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Atraviésate el corazón y espera vivir.
Debería dejarlos en paz y acabar con los vampiros. Por fin he
recuperado a mi madre, salgo con el chico perfecto y me he separado de
Adrian Teresi.
Pero tengo la oportunidad de ayudar a los cazadores y espero aprender
algo que pueda salvar a más humanos. Por no mencionar que necesito
respuestas sobre el veneno que me quema las venas.
Así que vuelvo al Corazón de Alabastro para hacer otro trato con el
príncipe vampiro. El juego del gato y el ratón que sigue es de esperar, y
puede que incluso un poco divertido, pero nada me prepara para el día en
que nuestros juegos terminan... y comienzan las consecuencias.
¿Hugo?
Hugo no. Hugo está muerto.
Hugo está muerto.
Pero este hombre se parece inquietantemente a él. Quiero correr, gritar,
luchar... lo que sea. Pero estoy paralizada. Mis sentidos crecen al máximo
desde que me mordieron, casi ahogándome con el olfato y la vista y.… no
puedo pensar. Necesito irme.
—Sebastián, no esperaba verte aquí —dice Adrian. Su voz me llega
fuerte y rápida, pero también como si hablara a través de una pared de
cristal.
—Brisa me permite investigar la muerte de mi gemelo.
El hombre entra en la habitación, con el labio curvado como si acabara
de oler algo podrido. Así que por eso pensé que era Hugo. Sebastián es
exactamente igual que el vampiro muerto: italiano, ancho de hombros,
guapo, de mediana edad y espeluznante. ¿Y ahora está aquí para
investigar?
—Eso está bien —contesta Adrian suavemente—, espero que puedas
atrapar a los cazadores que hicieron esto. Yo mismo los he estado
buscando, pero hasta ahora no tengo pistas.
Los ojos de Sebastián se dirigen a los míos.
—¿Por qué hueles tan bien? —Sus colmillos comienzan a extenderse.
Tal vez no esté podrida.
—Sangre virgen.
Adrian se coloca frente a mí.
—Ella es mía.
Soy suya... es lo mismo que dijo Kelly. ¿En qué me he metido?
Recuerdo cómo Hugo descubrió que estaba conectada a su línea. Mi
sangre se derramó, y eso fue todo lo que necesité. Eso podría volver a
suceder. Un movimiento en falso y todo habrá terminado. Estar aquí es más
peligroso que nunca. Jamás debí meterme en esto. ¿Qué creo realmente que
aprenderé que pueda ayudar a los cazadores? Hasta ahora todo lo que he
hecho es ponerme en peligro.
Los colmillos de Sebastián se retraen, pero sus pupilas permanecen
dilatadas y sus ojos fijos en mí.
—Sabes, siempre me ha parecido frustrante que gran parte de la arcaica
tradición vampírica sea cierta. No podemos exponernos al sol. Somos
alérgicos a la plata. Nos matan con una estaca en el corazón. Incluso somos
adversos al ajo... huele horrible y yo soy italiano. Una pena.
—Y nacéis en cementerios —añado, intentando que mi voz suene ligera.
—Lo hacemos. —Su cabeza se inclina—. ¿Pero sentirse atraído por la
sangre de las vírgenes? Eso nunca me ha importado.
—¿Qué tiene de especial?
Adrian se pone rígido cuando le hago la pregunta.
—Nadie lo sabe —sonríe el hombre—, pero funciona en ambos sentidos.
¿Lo sabías? Nosotros nos sentimos más atraídos por ti —se adelanta—, y
tú te sientes más atraída por nosotros. Antiguamente, los curas hacían que
las vírgenes recorrieran los cementerios por la noche en busca de tumbas
de vampiros. A veces, las chicas localizaban las tumbas de nuestros
prodigios recién enterrados, y los sacerdotes los desenterraban y les
clavaban una estaca antes de que tuvieran la oportunidad de transformarse
del todo. —Su sonrisa se vuelve burlona—. Ahora, dime, ¿quién es más
bárbaro?
