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HISTORIA DE ENFERMERÍA EN COLOMBIA

HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICIÓN

HISTORIA DE LA ENFERMERÍA EN
COLOMBIA

Ana Luisa Velandia Mora

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HISTORIA DE ENFERMERÍA EN COLOMBIA

HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICIÓN

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Historia de la enfermería en Colombia / Ana Luisa
Velandia Mora
Bogotá: Editorial Universidad Nacional -Factutad de
Enfermería U. N., 1995.
190 p.: il.

ISBN: 958-17-0155-9
1. Enfermería -Historia l. Tít.

Sección Catalográfica U. N.

©Ana Luisa Velandia Mora


©1995, Editorial, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de
Enfermería
Apartado Aéreo 14490 -Tel. 368 12 87 -Fax: 221 95 68, Bogotá
ISBN: 958-17-0155-9
Primera edición: 1955
Preparación editorial: Editorial Universidad Nacional
Diseño de carátula: Gustavo Zalamea, Francisco Vásquez
Diagramación electrónica y artes finales: Marta Ortiz F.
Bogotá, Colombia

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III. HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICION

El análisis de los antecedentes históricos de la profesión de


enfermería en Colombia (siglos XVI a XIX) en cuanto a sus
aspectos de desarrollo socio-económico, político y cultural, al
desenvolvimiento de las prácticas de salud, a las
transformaciones del sistema educativo colombiano y, en
particular, a la educación femenina, permiten establecer cuatro
elementos Residuales o herencias recibidas por tradición por la
profesión de enfermería en sus orígenes a comienzos del siglo
XX: la herencia religiosa, la femenina, la militar y una serie de
herencias etnográficas que se inician con la de los saberes
médicos populares, luego continúan con la influencia española y
posteriormente la francesa, para ya, a comienzos de este siglo,
empezar a recibir la influencia norteamericana.

HERENCIA RELIGIOSA

La herencia religiosa en la enfermería no es sólo perceptible en


Colombia, sino en el mundo entero. Incluso para algunos
sociólogos (Glaser, 1976), la enfermería sólo surgió como
profesión cuando enfermeras seglares tituladas fueron ocupando
los puestos que la disminución de las congregaciones religiosas
iban dejando vacíos; lo cual denota que la tradición religiosa es
muy antigua y acentuada.

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En realidad, la relación entre religión y ciencia (y dentro de esta


última, las ciencias de la salud) ha sido muy estrecha. Del análisis
de esta relación se preocupó Bertrand Russell en su interesante
obra: Religión y ciencia, en la cual se atreve a plantear: «El
mejoramiento consecuente de la salud y el aumento en la
longevidad son las características más notables y admirables de
nuestra época. Aun si la ciencia no ha hecho otra cosa por la
felicidad humana, por ello merece nuestra gratitud. A los que
creen en la utilidad de las creencias religiosas o teológicas, les
sería difícil señalarles algún beneficio comparable» (Russell,
1951).

A través deja historia, la iglesia ha tenido un papel muy


importante por su influencia sobre la familia y sus creencias
acerca del papel otorgado a la mujer.

Esta influencia religiosa, que condicionó también «lo femenino»,


se hace evidente en el trabajo «Brujas comadronas y
enfermeras», anteriormente mencionado (Ehrenreich y English,
1979). En su análisis, las autoras plantean que las mujeres
siempre han sido curanderas y por lo tanto, la medicina es parte
de nuestra herencia como mujeres, parte de nuestra historia. El
70% del personal de salud son mujeres, pero el 93% de los
médicos son hombres. Cuando se nos permite participar en los
procesos de salud, podemos hacerlo tan sólo como enfermeras. Y
se preguntan: ¿Cómo llegamos a nuestra posición actual de
subordinación desde nuestra posición de liderazgo? Entre los
muchos factores están:

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a) en la ocupación masculina del cuidado de la salud b) la


supresión de las «brujas» en Europa, y c) el crecimiento de la
profesión médica en los hombres durante el siglo XIX en América
(Estados Unidos):
En las comunidades primitivas la enfermera era, en cierto
sentido, maga, bruja, sacerdotisa; todas estas prácticas estaban
asociadas con el cuidado de los niños y la atención de inválidos y
pacientes de edad avanzada; también con actividades como
administrar remedios caseros, hierbas, fomentos, cataplasmas,
etc. Muchas voces de enfermeras fueron acalladas por «practicar
brujerías».

El historiador francés Jules Michelet anota que una de las


mayores acusaciones contra las brujas fue el delito de curar. El
Malleus Malificarum expresó: «Nadie hace más daño a la iglesia
católica que las comadronas» (citado por Ehreinreich y English,
1979).

La mujer sabia o bruja tenía un arsenal de remedios que habían


sido probados en años de uso; muchos de ellos todavía tienen su
lugar en la farmacología moderna (ergotamina, belladona, digital).
Sus métodos -los de las comadronas-, y sus resultados, fueron
una amenaza para la iglesia pues ellas eran empíricas y
confiaban en el sentido más que en la fe o en la doctrina. Creían
en la prueba y el error, en la causa y el efecto; confiaban en su
habilidad para encontrar formas de tratar enfermos, embarazos y
partos; de modo que su «magia», fue la ciencia de su tiempo.

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Por ser dueñas de la sabiduría se les empezó a considerar


peligrosas, en tanto que se alejaban del paradigma de la mujer,
centrado en la figura de María Madre: un ser sumiso, pasivo, cuya
meta se cifra en la espera silenciosa. Las «brujas hechiceras»
fueron temidas, precisamente por ser activas, creadoras y
cuidadoras de la salud de sus congéneres (Ehrenreich y English,
1979).

Mientras que las «brujas» practicaban entre el pueblo, las clases


dirigentes cultivaban sus propias cámaras de curanderos
seculares: médicos entrenados en universidades.

