian —exhala.
Su falda se levanta por el rápido movimiento, dejándome ver sus bragas
negras de encaje. Mi polla palpita cuando su dulce calor se filtra a través de la tela
de mis pantalones. La cabeza ya está dura y presiona contra su lugar especial.
Introduzco la mano entre nosotros, acaricio su pecho a través de la blusa y
separo mis labios de los suyos solo el tiempo suficiente para ver cómo se le ponen
los ojos en blanco. Su rostro se retuerce con una serie de emociones: excitación,
miedo, arrepentimiento... necesidad. Y cuando me inclino hacia ella y le chupo la
clavícula, se le escapa un suave gemido. Tan suave que no lo notaría si no estuviera
atento.
Con un escalofrío, me lleva tímidamente la palma de la mano a la nuca. No
toca. Tiene demasiado miedo, teme que si lo hace, se perderá a sí misma. Y maldita
sea, quiero que lo haga. Quiero que se suelte y me deje entrar en su mente, en su
cuerpo y en su puta alma. Quiero que pruebe el fantasma de mi nombre en su lengua
y que sienta las sensaciones fantasmas de mi tacto. Quiero romperla y llevarla al
lado oscuro, donde el amor es doloroso y el sexo es inmovilizador.
—No deberíamos —resopla con los párpados apretados.
La ignoro y le subo la camiseta al cuello. Sin sujetador.
—Joder —gimo, con la boca abierta mientras lucho por controlar mi
respiración.
Sabía lo que hacía al salir de casa así, con sus apretados pechos a la vista.
Todo lo que se necesitaría es un rápido movimiento, y sus bonitos pezones rosados
estarían en mi boca. Tal como están ahora, hinchados y pidiendo ser chupados.
Me humedezco los labios, y no me pierdo la forma en que sus ojos rastrean el
camino de mi lengua. Siân arquea la espalda, una contradicción directa con las
palabras que miserablemente no ha podido soltar. Su boca me dice que no, que no
podemos hacerlo, pero su cuerpo lo desea, lo anhela.
—Por favor. Christian. Mm —se tambalea y frota contra mi erección cuando
me meto su bonito pezón en la boca, soltándolo con un sonoro plop.
—No parece que quieras que me detenga, preciosa —digo con mi acento falso,
pero me contengo. Paso la punta de mi lengua por su pecho derecho, luego por el
izquierdo, y luego aprieto y pellizco.
—No puedo tener sexo contigo —profesa en torno a un gemido—. Todavía
estoy con Taj.
Una oleada de ira se apodera de mí y, antes de darme cuenta de lo que estoy
haciendo, tengo la mano alrededor de su garganta y mis dedos se clavan en sus
puntos de presión.
—No te atrevas a decir su puto nombre —grito.
Los ojos de Siân se abren de par en par, y rápidamente me doy cuenta de que
me he dejado llevar por mis emociones. Inmediatamente, suavizo mi tacto, pasando
de la agresividad y la rabia a la firmeza y la suavidad. Su piel, tan delicada y tierna,
ya está magullada y marcada con la evidencia de mi rabia, por muy efímera que sea.
La visión de mi marca en su carne me produce un doloroso pinchazo. Siân se relaja,
pero la incertidumbre sigue marcando sus rasgos.
Siân respira profundamente mientras establece contacto visual conmigo, su
cabeza cae hacia atrás cuando le masajeo el cuello y el pecho. Su cuerpo se retuerce
en mi regazo, la vacilación y la necesidad la desgarran. En un momento le gusta esto.
Quiere disfrutar, pero su lado bueno, su lado precavido, le dice que me detenga.
—Chris...
La hago callar con un beso.
—Me importa un carajo él. Ahora mismo, sólo quiero hacer que tu coño se
sienta bien.
—No puedo tener sexo contigo.
—¿Quién ha dicho algo de follar? —Hago girar su pezón entre el pulgar y el
índice.
Con los ojos encapuchados y la boca abierta, pregunta:
—¿Tú...?
—Un día, me vas a rogar que te folle. Pero hoy, sólo quiero ver cómo te corres.
Ella traga.
—Tú también lo quieres, ¿no? Quieres que haga ronronear este pequeño y
apretado coño. Apuesto a que incluso has soñado con ello —Paso mis dedos por su
ombligo, por encima de la tela de su falda, hasta que encuentro su clítoris endurecido.
Un escalofrío la recorre cuando presiono mi pulgar contra él—. ¿No es así? ¿Me
imaginas cuando te lo follas?
Sus caderas se levantan un poco, la carne carnosa de su culo recorriendo mi
polla. La barrera que nos separa me cabrea.
—No te pongas tensa conmigo ahora. Hoy no te voy a follar, pero sí voy a
jugar con tu coño. Y cuando estés al borde del clímax, quiero que recuerdes este
momento. Recuerda el riesgo. Y luego quiero que lo dejes.
Deslizo sus bragas a un lado y mi dedo calloso toca por fin su clítoris desnudo.
Ella jadea y los dos miramos su sexo palpitante. Tan húmedo e hinchado. Tan
hambriento y necesitado. Me hace falta toda la fuerza que tengo para no arrojarla al
asiento del conductor y enterrar mi cara entre sus muslos y darme un festín. Para
lamer, chupar y soplar su furioso manojo de nervios hasta que se agite y lance
blasfemias a todo pulmón.
Siân recibe mis caricias mientras recorro mi dedo desde el clítoris hasta su
raja y de nuevo hacia arriba, y cuando froto círculos alrededor de su nódulo, se deja
llevar. Todas las inhibiciones y dudas son cosa del pasado cuando me permite
tocarla.
Su coño se aprieta alrededor de mi dedo cuando abro su agujero. No lo
introduzco del todo, sino que me limito a acariciar su entrada, deslizándome un poco
más adentro con cada empujón. Entro y salgo, hasta que Siân cabalga hacia delante,
forzando mi dedo en su coño chorreante. Los sonidos húmedos y pegajosos llenan
el carro, y mis tripas se aprietan de anticipación.
Introduzco un segundo dedo, la rodeo y hago retroceder la silla al mismo
tiempo, mientras sus tetas se agitan. Es tan jodidamente perfecta, sentada en mi
regazo, completamente superada por sus deseos. No es justo, en realidad, utilizar sus
fantasías secretas contra ella, fantasías que no sabe que conozco.
—Oh, Dios —grita—. Eso se siente tan bien —murmura Siân.
—¿Es así como te tocas? ¿Hm? Cuando estás sola en la ducha y te metes la
mano entre las piernas para encontrar tu sexo duro y hambriento, ¿es así como te
provocas el coño? —pregunto, recordando la noche en que la miré y me masturbé
en su armario. Sus paredes se contraen alrededor de mis dedos. —Eso es, nena.
Agarra mis dedos con ese coño. Coge lo que necesites —Lo hace de nuevo, su raja
se vuelve más resbaladiza a cada segundo—. Juega con tu clítoris para mí.
Muéstrame lo que haces cuando nadie está mirando.
Siân se muestra indecisa, así que le fuerzo a llevar la mano a su clítoris,
guiando los apretados roces sobre su clítoris. La combinación de la estimulación de
su capullo y mis dedos enganchados contra su punto G promueve un torrente entre
el valle de sus muslos.
—Sólo mira ese dulce coñito. Tan jodidamente húmedo y necesitado —digo
y le agarro el cuello para que me bese de nuevo.
Esta vez, Siân no duda, ni un puto instante, y me encanta esta mierda. Me
encanta corromperla y acercarla a mi lado. Ella es mía. Su cuerpo es mío.
—Tu coño es mío, preciosa —digo con veneno en la lengua, mis palabras y
su respiración se mezclan—. ¿Me oyes, joder?
Está callada, así que aprieto nuestras frentes y acelero mis dedos, golpeando
su punto G más rápido, más fuerte, y sin importarme el placer empapado de dolor
que se acumula en su cara. Con la boca abierta, la respiración y las palabras atascadas
en su garganta, los ojos cerrados y las caderas agitándose, Siân coge mi mano,
tomando lo que necesita de mí.
—Oh, Dios. Oh, Dios. Me voy a correr, Christian.
—Mírame —exijo, con nuestras cabezas aún conectadas—. Te gusta ser mi
putita sucia, ¿verdad? Te encanta la sensación de mis dedos en lo profundo de tu
coño.
Ella gime.
—Ahh.
—Dilo —Le doy un golpe y me muelo contra su culo, con mi eje buscando la
fricción—. Dime que eres mi pequeña y sucia zorra, o me detendré ahora mismo. Te
dejaré el coño hambriento —Mis caderas se mueven más rápido mientras la presión
aumenta en mis entrañas, viajando hasta mis pelotas.
Mierda, está tan jodidamente caliente sentada en mi regazo, con las piernas
abiertas y mis dedos en su coño. Puedo correrme sólo con la imagen, pero si le
añades el olor de su excitación y el dulce masaje de mi polla vestida de negro bajo
su culo... Me va a llevar al límite, y me quedaré con semen en los pantalones durante
las dos horas que tardaré en devolverla al campus.
Pero me importa una mierda. Tengo tantas ganas de correrme como ella,
aunque tenga que esperar para sentir su liberación alrededor de mi pene.
—Quiero ser tu sucia putita. Oh, jodeeeer. Mierda. Mierda. Mierda —grita
Siân entre fuertes respiraciones.
—Tus orgasmos me pertenecen —Acaricio su punto y reemplazo su mano
con mi pulgar libre.
Golpeando su clítoris y follando su raja, veo cómo se corre, su cuerpo
temblando por la ola de su liberación. Se arquea hacia mí, levantando el culo de mi
regazo, y tengo que obligarla a bajar de inmediato para no perder su calor. Le doy
un golpe seco en el culo mientras se folla mis dedos, y sé que voy a explotar.
—Vente por mí, nena. Derrama tu miel sobre mi regazo.
—Yo... Christian, me estoy viniendo —Sus palabras son bajas y roncas.
—Te siento, preciosa. Joder, te siento —gimo—. Eres mía —le susurro al
oído—. Eres jodidamente mía.
Siân me rodea el cuello con sus brazos, casi asfixiándome contra su pecho,
pero no me importa. Moriría mil veces si eso significara hacerlo con su clímax
alrededor de mis dedos. Se sube a la ola agarrada a mí, sin soltarme, incluso cuando
ha terminado y está completamente agotada.
Siân aspira aire en sus pulmones, su cuerpo se relaja en mi abrazo. Nos
miramos a los ojos mientras ella sigue sujetando mi cuello. El momento es intenso,
la forma en que nos miramos como si pudiéramos ver el alma del otro. Me pregunto
si ella ve lo negro que es mi corazón, porque puedo ver cómo el gris va creciendo
poco a poco hasta consumirla. Está ahí, colgando en la balanza, esperando que sus
paredes se rompan.
Después de un momento, empujo la puerta del lado del pasajero y la ayudo a
salir del coche, bajando su falda sobre su perfecto culo desnudo en el momento en
que el aire caliente de la tarde nos toca. Se produce un cambio en ella y el
arrepentimiento sustituye a la mirada de lujuria de un segundo antes. La acerco y le
sujeto la cara para que no tenga más remedio que mirarme a los ojos.
Justo cuando estoy a punto de abrir la boca para hablar, mi teléfono zumba en
mi bolsillo. Con una mano todavía sobre ella, saco el dispositivo con la otra. El
nombre de mi padre parpadea en la pantalla LED. Pulso el botón de respuesta y me
acerco el auricular a la oreja.
—¿Qué? —Miro por encima de su cabeza y hacia la gran extensión de la pista.
—Abbiamo un problema e devi gestirlo. Tony tiene la posición.15
Miro a una curiosa Siân, recordando que no debo responder a mi padre en mi
lengua materna o lo delataré todo. Sabrá que conocerme no fue una coincidencia, y
no puedo permitirlo.
—¿Quién es? —digo con severidad.
Me dice el nombre de la persona que necesita que mate, pero no se detiene en
sus exigencias. Está enfadado porque no he vuelto a Italia como se suponía que debía
hacer hace un mes. Mi padre sigue exigiendo cosas, órdenes que me niego a aceptar.
Volveré a casa con Siân en brazos. Así que tendrá que superarlo.
Termino la llamada y miro sus grandes ojos verdes.
—Mañana, termina con él. Ahora eres mía.
Siân no responde, ni yo espero a que lo haga. En cambio, la ayudo a subir al
asiento del copiloto y luego rodeo la parte delantera de mi Ferrari. Una vez dentro,
acelero el motor y salgo hacia la salida.

15
Tenemos un problema y hay que solucionarlo. Tony tiene la ubicación.
Siân
Las mariposas nerviosas me llenan el vientre, haciéndome sentir náuseas.
Miro fijamente la taza de café casi llena, pensando en la noche anterior y en lo
estimulante y libre que me sentí. Cómo sólo Christian puede hacerme sentir.
Recuerdo lo que sentí cuando me dijo que rompiera con Taj. Al principio, me
sorprendió, pero cuanto más lo pensaba, más sentido tenía. Después de la última
noche, no había forma de que volviéramos a ser lo que éramos. No es justo ni para
Taj ni para mí. No quiero ser esa chica que engaña, y lo que hice anoche con
Christian estuvo mal mientras seguía con Taj. Aun así, lo volvería a hacer una y otra
vez, que es precisamente por lo que debo terminar esto entre nosotros.
Con lo extraño que ha estado actuando Taj últimamente, pensé que lo mejor
era terminar las cosas en un lugar público. La puerta de la cafetería se abre,
arrastrando una ráfaga de viento, y levanto la vista de mi café para encontrar a Taj
de pie, con su mirada recorriendo la habitación.
Se me hace un nudo en la garganta y el corazón me retumba en el pecho.
Tengo que recordar que esto es lo mejor, no sólo para mí, sino también para él. En
cuanto me ve, se acerca corriendo, con los ojos casi desorbitados. Lleva el bolso
medio colgado del hombro y el pelo revuelto.
Sus ojos que antes me hacían sentir tan feliz y amada pero que ahora sólo me
dejan fría y desapegada, chocan con los míos.
—¿Qué te pasa, Siân? —pregunta, dejando escapar un duro suspiro.
¿Existe una forma determinada de romper con alguien? ¿Una manera fácil de
dejarlos ir? No lo creo. El dolor del corazón duele, y no importa lo que haga, esto va
a terminar mal.
—Creo que deberías sentarte —Hago un gesto hacia la silla que tengo delante.
No quiero que esto se convierta en una gran escena, pero ya puedo sentir los
ojos de los pocos clientes de la cafetería que nos observan.
Los labios de Taj se transforman en un feo ceño.
—¿Qué pasa, cariño? Intenté llamarte anoche y no escuché ni una palabra
tuya. Kyla dijo que no llegaste a casa hasta tarde.
Me hace falta todo lo que hay en mí para no poner los ojos en blanco. En lugar
de eso, decido lanzarme de cabeza al ruedo.
—No tiene sentido que lo alargue, así que voy a decirlo sin más —Hago una
pausa, dejando salir una ráfaga de aire de mis pulmones—. Se acabó.
El silencio. El silencio total cubre el espacio, y espero con la respiración
contenida a que caiga el otro zapato, a que diga algo.
—¿Qué quieres decir con que se acabó?
—Quiero decir... que he terminado. Estoy rompiendo contigo. No quiero
seguir haciendo esto. Estoy cansada de fingir que somos una pareja perfecta cuando
llevamos mucho tiempo separándonos.
El shock llena su rostro y su mirada se amplía.
—Por favor, Siân, no lo hagas. Sé que no lo dices en serio. Sé que me quieres
—Su voz se quiebra, y el sonido desesperado hace que mi pecho se apriete.
Me levanto de la silla de un empujón, y mis movimientos son tan rápidos que
la silla choca contra la pared, llamando aún más la atención. Siento cómo se me
calientan las mejillas y necesito salir de aquí, no sólo porque los demás nos están
mirando, sino porque sé lo que va a hacer Taj y no puedo soportarlo. Esto es lo mejor
para los dos.
Cojo mi bolso y doy un paso adelante. Taj se pone delante de mí, pero sacudo
la cabeza y levanto las manos para evitar que me toque cuando me alcance.
—¡Para! No hagas esto más difícil de lo que tiene que ser —Mi voz se sube,
y el sonido es suficiente para que él se detenga, dándome la oportunidad de
deslizarme a su alrededor.
En cuanto me libero de su agarre, me precipito hacia la puerta y salgo a la
calle. Giro a la derecha y me dirijo hacia la casa. Cada paso que doy me hace vibrar.
No me doy cuenta de que estoy llorando hasta que llego a la segunda manzana y me
detengo.
Mi pecho se agita y mis mejillas están húmedas. Me limpio la humedad con
el dorso de la mano. Me siento tan débil por llorar, aunque sé que es inevitable. Taj
fue mi primer amor y mi primera pareja sexual. Fue el primer hombre que me amó,
e independientemente de lo que ocurra en mi vida en el futuro, atesoraré eso.
Tras tomarme un momento para recuperar el aliento, vuelvo a caminar. Doy
la vuelta a otra calle, sintiéndome un poco mejor y ya no llorando. Es cuando miro
por encima del hombro mientras estoy detenida en el paso de peatones cuando mis
emociones cambian drásticamente.
Se me eriza el vello de la nuca y ni siquiera pienso. Corro y atravieso la calle
sin fijarme en el tráfico. Miro hacia atrás por encima del hombro y el miedo aumenta
cuando veo al misterioso hombre, vestido de negro de pies a cabeza, que me sigue
de cerca. Se me aprieta el estómago y el miedo se apodera de cada centímetro de mi
cuerpo. Desorientada, me detengo un instante. El viento me azota y mis gruesos
mechones me ciegan por un momento.
¿Dónde estoy yo? ¿Dónde está él?
Ese es todo el tiempo que necesita mi acosador. En un instante, tiene una mano
sobre mi boca y una banda de acero alrededor de mi cuerpo. Me levanta como si no
pesara nada, su enorme cuerpo se eleva por encima de mí mientras yo lucho por
liberarme de su agarre mientras él camina por el callejón, con mi cuerpo apretado
contra su pecho. Siento su duro pene contra mi culo, y mientras fuerzo el aire en mis
pulmones, el pánico hace que me cueste respirar. Percibo el olor de algo picante,
¿colonia tal vez? Es picante, y en el fondo de mi mente, sé que he olido la colonia
en alguna parte... Estoy demasiado asustada para pensar en ello durante mucho
tiempo. Todo mi cuerpo tiembla como una hoja en otoño.
Entonces, tan rápido como ocurre, se acaba. El acosador enmascarado me
suelta y yo caigo hacia delante, con las manos presionando el frío hormigón. Como
un ternero recién nacido, me pongo en pie a toda prisa y me pongo de pie con las
piernas temblorosas. Me doy la vuelta para escapar, pero sólo encuentro paredes de
ladrillo que me rodean.
Un callejón sin salida. No, no moriré aquí. No he venido hasta aquí para
morir en un callejón.
Me obligo a mantenerme erguida, me doy la vuelta y veo al enmascarado de
pie frente a mí, con la cabeza inclinada hacia un lado. No hay nada en él que me
sirva para avisar a la policía. Está cubierto de negro de la cabeza a los pies, e incluso
sus ojos, que brillan con locura, parecen ser negros.
—Mira, no sé lo que quieres, pero...
Sacude la cabeza y se lleva un dedo a los labios. Un escalofrío me recorre la
espina dorsal y todos los músculos de mi cuerpo se tensan cuando da un paso hacia
mí.
—Espera, por favor... no me hagas daño. Por favor... —Suplico y sigo
parloteando, haciendo y diciendo cualquier cosa para salvarme—. Por favor... no
hagas esto. Sólo... dime lo que quieres... dímelo y te lo daré. ¿Dinero? O.... —Mi
garganta se atasca con palabras no dichas. Tengo miedo de escuchar lo que tiene que
decir y aún más miedo de lo que pasará después.
Al dar otro paso adelante, sólo hay un pie de espacio entre nosotros, y aunque
estoy tentada de dar un paso atrás, no quiero darle a esta persona la satisfacción de
saber que le tengo más miedo del que le estoy dejando ver.
—Tú —ronca, con una voz con acento. No puedo distinguirlo en ese
momento. Mi atención se centra únicamente en lo que acaba de confesar.
—¿Yo? —La palabra tiembla en mis labios.
Asiente y luego dice:
—Te quiero rota, llorando, con las lágrimas corriendo por tu cara, mientras tu
miedo llena mis pulmones, amenazando con asfixiarme. Quiero ahogarme en ti,
porque saber que me tienes miedo es como pisar un cable con corriente. Me hace
completo. Sin él, no existo.
—Yo...Yo… —No sé qué decir ni cómo reaccionar. Es jodido y está mal, y
necesito escapar de él, pero sé que, si intento huir, solo alimentaré aún más su
retorcida fantasía.
—Corre, y te agarraré, te inmovilizaré en el sucio suelo, y me follaré tu
apretado coño hasta que te vengas alrededor de mi polla, suplicando que deje de
follarte mientras te encanta la liberación que te doy, todo al mismo tiempo.
Debo de estar jodida porque mis pezones se estremecen ante su admisión. No
conozco a este hombre, y el miedo que se agita en mis entrañas me dice que tengo
miedo, pero también estoy ligeramente excitada, lo que me confunde muchísimo.
Como si el cabrón lo supiera, se inclina hacia mi cara, y juro que puedo sentir
su aliento caliente en mis mejillas.
—Quieres hacerlo, ¿verdad, topolina? —El apelativo cariñoso no pasa
desapercibido y enciende un recuerdo en mi mente al que me niego a agarrarme—.
Adelante, corre. A ver qué pasa. Si no me crees, seguro que no tienes de qué
preocuparte.
Mis entrañas se retuercen, el fuego se enciende en mi interior. Aprieto las
manos en un puño, con los pies preparados para llevarme hacia delante cuando él
vuelve a hablar.
—Hay otra manera, bellissima16. Que no implique que me hunda en tu interior
y te arruine para cualquier otro hombre de este planeta.
Hermosa. Acaba de llamarme hermosa. No estoy segura de cómo lo sé, pero
lo sé, y no puedo creer que esté considerando lo que este hombre está diciendo ahora
mismo. Debería gritar, pedir ayuda o intentar huir, pero en el fondo sé que no
conseguiría escapar.
Escapar sólo empeoraría las cosas para mí. No hay un solo hueso en mi cuerpo
que no crea cada palabra que ha dicho.
—¿Qué? —pregunto, con la voz baja y mansa. Juro que me sonríe a través de
la máscara negra, aunque no puedo ver sus labios.
—Sé una buena ragazza 17y ponte de rodillas para mí. Quiero que tomes mi
polla en tu cálida boca y veas como te atragantas con mi longitud, tratando de
respirar mientras te robo el aire de tus pulmones con cada empujón dentro de tu boca,
todo mientras lamo las lágrimas saladas que se deslizan por tus mejillas.
Por muy jodido que sea, mis entrañas se tensan ante sus palabras, y descubro
que mi cuerpo reacciona antes de que pueda pensar del todo en la situación. ¿Qué
clase de persona soy? ¿Qué me pasa? Es todo lo que puedo pensar mientras el duro
suelo conecta con mis rodillas.

16
Hermosa.
17
Chica.
—Bella elección —Gruñe en un inglés roto mientras se lleva la mano al
cinturón de sus pantalones. No puedo decir cuántos segundos pasan, pero no pasa
mucho tiempo antes de que se baje los vaqueros por sus musculosos muslos y me
apriete la cabeza de su polla contra los labios. Me tiembla todo el cuerpo y apoyo
las manos en los muslos, necesitando algo para sujetar. No es mi primera mamada,
pero sí es la primera vez que hago algo con un desconocido, y mucho menos con un
hombre que me ha estado siguiendo y ha admitido que quiere hacerme daño. O bien
soy una estúpida, o bien soy lo suficientemente inteligente como para salir viva de
esto.
—Abre para mí —ordena, con voz áspera.
Lo miro y separo los labios para llevarme su polla a la boca. Presiona un
centímetro hacia delante y el aire que nos rodea se carga. Siento el cambio de energía
casi al instante, y antes de que pueda siquiera jadear, sus manos se enredan en los
mechones de mi pelo. Me arde el cuero cabelludo y suelto un suave grito de dolor
cuando me tira de la cabeza hacia atrás, haciendo que me duela el cuello.
—Si me muerdes o piensas en hacerme daño, te haré daño de formas
inimaginables. ¿Lo entiendes?
Lo único que puedo hacer es asentir. Todo mi cuerpo se enciende de miedo
mientras un pequeño cosquilleo de excitación aumenta.
—Vuelve a abrir esa preciosa boquita para mí —exige, y yo abro la boca al
instante.
Con su agarre en mi pelo aún firme, no puedo moverme. Soy una víctima de
su rabia, de su locura, una marioneta que controla.
—Vas a estar jodidamente hermosa con mi polla metida en tu garganta.
No voy a mentir. No puedo mentir. Mis entrañas se tensan ante sus sucias
palabras. Sus ojos centellean con alguna emoción ilegible, y entonces hace algo que
no esperaba. Con la otra mano, me agarra por el cuello. Me agarra con fuerza y el
pánico se apodera de mis ojos cuando la presión en los lados de mi garganta se
intensifica.
Inclinándose sobre mí, me escupe directamente en la boca, y yo observo con
horror y asombro cómo lo hace.
—Trágatelo. Trágate mi saliva como te vas a tragar mi semen dentro de unos
minutos. Trágatelo y da las gracias como la pequeña zorra que eres. Mi puta. Mi
topolina.
Estoy conmocionada. El aire de mis pulmones no llega a mi cerebro, así que
me quedo mirándolo, confundida y excitada. Hasta que me aprieta un poco más la
garganta y aparecen puntos negros en mi visión, devolviéndome a la realidad.
—Contéstame, topolina. ¿E 'questo quello che vuoi? 18
La presión en mi garganta disminuye, y jadeo en busca de aire.
—No entiendo —Respiro las palabras, sin saber qué idioma está hablando. Lo
único que sé es que no es inglés.
—¿Es eso lo que quieres? —gruñe.
No tengo otra opción que decir que sí. Es sí, o algo mucho peor, así que elijo
el menor de los males.
—Sí —susurro, y es entonces cuando se desata el infierno. Algo dentro de él
se rompe, y me encuentro completamente a su merced. Como un animal salvaje, está
sobre mí. Con su mano aún en mi pelo, guía su gruesa polla hasta mi boca.
No hay ninguna advertencia que siga a su siguiente movimiento. Con un
mínimo esfuerzo, me presiona en la boca, obligándome a abrirla más para él mientras
se mueve dentro. No ha llegado muy lejos antes de que me atragante con su enorme
longitud. Es enorme, más grande que cualquier otra cosa que haya tenido antes, y lo
noto, lo siento, cuando sus pelotas se apoyan en mi barbilla mientras se mantiene en
el fondo de mi garganta.
El pánico se agita en mi vientre y araño sus muslos, tratando de apartarme de
él, pero él se limita a retenerme más tiempo. Siento que se me escapan las lágrimas
de los ojos. Me duelen los pulmones y me arden por la necesidad de oxígeno, e
intento tragar, pero nada eleva la gruesa vara que tengo en la garganta.
El hombre suelta un gemido mitad hombre, mitad animal. Justo cuando estoy
segura de que no puedo aguantar más, se retira y lo vuelve a hacer. Una, dos, tres
veces. Pierdo la cuenta, la falta de oxígeno me marea.

18
¿Es eso lo que quieres?
—Mírame, mírame a los ojos mientras te follo la boca. Quiero ver tus
lágrimas, la baba que gotea por tu barbilla. Lo quiero todo, topolina. Quiero que
ambos recordemos esta noche para siempre.
Esta extraña conexión pasa entre nosotros cuando le miro a los ojos. Su
oscuridad me llama, y quiero que vea lo que me está haciendo. Porque, por mucho
que me aterrorice de él y de lo que vaya a ocurrir a continuación, una parte de mí
quiere complacerle, y esa es la parte más jodida de todas.