Siempre he odiado a los vampiros, pero quizá esto explique en parte por
qué me resultó más fácil rastrear a ese. Tenía veneno de la misma línea y
sangre virgen. Quizá sea realmente especial. Lanzo una mirada cargada a
Adrian... No me extraña que quisiera que "me encargara".
—¿Qué pasaría si una novata se convirtiera en prodigio siendo aún
virgen?
—Eso es...
—Vamos —le corta Adrian—, tenemos asuntos que atender.
Quiero objetar y pedirle a Sebastián que termine, pero los dos se miran
ahora como si se odiaran, como si su historia fuera aún peor que la de Hugo,
y es como si yo ya no estuviera en la habitación.
—Ah, muy bien. —Sebastián mueve los dedos—. Imagina que soy una
mosca en la pared.
Como si eso fuera posible.
Adrian me coge la mano y me la aprieta, su forma de decirme que me
quede cerca. Me pregunto qué implicaciones tendrá para mí que Sebastián
esté aquí. ¿Descubrirá lo que pasó aquella noche? ¿Me convertirán? ¿Me
matarán? ¿Qué pasará con Adrian? Si Hugo era un príncipe, seguro que su
gemelo también lo es.
Cuando volvemos a la sala principal, está llena de más vampiros y sus
novatos. Sólo hay sitio de pie. Adrian me sienta junto a Kelly, que ahora
tiene a Cameron a su lado. Lo miro boquiabierta. Lo ha olvidado todo, ¿por
qué está aquí? Kelly asiente hacia él.
—Apareció aquí hace un par de minutos. Al parecer todo ha vuelto a su
cabeza y está de nuestro lado.
¿Pero cómo? ¿La habilidad de Tate no es tan fuerte como pensaba?
—Hola —susurra cuando me ve.
—¿Te acordaste?
Asiente secamente.
—Sí.
Esto no me da buena espina. Algo no cuadra.
—Saca a todos los humanos que no sean prodigios de este edificio —
ordena Adrian a uno de sus secuaces, que despega en un santiamén...
literalmente. Estas criaturas pueden moverse tan rápido que a veces
parecen un destello.
Nos mezclamos durante unos minutos, pero no aporto gran cosa a las
conversaciones. Escucho atentamente, esperando encontrar algo que pueda
contarle a Seth. Mis ojos van de Adrian a Sebastián y viceversa. Sebastián
es incluso más carismático de lo que era su hermano, el factor espeluznante
no está del todo ahí. Eso tiene que hacerlo más peligroso. La gente acude
en masa a él, y se desenvuelve entre la multitud con facilidad, moviéndose
entre ella como me imagino que debería hacerlo un príncipe. Es un
verdadero diplomático.
Adrian parece molesto. Este es su territorio, después de todo. Y su
aquelarre. Pero lo disimula bien, o tal vez todos estamos acostumbrados a
que esté molesto. Cuando Adrian se dirige al centro de la sala y levita sobre
la multitud, los bailarines ya se han marchado. Todo el mundo se calla, su
líder acapara la atención sin tener que decir una palabra. Varios humanos
lo miran como si fuera un dios o algo así. Es difícil no fulminarlos con la
mirada.
—Gracias por venir —dice Adrian—. Muchos de vosotros ya sabéis
cómo va a funcionar esto, pero algunos habéis esperado a que yo se lo
explique a vuestros humanos. —Su mirada azul parece brillar mientras
examina la sala, fijándose en nosotros, los novatos. Ahora mismo no somos
nada, pero pronto seremos sus prodigios. Tal vez—. No tenéis garantizado
un puesto en nuestro aquelarre, aunque hayáis sido seleccionados para ser
los próximos prodigios de vuestros amos. Debéis probar vuestra lealtad y
utilidad. Cuando tu maestro sienta que estás listo, él o ella se lo solicitará
a la reina. Sólo Brisa puede decidir quién se une a nuestro redil y cuándo.
