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Portada
Sinopsis
Portadilla
Dedicatoria
Nota de la autora
0. La vida después de la muerte
1. Jaque a tu compañero
2. No rompas más (mi pobre vínculo)
3. «Keep calm» y juega al bringo
4. Miércoles sangriento
5. Tablas por compañero ahogado
6. Historia de dos Vega
7. Creo que me perdí el remate
8. Los fantasmas no necesitan mover vehículos, ni
remover mi pasado
9. Yo y mis innombrables
10. Un vínculo diferente
11. Los chicos poderosos son los mejores
12. Eterno conflicto de una mente sin recuerdos
13. «Influencer» antisocial
14. Háblale a la piedra
15. Un poco de competición hilo a hilo
16. Puedes correr, pero no esconderte
17. Mensajes confusos
18. Únicos en su clase
19. «Misery Hates Company»
20. Tú eres el chiste
21. Detesto los cambios que has hecho aquí
22. Pasión por viajar
23. Vive y deja volar
24. La bella y todas las bestias
25. Sigue el camino empapado de sangre
26. ¿Por qué no puedes ser (B) positivo?
27. Mentiras que unen
28. En la predicción meteorológica de hoy: congelación
instantánea
29. Menos abuela y más gran maestra
30. ¿Quién necesita lo plausible teniendo la negación?
31. Necesito visitar al señor Bestia
32. Hola, ¿me buscas a «brie»?
33. Netflix y nada de «chill»
34. Y pensabas que tú tenías «daddy issues»
35. Fi-Fa-Fo-Fobia
36. Como un monstruo a una llama
37. Un sol encantador
38. Promesas hechas, promesas rotas
39. A todos los cerdos no les llega su San Martín
40. El club de la lucha o del miedo
41. «C’est La Vamp»
42. La torre no hace al príncipe
43. Mi Grace
44. Aunque esté roto, no lo arregles
45. Cuando el brazalete suena…
46. Los gatos no son los únicos que tienen siete vidas
47. Con enemigos como estos, ¿quién necesita amigos?
48. La honestidad es la política más incómoda
49. Morder el polvo
50. Con los pies en la tierra
51. Cortada por otro patrón
52. Árbol ancestral
53. Luces brillantes, ciudad gigante
54. Toc, toc, ¿quién es?
55. Forjado a fuego
56. Un «crush» gigante
57. Yo no pedí un anillo, solo quería que me llamaras
58. Solo los locos y los vampiros tienen tanta prisa…
59. Hojeadme sola
60. Un destino peor que la muerte
61. Con este anillo…
62. «I’ll be watching you»
63. Tienes mi apoyo
64. Ponerle la cola al dragón
65. Menos cháchara y más acción
66. A lo mejor los diamantes sí que son los mejores
amigos de una chica después de todo
67. ¿Quién necesita enchiladas cuando puedes comerte
una chimichanga entera?
