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2016

Reportes de lectura
TRANSFORMACIÓN DE LA PRÁCTICA PROFESIONAL
MANUEL JESRREL MARTINEZ RIVERA
Los profesores ante las innovaciones curriculares
A partir de la década de los noventa, los sistemas educativos entraron en una dinámica de cambio
caracterizada por procesos de reforma sustentados en el discurso de la innovación de los modelos
educativos y curriculares. El profesor aparecía como responsable último del eventual éxito de las
innovaciones, pues se le responsabilizaba de concretar el cambio didáctico en el aula. Pocos se
cuestionaban cómo aprenden los profesores, qué los impele a cambiar o no sus prácticas
educativas, qué procesos ocurren cuando se enfrenta la tarea de innovar o qué condiciones se
requieren para que un cambio real ocurra y se consolide. La noción de innovación curricular se
tomaba como sinónimo de incorporación de las novedades educativas del momento, sin una
reflexión profunda sobre sus implicaciones ni una previsión clara de su incorporación a las
estructuras curriculares o a la realidad del aula, o pasando por alto la cultura y prácticas educativas
prevalecientes en una comunidad educativa dada. Era indispensable la participación de
determinados personajes en la deliberación y toma de decisiones respecto al currículo, sentando
las bases de los llamados referentes comunes del currículo y la noción de currículo participativo.
Dichos referentes son los profesores, los especialistas en las materias o disciplinas, los estudiantes,
los expertos curriculares y aquellos que representan a la sociedad o comunidad. Si ocurre una
representación excesiva o escasa, o una relación de subordinación entre estos referentes, se
producirá un “punto ciego” que terminará por socavar el proyecto curricular. En el fondo del
problema se encuentra un interés económico, más que educativo. Dado que “la innovación en la
historia se reconoce vinculada a la investigación para el desarrollo tecnológico, condicionada en
gran medida al desarrollo de la economía.

Cuando se enfrenta a los docentes con el tema de las innovaciones educativas, éstas suelen
presentarse como elaboraciones completamente inéditas, sin recuperar la historia de las ideas
pedagógicas que les dieron origen, sin ofrecer sus fundamentos en las teorías del aprendizaje y
desarrollo en que se sustentan, o sin propiciar una mirada crítica al corpus de investigación
educativa que las avala. Iniciar un proceso que pretende la innovación educativa con la concepción
del docente como elemento inerte, sin recuperar su capital cultural y experiencia, impide en
buena medida el proceso de creación o construcción de un nuevo saber. Recordemos que todo
nuevo aprendizaje tiene como punto de partida el conocimiento y experiencia previos. De manera
similar, no es suficiente que exista un nuevo saber para que éste conduzca a la innovación de algo.
Una invención, para convertirse en innovación, debe responder a una demanda sensible en la
sociedad y encontrar personas que la valoricen e impulsen.

Los docentes son sujetos sociales y por lo tanto miembros de una comunidad educativa, por lo que
resulta claro que el ejercicio docente no se puede reducir a simples ejecuciones técnicas o
pedagógicas, por lo tanto ha resultado una mala opción la política competitiva del “individualismo
corrosivo”, que enfrenta a actores y centros educativos en una lucha desigual desde el comienzo
por alcanzar estándares de rendimiento por medio de mediciones estandarizadas que condicionan
el financiamiento. Por ello, hay que crear comunidades profesionales de docentes que trabajen
conjuntamente en proyectos educativos concretos y pertinentes a su contexto, lo que exige
condiciones organizativas y laborales que refuercen el criterio propio, la toma de decisiones de los
docentes y las oportunidades para aprender unos de otros.
Buenas prácticas docentes

De acuerdo con la definición del Grupo DIM, entendemos por buenas prácticas docentes las
intervenciones educativas que facilitan el desarrollo de actividades de aprendizaje en las que se
logren con eficiencia los objetivos formativos previstos y también otros aprendizajes de alto valor
educativo. Aunque no todas las buenas prácticas tendrán la misma potencialidad educativa, todas
ellas supondrán un buen hacer didáctico y pedagógico en general por parte del profesorado.