Christian
Ella traga, sus ojos rebosantes de lágrimas, su pecho cayendo en fuertes
empujones mientras sigo follando su cara. Duro, rápido e implacable.
A ella le encanta, a pesar de los gritos de su garganta y de que me empuja los
muslos para apartarme. Sus acciones me suplican que la libere, que no la viole de
esa manera, y si fuera un buen hombre, la dejaría ir. Pero ni siquiera estoy cerca de
ser un hombre medianamente decente. Hago lo que quiero, y tomo lo que quiero, y
este momento, con ella de rodillas frente a mí, no es diferente.
Y lo mejor es que le encanta.
Su susceptibilidad es clara, y por la mañana, se va a odiar a sí misma por ello.
Se resentirá por haberme dejado ver en su pequeño corazón de zorra. No sólo me
despreciará por hacerle esto, por obligarla a tragarse mi polla en plena noche en un
callejón oscuro y sucio, sino que también se odiará a sí misma por gustarle.
Siân me araña las piernas para quitarme de encima, pero me chupa como si le
encantara el sabor de mi polla. Gritos de dolor salen de su garganta, sólo para ser
ahogados por el delicioso zumbido de un gemido ante el pulso de mi polla en su
lengua. Y cuando aprieto su garganta, sus ojos se ponen en blanco y se arquea hacia
mí. Es sutil, y probablemente ni siquiera se da cuenta de que lo está haciendo.
—Joder —gimo, mi voz se mezcla con el sonido de los coches que pasan y el
parloteo de los gatos callejeros, los ratones y cualquier vil criatura que haya hecho
de este callejón su hogar.
Si el cielo existiera, sería este.
Un mundo en el que puedo empujar y probar hasta dónde puedo llevar a mi
ratoncita sexy. Una vida en la que la acerco al borde de la oscuridad y ella disfruta
de cada maldito minuto.
Por eso tuve que hacer esto.
Después de reclamar su orgasmo en el asiento delantero de mi Ferrari y ver
cómo se deshacía en mi regazo -los suaves gemidos, sus besos y la sensación de su
boca en la mía- tenía que hacerlo. Necesitaba sentir sus labios alrededor de mi polla,
y no podía esperar meses a que eso sucediera.
—Questo e' il, topolina19 —gruño—. Aprire20 —Con un puñado de su pelo, le
tiro de la cabeza hacia atrás y me paso la máscara por encima de los labios.
Me inclino hacia delante con mi polla colgando bajo su barbilla y choco
nuestras bocas, pero ella cierra la suya, gimiendo y retorciéndose para librarse de mi
agarre. Cuando le aferro la garganta con la mano libre, deja de luchar y acepta mi
beso. Paso mi lengua por delante de la suya, con un rugido en mi pecho al sentir su
sabor y la mezcla de salinidad de mi pre-semen.
—Tan jodidamente perfecta —susurro contra su boca.
Siân intenta empujarme de nuevo, esta vez mordiendo mi lengua con sus
dientes.
—Agh —suelto y me echo hacia atrás, el sabor metálico me dice que ha
sacado sangre—. Uno esuberante21 —. Sonrío y le paso la lengua manchada de
sangre por la mejilla. Sus lágrimas se mezclan con la sangre, enviando una pulsación
a mi eje y hasta los dedos de los pies.
Aprieto más su pelo y le llevo la otra mano a la barbilla, obligándola a
mirarme. Cuando me mira fijamente a los ojos, algo parpadea en los suyos y un
escalofrío recorre su cuerpo. Si no estuviera tan oscuro y si no fuera por esta máscara,
supongo que percibe la familiaridad entre nosotros. Los ojos siempre delatan.
—Vas a tener que hacerlo un poco mejor, ratoncito —me burlo con mi fuerte
acento italiano.

19
Eso es, ratoncita.
20
Abre.
21
Una luchadora.
Me pongo de pie, pero mantengo la mano en su nuca. Siân me mira fijamente,
con los hombros temblando mientras las lágrimas siguen cayendo por sus mejillas.
Parece tan caliente e indefensa de rodillas, completamente a mi merced, y no se me
escapa que no se esfuerza por escapar. De hecho, nunca se ha resistido mucho. Ni
ahora ni en el pasado. Tal vez le gusta tenerme como su acosador. Ha llamado a la
policía aquí y allá, pero nunca los presionó para que encontraran al bastardo que la
atormentaba.
Es lo mismo en este caso. Después de llamar a la policía la noche en que
encontró mi nota, no se volvió a hablar de ello, ni por ella ni por el departamento.
Después de una semana, dejaron de venir y, si tuviera que adivinar, cerraron el caso.
Por no hablar de que la mayoría de la gente tomaría precauciones adicionales para
mantener a raya a su atacante. Sí, a Sian le gusta que la vigile. Algo en el fondo de
ella está tan roto como lo está conmigo. Lo que nos hace tan jodidamente perfectos
el uno para el otro.
La punta de mi polla ansía volver a estar dentro de su caliente boca, y me
siento inclinado a dársela. Agarrándome por la base, alineo la cabeza con su cara,
recorriendo sus labios.
—Por favor, para —gime.
La ignoro.
—Abre.
Y como una pequeña zorra hambrienta, lo hace.
—Ahh —gimo mientras me hundo en el fondo de su garganta.
Siân tiene arcadas, su cara y sus ojos se vuelven rojos. La agarro por el cuello,
sin soltarle el pelo. No puede respirar. Lo noto por las cortas respiraciones alrededor
de mi polla. Joder, me va a matar.
Tan jodidamente perfecto.
Cuanto más duro empujo, más se resiste. La saliva se filtra a mi alrededor,
cubriendo su barbilla y mis pelotas. Puedo sentir su pulso acelerado mientras
presiono los puntos de presión de su cuello. Mi polla empuja contra la pared de su
esófago, y puedo sentirla contra mi palma. Y el sádico bastardo que hay en mí sólo
me impulsa a hacerle más daño. Sus ojos se abren de par en par, llenos de miedo,
mientras la estrangulo con la polla y el puño.
—Trágate esta polla —le ordeno y me retiro, sólo para volver a golpear hacia
delante.
Un cosquilleo me recorre la espina dorsal, mis pelotas se tensan y la pasión al
rojo vivo me nubla la vista. Siân me araña los muslos, sus uñas me rompen la piel,
pero me importa una mierda. Lo único que importa es ella de rodillas y la gruesa
cuerda de semen que le baja por la garganta.
—Ahhhh —me masturbo con su boca, y luego dejo que mi húmeda y ahora
flácida polla caiga a lo largo de su barbilla.
Siân se acurruca con una mano en el cuello y la otra en el suelo plagado de
orina para apoyarse mientras se esfuerza por meter aire en sus pulmones. Tose y,
cuando intento ayudarla a levantarse, me da un manotazo y vuelve a tropezar en el
edificio. Me quedo aquí un minuto, sin querer dejarla así, algo inusual para mí. No
me importan mis acciones ni cómo afectan a la gente, y nunca siento
remordimientos. Pero a pesar de lo jodidamente fuerte que me acabo de correr, no
me gusta la idea de utilizarla y abandonarla.
Pero tengo que hacerlo, para poder volver a ella como Christian. Ella va a
necesitarlo, va a necesitarme.
Volviendo a meterme en mis vaqueros, retrocedo hacia el borde del callejón.
Y con una última mirada a Siân, me doy la vuelta y compruebo que no hay morus
en la costa antes de doblar la esquina una vez y otra más para esconderme detrás de
otro edificio y arrancarme la máscara de la cara. Pero no puedo dejarla. No la dejaré
sola y expuesta así.
Así que, en lugar de salir, espero a unos metros, asomándome al viejo edificio
de ladrillos rojos hasta que, por fin, la veo salir del callejón. Tiene el pelo revuelto,
la ropa le cuelga torpemente del cuerpo y se abraza con fuerza. Cuando mira
rápidamente a su alrededor, me quito de en medio y vuelvo a asomarme para verla
desaparecer por la esquina en dirección a su casa.
Cuando se pierde de vista, salgo a la acera y camino a toda velocidad para
alcanzarla. Manteniendo la distancia, me quedo cerca para asegurarme de que nadie
la moleste, para mantenerla a salvo. Y cuando sube corriendo las escaleras hasta la
puerta de su casa y se mete dentro, espero al otro lado de la calle, en mi lugar
habitual, a que llame. Sé que lo hará, siempre lo hace.
Siân
Nunca he estado tan asustada en toda mi vida. No cuando encontré la nota. Ni
ninguna de las otras veces que mi acosador se ha anunciado. Estaba completamente
a su merced, sin saber qué querría de mí a continuación.
Y por mucho que luchara contra él, no importaba. Eso era lo peor de todo, el
terror de saber que no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Nadie que me
ayudara. Ninguna piedad por su parte.
Las náuseas me revuelven el estómago, royendo mis entrañas. A duras penas
llego a la cocina, me lanzo al fregadero, me inclino hacia él y me dan arcadas tan
fuertes que todo mi cuerpo se agarrota dolorosamente. Una y otra vez, tengo arcadas,
vaciando lo poco que tenía en el estómago y salpicándolo por el desagüe.
Su semen debe estar ahí. Oh, Dios. Unas náuseas tan fuertes como para
incapacitarme se apoderan de mi cuerpo y me dan más arcadas que nunca. Ahora no
hay nada más que hacer que vomitar en seco hasta que pase lo peor. Una vez que
puedo respirar sin que se me retuerza el estómago, abro el grifo y sostengo un vaso
bajo el flujo con una mano temblorosa. Me enjuago la boca con cuidado, temiendo
volver a tener arcadas por la sensación de tener algo en la boca. Incluso el agua.
¿Y si realmente no se ha escapado? ¿Y si me siguió a casa? Vería que la casa
está vacía excepto por mí. Podría venir aquí y continuar lo que empezó. Habría
muchas más oportunidades de hacerme todo tipo de cosas dolorosas y vergonzosas.
No hay posibilidad de que alguien pase y escuche el ruido. Ni de que haya roedores
corriendo por ahí.
Cada pequeño sonido en la casa me hace saltar, aunque es increíble que pueda
escuchar algo por encima del latido de mi corazón. Mi respuesta de lucha o huida
sigue siendo fuerte. Podría estar en cualquier parte. En la puerta trasera... mi cabeza
gira en esa dirección como si fuera a encontrar a esa figura encapuchada de pie fuera.
Observando cómo intento recomponerme después de que me haya mancillado.
Después de que me forzara.
Después de que me gustara un poco.
Se me vuelve a apretar el estómago y aprieto los ojos, como si eso fuera a
servir para bloquear lo que acaba de ocurrir. No puedo estar sola en este momento.
No puedo ahogarme en esto, que es exactamente lo que ocurrirá si me permito
revolcarme en ello. Me culpo por no haber luchado más para detenerlo.
Odiándome a mí misma por haberme excitado. Mis bragas están empapadas,
pegadas a los labios de mi coño. Es una sensación incómoda, y sé que debería
cambiarme, aunque sea para limpiarme, pero una parte de mí quiere sufrir.
Castigarme por haber sido tan sucia como para disfrutar de lo que me obligaba a
hacer.
Me mojo al recordarlo y me encojo de asco. ¿Quién soy yo? ¿Por qué sigo
dolorida y mojada? Debería estar llorando, limpiándome en la ducha, no
excitándome cada vez más que recuerdo algún aspecto nuevo de lo que acaba de
ocurrir. ¿No es así?
Me tiemblan las manos cuando meto la mano en el bolsillo de mi chaqueta y
cojo el móvil. Necesito hablar con alguien. No puedo guardarme esto para mí. Me
destrozaría y no sé si sería capaz de recomponerme.
Es extraño, pero mis pensamientos se dirigen inmediatamente a Taj. El
impulso de llamarlo es un hábito más que otra cosa. No se olvidan dos años de hacer
de alguien tu mundo en un abrir y cerrar de ojos. Puede que hayamos terminado mal,
pero no siempre fue así. Hubo un tiempo en que lo amé de verdad y creí que él me
amaba. Cuando le entregué mi corazón por completo. ¿Por qué no iba a buscar
reflexivamente su número en mis contactos?
Pero no. No puedo llamarlo. Rompí con él sólo unos minutos antes de que mi
acosador me encontrara. Tengo que preguntarme si Taj respondería a mi llamada,
teniendo en cuenta cómo lo dejé en la cafetería.
¿Y si lo hiciera? ¿Qué pasaría entonces? Mi garganta amenaza con cerrarse
cuando me imagino contándole lo que acaba de pasar. Tener que repasar todo, paso
a paso. Tampoco tengo la menor duda de que Taj querría que le contara cada sucio
y embarazoso detalle. No para avergonzarme ni para excitarse, no sería tan cruel. No
puedo creer que me castigue por hacerle daño haciéndome revivir cada detalle.
Lo haría porque todavía cree que soy suya. Seré la primera en admitir que me
ha confundido últimamente con la forma en que ha sido tan caliente y fría sin previo
aviso, pero sé que ciertas cosas son ciertas. No es un sádico.
Sin embargo, es posesivo. Haría uno de esos movimientos de macho alfa,
hinchando el pecho, y prometiendo matar a quien abusara de su mujer. Esperaría que
me derritiera contra él y enterrara mi cabeza en su hombro, y que gimiera para que
me ayudara. Vería esto como su oportunidad para barrer y hacer que todo esté bien
de nuevo. Incluso podría ver el momento de la situación como una prueba de que no
debería haberle dejado. Que lo necesito. Después de todo, mira lo que pasó sólo unos
minutos después de que nos separáramos.
Incluso ahora, consumida por el miedo y la vergüenza, la idea de que me
asfixie en un intento de que volvamos a estar juntos me repugna más. Eso es decir
algo, ya que quiero morir de la repugnancia que siento hacia mí misma.
El asco y la vergüenza. No me atrevía a admitir lo que había pasado. No podía
soportar admitir lo que me hizo. No a Taj, que debería ser la única persona a la que
le entregaría mi corazón. No querría decírselo incluso si no hubiéramos roto.
En su lugar, llamo a la única persona que se me ocurre. Alguien a quien apenas
conozco, pero que ahora me parece la única que lo entendería, que no me juzgaría
ni me culparía por dejar que esto ocurra.
La voz de Christian me tranquiliza en cuanto la oigo, y sé que he tomado la
decisión correcta.
—Hermosa, ¿cómo sabías que estaba pensando en ti?
—Te necesito —En el momento en que las palabras salen de mis maltratados
labios, sé que es la verdad. Le necesito. Desesperadamente.
Pero no de la manera que él supone. No en este momento.
—Eso es lo que me gusta oír.
—No lo digo en ese sentido —Mi respiración se entrecorta antes de que pueda
evitarlo—. Algo... malo pasó...
Y su comportamiento cambia.
—¿Qué ha pasado? ¿Dónde estás? —gruñe.
—Estoy en casa. Sola. Me encontró. En la calle.
—¿Quién lo hizo?
—El tipo que me ha estado acosando —No me doy cuenta hasta que una
lágrima golpea mi camisa de que estoy llorando—. No quiero estar sola ahora.
¿Puedes venir?
Cuando vacila, sé que he dado el paso equivocado. Va a pensar que estoy
demasiado necesitada.
—Está bien —murmuro—. No tienes que hacerlo si estás ocupado. No puedo
esperar que lo dejes todo.
—No, no estás pidiendo demasiado —Aunque vuelve a dudar, y cuando
habla, lo hace lentamente. Como si estuviera eligiendo sus palabras
cuidadosamente—. Me has agarrado en un momento inoportuno, eso es todo. Me
gustaría poder estar contigo ahora mismo. No tienes idea de cuánto.
—Realmente lo entiendo —No puedo evitar desplomarme contra el
mostrador. Ahora que lo peor del pánico ha pasado, estoy más agotada de lo que
puedo recordar—. Estoy muerta de la cabeza a los pies.
—Es el efecto de la disminución de la adrenalina —Por su forma de hablar,
sabe de lo que está hablando—. Ahora que ya no estás en modo lucha o huida, ahora
que sabes que estás a salvo, tu sistema sobreexcitado se está ajustando. ¿Qué ha
pasado?
Un ruido del exterior me roba el aliento antes de que pueda responder.
—¿Siân? —exige Christian con voz tensa—. ¿Qué pasa?
—He oído algo —Apenas puedo emitir un susurro con la garganta apretada y
el corazón acelerado—. Fuera.
—¿Te haría sentir mejor si me quedo al teléfono contigo mientras revisas las
puertas y ventanas? ¿Para asegurarme de que están bien cerradas?
Lo haría, y lo hace. Voy de una ventana a otra, asegurándome de que están
bien cerradas. Y mientras lo hago, le cuento a Christian lo sucedido. Le ahorro
algunos de los peores detalles porque aún no me atrevo a decir ciertas cosas en voz
alta. La vergüenza me calienta la cara al pensar en ello. ¿Cuánto empeorarían las
cosas si tuviera que hablar de ello?
—¿Te obligó a entrar en un callejón? —Es difícil entender lo que está
diciendo. Como si sus dientes estuvieran apretados tan fuerte que apenas puede
hablar. Como un ventrílocuo22, sólo que uno que no ha practicado—. ¿Te puso las
manos encima?
—No entiendo por qué no me deja en paz. Y él está... ¿cuál es la palabra que
estoy buscando? Se está intensificando. Esto es peor que cualquier cosa que haya
hecho antes. Se arriesgó mucho al venir a por mí en la calle.
—Quizás el hecho de que esté oscuro le dio más valor.
—Supongo que sí —Me asomo a la oscuridad, dispuesta a encontrar una
figura encapuchada que me observa. Sólo veo los contornos de lo que hay a la luz
del día—. ¿No es curioso cómo las mismas cosas que nos dan miedo en la oscuridad
son las que estamos acostumbrados a ver de día?
—¿Qué?
—Nada —Realmente va a pensar que he perdido la cabeza a menos que me
recomponga—. Mi mente está divagando. Tal vez porque no quiero pensar
demasiado en lo que pasó.
—Siento no poder estar ahí contigo ahora mismo. No tienes idea de lo mucho
que quiero abrazarte.
—Y me gustaría que pudieras estar aquí —Tanto, tanto. No sólo porque
tampoco quiero estar sola. No debería sentirme tan apegada a alguien que apenas
conozco, pero parece que mi corazón ha estado siguiendo una agenda propia cuando
no estaba prestando atención.
—¿Qué más pasó? ¿Te amenazó?
Ahora, desearía no habérselo dicho.

22
La ventriloquía es el arte de modificar la voz para imitar otras voces u otros sonidos.
—¿Sabes qué? Creo que no quiero hablar más de ello.
Deja escapar lo que parece un gruñido. ¿Está decepcionado? Por un segundo,
creo que podría estarlo. Como si quisiera que arrastrara mi dolor.
—No es sano guardarse estas cosas —me aconseja, y veo lo equivocada que
estaba hace un momento. Me va a llevar un tiempo desaprender todo lo que me
enseñó Taj. Estoy demasiado acostumbrada a estar con un hombre que me cubre
como un manto cada vez más pesado. Tirando de mí, arrastrándome. Taj me habría
rogado y engatusado para que me abriera.
Una vez que finalmente apareció. Esa advertencia es algo que no puedo
permitirme olvidar. Primero tendría que rogarle que aceptara mi llamada, y luego
ocuparme de las consecuencias una vez que se dignara a dedicarme su tiempo.
—Lo sé. Pero todavía está fresco y arrastrarlo todo no va a ayudar cuando
estoy aquí sola. Ni siquiera tengo a Kyla para hacerme compañía.
Es entonces cuando me doy cuenta.
—Kyla. Ya está bastante enfadada conmigo.
—¿Qué pasa con ella? —pregunta Christian con un toque de impaciencia en
su voz—. Ella es la última persona de cuyos sentimientos tienes que preocuparte
ahora mismo.
—Está molesta porque nunca le conté sobre mi acosador. Y tiene todo el
derecho a estarlo —Siento que tengo que añadir eso antes de que se moleste de
nuevo—. ¿No querrías saber todo sobre la persona con la que te vas a vivir? ¿Si su
seguridad estuviera en duda? ¿Y si ese maníaco aparece aquí y ella es la única que
está en casa?
—Entonces no la molestaría porque es a ti a quien persigue.
—Eso no es gracioso.
—No estaba haciendo una broma —Suspira—. Pero tienes razón. No debería
ser frívolo. Y ahora que lo pienso, puedo ver cómo estarías preocupada. Eres una
buena amiga por considerarla en un momento así. Tal vez mas de lo que ella merece.
—¿Qué te hace decir eso?
—Siempre voy a estar de tu lado —explica, y su voz es rica en calidez. Como
si hubiera imaginado la frialdad de hace un segundo—. Así que, perdóname si no
me tomo bien cuando los demás son injustos contigo. Y es injusto pensar sólo en
ella cuando eres tú la que tiene miedo de esa persona. Tú eres la que está en peligro,
pero ella sólo puede pensar en sí misma.
—No puedo echárselo en cara. Me molestaría si las cosas cambiaran. Ella
también está en peligro, no podemos olvidar eso.
—Porque dijiste que amenazó con matarla —Hago una especie de sonido
afirmativo, y él deja escapar un largo suspiro—. Por supuesto. Tienes razón. Hay
que tenerla en cuenta en todo esto.
Por fin ve la luz. Christian no me parece que sea lento en el aprendizaje —no,
su cerebro se mueve a la velocidad del rayo y siempre parece estar un paso o dos por
delante de mí—, así que es sorprendente que haya tardado tanto en ponerse al día.
—Me mataría si le pasara algo por mi culpa.
—Eres una buena persona.
Si fuera una buena persona, le habría hablado de mis preocupaciones de
seguridad antes de mudarnos. No me voy a molestar en compartir esa auto-
advertencia con él, ya que no me apetece volver a sacar a relucir toda la discusión.
—¿Has considerado mudarte? —se aventura—. De esa manera, ella estaría
libre de sospecha. Ya no estarían juntos.
Me dejo caer en el sofá y miro fijamente la pared que tengo enfrente. Una
pared a la que quizá no mire durante mucho tiempo. Ahora que ha dicho las palabras
en voz alta, la respuesta es obvia. No puedo creer que no se me haya ocurrido antes.
La única manera de garantizar la seguridad de Kyla -y tal vez de que volvamos a ser
amigos, de vuelta a antes de que estuviera resentida conmigo- es salir de aquí.
Sacarme de la ecuación.
—Tienes razón —decido, y siento la verdad de mis palabras calando en mis
huesos—. Debería mudarme. Supongo que podría vivir en el campus.
—¿Podrías? ¿En mitad del trimestre? No soy un experto en cómo funcionan
estas cosas, pero ¿no sería el tipo de cosas que tienen que esperar hasta el comienzo
del siguiente semestre?
Estoy segura de que tiene razón. Esto no es lo mismo que reservar una
habitación de hotel.
—Tengo una amiga con la que podría quedarme —Estoy segura de que a
Cynthia no le importaría tenerme, sobre todo teniendo en cuenta por qué me mudaría.
—No es que intente disuadirte, pero ¿no pondría eso a tu amiga en peligro
potencial si te ve viviendo con ella?
—No. Cynthia no. Ella sabe todo lo que hay que saber sobre esta persona, sea
quien sea. Está preparada para cualquier cosa que ocurra —Y si yo insinuara lo que
pasó antes, ella exigiría que volviera a casa. No tengo ninguna duda sobre eso.
Pero ya le he pedido mucho. Nos hemos mudado tantas veces gracias a mí y
a este monstruo obsesivo cuyo pene evidentemente disfruto siendo obligada a
chupar. No pienses en eso. No pudiste evitar la reacción de tu cuerpo. Me pregunto
cuántas veces tendré que repetirme eso antes de creerlo.
—Sabes, hay una solución simple para tu problema.
—¿Qué es eso?
—Podrías mudarte conmigo. Por el momento, por supuesto. No tendría que
ser un acuerdo permanente. Sólo hasta que encuentres un nuevo lugar para vivir.
Mientras tanto, estarás a salvo. Y también Kyla.
¿Mudarme con él? El corazón me da un vuelco, aunque no del todo gracias al
placer de saber que Christian dará ese paso por mí. ¿Qué hombre en su sano juicio
invitaría a una chica que apenas conoce a quedarse con él? ¿Especialmente a una
con el tipo de equipaje que traigo?
Barro los recuerdos del callejón en favor de otro recuerdo. Un recuerdo de
placer tan intenso que no estaba segura de permanecer de una pieza, con miedo a
desmoronarme por la fuerza. Sabe cómo tocarme. Sabe las cosas correctas para
gruñirme al oído mientras me lleva a alturas que no sabía que existían. Taj
ciertamente nunca me hizo sentir tan bien. Ni siquiera cerca.
Tendría que estar loca para ignorar eso ante su oferta. No me cabe duda de
que tenemos algo especial entre nosotros, como si el destino nos hubiera unido, pero
al fin y al cabo, los hombres siempre van a pensar de una manera determinada. ¿Y
si se toma mi acuerdo como una luz verde para ir tan lejos como quiera, cuando
quiera?
¿Sería tan malo?
—No sé —murmuro mientras me muerdo el labio—. Sólo acabaría
poniéndote en peligro. ¿Acaso querrías correr ese tipo de riesgo?
—¿Te parezco el tipo de persona que huye ante el riesgo? ¿O ya has olvidado
la forma en que te animé a volar por esa pista?
Buen punto. Tampoco tendría que ser permanente. Él lo dijo. Podría vivir con
él el resto del semestre, y luego hacer otros arreglos para el alojamiento en el campus.
¿No es así?
—¿Seguro que quieres que lo haga?
—Siân —Hay algo en la forma en que dice mi nombre que hace que suene
como música, la melodía rodando por mi cuerpo—. Nunca hago una oferta que no
tenga la intención de cumplir. ¿No sabes ya lo importante que eres? ¿Cómo mataría
a cualquiera que intentara hacerte daño? Estás a salvo conmigo. Siempre estarás a
salvo conmigo.
Lo dice en serio. Nunca he estado tan segura de nada. Esa certeza es la que
me hace decidirme.
—De acuerdo. Hagámoslo.
Ojalá supiera si mi corazón se acelera por la emoción o por la aprensión.
Christian
Puede oírlas pelear desde la acera, la voz de Kyla es la que más suena. Está
enfadada. Hoy Siân se muda conmigo, y por los gritos agudos, diría que Kyla no está
de acuerdo con este plan. Pero que se joda. Siân es mía y debe estar conmigo.
La puerta está abierta de par en par y una pila de cajas se alinean en el lado
izquierdo del chirriante porche. Sacudo la cabeza, ligeramente por el estado de la
casa. Por dentro, las chicas hicieron un trabajo decente para hacerla lo más habitable
posible, pero es evidente que alguien ha descuidado el exterior a lo largo de los años.
Me pregunto si han sido los propietarios los que no han cuidado la propiedad o la
falta de habilidades domésticas de Kyla y Siân. Nunca lo había notado, al menos no
desde este lado de la casa. Cuando me colé por la parte de atrás, era evidente que
nadie se preocupaba por la propiedad, pero las otras veces que estuve aquí, supongo
que pasé por alto lo destartalada que está. Esta es una razón más para sacarla de este
lugar. Cualquier mujer mía merece vivir en el regazo del lujo.
Subo las escaleras de dos en dos y me acerco a la puerta. Justo cuando estoy
a punto de llamar al marco para avisarles de mi llegada, Kyla, que está en la entrada
de la cocina, se gira en mi dirección. Deja escapar un resoplido, con una mueca
pegada al rostro mientras me mira de arriba abajo. Tiene las fosas nasales abiertas,
y no es ningún secreto que no le gusto. Me di cuenta de ese hecho divertido la noche
en que la policía estuvo aquí, y desde el momento en que la conocí, supe que la
odiaría a muerte. Pero fue el enterarme de su traición a Siân lo que puso el clavo en
el ataúd.
Todavía no sé qué hacer con esa información, así que me he guardado los
detalles, esperando el momento perfecto para hacer explotar esta mierda. Es mi arma
secreta, una carta guardada en la manga hasta el momento perfecto.
Kyla avanza unos centímetros y se detiene justo delante de la entrada.