Las comadronas, por atender a las mujeres en sus


«enfermedades femeninas», no fueron atacadas con tanta
prontitud. Como se sabe, fueron los fórceps obstétricos los que
convirtieron el parto en una posible «intervención quirúrgica»
prohibida, naturalmente, a las mujeres.

«Tradicionalmente la práctica de la medicina popular ha sido


prerrogativa de las mujeres, pues el arte de curar dentro de la
familia suele estar relacionado con las tareas y el espíritu de la
maternidad... En la historia de la medicina occidental, la toma del
poder por parte de una élite masculina profesional supuso una
larga lucha que acompañó la aparición de la visión racionalista
científica de la salud y de la curación. El resultado de esta lucha
fue el establecimiento de una elite médica casi exclusivamente
masculina, y también la usurpación por parte de los hombres de
asuntos como el parto, que tradicionalmente habían sido terreno
de la mujer» (Capra, 1987). Finalmente, las sanadoras de antaño

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se vieron reducidas a la condición de enfermeras; cuidadoras de


enfermos en los hospitales donde «callada, silenciosamente,
ejecutan las órdenes de la erudición masculina. Les arrebataron
ancestrales conocimientos, y con ellos, el derecho a la palabra»
(Ehrenreich y English, 1979).

La socióloga colombiana María Cristina Laverde, que analizó el


tema en un interesante ensayo, describe que :
«en la región de Riosucio (Caldas), «las brujas» son de dos
clases: volantonas y hechiceras, y no siempre son lúgubres,
viejas y feas; muchas veces son jóvenes, bonitas,
vivarachas y coquetas. Son también mujeres plenas de
sabiduría; seres que milenariamente investigan las
propiedades de las plantas nativas: el pinde o borrachero, el
diente de león, la ortiga, la valeriana, la manzanilla, el
varbasco. Amalgaman sus poderes curativos,
convirtiéndolos en brebajes y bebedizos para aliviar los
dolores del alma y del cuerpo de quienes acuden a ellas en
busca del alivio a sus sufrimientos. Son, las más de las
veces, el único recurso de los campesinos y de los pobres
de la región. Son las sanadoras del pueblo» (Laverde,
1990). (El resaltado es nuestro.)

En los primeros tiempos las labores de enfermería eran llevadas


a cabo por gente de buena voluntad, sin ninguna preparación;
solamente en algunos asilos se contaba con la presencia de
religiosas que, sin ser enfermeras, al menos conocían más del
oficio y demostraban constancia y disciplina (Portilla,1974).

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Frank y Elizondo, en el capítulo de su libro dedicado a las «Artes


curativas en la era próxima al Cristianismo», plantean que la
medicina y la religión no se distinguen claramente en este período
de la historia; la mayor parte de las veces la práctica de la
medicina era una combinación de medicina empírica, magia y
superstición. La enfermería era practicada por sirvientes y
esclavas, que en algunas ocasiones recibieron el nombre de
enfermeras; pero la enfermería no estaba organizada como una
profesión, ni se le consideraba una vocación. El trabajo de
enfermería estaba en manos de religiosas ayudadas por seglares;
pero el cuidado de los enfermos tenía bases más domésticas que
científicas (Frank y Elizondo, 1961).

Encontramos que la tradición religiosa en Colombia data de


Pedro Claver, quien en los trabajos de enfermeras religiosas es
considerado como «el padre de la enfermería en Colombia» ya
que desde 1617 «ejercía medicina empírica, y enfermería, junto a
su apostolado en el Hospital de San Lázaro al Pie del Cerro», de
la Popa, en Cartagena (Soriano, 1972).

Los primeros enfermeros que vinieron a Colombia fueron los


hermanos hospitalarios de San Juan de Dios, quienes arribaron
inicialmente a Cartagena hacia 1768, Y establecieron allí el
Hospital de San Juan de Dios. Posteriormente llegaron a Bogotá y
le cambiaron el nombre al Hospital de San Pedro por el de San
Juan de Dios, que hoy se conoce popularmente como La Hortua.
También llegaron otros misioneros: dominicos, mercedarios,
agustinos, bethlemitas, que realizaron labores de enfermería.

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A comienzos del siglo pasado (1804), los cirujanos y los médicos


eran religiosos. La medicina se convirtió en una profesión ejercida
meramente por religiosos; aunque los hospitales no eran
propiedad de los hermanos de San Juan de Dios, éstos eran los
asistentes de aquéllos (Soriano, 1972).

Después del destierro de los Hermanos de San Juan de Dios en


1835, el Hospital volvió a ser administrado por otras personas,
distinguiéndose entre ellas el Excmo. Sr. Vicente Arbeláez,
Arzobispo de Bogotá; el Dr. Pedro Navas Azuero, Sindico del
Hospital y la Congregación del Sagrado Corazón compuesta de
las más distinguidas damas de la alta sociedad.

Cuentan las crónicas que un grupo de respetables señoras


filántropas (semi- religiosas), compuesto por doña Vicenta
Gutiérrez Vergara, Francisca Pineda Valencia, Ana Josefa
Quijano, Virginia García, Juana Lago y tres más, se organizaron
en una asociación de caridad o congregación, que dieron en
llamarse Hermanas de la Caridad, bajo el patronato de San
Vicente de Paúl y la ayuda de la Sociedad de Beneficencia.

«La Señora Vicenta Yanguas de Galvis, a la cabeza de las


señoras ya mencionadas, se hizo cargo de la administración del
Hospital el1 de abril de 1857, mediante contrato oficial. Una de
ellas asimiló el cargo de Enfermera de Mujeres» (De la Paz,
1963). No se encontraron alusiones a estudios realizados por
estas personas; sólo referencias a la forma de dividir el trabajo y
las actividades de enfermería en el hospital. En general, éstas
eran realizadas por religiosas o por seglares de baja extracción
social.