Fases del acto didáctico

Momento proactivo, antes de la intervención docente. La consideración de las características


grupales e individuales de los estudiantes. La definición previa de los objetivos que se pretenden y
la adecuada preparación, selección y secuenciación de los contenidos concretos que se tratarán. El
conocimiento de diversos recursos educativos aplicables, y la selección y preparación de los que se
consideren más pertinentes en cada caso. El diseño de una estrategia didáctica que considere la
realización de actividades de alta potencialidad didáctica con metodologías de trabajo activas y
muchas veces colaborativas. La organización de un sistema de evaluación formativa que permita
conocer el progreso de los aprendizajes que realicen los estudiantes, sus logros y sus dificultades,
y facilite el asesoramiento y la orientación de la actividad de los estudiantes cuando convenga.

Intervención docente. A partir de una explicitación de los objetivos y la metodología, se realizará


un desarrollo flexible de la intervención educativa con los alumnos, adecuando la estrategia
didáctica a las circunstancias coyunturales y a las incidencias que se produzcan.

Momento proactivo. Después de la intervención docente, el profesor llevará a cabo una reflexión
del proceso realizado, analizando los resultados obtenidos y los posibles cambios a realizar para
mejorar la intervención educativa en próximas ocasiones.

Por otra parte, el trabajo colaborativo del profesorado generalmente aportará ventajas
apreciables: más posibilidades de incidir en todo el centro y de lograr cambios necesarios,
establecimiento de relaciones de igualdad y apoyo mutuo entre los profesores, contraste de
opiniones en un clima de respeto y tolerancia.
Pensar y pensarse: un deber para mejorar la práctica
Se entiende a la narrativa como una capacidad humana, pero además, como medio para informar
sobre la investigación y la práctica en la educación. La narración de las vivencias escolares sirve
como lente interpretativa que refleja la naturaleza humana del quehacer docente. La narrativa da
orden, integridad y coherencia a toda experiencia personal. Para usar la narrativa como estrategia
didáctica de manera adecuada el maestro debe aprender a mirar y comprender textos y otras
prácticas pedagógicas. Esto se dificulta pues la tradición construye docentes técnicos,
instrumentales, con manejo de rutinas establecidas. Para generar entonces una formación crítica
es necesario analizar referentes empíricos que contrasten teoría y práctica. Esto convierte a la
formación docente en un trayecto en el cual el docente es un ser que está siempre en formación.

La buena enseñanza, a su vez, tiene fuerza moral y epistemológica, es decir lo que se enseña debe
provocar acciones por parte de los alumnos y debe estar justificada dentro del contexto de los
estudiantes. La buena enseñanza pone acento en la comprensión, en lo pedagógico, ético y social.
Lo contrario a ello es la enseñanza “recitada” o memorística, acompañada del error donde el
docente concibe al conocimiento como una entidad asimilable que automáticamente será
adquirida por los alumnos. No ayuda tampoco que el sistema educativo haya forzado una
clasificación del conocimiento, contradiciendo naturalmente a como se desarrolla la ciencia, esto
hace que el conocimiento se vea como una copia de la realidad y, al contrario, el conocimiento es
siempre una construcción del hombre.

La adquisición de conocimiento es un juego entre la asimilación y la acomodación a base de


aciertos y errores que permitan al alumno revisar su razonamiento. El profesor se convierte en el
mediador en este proceso. La clave del aprendizaje significativo es siempre la vinculación de
nuevas ideas con aquellas que ya trae el alumno moviéndose en dos dimensiones: la
significatividad lógica, que es la coherencia en la estructura interna del material y su secuencia
lógica; la significatividad psicológica, que es la que marca la coherencia de los contenidos con la
estructura cognitiva del alumno.

El aprendizaje significativo también requiere de condiciones, estas son que el sujeto que aprende
debe ser capaz de establecer relaciones del nuevo conocimiento con ideas previas, que el objeto
que se enseña debe estar plenamente organizado y que el sujeto que enseña debe ser capaz de
establecer relaciones entre lo que enseña y lo que sabe el que aprende.