Maldita sea. Sabía que Brisa era controladora, pero esto se pasa de la
raya.
—En nuestro aquelarre no hay ninguna regla fija sobre cómo, cuándo o
dónde poneros a prueba. Hacemos las cosas un poco diferente cada año
para que el campo de juego se mantenga nivelado. Cuando estés preparado,
serás convertido. Sin embargo, si se te considera indigno —su voz baja una
octava—, bueno, digamos que no querrás saber lo que te ocurrirá entonces.
Nos matan.
No tiene que decir más, es evidente. Quizá porque sabemos demasiado.
Probablemente porque pueden salirse con la suya. En cualquier caso, se me
seca la boca. Susurros nerviosos se extienden por toda la sala, llegando a
todos los rincones. Todos los novatos son jóvenes, atléticos y guapos.
Todos tienen una oportunidad. Y los odio a todos. Están aquí porque
quieren la inmortalidad, aunque sea a costa de vidas humanas. Si miro bien,
puedo ver sus auras. Los colores son apagados, oscuros, y no brillantes y
alegres como los de tantos otros humanos que he podido ver. Ojalá pudiera
ver mi propia aura, pero no puedo. ¿La mía sería bonita o estaría sucia? Al
menos yo sólo estoy aquí porque soy una agente doble, enviada para ayudar
a los humanos.
—Vuestra primera prueba comienza ahora. Saldréis a la ciudad y traeréis
a un humano para que haga una donación de sangre voluntaria en una hora.
Lo que hagamos con ese donante depende de nosotros. —Los vampiros se
ríen mientras nos sentamos aquí, dejando que este desafío se hunda en
nuestras mentes. No debería ser tan difícil, ¿verdad? Excepto, ¿qué tengo
que ofrecerle a alguien que venga aquí? Casi suena como si tuviéramos que
ir a buscar a alguien para sacrificar—. Bueno, vamos. —Señala su reloj de
muñeca—. El tiempo corre.
—Vamos —me levanto, asintiendo a Cameron—, ¿vamos a hacer esto o
qué?
Salimos y él se marcha sin mí. Sacudo la cabeza y le señalo la espalda
con el dedo corazón.
—Imbécil —murmuro.
No quiero hacer esto.
En realidad, no voy a ser una prodigio, odio a los novatos y no me gusta
nada tener que encontrar a alguien que se convierta en la merienda de un
vampiro. ¿Qué pasará si vuelvo allí con las manos vacías?
No sé qué hacer. Si sólo estuviera involucrado Adrian, rechazaría esta
petición. Pero no es solo cosa suya, y ahora hay ojos observándole, ojos
que informan a la reina, ojos buscando vengar a su hermano gemelo
muerto.
Y estoy completamente sola. Soy plenamente consciente de que soy una
chica sola por la noche en una ciudad muy peligrosa. No es un lugar en el
que quiera estar.
No puedo hacerlo.
No puedo llevar a alguien allí. ¿Y si lo matan? Claro, puede que sólo
consigan donaciones voluntarias, pero he visto vampiros matar antes. Vi a
Adrian hacerlo. Más tarde descubrí era a un mafioso, y tal vez a alguien
que se lo merecía, pero Adrian no quería que yo lo supiera. Quería que
creyera que era alguien que no lo merecía. Que él era un asesino
despiadado. Quería que viera quién era en realidad para que no fuera tan
estúpida como para seguir viniendo. Debería haberle escuchado.
Es entonces cuando se me ocurre la idea.
ruzo la calle hacia el casino, pasando por delante de las mesas y a la
derecha hacia la oficina de las enfermeras.
—Oigan, ¿saben quién soy?
La mujer de recepción me mira sin comprender y niega con la cabeza.
Suspiro y me dirijo a las mesas, buscando a uno de los jefes de sala.
Efectivamente, encuentro al mismo tipo que me cabreó el primer día que
conocí a Adrian. Bueno, esto va a ser divertido. Le hago un gesto con el
dedo y, para mi alegría, viene enseguida.
