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¿Estamos humanizando o solo formando profesionales

con carencia de humanización?

Jairo Burboa.

Carolina Sepúlveda.

Filosofía educacional.

Profesor Jaime Montes.

05-12-2022
¿Estamos humanizando o solo formando profesionales con carencia de
humanización?

La humanización se logra a través de la educación, la razón por la cual es tan importante


es en parte a que humanizarnos nos permite ser críticos con el entorno y con nosotros
mismos, además de ser capaz de tener valores que nos acompañen a lo largo de la vida
para que nos indiquen lo bueno de lo malo. Una de las razones de por qué esto es tan
importante, es que en el colegio no se humaniza, solo se enseña a través de la
competencia, y se enseña contenidos que pueden ser aprendidos por otros medios,
provocando que al final de la carrera de un estudiante que aprendió sin humanizarse
tenemos a una persona deshumanizada, que se adapta al sistema, incapaz de ser critico
ni de tener empatía por sus compañeros al actuar competitivamente. Desde luego que
lograr esto en un salón de clases es todo un reto, ya que la costumbre impide
acostumbrarse o dar el visto bueno a lo nuevo, de cualquier manera, algunos autores que
estuvieron de acuerdo con la premisa de enseñar es humanizar, tuvieron ideas de cómo
se podía lograr, por lo que hay algunas ideas sobre lo que se podría enseñar para lograr
la humanización desde la enseñanza.

Si participamos de la humanidad, con nuestra inteligencia y sensibilidad,


relacionando el conocimiento con el mundo, nos humanizamos. Si nos adaptamos al
mundo, perdimos la oportunidad de humanizarnos. Cuando nos restringimos, nos
hacemos pequeños, nos entregamos a la vitalidad y creatividad de la cultura y la
historia, en vez de buscar sueños y esperanzas, nos deshumanizamos (FREIRE,
1996). Esto quiere decir, que para poder humanizarnos debemos ver el mundo de forma
crítica y no solo acomodarse a él, de lo contrario no seriamos capaces de humanizarnos,
porque al acomodarnos, en vez de analizar a partir de nuestros conocimientos y
vivencias, nos deshumanizamos al vivir de lo que hay, en lugar de vivir buscando lo que
podría ser.

El objetivo de la educación no es enseñar cosas, porque las cosas están en todas


partes, están en internet, están en los libros. El objetivo de la educación es crear en el
niño la curiosidad y la alegría de pensar (Alves, 2015). Al educar se tiende a olvidar
que los niños necesitan curiosidad para aprender, motivarlos para que se sientan felices
al reflexionar, esto es en lo que la educación se debería enfocar, porque la información
que enseñan a día de hoy se puede encontrar en cualquier sitio de internet, por lo que,
para fomentar el trabajo autónomo, es necesario enfocar la educación hacia la
curiosidad.

Con las salidas fuera del colegio aprendes a tener una vida sociable, relacionarte con
la gente, humanizarte. Al trabajar en equipo dentro y fuera del ámbito escolar,
basado en valores como el respeto y la solidaridad, el niño desarrolla la creatividad,
el gusto por la experimentación, la colaboración y favorece el despertar de su
conciencia crítica (Barboza, Devos, Edlinger, s/f). El ambiente en que se encuentre un
niño ayuda a humanizarse, ya sea dentro o fuera del colegio, y gracias a esto surgen
habilidades como la creatividad.

Si educar es humanizar, la cuestión de los fines de la educación remite a la definición


de los perfiles de esa humanidad a la que se aspira. El problema sigue siendo, por
tanto, hacer real en las aulas una formación integral del ser humano, propiciar desde
ellas un tipo de ciudadanía que responda a los ideales ilustrados en los que la libertad
individual y la integración social son solidarias con las ideas de felicidad y de
convivencia (Gordillo, 2006). Para que la humanización sea algo real en las aulas, debe
aplicarse en las mismas, ese es el reto principal para lograr una humanizar desde la
educación.

