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REFLEXION
1ª consideración: recto uso del dinero y de los bienes materiales
Hermanos nosotros somos administradores del Señor, administradores de lo que “es
nuestro” y de lo que no es nuestro. Somos propietarios de nada, porque todo lo que
somos y tenemos lo hemos recibido de Dios. De lo que si somos propietarios es de
nuestros pecados porque eso si no lo hemos recibido de Dios.
Entonces lo que se requiere es que seamos buenos administradores y eso significa,
entre otras cosas, el saber manejar el dinero e ingresos personales, familiares o, en el
caso de los párrocos, ingresos parroquiales.
1ª consideración: recto uso del dinero
¿El dinero es bueno o es malo?
¿Qué piensan ustedes?
2
- sirve para ganarse el favor o el reconocimiento de los otros y para obtener influencias
(Lc 7,2-5; 16,1-8).
El dinero se idolatra (Mt 4,8-10; 6,24), se codicia, se atesora y fomenta la ambición y
el egoísmo (Mt 6.19-23; Mc 9,33b-37: 10,35-41 ; Lc 12,16-18);
seduce a los hombres y los vuelve hedonistas, ahogando en ellos el mensaje de Jesús y
provocando su esterilidad (Mc 4,18-19);
puede subyugar a las personas religiosas más observantes y, en apariencia, intachables
(Lc 16,14-15). El dinero puede corromper a cualquiera. Y en arca vierta hasta la justo
peca
puede también convertir lo más sagrado en un negocio y la religión en un instrumento
de enriquecimiento ilícito y explotación del pueblo (Mc 11,15-19). La pastoral se
convierte en “pistoral”, en todo se va buscando el dinero, nos hacemos amigos de los
que tienen dinero y marginamos al que no lo tiene.
Se comete el pecado de Simonía que es la acción o la intención de negociar con
cosas espirituales, como sacramentos o posiciones eclesiásticas; la más común de las
simonías en la Edad Media era la venta de puestos eclesiásticos al mejor postor.
La ambición de dinero lleva a la avaricia (Mt 6,19-21), a la codicia que son también
una forma de idolatría (Col. 3,5), a la tacañería (Mt 6,22-23) y la envidia (Mc 10,41; cf
15,25-32). Al asesinato
El dinero es motivo de ruptura de los vínculos familiares (15, 11 -13) o de rencilla entre
los propios hermanos (Lc 12,13-14). Por afán de dinero se encarcela al deudor que no
paga su deuda, aunque sea mínima (Mt 18,28-30).
El apego a la riqueza constituye uno de los principales obstáculos para el seguimiento
de Jesús (Mc 10,21-22: Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve,
vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y
sígueme». El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía
muchos bienes) y un impedimento para entrar en el reino de Dios (Mc 10,23-24:
“Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los
ricos entrar en el Reino de Dios!».
(Cf. Jesús, el dinero y la riqueza Fernando Camacho Acosta, Profesor del C.E.T. de
Sevilla, España)
Para nosotros los sacerdotes ser buenos administradores, significa, entre otras cosas,
utilizar correctamente el dinero y los bienes materiales, no malgastarlos como hacia ese
mal administrador de la parábola. Si Jesús nos dice esta parábola es porque hay algunos
o muchos malos administradores que se dedican a malgastar y derrochar el dinero y los
bienes materiales. Hay algunos que como el hijo prodigo se dedican a malgastar sus
bienes en una vida licenciosa: vicios, placeres, vanidades, lujos, etc.
pagar casa, luz y agua. El sacerdote en una parroquia lo tiene todo. Hasta cada uno se
adueña de un vehículo, aunque sea propiedad de la parroquia.
Dentro de los gastos necesarios esta comprar medicinas para las dificultades o
problemas de salud, cuidado dental y de la vista, otros;