—No va a ir contigo —dice y amplía su postura con los brazos cruzados sobre
el pecho.
Es divertido, y me obligo a bajar la risa que amenaza con salir de mis labios.
¿De verdad cree que puede impedir que me vaya de aquí con lo que es mío? Que lo
intente, y le romperé el puto cuello allí mismo. Si quiero entrar, entraré. Si quiero a
Siân conmigo, ella estará conmigo. Y ninguna perra de apenas ciento sesenta libras
me detendrá.
Siân asoma la cabeza por la esquina y su rostro se ilumina al verme. Algo
sucede en mi pecho como reacción a su respuesta al verme. Una calidez, una entidad
tan extraña, recorre mis venas y hace que mi corazón se acelere. ¿Qué me está
haciendo?
—En serio, Kyla. Déjalo entrar —grita Siân, y finalmente aparece, llevando
una pequeña caja.
Me alejo de Kyla y me apresuro a ayudar a Siân, quitándole la caja de las
manos.
—Deja que me encargue de eso por ti. ¿Quieres que cargue esto y lo que hay
en el porche en el camión de alquiler?
Siân sonríe y me pasa una mano por el bíceps.
—Sí, por favor. Tengo que bajar algunas cosas de mi habitación, pero la
mayoría de mis artículos de cocina y la ropa ya están en cajas y fuera.
Asiento con la cabeza.
—Te dije que no necesitábamos nada de eso. Podemos comprar todas las
cosas nuevas.
Deja escapar un suspiro mientras sus ojos se fijan en los míos.
—Lo sé, y te dije que no voy a dejar que me compres todas las cosas nuevas.
Avanzo un poco, la caja se interpone entre nosotros.
—¿Y qué te he dicho sobre cuestionar cómo gasto mi dinero?
Su pecho se agita, sus ojos brillan de agradecimiento.
—Que valgo cada centavo.
—Exactamente. Así que, ¿qué dices si dejamos toda esta mierda aquí y
empezamos de nuevo, sólo tú y yo?
Siân se calla un rato para contemplar mis palabras. La verdad es que no nos
quedaremos en esta mierda de ciudad. Los dos pertenecemos a Italia, así que me la
llevaré de vuelta a la primera oportunidad que tenga. Odio este puto país y he estado
aquí mucho más tiempo del que pretendía.
—¿Tienes que estar bromeando? —Kyla suelta detrás de mí, con su voz
cargada de vehemencia.
Siân asiente y se lame los labios secos.
—Está bien. Pero al menos quiero donar mis cosas.
—Lo que quieras —concedo.
—Siân, no puedes estar realmente cayendo en esto. ¿Estás tan imbécil que no
puedes ver que está jugando contigo? —Kyla me empuja, haciéndome retroceder un
poco para plantarse entre nosotros.
Siân pone los ojos en blanco y se aleja de su amiga. No debería sentirme así
de bien, viendo el declive de su amistad unilateral ante mis propios ojos, pero así es.
En un mundo perfecto, con un hombre al que realmente le importara, no le quitaría
esto, pero nada en la vida que llevamos es perfecto. A la gente buena le pasan cosas
malas, y la gente mala gobierna este puto planeta. En cierto modo, somos iguales:
Kyla, Taj y cualquier otra persona egocéntrica de este mundo. Tomamos y hacemos
daño sin pensar en las repercusiones o, en mi caso, sin que nos importen una mierda
los resultados.
Sin embargo, hay algunas diferencias. Son unos cobardes que le faltan al
respeto delante de sus narices. Todo lo que he hecho ha sido pensando en Siân,
incluso la vigilancia. Ella es lo único que importa, y aseguraré nuestro tiempo juntos
por cualquier medio necesario.
—Kyla, por favor. No estoy segura de cuál es tu problema. No hace mucho
tiempo estabas empujando a Christian por mi garganta en el bar. Y esta es mi
elección. Además, no va a ser para siempre, sólo hasta que podamos resolver todo
este lío del acoso. Y no te voy a joder con el alquiler. Seguiré pagando mi parte...
—Mentira. No trates de alimentarme con mentiras que no te crees. No me lo
creeré ni por un maldito minuto.
—Kyla, esta es la única manera de mantenerte a salvo.
—¿Así que ahora se trata de mí? Este hombre se ha metido en tu cabeza
porque esto no es propio de ti, Siân.
—O quizá no la conoces tan bien como crees. Desde luego, ella no te conoce
a ti —interrumpo, con un tono duro y frío.
—¿Qué diablos se supone que significa eso? —Kyla vuelve a girar en mi
dirección, sólo para enfrentarse a Siân de nuevo.
Siân suspira, y un profundo y agravado estruendo sale de su pequeño cuerpo.
—No lo entiendes, y está bien. Pero no es seguro que me quede aquí. Sé que
últimamente no estamos de acuerdo, y en parte es culpa mía por no haberte hablado
de mi acosador. Esta soy yo haciéndolo bien. No podría vivir conmigo misma si te
pasara algo.
—Vale, quieres que esté a salvo, y sí, me molestó que me ocultaras algo así.
Pero esto... —Kyla señala el suelo y se inclina para que Siân no tenga más remedio
que mirarla a los ojos—. Él —Hace un gesto por encima del hombro hacia mí—. No
es la respuesta. Apenas sabes nada de él.
—No sabes lo que sé de él.
—¿Cuál es su apellido?
Siân abre la boca y la vuelve a cerrar. De alguna manera, evito interferir. Sé
que, si lo hago, sólo demostraré el punto de vista de Kyla. Siân quiere estar conmigo,
y tendrá que hacérselo ver a Kyla ella sola.
—¿De dónde es?
Siân da un paso atrás.
—¿Qué hay de lo que hace para ganarse la vida? ¿Cómo se supone que va a
mantener esa vida fastuosa que te promete?
Siân sacude la cabeza y veo que se le quiebran los nervios. El interrogatorio
de Kyla está calando, incomodándola y sembrando una semilla de duda en su mente.
—¿Quiénes son sus padres?
Finalmente, dejo la caja sobre la desvencijada mesa de café y me acerco con
calma. Ninguna de las dos mira en mi dirección, y probablemente sea lo mejor.
Puedo sentir el calor que sale de mis poros mientras la ira se instala en mis entrañas.
Cuando estoy enfadado pasan cosas malas. Armon sería la prueba de ello.
—Deberíamos irnos —Alargo la mano para tocar a Siân, pero Kyla me la
aparta de un manotazo.
Se gira y me señala.
—No voy a dejar que vaya a ningún sitio contigo —argumenta.
El color rojo aparece en mi visión y, antes de darme cuenta, me dirijo hacia
ella con las manos cerradas en un puño. Siân salta en medio, impidiendo que le
retuerza el cuello a esta zorra con un suave toque en el pecho. Miro la palma de su
mano que me aprieta, y luego arrastro mi mirada hacia su rostro. La suavidad de sus
rasgos mientras me suplica en silencio que no reaccione me tranquiliza en cierto
modo.
Es extraño y tan poco familiar, pero lo concedo. Doy un paso atrás y me
abstengo de herir a su mejor amiga delante de ella. Pero mi palabra es mi vínculo, y
Kyla no tiene posibilidades conmigo. La próxima vez que se interponga en mi
camino, estará muerta.
—Espera fuera. Voy a buscar mi teléfono para llamar al centro de donaciones
y avisarles de que estamos de camino —me indica Siân, y yo asiento.
Enderezo los hombros y aparto mi frustración del fondo de mi mente. Dejar
que mi ira se apodere de mí en este momento no será un buen augurio para mí. Siân
ama a la gente de su vida. Es la única razón por la que se muda conmigo. Es todo en
nombre de proteger a alguien que está jugando con su corazón como si fuera un
juego de dardos. El valor de esta mujer para estar aquí, juzgando cualquier cosa que
Siân decida cuando ella es la que alberga secretos. Kyla es la persona a la que Siân
debería cuestionar, la persona a la que no conoce de verdad.
—Bien. Empezaré a cargar el camión.
—Gracias —susurra Siân, y luego se pone de puntillas para plantarme un beso
en los labios.
El bastardo que hay en mí se apodera de ella y le rodeo la cintura con los
brazos, manteniéndola en su sitio. Mientras continúo besándola, maniobro para
poder observar a Kyla por encima de los hombros de Siân. Me mira a los ojos, y la
felicito por intentar mantenerse firme y no apartar la mirada, pero al final mi mirada
la desconcierta. Kyla percibe la amenaza en mi mirada. Lo sé porque vacila y baja
la mirada hacia bajo mientras se frota torpemente la muñeca.
Finalmente, suelto a Siân y observo el balanceo de su regordete trasero al subir
las escaleras. Cuando la pierdo de vista, salgo al porche y cargo la pila de cajas en
la parte trasera del coche de alquiler. No tardo mucho en pasar por esa pila antes de
volver a entrar en la sala de estar. Y al pasar junto a Kyla, que aún no se ha movido
de su sitio en el centro de la sala, chupa los dientes en mi dirección. Mi mandíbula
hace un tic, pero por el bien de Siân, ignoro a la zorra.
—Sé lo que tramas —afirma.
Me río y continúo hacia la caja que he dejado sobre la mesa de café hace unos
segundos. El aire que me rodea cambia, y sé que es porque ella está justo detrás de
mí.
—Así que, ¿te excita el hecho de aprovecharte de chicas inocentes? ¿Alguien
débil que puedas controlar?
Me tomo mi tiempo para recoger la caja, y sigo eligiendo el silencio.
—Sé lo que estás haciendo.
Me río, me paso el pulgar por la nariz y la miro lentamente.
—¿Y qué es eso?
—No voy a dejar que hagas daño a mi amiga. No puedo poner mi dedo en la
llaga, pero no eres quien has estado diciendo ser, y voy a averiguar lo que estás
ocultando. Y cuando lo haga, iré a la policía.
—Como si realmente pudieras protegerla. Dime, Kyla, ¿qué es lo que
realmente te molesta? —pregunto y avanzo un poco, haciéndola tropezar hacia
atrás—. ¿Es realmente la seguridad de Siân lo que te preocupa? ¿O es que quieres
follarme?
—¿Qué? —Ella frunce el ceño—. Estás jodidamente loco.
—Ese es tu modo, ¿verdad? ¿O estaba imaginando cosas cuando vi la forma
en que miraste a Taj esa noche? La forma en que tu cara se iluminó cuando entró en
la habitación, y cómo se te rompió el corazón cuando fue directamente a Siân.
Kyla se aleja varios pasos de mí hasta que su espalda queda presionada contra
la pared. Atrapada sin poder ir a ningún sitio, Kyla me mira con la respiración
entrecortada. Puedo ver la opresión en su pecho mientras intenta encontrar palabras.
Podría revelar todo, llamar a su farol aquí y ahora, pero entonces estaría
delatando mi posición, y Siân sabrá que la he estado acechando todo el tiempo.
Acosar es una palabra tan fea. Yo no lo llamaría así en absoluto, especialmente
cuando todo lo que he estado haciendo es controlar lo que es mío.
—No sabes de qué estás hablando —Ella se aparta para salir de entre mí y la
pared.
La miro fijamente durante un segundo.
—¿Entonces por qué estás tan nerviosa?
Kyla me empuja y me pone las manos encima por segunda vez en el día. No
me lo pienso, y lo siguiente que sé es que la caja se me cae de las manos, y que algo
en su interior se rompe en cuanto entra en contacto con el sucio suelo de madera. En
un abrir y cerrar de ojos, le rodeo el cuello con la mano derecha y la estampo contra
la pared. Los párpados de Kyla se cierran cuando su cabeza golpea la dura superficie.
Quiere gritar, pero su voz queda atrapada bajo mi agarre.
—Cuidado. No quieres saber hasta dónde llegaré. Quédate en tu sitio, o la
próxima vez, arregla tu puta boca para amenazarme... —Aprieto aún más, mi
corazón se acelera al ver el miedo que se dibuja en su cara. Inclinándome, aprieto
mi boca contra su oreja—. Te arrancaré la lengua y te asfixiaré con ella.
Un escalofrío le recorre el cuerpo mientras intenta zafarse. Kyla me araña el
antebrazo, luchando por liberarse. Todo sucede en unos pocos segundos, y ahora
disfruto viendo cómo se le va el color de la cara a esta zorra. Le está bien empleado
y debería enseñarle a no poner nunca a prueba mis límites.
El sonido de los pasos de Siân bajando las escaleras me hace salir de mi
confusión inducida por la ira.
—¿Se ha caído algo? —pregunta Siân cuando llega al rellano, justo cuando
suelto a su amiga de un tirón.
—Ah, sí. Lo siento, se me fue la mano con la caja de la cocina —digo mientras
me agacho a recogerla—. Estoy bastante seguro de que algo se rompió.
Los hombros de Siân se desploman cuando se acerca a mí.
—No pasa nada. Con suerte, no se ha estropeado todo. Podemos comprobarlo
cuando lleguemos.
Siân mira a Kyla, que se esfuerza por recuperar el aliento con la mano en el
cuello. La chica me mira, e intuyo que quiere contarle a Siân lo que acaba de ocurrir,
pero cuando estrecho la mirada hacia ella, encoge los hombros y sé que ha decidido
ser una chica lista.
—¿Estás bien? —Pregunta Siân.
Kyla asiente.
—Sí. Sólo... tragué mal.
—Oh. Eso no es divertido —dice Siân—. Mira, sé que no estás de acuerdo,
pero estoy segura con Christian. Él nunca dejaría que me pasara nada, y en cuanto
lleguemos al fondo de las cosas, volveré a casa.
Kyla no responde.
—Te llamaré cuando me haya instalado —promete Siân y toma mi mano libre
cuando se la ofrezco.
Cuando nos damos la vuelta para irnos, Siân se detiene bruscamente, y cuando
miro hacia atrás para ver qué la retiene, me encuentro con Kyla agarrada a su brazo.
Kyla se esfuerza por no mirarme.
—Sólo ten cuidado, ¿de acuerdo? Y si necesitas algo, llámame a mí, o a Taj,
e iremos a buscarte.
Mis músculos se tensan al mencionar el nombre de Taj. Siân terminó las cosas
con él, tal como le dije. Kyla lo sabe porque es otra cosa que discutieron. Lo que me
hace gracia, teniendo en cuenta que Kyla se lo ha estado follando durante Dios sabe
cuánto tiempo. Uno pensaría que ella estaría contenta de tener al hijo de puta todo
para ella ahora.
Siân me suelta la mano y tira de Kyla para abrazarla. Las observo atentamente
mientras se abrazan, sus posturas contrastan entre sí. La de Siân es suave y
entrañable, mientras que la de Kyla está plagada de tensión y pánico.
—Estaré a salvo, lo prometo —Siân besa a su amiga en la mejilla y luego coge
la bolsa de libros y el bolso que están junto a la puerta.
Con una última mirada a su alrededor, Siân cierra la puerta, dejando a una
asustada Kyla sola con mi amenaza repitiéndose en su mente. Mientras me da la
espalda, saco del bolsillo la nota que hice antes de llegar y, mientras Siân se gira de
nuevo en mi dirección, finjo que saco el papel doblado del buzón pegado a la pared.
—¿Qué es esto? —Frunzo el ceño y despliego la página.
Siân frunce el ceño y me lo quita. Nos quedamos mirando la página mientras
ella la desenreda con dolorosa lentitud. Su respiración ya ha cambiado, y las
exhalaciones, que antes eran tranquilas, se han vuelto bruscas y enérgicas. Sabe de
quién es sin haber leído el mensaje.
Su rostro adquiere un tono blanco fantasmal y sus extremidades se debilitan,
pero evita caer. Nos miramos a los ojos, y la expresión de su rostro hace que casi me
arrepienta de mis acciones. Pero, como he dicho cientos de veces, todo forma parte
del plan.
Tercera etapa: mantenerla cerca.
—Es de él... el acosador —Sus palabras son apenas audibles. Dice las palabras
escritas en italiano, pero no necesito oírlas para saber lo que dicen.
Stavi così bene in ginocchio con il mio cazzo in bocca, non vedo l'ora che anche
la tua figa sia mia.23

23
Te veías tan bien de rodillas con mi polla en la boca, no puedo esperar a que tu coño sea mío
también.
Siân
—Guau —Estoy convencida de que he dicho esa palabra más veces en los
últimos veinte minutos que en toda mi vida. Otras palabras podrían describir mejor
la sorpresa de descubrir que Christian vive en uno de los apartamentos más bonitos
-si no el más impresionante- que he visto nunca. Un gran loft en la cima de un
rascacielos. En el momento en que abrió la puerta, me ofreció una vista
impresionante de la ciudad que se extendía por debajo y alrededor de nosotros.
—¿Estás impresionada?
Está tan ansioso por complacer. Es conmovedor e increíblemente dulce verlo
así. Claro, por fuera, es tan frío y tranquilo como siempre, el tipo de hombre que
impone atención y respeto en cuanto cruza un umbral.
Pero en el fondo, es una historia diferente. No me imagino que lo disfrutara si
supiera lo que está pasando por mi cabeza en este momento, pero me parece un poco
adorable que siga comprobando lo que pienso sobre este lugar de exposición. Si no
lo supiera, pensaría que lo eligió pensando en mí.
Tengo que dejar de pensar así. Permitirme incluso jugar con la idea de que me
haga parte de su vida es peligroso. Si no tengo cuidado, un pensamiento de este tipo
me llevará a otro, y luego a otro, hasta que caiga todo un conjunto de fichas de
dominó y me encapriche sin remedio.
Cometí ese error con Taj, y aunque Christian es un hombre totalmente
diferente, eso no significa que no pueda salir herido.
—¿Qué se siente al vivir tan por encima del mundo? —Me acerco a la ventana
y miro los edificios de abajo. Es un poco extraño, y tengo que alejarme del cristal
después de haber mirado hacia abajo durante unos segundos—. Me marea un poco.
No creía que tuviera problemas con las alturas hasta ahora.
Christian se ríe, deslizándose detrás de mí. No debería permitirle esta fácil
familiaridad. ¿No sería mejor que al menos pusiera algunos límites? No quiero
animarle a creer que mi estancia aquí le da rienda suelta para hacer lo que quiera
conmigo.
Quiero hacer lo correcto. No puedo cometer los mismos errores que cometí
con Taj.
Pero no puedo negar lo reconfortante que es tenerlo tan cerca. Lo bien que se
siente. Como dos piezas de puzzle que encajan.
—No te preocupes —Su aliento me revuelve el vello de la nuca, haciendo que
un delicioso escalofrío me recorra la columna vertebral—. Siempre estaré aquí para
que te apoyes. No te dejaré caer.
—Gracias por eso —Me río suavemente mientras me alejo de él, dirigiéndome
a la enorme cocina—. Por favor, dime que usas esto para algo más que para guardar
platos y cubiertos.
Se frota la nuca, con una sonrisa de pesar.
—Las artes culinarias nunca han sido mi especialidad —Una bonita forma de
decir que no cocina.
Paso la mano por la encimera de mármol, admirando los aparatos brillantes.
—Parece un desperdicio.
—Tienes razón —Parece muy serio cuando se une a mí en el mostrador que
corona la amplia isla—. Es una pena que algo hermoso no se utilice. Pero también
es trágico que esa cosa hermosa sea maltratada —Algo en su voz me hace pensar
que está hablando de algo más que de los aparatos de cocina, pero una rápida mirada
en su dirección revela un rostro inexpresivo. A veces no puedo leerle, por mucho
que quiera.
—Vamos —Sus ojos se iluminan antes de tomarme de la mano—. Deja que
te enseñe el resto de la casa —Le sigo hasta el cuarto de baño, con los ojos
desorbitados al ver la enorme ducha.
—Puedes diseñar cualquier tipo de experiencia que quieras —explica,
mostrándome los controles—. Hay seis chorros, más el accesorio de arriba. Hay que
tener cuidado. Si pones los chorros a máxima potencia, es muy parecido a recibir un
chorro de arena.
—Parece que hablas por experiencia.
—Digamos que nunca me he sentido más limpio —Me guiña un ojo,
haciéndome reír, y no puedo evitar pensar que ha sido una idea excelente. La vida
se había vuelto demasiado tensa con Kyla, de todos modos. No es divertido volver a
casa cuando sabes que la otra persona que vive allí está resentida contigo. Sentir que
tienes que ir de puntillas por miedo a molestar a alguien.
Creo que podría ser feliz aquí, o al menos estar segura por un tiempo.
Te veías tan bien de rodillas con mi polla en la boca.
Christian nota cómo me estremezco cuando esas feas palabras pasan por mi
conciencia. Claro que sí. Siempre parece captar el más mínimo cambio en mí.
—¿Qué pasa? ¿No estas feliz? ¿Quieres que haga algo?
—No, no soy infeliz. Sólo, ya sabes... —Sacudo mis manos, haciendo una
mueca—. Es un poco raro.
—¿Por la nota?
—Y todo lo que conlleva, sí.
Elimina el espacio que nos separa, poniéndose de pie frente a mí antes de pasar
una mano por mi pelo.
—Recuerda lo que te dije. Mataría a cualquiera que intentara hacerte daño.
Nunca has estado tan segura en tu vida como en este momento, aquí conmigo. Hay
una razón por la que elegí este como mi hogar. Es un lugar seguro, bien cuidado y
protegido. Y ahora que estás aquí, sé por qué lo elegí. De alguna manera, sabía que
entrarías en mi vida. Sabía que necesitarías un lugar donde pudieras sentirte
protegido y segura.
Todo parece demasiado bueno para ser verdad, pero quiero desesperadamente
que lo sea. Quiero creerle.
—Tal vez estoy un poco hastiada —sugiero—. Cada vez que me he sentido
segura, él ha demostrado lo contrario.
—Eso fue antes que yo, ¿recuerdas? —Me da un suave beso en los labios y,
por un momento, me dejo llevar por él. Es tan fuerte, tan seguro de sí mismo. Me
gustaría tener sólo una fracción de esa confianza.
La siguiente parada es el dormitorio. No puedo evitar sentirme nerviosa
cuando veo la gran cama con un número casi obsceno de almohadas y lo que parece
ser ropa de cama de seda suave y cara.
—Tengo que ser sincera —admito con una leve risita—. No creía que los
hombres vivieran así. Quiero decir, cuando viven solos. Sin el toque de una mujer o
como quieras decirlo.
—¿La verdad? —Me abraza por detrás, riéndose contra mi oído—. Tuve algo
de ayuda con la decoración. De alguien con mucho mejor ojo que el mío.
¿Una ex-novia? Me pongo rígida al pensar en otra mujer decorando este
apartamento. No sé por qué. Se le permite tener un pasado. Mi pasado ni siquiera es
muy lejano, ¿verdad? Pero la idea de que otra persona haya puesto su toque en el
lugar antes de que yo entrara en escena me deja un sabor agrio en la boca, no
obstante. Nunca me consideré del tipo celosa, pero quizás no me conozco tan bien
como creía.
Antes de que pueda adentrarme demasiado en la madriguera de la
desesperación, añade:
—Se ha ganado sus honorarios con creces. La recomendaría a cualquiera.
Así que pagó a alguien para que le ayudara. Me gustaría no sentirme tan
aliviada por eso, pero no puedo fingir que no me siento más ligero y más cómoda
ahora.
—Realmente es un apartamento increíble. Si no lo supiera, pensaría que me
he despertado en un cuento de hadas.
Me hace girar en sus brazos hasta que quedamos frente a frente, y luego me
abraza con más fuerza hasta que nuestros cuerpos quedan al ras. Mi corazón se
estremece ante la cercanía.
—Permítete disfrutar de esto. Permítete sentirte cómoda con la idea de estar
segura y cuidada. Porque eso es lo que eres ahora. Estás a salvo. Voy a protegerte.
¿Puede ser tan fácil? ¿Así de sencillo? Bueno, ¿por qué no? Tal vez ya he
pasado por suficiente. Tal vez el destino decidió dejarme por una vez, permitirme
ser feliz. ¿Sería eso tan impensable? ¿No me merezco esto después de tantos años
de mirar por encima del hombro, de dudar siempre, de preguntarme si alguien estaba
esperando en las sombras?
—Esto es muy nuevo para mí —admito, dejando que mis manos se apoyen en
su impresionante pecho—. Siento si parezco desagradecida. Créeme, nada más lejos
de la realidad.
—Lo entiendo. No tienes que explicarlo —Sus labios rozan la punta de mi
nariz, y cuando se retira, está sonriendo—. Todo lo que pido es que te des una
oportunidad. Permítete aceptar las cosas buenas que llegan a tu vida. Confía en mí,
me aseguraré de que no te arrepientas.
Confía en él. Es fácil decirlo, ¿no? Y tal vez pueda confiar en él, total y
completamente. Nunca me ha dado ninguna razón para no hacerlo. No como Taj,
cuyas banderas rojas intenté ignorar durante tanto tiempo. Su comportamiento
caliente y frío, la forma en que me hacía esperar sin parar, y luego aparecía con un
millón de disculpas. Hice la vista gorda durante mucho tiempo.
Christian no es nada de eso. Nunca me ha decepcionado. Y ahora, me está
dando la bienvenida a su santuario interior. Sólo eso debería ser prueba de su
seriedad, de sus buenas intenciones.
Aunque... Mi atención se desvía hacia la cama, la única en el apartamento.
—¿Cómo vamos a hacer esto? Quiero decir, ¿de qué lado duermes?
Sus ojos se entrecierran una fracción de segundo antes de ensancharse, la
comprensión aparece en su bello rostro.
—No, no, no será así. Tú te quedarás en la cama. Yo dormiré en el sofá.
—¡No! Esta es tu casa. Si alguien debe tomar el sofá, debería ser yo.
—¿Y qué clase de hombre sería si te hiciera dormir ahí fuera en el salón? —
Su pecho se hincha como si hubiera ofendido su masculinidad.
Inclino la cabeza hacia un lado, frunciendo las cejas.
—Un hombre que paga mucho dinero por este apartamento, merece dormir en
su propia cama.
—Dormirás en esta cama —Hace un gesto con el pulgar hacia la puerta y la
sala de estar más allá—. Yo dormiré ahí fuera. Fin de la discusión.
No parece que haya mucho que pueda decir ante su certeza, así que lo mejor
que puedo hacer es darle las gracias. No parece que esas dos palabras sean
suficientes, y sé que tengo que encontrar otras formas de mostrar mi gratitud. Tal
vez nos prepare una buena cena o me ofrezca a hacer las tareas domésticas para
ganarme la vida. Cualquier cosa, con tal de que no parezca que me estoy
aprovechando.
—Ya ha sido un largo día —Rueda la cabeza y estira los brazos. No es fácil
ignorar cómo los músculos se amontonan y flexionan bajo su piel—. ¿Por qué no te
acomodas y te bañas? Hay muchas toallas limpias en el baño. ¿Sabes dónde están
tus artículos de aseo y demás?
Yo sí, ya que los empaqué por separado para tenerlos a mano antes de saber
que donaría gran parte del resto de mis cosas.
No pasa mucho tiempo antes de que me dé cuenta de que tenía razón sobre la
ducha. Tras experimentar un poco, encuentro una deliciosa combinación de ajustes
en la que los chorros de las paredes no me golpean con algo que parece salir de una
manguera. Una vez que puedo acomodarme y disfrutar de la configuración, el agua
caliente masajea mis músculos doloridos -tenía razón, ha sido un largo día de subir
y bajar cajas por las escaleras- y en poco tiempo me envuelve un vapor aromático
gracias a mi lavado corporal y mi champú. Es un lujo, como estar en un spa. Apenas
puedo creer que haya acabado en este lugar increíble con este hombre increíble.
Un hombre increíble que podría estar en peligro, gracias a mí.
Parece que ni siquiera la ducha es suficiente para lavar mi ansiedad. Ahora, es
Christian quien me preocupa en lugar de Kyla. Todavía no sé por qué se enfadó tanto
conmigo por irme. Me imagino que se alegraría de verme partir, de saber que ya no
hay una diana pintada en su espalda. Pero ahí estaba, discutiendo, peleando conmigo.