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Desde 1856, varios señores notables de Bogotá se pusieron en


la tarea de hacer venir a las religiosas de la Caridad para que
sirvieran en el hospital. La junta general de la Beneficencia
autorizó al síndico del hospital para solicitar a la superiora general
de las hermanas de la presentación (dominicas) que residía en
Tours-Francia, el envío de las religiosas para que se hicieran
cargo de la dirección y cuidado de los enfermos (Gaitán, 1974).

«El 22 de septiembre de 1867, el presidente Santos Acosta


organizó la Universidad Nacional de los Estados Unidos de
Colombia a la cual se incorporó el Hospital de San Juan de Dios.
La enfermería del hospital quedaba a cargo de los profesores de
la clínica» (Lozano Bautista, 1983). (El resaltado es nuestro.)

En 1873 llegan procedentes de Francia, por solicitud del


Gobierno (sindicó del Hospital San Juan de Dios), las hermanas
de la Presentación. «Seis hermanas llegaron el 27 de mayo de
1873 al Puerto de Sabanilla (hoy Puerto Colombia), y el 21 de
junio al Hospital San Juan de Dios de Bogotá, que fue la casa
donde las religiosas iniciaron su misión de enfermería en
Colombia. A partir de esa fecha continuaron la administración del
Hospital San Juan de Dios» (Gaitán, 1974) (El resaltado es
nuestro.)

Numerosas directivas de hospitales solicitaron la colaboración de


las hermanas. Según Zabaleta (Zabaleta, 1976), se encargaron
de la administración del Hospital Santa Clara de Cartagena, en
1878 o 1879. Según Álvarez, esto ocurrió en 1884. Antes lo
hicieron en el Hospital de Medellín en 1876; en el de Barranquilla

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en 1878; en el de Santa Marta y Sogamoso en 1880; en el de


Pamplona y Neiva en 1882; y en el de Honda en 1883 (Álvarez,
1988).

En su sesión del 20 de agosto de 1903, la Academia Nacional de


Medicina puso en consideración la propuesta para la creación de
un nuevo hospital en Santafé, con el fin de mejorar el de San Juan
de Dios. El14 de agosto, se colocó la primera piedra del Hospital
San José en el lote situado al costado sur de la Plaza de
Maderas, conocida posteriormente como Plaza España

La hermana Martina, de la comunidad de la Presentación, fue


cofundadora de la Sociedad de Cirugía. El ocho de febrero de
1925 se celebró la inauguración pública y formal del hospital. Su
administración estuvo a cargo de los hermanos hospitalarios
hasta el 2 de noviembre de 1928, cuando pasó a manos de las
hermanas de la Presentación (Forero Caballero, 1983)1.

En Colombia, las primeras enseñanzas sobre higiene y cuidado


de los enfermos fueron impartidas por religiosos: franciscanos,
dominicos, mercedarios, capuchinos, hermanos Hospitalarios de
San Juan de Dios, jesuitas y también bethlemitas (De la Paz,
1963), (Soriano, 1972). La enseñanza de enfermería se orientaba
hacia las actividades que más comúnmente se desarrollaban:
higiene y tareas domésticas.

1
Entre otras razones, porque «el Superior de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de
Dios, manifestó que la Orden prohibía atender a personal femenino en los hospitales y por lo
tanto debían separarse completamente los pabellones de hombres y mujeres (Muñoz, 1958).

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Las comunidades religiosas vinieron al país entre 1564 y 1835


con el propósito de catequizar a los indígenas: «Diríales que su
amo les quiere mucho y que si hace lo que dice, que le pedirá y
rogará las trate bien, les regale y les cure y después de buen amo
que vivan contentos en su cautiverio» (Castrillón y Correa, 1985).

El ejercicio de las denominadas actividades de enfermería


estuvo durante tres siglos en manos de religiosos, entre los cuales
se han destacado por su trabajo los hermanos hospitalarios de
Sal1 Juan de Dios, quienes además fundaron diferentes
instituciones como el Hospital San Pedro (hoy San Juan de Dios)
y el Hogar Clínica San Rafael en Bogotá, la clínica de Reposo en
Chía (Cundinamarca) y el Manicomio Nacional en Bogotá (De la
Paz, 1963).

El primero de febrero de 1790 el virrey don Antonio Caballero y


Góngora dio la licencia para la construcción del Hospital de
Cúcuta que estuvo atendido por religiosos de San Juan de Dios
(Forero, 1983).

Era Presidente de la República don Miguel Antonio Caro (1897),


cuando se fundó el Hospital de la Misericordia y se aprobaron sus
primeros estatutos. Abrió sus puertas al servicio de la infancia,
necesitada el 6 de mayo de 1906. El personal asistencial
paramédico (sic) lo integraban dos Hermanas de la caridad, que
luego aumentaron a cinco, y cinco sirvientas. En 1873 llegan al
país las primeras enfermeras: seis religiosas francesas de la
orden de las hermanas de la caridad dominicas de la

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presentación. Éstas primeras religiosas llegaron por solicitud


expresa del Hospital San Juan de Dios de Bogotá, y comenzaron,
básicamente, a dar asistencia.

La influencia que tuvieron en la asistencia se afianza en la


educación, cuando se gestiona su envío en 1871. La carta que
para el efecto escriben dice: «a fin de que se hagan cargo de los
enfermos del hospital y enseñen a las enfermeras (sic) en ese
arte tan útil a la humanidad» (Álvarez, 1988). Y efectivamente,
«crearon programas para la formación de enfermeras, cuando
éstas aún no tenían control estatal» (Gaitán, 1974).

Hasta la década del 50 en Bogotá y Cali, y a mediados de la del


70’s en Medellín, la mayoría de las directoras de enfermería eral1
religiosas. Además, en los hospitales del Estado y en las clínicas
privadas (algunas de su propiedad) su presencia sigue siendo
significativa.

