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TECNOLÓGICO NACIONAL DE MÉXICO, FRONTERA COMALAPA.

CARRERA:
INGENIERÍA EN INNOVACIÓN AGRÍCOLA SUSTENTABLE
MATERIA:
FISIOLOGIA VEGETAL
TRABAJO:
REPORTE DE INVESTIGACIÓN
DOCENTE:
ING. MÓNICA ELIZABETH ORDÓÑEZ GARCÍA
ESTUDIANTE:
FERNANDA JOSSELINE ZUNUN RINCON
SEMESTRE:
4TO
NUMERO DE CONTROL:
211260047
FECHA DE ENTREGA:
25 DE MAYO DEL 2023.
Introducción……………………………………………………………………………….3
ESPECIFICIDAD ECOLÓGICA DE LAS PLANTAS (TEMPERATURA,
RADIACIÓN, VIENTOS Y HUMEDAD RELATIVA)
…………………………………………………..4
Cambios temporales en la sensibilidad al frío: aclimatación y desaclimatación …4
Influencia de temperaturas bajas en el cuaje de frutos ……………………………..5
Mecanismos de evitación y tolerancia a heladas ……………………………………6
Manejo del cultivo y resistencia ……………………………………………………….6
Calentamiento global y resistencia al frío …………………………………………….8
Los factores climáticos afectan directamente la producción de los cultivos……….8
Respuestas de las plantas al estrés por altas temperaturas ……………………….9
Los efectos de la radiación uv-b sobre la morfología y anatomía de las plantas..10
Implicancias ecológicas de las respuestas de las plantas a la radiación uv-b…..13
Radiación uvyla interacción con factores bióticos…………………………………..14
Radiación uvyla interacción con otros factores del cambio climático……………..16
Viento y sus efectos sobre los cultivos. ………………………………………………18
La humedad relativa en invernadero…………………………………………………..20
Conclusión………………………………………………………………………………..21
Bibliografía………………………………………………………………………………..22
INTRODUCCIÓN

Los factores que influyen y generan o no resistencia en el cultivo son el viento,


radicación, temperatura, humedad relativa, entre otros. Uno de ellos es el agua en
cómo afecta o influye en el cultivo. La relación entre el agua absorbida y el agua
perdida es llamada balance hídrico o balance del agua en la planta, ella se
cuantifica correctamente como potencial agua.

La absorción y transpiración están controlados por el medio y por las plantas. Los
factores externos se relacionan con cantidad de agua disponible para la absorción
y su Intensidad de los factores que estimulan la transpiración. Así como también la
temperatura la manera en que ocurre la fotosíntesis y como generan estrés junto
con la cantidad de agua absorbida que tiene la planta.
“ESPECIFICIDAD ECOLÓGICA DE LAS PLANTAS (TEMPERATURA,
RADIACIÓN, VIENTOS Y HUMEDAD RELATIVA)”

Cambios temporales en la sensibilidad al frío: aclimatación y des


aclimatación
La resistencia a heladas puede ser constitutiva, como una característica genética
de la especie, o inducida. La inducción puede ocurrir cuando la planta es expuesta
a bajas temperaturas, generalmente entre 0 y 10°C, también conocida como
aclimatación al frío o endurecimiento.
La mayoría de las plantas resistentes a heladas pueden incrementar su
endurecimiento mediante la inducción ambiental de baja temperatura no perjudicial
(Li et al., 2004; Jacobsen et al., 2007; Szalay et al., 2010). Durante el proceso de
endurecimiento al frío tienen lugar una serie de cambios morfológicos y fisiológicos
que permiten a las plantas aclimatarse a las nuevas condiciones atmosféricas y
sobrevivir durante el invierno.
El transporte de sustancias de reserva hacia órganos perennes, la disminución en
el contenido de humedad de los tejidos, la transformación de almidón en azúcares
solubles y las modificaciones en la composición lipídica de las membranas
celulares son algunos de ellos (Gallino et al., 2007; Pearce, 2001). Makaracı y
Flore (2009) mencionan que el fotoperiodo no afectó la resistencia al frío en
cerezo (Prunus avium L.), mientras que plantas de álamo híbrido (Populus tremula
L. x P. tremuloides Michx.) expuestas a condiciones de día corto fueron más
resistentes.

