Está en la página 1de 3

MÉTODO DELIBERATIVO

Deliberación sobre los hechos.

1. Presentación de un problema.

Para que surja un problema tiene que haber una historia. En medicina esto es lo que se
llama historia clínica. La historia clínica es el soporte documental del problema, y es lo que
hay que dar a conocer. En muchos casos suele ser conveniente añadir a la historia clínica la
historia social y la historia de valores de los afectados.

2. Aclaración de los “hechos” del problema.

Si los hechos no están claros, lo que se pide es aclaración. En clínica, cuando nos referimos
a un paciente, hablamos de diagnóstico, pronóstico y de terapéutica; por extensión se
puede utilizar estas mismas expresiones en los demás casos. Hay que tener en cuenta que
la aclaración de los hechos tiene por objeto reducir la incertidumbre del problema
hasta lo razonable en su dimensión técnica o clínica, no agotar la incertidumbre, lo
cual es imposible.

Deliberación sobre los valores.

3. Identificación de los problemas morales implicados.

Se trata de identificar las situaciones concretas que están en conflicto moral. Lo más
conveniente es hacer un listado.

4. Identificación del problema moral fundamental.

Como no es posible discutir todos los problemas morales enumerados, lo mejor es elegir
uno fundamental en cada caso o sesión deliberativa. ¿Quién dice cuál es el fundamental?
Normalmente el que presenta el caso, aunque pudiera hacer otro tipo de criterios.

5. Identificación de los valores en conflicto.

Hemos de identificar los valores que están en conflicto en la situación particular que
definimos que el problema fundamental. Esto nos facilitará la corrección de los siguientes
pasos que hemos de recorrer. Por eso aquí nos jugamos la orientación del resultado final.
Un conflicto mal definido en este punto nos puede llevar por derroteros muy distintos y
hasta opuestos. Puede incluso hacernos perder la esencia del caso. Es fundamental centrar
en este punto el conflicto de valores.

Deliberación sobre los deberes.

6. Identificación de los cursos de acción extremos.

Si el conflicto de valores es real y positivo, un curso extremo es aquel que, optando por un
valor (de los dos que hemos identificado como conflictivos), lesionamos completamente
otro; de ahí que se llamen cursos extremos. Es importante sacar a la luz estos cursos, puesto
que son los más imprudentes y, por tanto, aquellos por los que nunca deberíamos optar. Es
conveniente hacer un listado con los cursos de acción extremos.

7. Identificación de los cursos de acción intermedios.

Cursos intermedios son todos aquellos que se mueven desde ambos extremos hacia el
centro. Tiene dos objetivos este punto. Como la prudencia suele ser un término medio,
centrar máximamente los cursos de acción, es decir, intentar salvar de la mejor manera los
valores en conflicto es siempre un objetivo esencial. Por otro lado, es el momento en el que
se pasa de interpretar el problema de modo dilemático (caso de los cursos extremos), a
interpretarlo de modo problemático. Dar este paso es fundamental. Si un problema no tiene
ninguna salida es una tragedia. Si tiene dos salidas es un dilema. Un dilema es casi siempre
un problema mal planteado porque en todo conflicto hay por lo general más de dos únicos
cursos de acción, que sería lo propio del dilema. Por eso hay que intentar buscar varias
salidas, siempre intermedias, para conseguir que un problema no se plantee de modo
dilemático, sino problemático. Lo problemático es eso que nos lanza a la búsqueda de
varias salidas, entre las cuales es posible la deliberación sin oposición total, enriqueciendo
nuestro propio punto de vista con matices importantes.

8. Identificación del curso óptimo de acción.

El curso óptimo siempre es el que lesiona menos los valores en conflicto, aquel que tiene en
cuenta las circunstancias y las consecuencias de la decisión, y es prudente. Suele ser el
mejor de los cursos intermedios, o incluso una sucesión concatenada de los mismos. Este
es un paso específicamente moral, ya que la ética trata de eso, de lo mejor, de lo excelente.
Cursos buenos puede haber muchos, pero uno ha de ser el mejor. Y lo mejor coincide con
lo más prudente.
Deliberación sobre las responsabilidades.

9. Pruebas (tiempo, publicidad, legalidad)

Para asegurar que la decisión que se va a tomar es prudente y responsable, resulta


conveniente someterla a una serie de criterios de contraste. La prueba del tiempo busca, en
un ejercicio mental, que la decisión no sea precipitada, que no esté motivada por
sentimientos inconscientes e irracionales. La prueba de la publicidad tiene por objeto que la
decisión se pueda argumentar públicamente, dado el caso; es una especie de prueba de
universalización. La prueba de la legalidad sirve para no tomar decisiones que queden fuera
de la ley, ante todo, por desconocimiento de esta, y sobre todo por prudencia.

10. Decisión final.

La decisión final, que suele ser la más prudente, es aquella que toma el responsable del
caso, no la que se decide hacer por consenso (aunque no se niega que pueda haberlo).
Quien pide ayuda al comité tiene la responsabilidad de hacerse cargo del rendimiento de la
sesión deliberativa y de la toma de decisión. Su punto de vista debería ser siempre el más
rico, dada la posición que ocupa en el proceso. Es que la figura del presentador no debe
ser la de un sujeto pasivo, sino la del más activo. Posee una oportunidad única de aclarar
muchas de sus dudas a través de la opinión de una serie de especialistas de distintos
campos. La convocatoria del comité es la mejor consulta posible.

La deliberación es, antes que un método, una actitud que requiere una serie de
condiciones de tipo intelectual y emocional que están en la base de cualquier proceso
deliberativo. Nos referimos a una cierta catarsis emocional, a una buena disposición al
cambio de opinión, a la solicitud de ayuda, a una actitud participativa, al afán de veracidad,
a la asunción de alguna dosis de incertidumbre, a una infatigable ansia de comprensión, etc.
Ninguna de estas condiciones es natural, sino moral, y por eso es preciso ganarlas a base de
práctica constante del método deliberativo. No es suficiente con conocerlas.
En definitiva, deliberar no es fácil, De hecho no es un método que se practique
mucho. Ni siquiera se enseña en los lugares en que se debería: escuelas, colegios,
universidades, etc. Tampoco a las edades tempranas como correspondería. Se cree más en
el olfato moral que en el propio proceso deliberativo, lo cual es un gran obstáculo a la hora
de tomar decisiones prudentes y responsables.

También podría gustarte