68. Cortejo
69. Cayendo en des-Grace
70. Ventaja de puerto base
71. Si el infierno se desata, ¿por qué nosotros no?
72. No me esposes
73. Jaula de oro
74. El pasado es un prólogo
75. Ídem
76. La llave de la libertad
77. Quien tiene una bruja tiene un tesoro
78. Dragones y mazmorras: edición «Grace se vuelve
loca»
79. Blues del vestido de fiesta
80. Armani a juego
81. Resulta que Cupido está lanzando mucho más que
flechas
82. No he elegido tu vestido para tenerte amarrado
83. Atesorar o no atesorar…, esa es la cuestión que nadie
se ha planteado jamás
84. Las manos lentas están bien, pero a veces las manos
rápidas son aún mejor
85. De bocados y hueso
86. Besos y charlas TED
87. Cuando todas las sensaciones son demasiadas
88. La misma clase de polvo de estrellas
89. «The Big Apple Bites Back»
90. El cielo es el límite
91. Las alturas de Broadway son el nuevo Off-Broadway
92. Todo está en el aire
93. Las crisis existenciales no son para tanto
94. No todo lo que es de azúcar es dulce
95. Amor, odio y todas las gárgolas
96. Las barras de equilibrio no son solo para los
gimnastas… aunque deberían
97. El enemigo de mi enemigo sigue siendo poco de fiar
98. La flor de la esperanza
99. La sangre no tira
100. Humpty Dumpty no tiene nada que ver con nosotros
101. «Un-Break My Heart»
102. El rosa eléctrico es hereditario después de todo
103. Con «mucha» ayuda de mis amigos
104. «Carpe Seize-Em»
105. El que se acuesta con gili…, se levanta totalmente
jodido
106. Nunca hay un par de chapines de rubíes cerca
cuando los necesitas
107. Aislamiento no solitario
108. Mágicamente encarcelados
109. Un encanto, un chico malo y un alma perdida entran
en una celda…
110. Tómatelo con calma (si puedes)
111. Nunca pedí ser tu salvadora…, pero alguien tiene
que serlo
112. Los brujos lo llaman por su nombre
113. Espósame, «baby, one more time»
114. De cómo la celda de una prisión se convirtió en la
habitación en la que sucede
115. ¿Cómo puedes predecir el futuro, si no hay futuro
que predecir?
116. El precio susto
117. No hay peor furia que la de una prisión despechada
118. Hace tiempo que caí en desgracia
119. Modo «un buen palo» ON
120. Nada de poner la otra mejilla
121. Solo es una pelea de comida si la comida
contraataca
122. ¿Cuestión de suerte?
123. De una pieza
124. ¿Sigue siendo la ruleta rusa si la pistola está
totalmente cargada?
125. Al final de mi hilo
126. Te quiero a morir (quiera o no)
127. Si no soportas el calor, mantente alejada del infierno
128. Ahora me matas, ahora no
129. Algunos días la vida es una fuente de cerezas; otros,
toca fosa
130. La suerte es para los troleados
131. Seis paranormales y un destino
132. Las cadenas no son lo único que se rompe
133. Todo el mundo se deja la piel
134. Algo más que las emociones a flor de piel
135. Sonado
136. Pataleta gigante
137. ¿El río de la libertad?
138. «Déjà» condenados
139. Nunca hay una honda a mano cuando la necesitas
140. Cuanto más altos son, más dura es la caída
141. Una Grace no tan «amazing»
142. Aún me queda algo de garra
143. «Hit them with my best shot»
144. Entra por una oreja y sale por la otra
145. Nunca apuestes contra las ratas
146. Jugando al escondite con el poder
147. Hasta que brille
148. «Every Little Thing He Does Is Magic»
149. Los frágiles y los dulces
150. Tengo amigos en lugares espeluznantes
151. No todas las islas son una fantasía
152. Armagedonéame de aquí
153. Un gran poder acarrea grandes responsabilidades
154. Hasta que la muerte nos separe
155. Nunca te prometí la eternidad
156. Hablando de pelea
157. «All the Broken Pieces»
158. «Cross My Heart» de piedra
159. A duras penas
160. Cadenas ilícitas
161. Corona tus penas
0. No puedes volver a casa (Hudson)
Pero ¡espera! ¡Aún hay más!
La sangre realmente es más espesa que el agua (Hudson)
Hermanos de sangre (Hudson)
Agradecimientos
Créditos
Gracias por adquirir este eBook
Tracy Wolff
A mi padre, por alimentar mi imaginación y
convencerme de que era capaz de hacer cualquier
cosa.
Jaque a tu compañero
Miércoles sangriento
Yo y mis innombrables
Un vínculo diferente
Eterno conflicto
de una mente sin recuerdos
Influencer antisocial
Háblale a la piedra
Un poco de competición
hilo a hilo
Puedes correr,
pero no esconderte
Mensajes confusos
O ahora.
Buenas noches.
Buenas noches, Grace.
Únicos en su clase
Tú eres el chiste
Eso parece.
No es que se esté mostrando muy comunicativo, pero al
menos no pasa de mí. Así que, dando por hecho que eso es
un indicador tan bueno como cualquier otro, decido forzar
mi suerte.
¿Podemos vernos unos minutos?
Quiero hablar contigo.