Además de la temperatura del aire, la humedad es un factor que influye en la


desaclimatación de los tejidos vegetales.
Al respecto, Bittenbender y Howell (1975) observaron en yemas florales de
arándano (Vaccinium australe Small) que, con baja temperatura, el aumento del
contenido de humedad aceleró la desaclimatación, mientras que a medida que las
yemas florales continuaron su desarrollo en la primavera, se redujo el efecto de la
humedad. De manera similar, en ensayos de congelación, yemas y tallos de vid
(Vitis vinifera L.) fueron dañados a mayor temperatura cuando estaban húmedos
(Mills et al., 2006). Resistencia a bajas temperaturas por parte de diferentes
órganos vegetales Si bien la resistencia aumenta a medida que las plantas entran
en reposo, todo su parte no se tornan resistentes al mismo tiempo, pudiendo variar
considerablemente el orden de severidad del daño entre los tejidos, según el
momento dentro del período de bajas temperaturas (Proebsting, 1970).
A mitad del invierno, momento de máxima resistencia al frío, las yemas florales de
distintas especies del género Prunus fueron más susceptibles al daño por
congelación que las yemas vegetativas. Asimismo, entre los órganos y tejidos
vegetativos, las yemas vegetativas y la xilema del tallo fueron los más fácilmente
dañados (Quamme et al., 1982b). Dentro de las yemas florales de almendro
(Prunus dulcis [Mill.] D. A. Webb), el pistilo es el órgano más susceptible
(Buyukyilmaz y Kester, 1976).
En arándano (Vaccinium ashei Reade) se observó que la corola, el estilo y el
ovario, en orden decreciente, son las estructuras de mayor sensibilidad a
temperaturas bajo cero (NeSmith et al., 1999). En olivo (Olea europaea L.), la
temperatura letal media de brotes fue menor que la de hojas; posiblemente, la
mayor exposición de las hojas resulte en una más rápida pérdida de calor
(Azzarello et al., 2009). Durante la congelación de tallos de manzano y duraznero
[Prunus persica (L.) Batsch.], la corteza tuvo menor resistencia a la deshidratación
que la madera (Quamme et al., 1982a).
Influencia de temperaturas bajas en el cuaje de frutos
Temperaturas bajo cero, sin llegar a causar daños visibles en las estructuras
florales, pueden disminuir el cuajé de frutos (NeSmith et al., 1999). Las
temperaturas bajas durante la floración afectan negativamente a la polinización,
debido al menor vuelo de insectos (Kodad y Socias i Company, 2005) y
determinan la disminución del potencial de las flores para abrir y tornarse
receptivas al polen (Hicklenton et al., 2002). Jefferies et al. (1982) mencionan que
en ciruelo europeo cv. ‘Victoria’ la fecundación requiere 16 a 20 días a una
temperatura constante de 5°C, mientras que a 15°C ocurre durante tres o cuatro
días. Concordantemente, Chaar y Sánchez (2010) observaron que en ciruelo
europeo cv. ‘D’Agen’ el cuaje de frutos fue elevado (28 a 41%) ante una
temperatura promedio de 13.6°C durante los 10 días posteriores a la antesis.

Mecanismos de evitación y tolerancia a heladas


Los mecanismos responsables de la resistencia a heladas pueden dividirse en dos
tipos: evitación y tolerancia. La evitación o escape es la capacidad de la planta
para evitar la formación de hielo en los tejidos; por ejemplo, mediante sobre
enfriamiento. El sobre enfriamiento consiste en la permanencia del agua en estado
líquido a medida que la temperatura disminuye a valores bajo cero. Para que
ocurra la evitación, se requiere la ausencia de sustancias de nucleación
responsables de generar hielo en el tejido, o una discontinuidad en la fase líquida
entre las células sobre enfriadas y el tejido adyacente que contiene hielo (Burke et
al., 1976; Cary, 1985). La tolerancia es la capacidad de la planta de sobrevivir a la
formación de hielo extracelular y la consecuente deshidratación celular sin daño
irreversible (Cary, 1985; Jacobsen et al., 2007). Aun dentro de un mismo género,
el comportamiento de las plantas ante temperaturas bajo cero puede variar. Kadir
y Proebsting (1994) mencionan que las yemas florales de 20 especies de Prunus
mostraron diferentes estrategias para hacer frente a bajas temperaturas.