—Sabes quién soy, ¿verdad? ¿Puedes responder por mí? —Se queja en
voz baja, pero asiente—. Genial. Sígueme. Tenemos que hacer algo por
Adrian.
Me doy la vuelta y vuelvo a la enfermería. No me molesto en ver si me
ha seguido porque lo noto a mi espalda.
—Yo otra vez —Le digo a la misma señora de antes—. Él puede
responder por mí. Trabajo para Adrian.
Ella levanta una ceja y el vampiro responde.
—Adrian nos ordenó que la mantuviéramos a salvo y que hiciéramos lo
que necesitara. —Con eso, me lanza una mirada fulminante y luego se da
la vuelta y se aleja.
Me da igual. Me he animado con su confesión, me ha entrado calor. Más
noticias y esta vez son buenas.
—De acuerdo. —Le devuelvo la sonrisa a la mujer—. Adrian dice que
tengo que llevar a uno de vosotros al otro lado de la calle para hacer
donaciones de sangre allí en el club.
La señora frunce el ceño.
—¿Están cortos de personal otra vez?
Vale, puedo trabajar con esto.
—Oh, ya sabes cómo es. Siempre hay otro humano en la cola. ¿Puedo
acompañar a alguien?
—Espera —dice—, voy a buscarte una enfermera.
Cinco minutos después, vuelvo a cruzar la calle con la enfermera Giggi
a mi lado, esperando que esto no sea un gran error. Mis nervios son como
una espiral de serpientes furiosas que se agitan en mi vientre, pero no puedo
pensar en eso ahora mismo. Técnicamente, esto es lo que pidió Adrian, y
él debería saber que se me da bien tergiversar sus palabras.
Cuando volvemos a la zona VIP de la discoteca, somos las primeras en
llegar. Adrian está sentado con Sebastián, con las cabezas juntas en una
profunda conversación. Nada en el comportamiento de Adrian revela su
culpabilidad. ¿Cuántos años ha tenido para perfeccionar su capacidad de
mentir? Tengo que recordarlo la próxima vez que quiera creerle algo.
—Aquí tienes —digo, interrumpiéndolos—. La humana que pediste.
Se detienen y me miran fijamente. La boca de Adrian se afina.
—¿Quién es?
—Nos dijo que le trajéramos un humano para las donaciones de sangre.
—La pobre enfermera Giggi se pone rígida a mi lado mientras continúo—
. Bueno, eso es a lo que se dedica ella, ¿verdad? Está entrenada para recibir
donaciones.
La habitación está en silencio, los vampiros que esperan observan
nuestro intercambio, cuando Sebastián estalla en carcajadas. Su energía es
tan diferente a la de Hugo, tan abierta y carismática. No puedo imaginar
que Hugo haya tenido nunca sentido del humor. Adrian tampoco tiene
mucho, porque sigue con la boca entreabierta y los ojos clavados en mí.
—¿No necesitas mis servicios? —Giggi se resiste y retrocede.
Adrian levanta una mano para detenerla.
—En realidad, creo que deberías quedarte. Siempre podemos necesitar
más ayuda. —Señala con la cabeza la esquina de la habitación y le dice que
espere allí.
—Tu señora es otra cosa. —Sebastián me guiña un ojo—. ¿Seguro que
quieres estar con este tipo? Podría meterte en mi linaje durante mi próximo
ciclo de prodigios.
Ohm, he oído eso antes.
—Muy graciosa. —Adrian me agarra y tira de mí para sentarme en su
regazo. Mi ritmo cardíaco se acelera y él se inclina para susurrarme en la
mejilla—. Te gusta presionarme, ¿verdad?
Le doy un codazo en el pecho, que no hace más que lastimarme el hueso
de la risa. Intento no hacer una mueca de dolor, pero la hago y él se ríe por
lo bajo.
—Me lo pones muy fácil. ¿Qué culpa tengo yo?