Sigue el camino
empapado de sangre
Fi-Fa-Fo-Fobia
Como un monstruo
a una llama
Un sol encantador
Ojalá.
Iré a verte pronto.
No se permiten visitas.
Promesas hechas,
promesas rotas
El club de la lucha
o del miedo
C’est La Vamp
¿El campanario?
¿Que si lo sé? Lo sé
y hago gala de ello.
No es verdad.
Solo estás rabiosa porque
te he robado el chiste.
No estoy rabiosa.
¿Cómo lo sabes?
Porque te conozco.
¿Los timbres?
Ah, ¿te refieres a las canciones? ¿Puedes
elegir?
Puede, ¿por...?
Hudson no responde.
¿¿¿Podrías???
Y tanto.
¿Qué narices les ha pasado?
¿Por qué han hecho algo así?
Ya.
Jaxon y yo no sabemos qué
puede haberlo provocado.
Menos tú.
No responde.
Pasan varios minutos y empiezo a cabrearme. Sé que las
cosas han estado raras entre nosotros, pero no tiene por
qué actuar así. No tiene que tratarme como si fuera una
mierda cuando me he pasado casi todo el día preocupada
por él.
Llega otro mensaje y se me acelera el corazón de nuevo.
Desbloqueo el teléfono y veo que es Hudson otra vez.
Buenas noches, Grace.
Que no te muerdan los lobos...
Mi Grace
La honestidad es la política
más incómoda
Morder el polvo
Árbol ancestral
Luces brillantes,
ciudad gigante
Forjado a fuego
Un crush gigante
Hojeadme sola
Un destino peor
que la muerte
Tienes mi apoyo
He acabado.
He acabado. He acabado. ¡He acabado por fin!
Me levanto de mi mesa y apenas puedo resistirme a
hacer un pequeño baile por el pasillo mientras me dirijo a
la parte delantera del aula para entregar mi temido (y
ahora completamente terminado) examen final de Historia.
Lo deposito en la mesa de la profesora y me despido con la
mano. No pienso esperar a que me lo corrija. No he sacado
un sobresaliente, pero sé que he aprobado y hoy es lo único
que importa.
Después me vuelvo y salgo por la puerta de la última
clase del instituto que tendré que pisar.
Es una sensación increíble y rara al mismo tiempo.
Al menos hasta que levanto la vista y veo que Flint está
apoyado en la pared delante de la clase, con los brazos
cruzados sobre el pecho y una sonrisa enorme en la cara.
—Pareces bastante contenta contigo misma, chica nueva.
—Lo estoy, dragoncito. Gracias.
—Me alegra oír eso. —Se aparta de la pared y me
acompaña.
Recorremos el pasillo en dirección a las escaleras y Flint
señala la larga fila de ventanas y el cielo azul brillante que
hay al otro lado.
—Hoy también hace buen día. ¿Te apetece volar un rato?
Mi primer instinto es decir que no. Apenas he dormido
estudiando las últimas noches y lo único que quiero es
meterme en la cama, taparme con las sábanas y rezar para
no soñar con el llanto de Falia..., cosa que ha pasado
bastante a menudo desde que volvimos de Firmamento.
Pero cuando me fijo mejor en su rostro veo que no me
estaba proponiendo un vuelo de celebración por el campus.
Quiere hablar. Y lo que tiene la amistad es que las cosas no
siempre pasan cuando nos vienen bien. Y no todo es
divertido. Pero esto es importante. Y cuando encuentras a
la gente que importa, la aceptas con lo bueno y con lo malo.
De modo que en lugar de intentar excusarme, le digo:
—Voy a dejar la mochila en mi cuarto y a cambiarme.
Nos vemos en las escaleras principales dentro de diez
minutos.
Su sonrisa de alivio me dice que estaba en lo cierto.
—Nos vemos en breve, chica nueva.
—Sabes que nos graduamos en una semana, ¿verdad? —
le indico—. Tendrás que dejar de llamarme chica nueva
cuando por fin me den el diploma de este sitio.
—Me lo pensaré —dice, y pone los ojos en blanco.
Pero yo le devuelvo el gesto.
—Sí, ¡hazlo!