Manejo del cultivo y resistencia


- Genotipo. La manera más efectiva para combatir el daño por frío, además de
elegir solamente aquellas áreas menos propensas a la ocurrencia de heladas, es
seleccionar los cultivares más resistentes (Hernández, 1994; Kondratenko y
Sylayeva, 2003; Barranco et al., 2005). Asimismo, cultivares con elevada densidad
de floración pueden compensar parcialmente el daño por heladas, siendo un
criterio de selección en programas de mejoramiento genético (Kodad y Socias &
Company, 2005). La fecha de floración tardía es otra característica deseable en
los materiales vegetales, en aquellos sitios donde son comunes las heladas
primaverales (Chaar et al., 2011). Sin embargo, dicha característica no se
relaciona necesariamente con la temperatura mínima tolerada por las yemas
(Buyukyilmaz y Kester, 1976). En años con heladas tardías, los cultivares que
dependen sólo de la floración tardía como estrategia para disminuir el daño
pueden ser gravemente afectados (Mather et al., 1980). Al respecto, Lamb (1982)
observó en peral que cultivares de floración temprana fueron más dañados por
una helada tardía de -5°C que aquellos de floración tardía, pero dentro de cada
grupo hubo cultivares con distinto grado de supervivencia de sus yemas florales.
Viti et al. (1994) observaron en almendros que cultivares de floración temprana
tuvieron mayor sensibilidad al frío que aquellos de floración más tardía. En árboles
frutales, además de las diferencias existentes entre cultivares, es posible utilizar
portainjertos que induzcan mayor resistencia al frío. Según Durner (1990) la
supervivencia de yemas florales en duraznero cv. “Redhaven” luego de la
ocurrencia de heladas invernales en campo, fue afectada significativamente por el
portainjerto; las yemas florales fueron más resistentes sobre el pie “Siberian C”. -
Prácticas de manejo. Si bien la resistencia al frío está determinada principalmente
por el genotipo (Hernández, 1995), ésta puede intensificarse mediante diferentes
prácticas de manejo (Proebsting, 1970; Palonen y Buszard, 1997). Las especies
vegetales herbáceas y leñosas difieren en la forma de expansión del hielo; por lo
tanto, las prácticas de manejo tendientes a disminuir el daño por congelamiento
también son distintas.
Por ejemplo, en plantas de tomate (Lycopersicon esculentum Mill.), la aplicación
de caolín hidrofóbico inhibió la congelación inducida externamente; en contraste,
las plantas leñosas poseen agentes internos de nucleación, existiendo barreras
naturales que inhiben el crecimiento de hielo desde tallos más viejos hacia
apéndices laterales, como yemas, flores y brotes en elongación (Wisniewski et al.,
2003). Zucconi y Bukovac (1978) mencionan que luego de la ocurrencia de una
helada tardía en duraznero, con frutos de 26 mm, la aplicación de ácido giberélico
(GA3) aumentó marcadamente el tamaño a madurez de los frutos sin semilla.
Durner (1995) observó en duraznero cv. “Redhaven” que la poda invernal aceleró
e intensificó la desaclimatación, Avances en Investigación Agropecuaria • 117
Revista de investigación y difusión científica agropecuaria Chaar. Aia. 2013. 17(3):
109-121 Issn 0188789-0 mientras que el tratamiento con ethephon redujo el efecto
de la poda. Las prácticas de manejo que retrasan la senescencia foliar durante el
período de endurecimiento otoñal, podrían aumentar la resistencia invernal de las
yemas florales (Seeley et al., 1992).
Calentamiento global y resistencia al frío
El aumento de las temperaturas a mediano o largo plazo constituiría un factor
relevante para la producción de alimentos, debido a sus posibles efectos en el
comportamiento vegetal. Hänninen (1991) menciona que el aumento de
temperatura previsto para el siglo veintiuno, podría conducir a un aumento del
daño por heladas en los tejidos vegetales, debido a la aceleración del desarrollo
fenológico y a la desaclimatación primaveral. Sin embargo, según Chuine et al.
(2000) la respuesta en la fenología al calentamiento global dependerá de la
naturaleza del cambio en el clima y variará entre las especies. Aquellas que
poseen una temperatura óptima de acumulación de frío menor a la actual para
determinado sitio, no modificarían significativamente su fecha de floración, debido
a que el efecto adelantador del aumento de la temperatura durante la
ecodormancia sería contrarrestado por el efecto de retraso durante la
endodormancia. Chaar y Astorga (2012) encontraron, a partir de información
fenológica y climática de siete años, que la fecha de plena floración en duraznero
dependió principalmente de la acumulación de calor (GDH°C) durante la
ecodormancia.
Según Aniśko et al. (1994), a partir de la determinación de la temperatura mínima
de supervivencia de L. styraciflua L. para tres inviernos consecutivos, se pudo
observar cómo la resistencia de la misma planta puede variar entre años, siendo la
fase de desaclimatación más variable que la de aclimatación. La predicción
fenológica precisa permitiría que los productores agrícolas elijan los cultivares
mejor adaptados a las nuevas condiciones climáticas (Cleland et al., 2007).
Los factores climáticos afectan directamente la producción de los cultivos

Una exposición al frío paraliza actividades enzimáticas e induce un descenso en la


fluidez de las membranas celulares, con lo que el transporte de agua y nutrientes
a través de las mismas puede verse afectado y la planta deja de producir. Si la
bajada de temperatura es intensa y repentina la planta corre el riesgo de
congelación, con la consiguiente formación de cristales de hielo dentro de la
célula, que provocarán una fuerte deshidratación celular.