Ella verá que esto fue lo mejor. Estoy segura de que lo hará. Pero eso aún me deja
preocupada por Christian. No importa lo que diga, no sabe con quién estamos
tratando. No es él quien ha tenido que huir de este psicópata todos estos años.
Y no tiene idea de hasta dónde llegará este tipo. Él no estaba allí en ese
callejón. No sabe lo depravada que es esta persona. Lo vil que es.
Sí, es cierto. Tal vez si te lo dices a ti mismo, acabarás creyéndolo. Incluso
ahora, había una agitación en mi núcleo ante la idea de estar de rodillas y a su
merced...
Sólo puedo esperar que Christian cumpla su promesa de mantenerme a salvo.
De lo contrario, corro el riesgo de que me vuelvan a hacer daño.
Y de que me vuelva a gustar, también.

—¡No!
Mis ojos se abren de golpe y, por una fracción de segundo, no sé dónde estoy.
El corazón me late en los oídos, con tanta fuerza que me hace sentir mal. Estoy
desorientada, sudando, temblando.
Estaba de vuelta en ese callejón. Incluso podía oler la orina, la basura que se
pudría en las sombras. Podía sentir el suelo bajo mis rodillas y los muslos de mi
atacante bajo mis manos mientras me forzaba, mientras me hacía...
Al girar sobre mi espalda, me llevo una sorpresa aún mayor. Un hombre está
de pie a los pies de la cama, observándome. Tal vez sea porque todavía estoy medio
dormida, atrapada en esa pesadilla, pero me arrimo lo más posible al cabecero de la
cama, abrazando la superficie acolchada.
Da un paso adelante y un rayo de luz de luna ilumina su rostro familiar.
—Sólo soy yo.
Sí. Estoy con Christian. Esta es la cama de Christian, la habitación de
Christian, el apartamento de Christian. Estoy a kilómetros y kilómetros de ese
callejón, en un lugar seguro y cómodo. No tengo nada que temer.
Sin embargo, cuando el latido de mis oídos se convierte en un rugido sordo, y
puedo oírme a mí mismo pensar de nuevo, una pregunta exige ser expresada.
—¿Por qué estabas ahí de pie? Me has asustado.
—Lo siento mucho —murmura, su expresión cambia a una de
arrepentimiento—. Eso no es lo que pretendía. Me llamaste cuando estabas soñando.
—¿Lo hice? —Me toco una mano a un lado de la cabeza, con la mente todavía
un poco nublada. La masa de pelo enredado me dice que también debo haber estado
dando vueltas en la cama. Ahora parece que es la última vez que debería
preocuparme por mi aspecto, pero no puedo evitar querer alisarlo. ¿Qué chica quiere
que un hombre la vea con un aspecto sacado de una película de terror?
Especialmente un hombre con el aspecto que tiene: su magnífico físico se
exhibe gracias al hecho de que duerme llevando sólo un par de calzoncillos. Su
cuerpo es extraordinario, cincelado, y prácticamente me pide que recorra con mis
dedos los ondulados abdominales y el corte en V de sus músculos mientras bajan,
bajan, por debajo de su cintura.
Incluso ahora, todavía presa del terror, no puedo ignorar la intensidad de
nuestra química.
—Estoy bien —murmuro, aflojando por fin un poco y dejando de aferrarme
al cabecero. Me obligo a adoptar una posición más neutral y trato de ofrecer una
sonrisa tranquilizadora—. De verdad. Gracias por venir a ver cómo estoy.
En lugar de dejarme sola, lo que medio espero que haga, se sienta en la esquina
de la cama cerca de mis pies, dándome mi espacio en lugar de invadirlo. Una cosa
más que apreciar de él.
—Dentro de poco, no tendrás ningún motivo para estas pesadillas. Una vez
que te acostumbres a sentirte segura y cuidada, no habrá ninguna razón para ellas.
—Espero que tengas razón
—Sé que la tengo —Sus ojos se encuentran con los míos en la casi oscuridad.
No deberían brillar como lo hacen, prácticamente ardiendo mientras sostienen los
míos. Apenas puedo respirar. Es tan abrumador. Pero no en el mal sentido. No me
siento amenazada.
En cambio, me siento... casi apreciada. Es una palabra graciosa, una que no
me siento exactamente cómoda usando. Supongo que es porque nunca me he sentido
apreciada antes, no de esta manera. Ciertamente no por Taj, que es el único hombre
con el que puedo compararlo.
Le llamé por su nombre y vino corriendo. Puede que estuviera profundamente
dormido, pero no perdió el tiempo en comprobar cómo estaba.
Va a la cocina y vuelve con un vaso de agua.
—Aquí tienes. Por si lo necesitas —Lo deja en la mesita de noche, dudando,
y me pregunto si es tan reacio a dejarme como yo a permitirle hacerlo.
—¿Te quedarías conmigo? ¿Sólo un rato? —Ya estoy otra vez, siendo
necesitada, pero a él no parece importarle. De hecho, no pierde tiempo en retirar las
mantas. Me muevo y me pongo de lado para darle la espalda cuando se acomoda. El
brazo que me rodea es mágico y alivia el poco miedo que me queda.
Y ahora soy intensamente consciente de su cercanía. De tener su cuerpo tan
cerca del mío, con sólo mi delgado camisón y mis pantalones cortos entre nosotros.
Una cosa sería si no tuviera el recuerdo de sus caricias en mi mente, mis nervios
hormigueando ante la posibilidad de volver a sentir ese tipo de placer. Una cosa sería
si no tuviera más que fantasías sobre cómo sería tener sus manos sobre mí. Si sólo
pudiera imaginar si él sabe cómo hacer que mi cuerpo se vuelva frenético.
Ahora lo sé. Podría ser un anhelo subconsciente de cercanía, de intimidad, de
algo en lo que perderme, pero la razón que hay detrás de un lento despliegue de
conciencia en lo más profundo de mi ser no importa. El resultado es el mismo, de
cualquier manera. Lo quiero. Quiero que me lleve lejos. Que me haga olvidar todo
por un rato y me hunda en un placer profundo y delicioso.
Mi cuerpo toma el control por mí, mi culo se menea un poco contra él de una
forma que sé que está destinada a despertar lo que hay bajo esos calzoncillos. Lo
sentí contra mí en el coche. Lo duro que estaba. Lo grande que es.
Deja escapar un sonido estrangulado de asfixia.
—¿Qué estás haciendo?
—¿Qué crees que estoy haciendo? —Susurro, con el corazón en la garganta y
el culo contra su polla.
—No tienes que hacer eso —Su mano está en mi muslo, sin embargo, su toque
no es sexual. No puedo evitar sentirme un poco decepcionada. Esta no es la forma
en que se supone que debe reaccionar.
—Pero quiero hacerlo —Es fácil decirlo cuando estoy de espaldas a él, cuando
no puede ver la creciente vergüenza escrita en mi cara. ¿Fue esto un completo error?
No quiero pensar que lo haya sido, pero me está haciendo dudar.
En lugar de subir su mano por mi muslo, me acaricia la pierna antes de volver
a rodearme con su brazo.
—Algún día, pronto, lo haremos. Pero ahora no.
—¿Por qué no? —Odio la decepción en mi voz, pero no puedo evitarlo.
—Porque aún no estás preparada —Cuando respiro, preparada para preguntar
qué significa eso exactamente, hace un sonido de silencio como si estuviera callando
a un niño—. Nunca me aprovecharía de ti, preciosa. Y eso es lo que haría ahora si
cediera a lo que ambos queremos. Sin embargo, nuestro tiempo está llegando. No te
equivoques —Presiona un beso contra mi oreja, mi mandíbula, el lado de mi
cuello—. Por ahora, duerme. Necesitas descansar más que nada.
Normalmente, le preguntaría exactamente quién se cree que es, diciéndome lo
que necesito. Pero tiene razón, por desgracia. Ya estoy luchando para mantener mis
ojos abiertos como es.
Antes de que pueda darle las gracias por ser tan comprensivo y considerado,
vuelvo a quedarme dormida. Esta vez, no hay pesadillas. No hay nada. Sólo un sueño
profundo y sólido.
Y cuando me despierto con la luz del sol entrando por la ventana, soy la única
en la cama.
Christian
Esto es lo más nervioso que he estado en mi vida. De hecho, no recuerdo
ningún momento en el que algo me haya puesto nervioso. No me pongo nervioso
fácilmente, y las cosas que hacen que la mayoría de la gente se retuerza no me hacen
nada. Es decir, cómo podría hacerlo si literalmente no sientes nada, sólo dolor,
oscuridad y destrucción.
Sin embargo, aquí estoy, con mis entrañas dando vueltas mientras conduzco
el viejo Chevy de Siân por la autopista. Esta noche me ha presentado a la mujer que
llama su cuidadora y ha insistido en que llevemos su coche y no el mío. Algo así
como que era demasiado llamativo y que quería que le gustara a la mujer.
Sinceramente, no me importa. Pronto me la llevaré de aquí, así que conocer a esta
mujer, sea quien sea, no me importa. Pero hasta que llegue ese momento, seguiré el
plan de Siân.
—Relájate —dice desde el asiento del copiloto. Siân me coge la mano y me
da un apretón tranquilizador.
Miro entre ella y la carretera.
—Estoy relajado.
Siân se ríe, aunque el gesto es tan sutil que apenas lo noto.
—Díselo a mi cara.
Mojando mis labios secos, sonrío.
—¿Por qué no me ayudas a calmarme, entonces? —Vuelvo a mirar en su
dirección y veo el rubor que recorre sus facciones.
—Christian —chilla.
—¿Qué? Tú eres la que se preocupa por mis nervios. Es justo que ayudes a
calmarlos.
Me mira fijamente como si esperara a ver si hablo en serio o no. Cuando no
digo nada más, pone los ojos en blanco y sacude la cabeza.
—No te voy a dar una mamada mientras vamos a setenta millas por hora por
la autopista —suelta finalmente.
—Y yo que pensaba que habíamos acordado correr riesgos —desafío.
Se queda callada un segundo y, cuando vuelvo a mirarla, me doy cuenta de
que traga con dificultad. Una sonrisa amenaza con formarse en mi cara porque sé
que lo está contemplando. Durante las dos últimas semanas, he aprovechado todas
las oportunidades para animarla a salir de su caparazón. Y ha funcionado, casi
siempre. Hacíamos pequeñas cosas aquí y allá, pequeñas apuestas en el loft, pero
nada como lo que estoy sugiriendo. He sido a propósito el perfecto caballero,
durmiendo en el sofá todas las noches excepto la primera.
Todavía está un poco conmocionada por la mamada en el callejón y la última
nota que le dejé, así que he estado dándole ritmo a las cosas. Conseguir que confíe
en mí y asegurarme de que está cómoda es imprescindible. Así que nunca la presiono
demasiado y, a menudo, cedo un poco para que las cosas sean justas.
Por ejemplo, he aceptado sentarme en una mesa de comedor como una gran
familia feliz esta noche. Ahora no me malinterpretes, las cenas eran algo importante
mientras crecía. Excepto en la casa de los Russo, no había nada familiar en ellas.
Siempre eran un medio de un fin para mi padre, una transacción para cualquier
negocio que se avecinaba. No puedo recordar la última vez que simplemente
comimos y disfrutamos de la compañía del otro. Pero estas dos últimas semanas con
Siân han sido precisamente así.
Todas las noches cocina y pone los cubiertos en la gran mesa de comedor que
no he utilizado desde que Jennifer amuebló la casa. La mayoría de mis comidas son
sobre la marcha, pero con Siân cerca, incluso he ganado algunos kilos. Ha sido un
buen cambio, pero conocer a su proverbial cuidadora no es algo que tenga en mente.
—Estoy jugando contigo —admito, aunque nada me gustaría más que sentir
sus manos sobre mí. Pero no importa, porque pronto será completamente mía.
Cruzamos el límite del condado hacia un pequeño pueblo a una hora de la
ciudad. Es una gran diferencia con respecto a donde nos hemos alojado. Todas las
casas están espaciadas, algunas con propiedades lo suficientemente grandes como
para albergar animales. Está oscuro, así que no puedo ver realmente lo que me rodea,
pero cuando los faros de nuestros coches brillan en los diferentes patios, me hago
una idea del tipo de lugar al que me lleva. Es rural, pintoresco, e imagino que todo
el mundo se conoce.
—¿Por qué...? —Hago una pausa, tratando de recordar el nombre de la
cuidadora.
—Cynthia —termina por mí.
—Sí. ¿Por qué Cynthia vive aquí y no en la ciudad?
Siân suspira y se acomoda en su asiento con la mirada fija en la carretera.
—En la señal de stop, gira a la izquierda.
Asiento con la cabeza y sigo sus instrucciones.
—En realidad, solíamos vivir juntas aquí. Nos mudamos mucho cuando era
más joven, pero siempre hemos sido sólo Cynthia y yo.
—¿No tiene hijos propios? —Ya sé la respuesta porque sé todo lo que hay que
saber sobre la vida de Siân. Puede que haya tardado en encontrarla, pero cuando lo
hice, aprendí todo lo que pude.
Siân sacude la cabeza y deja caer la barbilla sobre el pecho, mientras juguetea
con sus dedos.
—No —Toma aire—. Sólo ella y yo desde que tenía diez años.
—¿Y tus padres? —Pregunto en voz baja.
Siân vuelve a tragar saliva, y esta vez, cuando me mira fijamente, la tristeza
está escrita en las líneas de su frente.
—Cynthia es mi madre. Bueno, lo más cerca que voy a estar de uno.
—¿Qué ha pasado?
Puedo ver el nivel de malestar que recorre su cuerpo, pero se lo pregunto de
todos modos. Conseguir que hable de lo sucedido significa que puede curarse de
ello, y si puede curarse, nadie podrá usarlo en su contra, ni siquiera yo.
—Murieron. Los mataron cuando yo tenía diez años. Tres cuadras más y
estará al final del círculo.
—Lamento escuchar eso. ¿Saben quién lo hizo?
Ella sacude la cabeza.
—Sucedió en Italia —Hace una pausa y me mira—. Sí, un hecho divertido —
bromea con delicadeza—. De ahí que las cartas se dejaran en italiano. Estoy segura
de que quien me ha estado acechando todos estos años conocía a mi familia. No
recuerdo nada, pero por lo que me ha contado Cynthia, mi padre conocía al hombre
que lo mató. También me habría matado a mí si ella no me hubiera sacado de allí.
Después de matarlo, incendiaron mi casa.
—¿Cómo que no recuerdas nada?
—Estaba en la cama cuando ocurrió. Cynthia me despertó y nos escabullimos
por un pasillo oculto en mi habitación. Aparentemente, mi querido papá estaba
metido en algo malo. Nunca lo habría adivinado porque había sido muy bueno en
ocultármelo. Todo lo que sabía era que yo era una chica que amaba a su padre, y él
me amaba a mí.
—¿Y tu madre?
Llegamos al final de la calle sin salida y frunzo el ceño. Con la mirada perdida,
confusa y conflictiva, me detengo y me vuelvo hacia Siân. Antes de que pueda
preguntarle nada, me señala hacia delante. Tardo un segundo en reconocer el camino
de entrada y el buzón, pero todo lo que hay detrás es una hendidura entre hileras de
árboles.
—Sigue recto.
Aprieto el acelerador y el coche se balancea sobre el pago irregular.
—Mi madre estaba allí, pero no estábamos cerca. Nunca me habló ni jugó
conmigo. Pero yo tenía a Cynthia. Ella ha estado en mi vida desde el día en que nací
y, en cierto modo, ocupó el lugar de mi madre ausente.
—Umm —murmuro.
—De todos modos, Cynthia me trajo a Estados Unidos a escondidas, y desde
entonces vivimos aquí. He ido a diferentes lugares y ciudades a lo largo de los años,
pero esta vez nos instalamos aquí.
—¿Por qué aquí? —Continúo siguiendo el camino durante lo que me parece
una eternidad. Debe de tener un kilómetro y medio de longitud como mínimo, y justo
cuando estoy a punto de preguntar cuánto falta, aparece una casa de tamaño medio.
—Había pasado bastante tiempo. El acosador parecía haber desaparecido, y
por fin sentí que podía empezar una vida. Me costó convencerme, pero como ahora
tengo veinticinco años y estoy haciendo una maestría, me comprometí con Cynthia
a irme a vivir en la ciudad. El viaje de ida y vuelta a la escuela todos los días era
agotador, así que tenía sentido. Después de un tiempo, aceptó siempre y cuando
tuviera una compañera de piso y viniera a casa dos veces al mes para cenar en
familia.
Acerco el coche al todoterreno negro, apago el motor y miro la casa por la
ventanilla. Todas las luces que puedo ver están encendidas y, un segundo después,
la puerta de entrada se abre de golpe. Un momento después, la parte superior de la
cabeza de una mujer asoma por encima de la hilera de arbustos que bordea el porche.
Esto es más de lo que esperaría de una persona que huye, a diferencia de donde Siân
vivía con Kyla. Está fuera del camino, y a menos que sepas que está aquí, te lo
perderías. La espesa vegetación a lo largo de la fachada proporciona no sólo el
atractivo de la acera, sino una mayor privacidad.
Cynthia llega al último escalón, con una sonrisa pegada a su envejecido rostro.
Nos saluda con la mano y me doy cuenta de que tiene el mismo aspecto que yo
recordaba. Yo sólo tenía catorce años, pero esta mujer no ha cambiado nada. Está
más vieja, obviamente, con vetas grises que fluyen por su larga melena, pero sigue
siendo igual de guapa que hace tantos años.
—Ustedes se parecen —murmuro.
—Sí. Es una especie de locura, realmente. Supongo que lo que dicen sobre
empezar a parecerse a la persona con la que pasas el día es cierto. La gente siempre
asume que es mi madre —Siân se queda mirando a Cynthia durante un segundo y,
sin volverse hacia mí, añade—: Sabes, nunca le he contado nada de eso a nadie. Ni
siquiera a Kyla.
Alcanzo su mano y la llevo a mi boca.
—Gracias por confiar en mí con tu historia.
Me dedica una suave sonrisa de labios apretados.
—Vamos, entremos. Me muero de hambre.
La suelto y salimos del coche al mismo tiempo.
—Lo has conseguido —afirma Cynthia.
Siân sube corriendo las escaleras para encontrarse con ella, envolviéndola en
un fuerte abrazo.
—Lo hicimos. Te he echado de menos.
La mujer planta un beso en la mejilla de Siân mientras la aprieta con fuerza.
—Yo también te he echado de menos —Cynthia toma las manos de Siân y se
aleja para observarla—. Deja que te vea —dice.
Siân gira y las dos se ríen. Su vínculo es sano, algo que nunca había
experimentado antes, y una parte de mí agradece que Siân haya tenido eso al crecer.
El único mundo que conozco es el del caos, pero ver que ella ha vivido de forma
diferente me reconforta. Y casi me hace reconsiderar mis planes, casi.
—¿A quién tenemos aquí? —pregunta Cynthia y estira el cuello para verme.
Está oscuro en todas partes menos en el porche, así que hasta que no salgo al porche
no ve mi aspecto. Tan pronto como sus ojos se posan en mí, su cara se vuelve pálida
y se le corta la respiración. Cynthia se tambalea hacia atrás, pero Siân la sujeta por
la cintura y la mantiene quieta.
—Cynthia, éste es Christian, mi nuevo novio —Siân me sonríe con un brazo
extendido hacia mí.
Me obligo a sonreír, manteniendo la mirada fija en Cynthia. Después de todo,
se acuerda de mí. Los ojos muy abiertos y la tez ahora fantasmal la delatan. Le tiendo
la mano y la acepta.
—Encantado de conocernos por fin. He oído muchas cosas buenas —añado,
agarrando su mano con fuerza, desafiándola en silencio a que diga algo.
Es inteligente, y en lugar de gritar a todo pulmón, aspira y hace la mejor puta
actuación que he visto en mi vida.
—Chico, eres guapo. Buen trabajo, Siân —Cynthia golpea a Siân—. Entra
antes de que se enfríe la comida —Gira sobre sus talones y entra en su casa.
Aunque está de espaldas a nosotros, puedo ver la tensión y los nervios que
afloran. Cynthia mira torpemente a su alrededor, pero Siân no parece darse cuenta
del cambio en el comportamiento de su cuidadora. La observo atentamente porque
lo último que necesito es que me descubra y arruine todo lo que he estado haciendo
con Siân. Durante todo este tiempo, me he abstenido de interrogarla sobre su vida
hasta ahora. En primer lugar, ya lo sé todo, y en segundo lugar, tenía que sentirse lo
suficientemente cómoda como para compartirlo por sí misma.
—Tienes una casa preciosa —digo, a pesar de que la decoración me importa
un bledo.
—Gracias —dice ella.
Entramos en el comedor y Siân ocupa su lugar en la pequeña mesa y me señala
el asiento de al lado. Me acomodo a su lado, acercándome y frotando el brazo de
Siân para guardar las apariencias. Cynthia desaparece en la cocina y vuelve un poco
más tarde con un gran bol de espaguetis en una mano y una ensalada en la otra. Los
pone en el centro de la mesa y vuelve a la cocina a por una cesta de palitos de pan y
una botella de vino bien fría.
—Dame, permíteme —Me pongo en pie de un salto, cogiendo el corcho de
entre sus dedos y cogiendo el vino.
Cynthia se deja caer en su asiento y su mirada se dirige a Siân, cuya atención
se centra en mí.
Una vez que saco el corcho, sirvo vino en una copa para cada uno.
—Gracias —dice Cynthia casi en un susurro y se baja la bebida antes de que
pueda volver a mi asiento—. Vamos a comer, ¿de acuerdo?
Siân no pierde tiempo en llenar nuestros platos con comida, y debo admitir
que todo tiene una pinta estupenda. Hacía demasiado tiempo que no comía auténtica
comida italiana. Todos los sitios de mala muerte de aquí no son más que imitaciones.
—¿Haces la salsa desde cero? —pregunto y uso mi cuchara para revolver una
porción de pasta en mi tenedor.
—Los fideos, también.
—Perfecto —es todo lo que suelto antes de llenarme la cara—. Mm —gimo
con una inclinación de la cabeza.
—Muy bueno, ¿verdad? —dice Siân con la boca llena.
—No he comido buena pasta desde hace mucho tiempo —admito, esta vez en
voz alta.
—Cynthia es la mejor cocinera. Te juro que tiene que abrir un restaurante —
Siân muerde un palito de pan.
Cynthia sonríe, su postura por fin se calma un poco. Todavía está en guardia
y noto que intenta no alarmar a Siân. Si se acuerda de mí, como sospecho, sabe de
lo que soy capaz. Puede que fuera un niño cuando me conoció, pero conoce bien a
mi padre y la forma en que me educó. No sería prudente causar una escena cuando
no hay nadie aquí para protegerla.
—Y como te sigo diciendo, querida, se necesita dinero para empezar un
negocio.
Eso y el hecho de que viven en este país con alias, y si tuviera que adivinar,
Cynthia nunca se molestó en obtener ningún tipo de ciudadanía legítima. No podría
haberlo hecho, no sin alertar a mi padre de que Siân no pereció en ese incendio.
—Invertiré si esto es algo que realmente quieres —Hago girar otra porción y
la devoro.
Cynthia me mira fijamente, mi propuesta la pilla desprevenida.
—Gracias, pero no es necesario. Soy demasiado mayor para intentar empezar
una nueva carrera a mi edad.
—No tiene sentido. No hay límite de edad para construir un futuro mejor. Tú
me lo has enseñado —interviene.
—¿Lo hice?
Se ríen.
—Entonces, Christian, ¿es un acento lo que oigo? ¿De dónde eres? —Cynthia
rebota su mirada entre su plato y yo.
Definitivamente se acuerda de mí.
—De todas partes. Trabajo para la empresa de mi padre y a veces paso meses,
si no años, en un mismo lugar. Supongo que con el tiempo he ido cogiendo diferentes
acentos —Consumo otro bocado.
Cynthia asiente.
—Eso está bien.
—Eh. Puede ser agotador si soy sincero.
—Me imagino que podría ser. ¿Cómo conociste a mi chica?
Siân coge su vino.
—Cerca del campus. Estaba en el bar con Kyla y se me acercó.
—Oh, entonces, ¿también eres estudiante?
Sacudo la cabeza y trago la comida que tengo en la boca.
—No. Era nuevo en la ciudad y me pasé por el primer bar que encontré.
—¿Y resulta que es el bar cerca de la universidad?
Aprieto la espalda en la silla y entrecierro los ojos hacia ella.
—Una hermosa coincidencia, diría yo.
—Lo es —El tono de Cynthia es sugerente y, por primera vez esta noche, Siân
parece notar la tensión en el ambiente.
¿Cómo podría no hacerlo? La mierda es tan espesa que se puede cortar con un
cuchillo.
—Tengo algo que decirles —interrumpe Siân—. Tenemos algo que decirte —
Coloca su pequeña palma sobre el dorso de mi mano.
Cynthia detiene todo movimiento, incluso la respiración. Silenciosa y
pensativa es como espera el anuncio que Siân va a hacer.
—Me he estado quedado con Christian.
Los ojos de Cynthia se abren de golpe.
—Y antes de que enloquezcas, me ha dejado quedarme porque me llego otra
carta.
No se me escapa que omite la parte de ser abusada en el callejón. Sin embargo,
no hablo. Le permito compartir esta noticia a su manera.
—Aunque la policía afirma que no ha habido signos de entrada forzada, sé
que el acosador ha estado dentro de mi casa. No era seguro allí para Kyla, y hasta
que podamos llegar al fondo de las cosas o hasta que encuentre un nuevo lugar, estaré
viviendo con él.
—O puedes volver a vivir aquí —dice Cynthia.
—Tengo escuela, y su apartamento está a sólo quince minutos del campus.
—Siân, no estoy segura de esto —Cynthia sacude la cabeza.
—Está bien. Ha sido un gran anfitrión, y desde que estoy con él, no ha habido
otras amenazas.
Cynthia hace contacto visual conmigo y sé que está pensando lo mismo que
yo. No ha habido otra amenaza porque la tengo exactamente donde quiero.
—Ya veo. Disculpen, voy a coger la jarra de agua —Cynthia se aparta de la
mesa y se precipita a la cocina.
Ni siquiera un segundo después, mi teléfono zumba en mi bolsillo. Lo cojo y
veo que es una alerta de la aplicación de clonación que puse en el teléfono de Siân.
Con el dispositivo bajo la mesa, abro el software y ojeo el texto.
Cynthia: No reacciones. Pero en cuanto puedas, levántate, entra en mi
habitación y saca la pistola de debajo de mi almohada. Christian no es quien dice
ser.
Inhalo profundamente, mis fosas nasales se agitan mientras sigo leyendo el
mensaje. Me hierve la sangre y consigo mantener la calma. El pequeño aviso de
Cynthia habría funcionado si Siân no se hubiera dejado el teléfono en el bolso del
coche.
Cuando Cynthia vuelve a entrar en la habitación llevando la jarra de agua, me
convenzo de que es sólo una estratagema. Me excuso y alego que necesito hacer una
llamada rápida. Las señoras no me dan réplica, y me escabullo en el porche y salto
los cinco pequeños escalones. Desbloqueo el coche, cojo el bolso de Siân del suelo
del lado del copiloto y busco su iPhone. Una vez que lo encuentro, introduzco su
código de acceso y navego hasta su registro de mensajes. Encuentro lo que busco y
borro inmediatamente la alerta de Cynthia.
Dejo que la puerta se cierre de golpe, echo un vistazo a la oscuridad, aspiro
de nuevo y vuelvo a entrar. No entro de inmediato, ya que necesito un momento para
calmarme. La crisis se ha evitado, y ya me ocuparé de la furtividad de Cynthia más
tarde. Las mujeres están calladas cuando pongo un pie en la habitación. Siân me
sonríe mientras Cynthia se sienta incómoda en su extremo de la mesa.
—¿Está todo bien? —pregunta Siân después de que me haya sentado.