Para la enfermería eso significa que sus valores fueron muy


marcados por los valores religiosos y específicamente los del
cristianismo, desde los cuales la enfermería se ve como «servicio
al prójimo», «vocación personal», «mística», y la atención en
salud -la de enfermería- se muestra más como «caridad cristiana»
que como derecho ciudadano, ya que el paciente es concebido
como una persona hecha a imagen y semejanza de Dios.

Influye también en los uniformes, pues si «el hábito hace al


monje, una enfermera sin su uniforme no es enfermera. Dicho sea
de paso, éstos se parecían mucho a los hábitos de las monjas.
Estos mismos valores se refleja en otra serie de elementos muy

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unidos al concepto de disciplina: por ejemplo, los horarios de


trabajo se parecen más a los de las religiosas que a los de los
trabajadores en general.

Otro aspecto importante es el de los salarios, pues las religiosas


no devengaban, y las instituciones, por tanto, no estaban
acostumbradas a pagar.

Finalmente, es necesario hacer ver que aun cuando Florence


Nightingale le escribía a una amiga en 1858 diciéndole: «Me
siento brutalmente indiferente a los agravios y derechos de mi
sexo», y hay evidencia de que su personalidad tenía cierto tinte
desagradable, era dominante y persistente y a menudo severa
con aquéllos que vacilaban en seguirla, deseaba el poder y no era
fácil trabajar con ella, amén de que tuvo muchos problemas para
realizar el anhelo de su vida que era ser enfermera; pese a todo
ello, el movimiento feminista apoyaba su labor y ella prestó su
nombre a esa causa y, ante todo, no renunció a la idea y tuvo
éxitos tales como lograr la independencia de la enfermería como
profesión de la salud (más cercana a la medicina que a los
trabajos de caridad de la iglesia), impulsó la salid" de la
enfermería de las órdenes religiosas e hizo que ésta sirviera de
soporte al médico en forma técnica (Pedraza, 1954),
(Shryock,1959), (Dolan, s.f.).

HERENCIA FEMENINA
Ésta es muy profunda. Hay mucho de que hablar sobre la
relación mujer- enfermera, y el hecho de que la enfermería está
incluida en las llamadas -«profesiones femeninas», es decir,

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aquellas ocupaciones que forman a la mujer no sólo para actuar


como trabajadora sino para ayudarle en su función (considerada
como primordial) de ser madre; y unido a esto la de ser esposa,
hija y hermana.

Se ha tratado de tomar la condición histórica de la mujer como


madre, esposa, mujer doméstica, para convertir el «eterno
femenino» en una ley natural e implacable cuando sabemos que
es un fenómeno histórico y por tanto social.

La «cuestión femenina» está muy ligada a lo religioso, al


prototipo de la figura femenina: la Virgen María para las solteras y
la Madre Dolorosa para las casadas. La primera inocente y
obediente; la segunda, sufrida y prudente. De ahí que las
características femeninas tengan tanta relación con las
características que se esperan de una monja: sumisión, bondad,
suavidad, sutileza, etc.

En efecto, la formación de la mujer hasta las primeras décadas


del siglo XX era básicamente intrafamiliar y estaba orientada a
formarla en los oficios domésticos, o, dicho de una manera más
eufemística, a las actividades como «ama de casa».

En 1822 se crearon las escuelas normales de Bogotá, Quito y


Caracas, y se ordenó que todas las provincias enviaran a estas
ciudades un maestro para que se instruyera en el método y luego
regresara a practicarlo. En el mismo año se fundaron numerosos
colegios: Boyacá, en Tunja; San Simón, en Ibagué; en San Gil y
los de Santa Marta y Cartagena, que jugaron un papel muy
importante en la educación de nuestro país.

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En 1826 se crearon por ley las universidades públicas centrales


de Quito, Caracas y Bogotá. La de Bogotá tendría cinco
facultades: filosofía, jurisprudencia, medicina, teología y ciencias
naturales. Harían parte de ella la antigua Biblioteca Pública y un
museo de ciencias naturales.

En agosto de 1836 había en total 3.102 estudiantes distribuidos


en las tres universidades, los veinte colegios públicos (para
varones) y seis casas de educación (Jaramillo, 1989, a). (El
resaltado es nuestro.)

De los 132 estudiantes varones que tenía la Universidad


Nacional en 1870, 51 eran de medicina, 44 de ciencias naturales,
29 de ingeniería y sólo ocho de jurisprudencia.

El decreto orgánico de enero de 1868 reglamentaba en forma


minuciosa el funcionamiento de la Universidad. Se estableció el
contenido y duración de las carreras profesionales: jurisprudencia
tendría cuatro años de duración y 13 cursos; medicina, cuatro
años y 14 cursos; ciencias naturales, cuatro años y 13 cursos, e
ingeniería cinco años que comprenderían cada uno un bloque de
cinco materias (Jaramillo, 1989 a).

Durante el siglo XIX y comienzos del XX, la formación de


enfermeras en Colombia no estaba vinculada a las universidades;
los cursos se abrían tanto en hospitales como en residencias,
conventos o escuelas de artes manuales y por iniciativa de
médicos, religiosas o señoras filantrópicas.

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Esta situación es comprensible si revisamos un poco el estado


de la educación de la mujer en Colombia. Hasta finales del siglo
XVIII las mujeres no iban a la escuela: recibían la instrucción de
los padres y, en las clases altas, de señoras que enseñaban a
domicilio. En todo caso, la escritura se enseñaba con restricciones
por temor aI uso que pudieran hacer de ello.

En 1766 se fundó un monasterio de religiosas de María


Santísima, más tarde llamadas de la Enseñanza; fue el primer
plantel de educación para niñas.