Cada alumno al final aprende a su tiempo en cuatro formas básicas, en construcción, donde
establece relaciones de semejanza y diferencias, elaboración, donde pone en movimiento su
nuevo conocimiento, ejercitación, donde solidifica sus nuevas habilidades y aplicación, donde
pone a funcionar su conocimiento enfrentándolo a situaciones nuevas.

Al final un buen profesor debe alinearse a tres dimensiones, obligación moral, compromiso
comunitario y competencia profesional.
De profesor tradicional a profesor innovador
¿Qué es innovar? Es pensar críticamente, cambiar el contexto participativo por uno mejor, crear
ambientes en el aula o extracurriculares, crear un aprendizaje grupal (creando una comunidad de
trabajo educativo) además de individual o mejorar las relaciones que existen entre docentes y
alumnos.

¿Qué es ser un profesor innovador? Es superar las prácticas pedagógicas tradicionales planteando
y llevando a la práctica nuevas propuestas a los problemas pedagógicos. Para poder plantear
nuevas propuestas, el docente tendrá que tener, además de conocimiento y experiencia acerca de
su disciplina, una formación que le habilite para proponer cambios, cambios basados en dotar de
herramientas al alumnado que le ayuden en el principio de “aprender a aprender”, así como
conocer al grupo al que tendrá que acompañar en su proceso de aprendizaje.

¿Por qué es necesario ser innovador? Para preparar a los estudiantes para que aprendan por sí
mismos, motivarlos para que deseen, quieran y ambicionen aprender, esto supone hacer cosas
distintas a lo que hacemos. Si no vamos cambiando paulatinamente el 2 enfoque de nuestro
trabajo estamos condenados a que los problemas que nos acontecen hoy se acentúen el día de
mañana.

Un ambiente innovador es aquel en el que sea el alumno el que fomente su autoaprendizaje y el


desarrollo de su pensamiento crítico y creativo mediante el trabajo en equipo y si fuese necesario,
con la utilización de las nuevas tecnologías. El docente es quien construye al ambiente innovador
seleccionando las estrategias y las TIC con el fin de que el grupo logre relaciones cooperativas, las
cuales sólo se dan cuando cada uno de sus miembros percibe que puede lograr un objetivo de
aprendizaje, siempre y cuando los otros compañeros alcanzan los suyos y entre todos construyen
su conocimiento aprendiendo unos de otros.

El aprendizaje del alumno como principal motivo de innovación, para solventar esta problemática
debemos plantarnos un grupo de preguntas, ¿Que están aprendiendo los estudiantes?, ¿Les sirve
para algo lo que aprenden en clases?, ¿Tiene alguna resonancia lo que aprenden en sus vidas?,
¿Tenemos una relación con estudiantes adultos o cuasi-adultos o se les trata como niños?, ¿Sirve
mucho enseñar esquemas informativos casi fijos en un mundo tan cambiante?, ¿Nos movemos en
la formación del estudiante de la dependencia a la autodirección? Cuando aprendemos cosas en la
vida cotidiana por nosotros mismos hay un proceso de aprendizaje muy diferente con lo que
ocurre en la escuela. Ese aprendizaje cotidiano lo hacemos porque tiene sentido para nosotros, no
nos es impuesto, una fuerza interna nos impulsa a aprender.

Cómo convertirnos en profesores innovadores, Para desarrollar nuestro modelo de trabajo


renovador y no caer en la rutina tradicional necesitamos incentivar en nosotros una serie de
cualidades que debemos potenciar y que podemos resumir en: El deseo de cambio. La capacidad
de investigación. La capacidad de inventiva. La aptitud para llevar a la práctica lo que planifiques.
Ser promotor del trabajo grupal y cooperativo. Un profesor desmotivado difícilmente podrá ser un
profesor innovador. Es necesario, por tanto, encontrar los agentes motivadores que actúen sobre
el docente. Hay que superar el mido, las dificultades técnicas, administrativas y económicas pues
al final Los niños son como esponjas de conocimientos, procedimientos y actitudes, de tal forma
que un docente interesado en cambiar los procesos, transmitirá también a los niños esos deseos.
Si los docentes y las escuelas son innovadoras, conseguiremos alumnos innovadores.

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