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¿Eres un estratega?
Collins seguía diciendo que “el mascador de tabaco promedio gastaba más
en su marca de tabaco favorita que en muebles”.
La mayor parte de las compras de muebles eran discrecionales,
altamente diferibles y, como señala Collins, había una enorme competencia
y muchos sustitutos disputando el valioso dólar del cliente. Las
innovaciones y diseños eran copiados rápidamente por los competidores,
eliminando cualquier ventaja de que los innovadores hubieran gozado
temporalmente.
Igualmente descorazonador era el hecho de que, en Estados Unidos,
existía muy poco reconocimiento de marca en la industria. Los clientes no
sabían gran cosa de muebles y no encontraban motivación para aprender
más. Había poco presupuesto para publicidad, y la investigación del
consumo había demostrado que muchos norteamericanos adultos no podían
mencionar siquiera un solo fabricante de muebles. Piensa por un minuto:
“¿De qué marca es el sofá que tienes en la sala?” Cuando elijo a un
ejecutivo al azar en clase y le formulo esta pregunta, la respuesta suele
consistir en una mirada confundida, un momento de silencio, y luego algo
lanzado al azar como: “¿Cuero Café?” Todos se ríen, pero cuando abro esta
pregunta a la clase entera, sólo se alzan unas cuantas manos, por lo regular
pertenecientes a ejecutivos europeos. No obstante, cuando les pregunto
sobre la marca del auto que conduce el vecino, virtualmente todas las
manos se alzan. Probablemente la tuya también se contaría entre las
levantadas.
Además de los retos de mercadeo, la industria estaba plagada de
ineficiencias, variedad extrema de productos y largos tiempos de espera que
frustraban a los clientes. Los compradores solían recibir pedidos parciales;
por ejemplo, una mesa de comedor podía llegar semanas o meses antes de
que lo hicieran las sillas correspondientes.
El verdadero problema no radica en que éstos sean los conflictos de la
industria, sino en el significado que tienen. ¿Son todos estos problemas una
oportunidad para que una empresa valiente entre a competir con las
capacidades adecuadas? ¿O se trata de banderas rojas que adviertan que los
extraños deben guardar su distancia?
Cuando pregunto a mis ejecutivos si ellos se animarían a dar el salto,
la mayoría responde con un entusiasta “¡sí!” Los retos los llenan de energía,
más que intimidarlos. De hecho, la mayoría dice que “cuando existe un reto,
existe una oportunidad”. Si se tratara de un negocio fácil, dicen, alguna
compañía ya hubiera aprovechado la oportunidad: sería mucho más difícil
destronar a un líder fuerte que ganar terreno en una industria como ésta, en
la que no hay grandes participantes; digamos que no existen Microsofts ya
establecidos. “Es una carrera de caballos”, dijo alguien una vez, “y todos
los caballos son lentos”.
Más aún, ellos observan que la industria mueblera se parece mucho a
la industria de los grifos antes de entrar a competir Masco. La oportunidad
coincide con las capacidades manufactureras de la empresa, su
conocimiento del mercado y sus muy fuertes capacidades gerenciales. De
hecho, esto parece representar otra buena oportunidad para que Masco gane
dinero, sofisticación y disciplina en una industria fragmentada, poco
elaborada y caótica.
Los competidores no logran ir más allá de afirmar lo horrible que es el
negocio mueblero. No pueden imaginar que compañía alguna supere retos
tan grandes. Así que los argumentos van y vienen. El entusiasmo y el
espíritu competitivo luchan por una parte contra la precaución y la
preocupación que aparecen en la otra. En uno de los debates, un polemista
exasperado afirmó: “Miren, esto no se trata de ser inversionistas pasivos en
algún índice de un fondo mueblero que aún está por inventarse. Seremos los
jugadores de este juego. Podemos hacer que las cosas sucedan. Si Starbucks
o Under Armour escucharan a los que tienen una actitud negativa al
respecto, ¡nada habrían hecho hasta ahora!”
¿Cuál es tu opinión en este asunto?
Por lo regular, cuando llega el momento de tomar una decisión en las
clases, los partidarios de hacer la inversión suelen ganar con margen de por
lo menos dos a uno.
¿Y qué sucedió en realidad?
Masco entró a la industria mueblera con agresividad. Pasados más de
dos años, compró Henredom (empresa que elaboraba muebles de gran
calidad) por 300 millones de dólares, Drexel Heritage (precios medios) por
275 millones y Lexington Furniture (precios medios y bajos) por 250
millones. En combinación, las ganancias de las tres empresas hicieron que
Masco se convirtiera en el segundo protagonista más grande de la industria
mueblera estadounidense. Después, gastaron 500 millones de dólares
comprando Universal Furniture Limited (de bajo costo), empresa que había
realizado operaciones en diez países y tres continentes. Siguieron el
concepto de muebles listos para ensamblar —los componentes eran
manufacturados a bajo precio en países en desarrollo, para ser enviados en
contenedores a cinco sitios en Estados Unidos para ensamblarlos. Ahora
Masco era tanto la compañía mueblera más grande del mundo, como una de
las pocas firmas que tenía productos para todos los precios, estrategia que
funcionó bien para la firma en tanto que de grifos se trató.
En total, Masco gastó unos mil quinientos millones adquiriendo diez
empresas, otros 250 millones renovando sus capacidades manufactureras e
invirtiendo en programas de mercadeo.
Al otorgar a Manoogian el Premio de Oro para la Industria de
Materiales de Construcción, la publicación Wall Street Transcript destacó su
En una triste nota al pie, diremos que Masco descubrió que es mucho más
difícil salirse del negocio de los muebles que entrar en él. Tras el fracaso de
numerosas negociaciones, tuvo éxito en vender sus firmas muebleras,
asumiendo una pérdida cercana a los 650 millones de dólares.[7] Cuando
todo había terminado, el presidente Manoogian admitió que “la decisión de
entrar en el negocio de los muebles para el hogar era probablemente una de
las peores que había realizado en 35 años”.[8]
El aula parece transitar por un momento de sobriedad. Los ejecutivos
asistentes no estaban muy contentos de abrir su carrera en la Escuela de
Negocios de Harvard perdiendo cientos de millones de dólares durante la
primera mañana.
De modo que, permítanme preguntar de nuevo, como pregunto a los
ejecutivos de mi clase: “¿Eres el estratega que tu negocio necesita?”