Me relamo los labios, le doy una suave sonrisa y me inclino para besarla. Siân
se funde conmigo y su lengua se desliza entre las mías. La presión aumenta en mis
entrañas, mi cuerpo se despierta instantáneamente al sentir su sabor. Paso un brazo
por encima del respaldo de su silla y la acerco a mí. Es como si hubiera olvidado la
mierda que su cuidadora acababa de intentar, mi ira y el flagrante sabotaje se
convierten en algo secundario.
Cynthia se aclara la garganta, interrumpiendo nuestro abrazo. Siân y yo nos
miramos fijamente durante un segundo, sus ojos me cuentan una historia que su boca
ha tenido demasiado miedo de revelar. Está conectada conmigo y, aunque no ha
pasado mucho tiempo, está preparada para mí. No es que esta información sea nueva.
Me he dado cuenta de las sutiles insinuaciones y de los pantalones cortos que apenas
lleva a la cama.
Siân recuerda lo mucho que la hice correrse, tanto como yo, y si tuviera que
adivinar, se muere por correrse de nuevo. Pero después de lo que le hice en aquel
callejón y de la confesión que le dio vergüenza compartir conmigo sobre lo mucho
que le gustaba estar de rodillas, tengo que actuar con calma. Puede gustarle ser
violada todo lo que quiera, pero la verdad es que yo era un extraño para ella en ese
momento. Christian no puede reclamarla de esa manera. Christian respeta su cuerpo
y su elección de hacer con él lo que le plazca. Christian ha sido paciente, y la decisión
de dar el siguiente paso tiene que sentirse como si fuera suya y sólo suya.
—Lo siento —murmura Siân, y luego recoge su tenedor.
Cynthia no responde. Se limita a mirarme mientras se mete un bocado de
comida en la boca. Con los codos apoyados en la mesa entre bocado y bocado, nos
observa a los dos. Intuyo que está esperando a que Siân se dé cuenta de que le ha
enviado un mensaje.
Siento decepcionarte, mami querida.
Superamos la siguiente hora de la cena y, sorprendentemente, el resto de la
noche transcurre sin sobresaltos. Cynthia parece abrirse a la idea de mí, pero sé que
todo es por el bien de Siân. En eso nos parecemos, ambas estamos dispuestas a
montar una farsa por el bien de la única persona que nos une.
En algún momento de la noche, la conversación comenzó a fluir, y ahora
estamos ayudándola a recoger los platos.
Cynthia cierra el frigorífico y tapa un recipiente de Tupperware. Me lo tiende
y me dice.
—Que lo disfrutes.
—Oh no, no podría. Ya me has alimentado mucho —Agito una mano con la
otra presionada contra mi estómago.
—Tonterías. Tú mismo has dicho que has echado de menos la buena pasta, y
no hay manera de que pueda comer todo esto sola.
Asiento con la cabeza y acepto el recipiente.
—Gracias. Será mi tentempié nocturno.
—Muy bien, supongo que ustedes dos deberían regresar a la ciudad.
Siân se acerca a Cynthia y la envuelve en un abrazo.
—La cena estuvo increíble, como siempre.
—Lo fue. Gracias por recibirme.
Cynthia fuerza una sonrisa.
—Ha sido un placer conocerte —Hace una señal para que los dos salgamos
de la cocina.
Sigo a Siân hacia la puerta, sin perder de vista a Cynthia por el camino.
Sabiendo que la vieja está haciendo las maletas y que sabe quién soy, sería un tonto
si no fuera precavido. Con el modo en que me ha gruñido durante la mitad de la
noche, será mi suerte que me dispare por la espalda. Toda su vida se ha dedicado a
proteger a Siân, no veo que esta noche sea diferente.
Salimos al porche, bajamos los escalones y nos dirigimos al coche. Abro la
puerta para que Siân entre, y una vez que está a salvo dentro, la encierro y camino a
mi lado. Cynthia sigue mirándome, con sus ojos clavados en mi espalda. Y cuando
establezco contacto visual con ella, un escalofrío me recorre la columna vertebral.
Algo me dice que no se doblega fácilmente, y es algo que puedo respetar. Sin
embargo, no puedo dejar pasar su pequeña advertencia.
Saco mi teléfono del bolsillo y busco el número de Tony, enviándole un ping
a mi ubicación actual y un único texto.
Yo: Nos vemos aquí. No entres. Sólo espera.
Con un último saludo, me despido de Cynthia, me pongo al volante y vuelvo
a la ciudad.

Cuando volvimos a casa, ayudé a una cansada Siân a meterse en la cama. Esta
noche fue buena para ella, para nosotros. Le ayudó a ver lo que había entre nosotros
desde una perspectiva diferente. Desde su punto de vista, dos personas que le
importaban parecían disfrutar de su compañía cuando, en realidad, se estaban
gestando secretos delante de sus narices. Secretos que deben permanecer enterrados
por cualquier medio. Ya llegará el momento en que le cuente todo a mi topolina,
pero ahora no es el momento.
Este vínculo nuestro está todavía tan fresco, y aunque sus acciones de esta
noche, una vez que pasamos el umbral del loft que ahora compartimos, me dicen que
quiere más, todo lo que haría falta es que Cynthia divulgara lo que intentó advertirle.
Si eso sucede, todo esto será para nada. No puedo permitirlo. Así que por mucho que
quisiera ceder a lo que Siân quería y follar su apretado cuerpecito para dormir, no
puedo... no ahora.
En este momento, estoy en mi Ferrari, contento de no estar en el pedazo de
mierda de Chevy de Siân. Esto me gusta más: velocidad, potencia y estilo. Mi
teléfono suena a través del altavoz Bluetooth mientras giro por la conocida carretera.
—Estoy aquí. ¿Dónde estás? —Tony pregunta a través del receptor.
—Ya casi estoy allí —Prendo las luces y me aproximo al largo camino de
entrada que lleva a la propiedad oculta.
La oscuridad es total. La única luz proviene de la luna que hay sobre nosotros,
aunque es más que suficiente para iluminarme el camino. Me acerco al lado donde
está aparcado Tony, tal y como le indiqué. Si Cynthia decide salir de su casa en algún
momento de esta noche, no notará inmediatamente la presencia de los coches,
gracias al camino aislado y a las capas de gruesos árboles.
Tony y yo salimos simultáneamente de nuestros respectivos vehículos, ambos
con cuidado de no cerrar las puertas. Acechar en plena noche no es nada nuevo para
nosotros. Él conoce la rutina y no espera ninguna instrucción.
Vestidos de negro, bajamos por el largo e irregular camino de entrada y
salimos al otro lado en medio de la oscuridad. La luna brilla sobre la casa, así que al
menos tenemos eso a nuestro favor, pero todas las luces del interior de la casa están
apagadas. Teniendo en cuenta lo tarde que era cuando Siân y yo nos marchamos
hace casi tres horas, es probable que podamos suponer que Cynthia se ha metido en
la cama.
Pero sólo un tonto asumiría algo en esta vida. Sabiendo que la mujer está
nerviosa, tengo la mitad de la mente para apostar que ella estará arriba esperando
por nosotros. Nunca había hablado con Cynthia en el pasado, pero ha estado a las
órdenes de Marco desde que tengo uso de razón. Las pocas veces que mi padre me
arrastró a su finca cuando era niño para ocuparme de cualquier asunto que tuvieran
en marcha en ese momento, la veía atendiendo a una Siân que entonces era un bebé.
Por eso conozco su secreto y sé que ella conoce el mío.
La historia es triste, realmente. Todas las mentiras, las verdades ocultas, los
asesinatos. Todo podría haberse evitado si la gente fuera abierta sobre sus demonios.
En lugar de eso, se escondieron detrás del poder que poseían, y ahora aquí estamos
años después, viviendo existencias rotas llenas de engaños.
—Psst —digo para llamar la atención de Tony.
Deja de moverse, su atención sigue centrada en la casa.
—Nadie saldrá herido esta noche —digo con voz inexpresiva mientras me
pongo los guantes, y él hace lo mismo.
—Me lo imaginaba, teniendo en cuenta que pediste esto —Tony sostiene una
jeringa con tapa y varias bridas—. Aunque, no puedo mentir y decir que no estoy
sorprendido.
—Sí, bueno, yo también —resoplo y cojo la ampolla de Propofol.
—¿Cuál es el plan? —pregunta y vuelve a meter las cremalleras en el bolsillo.
—Yo tomaré el frente, y tú te metes por la parte de atrás. Si tengo que adivinar,
ella está ahí dentro esperándome.
—¿Y estás seguro de que te recuerda?
—Estoy seguro —Escupo a lo lejos y me dirijo hacia la puerta principal.
Por el rabillo del ojo, veo que Tony se agacha y escala los arbustos que
bordean la casa hasta que finalmente desaparece de la vista. Manteniéndome cerca
de la barandilla y fuera de la vista directa de las ventanas, me acerco sigilosamente
al porche, mirando a través del pequeño recorte que hay sobre la puerta.
No parece haber ningún movimiento en el interior de la casa, pero no soy tan
estúpido como para tomarlo al pie de la letra. Esta mujer ha pasado los últimos
quince años huyendo de mi familia, y me ha reconocido casi de inmediato, por no
hablar de su pequeña advertencia a Siân. Si fuera yo, querría que pareciera que estoy
dormido y desprevenido, para abalanzarse cuando menos se espera.
Me dirijo a la puerta, comprobando el pomo, aunque dudo que esté
desbloqueada. Cuando me doy cuenta de que estoy en lo cierto, saco el kit de
cerradura de mis vaqueros y me pongo a trabajar. Tardo un segundo en oír por fin el
clic que busco. Una sonrisa se dibuja en mis labios y empujo lentamente la puerta
para abrirla, manteniéndome en el suelo para estar seguro.
En el momento en que abro la puerta, un fuerte disparo recorre la casa, seguido
por el agónico lamento de mi mano derecha. Me apresuro a avanzar, esquivando las
paredes hasta llegar a la entrada de la cocina. Cynthia está de espaldas a mí con su
arma apuntando a la cabeza de Tony. La luz que hay sobre los fogones me permite
ver fácilmente lo que está pasando, y tengo que luchar contra el impulso de sonreír.
—Ugh. Perra vieja —Tony gargarea.
—¿Quién carajos eres tú? —Cynthia exige saber, aún sin darse cuenta de mi
presencia detrás de ella.
Hago un trabajo rápido, agarrando sus brazos, forzando su arma hacia el suelo.
—Ahí, ahí, ahora.
—Me ha disparado, joder —anuncia Tony, con la voz crispada—. Nadie
saldrá herido, ¿eh? —Me devuelve las palabras.
Inclino la cabeza.
—Eh. Casi nadie.
Le arrebato la pistola a Cynthia, la obligo a acercarse a la mesa del desayuno
y la empujo a la silla más cercana. Ella se balancea y da patadas, pero yo salto fuera
de su alcance.
—Eres luchadora para ser tan pequeña. Me gusta —Cruzo los brazos sobre el
pecho—. Cálmate.
—¿Qué me calme? Tú y tu matón irrumpieron en mi casa para matarme.
Me paso el pulgar por la nariz y luego aspiro.
—De acuerdo, bien. Lo reconozco. Nos hemos colado. Pero nadie va a morir
esta noche.
—¿Dónde está Siân? —exige saber.
—En casa durmiendo, la arropé y todo. Un momento —Levanto un dedo y
escudriño la habitación en busca del interruptor de la luz. Lo encuentro en la pared,
cerca de donde Tony sigue sentado en el suelo agarrándose el brazo, y lo enciendo—
. Ya está, mucho mejor.
Cynthia entrecierra los ojos por la repentina luminosidad y se protege los ojos
con la mano. Una vez que se ha adaptado, baja el brazo y me mira fijamente.
—¿Qué quieres?
Enarco una ceja y aprieto los labios mientras cojo una de las sillas vacías y la
coloco directamente frente a Cynthia. Sus ojos se estrechan hacia la Glock que tengo
en mis manos, lo que hace que se mueva incómodamente en su asiento. Sigo su
mirada y luego meto el arma detrás de mí en la cintura de mis vaqueros.
—¿Mejor? —Levanto las manos—. Sólo queremos hablar.
—¿Así que entraste con armas?
—Es una buena cosa que hicimos. Mira lo que le hiciste a mi amigo —Inclino
la cabeza hacia Tony.
Ella gruñe.
—Estaba apuntando a su cabeza.
—Ooo. Eres una fiera. Ya veo por qué Marco te mantiene cerca —me burlo.
Los ojos de Cynthia se abren de par en par.
—Sí. Yo lo sé todo, pero supongo que Siân no. ¿Estoy en lo cierto?
—Por favor. No la mates, Christian. No debería ser responsable de un trato
que se hizo cuando era una niña.
—No voy a matarla. Sólo quiero follarla y darte cien nietos malvados.
—No —Su voz se quiebra—. Déjala ir, por favor.
Suspiro y me inclino hacia delante con los codos apoyados en las rodillas.
Jugueteo con la jeringuilla, pasándola entre los dedos antes de quitarle finalmente el
capuchón. Cynthia toma el objeto en mi mano. El pánico se apodera de su rostro, el
color se desvanece de su ya pálida piel blanca y su respiración se detiene.
—¿Qué me vas a hacer? —pregunta, sus palabras son inaudibles.
—Sabes, vine aquí con Siân esta noche, esperando que no me reconocieras.
Probablemente no me creerías, pero me preocupo por Siân, y por su bien, quería que
tú y yo nos lleváramos bien. Pero entonces fuiste y le enviaste ese mensaje. Sé que
piensas lo peor de mi familia, y tienes razón en sentirte así. No te hemos puesto las
cosas fáciles —Hago una pausa—. En realidad, tengo un poco de sed. ¿Te importa
si tomo un poco de agua?
Cynthia no me responde, pero no espero que lo haga. Me pongo de pie y me
dirijo al armario que hay sobre el fregadero, revisando cada uno de ellos hasta
encontrar el que contiene las tazas. Entonces abro la nevera y saco la jarra de agua,
vertiendo un poco en la taza.
Cynthia aprovecha este momento para intentar alejarse, pero yo esperaba que
hiciera un movimiento. Sacando la pistola de mi espalda, apunto y disparo a la pared,
sin acertarle en la cabeza por un pelo.
Se congela con las manos en alto.
—De acuerdo. De acuerdo.
—Siéntate de una puta vez —ladro, mi paciencia ya se está agotando.
Cynthia vuelve a su asiento mientras yo miro a mi derecha y veo a Tony de
pie, con la sangre goteando en el suelo a su alrededor.
—¿Estás bien?
—Sí. De cabo a rabo —Coge la toalla de mano del gancho que hay cerca del
lavabo y la envuelve con fuerza alrededor de su brazo herido.
Le doy mi pistola a Tony, que la coge enseguida. Sosteniendo la jeringa,
extiendo un poco de la medicina y me dirijo hacia ella. Cynthia se estremece y trata
de retroceder, pero no tiene dónde ir. Está literalmente atrapada entre la espada y la
pared.
De cerca, me inclino hacia su oído y le digo: —Has protegido a Siân, y por
eso te estoy agradecido. No mataré a la única familia que le queda, pero no puedo
permitir que le digas quién soy. Es demasiado pronto para que lo sepa.
Ella asiente en rápida sucesión.
—No lo haré. Deja que nos vayamos y no nos volverás a ver.
Busco en su rostro.
—Ella es mía ahora, para siempre.
A Cynthia se le escapa un grito cuando le clavo la aguja en el cuello, pero
queda inconsciente al instante mientras le inyecto las drogas. Durante los siguientes
minutos, nos deshacemos de todos los signos de que hemos estado aquí, sin dejar
nada que nos perturbe. Cuando terminamos, la levanto sobre mi hombro y la llevo
al maletero del coche de Tony.
Nos dirigimos por caminos separados, él y Cynthia a un lugar apartado, y yo
de vuelta a mi topolina.
Siân
No es hasta que todo el mundo a mi alrededor se levanta y recoge sus cosas
que me doy cuenta de que la clase ha terminado, y yo me he sentado aquí soñando
despierta durante todo el tiempo. No creo que haya prestado atención a una sola
palabra de la clase. Todavía estoy tan inmersa en la niebla cerebral que me
proporcionan mis pensamientos contradictorios que me muevo con cierta lentitud,
tropezando ligeramente al levantarme.
Una rápida mirada hacia el frente de la sala me indica que el instructor no está
prestando atención, conversando con su asistente. Al menos eso me favorece, ya que
cojo mis cosas y me apresuro a salir de la sala con la cabeza gacha. Una de las cosas
a las que siempre me he dedicado es a mi trabajo escolar, y mi rendimiento
últimamente no me ha hecho sentir precisamente orgullosa.
No es que esté fallando ni nada por el estilo, pero no estoy tan al tanto de las
cosas como podría. Principalmente porque mis pensamientos siempre están
vagando. La mayor parte del tiempo, me gustaría estar en casa, en el apartamento de
Christian. Es tan fácil pensar en eso como mi hogar, tan tentador imaginar que vivo
allí siempre. En las últimas dos semanas, todo ha sido casi perfecto.
De ahí el motivo de mi distracción. Cuando no estoy deseando estar en casa,
me pregunto por qué las personas más importantes para mí se han alejado de mi vida
desde que él entró en ella. Kyla no me ha dicho ni una palabra desde la incomodidad
que compartimos el día que me mudé. Debe de estar todavía enfadada con Christian,
aunque no puedo imaginar por qué. Sé que cree que está siendo una buena amiga,
pero esperaba que esto ya hubiera pasado. Que después de unos días, dejara de
ignorar mis mensajes y al menos intentara hablar conmigo. Me vendría bien una
explicación, y creo que me merezco una. ¿Por qué está tan empeñada en odiarlo?
Además, sería bueno mostrarle lo bien que están las cosas. En primer lugar,
ella no tenía nada de qué preocuparse. Si pudiera hablar con ella, podría mostrárselo.
Tal vez incluso podría venir a cenar alguna noche, sólo para pasar el rato. Sólo para
aliviar su mente un poco.
Es Cynthia quien realmente me sorprende. Parecía alegrarse por nosotros la
noche que cenamos en la casa, pero cuando la llamé a la mañana siguiente con la
esperanza de conocer sus verdaderos sentimientos -quiero tanto que le guste él, que
nos guste estar juntos- lo único que obtuve fue el saludo de su buzón de voz. Y así
ha sido desde entonces, desde hace unos días. Nunca había estado así.
Si esto se prolonga mucho más, decido, mientras salgo al aire de la noche, que
voy a conducir hasta la casa y ver cómo está. Sólo el hecho de que seamos el contacto
de emergencia del otro me ha impedido hacerlo hasta ahora. Si algo fuera mal, ya
me habría enterado.
¿Es infantil que me pregunte si llegará un momento en el que todo en mi vida
sea bueno a la vez? ¿Es demasiado pedir? Estoy tan feliz de estar con Christian
ahora. Nunca me he sentido tan bien, tan segura. Tan segura de que hay alguien a
quien le importa de verdad. Cuando estamos juntos, se siente tan bien. No tengo que
preguntarme qué está pensando realmente o por qué hay largos periodos de tiempo
en los que no puedo contactar con él. Después de un tiempo, eso es todo lo que pasé
con Taj. Me hizo cuestionar todo sobre mí, hasta preguntarme si era digna de él. Eso
es algo por lo que Christian no me ha hecho pasar, y dudo que lo haga alguna vez.
Y quiero compartirlo con alguien. ¿Está eso tan mal? ¿No quieren que sea
feliz? Especialmente Cynthia. ¿No es eso lo que se supone que quiere una madre,
incluso una figura materna? Todo parecía tan bien durante la cena, y las dos se
llevaban tan bien. ¿Hubo algo que me perdí? No, no puede ser, si no me lo habría
contado. No habría perdido tiempo en compartir su opinión, especialmente si era
negativa.
Por supuesto, no puedo decírselo a Christian. Siento que percibe mi
infelicidad, pero no presiona para obtener respuestas. Podría dolerle saber que me
siento desconectada. Sé que se culparía por ello, y eso es lo último que quiero. Nada
de esto es culpa suya. No, debería agradecerle todo lo que ha añadido a mi vida.
Pero eso todavía no es suficiente para que me sienta segura cuando estoy sola,
como lo estoy ahora al cruzar el campus. Por mucho que lo desee.
Han pasado semanas desde el último contacto con el acosador, el día que me
mudé con Christian. Pero sé que no debo pensar que se ha alejado de mi vida; ha
pasado mucho más tiempo sin ponerse en contacto conmigo. Probablemente intenta
adormecerme con una falsa sensación de seguridad, esperando a que me pille
desprevenida. Por eso nunca puedo estar desprevenida, no cuando estoy sola.
Mis zapatos golpean la acera, mi cabeza gira mientras prácticamente corro por
el campus para llegar a mi coche. ¿Sabe que me está haciendo esto? ¿Me observa
desde algún lugar, riéndose para sí mismo, sabiendo que se ha abierto camino en mi
subconsciente? Al final, tal vez esto es todo lo que quiere. Tener poder sobre mí. Tal
vez le baste con verme correr en la oscuridad, siempre lista para que salte de detrás
de una esquina o me agarre desde el interior de un coche.
O para obligarme a entrar en un callejón. La bilis me sube a la garganta y me
muevo más rápido, apenas sin correr. No dejaré que eso se repita. No puedo. Estoy
tan cerca del coche. Ya casi ...
La visión de un papel pegado bajo el limpiaparabrisas me hace parar. Bueno,
mis pies se detienen, al menos. La mitad superior de mi cuerpo sigue en movimiento
y estoy a punto de caer antes de controlarme. Tengo la garganta muy apretada, el
corazón me late con fuerza y la sangre se me agolpa en los oídos. Mi cabeza se
mueve de un lado a otro y los ojos se fijan en todo lo que me rodea. ¿Dónde está?
¿Por qué no me deja en paz?
Con una mano temblorosa, extiendo la mano y cierro las yemas de los dedos
alrededor de un extremo del papel y lo saco de debajo del limpiaparabrisas.
Entonces suelto una carcajada, de sorpresa y alivio. Puede que incluso me ría
un poco de mí misma al descubrir lo que me esperaba. Una maldita multa de
aparcamiento. Todo esto por una multa de aparcamiento de la policía del campus. El
parquímetro ha caducado y ni siquiera he pensado en ello; he estado así de distraída.
—Siân, tienes que recomponerte —me murmuro, todavía riendo, el alivio inunda
ahora mi sistema hasta el punto de sentirme débil.
Pensar que normalmente murmuraría unas cuantas palabras al ver una multa
de aparcamiento, pero ahora mismo es como un regalo. Lo meto en la guantera antes
de arrancar, sacudiendo la cabeza por lo rápido que he sacado conclusiones.
Sin embargo, cuando llego al rascacielos, tengo que recordarme a mí misma
que el hecho de que este incidente no haya sido nada no significa que no tenga nada
de qué preocuparme. Obviamente, ni siquiera vivir con Christian es suficiente para
erradicar el miedo que parece haberse convertido en parte de mi ADN. Me pregunto
si eso es posible; he leído estudios y artículos relacionados con ello en el pasado,
más por curiosidad que por otra cosa. ¿Es posible que el miedo forme parte de
nuestro material genético? Algunos investigadores creen que sí, citando los traumas
multigeneracionales que se transmiten a lo largo de las décadas. Supervivientes de
catástrofes, tragedias, y los efectos en sus nietos y más allá.
¿La muerte de mis padres me ha predispuesto a esto? ¿Este acosador me ha
dejado incapaz de volver a vivir sin mirar por encima del hombro?
Cuando llego al apartamento estoy tan alterada que apenas puedo contener las
lágrimas. Pero tengo que hacer todo lo posible. No quiero que Christian se preocupe.
—Ya estoy en casa —Intento inyectar todo el positivismo posible en mi voz,
incluso cuando prácticamente me desplomo contra la puerta cerrada una vez que me
he asegurado de que está bien. Ahora estoy a salvo. Nadie puede llegar a mí aquí.
Y cuando Christian viene a saludarme, con un aspecto estupendo incluso en
ropa informal, hago todo lo posible por poner una cara de felicidad. Se lo merece.
Se merece lo mejor que puedo darle después de todo lo que me ha dado.
Pero no siempre es posible activar y desactivar estas cosas a voluntad,
¿verdad? Como siempre, él ve a través de mí.
Su sonrisa se endurece hasta convertirse en una mueca antes de tomar mi cara
entre sus manos.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué pasa? —murmura, con sus pulgares callosos
acariciando mis mejillas.
—Nada. Al menos no creo que haya sido nada —Ojalá no me temblara tanto
la voz. Ojalá pudiera ser más fuerte—. Sentí que alguien me seguía de nuevo. Y
había una multa de aparcamiento en mi coche, pero pensé que era de él —Ahora que
lo digo en voz alta, casi me avergüenzo de lo rápido que saqué conclusiones.
Continúa acariciando mis mejillas, con la preocupación estampada en sus
rasgos.
—¿Tienes el Mace24 que te di? ¿Y el cuchillo?
—Por supuesto. Nunca salgo de casa sin ellos —De hecho, todavía están en
los bolsillos de mi chaqueta—. No estoy acostumbrada a tenerlas, así que no se me
ocurrió sacar ninguna de ellas. Me alegro de no haberlo hecho, o podría haber
atacado a un inocente —O me hubiera macado a mí misma, lo que hubiera dado
lugar a una gran historia.
Se inclina hacia mí y me roza la frente con los labios, un gesto que contribuye
a tranquilizarme.
—Estás a salvo. Nadie va a hacerte daño.
—Lo sé. O intento saberlo. De verdad —Echo la cabeza hacia atrás para
mirarle a los ojos porque es importante para mí que lo entienda—. No quiero que
pienses que todo este esfuerzo que estás haciendo para que me sienta mejor es un
desperdicio. Te prometo que no lo es. Pero cuando la policía actúa de plano como si
estuvieras perdiendo el tiempo cuando estás aterrorizada, y sientes que aunque
pasara algo y trataras de pedir ayuda, nadie te haría caso...
Me rodea con sus fuertes brazos, dejando que entierre mi cara en su pecho e
inhalando el familiar y reconfortante aroma de su colonia.
—Estás a salvo. No tienes nada que temer. Y ahora, estás en casa. Y espero
que no te importe, pero he preparado la cena.
—¿Preparaste la cena? —No debería sorprenderme tanto, pero normalmente
soy yo quien organiza estas cosas. Me gusta hacerlo ya que él me está cuidando tan
bien, después de todo. Es lo menos que puedo hacer por él.
Me coge de la mano y me lleva a la mesa del comedor. Claro que es comida
para llevar -los recipientes están en la encimera de la cocina-, pero se ha tomado la
molestia de emplatar todo y hasta ha puesto velas en la mesa.
—Aw, esto es tan bonito —Deben ser las emociones furiosas que he vivido
esta noche, pero ahora quiero volver a llorar. Por una razón diferente, por supuesto.
Me coge la barbilla con una mano y está a punto de sacarme el aire de los
pulmones cuando sonríe de forma brillante.

24
Mace: es la marca de un tipo de aerosol que es utilizado en la defensa propia.
—¿No te dije que todo estaría bien? Siempre cuidaré de ti. Y esta noche me
pareció apropiado que tuviéramos una primera cita no oficial. Después de todo, nos
hemos saltado esa parte, ¿no?
Puede que me ría de la verdad, pero por dentro me derrito. Él siempre sabe lo
que hay que hacer. Ahora mismo, cualquier temor a un acosador podría estar a un
millón de kilómetros de distancia. Estamos en la cima del mundo juntos y a punto
de tener una cena a la luz de las velas.
Y muy sabroso.
—Mi favorito —Suspiro feliz, sentada ante un plato de pasta con salsa de
vodka de un pequeño y estupendo bistró de la ciudad. Puede que sea o no adicta a
ella. Y, como suele hacer, Christian ha prestado la suficiente atención como para
saber exactamente qué es lo que más me apetece. Hay un bol de pan con ajo en la
mesa, ensalada, todo.
—También pedí un poco de su tarta de queso con chocolate —me dice, y mis
ojos están a punto de ponerse en blanco.
Nada podría arruinar esto.