Una exposición prolongada a temperaturas extremadamente elevadas daña a la


célula por inactivación de enzimas y desnaturalización de proteínas, lo que induce
un aumento en la fluidez de las membranas celulares, es decir, la permeabilidad
de los solutos a través de ellas queda alterada. El calor intensifica también la
respiración de las plantas con relación con la fotosíntesis, lo que puede provocar
una paralización del crecimiento.
En el clima mediterráneo, los veranos calurosos no sólo destacan por
temperaturas altas sino que suelen ir acompañados de una fuerte sequía.
El conocido estrés hídrico puede ser tanto por una falta de agua (sequía), como
por un exceso de ella (asfixia radicular). A modo de ejemplo, el primero se produce
cuando la transpiración de la planta es mayor que la absorción de agua. Una de
sus primeras manifestaciones es la pérdida de turgencia celular, lo que conlleva la
deshidratación de la célula, el cierre estomático y la bajada de la capacidad
fotosintética.
RESPUESTAS DE LAS PLANTAS AL ESTRÉS POR ALTAS TEMPERATURAS
Cambios ultraestructurales y fuga de electrolitos El estrés térmico interfiere con el
balance de energía de las células y de las plantas, e inhibe la adquisición y
acelera el consumo de energía. El estrés abiótico, en general, estimula la glicólisis.
La pared celular y los sistemas de membranas plasmáticas (cloroplastos,
mitocondrias, aparato de Golgi, tonoplasto y retículo endoplasmático) son las
primeras traductoras del estrés en las plantas.
El estrés puede causar la síntesis y acumulación de metabolitos como el etileno, el
ácido abscísico (ABA), los ácidos salicílico y jasmónico, solutos compatibles como
la prolina, metabolitos secundarios (alcaloides, terpenoides, fenoles, fitoalexinas,
compuestos cianogénicos) y proteínas del estrés (“stress-related proteins”) de
varios tipos, como las deshidrinas y las HSPs. Las altas temperaturas generan
cambios anatómicos, morfológicos y funcionales en las plantas, algunos similares
a los producidos por el estrés hídrico: reducción del tamaño de las células,
reducida conductancia estomática y cierre de estomas, cambios en la
permeabilidad de las membranas, incrementos de la densidad de estomas y
tricomas, y vasos del xilema de mayor tamaño. Los efectos acumulativos de estos
cambios usualmente resultan en un pobre crecimiento y reducida productividad de
las plantas (Wahid et al., 2007). Las membranas celulares son las primeras
afectadas por el estrés debido al calor (Wang et al., 2011), porque el incremento
de la temperatura conduce a la desnaturalización de proteínas y enzimas, y a
aumentos en la cantidad de ácidos grasos insaturados (Savchenko et al., 2002).
Lo anterior ocasiona que los lípidos de las membranas se vuelvan más fluidos y
permeables, y permite la pérdida de electrolitos (Los y Murata, 2004; Porch y Hall,
2013). La localización del fotosistema II en las membranas de los tilacoides lo
hace muy sensible a las altas temperaturas (Zinn et al., 2010; Porch y Hall, 2013),
por lo que la emisión de fluorescencia ha sido utilizada como indicador del estrés
térmico (y de otros tipos) en las plantas. Mantener las funciones de las
membranas celulares es clave para el metabolismo básico (la fotosíntesis) e
intermedio (la respiración) bajo condiciones de estrés (Blum, 1988), y para la
tolerancia al calor.
Las perturbaciones debidas al estrés por calor son notables en la membrana
plasmática, las mitocondrias, altas temperaturas varía entre las especies, por lo
que se recomienda realizar estudios específicos para cada cultivo antes de utilizar
esta sola variable fisiológica como un criterio de selección (Wahid et al., 2007). La
pérdida de los electrolitos como indicador de la termoestabilidad de las
membranas, ha sido utilizada en Arabidopsis (Wang et al., 2011) y en diversos
cultivos como papa y tomate (Chen et al., 1982), crisantemo (Yeh y Lin, 2003),
algodón (Rahman et al., 2004; Karademir et al., 2012) y maíz (Castro et al., 2012).

LOS EFECTOS DE LA RADIACIÓN UV-B SOBRE LA MORFOLOGÍA Y


ANATOMÍA DE LAS PLANTAS

Para que la radiación UV-B sea interceptada y produzca alteraciones en la


fisiología de la planta debe penetrar en la hoja y ser absorbida por cromóforos o
moléculas susceptibles al efecto dañino de esta radiación. Por lo tanto, los
cambios morfológicos y anatómicos que son inducidos por la radiación UV-B
pueden llegar a ser determinantes en las respuestas de las distintas especies
vegetales sometidas a un aumento de este tipo de radiación. Así, frente a un
aumento de la radiación UV-B muchos de los cambios observados, tanto en
plantas monocotiledóneas como dicotiledóneas, son principalmente atribuidos a la
orientación de las hojas que tiene cada uno de estos grupos de plantas, lo que
finalmente influirá en la capacidad de interceptar este tipo de radiación. Las
especies monocotiledóneas que presentan hojas delgadas con orientación vertical
interceptan menos la radiación UV-B que las dicotiledóneas por presentar éstas
hojas anchas y de orientación más bien horizontal, y por lo tanto son más
susceptibles al daño (6). Por tal motivo, las plantas monocotiledóneas parecen ser
generalmente más tolerantes a niveles elevados de radiación UV-B.

Por otra parte, las plantas aclimatadas a condiciones de alta radiación UV-B, como
por ejemplo en alta montaña, se caracterizan principalmente por presentar tallos y
ramas cortas, resultando plantas de morfología más bien compacta y de tamaño
pequeño (1, 8,9). La disminución de la altura de las plantas expuestas a altas
intensidades de radiación UV-B ha sido relacionada directamente con la inducción
de internudos más cortos en distintas especies (4,7,8, 9). Por tal motivo, se ha
sugerido que el mecanismo por el cual la radiación UV-B reduce la longitud del
tallo sería la oxidación de fitohormonas inductoras del tamaño de las células, como
el ácido indolacético (IAA), el cual es susceptible a ser degradado por la radiación
UV-B (10).