Diez minutos después ya estoy abajo de nuevo. Me
encuentro un poco mal por haberme zampado una Pop-Tart
tan rápido, pero es lo que tiene tener prisa en el instituto
Katmere.
—¿Estás listo? —le pregunto a Flint, que está acurrucado
con Luca en el sofá de la sala común—. ¿O has cambiado de
idea?
—No he cambiado de idea. —Le da un pico a Luca y se
levanta del sofá de un brinco—. Vamos.
En cuanto salimos, mi cansancio se desvanece. Cuando
agarro el hilo platino y me transformo, me doy cuenta de
que me alegro de que Flint me haya convencido para hacer
esto. Estirar las alas es justo lo que necesito hoy.
—El primero que llegue a lo alto del castillo escoge la
peli de esta noche —propone mirando hacia arriba.
—No sé si puedes prometer eso cuando los demás no
están presentes.
—Oye. —Se encoge de hombros—. Pues que hubieran
venido.
—Eso —digo sin pensar, justo antes de lanzarme al aire y
volar a toda velocidad hacia el punto más alto del castillo,
que resulta ser la torre de Jaxon.
Por debajo de mí, Flint grita indignado.
—¡Si crees que voy a ver Crepúsculo otra vez, chica
nueva...! —Entonces se transforma en un instante y
también sale disparado hacia el cielo.
Está a punto de superarme, de modo que aumento la
velocidad mientras le digo:
—¡Yo nunca te he obligado a ver Crepúsculo! —Macy y yo
la vemos solas en nuestra habitación, como dos
crepusculeras civilizadas.
Ambos llegamos a lo alto del castillo al mismo tiempo.
Aterrizo rápidamente en el borde de la azotea, y Flint
recupera su forma humana en cuanto toca suelo. La verdad
es que ha sido un cambio bastante impresionante. Me
pregunto si alguna vez seré capaz de confiar tanto en mis
habilidades.
Ambos nos sentamos en el frío ladrillo con los pies
colgando y mirando hacia el campus.
—¿Tienes sed? —pregunto mientras cojo mi mochila de
cordones y saco dos aguas.
—Eres una diosa —dice cuando le lanzo una.
—Una diosa no sé —le digo—, pero semidiosa seguro.
—No sé, no sé. —Finge planteárselo—. Yo creo que tienes
lo que hay que tener para zamparte una chimichanga
entera.
Me parto de risa.
—Querrás decir una enchilada. —Parece confundido—. El
dicho es the whole enchilada, toda la enchilada.
—Pues qué raro. —Pone cara de extrañado—. ¿Has visto
una enchilada alguna vez? Son minúsculas. Yo creo que tú
puedes con toda la chimichanga. Quizá incluso con dos.
Niego con la cabeza y me echo a reír, porque a veces
Flint sale con cada cosa tan absurda que no te queda otro
remedio.
Nos sentamos haciéndonos compañía en silencio durante
un par de minutos, y no puedo evitar pensar en lo bonitas
que son las montañas y en lo mucho que he llegado a
amarlas durante mi tiempo aquí. No sé qué voy a hacer
después de la graduación (además, lo más seguro es que
me encarcelen mientras hago todo lo que está en mi mano
para detener una guerra paranormal), pero sé que
probablemente tendré que irme de aquí, y eso me
entristece.
Cuando llegué en noviembre me dije a mí misma que
podría sobrevivir seis meses. Y lo he hecho. Pero no me
imaginaba que acabaría cogiéndole tanto cariño a este
lugar.
Casi le digo algo a Flint, pero parece tan sumido en sus
pensamientos que decido esperar. Entonces me pilla
mirándolo y dice:
—Bueeeno... —Y sé que el momento de hablar ha llegado.
—Bueeeno... —repito con las cejas enarcadas.
Sonríe con timidez. Después se lleva la mano a su pelo
afro en un gesto nervioso poco típico de él. Y en lugar de
esperar a que encuentre la manera de soltar lo que sea que
le ronda por la cabeza, le pregunto directamente:
—¿Vas a contarme qué hacemos aquí en realidad o tengo
que adivinarlo?