Me aprieta el estómago, pero no dice nada más. Podría moverme. Podría
deslizarme a su lado o levantarme, cualquier cosa, y estoy segura de que
me dejaría. Pero no lo hago. Tenemos que aparentar que queremos que esto
funcione. Estoy más que agradecida de que no me haya matado por eludir
su estúpida misión. No estoy segura de poder seguir haciendo eso.
—Eres bastante inteligente —dice Sebastián, dirigiéndome su oscura
mirada—. Dime, ¿tuviste la oportunidad de conocer a mi hermano?
Asiento con la cabeza.
—Respuesta correcta —afirma. Ya debe saberlo. Adrian dijo que iba a
contarle a Brisa que yo estuve allí esa noche. Trato de entender la historia
en mi mente, pero se queda en blanco—. Mentirle a un vampiro es una idea
terrible.
No voy a dejar que este tipo me intimide.
—No tengo deseos de morir. Bueno, a menos que venga con una estancia
de tres noches en un cementerio. —Guiño un ojo juguetonamente—. Así
que pregúntame cualquier cosa. Yo estaba allí la noche que Hugo fue
asesinado por esos cazadores. No tengo nada que ocultar.
—Tan franca —responde—. Bien, ¿cómo sucedió? Quiero todos los
detalles.
—Ahora no es realmente el momento —interviene Adrian—, podemos
programar una cita para esto si quieres.
—Ahora es el momento perfecto. —Vuelvo a darle un codazo—. Como
he dicho, no hay nada que ocultar. Se suponía que yo iba a ser la novata de
Adrian, pero Hugo se hizo cargo e iba a ser mi maestro en su lugar. Me
llevaron juntos al cementerio, pero aparecieron unos cazadores que
mataron a tu hermano antes de que pudiéramos hacer nada. Adrian me
salvó y luego intervino para ser mi maestro una vez más. Y eso es todo,
Sebastián. Siento lo de tu gemelo. Intentamos ayudar, pero nos
emboscaron.
—Hmm. Puedo ver por qué la elegiste, Adrian.
—Yo no la elegí —responde él—, ella me eligió a mí.
—Bueno, ¿no es adorable?
—Sabes lo que quiero decir. No creo en agrandar nuestras líneas
familiares. Somos más vulnerables cuando somos muchos. Estamos
demasiado expuestos a cometer errores, especialmente nuestros vástagos
más jóvenes. Pero era hora de añadir otro a mi línea y ésta pidió el papel.
Los dos hombres se miran como si estuvieran a punto de pelear con
palabras o con los puños.
—Eso da igual. —Me bajo de su regazo y me siento al final del sofá. No
voy a meterme entre esos dos—. Soy una mujer que toma sus propias
decisiones, y quería convertirme en vampira. ¿Qué tiene eso de malo?
—Y como mujer que toma sus propias decisiones —el tono de Sebastián
cambia, volviéndose ligeramente acusador mientras me mira fijamente—,
¿por qué elegirías convertirte en vampira? Estarás en deuda con Adrian, y
a través de él con Brisa, por el resto de tu existencia.
Eso si no mueren antes. Pero no añado ese pensamiento.
—Porque prefiero ser inmortal. Quiero poder sentir y experimentar el
mundo al máximo, como tú.
—Esa es una respuesta cliché. —Se levanta y se coloca delante mía,
inclinándose hacia mí. Sus pupilas se dilatan y sus colmillos asoman entre
sus labios—. ¿Cuál es la verdad?
Cavo hondo, buscando una respuesta mejor. ¿La verdad? Odio a los
vampiros. Quiero erradicarlos del planeta. Pero ¿por qué? Para sentirme
segura. Para poder vivir sin mirar por encima del hombro. Para poder tener
todas las cosas que merecía tener y que me robaron cuando mi madre se
volvió adicta.
—Dime —exige, acercándose.
Adrian lo retiene.
—Déjala.
—Porque quiero sentirme segura —siseo—. Porque quiero que me
cuiden. Porque quiero una familia de verdad.