Uno de los parámetros de crecimiento que es notablemente alterado por un


aumento de la radiación UV-B es el área foliar. Su reducción ha sido ampliamente
documentada en distintas especies cultivadas como: arveja (11), pimentón (12),
soya (13), etc. La disminución del área foliar, que se refleja en la presencia de
hojas de menor tamaño (14), se produciría como consecuencia del efecto
inhibitorio de la radiación UV-B sobre la expansión del epitelio de la cara adaxial
que es la que normalmente recibe flujos de radiación UV-B mayores a la abaxial.
Se ha demostrado que es la expansión de las células epiteliales la que regula el
crecimiento foliar (15) y la inhibición de la expansión observada en condiciones de
alta radiación UV-B se produciría debido a un mayor entrecruzamiento de los
enlaces formados entre carbohidratos y ácido ferúlico. Esto finalmente reduce la
extensibilidad de la pared celular (16), lo cual concuerda con lo encontrado por Liu
y colaboradores, quienes observaron un aumento de la proporción de ácido
ferúlico en el epitelio de hojas de cebada como respuesta a la radiación UV-B (17).

Por otra parte, diversos estudios sugieren que la primera causa de la reducción del
área foliar está asociada a la inhibición de la división celular (18, 14). lo que ha
sido observado en células epiteliales de hojas de trigo, en cotiledones de Cucumis
sativus (19). hipocotilos de tomate (20). cultivo en suspensión de células
de Petroselinum crispum (21) y en protoplastos de hojas de Arabidopsis
thaliana (22). Este efecto inhibitorio de la radiación ultravioleta-B sobre la división
celular se debería a la acción oxidativa de los fotones UV-B sobre las tubulinas
que son proteínas que se ensamblan para formar el huso mitótico en la división
celular (22). Además, Logemann y colaboradores encontraron que la síntesis de
histonas, proteínas que se unen al ADN formando la unidad estructural de la
cromatina denominada nucleosoma, es reprimida transcripcio-nalmente por efecto
UV-B (21). Resultado similar a lo obtenido en plantas de maíz donde también se
observó una disminución de la histona H4 por efecto de la radiación UV-B, lo que
estaría provocando alteraciones en la división celular por ausencia de la unidad
estructural y móvil del ADN (21, 23). Sin embargo, no está claro si la disminución
de la división celular inducida por radiación UV-B es un efecto inhibitorio directo
sobre las células potencialmente aptas para dividirse o el resultado de una
respuesta coordinada de la planta a elevada radiación UV-B.

A lo largo de la evolución, la radiación UV-B ha inducido en las plantas diversos


cambios anatómicos que han permitido modificar su intercepción y su penetración
al interior de las células. Por ejemplo, el aumento de ceras y el cambio en la
composición de éstas en la superficie foliar observado en especies expuestas a
UV-B (24), favorece la reflexión de la luz UV-B desde la superficie foliar y
contribuye a reducir la penetración de la radiación UV-B en las hojas (25). Por
ejemplo, en coniferas esta penetración medida por medio de microsensores de
fibra óptica resulta ser prácticamente nula, 3-12% en plantas leñosas y hierbas y
18-41% en plantas herbáceas dicotiledóneas (26). El aumento del grosor de las
hojas es otro de los cambios anatómicos observado en plantas expuestas a
radiación UV-B. Esto se debería al aumento del grosor de la pared celular como
consecuencia de la inducción de síntesis de lignina y otros polifenoles (7, 27).

Un porcentaje de la radiación UV-B que penetra a través de la hoja es absorbido


por cromóforos asociados al aparato fotosintético (4,5), así, las respuestas
fotomorfogénicas tienen un impacto directo sobre la mantención de la estructura y
funcionamiento de éste. Por ejemplo, en diferentes cultivares de arroz se señala
que niveles de radiación UV-B de 15-16 kJ-nr 2 provocan destrucción de
membranas en cloroplastos y desorganización de granas (28), en maíz una
intensidad de 9 kJ-nr2 provoca colapso de la epidermis adaxial en la zona distal de
las hojas (29) y una disminución en el número de cloroplastos en otras especies
vegetales (30), un mayor número de tricomas en la superficie de la cara adaxial
(30,31) y una reducción en el número y diámetro de los tubos xilemáticos, así
como disminución de la frecuencia estomática y del área foliar (31, 32).

IMPLICANCIAS ECOLÓGICAS DE LAS RESPUESTAS DE LAS PLANTAS A


LA RADIACIÓN UV-B

La productividad de los cultivos en el campo no solo depende de la sensibilidad


que presenten las distintas especies al efecto de la radiación UV-B, también
depende de la interacción con otros factores bióticos y ambientales (118). En este
sentido, en el contexto del cambio climático experimentado en el último tiempo, se
ha observado además del aumento de la radiación UV-B, un aumento del CO 2 y
de la temperatura, así como cambios significativos en la frecuencia y calidad de
las precipitaciones (119). Incluso, el consenso científico predice un aumento global
de la temperatura entre 1.5 y 4.5°C en los próximos 100 años, sumado al ya
existente aumento de 0.6°C que ha experimentado la atmósfera desde la
revolución industrial (119. 120).

RADIACIÓN UVYLA INTERACCIÓN CON FACTORES BIÓTICOS

En 1994, Caldwell y Flint especularon que el efecto más importante de un


aumento de la radiación UV debiera manifestarse a nivel de ecosistemas, donde
pequeños cambios en plantas individuales expuestas a UV-B se amplificarían con
implicancia directa sobre múltiples niveles tróficos (118).