En 1832, Rufino José Cuervo promovió la creación del Colegio


de la Merced para la educación de las niñas. Consideró mejorar la
educación de la mujer pero «Sin hacer de ella sabia, pedante, ni
ridícula» (Cataño, 1973).

La obstetricia fue tal vez el área de la salud a la que por primera


vez tuvieron acceso las mujeres de nuestro país. En el número 62
de la Revista Médica de Bogotá (editada en 1873), aparecido en
mayo 20 de 1881, dice que:

"La Sociedad (de Medicina y Ciencias Naturales de Bogotá), se ha


ocupado de un asunto que aun cuando extraño a primera vista a sus
estatutos y reglamentos, ha tenido por móvil el deseo de estimular en
el bello sexo, el estudio de la obstetricia, para que esta enseñanza se
establezca de manera metódica y llegar a formar verdaderas
comadronas.

La señora Ana Matilde Grelhet presenta una solicitud pidiendo que


del seno de la Sociedad se nombrara una comisión de profesores que

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la examinaran en el ramo obstetricial, y en caso de suficiencia, le


extendieran un certificado como comprobante de ella.

"La Sociedad fue informada por uno de sus miembros que esta
señora había hecho con notable lucimiento el Curso de Obstetricia
que dicta el Dr. José María Buendía a los alumnos de la Universidad
Nacional, y además había asistido con puntualidad a la Clínica de la
Maternidad en el Hospital San Juan de Dios; algunos miembros se
opusieron decididi1mente a esta petición de la Sra. Grelhet, porque
consideraban la aceptación de tal solicitud, contraria al espíritu de que
está animada esta Sociedad.

«Sin embargo de esto (sic) la Sra. Grelhet tuvo la fortuna de que su


solicitud fuera admitida por la mayoría de miembros de la Sociedad. El
examen se verificó y la Sra. Grelhet sostuvo con lucimiento este acto
habiendo siendo aprobada con plenitud, por tanto El Consejo de
Examinadores le expidió un certificado de suficiencia que fue
autorizado por el infrascrito en su calidad de Secretario de la Sociedad
de Medicina y Ciencias Naturales».

Este hecho surtió sus efectos. Años después, en el número 196


publicado en 1894, aparece la sustentación de la Reglamentación
de la Medicina en Colombia y el artículo ocho dice: «Las
comadronas no podrán ejercer su arte sino después de haber
obtenido un certificado de Idoneidad, expedido por alguna de las
Facultades de Medicina establecidas o que se establezcan en el
país, o bien por dos médicos que posean diploma legal» y el 12
especifica: «Son condiciones indispensables para obtener este
certificado: saber leer y escribir y haber asistido a la Clínica de
Maternidad durante un año por lo menos».

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HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICIÓN

En el número 220 aparecido en 1898 se publica el informe de una


Comisión sobre la enseñanza de la medicina en el Hospital San
Juan de Dios (que el31 de diciembre de 1867 justamente firmara
un contrato con la Universidad Nacional), en el se establece que:

«En este Servicio (Clínica Obstetricial y Ginecológica) se abrirá un


curso especial teórico-práctico para Comadronas y parteras que será
dictado por el Jefe de Clínica a una hora distinta de la que se dicta el
curso anterior a los estudiantes de la facultad, y durante esta hora
queda prohibida la centrada a los estudiantes de la Facultad al
hospital. (Los resaltados son nuestros)

«Este curso se dictará durante un año forzoso para los que lo


soliciten y que tengan instrucción primaria elemental; será teórico-
práctico y versará sobre los conocimientos razonables y generales
más prácticos y útiles para que puedan asistir a una parturienta en los
casos normales y en ausencia del médico dar los primeros cuidados al
recién nacido.

«El profesor y el jefe de la clínica del Servicio, harán de común


acuerdo, un programa especial para el curso de comadronas, y tanto
en este programa como en las conferencias que se les dicte, se
recalcará mucho sobre los deberes morales que deben practicar,
sobre la grave responsabilidad que contraen cuando pretenden, por el
charlatanismo, extralimitar su reducido campo, produciendo así
consecuencias graves, para la madre y la criatura. Se les recalcará
igualmente sobre la obediencia ciega y estricta a las órdenes dadas
por el médico de cabecera, para evitar desastres. A aquellas que
hubieren ganado el curso a satisfacción del Jefe de Clínica se les
expedirá un certificado de «Comadronas», previo examen presidido
por el Rector de la Escuela de Medicina y Ciencias naturales, y en que
serían réplicas el profesor y el Jefe de Clínica del Servicio, durante
media hora cada uno. El certificado llevará estas tres firmas y se
expedirá si el examen hubiere satisfecho».

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Según la Revista Médica de Bogotá, número 303, en 1905 se


promulga el decreto 592 Junio 8, por el cual se reglamenta el
ejercicio de la profesión de medicina. El artículo 7 de dicho
decreto, reza así: «Podrán ejercer como Comadronas las
Enfermeras que presenten certificados de dos o más doctores en
Medicina y Cirugía (...) El Código Civil de 1887 considera como
trabajos específicamente femeninos, los de directora de colegio,
maestra de escuela, actriz, obstetriz, posadera y nodriza
(Velásquez, 1989}». (Los resaltados son nuestros.)
A comienzos del siglo XX en Colombia, «al igual que en la
época de la Colonia, las jóvenes no tenían otra perspectiva, como
no fuera la del matrimonio, la de hacer votos en un convento o
'quedarse para vestir santos'» (Pedraza, 1954). La educación en
aquel entonces se impartía de manera informal, la preparación
formal aparece más tarde; los salarios de la mujer eran más bajos
pues se le relacionaba con ocupaciones para las cuales se creía
que no había necesidad de estudiar mucho, fenómeno que a su
vez influye en el mantenimiento de la dependencia económica de
la mujer y por tanto en su papel secundario dentro de la familia y
en el contexto laboral.