Ambos hombres se relajan. La lástima aparece en los ojos de Adrian y
tengo que apartar la mirada.
Sebastián me señala mientras se aleja.
—La verdad te hará libre.
Vale, patético. ¿Quién se cree que es? ¿Jerry Maguire?
—Es suficiente —dice Adrian—. Tenemos que continuar. —Señala la
sala, que se ha llenado de gente.
Los humanos son fáciles de distinguir entre la multitud. Algunos parecen
nerviosos, sus ojos van de idiota a idiota, y otros parecen excitados.
Cameron está allí, con una joven vestida con un atuendo de club a su lado.
Charlan casualmente, pero su lenguaje corporal es rígido e inseguro.
Los vampiros se ponen de pie y rodean a los humanos, sus ojos se
vuelven hambrientos. Esto podría no ser lo que pensaba que era. ¿Y si esto
es un baño de sangre? ¿Y si matan a todos estos humanos y se deshacen de
los cuerpos discretamente? Tiene que haber al menos veinte humanos que
no sean novatos. Seguramente no pueden encubrir veinte muertes. La
Coalición de Aplicación de Vampiros no lo permitiría.
¿O sí?
Empiezo a sospechar que el CAV no es más que una farsa y una forma
de fingir que se comportan, y otra forma de afirmar su poder sobre los
demás: grandes egos versus egos aún mayores. Porque si un humano es
mordido, es como si estuviera muerto. Los vampiros no quieren que los
humanos tengan los sentidos que yo tengo y puedo ver por qué, ahora que
corre por mis venas. Nos haría a todos excelentes luchadores, capaces de
rastrearlos, capaces de matarlos más fácilmente. ¿Y si todos los humanos
del mundo pudieran inyectarse el veneno, como una vacuna? Seríamos lo
suficientemente fuertes para luchar contra ellos, tal vez incluso acabar con
todos.
Si de alguna manera pudiera correr la voz, encontrar la forma...
—Bien hecho —felicita Adrian—, ahora vamos a comer.
Espero que los vampiros se abalancen, que la sangre vuele y los cuerpos
caigan al suelo.
Las enfermeras aparecen con todo el material necesario y empiezan a
extraer sangre. Incluso tienen pequeños dispositivos portátiles para ver
quién puede donar y cuánta. Todo es completamente legal y anticlimático.
La enfermera Giggi está entre ellas y me saluda con la mano cuando nos
miramos.
Creo que nunca he agradecido tanto un momento anticlimático.
Esto era una prueba. ¿Arriesgaríamos la vida de otro por los vampiros?
Pasamos, pero no me siento mejor que antes.
Justo cuando empiezo a relajarme, a pensar que todos saldremos vivos
de aquí, todo cambia. Cameron se lanza sobre Kelly con un grito gutural,
una estaca de plata firme en su mano. Se hunde justo en su pecho. Ella
grita.
elly se evapora en polvo.
Grito.
No es como las otras veces que vi morir vampiros. No hay alegría en
esto. Siento su pérdida inmediatamente, como si la estaca atravesara mi
propio corazón. Kelly no era una amiga, per se6, pero me caía bien y pensé
que tal vez…
No sé lo que pensaba.
Pero se ha ido, y mis sentidos se activan de nuevo. Cameron está de pie
contra la barandilla, con estacas en ambas manos, listo para luchar. Me
mira con desprecio.
—Esa vil mamona apareció anoche e insistió en que yo era suyo y me
dijo que viniera aquí. Y así lo hice y aquí estás...
No llega a terminar la frase. Adrian vuela hacia él, arrancándole las
estacas de las manos como si fueran juguetes de niños. Las tira al suelo con
un estrépito.
Cameron abre los brazos de par en par, aceptando su destino. Pero sus
ojos están frenéticos... la muerte no es lo que quiere. Ya es demasiado tarde.
Adrian lo empuja por la barandilla. Cameron ni siquiera grita al caer.