Me mira más tímido todavía.
—¿Tan obvio soy?
—Para ser alguien que acaba de perder una carrera de
vuelo contra alguien hecho de piedra, sí.
—Ehhh, perdona, pero he ganado yo. —Finge sentirse
insultado.
—Venga, Flint. —Le sonrío para animarlo a hablar—.
¿Qué pasa?
—Tengo que ir a casa este fin de semana. —Inspira
hondo y exhala muy despacio—. Y quiero que vengas
conmigo.
68
Cortejo
Cayendo en des-Grace
Si el infierno se desata,
¿por qué nosotros no?
No me esposes
Jaula de oro
El pasado es un prólogo
Ídem
La llave de la libertad
Dragones y mazmorras:
edición «Grace se vuelve loca»
H.
Armani a juego
No he elegido tu vestido
para tenerte amarrado
De bocados y hueso
El cielo es el límite
No todo lo que es
de azúcar es dulce
El enemigo de mi enemigo
sigue siendo poco de fiar
La flor de la esperanza
La sangre no tira
Un-Break My Heart
Carpe Seize-Em
Aislamiento no solitario
Mágicamente encarcelados
Espósame, baby,
one more time
El precio susto
Nada de poner
la otra mejilla
¿Cuestión de suerte?
De una pieza
Al final de mi hilo
Te quiero a morir
(quiera o no)
Si no soportas el calor,
mantente alejada del infierno
Ahora me matas,
ahora no
La suerte es
para los troleados
Seis paranormales
y un destino
Sonado
Pataleta gigante
Déjà condenados
Espero que los windigos nos guíen por el pasillo, pero dejan
que Remy campe a sus anchas, como si fuese el amo del
lugar o algo por el estilo. Aunque, bueno, tal vez sea así.
El caso es que avanzamos por un larguísimo pasillo hasta
que llegamos frente a una puerta doble dorada. Al principio
creo que simplemente están pintadas de ese color, pero
cuando Remy la sujeta para que pasemos, veo que no es
pintura. Es oro de verdad... cosa que me parece una locura.
Porque ¿quién tiene tanto dinero como para hacer eso? Y
¿quién decide gastarse su dinero en unas puertas de oro
macizo dentro de una cárcel en lugar de ayudar a alguien
con él?
Y la cosa empeora cuando entramos. La habitación en sí
es de color púrpura imperial y de oro, repleta de muebles
sofisticados, de los aparatos electrónicos más caros y de
todo tipo de cachivaches imaginables.
Pero el elemento más importante, en el centro de la sala,
es un trono de oro macizo cubierto de cojines morados. Y
sentado en ese trono hay un niño de no más de diez u once
años.
Va ataviado con un traje caro, con anillos en todos los
dedos y con un Rolex gigante en la muñeca. Nunca había
visto nada igual. Una parte de mí piensa que debe de
tratarse de un preso como el resto de nosotros, un pobre
niño encerrado en este agujero pese a no haber cometido
ninguna falta propia.
Pero nada de lo que veo me indica que lo sea, ni siquiera
los dos gigantes que lo custodian, que deben de ser sus
guardias. Aun así, es un niño, y tengo que preguntar:
—¿Está bien?
—¿Que si estoy bien? —dice él con el acento
preadolescente más petulante que he oído jamás.
—Os presento a Caronte —indica Remy con el tono más
irónico que le he oído poner jamás—. Cuando la Aethereum
por fin le concede la libertad a alguien, Caronte es el
encargado de llevarlos al otro lado.
—Entonces ¿trabaja para la cárcel? —pregunta Flint, y
no sé si de verdad piensa eso o si solo está intentando
cabrear a este crío. Si es lo último, funciona.
—Te disculpo, dragón. Soy el propietario de esta cárcel, y
nadie hace nada en ella sin que yo lo diga. Y por supuesto,
nadie se marcha a menos que yo lo deje ir.
—Cosa que no haces —afirma Hudson, y tengo que
admitirlo. Cuando pone esa voz de príncipe aburrido que
tanto me saca de quicio, está al mismo nivel que este niño
en cuanto a quién es más idiota.