Nada más que una llamada telefónica a mitad de la comida, cuando sólo estoy
con mi segundo trozo de pan de ajo, y todavía hay medio plato de pasta delante de
mí. Normalmente, ignoraría la llamada al menos hasta que terminara la cena, pero
es del departamento de policía.
Y de inmediato, mi sangre se convierte en hielo. ¿Quién no lo haría? Hay
ciertas llamadas que nadie quiere recibir. Dudo mucho que llamen para pedir una
donación.
—Es la policía —susurro, alcanzando el teléfono con una mano temblorosa e
imaginando a Kyla yaciendo muerta en algún lugar con una nota dirigida a mí
clavada en su ropa empapada de sangre.
Christian me observa en silencio mientras contesto.
—¿Hola?
—¿Esta es Siân Danforth?
—Lo es.
—Siân, mi nombre es oficial Davis. Le llamo para informarle de un caso de
persona desaparecida que hemos abierto. Una amiga de Cynthia tenía previsto cenar
con ella anoche y, como no apareció, fueron a su casa para ver si había algún
problema —Su voz es profesional, sus palabras cortadas—. La casa estaba vacía, y
el número de periódicos en la entrada nos dice que ha estado fuera durante unos días,
pero no había signos de entrada forzada en el interior. ¿Se ha puesto en contacto con
usted?
Podría estar hablando en otro idioma. Peri todo lo que oigo son palabras,
ninguna de las cuales tiene sentido. Cynthia. No Cynthia. ¿Es esto lo que ha estado
haciendo? ¿Hacerle daño a ella en lugar de a mí? ¿Llegar a mí a través de la persona
que significa más que cualquier otra?
Me doy cuenta de que el policía está esperando una respuesta, así que jadeo
una sola palabra.
—No.
—¿No sabes de ningún lugar al que se escaparía? ¿Una casa de vacaciones,
un alquiler?
—No, nunca ha tenido nada parecido —Miro al otro lado de la mesa y me
encuentro con la mirada de Christian. Me mira con cara de preocupación—. Ella
nunca ha hecho algo así antes.
—Eso es lo que hemos oído de todos los demás con los que hemos hablado.
Es tranquila, se mantiene al margen, pero no es del tipo que se va sin avisar a nadie,
especialmente si ha hecho planes.
—Exactamente. Siempre es concienzuda —Ahora sólo divago palabras,
apenas me oigo a mí misma por encima del palpitar de mi cabeza.
—Por favor, infórmenos en cuanto sepa algo, y nosotros también le
mantendremos informado.
Aprecio su profesionalidad, aunque resulte un poco brusco. Al menos me da
una razón para colgar el teléfono, lo cual es bueno, teniendo en cuenta que apenas
puedo evitar que me tiemble la mano lo suficiente como para mantenerla agarrada.
—¿Qué pasa? —pregunta Christian una vez que termino la llamada.
Apenas tengo palabras para explicarlo.
—Cynthia ha desaparecido —Es todo lo que consigo decir antes de que se me
cierre la garganta. Me cubro la cara con las manos mientras Christian se acerca a mí,
me coge por los hombros y me pone en pie. Estoy en sus brazos antes de darme
cuenta, y ahí es exactamente donde necesito estar, porque no estoy segura de poder
mantener la calma.
—Estoy seguro de que está bien.
—Eso no lo sabes —le recuerdo en un débil susurro—. No lo sabes.
—No podemos asumir lo peor. Es una mujer adulta. Estoy seguro de que tiene
una vida propia que no conoces.
—Eso no suena a ella.
—Tú mismo me has dicho que la visitas dos veces al mes, ¿verdad? —Me
acaricia el pelo, su voz baja y tranquilizadora—. ¿Quién puede decir lo que hace el
resto del tiempo? Todo el mundo tiene derecho a una vida propia. Ella no necesita
mantenerte al tanto de cada pequeño aspecto, ¿verdad?
—Tienes razón —Me gustaría sentirme mejor, pero no es así. Mi instinto me
dice que algo está terriblemente mal. Ella nunca se iría a ninguna parte sin decirme
a dónde va y cuándo volverá. No después de todo lo que hemos pasado juntos. No
podría hacer que Christian lo entendiera, ya que él no estaba allí. Él no tiene esa
experiencia.
Sólo puedo temblar en sus brazos mientras lágrimas gordas y calientes
recorren lentamente mis mejillas.
—Me siento tan impotente. Como si no pudiera hacer nada.
—La policía sabe lo que hace. Lo mejor que puedes hacer es esperar a que te
digan algo y tener toda la esperanza posible mientras tanto. No querrá que te
derrumbes bajo el peso de tu preocupación por ella, ¿verdad?
—No, es verdad —Sin embargo, por más que lo intente, no puedo aliviar el
dolor de mi corazón—. Ella es toda la familia que tengo. No puedo perderla.
—Oye —Levanta mi cabeza de su hombro, su toque es tierno—. ¿Te has
olvidado? Ahora también me tienes a mí. Y si es necesario, seré toda la familia que
quieras o necesites. No estás sola, y nunca más lo estarás —Sus labios se curvan en
una sonrisa suave y cariñosa, y sus ojos brillan con calidez—. No me importa el
tiempo que me lleve convencerte. Estoy dispuesto a pasar el resto de mi vida
asegurándome de que lo entiendas.
—Estoy segura de que eres demasiado bueno para mí.
—Oh, hermosa niña, no hay tal cosa —Luego lanza una mirada hacia la mesa,
y su sonrisa se desvanece—. Algo me dice que la cena ha terminado.
—Lo siento. Pero se puede recalentar. Siempre puedo comerlo mañana.
—Claro que sí. ¿Por qué no vas al dormitorio y te pones más cómoda, y para
cuando vuelvas lo tendré todo limpio? ¿Qué tal si nos lo tomamos con calma con
una película?
Ahora mismo, no puedo imaginar nada mejor, salvo una llamada de Cynthia,
claro.
Pero toda la noche pasa sin una llamada, sin un mensaje, sin nada. Le debo a
Christian prestar atención a la película, estar presente con él. Hace todo lo posible
para que me sienta mejor, se acurruca conmigo en el sofá.
Pero mi corazón no está en ello. Para cuando los créditos están rodando, sé
tanto lo que he presenciado en los últimos noventa minutos como lo que ha ocurrido
en la clase anterior. En otras palabras, mi cuerpo puede haber estado presente, pero
mi cerebro estaba a kilómetros de distancia.
—Creo que me voy a preparar para ir a la cama —Despliego mi cuerpo antes
de levantarme y estirarme después de haber pasado toda la película acurrucada junto
a Christian. ¿Tengo un poco de sueño? Ni mucho menos. Dudo que consiga que mi
cerebro se calme pronto. Puede que no duerma nada esta noche.
La alternativa es estar sentada, haciéndole sentir incómodo con mi
nerviosismo. Será más fácil para ambos si estoy sola cuando estoy así.
Algo pasa brevemente por su cara. ¿Decepción? Desaparece antes de que
pueda identificarlo, casi como si lo hubiera imaginado.
—Por supuesto. Tendrás todo el descanso que necesites. Siempre estaré aquí
para ti.
—Gracias.
Mantengo nuestro beso breve antes de ir al baño para tomar una ducha
caliente. Necesito lavar este día de mi cuerpo, al menos, si no puedo sacarlo de mi
mente. Cynthia. Mi línea de vida. ¿Dónde puede estar?
Ducharme no ayuda a aliviar mi tensión. Tampoco lo hace pasear por el suelo
de la habitación, morderme el labio y retorcerme las manos. ¿Por qué no se me
ocurrió que algo iba mal? ¿Por qué asumí que me estaba ignorando? Debería haberlo
sabido. Debería haber ido a la casa y haber llamado a la policía hace días. Ella podría
estar ya en casa si hubiera sido un poco más inteligente.
No sé cuánto tiempo pasa. ¿Una hora, tal vez? ¿Más? No es que importe. No
me siento mejor después de haber caminado lo que parece una milla, por lo menos,
paseando por la madera dura. Mis entrañas están hechas un nudo, mis músculos se
tensan mientras el pánico amenaza con subir y ahogarme. Peor aún, podría gritar
sólo para liberar parte de ese pánico, y estoy segura de que eso no sería bueno.
Me equivoqué antes. No quiero estar sola. Cuanto más tiempo pase así, más
inevitable será que me vaya al precipicio. Ya estoy peligrosamente cerca,
tambaleándome en el borde de un acantilado.
Necesito... algo. Necesito olvidar. Necesito perderme en algo más grande,
sólo por un rato. Sólo para recordarme que hay algo más en la existencia que el dolor
y la soledad.
Por eso abro la puerta del dormitorio.
Por eso necesito encontrar a Christian. Sin él, estoy perdida.
Christian
Estoy de pie en la cocina. Todo está en silencio, excepto por el sonido del
agua que golpea el vaso alto. A lo lejos, oigo la música de mis vecinos y sus voces
apagadas. Han sido un par de días duros, intentando mantener las apariencias y
yendo y viniendo entre el almacén donde hemos estado guardando a Cynthia y
estando en casa cuando Siân ha terminado el colegio durante el día.
Cumplí mi palabra porque hacer daño a Cynthia no forma parte del plan. De
toda la gente que hay en la vida de Siân, esa mujer es la única persona que la ha
protegido, y quiere a Siân, a pesar de los secretos que le ha estado ocultando.
Tony no lo entiende, especialmente después de que la perra le disparara. Y de
acuerdo, perra podría ser demasiado duro. Pero ella ha sido el epítome de eso,
desafiándonos a cada paso del maldito camino. La respeto, sin embargo, porque he
visto a hombres mucho más grandes y malos quebrarse bajo menos presión. Sin
embargo, esta mujer de mediana edad ha exudado más pelotas que algunos de los
hombres más duros.
Sacudiéndome los pensamientos, aspiro y devuelvo la jarra de agua a la
nevera. Mientras me llevo el vaso a los labios, los suaves pasos de Siân contra el
suelo de madera llaman mi atención. Con las cejas alzadas, me giro a tiempo para
verla con esos diminutos calzoncillos que le gusta llevar para burlarse de mí. Lleva
el pelo revuelto en la cabeza y el cuello de la camisa de gran tamaño le cuelga del
hombro izquierdo.
Tiene los ojos muy abiertos, casi como si tuviera algo que quisiera decir, pero
tuviera demasiado miedo de soltarlo. Siân echa un vistazo a la habitación mientras
se pasa una mano nerviosa por la nuca. Luego da un paso adelante y apoya la palma
de la mano en la isla.
Me apoyo en el mostrador y la observo por encima del borde del vaso. A estas
alturas, ni siquiera me lo estoy bebiendo, pero puedo ver los nervios que la recorren.
Definitivamente tiene algo que decir y mirarme a los ojos se lo hará más difícil. Una
cosa que he aprendido de esta mujer es que prospera sin presión. Sólo hay que dejarla
ser. Permítele ser ella misma y te mostrará exactamente quién es o qué quiere.
Las ganas de hablar, de decirle que venga y tome lo que necesita, son fuertes,
pero me contengo. Su deseo está escrito en su cara y lo ha estado durante toda la
noche. Pero en lugar de ceder, lucha consigo misma y con la noticia de la
desaparición de su cuidadora, probablemente odiándose a sí misma por tener
necesidades cuando la mujer que la ha amado y protegido todos estos años ha
desaparecido.
—¿Qué pasó con el descanso que se suponía que ibas a tener? —digo después
de un rato y pongo el vaso sobre la encimera, apoyando ambas palmas contra la
superficie.
Espero que hable, que diga o me dé alguna señal de lo que piensa. En cambio,
se queda callada y se precipita hacia mí. En un instante, su boca está sobre la mía,
como aquel día en el asiento delantero del coche. Cuando tiene demasiado miedo de
hablar, de compartir sus pensamientos más profundos, su cuerpo lo hace por ella.
He esperado tanto tiempo este momento, para que se entregue a mí, para que
me desee, y no pienso renunciar a ello. Así que le rodeo la cintura con los brazos y
nos giramos para que quede atrapada entre el mostrador y yo.
Me alejo para mirarla, reconociendo inmediatamente la oscuridad de su
mirada. Esto tiene que ver más con ella y con lo que necesita para escapar que con
nosotros, pero a la naturaleza de imbécil egoísta que hay en mí no le importa. Sus
necesidades satisfacen las mías y, aunque sé que está mal y que, en cierto modo, me
estoy aprovechando de su vulnerabilidad, no puedo evitarlo.
Ella es mía y yo soy suyo.
Con mis manos clavadas en sus costados, la levanto y la pongo sobre la
encimera. Un escalofrío la recorre cuando sus muslos desnudos tocan la fría
superficie. Mi chica se impacienta y aparta el frío de su mente mientras me coge la
cara y acerca mi boca a la suya.
Su tacto palidece comparado con su beso. Es suave y propio de una mujer
nerviosa, pero sus labios se mueven con fuerza y rapidez contra los míos. Está en
conflicto, no sabe si debe dar o recibir. Lucho contra el impulso de ayudarla y
guiarla, y finalmente reclamo su cuerpo para mí. Eso no es lo que necesita, al menos
esta noche.
Tiene que hacerse cargo de este momento y poseer el placer que busca, el
placer que se ha estado perdiendo. Así que, por esta noche, reprimo a la bestia que
llevo dentro, por mucho que quiera escapar. Todo este juego ha sido sobre la
confianza, y esta noche, le daré eso. Le mostraré que soy el único hombre con el que
puede dejarse llevar de verdad. Le enseñaré la forma en que una reina debe ser
tratada y la introduciré en un mundo en el que lo que ella dice se hace.
Un profundo estruendo se apodera de mi pecho cuando me pasa las uñas por
la parte inferior de los lóbulos de las orejas. El toque es sutil, pero ese punto siempre
me vuelve loco. Mi mente corre a mil por hora cuando pienso en las cosas que quiero
hacerle a su pequeño y apretado cuerpo. Y cuando siento sus pezones con guijarros
contra mi pecho desnudo a través de la tela de su camisa, casi me vuelvo loco.
Aunque detesto poner la más mínima brecha entre nosotros, me separo y miro
fijamente a sus ojos saciados.
—¿Qué quieres, Siân? —Pregunto mientras patino mis dedos sobre sus
muslos, disfrutando de la ligera sacudida de los músculos de sus piernas por mi
contacto.
Siân se humedece los labios, su mirada recorre la mía con la confusión escrita
en las líneas que se forman sobre su frente.
—¿A ti? —dice más bien como una pregunta.
—No, cariño. ¿Qué quieres? —Me inclino y trazo círculos justo debajo de su
barbilla—. ¿Quieres correrte? —preguntó contra su carne.
—Mm —gime y se acerca a mi bíceps—. Mm-hmm.
Le chupo el cuello, mordisqueando su piel y deleitándome con los suaves
gritos que se le escapan.
—Usa tus palabras. Dime que quieres correrte.
Ella traga, su garganta se balancea contra mi boca, y yo lucho contra la sonrisa
que quiere hacerse notar.
—Quiero correrme —Ella traga de nuevo, su columna vertebral se endereza
al hacerlo—. Quiero que me hagas venir.
—Buena chica —susurro, y ella se estremece.
—Repite eso —Su voz suena.
Sonrío y acerco mis labios a sus orejas, chupando el lóbulo antes de seguir sus
instrucciones.
—Buena chica.
Respira por la nariz y aprieta los muslos al oír mis palabras, pero uso el puño
para separarlos.
—¿Qué más, cariño? ¿Qué quieres?
Siân se detiene un momento y, cuando la miro, noto que tiene miedo de
responderme. Desvía la mirada, pero le agarro la barbilla para que mantenga sus ojos
fijos en mí.
—Nunca tengas miedo de exigir lo que necesitas —Escudriño su rostro para
asegurarme de que lo ha entendido—. ¿De acuerdo?
Ella asiente.
Sacudo la cabeza.
—Palabras, hermosa.
—De acuerdo.
—¿Ahora?
—Yo... —Ella traga de nuevo—. Quiero tu boca ahí abajo —Ella inclina su
cabeza hacia su coño, y yo estoy muy feliz de complacerla.
—No es suficiente.
Se retuerce con el ceño fruncido tirando de las cejas. Mi dulce niña, voy a
corromperla aunque sea lo último que haga.
—Dime que quieres que te coma el coño —La profundidad de mi voz hace
que un escalofrío recorra su columna vertebral.
—Quiero que me comas el coño —repite esta vez con más convicción.
—Abre las piernas entonces, nena.
Se mueve a paso de tortuga, mirando entre mi cara y mis manos en sus piernas.
La ayudo, separando más sus muslos y acercándola al borde de la barra. Su cuerpo
se sacude con el movimiento y se apoya en las palmas de las manos.
Ambos observamos cómo le arranco los diminutos calzoncillos del cuerpo y
los tiro al suelo. Cuando volvemos a tener contacto visual, se me corta la respiración.
—Eres tan jodidamente hermosa. ¿Lo sabes?
No responde, pero no espero que lo haga. Eso fue más para mí que para ella.
Dejo escapar un siseo cuando me doy cuenta de que está desnuda debajo de los
pantalones. El aroma de su excitación me golpea como una ola y me cuesta mucha
fuerza de voluntad no devorarla. Quiero saborear esto, tomarme mi tiempo para
explorar cada rincón de su ser.
Con las cejas apretadas por la anticipación, acerco mi cara a su sexo mientras
paso el pulgar por su raja. No la separo, todavía. No, lo dejo para más adelante. En
este momento, quiero ver cómo reacciona cuando el placer está a un palmo de
distancia.
La miro fijamente a los ojos verde claro, observando el cambio de sus rasgos,
y continúo pasando el dedo por su coño. Tan ansiosa como siempre, empuja su coño
hacia mí. Mi polla palpita contra mis pantalones, y me agacho para darle un rápido
apretón. Pronto podrá jugar. Ahora mismo, todo se centra en ella y en cuidarla.
Siân se echa hacia atrás sobre los codos, con la vista puesta en mí.
Mantenemos el contacto visual durante un instante antes de que me centre en el valle
de sus muslos. Separando sus labios inferiores, me lamo los míos con necesidad y
determinación.
Su clítoris ya está duro e hinchado para mí, y su sexo está goteando. Con la
yema del dedo corazón, recorro su calor desde la entrada hasta su capullo,
cubriéndolo con su miel.
—Joder —gimo. Si está así de mojada antes de que apenas la toque, sólo
puedo imaginar cómo se sentirá cuando meta mi polla. Me duele la punta de la polla
al pensarlo, pero ignoro la sensación. No sé quién desea más esto: ella o yo.
Demonios, tal vez nos deseamos el uno al otro por igual.
Sustituyendo mi dedo por mi lengua, sigo el mismo camino, disfrutando del
sabor de su néctar. Dulce, como ella. Tan jodidamente perfecta, tan jodidamente
especial. No puedo creer que haya tardado tanto en tenerla aquí conmigo de esta
manera. Marco temía por ella, y con razón, pero todo lo que puedo pensar es lo
mucho que nos hemos perdido. Todos los años que hemos tenido que estar separados
porque su padre la envió lejos, negándome lo que es mío, negándome a ella.
Mis manos se hinchan sobre sus muslos, la agarro con fuerza y entierro mi
nariz en su calor. Inhalo su olor y lo guardo en la memoria. Siân suelta un fuerte
gemido cuando me meto su clítoris en la boca y lo suelto con un chasquido.
—Dios —suelta—. Oh, Dios —Sus manos encuentran el camino hacia mi
pelo, y me mantiene en su sitio mientras gira lentamente sus caderas.
—Mm —murmuro—. Sabes a gloria.
Separo aún más sus piernas y mantengo sus pliegues abiertos mientras la
como, sin dejar nada atrás. Siân arquea la espalda en el momento en que introduzco
mi lengua en su apretado agujero. La penetro una y otra vez, mientras le acaricio el
clítoris con el pulgar. Nuestras miradas se cruzan cuando levanto la vista para ver su
reacción y, aunque breve, la conexión es intensa, tanto que la siento hasta en los
dedos de los pies.
Vuelvo a chupar su clítoris y deslizo un dedo en su coño. Sus paredes se
aprietan a mi alrededor, contrayéndose mientras yo curvo mi mano para acariciar su
punto G. Siân se queda con la boca abierta, echa la cabeza hacia atrás y su cuerpo
parece fundirse con el granito que tiene debajo.
Alcanzando mi máxima estatura, continúo metiéndole los dedos en el coño y
plantándole besos a lo largo de la clavícula y el cuello. Y cuando por fin llego a su
boca, está deseando saborear mis labios. Siân me coge la cara y pierde el equilibrio,
pero me apresuro a utilizar mi mano libre para atraparla y mantenerla erguida.
Continúo follándola con los dedos, esperando a que se equilibre antes de
volver a meter su coño en mi boca. Los sonidos húmedos y fuertes llenan la cocina,
seguidos de sus gritos.
—Mierda. Christian. Eso se siente tan bien —admite con la cabeza hacia atrás.
—¿Si? ¿Te gusta que te chupe el coño?
Asiente con la cabeza y me frota la nuca, animándome en silencio a seguir.
Por suerte para ella, no me gustaría que fuera de otra manera. Siân jadea y sus piernas
se tensan alrededor de mi cabeza, pero yo las abro y vuelvo a introducir mi lengua
en su agujero.
Su cuerpo se agita, se relaja un segundo después y sé que es porque está a
punto de correrse. Vuelvo a lamerle el nódulo, luego lo chupo y le acaricio el punto
G al mismo tiempo. Una parte de mí quiere parar y meterle la polla en el coño
empapado. Si va a correrse, quiero que sea conmigo enterrado profundamente. La
noche aún es joven, y ahora que he probado el sabor, no voy a dejarlo tan fácilmente.
Siân se arquea hacia mí, con su mano todavía en mi nuca, impidiendo que me
mueva.
—Oh. Oh-Christian. Justo ahí. Oh, Dios, por favor, no pares. No te detengas.
No te detengas. No pares. Ohhhhh —ella gime.
Y no lo hago. Sigo acariciando su clítoris y su punto hasta que explota. Su
venida se derrama alrededor de mi dedo y cae sobre la encimera mientras me aprieta
con su coño. Mi polla está ahora dura como una roca, la cabeza palpita tan fuerte
que duele.
No es hasta que su respiración se estabiliza que saco mi dedo de su interior.
Me dedico a besarla por todas partes, y ella está tumbada, completamente agotada,
permitiéndome hacer con ella lo que me plazca.
—¿Cómo te sientes? —pregunto mientras sigo plantando besos por todas
partes.
Siân me mira fijamente durante un momento, sin palabras, mientras intenta
recuperar el aliento. Cuando lo hace, vuelve a aparecer ese oscuro brillo de deseo
que tenía cuando entró aquí.
—Quiero que me folles, Christian. Haz que me corra en tu polla.
Joder, gimoteo para mis adentros.
La cojo en brazos y la llevo a mi habitación, chocando con la mierda por el
camino. Estoy tan excitado por estar finalmente dentro de ella. Esa chica, que hace
sólo unos minutos era demasiado tímida para decirme lo que quería, me manda como
una puta diosa, y eso es muy caliente.
No puedo esperar a estar dentro de ella, a sentir cómo se deshace a mi
alrededor, y a gritar mi nombre mientras lo hace. Quiero ensuciar cada centímetro
de ella y marcar mi puto nombre en su carne. Ella es mía, y después de esta noche,
todo el maldito mundo lo sabrá.
Estamos tan cerca de vivir nuestras nuevas vidas, y muy pronto, nadie se
interpondrá en el camino. Ni sus malditos amigos, ni su vida en este pueblo de mala
muerte, ni siquiera mi padre. La arrojo a la cama y ella se ríe mientras se arrastra
hasta la parte superior de la cama. Siân mira cómo me agarro a la cintura de los
pantalones del pijama y me los bajo por los tobillos, y sus ojos se abren de par en
par al ver mi polla completamente erecta.
Una sonrisa de satisfacción se dibuja en la comisura de mi boca y me acaricio
para burlarme de ella. Probablemente se pregunte cómo va a aguantar todo lo que
tengo, pero haré que le quepa, aunque le duela. Miro su coño aún brillante, sus labios
hinchados por nuestro beso y luego su vientre, y mi mente vaga. Me imagino cómo
sería ella llevando mi semilla y hago una nota mental para deshacerme de sus
anticonceptivos a primera hora de la mañana. Luego pienso en que nunca soportaré
perderla de nuevo, y añado otra nota para buscar un transmisor. Es una barbaridad,
lo sé, pero no hay nada que no vaya a hacer para mantenerla conmigo.
Será mía pase lo que pase, y cuanto antes elimine todos los demás obstáculos,
nada podrá detenernos. Aparto los pensamientos de mi mente y me meto en la cama,
el colchón se hunde por mi peso. Siân se quita la camisa y, un segundo después, me
acurruco entre sus piernas. Su calor aterciopelado me da la bienvenida, y mi polla se
sacude como agradecimiento.
Sin molestarme en coger un preservativo, recordando la promesa que hice de
dejarla embarazada hace sólo un segundo, alineo mi polla con su entrada. Presiono
la cabeza contra su abertura, pero no me sumerjo en ella. En su lugar, me cubro con
sus jugos y luego la froto sobre su clítoris. Los dos miramos fijamente entre nosotros,
observando cómo follo su manojo de nervios para que su cuerpo esté bien preparado
para mí.
Una vez que me aseguro de que está lo suficientemente mojada, vuelvo a
acercarme a su agujero, pero ella presiona sus manos sobre mi pecho, deteniéndome.
—Espera —dice, sin aliento—. Necesitamos un...
Antes de que pueda terminar, me meto dentro de ella tan profundamente que
mis pelotas están metidas en su suave culo.
—Condón… —Ella se queda con la boca abierta, aunque ya es demasiado
tarde.
—Nunca usaré un condón cuando te coja. Eres mía. ¿Lo entiendes? —
Bombeo dentro y fuera de ella con mis uñas clavadas en sus costados, y la acerco
todo lo que puedo.
Espero que se resista, que me maldiga por entrar en ella sin protección, pero
no lo hace. Se entrega a mí, aceptándome centímetro a centímetro. Esta noche, soy
suave con ella, me esfuerzo por no penetrarla como he soñado desde hace semanas.
Ella necesita esta forma de hacer el amor, suave y sutil. Pero cuando baje el velo, la
destrozaré con mi polla, arruinándola para cualquier otro hombre.
Siân rodea mi cintura con sus piernas, recibe mis caricias y toma de mí lo que
necesita. A diferencia de la noche en que la espié con su ex, ahora se está
derrumbando, con la felicidad escrita en sus rasgos y en su cuerpo. Y cuando me
agarra la polla con su coño, sé que ambos vamos a conseguir lo que queremos: que
se corra en mi polla.
Siân pasa sus brazos por debajo de los míos para sujetarme por los hombros.
Me meto entre nosotros, separando sus mejillas para profundizar mis caricias, sin
parar hasta que se convulsiona bajo mí.
—Me estoy viniendo otra vez. Oh, Dios. Dios, Christian, te amo.
Me tenso ante sus palabras, pero eso no me impide alcanzar el clímax. La
espalda se me dobla y mis uñas se clavan en la carne de su culo mientras descargo
mi carga en lo más profundo de su sexo. Pasa un minuto antes de que ninguno de los
dos pueda moverse, y cuando lo hacemos, ninguno de los dos comenta la bomba que
acaba de soltar. Una parte de mí se pregunta si ella se da cuenta de que lo ha dicho,
y la otra mitad piensa en cómo sería eso. Nunca he estado enamorado, pero quizá
con Siân pueda estarlo. Tal vez ella pueda calmar a la bestia que lucha
constantemente por ser liberada.
Siân
Creo que estoy teniendo un sueño sucio. Un sueño en el que Christian está de
nuevo entre mis piernas, comiéndome como un animal hambriento. Como si se diera
un festín conmigo. El calor se enciende en mi vientre, recordando el calor abrasador
que casi me consumió anoche, y muevo las caderas en busca de más fricción. Más
placer.
—Mmm... —gimo, entregándome a él.