Desaparece de la vista, seguido de un golpe sordo y rápido. Adrian gruñe
salvajemente y salta tras él.
Sebastián le sigue.
Al igual que muchos otros.
Me quedo paralizada, sin querer mirar por encima de la barandilla para
verlo con mis propios ojos. Algunos humanos corren a mirar, mientras la
mayoría nos agolpamos al fondo de la sala. Todos oímos lo que ocurre.
Personalmente, yo tampoco necesito verlo.
Un par de minutos más tarde, Adrian vuela, flotando en el aire. Su
aparición provoca una oleada de jadeos de casi todos los presentes. De mí
no. Tiene los ojos inyectados en sangre. No sabía que eso les pasaba a los
vampiros. ¿Tiene algo que ver con la ira más que con la sed de sangre? O
tal vez es porque acaba de alimentarse de carne humana, no de una bolsa
de sangre. Sea lo que sea, la visión me produce un escalofrío. La sangre
gotea de su boca y mancha la parte superior de su camisa blanca.
—Iros a casa. —Su voz es inquietantemente tranquila, pero puedo
rastrear el dolor allí. Kelly era su única prodigio, y ahora no es más que
polvo—. Iros a casa y cuéntenle a todo el mundo lo que han visto aquí.
Cuéntenles cómo un cazador intentó acabar con nosotros cuando
estábamos obedeciendo la ley. No hicimos nada malo. Asesinó a uno de
los nuestros a sangre fría y habría matado a más si hubiera tenido la
oportunidad. Cuéntenles exactamente lo que pasó. —Sus ojos se posan en
mí—. Y hacedles saber que acabaremos con cualquiera que nos haga daño.
Y cuando lo hagamos, los mataremos. Ningún cazador de esta ciudad está
a salvo.
Se aleja, prácticamente desapareciendo en el aire.
Me voy con todos los demás, con la culpa agitándome el pecho mientras
lo hago. Quiero ir a ver a Adrian y explicarle lo que creo que ha pasado
aquí, para asegurarme de que no me echa la culpa. Pero quizá debería
culparme a mí. No protegí a Kelly, ¿verdad? Debería haber sabido que esto
podría pasar. En cuanto vi a Cameron aquí, debí haberlo detenido. En su
mente, todo lo que sabía era que los vampiros eran malos y que debía
matarlos. Tate le hizo olvidar el resto. Así que cuando anoche apareció
Kelly y le dijo que era su novato debió haberlo asustado. Pero vino, y luego
actuó según su entrenamiento. Y ahora ambos están muertos.
Y aquí estás...
¿Qué iba a decir? ¿Iba a revelar quién soy a todo el mundo? ¿Esperaba
que le ayudara? Nunca lo sabré. Tal vez sea mejor que no lo sepa.
Voy al casino. Quiero subir al despacho de Adrian para hablar de esto,
pero el ascensor no abre. Pruebo con el ascensor del ático, que sí funciona,
y subo a su habitación. Llamo a la puerta, pero no contesta. Estoy segura
de que está ahí dentro, pero no abre la puerta. Tampoco tengo su número.
Mi única forma de contactar con él es llamar al Alabastro cuando necesito
transmitirle un mensaje a través de Kelly. No sé qué hacer ahora.
—Escucha —hablo a través de la puerta—, siento lo que ha pasado.
¿Tienes mi número?
No contesta y puede que le esté hablando al aire. Le digo el número de
todos modos, suponiendo que pueda memorizarlo. Y me voy.
Cuando localizo mi Porsche en el aparcamiento, Sebastián aparece a mi
lado; casi me sobresalto.
—¡Caramba! ¿Tienes modales? No deberías acercarte así a alguien. —
Mi corazón late desbocado y mis sentidos crecen.
—Viene con el lote.
Eso es verdad. No creo que los vampiros sepan ser ruidosos. Cruzo los
brazos sobre el pecho.
—¿En qué puedo ayudarte, Sebastián?
—Puedes explicar lo que pasó allí.
No es asunto tuyo.