—¿Por qué debería hacerlo? —quiere saber Caronte.
—¿Porque se supone que ese es el objetivo de esta
prisión? —sugiero—. Sufrir tu castigo, expiar tus faltas y
ser liberado.
—Ya, pero ¿cómo sabes que alguien ha sido castigado
adecuadamente? ¿Que se arrepiente de verdad? —dice
Caronte, y se encoge ligeramente de hombros en un gesto
que queda especialmente espantoso en un niño de su edad
—. Uno nunca es lo bastante cuidadoso en estos asuntos.
—Sobre todo si uno quiere dirigir su propio reino —
comenta Hudson—. Las reglas son aburridas e
innecesarias.
Caronte lo mira con recelo, como si estuviese intentando
dilucidar si se está burlando de él o si ha encontrado un
espíritu afín.
—¿Quién eras tú? —pregunta por fin.
—Es Hudson Vega, mi señor —le recuerda Remy con una
falsa sumisión que prácticamente delata que ya no estamos
en Kansas.
Caronte decide ignorar la impertinencia y se centra en
mi compañero.
—Ah, sí. El príncipe vampiro que ha regresado de entre
los muertos. Bienvenido a mi humilde morada.
Hudson echa un vistazo a su alrededor, y estoy segura de
que está pensando lo mismo que yo: que este lugar no tiene
nada de humilde (ni de buen gusto).
Caronte pausa la conversación, esperando a que él
responda, pero Hudson no le da la satisfacción. Cuando
transcurre otro minuto más de incómodo silencio, y con el
propietario de la cárcel cada vez más cabreado, Remy
pregunta:
—¿Podemos hablar sobre el precio ahora, Charles?
—¡Caronte! —le regaña—. ¿Cuántas veces tengo que
decírtelo? ¡Mi nombre es Caronte! —Solo sonaría más
impertinente si se tirase al suelo y empezase a patalear.
—Discúlpame. Caronte, ¿podemos hablar sobre el precio
ahora?
—Podríamos —dice con un alegre bostezo—. Pero no
tenéis suficiente.
—Bellamy ha establecido el previo hoy en cien mil por
persona. Tenemos suficiente. —Señala los sacos llenos de
monedas de oro que porta Hudson.
—Ese era el precio. El nuevo es mucho más alto. —
Caronte lo mira como diciendo «ups».
—¿Desde cuándo? —insiste Remy—. Ese era el precio
hace una hora.
Caronte se encoge de hombros.
—En una hora pueden pasar muchas cosas.
—¿Como por ejemplo...?
—Como que llegue una transferencia bancaria del rey
vampiro para asegurarse de que su hijo permanezca en la
cárcel. —Caronte se quita una mota de polvo imaginario del
hombro—. Ya había pagado una fortuna para que entrase
aquí. Pero el pago de hoy... Digamos que es suficiente como
para tenerlo alojado durante al menos cien años... o
trescientos.
Mira a Vander por primera vez.
—¿Y puedes imaginarte lo que sucedería si perdemos a
su herrero favorito? ¿Y a nuestra pequeña reina gárgola? —
Finge estremecerse—. No habría gente suficiente en el
mundo para que la matara si os escaparais de entre sus
dedos.
—¿Tanto miedo le tienes? —pregunta Remy.
—¡Yo no le tengo miedo a nadie! —responde de
inmediato—. ¡Soy un addonexus y no le temo a nadie!
—¿Un addonexus? —le susurro a Hudson.
—Un preadolescente inmortal con complejo de dios —me
contesta por lo bajini.
Claro. Eso lo explica todo. ¿Podría alguien molestarse en
explicarme si este niño es capaz de aniquilarnos a todos
con un estornudo?
—Entonces ¿por qué estamos discutiendo? Todos
sabemos que te encanta el dinero. Y tenemos un montón de
dinero. —Remy le hace un gesto a Hudson, que vacía uno
de los sacos en el suelo. Miles de monedas se amontonan a
sus pies—. Hagamos un trato.
Los ojos de Caronte se iluminan con avaricia y, por un
segundo, creo que va a funcionar. Pero entonces aparta los
ojos del dinero y se encoge de hombros.
