“Nuestra Señora del Camino” Pbro. Francisco Chocoj
Sololá, Guatemala, C.A. Síntesis II CHACOM VÁSQUEZ, Leonardo Moisés ESPIRITUALIDAD DEL SACERDOTE DIOCESANO Es importante entender e indicar los elementos que constituyen la espiritualidad del sacerdote diocesano especialmente en la etapa formativa hacia el sacerdocio ya que, como futuros pastores de la Iglesia debemos de ir adquiriendo este carisma propio, que de ninguna forma se desentiende de los demás carismas en la Iglesia. Al halar de espiritualidad no sólo se ha de entender el espacio de encuentro personal con Cristo en el silencio y la contemplación de la Palabra, sino también de la vida en el Espíritu, la vida espiritual es por tanto la vida cotidiana que refleja en acciones un Espíritu que nos impulsa. Hablar hoy de espiritualidad sacerdotal implica también hablar de habilidades, disposiciones y actitudes personales. Estas, en un proceso de madurez humana y afectiva, tienen que ser camino y no obstáculo para que el impulso del Espíritu obre en nosotros identificándonos con Cristo Buen Pastor, sólo así se llegará a ser sacerdotes espirituales, esto es que sólo cuando la vida ministerial esté conducida por el Espíritu se podrá desarrollar el carisma propio de clero diocesano. 1. Acento de espiritualidad sacerdotal según la identidad propuesta El acento de la identidad sacerdotal, siguiendo la doctrina del Concilio de Trento, está puesto en la celebración de la Eucaristía y en el sacramento de la Confesión; esto implica una espiritualidad fuertemente eucarística y de posibilidad permanente para atender confesiones, consecuentemente, acentuar la pastoral en la predicación de la Palabra. La identidad sacerdotal, por tanto, tiene su fuente en la Santísima Trinidad, que se revela y se autocomunica a los hombres en Cristo. Con el Concilio Vaticano II se da un salto cualitativo en la figura del ministerio ordenado. El presbítero es comprendido, ahora, en su relación con el Obispo, es por ello que la exhortación apostólica “Pastores Dabo Vobis” afirma que el presbítero está inserto sacramentalmente en la comunión con el Obispo y con otros presbíteros, para servir al pueblo de Dios. Aparece así, una referencia necesaria: la referencia eclesial, en la cual el sacerdote debe crear lazos de comunión con el Obispo, con los otros sacerdotes, con los fieles y con el mundo. Pero el contenido de la identidad sacerdotal es el mismo de siempre: Cristo, sumo y eterno Sacerdote. Sin embargo, la figura que propone la Exhortación Apostólica para contemplar al presbítero no se reduce exclusivamente a la de sacerdote eterno, cabeza o rey, sino la del Buen Pastor. En esta figura podemos encontrar los rasgos más humanos de Cristo y de su relación con su rebaño y con cada una de las ovejas. Esto lleva al sacerdote, que contempla a Cristo, a buscar en Él sus mismos sentimientos: los sentimientos de Cristo Buen Pastor: «Él siente compasión de las gentes, porque están cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor (cfr. Mt 9, 35-36); él busca las dispersas y las descarriadas (cfr. Mt 18, 12-14) y hace fiesta al encontrarlas, las recoge y defiende, las conoce y llama a una a una (cfr. Jn 10, 3), las conduce a los pastos frescos y a las aguas tranquilas (cfr. 22-23), para ellas prepara una mesa, alimentándolas con su propia vida». Por tanto, la identidad sacerdotal del Concilio Vaticano II y la Pastores Dabo Vobis ofrece una novedad: acentos nuevos para vivir una espiritualidad sacerdotal específica del clero diocesano, esto es la imitación de los sentimientos de Cristo Buen Pastor. 2. Algunos aspectos de espiritualidad desde el carisma de clero diocesano a.- En relación con la Iglesia, esto es la caridad pastoral: ha de significar la entrega de sí mismo a la Iglesia. Al decir que la entrega es a la Iglesia, significa que el amor del sacerdote, que imita al de Cristo Buen Pastor y es impulso del Espíritu, es un amor por toda la gran familia del pueblo de Dios. Para el sacerdote diocesano la Iglesia se concreta en la Iglesia local, es decir la diócesis, y a ella hay que entregarle la vida. b.