En el campo, el principal efecto del aumento de la radiación ultravioleta parece ser


respuestas fotomorfogénicas que inducen una alteración en la partición y
localización del carbono más que en reducciones significativas del crecimiento o
de la acumulación de biomasa (73).
Independientemente de la sensibilidad o tolerancia que presenten las plantas
frente al efecto de la radiación UV-B, las alteraciones que se producen en la
composición química de éstas afectan significativamente la interacción que existe
entre las plantas y las distintas comunidades de microorganismos. Es así como
muchos de los cambios observados en la población de herbívoros, hongos y
bacterias con relación a la exclusión y/o el aumento de la radiación UV-B, han sido
correlacionados con los cambios que se generan en los metabolitos secundarios
de plantas superiores (121,122) los que estarían mediando múltiples respuestas
tróficas por efecto UV-B. Estos compuestos considerados filtros de radiación UV-B
en las plantas actuarían también como compuestos antiherbívoros haciéndolas
más resistentes al ataque de patógenos, mientras que otros metabolitos
secundarios que son secuestrados por herbívoros específicos desde sus
hospedantes pueden actuar directamente como compuestos de defensa contra
sus depredadores o como precursores de compuestos de defensa (121). De esta
manera, los metabolitos secundarios serían los principales candidatos implicados
en mediar múltiples respuestas tróficas provocando consecuencias para autótrofos
y para subsecuentes niveles tróficos (121,123).

Así también, muchos microorganismos que viven en la superficie de la hoja están


expuestos al efecto de la radiación ultravioleta en parte o todo su ciclo de vida.
Para estos microorganismos, la radiación UV impone una intensa selección, ya
que a menudo son vulnerables al efecto UV durante los procesos de esporulación,
dispersión e infección. El daño en el DNA es uno de los principales efectos
observados en algunos hongos y bacterias expuestas aUV, incluyendo patógenos
y microorganismos implicados en el proceso de descomposición de la materia
orgánica en el suelo (121). Los daños que provoca la radiación UV-B en el DNA de
estos microorganismos genera -vía mutagénesis- cambios en su composición
genotípica, los que son heredables, aumentando de esta manera la variación
genética en este nivel trófico (121.123). Estudios en campo del efecto de la UV en
sistemas naturales muestran una reducción sostenida de herbívoros conforme
aumenta la radiación UV-B y, por el contrario, la reducción de la radiación UV-B
mediante filtros tiende a aumentar la severidad de las enfermedades (123). En
este sentido, es importante hacer la distinción entre el efecto directo de la
radiación UV-B que afecta la tasa de crecimiento de microorganismos y el efecto
indirecto de la luz ultravioleta que altera la composición química de la planta
hospedante, haciéndola más resistente al ataque de distintos patógenos
(123,124).

Estudios en campo están empezando a mostrar que cambios en la radiación UV-B


pueden tener a futuro consecuencias para los procesos del suelo y, de organismos
asociados, aun no estando directamente expuestos a radiación UV incidente
(119, 125). Por ejemplo, microorganismos importantes en la nutrición mineral
como micorrizas y hongos que están asociados a raíces disminuyen
sustancialmente con el aumento de la radiación UV-B (125). mientras que las
interacciones entre plantas

y bacterias simbióticas fijadoras de nitrógeno podrían ser estimuladas por


radiación UV-B. Pinto y colaboradores (2002) observaron que el proceso de
nodulacion en plantas de poroto era estimulado por la radiación UV-B en conjunto
con la producción de compuestos absorbedores de UV en raíces (126).

Aunque la radiación UV-B no llega a penetrar significativamente en el suelo, tiene


un efecto directo en la descomposición de las hojas, al estimular el rompimiento
fotoquímico de lignina y/o alterar la comunidad de microorganismos que participan
en el proceso de descomposición de la materia orgánica, lo que genera
importantes consecuencias para el ciclo de nutrientes minerales en el suelo (127).

La interacción y el balance total de todos estos procesos no han sido muy


estudiados, sin embargo, la evidencia existente indica que el efecto directo de la
UV-B en la descomposición de la materia orgánica varía entre especies, está
confinada a los primeros meses después de la caída de las hojas y son
relativamente pequeños en magnitud (118). Los mecanismos involucrados en el
proceso de descomposición parecen estar relacionados a cambios persistentes en
la calidad de la materia seca que proviene de la exposición a UV-B durante el
crecimiento de la hoja, es decir, se relacionan con el contenido de flavonoides y
otros compuestos fenólicos, así como la proporción de lignina y celulosa en los
tejidos vegetales, lo que puede afectar o alterar la tasa de descomposición con
implicancia directa en los ciclos biogeoquímicos (126,128).