—Eso causaría un motín. Mis hombres llevan una hora
quejándose de que el joven príncipe vampiro los ha
desplumado.
—Todas las peleas que he librado esta noche han sido de
forma justa —le dice Hudson con voz fría.
—Supongo que solo hay una manera de comprobarlo,
¿no? —Su sonrisa es maléfica—. Creo que lo más justo es
que les des a mis hombres la posibilidad de recuperar lo
que les has arrebatado. Doble o nada. Si vences a Mazur y
Ephes, te llevas el doble del dinero, el suficiente como para
comprar vuestra libertad.
—Y ¿si no? —Hudson enarca una ceja.
—Me quedo con vosotros y con el dinero, obviamente.
—Obviamente —responde Hudson con los dientes
apretados—. Estoy ob...
—Eso no es justo, y lo sabes —intervengo antes de que
Hudson pueda hacer alguna estupidez, como acceder a este
plan. Apenas puede mantenerse en pie, ¿y cree que va a
poder luchar contra dos gigantes? De eso nada—. Míralo.
No sería una pelea justa.
Caronte suspira.
—Ya está la gárgola causando problemas. Siempre habéis
sido unas criaturas muy fastidiosas.
—A mí no me parece que dar la cara por alguien sea ser
fastidioso —le digo.
—Ya, bueno, supongo que todo el mundo tiene derecho a
tener su opinión. —Fija sus fríos ojos grises en Hudson de
nuevo—. ¿Trato hecho?
Hudson se dispone a acceder, pero me adelanto. El
vampiro no tiene ningún sentido de la autopreservación.
—De eso nada.
—¡Sigue así y te meto en la mazmorra! —me suelta.
—No sería la primera vez —le espeto.
—¡Vale! ¿Quieres que la pelea sea más justa? Muy bien,
puedes luchar con él.
—¡¿Qué?! —exclama Hudson—. ¡No!
—Acabas de perder tu derecho a voto —le dice Caronte
—. ¿Queréis la libertad? Pues tendréis que vencer a mis
gigantes para conseguirla. De lo contrario, podéis dejar
aquí el dinero y volver a vuestras celdas de inmediato. Pero
la discusión ha terminado.
Empieza a levantarse, pero Remy levanta una mano para
detenerlo.
—Concédenos un segundo, por favor.
Remy nos aparta a un lado y Hudson y yo lo fulminamos
con la mirada.
—Ni de coña va a luchar ella contra esos dos —le ruge
Hudson.
—Ya, bueno, ni tú tampoco —le contesto—. Te matarán
en dos minutos.
—Gracias por la confianza, compañera.
Pongo los ojos en blanco.
—Perdona, pero ¿te has mirado en algún espejo desde
que te han reventado?
—Es la única manera —nos dice Remy—. No tendremos
otra oportunidad como esta. Se asegurará de ello.
—Yo me ocupo —nos asegura Hudson—. El día en que
dos gigantes puedan conmigo, me arrancaré los colmillos.
—Esto es mala idea —les digo.
—Una muy mala idea —interviene Flint por primera vez.
—Ya, bueno, a estas alturas, ninguna idea es buena, así
que... —Remy se dirige de nuevo a Caronte—: Dame tu
palabra y tendremos un trato.
A lo que Caronte responde:
—Mi palabra es sagrada.
Se estrechan la mano, y yo exhalo un largo suspiro
mientras cierro los ojos. Solo necesito un minuto para
recapitular, para intentar ordenar mis pensamientos y,
después, Hudson y yo podremos ponernos de acuerdo en
qué hacer.
Solo que ahora puedo oír gente gritando y chillando,
huelo a carne asada y a palomitas.
Y entonces algo tira de la parte trasera de mi uniforme
de la cárcel. Cuando abro los ojos, estoy cayendo y cayendo
hacia el centro de una arena gigante.
139
Nunca apuestes
contra las ratas
Jugando al escondite
con el poder
Armagedonéame de aquí
Nunca te prometí
la eternidad
Hablando de pelea
A duras penas
Cadenas ilícitas
Buenas noches.