- En relación con el Obispo, esto es la cooperación y participación de su carisma: teniendo en cuenta la definición del Vaticano II del sacerdote como colaborador y consejero necesario del Obispo aparece unas líneas de espiritualidad sacerdotal propias de esta relación comunional: Como colaborador del Obispo, el sacerdote, hace las veces del Obispo en especial en la parroquia como párroco, por eso debe vivir una espiritualidad que de alguna manera manifieste el carisma propio del Obispo. Por carisma episcopal se entiende la gracia de ser cabeza de la Iglesia y del presbítero. El sacerdote diocesano tiene esta peculiaridad de coordinación de todos los carismas, sin exclusivismo ni exclusiones, bajo la guía de quien preside la caridad. C.- En relación con el presbiterio, esto es la fraternidad sacramental: el acento relacional pone al sacerdocio, unido y en comunión a otros que han sido llamados a al mismo ministerio, a dar la vida por la Iglesia. Esa comunidad fraterna es el presbiterio. El presbiterio pasa a ser, para el sacerdote diocesano, el grupo o lugar de pertenencia; allí se dan los vínculos con los demás sacerdotes y crece el desafío de crear la comunión o comunidad sacerdotal. Con ello, se ha de entender que todos los presbíteros participan en el único sacerdocio de Cristo, Cabeza y Pastor, es más trabajan por la misma causa, para la edificación del cuerpo de Cristo. d.- En relación con la comunidad de fieles, esto es el servicio: la comunidad parroquial a la cual uno sirve es el espacio donde el sacerdote debe desarrollar los sentimientos de Cristo, Buen Pastor, por ello, el sacerdote debe conocer las virtudes y las debilidades del pueblo, y cómo estas condicionan un modo de ejercer el ministerio pastoral. Se ha de tener presente que el rebaño es todo el conjunto de la realidad parroquial, luego, en el sacerdote se dan verdaderas relaciones de paternidad al acompañar la vida concreta de muchos que lo toman de referente. El sacerdote diocesano no puede darse el lujo de no amar a su comunidad sino todo lo contrario, y esto debe ser palpado en el servicio, con el trato a los pobres, los enfermos, los más olvidados. Pero el campo de pastoral sacerdotal no únicamente se centra en la comunidad parroquial, sino, a ejemplo del Buen Pastor, ha de fijar la mirad en las ovejas que no sean del mismo redil, pues también necesitan ser conducidas, para que haya un solo rebaño con un solo pastor (cfr. Jn 10, 16), y esto caracteriza y encarna la caridad pastoral. Ahora, si la espiritualidad sacerdotal es la vida diaria como expresión del impulso del Espíritu, en las actitudes humanas de cercanía, de respeto, de diálogo y apertura, de amor por todos es donde se muestran en el sacerdote los sentimientos de Cristo Buen Pastor. Todo lo vivido en relación a la comunidad será llevada a la oración para que el mismo Cristo, serene y sane todas las heridas escuchadas y absorbidas. e.- En relación con el mundo, esto es la dimensión misionera del clero diocesano: si bien es cierto que la particularidad del sacerdote es su inserción a la diócesis y su ministerio en colaboración con el Obispo, sin embargo, es propio del clero diocesano el tener una disposición por la misión ad gentes. Por tanto, hay un carisma único dado al clero secular por la ordenación sacerdotal y tiene elementos propios para desarrollar una espiritualidad. Luego, el sacerdote, en su intento de crecer en espiritualidad, ha de desarrollar habilidades y disposiciones humanas y afectivas que faciliten la acción del Espíritu. Por tanto, la espiritualidad sacerdotal desde el carisma diocesano, es el camino para desplegar la vida ministerial desde la caridad pastoral, en la imitación de los sentimientos de Cristo Buen Pastor.
El sacerdote, por medio de la caridad pastoral, no sólo participa de la misión y del poder de Jesucristo, sino también de su afectividad, de su amor de Pastor