Hay una vibración contra mis pliegues, y me doy cuenta de que Christian gime
en respuesta. Me agacho y le paso los dedos por el pelo. La sensación es tan fuerte,
tan real. Como el sueño más vívido de la historia.
Sólo ahora comprendo que no es un sueño, que está entre mis piernas con su
boca cubriendo mi montículo y su lengua haciendo cosas indecibles en mis sensibles
pliegues. Me ha sacado del sueño dándome placer, un placer que sigue haciendo
llover con cada vuelta de su lengua, con cada chupada insistente de mi clítoris.
Lo suelta con un suave sonido de estallido.
—No pude resistirme —gruñe a modo de explicación—. Este dulce coño me
llamaba.
—Sí —le susurro, tirando un poco de su pelo en un intento silencioso de que
se ponga en marcha de nuevo. Cuando levanto las caderas, casi empujando mi sexo
hacia su cara, se ríe.
—Chica ansiosa —Introduce un dedo en mi canal y lo sigue con otro. Mi
espalda se arquea, un grito sin palabras sale de mi garganta—. Tienes hambre de lo
que sabes que sólo yo puedo darte. Dilo.
—¡Sí! —grito—. ¡Sí, tengo hambre de ti! —Diré cualquier cosa, con tal de
que no deje de hacer lo que está haciendo, atormentándome con cada golpe largo y
seguro. Tentando mi punto, masajeándolo, golpeando sus nudillos contra mí cuando
se adentra en él.
—Muéstrame lo que quieres. Fóllate mis dedos, preciosa —Sólo puedo hacer
lo que me dicen mientras mi cuerpo toma el control de mi cerebro. Tomando lo que
necesita, trabajando para ello con cada empuje de mis caderas—. Vente en mis dedos
antes de que te haga venir en mi polla otra vez.
Sus sucias palabras son casi tan excitantes como lo que hace con sus dedos,
lo que se intensifica cuando roza mi clítoris con la punta de su lengua. Me toca como
si hubiera nacido para hacerlo, tan hábil que no hay lugar para la duda o la timidez.
No tengo que esconderme de él. No quiero hacerlo.
La fricción aumenta, mis piernas se tensan mientras levanto las caderas del
colchón y las mantengo así, como si todo mi cuerpo se esforzara por prepararse para
mi liberación.
—Sigue —susurro, con la cabeza rodando de un lado a otro y los dedos
enredados en el pelo de Christian—. Por favor, cariño... sigue... —Estoy jadeando,
luchando por llegar a la meta—. ¡Me voy a correr!
Y cuando lo hago, es con una explosión de puro placer.
—¡Sí! —grito, con la cabeza echada hacia atrás y los dedos de los pies
curvados. Una oleada tras otra de felicidad indescriptible se abate sobre mí y me
arrastra hasta un lugar dulce y cálido.
Cuando abro los ojos y miro a lo largo de mi cuerpo, lo encuentro lamiéndose
los dedos, con los ojos entrecerrados en lo que parece ser puro placer. Como si yo
fuera un exquisito manjar que lleva años deseando. Algo en su avidez aviva el fuego
moribundo de mi interior. Me hace sentir sexy y sensual. Deseada.
Nuestros ojos se encuentran, y juraría que su mirada es más oscura que de
costumbre. Como si hubiera algo nuevo detrás de ellos, algo de lo que solo he visto
destellos antes. Esa mirada debería asustarme, pero solo me hace desear más. Quiero
saber hasta dónde me llevará.
—Tienes mi polla palpitando —me informa con una voz profunda y peligrosa.
Como si quisiera demostrar su valía, se pone de rodillas y se toma la polla con la
mano. De la punta gotea pre-semen, la cabeza oscura e hinchada—. Voy a hacer que
te corras en ella otra vez.
—Sí —Sale antes de que sepa lo que estoy diciendo—. Haz que me corra otra
vez. Fóllame, Christian.
—Así es —Casi sonríe, con una expresión peligrosa mientras separa mis
muslos para hacerse un hueco—. Este coño es mío. Ya anhelas la manera que me
siento dentro de ti.
—Sí —admito, mi pecho sube y baja más rápido con cada respiración.
Preparándome para lo que va a venir después.
No es como la primera vez. No duda ni un segundo antes de penetrar, separar
mis labios y estirar mi túnel hasta el límite. Ese primer empujón es suficiente para
que se me caiga la cabeza hacia atrás; es tan grueso que me lleva al límite del placer
y me hace sentir un poco de dolor, pero me gusta.
Debe sentirlo, porque se retira antes de volver a golpearme. Chocamos, y no
puedo evitar un pequeño jadeo por la fuerza.
—Mío —gruñe antes de volver a clavarse en mí, cogiéndome por las caderas
y manteniéndome en su sitio—. Mío
—Tuyo —jadeo antes de que se lo meta de golpe. Esto no es hacer el amor.
Esto es follar... crudo, sucio, y podría sollozar de alegría porque es jodidamente
bueno.
—Sólo yo te follaré —gruñe, con los dientes apretados, sus músculos
contrayéndose cada vez que empuja dentro de mí—. Sólo yo, preciosa. Haré que te
caigas a pedazos sobre esta polla. Gritando mi nombre. Llorando de placer —Sus
dedos se clavan en mis caderas, y casi me duele, pero no le haría parar por nada del
mundo. Quiero ver hasta dónde podemos llegar.
Estiro los brazos y le recorro el pecho con las uñas, hasta que él aspira con
sorpresa y me recompensa con empujones más fuertes y agudos que me hacen chillar
al compás del choque de nuestros cuerpos.
—Y ahora que eres mía, me pertenecerás para siempre. Dilo.
—¡Para siempre!
—Y un día, tomaré este culo —Sus dedos se clavan en mí, haciéndome jadear
y apretar los dientes contra él—. Voy a tomar todos tus agujeros, Siân. Todo tu
cuerpo me pertenece —Sólo asiento con la cabeza, poniéndome nerviosa ante la
idea, pero sin hacer caso. Incluso ahora, sé que lo dice porque está fuera de si y está
pensando con su polla.
Mis tetas rebotan por la fuerza y las mantengo firmes, apretándolas para su
disfrute.
—Oh, sí —gruñe—. Tócate. Juega con ellas —Lo hago, pellizcando mis
pezones como sólo lo he hecho cuando estoy sola. Es desagradable, sucio, y parece
que nos excita aún más a los dos.
Me estoy acercando, la conocida tensión se acerca rápidamente.
—Vente conmigo —le ruego cuando la tensión es demasiado fuerte.
Responde enseñando los dientes y golpeándome casi brutalmente hasta que
las lágrimas se filtran por las comisuras de los ojos, y no hay nada que hacer más
que gritar su nombre un instante antes de que me destroce, con el corazón a punto
de estallar por la tensión.
Se dirige a casa por última vez, rugiendo su propia liberación, pero estoy
demasiado lejos para oírle. Estoy flotando en una felicidad absoluta, con la mente
en blanco, con todas las preocupaciones borradas en favor de una paz total.
—Sí, topolina —Si desploma parcialmente sobre mí, con el cuerpo pesado y
sudoroso, y la respiración entrecortada—. Sí, mi Siân —Sólo puedo sonreír para
mostrarle que estoy bien, todavía demasiado débil y agotada para hacer mucho más.
Pero por mucho que me haya agotado, no puedo dejar el mundo fuera. Una
vez que he recuperado el aliento y me he espabilado, miro hacia el teléfono de la
mesita de noche.
—Mierda. Voy a llegar tarde a clase.
Christian está tumbado boca abajo.
—No puedo decir que lo siento —responde, con la voz apagada.
Le doy un beso en el cuello y me río mientras salgo de la cama y me apresuro
a ir a la ducha, sintiéndome como un millón de dólares. Venerada, adorada y
deseada.
No debería sonreír al ver sus huellas en mis caderas mientras me lavo,
¿verdad? ¿Por qué no puedo evitar hacerlo entonces? Él me marcó. Me hizo suya
como dijo que quería.
Y me gusta. A mí también me gustó en su momento. Me gustaba el delgado
borde entre el dolor y el placer al que me llevaba. La ferocidad con la que me tomaba,
utilizándome para su placer mientras me daba más de lo que yo creía que podía
soportar. Es como tener un secreto sexy bajo mi ropa, algo que sólo nosotros dos
conocemos. No podré dejar de sonreír en todo el día, lo sé. ¿La gente se preguntará
por qué? Que lo hagan. No tengo nada de qué avergonzarme.
Aunque voy a llegar muy tarde a clase si no me doy prisa. El sexo matutino
es fenomenal, pero puede poner en aprietos la agenda de una chica. Especialmente
cuando casi se desmaya por la intensidad de su orgasmo. ¿Siempre va a ser así? No
puedo evitar esperar que lo sea mientras cojo mi chaqueta y corro hacia el ascensor.
Incluso si esto significa ser movido a confesar que lo amo antes de lo que
probablemente debería haber hecho.
Me muerdo el labio una vez que estoy en la cabina del ascensor, viendo la
cuenta atrás de los números mientras desciendo. Lo he dicho, alto y claro. Me ha
oído. Sé que lo hizo. Que haya tenido la amabilidad de no mencionarlo después no
significa que vaya a olvidarlo tampoco.
No es el hecho de que no me haya respondido lo que me tiene nerviosa. Es la
esperanza de que no termine alejándolo. Por supuesto, su actuación de esta mañana
no fue lo que esperaba de un tipo que está muerto de miedo ahora que la chica con
la que se acuesta está enamorada de él. Ni mucho menos.
Pero aún así. Cuando tenga tiempo para pensarlo hoy, ¿va a sentir lo mismo?
No voy a disculparme. Eso es lo que decido mientras corro hacia el coche,
consultando la hora en mi teléfono mientras lo hago. Debería tener tiempo suficiente
para tomar un café antes de ir a clase, y si quiero mantenerme despierta, más vale
que lo haga. No estoy acostumbrada a tener sexo hasta altas horas de la noche. Taj
era más bien un amante del tipo aburrido y rápido.
¿Podrían ser más diferentes? Dios, cuando pienso en lo grande que creía que
era. No me extraña que le impresionara tanto que fuera virgen. Sabía que no tendría
a nadie con quien compararlo. Al hombre le tocó la lotería cuando me conoció. Ojalá
pudiera recuperar el tiempo que perdí con él, pero no es así. Sólo puedo tomar
decisiones más inteligentes en el futuro, teniendo en cuenta el dolor que recibí en mi
corazón al pasar por alto una bandera roja tras otra.
Tal vez todo ese dolor estaba destinado a prepararme para esta nueva etapa de
mi vida. Tuvo que pasar Taj para que pudiera apreciar plenamente a Christian y todo
lo que quiere darme. Su protección, su fuerza, su respeto. No me deja colgada ni me
mantiene en vilo. Siempre sé a qué atenerme con él.
El calor florece en mis mejillas cuando otro pensamiento me golpea. Taj
nunca dedicaría todo el tiempo que Christian dedicó a asegurarse de que estaba
satisfecha. Por favor. Tenía suerte si me sacaba algo, y mucho menos más de una
vez. Christian me daba placer como si estuviera orgulloso de ello. Como si su único
objetivo fuera hacerme sentir bien.
El recuerdo me hace morderme el labio para reprimir una sonrisa mientras
espero en la cola para un café helado. Puede que llegue unos minutos tarde, pero
puedo colarme por la puerta trasera y tomar asiento sin molestar a nadie. He visto a
la gente hacerlo todo el tiempo, y ahora me pregunto si alguno de ellos llegó tarde
por la misma razón que yo. Otra sonrisa se dibuja en mis labios.
Hasta que escucho mi nombre, y no por la chica que prepara las bebidas.
—Siân. Así que todavía estás viva.
Sé quién es antes de darme la vuelta; su voz me resulta bastante familiar
después de todo este tiempo, aunque no sé de qué está hablando.
—Kyla. Tienes mucho valor para decirme eso cuando llevo semanas
intentando hablar contigo.
Su nariz se arruga y sus cejas se fruncen.
—¿De qué estás hablando? Te he mandado un montón de mensajes.
—No me llegaron.
—Oh, mierda —Así que no está de humor para jugar bien. Y pensar que antes
de esto estaba de buen humor—. Creo que ambos sabemos el verdadero problema,
incluso si no estás dispuesta a admitir que hay un problema. Es él. Él es el que está
haciendo esto.
—¿Quieres parar, por favor? —Siento una punzada en la nuca y sé que es
porque la gente me mira—. Estás haciendo una escena.
Ella ignora esto. Por lo que sé, disfruta sabiendo que está llamando la atención.
—Lo siento si pienso que es más importante asegurarme de que mi amiga no
está siendo abusada por algún psicópata.
—Bien, realmente has enloquecido —Intento reírme, de verdad, pero el
sonido es hueco—. Las cosas no podrían ir mejor. Lo digo en serio. Y si fueras
realmente mi amigo, ya lo sabrías. No jugarías a estos jueguecitos para joderme la
cabeza.
Se lleva una mano al pecho y pone su expresión más sorprendida. La he visto
antes, normalmente cuando sabe que la han pillado mintiendo y quiere fingir
inocencia. Es buena en eso.
—¿Yo? ¿Estoy jugando cuando el psicópata con el que vives es el que te pone
en contra a todos los que se preocupan por ti?
—Tú eres la que empezó una pelea el día que me mudé.
—¿Y sabes lo que hizo en cuanto no estabas allí para vernos o escucharnos?
—Hace una pausa, los ojos se agrandan, su respiración se entrecorta como si hubiera
algo grande y emocional en camino—. Apenas se detuvo para hacerme daño. Se
convirtió en un maníaco total.
A lo largo de los años le he dado mucha libertad de acción. He dejado que me
convenciera de cosas que no quería hacer porque era más fácil ceder que discutir.
He dejado de lado las muchas, muchas veces que actuó de forma irreflexiva,
diciéndome que era demasiado buena amiga para que nuestra relación sufriera
porque yo me sintiera menospreciada.
¿Pero esto? Ahora ha ido demasiado lejos.
—Admite que no puedes soportar que sea feliz. Realmente, verdaderamente
feliz. Nuestra amistad sólo funciona si puedes empujarme y decirme qué hacer.
Ahora, si yo sigo adelante, tú solo estás amenazado.
Su rostro se pone rojo oscuro antes de que su boca se tuerza en un feo gruñido.
—Me siento amenazada porque él me amenazó a mí. Me dio un susto de
muerte y tuve que ver cómo te ibas con él, sabiendo de lo que es capaz. Y no importa
lo que pienses, he estado intentando localizarte porque no puedo dejar de
preocuparme.
—Bueno, puedes dejarlo para siempre. No tienes que preocuparte por mí otra
vez.
Su cara cae, y por un segundo, casi puedo creer que está realmente herida.
—No digas eso.
—Lo estoy diciendo —Mi bebida está esperando, así que la cojo antes de
volver a dirigirme a la que solía ser mi mejor amiga—. Si no puedes soportar que
sea feliz, no eres una amiga, y nunca lo fuiste. No te molestes en volver a intentar
llegar a mí, si es que alguna vez lo hiciste.
—Estás siendo estúpida en este momento.
—Sí, bueno, considerando que alguna vez pensé que eras mi amiga, supongo
que no es la primera vez.
Ignoro las miradas descaradas de los demás clientes mientras paso junto a
ellos con la cabeza alta. Que piensen lo que quieran. No tienen ni idea de lo que he
pasado.
Y ahora sé con seguridad que no hay esperanza de que preste atención en otra
clase.

Christan me mira como si nunca nos hubiéramos visto antes, una vez que he
terminado de contarle lo que pasó en la cafetería, y se queda sin palabras por la
sorpresa.
Finalmente, encuentra su voz.
—Sabes que nunca haría eso. ¿Verdad? Nunca amenazaría a una mujer.
Especialmente a tu amiga.
—Por supuesto, lo sé —Lanzo las manos al aire, sintiéndome impotente—.
Pero tenía que contarle a alguien lo que pasó, y tú eres la única persona con la que
puedo hablar ahora mismo —Ya que Cynthia sigue desaparecida. Sólo puedo esperar
que la policía se tome su desaparición más en serio de lo que se tomó mi caso de
acoso.
—Siempre estaré aquí para que puedas hablar —Me abraza con fuerza y
suspira profundamente cuando mi mejilla se apoya en su pecho. ¿No es de extrañar
que me sienta como me siento con él cuando su contacto es mágico?
—Pensé que era mi amiga —murmuro, con los ojos cerrados—. ¿Cómo pude
equivocarme tanto?
—No siempre vemos lo que tenemos delante, sobre todo cuando no queremos
verlo —Parece un hombre que sabe de lo que habla. No es la primera vez que me
recuerdo lo poco que sé de él. Sus sentimientos, su bondad, claro. Pero su pasado es
un misterio. No tengo la menor idea de cuántas veces ha sido herido o se ha sentido
engañado por alguien que le importaba. Odio pensar en que sufra. ¿Quién en su sano
juicio le haría daño?
Me besa la parte superior de la cabeza antes de retirarse, y gira el cuello para
mirarme una vez que he levantado la cabeza.
—¿Te he hecho daño alguna vez? —me pregunta, con los ojos recorriendo
mi cara de un lado a otro.
Ni siquiera tengo que pensar en ello.
—Ni una sola vez.
—¿Te sientes segura cuando estás cerca de mí?
—Siempre.
—¿Así que sabes que Kyla está llena de mierda? Quiero decir, ¿de verdad?
—Ya lo hice. Lo prometo —Le toco el costado de la cara, el desaliño de sus
mejillas áspero pero bienvenido bajo mi palma—. Sé que se lo estaba inventando
para, no sé, vengarse de mí por haberme mudado. Nunca he podido entender por qué
hace las cosas que hace.
No es lo único que me confunde ahora. Desearía poder poner un dedo en lo
que ha cambiado de Christian. Está rígido. Duro. Cuando sonrío, tratando de
tranquilizarlo, su expresión no cambia ni un ápice. En todo caso, sus orificios nasales
se ensanchan un poco y su respiración me recuerda a la de un toro furioso. Sus ojos
son más oscuros ahora, como lo eran esta mañana en la cama. Cuando la sensación
de estar en peligro sólo me excitaba más.
Quiero que volvamos a ese lugar. Necesito que lo hagamos.
Por eso lo tomo de la mano, retrocediendo hacia el baño.
—Vamos —murmuro—. Ha sido un día largo y me he ensuciado mucho.
¿Por qué no me ayudas a mojarme, es decir, a limpiarme? —Muevo la cabeza en
dirección al baño, dedicándole una sonrisa sugerente.
Una de las comisuras de su boca se inclina hacia arriba en forma de sonrisa
cuando la realidad se impone.
—Creo que puedo mojarte. Siempre lo hago —La nota profunda y carnal de
su voz me hace vibrar los pezones y hace que mis jugos fluyan.
Para cuando estoy desnuda y entro en la ducha, mis labios están resbaladizos
y brillan con la promesa de lo que está por venir.
Christian no pierde el tiempo y me empuja contra la pared. Luego me pasa la
pierna por encima del hombro y entierra su cara en mi coño. Como si todo lo que
necesitara fuera una invitación.
—Sí, nena —me arrulla, mi cabeza cae hacia atrás contra el vidrio húmedo—
. Hazme sentir bien.
Ahora, se siente como si yo fuera la que tiene el control. Como si fuera yo
quien le invitara a tomarme. Y es una sensación poderosa, ponerlo de rodillas frente
a mí. Cuando me abalanzo sobre él, apretando su cara, gime como si le gustara. Lo
único que hace es mojarme más que nunca, lo que hace que él lama más rápido.
Estoy a punto de correrme cuando se detiene de repente, retirando mi pierna
de su hombro y poniéndose de pie con un movimiento fluido.
—Date la vuelta —gruñe, empujando su polla con su mano. Hago lo que me
dice, con las palmas de las manos contra el cristal empañado, y él me coloca en
posición antes de introducirse profundamente en mí.
—¡Oh, sí! —El ángulo es celestial, dejando que su cabeza acaricie mi punto
G con cada empuje hacia arriba—. ¡Fóllame, oh, Dios, Christian!
—Así es —jadea contra mi cuello, su lengua recorre mi hombro mojado antes
de que sus dientes piquen más allá del punto de juego—. Voy a tomarte de todas las
formas posibles. Te haré sentir cosas que no creías poder hacer —Sus manos suben
y bajan por mi cuerpo, acariciando y palpando antes de tocar mis pechos.
—Sí... hazlo —ruego, casi sollozando por la necesidad de correrme.
Me tiene tan cerca, y ahora estoy colgada en el limbo mientras él bombea
dentro y fuera, sus pelotas golpeando mis muslos cada vez que chocamos.
Alargo la mano detrás de mí, sujetando sus muslos, la cicatriz de uno de ellos
como una ondulación bajo mis dedos. Una pequeña imperfección que hace el resto
más perfecto.
—Más fuerte —ruego, tan cerca del borde que casi puedo saborearlo—. ¡Por
favor, déjame venir!
Una de sus manos abandona mis pechos y se desliza por mi vientre, hasta
llegar a tocar mi montículo. Sólo tiene que acariciar mi clítoris un par de veces antes
de que me corra, apoyándome en él cuando mi cuerpo se convulsiona en ese primer
espasmo mortal antes de la dulce liberación. Gime en mi oído un instante antes de
que sienta su semilla llenando mi sexo, goteando fuera de mí cuando rompe nuestra
conexión.
Sigo apoyada en él, y puedo sentir su corazón martilleando como el mío.
—Ha estado bien —suspiro, riendo suavemente por lo rápido que ha pasado
todo.
—Nada como empezar la noche con un rapidito —Se ríe, y sé que la noche
está lejos de terminar.
Christian
Malditos cabrones.
Mataré a cada uno de ellos. Cada persona que se atreva a interponerse en el
camino de lo que quiero sea un hombre -o una mujer- será un muerto que camina.
He sido paciente, esperando mi tiempo hasta que pueda llevarme a Siân lejos de
aquí. Y en ese tiempo, he evitado deshacerme de su pobre excusa de mejor amiga y
de la mierda de su ex. Pero mis nervios se están agotando. Me están poniendo a
prueba e intentan por todos los medios alejar a Siân de mí.
No puedo tener eso, no lo haré. No después de las últimas noches, nunca. Ella
es mía. La perdí una vez, pero nunca más.
Anoche necesité toda la fuerza que pude reunir para no dar un puñetazo en la
pared cuando me contó las cosas que le dijeron Taj y Kyla. Y ella también lo sabía,
porque también sabía exactamente cómo calmarme. Utilizó su dulce coño para
apagar mi ira y apartar mis pensamientos al fondo de mi mente.
Funcionó sólo el tiempo que tardé en vaciarme dentro de ella. En el momento
en que terminamos, volvió la rabia. Mantuve la compostura y me dormí con ella
entre mis brazos. Pero cuando la miro tumbada en mi sofá con calcetines hasta los
muslos y mi camiseta abotonada de la noche anterior, recuerdo las lágrimas y la
tristeza que invadieron su hermoso rostro.
Siento que mis músculos se estremecen bajo mi piel y tengo que flexionar las
manos para calmarme. La necesidad de hacer daño a alguien asoma su fea cabeza y,
por primera vez en días, me doy cuenta de cuánto tiempo ha pasado desde que
participé en mi forma habitual de liberación.
El coño es genial, y me encanta el sabor y el olor de mi mujer, pero nada hace
que mi sangre bombee como la de un enemigo. Y cuanto más tiempo estoy aquí
sentado pensando en todo, la necesidad crece aún más.
Siân —mi topolina— es lo único que me mantiene cuerdo. Me vienen a la
mente las palabras de Tony del día en que exploramos este loft, y ahora veo a qué se
refería. Su preocupación era el cambio que veía en mí cuando se trataba de ella. Mis
decisiones han sido más precipitadas que de costumbre, y si soy sincero conmigo
mismo, incluso me muevo de forma diferente. Durante mucho tiempo, pensé que la
obsesión era suficiente. Las burlas y las bromas, el miedo que provocaba en ella eran
todo lo que necesitaba. Me equivocaba, y ni en un millón de años habría sido
receptiva a otra cosa.
Siân aparta los ojos de su libro de texto y me mira. Mi corazón da un vuelco
cuando la fina línea de sus labios se convierte en una sonrisa. Me trago el nudo que
se me forma en la garganta y expulso una pesada bocanada de aire de mis pulmones.
El aire me roza las entrañas, una sensación con la que no estoy demasiado
familiarizado. La piel se me calienta, y el temblor que antes sentía en los músculos
se ha vuelto ardiente ante la idea de perder esto, de perderla a ella.
Así es como debe ser: nosotros dos contra el mundo, y que me aspen si otra
alma se interpone en el camino. Ella me dijo que me amaba, y en ese momento, no
tuve respuesta. ¿Qué debía decir? Que nunca había estado enamorado ni creía en
ello. Pero eso no es cierto. Esto que siento, los nervios, la falta de aire, la necesidad
constante de estar cerca de ella, es más que una obsesión.
Es amor.
Siempre lo he visto como una tontería. El amor te hace débil. Te ciega y te
cambia. ¿Me cambiará Siân? ¿Puedo ser el hombre que ella necesita? ¿Puede ella
curar mi negro corazón? ¿Quiero que lo haga?
Las preguntas se repiten en mi cabeza, y la falta de respuestas me vuelve loco.
Lo único que tengo claro es que Siân me pertenece, y cualquier otro obstáculo debe
desaparecer. Kyla, Taj y cualquier otro que se interponga en mi camino, todos deben
desaparecer.
El teléfono suena y me saca de mis pensamientos. Siân me mira de nuevo, con
el ceño fruncido. Desde que Cynthia desapareció y le prometí que utilizaría mis
recursos para ayudar a encontrarla, Siân ha permanecido pegada a mi lado,
haciéndose ilusiones sólo para verlas frustradas cada vez que suena mi teléfono. En
el pasado, disfrutaba siendo el que la torturaba así, pero ahora que la he hecho mía
por completo, en cuerpo y alma, me molesta la decepción que la invade cada vez.
Siân se levanta sobre sus rodillas cuando cojo el teléfono de la mesita. Sigue
con la mirada mi mano mientras agarro el aparato y me lo llevo a la oreja. Se acerca,
tirando sus libros al suelo. Los papeles se esparcen bajo la mesa, pero a ella no parece
importarle.
Mi padre no espera a que lo salude para lanzar órdenes. Mi mandíbula se
aprieta ante sus órdenes, pero me relajo para no mostrar esa parte de mí a Siân. Ella
aún no conoce esta parte de mi vida; la rabia, la violencia, la sangre, o que soy el
hijo del hombre que ordenó el atentado contra su familia.
Me pongo en pie, sintiendo todavía los ojos de Siân sobre mí.
—Es mi padre. ¿Me das un minuto?
Sus hombros se desploman y pasa de estar de rodillas a dejar los pies colgando
en el suelo. Pronto, topolina. Todo tendrá sentido muy pronto.
Salgo al balcón, echando un rápido vistazo detrás de mí para asegurarme de
que no me está mirando. Una vez que la puerta está bien cerrada y estoy seguro de
que no puede oírme, me concentro en la llamada.
—Christian, ¿me senti parlare con te?25
—Sì. Puoi smetterla di urlare, padre26 —digo, con un tono de agravación.
—È ora che tu torni. Abbiamo questioni di cui occuparci27 —exige.
—Sarò lì quando sarò… 28
Me interrumpe.
—Ora. Non lo dirò di nuovo29.
Trago saliva.

25
Christian, ¿me oyes hablar contigo?
26
Sí. Puedes dejar de gritar.
27
Es hora de que vuelvas. Tenemos asuntos que atender.
28
Estaré allí cuando esté…
29
Ahora. No lo diré de nuevo.
—Bene. Sarò in Italia tra due giorni30
Mi padre, el muy cabrón, cuelga sin decir nada más. Me tomo un momento
antes de volver a entrar en el salón. Agarrando el teléfono en la mano, lo aprieto
hasta que oigo crujir la pantalla. Se supone que tengo más tiempo. Necesito más
tiempo. Lo que hay que hacer no puede llevarse a cabo en cuestión de horas. Llevará
días.