Por lo tanto, lo anterior tiene mucho que ver con la baja


participación de la mujer en la fuerza laboral, ya que no contaba
con una educación que la preparara como trabajadora; además, el
sistema educativo colombiano no había sido igualitario para
hombres y mujeres.

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Pese a que la profesión de maestra es más antigua, la de


enfermería fue la primera que las mujeres pudieron estudiar en la
universidad.

Como dice Davis (citado por Garzón, 1983), los esta tus vienen
todos por naturaleza. Algunos sí son adscritos y el sujeto o actor
social no interviene, como el hecho de ser mujer, viejo,
campesino, etc.; pero otros son adquiridos concientemente por la
persona, como el ser madre, maestra, enfermera, etc.

A pesar de todo, continúa la tendencia a considerar que los esta


tus adquiridos son condición sine qua non del ser mujer, como si
serIo necesariamente implicara ser buena madre, buena maestra,
buena enfermera. Desde luego, todos los estatus no se generan
biológicamente. El estatus adscrito, el que se recibe sin
intervención del actor social, es decir, sin contar con nuestra
voluntad, es el de ser mujer; el resto de «adornos» que le han
colocado son generados por la sociedad que se ha encargado de
definir minuciosamente el papel femenino. El concepto de «mujer»
abarca todas las dimensiones del ser humano, pues abordamos lo
femenino desde la proyección de «género» y no desde la
perspectiva biológica, que se agota en el «sexo».

No es gratuito que sólo hasta 1957, por un plebiscito nacional, se


instituyera para las mujeres colombianas el derecho universal del
voto, es decir que se les permitiera elegir y ser elegidas.

La profesión de enfermera se convierte entonces en una manera


de legalizar, de formalizar, de «elegantizar» si se quiere, una

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HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICIÓN

educación femenina tradicional, tendiente a atender a los nulos, a


los enfermos, así como a los hermanos y a la familia en general.
Aquí conviene señalar el significado de la palabra enfermera en
dos idiomas importantes: en inglés se dice nurse, que significa
institutriz; en Inglaterra llamaban sisters a las enfermeras jefes; en
ruso se dice sistrá, que significa hermana -camal o religiosa-.
Antiguamente se le, asociaba con el concepto de niñera,
cuidadora de niños. Esto muestra cómo se ha ido transformado
socialmente el rol femenino-religioso de esa persona que
últimamente se ha llamado profesional de enfermería
.
Otro aspecto, es que los padres y en general los familiares,
permitían el estudio de esta carrera por considerarla corta (¿y
fácil?), es decir, que había más posibilidades de que la terminaran
antes de casarse, con la ventaja de que en este estado podían
continuar ejerciéndola toda la vida, así fuera con su propia familia.

«El hecho de que las ocupaciones de las mujeres sean aquellas


que pueden realizarse más cerca del hogar (o incluso dentro de
él), no significa que la mujer tenga un 'instinto hogareño' (¿o
maternal?) sino simplemente que se favorece la ejecución eficaz
del papel social que se le ha asignado a la mujer» (Garzón, 1983).
Como dicen la mayoría de las estudiantes, las mujeres que
estudian enfermería lo hacen para «servir a la humanidad», pero
también de manera pragmática, para desempeñarse mejor como
madres y amas de casa. De igual modo podrían estudiar nutrición,
psicología, pedagogía, etc.
La relación directa mujer-enfermera, significa que a ésta se le
asignan valores tradicionalmente asociados a la feminidad:
sumisión, obediencia, abnegación.

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HISTORIA DE ENFERMERÍA EN COLOMBIA

HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICIÓN

De la misma manera, al asumir esta profesión las religiosas han


reforzado estos valores propios de su vocación. Es interesante ver
lo que dicen las enfermeras religiosas Frank y Elizondo: «La
enfermería fue por mucho tiempo trabajo oscuro y humilde, sólo
las luces de nuestro siglo XX la han hecho destacar como una
actividad femenina importantísima en el desenvolvimiento de la
cultura mundial». (Los resaltados son nuestros.)

Es significativo ver cómo sólo hasta una época bastante tardía


dentro de la evolución de la profesión en el país, se empezaron a
aceptar hombres para estudiar enfermería. Hecho contrario en
África, donde la enfermería es una profesión masculina.

Para resumir la historia de la enfermería en América Latina: las


primeras escuelas se abren al finalizar el siglo pasado, cuando
sólo puede exigirse de las candidatas una preparación primaria
elemental. Las dirigentes de estas escuelas son religiosas o
enfermeras extranjeras. Las alumnas no pueden reclutarse de
entre las clases más elevadas pues los prejuicios sociales no
aceptan otro lugar para la joven que el hogar en donde, semi
ociosa, espera el matrimonio (Frank y Elizondo, 1961). Desde
finales de los años 30, la mujer inicia una transición progresiva
para salir del hogar y ubicarse en otras instituciones sociales
diferentes del área educativa (maestras) y de salud (enfermeras) y
empieza a incursionar en el campo económico, político y artístico.
Aparecen señales de un nuevo papel social e intelectual de las
mujeres; crece el número de mujeres destacadas por su labor
profesional, literaria o artística o por sus funciones de liderazgo

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HISTORIA DE ENFERMERÍA EN COLOMBIA

HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICIÓN

social o político. La participación femenina en la fuerza laboral


llega casi al cincuenta por ciento.

Investigaciones de diferente orden se plantean entre sus


problemas importantes lo referente a la mujer. El tema se discute
de manera sistemática y pública.