RADIACIÓN UVYLA INTERACCIÓN CON OTROS FACTORES DEL CAMBIO


CLIMÁTICO

El efecto combinado de una alta radiación UV-B y déficit hídrico ha sido abordado
en diversos estudios, en los que se deja de manifiesto una reducción del
crecimiento de las plantas y la alteración de distintos parámetros fisiológicos y
bioquímicos (129). Ambos factores ambientales actuarían sinérgicamente sobre el
metabolismo secundario de las plantas aumentando la producción de flavonoides
(130). Además, la sequía y los altos flujos de radiación UV-B inducirían la
producción de ceras cuticulares favoreciendo de esta manera la reflexión de la luz
y la conservación del agua (24).

Un elevado CO2 por sí solo tiene un efecto benéfico en algunas variedades de


soya (131). debido a cambios morfológicos asociados a altos niveles de CO 2 que
favorecen la fijación fotosintética del carbono, aumentando la productividad de la
soya entre un 24 a 37% (132). El aumento de la producción de biomasa y del
rendimiento de las semillas de soya observado a elevado CO 2, se mantiene
cuando este factor ambiental interactúa con UV-B, debido a que el aumento de
CO2 compensa parcialmente el efecto negativo que genera la radiación UV-B en el
crecimiento vegetativo y en procesos fisiológicos (132). Por el contrario, en plantas
de tomate y de algodón, la combinación de alta radiación UV-B y elevado CO 2 no
disminuye el efecto adverso de la UV-B, incluso provoca un daño más severo que
en condiciones de CO2 ambiental (133,134).

Por otra parte, Mark y Tevini ,en 1996, observaron que la reducción del
crecimiento provocada por alta radiación UV-B en Helianfhus annuus L., cv.
Polstar y en Zea mays L., cv. Zenit 2000, podía ser revertida con el aumento de la
temperatura en 4°C (10). Esta interacción benéfica entre alta radiación UV-B y
altas temperaturas, ha sido atribuida a una mayor tasa fotosintética que tendrían
las plantas debido a que tanto la UV-B como las altas temperaturas facilitarían la
activación de distintos mecanismos de protección, como por ejemplo aumento de
la producción de flavonoides y de la síntesis de proteínas de shock término
conocidas como HSP (heat shock protein) (10,119). Además, la interacción
radiación UV-B y temperatura serían moduladores positivos de la actividad de la
enzima nitrato reductasa (135). No obstante, en soya cultivada con altos flujos de
radiación UV-B, el aumento de 1°C en la temperatura genera alteraciones en la
morfología del polen y en la germinación (131). lo que tiene un impacto negativo
en la productividad de este cultivo, la que es reducida en un 17% (131.136). Pero,
durante el crecimiento vegetativo de esta especie, el aumento de CO 2 compensa
el efecto dañino que producen las altas temperaturas y altos flujos de radiación
UV-B sobre distintos aspectos fisiológicos (137).

VIENTO Y SUS EFECTOS SOBRE LOS CULTIVOS.