Me meto el aparato en el bolsillo, me agarro a la barandilla de piedra y miro
la ciudad. Sé cómo voy a hacerlo porque lo tengo planeado desde hace mucho
tiempo, pero no me gusta tener prisa. Deja espacio para los errores, me vuelve
descuidado, y esto no puede volver a mí. No por el hecho de temer a la ley, sino
porque Siân nunca puede saberlo. Ella finalmente confía en mí y no está lista para la
verdad.
El sonido de la puerta corredera que se abre detrás de mí me alerta antes de
sentir su presencia a mi espalda. Todavía no me ha tocado, pero sé que está ahí, tan
cerca que puedo sentirla y olerla. Es curioso cómo funciona eso y demuestra lo
mucho que me pertenece.
Sus feromonas se mezclan con el aire fresco, envolviéndome como una manta
tranquilizadora.
—¿Está todo bien, Christian? —Su voz es baja.
Una respiración aguda me arranca mientras deslizo la máscara invisible que
llevo desde hace meses -la que representa al Christian que ella conoce- hacia su
lugar.
La miro y le digo:
—Todo está bien —Alargo la mano para tocarla, todo mi cuerpo cobra vida
cuando ella apoya su mejilla en mi palma—. Tengo que ocuparme de algunas cosas
para mi padre, pero no tardaré.
Sus cejas se juntan y sus labios se tensan en una línea dura. Siân me coge la
muñeca para leer la hora en mi reloj.
—¿A estas horas de la noche? ¿Sabes algo de Cynthia? —Se rodea con los
brazos y sus ojos piden respuestas que yo nunca le daré.

30
Bien. Estaré en Italia en dos días.
Acercándome, le aprieto los hombros.
—No tardaré mucho, lo prometo. Y a primera hora de la mañana volveré a
llamar a mis contactos. Todavía no ha aparecido nada, pero ninguna señal puede ser
buena.
La mentira sale con demasiada facilidad y, a diferencia de cualquier otro
momento de mi vida, me siento mal por mentirle. Es tan confiada, y aunque es algo
que me encanta de ella, lo odio igualmente. Es la razón por la que dos personas que
le importan pueden faltarle el respeto delante de sus narices, en su casa y en cualquier
otro lugar. Si lo vi, no sé cómo no lo hizo.
—¿Cómo? ¿No dicen que si no encuentras a una persona desaparecida durante
las primeras cuarenta y ocho horas, nunca la encontrarás?
—Bebé. Relájate. Volverás a ver a Cynthia. Te lo juro. Te he dicho que nunca
dejaré que nadie te haga daño. Eso va para Cynthia también. Encontraré la manera
de reuniros. ¿De acuerdo?
Siân deja caer su barbilla sobre el pecho, su cuerpo se funde conmigo cuando
la acerco.
—Tengo que irme, pero volveré contigo.
Me mira fijamente con ojos de cierva.
—¿Lo prometes?
—Con mi vida. Volvamos adentro. Hace un poco de frío esta noche —La guío
hasta el salón, cerrando la puerta del balcón tras nosotros.
Una vez dentro, la beso y me dirijo a la salida, cogiendo las llaves de la
estantería empotrada por el camino.
—Christian. ¿No puedes hacer lo que sea que tengas que hacer por la mañana?
No quiero estar sola.
Le dedico una suave sonrisa y enrosco los dedos en el pomo.
—No me esperes despierta —Es la única respuesta que le doy antes de salir
al pasillo y encerrarla dentro.
Si me quedo y la miro, me convenceré de quedarme, y eso no es una opción
ahora mismo. Mi padre acaba de estropear mis planes, así que hay que arreglar las
cosas esta noche. El ascensor parece estar a una milla de distancia y el viaje hasta el
garaje parece aún más largo.
Mis pasos resuenan en el vasto espacio, rebotando en las paredes de hormigón,
y llenan el silencio con algo distinto a los latidos de mi corazón. Pulso el mando,
abro el maletero y arrastro mi bolsa de viaje hacia mí. Esta noche no voy a conducir.
Tengo que ser sigiloso e inteligente. Me quito la ropa que uso en estas ocasiones
especiales, junto con la única cuerda de guitarra, la pistola y el cuchillo.
Me arrastro la camisa por el cuello y la meto en el maletero, y hago lo mismo
con los pantalones antes de ponerme el pantalón de chándal negro y la sudadera con
capucha que guardo en la mochila. Mi coche está aparcado en la parte trasera del
garaje, lejos de miradas indiscretas, y a esta hora de la noche la mayoría de los
residentes están encerrados en sus casas.
Me pongo la capucha sobre la cabeza, me meto la cuerda de la guitarra y la
navaja en el bolsillo y me meto la pistola en la cintura del pantalón. Por suerte, Taj
es un animal de costumbres, así que sé exactamente dónde estará. Salgo del
aparcamiento y me dirijo al norte. La dirección de su abrevadero favorito, el mismo
lugar en el que vi por primera vez a mi Siân.
Todas las noches son casi iguales. Sale del trabajo, se toma una copa con sus
amigos o compañeros de trabajo, y luego se dirige a casa para hacer su carrera
nocturna antes de dar por terminada la noche. Este bar parece ser un lugar de confort
para todos ellos, incluido él. Es allí donde se siente seguro, bajo la compañía de sus
amigos y del solitario camarero que dirige el local, pero esta noche se dará cuenta
de que la familiaridad y la comodidad no significan una mierda cuando alguien te
quiere matar.
Tras recorrer diez manzanas, esquivando las cámaras de tráfico y agachando
la cabeza, llego al bar. Puedo verlo a través de la ventana, jugando al billar y riendo
con sus amigos, y eso me enfada. No quiero que sus últimos momentos sean felices
o divertidos. Quiero que tenga miedo y que se dé cuenta de que joder a Sian fue un
error.
Quiero tomarme mi tiempo y torturarlo. Arrancarle la piel de cada centímetro
de músculo y hueso. Tal vez incluso clavarle los ojos con agujas mientras le corto la
polla para que la vea. Pero esta noche no tengo ese tiempo.
Al cruzar la calle, me dirijo al aparcamiento trasero. Cuando veo su brillante
Lexus azul, echo un último vistazo a mi alrededor y saco mi cuchillo. Lo meto entre
el burlete y el metal de la puerta y abro la cerradura con un daño mínimo. No es que
importara si hubiera alguno. Taj es demasiado egocéntrico para darse cuenta.
Al igual que no podía saber cuando mi mujer no estaba satisfecha después de
lanzar su cuerpo sudoroso sobre el de ella y meter su polla dentro.
La sola idea hace que mi ira rebose, pero no lucho contra ella. No esta vez.
Lejos de Siân, estoy en terreno conocido. Puedo luchar, asesinar y obsesionarme sin
ser juzgado, sin asustarla.
Cuando abro la puerta, suena la alarma. Con rapidez, abro el capó, rodeo la
parte delantera y corto los cables de la bocina. Por suerte, la música y el parloteo del
interior son tan intensos que nadie parece darse cuenta.
Vuelvo al asiento delantero, me deslizo dentro, cierro la puerta tras de mí y la
bloqueo antes de arrastrarme por la consola y esconderme en el asiento trasero.
Espero lo que parecen horas, con mi aliento caliente empañando las ventanas
desde el interior, y me preocupa que ponga a Taj al borde, pero cuando las puertas
se desbloquean automáticamente y él se desliza dentro, me doy cuenta de que mi
pensamiento anterior era acertado.
—Lo sé, cariño. Yo también te echo de menos. Estoy a punto de salir y
dirigirme hacia ti —Pone en marcha el coche, dejando que su Bluetooth se conecte,
entonces la voz de Kyla fluye por los altavoces.
—¿Por qué seguimos escondidos, Taj?
Se desploma en su asiento, pero se guarda sus frustraciones.
—Ya hemos hablado de esto, Kyla. Siân y yo acabamos de terminar las cosas.
—Exactamente. Andar a escondidas estaba bien al principio, incluso era
divertido. Pero obviamente nos ha descartado. Está con ese personaje de Christian,
así que ¿por qué no hablarle de nosotros?
—Porque no es el momento. Sí, hemos terminado, ella y yo, pero todavía no
confío en este imbécil. Y decirle que hemos estado follando a sus espaldas sólo va a
hacer que se aleje más.
—Entonces qué hacemos, Taj. ¿Aún quieres estar con Siân?
Suspira y se pasa una mano por la cara.
—Kyla, ¿podemos no hacer esto esta noche? Sólo quiero venir y estar contigo
y descansar un poco antes de trabajar mañana. ¿Podemos tener una noche tranquila?
A menos que quieras cancelar, en cuyo caso me iré a casa ahora.
—No —murmura.
—¿Hmm?
La escuchó alto y claro, pero ahora veo que es un bastardo manipulador. ¿Así
es como convenció a Siân para que le aguantara durante tanto tiempo?
—Quiero verte. No tenemos que hablar de ello.
—De acuerdo, estaré allí pronto —Finalmente, termina la llamada.
El plan era esperar, llevarlo a una zona aislada para que su cuerpo no se
encontrara en meses, pero después de oír su conversación, estoy cabreado. Después
de toda la mierda que han intentado interponer entre Siân y yo, y él sigue eligiendo
a esta zorra antes que a ella.
Tienen que irse. Iba a prescindir de Kyla, dejar al menos a alguien para que
Siân tuviera cuando empezáramos nuestra nueva vida juntos, pero esto ha sido la
gota que ha colmado el vaso. Incluso su vida es desechable en este momento.
Mi rabia se apodera de mí y, antes de que pueda alejarse, saco el cable de mi
bolsillo y me pongo detrás de él. Enrollo la cuerda alrededor de cada mano, la paso
rápidamente por encima de su cabeza y la ciño alrededor de su cuello.
Taj lucha contra mí, su cabeza empuja instantáneamente hacia atrás en el
asiento mientras me araña las manos. Menos mal que llevo guantes, algo de lo que
nunca prescindo cuando hago negocios.
—Shhh —murmuro para llamar su atención—. Cuanto más te resistas, más
fuerte tiraré, y nunca conseguirás salir de este aparcamiento. Ahí tienes —digo
cuando se relaja un poco, aunque no suelta la cuerda que ahora le corta la carne.
—¿Qué quieres? —Se esfuerza por salir, sus respiraciones son agitadas y
acortadas.
—Que te quedes tranquilo y conduzcas.
En ese momento, Taj me mira por el espejo retrovisor.
—Tú...
—Sorpresa, hijo de puta. Ahora conduce —ladro.
Taj se estremece y tantea para alcanzar el botón de arranque de su vehículo.
El coche zumba y, con la punta de la barbilla, pone las manos en el volante.
—Por favor, no lo hagas. Nunca te perdonará.
Me río.
—En eso te equivocas. Nunca se va a enterar —Colocando el cable en una
mano, me inclino hacia adelante y golpeo la pantalla de su tablero. Sacando el GPS,
selecciono el lugar marcado que sé que es el de Kyla—. Ahora conduce.
Taj cambia de marcha nerviosamente y observo su cara en el espejo retrovisor
mientras sale del aparcamiento. Es inteligente. Se lo reconozco porque no lucha. Es
decepcionante porque la pelea es la mejor parte, pero ahora mismo, me parece bien
cualquier cosa que haga que esto pase antes.
Entramos en la entrada de la casa que Siân compartió con Kyla. Le ordeno
que aparque el coche y apague el motor.
—Te dije que era mía.
Sus ojos se abren de par en par mientras nos miramos a través del espejo, y
yo aprieto la cuerda que rodea su cuello.
—Supongo que no importa ya que has elegido a esa zorra antes que a una
diosa. Realmente eres un maldito idiota, ¿eh? Debería haberlo sabido por la forma
en que te la follaste. Ni siquiera te has molestado en satisfacer a Siân antes de meterle
tu pequeña polla y follarte a otra mujer. Así es. Te observé, y sé todo sobre tu
pequeño encuentro con Kyla ahí dentro. Bueno, más allá de esta noche. Te follaste
a Kyla antes de aparecer en el club esa noche, la noche que destruí tu coche, y hace
una semana en el sofá de esta misma casa.
—No es lo que...
—Cállate —ladro, y él salta en su asiento.
—Por favor, hombre. Puedes tenerla. No volveré a molestarla.
—Sé que no lo harás —digo antes de recuperar mi navaja y llevarla a su
cuello.
Intenta aprovechar el mismo momento en que le he soltado el cuchillo para
escapar, pero no es lo suficientemente rápido. Su garganta se tambalea contra mi
tacto, su pulso se acelera con cada segundo que pasa. Si tuviera el tiempo que
quisiera, lo alargaría, me tomaría mi tiempo mientras lo hago pedazos. Pero el
tiempo no está de mi lado. Hay que hacerlo para poder coger a mi mujer y volver a
Italia, donde debemos estar.
—Estás jodidamente enfermo —consigue decir antes de que le inmovilice la
cabeza con una mano en la frente. Rápidamente, le paso la cuchilla por la garganta,
sonriendo mientras la sangre brota de la herida y pinta su parabrisas.
Cuando sus mordazas se vuelven inexistentes y su cuerpo deja de temblar, lo
suelto y salgo del coche. Mirando a mi alrededor, encuentro el barrio tan tranquilo y
sin vida como siempre. Una gente lamentable, tan ajena a todo lo que les rodea. Las
luces se encienden dentro de la casa y me agacho para que no me vean. Un segundo
después, el teléfono de Taj suena desde el interior del coche. Cuando lo ignoro y
miro hacia la casa, veo la silueta de Kyla paseando por el salón.
Me pongo de pie, echo los hombros hacia atrás y me dirijo a la parte trasera
de la casa. Con la llave que hice hace meses, me deslizo por el chirriante porche,
agradeciendo que Kyla esté en la habitación delantera y no pueda oírme mientras me
cuelo por la cocina. Está de espaldas a mí mientras atravieso el vestíbulo y paso por
delante de la mesa de cuadros del vestíbulo.
—Taj. ¿A qué hora piensas llegar? —le dice a su buzón de voz.
—No va a venir —Mi voz profunda la sobresalta.
Kyla salta y el teléfono se hace añicos en el suelo.
—¿Qué? ¿Cómo has entrado aquí? —exhala, con los ojos muy abiertos y el
pecho agitado.
—Te advertí que no me pusieras a prueba —digo, y luego me abalanzo sobre
ella y le rodeo el cuello con las manos.
Siân
Ojalá Christian hubiera podido esperar hasta la mañana para hacer lo que sea
que haya tenido que hacer por su padre, pero sea lo que sea debe ser importante si
se apresuró a salir de aquí como lo hizo. Es estúpido preocuparse por estar sola.
Estoy tan segura como lo estaré siempre aquí arriba. Incluso sin él aquí.
Aun así, el silencio que se extiende por el espacioso loft me desconcierta al
poco tiempo. Los techos altos y los suelos duros son un milagro acústico o una
pesadilla, dependiendo de la perspectiva de cada persona. Ahora mismo, con cada
pequeño ruido resonando y recordándome lo sola que estoy, no me gusta.
Por eso enciendo la televisión. No importa lo que haya, sólo quiero el sonido,
la sensación de no estar tan sola mientras ojeo mi libro de texto. Cynthia siempre se
preguntaba cómo podía estudiar con la televisión encendida.
Pensar en ella me hace perder el aliento por un segundo. ¿Por qué nadie sabe
dónde está? Ni siquiera Christian, con todos sus recursos, consigue encontrarla. Miro
el teléfono y me pregunto si debería volver a enviarle un mensaje de texto por si
acaso ha estado en algún lugar sin señal, pero una noticia de última hora desvía mi
atención de ella por el momento.
—Tenemos noticias de última hora procedentes del centro de la ciudad —
anuncia el presentador de las noticias con voz sombría—. Los primeros informes
apuntan al descubrimiento de un cadáver en un coche abandonado aparcado detrás
de lo que se rumorea que es una guarida de drogas. La presencia del varón no
identificado fue denunciada a la policía a primera hora y, según todos los indicios,
hubo juego sucio. La policía está recabando información de un testigo que afirma
haber visto a una figura vestida de oscuro salir a toda prisa del lugar.
Y Christian se pregunta por qué no quiero estar sola. Ahora desearía no haber
encendido la televisión. No necesito que me recuerden lo peligrosa que puede ser la
vida, la cantidad de gente que hay ahí fuera esperando para hacer daño a alguien.
En lugar de rechazar las noticias, me levanto y voy a la cocina por un vaso de
agua, y luego considero la posibilidad de ducharme mientras bebo el líquido helado.
Así, cuando Christian llegue a casa, estaré fresca y limpia y preparada para lo que
tenga pensado. No puedo evitar sonreír un poco para mis adentros. Me está
convirtiendo en una adicta al sexo, pero ¿quién podría culparme cuando es tan
bueno? Por no hablar de lo natural que resulta estar con él de esa manera. Nunca me
había sentido tan conectada a Taj.
Me gustaría poder dejar de pensar en él. Me parece injusto para mi relación
actual, volver constantemente a la última. El tiempo lo arreglará, ¿verdad? Eso
espero, ya que cada vez que me imagino su cara, no puedo evitar hacer una pequeña
mueca. ¿En qué estaba pensando?
Tal vez sea el efecto de querer apartar el pasado de mi mente, pero de repente,
necesito estar haciendo algo. Cualquier cosa. Un poco de mimo podría aliviar mis
nervios. Una máscara facial y un nuevo esmalte de uñas. Una vez que se haya secado,
me daré una ducha y me quitaré la máscara. Christian debe estar de vuelta para
entonces. No quiero quedarme dormida sola.
Mis productos de belleza viven en un par de cajones del tocador del baño, que
es donde me dirijo ahora que me he decidido. De entre el puñado de colores de uñas
disponibles, elijo un rosa pálido con un remolino nacarado. Normalmente, cojo unos
bastoncillos y un bote de quitaesmalte para limpiar cualquier pequeño accidente,
pero no hay bastoncillos disponibles.
Christian podría tener algunas entre sus cosas. Me he propuesto no husmear
en sus objetos personales, pero esto es bastante inocente. No es que esté buscando
información bancaria. ¿Qué podría encontrar en el baño? Abro el cajón de arriba y
me agacho para mirar el fondo.
Es entonces cuando veo algo brillante entre unos peines y unos frascos de
producto capilar.
Es un reflejo, la forma en que me estiro para agarrar el objeto brillante. ¿Quién
no cedería a su curiosidad en una situación así? Sea lo que sea, lo devolveré.
Mientras cierro los dedos en torno al frío metal, se me ocurre que anhelo conocer
más a fondo al hombre que se esconde bajo el hermoso exterior de Christian. Quiero
conocerlo en todos los sentidos.
Pero esto no me ayudará a acercarme a él. Porque reconozco el objeto del
cajón inmediatamente, y no le pertenece. Pertenece a Taj. Lo giro en mi mano,
desconcertada. Su gemelo. Lo he visto infinidad de veces, junto a su compañero en
la cómoda o en mi mesilla de noche. ¿Qué hace aquí? ¿Lo ha robado Christian? ¿Con
qué fin?
Lo devuelvo donde lo encontré antes, cerrando el cajón de golpe. Al levantar
la mirada, me encuentro con mis propios ojos en el espejo. Este es uno de esos
momentos en los que todo depende de una sola decisión. Puedo fingir que no he
encontrado el gemelo, o puedo explorar un poco más para entender por qué lo tenía
Christian. ¿Quién es él? ¿Tiene la costumbre de robar cosas? Debería saberlo si
vamos a seguir viviendo juntos, ¿no? Como Kyla merecía saber lo del acosador.
Eso es lo que decide por mí, lo que me pone en movimiento. El caso es que
este apartamento está casi cómicamente libre de desorden. No hay cajones de
escritorio llenos, ni correo tirado por ahí. Aun así, hay lugares en los que no me he
atrevido a mirar por miedo a perder la confianza de Christian.
Empezando por la mesita de noche del dormitorio. Sé que hay papeles allí, los
he oído moverse mientras él tenía los cajones abiertos. Con la previsión
meteorológica de mañana resonando en mis oídos, me dirijo al dormitorio, con el
corazón revoloteando como el de un colibrí. No voy a encontrar nada malo. No voy
a encontrar nada malo.
Encima de la pila hay un contrato de alquiler. El contrato de alquiler de este
apartamento. Lo cojo, dispuesta a dejarlo a un lado en favor de algo más revelador...
pero la fecha de la primera página me detiene.
—¿Hace unas semanas? —susurro, mirando la fecha.
No ha dicho nada de que se haya mudado hace poco. Ni siquiera ha vivido
aquí desde que nos conocemos. No es una mentira, en si misma, pero no ha sido
completamente comunicativo con la verdad. ¿Es una mala señal?
La última página es la de la firma. ¿Sabes su apellido? La pregunta de Kyla
rebota en el interior de mi cráneo mientras hojeo el reverso. Pronto lo sabré. Estoy
deseando restregárselo por la cara si vuelvo a hablar con ella.
Ahí está, escrito en tinta negra. Christian Russo.
Russo. ¿Russo? ¿Por qué me resulta familiar ese nombre? No es único, en
realidad, pero hay algo en él que hace que se me erice el vello de la nuca mientras
se me pone la piel de gallina en los brazos.
El nombre no es lo único que me hace reaccionar así. Si lo fuera, todo esto
podría explicarse fácilmente. Es la letra la que me deja mirando la página, sin
pestañear. Deseando que lo que creo ver ante mí sea una ilusión.
Conozco esa letra. La he visto muchas veces, ¿no?
Ahora nada podría impedirme sacar documentos del cajón, hojearlos, mi
cerebro retrocediendo ante lo que tiene delante. Es la misma letra en el contrato de
alquiler de su coche. La misma en una hoja de papel legal que parece que estaba
escribiendo una lista de cosas, sólo que está en italiano.
Italiano.
—No. Dios mío, no —Pero está aquí delante de mí, junto con un nombre que
recuerdo haber oído mencionar a Cynthia más de una vez. Russo. El nombre Russo
era grande en Italia. Siempre tuve la sensación de que había mala sangre. Incluso
sospeché más de una vez que ella los culpaba de la muerte de mis padres.
Pero eso no puede ser correcto. Christian no sabía nada de mi familia ni de mi
pasado. Y si fuera uno de ellos, Cynthia lo habría reconocido enseguida.
¿Y si lo hiciera? ¿Y si él...?
—No —Mi voz se duplica y triplica sobre sí misma, resonando en la
habitación. No es posible. No me lo creo, aunque las piezas por fin encajen y todo
tenga sentido. Visitamos a Cynthia, y ahora Cynthia ha desaparecido. No parecía
muy preocupado, ¿verdad? No, se apresuró a decirme que es la única familia que
necesito.
Mi acosador dejó una nota el día que me mudé. Qué conveniente. Qué
oportuno, recordándome por qué era bueno mudarse. Fue su idea, ¿no? Cuando lo
llamé después...
El estómago se me revuelve y huyo del dormitorio, lanzándome al pasillo y al
baño una vez más. Esta vez, caigo de rodillas frente al inodoro y vomito todo lo que
queda dentro de mí. No puedo evitar recordar aquella noche, vomitando en el lavabo.
Cómo arañé las piernas de mi atacante cuando me obligó a hacerlo... y las cicatrices
bajo mis dedos, cicatrices que Christian tiene en las piernas...
El nombre que me llamó en el callejón. Topolina. Así me llamó Christian ayer,
en la cama, mientras yo estaba demasiado ocupada en estar embobada y casi
inconsciente para atar cabos. Eso fue lo que dijo; puedo oírlo ahora en mi cabeza.
Pero lo ignoré entonces. He ignorado tantas cosas.
Todo está tan claro ahora, inclinado sobre la taza del váter con la situación
extendiéndose a mi alrededor. Los encuentros fortuitos que no fueron tan fortuitos.
La primera nota que dejó entre las fotos. No podía acercarse a mí después del
callejón porque probablemente llevaba la misma ropa y sabía que la reconocería;
además, su colonia le delataría. No es de extrañar que me resultara familiar cuando
me agarró.
Y Kyla. Ella dijo que la amenazó, y yo no la creí. Estaba tan segura de mí
misma. Ahora veo cómo preparó esto, paso a paso. Alejándome de ella. Silenciando
a Cynthia antes de que pudiera advertirme que estoy saliendo con el hijo del enemigo
de mi padre.
Me tiemblan las piernas, pero de alguna manera me pongo en pie. El agua fría
del fregadero no me aclara mucho la cabeza, pero enjuaga las lágrimas que se secan
en mis mejillas. No me había dado cuenta de que estaba llorando, pero es lógico.
¿Cómo pude ser tan estúpida? ¿Tan ciega? Él me tendió una trampa desde el
principio.
Por una vez, no me paralizo de miedo. Ahora no puedo permitirme ese lujo.
Podría volver en cualquier momento, y no hay manera de que pueda fingir que nada
de esto ha sucedido. No puedo volver a ser la idiota despistada que era hace cinco
minutos.
Él vería a través de mí. Y entonces...
Estoy metiendo los pies en los zapatos, temblando tan fuerte que me
castañetean los dientes, cuando el presentador de las noticias vuelve a interrumpir.
—En una actualización de la noticia de última hora que les trajimos antes, se
ha facilitado a los investigadores la marca y el modelo del coche descubierto esta
noche.
Miro la pantalla a tiempo para ver aparecer un coche muy parecido al de Taj.
El coche que encontraron en la guarida de la droga era del mismo modelo que el de
Taj.
Y hubo juego sucio involucrado, ¿verdad? ¿No fue eso lo que dijeron antes?
—No, no —gimoteo, las lágrimas vuelven a llenar mis ojos.
No, no puede ser. Todo esto es una coincidencia.
Pero, oh, Dios, ¿y si no es así? ¿Y si siempre fue así como iban a terminar las
cosas? ¿Y si la advertencia que me hizo Kyla en la cafetería -la advertencia que le
conté a Christian- significa que va a ir a por ella para mantenerla callada?
Ahora sé dónde tengo que ir. Encontraremos un lugar seguro, las dos, hasta
que resuelva esto. Podremos escondernos en algún sitio, ¿no? No, llamaré a la policía
una vez que estemos atrincheradas en la casa. No hay manera de que me dejen de
lado esta vez.
Por el camino, conduciendo tan rápido como me atrevo por calles bastante
vacías a estas horas de la noche, intento ponerme en contacto con Kyla, pero es inútil.
Su teléfono salta directamente al buzón de voz.
—Por favor, Dios —grito en el coche—. Por favor, no dejes que le pase nada.
Por favor —No sé si Dios me escucha o si existe, pero necesito toda la ayuda posible.
La luz de la sala de estar está encendida, visible en la ventana cuando me
detengo en el frente. Es una buena señal. Ella está en casa. Puede que no se dé cuenta
de todo esto. Espero que no tarde mucho en convencerla de que estamos en peligro.
—¿Kyla? —La puerta está desbloqueada y la atravieso corriendo—. ¿Kyla?
¿Dónde estás?
Ella no responde. No necesita hacerlo. La visión de ella tendida en el suelo
del salón es respuesta suficiente. Hay un rugido en mi cabeza y la habitación gira en
torno a la forma tendida de Kyla. Tiene los ojos cerrados y unos feos moratones en
la garganta, y no sé si respira o no.
Lo comprobaría. Quiero que mi cuerpo se mueva en su dirección.
Hasta que percibo la presencia detrás de mí. Hasta que una mano me tapa la
boca y un brazo fuerte me arrastra hacia atrás hasta aplastarme contra él sin
esperanza de escapar.
Sé quién es. Fue Christian todo el tiempo, todo, incluyendo esto.
Su aliento es caliente contra mi oído.
—No quería que te enteraras de esta manera.
J.L. Beck es una autora de best-sellers internacionales y de USA Today y la
mitad del dúo de autores Beck & Hallman.
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S. Rena (Sade Rena) es una autora del USA Today Bestseller de romances
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Al igual que con sus títulos contemporáneos, a Sade le gusta hilar historias
angustiosas, emotivas y sensuales. Pero como ama a los villanos tanto como a los
héroes, también escribe personajes oscuros y diversos que tienen defectos y son
moralmente grises.

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