Una nueva dimensión de la mujer de hoy es, entonces, la


posibilidad real de producir obras, de realizar un trabajo práctico,
de expresarse en cualesquiera de los campos del conocimiento, el
arte o la técnica; es decir, de ser «un hombre» en el sentido
universal, esto es, un ser humano integral y para ello (con Simone
de Beauvoir) «debe trascender su condición femenina, pero una
vez la haya hecho consciente».

«Las mujeres en nuestro proceso de liberación no debemos


quedamos en el plano de la conmiseración y el dolor por la
opresión. La liberación de la mujer es un proceso que significa la
transformación del hombre y de la mujer, de la estructura y las
relaciones familiares, de las relaciones sexuales, y en síntesis, la
transformación económica, social y política» (Londoño, 1963).
Lo anterior, implica la necesidad de un movimiento feminista,
pero no para exigir «por el hecho de ser mujer», sino para
demostrar su propio valor como persona, como ser humano.

Para la enfermera implica superar la imagen de la dama de


blanco», que impide su desarrollo y su incorporación pena al
equipo de salud, y promover el ingreso de hombres a la carrera de
enfermería, y, en general, a las profesiones hasta hoy
consideradas como «femeninas».

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HISTORIA DE ENFERMERÍA EN COLOMBIA

HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICIÓN

HERENCIA MILITAR
Aunque no es tan evidente como las anteriores, sin embargo, es
muy marcada. Ya desde las cruzadas en Europa se presentó una
mezcla muy aguda de tres elementos: enfermería, religión y
milicia; había monjes que eran soldados, y existió una orden
especial de enfermeros denominada «Caballeros hospitalarios»,
es así como una sola persona reunía estos tres caracteres:
enfermero, religioso y militar.

Al respecto Frank y Elizondo anotan: «Las cruzadas produjeron


las órdenes militares de enfermeros y legaron a la posteridad el
espíritu de la disciplina que debe reinar entre los consagrados al
enfermo» (Frank y Elizondo, 1961).

Después de 1854, con su participación en la guerra de Crimea,


Florence Nightingale formaliza la enfermería como servicio de
apoyo logístico a los ejércitos; así recoge un grupo de enfermeras
religiosas para llevarlas a la guerra. Posteriormente, cuando se
abre la Escuela de Enfermeras de Santo Tomás en la que se
preparan enfermeras para las guerras, se organiza con todos los
elementos de un recurso de retaguardia. Todo esto potencializa la
influencia de la visión militar en enfermería. De ahí que cuando se
analiza el reglamento de la Escuela de Santo Tomás, se puede
ver a las claras que ésta era de corte militar, con horarios,
uniformes y una costumbre muy significativa: llamarse por el
apellido y no por el nombre.

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HISTORIA DE ENFERMERÍA EN COLOMBIA

HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICIÓN

Otro resultado de la guerra fue el surgimiento de la Sociedad de


la Cruz Roja Internacional bajo el impulso de Henri Dunant, testigo
ocular de la batalla de Solferino en Italia. Este hecho profundizó la
relación enfermería-ejército, que ha existido desde que ha habido
guerras y, por tanto, heridos.

En Colombia, prácticamente desde su llegada al país en 1873,


las hermanas de la Presentación prestaron sus servicios en los
conflictos armados (1876), y durante la Guerra de los Mil Días
(1899-1903) cuidaron en el Hospital Militar a los soldados heridos
(Gaitán, 1974).

Posteriormente, en la guerra con el Perú en 1932, varias


enfermeras procedentes de las escuelas de enfermería de Bogotá
se alistaron como voluntarias y marcharon al frente de batalla.

En 1938, cuando se crea la Escuela de Enfermeras de la Cruz


Roja, se adiciona una asignatura autorizada por el Ministerio de
Guerra (hoy llamado de Defensa) sobre Sanidad Militar, en la cual
se estudiaban aspectos relacionados con la estrategia militar,
incluyendo prácticas en terreno con los cadetes de la Escuela.
Incluso el diploma que se otorgaba a las egresadas era el de
Enfermera General y Auxiliar de la Sanidad Militar.

Con base en un decreto de 1971, en 1977 se desarrolló un


programa especial para la formación de oficiales de reserva,
orientado al personal profesional femenino, luego del cual se les
confería el grado de teniente. En 1979 se organizó un curso al
que ingresaron 18 enfermeras que recibieron dicho grado y fueron

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HISTORIA DE ENFERMERÍA EN COLOMBIA

HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICIÓN

las primeras mujeres oficiales del ejército colombiano; éstas


continuaron prestando sus servicios profesionales en el Hospital
Militar Central de Bogotá (Muñoz, 1978).

La ideología militar tuvo su efecto en la internacionalización de


valores que promovieron una fuerte jerarquización en el personal.
Así por ejemplo, el uniforme pasa a convertirse en un símbolo y
no, como cabría suponer, en una ayuda para no contaminar a
otros o protegerse a sí misma. Tal vez a excepción de los
militares y de no todos los religiosos, es la única profesión que
aun desempeñando labores no precisamente asistencia les, sino
eminentemente administrativas, continúa utilizando el uniforme sin
él la enfermera parece perder su identidad.

Otro aspecto que tiene que ver con la influencia militar son los
títulos: supervisora, jefe. En especial este último que a veces
pareciera reemplazar su condición de profesional de enfermería.
Todo lo anterior vino a reforzar ciertos valores heredados de la
influencia religiosa y especialmente el concepto de disciplina que
implica cumplir órdenes sin discusión.

Finalmente, para citar de nuevo a Frank y Elizondo (1961):


«Las guerras siempre ha tenido una gran influencia en los servicios
de salud… En los lugares que se han desenvuelto las enfermeras, en
cooperación eficaz con el médico, se ha visto que la aplicación de la
medicina de mayor rendimiento para el paciente en particular y para el
público en general. Las guerras han venido a poner de manifiesto esta
verdad » (pág. 243).
«Cada una de las guerras pasadas ha beneficiado en alguna forma a
la enfermería por estar tan ligada al bienestar del ejército así como al
de los civiles» (pág. 289).