La idea de humanización ha de incluir necesariamente la dimensión cognoscitiva


como definitoria de nuestra especie. Somos homo sapiens. O, mejor dicho, llegamos a
ser homo sapiens si nos educamos, si aprendemos a conocer. Porque conocer, forma
parte de la esencia del ser humano. La memoria (pero también el razonamiento), la
información (pero también la sabiduría) y la experimentación (pero también la
reflexión), son elementos centrales de esta dimensión cognoscitiva que
necesariamente ha de estar presente en el ámbito educativo (Gordillo, 2006). Es
fundamental educar para conocer, el aprender a conocer, porque es una parte importante
del ser humano, y de ella se ligan elementos centrales que son vitales en el ámbito
educativo. Conocer es un fin educativo diferenciado porque permite obtener
recompensas inmediatas en el disfrute de un entorno que, por el saber, se va
haciendo cada vez más inteligible y más interesante. Porque es propio de los seres
humanos disfrutar conociendo es por lo que tiene pleno sentido educar para conocer
(Gordillo, 2006). Lograr que los niños se interesen por conocer despierta la curiosidad y
motiva a querer saber más respecto a algo.

En la escuela hay que aprender a hacer y no sólo aprender a conocer. Aprender a


manejar los artefactos que nos rodean, aprender a manejarse con completa
autonomía en el hogar, en la ciudad, en la carretera y en las redes telemáticas son
aspectos que deberían ser sustantivos en la educación y que no pueden reducirse a
conocimientos (Gordillo, 2006). Aprender cosas prácticas como aprender a manejar,
ayuda considerablemente a crear personas independientes y curiosas, ya que manejarse
en la ciudad, o saber manejar un teléfono, les ayuda para no perderse de camino a casa,
o si están en peligro saber a qué número de emergencia llamar. Manejar es, por tanto,
una dimensión esencialmente humana que favorece la libertad individual y la
inserción en un mundo técnicamente complejo. Dos condiciones necesarias para la
felicidad. Por ello, quizá educar para manejar debería ser también una de las
finalidades educativas principales (Gordillo, 2006).

Aprender a valorar es tomar conciencia de que, además de la verdad y la utilidad,


existen los valores, los criterios que nos permiten distinguir y elegir lo más bueno, lo
más bello y lo más justo. La dimensión valorativa de la condición humana no es
menos esencial que las competencias cognitivas y técnicas. Una persona que es capaz
de juzgar moral y estéticamente el mundo en el que vive es más probable que sienta la
necesidad de comprometerse activamente en su mejora. Por eso, aprender a valorar
puede ser la tercera dimensión irreductible de una educación integral de los seres
humanos (Gordillo, 2006). El aprender a valorar nos ayuda a tener conciencia de lo
bueno y lo malo, algo realmente fundamental en la vida de una persona, y nos sirve para
no ser malos con los demás y tener empatía, pero no solo para esto, sino que también
nos ayuda a entender que otras personas no deben ser malos con nosotros, de manera
que no nos pasen a llevar.

Aprender a participar y especialmente aprender a tomar parte, es una finalidad


educativa de importancia crucial para una formación ciudadana, capaz de afrontar
los retos de un tiempo tan complejo como el que vivirán las nuevas generaciones.
Aprender a tomar parte es, por tanto, una finalidad educativa esencial. Su sentido y
relevancia puede ponerse de manifiesto si consideramos que aprender a tomar parte
es aprender a convivir, a compartir, a cooperar, a disentir, a discrepar, a discutir, a
confrontar, a negociar, a consensuar y finalmente a decidir (Gordillo, 2006). Enseñar
a participar y tomar parte en una discusión, ayuda a que el individuo sepa como ir tras
los retos que se presentan en su vida y sea capaz de tomar decisiones. Para ello, será
deseable que las aulas y los centros educativos se conviertan en verdaderos
laboratorios de participación ciudadana, en lugares en los que sea cotidiano el
aprendizaje de los hábitos definitorios de esa idea de tomar parte en la vida de la
comunidad. Es necesario que en las aulas los alumnos convivan (y no sólo estén),
compartan (y no sólo recelen), cooperen (y no sólo compitan), disientan (y no sólo
consientan), discrepen (y no sólo callen), discutan (y no sólo escuchen), confronten
(y no sólo comparen), negocien (y no sólo acepten), consensuen (y no sólo
impongan), para que así acaben aprendiendo a decidir juntos (y no sólo a asumir
individualmente las decisiones tomadas por otros), (Gordillo, 2006).

La participación vuelve al estudiante una persona competente, ya que la acción


comunicativa en clases incentiva el sentido social, una persona con estas características
podría ser capaz de crear un impacto en la sociedad teniendo como resultado una mejor
calidad de vida. La promoción de la acción comunicativa en el aula permite al
docente cumplir el reto de la humanización, en donde, el estudiante es quien, en
definitiva, es transformado para su inserción en el sistema social y laboral vigente. El
progreso se realiza mediante el compromiso con el medio que le rodea, incentivando
su sentido social, productivo o ambiental. La participación y el impacto que sus
propuestas investigativas tengan sobre el entorno facilitarán un cambio de actitud
hacia la sensibilización sobre una mejora colectiva de la calidad de vida (García,
2007).