Al analizar el efecto del viento desde el punto de vista agroclimático habrá que
abordar sus efectos beneficiosos y perjudiciales, así como el sistema de
cortavientos ideado para reducir los efectos nocivos sobre los cultivos (Gil-Albert,
1986, Urbano, 1999, Villalobos et al., 2002). El viento tiene una serie de efectos
beneficiosos, un viento suave permite la renovación del aire facilitando la
transpiración de las plantas. El viento transporta las semillas en las especies de
dispersión anemócora a distancias considerables, y dispersa el polen en las
especies cuyo agente polinizante es el viento (anemofilia). En las especies con
dispersión anemócara la planta puede disponer de semillas o frutos ligeros (p.ej.:
orquidáceas), presencia de alas (p.ej.: catalpa, arce y olmo), desarrollo de hilos
algodonosos o penachos sedosos (p.ej.: vilano de los chopos). El viento, al mover
las capas de aire frío situadas sobre el suelo, evita las heladas nocturnas y nieblas
de irradiación. También, el viento por su efecto evaporante ayuda al secado de las
cosechas y siegas, y secado de los suelos encharcados; y favorece, debido al
balanceo producido por vientos suaves, el encañado de los cereales.
Por último, el viento puede determinar la bondad de una zona para el cultivo de
algunas plantas. Así en el cultivo de la patata de siembra, el viento favorece la
eliminación de los pulgones como vectores de virosis cuando las velocidades son
superiores a 6 km/h. Velocidades de viento elevadas pueden causar daños
mecánicos en cultivos y plantaciones, pudiendo causar caídas de frutos y hojas,
vuelco de cereales y en casos más extremos ruptura de ramas en árboles. En
zonas donde existe un viento fuerte persistente y dominante es usual la
deformación de la copa del árbol tendiendo a desequilibrar la ramificación e
inclinando el tronco, adquiriendo la copa la forma de llama. Uno de los efectos
dañinos del viento es el vuelco (numerosos autores dejan el término de encamado
para el vuelco producido por un exceso de nitrógeno, o enfermedades) de los
cereales.
Para paliar el efecto hay que utilizar variedades más resistentes y flexibles,
además de abonar, y labrar adecuadamente. La ruptura del tronco o incluso el
descuajo del árbol puede ser causado, junto a la presencia de velocidades del
viento elevadas, a la presencia de cavernas en el interior del trono (debidas a
temperaturas extremas: hielo o insolación), o a la falta del anclaje debido a
portainjertos poco vigorosos o a problemas edáficos que impiden una adecuada
implantación en el suelo del árbol. La ruptura de ramas provoca grandes heridas
que son de lenta y mala cicatrización. Además de los problemas mecánicos
citados, el viento causa problemas en prácticas agronómicas como son el riego
por aspersión y la pulverización de productos fitosanitarios. Por otro lado, el viento
puede impedir el vuelo de los insectos polinizadores, los problemas surgen con
velocidades de 10 km/h, haciéndose prácticamente impracticable el vuelo con
velocidades de 20 km/h; el problema puede ser tan grave en las especies
entomófilas que puede llegar a ser un factor limitante para la producción. También
causan daños los vientos cálidos y secos, que pueden llegar a provocar el
asurado, al no poder la planta reponer el agua transpirada, y los vientos salinos de
las costas que puede ocasionar problemas de fitotoxicidad por sales.
El asurado (asolanado o golpe de calor) se produce cuando coinciden
temperaturas altas con un viento seco, que provocan un aumento tal de la
evapotranspiración que las raíces son incapaces de compensar las pérdidas
producidas. Aunque se observa una mayor incidencia del asurado en secano,
también se presenta el fenómeno en suelos bajo regadío, y suelos con reserva de
agua disponible en el suelo, esto nos demuestra que la falta de agua no explica
por sí sola el fenómeno. Otras formas de golpe de calor también aparecen en
frutales. Por su efecto aparecen en las hojas quemaduras más o menos intensas,
y se produce caída de frutos. Otro problema, ya comentado es cuando el viento
actúa como agente de erosión del suelo, disminuyendo el espesor de la capa fértil,
o cubriendo e invadiendo las tierras con arenas.
Por otra parte, el viento ayuda a la propagación de algunas plagas y
enfermedades (p.ej.: nubes de langostas, pulgones, escarabajo de la patata, oidio,
mildiu, etc.); puede transportar semillas de malas hierbas; y, puede entorpecer la
conservación de la pureza varietal en el proceso de producción de semillas. En
todas las regiones de España el viento origina daños con una cierta frecuencia,
siendo los daños mecánicos debidos a velocidades máximas por episodios
extremos los más usuales. En las zonas costeras las brisas marinas obliga a
proteger a los cultivos. Otra zona donde son usuales las protecciones es en el
Valle del Ebro debido a la incidencia del cierzo. Por otro lado, el viento solano
puede causar daños en numerosas zonas por su gran poder desecante, por lo que
es usual su protección en la zona andaluza y extremeña.
LA HUMEDAD RELATIVA EN INVERNADERO
Ya hemos hablado de la importancia que tiene la temperatura en el interior de un
invernadero, pero hoy queremos hablar de otro factor igual de importante y que
está estrechamente relacionado con la temperatura, la humedad relativa.
 
La humedad relativa es la cantidad de agua contenida en el aire, y está
relacionada con la humedad absoluta (cantidad de vapor de agua por m³ de aire)
y el punto de saturación (cantidad máxima de vapor de agua que admite el aire a
una determinada temperatura).
 
La humedad relativa en un invernadero es un factor climático que se relaciona con
la transpiración, y es imprescindible para que el intercambio gaseoso y la
fotosíntesis se pueda llevar a cabo. Dependiendo de la especie, los niveles de
humedad más favorables para el desarrollo de los cultivos se encuentran entre el
50%-75% (ver tabla), y salirse de estas condiciones ideales de humedad puede
provocar efectos adversos sobre el rendimiento de los cultivos.
 
Efectos adversos sobre la planta si hay una humedad relativa alta:
 
– El exceso de humedad reduce la transpiración, lo que disminuye la absorción de
nutrientes y afecta al crecimiento de la planta.
– Además, dificulta la polinización y favorece la propagación de plagas y
enfermedades.
 
Efectos adversos sobre la planta si hay una humedad relativa baja:
 
– El déficit de humedad hace que la planta tenga que hacer un sobresfuerzo por
mantener las estomas abiertas, y esto puede ocasionar que se marchite por
deshidratación.
– También afecta a la producción, pues hay una pérdida de calidad del fruto y un
menor cuaje.
CONCLUSIÓN

Existen distintos tipos de factores que influyen en el cultivo cada uno de ellos es
muy importante y vital, así como también son buenos, en exceso pueden generar
daños severos en el cultivo. El viento puede provocar la polinización, pero también
el arrastre de cultivo provocando que se muera la planta o se quiebre. Así también
se encuentra el factor de humedad relativa en el cual es un factor muy importante
debido a que el cultivo absorbe esa humedad para desarrollarse, pero también
puede estresar el cultivo o generar hongos si ella se da en exceso.

Otro de los factores es la radiación solar la manera en que ella influye en la planta
como absorbe la energía lumínica, al igual que la temperatura.

Cada uno de estos factores influyen de gran manera en el cultivo gracias a ellos
pueden desarrollarse y crecer, aumentando sus células y así mismo
reproduciéndose.
BIBLIOGRAFÍA

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https://nutricontrol.com/es/la-humedad-relativa-en-invernadero/

De vista agroclimático habrá que abordar sus efectos beneficiosos y perjudiciales,


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