Nos detenemos y nos quedamos mirándonos. Esta es la parte en la que
miento y le digo que no tengo ni idea. Pero no la tengo. Sé que no puedo
ser obligada, y sé que no puedo confiar en este tipo, pero algo dentro de mí
derrama la verdad.
—Yo también soy cazadora. Adrian lo sabe. —Levanto las manos antes
de que me arranque la cabeza—. Estoy trabajando para él. ¿Cómo crees
que conseguí que el tipo que insiste en que no quiere una línea familiar
accediera a aceptarme como su novata?
Sebastián me mira de arriba abajo.
—Si estás mintiendo, lo descubriré y te mataré.
Me rio.
—Créeme, lo sé.
—¿Así es como murió mi hermano?
—No, murió como dijimos. Los cazadores nos emboscaron y lo mataron.
Me estudia durante un buen rato.
—Sabes, alguien está dando vueltas y matando a los príncipes. Brisa ha
perdido a casi todos sus prodigios directos, Hugo incluido. Es mi trabajo
averiguar quién lo está haciendo y entregárselo.
Me quedo un poco con la boca abierta.
—No he oído nada de esto.
—Habrá consecuencias nefastas para los humanos si se cortan las líneas
de sangre —prosigue—. Brisa es lo mejor que le ha pasado a la humanidad.
Necesito todo lo que hay en mí para no resoplar porque este tipo tiene
que estar delirando. Ella es la razón por la que los vampiros salen en
público, el cerebro detrás de este sistema de intercambio de sangre por
adicciones. La odio con todo mi ser. Matarla sería mi sueño hecho realidad.
—¿Y cómo lo sabes?
—Porque sin ella, nuestra fuerte línea de sangre vampírica se dividiría
en varias líneas independientes. ¿Sabes cuántos vampiros no querrían otra
cosa que alimentarse y matar a quien quisieran? Y serían libres de hacerlo
porque nadie podría decirles que no lo hicieran.
No tengo respuesta a eso y me siento estúpida por no haberlo pensado
nunca. Pero tiene sentido, y pone todo mi mundo patas arriba. Debería salir
de esto. Devolver el coche de lujo, negarme a seguir siendo una novata,
dejar a los cazadores, todo. Sólo terminar.
Debería, pero no lo haré. Ni siquiera estoy segura de poder hacerlo en
este momento.
—Adrian va a estar de luto por su hija —continúa, su voz se vuelve
fría—. Así que es bueno que te tenga a ti para atender su corazón roto. ¿Te
imaginas cómo se sentiría si tú también hubieras muerto esta noche? Si
alguien quisiera vengarse de él, digamos alguien que perdió a su gemelo
recientemente sin una buena razón, bueno, creo que tu muerte sería el
movimiento perfecto.
Amplío mi postura, mi mente corre hacia la delgada estaca bajo mi
camisa. ¿Podría alcanzarla a tiempo?
—Pero no te preocupes —añade—, nunca le haría algo así a mi propio
hermano. —Se aleja silbando, como si no me hubiera amenazado de muerte
para vengarse de Adrian. Dobla la esquina y desaparece, pero su melodía
nasal resuena en el aparcamiento durante un minuto más.
2: Salero: Se refiere a su gracia natural, su alegría, y también hace referencia a la sal de la vida,
cuando anteriormente dice lo de salada de 18 años.
3: Muscle cars: Automóvil de tamaño medio o grande con rasgos deportivos y cualidades muy
llamativas, con un motor muy potente y un precio de compra relativamente barato.
5: 500 Fortune: “La Lista Fortune 500”, es una lista publicada de forma anual que presenta las
500 mayores empresas estadounidenses de capital abierto a cualquier inversor según su volumen de
ventas.
7: CW: The Cw Television Network, cadena de televisión estadounidense llamada así al estar
conformada por las iniciales de CBS y Warner Bros.
8: Hacer la pelota: Alabar o tratar de agradar a una persona con el único objetivo de conseguir
un favor o un beneficio.