Tener en cuenta las necesidades del estudiante, saber de qué manera aprender mejor y
ver debilidades y fortalezas, para trabajar en las debilidades y potenciar las fortalezas,
además de conocer al estudiante tan bien como para conocer lo que le gusta o disgusta
es precisamente para descubrir la manera de incentivar al estudiante a aprender. La
educación infantil humanizadora debe adaptarse a cada niño y debe abordar las
necesidades específicas y las potencialidades individuales de cada niño. Dado que los
niños aprenden a través de sus propias experiencias y descubrimientos, el papel de los
docentes en el entorno de aprendizaje activo es promover el interés. En el sentido más
amplio, los maestros son defensores del desarrollo y, como tales, su principal objetivo
es fomentar el aprendizaje activo por parte del niño. Los maestros no les dicen a los
niños qué aprender o cómo aprenderlo; en cambio, empoderan a los niños para que
tomen el control de su propio aprendizaje (Shih, 2018).

Cuando los maestros pueden pensar de forma humanizadora, pueden tratar el


comportamiento de los estudiantes de una manera humanizadora. El pensamiento de
un docente es un hábito y un proceso estratégico para recopilar información,
reflexionar, comprender, resolver problemas, tomar decisiones, iniciar acciones y
acumular sabiduría práctica (Shih, 2018). Para llegar a un pensamiento humanizador
es necesario practicar, ya que no es algo que se consiga de un día al otro, es parte un
proceso al cual el docente se debe someter, proceso el cual nunca termina.

La educación no está en vista de algo, especialización, aptitud para el dominio


técnico, sino para la humanización. La primera condición, en la visión de la
educación como destino, es que sea individual, singular y se dé a lo largo de una vida
vivida en contacto y en conexión con el mundo, en el amor y la acción, con
compromiso en la gratitud. El agente principal de este proceso es el hombre
individual, situado con el otro en el mundo. La educación es un proceso hecho a sí
mismo (Schulz, 2017).

En conclusión, al educar para humanizar solo salen a flote cosas que son propias del ser
humano, aquello que nos diferencia de los animales, educar para humanizar nos ayuda a
ver el mundo con otros ojos, siendo críticos, pero sin olvidar los valores que son
importantes a la hora de diferenciar bien de mal, a día de hoy son de las cosas que más
hacen falta, el pensamiento crítico, y los valores, ambos son necesarios para dejar de
tener creencias que a día de hoy están tan popularizadas como la astrología, y los
valores para no olvidar que a pesar de no respetar una opinión es necesario respetar al
individuo detrás de esa opinión. Según Max Scheler, educar es humanizar, lo que se
traduce en el acto de desarrollar el espíritu, aquello que es inherente al ser humano
—y es precisamente esta especificidad lo que lo diferencia de los demás seres vivos—,
esta educación es urgente en el mundo contemporáneo para que los humanos puedan
revisar su jerarquía de valores, que condicionan sus acciones y decisiones (Ferreira y
Werneck, 2022).

Bibliografía

Alves, Rubem (2015). A escola Ideal- o papel do professor.

Barboza, M. S., Devos, R. J. B., & Edlinger, A. R. EDUCAR PARA HUMANIZAR.

Ferreira, V. D. S., & Werneck, V. R. (2022). Educar para humanizar de Max Scheler e a
pós-modernidade de Zygmunt Bauman. Revista Brasileira de Educação, 27.

Freire, Paulo (1996). Pedagogía da Autonomía: saberes necesarios en la práctica


educativa. 36. ed. Rio de Janeiro: Paz e Terra. (Coleção Leitura).

García, L. T. (2007). Educar para humanizar. Psicogente, 10(17).

Gordillo M. (2006). Conocer, manejar, valorar, participar: los fines de una educación
para la ciudadanía. Revista Iberoamericana de educación.

Montes,]. (1990). El Humanismo pedagógico de A. López Quintás. Temas de


Educación, (3), 107-123.

Shih, Y. H. (2018). Towards a Pedagogy of Humanizing Child Education in Terms of


Teacher-Student Interaction. Journal of Education and Learning, 7(3), 197-202.

Schulz, A. (2017). Max Scheler: educar é humanizar. Revista Espaço Pedagógico,


24(3), 552-564.

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