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HISTORIA DE ENFERMERÍA EN COLOMBIA

HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICIÓN

Sirva de compendio la preciosa edición del trabajo de Patricia


Donahue: Nursing And llustrated History, ilustrada a través de
405 bellísimas reproducciones del arte mundial de todos los
tiempos; es una obra que permite ver muy bien esa profunda
influencia de lo religioso, lo militar y lo femenino en la historia
social de la enfermería (Donahue, 1985).

HERENCIA ETNOGRÁFICA
La herencia etnográfica en América Latina tiene mucho peso,
sólo que no hay conciencia de ello. Muchos de los procedimientos
utilizados son costumbres ancestrales que se han ido
modificando, modernizando, cambiando de nombre, para hacerlos
más «científicos».

Tal herencia no es sólo la indígena; existen muchas fuentes, una


de ellas la enfermería española que, a su vez, tiene herencias
mediterráneas, del cercano oriente (medicina árabe y judía) y de
la medicina ayurvédica que predominaron hasta la víspera del
«descubrimiento» de América. Estas influencias son fáciles de
asimilar; baste recordar que varios siglos antes de los viajes de
Colón, Sevilla (que era residencia de los reyes Fernando e Isabel)
estaba ocupada por los judíos; su vecina Granada por los árabes,
lo mismo que su otra vecina Córdoba (la Meca del mundo
islámico) (Velandia, 1993).

En la época de la conquista española se encuentran seis tipos


diferentes de manipuladores del poder mágico, enclavados
institucionalmente, con funciones específicas o mezcladas: 1) los

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HISTORIA DE ENFERMERÍA EN COLOMBIA

HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICIÓN

asociados a la religión (sacerdotes); 2) los vinculados al poder


político; 3) la cabeza médica; 4) los agoreros y adivinos anexos a
la milicia; 5) los controladores de la naturaleza asociados a la
economía, y 6) los conductores de los ritos de paso o dirigentes
del proceso sociabilizador generacional (Gutiérrez de Pineda,
1985).

La mencionada autora caracteriza el legado español así:


Tenía como base la cultura cristiana con sus rasgos
mágicos asociados (pecado=enfermedad).
Había influjo de la herencia griega con los principios de
Hipócrates.
Posibles aportes romanos que influyeron en la colonización.
La llegada del mundo árabe y de las evasiones africanas a
España dejaron una herencia mágico-médica (por el mal de
ojos) (Gutiérrez de Pineda, 1985).

La misma autora plantea que culturalmente Colombia es un país


con una cultura triétnica, lo que necesariamente ha influido tanto
en las prácticas de salud, como en los procedimientos de
enfermería. O sea que tenemos tres aportes o herencias: 1) el
legado de los nativos americanos, 2) el legado africano, y 3) el
legado español, que a su vez tiene influencia árabe, de la
medicina europea en general, de la medicina india y de otras que
habían influido antes en la misma medicina árabe (Idem).

Por ejemplo, el recitar textos del Corán tuvo en el momento de la


conquista un poder curativo tan considerable que se le reconocía
como profesión, la de ensalmador; los versos de las Sagradas

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HISTORIA DE ENFERMERÍA EN COLOMBIA

HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICIÓN

Escrituras se complementaban con rituales curativos, usándolos


en forma de recitativos sobre las heridas y aplicando algunas
veces remedios de otra naturaleza.

Hoy en Colombia se denomina ensalmar el proceso curativo de


mordedura de serpiente. En los Llanos Orientales, en Antioquia,
en el Tolima, y, en general, en las zonas ganaderas, se rezan los
parásitos (garrapatas, noches, etc.) de las reses. Éste tema ha
sido poco estudiado. Existen algunos trabajos en relación con l.)
medicina, pero de enfermería es muy poco o casi nada lo que se
encuentra al respecto.

A pesar de todo, muchas de las actividades, de los


«quehaceres» de las enfermeras (aprendidos o no en las
escuelas) -y se puede con cierto cuidado en el análisis de
nuestras «rutinas» hacer conciencia de ello-, son tomados de la
medicina popular, o tradicional, como prefieren llamarla otros. Un
ejemplo de ello serían los diferentes tipos de aguas aromáticas,
cada una con un objetivo especial, que le dan u los pacientes en
las clínicas privadas y especialmente en las regentadas por
congregaciones religiosas. En general, se utilizan en las zonas de
mayor influjo hispano.
El empleo de alimentos «calientes» para cuando se tiene frío en
el estómago, el uso de baños con determinadas hierbas y toda la
parafernalia de la medicina ayurvédica, se aprendía en lo que hoy
se, conoce como la «pedagogía invisible», la que no se explicita,
la que se enseña en la práctica con el ejemplo. De ello no se
hablaba en los medios científicos, por lo menos hasta hace

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HISTORIA DE ENFERMERÍA EN COLOMBIA

HERENCIAS RECIBIDAS POR TRADICIÓN

algunos años, cuando se empieza a aceptar oficialmente la


medicina naturista.

La llegada de las seis hermanas de la Presentación en 1873,


procedentes de Francia, rompe con la influencia española en la
enfermería colombiana e impone la influencia francesa, que ya
tenía la medicina colombiana (Que vedo y col., 1993). De modo
que, refuerzan la tradición religiosa de la enfermería (y de la
medicina) en nuestro país.

«Antes de 1952 existía una distribución de la planta física de


acuerdo a la escuela francesa, cada pabellón era atendido por
una o dos e1ifermeras (sic), Una religiosa y un médico interno.
Las Hermanas de la Presentación servían como Enfermeras Jefes
y Administradoras del Hospital y del personal femenino» (Lozano,
1983). (Los resaltados son nuestros.)

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